Summer. {One Direction y tú}

Justo antes de abrir mis ojos sé que Harry aún no se ha levantado. Sus ronquidos estrepitosos resuenan por toda mi habitación y parecen hacer un zumbido mínimo en mis oídos. Suspiro porque ya debería estar resignada después de un mes y medio. Aún me pregunto qué ha sido de su cocina y si algún día podrá usarla de nuevo, o si tendrá que vivir en mi casa cada verano.
Suspiro una vez más.
Cada verano.
Ni siquiera sé si volveré alguna vez. Quizá mi vuelta a las afueras de Liverpool solo fue una salida casual para despejarme de la ciudad, como mi madre bien dijo.
La verdad últimamente estaba poniendo en duda el querer volver. Digo, me he divertido y toda la cosa, pero tengo tanto lío en la cabeza que no sé realmente que es lo que me gustaría.
Suspiro por vez tercera.
Ya no hay tiempo.
Hoy es el último día.
No he cumplido ni uno de mis objetivos este verano. No he caminado descalza por el campo de luciérnagas de noche junto a la compañía agradable de Liam, no he escalado los montes ni he nadado en el lago. Y de hecho, tampoco he conseguido un beso real de parte de Niall.
Ni una caricia, ni una sonrisa. O bueno, una sonrisa sí. Pero una de las amistosas, nada personal.
Me volteo boca arriba y me limito a mirar el techo, porque en momentos como este es lo más interesante que puedo hacer.
Harry se mueve bajo las sábanas y es cuando lo escucho murmurar algún tipo de insulto que me doy cuenta que lo he despertado con mis suspiros penosos.
Se voltea hacia mí quedando acostado sobre su costado izquierdo. Me mira, sonríe y bosteza.
–Buenos días –le digo y le acaricio los rulos.

–Hola –susurra sonriendo.

– ¿Por qué tan feliz? ¿Acaso es que te alivia no ver más mi feo rostro? –ríe y niega.

–Nunca me cansaría de tu feo rostro –entrecierro los ojos y sonríe aún más–. Es sólo que estoy feliz.

–No es normal.

– ¿No puedo ser feliz?

–No puedes ser feliz cuando te he levantado a las –me giro hacia el despertador redondo que se halla sobre mi buró y le digo¬–… 8 am.

–Bueno, pues soy feliz y ya.

–Me alegro por ti.

–Gracias –dice y después ríe. Comienzo a asustarme enserio.

–Y bueno…, ¿qué planes tenemos para hoy, señor Styles? –pregunto.

–Lo primero en la lista es comer panqueques, señorita Des –ahora la que ríe soy yo, porque es lo más absurdo que puede hacer en un día como este. Nuestro último día juntos en quién sabe cuánto.

–Muy bien, espero que tú los prepares.

–Te agradará saber que le pediré a Maura que lo haga por mí –sonrío y asiento, porque ya me lo imaginaba.

–Entonces… ¿cuándo será eso?

–En cuanto salgas de la habitación –alzo las cejas y él ríe.

– ¿Por qué habría de salir de mi propia habitación para que tú te levantes?

–Estoy desnudo.

–Ya –cierro los ojos y hago una mueca de asco ante el pensamiento.

–Mueve tu lindo trasero –frunzo el ceño y abro los ojos para fulminarlo con la mirada. Después salgo de la cama y me estremezco al contacto de mi piel con el aire que se filtra por la ventana. Me pongo mi bata y me calzo las pantuflas de conejito. Ya saben, las súper chic.
Salgo del cuarto y bajo las escaleras dando saltitos.
Una jarra de café negro se halla sobre la mesa y la acompaña un plato lleno de medialunas de manteca.
Gemma y Anne están ahí desayunando.
Me sonríen y les sonrío, nostálgica.
–Buenos días, cariño –dice Anne y me invita a sentarme a su lado con un ademán.

–Buenos días… –le respondo y le doy un mordisco a una medialuna.

– ¿Dónde está Harry? –pregunta Gemma, así que dirijo mi vista hacia ella. Me observa sonriente bajo sus pestañas y bajo sus ojos verdes veo bolsas pronunciadas. No ha tenido una buena noche, al parecer.

–Ha tomado mi habitación –le digo y ella asiente, dándole un bocado a la medialuna.

–Me dijo que te tienen una sorpresa preparada –comenta Anne más sonriente de lo normal. Despega la mirada de la revista que está leyendo para observar mi reacción y la vuelve a posar en el papel insatisfecha.

– ¿Me tienen?

–Los chicos y él –asiento y me sirvo una taza de café hasta la mitad.

–Me pregunto qué será… –dice Gemma, risueña y sé echa un par de miraditas con su madre. Al final, ambas sonríen y yo no entiendo nada.

– ¡Buenos días! –Harry ingresa en la cocina con la sonrisa más amplia que le he visto en mi vida, tan parecida a la del gato de Alicia en el país de las maravillas. Saluda a su madre y a su hermana y me besa la mejilla.

–Qué buen humor se siente… ¿no, hija?

–Excelente, madre… excelente –responde y me he quedado a medio camino una vez más. Frunzo el ceño en dirección a Harry, quién se limita a encogerse de hombros con una indiferencia exageradamente fingida. Me resigno a averiguar qué pasa.

–Bueno, Maddie y yo iremos a la casa de Niall –Ellas asienten y Harry no duda en arrastrarme a la casa de enfrente, olvidando por completo que aún llevamos la pijama y siquiera nos hemos cepillado los dientes.
Maura aparece del otro lado de la puerta sonriente y nos pone al tanto de las novedades sobre <<qué locuras están haciendo los chicos>> hasta que nos conduce a la sala.
Los cuatro están sentados en el sofá de tres cuerpos, sonriendo y jugándose bromas entre ellos. En la mesa central hay varios platos con panqueques envueltos y jugo de naranja en vasos vidriados.
Apenas nos ven, sonríen aún más y se tiran a abrazarnos.
Ahora si estoy asustada.
–Ya, suéltenme –digo y todos se echan a reír como si hubiera sido la broma del siglo. Frunzo el ceño.

–Ya, preciosa, no te alteres –responde Zayn y todos vuelven a reír.

–No me altero.

– ¿No? –pregunta Niall alzando ambas cejas. Después deposita un casto beso sobre mis labios y me conduce al sofá, donde ya todos están sentados.

–No.

–Bueno, supongo que has de preguntarte por qué tanta felicidad –inicia Liam, dándole incertidumbre a su oración no-finalizada.

–Eso es justo lo que me planteo.

–Resulta que te tenemos una sorpresa.

–Lo sé, Anne me lo dijo –respondo indiferente y todos fulminan a Harry con la mirada, quién se oculta tras Louis.

– ¿Qué es lo que te dijo Anne, mi amor? –dice Niall dulcemente.

–Que me tienen una sorpresa –un suspiro de alivio general que no comprendo.

–Muy bien…, tendrás que esperar hasta mañana.

– ¿Mañana? –digo–. ¡Pero si el buen humor está presente hoy! –exclamo y ellos ríen–. Además mañana nos vamos.

–En realidad… –empieza Zayn y deja la frase inconclusa. Se hace el silencio y después Louis dice:

–En realidad tú te vas mañana –alzo las cejas confundida.

–También ustedes.

–No –niega Niall–. Nosotros nos vamos esta noche

– ¿Cómo? –pregunto bufando–. Pero... pero… no es justo –termino por decir, ya que no encuentro un argumento más lógico. Me cruzo de brazos cual niña pequeña y todos vuelven a reír.

–Entonces este es nuestro último desayuno juntos.

–Sí, el último… –repite Harry y una sombra de sonrisa permanece en su rostro durante unos segundos.

–Bueno, hay que disfrutarlo –digo, resignada y tomo un trago de jugo de naranja.

–Estoy de acuerdo –coincide Niall e imita mi gesto.
El desayuno transcurre entre bromas y risas, pero yo de verdad no puedo olvidar el tema. Lo que no me parece justo es que se vayan antes que yo, pero mucho menos que no podamos disfrutar de nuestro último día.
La noche cae como un rayo y ya nos hallamos despidiéndonos en el garaje de mi casa y sinceramente, creo que lloraré cuando Niall se acerca a abrazarme.
Escondo mi rostro en un recoveco entre su cuello y su mentón y suspiro su aroma para no olvidarlo más, aunque sé que no podría hacerlo.
–Te quiero, ¿vale? –susurra en mi oído, pero me veo incapaz de responder porque si lo hago lloraré y me lo prohíbo. Trago en un intento de disipar el nudo en mi garganta y asiento. Después de unos segundos le digo:

–No te olvides de lavar tus calzones –él ríe y me abraza aún más.

–Nunca he sido bueno con las despedidas y creo que es algo que sabes de sobra… pero no puedo irme sin asegurarme de que sepas que enserio te quiero –inhalo hondo y asiento.

–También lo hago… enserio –se separa de mí, me sonríe y me besa la frente durante dos segundos. Después se corre a un lado y baja la mirada cuando sus ojos parecen cristalizarse. Louis se me acerca y acaricia mi mejilla dulcemente.

–Cualquier cosa que ocurra, cualquier idiota que te haga daño o para lo que me necesites, no dudes en llamarme –sonrío y asiento–. ¿No has perdido mi número, no?

–Lo pasé a mi celular –él asiente y después me abraza–. No olvides que siempre estaré para ti, también.

–Lo sé de sobra –río y nos separamos.
Así es como nos despedimos de todos y justo cuando van a partir, veo por como el cristal empañado del auto de Niall se baja. Se seca las lágrimas y me indica que me acerque con una seña. Lo hago y no hace más que tomarme por el rostro y besarme dulcemente.
Me sonríe cuando mis ojos comienzan a cristalizarse y justo antes de que parta, le llamo.

– ¿Qué ocurre?

–No olvides que también te quiero –sonríe y es lo último que veo, porque todos los autos parten uno detrás de otro, para perderse en la niebla de la carretera. Suspiro y más lágrimas comienzan a caer, hasta mojar mi cuello. Porque lo he perdido una vez más.
Evan y Joe me abrazan por cada lado y me besan el cabello, susurrándome que entremos porque ha comenzado a llover.
Sin embargo, me quedo perpleja y todos deciden irse, dejándome parada en medio de la carretera, con el único recuerdo que sus sombras han dejado.
Limpió mis lágrimas y observo sus casas, recordando cada momento que he pasado a su lado desde que nací.
Pero ya da igual, todo da igual, porque los he perdido para siempre.

Me ajusto el cinturón de seguridad que cruza mi pecho y recuesto mi cabeza en el hombro de mi mejor amiga. Ella me sonríe y me susurra que todo estará bien. Bajo la ventanilla que da hacia la casa de enfrente y no puedo evitar mirarla una vez más antes de partir. Son las seis de la mañana y no hemos desayunado. La primera parada la haremos por Warrington, según ha dicho mi padre, así que supongo que desayunaremos en alguna cafetería que hallemos abierta.
Mientras todos comentan amenamente lo bien que nos hemos pasado las vacaciones, yo me limito a intentar dormir hasta llegar a nuestro destino.
Una vez en Londres frente a nuestra residencia, Marco, nuestro vigilante (alto, robusto y calvo) nos abre las puertas permitiéndonos el paso a nuestra morada.
Lo único que quiero es desaparecer.
Suspiro cuando la camioneta familiar se estaciona frente al pórtico y observo nostálgica las maletas antes de tomarlas y entrar.
Mis hermanos y Marina (quién se quedará en mi casa hasta que el verano finalice oficialmente) han corrido de topetón hacia la sala, chillando todo tipo de cosas. Vete a saber por qué.
Suspiro, dejo las maletas plantadas sobre la alfombra rojiza que reza <<home sweet home>> y decido seguirles el paso.
Apenas ingreso a la sala, me estanco en el marco de la puerta y mis ojos se abren impresionados. Mi respiración de vuelve trabajosa y una sonrisa monumental se escapa de entre mis labios.
–Sorpresa –dicen todos al unísono y no sé que más hacer, que correr hacia ellos y reír una vez más.
Parece que no los he perdido, después de todo.