"Más Profundo" (Joe&Tú)

—¡Mamá! ¿Estás escuchando? —La voz de Connor atrapó la atención de ______.
—Sí, por supuesto. La Graduación es el 13 de junio. Las invitaciones para la fiesta ya están enviadas, cariño. Lo tengo controlado.

______ sujetó el teléfono con su hombro y se agachó para buscar en la nevera. Había olvidado comer los últimos dos días. Estaba hambrienta.

—Y luego, chicos, irán con papá al Gran Cañón.
—Sí.

Él no parecía tan contento con el viaje como unos meses atrás mientras lo planeaban.

—La pasaran bien, cariño. ¿A qué hora llegará todo el mundo?
—No vendrán.
—¿Por qué no?

Connor, el mayor, gruñó al teléfono.

—Papá no abrió la piscina.

______ detuvo su búsqueda en la nevera.

—¿No?

Andy siempre se había mostrado muy firme en cuanto a abrir la piscina para el Memorial Day, preparando una fiesta para sus amigos y vecinos. Los chicos siempre traían a su vez, montones de amigos a comer hamburguesas y hot dogs y a nadar.

—No.

_______, en realidad, no quería preguntar, pero la abrupta respuesta de Connor, apresuró su pregunta.

—¿Entonces, no habrá picnic hoy?
—No, mamá. ¡Dios! ¿No me estás escuchando? ¡Nada de fiesta! ¡No abrió la piscina!
—Entonces… —dijo ______ con calma, intentando, ante todo, no añadir más leña al fuego de su irritado hijo mayor—. ¿Qué vas a hacer?
—Me iré a casa de Jake.
—¿Y Robbie?
—¿Qué pasa con él?
—¿Va a ir contigo? —Era una pregunta rutinaria. ______ encontró un bote de jalea y otro de aceitunas y los sacó fuera. Era necesario encontrar tiempo para ir al supermercado. Lo pondría en su lista de cosas por hacer, pero sus prioridades habían… cambiado.
—¿Cómo quieres que lo sepa?
—Bueno… —dijo con paciencia—. Podrías preguntarle.
—Robbie va con sus propios amigos —dijo Connor fríamente, como si dándole a su voz un tono sofisticado cambiara el hecho de que a los dieciocho estaba quejándose como si tuviera ocho, de tener que llevar a su hermano con él.
—Ya lo sé. Pero Jake es su amigo también. Sólo preguntaba si iba a ir contigo, eso es todo.
—No lo sé.

______ suspiró mientras sacaba el pan y un cuchillo y cogía un plato del armario.

—¿Dónde está tu padre?

Silencio. Connor respiraba. ______ se detuvo.

—¿Connor? ¿Algo va mal?
—No.

______ dejó el cuchillo y se sentó para concentrarse en la conversación.

—¿Le pasa algo a tu padre?
—¡Te digo que no pasa nada! Te dejo.
—¿Cómo va el estudio para los finales?
—Bien. Mamá, tengo que dejarte. Jake está esperando.
—¿Vas a conducir tú o te lleva tu padre?

Connor había dado algunos golpes sin importancia desde que se sacó la licencia, y, a pesar de que él insistía en que era un conductor más cuidadoso ahora, ______ no se sentía tan tranquila pensando que él estaría tras el volante como lo estaba Andy.

—Conduciré yo.

Ella se mordió la lengua para no responder.

—¿El Chevy?
—Como si papá me fuera a dejar el BMW.
—Pensaba que el Chevy necesitaba frenos nuevos.
—Papá dice que lo llevará al taller la semana que viene.

Una imagen de hierros doblados y sangre en la autopista, la heló el estómago.

—Ponte el cinturón. Y asegúrate de que Robbie se lo ponga también.
—Te dejo.

Sin decir adiós, Connor colgó. ______ permaneció al teléfono unos segundos antes de dejarlo en el cargador. Recordaba al dulce, cariñoso niño que nunca dudaba en abrazarla y besarla. Quién demostraba su afecto hasta el punto de ser abrumador. ¿Cuándo había sido la última vez que le dio un abrazo? ¿Cuándo se había convertido en el brusco, joven peleón que la mantenía fuera de su vida?

—Mmm, sándwich de mermelada. —Joseph, vistiendo sólo una toalla alrededor de sus caderas, entró en la cocina. Miró el teléfono—. ¿Va todo bien?

______ asintió mientras untaba la mermelada en el pan y sacaba un tenedor para tomar unas aceitunas.

—Era mi hijo, Connor.

Deliberadamente, no le miró mientras lo decía. Ellos aún no habían hablado acerca de la razón por la que ella estaba en la casa de la playa, ni de su vida actual. Los últimos dos días los habían pasado follando y durmiendo. Bueno, ella había dormido. No sabía lo que había hecho él, sólo que sabía que se había despertado unas cuantas veces y él no estaba. Cada vez, ella se convencía de que estaba soñando, y que él no iba a volver. Hasta ahora, siempre había vuelto.

—¿Quieres un sándwich? —Ella señaló el plato y luego le miró.

Joseph puso una mano en su plano estómago.

—Creo que no.

Él no respiraba ni dormía, así que, posiblemente, tampoco comía. ______ desechó pensar esos detalles. Pensar demasiado sobre ello, lo hacía parecer más un sueño, cuando ella quería…no… necesitaba que fuera real.

Apartó la silla y se sentó mientras le daba un mordisco al sándwich con un suspiro. Su estómago gimió y el hambre que había ignorado volvió a la vida. La mermelada nunca le había parecido tan dulce.

Joseph apoyó un brazo contra la puerta y miró la playa. A ______ le gustaba verlo así, con los últimos rayos del sol bañando su piel, dorándola. Su postura no era premeditada, sino cómoda, inconsciente de su mirada. Ella podía contar sus costillas, aunque no estaba flaco, más bien delgado. La mermelada cubrió su lengua y tragó cuando su boca se llenó repentinamente de saliva.

Ella quería apretar su cara en el mechón de vello bajo su brazo alzado y acariciarlo con la boca. Olerle. Quería retirar la toalla para revelar todo de él a su hambrienta mirada. Quería arrodillarse y tomarlo en su boca y que la llenara otra vez.

Él se giró y la pilló mirándole. No vio sorpresa en su mirada, sólo el mismo calor que la quemaba a ella. Sin embargo, Joseph no fue hacia ella. Permaneció en la puerta y la observó comer. Sus ojos no se perdieron ni un movimiento de su mano o su boca, cada mordisco, cada vez que ella deslizaba la lengua sobre los labios para lamer la mermelada. Él la observó comer, como si estuviera comiendo también, sólo que su comida estaba hecha de deseo y no de pan y mermelada.

______ terminó su sándwich y lamió sus dedos, el tacto de su lengua en la piel era tan sensual como si fuera Joseph quien la lamía. Ella cogió una aceituna y se la puso en la boca, donde el picante y fuerte sabor contrastó con la dulzura de la mermelada, haciendo que le picaran los ojos.

La toalla de Joseph sobresalía en el frente, pero él seguía sin moverse. ______ se giró sobre el respaldo de la silla para mirarle. Separó las piernas, ofreciéndole una vista de sus muslos bajo el dobladillo de su camisón. Joseph tragó. Ella miró su garganta mientras lo hacía. ______ miró su boca abierta, su lengua, y levantó el dobladillo del camisón con una lenta, premeditada caricia de sus dedos en la tela.

Cada vez más arriba, el tejido se deslizaba mientras ella lo agarraba. Sus muslos temblaban. Su clítoris la obligaba a separarlos más. ¿Qué veía él ahora? ¿Un atisbo de rizos oscuros? ¿La sombra de su hendidura? ¿La suavidad de la cara interior de sus muslos?

Se reclinó en la silla y elevó su pelvis ligeramente. Ofreciéndose. Él continuaba sin moverse, a pesar de que ahora el frente de la toalla sobresalía mucho más y sus puños estaban apretados. Su pecho se hinchó. Su mandíbula se apretó, y ______ vio saltar los pequeños músculos de sus mejillas.

Se subió el camisón más arriba y dejó que la fresca brisa del ventilador de techo acariciara su piel desnuda. Sin dejar de mirarle a los ojos, ______ puso su otra mano sobre sus pechos hasta que los pezones se endurecieron bajo el encaje. No le hacía falta verse, la mirada de él la reflejaba. Lamió sus dedos y los deslizó bajo el camisón. Usó su propia humedad para acariciar el rígido clítoris.

Joseph gimió.

______, sonriendo, abrió las piernas más aún para enseñarle lo que estaba haciendo. No quería esconderse. Se acarició a sí misma en pequeños círculos hasta que sus músculos internos se apretaron y tuvo que morderse los labios para acallar su propio gemido.

Cuando lo oyó, las manos de Joseph se movieron como si no supiera qué hacer con ellas. Dio un paso y se paró. Puso una mano en el lugar donde la toalla se ceñía a su cuerpo pero no la abrió. El algodón azul pálido dejaba ver la forma de su rígido pene, no había duda de que estaba duro.

El camisón de ______, estaba ahora a la altura de sus caderas. Su trasero desnudo se resbalaba sobre la fría madera pintada de blanco de la silla. Soltó su camisón para agarrarse a la silla, su otra mano se movía cada vez más rápido entre sus piernas. Se puso de puntillas para elevarse un poco. El respaldo de la silla golpeó sus omoplatos. Ella quería cerrar sus ojos, pero no lo hizo.

—Quítate la toalla y ven aquí —ordenó.

Joseph lo hizo con un simple tirón. La toalla cayó al suelo y él permaneció sobre ella. Sin parar de mover sus dedos en el clítoris, ______ se soltó de la silla para alcanzarle. Tiró de él hacia ella. Sus dedos introduciéndose en los glúteos de Joseph. Besó su estómago y sus músculos saltaron. Le chupó y su cadera golpeo hacia enfrente. Puso su mano en la base de su miembro, sosteniéndole mientras se deleitaba en el calor y el sabor de su piel. Mordisqueó su cadera mientras su mano seguía trabajando entre sus piernas.

Joseph apartó su pelo en la nuca y lo mantuvo allí para que no se enredara en su muñeca ni en su pene, húmedo ahora por su boca. Ella lo tomó profundo, hasta la garganta, satisfecha con su gemido de placer y sorpresa.

Nuevo truco.

Ella deslizó dos dedos en su vagina y usó la palma para presionar contra el clítoris en el mismo ritmo que usaba para chuparlo a él. Arriba, abajo. Usó su lengua para hacer remolinos bajo la cabeza de su pene mientras su puño se encontraba con su boca. Mano y boca trabajando juntos, su otra mano entre sus piernas. Ella le follaba mientras se follaba a sí misma.

Joseph empujó más y su mano se tensó en su pelo. ______ abrió más la boca por el tiró mientras él empujaba pero no protestó. Ella ya estaba cerca, su cuerpo preparado en lugar de agotado por los dos días pasados de sexo casi constante. El placer crecía dentro de ella. Sería fácil encontrarlo y olvidar el que le estaba dando a él. Estaba tan cerca que casi no le importó. Joseph murmuró palabras de ánimo mientras empujaba más y ella le tomó completamente.

Golpe, lamida, chupada, roce. ______ se estremeció y tuvo que mover su boca para respirar. Su mano se deslizó arriba y abajo por su erección mientras que el movimiento de la que estaba entre sus piernas se hacía más lento. Más lento. Más lento… Ella apretó su cuerpo contra su palma y le tomó en su boca de nuevo. Se corrió. El mundo se volvió oscuro por un momento, centrándose sólo en el clímax que la recorría y en el sabor de Joseph.

Ella gritó incoherencias. El calor fluía en su lengua. El recuerdo de su sabor y su olor, pero solo el recuerdo. Él se corrió en su boca pero solo los recuerdos la llenaban. No importaba. De hecho era mejor así. Un extra. Estaría sobre él diez veces al día si no tuviera que tragar realmente.

Su clítoris pulsaba otra vez contra su mano en las dulces réplicas del orgasmo. ______ besó el estómago de Joseph y le cogió los dedos que mantenía detrás de su cabeza sujetando su pelo. Le miró sonriendo. Él la miró también, su cara relajada por su placer, pero luego sonrió.

—Santa mierda.

Ella rió y besó su estómago otra vez, luego le apartó amablemente para poder ponerse de pie e ir hacia la pila, donde lavó sus manos y roció su cara con agua fría. Enjuagar su boca era un hábito más que una necesidad, pero el agua fría le supo bien y ella bebió de sus manos.

Él estaba quieto, todavía desnudo, cuando ella se giró.

—¡Vaya!

______ elevó una ceja y se apoyó en la encimera.

—¿Vaya?

Joseph se agachó para recoger la toalla y ponerla sobre sus caderas otra vez.

—Eres jodidamente asombrosa, ¿sabes?

Ella sonrió complacida.

—Gracias.
—No… —Joseph sacudió su cabeza—. No quería decir eso.

Eso no era algo bueno.

—¿No?
—No. —Él negó de nuevo, lo que hizo que el pelo le cayera en los ojos—. Quiero decir… que tú no solías ser así.

Eso era una verdad a medias. Ella no había sido así con él.

—No estoy segura de lo que quieres decir, Joseph.
—No quiero decir nada.

Llegó hasta ella y la tomó entre sus brazos, pero no la besó.

—Solo digo que eres increíble.
—Gracias. —Empujó su pecho—. ¿Mejor de lo que recordabas?

Él rió.

—Sólo diferente.

Ella pasó un dedo alrededor de su pezón viéndolo tensarse. Los pasados dos días, su miembro había hecho lo mismo si ella la acariciaba, aunque acabaran de follar. ______ lo miró.

—Viene con el resto, Joseph.

Edad, quería decir. Joseph llevó su mano hasta los labios y besó sus dedos, luego su brazo hasta que ella rió y le apartó. Él la dejó ir, pero sus ojos brillaban y su sonrisa mandaba calor a través de ella.

—Sorprendente, eso es todo.

______ le hizo una reverencia.

—Voy a tomar una ducha, y luego tengo que ir al supermercado.

Joseph ya se había duchado, pero la siguió. ______ abrió el agua caliente, cepilló rápidamente su pelo y lo sujetó en un moño suelto. Se quitó el camisón y lo puso en el cesto de la ropa sucia. El olor a sexo impregnaba la tela. Demonios, posiblemente había saturado la casa entera.

Joseph se inclinó en el lavabo, mirando. ______ probó el agua con su mano antes de entrar, mirándolo por encima del hombro.

—¿Te duchas otra vez?
—Esperaré hasta que termines.

Incluso antes, cuando pasaban todos los momentos que podían juntos, no había sido así.
Ella había comido en su mesa, se había cepillado los dientes en su lavabo, dormido en su cama y mirado la tele en su sofá, pero ella no había vivido con él. Ellos no habían estado juntos durante tanto tiempo como ahora estaban aquí.

______ lo ignoró mientras se agachaba bajo el agua dejándola caer entre sus hombros. Su cuerpo entero dolía, en todas partes, y había magulladuras en sitios extraños. No habían sido duros, pero sí un poco abandonados. Tocó una mancha, que ya se estaba poniendo amarilla, en la cadera, y recordó los dientes de Joseph allí. Llenó su mano con gel y lavó su piel, recordándose comprar una esponja cuando fuera a la tienda.

Sus piernas empezaban a mostrar el vello que había estado demasiado ocupada para retirar y se estiró para alcanzar la cuchilla. La ducha tenía un asiento y ella lo usó para apoyar su piel y poder depilarse la pierna cubierta de jabón. La puerta de la ducha se abrió y ella se sobresaltó, cortándose la parte de atrás del tobillo. El agua picaba y ella miró hacia arriba, sorprendida.

—¡Ay!
—¿Estás bien? —Joseph se asomó en la abertura.

______ tocó la herida. Sus dedos se tiñeron levemente de rojo, pero el agua limpió rápidamente la sangre.

—Estaré bien.
—¿Puedo verte?

El rechazo subió a sus labios, pero murmuró.

—Claro.

Consciente de su atención, ______ termino torpemente con el resto de su rutina. Ella esperaba una larga y caliente ducha, pero terminó rápidamente y salió del agua. Joseph le dio una toalla. ______ la envolvió alrededor de su pecho y se detuvo sobre la alfombra de baño.

—Nunca había visto a una chica depilarse hasta ahora.

Ella pensó decirle que ella no era una chica, pero no lo hizo.

—¿No es lo que siempre has soñado?

Joseph se rió entre dientes y se hizo a un lado mientras ______ iba hacia el lavabo.

—Claro.

Ella se lavó los dientes y se puso crema, luego colgó la toalla. Él todavía llevaba la suya.

—¿Tienes pensado vestirte?
—Claro. —Joseph miró hacia el dormitorio, luego otra vez a ella—. Mi ropa…
—Oh. De acuerdo. Puedes ponerla en la lavadora mientras estoy fuera. Probablemente deberíamos lavar las sábanas y toallas también.

______ le pasó y fue al dormitorio, dónde sus ropas estaban en el mismo montón en que las habían dejado cuando se las quitaron la primera vez. Tras ella, Joseph entró en la habitación.

—Sí —dijo él—. Bueno, no es exactamente eso.

Él hurgó con su pie en el montón. ______ le miró desde el cajón donde ella se estaba poniendo unas bragas por primera vez en dos días. Luego buscó un sujetador.

—Oh —dijo ella, sintiéndose realmente estúpida—. Es tu única ropa.

Joseph asintió. ______ perdió la respiración de repente y tuvo que sentarse en el borde de la cama. Su estómago tembló y apretó sus manos. Ella intentó respirar lentamente, pero oía el silbido de sus propios jadeos.

Sólo esa ropa. Eso parecía más importante, de alguna manera que el hecho de que no dormía, comía ni respiraba. Solo un cambio de ropa, nada más, porque Joseph no tenía nada más. ¿No era la que llevaba cuando él…? ______ se estremeció y se tapó los ojos con las manos.

La cama se hundió a su lado. Joseph puso su brazo alrededor de sus hombros y aunque quería resistirse a su contacto, giró la cara hacia él. Ella no lloró. No había dolor dentro de ella, quitándole la respiración y revolviéndole las tripas. Era algo más. Miedo, tal vez, a estar loca. Miedo a lo desconocido. Miedo a que volviera a irse sin avisar, y esta vez, no tendría la secreta esperanza de volverlo a ver. Si él se fuera, ya no podría convencerse de que volvería.

—Lo siento —dijo Joseph.

Ella aflojó su abrazo y le miró.

—No lo sientas.

El la tocó suavemente bajo la barbilla.

—Créeme ______, esto me asusta un poco a mí también.
—Te compraré algunas cosas cuando salga.

Ella se levantó, necesitando acción para alejar las emociones.

—Tienes aproximadamente la talla de Connor.

Ella giró, para ver como la miraba aturdido. Se detuvo con un brazo en la manga de su camisa.

—¿Joseph?
—¿Cuántos años tiene tu hijo?
—Connor tiene dieciocho —dijo ella—. Robbie diecisiete. Son lo que mi madre llama gemelos irlandeses. Once meses de diferencia.

El viejo hábito de parlotear, la atrapó de nuevo, y los ojos de Joseph se hacían más grandes cuanto más hablaba.

—Nadie podría pensar en ellos como gemelos de todas formas. Apenas parecen hermanos.
Connor es moreno y Robbie es rubio, como yo….

Ella se detuvo. Joseph se había puesto en pie y caminado a la ventana para mirar hacia fuera. Sus hombros se flexionaron cuando se agarró al marco. La tensión vibraba en cada línea de su cuerpo.

—¿Joseph?
—Yo no lo pensé —dijo él—. Sé que lo dijiste, pero realmente, no pensé en ello.

El instinto le dijo que fuera hacia él, pero los viejos hábitos no pueden desaparecer de repente. Ella imaginó en su lugar, la seda de su piel bajo su toque. Joseph inclinó la cabeza, su voz era baja y ronca.

—Dime cuánto tiempo ha pasado —dijo él.

¿Cómo podía no saberlo? Ella había contado cada día desde la última vez que lo había visto, uno a uno, como muescas en la pared. ¿Cómo podía no recordar? ¿Es que el paso del tiempo no quería decir nada?

—Veinte años —le dijo sin detenerse. No había manera de suavizarlo.

El cuerpo de Joseph tembló antes de que lo pusiera otra vez bajo control. Se giró a medias hacia ella, sonriendo de mala gana.

—Entonces, él no es mío.
—¿No es tuyo? —La respiración de ______ se paró en sus pulmones—. Oh, Joseph. No. Él no. ¿Creías que podía ser?

Joseph negó.

—No. No lo sé. Cuando dijiste que tenías hijos, pensé… quiero decir, sabía que podías. Pensé que te habías casado y esas cosas. Solo que no pensé… Veinte años…

Él se detuvo y su boca se torció de nuevo. Pestañeó rápido.

La vista de su crisis, aunque luchaba valientemente, destruyó todas sus reservas. Ella fue hacia él y lo abrazó. Él enterró la cara en su cuello y la abrazó tan fuerte que creyó que sus costillas iban a romperse. Lo sostuvo mientras sollozaba.

—Shh —le calmó ella, sus manos acariciando su espalda—. Todo está bien.

Joseph negó. El calor presionaba su piel, pero aunque sus hombros se agitaban, aparentemente él no producía lágrimas, al igual que no sudaba ni eyaculaba.

—No sé dónde he estado —murmuró Joseph, tan bajo que casi no le oía—. ¿Dónde diablos he estado, ______? ¿Durante veinte jodidos años?
—No lo sé, cariño —suspiró ella—. Pero estás aquí ahora.

Él la apartó y atravesó la habitación, parándose para recoger sus bóxers del montón de ropa. Se giró mientras miraba, su cara se había oscurecido. Tormenta oscura.

—¿Nadie me buscó? —preguntó, retorciéndose las manos—. ¿Te preocupaste por mí, intentaste saber dónde diablos estaba?

Ella parpadeó, intentando no ofenderse por su repentino deseo de herirla.

—Me preocupé. Pero no sabía dónde habías…ido. No así.
—¿Por qué no?

Él avanzó hacia ella y la sacudió cogiéndola por los hombros. Sus dedos clavándose en ella. Le dejaría más cardenales. No podía explicarle lo difícil que había sido saber dónde había ido y lo fácil que había sido convencerse de que realmente, no la quería.

—Pregunté por ti, pero nadie sabía nada. Esperé por ti, pero nunca volviste, pensé que no
querías volver. No sabía que no podías. Nadie lo sabía.

Él la dejó ir y se paseó de un lado a otro mientras ella miraba. Volvió a mirarla, haciéndole su pregunta antes de darle oportunidad.

—Quieres decir, que nadie se preocupó.

Ella lo había hecho, pero no dijo nada.

—No era más que un idiota, ¿eh?
—Yo nunca te olvidé.
—¿Y se supone que eso me hará sentirme mejor? —sacudió su cabeza.
—No. Solo es la verdad.
—¿Querías olvidarme? —le preguntó él tras un momento.

______ suspiró, pero respondió.

—Después de un tiempo, sí. Después de un tiempo, intenté enterrar ese verano muy dentro de mí.

Joseph sacudió la cabeza, girándose. Se tiró en la cama, sus brazos cruzados sobre su estómago como si estuviera herido. Se balanceó un poco y gimió, luego levantó su mirada, el rostro sombrío. Sus mejillas y el puente de su nariz, tenían el mismo tono besado por el sol y el resto de su cuerpo estaba tan bronceado como siempre, pero había círculos oscuros bajo sus ojos y líneas que no tenían nada que ver con la edad, rodeaban su boca.

—Quería volver contigo —suspiró con voz profunda—. Me acuerdo, ahora. Dije que te había encontrado. Quería. Pero, sin embargo…

Ella sacudió su cabeza y fue hacia él. Sus rodillas se tocaron cuando se sentó a su dado. Ella tomó sus manos y las puso a su alrededor para acercarse más. Su cara reposó con perfecta precisión en el hueco de su cuello, y ella encontró el mismo lugar en él. Ella cerró los ojos. Respiró. Lo tocó. Hubo un tiempo que el sol no había salido sin que ella pensara en la sonrisa de Joseph y el viento no soplaba sin que suspirara su nombre.

—Estás aquí ahora —dijo ella—. Es lo único que importa.

—¿Qué está sucediendo entre tú y Joseph? —Missy no era lo bastante sutil como para fingir que la respuesta no la importaba.

______, por otra parte, era lo bastante inteligente para fingir que no sabía de qué estaba hablando.

—¿Joseph?
—Sabes a quién me refiero. —Missy apuntó con su pulgar, que rebotó con su gracia habitual, hacia la sala de estar.

______ dejó que su mirada siguiera la dirección. Joseph estaba apoyado contra la pared más cercana al pasillo, inclinando una cerveza hacia su boca y hablando con Ryan. Estaba casi en la misma postura en la que le había visto por primera vez. Lo que la afectó aún más, pero mantuvo una expresión suave y controlada cuando volvió a mirar a Missy.

—¿Qué pasa con él?

Missy frunció el ceño.

—Quiero saber que sucede entre ustedes dos, eso es lo que pasa.

______ se encogió de hombros e inclinó la jarra de cristal de la licuadora —Dios sabría de donde habría salido o incluso si estaría limpia— hacia su vaso. Brian había hecho Margaritas Frappé. Bebió un poco a sorbos y se le irritaron los ojos al instante por la cantidad de tequila que contenía.

—Mierda.
—Mierda, tienes razón —dijo Missy, con los ojos entrecerrados.

______ bebió algunos sorbos más para ocultar la risa.

—Está muy fuerte, eso es todo.
—Sobre todo para una señorita Buena y Recatada que no bebe. —Missy cruzó los brazos y se apoyó contra la encimera. La posición hizo que sus pechos sobresaliesen un poco por encima de su escote—. No cambies de tema.
—¿Joseph? —_______ le miró otra vez. Esta vez, él estaba mirando hacia ella. Sonriendo. Esa sonrisa fue la que provocó la risa de Missy, ______ estaba convencida de ello, y ella también se echó a reír—. No pasa nada con él.
—Te he visto —silbó Missy. Estaba a un paso de emborracharse.

______ se estremeció cuando un fino rocío de baba perfumada a Margarita voló de los labios de Missy.

—¿Me has visto haciendo qué?
—Cuando fuiste al cuarto de baño —dijo ella—. ¡Pasaste por delante de él!

______ se rió y se movió, poco a poco, para salir de la zona de rocío.

—Oh. ¡Vamos! Lo mismo hace cualquiera que tenga que ir al baño, Missy. Él está parado justamente allí.

Missy sacudió la cabeza.

—No. No, tú… —ella apuntó con su dedo hacia ______—. Tú… te acercaste sigilosamente.

______ rompió a reír a carcajadas lo que provocó que unas cuantas cabezas, que la habían escuchado por encima del sonido de los Violent Femmes, que palpitaba en los altavoces, se giraran en su dirección.

—Vaya, mira quien consiguió la palabra del día en el calendario.

Missy no se sintió insultada por el comentario, pero realmente parecía mañosa. Se tragó los restos de su margarita sin hacer ningún tipo de mueca.

—Te vi tocarle cuando pasaste por delante.

En realidad, no lo había hecho. Durante la semana pasada, él había conseguido ir a verla todos los días, y ______ había pensado en tocarle. Siempre pensaba en ello, pero nunca lo había hecho.

—Has bebido demasiado. Tú no has visto nada.
—Te he visto —insistió Missy—. He visto como pensabas en hacerlo, ______.
—¿Cómo demonios ves a alguien pensar en algo?

Missy hizo una mueca.

—Solamente estas disgustada porque te dije que él es…gay.
—Pienso que él es el que está disgustado por eso, no yo. —______ no pudo evitar buscarle con la mirada otra vez. Tocarle con sus ojos.

Ahora, Joseph estaba absorto en una conversación con Brian, cuyas manos se agitaban, pero aunque ______ no sintió el chisporroteo que le provocaba la mirada fija de Joseph cuando se encontraba con la suya, le gustó mirarle cuando él no le prestaba atención. De esta manera podía devorarle con la mirada.

—¡Estoy hablando contigo! —Missy chasqueó sus dedos delante de la cara de ______.

Soltando un suspiro volvió a dedicarle toda su atención a Missy.

—Joseph y yo somos solamente amigos.

Missy balbuceó mientras se reía.

—Ah, sí claro. ¿Joseph? ¿Tú y el idiota de Joseph? Él no es amigo de ninguna chica a no ser que se la esté follando.
—Lo que sea, Missy. —______ trató de fingir que no le molestaba lo que acababa de decir, pero su amiga no estaba lo suficientemente bebida como para no notar cuando había dado un golpe directo.
—Sí, sí. Lo que sea. —Missy señaló a través del cuarto—. Pregúntale a Heather sobre él. Ella te lo dirá.

______ no le pediría a Heather un vaso de agua ni aunque estuviese ardiendo en llamas. Aun así, alzó la vista, y la vio de pie con la cadera ladeada, hablando con Joseph.

Heather se acomodó su larga melena rubia por encima de un hombro y comenzó a juguetear con un mechón alrededor de un dedo. Si ella le empujara sus pechos más cerca podría aguantar su cerveza en el escote, pensó ______, y se dio media vuelta.

Missy la miró triunfante, luego se puso una máscara de sinceridad que podría haber engañado a alguien tan bebido como ella, pero que no convenció a ______.

—Sólo quiero ayudarte, ______. Malas noticias de Joseph. Y tú tienes novio, ¿recuerdas?

Como si pudiera olvidarlo. No le había dicho a Missy la clase de novio que tenía.

—Somos solamente amigos. —______ intentó que las palabras la supieran un poco mejor pasándolas con un trago de Margarita, pero no funcionó, e hizo que tosiera. Missy la aporreó en la espalda.
—Solamente digo… —dijo Missy, pero nada más, como si aquellas dos palabras fueran explicación suficiente.

A través del cuarto, ______ miró a Heather acercarse a Joseph, quien no se alejó. ¿Y por qué debería hacerlo? La rubia tenía grandes pechos, un pequeño trasero y el estómago plano. Heather podría aspirar el cromo de un gancho de camión. Ella no tenía "un tipo" de novio.

—Reduce la velocidad con esa bebida —la aconsejó Missy, viendo como se servía otra copa—. La perra de Brian es un demonio para el alcohol.

Quizás por primera vez en su vida, ______ quiso emborracharse. En cambio dejó la copa y la fiesta. En casa rehusó la oferta de sus casados primos más viejos para participar en un juego de Gin Rummy, descolgó el teléfono y estiró el cable lo más que pudo para poder salir a la terraza, y aunque no fuera el momento más apropiado, llamó a Andy de todos modos. El teléfono sonó durante mucho tiempo antes de que el hermano de éste contestara.

—Andy no está en casa.
—¿Sabes cuándo volverá? Soy ______.

¿Fue una imaginación suya la vacilación de Matt? ¿La compasión que había en su voz? ¿Le diría Matt la verdad si le preguntara sobre la chica que le mandaba cartas a su hermano, las cuales había encontrado en el cajón del escritorio de Andy?

—No lo sé, ______. Lo siento.

Sonó apenado, pero eso no le servía a ella para nada. ______ se lo agradeció y colgó. Miró hacia el negro océano, pero no pudo ver ninguna ola.

No había querido mirar en el cajón de Andy, no había estado buscando algo que se suponía no debía ver. Él le había pedido que cogiera un paquete de fotos que quería enseñar a sus padres, y ______, a quien le gustaban el Sr. y Sra. Walsh, pero no estaba segura de si ella les gustaba realmente, estaba demasiado feliz por poder dejar la mesa un rato.

Había estado en el cuarto de Andy bastantes veces y sabía a qué cajón de su escritorio se
refería. Las fotografías no estaban allí, pero había un paquete atado con cinta de goma lleno de sobres dirigidos a Andy, con una caligrafía desconocida. La letra era de chica. Los hombres no hacían los puntos a las íes adornados con pequeñas flores.

______ no había querido encontrarlas, pero al hacerlo, estaba fuera de toda lógica para ella no leerlas. Había cogido el primer sobre y le había echado un vistazo al saludo, había descartado el contenido de la carta y había ido directamente a la firma.

Con Amor, Lisa.

¿Amor? ¿Qué demonios hacía una chica enviándole a Andy, su Andy, cartas firmadas con esa palabra? Al escuchar pasos en el pasillo, ______ había colocado las cartas otra vez en la goma. Si hubiese sido Andy la persona que apareció en la puerta, ______ le habría enfrentado en ese mismo momento, de esa manera no habría dejado ningún secreto que los carcomiera como el ácido.

Pero había sido Matt, el hermano menor de Andy, el que había ido a ver porque tardaba tanto. ______ vio en su cara que él sabía lo que ella había visto, o había adivinado, pero Andy era su hermano y ______ era solamente una chica que podría o no, un día, ser parte de su familia. Matt no mencionó nada, así que ella tampoco lo hizo. Ni a Matt ni a Andy.

Se había marchado al día siguiente con las promesas de Andy resonando en sus oídos. Le
escribiría. La llamaría. Este año, la visitaría. Hasta ahora él no había cumplido ninguna de sus promesas.

Hasta ahora, _______ había dejado de esperarle.

El Surf Pro seguía vendiendo caros trajes de baño, pero como con muchas cosas el tiempo lo había cambiado, el dinero ya no era la cuestión que había sido cuando ella era más joven. ______ examinaba los estantes de ropa, sabiendo que no encontraría mucho de nada de lo que Joseph necesitaba realmente: jeans, camisetas, calzoncillos, calcetines. Sus dedos se iban a la deriva a través de los estantes de los holgados shorts de surf y trajes de neopreno. No se le escapaba que sabía exactamente lo que un chico de veintiún años de edad necesitaba, lo que le gustaría.

Solo se había detenido en la tienda como un capricho porque Joseph había trabajado allí. No estaba segura de lo que había esperado encontrar. ¿Una placa? ¿Un santuario en su memoria? Dudaba incluso que hubiera alguien trabajando allí que le recordara. Eso, más que nada, y escucharlo preguntar por qué ella no había sabido que él se había ido, la empujó fuera de la tienda y de regreso a Garfield Street.

Había conducido a la ciudad para acercarse a la pequeña tienda de comestibles, Shore Foods, porque era la que conocía. Mucho había cambiado desde la última vez que ______ había estado en Bethany Beach. Más tiendas, por ejemplo. Tenía que buscar algo así como una tienda de descuento para encontrar todo lo que realmente necesitaba, pero por ahora Joseph tendría que lidiar con vestir pantalones cortos y camisetas que ella cogió de Five and Ten.

Cruzando la calle desde donde había estacionado estaba Sugarland. O mejor dicho, donde
alguna vez estuvo Sugarland. El escaparate había cambiado, casi devorado por un montón de nuevas construcciones especialmente tiendas y una arcada, pero la tienda en el interior parecía casi la misma. Más limpia y con una decoración más moderna, pero no muy diferente de lo que era cuando ella había sido una esclava detrás del mostrador.

Por impulso, aferrada a su bolsa de plástico llamativa, de ropa teñida, ______ cruzó la plaza y entró en la tienda. La campana sonó en la puerta de la forma en que siempre lo hizo, y no pudo evitar sonreír. La adolescente aburrida de detrás del mostrador apenas alzó la vista. Ella parecía de alrededor de dieciséis años, con el pelo oscuro y grueso apretado en una cola de caballo, y gafas rectangulares posadas en la punta de la nariz perforada. Bostezó cuando ______ se acercó al mostrador.

—¿La ayudo?
—Me gustaría un recipiente grande con palomitas de caramelo. —_____ no se había molestado en leer el menú, pero seguro que en Sugarland todavía se vendía la pegajosa, y secreta receta de maíz de caramelo que había sido tan popular.

La muchacha hizo un gesto con su lánguida mano hacia una pequeña pirámide de recipientes.

—No tenemos más pequeños ahora mismo.


______ no podía olvidar las horas que había pasado inclinada sobre el tonel caliente de azúcar, jarabe de maíz y mantequilla derretida. El Sr. Swarovsky, propietario de Sugarland, había insistido con maíz de caramelo fresco todos los días.

—¿Es fresco?

______ hizo una mueca en el instante en que las palabras se le escaparon de la boca. Ella sonaba igual que todos los tensos turistas que la habían alguna vez vuelto loca. La chica no reaccionó mucho, sólo se encogió de hombros.

—Claro, supongo. Hey, ¡Papá! —llamó por encima del hombro hacia atrás—. ¡Papá!

El hombre que se agachó al salir del cuarto de atrás ocupó una gran cantidad de espacio vertical. Sus anchos hombros y sus magras caderas daban la ilusión de que era aún más alto de lo que en realidad era, aunque _______ estimaba que tenía más de seis pies. Pelo grueso y en punta sobre la frente, y las gafas casi idénticas a las que llevaba la chica del mostrador también señalaban la relación familiar, aunque ella le había llamado papá.

La sonrisa del hombre se extendía por su cara y reveló rectos y relucientes dientes. Eso le transformó al instante de chiflado a maravilloso, y _____ se preguntó lo que había hecho para merecer tal mirada.

—¿______? ¿______ McNamara? —El hombre dio la vuelta al mostrador, ajeno a la desorbitada mirada de su hija, y tomó la mano de ______.

Ella se la dio, y él la movió de arriba hacia abajo.

—¿Sí? Quiero decir, sí. Yo soy ______.
—______. —El hombre la cogió la mano apretada entre las suyas por unos minutos más de lo necesario antes de soltarla. —Soy yo. Kevin Denver.

Fue grosera con la mirada boquiabierta de incredulidad, pero ______ lo hizo de todos modos, lo escaneo de arriba hacia abajo mientras se reía.

—¿Kevin? ¡Oh mi Dios, Kevin... wow!

Él se rió y bajó la cabeza, y el gesto cimentó para ella.

—Sí. Los tiempos cambian, ¿eh?

______ no le habría reconocido, si no se hubiera presentado. Habían desaparecido el acné, los aparatos, los hombros flacos, y perpetuamente encorvados. Kevin Denver había crecido.

—¿Cómo sabías que era yo?

La sonrisa de Kevin trajo un brillo en sus ojos evidente incluso desde detrás de sus gafas de estilo Elvis Costello.

—No has cambiado nada.

_______ se echó a reír, sintiéndose cohibida. Se volvió a ruborizar.

—Oh, seguro.

Kevin negó con la cabeza.

—No, lo digo en serio.

Ella tocó su pelo, lo usaba suelto alrededor de su cara en la actualidad. Ella no iba a señalar los hilos de plata allí, o acariciar las curvas extra en los muslos y los glúteos. Miró alrededor de Sugarland. La hija de Kevin seguía con la mirada sorprendida.

—¿Qué estás haciendo aquí, Kevin? ¡No me digas que sigues trabajando para el señor Swarovsky!

Kevin inclinó su cabeza hacia atrás para reír, y ______ se maravilló de su fácil confianza en sí mismo.

—No. Compré el lugar hace unos cinco años. Oh, ésta es mi hija, Kara.

Kara movió un par de dedos y volvió a mirar aburrida. Kevin se echó a reír.

—Ella está encantada de estar aquí, ¿no te lo dijo?

Kara puso los ojos en blanco. ______ hizo una sonrisa de conmiseración.

—Tu papá y yo solíamos trabajar aquí juntos.

La adolescente asintió con la cabeza.

—Sí. Él me ha contado todo sobre eso, oh, un millón de veces.

______ y Kevin se echaron a reír juntos de eso.

—Dime lo que has estado haciendo contigo misma —dijo Kevin—. No te he visto desde el
último verano en que trabajaste aquí.

______ comenzó a hablar, se detuvo, se echó a reír.

—Oh, ya sabes. Lo de siempre. Casada, niños. Nada emocionante.

Kevin miró a su alrededor la tienda vacía, luego de nuevo a ella.

—Oye, deja que te compre una taza de café y vamos a ponernos al día. ¿Puedes? ¿Tienes
tiempo?

Por un instante ______ alcanzó a ver al viejo Kevin, el que nunca había sido capaz de mirarla a los ojos. Fue entrañable, esa insinuación de los tiempos pasados, y ella asintió.

—Por supuesto. Eso suena genial.
—Vigila la tienda, Kara. Ya vuelvo.

Kara puso los ojos en blanco de nuevo y los espantó con la mano.

—Lo que sea, Papá. Ve.

Kevin dio una mirada de disculpa a ______, mientras sostenía la puerta abierta para que ambos pudieran salir.

—Siento lo de Kara. No está demasiado emocionada por tener que trabajar en la tienda.
—No te preocupes. —Se detuvieron para dejar que un coche pasara por la calle antes de cruzar a la cafetería—. Tengo dos hijos. Sé cómo pueden ser los adolescentes.

Kevin abrió la puerta para ella en la cafetería. Sus modales le dieron a ______ un poco de emoción y una punzada de pesar de que tal cortesía debía ser de alguna manera notable. Incluso dio un paso atrás al elegir la mesa, y le preguntó qué quería, y luego fue al mostrador a pedir para los dos. Parecía un poco anticuado, pero definitivamente halagador. _______ no podía dejar de estudiar cómo le dio la orden al personal del mostrador con confianza. Nada que ver, con el tartamudo, y enrojecido Kevin que había conocido en aquel entonces.

—Gracias —dijo ______ cuando él trajo su café de moca y un plato de galletas bañadas en
chocolate. Su estómago rugió y ella mordió la punta de una galleta seca y desmenuzada—. Wow, bueno.

Kevin la sumergió en su café antes de mordisquearla.

—Sí. Juro que debo comprar acciones en este lugar. Estoy aquí todos los días.
—Tal vez podrías establecer un acuerdo comercial. Entonces muchas tazas de café por muchos cubos de maíz caramelizado.

Kevin emitió esa risa contagiosa de nuevo.

—Sí, claro. Excepto que por desgracia, nadie se interesa en mis palomitas desde que Swarovsky abrió calle abajo.

______ no lo había seguido, y su rostro debió de haber mostrado su confusión.

—Cuando le compré el lugar al viejo Sr. Swarovsky —explicó Kevin—, yo quería los derechos de la receta secreta, también. El viejo estaba dispuesto a vender la tienda, porque Ronnie supuestamente no quería asumir el control, pero cuando llegó el momento de entregar la receta familiar, el anciano se encerró y vaciló. Traté de decirle que Sugarland no valía mucho la pena sin el caramelo de maíz. Murió mientras estábamos en las negociaciones finales. Tengo la tienda por una canción... pero no la receta.

_______ hizo una mueca.

—Ouch. ¿Y luego Ronnie abrió su propio lugar?
—Ya lo tienes. Bajando la calle. —Kevin se encogió de hombros—. Al parecer, tenía planes de hacerlo por un tiempo, pero él y su padre no se veían cara a cara. Cuando su padre murió, Ronnie obtuvo la receta y yo la antigua tienda.
—Kevin, eso está muy mal. Lo lamento. —______ se extendió automáticamente para acariciarle el brazo. Él echó una mirada a su toque, por un instante fugaz mirándola de la forma en que solía hacerlo. Ella retiró la mano.
—Está bien. Estoy haciendo un buen negocio con el helado, y vendo un par de diferentes variedades de palomitas de maíz, pero en realidad no podemos competir con el genuino Swarovsky. Incluso si yo quisiera ser un idiota y usara la receta... lo cual sería un robo. Tú sabes cómo es la gente con esas cosas, ______. Recuerda.
—Leal —dijo con un guiño—. Sí, me acuerdo.

Kevin golpeó la mesa con los nudillos.

—Hey, basta de eso. Hábleme de ti. Tu vida. ¿Qué grandes y emocionantes cosas hiciste?

La risa de ______ no fue tan vibrante como la suya.

—Me gustaría tener un montón de historias para contar, pero realmente no tengo. Fui a la escuela. Me casé. Tuvimos dos hijos, Connor y Robbie. Connor de dieciocho. Robbie de diecisiete. Ellos vendrán aquí en unas dos semanas, tan pronto como la escuela les permita salir.
—Si necesitan puestos de trabajo, envíamelos. —Kevin dijo seriamente—. En este momento somos Kara y yo, pero una vez que la temporada realmente se anime voy a necesitar otro par de chicos.

______ sonrió.

—Voy a hacérselos saber. Gracias.

Kevin bebió más café y la miró por encima de su taza.

—¿Y tu trabajo?

______ le dio vueltas a la taza que tenía en sus manos.

—Oh, eso. Bueno, yo trabajé por un tiempo, pero cuando me quedé embarazada de Connor lo dejé y nunca volví.
—Ibas a ser Abogada —dijo Kevin—. Es una lástima que lo dejaras. No es que quedarse en casa para criar a tus hijos no sea un trabajo importante —añadió apresuradamente—. Dios sabe que alguien debe quedarse en casa y criar a los hijos. Sólo quería decir...
—Ya sé lo que querías decir —dijo ______ en voz baja—. Quería hacer un montón de cosas que no hice. Tener a Connor me cambió mucho.

Ella y Kevin se miraron el uno al otro sobre sus fríos cafés y migas de galletas. Él le envió otra sonrisa, no tan amplia o ancha, pero más dulce y siendo más tentativa.

—La madre de Kara, Kathy, y yo nunca nos casamos. Nosotros, um... bueno, ni siquiera puedo decir que fecha —admitió Kevin—. El año después de que estuvieras aquí, crecí cerca de cuatro pulgadas, deje mis aparatos. Mi cara se limpió. Ya no era más Quasimodo.
—Oh, Kevin.

Él sacudió su cabeza.

—Sé lo que parecía, ______. De todos modos. Supongo que la transformación repentina se me subió a la cabeza. Me volví engreído. Un poco descuidado. Kathy era la hija de una amiga de la iglesia de mi mamá. Ambas madres nos trataron de enganchar, pero yo no estaba realmente interesado en casarme con la hija de un predicador.

______ barrió las migas de galletas en una pila.

—¿Pero tuviste un bebé con ella?

No tenía la intención de que sonara como un juicio, y Kevin no pareció tomarlo de esa manera. Él le dio una sonrisa triste y crujió su último biscotti.

—Ella no quería casarse conmigo. Ambos deberíamos haber sido más cuidadosos, pero Kathy fue la que dijo que no iba a pasar el resto de su vida casada con la persona equivocada porque había cometido un error. Compartimos la custodia de Kara. Kathy se casó con un contador de Nueva Jersey.

______ se limpió los dedos libres de chocolate con una servilleta de papel.

—¿Y tú?
—Nunca me casé. —Se recostó en su silla para estudiarla, con la cabeza inclinada—. Nunca encontré a la mujer adecuada, supongo.

El calor le hizo cosquillas en las mejillas a ______.

—Te ves bien, Kevin. Me alegra saber que te está yendo bien. En serio. Incluso si sigues siendo un urbanita.

Los dos se rieron.

—Con la venta de propiedades frente al mar por millones, ser un urbanita no es del todo una bofetada en la cara, ya sabes. No es que tenga una casa frente al mar —se corrigió—. Kara y yo tenemos un lugar en Betania Commons. Los apartamentos. No es tan malo, aunque tengamos que compartirlo con ustedes los turistas.
—Oye —protestó ella—. ¡Soy oficialmente una urbanita ahora!

Kevin le dio la familiar inclinación de cabeza y una completamente desconocida, lenta, y
evaluadora sonrisa.

—Genial.
—¿Qué pasó con todos los demás? —Preguntó ella, mirando hacia otro lado—. ¿Te has mantenido en contacto con alguno de ellos?
—Ah, bueno, obviamente no paso el tiempo con Ronnie Swarovsky en el club de campo.
—Obviamente. —Ella se echó a reír—. ¿Él y Tammy se casaron?
—Lo hicieron, actualmente. —Kevin la puso al corriente de veinte años de chismes y noticias.

______ se sorprendió al ver cuántas de las personas que había conocido en aquel entonces aún regresaban para el verano, o vivían aquí durante todo el año.

—Melissa Palance vive en Dewey. —Kevin crujía biscotti entre sus dientes blancos y parejos.

______ le dirigió una mirada inquisitiva, pero se dio cuenta de a quién se refería a los pocos segundos.

—¿Missy?
—Ella prefiere Melissa ahora —se echó a reír—. Tiene cuatro hijos y está casada con un pez gordo de las inmobiliarias.
—Wow. ¿Cuatro niños? —______ sacudió la cabeza—. No me lo puedo creer.
—Se detiene en la tienda a veces. Ni siquiera la reconocerías, ______. En primer lugar ella ya no es más rubia.

______ hizo girar un mechón de su pelo hasta los hombros. Hasta ahora, el color plata no dominaba sobre el oro, pero calculó que en los próximos años tendría que decidir si encanecía con gracia o comenzaba a teñirse.

—¿Quién es?

Kevin se pasó una mano por el pelo oscuro y tupido, donde no había signos de blanco brillante.

—Mi padre tiene setenta años y no tiene un solo pelo gris.
—¡Wow! Buenos genes.

Kevin se echó a reír.

—Es calvo.

______ observo el grueso pelo de Kevin.

—No te ves como si tuvieras ese riesgo.
—Espero que no. ¿Y qué hay de ti? ¿Sigues en contacto con alguien? ¿Brian? —Kevin hizo
una pausa, sonando casual. Bebió un sorbo de café y se acomodó en la cabina—. ¿Joseph?
—Yo... —______ se detuvo para beber un poco de café—. He perdido contacto con Brian después de la universidad. Y Joseph... no. Nunca me mantuve en contacto con él.
—¿No lo hiciste? —No cabía duda del sonido de puro placer en la voz de Kevin, aunque él trató de enmascarar la sorpresa—. Eran muy calientes y pesados. ¿No lo eran?

Él sabía cómo habían sido.

—Sí, pero... no funcionó.
—Así que no es el tipo con el que te casaste.

______ levantó la vista, sorprendida de que Kevin pudiera haber pensado eso.

—¡Dios, no! ¿Te imaginas?

No podía, en realidad. ¿Casada con Joseph? Cómo habría cambiado su vida. Kevin se encogió de hombros.

—Yo no lo sabía. Se levantó y desapareció. Missy dijo que pensaba que se había unido al ejército. Pensé que tal vez él se fue contigo.
—No. Me casé con Andy. —Hizo una pausa. Kevin había visto sólo una vez a Andy. Y por lo que ella podía recordar, Andy no había sido demasiado agradable.
—Ah. —Kevin no hizo ninguna pregunta más—. Parece que has estado haciéndolo bien. Me alegro por ti —añadió, aunque algo en su cara le dijo que él no había sido bastante convencido de que ella estaba haciendo tan bien como pretendía.

Por supuesto, tal vez no era más que la proyección de la verdad que sabía sobre él.

—Debo ponerme en marcha —dijo ______—. Muchas gracias por el café. Fue genial verte.
—Dile a tus chicos sobre la oferta de trabajo. —Kevin también se puso de pie—. Y no seas una forastera, ______.
—No lo seré. —Esta vez, ella mantuvo la puerta abierta para él. Kevin se detuvo en la acera—. ¿Te quedas en la casa de tus abuelos?
—Es mía ahora. Pero, sí. El mismo sitio de siempre.
—¿Tuya? —Kevin silbó bajo, y luego sonrió—. Bonita.

______ se echó a reír.

—Por omisión. Tuve buena suerte. Mamá y papá no querían lidiar con los problemas y los
impuestos.
—Aun así. Es una gran propiedad. La tuvieron a la venta por un tiempo, ¿no?

Ella asintió con la cabeza.

—Sí, pero luego decidieron no venderla.
—Lo sé. —Kevin sonrió—. Traté de comprarla.
—Kevin Denver —_____ dijo con admiración—. Tú sí que eres un provocador y un agitador. ¿Eh?

Él se rió e hizo el mismo tipo de movimiento espantando que Kara les había hecho en la tienda.

—Me gustaría. Algún día, tal vez.

______ se unió a su risa y miró hacia su coche, aparcado aún cerca del mercado.

—Realmente me tengo que ir. Necesito alimentos.
—Sabes que hay un Food Lion, ¿verdad? Es más grande que Shore Foods.
—Hay un montón de cosas que no estaban aquí antes —le dijo ______—. Es como si tuviera que volver a conocer toda la ciudad.
—Si alguna vez quieres un tour —Kevin le ofreció—, ya sabes dónde encontrarme.

Ella sonrió.

—Lo voy a tener en mente.
—Bueno. Nos vemos. —Hizo un gesto y cruzó a través de la calle, de vuelta a su tienda.

______ le vio irse, tratando de ajustar el recuerdo del viejo Kevin sobre esta nueva versión, y estuvo encantada de encontrar que no podía.

______ quería una ducha. Quería lavar el olor de los dulces pegajosos de su cabello y su piel, y quedarse bajo el agua caliente hasta que el dolor de cabeza se marchara. Eso era todo en lo que pensaba, una ducha y la cama, cuando cerró Sugarland y se encontró con Joseph esperándola.

—Hola. —Le dijo con la misma naturalidad de siempre, como si no hubiera nada de extraño con que estuviera allí.
—Hola. —______ comprobó que las puertas estaban bien cerradas, y metió las llaves en su
mochila. —¿Qué tal?

Esa noche llevaba el pañuelo una vez más, junto con una negra y muy ajustada camiseta con letras blancas que decía: “mejor estar muerto y atractivo que vivo y anticuado”. ______ dudaba que Joseph hubiese estado pasado de moda en su vida.

—Bonita camiseta.

Él la miró, y luego le sonrió guiñándole un ojo.

—Gracias. Las venden en el Surf Pro.
—Estoy segura que lo hacen. —______ se echó a reír —También estoy segura que son muy
populares.

Joseph se encogió de hombros. Se miraron el uno al otro. La luz anaranjada de la farola hizo que sus ojos se vieran más grises que marrones, y se preguntó qué le pasó al azul. Era probable que hubiese cambiado a ese desagradable color como lo había hecho su piel.

—Así que... —Joseph se levantó del banco donde había estado esperando y metió las manos en los bolsillos—. ¿Vas a casa?

______ asintió con la cabeza.

—En eso mismo estaba pensando.
—¿Quieres caminar por la playa?
—¿Contigo? —La pregunta se le escapó, potencialmente insultante, pero Joseph no pareció ofendido.

Miró de lado a lado y le tendió la mano.

—Soy el único que te lo ha pedido.

Ella se cruzó de brazos.

—¿Cómo sabes eso? Tal vez tenga toneladas de ofertas para caminar por la playa a la luz de la luna.

Joseph sonrió burlonamente.

—Tal vez las tengas. Pero también tienes novio.
—Especie de... —Dijo mientras fruncía el ceño.

Los ojos de Joseph brillaron.

—¿Qué significa “especie de”?

Hizo un gesto con la mano.

—Nada.

Joseph el Picador sólo era amigo de las chicas que podía follar. La advertencia de Missy debería significar algo, pero ______ no podía olvidarlo. Joseph no follaba con ella. Pero no eran amigos, tampoco. ¿Lo eran?

—¿Sería algo tan significativo?

______ se echó a reír.

—No.

Joseph volvió a sonreír.

—Vamos. Tienes que caminar hasta tu casa. ¿Por qué no caminas conmigo por la playa?
—¿Qué pasa con mi bici?
—Déjala aquí. —Él movió la cabeza hacia su diez—velocidades, encadenada de manera segura a la columna—. Mañana no tienes que venir a trabajar muy temprano. Puedes caminar.
—¿Cómo sabes a qué hora trabajo? —Preguntó ______ con desconfianza, pero ya estaba colocándose la mochila sobre los hombros y yendo hacia la pasarela en vez de a la calle.
—Sólo lo sé. —Joseph movió la mano e hizo un ruido “woo-woo”. Igual que un médium.
—Uh-huh. —Ella enganchó los dedos en las correas de la mochila justo debajo de las axilas. La calle no estaba vacía, incluso siendo tan tarde, pero era mucho menos concurrido y Joseph y ella podían caminar el uno al lado del otro.

Se detuvo al llegar a la rampa que conducía al paseo marítimo junto al Motel Blue Surf, se quitó las zapatillas y los calcetines. Metió los calcetines dentro de las zapatillas y las puso en su mochila. Movió los dedos de los pies en la madera, todavía caliente del sol de verano aunque hacía un par de horas que se había puesto. Suspiró.

Joseph se rió.

—¿Un día largo?
—Un montón de horas de pie. Tú también tienes que trabajar, ¿no?

Caminaron juntos hasta la escalera que conducía hasta la arena. Las farolas de la playa estaban encendidas, iluminándola de un blanco puro, pero dejando al mar en sombras. La arena estaba revuelta, aún no habían pasado los camiones para aplanarla. Miró hacía un castillo medio derruido.

—Sí. —Joseph se inclinó para desatarse los cordones y quitarse las botas. Se tambaleó, y perdió el equilibrio.

______ se echó a reír cuando se cayó, y él la sonrió, sus ojos chispeantes. Se levantó, sacudiéndose la arena del trasero y las botas colgando de la mano.

—Tienes suerte de que no me sienta insultado con facilidad. —Le dijo.
—Lo siento. —Dijo sin remordimientos.

Joseph soltó un bufido.

—Uh-huh. Verdad. Ya sé cómo son las chicas.
—Eso es lo que oí. —______ caminaba arrastrando los pies por la fría arena dejando una línea detrás de ellos. Por la mañana no estaría.

Joseph se dio la vuelta mirándola a la cara, caminando hacia atrás.

—¿Oído el qué?

______ lo miró de reojo.

—Que sabes todo acerca de las chicas. Muchas chicas.

Se volvió de nuevo, sin dejar de caminar.

—¿Quién te dijo eso?
—¿Quién crees?

Él le lanzó una mirada.

—¿La misma perra que te dijo que era gay? Ella es una fuente confiable de verdad.

______ fingió indiferencia.

—Sólo estoy diciendo lo que dijo.
—¿Qué es qué, exactamente?

Habían llegado a las rocas, grandes losas asomaban sobre la arena como el lomo de un cocodrilo, o un dinosaurio. El muelle. Las olas se estrellaban más fuerte aquí. ______ saltó sobre la roca y Joseph la siguió.

—Bueno, después de que yo le dijera que sabía que no eras gay...
—Jesús. —Joseph soltó un bufido—. Ryan realmente se enfadó con ella, por cierto.
—¿Lo hizo? —______ saltó a la arena al otro lado de la roca. Las farolas quedaron atrás en el paseo marítimo. La luz aún brillaba detrás de ellos, pero al frente sólo había el resplandor de las ventanas de las casas que bordeaban la playa.
—Sí. Estaba enojado.

Esto era interesante.

—¿Porque ella dijo que eras gay?
—No —resopló Joseph de nuevo, riendo—. Debido a que ella trató de que yo la follara.
—Oh. —______ deseó no haber preguntado. No era como si no lo supiera, pero no quería escucharlo.
—No lo hice. —Joseph dejó de caminar, y ella también—. Por si te interesa.

______ se encogió de hombros.

—¿Por qué debería importarme?

Él la miró fijamente. El viento sopló y tiró de los extremos atados de su pañuelo. Hasta que se deslizó por su cabeza, y después, jugó con su pelo. Después de lo que pareció mucho tiempo, sonrió.

—Cuéntamelo.
—Según Missy te acostaste con un montón de chicas.
—No lo hice con ella.

______ echó a andar de nuevo, a paso determinado. La luz detrás, la oscuridad delante. No
necesitaba luz para saber a dónde iba.

—No es mi problema, Joseph.
—Así que Missy te dijo que yo era, ¿una especie de putón?

No era una palabra que ______ hubiese oído a menudo usada para un chico, y se rió. Joseph no lo hizo.

—¿Lo eras?
—Pensé que no era tu problema.
—¡No lo es!
—No soy gay. —Dijo Joseph—. Y he jodido con bastantes chicas. Simplemente no lo he hecho con Missy.

Él había dejado de caminar de nuevo, y ______ también. Se volvió hacia él. Se había atado las botas a la muñeca y metido las manos en los bolsillos de nuevo. Ella se cruzó de brazos, deseando haberse puesto la sudadera antes de ir a la playa.

—Lo siento. —Dijo después de un minuto con nada más que el sonido de las olas entre ellos—. Realmente no es asunto mío.
—¿Qué más te dijo de mí?

Desde más arriba de la playa llegó el sonido de risas y el súbito resplandor verde brillante de los palos de localización. ______ los vio dando vueltas por el aire, agitados por manos invisibles, antes de mirar hacia atrás a Joseph.

—Que la utilizaste para salir con Heather.

El aliento de Joseph salió en un silbido y apartó la mirada. Sacó el paquete de Swisher Sweets de su bolsillo y encendió uno, usando las manos para proteger del viento la ligera llama. El fuego iluminó su rostro brevemente, con destellos en rojo y oro. Cuando cerró la tapa, todo pareció más negro hasta que sus ojos se ajustaron.

—Y déjame adivinar. Me equivoqué con ella, ¿verdad? ¿Le rompí el corazón? Oh, fui tan malo, ¿verdad
—¿Es eso lo que pasó?
—Ella me engañó, eso es lo que pasó.
—Lo siento. —______ no se sorprendió. No le preguntó si Heather le había roto el corazón. Joseph se encogió de hombros. El humo haciéndole cosquillas en la nariz.
—Esas mierdas suceden
—Aun así. Eso apesta.

Él la miró.

—Sí. Lo que sea. Esa fue la última vez que fui el novio de alguien.

______ se paró cuando un grupo de adolescentes corrió por delante de ellos, arrojando sus palos brillantes y gritando.

—Haces que parezca una cosa horrible —dijo cuando se marcharon.

Empezaron a caminar de nuevo. El cigarro de Joseph brilló cuando dio una calada. ______ miraba la punta brillante y como se desvanecía mientras esperaba su respuesta. Estaban casi en su casa.

—Sí —dijo él finalmente.
—¿Así que... tú solo... las follas? —Tropezó con las palabras, aunque no era como si ella fuera mojigata. No importaba lo que Missy dijera—. ¿Qué clase de chica acepta eso?
—¿Las afortunadas? —Él sonrió, pero cuando no se la devolvió, dejó de hacerlo—. Hey, estaba bromeando. No me lie con Missy. Ella era la novia de Ryan. No soy un cazador furtivo.

Ese término, el que ella misma utilizaba, hizo a ______ dar un paso atrás.

—Bueno... bueno saberlo.

Ella señaló hacia delante a la terraza de la casa de sus abuelos. Las luces brillaban desde el interior de la cocina y la sala de estar, y varias alumbraban en la barandilla. El viento traía el sonido de la risa. Probablemente de su tía Linda. Los niños pequeños estarían en la cama, pero el juego nocturno del borracho no habría hecho más que comenzar.

—Esa es la mía —dijo.
—Bonita. —Joseph se detuvo cuando ella lo hizo.
—Está bien. Atestada, pero... sí, es bonita. —______ estaba cansada de tener que defender el lugar en donde vivía. Missy por lo general lo hacía en gran medida.

Joseph miró a la casa, y luego a ella, y finalmente al agua.

—Creo que voy a regresar, entonces.
—Oh... bien.
—¿A menos que quieras que me quede? ¿Invitarme a conocer a la gente? —Él le sonrió.
—Umm...
—¡Nah! —La cortó antes de que pudiera responder—. Tengo que seguir adelante.
—Gracias por acompañarme a casa. —______ quería explicarle que no era que no quisiera invitarlo a entrar. Ella nunca había invitado a entrar a nadie, que no era por Joseph en particular...
—No hay problema. —Él se inclinó para recoger una piedra o un pedazo de concha, y la lanzó a las olas—. Quería decirle a Missy que habíamos pasado la noche juntos y mi mamá no crio a un mentiroso.

______ se sorprendió riéndose

—¡Oh...!

Se volvió hacia ella y sonrió. La luz de la terraza iluminó su rostro, tal vez cegándolo un poco. El pelo de ______ voló delante de sus ojos y ella lo apartó. Cuando terminó, estaba más cerca. Lo suficientemente cerca como para murmurar en su oído:

—Dime algo.

Si ______ giraba la cabeza, sus mejillas se tocarían. Sería capaz de rozarle la piel con la boca. Podía respirar ahora, su olor, el olor del sol y la playa y protector solar. Su corazón trató de saltar fuera de su pecho. Sintió su pulso en la garganta y en las muñecas, entre sus piernas. No volvió la cabeza.

—¿Qué? —Susurró.
—¿Qué significa “especie de” supuesto novio?

Ella tragó saliva.

—Significa... no estoy segura. Significa que creo que está engañándome.
—¿Pero no lo sabes a ciencia cierta?

Cuando ella negó con la cabeza, el roce suave de su mejilla en la de ella le hizo las rodillas
débiles.

—No.
—Tal vez deberías saberlo —Joseph susurró esto último directamente en su oído. Su brazo rozó el suyo, y su cadera. Si alguien mirara ahora y los viera, sabía que se vería como si se estuvieran besando. Si él se moviera una fracción de pulgada, o si lo hiciera ella, lo harían.
—Tal vez debería.

Se apartó sólo un paso, pero bien podrían haber sido un millón. ______ parpadeó rápidamente y respiró hondo, tratando de sellar el olor de él dentro de ella, pero encontró sólo el olor del mar.

Sin decir nada más, Joseph dio marcha atrás y la dejó allí.

Tuvo que esperar un tiempo antes de que sus piernas dejaran de temblar, para que pudiera entrar.