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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)

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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada) - Página 8 Empty Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)

Mensaje por ElitzJb Miér 13 Mar 2013, 6:50 pm

mis chicas mañana colocare un especial okis
ElitzJb
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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada) - Página 8 Empty Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)

Mensaje por aranzhitha Miér 13 Mar 2013, 8:24 pm

ok, pero sube prontito El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada) - Página 8 1926951358
aranzhitha
aranzhitha


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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada) - Página 8 Empty Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)

Mensaje por ElitzJb Jue 14 Mar 2013, 1:35 pm

Capitulo VI
(Parte Dos)




1/2.

-¡__tn ! -exclamó él con los dientes apretados, aunque ella apenas lo oyó ni le prestó atención. Sabía que Joseph estaría furioso por la bofetada que acababa de recibir. No era un hombre que permitiera que nadie, ya fuese hombre o mujer, le pegara y se saliera con la suya. Pero a __tn en ese momento no le importaba.
Su delicado cuerpo temblaba con la convulsiva fuerza de su llanto. Jamás se acabaría. Jamás cesarían los chismorreos y las insinuaciones sobre su matrimonio. Aunque Joseph no permitiera que los demás hablasen de ello, él mismo seguía creyéndose todas aquellas mentiras. Lo que no parecía comprender era que __tn podía soportar que la insultaran los demás, pero no que la insultara él, porque lo amaba.
-__tn -su voz era ahora más baja y suave, y la intensa fuerza que sus dedos ejercían sobre el brazo de ella se relajó. __tn notó que le acariciaba la espalda pasándole las manos suavemente hacia arriba y hacia abajo, y se acurrucó más contra su cuerpo.
Con ternura, Joseph la persuadió para que alzara el rostro, y luego le limpió las lágrimas y la nariz con su pañuelo, como si fuese una niña pequeña. Ella se quedó mirándolo con los ojos aún brillantes por las lágrimas, e incluso a través de estas pudo ver la marca roja que tenía en la mejilla, allí donde lo había abofeteado. La tocó con dedos temblorosos.
-Lo... lo siento -dijo, disculpándose con voz espesa a causa del llanto.
Sin decir palabra, Joseph giró la cabeza y le besó los dedos; después se agachó más y alzó a __tn hacia sí; Antes de que ella pudiera recobrar el aliento, él ya la estaba besando; su boca, ardiente, feroz y hambrienta como la de un indómito animal, empezó a saborearla, a morderla, a explorarla. Su mano buscó los senos de __tn y luego siguió bajando, deslizándose por sus caderas y sus muslos hasta llegar a sus rodillas, introduciéndose con impaciencia bajo la tela de su vestido.
Horrorizada, __tn comprendió que Joseph había perdido el control, privado del dominio de su voluntad por su propia ira y por el forcejeo con ella, por el contacto del suave cuerpo que se retorcía y se tensaba contra él. Ni siquiera parecía dispuesto a darle ocasión de responder a su beso, y el miedo hizo que a ella se le acelerase el corazón, pues era consciente de que esa vez sería incapaz de detenerlo.
-Joseph, no. Aquí, no. ¡No! Basta, cariño -susurró con voz feroz y tierna al mismo tiempo. No trató de resistirse, consciente de que, a esas alturas, eso sólo serviría para excitarlo aún más. Le estaba haciendo daño; recorría con las manos todo su cuerpo, tocándola allí donde ningún hombre la había tocado antes, tirándole de la ropa.
__tn alzó las manos y enmarcó con ellas el rostro de Joseph, repitiendo su nombre con suavidad, con urgencia, una y otra vez, hasta que, de pronto, él la miró a los ojos y ella comprendió que había conseguido captar su atención.
Un espasmo cruzó el semblante de Joseph; apretó los dientes y maldijo por lo bajo. Ayudó a __tn a ponerse de pie, quitándosela del regazo, y luego se levantó como si se sintiera dolorido. Se quedó mirándola un momento, mientras ella retrocedía hasta la mesa en busca de apoyo; después maldijo de nuevo, se alejó unos cuantos pasos y permaneció de espaldas a __tn mientras se masajeaba la nuca con gesto cansado.
Ella contempló su ancha y musculosa espalda en silencio, sin decirle nada, pues ignoraba si era prudente hacerlo. ¿Qué debía hacer ahora? Deseaba marcharse, pero las piernas le temblaban tanto que no estaba segura de poder caminar sin ayuda. Y tenía el vestido revuelto, arrugado y desabrochado en parte. Con dedos torpes y lentos, se arregló la ropa y luego miró a Joseph, insegura. Tenía el aspecto de un hombre que luchaba consigo mismo, y __tn no quería hacer nada que pudiera molestarlo. Pero el silencio se hizo tan denso entre ambos que se sintió incómoda, de modo que obligó a sus inseguras piernas a moverse, con la intención de recoger el bolso y salir de allí antes de que la situación empeorase.
-No te irás a ningún sitio -dijo él en voz baja, y __tn se detuvo en seco. Entonces Joseph se volvió hacia ella, con una expresión de cansancio en su rostro moreno-. Lo siento -dijo suspirando-. ¿Te he hecho daño?
Aquella disculpa era lo contrario a la reacción que __tn había esperado; por un momento, fue incapaz de ofrecer una respuesta. Luego negó con la cabeza lentamente y él pareció relajarse. Se acercó a ella y, le pasó un brazo alrededor de la cintura, apremiándola a apretarse contra él con suave insistencia. Sin resistirse, __tn recostó la cabeza en el confortador hueco de su hombro.
-No sé qué decir -musitó Joseph-. Deseo que confíes en mí; pero, en vez de eso, te he asustado.
-No digas nada -contestó __tn , habiendo recobrado al fin el dominio de su voz-. No es necesario que empecemos de nuevo. No firmaré el documento, y no hay más que hablar.
-No era un insulto, sino una simple necesidad jurídica.
-Pero yo no soy tu querida -señaló ella-. Así que ese documento no es necesario.
-Aún no -convino Joseph-. Como te dije, mi abogado se anticipó a mis deseos. Se equivocó -su tono de voz no presagiaba nada bueno para el pobre abogado, aunque __tn le estaba agradecida a aquel hombre desconocido. Al menos, sabía con exactitud qué era lo que Joseph pensaba de ella, y prefería saber la dolorosa verdad antes que vivir en un sueño.
-Tal vez sea mejor que no volvamos a vernos más -empezó a decir, pero él le oprimió el brazo con una sombría expresión en el semblante.
-No seas ridícula -contestó-. No te dejaré ir, de modo que no gastes saliva proponiéndolo. Prometo controlarme mejor en el futuro y, de momento, olvidaremos lo ocurrido.
Retirando la cabeza de su hombro, __tn lo miró con acritud. ¿De verdad pensaba que podría olvidar que la consideraba una de esas mujeres que se vendían por un precio? La revelación le hería el pecho como un cuchillo, pero igualmente dolorosa era la certidumbre de que no deseaba que Joseph desapareciera de su vida. La idea de no volver a verlo nunca más hacía que se sintiera desolada. Estaba arriesgando su bienestar emocional, coqueteando con el desastre, pero no podía alejarse de él, del mismo modo que no podía obligarse a sí misma a dejar de respirar.
Transcurrieron varias semanas durante las cuales las cosas fueron más tranquilas, como si Joseph se hubiese esforzado por comportarse lo mejor posible, y __tn logró mantener a raya su dolor. Él insistía en que ella lo acompañase a todos los actos sociales a los que asistía y en que fuese la anfitriona siempre que organizaba una fiesta.
La tensión empezaba a afectar a __tn . En una de las fiestas a las que los invitaron, se sintió agobiada y escapó a la frescura del oscuro jardín, donde inhaló profundamente para llenar sus pulmones del aire frío y dulce; en el cargado ambiente de la sala, se había sentido incapaz de respirar. Durante las semanas transcurridas desde que conociera a Joseph, había aprendido a relajarse en las reuniones de sociedad, pero aún sentía la necesidad de estar sola de vez en cuando, cosa que había podido hacer en muy raras ocasiones, Joseph poseía la fuerza de un volcán, expelía órdenes y arrastraba a los demás en el río de lava de su autoridad. __tn no sabía con seguridad dónde estaba en ese momento, pero aprovechó su descuido para buscar la tranquilidad del jardín.
Esa misma noche, antes asistir a la fiesta, habían tenido una acalorada discusión por la constante negativa de __tn a venderle las acciones; la primera discusión desde la terrible escena de la oficina. Joseph no estaba dispuesto a ceder lo más mínimo; estaba furioso porque ella seguía desafiándolo, e incluso había llegado a acusarla de intentar engañarlo para que aumentara la cuantía de su oferta. Consternada por su falta de comprensión y cansada de tanta batalla, __tn había agarrado el documento y, después de firmarlo, lo había arrojado al suelo en un estallido de ira.
-¡Muy bien, ya lo tienes! -exclamó furiosa. Solamente cuando él se inclinó para recoger el papel, doblarlo y guardárselo en el bolsillo, ella reparó en el especulativo brillo de sus ojos, y comprendió que había cometido un error. Al firmar el documento entonces, después de que él la hubiese acusado de estar resistiéndose para lograr un precio más alto, sólo había conseguido que Joseph se convenciera de que había estado haciendo precisamente eso: aguardando el momento adecuado y esperando que le ofreciera una cantidad más elevada. Pero ya era demasiado tarde para deshacer lo andado, y __tn logró dominar las lágrimas que afluyeron a sus ojos, provocadas por el dolor que le causaban las sospechas de él.
Mientras daba un paseo por el sendero de grava blanca, se preguntó si la tranquilidad que había imperado últimamente en su relación habría quedado destruida sin remedio. Joseph había dejado de presionarla para que hicieran el amor; de hecho, se mostraba cada vez más tierno, como si al fin estuviera empezando a sentir algo serio por ella.
Tal pensamiento hizo que __tn se estremeciera, pues era como un sueño hecho realidad. Joseph había dominado su impaciencia natural y la había mimado de mil maneras, y ella ya no trataba de luchar contra el amor que sentía por él. Ni siquiera deseaba hacerlo; hasta tal punto se hallaba sometida a la influencia de Joseph.
Pero era posible que todo ese se hubiese perdido. ¡Jamás debería haber firmado ese acuerdo! Había cedido a sus intimidatorias tácticas en un arranque de ira, y con ello tan sólo había logrado reforzar la imagen de tentadora mercenaria que Joseph tenía de ella. En un momento, había perdido el terreno ganado hasta entonces en lo que al afecto de Joseph se refería.
Caminando lentamente, con la cabeza agachada mientras fantaseaba con la idea de casarse con Joseph y ser la madre de sus hijos, cosa que ahora resultaba harto improbable, __tn oyó repentinamente un murmullo de voces. Había llegado hasta donde se encontraba una pareja sin darse cuenta. Se detuvo al instante, aunque ellos no parecían haberse percatado de su presencia. Eran apenas una borrosa sombra en la oscuridad; el azul claro del vestido de fiesta de ella se fundía con el color oscuro de la chaqueta de él mientras se abrazaban.
Procurando moverse en silencio, __tn retrocedió con la intención de alejarse sin que la vieran, pero, en ese momento, la mujer dejó escapar un intenso suspiró y jadeó:
-¡Joseph? Ah, Joseph...
__tn notó que las piernas se le entumecían y se negaban a moverse, como si no tuvieran fuerzas.
¿Joseph? ¿Su Joseph?
Se sentía demasiado aturdida como para sentir dolor; no creía que pudiera ser cierto. Finalmente, consiguió volverse para mirar de nuevo a la pareja abrazada. Diana. Era Diana, sin duda. __tn había reconocido su voz. Y.. ¿Joseph? La cabeza de cabellos oscuros, los hombros poderosos... Podía ser Joseph, aunque no estaba segura. Entonces, él alzó la cabeza y musitó:
-¿Qué sucede, Diana? ¿Nadie se ha ocupado de ti, con lo bella que eres?
-No, nadie -susurró ella-. Te he estado esperando a ti.
-¿Tan segura estabas de que volvería? -inquirió él, con una nota de diversión en la voz mientras erguía más la cabeza para contemplar el hermoso rostro de su acompañante.
__tn se dio media vuelta, pues no deseaba ver cómo besaba a aquella mujer otra vez. El dolor había comenzado al ver con seguridad que Joseph era el hombre que abrazaba con tanta pasión a Diana, pero se obligó a contenerlo. Si le daba rienda suelta, se echaría a llorar y se pondría en ridículo; de modo que ladeó el mentón con arrogancia e ignoró la tenaza que le oprimía el pecho, el cuchillo que le desgarraba las entrañas. Oyó que pronunciaban su nombre detrás de ella, pero cruzó rápidamente el jardín, entró en la casa y se mezcló con la gente. Algunos le sonrieron y se dirigieron a ella, y __tn hizo aflorar una débil sonrisa a sus rígidos labios y caminó con calma hasta el bar.
Los invitados se servían ellos mismos las bebidas, así que __tn se sirvió una generosa copa de vino blanco y dio un sorbo mientras se paseaba con paso firme por la habitación, sonriendo pero sin unirse a ninguna conversación. En ese momento se sentía incapaz de hablar con nadie; se limitaría a pasearse por la sala, beber de su copa de vino y esforzarse por dominar la violenta punzada de dolor que sentía en su interior. No sabía con certeza cómo se iría de la fiesta, si tendría la fortaleza suficiente para irse con Joseph o si sería preferible llamar a un taxi, pero ya se preocuparía de eso más tarde. Más tarde, cuando hubiese bebido bastante vino para adormecer sus sentidos.
Por el rabillo del ojo, vio que Joseph avanzaba hacia ella con sombría determinación. Se giró hacia la izquierda y se puso a hablar con la pareja con la que estuvo a punto de chocar, admirada de la naturalidad con que le salía la voz. Entonces, antes de que pudiera alejarse, una mano fuerte se cerró sobre su hombro y Joseph dijo con calma:
-__tn , cariño, te he estado persiguiendo por toda la sala. Hola, Glenna. ¿Qué tal, Clark?, ¿cómo están los niños?
Con su encantadora sonrisa, logró que Glenna soltara una risita y se pusiera a hablarle de los niños, a los cuales Joseph parecía conocer personalmente.
Mientras hablaban, sujetó con firmeza el brazo de __tn en todo momento y, cuando ésta hizo un intento de zafarse, los dedos de él aumentaron la presión hasta el punto de que casi le arrancaron un gemido de dolor.
-Me haces daño en el brazo -dijo __tn fríamente mientras se movían entre los grupos de invitados que charlaban y se reían.
-Cállate -ordenó con los dientes apretados-. Al menos, hasta que estemos solos. Creo que el estudio está vacío; iremos allí.
Mientras Joseph tiraba de ella, literalmente, __tn atisbó la cara de Diana antes de salir de la habitación, y la expresión de triunfo que había en ella le produjo un escalofrío.
El orgullo la impulsó a enderezar la espalda; cuando Joseph cerró la puerta del estudio y echó la llave, __tn se giró para encararlo de frente. Irguió el mentón y le dirigió una altiva mirada.
-¿Y bien? -preguntó-. ¿Para qué me has traído aquí?
El permaneció inmóvil, observándola, con una expresión severa en sus ojos negros y la boca encogida en una fina línea que, en cualquier otra ocasión, habría intimidado a __tn , pero que, curiosamente no la amedrentó en absoluto. Joseph se había metido las manos en los bolsillos del pantalón, como si desconfiara de su capacidad de refrenar su propio genio; en ese momento, sin embargo, las sacó, y sus ojos resplandecieron.
-Jamás dejará de sorprenderme cómo consigues parecer una reina, simplemente alzando la barbilla.
En el semblante de ella no se apreció ninguna reacción.
-¿Me has traído aquí solamente para decirme eso? -inquirió con frialdad.
-Sabes muy bien que no -por un momento, él tuvo el detalle de mostrarse incómodo y un leve rubor tiñó sus mejillas-. __tn , lo que viste.., no iba en serio.
-La verdad es que me trae sin cuidado -repuso ella con desdén-, porque tampoco nuestra relación va en serio. No tienes por qué darme explicaciones, Joseph; no tengo ningún derecho sobre ti. Vive tus pequeñas aventuras como te apetezca; no me importa.
El cuerpo de Joseph se estremeció ante la fuerza de aquellas palabras; el rubor de sus mejillas se vio sustituido por una repentina y tensa palidez. Sus ojos adquirieron una expresión asesina y, un segundo antes de que se moviera, __tn comprendió que había ido demasiado lejos, que le había hecho perder el control. No tuvo tiempo de contener la respiración mientras él cruzaba la habitación con pasos ágiles y le colocaba las manos en los hombros. La zarandeó violentamente, tan violentamente que el cabello de __tn cayó suelto sobre su espalda y las lágrimas saltaron de sus ojos antes de Joseph apretara su boca contra la de ella y le diera un beso apasionado que la dejó sin respiración. Cuando __tn creyó que iba a desmayarse, él sostuvo su lánguido cuerpo y la llevó hasta el sofá, el desgastado sofá en el que su anfitrión habría pasado, sin duda, muchas y confortables horas. Joseph la soltó en él ferozmente, y después se echó encima de ella, sujetándola con sus fuertes brazos y sus musculosas piernas.
-¡Maldita seas! -susurró entrecortadamente, agarrándole el cabello con crueles dedos para obligarle a echar la cabeza hacia atrás-. Me vuelves loco; ni siquiera puedo dormir sin soñar contigo... ¿y me dices que no te importa lo que yo haga? Pues haré que te importe. Derribaré esa muralla que has levantado a tu alrededor...
La besó brutalmente, lastimándole los labios y haciendo que un gemido de protesta brotara de su garganta, pero él hizo caso omiso de su angustia. Con la mano libre, le desabrochó el vestido y se lo bajó hasta la cintura; sólo entonces retiró la boca de sus labios para centrar su sensual ataque en los suaves montículos de sus senos.
__tn gimió aterrorizada cuando sus labios quedaron libres, pero comenzó a sentir una irracional oleada de deseo a medida que la boca ardiente de Joseph recorría su cuerpo. Combatió dicho deseo ferozmente, decidida a no someterse a Joseph después de lo que acababa de suceder esa noche, sabiendo que él la consideraba poco menos que una fulana. ¡Y además se había echado en brazos de Diana! El recuerdo de la engreída y victoriosa sonrisa que Diana le había dirigido hizo que las lágrimas corrieran por sus mejillas mientras luchaba contra la abrumadora fuerza de Joseph. Este redujo sus esfuerzos por liberarse y se echó por completo encima de ella, apretándola contra su fuerte y ansioso cuerpo. Ardía de deseo y ella estaba indefensa; la habría poseído allí mismo, pero, cuando alzó la cabeza de sus palpitantes senos y vio su rostro anegado de lágrimas, se detuvo en seco.
-__tn -dijo con voz ronca-. No llores. No te haré daño.
¿Acaso no lo entendía? Ya le había hecho daño; le había arrebatado el corazón. Ella giró la cabeza bruscamente, rehuyéndolo, y se mordió el labio inferior, incapaz de decir nada.
Joseph retiró su peso de encima de ella y se sacó el pañuelo del bolsillo para enjugarle las lágrimas.
-Es mejor así -dijo en tono grave-. No quiero hacerte el amor la primera vez en el sofá de una casa ajena. Quiero hacértelo en una cama, ma chére, durante horas, para que sepas cómo pueden ser las cosas entre un hombre y una mujer.
-Cualquier mujer -dijo ella con amargura, acordándose de Diana.
-¡No! -negó él ferozmente-. No pienses en ella. No significa nada para mí. Fui un estúpido... Perdóname, cariño. Quería aplacar la excitación que tú me provocas y que te niegas a satisfacer, pero descubrí que esa mujer me deja completamente frío.
-¿De veras? -__tn lo miró con rabia-. Pues yo no te vi tan «frío».
Joseph soltó el pañuelo empapado de lágrimas y le agarró la barbilla con una mano.
-¿Eso crees? ¿Me comportaba como si estuviera ciego de pasión? -preguntó, obligándola a mirarlo-. ¿La besaba como te beso a ti? ¿Le decía cosas dulces?
-¡Sí! La llamaste... -__tn se interrumpió, sintiéndose confusa-. Le dijiste que era bella, pero no la...
-No la llamé «cariño» como a ti, ¿verdad? Un solo beso, __tn . ¡Un solo beso y comprendí que Diana jamás podría apagar el fuego que tú has encendido! ¿No me perdonarás un simple beso?
-¿Me lo perdonarías tú a mí? -repuso ella al tiempo que trataba de apartar la mirada, pero él la sujetó con firmeza. Se estaba ablandando contra su voluntad, dejándose engatusar. El peso de los miembros de Joseph sobre su cuerpo le resultaba reconfortante, permanecía envuelta en la seguridad de su fuerza, y __tn empezó a sentir que sería capaz de perdonarle cualquier falta con tal de poder seguir tocándolo.
-Yo te habría separado a la fuerza de cualquier hombre que hubiese cometido la estupidez de tocarte -prometió con voz grave-, y le habría partido la cara. No creo que pudiera controlarme si viera a otro besándote, __tn . Pero no volvería la espalda y me iría, sin más; te llevaría conmigo. __tn se estremeció y cerró los ojos, recordando el terrible momento en que los había visto abrazados.
-Tampoco yo puedo controlarme, Joseph -confesó con voz ronca-. No soporto ver cómo cortejas a otra mujer. Me destruye por dentro.
-¡__tn !
Era la primera vez que ella confesaba sentir algo por él. Pese a lo unidos que habían estado durante las semanas anteriores, __tn se había resistido a él en ese aspecto, no había querido decirle lo que sentía. Pero ya no podía seguir ocultándolo.
-¡__tn , mírame! ¡Mírame! -Joseph la zarandeó ferozmente, y ella abrió los ojos para ver la expresión de resplandeciente triunfo que había en los de él-. Dímelo -insistió Joseph, inclinándose sobre ella, acercando los labios a los suyos. Colocó la mano encima de su corazón, sintió el revelador latido y acarició con ternura las suaves y femeninas curvas que encontró-. Dímelo -susurró, acariciándole los labios con los suyos.
__tn alzó las manos hasta sus hombros, aferrándose a la fuerza de Joseph mientras notaba cómo la suya propia cedía, arrastrada por la marea de sus emociones.
-Te quiero -gimió con una vocecita ronca-. He intentado no amarte. Eres tan... arrogante. Pero no puedo remeterlo.
Joseph la apretó contra sí con tanta fuerza, que ella gritó. La soltó inmediatamente.
-Mía -musitó depositándole ardientes besos en el rostro-. Eres mía. Y no dejaré que te vayas de mi lado. Te adoro, cariño. Durante semanas he estado loco de frustración, deseándote pero temiendo asustarte hasta el punto de que te alejaras de mí. Pero ya no tendré más compasión. ¡Voy a hacerte mía! -y dejó escapar una jubilosa risa antes de incorporarse y ayudarla a ponerse el vestido. Le subió la cremallera y después le rodeó la cintura con sus poderosas manos.
-Vámonos ya de aquí -dijo con voz áspera-. ¡Te deseo desesperadamente!
__tn se estremeció ante el sonido autoritario de su voz. Estaba eufórica pero también asustada. Joseph ya no le permitiría seguir resistiéndose a él; y, aunque notaba que su corazón se abría como una flor al admitir el amor que sentía por Joseph, seguía sintiendo miedo de aquel hombre y del control que ejercía sobre ella.
Joseph notó su vacilación y la atrajo hacia sí con un posesivo brazo.
-No estés asustada-murmuró contra su cabello-. Olvida lo que te haya pasado antes; yo jamás te haré daño. Dijiste que no me tienes miedo, pero es mentira, lo noto. Por eso he vivido un infierno estas semanas, mientras esperaba a que perdieras ese miedo. Confía en mí, cariño. Te trataré con todo el cuidado del mundo.
Ella enterró la cara en su hombro. Había llegado el momento de decirle que nunca había hecho el amor con nadie; no obstante, cuando reunió el valor necesario para levantar la cabeza y abrir la boca, Joseph la detuvo posando los dedos suavemente sobre sus doloridos labios.
-No, no digas nada -susurró-. Ven conmigo y deja que me ocupe de ti.
__tn tenía el cabello despeinado sobre los hombros, de modo que alzó las manos con la intención de volver a recogérselo.
-No te molestes -dijo Joseph agarrándole la mano-. Estás bellísima así; no pasará nada si alguien te ve. Pero saldremos por la parte de atrás. Espérame aquí mientras yo voy a disculparme con el anfitrión; será sólo un momento.
Una vez sola, __tn permaneció sentada y trató de organizar sus aturdidos y confusos pensamientos. Joseph la amaba, lo había reconocido. «Adorar» era lo mismo que amar, ¿verdad? Ella lo amaba a él, desde luego, pero también se sentía confundida e insegura. Siempre había creído que una declaración mutua de amor desembocaba en ilusionados planes de futuro, pero Joseph no parecía tener otro plan que llevársela a la cama. Intentó decirse a sí misma que era un hombre de instintos extremadamente físicos, y que ya querría hablarle de planes de boda más tarde. Pero __tn siempre había soñado, en el fondo de su corazón, con ir al altar vestida de blanco, siendo totalmente digna de ese símbolo de pureza. Por un momento, contempló la idea de decirle a Joseph que no quería marcharse, pero luego meneó la cabeza. Tal vez debía demostrarle su amor confiando en él, como le había pedido, y entregarle ese amor en toda su plenitud.
Unos momentos después, ya era demasiado tarde para las preocupaciones, porque Joseph había regresado y __tn quedó inmersa en el posesivo brillo de sus ojos negros. El nerviosismo que sentía se vio eclipsado por su automática respii6sta a la cercanía de Joseph; se apoyó sumisamente en él mientras la sacaba de la casa por la parte trasera y la llevaba hasta el coche, aparcado al final de la angosta y silenciosa calle.
Por las noches, Londres era una ciudad que resplandecía como una dorada corona sobre las orillas del Támesis; a __tn nunca le había parecido tan dorada como esa noche, mientras permanecía sentada en silencio al lado de Joseph y él conducía a través de la ciudad. Miraba los conocidos edificios y monumentos como si fuera la primera vez que los viera, cautivada por la indescriptible hermosura del mundo que compartía con Joseph.
Él no se dirigió a casa de __tn , como ella había esperado, sino a su ático. Eso la alarmó, aunque no sabía con certeza por qué, y por un momento se resistió. Joseph tiró de ella hasta el ascensor y la abrazó con fuerza, susurrándole ardientes palabras de amor. Cuando se abrieron las puertas del ascensor, la tomó de la mano y la acompañó por el largo pasillo en penumbra hasta la puerta de su ático. Tras abrirla, hizo pasar a __tn y luego entró detrás de ella, cerrando la puerta con un definitivo «clic».
__tn había avanzado unos cuantos pasos y permanecía muy quieta en la oscuridad; Joseph apretó un interruptor y encendió las dos lámparas. Después se acercó a la consola del teléfono para cerciorarse de que el contestador automático estaba activado.
-Esta noche no quiero interrupciones -dijo volviéndose hacia __tn . Sus párpados descendieron sensualmente sobre sus ojos brillantes mientras se acercaba a __tn y la atraía hacia su recio cuerpo-. ¿Te apetece beber algo? -preguntó, moviendo los labios contra su sien.
__tn cerró los ojos extasiada, aspirando su embriagador aroma masculino, bañándose en su calor.
-No, nada -contestó con voz ronca.
-A mí tampoco -dijo Joseph-. No quiero que el alcohol adormezca mis sentidos esta noche; quiero disfrutar cada momento. Me has obsesionado desde el primer momento en que te vi, así que perdóname si parezco demasiado... -hizo una pausa, tratando de encontrar la palabra adecuada, y ella le sonrió con ternura.
-¿Si pareces demasiado satisfecho? -murmuró.
-Bueno, reconozco que siento una cierta sensación de triunfo -Joseph sonrió cínicamente.
Ella lo observó con el corazón acelerado mientras él se despojaba de la chaqueta y la colgaba en una silla. Luego siguieron la pajarita y el fajín de seda. Joseph se acercó entonces a __tn , y ella se encogió ante el aspecto que presentaba su rostro. Era el mismo aspecto que seguramente habrían tenido los guerreros espartanos de antaño, orgullosos, salvajes y rebeldes. Joseph le daba miedo, y ella sintió deseos de huir; no obstante, cuando él la apresó entre sus brazos y le cubrió la boca con sus labios, todos sus pensamientos desaparecieron a medida que él invadía sus sentidos.
La tomó en brazos y la llevó por el largo pasillo hasta el dormitorio; tras cerrar la puerta con el hombro, se acercó a la enorme cama y se detuvo delante de ella.
La cordura pugnó con el deseo y __tn gimió con voz ahogada:
-¡No, Joseph, espera! Tengo que decirte una...
-No puedo esperar -la interrumpió él con voz ronca, respirando entrecortadamente-. He de poseerte, cariño. Confía en mí, deja que borre de tu piel las caricias de los otros hombres que te han tocado.
Su boca ahogó cualquier palabra que __tn hubiera podido decir. Fue más cuidadoso de lo que ella había esperado; las manos se deslizaron sobre su piel con exquisita ternura, ciñéndola contra sí mientras bebía ávidamente de sus labios.
__tn emitió un jadeo al sentir la cálida oleada de placer que la invadía, y rodeó con sus finos brazos el cuello de Joseph, arqueándose contra su poderoso cuerpo, oyendo sus jadeos profundos, que resonaban en sus oídos como música celestial. Con manos temblorosas, él le bajó la cremallera del vestido y dejó que este cayera hasta sus pies formando un sedoso montón. Contuvo el aliento al contemplar la esbelta y grácil delicadeza de su cuerpo, luego la atrajo hacia sí y su boca abandonó toda ternura mientras la besaba ansiosamente. Musitó palabras de amor en francés y en griego mientras, con los largos y fuertes dedos, le quitaba la ropa interior y la arrojaba descuidadamente al suelo. __tn se emocionó con el ronco deseo que tan evidente era en su voz.
Aquello era correcto, tenía que serlo, ella lo amaba y él la amaba a ella...
Con movimientos febriles, ella le desabrochó los botones de la camisa de seda, posando cálidos besos sobre su piel conforme lo iba desnudando. Nunca lo había acariciado con tanta libertad anteriormente, pero entonces lo hizo, descubriendo con deleite el vello rizado que cubría su pecho y que descendía por su abdomen formando una fina línea. __tn pasó los dedos sobre aquel vello, tirando de él levemente; a continuación, sus manos bajaron hasta el cinturón e intentaron torpemente desabrochar la hebilla.
-Ah..., cariño -jadeó Joseph, cerrando los dedos sobre los de __tn con tanta fuerza que casi le hizo daño. Después le apartó las manos y la ayudó, pues ella temblaba tanto que no conseguía desabrocharle el cinturón.
Joseph se desnudó rápidamente, y __tn se quedó sin aliento al contemplar su cuerpo, fuerte e increíblemente hermoso.
-Te quiero -gimió, lanzándose hacia sus brazos-. ¡Oh, Joseph, amor mío!
Él se estremeció y la tomó en brazos; la soltó en la cama y se echó sobre ella, recorriendo con la boca y con las manos todo su cuerpo, excitándola hasta extremos dulces y febriles, aminorando el ritmo de sus caricias para permitir que volviera en sí antes de intensificar de nuevo sus esfuerzos y llevarla al borde de la locura. La estaba seduciendo cuidadosamente, asegurándose de darle placer, a pesar de que él mismo estaba loco de excitación mientras acariciaba sus bellas curvas y sus suaves cavidades.
Finalmente, ansiando que la poseyera por completo, __tn movió su cuerpo impacientemente contra él. No sabía cómo pedir aquello que necesitaba; sólo podía gemir y clavar en él sus frenéticos dedos. Movió la cabeza a un lado y a otro, haciendo girar sobre la almohada el castaño rojizo de su cabello.
-Joseph... Oh, amor -gimió, sin saber apenas lo que decía mientras las palabras brotaban atropelladamente de su boca. Solo deseaba sentir su contacto, el sabor de los labios de Joseph en los suyos-. Nunca imaginé que... ¡Oh, cariño, por favor! Ser tu esposa va a ser como estar en el paraíso -pasó las manos por sus musculosas costillas, tirando de él, y gritó su nombre con un tono de evidente, rendición-. ¡Joseph..., Joseph!
Pero él se había quedado rígido; se separó de ella y se incorporó sobre un codo para mirarla. Al cabo de un momento, __tn se dio cuenta de que se había retirado y giró la cabeza para mirarlo inquisitivamente.
-¿Joseph? -murmuró.
El silencio se prolongó, haciéndose más denso, y al fin Joseph hizo un brusco y feroz movimiento con la mano.
-Yo nunca te he hablado de matrimonio, __tn . No te engañes; no soy tan estúpido.
Ella notó que el color desaparecía de sus mejillas y se alegró de hallarse sumida en la oscuridad, en la penumbra que permitía ver tan solo las formas en blanco y negro, ocultando los colores. Notó una sensación de náuseas en el estómago mientras miraba a Joseph. No, no era estúpido. Pero ella sí era una tonta. Luchó ferozmente contra la náusea que amenazaba con engullirla y, cuando habló, lo hizo en tono firme, casi sereno.
-Es extraño. Creí que el matrimonio era la consecuencia natural del amor. Aunque, claro,. tú nunca has dicho en realidad que me amas, ¿verdad, Joseph?
Él torció el gesto y se levantó de la cama; luego fue hasta la ventana y se quedó allí, mirando hacia el exterior, con su espléndido cuerpo revelándose ante __tn en toda su desnudez. No le preocupaba no llevar nada encima; permanecía allí de pie con absoluta naturalidad, como si estuviera vestido con traje y corbata.
-Yo nunca te he mentido, __tn -dijo toscamente-. Te deseo como jamás he deseado a otra mujer, pero no eres la clase de mujer que querría como esposa.
__tn tuvo que apretar los dientes para reprimir un grito de dolor. Nerviosamente, se recostó sobre la almohada y tiró hacia arriba de la colcha para cubrir su cuerpo, pues no daba tan poca importancia como él al hecho de estar desnuda.
-¿No? -preguntó, revelando apenas un atisbo de tensión en su voz. Al fin y al cabo, ¿no tenía años de experiencia en ocultar sus emociones?-. ¿Y qué clase de mujer soy?
Él encogió sus anchos hombros.
-Eso, querida mía, está muy claro. Que Robert Stanton se casara contigo no quita que lo tuyo fuese un acto de prostitución. Él, al menos, se casó contigo. ¿Qué me dices de los otros? No se tomaron esa molestia. Has vivido experiencias desagradables que te han vuelto hostil a los hombres, y yo estaba dispuesto a tratarte con mucha consideración, pero nunca he pensado en aceptarte como esposa. No insultaría a mi madre llevando a casa a una mujer como tú.
El orgullo siempre había sido uno de los puntos fuertes del carácter de __tn , y en esa ocasión tampoco le falló. Irguiendo el mentón, dijo:
-¿Y a qué clase de mujer llevarías a casa con mamá? ¿A una monja?
-No te pongas sardónica conmigo -rugió él quedamente a modo de aviso-. Puedo tratarte de una forma que hará que tus anteriores experiencias te parezcan un lecho de rosas. Pero, en respuesta a tu pregunta, la mujer con la que me case ha de ser virgen, tan pura como el día en que nació. Una mujer con carácter y con sentido de la ética. Reconozco que tú tienes carácter, cariño. El sentido de la ética es lo que te falta.
-¿Y dónde piensas encontrar ese modelo de mujer? -se burló __tn , sin tenerle ningún miedo. Ya le había le infligido todo el daño que podía infligirle. ¿Qué más le podía hacer?
-Ya la he encontrado -dijo él bruscamente-. Pretendo casarme con la hija de una antigua y rica familia. Elena solo tiene diecinueve años, y ha estudiado en un convento. Quería esperar a que fuese algo mayor para comprometernos; merece vivir su juventud sin preocupaciones.
-¿Tú la amas, Nicholas? -preguntó Jéssica sin poder evitarlo; después de todo, saber que amaba a otra sí que podía causarle un dolor todavía más profundo que el que sentía. Comparada con la desconocida Elena, Diana parecía una rival patética.
-Le tengo cariño -respondió él-. El amor llegará después, cuando Elena madure. Será una esposa cariñosa y obediente de la que podré sentirme orgulloso, una buena madre para mis hijos.
-Y puedes llevarla a casa para presentársela a tu mamá -se burló __tn , dolida.
Joseph se retiró de la ventana.
-No te burles de mi madre -dijo entre dientes-. Es una mujer valiente y maravillosa; conocía a tu difunto marido. ¿Qué, te sorprende? Cuando se enteró de vuestro escandaloso matrimonio, se sintió horrorizada y consternada, como casi todos. Sus amigos de Londres le escribían hablándole sobre ti, lo cual no contribuyó a aliviar la preocupación que sentía por su viejo amigo. Jamás podría insultarla ahora presentándome contigo de la mano y diciéndole: «Madre, ¿te acuerdas de la buscona que se casó con Robert Stanton por su dinero y arruinó los últimos años de su vida? Pues acabo de casarme con ella». ¿De verdad fuiste tan estúpida como para pensar eso, __tn ?
Ella retiró las sábanas y se levantó de la cama, manteniendo un porte erguido y orgulloso, con la cabeza bien alta.
-En una cosa tienes razón -dijo con voz entrecortada-. No soy la mujer idónea para ti.
Joseph observó en silencio cómo __tn iba en busca del vestido, lo recogía del suelo y se lo ponía con ademanes rápidos.
-Adiós, Joseph -dijo después de colarse los zapatos-. Ha sido una interesante experiencia.
-No te precipites, querida mía -se mofó él cruelmente-. Antes de salir por esa puerta, piensa que siendo mi amante puedes sacar mayor tajada que la que sacaste casándote con Robert Stanton. Estoy dispuesto a pagarte bien.
El orgullo impidió que __tn reaccionara a la pulla.
-Gracias, pero no -respondió con indiferencia mientras abría la puerta-. Esperaré a que otro hombre me haga una oferta mejor. No te molestes en acompañarme a la salida, Joseph. No estás adecuadamente vestido para ello.
Él soltó una carcajada echando hacia atrás la arrogante cabeza.
-Si cambias de parecer, llámame -dijo a modo de despedida, y __tn salió sin siquiera mirar atrás.
Al día siguiente, __tn llamó a Charles a primera hora de la mañana para comunicarle que pasaría varias semanas fuera de la ciudad. No había llorado; sus ojos habían permanecido secos, aunque le ardían. No obstante, sabía que no podía quedarse en Londres. Volvería solamente cuando Joseph se marchara de la ciudad y regresara a su isla.
-Me voy a la casa de campo -le dijo a Charles-. Y no le digas a Joseph dónde estoy, aunque dudo que se moleste en preguntarlo. Como me falles en esto, Charles, te juro que no volveré a dirigirte la palabra.
-Habéis tenido una pelea, ¿verdad? -preguntó él con un evidente deje de diversión en la voz.
-No, fue una despedida bastante tranquila. Me llamó puta y me dijo que no era lo suficientemente buena para ser su esposa, y yo me fui -explicó __tn con tranquilidad.
-¡Dios mío! -Charles dijo algo por lo bajo, y luego inquirió preocupado-: ¿Te encuentras bien, __tn ? ¿Estás segura de que haces bien yéndote a Cornualles tú sola? Espera un poco hasta que te hayas calmado.
-Estoy calmada -dijo __tn , y era cierto-. Necesito unas vacaciones y voy a tomármelas. Si surge algo urgente, ya sabes dónde estaré; de lo contrario, supongo que no te veré en varias semanas.
-Muy bien. __tn , cariño, ¿estás segura?
-Por supuesto. Me encuentro perfectamente. No te preocupes, Charles. Me llevaré a Samantha y los cachorros conmigo; estarán encantados de corretear por Cornualles.
Después de colgar, se aseguró de dejarlo todo apagado en la casa, agarró el bolso y salió, cerrando cuidadosamente la puerta. Ya tenía el equipaje dentro del coche, donde también viajaban Samantha y su inquieta familia, instalados en una enorme caja de cartón.
Aquel descanso en Cornualles le sentaría bien, la ayudaría a olvidar Joseph Jonas . Se alegraba de haber podido escapar con su amor propio intacto, aunque a punto había estado de no lograrlo. Por lo menos, había evitado que Joseph se diera cuenta de lo verdaderamente destrozada que estaba.
Mientras hacía el largo viaje a Cornualles, no dejó de darle vueltas al asunto, preguntándose si no había sabido en todo momento lo que Joseph pensaba de ella. ¿Por qué, si no, le había hablado de matrimonio precisamente entonces, cuando estaba a punto de hacerle el amor? ¿Había comprendido subconscientemente que él no le permitiría pensar que pretendía casarse con ella, ni siquiera para seducirla?
__tn se alegraba de no haberle dicho que era virgen; Joseph se habría reído en su cara. Ella podría habérselo demostrado, y él habría exigido una prueba, sin duda, pero __tn era demasiado orgullosa. ¿Por qué tenía que demostrarle nada? Había amado a Robert y Robert la había amado a ella; no tenía por qué disculparse por su matrimonio. De alguna manera, conseguiría olvidar a Joseph Jonas , desterrarlo de sus pensamientos.
¡No permitiría que su recuerdo le destrozará la vida!
ElitzJb
ElitzJb


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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada) - Página 8 Empty Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)

Mensaje por ElitzJb Jue 14 Mar 2013, 1:38 pm

Capitulo VII
(Parte Uno)


2/2
Durante seis semanas, __tn leyó cuidadosamente el periódico, buscando alguna noticia, por breve que fuese, que indicase que Joseph había regresado a Grecia. Los diarios mencionaban su nombre a menudo, pero siempre para anunciar que había viajado a tal o cual país para asistir a una conferencia, y un día más tarde __tn leía que había vuelto a Londres. ¿Por qué motivo permanecía en Inglaterra? Nunca se había quedado en el país tanto tiempo; siempre regresaba a su isla en cuanto tenía la oportunidad.
__tn no tenía ningún contacto con Charles, de modo que no pudo pedirle información sobre el particular; tampoco se la habría pedido, de todas maneras. No quería saber nada de Joseph, se decía rabiosamente una y otra vez, aunque eso no contribuía a aplacar el dolor que le laceraba el corazón, que la mantenía despierta por las noches y hacía que la comida le amargara en la boca.
Perdió peso; su figura, delgada de por sí, se volvió más frágil. Lejos de recuperarse, corría el peligro de empeorar irremediablemente, pero la fuerza de voluntad no le bastaba para obligarse a probar más de dos bocados en cada comida. Los largos paseos con Samantha y los cachorros la dejaban cansada, si bien no la sometían al agotamiento físico que necesitaba para conciliar el sueño. Al cabo de un tiempo, empezó a sentirse obsesionada. Todo le recordaba a Joseph; oía su voz, se acordaba de sus ansiosos besos, de su feroz actitud posesiva. Quizá no la hubiese amado, pero era evidente que sí la había deseado. Había manifestado ostensiblemente ese deseo.
¿Acaso había esperado Joseph que ella regresara con él? ¿Por eso seguía en Londres? El pensamiento resultaba embriagador, pero __tn sabía que nada había cambiado. Él sólo la aceptaría según sus condiciones.
Permaneció en la casa de campo e iba a pasear todos los días hasta la playa, donde pululaban los turistas. Los niños se mostraban entusiasmados con los cinco cachorros saltarines y regordetes. Los animalillos ya estaban destetados, y __tn , consciente de lo mucho que habían crecido, fue regalándolos uno por uno a los encantados niños. Sólo Samantha se quedó con ella, y los días transcurrían con desesperante lentitud.
Una mañana, __tn se miró al espejo mientras se trenzaba el pelo, se observó detenidamente y se sintió horrorizada ante lo que vio. ¿De verdad había permitido que Joseph Jonas la convirtiese en aquella frágil y pálida criatura con enormes ojeras? ¿Qué le ocurría? Amaba a Joseph, sí; a pesar de todo lo que él le había dicho, seguía amándolo, ¡pero no era tan débil de espíritu como para permitir que la destruyera!
Se dio cuenta de que nada lograría escondiéndose en Cornualles. No conseguía olvidar a Joseph; al contrario, la consumía el deseo de verlo, de tocarlo.
De repente, tuvo una idea e irguió el mentón. Todavía amaba a Joseph, eso era algo que no podía evitar, pero su amor no era ya el amor puro e inocente que ella le había ofrecido la primera vez. Un amargo fuego le había abrasado el corazón. Para los calcinados restos de ese cariño, el amor físico podía ser suficiente. Tal vez entre sus brazos descubriría que todo su amor se había consumido en las llamas de la amargura, y sería libre. Y si descubría que, pese a todo, seguía amándolo... bien, en los años venideros, cuando Joseph estuviese casado con su pura y casta Elena, a __tn aún le quedarían el recuerdo y la constancia de su pasión, una pasión como Elena jamás conocería.
Comprendió entonces que, cuando se convirtiera en amante Joseph, él descubriría que ningún otro hombre la había tocado antes.
¿Cómo reaccionaría? ¿Se disculparía? ¿Le pediría perdón? Curiosamente, a __tn le era indiferente; tan sólo pensó con amargo humor que el único modo de demostrarle su virtud a Joseph consistía en perderla. No dejaba de resultar irónico, y se preguntó si él apreciaría la comicidad de la situación cuando se enterase.
Sin admitirlo conscientemente, tomó una deci sión. Aceptaría las condiciones de Joseph, renunciaría a su decencia y su castidad por la satisfacción física que él podía proporcionarle; conservaría su independencia y su orgullo y, cuando Joseph se casara con la virginal muchachita griega, __tn se iría de su lado y no volvería verlo nunca. Sería su amante, sí, pero no se haría cómplice de un adulterio.
Así pues, hizo la maleta y, tras cerrar la casa de campo, metió a Samantha en el coche y emprendió el largo viaje de regreso a Londres. Lo primero que hizo fue telefonear a Charles para comunicarle que había vuelto, asegurándole que se encontraba bien. Charles debía ausentarse de la ciudad esa misma tarde, por eso no podía ir a verla, y __tn se alegró. Si su amigo la veía en aquellos momentos, tan delgada y pálida como estaba, comprendería que se encontraba terriblemente mal.
Ese mismo problema la inquietó al día siguiente mientras se vestía. Fue incapaz de reunir el valor necesario para llamar a Joseph; temía que le dijese que ya no estaba interesado, y ella necesitaba verlo aunque la rechazara. De modo que iría a su oficina, aparentando absoluta calma y naturalidad. No obstante, ¿sería capaz de hacerlo, con el aspecto tan frágil que presentaba?
Se maquilló cuidadosamente, aplicándose más colorete que de costumbre y prestando especial atención a sus ojos. Tendría que dejarse el cabello suelto para que ocultase la delgadez de su cuello y suavizara el contorno de sus chupados pómulos. A la hora de vestirse, eligió un traje suelto de suave color melocotón y, cuando se miró al espejo, quedó satisfecha. No podía disimular del todo su fragilidad, pero distaba mucho de ofrecer un aspecto demacrado.
Mientras se dirigía a ConTech en el coche, se acordó de la primera vez que había recorrido aquel trayecto para reunirse con Joseph. En dicha ocasión iba con prisas, irritada y a disgusto. Ahora iba a ofrecerle aquello que jamás creyó que ofrecería a ningún hombre, el uso y disfrute de su cuerpo sin que hubiese matrimonio por medio; el único consuelo de __tn era pensar que su cuerpo sería lo único que Joseph poseería. Ella le había ofrecido su corazón una vez y él lo había despreciado. Jamás volvería a darle la oportunidad de herirla de esa manera.
Todos la reconocieron mientras subía en el ascensor, pues __tn se había reunido allí con Joseph para almorzar en numerosas ocasiones. Oyó a su espalda sorprendidos murmullos de saludo y se preguntó si Joseph se estaría viendo con otra mujer. En realidad, no importaba. Sólo la rechazaría si no estaba interesado, y cualquier otra rival tendría que dejar paso, más tarde o más temprano, a la preciosa e inocente Elena.
La recepcionista alzó la mirada al verla entrar y sonrió afectuosamente.
-¡Señora Stanton! ¡Cuánto celebro volver a verla!
El saludo parecía genuinamente amistoso, y __tn le devolvió la sonrisa.
-Hola, Irena. ¿Se encuentra Joseph en la oficina?
-Pues sí, aunque creo que planea irse de viaje esta misma tarde.
-Gracias. Con tu permiso, voy a entrar. ¿Andros está dentro?
-Montando guardia, como de costumbre -respondió Irena, arrugando la nariz en un gesto privado de complicidad que hizo que __tn se riera en voz alta. Estaba claro que Andros no era muy apreciado por el resto del personal.
__tn entró con calma en la oficina y Andros se levantó inmediatamente de la silla.
-¡Señora Stanton! -exclamó.
-Hola, Andros -respondió __tn mientras él la observaba con franco disgusto-. Quisiera ver a Joseph, por favor.
-Lo siento -repuso Andros en tono glacialmente neutro, aunque sus ojos brillaban de puro deleite mientras le daba una negativa-. El señor Jonas tiene una visita y tardará mucho en poder hablar con usted.
-Y se va de viaje esta misma tarde- dijo __tn socarronamente.
-Sí, así es -confirmó Andros, con sus labios arqueándose en un gesto de triunfo.
__tn lo miró un momento, furiosa. Estaba cansada y harta de que la trataran como si fuera escoria, y había decidido que, en lo sucesivo, contraatacaría.
-Muy bien -dijo-. Haga el favor de darle un mensaje de mi parte, Andros. Dígale que estoy dispuesta a aceptar sus condiciones, si sigue interesado, y que puede ponerse en contacto conmigo. Eso es todo.
Se giró sobre sus talones y oyó que Andros exclamaba alarmado:
-¡Señora Stanton! No puedo... -empezó a protestar.
-Tendrá que hacerlo -lo interrumpió ella mientras abría la puerta, y captó un atisbo de consternación en los ojos negros del secretario antes de salir de la oficina. Se había sentenciado a sí mismo hiciera lo que hiciese: si le transmitía el mensaje de __tn a Joseph, este comprendería que le había negado la entrada; y no se atrevería a no darle el mensaje, pues, si Joseph se enteraba, y Andros sabía que __tn se aseguraría de que se enterase, se armaría la de Dios es Cristo.
__tn sonrió para sí mientras regresaba al ascensor. Andros se lo tenía merecido.
El ascensor tardaba en llegar, pero ella no tenía ninguna prisa. Según sus cálculos, Joseph tardaría unos diez minutos en hablar con Andros; la llamaría por teléfono cuando estimase que había tenido tiempo de llegar a casa. Y si ella tardaba más de lo previsto, mejor que mejor. Que Joseph esperase un rato.
Cuando finalmente llegó, el ascensor estaba lleno. Se detuvo en cada planta antes de llegar al vestíbulo. __tn se encaminó hacia las puertas de cristal, pero, antes de que pudiese alargar la mano para empujarlas, un brazo enfundado en una manga de color oscuro se estiró para abrirlas por ella. __tn alzó la cabeza para agradecerle a aquel hombre su cortesía; sin embargo, las palabras se quedaron en su garganta al ver los chispeantes ojos de Joseph.
-Le has dado a Andros un susto de muerte -dijo con calma mientras la tomaba del brazo y la conducía al exterior.
-Me alegro. Se lo ha ganado a pulso -contestó ella, y después miró a Joseph con curiosidad. Llevaba su maletín, como si hubiese dado por concluida la jornada-. Pero ¿cómo has bajado tan rápido?
-Por las escaleras -confesó él, sonriéndole socarronamente-. No quería correr el riesgo de dejarte escapar, sin que nos viéramos antes de irme de viaje. Probablemente por eso Andros reunió el valor suficiente para pasarme tu mensaje con tanta prontitud. Sabía que le rompería el cuello si esperaba hasta más tarde. ¿Hablabas en serio, __tn ?
-Totalmente -aseguró ella.
Él siguió sujetándole el brazo; sus dedos, pese a ser cálidos y acariciadores, se cerraban como una férrea tenaza. Una limusina se acercó al bordillo de la acera y Joseph condujo a __tn hasta ella. El chofer se apeó y les abrió la puerta trasera; Joseph la ayudó a instalarse en el espacioso asiento y después se sentó a su lado. Tras darle al chofer su dirección, cerró la mampara de cristal que los aislaba del asiento delantero del vehículo.
-Tengo el coche aquí -lo informó __tn .
-Estará perfectamente donde está hasta que regresemos -dijo Joseph, llevándose los dedos de __tn a los labios para darle un suave beso-. ¿Creíste que podría marcharme tan tranquilo a un aburrido viaje de negocios después de recibir un mensaje como ése? No, cariño, eso es imposible. Voy a llevarte conmigo -y le dirigió una mirada de deseo tan ardiente y primitiva, que ella se estremeció automáticamente.
-Pero no puedo irme -protestó __tn -. Samantha...
-No seas tonta -la interrumpió él suavemente-. ¿Crees que no puedo hacer las gestiones necesarias para que alguien se ocupe de una perrita, o que pienso permitir que algo tan insignificante se interponga en mi camino? Samantha puede quedarse en una excelente residencia canina. Me ocuparé de todos los detalles; tú sólo tienes que hacer las maletas.
-¿Adónde iremos? -preguntó __tn , girando la cabeza para mirar las calles de la ciudad. Era evidente que el deseo de Joseph no había menguado, pues no había vacilación alguna en sus gestos.
-A París; serán sólo un par de días. Además, es una ciudad perfecta para comenzar una relación -comentó él-. Por desgracia, estaré ocupado asistiendo a reuniones durante el día, pero las noches serán nuestras, completamente nuestras. O tal vez cancele las reuniones para quedarme en la cama contigo...

_______________________________________________________________________________________________________

que tal mis hermosas lectoras
como me les va en sus que aceres diarios..??
bueno bellas disfrutaron del capitulo ???
mas adelente les colocare mas
se les quiere.
y disculpen x la tardanza xD
ElitzJb
ElitzJb


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Mensaje por aranzhitha Jue 14 Mar 2013, 2:55 pm

ahhhh Joseph se pasa!!! :muere:
Como la trato asi :misery:
Se pasa!! La rayiz tanto que lo quiere!!
Deberia de hacerlo sufrir!! :muere:
Siguela!!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por chelis Jue 14 Mar 2013, 4:10 pm

Aaaaaaaaaahhhhhhh... Ya quieroooo ver la cara de Joseph cuando sepa lo equivocado que esta
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por DanieladeJonas Jue 14 Mar 2013, 5:49 pm

ahhhhhh desgraciado maldito hijo de $%%%&%%
perdona pero estoy tan enojada con ell!!!
es que con todo lo que le dijo de que
jamas la aceptaria como su esposa me quede asi
:wut: :muere:
la rayis no lloro pero a mi si se me salieron las lagrimas
esta rayis me callo muy bien.... su venganza sera bueenisiima!!!
espero que lo cumpla por favor!! que lo haga sufrir un poco
por lo que hizo se lo merece!!
por cierto debo decir que jamas una novela me habia hecho
enojar de esta forma.... you are the winner hahaha XD
esto esta cada vez mejor por favor siguela pronto
te lo suplicoo :misery: :bye:
DanieladeJonas
DanieladeJonas


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Mensaje por M i c a e l a Jue 14 Mar 2013, 7:25 pm

Joseph se pasó :_ ASDFGJLÑÑ me encantaron los caps seguiñaaaaa
M i c a e l a
M i c a e l a


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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada) - Página 8 Empty Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)

Mensaje por AniitaRP4 Jue 14 Mar 2013, 7:35 pm

DDDDDD: OTRO DIA MAS PARA OTRO CAP?D: MAAARAAATOOOOOON PLIIIIIS!u_u
AniitaRP4
AniitaRP4


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Mensaje por M i c a e l a Vie 15 Mar 2013, 10:14 am

Otrooooooo
M i c a e l a
M i c a e l a


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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada) - Página 8 Empty Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)

Mensaje por chelis Vie 15 Mar 2013, 11:55 am

Un caaaaaapiiiissss
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por M i c a e l a Vie 15 Mar 2013, 1:31 pm

Seguilaa
M i c a e l a
M i c a e l a


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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada) - Página 8 Empty Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)

Mensaje por chelis Vie 15 Mar 2013, 2:27 pm

Pooooooorrrrrrrrrfiiiiiiisssss
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por AniitaRP4 Vie 15 Mar 2013, 3:38 pm

Por favor!D: ya no lo soportooooooo!:ccccc
AniitaRP4
AniitaRP4


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Mensaje por AniitaRP4 Vie 15 Mar 2013, 3:38 pm

MARATON!!!':DDDDDD
AniitaRP4
AniitaRP4


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