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El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
si, yo me mori de risa cuando lei esoNoah Disorder escribió:>>Porque no soy ningún gato callejero con el rabo alzado para que cualquier
gato venga, me monte y se largue<<
OOh por el amor de ahaha xDDD...
Lo siento, es frae fue demasiado asjlkadjlkasdj.
Me la impresion de que Harry de todos modos va a "montar" a Louis, lo siento tenia que decirlo xD
Pobre Harry...realmente esa situacion parece horrible asquerosa y ¿horrible? PERO Louis lo va a salvar, se lo que va a hacer y van a tener mucho mucho sexo despues y final feliz (?).
Por favor cariño sube otro capitulo hoy ¿siii?
Gracias por adaptar este fic que me encanta X.X!
Siguela pronto
Bye Bye
Xx
jaja si lo hara pero no por ahora
si estar encerrado durante tanto tiempo es HORRIBLE
si Louis lo salvara y haran Larrycitos (?
lo hare pero creo que consiento mucho a mis lectores xD
no hay de que, gracias a ti por leer
ya la sigo
bye
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
onedirectionfanboy#1 escribió:si, yo me mori de risa cuando lei esoNoah Disorder escribió:>>Porque no soy ningún gato callejero con el rabo alzado para que cualquier
gato venga, me monte y se largue<<
OOh por el amor de ahaha xDDD...
Lo siento, es frae fue demasiado asjlkadjlkasdj.
Me la impresion de que Harry de todos modos va a "montar" a Louis, lo siento tenia que decirlo xD
Pobre Harry...realmente esa situacion parece horrible asquerosa y ¿horrible? PERO Louis lo va a salvar, se lo que va a hacer y van a tener mucho mucho sexo despues y final feliz (?).
Por favor cariño sube otro capitulo hoy ¿siii?
Gracias por adaptar este fic que me encanta X.X!
Siguela pronto
Bye Bye
Xx
jaja si lo hara pero no por ahora
si estar encerrado durante tanto tiempo es HORRIBLE
si Louis lo salvara y haran Larrycitos (?
lo hare pero creo que consiento mucho a mis lectores xD
no hay de que, gracias a ti por leer
ya la sigo
bye
SI!! Nos encanta que nos consientas!!! Larrycitos!! Larrycitos!!!
#Yesterday
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
me alegra que te guste :)julyALC escribió:ME ENCANTA ESTA NOVELA. que orgullo decir que yo seguí esta novela desde el inicio.porque se esta convirtiendo en algo grande. lo noto. se ve. se hará. gracias por compartir la novela con nosotras, es un placer leerla. El trama es perfecto. Me imagino la época de harry, me imagino los detalles. aunque me cuesta trabajo creer que louis podrá ayudarlo, en fin tendré que leer estaré en el siguiente, si no te molesta ahaha :roll: ya quiero saber que sigue... pronto, porfavor. MEENCANTA, NO ME CANSO DE ESCRIBIRLO.
gracias me legra que les guste a todas
gracias a ustedes por leerla
yo tampoco me lo imaginaba pero estaba seguro de que lo haría
jaja claro que no me molesto, todo lo contrario :)
ya lo sabras
jaja ya la sigo
bye
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
si admitelo Louis quieres 1313 y no digas que no (? xDvikathorihoran escribió:Increible el capi!! Louis no te hagas tienes ganas de 1313 Propuestas indecentes por parte de harry!! Vas a Caer Louis!! Vas a caer!! Sirviente ahora miismo en mi cama
siguela!! Besos y Abrazos Sicologicos :hug:
caera ya lo veras :twisted:
CAERA!!
saludos
bye
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
jaja yo tambien mori cuando lo lei la primera ves xDAngielgatitaStylinson escribió:jajjjaajaja mori con la ultima parte, lo del gato ajajajaaaa! me encantoo hay louis yo que tu le arranco la camisa a harry y lo violooo! mne encantooo!
jaja ya lo hara
jaja violarlo?, Harry se va a enojar
me alegra que te guste
ya la sigo :D
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
[quote="VvMartinez"]Louis esta herido por Paul y por eso no quiere nada de 1313 ni 69 JAJAJAJJA okno pero vien que tiene deseos de tocar el cuerpo de Harry y besarlo y luego............. ustedes ya saben mori con lo ultimo — Porque no soy ningún gato callejero con el rabo alzado para que cualquier
gato venga, me monte y se largue pero yo no creo que Harry se largue jejeje
besos una fiel lectora
Te quiero siguela pronto[/quote
si malo Paul, MALO!! :evil:
si, Lou quiere 1313 con Harry :twisted:
jaja si lo del gato tambien me mato la primera vez xD
saludos
bienvenida
bye:)
gato venga, me monte y se largue pero yo no creo que Harry se largue jejeje
besos una fiel lectora
Te quiero siguela pronto[/quote
si malo Paul, MALO!! :evil:
si, Lou quiere 1313 con Harry :twisted:
jaja si lo del gato tambien me mato la primera vez xD
saludos
bienvenida
bye:)
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
Nueva lectora me fasina. esta de wou. la amo pobre louis erido por paul jajajajajajaj espero el nuevo capi eeeeeeee lo estare esperando
carolas bolas
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
bienvenida :Dcarolas bolas escribió:Nueva lectora me fasina. esta de wou. la amo pobre louis erido por paul jajajajajajaj espero el nuevo capi eeeeeeee lo estare esperando
me alegra que te guste
paul es MALO!
ok ya la sigo
bye
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
Hola. Nuevo lector.. soy el lector fantasma de "Marry by mistake" estos parrafos son. Un pocito mucho más largos que los de mbm.
Amo tu novela. Síguela cuando puedas. Mejor ahora. Soy adicto y necesito mis droga.
Amo tu novela. Síguela cuando puedas. Mejor ahora. Soy adicto y necesito mis droga.
Abraham Rodríguez
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
bienvenido!!AbrahamSelfish escribió:Hola. Nuevo lector.. soy el lector fantasma de "Marry by mistake" estos parrafos son. Un pocito mucho más largos que los de mbm.
Amo tu novela. Síguela cuando puedas. Mejor ahora. Soy adicto y necesito mis droga.
siento no actualizar MBM pero no he tenido tiempo :(
son mas largos porque esta nove no es mia es una adaptacion de un libro
me alegra que te guste
ya la sigo :D
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
JULIAN DE MACEDONIA!!!!!!!!!!!!!!! Adoro esa saga, acabo de terminar de leer Archeron, como llore, es hombre. Aunque mas sufrió Zarek, mis pobres bebeses.
Síguela, sera interesante leer esto con ellos.
Síguela, sera interesante leer esto con ellos.
Zarek
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
perdon perdon perdon perdon perdon perdon perdon
lamento no haber subido ayer pero cuando hiba a subir el capitulo mi internet se desconpuso y no pude subirlo :(, espero y me perdonen.
bueno, aqui esta el capitulo, espero y les guste
lamento no haber subido ayer pero cuando hiba a subir el capitulo mi internet se desconpuso y no pude subirlo :(, espero y me perdonen.
bueno, aqui esta el capitulo, espero y les guste
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
Capítulo 4
Harry alzó una ceja ante la cruda e inesperada analogía. Pero más que las
palabras, lo que le sorprendió fue el tono amargo de su voz. Debieron utilizarlo en el
pasado. No era de extrañar que se asustase de él.
Una imagen de Penélope le pasó por la mente y sintió una punzada de dolor
en el pecho, tan feroz que tuvo que recurrir a su firme entrenamiento militar para no
tambalearse.
Tenía muchos pecados que expiar. Algunos habían sido tan grandes que dos
mil años de cautiverio no eran más que el principio de su condena.
No es que fuese un bastardo de nacimiento; es que, tras una vida brutal,
plagada de desesperación y traiciones, había acabado convirtiéndose en uno.
Cerró los ojos y se obligó a alejar esos pensamientos. Eso era, nunca mejor
dicho, historia antigua y esto era el presente. Louis era el presente.
Y estaba en el por él.
Ahora entendía lo que Niall quería decir cuando le habló sobre Louis. Por
eso le convocaron. Para mostrarle a Louis que el sexo podía ser divertido.
Nunca antes se había encontrado en una situación semejante.
Mientras lo observaba, sus labios dibujaron una lenta sonrisa. Ésta sería la
primera vez que tendría que perseguir a alguien para que lo aceptara.
Anteriormente, ninguno había rechazado su cuerpo.
Con la inteligencia de Louis y su testarudez, sabía que llevárselo a la cama
sería un reto comparable al de tender una emboscada al ejército romano.
Sí, iba a saborear cada momento.
Igual que acabaría saboreándolo a él. Cada dulce y hermoso centímetro de
su cuerpo.
Louis tragó saliva ante la primera sonrisa genuina de Harry. La sonrisa
suavizaba su expresión y lo hacía aún más devastador.
¿Qué demonios estaría pensando para sonreír así?
Por enésima vez, sintió que se le subían los colores al pensar en su crudo
discursito. No lo había hecho a propósito; en realidad no le gustaba desnudar sus
sentimientos ante nadie, especialmente ante un desconocido.
Pero había algo fascinante en este hombre. Algo que él percibía de
forma perturbadora. Quizás fuese el disimulado dolor que reflejaban de vez en
cuando esos celestiales ojos verdes, cuando lo pillaba con la guardia baja. O tal vez
fuesen sus años como psicólogo, que le impedían tener un alma atormentada en su
casa y no prestarle ayuda.
No lo sabía.
El reloj de pared del recibidor de la escalera, dio la una.
— ¡Dios mío! —dijo asombrado por la hora—. Tengo que levantarme a las
seis de la mañana.
— ¿Te vas a la cama?, ¿a dormir?
Si el humor de Harry no hubiese sido tan huraño, el espanto que mostró su
rostro habría hecho reír a Louis de buena gana.
— Tengo que irme.
Harry frunció el ceño…
¿Dolorido?
— ¿Te ocurre algo? —preguntó Louis
Harry negó con la cabeza.
— Bueno, entonces voy a enseñarte el sitio donde vas a dormir y…
— No tengo sueño.
A Louis le sobresaltaron sus palabras.
— ¿Qué?
Harry lo miró, incapaz de encontrar las palabras exactas para describirle lo
que sentía. Llevaba atrapado tanto tiempo en el libro, que lo único que quería hacer
era correr o saltar. Hacer algo para celebrar su repentina libertad de movimientos.
No quería irse a la cama. La idea de permanecer tumbado en la oscuridad un
solo minuto más…
Se esforzó por volver a respirar.
— He estado descansando desde 1895 —le explicó—. No estoy muy seguro
de los años que han transcurrido, pero por lo que veo, han debido ser unos cuantos.
— Estamos en el año 2012 —le informó Louis—. Has estado «durmiendo»
durante ciento diecisiete años. —No, se corrigió él mismo. No había estado durmiendo.
Él le había dicho que podía escuchar cualquier conversación que tuviera lugar
cerca del libro; lo que significaba que había permanecido despierto durante su
encierro. Aislado. Solo.
Louis era la primera persona con la que había hablado, o estado cerca,
después de cien años.
Se le hizo un nudo en el estómago al pensar en lo que debía haber soportado.
Aunque la prisión de su timidez nunca había sido tangible para él, sabía lo que era
escuchar a la gente y no ser parte de ellos. Permanecer como un simple
espectador.
— Me gustaría poder quedarme despierto —dijo, reprimiendo un bostezo—.
De verdad; pero si no duermo lo suficiente, mi cerebro se convierte en gelatina y se
queda sin batería.
— Te entiendo. Al menos entiendo lo esencial, aunque no sé que son la
gelatina ni la batería.
Louis todavía percibía su desilusión.
— Puedes ver la televisión.
— ¿Televisión?
Cogió el cuenco vacío y lo limpió antes de regresar con Harry a la sala de
estar. Encendió el televisor y le enseñó a cambiar los canales con el mando a
distancia.
— Increíble —susurró él mientras hacía zapping por primera vez.
— Sí, es algo muy útil.
Eso lo mantendría ocupado. Después de todo, los hombres sólo necesitaban
tres cosas para ser felices: comida, sexo y un mando a distancia. Dos de tres
deberían mantenerlo satisfecho un rato.
— Bueno —dijo mientras se dirigía a las escaleras—. Buenas noches.
Al pasar a su lado, Harry le tocó el brazo. Y, aunque su roce fue muy ligero,
Louis sintió una descarga eléctrica.
Con el rostro inexpresivo, sus ojos dejaban ver todas las emociones que lo
invadían. Louis percibió su sufrimiento y su necesidad; pero sobre todo, captó su
soledad.
No quería quedarse solo.
Humedeciéndose los labios —se le habían secado de forma repentina—, dijo
algo increíble.
— Tengo otro televisor en mi habitación. ¿Por qué no ves allí lo que quieras,
mientras yo duermo?
Harry le dedicó una sonrisa tímida.
Fue tras él mientras subían las escaleras, totalmente sorprendido por el
hecho de que Louis lo hubiera comprendido sin palabras. Había tenido en cuenta su
necesidad de compañía, sin preocuparse de sus propios temores.
Eso le hizo sentir algo extraño hacia él. Una rara sensación en el estómago.
¿Ternura?
No estaba seguro.
Louis lo llevó hasta una enorme habitación presidida por una cama con
dosel, situada en la pared opuesta a la puerta de entrada. Enfrente de la cama había
una cómoda y, sobre ella, una ¿cómo lo había llamado Louis?, ¿televisión?
Observó cómo Harry paseaba por su dormitorio, mirando las fotografías que
había en las paredes y sobre los muebles; fotografías de sus padres y de sus
abuelos, de Niall y él en la facultad, y una del perro que tuvo cuando era
pequeño.
— ¿Vives solo? —le preguntó.
— Sí —dijo, acercándose a la mecedora que estaba junto a la cama. Su
pijama estaba sobre el respaldo. Lo cogió y después miró a Harry y a la toalla
verde que aún llevaba alrededor de sus esbeltas caderas. No podía dejar que se
metiera en la cama con él de aquella forma.
Seguro que puedes.
No, no puedo.
¿Por favor?
¡Shh! Parte irracional de mí, cállate y déjame pensar.
Aún guardaba los pijamas de su padre en el dormitorio que había pertenecido
a sus progenitores; allí estaban todas sus pertenencias y para Louis, era un lugar
sagrado. Teniendo en cuenta la anchura de los hombros de Harry, estaba seguro de
que las camisas no le servirían, pero los pantalones tenían cinturas ajustables y,
aunque le quedasen cortos, al menos no se le caerían.
— Espera aquí —le dijo—. No tardaré nada.
Después de verlo marcharse como una exhalación, Harry se acercó a los
ventanales y apartó las cortinas de encaje blanco. Observó las extrañas cajas
metálicas —que debían ser automóviles— mientras pasaban por delante de la casa
con aquel zumbido tan extraño que no cesaba un instante, semejante al ruido del
mar. Las luces iluminaban las calles y todos los edificios; se parecían a las
antorchas que había en su tierra natal.
Qué insólito era este mundo. Extrañamente parecido al suyo y, aun así, tan
diferente.
Intentó asociar los objetos que veía con las palabras que había escuchado a
lo largo de las décadas; palabras que no comprendía. Como televisión y bombilla.
Y por primera vez desde que era niño, sintió miedo. No le gustaban los
cambios que percibía, la rapidez con la que las cosas habían evolucionado en el
mundo.
¿Cómo sería todo la siguiente vez que lo convocaran?
¿Podrían las cosas cambiar mucho?
O lo que era más aterrador, ¿y si jamás volvían a invocarlo?
Tragó saliva ante aquella idea. ¿Y si acababa atrapado durante toda la
eternidad? Solo y despierto. Alerta. Sintiendo la opresiva oscuridad en torno a él,
dejándolo sin aire en los pulmones mientras su cuerpo se desgarraba de dolor.
¿Y si no volvía a caminar de nuevo como un hombre? ¿O a hablar con otro
ser humano, o a tocar a otra persona?
Esta gente tenía cosas llamadas ordenadores. Había escuchado al dueño de
la librería hablar sobre ellos con los clientes. Y unos cuantos le habían dicho que,
probablemente, los ordenadores sustituirían un día a los libros.
¿Qué sería de él entonces?
Vestido con su pijama de dormir azul con dibujos de zanahorias, Louis se detuvo en la habitación de sus padres, junto a la puerta de espejo del vestidor, donde guardó los anillos de boda el día posterior al funeral. Podía ver el débil resplandor del diamante marquise de medio quilate.
El dolor hizo que se le formara un nudo en la garganta; luchó contra las
lágrimas que pugnaban por brotar de sus ojos.
Con dieciocho años recién cumplidos en aquella época, había sido lo
suficientemente arrogante como para pensar que era una persona madura y capaz
de hacer frente a cualquier cosa que la vida le pusiera por delante. Se había creído
invencible. Y en un segundo, su vida se derrumbó.
La muerte le arrebató todo aquello que una vez tuvo: la seguridad, la fe, su
creencia en la justicia y, sobre todo, el amor sincero de sus padres y su apoyo
emocional.
A pesar de toda su vanidad juvenil, no había estado preparado para que le
arrebataran por completo a toda su familia.
Y, aunque habían pasado cinco años, aún los echaba de menos. El dolor era
muy profundo. El viejo dicho aquél, según el cual era mejor haber conocido el amor
antes de perderlo, era un enorme fraude. No había nada peor que perder a las
personas que te quieren y te cuidan en un accidente sin sentido.
Incapaz de enfrentar su ausencia, Louis había sellado la habitación tras el
funeral, y lo había dejado todo tal y como estaba.
Abrió el cajón donde su padre guardaba los pijamas y tragó saliva. Nadie
había tocado estas cosas desde la tarde que su madre las dobló y las guardó.
Todavía recordaba la risa de su madre. Las bromas sobre el conservador
estilo de su padre, que siempre elegía pijamas de franela.
Peor aún, recordaba el amor que se profesaban.
Lo que daría él por encontrar la pareja perfecta, como les había sucedido a
ellos. Habían estado casados veinticinco años antes de morir, y su amor había
permanecido intacto desde el día que se conocieron.
No podía recordar un solo momento en que su madre no sonriera ante una
broma de su padre. Siempre iban cogidos de la mano como dos adolescentes, y se
robaban besos cuando creían que nadie los veía.
Pero él los veía.
Y ahora lo recordaba.
Quería ese tipo de amor. Pero por alguna razón, no había encontrado a un
hombre que lo dejase sin aliento. Un hombre que consiguiera que se le desbocara el
corazón y que sus sentidos se tambalearan.
Un hombre sin el cual la vida no tuviese sentido.
— ¡Oh, mamá! —balbuceó, deseando que sus padres no hubiesen muerto
aquella noche.
Deseando…
No sabía qué. Lo único que quería era conseguir algo que le hiciese pensar
en el futuro. Algo que le hiciese feliz; de la misma forma que su padre había hecho
feliz a su madre.
Mordiéndose el labio, Louis cogió el pantalón de cuadros azul marino y
blanco, y salió corriendo de la habitación.
— Aquí tienes —dijo arrojándole la prenda a Harry y saliendo a toda prisa
hacia el cuarto de baño, en mitad del pasillo. No quería que él fuese testigo de sus
lágrimas. No volvería a mostrarse vulnerable delante de un hombre.
Harry cambió la toalla por los pantalones y se fue tras Louis. Había cerrado
de un portazo la puerta más cercana a la habitación donde él se encontraba.
— Louis —lo llamó mientras abría la puerta con suavidad.
Se quedó paralizado al verlo llorar. Estaba en mitad de un cuarto de aseo
extraño, con dos lavamanos incrustados en la pared y una encimera blanca en la
cual se apoyaba. Se había tapado la boca con una toalla, en un intento de sofocar
sus desgarradores sollozos.
A pesar de su severa educación y de los dos mil años de autocontrol, Harry
se vio arrastrado por una oleada de compasión. Louis lloraba como si alguien le
hubiese roto el corazón.
Y eso lo hacía sentirse incómodo. Inseguro.
Apretando los dientes, alejó aquellos insólitos sentimientos. Si algo había
aprendido durante su infancia era a no ahondar en los problemas de los demás,
porque nunca traía nada bueno. No había que cuidar de nadie más que de uno
mismo. Cada vez que había cometido el error de interesarse por alguien, lo había
pagado con creces.
Además, en esta ocasión no había tiempo. Nada de tiempo.
Cuanto menos tuviese que ver con las emociones y la vida de Louis, más
fácil le resultaría volver a soportar su confinamiento.
Y, entonces, las palabras de Louis lo golpearon con fuerza, justo en mitad del
pecho. Él lo había definido a la perfección: no era más que un gato dedicado a
conseguir placer y después marcharse.
Se aferró con fuerza al tirador de la puerta. No era un animal. Él también tenía
sentimientos.
O, al menos, solía tenerlos.
Antes de que pudiese reconsiderar sus acciones, entró en la estancia y lo
abrazó. Louis le rodeó la cintura con los brazos y se apoyó en él como si se tratara
de un salvavidas, mientras enterraba la cara en su pecho desnudo y sollozaba. Todo
su cuerpo temblaba.
Algo muy extraño se abrió paso en el interior de Harry. Un profundo anhelo
que no sabía muy bien como definir.
Jamás en su vida había consolado a una persona que lloraba. Se había
acostado con tantas que no podía recordarlo; pero nunca, jamás, había abrazado a
una persona como estaba abrazando a Louis. Ni después de hacer el amor. Una vez
acababa con su pareja de turno, se levantaba, se limpiaba y buscaba algo con qué
entretenerse hasta que fuese requerido de nuevo.
Incluso antes de la maldición, jamás había demostrado ternura por nadie. Ni
por su esposa.
Como soldado, había sido entrenado desde que tenía uso de razón para
mostrarse feroz, frío y duro.
«Vuelve con tu escudo, o sobre él». Ésas fueron las palabras de su madrastra
el día que lo agarró del pelo y lo echó de su casa para que comenzara el
entrenamiento militar, a la tierna edad de siete años.
Su padre había sido aún peor. Un legendario comandante espartano que no
toleraba muestras de debilidad. Ni de emoción. El tipo se había encargado, látigo en
mano, de que la infancia de Harry llegase a su fin, enseñándolo a ocultar el dolor.
Nadie podía ser testigo de su sufrimiento.
Hasta el día de hoy, aún podía sentir el látigo sobre la piel desnuda de su
espalda, y escuchar el sonido que hacía el cuero al cortar el aire entre golpe y golpe.
Podía ver la burlona mueca de desprecio en el rostro de su padre.
— Lo siento —murmuró Louis sobre su hombro, devolviéndole al presente.
Louis alzó la cabeza para poder mirarle. Tenía los ojos azules brillantes por las
lágrimas y parecían resquebrajar la capa que recubría su corazón, congelado desde
hacía siglos por necesidad y por obligación.
Incómodo, Harry se alejó de él.
— ¿Te sientes mejor?
Louis se limpió las lágrimas y se aclaró la garganta. No sabía por qué había
ido Harry tras él, pero había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien
lo consoló mientras lloraba.
— Sí —murmuró—. Gracias.
Harry no respondió.
En lugar de ser el hombre tierno que lo abrazaba instantes antes, había vuelto
a ser el Señor Estatua; todo su cuerpo estaba rígido y no daba muestras de
emoción.
Dejando escapar un suspiro iracundo, y pasó a su lado.
— No me habría puesto así si no estuviese tan cansado y quizás todavía un
poco achispado. Necesito dormir.
Sabía que Harry iría tras él, así que volvió resignadamente a su habitación y se
metió en la cama de madera de pino, acurrucándose bajo el grueso edredón. Sintió
cómo el colchón se hundía bajo el peso de Harry un instante después.
Su corazón se aceleró ante la repentina calidez del cuerpo del hombre junto al
suyo. Y la cosa empeoró cuando él se acurrucó a su espalda y le pasó una larga y
musculosa pierna sobre la cintura.
— ¡Harry! —gritó con una nota de advertencia al sentir su erección contra la
cadera—. Creo que sería mejor que te quedaras en tu lado de la cama, mientras yo
me quedo en el mío.
No pareció prestar atención a sus palabras, puesto que inclinó la cabeza y
dejó un pequeño rastro de besos sobre su cuello.
— Pensaba que me habías llamado para aliviar el dolor de tus partes bajas —
le susurró en el oído.
Con el cuerpo al rojo vivo debido a su proximidad, y al aroma a sándalo que le
embotaba la cabeza, Louis se sonrojó al escucharle repetir las palabras que le
dijera a Niall.
— Mis partes bajas se encuentran en perfecto estado, y muy felices tal y
como están.
— Te prometo que yo conseguiré que estén mucho, mucho más felices.
¡Oh!, no le cabía la menor duda.
— Si no te comportas, te echaré de la habitación.
Entonces lo miró y vio la incredulidad reflejada en los ojos verdes.
— No entiendo por qué vas a echarme —le dijo.
— Porque no voy a utilizarte como si fueses un muñeco sin nombre, que no
tiene más razón de ser que servirme. ¿De acuerdo? No quiero tener ese tipo de
intimidad con un hombre al que no conozco.
Con una mirada preocupada, Harry se apartó finalmente de él y se tumbó
en la cama.
Louis respiró profundamente para intentar que su acelerado corazón se
relajara, y poder apagar el fuego que le hacía hervir la sangre. Resultaba muy duro
decirle que no a este hombre.
¿Crees realmente que vas a ser capaz de dormir con este tipo a tu lado? ¿Es
que tienes una piedra por cerebro?
Cerró los ojos y recitó su aburrida letanía. Tenía que dormir. No había sitio
para los «y si…» ni para los «pero…». Ni tampoco para Harry.
Harry colocó las almohadas de modo que le sirvieran de respaldo, y miró a
Louis. Ésta iba a ser, en su excepcionalmente larga vida, la primera vez que pasara
una noche junto a alguien sin hacerle el amor.
Era inconcebible. Nadie lo había rechazado antes.
Louis se dio la vuelta en aquel momento y le dio un mando a distancia, como el
que le había enseñado en la sala. Apretó un botón y encendió la televisión, después
bajó el volumen de la gente que hablaba.
— Esto es para la luz —dijo apretando otro botón. De inmediato, las luces se
apagaron, dejando que fuera el televisor el que iluminara débilmente las sombras de
la habitación—. No me molestan los ruidos, así es que no creo que me despiertes —
le dio el mando a distancia—. Buenas noches, Harry Styles.
— Buenas noches, Louis —susurró observando como se acurrucaba para dormir.
Dejó el mando a un lado y, durante un buen rato, se dedicó a mirarlo mientras
la luz procedente del televisor parpadeaba sobre los relajados ángulos de su rostro.
Supo el momento exacto en el que se durmió, por la uniformidad de su
respiración. Sólo entonces se atrevió a tocarlo. Se atrevió a seguir con la yema de
un dedo la suave curva de su pómulo.
Su cuerpo reaccionó con tal violencia que tuvo que morderse el labio para no
soltar una maldición. El fuego se había extendido por su sangre.
Había conocido numerosos dolores durante toda su vida: primero el dolor de
estómago cuando necesitaba comer, después la sed de amor y respeto, y por último
el dolor exigente de su miembro cuando ansiaba la humedad resbaladiza del cuerpo
de una persona. Pero jamás, jamás, había experimentado algo semejante a lo que
sentía ahora.
Era un hambre tan voraz, una sensación tan potente, que amenazaba hasta
su cordura.
Sólo podía pensar en separarle los cremosos muslos y hundirse
profundamente en él. En deslizarse dentro y fuera de su cuerpo una y otra vez,
hasta que ambos alcanzaran el clímax al unísono.
Pero eso jamás llegaría a suceder.
Se alejó de él a una distancia prudente, desde donde no pudiese oler su
suave aroma, ni sentir el calor de su cuerpo bajo el edredón.
Podría proporcionarle placer durante días, sin detenerse, pero él jamás
encontraría la paz.
— Maldito seas, Príapo —gruñó. Era el dios que le había maldecido,
hundiéndolo en este miserable destino—. Espero que Hades te esté dando lo que te
mereces.
Una vez aplacada su ira, suspiró y se dio cuenta que las Parcas y las Furias
se estaban encargando de lo propio con él.
Louis se despertó con una extraña sensación de calidez y seguridad. Un
sentimiento que no había experimentado desde hacía años.
De pronto, sintió un beso muy dulce sobre los párpados, como si alguien
estuviese acariciándola con los labios. Unas manos fuertes y cálidas le tocaban el
pelo.
¡Harry!
Se incorporó tan rápido que se golpeó con su cabeza. Hasta sus oídos llegó
el gemido de dolor de Harry. Frotándose la frente, abrió los ojos y vio que él lo
observaba con el ceño fruncido y obviamente molesto.
— Lo siento —se disculpó mientras se sentaba—. Me sobresaltaste.
Harry abrió la boca y se tocó los dientes con el pulgar para comprobar si el
golpe los había aflojado.
Aquello fue peor aún para Louis, puesto que no pudo evitar contemplar el
roce de su lengua sobre los dientes. Y la visión de esos blanquísimos dientes,
increíblemente rectos, que a ella le gustaría tener mordisqueándole…
— ¿Qué quieres para desayunar? —le preguntó para alejarse un poco de sus
pensamientos.
La mirada de él descendió.
Siguiendo la dirección de sus ojos, Louis se dio cuenta de que, desde donde él
estaba sentado, podría ver todo su cuerpo.
Antes de que pudiera moverse, Harry tiró de él, hasta sentarlo sobre sus
muslos y reclamó sus labios.
Louis gimió de placer bajo el asalto de su boca, mientras su lengua le hacía
las cosas más escandalosas. La cabeza comenzó a girarle con la intensidad del
beso y con el cálido aliento de Harry mezclándose con el suyo.
Y pensar que nunca le había gustado besar…
¡Debía estar loco!
Los brazos de Harry intensificaron su abrazo. Miles de llamas lamían su
cuerpo, encendiéndolo e incitándolo, mientras se agrupaban en una zona: entre las nalgas, donde quería tenerle.
Sus labios lo abandonaron para trazar con la lengua un rastro hasta su
garganta, dibujando húmedos círculos sobre el mentón, el lóbulo de la oreja y
finalmente el cuello.
¡El tipo parecía conocer todas las zonas erógenas del cuerpo!
Mejor aún, sabía cómo usar las manos y la lengua para masajearlas hasta
obtener el máximo placer.
Exhaló el aire suavemente sobre su oreja y, de inmediato, un escalofrío lo
recorrió de arriba a abajo; cuando pasó la lengua por el lóbulo, todo su cuerpo
comenzó a temblar.
Un hormigueo le recorrió el pecho, que al instante hizo que sus pezones se endurecieran,
sobresaliendo como duros montículos que clamaban por ser besados.
— Harry —gimió, incapaz de reconocer su voz. Su mente le pedía que se
detuviera, pero las palabras se quedaron atravesadas en la garganta.
Había mucho poder en sus caricias. Mucha magia. Le hacía ansiar,
dolorosamente, mucho más.
Se dio la vuelta con Louis en brazos y lo aprisionó contra el colchón. Incluso a
través del pijama, Louis percibía su erección, su miembro duro y ardiente que
presionaba sobre la cadera, mientras con las manos le aferraba las nalgas y
respiraba entrecortadamente junto a su oreja.
— Tienes que parar —consiguió decirle al fin con voz débil.
— ¿Parar el qué? —le preguntó—. ¿Esto? —y trazó con la lengua el laberinto
de su oreja. Louis siseó de placer. Los escalofríos se sucedían y, como si se tratase
de ascuas al rojo vivo, abrasaban cada centímetro de su piel. Sus pezones se
endurecieron aún más bajo el cuerpo de Harry—. ¿O esto? —e introdujo una mano
bajo la cinturilla elástica de sus bóxers para tocarle donde más lo deseaba.
Louis se arqueó en respuesta a sus caricias y clavó los dedos en las sábanas
ante la sensación de sus manos entre las piernas. ¡Dios, este hombre era increíble!
Harry comenzó a acariciar en círculos su miembro, utilizando un solo
dedo, haciendo que se consumiera antes de introducirle dos dedos hasta el fondo en su entrada.
Mientras rodeaba, acariciaba y atormentaba su interior, comenzó a
masajearle muy suavemente su miembro con el pulgar.
— ¡Ooooh! —gimió Louis, echando la cabeza hacia atrás por la intensidad
del placer.
Se aferró a Harry, mientras él continuaba su implacable asalto utilizando sus
manos y su lengua, dándole placer. Totalmente fuera de control, Louis se frotaba de
forma desinhibida contra él, ansiando su pasión, sus caricias.
Harry cerró los ojos y saboreó el olor del cuerpo de Louis bajo el suyo; la
sensación de sus brazos envolviéndolo. Era suyo. Podía sentirle temblar y latir
alrededor de su mano, mientras su cuerpo se retorcía bajo sus caricias.
En cualquier momento llegaría al clímax.
Con ese pensamiento ocupando su mente por completo, le quitó la camisa e
inclinó la cabeza hasta atrapar un duro pezón y succionar suavemente toda la
areola, deleitándose en la sensación de la rugosa piel bajo su lengua.
No recordaba que una persona supiese tan bien como él.
Su sabor se le quedaría grabado a fuego en la mente, jamás podría olvidarlo.
Y estaba completamente preparado para recibirlo: ardiente, húmedo y muy
estrecho; exactamente como a él le gustaba.
Rasgó de un tirón la pequeña prenda que se ceñía a las caderas de Louis, y
que le impedía un acceso total a aquel lugar que se moría por explorar
completamente.
Y en toda su profundidad.
Louis escuchó cómo rompía los bóxers, pero no fue capaz de detenerlo. Su
voluntad ya no le pertenecía; había sido engullida por unas sensaciones tan
intensas, que lo único que quería era encontrar alivio.
¡Tenía que conseguirlo!
Alzando los brazos, enterró las manos en el pelo de Harry, incapaz de
permitir que se alejara, aunque sólo fuese por un segundo.
Harry se quitó los pantalones a tirones y le separó las nalgas.
Con el cuerpo envuelto en puro fuego, Louis aguantó la respiración mientras
él colocaba su largo y duro cuerpo entre su entrada.
La punta de su miembro presionaba justo sobre el centro de su entrada.
Louis se acercó aún más, aferrándose a sus amplios hombros.
Deseaba sentirlo dentro con una desesperación tal, que desafiaba a todo
entendimiento.
Y de repente, sonó el teléfono.
Louis dio un respingo al escucharlo, y su mente recobró repentinamente el
control
— ¿Qué es ese ruido? —gruñó Harry.
Agradecido por la interrupción, Louis salió como pudo de debajo de Harry; le
temblaban las piernas y le ardía todo el cuerpo.
— Es un teléfono —dijo, antes de inclinarse hacia la mesita de noche y coger
el auricular.
La mano no dejaba de temblarle mientras se lo acercaba a la oreja.
Lanzando una maldición, Harry se puso de lado.
— Niall, gracias a Dios que eres tú —dijo Louis, tan pronto como escuchó
su voz. ¡En ese momento agradecía muchísimo la habilidad que tenía Niall de
saber el momento preciso en que llamar!
— ¿Qué pasa? —preguntó su amigo.
— Deja de hacer eso —le espetó a Harry que, en ese instante, se dedicaba a
lamerle las nalgas en un movimiento descendente…
— Pero si no estoy haciendo nada —le dijo Niall.
— Tú no, Niall.
El silencio cayó sobre el otro extremo de la línea.
— Escucha —le dijo Louis a Niall con una dura advertencia en la voz—.
Necesito que busques entre la ropa de Bill y traigas unas cuantas cosas. Ahora.
— ¡Funcionó! —el agudo chillido estuvo a punto de perforarle el tímpano—.
¡Ay, Dios mío! ¡Funcionó!, ¡no puedo creerlo! ¡Voy para allá!
Louis colgó el teléfono justo cuando la lengua de Harry bajaba desde sus
nalgas hacia…
— ¡Para ya!
Él se echó hacia atrás y lo miró con el ceño fruncido, estupefacto.
— ¿No te gusta que te haga eso?
— Yo no he dicho eso —contestó antes de poder detenerse.
Harry se acercó de nuevo a él.
Louis bajó de un salto de la cama.
— Tengo que irme a trabajar.
Harry se apoyó en un brazo, tendido sobre un costado, y lo observó mientras
recogía los pantalones del pijama y se los arrojaba. Los agarró con una mano
mientras sus ojos se movían, perezosamente, sobre el cuerpo de Louis.
— ¿Por qué no llamas para decir que estás enfermo?
— ¿Que estoy enfermo? —repitió—. ¿Y tú cómo conoces ese truco?
Él se encogió de hombros.
— Ya te lo he dicho. Puedo escuchar mientras estoy encerrado en el libro. Por
eso puedo aprender idiomas y entender los cambios en la sintaxis.
Con la misma elegancia de una pantera que se endereza tras estar
agazapada, Harry apartó el edredón y salió lentamente de la cama. No llevaba los
pantalones. Y su miembro estaba totalmente erecto.
Hipnotizado, Louis fue incapaz de moverse.
— No hemos acabado —dijo él con la voz ronca, mientras se acercaba a Louis
— ¡Pues claro que sí! —le contestó Louis, y huyó al cuarto de baño,
encerrándose allí tras echar el pestillo a la puerta.
Con los dientes apretados, Harry tuvo la repentina necesidad de golpearse la
cabeza contra la pared de tan frustrado como se sentía. ¿Por qué tenía que ser tan
testarudo?
Se miró el miembro rígido y soltó un juramento.
— ¿Y tú no puedes comportarte durante cinco minutos al menos?
Louis se dio una larga ducha fría. ¿Qué tenía Harry que hacía que su sangre
literalmente hirviera? Incluso ahora podía sentir el calor de su cuerpo sobre él.
Sus labios sobre…
— ¡Para, para, para!
No era un ninfómana sin control sobre sí mismo. Era una licenciado en
Filosofía, con un cerebro; y sin hormonas.
Pero aun así, sería extremadamente fácil olvidarse de todo y pasar todo el
mes en la cama con Harry.
— Muy bien —se dijo a sí mismo—. Supongamos que te metes en la cama
con él un mes. Y luego, ¿qué? —Se enjabonó el cuerpo mientras la irritación
desvanecía los últimos rescoldos de su deseo—. Yo te diré qué pasará después. Él
se irá y tú, colega, te quedarás solo otra vez.
» ¿Te acuerdas de lo que ocurrió cuando Paul se marchó? ¿Te acuerdas de
cómo te sentías cuando te paseabas por la habitación, con el estómago revuelto
porque habías permitido que te utilizara? ¿Te acuerdas de la humillación que
sentías?
Pero aún peor que esos recuerdos, era la imagen de Paul burlándose de él
a carcajadas con sus amigos, mientras recogía el dinero de la apuesta. Cómo
deseaba poder abrir la puerta de su apartamento de una patada y golpearlo hasta hacerlo pedazos.
No, no dejaría que nadie más lo utilizara.
Le había costado años superar la crueldad de Paul, y no tenía ningún deseo
de arruinar lo que había conseguido por un capricho. ¡Aunque fuese un fabuloso
capricho!
No, no y no. La próxima vez que se entregara a un hombre, sería con uno que
estuviese unido a ella. Alguien que lo cuidara.
Alguien que no dejase a un lado su dolor y continuase usando su cuerpo
buscando su propio placer, como si él no importara nada —pensaba, mientras los
recuerdos reprimidos regresaban a la superficie. Paul se había comportado como si
él no hubiese estado presente. Como si no hubiese sido más que un muñeco sin
emociones, diseñado sólo para proporcionarle placer.
Y no estaba dispuesto a dejar que lo volviesen a tratar así, especialmente si
se trataba de Harry.
Jamás.
Harry bajó las escaleras, maravillado por la brillante luz del sol que entraba
por las ventanas. Le resultaba divertido el hecho de que la gente diese por sentado
esos pequeños detalles. Recordaba la época en la que no se fijaba en algo tan
simple como una mañana soleada.
Y ahora, cada una de ellas era un verdadero regalo de los dioses. Un regalo
que tenía toda la intención de degustar durante el mes que tenía por delante, hasta
que estuviese obligado a regresar a la oscuridad.
Con el corazón agobiado, se dirigió a la cocina, hacia el armario donde Louis
guardaba la comida. Al abrir la puerta le sorprendió la frialdad. Alargó la mano y dejó
que el aire frío le acariciara la piel. Increíble.
Sacó varios recipientes, pero no pudo leer las etiquetas.
— No comas nada que no puedas identificar —se recordó a sí mismo,
mientras pensaba en algunas de las asquerosidades que había visto a la gente
comer a lo largo de los siglos.
Se inclinó hacia delante y rebuscó hasta encontrar un melón en uno de los
cajones inferiores. Lo llevó a la encimera del centro de la cocina, cogió un cuchillo
largo del soporte, donde Louis tenía al menos una docena de ellos, y lo partió por la
mitad.
Cortó un trozo y se lo introdujo en la boca.
Cuando el delicioso jugo inundó sus papilas gustativas, gruñó de satisfacción.
La dulce pulpa hizo que su estómago rugiera con una feroz exigencia. La garganta le
pedía, con una sensación cercana al dolor, que le proporcionara un poco más de
aquel relajante dulzor.
Era tan estupendo volver a tener comida… Tener algo con lo que apagar la
sed y el hambre.
Antes de poder detenerse, dejó el cuchillo a un lado y comenzó a partir el
melón con las manos, llevándose los trozos a la boca tan rápido como podía.
¡Por los dioses!, estaba tan hambriento… Tenía tanta sed…
No fue consciente de lo que hacía hasta que se descubrió desgarrando la
cáscara.
Se quedó paralizado al ver sus manos cubiertas con el jugo del melón, y los
dedos curvados como las garras de cualquier animal.
«Date la vuelta, Harry y mírame. Ahora sé un buen chico y haz lo que te
ordeno. Tócame aquí. Mmm… sí, eso es. Buen chico, buen chico. Házmelo bien y te
traeré de comer en un momento.»
Harry se encogió de temor ante la repentina invasión de los recuerdos de su
última invocación. No era de extrañar que se comportara como un animal; le habían
tratado como tal durante tanto tiempo que apenas recordaba cómo ser un hombre.
Al menos, Louis no le había encadenado a la cama.
Todavía.
Asqueado, echó un vistazo alrededor de la cocina, mientras daba gracias
mentalmente por el hecho de que Louis no hubiese presenciado su pérdida
momentánea de control.
Con la respiración entrecortada, cogió la mitad del melón y lo echó al
recipiente donde había visto a Louis tirar la basura la noche anterior. Después, abrió
el grifo del fregadero y se lavó para desprenderse de la pegajosa pulpa.
Tan pronto como el agua fresca le rozó la piel, suspiró de placer. Agua. Fría y
pura. Era lo que más echaba de menos durante su confinamiento. Lo que más
anhelaba, hora tras hora, mientras su reseca garganta ardía de dolor.
Dejó que el agua se deslizara por su piel antes de capturarla con las manos
ahuecadas y beber directamente de ellas. Se chupó los dedos. Era
maravillosamente relajante la sensación de sentir el frescor en la boca y después
notar cómo bajaba por la garganta, calmando su sed. Lo único que deseaba en ese
momento era meterse en el fregadero y dejar que el agua se deslizara por todo su
cuerpo.
Dejar que…
Escuchó que alguien golpeaba suavemente la puerta y, al instante, un ruido
de pasos que descendían por la escalera. Cerró el grifo y cogió el trapo seco que
había junto al fregadero para secarse las manos y la cara.
Cuando volvió a la encimera para recoger los restos del melón, reconoció la
voz de Niall.
— ¿Dónde está?
Harry agitó la cabeza ante el entusiasmo del amigo de Louis. Eso era lo
que había esperado de Louis.
Los dos entraron a la cocina. Harry alzó la mirada y se encontró con
unos ojos azules.
— ¡Jesús, María y José! —balbució Niall.
Louis cruzó los brazos sobre el pecho, en sus ojos brillaba una mezcla de ira
y diversión.
— Harry, él es Niall.
— ¡Jesús, María y José! —repitió su amigo.
— ¿Niall? —preguntó Louis, moviendo la mano ante los ojos de su
boquiabierto amigo, que ni siquiera parpadeó.
— ¡Jesús, Ma…!
— ¿Vas a dejarlo ya? —la reprendió Louis.
Niall dejó que la ropa que llevaba en las manos cayera directa al suelo y
dio una vuelta completa alrededor de Harry para poder ver su cuerpo desde todos
los ángulos. Sus ojos comenzaron por la cabeza y descendieron hasta los dedos de
los pies.
Harry apenas pudo suprimir la ira ante semejante escrutinio.
— ¿Te gustaría mirarme los dientes tal vez, o prefieres que me baje los
pantalones para que puedas inspeccionarme más a gusto? —le preguntó con más
malicia de la que había pretendido en un principio. Después de todo, él estaba,
técnicamente, de su parte.
Si cerrase la boca y dejara de mirarlo de aquel modo… Nunca había
soportado ser el centro de esas desmedidas muestras de atención.
Niall alargó la mano, inseguro, para tocarle el brazo.
— ¡Uuuh! —se burló él, consiguiendo que Niall diera un respingo.
Louis soltó una carcajada.
Niall frunció el ceño y les dedicó a ambos una furiosa mirada.
— Muy bien, ¿están intentando reírse de mí?
— Te lo mereces —le dijo Louis mientras cogía un trozo de melón recién
cortado por Harry y se lo llevaba a la boca—. Por no mencionar que tú vas a
ocuparte de él durante el día de hoy.
— ¿Qué? —preguntaron Harry y Niall al unísono.
Louis se tragó el bocado.
— Bueno, no puedo llevarlo conmigo a la consulta, ¿no?
Niall sonrió con malicia.
— Apuesto a que Lisa y tus pacientes femeninas estarían encantadas.
— Exactamente igual que el chico que tiene cita a las ocho. No obstante, no
creo que fuese muy productivo.
— ¿No puedes cancelar las citas? —preguntó Niall.
Harry estuvo de acuerdo. No le apetecía en absoluto mostrarse en un sitio
público. La única parte de la maldición que encontraba remotamente tolerable era el
hecho de que la mayoría de sus invocadoras lo mantenían oculto en sus estancias
privadas o en los jardines.
— Sabes perfectamente por qué —contestó Louis—. No tengo un maridito
abogado que me mantenga. Además, no creo que a Harry le guste quedarse solo en
casa todo el día, sin nada que hacer. Estoy seguro de que le encantará salir y
conocer la ciudad.
— Preferiría quedarme aquí contigo —dijo Harry.
Porque lo que realmente le apetecía era verlo retorcerse otra vez bajo su
cuerpo, mientras lo hacía chillar de placer.
Louis quedó atrapado en su mirada, y Harry reconoció el deseo que brillaba
en las profundidades azules de sus ojos. En ese instante, descubrió lo que se
proponía. Se iba a trabajar para evitar quedarse a solas con él.
Bien, tarde o temprano tendría que regresar a casa.
Y, entonces, sería suyo.
Y una vez se rindiera, iba a demostrarle la resistencia y la pasión que poseía
un soldado Macedonio entrenado en el ejército Espartano.
Harry alzó una ceja ante la cruda e inesperada analogía. Pero más que las
palabras, lo que le sorprendió fue el tono amargo de su voz. Debieron utilizarlo en el
pasado. No era de extrañar que se asustase de él.
Una imagen de Penélope le pasó por la mente y sintió una punzada de dolor
en el pecho, tan feroz que tuvo que recurrir a su firme entrenamiento militar para no
tambalearse.
Tenía muchos pecados que expiar. Algunos habían sido tan grandes que dos
mil años de cautiverio no eran más que el principio de su condena.
No es que fuese un bastardo de nacimiento; es que, tras una vida brutal,
plagada de desesperación y traiciones, había acabado convirtiéndose en uno.
Cerró los ojos y se obligó a alejar esos pensamientos. Eso era, nunca mejor
dicho, historia antigua y esto era el presente. Louis era el presente.
Y estaba en el por él.
Ahora entendía lo que Niall quería decir cuando le habló sobre Louis. Por
eso le convocaron. Para mostrarle a Louis que el sexo podía ser divertido.
Nunca antes se había encontrado en una situación semejante.
Mientras lo observaba, sus labios dibujaron una lenta sonrisa. Ésta sería la
primera vez que tendría que perseguir a alguien para que lo aceptara.
Anteriormente, ninguno había rechazado su cuerpo.
Con la inteligencia de Louis y su testarudez, sabía que llevárselo a la cama
sería un reto comparable al de tender una emboscada al ejército romano.
Sí, iba a saborear cada momento.
Igual que acabaría saboreándolo a él. Cada dulce y hermoso centímetro de
su cuerpo.
Louis tragó saliva ante la primera sonrisa genuina de Harry. La sonrisa
suavizaba su expresión y lo hacía aún más devastador.
¿Qué demonios estaría pensando para sonreír así?
Por enésima vez, sintió que se le subían los colores al pensar en su crudo
discursito. No lo había hecho a propósito; en realidad no le gustaba desnudar sus
sentimientos ante nadie, especialmente ante un desconocido.
Pero había algo fascinante en este hombre. Algo que él percibía de
forma perturbadora. Quizás fuese el disimulado dolor que reflejaban de vez en
cuando esos celestiales ojos verdes, cuando lo pillaba con la guardia baja. O tal vez
fuesen sus años como psicólogo, que le impedían tener un alma atormentada en su
casa y no prestarle ayuda.
No lo sabía.
El reloj de pared del recibidor de la escalera, dio la una.
— ¡Dios mío! —dijo asombrado por la hora—. Tengo que levantarme a las
seis de la mañana.
— ¿Te vas a la cama?, ¿a dormir?
Si el humor de Harry no hubiese sido tan huraño, el espanto que mostró su
rostro habría hecho reír a Louis de buena gana.
— Tengo que irme.
Harry frunció el ceño…
¿Dolorido?
— ¿Te ocurre algo? —preguntó Louis
Harry negó con la cabeza.
— Bueno, entonces voy a enseñarte el sitio donde vas a dormir y…
— No tengo sueño.
A Louis le sobresaltaron sus palabras.
— ¿Qué?
Harry lo miró, incapaz de encontrar las palabras exactas para describirle lo
que sentía. Llevaba atrapado tanto tiempo en el libro, que lo único que quería hacer
era correr o saltar. Hacer algo para celebrar su repentina libertad de movimientos.
No quería irse a la cama. La idea de permanecer tumbado en la oscuridad un
solo minuto más…
Se esforzó por volver a respirar.
— He estado descansando desde 1895 —le explicó—. No estoy muy seguro
de los años que han transcurrido, pero por lo que veo, han debido ser unos cuantos.
— Estamos en el año 2012 —le informó Louis—. Has estado «durmiendo»
durante ciento diecisiete años. —No, se corrigió él mismo. No había estado durmiendo.
Él le había dicho que podía escuchar cualquier conversación que tuviera lugar
cerca del libro; lo que significaba que había permanecido despierto durante su
encierro. Aislado. Solo.
Louis era la primera persona con la que había hablado, o estado cerca,
después de cien años.
Se le hizo un nudo en el estómago al pensar en lo que debía haber soportado.
Aunque la prisión de su timidez nunca había sido tangible para él, sabía lo que era
escuchar a la gente y no ser parte de ellos. Permanecer como un simple
espectador.
— Me gustaría poder quedarme despierto —dijo, reprimiendo un bostezo—.
De verdad; pero si no duermo lo suficiente, mi cerebro se convierte en gelatina y se
queda sin batería.
— Te entiendo. Al menos entiendo lo esencial, aunque no sé que son la
gelatina ni la batería.
Louis todavía percibía su desilusión.
— Puedes ver la televisión.
— ¿Televisión?
Cogió el cuenco vacío y lo limpió antes de regresar con Harry a la sala de
estar. Encendió el televisor y le enseñó a cambiar los canales con el mando a
distancia.
— Increíble —susurró él mientras hacía zapping por primera vez.
— Sí, es algo muy útil.
Eso lo mantendría ocupado. Después de todo, los hombres sólo necesitaban
tres cosas para ser felices: comida, sexo y un mando a distancia. Dos de tres
deberían mantenerlo satisfecho un rato.
— Bueno —dijo mientras se dirigía a las escaleras—. Buenas noches.
Al pasar a su lado, Harry le tocó el brazo. Y, aunque su roce fue muy ligero,
Louis sintió una descarga eléctrica.
Con el rostro inexpresivo, sus ojos dejaban ver todas las emociones que lo
invadían. Louis percibió su sufrimiento y su necesidad; pero sobre todo, captó su
soledad.
No quería quedarse solo.
Humedeciéndose los labios —se le habían secado de forma repentina—, dijo
algo increíble.
— Tengo otro televisor en mi habitación. ¿Por qué no ves allí lo que quieras,
mientras yo duermo?
Harry le dedicó una sonrisa tímida.
Fue tras él mientras subían las escaleras, totalmente sorprendido por el
hecho de que Louis lo hubiera comprendido sin palabras. Había tenido en cuenta su
necesidad de compañía, sin preocuparse de sus propios temores.
Eso le hizo sentir algo extraño hacia él. Una rara sensación en el estómago.
¿Ternura?
No estaba seguro.
Louis lo llevó hasta una enorme habitación presidida por una cama con
dosel, situada en la pared opuesta a la puerta de entrada. Enfrente de la cama había
una cómoda y, sobre ella, una ¿cómo lo había llamado Louis?, ¿televisión?
Observó cómo Harry paseaba por su dormitorio, mirando las fotografías que
había en las paredes y sobre los muebles; fotografías de sus padres y de sus
abuelos, de Niall y él en la facultad, y una del perro que tuvo cuando era
pequeño.
— ¿Vives solo? —le preguntó.
— Sí —dijo, acercándose a la mecedora que estaba junto a la cama. Su
pijama estaba sobre el respaldo. Lo cogió y después miró a Harry y a la toalla
verde que aún llevaba alrededor de sus esbeltas caderas. No podía dejar que se
metiera en la cama con él de aquella forma.
Seguro que puedes.
No, no puedo.
¿Por favor?
¡Shh! Parte irracional de mí, cállate y déjame pensar.
Aún guardaba los pijamas de su padre en el dormitorio que había pertenecido
a sus progenitores; allí estaban todas sus pertenencias y para Louis, era un lugar
sagrado. Teniendo en cuenta la anchura de los hombros de Harry, estaba seguro de
que las camisas no le servirían, pero los pantalones tenían cinturas ajustables y,
aunque le quedasen cortos, al menos no se le caerían.
— Espera aquí —le dijo—. No tardaré nada.
Después de verlo marcharse como una exhalación, Harry se acercó a los
ventanales y apartó las cortinas de encaje blanco. Observó las extrañas cajas
metálicas —que debían ser automóviles— mientras pasaban por delante de la casa
con aquel zumbido tan extraño que no cesaba un instante, semejante al ruido del
mar. Las luces iluminaban las calles y todos los edificios; se parecían a las
antorchas que había en su tierra natal.
Qué insólito era este mundo. Extrañamente parecido al suyo y, aun así, tan
diferente.
Intentó asociar los objetos que veía con las palabras que había escuchado a
lo largo de las décadas; palabras que no comprendía. Como televisión y bombilla.
Y por primera vez desde que era niño, sintió miedo. No le gustaban los
cambios que percibía, la rapidez con la que las cosas habían evolucionado en el
mundo.
¿Cómo sería todo la siguiente vez que lo convocaran?
¿Podrían las cosas cambiar mucho?
O lo que era más aterrador, ¿y si jamás volvían a invocarlo?
Tragó saliva ante aquella idea. ¿Y si acababa atrapado durante toda la
eternidad? Solo y despierto. Alerta. Sintiendo la opresiva oscuridad en torno a él,
dejándolo sin aire en los pulmones mientras su cuerpo se desgarraba de dolor.
¿Y si no volvía a caminar de nuevo como un hombre? ¿O a hablar con otro
ser humano, o a tocar a otra persona?
Esta gente tenía cosas llamadas ordenadores. Había escuchado al dueño de
la librería hablar sobre ellos con los clientes. Y unos cuantos le habían dicho que,
probablemente, los ordenadores sustituirían un día a los libros.
¿Qué sería de él entonces?
Vestido con su pijama de dormir azul con dibujos de zanahorias, Louis se detuvo en la habitación de sus padres, junto a la puerta de espejo del vestidor, donde guardó los anillos de boda el día posterior al funeral. Podía ver el débil resplandor del diamante marquise de medio quilate.
El dolor hizo que se le formara un nudo en la garganta; luchó contra las
lágrimas que pugnaban por brotar de sus ojos.
Con dieciocho años recién cumplidos en aquella época, había sido lo
suficientemente arrogante como para pensar que era una persona madura y capaz
de hacer frente a cualquier cosa que la vida le pusiera por delante. Se había creído
invencible. Y en un segundo, su vida se derrumbó.
La muerte le arrebató todo aquello que una vez tuvo: la seguridad, la fe, su
creencia en la justicia y, sobre todo, el amor sincero de sus padres y su apoyo
emocional.
A pesar de toda su vanidad juvenil, no había estado preparado para que le
arrebataran por completo a toda su familia.
Y, aunque habían pasado cinco años, aún los echaba de menos. El dolor era
muy profundo. El viejo dicho aquél, según el cual era mejor haber conocido el amor
antes de perderlo, era un enorme fraude. No había nada peor que perder a las
personas que te quieren y te cuidan en un accidente sin sentido.
Incapaz de enfrentar su ausencia, Louis había sellado la habitación tras el
funeral, y lo había dejado todo tal y como estaba.
Abrió el cajón donde su padre guardaba los pijamas y tragó saliva. Nadie
había tocado estas cosas desde la tarde que su madre las dobló y las guardó.
Todavía recordaba la risa de su madre. Las bromas sobre el conservador
estilo de su padre, que siempre elegía pijamas de franela.
Peor aún, recordaba el amor que se profesaban.
Lo que daría él por encontrar la pareja perfecta, como les había sucedido a
ellos. Habían estado casados veinticinco años antes de morir, y su amor había
permanecido intacto desde el día que se conocieron.
No podía recordar un solo momento en que su madre no sonriera ante una
broma de su padre. Siempre iban cogidos de la mano como dos adolescentes, y se
robaban besos cuando creían que nadie los veía.
Pero él los veía.
Y ahora lo recordaba.
Quería ese tipo de amor. Pero por alguna razón, no había encontrado a un
hombre que lo dejase sin aliento. Un hombre que consiguiera que se le desbocara el
corazón y que sus sentidos se tambalearan.
Un hombre sin el cual la vida no tuviese sentido.
— ¡Oh, mamá! —balbuceó, deseando que sus padres no hubiesen muerto
aquella noche.
Deseando…
No sabía qué. Lo único que quería era conseguir algo que le hiciese pensar
en el futuro. Algo que le hiciese feliz; de la misma forma que su padre había hecho
feliz a su madre.
Mordiéndose el labio, Louis cogió el pantalón de cuadros azul marino y
blanco, y salió corriendo de la habitación.
— Aquí tienes —dijo arrojándole la prenda a Harry y saliendo a toda prisa
hacia el cuarto de baño, en mitad del pasillo. No quería que él fuese testigo de sus
lágrimas. No volvería a mostrarse vulnerable delante de un hombre.
Harry cambió la toalla por los pantalones y se fue tras Louis. Había cerrado
de un portazo la puerta más cercana a la habitación donde él se encontraba.
— Louis —lo llamó mientras abría la puerta con suavidad.
Se quedó paralizado al verlo llorar. Estaba en mitad de un cuarto de aseo
extraño, con dos lavamanos incrustados en la pared y una encimera blanca en la
cual se apoyaba. Se había tapado la boca con una toalla, en un intento de sofocar
sus desgarradores sollozos.
A pesar de su severa educación y de los dos mil años de autocontrol, Harry
se vio arrastrado por una oleada de compasión. Louis lloraba como si alguien le
hubiese roto el corazón.
Y eso lo hacía sentirse incómodo. Inseguro.
Apretando los dientes, alejó aquellos insólitos sentimientos. Si algo había
aprendido durante su infancia era a no ahondar en los problemas de los demás,
porque nunca traía nada bueno. No había que cuidar de nadie más que de uno
mismo. Cada vez que había cometido el error de interesarse por alguien, lo había
pagado con creces.
Además, en esta ocasión no había tiempo. Nada de tiempo.
Cuanto menos tuviese que ver con las emociones y la vida de Louis, más
fácil le resultaría volver a soportar su confinamiento.
Y, entonces, las palabras de Louis lo golpearon con fuerza, justo en mitad del
pecho. Él lo había definido a la perfección: no era más que un gato dedicado a
conseguir placer y después marcharse.
Se aferró con fuerza al tirador de la puerta. No era un animal. Él también tenía
sentimientos.
O, al menos, solía tenerlos.
Antes de que pudiese reconsiderar sus acciones, entró en la estancia y lo
abrazó. Louis le rodeó la cintura con los brazos y se apoyó en él como si se tratara
de un salvavidas, mientras enterraba la cara en su pecho desnudo y sollozaba. Todo
su cuerpo temblaba.
Algo muy extraño se abrió paso en el interior de Harry. Un profundo anhelo
que no sabía muy bien como definir.
Jamás en su vida había consolado a una persona que lloraba. Se había
acostado con tantas que no podía recordarlo; pero nunca, jamás, había abrazado a
una persona como estaba abrazando a Louis. Ni después de hacer el amor. Una vez
acababa con su pareja de turno, se levantaba, se limpiaba y buscaba algo con qué
entretenerse hasta que fuese requerido de nuevo.
Incluso antes de la maldición, jamás había demostrado ternura por nadie. Ni
por su esposa.
Como soldado, había sido entrenado desde que tenía uso de razón para
mostrarse feroz, frío y duro.
«Vuelve con tu escudo, o sobre él». Ésas fueron las palabras de su madrastra
el día que lo agarró del pelo y lo echó de su casa para que comenzara el
entrenamiento militar, a la tierna edad de siete años.
Su padre había sido aún peor. Un legendario comandante espartano que no
toleraba muestras de debilidad. Ni de emoción. El tipo se había encargado, látigo en
mano, de que la infancia de Harry llegase a su fin, enseñándolo a ocultar el dolor.
Nadie podía ser testigo de su sufrimiento.
Hasta el día de hoy, aún podía sentir el látigo sobre la piel desnuda de su
espalda, y escuchar el sonido que hacía el cuero al cortar el aire entre golpe y golpe.
Podía ver la burlona mueca de desprecio en el rostro de su padre.
— Lo siento —murmuró Louis sobre su hombro, devolviéndole al presente.
Louis alzó la cabeza para poder mirarle. Tenía los ojos azules brillantes por las
lágrimas y parecían resquebrajar la capa que recubría su corazón, congelado desde
hacía siglos por necesidad y por obligación.
Incómodo, Harry se alejó de él.
— ¿Te sientes mejor?
Louis se limpió las lágrimas y se aclaró la garganta. No sabía por qué había
ido Harry tras él, pero había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien
lo consoló mientras lloraba.
— Sí —murmuró—. Gracias.
Harry no respondió.
En lugar de ser el hombre tierno que lo abrazaba instantes antes, había vuelto
a ser el Señor Estatua; todo su cuerpo estaba rígido y no daba muestras de
emoción.
Dejando escapar un suspiro iracundo, y pasó a su lado.
— No me habría puesto así si no estuviese tan cansado y quizás todavía un
poco achispado. Necesito dormir.
Sabía que Harry iría tras él, así que volvió resignadamente a su habitación y se
metió en la cama de madera de pino, acurrucándose bajo el grueso edredón. Sintió
cómo el colchón se hundía bajo el peso de Harry un instante después.
Su corazón se aceleró ante la repentina calidez del cuerpo del hombre junto al
suyo. Y la cosa empeoró cuando él se acurrucó a su espalda y le pasó una larga y
musculosa pierna sobre la cintura.
— ¡Harry! —gritó con una nota de advertencia al sentir su erección contra la
cadera—. Creo que sería mejor que te quedaras en tu lado de la cama, mientras yo
me quedo en el mío.
No pareció prestar atención a sus palabras, puesto que inclinó la cabeza y
dejó un pequeño rastro de besos sobre su cuello.
— Pensaba que me habías llamado para aliviar el dolor de tus partes bajas —
le susurró en el oído.
Con el cuerpo al rojo vivo debido a su proximidad, y al aroma a sándalo que le
embotaba la cabeza, Louis se sonrojó al escucharle repetir las palabras que le
dijera a Niall.
— Mis partes bajas se encuentran en perfecto estado, y muy felices tal y
como están.
— Te prometo que yo conseguiré que estén mucho, mucho más felices.
¡Oh!, no le cabía la menor duda.
— Si no te comportas, te echaré de la habitación.
Entonces lo miró y vio la incredulidad reflejada en los ojos verdes.
— No entiendo por qué vas a echarme —le dijo.
— Porque no voy a utilizarte como si fueses un muñeco sin nombre, que no
tiene más razón de ser que servirme. ¿De acuerdo? No quiero tener ese tipo de
intimidad con un hombre al que no conozco.
Con una mirada preocupada, Harry se apartó finalmente de él y se tumbó
en la cama.
Louis respiró profundamente para intentar que su acelerado corazón se
relajara, y poder apagar el fuego que le hacía hervir la sangre. Resultaba muy duro
decirle que no a este hombre.
¿Crees realmente que vas a ser capaz de dormir con este tipo a tu lado? ¿Es
que tienes una piedra por cerebro?
Cerró los ojos y recitó su aburrida letanía. Tenía que dormir. No había sitio
para los «y si…» ni para los «pero…». Ni tampoco para Harry.
Harry colocó las almohadas de modo que le sirvieran de respaldo, y miró a
Louis. Ésta iba a ser, en su excepcionalmente larga vida, la primera vez que pasara
una noche junto a alguien sin hacerle el amor.
Era inconcebible. Nadie lo había rechazado antes.
Louis se dio la vuelta en aquel momento y le dio un mando a distancia, como el
que le había enseñado en la sala. Apretó un botón y encendió la televisión, después
bajó el volumen de la gente que hablaba.
— Esto es para la luz —dijo apretando otro botón. De inmediato, las luces se
apagaron, dejando que fuera el televisor el que iluminara débilmente las sombras de
la habitación—. No me molestan los ruidos, así es que no creo que me despiertes —
le dio el mando a distancia—. Buenas noches, Harry Styles.
— Buenas noches, Louis —susurró observando como se acurrucaba para dormir.
Dejó el mando a un lado y, durante un buen rato, se dedicó a mirarlo mientras
la luz procedente del televisor parpadeaba sobre los relajados ángulos de su rostro.
Supo el momento exacto en el que se durmió, por la uniformidad de su
respiración. Sólo entonces se atrevió a tocarlo. Se atrevió a seguir con la yema de
un dedo la suave curva de su pómulo.
Su cuerpo reaccionó con tal violencia que tuvo que morderse el labio para no
soltar una maldición. El fuego se había extendido por su sangre.
Había conocido numerosos dolores durante toda su vida: primero el dolor de
estómago cuando necesitaba comer, después la sed de amor y respeto, y por último
el dolor exigente de su miembro cuando ansiaba la humedad resbaladiza del cuerpo
de una persona. Pero jamás, jamás, había experimentado algo semejante a lo que
sentía ahora.
Era un hambre tan voraz, una sensación tan potente, que amenazaba hasta
su cordura.
Sólo podía pensar en separarle los cremosos muslos y hundirse
profundamente en él. En deslizarse dentro y fuera de su cuerpo una y otra vez,
hasta que ambos alcanzaran el clímax al unísono.
Pero eso jamás llegaría a suceder.
Se alejó de él a una distancia prudente, desde donde no pudiese oler su
suave aroma, ni sentir el calor de su cuerpo bajo el edredón.
Podría proporcionarle placer durante días, sin detenerse, pero él jamás
encontraría la paz.
— Maldito seas, Príapo —gruñó. Era el dios que le había maldecido,
hundiéndolo en este miserable destino—. Espero que Hades te esté dando lo que te
mereces.
Una vez aplacada su ira, suspiró y se dio cuenta que las Parcas y las Furias
se estaban encargando de lo propio con él.
Louis se despertó con una extraña sensación de calidez y seguridad. Un
sentimiento que no había experimentado desde hacía años.
De pronto, sintió un beso muy dulce sobre los párpados, como si alguien
estuviese acariciándola con los labios. Unas manos fuertes y cálidas le tocaban el
pelo.
¡Harry!
Se incorporó tan rápido que se golpeó con su cabeza. Hasta sus oídos llegó
el gemido de dolor de Harry. Frotándose la frente, abrió los ojos y vio que él lo
observaba con el ceño fruncido y obviamente molesto.
— Lo siento —se disculpó mientras se sentaba—. Me sobresaltaste.
Harry abrió la boca y se tocó los dientes con el pulgar para comprobar si el
golpe los había aflojado.
Aquello fue peor aún para Louis, puesto que no pudo evitar contemplar el
roce de su lengua sobre los dientes. Y la visión de esos blanquísimos dientes,
increíblemente rectos, que a ella le gustaría tener mordisqueándole…
— ¿Qué quieres para desayunar? —le preguntó para alejarse un poco de sus
pensamientos.
La mirada de él descendió.
Siguiendo la dirección de sus ojos, Louis se dio cuenta de que, desde donde él
estaba sentado, podría ver todo su cuerpo.
Antes de que pudiera moverse, Harry tiró de él, hasta sentarlo sobre sus
muslos y reclamó sus labios.
Louis gimió de placer bajo el asalto de su boca, mientras su lengua le hacía
las cosas más escandalosas. La cabeza comenzó a girarle con la intensidad del
beso y con el cálido aliento de Harry mezclándose con el suyo.
Y pensar que nunca le había gustado besar…
¡Debía estar loco!
Los brazos de Harry intensificaron su abrazo. Miles de llamas lamían su
cuerpo, encendiéndolo e incitándolo, mientras se agrupaban en una zona: entre las nalgas, donde quería tenerle.
Sus labios lo abandonaron para trazar con la lengua un rastro hasta su
garganta, dibujando húmedos círculos sobre el mentón, el lóbulo de la oreja y
finalmente el cuello.
¡El tipo parecía conocer todas las zonas erógenas del cuerpo!
Mejor aún, sabía cómo usar las manos y la lengua para masajearlas hasta
obtener el máximo placer.
Exhaló el aire suavemente sobre su oreja y, de inmediato, un escalofrío lo
recorrió de arriba a abajo; cuando pasó la lengua por el lóbulo, todo su cuerpo
comenzó a temblar.
Un hormigueo le recorrió el pecho, que al instante hizo que sus pezones se endurecieran,
sobresaliendo como duros montículos que clamaban por ser besados.
— Harry —gimió, incapaz de reconocer su voz. Su mente le pedía que se
detuviera, pero las palabras se quedaron atravesadas en la garganta.
Había mucho poder en sus caricias. Mucha magia. Le hacía ansiar,
dolorosamente, mucho más.
Se dio la vuelta con Louis en brazos y lo aprisionó contra el colchón. Incluso a
través del pijama, Louis percibía su erección, su miembro duro y ardiente que
presionaba sobre la cadera, mientras con las manos le aferraba las nalgas y
respiraba entrecortadamente junto a su oreja.
— Tienes que parar —consiguió decirle al fin con voz débil.
— ¿Parar el qué? —le preguntó—. ¿Esto? —y trazó con la lengua el laberinto
de su oreja. Louis siseó de placer. Los escalofríos se sucedían y, como si se tratase
de ascuas al rojo vivo, abrasaban cada centímetro de su piel. Sus pezones se
endurecieron aún más bajo el cuerpo de Harry—. ¿O esto? —e introdujo una mano
bajo la cinturilla elástica de sus bóxers para tocarle donde más lo deseaba.
Louis se arqueó en respuesta a sus caricias y clavó los dedos en las sábanas
ante la sensación de sus manos entre las piernas. ¡Dios, este hombre era increíble!
Harry comenzó a acariciar en círculos su miembro, utilizando un solo
dedo, haciendo que se consumiera antes de introducirle dos dedos hasta el fondo en su entrada.
Mientras rodeaba, acariciaba y atormentaba su interior, comenzó a
masajearle muy suavemente su miembro con el pulgar.
— ¡Ooooh! —gimió Louis, echando la cabeza hacia atrás por la intensidad
del placer.
Se aferró a Harry, mientras él continuaba su implacable asalto utilizando sus
manos y su lengua, dándole placer. Totalmente fuera de control, Louis se frotaba de
forma desinhibida contra él, ansiando su pasión, sus caricias.
Harry cerró los ojos y saboreó el olor del cuerpo de Louis bajo el suyo; la
sensación de sus brazos envolviéndolo. Era suyo. Podía sentirle temblar y latir
alrededor de su mano, mientras su cuerpo se retorcía bajo sus caricias.
En cualquier momento llegaría al clímax.
Con ese pensamiento ocupando su mente por completo, le quitó la camisa e
inclinó la cabeza hasta atrapar un duro pezón y succionar suavemente toda la
areola, deleitándose en la sensación de la rugosa piel bajo su lengua.
No recordaba que una persona supiese tan bien como él.
Su sabor se le quedaría grabado a fuego en la mente, jamás podría olvidarlo.
Y estaba completamente preparado para recibirlo: ardiente, húmedo y muy
estrecho; exactamente como a él le gustaba.
Rasgó de un tirón la pequeña prenda que se ceñía a las caderas de Louis, y
que le impedía un acceso total a aquel lugar que se moría por explorar
completamente.
Y en toda su profundidad.
Louis escuchó cómo rompía los bóxers, pero no fue capaz de detenerlo. Su
voluntad ya no le pertenecía; había sido engullida por unas sensaciones tan
intensas, que lo único que quería era encontrar alivio.
¡Tenía que conseguirlo!
Alzando los brazos, enterró las manos en el pelo de Harry, incapaz de
permitir que se alejara, aunque sólo fuese por un segundo.
Harry se quitó los pantalones a tirones y le separó las nalgas.
Con el cuerpo envuelto en puro fuego, Louis aguantó la respiración mientras
él colocaba su largo y duro cuerpo entre su entrada.
La punta de su miembro presionaba justo sobre el centro de su entrada.
Louis se acercó aún más, aferrándose a sus amplios hombros.
Deseaba sentirlo dentro con una desesperación tal, que desafiaba a todo
entendimiento.
Y de repente, sonó el teléfono.
Louis dio un respingo al escucharlo, y su mente recobró repentinamente el
control
— ¿Qué es ese ruido? —gruñó Harry.
Agradecido por la interrupción, Louis salió como pudo de debajo de Harry; le
temblaban las piernas y le ardía todo el cuerpo.
— Es un teléfono —dijo, antes de inclinarse hacia la mesita de noche y coger
el auricular.
La mano no dejaba de temblarle mientras se lo acercaba a la oreja.
Lanzando una maldición, Harry se puso de lado.
— Niall, gracias a Dios que eres tú —dijo Louis, tan pronto como escuchó
su voz. ¡En ese momento agradecía muchísimo la habilidad que tenía Niall de
saber el momento preciso en que llamar!
— ¿Qué pasa? —preguntó su amigo.
— Deja de hacer eso —le espetó a Harry que, en ese instante, se dedicaba a
lamerle las nalgas en un movimiento descendente…
— Pero si no estoy haciendo nada —le dijo Niall.
— Tú no, Niall.
El silencio cayó sobre el otro extremo de la línea.
— Escucha —le dijo Louis a Niall con una dura advertencia en la voz—.
Necesito que busques entre la ropa de Bill y traigas unas cuantas cosas. Ahora.
— ¡Funcionó! —el agudo chillido estuvo a punto de perforarle el tímpano—.
¡Ay, Dios mío! ¡Funcionó!, ¡no puedo creerlo! ¡Voy para allá!
Louis colgó el teléfono justo cuando la lengua de Harry bajaba desde sus
nalgas hacia…
— ¡Para ya!
Él se echó hacia atrás y lo miró con el ceño fruncido, estupefacto.
— ¿No te gusta que te haga eso?
— Yo no he dicho eso —contestó antes de poder detenerse.
Harry se acercó de nuevo a él.
Louis bajó de un salto de la cama.
— Tengo que irme a trabajar.
Harry se apoyó en un brazo, tendido sobre un costado, y lo observó mientras
recogía los pantalones del pijama y se los arrojaba. Los agarró con una mano
mientras sus ojos se movían, perezosamente, sobre el cuerpo de Louis.
— ¿Por qué no llamas para decir que estás enfermo?
— ¿Que estoy enfermo? —repitió—. ¿Y tú cómo conoces ese truco?
Él se encogió de hombros.
— Ya te lo he dicho. Puedo escuchar mientras estoy encerrado en el libro. Por
eso puedo aprender idiomas y entender los cambios en la sintaxis.
Con la misma elegancia de una pantera que se endereza tras estar
agazapada, Harry apartó el edredón y salió lentamente de la cama. No llevaba los
pantalones. Y su miembro estaba totalmente erecto.
Hipnotizado, Louis fue incapaz de moverse.
— No hemos acabado —dijo él con la voz ronca, mientras se acercaba a Louis
— ¡Pues claro que sí! —le contestó Louis, y huyó al cuarto de baño,
encerrándose allí tras echar el pestillo a la puerta.
Con los dientes apretados, Harry tuvo la repentina necesidad de golpearse la
cabeza contra la pared de tan frustrado como se sentía. ¿Por qué tenía que ser tan
testarudo?
Se miró el miembro rígido y soltó un juramento.
— ¿Y tú no puedes comportarte durante cinco minutos al menos?
Louis se dio una larga ducha fría. ¿Qué tenía Harry que hacía que su sangre
literalmente hirviera? Incluso ahora podía sentir el calor de su cuerpo sobre él.
Sus labios sobre…
— ¡Para, para, para!
No era un ninfómana sin control sobre sí mismo. Era una licenciado en
Filosofía, con un cerebro; y sin hormonas.
Pero aun así, sería extremadamente fácil olvidarse de todo y pasar todo el
mes en la cama con Harry.
— Muy bien —se dijo a sí mismo—. Supongamos que te metes en la cama
con él un mes. Y luego, ¿qué? —Se enjabonó el cuerpo mientras la irritación
desvanecía los últimos rescoldos de su deseo—. Yo te diré qué pasará después. Él
se irá y tú, colega, te quedarás solo otra vez.
» ¿Te acuerdas de lo que ocurrió cuando Paul se marchó? ¿Te acuerdas de
cómo te sentías cuando te paseabas por la habitación, con el estómago revuelto
porque habías permitido que te utilizara? ¿Te acuerdas de la humillación que
sentías?
Pero aún peor que esos recuerdos, era la imagen de Paul burlándose de él
a carcajadas con sus amigos, mientras recogía el dinero de la apuesta. Cómo
deseaba poder abrir la puerta de su apartamento de una patada y golpearlo hasta hacerlo pedazos.
No, no dejaría que nadie más lo utilizara.
Le había costado años superar la crueldad de Paul, y no tenía ningún deseo
de arruinar lo que había conseguido por un capricho. ¡Aunque fuese un fabuloso
capricho!
No, no y no. La próxima vez que se entregara a un hombre, sería con uno que
estuviese unido a ella. Alguien que lo cuidara.
Alguien que no dejase a un lado su dolor y continuase usando su cuerpo
buscando su propio placer, como si él no importara nada —pensaba, mientras los
recuerdos reprimidos regresaban a la superficie. Paul se había comportado como si
él no hubiese estado presente. Como si no hubiese sido más que un muñeco sin
emociones, diseñado sólo para proporcionarle placer.
Y no estaba dispuesto a dejar que lo volviesen a tratar así, especialmente si
se trataba de Harry.
Jamás.
Harry bajó las escaleras, maravillado por la brillante luz del sol que entraba
por las ventanas. Le resultaba divertido el hecho de que la gente diese por sentado
esos pequeños detalles. Recordaba la época en la que no se fijaba en algo tan
simple como una mañana soleada.
Y ahora, cada una de ellas era un verdadero regalo de los dioses. Un regalo
que tenía toda la intención de degustar durante el mes que tenía por delante, hasta
que estuviese obligado a regresar a la oscuridad.
Con el corazón agobiado, se dirigió a la cocina, hacia el armario donde Louis
guardaba la comida. Al abrir la puerta le sorprendió la frialdad. Alargó la mano y dejó
que el aire frío le acariciara la piel. Increíble.
Sacó varios recipientes, pero no pudo leer las etiquetas.
— No comas nada que no puedas identificar —se recordó a sí mismo,
mientras pensaba en algunas de las asquerosidades que había visto a la gente
comer a lo largo de los siglos.
Se inclinó hacia delante y rebuscó hasta encontrar un melón en uno de los
cajones inferiores. Lo llevó a la encimera del centro de la cocina, cogió un cuchillo
largo del soporte, donde Louis tenía al menos una docena de ellos, y lo partió por la
mitad.
Cortó un trozo y se lo introdujo en la boca.
Cuando el delicioso jugo inundó sus papilas gustativas, gruñó de satisfacción.
La dulce pulpa hizo que su estómago rugiera con una feroz exigencia. La garganta le
pedía, con una sensación cercana al dolor, que le proporcionara un poco más de
aquel relajante dulzor.
Era tan estupendo volver a tener comida… Tener algo con lo que apagar la
sed y el hambre.
Antes de poder detenerse, dejó el cuchillo a un lado y comenzó a partir el
melón con las manos, llevándose los trozos a la boca tan rápido como podía.
¡Por los dioses!, estaba tan hambriento… Tenía tanta sed…
No fue consciente de lo que hacía hasta que se descubrió desgarrando la
cáscara.
Se quedó paralizado al ver sus manos cubiertas con el jugo del melón, y los
dedos curvados como las garras de cualquier animal.
«Date la vuelta, Harry y mírame. Ahora sé un buen chico y haz lo que te
ordeno. Tócame aquí. Mmm… sí, eso es. Buen chico, buen chico. Házmelo bien y te
traeré de comer en un momento.»
Harry se encogió de temor ante la repentina invasión de los recuerdos de su
última invocación. No era de extrañar que se comportara como un animal; le habían
tratado como tal durante tanto tiempo que apenas recordaba cómo ser un hombre.
Al menos, Louis no le había encadenado a la cama.
Todavía.
Asqueado, echó un vistazo alrededor de la cocina, mientras daba gracias
mentalmente por el hecho de que Louis no hubiese presenciado su pérdida
momentánea de control.
Con la respiración entrecortada, cogió la mitad del melón y lo echó al
recipiente donde había visto a Louis tirar la basura la noche anterior. Después, abrió
el grifo del fregadero y se lavó para desprenderse de la pegajosa pulpa.
Tan pronto como el agua fresca le rozó la piel, suspiró de placer. Agua. Fría y
pura. Era lo que más echaba de menos durante su confinamiento. Lo que más
anhelaba, hora tras hora, mientras su reseca garganta ardía de dolor.
Dejó que el agua se deslizara por su piel antes de capturarla con las manos
ahuecadas y beber directamente de ellas. Se chupó los dedos. Era
maravillosamente relajante la sensación de sentir el frescor en la boca y después
notar cómo bajaba por la garganta, calmando su sed. Lo único que deseaba en ese
momento era meterse en el fregadero y dejar que el agua se deslizara por todo su
cuerpo.
Dejar que…
Escuchó que alguien golpeaba suavemente la puerta y, al instante, un ruido
de pasos que descendían por la escalera. Cerró el grifo y cogió el trapo seco que
había junto al fregadero para secarse las manos y la cara.
Cuando volvió a la encimera para recoger los restos del melón, reconoció la
voz de Niall.
— ¿Dónde está?
Harry agitó la cabeza ante el entusiasmo del amigo de Louis. Eso era lo
que había esperado de Louis.
Los dos entraron a la cocina. Harry alzó la mirada y se encontró con
unos ojos azules.
— ¡Jesús, María y José! —balbució Niall.
Louis cruzó los brazos sobre el pecho, en sus ojos brillaba una mezcla de ira
y diversión.
— Harry, él es Niall.
— ¡Jesús, María y José! —repitió su amigo.
— ¿Niall? —preguntó Louis, moviendo la mano ante los ojos de su
boquiabierto amigo, que ni siquiera parpadeó.
— ¡Jesús, Ma…!
— ¿Vas a dejarlo ya? —la reprendió Louis.
Niall dejó que la ropa que llevaba en las manos cayera directa al suelo y
dio una vuelta completa alrededor de Harry para poder ver su cuerpo desde todos
los ángulos. Sus ojos comenzaron por la cabeza y descendieron hasta los dedos de
los pies.
Harry apenas pudo suprimir la ira ante semejante escrutinio.
— ¿Te gustaría mirarme los dientes tal vez, o prefieres que me baje los
pantalones para que puedas inspeccionarme más a gusto? —le preguntó con más
malicia de la que había pretendido en un principio. Después de todo, él estaba,
técnicamente, de su parte.
Si cerrase la boca y dejara de mirarlo de aquel modo… Nunca había
soportado ser el centro de esas desmedidas muestras de atención.
Niall alargó la mano, inseguro, para tocarle el brazo.
— ¡Uuuh! —se burló él, consiguiendo que Niall diera un respingo.
Louis soltó una carcajada.
Niall frunció el ceño y les dedicó a ambos una furiosa mirada.
— Muy bien, ¿están intentando reírse de mí?
— Te lo mereces —le dijo Louis mientras cogía un trozo de melón recién
cortado por Harry y se lo llevaba a la boca—. Por no mencionar que tú vas a
ocuparte de él durante el día de hoy.
— ¿Qué? —preguntaron Harry y Niall al unísono.
Louis se tragó el bocado.
— Bueno, no puedo llevarlo conmigo a la consulta, ¿no?
Niall sonrió con malicia.
— Apuesto a que Lisa y tus pacientes femeninas estarían encantadas.
— Exactamente igual que el chico que tiene cita a las ocho. No obstante, no
creo que fuese muy productivo.
— ¿No puedes cancelar las citas? —preguntó Niall.
Harry estuvo de acuerdo. No le apetecía en absoluto mostrarse en un sitio
público. La única parte de la maldición que encontraba remotamente tolerable era el
hecho de que la mayoría de sus invocadoras lo mantenían oculto en sus estancias
privadas o en los jardines.
— Sabes perfectamente por qué —contestó Louis—. No tengo un maridito
abogado que me mantenga. Además, no creo que a Harry le guste quedarse solo en
casa todo el día, sin nada que hacer. Estoy seguro de que le encantará salir y
conocer la ciudad.
— Preferiría quedarme aquí contigo —dijo Harry.
Porque lo que realmente le apetecía era verlo retorcerse otra vez bajo su
cuerpo, mientras lo hacía chillar de placer.
Louis quedó atrapado en su mirada, y Harry reconoció el deseo que brillaba
en las profundidades azules de sus ojos. En ese instante, descubrió lo que se
proponía. Se iba a trabajar para evitar quedarse a solas con él.
Bien, tarde o temprano tendría que regresar a casa.
Y, entonces, sería suyo.
Y una vez se rindiera, iba a demostrarle la resistencia y la pasión que poseía
un soldado Macedonio entrenado en el ejército Espartano.
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
hduishdasnjda yo tambien adoro esta saga!! xDCindhy Parthenopeaus. escribió:JULIAN DE MACEDONIA!!!!!!!!!!!!!!! Adoro esa saga, acabo de terminar de leer Archeron, como llore, es hombre. Aunque mas sufrió Zarek, mis pobres bebeses.
Síguela, sera interesante leer esto con ellos.
mi libro preferido es este el primero
pero me gustan todos :D
bueno los que he leido xD
ya la segui :)
Ángel J.D
Re: El Dios del Placer-Larry Stylinson (HOT)-TERMINADA
Okey ya no se que decir para describir la perfeccion de esta novela x.x
Es tan...tan askljdlakdlsjd.
A Louis lo usaron, ahora las cosas estan mas claras. No es que no desea A Harry, simplemente no quiere volver a salir lastimado.
Aw cosita...
Y Harry...merece amor D: esto me rompe el corazon XD
Por favor siguela pronto
Xx
Es tan...tan askljdlakdlsjd.
A Louis lo usaron, ahora las cosas estan mas claras. No es que no desea A Harry, simplemente no quiere volver a salir lastimado.
Aw cosita...
Y Harry...merece amor D: esto me rompe el corazon XD
Por favor siguela pronto
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