Summer. {One Direction y tú}

Le sonrío realmente agradecida y estoy segura de que Niall también le sonrío. Me vuelvo hacia él y descubro su mirada sobre la mía.
Su sonrisilla blancuzca sigue ahí, pero cada vez sea hace más grande.
De un momento a otro, él ya no me mira.
Me estremezco al ver el cambio drástico que ha dado su rostro y como sus facciones endurecen. Su mirada muestra arrepentimiento, ¿por qué?
Frunzo el ceño y sigo su mirada hasta el marco de la puerta acristalada. Louis está ahí mirándonos decepcionado y sé que le hubiera gustado hablar, de no ser que su perplejidad se lo hubiese impedido.
Lo observo y me fijo en que aún lleva la misma ropa que llevaba esta mañana, así que recuerdo de topetón la escena.
–El almuerzo está listo –dice, después de un rato. Intento averiguar que pasa por su cabeza, pero su tono de voz sonó hueco. Tan hueco que me causó escalofríos. Tan hueco que asusta. Su rostro está ausente, neutro. Ningún tipo de emoción pasa por él.
Sin más ni más, se retira. Levanto la mirada hacia el primer lugar que se me ocurrió: el despacho de mi abuelo.
Él ya no está ahí, pero supongo que ha observado todo desde el balcón.
Después me volteo hacia Niall, con la esperanza de que su sonrisa me devuelva a la vida, pero él no sonríe.
Su mirada aún está sobre la sombra que Louis dejó.
Me levanto sin saber bien que más pueda hacer y le tiendo la mano, pero él ni me mira.
–Niall… –digo. Levanta la vista y asiente a mi mano tendida. La toma y tengo que dirigirlo hacia adentro, porque parece no poder moverse.
Apenas llegamos al comedor nos sentamos lo más separados que podamos. Yo estoy entre mis hermanos, frente a mis padres y él está junto a su hermano Greg, cerca de la cabecera de la mesa.
Todos conversan entre sí amenamente. Louis revuelve lo que se ha servido, que consiste en carne con patatas y una salsa blanca exquisita que seguro ha preparado la madre de Zayn.
Le dirijo a mi abuelo una mirad furtiva y descubro que él también me está mirando. Su mirada me preocupa y a él le preocupo yo.
O Niall, o Louis. Vete a saber quién.
Bajo la vista porque me avergüenza mirarlo e intento pasar el resto del almuerzo lo más desapercibida posible, dándole vueltas con el tenedor al salmón rosado que mi madre ha preparado.
Creo que a mi hermano Evan le preocupa lo inmersa que estoy en mi plan de ignorar del mundo, así que habla en el primer silencio que se hace:
–Todo está delicioso, ¿tú qué dices, Maddie? –tiene que llamarme de nuevo para que lo oiga. Levanto la vista y asiento. Hay aproximadamente veintiocho pares de ojos sobre mí en este momento.
Normalmente, tanta atención sería espléndida, pero dadas las circunstancias, todo lo que quiero es desaparecer.
–Sí, está estupendo –me veo obligada a decir, ya que las mujeres responsables del banquete me observan esperando a que haga algún tipo de cumplido. No sé que más deba decir, así que añado una sonrisa.
Ellas asienten, me sonríen y siguen en lo suyo. Pero Evan me observa con insistencia.
– ¿Qué me miras? –pregunto en voz baja, aunque las conversaciones que predominan en el ambiente sofocan mi voz.

– ¿Te sientes bien? No has tocado tu comida –responde y me doy cuenta de que no he dado un bocado. ¿Quién iba a creerme que la comida está deliciosa, si ni siquiera la he probado?

–No tengo mucha hambre –asiente y no insiste más, porque sabe que de hacerlo, seguramente le lanzaría una hogaza de pan.
Una vez el almuerzo finalizado, las mujeres se encargan de levantar la mesa y lavar la vajilla, mientras que los hombres seguramente se retiran hacia la sala a ver algún partido de fútbol que consideren importante.
Al final, nos quedamos los ocho solos. Los chicos, mis hermanos y yo.
Mis hermanos deciden que como las partes más importantes de la casa han sido tomadas por nuestros padres, deberíamos subir al cuarto de juegos. Admito que me asombro cuando lo mencionan, porque no tenía idea de que teníamos un cuarto de juegos y hago una nota mental que dice: <<inspeccionar la casa cuarto por cuarto, nunca se sabe que se pueda necesitar>>.
Subimos sin rechistar a su siga. Ellos caminan por el extenso pasillo hasta llegar al final, en donde otro pasillo más corto se abre paso. La puerta blanca tiza del final se abre y deja al descubierto el cuarto que cualquier adolescente quisiera en su vida: hay un pool enorme en una esquina, algunos juegos electrónicos de esos que te encuentras cuando vas al centro, únicamente. Cuadros extraños, abstractos, con todo tipo de colores que ni deben tener nombre. Una televisión plasma gigante sofoca una esquina. A sus lados se hallan dos repisas azules, con alrededor de cincuenta videojuegos en cada una. Por lo que se ve, hay de todo tipo. Desde carreras, hasta fútbol.
Todos entran y rinden homenaje a la gran sala de la que (por lo que parece) tampoco sabían su existencia.
Ingreso última, ya que no me emociona mucho la idea de pasarme toda la tarde encerrada en un cuarto con siete hombres frente a un televisor.
Decido seguir detallando la sala, para tener una idea más clara de lo que esto les debe haber costado a mis abuelos.
Hay varios sillones de colores vivos, peludos. En una esquina casi poco notoria se halla una heladera pequeña que debe contener lo que son refrescos y seguramente algún refrigerio.
En otra de las esquinas hay un carro de palomitas de maíz, también como las que venden en el centro o en los festivales.
Resulta ser increíble y me doy cuenta de que he encontrado un lugar mejor para mis tardes de películas.
De repente, parada en el marco de la puerta y con mis hermanos observándome, aún pudiendo jugar videojuegos y dejarme tirada, recuerdo que no he visto a Marina desde hace días.
No se ha pasado por mi habitación y tampoco la he visto en el almuerzo.
Así que me alejo del cuarto sin más y me dirijo a su habitación.
No toco porque es mi mejor amiga, así que se supone que da igual si entro sin tocar o no. Intento abrir la puerta, pero está cerrada con el pestillo.
Frunzo el ceño y me resigno a abrir. Toco la puerta unas veces, pero nadie me responde del otro lado.
Al cabo de un rato, añado su nombre a mis plegarias para que me abriese la puerta. Pero no lo hace, así que decido volver.
– ¿Adónde fuiste? –me pregunta Evan, captando toda la atención. Por supuesto que todos estaban demasiado absortos del mundo para notar mi ausencia, así que les sorprendió verme ingresar a la sala. De todos modos, a pesar de hacer silencio para oír mi respuesta, siguen recorriendo la sala y escogiendo los videojuegos que probablemente les gustaría jugar.

– ¿Alguien sabe por qué Marina no sale de su habitación?, Creí que yo era la depresiva –intento bromear, pero nadie me hace caso. Los chicos me ignoran despreocupadamente, pero Louis se tensa. Miro a Evan, pidiéndole explicaciones con la mirada, pero él simplemente se encoje de hombros y niega.

–No lo sé –dice, al cabo de un rato. Asiento y decido sentarme a su lado, en un silloncito naranja chillón–. ¿Fuiste a su habitación, no es así?

–No me abrió la puerta. Es más, hasta llegué a dudar de que estuviera ahí adentro –asiente y sigue platicando con los chicos.
Suspiro y me desparramo en el sillón. Tengo muchas cosas en las que pensar, y sin embargo, no puedo pensar en ninguna.
Al final, termino recordando las palabras de mi madre sobre el viaje <<Debemos relajarnos un poco, esta ciudad está abrumándonos>>
Resulta irónico, porque aquí estoy mucho peor.
Aunque en algún lugar de mi subconsciente sé que no es tan así. Les tengo un gran aprecio a los chicos, sobre todo a Niall y también extrañaba las vacaciones de verano fuera de Londres.
Sin embargo, no puedo planteármelo, porque mi cerebro parece solo querer recordar todo lo negativo.
Cuando todos deciden que la nueva versión de FIFA sería una alternativa excelente, se disponen a armar equipos y a jugar por turnos.
Mientras los demás no juegan, hacen apuestas y alientan.
Me doy cuenta de que no encajo, así que me levanto una vez más sin decir nada y me dirijo a mi habitación, porque otro día de encierro me espera.
Cuando estoy a punto de entrar, Louis pasa como un rayo por mi lado y baja las escaleras furioso.
Frunzo el ceño, decidida a averiguar de qué va su comportamiento.
Vuelvo al cuarto de juegos y entro azotando la puerta contra la pared. Joe me mira entrecerrando los ojos y me dice:
–Que mamá te culpe a ti cuando el revoque de la pared vuele por los aires.

– ¿Qué ocurre? –Evan ignora la indiferencia de Joe hacia mí persona y noto lo preocupado que está por mí. De hecho, siempre lo ha estado.

– ¿Qué pasó con Louis? –pregunto y Evan parece tranquilizarse.

–Ha tenido una discusión con el rubio –responde Liam, sin alterarse.

– ¿Discusión? –esta vez mi mirada va dirigida a Niall, quién se halla en un rincón de la sala y se encoge de hombros ante mi insistencia. Aprieto la mandíbula porque creo entender que pasa y antes de salir disparada solo logro ver a Niall articular un <<Lo siento>> hacia mí.
<<No, la que seguro va a sentirlo soy yo>> quería decirle, pero ya no estoy ahí.
Corro escaleras abajo y observo que no hay nadie en la sala, ni cerca de la puerta, así que seguramente nadie lo vio salir.
Salgo de mi casa y ni me detengo a revisar en la suya, porque probablemente no esté ahí. Me quedo parada en el medio de la calle de tierra, sin saber muy bien adónde ir. Y en un minuto, se me enciende el foco y recuerdo un lugar donde podría hallarlo.
Sin pensármelo dos veces, echo a correr hacia el lago, el cual se encuentra a un kilómetro exacto de mi casa.
Tengo que recordarme que estoy a punto de llegar a unos metros de distancia y obligar a mis pies a frenar, porque mi cuerpo se mueve por sí solo.
Camino con el corazón en la boca hasta la enredadera que recorre las afueras y tomo una flor de lirio que colgaba de una de las plantas.
Es de color rojo y no puedo evitar llevármelo a la nariz para aspirar su aroma.
Cierro los ojos ante la dulzura que desprende aquella flor y después recuerdo que estoy aquí por Louis.
No necesito pensarlo y entro sin más.
Allá, lejos de mí y sin percatarse ni un ápice de mi presencia, se halla Louis. Parado frente al extenso charco de agua dulce, lanzando piedrecillas que rebotan en dos, tres o incluso cuatro ondas.
Me acerco a él sin hacer demasiado barullo y cuando ya me estanco detrás de él, tiro la flor a sus pies.
El baja la vista sorprendido y se voltea hacia atrás, temeroso. Al verme retrocede un paso.
–El día está bonito, ¿no? –digo y me acerco un paso. Él aún permanece de pie en donde retrocedió, así que intento abrazarlo, pero se aparta.

–No deberías estar aquí, Madeleine –susurra con sequedad, amargo, cortante… totalmente cortante.
Tan cortante que me duele.

– ¿Por qué no?

– ¿A qué has venido? –responde con una evasiva y desvía la mirada de la mía.

–No lo sé, supongo que quería caminar un poco y mis pies me trajeron hasta aquí –me encojo de hombros, totalmente consciente de que miento–. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

–Eso no te importa –cierro los ojos en el mismo instante en el que siento como el aire abandona mis pulmones, se me dificulta respirar y una daga se clava en mi corazón.

–No, sí me importa –le digo y abro los ojos. Me acerco más hasta el punto de tocar su hombro, el cual echa para atrás inmediatamente en un movimiento brusco.

–Vete.

–No –niego rotundamente.

–Vete –insiste.

–Me iré –respondo después de vacilar un rato–… pero sólo si vienes conmigo.

– ¡Vete, Madeleine, vete! –grita y me estremezco. Hasta creo que olvidaré todo y le estamparé una bofetada inolvidable. Pero mi ser se ablanda porque mientras grita mi nombre y no sé cuantas otras barbaridades, su rostro enrojece y algunas lágrimas corren por sus mejillas. Imagino que está en todo su derecho, así que por más que me duela, dejo que se descargue y me grite todo lo que quiera–. ¿Piensas que no te he visto? ¿Qué no los he visto? ¿eh? –inhalo profundamente, porque sé exactamente de lo que está hablando.

–Yo…

– ¿Tú, qué? ¡Te lo dije dos veces, te dije lo importante que eras para mí, te dije que me había enamorado de ti! ¡Te consentí, hasta te dije que eras perfecta porque de verdad así lo siento! –brama y nuevas lágrimas se hacen lugar entre sus ojos–. ¿Y tú piensas que yo quería, qué yo lo decidí así? ¿Qué yo lo escogí?... ¿Piensas que yo sería capaz de escoger enamorarme de mi mejor amiga, la misma que ama a alguien más?

–Louis… –me permito susurrar, porque siento como si se la voz fuera a cortársele de un momento a otro.

– ¡No sé cómo, cuándo ni dónde pasó… Pero simplemente así fue! –acorta la distancia escasa que divide nuestros cuerpos, rompe la barrera y me toma por los hombros. Comienza a sacudirme–, ¿Entiendes? ¡Me he enamorado de ti y tú no de mí! ¡Te amo y tu no a mí! ¡Estoy enamorado de ti, Madeleine! ¿Me oyes? –y es lo último que grita, porque después de dedica a caer arrodillado de a poco y susurrar que me ama entre sollozos. Tengo que aspirar fuertemente y tratar de olvidar todo lo que acaba de decirme, porque no puedo llorar.
Me agacho lentamente hasta su altura y me siento a su lado, cara a cara. Él no me mira fijamente, aunque sé que quiere hacerlo, porque amagó levantar la mirada unas cuantas veces.
En este momento decido que todo me da igual y lo atraigo hasta mi pecho.
Por un momento temo que rechace el contacto, pero solloza más fuerte. Lo aprisiono contra mi pecho, le beso el cabello y susurro cosas que ni yo misma he pensado antes de decírselas, tal y como él hace conmigo. La diferencia es que yo no sirvo para esto, no se me da bien consolar a las personas. Pero Louis es excelente para hacerlo y siempre sabe que decir.
Nos quedamos así alrededor de una hora y él ya ha parado de sollozar, aunque estoy segura de que sigue lloriqueando, porque sus lágrimas mojan mi playera y escurren hasta mi espalda.
Suspiro y recuerdo algo que puede salvarme de una situación como ésta: cantar.
Es algo que tampoco se me da bien, pero es lo único que puedo ofrecerle además de mis abrazos. Pienso rápido en una canción y recuerdo que hace unos días me dijo que su favorita es Stay, así que comienzo sin más:

All along it was a fever
A cold sweat hot-headed believer
I threw my hands in the air and said show me something
He said, if you dare come a little closer.

De repente, comienza a llorar más fuerte y olvida el silencio que nos abrumaba. Pero no debo detenerme porque sé que lo necesita:

Round and around and around and around we go
now tell me now tell me now tell me now you know.

Y se detiene. Ya no solloza y hasta no siento sus lágrimas mojándome la playera. Entonces comprendo que ha surtido efecto y aún así, sigo.

Not really sure how to feel about it
Something in the way you move
Makes me feel like I can't live without you
And it takes me all the way
I want you to stay.

Me detengo después de vacilar un poco sobre sí hacerlo o no, pero él silencio me hace pensar que hasta se ha quedado dormido. Me alejo de él un poco, pero me lo impide porque se aferra.
–Escúchame, yo no quería que esto ocurriese. No quería que te enamoraras de mí, no vine a nada más que a pasar un buen rato antes de iniciar las clases nuevamente. Es más, siquiera quería venir. No quería irme, no quería. Pero estoy aquí y te juro que lo que menos quería causar era problemas –digo, pero él no me responde. Sé que me oye, así que no me detengo–: Creo que es muy lindo que estés enamorado de mí y me duele mucho no poder corresponderte, pero creo que tú sabes de sobra cuanto quiero a Niall –él gruñe–. Sé que besarlo cuando tú estabas en la casa no ha sido la mejor idea que se me ha cruzado por la mente, y lo siento.
Tal vez no me creas, no me oigas, no quieras saber nunca nada más de mí porque te he destrozado el corazón, pero siempre recuerda que eres mi mejor amigo y que, pase lo que pase, estaré siempre contigo –susurro cerca de su oído y por un momento temo que enserio no quiera hablarme nunca más. Pero le he dicho todo lo que podía, así que beso su cabello y decido dejarlo solo antes de comenzar a llorar.
Sin embargo, él me retiene una vez más.

–Prométemelo.

– ¿El qué?

–Prométeme que nunca vas a dejarme y yo te perdonaré –dice y suspiro aliviada.

–Te lo prometo –le digo, sinceramente. Se despega de mí y observa mis ojos, buscando un rastro de mentiras que no encontrará. Al final, asiente.

–No quise provocar esto. No quiero que nos peleemos más, a menos que sea por el mando del televisor –río bajito–. No quiero llorar más ni que tú llores más y… es un gran alivio que hayas hecho esa promesa, porque tampoco quiero separarme de ti –me sonríe y lo imito.

–Vamos a enfermarnos y seguramente que si no llegamos antes de la cena nos matan… vamos –asiente y se incorpora, después de que yo también lo hago toma mi mano y emprendemos marcha hacia mi casa.

– ¿Quieres saber algo? –me dice, antes de entrar a mi casa.

– ¿Qué?

–Me has quitado el corazón, lo has tirado el piso, le has saltado encima, lo has escupido y finalmente lo tiraste por los aires –no sé qué decir, así que río porque sé que lo ha dicho en plan de bromear, aunque veo el dolor en su mirada–… Pero siempre te querré –dice, al final. Sonrió y le digo dulcemente:

–Yo también te querré siempre –el asiente y abre la puerta, dejándome pasar a mi primero. La agradezco y después de cerrar la puerta, subimos sin decirnos nada.
Ambos entramos en el cuarto de juegos, donde todos están sentados en el piso a pesar de que los sillones están desocupados, y juegan a un nuevo videojuego que desconozco totalmente. Evan es el único que está con los pelos de punta, revoloteando de acá para allá y cuando nos ve entrar, separa a Louis de mí y me abraza tan fuerte que siento que me asfixio.
–Evan, espacio personal, espacio personal… –digo, alarmada. Todos ríen, a pesar de estar bastante concentrados en la pantalla y él se separa de mí.

– ¡Qué nunca más te vuelvas a ir así por tanto tiempo! –me regaña y yo entorno los ojos.

–No me reprendas, que ese trabajo es de mi madre no tuyo –se hace el ofendido y finalmente ríe.

– ¿Dónde han estado? –pregunta Harry, cuando el juego hubo finalizado. Todas las miradas se dirigen a nosotros y después a Louis, ya que su rostro parece demacrado. Tiene los ojos increíblemente hinchados y está rojo.

–En el lago –respondo indiferente.

– ¿Qué te ha pasado, amigo? –Liam se le acerca rápidamente y le examina el rostro, preocupado.

–Nada, estoy bien –responde, pero Liam insiste porque no termina de convencerse.

–Liam, está bien, enserio –le digo, al final y Liam asiente. Louis me lo agradece.
Dos días pasan después de eso y todo parece ir en mejoría.
Louis volvió a ser mi amigo y aunque me repitió varias veces que aún me ama, decidió darle una oportunidad a Marina, aunque Liam no está feliz con eso.
Con mis hermanos todo va bien, por supuesto. Joe parece haberme perdonado, aunque sigue sin hablarme mucho y Evan sigue siendo el de siempre, el más comprensible.
Con Niall la cosa va indescriptible. Indescriptiblemente extraña, en realidad.
Resulta que en estos días que pasaron besos, caricias y abrazos van de aquí para allá entre nosotros, pero no termino de entender que somos.
Por supuesto que se he sacado el tema a relucir infinidad de veces, pero él esquiva el tema y termina haciéndome hablar sobre otra cosa con mera importancia.
Hoy he decidido que pasar un tiempo de caridad con Liam no me vendría mal, más que nada para aclararme algunas cosas que estoy segura que él entiende.
Termino de bañarme y me dirijo a mi cuarto envuelta en mi bata. Harry está ahí, pero no le tomo importancia.
Está sentado sobre mi cama con un comic de Superman entre sus manos. Al ver que ingreso a la habitación, despega mínimamente la vista del comic y me observa.
–Ay, mamasita. ¡Qué cuerpo que tienes! –me dice, y le entrecierro los ojos–. Oh, y con carácter… me gusta –argumenta, al final.

–Harry, ¿qué no tienes un comic que leer?

–Resulta que mi comic no trae chicas desnudas –elevo las cejas y él ríe–. Está bien, ya lo entendí, eres del duende.

– ¡Harold! –grito indignada y le pego un par de latigazos con una toalla que encontré a los pies de la cama, la cual debe ser suya porque es azul.

–Ya, lo siento. ¡Lo siento! –exclama con las manos en alto y yo paro para dejarlo respirar–. ¿Sales?

–Sí, con Liam.

– ¿Puedo ir con ustedes?

–No –niego y él hace puchero–. Trabaja en eso, me da más gracia que ternura.

–Las chicas de mi clase no dicen lo mismo.

–Deben tener la vista muy dañada… yo que tú soy generoso y les pago un oculista –le digo y el bufa.

– ¡Ya! ¡No sé cómo Liam te soporta, pero ya que! –entorno los ojos y él vuelve la vista a su comic.
Revuelvo el armario hasta dar con lo que considero apto para el día.
La remera consiste en un estampado a flechas negras, grises y verdes, mientras que la tela es color gris oscuro.
El short es verde agua, casi el mismo color que el estampado que la remera porta y también incluí mis vans grises.
Me visto en la habitación, ya que Harry prometió no mirar y después me cepillo el cabello.
Estoy a punto de maquillarme cuando mi madre pega un grito que nos altera a Harry y a mí, avisándonos que Liam llegó.
Me dice que él subirá y efectivamente, aparece tras mi puerta segundos después.

– ¡Liam! –exclamo y me tiro sobre él. Me atrapa a tiempo y entra a la habitación conmigo en brazos.

– ¿Qué hay, Hazza? –dice, después de depositarme en el suelo. Harry asiente con la cabeza y lo ignora–. Uy, ya entendí.

–Déjalo, está muy concentrado en su comic… pero recuérdale para la próxima que se compre uno con chicas desnudas y deje de molestarme –Liam ríe y oigo a Harry bufar, aunque no despega el comic de su rostro.
Me maquillo en lo que Liam me espera pacientemente mientras recorre mi habitación y después salimos.
Al llegar a la pradera, ambos nos acostamos sobre las margaritas, oyendo únicamente el silbido del viento y el palpitar de nuestros corazones. Me recuerdo que hace mucho no tengo una paz tan desesperante.

– ¿Y cómo va todo entre Niall y tú? –dice, al cabo de un rato. Voltea su rostro hacia mí con incertidumbre. Me encojo de hombros, aunque no pueda verme porque los pastizales cubren nuestros cuerpos–, digo… están saliendo.

–No, la verdad –eleva sus cejas en un gesto sorpresivo–. Somos una especie de amigos con derecho.

–Oh…, ¿y te sientes bien con eso?

–No –me sincero–. Estoy a su merced. Soy sólo una compañera de besos, caricias y algo más para él –digo y después me pregunto si entendió, porque frunce el ceño–. ¿Entiendes, verdad?

–Sí… aunque suena extraño. Él no es así.

–Pues ahora sí.

– ¿Qué piensas hacer, entonces?

–Nada –respondo indiferente–. Teniendo en cuenta que falta casi un mes para que vuelva a Londres, creo que olvidaré el tema hasta el momento y aceptaré una cita con Austin al volver –frunce el ceño nuevamente.

– ¿Austin? ¿El capitán de softball del que me hablaste todo el miércoles? –asiento–. Él no es tu tipo –río irónicamente y después levanto una ceja. Siempre he sido muy independiente y me molesta que Liam o cualquier otra persona crea que me conoce lo suficiente como para saber quién es mi tipo y quién no. Aunque, de todas formas, debo aceptar que Liam si me conoce lo suficiente.
Aún así, le respondo irritada:

– ¿No? ¿Y quién es mi tipo, entonces, Payne? –no vacila, no duda y me dice.

–Niall es tu tipo.