You are so beautiful (Joanne Germs y Harry Styles)

Recuerdo la vez que conocí a Harry, el tenía 18 años y el cabello se le alborotaba mucho. Aún puedo oler el perfume caro que se cargaba Zayn ese día, como olvidarme de Zayn Malik… En esos tiempos era una tendencia importante en el mundo de la moda, y por él llegué a Harry.

Ese día mis caderas se veían asfixiadas por un vestido ajustado, llevaba unos tacones de 10 centímetros que eran color rosa, porque me negué a aceptar lo que me ordenaba Zayn. Precisamente lo que usaba era una creación de Zayn, a su corta edad se había vuelto un diseñador de talla grande, su fabuloso mechón rubio se hacía distinguir de su negra cabellera por naturaleza. También, me comía las uñas de nervios, era la segunda pasarela/sesión de fotos en mi carrera de modelaje en la que no estaba mi mejor amigo conmigo: Niall, según me llamó para darme la terrible noticia de que su viaje de México/ E.U se retrasó, por un virus que plagaba en el territorio mexicano y nunca nadie me había tomado una foto, a no ser Niall. Ya que, mi carrera de modelaje apenas comenzaba, yo no poseía la fama de Zayn y él tampoco la compartía, yo era su modelo de pruebas, la que coqueteaba con los patrocinadores con una falda y un top puesto de marca “Malik”.

Más tarde me enteré de que Niall mentía, se encontraba atrapado en el país por su novia, Anne, a quien conocería después de la batalla que enfrente contra Niall. Sin embargo, le agradezco demasiado su ausencia, porque ese día me presentaron al fotógrafo suplente: Harry Styles.

Harry era prometedor, atraía a mis demás compañeras con sus chinos escandalosos, les giñaba el ojo y prácticamente se derretían al verlo; quien marcó la diferencia fui yo, y todavía me lo pregunto. Harry se acercó a mí el momento en que me vio, para susurrarme: “Joanne, ¿eres tú no?, si las fotos salen perfectas… Ambos salimos beneficiados. Así que dame tu mejor sonrisa”. No sabía cómo consiguió mi nombre, pero el hecho de que sus palabras fueran verdad, di lo mejor que tenía. A Malik le desaparecieron las venas que tenía marcadas en el cuello de desesperación cuando vio el resultado final del trabajo de Harry. Relajo el semblante y agradeció con la mirada.

Nos contrataron, oficialmente e incluso firmamos un contrato. Luego de recibir la extravagante noticia, Harry me invitó a un restaurante de comida rápida y empezó todo.

Él no paraba de decirme lo bonita que era, que mis rasgos eran únicos en el mundo, mis ojos verdes como avellanas, mi delineada nariz y mis pestañas alineadas. Caí en su red, seguramente muchas lo habían hecho y no me importo. Con Harry aprendí muchas cosas, a quererme más a mi misma y a vivir la vida de manera natural.

No llegamos a casarnos por la iglesia, solo jamás nos alejamos. Era divertido estar en una relación sin fin con Harry, amaba más que nada los días festivos como San Valentín. Cuando creía que no podría sorprenderme más, lo hacía. Flores, peluches, canciones, fotografías esplendidas… me daba de todo. Solo que, darme rosas cada 14 de febrero se volvió una tradición.

Iba a la pasarela de Burberry, con una chaqueta larguísima, y el humor por los suelos, porque no pude pasar la noche con Harry, cuando un hombre extraño se acercó a mí para plantarme un enorme ramo de rosas frescas, de la florería a la que Harry solía asistir, creo que fui la mujer más feliz del mundo ese momento. El mensaje rezaba:
“Sé que no estuvimos juntos, y que apenas te vi salir del departamento esta mañana. Pero, las rosas son la mejor manera que puedo expresar cuanto de amo. Joanne, gracias por hacerme sonreír con solo observar lo bella que eres…
Harry x”.

No podía pasar ningún 14 de febrero sin un beso, caricia o sorpresa de Harry. Era alucinante tenerlo a mi lado.

Lo horrible vino al afectarnos la edad. El ciclo de la vida consistía en “nacer, crecer, reproducirse y morir”. Harry y yo, jamás pasamos a la reproducción, no con el trabajo que cargábamos, así que Harry se fue a la última etapa. Lloré mares de lágrimas cuando se fue, y nadie pudo consolarme. Al fin y al cabo, me quedaban todas las cartas que nos compartíamos, las fotos que teníamos y la cámara de Harry.

Al pasar un año de su muerte, volvió el doloroso 14 de febrero. Él ya no estaba conmigo, tampoco ninguno de mis amigos pasados, y ese era de los días que más me acordaba del rizado, tanto que casi sentía su presencia a lado de mí.

Lo extraño fue cuando alguien llamó a mi puerta. Los asistentes a domicilio habían cambiado su uniforme que casi no los reconocía, llegó un ramo de rosas en la mano y me las entrego, cuando leí de quien provenían al firmar el papel de entrega, estuve a punto de desmallarme. Eran de Harry. Harry Styles. Mi Harry. Le pregunte al empleado si fue un error, eso no era posible. Solo si Harry se hubiese encaminado a la florería lleno de tierra de la tumba. Él chico, dijo que el lugar y el envió eran correctos.

— ¿Está seguro, joven?
— Por supuesto. Su esposo fue un año atrás, encargo que todos los 14 de febrero le mandáramos a usted sus rosas favoritas, y aquí están. Lea, su tarjeta.
No me había percatado de la dedicatoria, así que la leí y ame con más ferocidad a Harry:
“Esto es para que veas, que el amor que te tengo, es eterno. Joanne, fuiste la mujer más hermosa que jamás fotografié. La primera y la última.
Harry”.