A Beautiful Lie {Song-Shot// McFly }

Se removió con incomodidad sobre su cama, el ambiente estaba inusualmente caluroso e intentaba convencerse de que esa era la razón de su desvelo. Se mentía con regularidad, creía que engañándose a si misma los demás no notarían su estado, argumentaba que su vida era la que había soñado y que no la cambiaría por la de nadie. Delante de su familia comentaba que se enorgullecía de lo que había logrado y que estaba segura que pronto el amor tocaría a su puerta, pero lo más importante es que juraba con total convicción que no estaba obsesionada con McFly, que eran su banda favorita y los amaba a la distancia, pero que tenía conciencia de la realidad y sabía que jamás podrían ser suyos.

Sin embargo la verdad era otra, ella construyó una nueva vida sobre una base demasiado inestable, se sostenía solo en sus sueños, anhelos y más profundas fantasías. Renegó de su nombre, hogar, familia y nacionalidad para poder ser la chica perfecta dentro de su cuento de hadas. Era extraño, a menudo solía olvidar que esa vida solo ocurría dentro de su mente, que aquella persona a quien amaba, ni siquiera sabía de su existencia, que su físico era diametralmente opuesto al que ella pensaba y lo peor, es que estaba a miles de kilómetros de aquel a quien le juraba amor y fidelidad eterna.

Ella le temía al dolor y decepción, por lo que cuando creó esa vida perfecta y se dio cuenta de que en ella podía ser feliz, decidió no abandonarla. Había invertido muchas horas para crearla, para imaginarla, diseñarla como la quería, por lo que no estaba dispuesta a perderla, no estaba dispuesta a reventar la burbuja y volver a pisar la tierra, porque sabía que dolería demasiado.

¿Por qué quería escapar de su vida?, tenía múltiples razones, pero la más importante se encontraba en sus años de juventud o más bien de principios de adolescencia.

Nunca había sido como los demás, le gustaban cosas diferentes. Cuando niña jamás jugó con barbies o se vistió de rosado, no, ella era de las que preferían un buen árbol que escalar y una buena pelea en el barro con sus hermanos. No le temía al ridículo, si tenía que perder su dignidad para lograr divertirse, lo hacía sin dudar. Más tarde cuando creció, ella estaba exenta de las banalidades mundanas referentes al maquillaje. ¿Para qué refugiarse detrás de una bella cara, si por dentro eres un verdadero asco?. Ella era completamente natural, decía lo que quería, se comportaba de acuerdo a sus creencias y si alguien la quería por lo que era, podía ser feliz. Esa visión de “no me importa lo que creas de mi, siendo como soy y gustándome a mi misma soy feliz” solo duro unos años. Comprendió que en un mundo estereotipado, donde si no eres como los demás no vales, no existía la oportunidad de ser feliz. Constantemente era cuestionada, insultada y víctima de las más crueles e inusuales bromas que podían tramar las mentes juveniles de sus congéneres.

¿Qué la mantenía en pie?... pues ellos. Los 4 ángeles que había llegado a su vida por casualidad, por la más bella de las casualidades y que le habían enseñado a confiar en sus creencias, saber que hay personas que valen la pena y por sobre todo, a jamás perder la esperanza porque siempre, siempre, siempre hay alguien que necesita o necesitara de ti.

Pasaba horas y horas de espalda en su cama, con los ojos cerrados pero sin dormir. Imaginaba su vida, lejos de su actual hogar y junto a Dougie Poynter, aquel hombre que le quitaba el sueño, la tristeza y que se había convertido en su propia definición de perfección.

En su mundo, se conocían. Habían pasado toda su infancia juntos cultivando una sana amistad, más tarde sufrieron de todos los celos y amores de instituto, sin darse cuenta de que la verdadera persona que amaban, estaba frente a sus ojos. Sí, reprodujo aquella repetida historia, donde los mejores amigos pasan del odio-celos a una bella relación. Por su mente jamás cruzó la idea de que era una historia barata y llena de sentimentalismos, no, para ella era la vida perfecta, la que siempre deseo tener y de la que jamás se cansaría.

Ese era su secreto, su mayor y mejor guardado secreto. No quería imaginarse lo que dirían sus padres, hermanos o amigos si se enteraban de aquella situación, no le preocupaba que supieran de su amor incondicional, solo evitaba tener que soportar las burlas que conllevaría tal situación. Era una hermosa mentira, una de la que se sentía completamente afortunada y orgullosa de poder vivir. Y de la cual, estaba segura, jamás podría salir.

Día lunes, diez de la mañana, ella se desperezaba con torpeza mientras un rayo de sol iluminaba sus rebeldes cabellos. Había sido una noche realmente horrorosa, sus más ocultos temores se habían reproducido casi de manera automática dentro de su mente, hace meses que no soñaba con aquellos momentos de su juventud, donde verse humillada era pan de cada día.

Esta vez, había vuelto a su memoria un Halloween. Tenía 14 años y había insistido en disfrazarse de un zombie navideño, su misión era arruinar la navidad y robar todos los regalos, a pesar de las críticas de sus hermanos quienes argumentaban que aquellas criaturas no se involucraban con la navidad, permaneció firme en su cometido. Sería un zombie navideño y saldría a conseguir caramelos.

-Los zombies no se ven interesados en arruinar la navidad y menos de una manera tan pacifica- argumentaron sus congéneres al ver su disfraz de zombie cubierto de guirnaldas. En ese punto el sueño se volvió confuso, mucha oscuridad seguida de olores putrefactos coronaron tal situación, que terminó con ella en medio de un charco de barro.

Con una solitaria lágrima resbalando por la comisura de su ojo, se levantó rumbo al baño. No debía llorar, eso era pasado, ella era una muchacha mucho más fuerte que antaño y tenía la obligación de sobreponerse a aquellas humillaciones, no podía permitir que aquellos recuerdos mancillaran su actual condición y menos, que lograran asustarla.

-Se fuerte- dijo mirándose al espejo. Hace años sus facciones habían dejado de ser las de una niña y por ende, debía comportarse como lo que era ahora, una adolescente… una madura adolescente que no se dejaba maltratar por nadie. Limpiándose aquella lágrima, salió del baño mientras ponía una sonrisa en su rostro, nada podría arruinarle el día y menos recuerdos de un pasado que era mejor olvidar.

Su vida parecía transcurrir en piloto automático, ella vivía por las horas diarias que le dedicaba a tenderse sobre la cama y pensar en aquella fantástica historia. Pero eso no era lo único que hacía, asistía a la universidad, salía de fiesta y algunas veces se juntaba con un grupo de "amigas a beber". Tenía una vida social activa, pero no deslumbrante, la verdad es que con eso le bastaba para parecer normal y no pedía más.

¿Piloto automático?, en efecto, la mayoría de sus actividades diarias las realizaba de manera repetitiva e inconsciente, si tenía que comer lo hacía porque así lo había aprendido, iba a la universidad y ponía atención solo de apariencia –porque mientras fingía mirar al frente y estar atenta a la explicación, en su mente bullían decenas de ideas que podía incorporarle a su vida imaginaria, para hacerla más perfecta aún.

Era así, que si mirabas con atención su rostro, solo verías una expresión vacía, carente de sentido y claramente perdida en algún lugar lejano a la realidad. Pero jamás alguien la observo con la suficiente atención como para notarlo. Ni siquiera sus amigas lo notaban, quizás ella era muy buena actriz o las que hacían llamarse sus amigas no le prestaban la suficiente atención.

Los días pasaban rápidos y aquel inocente juego que partió en otoño, comenzaba a salirse de control. La muchacha inventaba excusas para quedarse en cama, sus notas habían bajado dramáticamente y su peso había caído en picado. Fue en ese punto que sus padres se percataron de sucedía algo, intentaron ayudarla con psicólogos, nutricionistas y toda clase de medicina alternativa… pero cuando no quieres cambiar y es más, haz hecho un pacto de silencio y no cuentas tu problema ¿podrán ayudarte?.

Su vida se extinguía a pasos agigantados y aquella bella mentira que era solo un juego, se transformó en su obsesión. No podía dejarla, era tan importante como la sangre que circulaba por su cuerpo nutriéndolo se oxígeno, lo necesitaba, lo deseaba con todas sus fuerzas y no podía dejarlo, era un sentimiento similar al que presentan los adictos.

Cada día su fantasía se había hecho más real, transformándose en una obsesión con rasgos psicóticos y paranoides. Veía a los muchachos en carne y hueso frente a su puerta, estos le hablaban, la invitaban a salir y ella no podía distinguir que no eran reales.

Fue así que un jueves por la tarde, ella recibió un llamado mientras unas oscuras nubes empezaban a cubrir el cielo, la voz de Dougie la había instado a salir de casa, él la estaría esperando en el puente Worlight –justo en el límite de la ciudad- sin dudarlo, tomó su bicicleta y emprendió el viaje.

La lluvia ya se había desatado cuando ella puso los pies sobre la loza del puente, en medio de el estaba su amado y con una sonrisa la llamaba.
-Ven amor- tengo algo que enseñarte entonó Doug extendiendo su mano.
Corriendo, ella se detuvo a su lado mientras apretaba su mano.
-¿Me amas?- preguntó el muchacho.
-Desde siempre-
-Entonces acompáñame para siempre- comentó él, sin dejar de sonreír.
Con delicadeza se subió sobre el barandal del puente y escuchó que su amado le comentaba el deseo de querer pasar toda la eternidad junto a ella. La muchacha, con los ojos brillantes de fascinación y amor, asintió, mientras sin soltar su mano saltaba al vacio.