Summer. {One Direction y tú}

Un suspiro entristecido se escapa de entre mis labios, y su pongo que ha de ser bastante abrumador como para que mi madre tuviese que salir de la cocina.
Observo mi cuenco repleto de cereales de colores y lo revuelvo una vez más. Hoy no me ha venido con premio.
Cuando tenía diez años, cada uno de mis hermanos y yo nos comprábamos cajas y cajas de cereales solo por el juguete que traía dentro. Supongo que en ese periodo de tiempo varias cosas han cambiado.
Varias.
Termino de revolver cuando el estómago amenaza con echar lo último que comí ayer por la noche, que no fue más que media manzana roja. No estaba de ánimos para comer, de hecho, no lo he estado en una semana y eso parece preocupar a todos por aquí.
Mi madre está gran parte del día conmigo; me hace baños de spa y me lleva de compras al menos dos veces a la semana.
Mis hermanos han vuelto y la verdad, es lo único que me ha hecho sonreír los últimos días. Se la pasan consintiéndome y me han abrazado más de lo que lo han hecho durante todas sus vidas.
Marina está preocupada, pero no estoy segura que sea por mí. Se la pasa corriendo de un lado a otro, azotando puertas, haciendo llamadas. Es lo más extraño que jamás le haya visto.
Y los chicos…
No está de más decir que ni siquiera me he dado una vuelta por su casa desde el incidente de la semana pasada. Tampoco devuelvo las llamadas ni contesto los mensajes.
Louis dice que están muy asustados, pero que se quedan más tranquilos cuando él mismo les confirma que estoy recuperándome, aunque sea mentira.
Él viene todos los días, trae todas las temporadas de Grey’s Anatomy y un tarro de helado que solo él come.
De Niall no sé nada y así es como me gusta. De hecho, a veces intento preguntarle sobre él, pero no consigo que las palabras salgan de mi boca.
Tengo problemas de concentración todo el día y en la escuela me está yendo pésimo. Por suerte, esta misma semana el último año quedará sentado como “finalizado”.
Y de hecho, eso es lo que menos quiero. Justo ahora, que el baile es el viernes. Mañana.
Y no tengo con quien ir.
He decidido que, por más masoquista que parezca, mis sábanas estarán más felices de tenerme aquí que mis propios compañeros. Y yo siento lo mismo.
Relamo mis labios resecos, tiro la cuchara y me salpico la mejilla con leche azucarada.
Si Niall estuviera aquí, me hubiera lamido la mejilla con tal de no desperdiciar dos ínfimas gotas de leche.
Si Niall estuviera aquí…
Es todo lo que he pensado durante estos últimos días. No puedo sacarme de la cabeza cada cosa que él haría si estuviera aquí.
Pero no. No está.
Unos pasos acelerados, seguidos de un suspiro poco esperanzador se oyen detrás de mí.
–Maddie, termínate el cuenco, por favor –ruega mi madre y se sienta a mí lado, en la isla.
Ni siquiera volteo a mirarle, porque sé que me pondrá cara de perrito degollado y me hará tragarme el cereal.
–Lo siento –me encojo de hombros, pero en realidad no me importa. Apuesto a que en este momento mi expresión es ida.
–Mad, escúchame. No puedes dejar de comer, dormir todo el día o esconderte bajo las sábanas. ¡Tus amigas han dejado más de diez mensajes invitándote a salir y tú no les respondes! No me vengas con que no los has oído porque sé muy bien que…
–Sí, madre, sí los he oído –le interrumpo y me desparramo en la silla.
–Maddie, hija, no quiero verte así. Si hay algo que yo pudiera hacer…
–Abrazarme, tenerme paciencia y no obligarme a nada que no quiera. Es lo único que puedes hacer –supongo que esperaba algo más de mí, pero le ha sido suficiente como para chistar la lengua, asentir y atraerme a sí–. Gracias.
–Te amo, ¿te lo he dicho? –sonrío un poco.
–Y yo a ti.
–Creo que deberías dejar de verlo –suelta de repente. Frunzo levemente el ceño, me suelto de su abrazo y aún con nuestras manos entrelazadas, aprieto los labios en una fina línea temiendo lo que viene después–. Sí, a Louis.
–Mamá…
–No, Maddie, piénsalo. Yo sé que te quiere y que tú lo quieres a él, pero el verle solo te hace recordar a Niall y eso te causa más daño.
– ¡Para ya! –exclamo y me suelto violentamente de su agarre.
–Solo te aconsejo, porque, si pudiste dejar de ver a los demás, también podrás con él.
Pero no. No es cierto. Louis tiene algo especial. Un “no sé qué”.
No puedo alejarlo de mí.
Mi madre me besa la frente, se seca las manos frías con un repasador y justo después de revolearlo por quién sabe dónde, se dirige a la sala. Me he quedado con mí soledad una vez más, y sé siente mejor así que acompañada de gente que quiere verme sonreír.
Nadie es capaz de entender que no quiero hacerlo.
Luego de lavar el cuenco y dejarlo en su lugar, subo las escaleras corriendo y me encierro en mi habitación. Pero esta vez no para llorar, si no para meditar. Para reflexionar que voy a hacer.
Me siento en mi cama como indio, tomo mi rostro entre mis manos, bajo la cabeza y cierro los ojos.
Y sí así es, como mi madre dijo, debería alejarme lo más posible de ellos. Quizás, hasta debería dejar de hablarles de por vida. Pero, ¿qué pasaría con todo lo demás? ¿todo eso que nunca dijimos, pero que aún sentimos?
¡Y nuestra amistad! Estaría… acabada. Pisoteada y escupida.
¿Y todo eso para olvidarme de un amor que resultó no serlo?
Pues sí.
Dos toques consecutivos a mi puerta me desconcentran y ruego porque no sea Louis quién llama. Me levanto, quito el cerrojo y las tres entran en tropa.
Marina, Javiera y Camila.
Vienen las tres con las pijamas que les regalé hace un mes, el cabello enmarañado y un aspecto fatal. Peor que el mío, me atrevo a decir.
Alzo las cejas y espero por una explicación.
–Si tú no vas a salir, entramos nosotras. Ahora somos tus compañeras de depresión –dice Marina simplemente, y una risotada me quema la garganta.
– ¿Qué? –pregunto incrédula.
–Como lo has oído –me confirma. Asiento divertida, me recuesto en la cama y estiro los brazos.
–Será divertido –murmuro, una sonrisilla torpe escapándose de mis labios.
–Bueno, tengo muchas cosas que contarles… –salta Javiera, chillando como una loca.
–Esto no tiene aspecto de depresión –digo.
–Tú estás depresiva, no nosotras –suspiro y ruego porque salgan lo más pronto de mi habitación, pero parecen no tener intención alguna de abandonar la misión.
–Harry me ha invitado a salir –comenta Javiera casualmente, y mientras todas chillan, me tomo mi tiempo para levantar las cejas y asimilar sus palabras.
Louis me ha mentido.
Ya veo cuán preocupados están. Y yo aquí, martillándome la cabeza y pensando en nuestra amistad, cuando para ellos vale tan poco como un centavo.
>>No es algo formal, ha dicho algo como salir a un parque y dar una vuelta o algo así. La verdad es que no lo oí muy bien porque estaba demasiado emocionada. Pero no es nada que Maddie no pueda arreglar, ¿no? –espabilo cuando me menciona y volteo a verle–. Que si puedes preguntarle a Harry a dónde iremos.
–Javi… Maddie no se habla con Harry desde hace días –interfiere Marina en un susurro. Y me sabe a penoso.
–No sabía que te gustara Harry –le digo para atraer su atención.
–Desde hace mucho, pero temía decírtelo porque no sabía cómo reaccionarías. No te preocupes, ninguna de ellas lo sabía. Es pura primicia, cariño –me guiña y sonríe, pero yo no entiendo la gracia. Parece que esconder las cosas está de moda y nadie se ha quedado atrás.
–Vuelvo en un momento –anuncio y sin esperar respuesta, salgo de mi habitación y bajo trotando.
Mi madre, quien me ve mientras dobla la ropa, se sonríe seguramente pensando en que he recuperado mi energía habitual.
–Ma, ¿tienes idea de cuándo debemos estar en Standford? –la he pillado por sorpresa, porque enseguida deja todo de lado y me conduce al sillón, confusa.
–En dos o tres semanas comienzan las clases, ¿por qué?
–Estaba pensando en ir antes. Digo, para conocer más de California y familiarizarme con el campus antes de que comiencen las clases –le digo, pero no parece convencida. De hecho, me dirige una mirada estuporosa que cambia por una sonrisa después de varios minutos.
– ¿Estás considerando lo de alejarte de Louis?
–No es necesario que yo lo haga, en realidad, se ve que muy pronto lo hará él. Yo solo le daré un empujón y me iré de aquí. ¿Qué dices? –no vacila, no duda y sonríe de inmediato.
–Me parece una idea excelente, cariño –sonrío, me hecho en sus brazos y cuando caemos en el sillón, la televisión se enciende.
Debemos haber caído sobre el control.
Mtv termina de pasar el vídeo musical de Thriller y el canal informativo pone una foto de Niall y una chica cuya identidad no sé descifrar. Besándose, no, comiéndose.
Mi garganta deja escapar un gemido y tengo que cubrirme la boca con las manos para evitar gritar de más. Mi madre intenta apagarla, pero tomo el mando entre mis manos antes de que pueda. Bufa.
En el pie de la foto se lee claramente “Megan Wonder y Niall Horan, ¿un romance florece?”
Ojalá nunca hubiese leído ese titular, porque ahora sí que me he puesto los pelos de punta. Aprieto la mandíbula, apago el televisor y la sala se sume en un silencio incómodo.
–Hija… –susurra mi madre, pero la ignoro rotundamente. No quiero llorar, pero las lágrimas me queman los ojos. No quiero gritar, pero mi garganta sofoca un grito.
Voy. A. Volverme. Loca.

Las chicas se han ido al centro comercial, más porque las obligué a salir de casa que porque hayan querido. Pero por supuesto, cuando se trata de mi tarjeta de crédito, ninguna presta objeciones. Louis me mandó un mensaje hace menos de diez minutos, en el que ponía que vendría en un santiamén. Ahora, estoy haciendo mis maletas. Las mismas que hice y deshice tantas veces para ir al campo a reencontrarme con ellos, las estoy haciendo ahora para alejarme. Para alejarlos.
Nunca quise ir a Standford, pero debo admitir que nunca había visto una salida tan fácil.
Un rato después tocan el timbre y bajo a abrir trotando.
Un Louis sonriente, con varios dvd’s entre las manos y una bolsa con frituras en la otra entra sin permiso, no sin antes besarme la frente.
–Hola, princesa. Hoy traje varias, pero está la de Alicia porque sé que la amas. Y pasé de camino por la tienda de Abby’s y compré varias patatas, pero me prometes que hoy comes, ¿vale? –se tira en el sofá y se desparrama riendo. ¿Cómo podría hacer yo para alejarme de él?
Suspiro y sonrío después.
–Te he extrañado, Lou –le digo, y me acerco a abrazarlo.
–Yo a ti, linda –Me sonríe–. ¿Has comido hoy?
–Sobre eso…
– ¡Madeleine! Has estado anémica, podrías tener una decaída. ¿Qué te pasa? –no respondo, porque ha sido una pregunta capciosa que se ha arrepentido de hacer.
–Bueno… veamos que películas hay –comienzo a revisarlas, mientras él va abriendo las patatas.
–Los chicos te envían saludos.
Claro, sí.
–Gracias, igual a ellos –respondo con un desinterés desmedido y sigo con lo mío. Pero me detengo un momento cuando recuerdo el extraño comportamiento de Marina–. ¿Está todo bien con Marina? ¿Cómo están yendo las cosas? –bufa.
– ¿En verdad quieres saber? –me encojo de hombros y dejo las películas de lado–. Terrible.
– ¿Y eso?
–No sé. No entiendo que nos pasa. Algo no está funcionando, pero no quiero terminar con ella –asiento y él suspira, recostando su cabeza en mi hombro.
–Lou… Harry… ¿Harry invitó a Javiera a salir? –frunce levemente el entrecejo, sorprendido.
– ¿Bromeas?
–Ella me lo ha dicho.
–Pues Harry no me ha contado nada –asiento confundida y echo la cabeza para atrás.
–Bueno, hay que subir y disfrutar de una tarde de películas –asiento y subimos corriendo, pero no es hasta que entramos en mi habitación y veo todas las maletas desechas que recuerdo que las estaba armando.
Y aquí vamos…
>> ¿Qué es esto?
–Mis maletas –respondo sin rodeos, porque es mejor decir la verdad y ser totalmente directa. Supongo que ha de doler más, y lo sé por experiencia, pero…
– ¿Para qué? ¿te vas de viaje?
–Lou…
–Aguarda, ¿intentas alejarte? –su voz adquiere un matiz repleto de decepción y se toma la cabeza entre las manos cuando no respondo.
–Haré lo que tenga que hacer.
– ¿Y eso qué se supone que significa? –se levanta de la cama con una rapidez inhumana, me grita, se pone fúrico y me observa directo a los ojos.
–Tengo una beca para Standford. Me voy la próxima semana. No quiero seguir retrasándolo.