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Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
NONONONOOOOOOO!!!
ESTO SE ESTA PONIENDO PEEEOORRR!!!!
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!
NECESITA UNA LIMPIAAAAq!!!!!1
ESTO SE ESTA PONIENDO PEEEOORRR!!!!
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!
NECESITA UNA LIMPIAAAAq!!!!!1
chelis
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
No me jodas nooooo! :O
Osea que sinceramente creen que fue ella, encima todo encaja! Me muero :(
Gracias por subir 2 capitulos :')
Osea que sinceramente creen que fue ella, encima todo encaja! Me muero :(
Gracias por subir 2 capitulos :')
Augustinesg
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
-Mi esposa no envenenó a su tío. No tienen modo de saber cuánto tiempo llevaba contaminado ese brandy y, si buscan un motivo, pregunten a las decenas de personas de las que lord Dunstan se ha aprovechado a lo largo de los años.
-¿Aprovechado? ¿De qué modo?
-De cualquier modo que le resultara beneficioso. Dicho en pocas palabras, ese hombre es despiadado. No hay forma humana de saber cuántos enemigos se habrá creado a lo largo de su vida.
-En ese caso, quizá podría proporcionarnos algunos de esos nombres.
-Si rastreo un poco, estoy seguro de ello. Y mi esposa también podrá aportar algunos.
Perkins se dirigió a _____________:
-¿Hay alguien en Milford Park que pueda responder de su paradero durante el tiempo que permanecieron ustedes allí?
-Estuve con mi prima Muriel.
-Ya lo sabemos. ¿Y después de que ella la dejara?
-Paseé por la casa. No había estado desde hacía tiempo. Me sentí a gusto al reencontrarme con algunas de las pertenencias de mi familia: retratos, bordados de mi madre, una colección de dedales que yo admiraba de pequeña. He echado de menos esas cosas desde que no vivo allí.
-¿Y no entró en el estudio de su tío?
_____________ titubeó. ¡Por Dios, había entrado sólo un momento! Era la habitación favorita de su padre y le gustaba entrar de pequeña para notar su presencia. Ese día no se sintió bien en ella, ya que Dunstan se había apropiado del estudio para su uso, y se marchó enseguida.
-No me acuerdo. Recorrí un buen rato la casa antes de que mi marido me llamara para irnos.
Perkins miró a Nivens, que asintió con la cabeza. _____________ no estaba segura, pero le pareció que quizás hasta Joseph había notado que mentía.
-Muy bien -concluyó Perkins-. De momento, eso es todo. Sin embargo, les sugiero que no se alejen demasiado de casa. Tendremos que hacerle más preguntas a lady Jonas. Si el conde fallece, existe la posibilidad de que su Excelencia sea acusada de asesinato.
La visión de _____________ se oscureció por los bordes y, por un instante, la habitación pareció desaparecer. Notó cómo el brazo de Joseph la rodeaba y la ayudaba a sentarse en una silla.
-Quédate aquí -le dijo-. Voy a despedir a esto señores.
_____________ asintió sin decir nada. Le daba vueltas la cabeza. Tenía tanto miedo que no podía pensar. Alguien había envenenado a su tío. No negaba que ella tuviera motivos para desearle la muerte. Lo cierto era que no so portaba ni verlo. Y podía haberlo hecho. Trabajaba a menudo con hierbas venenosas, con belladona incluso, que en dosis pequeñas contribuía a aliviar el dolor e iba bien para la indigestión.
Y anduvo sola por la casa. En realidad, incluso entró un momento en el estudio. Seguro que la policía creía que ella lo envenenó. Sintió náuseas. Hasta su marido debía de creerla culpable.
Pensó en la mirada preocupada que había visto en los ojos de Joseph y, aunque en Saint Bart deseó muchas veces que su tío muriese, rezó para que viviera.
Los minutos pasaron despacio. _____________ se acercó a la puerta del salón y escuchó el murmullo de la conversación de los hombres. ¿Qué le dirían Perkins y Nivens a su marido? ¿Lo estarían convenciendo de que era culpable? Deseaba estar allí para defenderse, pero tenía miedo de que su presencia empeorara las cosas de algún modo.
Así que se esforzó en oír mientras esperaba en tensión a que los hombres se fuesen y su marido volviera. Por fin, se hizo el silencio en el vestíbulo, la puerta principal se abrió y se cerró, y _____________ suspiró de alivio. Después, oyo los pasos de Joseph acercándose y tomó fuerzas para enfrentarse a él.
Casi había llegado él al Salón Dorado cuando el sonido de carrerillas y gritos de los sirvientes lo detuvo ante la puerta. El corazón de _____________ dio un vuelco al preguntarse qué nueva crisis se habría producido.
-¿Qué pasa? -preguntó saliendo del salón para situarse junto a Joseph-. ¿Qué sucede?
-No lo sé.
Se volvió y empezó a dar zancadas hacia la parte posterior de la casa, de modo que _____________ tenía que correr para seguirle el paso. Vieron que Bennie Taylor corría como un loco hacia ellos.
-¡Es Mikey! -gritó-. ¡Vengan, deprisa!
_____________ sintió una punzada en el corazón. Joseph echó a correr y _____________ aceleró aún más, sometida a una nueva clase de miedo. El marqués llegó primero hasta el niño y se abrió paso entre los dos mozos que estaban arrodillados junto a él en la hierba. Uno sostenía a Michael para mantenerlo incorporado mientras el otro le daba unas palmadas frenéticas en la espalda. Era evidente que el pequeño tenía algo atragantado en la garganta. Joseph no esperó, tomó al niño por el tobillo, lo sostuvo cabeza abajo en el aire y lo golpeó para tratar de sacarle, en vano, lo que fuera.
La cara de Michael iba poniéndose morada, y un resuello horrible se escapaba de su garganta. Y con sus aterrorizados ojos azules no dejaba de mirar fijamente a Joseph suplicándole ayuda.
-Por el amor de Dios, ¿qué se ha tragado? -preguntó el marqués, que seguía intentando que el niño expulsara lo que le obstaculizaba las vías respiratorias.
-Sólo era un poco de caramelo -contestó Bennie con los ojos llenos de lágrimas.
Joseph volvió a dejar al niño en la hierba, le abrió la boca y metió los dedos para tratar de sacar lo que se había tragado.
-¿Aprovechado? ¿De qué modo?
-De cualquier modo que le resultara beneficioso. Dicho en pocas palabras, ese hombre es despiadado. No hay forma humana de saber cuántos enemigos se habrá creado a lo largo de su vida.
-En ese caso, quizá podría proporcionarnos algunos de esos nombres.
-Si rastreo un poco, estoy seguro de ello. Y mi esposa también podrá aportar algunos.
Perkins se dirigió a _____________:
-¿Hay alguien en Milford Park que pueda responder de su paradero durante el tiempo que permanecieron ustedes allí?
-Estuve con mi prima Muriel.
-Ya lo sabemos. ¿Y después de que ella la dejara?
-Paseé por la casa. No había estado desde hacía tiempo. Me sentí a gusto al reencontrarme con algunas de las pertenencias de mi familia: retratos, bordados de mi madre, una colección de dedales que yo admiraba de pequeña. He echado de menos esas cosas desde que no vivo allí.
-¿Y no entró en el estudio de su tío?
_____________ titubeó. ¡Por Dios, había entrado sólo un momento! Era la habitación favorita de su padre y le gustaba entrar de pequeña para notar su presencia. Ese día no se sintió bien en ella, ya que Dunstan se había apropiado del estudio para su uso, y se marchó enseguida.
-No me acuerdo. Recorrí un buen rato la casa antes de que mi marido me llamara para irnos.
Perkins miró a Nivens, que asintió con la cabeza. _____________ no estaba segura, pero le pareció que quizás hasta Joseph había notado que mentía.
-Muy bien -concluyó Perkins-. De momento, eso es todo. Sin embargo, les sugiero que no se alejen demasiado de casa. Tendremos que hacerle más preguntas a lady Jonas. Si el conde fallece, existe la posibilidad de que su Excelencia sea acusada de asesinato.
La visión de _____________ se oscureció por los bordes y, por un instante, la habitación pareció desaparecer. Notó cómo el brazo de Joseph la rodeaba y la ayudaba a sentarse en una silla.
-Quédate aquí -le dijo-. Voy a despedir a esto señores.
_____________ asintió sin decir nada. Le daba vueltas la cabeza. Tenía tanto miedo que no podía pensar. Alguien había envenenado a su tío. No negaba que ella tuviera motivos para desearle la muerte. Lo cierto era que no so portaba ni verlo. Y podía haberlo hecho. Trabajaba a menudo con hierbas venenosas, con belladona incluso, que en dosis pequeñas contribuía a aliviar el dolor e iba bien para la indigestión.
Y anduvo sola por la casa. En realidad, incluso entró un momento en el estudio. Seguro que la policía creía que ella lo envenenó. Sintió náuseas. Hasta su marido debía de creerla culpable.
Pensó en la mirada preocupada que había visto en los ojos de Joseph y, aunque en Saint Bart deseó muchas veces que su tío muriese, rezó para que viviera.
Los minutos pasaron despacio. _____________ se acercó a la puerta del salón y escuchó el murmullo de la conversación de los hombres. ¿Qué le dirían Perkins y Nivens a su marido? ¿Lo estarían convenciendo de que era culpable? Deseaba estar allí para defenderse, pero tenía miedo de que su presencia empeorara las cosas de algún modo.
Así que se esforzó en oír mientras esperaba en tensión a que los hombres se fuesen y su marido volviera. Por fin, se hizo el silencio en el vestíbulo, la puerta principal se abrió y se cerró, y _____________ suspiró de alivio. Después, oyo los pasos de Joseph acercándose y tomó fuerzas para enfrentarse a él.
Casi había llegado él al Salón Dorado cuando el sonido de carrerillas y gritos de los sirvientes lo detuvo ante la puerta. El corazón de _____________ dio un vuelco al preguntarse qué nueva crisis se habría producido.
-¿Qué pasa? -preguntó saliendo del salón para situarse junto a Joseph-. ¿Qué sucede?
-No lo sé.
Se volvió y empezó a dar zancadas hacia la parte posterior de la casa, de modo que _____________ tenía que correr para seguirle el paso. Vieron que Bennie Taylor corría como un loco hacia ellos.
-¡Es Mikey! -gritó-. ¡Vengan, deprisa!
_____________ sintió una punzada en el corazón. Joseph echó a correr y _____________ aceleró aún más, sometida a una nueva clase de miedo. El marqués llegó primero hasta el niño y se abrió paso entre los dos mozos que estaban arrodillados junto a él en la hierba. Uno sostenía a Michael para mantenerlo incorporado mientras el otro le daba unas palmadas frenéticas en la espalda. Era evidente que el pequeño tenía algo atragantado en la garganta. Joseph no esperó, tomó al niño por el tobillo, lo sostuvo cabeza abajo en el aire y lo golpeó para tratar de sacarle, en vano, lo que fuera.
La cara de Michael iba poniéndose morada, y un resuello horrible se escapaba de su garganta. Y con sus aterrorizados ojos azules no dejaba de mirar fijamente a Joseph suplicándole ayuda.
-Por el amor de Dios, ¿qué se ha tragado? -preguntó el marqués, que seguía intentando que el niño expulsara lo que le obstaculizaba las vías respiratorias.
-Sólo era un poco de caramelo -contestó Bennie con los ojos llenos de lágrimas.
Joseph volvió a dejar al niño en la hierba, le abrió la boca y metió los dedos para tratar de sacar lo que se había tragado.
NiinnyJonas
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
hay no vamos de mal en peor!!!
Estoy segura que es una trampa lo del tío!!
Siguela!!
Estoy segura que es una trampa lo del tío!!
Siguela!!
aranzhitha
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
No... Puso vamos de mal a peor!!!!!!!.... Creoo que necesitan una limpia!!!!!!
chelis
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
ay por dios ella nunca deja de tener problemas verdad
que le paso al pobre chiquillo ? :(
SÍGUELA!
que le paso al pobre chiquillo ? :(
SÍGUELA!
fernanda
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
-Tenía hambre. La cocinera nos dio un poco de caramelo. Nada más, un poco de caramelo -insistió Bennie.
_____________ contuvo un sollozo. El corazón le martilleaba las costillas y le costaba respirar. Su marido estaba haciendo todo lo que ella sabía que se pudiera hacer, todo lo que había leído que tenía que hacerse, pero nada parecía funcionar. La cara del pequeño se había vuelto púrpura, y el pequeño se llevaba frenético las manitas al cuello.
Al mirar a Michael y oírle resollar, incapaz de introducir aire en los pulmones, _____________ pensó por primera vez en su vida que iba a desmayarse. El pulso le retumbaba en los oídos y temblaba de pies a cabeza.
Entonces, Michael cerró despacio los ojos y su cuerpecito se quedó inmóvil.
-¡Está inconsciente! -exclamó Joseph, que volvió los ojos hacia _____________ con una mirada tan llena de dolor que para ella fue como un golpe en el estómago-. ¡Se va a morir, _____________! ¡Tenemos que hacer algo para ayudarlo!
-Estaba chupando el caramelo -se puso a divagar Bennie-. Y empezó a reírse por algo que dijo Joey...
-¡_____________! -gritó Joseph-. ¡Dime qué tengo que hacer!
Unas lágrimas enormes resbalaron por las mejillas de su esposa.
-Vuelve a ponerlo cabeza abajo. Quizás esta vez... -sugirió.
-¡Eso no basta y tú lo sabes! ¡Michael se está muriendo! ¡Te has pasado años leyendo esos condenados libros! ¡Haz algo para salvarlo!
_____________ tragó saliva. El miedo y la frustración le oprimían el pecho.
«¡Michael no, por favor», rogó en silencio. Quería al pequeño como si fuera su hijo y verlo así casi le impedía pensar. Inspiró a fondo, sofocó el terror que sentía y se olvidó del dolor y de la impotencia. Su cabeza empezó a rebuscar frenética entre los conocimientos que había adquirido. Joseph tenía razón. Debía de haber algo que pudiera hacer, algún modo de salvarlo.
-Tiene que respirar -afirmó, expresando en voz alta sus pensamientos con una voz débil y temblorosa, apenas capaz de conservar el control-. Eso es lo único que importa. Hay una especie de tubo en el cuerpo que baja por la garganta. Así es cómo el aire llega a los pulmones. Si pudiera abrirlo... No sé si funcionaría, pero quizás...
-¡Hazlo! -le ordenó Joseph. De la bota de montar se sacó la navaja plateada que llevaba siempre encima desde que sufrió el ataque en la taberna-. ¡Hazlo, _____________! Si hay la menor posibilidad de salvarlo, tenemos que correr el riesgo.
_____________ se humedeció los labios y tomó la navaja que su marido le ofrecía. Aunque temblaba por dentro, parecía tener el pulso perfecto.
-Tráeme el equipo médico -instruyó en voz baja a Bennie, que salió corriendo hacia la habitación de los arreos, donde habían almacenado en secreto los objetos de la cabaña.
Sin prestar atención a la mirada penetrante de Joseph, rezó para que Dios la guiara y se puso a palpar el cuello de Michael con los dedos para buscar el tubo respiratorio a la vez que trataba de recordar dónde lo había visto situado, en sus estudios recientes, en relación con las grandes venas que había a los lados.
Tomó fuerzas, encontró el lugar que le pareció más idóneo e introdujo la hoja. Practicó la incisión más pequeña que pudo para que entrara la cantidad suficiente de aire y, al instante, el tórax del pequeño empezó a subir y bajar con un ritmo más regular y _____________ rezó para sus adentros dando gracias porque, al menos de momento, no lo había matado.
-Necesito algo para absorber la sangre.
Otro de los chicos salió disparado mientras Luciera se desprendía de la chaqueta y se quitaba la camisa de manga larga por la cabeza. Rasgó la tela delgada y la dobló para formar trozos gruesos, que le entregó temblándole la mano.
-Está respirando -dijo Joseph-, pero el caramelo sigue ahí dentro.
-Necesitamos algo redondo y hueco para que el aire fluya mientras le sacamos lo que haya ahí atascado. Un junco o una pluma de lo que sea.
-¡Ahora lo traigo!
Esta vez fue Joey quien salió corriendo, y todos los chicos volvieron casi al mismo tiempo con lo que se les había pedido. Mientras _____________ controlaba la sangre, Joseph arrancó las barbillas de la pluma que Joey le entregó, partió los dos extremos del cañón e introdujo éste en el corte que _____________ había practicado.
-Parece que respira mejor -comentó Joseph-. Si pudiéramos extraer lo que le obstruye la garganta...
-Déjame a mí. -_____________ sacó unas pinzas del maletín que Bennie había traído-. Son muy útiles para muchas cosas.
Después de secarse la sangre de las manos en la falda, deslizó con cuidado las pinzas en la garganta de Michael y llegó al pedazo de caramelo que se había tragado. Se le escapó dos veces y el sudor de la frente le resbaló hasta los ojos. Se lo secó con el dorso de la mano y le quedaron unas manchas rojas cerca de las sienes.
-Ya lo tengo.
Sacó el obstáculo, victoriosa, y lo tiró. Después, volvió a trabajar en la incisión que había practicado. Enhebró la aguja que llevaba en el maletín y suturó con cuidado el corte del conducto respiratorio.
Durante todo el proceso, Michael permaneció inconsciente y _____________ se alegraba de ello, de momento. Una vez despertara, lo que rogaba a Dios que ocurriese, el dolor sería considerable.
-Tenemos que meterlo en casa -dijo.
Joseph asintió en silencio y cargó con suavidad al pequeño en brazos. Lo llevaron a la habitación contigua a la de _____________ y el marqués lo depositó con cuidado en la cama.
-En cuanto se despierte, le daré algo para aliviar el dolor.
-¿Se despertará? -le preguntó Joseph, mirándola fijamente a los ojos. Su mirada contenía tal desesperación que _____________ no pudo sostenerla.
_____________ contuvo un sollozo. El corazón le martilleaba las costillas y le costaba respirar. Su marido estaba haciendo todo lo que ella sabía que se pudiera hacer, todo lo que había leído que tenía que hacerse, pero nada parecía funcionar. La cara del pequeño se había vuelto púrpura, y el pequeño se llevaba frenético las manitas al cuello.
Al mirar a Michael y oírle resollar, incapaz de introducir aire en los pulmones, _____________ pensó por primera vez en su vida que iba a desmayarse. El pulso le retumbaba en los oídos y temblaba de pies a cabeza.
Entonces, Michael cerró despacio los ojos y su cuerpecito se quedó inmóvil.
-¡Está inconsciente! -exclamó Joseph, que volvió los ojos hacia _____________ con una mirada tan llena de dolor que para ella fue como un golpe en el estómago-. ¡Se va a morir, _____________! ¡Tenemos que hacer algo para ayudarlo!
-Estaba chupando el caramelo -se puso a divagar Bennie-. Y empezó a reírse por algo que dijo Joey...
-¡_____________! -gritó Joseph-. ¡Dime qué tengo que hacer!
Unas lágrimas enormes resbalaron por las mejillas de su esposa.
-Vuelve a ponerlo cabeza abajo. Quizás esta vez... -sugirió.
-¡Eso no basta y tú lo sabes! ¡Michael se está muriendo! ¡Te has pasado años leyendo esos condenados libros! ¡Haz algo para salvarlo!
_____________ tragó saliva. El miedo y la frustración le oprimían el pecho.
«¡Michael no, por favor», rogó en silencio. Quería al pequeño como si fuera su hijo y verlo así casi le impedía pensar. Inspiró a fondo, sofocó el terror que sentía y se olvidó del dolor y de la impotencia. Su cabeza empezó a rebuscar frenética entre los conocimientos que había adquirido. Joseph tenía razón. Debía de haber algo que pudiera hacer, algún modo de salvarlo.
-Tiene que respirar -afirmó, expresando en voz alta sus pensamientos con una voz débil y temblorosa, apenas capaz de conservar el control-. Eso es lo único que importa. Hay una especie de tubo en el cuerpo que baja por la garganta. Así es cómo el aire llega a los pulmones. Si pudiera abrirlo... No sé si funcionaría, pero quizás...
-¡Hazlo! -le ordenó Joseph. De la bota de montar se sacó la navaja plateada que llevaba siempre encima desde que sufrió el ataque en la taberna-. ¡Hazlo, _____________! Si hay la menor posibilidad de salvarlo, tenemos que correr el riesgo.
_____________ se humedeció los labios y tomó la navaja que su marido le ofrecía. Aunque temblaba por dentro, parecía tener el pulso perfecto.
-Tráeme el equipo médico -instruyó en voz baja a Bennie, que salió corriendo hacia la habitación de los arreos, donde habían almacenado en secreto los objetos de la cabaña.
Sin prestar atención a la mirada penetrante de Joseph, rezó para que Dios la guiara y se puso a palpar el cuello de Michael con los dedos para buscar el tubo respiratorio a la vez que trataba de recordar dónde lo había visto situado, en sus estudios recientes, en relación con las grandes venas que había a los lados.
Tomó fuerzas, encontró el lugar que le pareció más idóneo e introdujo la hoja. Practicó la incisión más pequeña que pudo para que entrara la cantidad suficiente de aire y, al instante, el tórax del pequeño empezó a subir y bajar con un ritmo más regular y _____________ rezó para sus adentros dando gracias porque, al menos de momento, no lo había matado.
-Necesito algo para absorber la sangre.
Otro de los chicos salió disparado mientras Luciera se desprendía de la chaqueta y se quitaba la camisa de manga larga por la cabeza. Rasgó la tela delgada y la dobló para formar trozos gruesos, que le entregó temblándole la mano.
-Está respirando -dijo Joseph-, pero el caramelo sigue ahí dentro.
-Necesitamos algo redondo y hueco para que el aire fluya mientras le sacamos lo que haya ahí atascado. Un junco o una pluma de lo que sea.
-¡Ahora lo traigo!
Esta vez fue Joey quien salió corriendo, y todos los chicos volvieron casi al mismo tiempo con lo que se les había pedido. Mientras _____________ controlaba la sangre, Joseph arrancó las barbillas de la pluma que Joey le entregó, partió los dos extremos del cañón e introdujo éste en el corte que _____________ había practicado.
-Parece que respira mejor -comentó Joseph-. Si pudiéramos extraer lo que le obstruye la garganta...
-Déjame a mí. -_____________ sacó unas pinzas del maletín que Bennie había traído-. Son muy útiles para muchas cosas.
Después de secarse la sangre de las manos en la falda, deslizó con cuidado las pinzas en la garganta de Michael y llegó al pedazo de caramelo que se había tragado. Se le escapó dos veces y el sudor de la frente le resbaló hasta los ojos. Se lo secó con el dorso de la mano y le quedaron unas manchas rojas cerca de las sienes.
-Ya lo tengo.
Sacó el obstáculo, victoriosa, y lo tiró. Después, volvió a trabajar en la incisión que había practicado. Enhebró la aguja que llevaba en el maletín y suturó con cuidado el corte del conducto respiratorio.
Durante todo el proceso, Michael permaneció inconsciente y _____________ se alegraba de ello, de momento. Una vez despertara, lo que rogaba a Dios que ocurriese, el dolor sería considerable.
-Tenemos que meterlo en casa -dijo.
Joseph asintió en silencio y cargó con suavidad al pequeño en brazos. Lo llevaron a la habitación contigua a la de _____________ y el marqués lo depositó con cuidado en la cama.
-En cuanto se despierte, le daré algo para aliviar el dolor.
-¿Se despertará? -le preguntó Joseph, mirándola fijamente a los ojos. Su mirada contenía tal desesperación que _____________ no pudo sostenerla.
NiinnyJonas
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Buaaaa me muero! El pequeño Michael :(
Espero que se mejore. Esta noveka no gano ningun premio? Es impresionante!!
Un millon de gracias por subirla :')
Espero que se mejore. Esta noveka no gano ningun premio? Es impresionante!!
Un millon de gracias por subirla :')
Augustinesg
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
ahh que mal!!! Michael!!!
Se tiene que poner bien!!
Siguela!!
Se tiene que poner bien!!
Siguela!!
aranzhitha
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Ala puta madre! Que pinche madre! Me sacaste un peedo con ests caps a la mierda no qiero que se muera el ni'o llorare eeh! Siguela! Yaaa! Spero caps ansiosas a la mierda que gacho ya me hubiera desmayado o que se yo hijo de la madre ame los caps
Pao Jonatica Forever :3
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Pon el que sigueeeeeee!!!!!!!!....
Aaaaaaaaaaaaaaaahhhhh esto esta cada vez peoorr!!!!......
Aaaaaaaaaaaaaaaahhhhh esto esta cada vez peoorr!!!!......
chelis
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
esto seguramente ayudara a que joe valore lo que la rayis hace verdad?
síguela por favor
síguela por favor
fernanda
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
-No lo sé -contestó.
-¿Y la putrefacción?
_____________ tragó saliva. Era lo que más temía, y parecía muy probable que se presentara.
-Cuando se despierte, ésa será nuestra mayor preocupación. Haré todo lo que pueda para prevenirla, pero no se puede asegurar.
Joseph no dijo nada. Durante un largo rato se quedó allí de pie, mirándola con una expresión que _____________ no supo descifrar. Después, dio media vuelta y salió de la habitación. Mientras observaba cómo se iba, _____________ se vio en el espejo del tocador y su cara palideció más todavía.
-¡Oh, Dios mío!
Llevaba el vestido amarillo empapado de sangre. Tenía las manos cubiertas de sangre y unas manchas rojas le salpicaban la frente y las mejillas. Recordó la expresión de Joseph, tensa y controlada a fin de ocultar su aversión.
-¡Oh, Dios mío! -susurró de nuevo, y le dio un vuelco el estómago. Con las piernas temblando se acercó al tocador, vertió agua de la jarra en la jofaina, se lavo las manos y se las secó.
-__________ -Una voz ronca se elevó desde colchón de plumas.
-¡Michael! -Se acercó, se sentó a su lado en la cama y estrechó entre las suyas una mano del niño-. No pasa nada, cielo. Tuviste un accidente, pero te pondrás bien.
Levantó el maletín del suelo, lo abrió y sacó varios frasquitos y un puñado de ungüentos.
-Me duele... mucho... la garganta.
Michael se llevó la mano hacia el lugar de la incisión, pero _____________ lo detuvo con suavidad.
-Ya sé que te duele, cielo. Era el único modo de ayudarte a respirar.
Sacó una botellita de un líquido que contenía una tintura de opio. Al recordar cómo la había afectado a ella la droga, sintió un momento de inquietud por el efecto que podría tener en Michael, pero sabía que le serviría para soportar el dolor y eso era lo más importante en ese momento. Tomó un paño, lo empapó en el líquido y lo hizo gotear en el interior de la boca del niño. Sabía lo mucho que debía de dolerle al tragarlo, pero el pequeño no se quejó.
-Te pondré unas medicinas en el cuello y después te vendaré.
Le aplicó un trozo cuadrado de algodón, que bañó previamente en una mezcla de agracejo y asclepias, y usó luego una tira larga de tela para sujetárselo al cuello-. Mañana te encontrarás mejor.
Por lo menos, eso esperaba. Sólo que, si había putrefacción... _____________ sintió náuseas, pero sacudió la cabeza negándose a imaginar lo peor. De momento había terminado y Michael se quedó dormido. Levantó la mirada y vio que Joseph estaba en la puerta, con la misma expresión insondable que antes en la cara.
-Está dormido -informó a su marido-. Se despertó un momento, así que eso no debe preocuparnos.
-Gracias a Dios. -Joseph cruzó la habitación sin dejar de mirar al niño-. Me sentaré con él un rato.
_____________ asintió con la cabeza. Se miró la ropa ensangrentada y se juntó los pliegues de la falda. Recordó la expresión de Joseph aquel día en el sótano y pensó en la repulsión que debía de sentir ahora. Ningún caballero, y mucho menos Joseph, querría ver a su esposa como si acabara de matar un cerdo. ¡Y pensar que era la sangre de un niño! Se fue deprisa para cambiarse.
Durante los dos días siguientes, ambos se turnaron para sentarse junto a la cama del pequeño. Al final del segundo día, Michael se despertó con fiebre, y _____________ se preparó para lo peor. Se turnaron durante las veinticuatro horas, pero, aparte de eso, Joseph y ella apenas se veían.
No tenían noticias de Dunstan, aunque ahora eso no importaba. Su preocupación y sus plegarias eran para Michael.
Al final del tercer día le bajó la fiebre. La cantidad de putrefacción que pudiera haber parecía, controlada. Curiosamente, en cuanto fue seguro que el niño viviría, Joseph abandonó la casa y _____________ no volvió a verlo.
De eso hacía dos días; dos días largos, desgarradores. Cada vez que cerraba los ojos, veía la expresión seria y contenida de su marido. Se veía la sangre en las manos y sabía lo que él pensaba. El asco volvía sombríos sus ojos. Sentía repulsión por una mujer, que podía cortar a un niño como si fuera un pedazo de carne.
Eso ya lo había oído antes, durante los días en que la enviaron a Saint Bart. Y Joseph pensaba lo mismo, lo había dejado muy claro. ¿Cómo iba a mirarlo nunca más a la cara?
A última hora de la tarde de ese día llegó un mensajero de los policías Perkins y Nivens. Irían al día siguiente para mantener una entrevista con lady Jonas.
El corazón de _____________ latió desbocado. Seguro que Dunstan estaba muerto. Aquellos hombres la detendrían. La volverían a llevar al manicomio o la colgarían. Tenía un sabor amargo en la boca y empezaron a temblarle las manos. Esos hombres iban a buscarla e incluso Joseph la creía culpable. El terror la sacudió con una fuerza terrible, implacable. Ante un futuro demasiado funesto de imaginar, se dejó caer en una silla del dormitorio y empezó a llorar.
-¿Y la putrefacción?
_____________ tragó saliva. Era lo que más temía, y parecía muy probable que se presentara.
-Cuando se despierte, ésa será nuestra mayor preocupación. Haré todo lo que pueda para prevenirla, pero no se puede asegurar.
Joseph no dijo nada. Durante un largo rato se quedó allí de pie, mirándola con una expresión que _____________ no supo descifrar. Después, dio media vuelta y salió de la habitación. Mientras observaba cómo se iba, _____________ se vio en el espejo del tocador y su cara palideció más todavía.
-¡Oh, Dios mío!
Llevaba el vestido amarillo empapado de sangre. Tenía las manos cubiertas de sangre y unas manchas rojas le salpicaban la frente y las mejillas. Recordó la expresión de Joseph, tensa y controlada a fin de ocultar su aversión.
-¡Oh, Dios mío! -susurró de nuevo, y le dio un vuelco el estómago. Con las piernas temblando se acercó al tocador, vertió agua de la jarra en la jofaina, se lavo las manos y se las secó.
-__________ -Una voz ronca se elevó desde colchón de plumas.
-¡Michael! -Se acercó, se sentó a su lado en la cama y estrechó entre las suyas una mano del niño-. No pasa nada, cielo. Tuviste un accidente, pero te pondrás bien.
Levantó el maletín del suelo, lo abrió y sacó varios frasquitos y un puñado de ungüentos.
-Me duele... mucho... la garganta.
Michael se llevó la mano hacia el lugar de la incisión, pero _____________ lo detuvo con suavidad.
-Ya sé que te duele, cielo. Era el único modo de ayudarte a respirar.
Sacó una botellita de un líquido que contenía una tintura de opio. Al recordar cómo la había afectado a ella la droga, sintió un momento de inquietud por el efecto que podría tener en Michael, pero sabía que le serviría para soportar el dolor y eso era lo más importante en ese momento. Tomó un paño, lo empapó en el líquido y lo hizo gotear en el interior de la boca del niño. Sabía lo mucho que debía de dolerle al tragarlo, pero el pequeño no se quejó.
-Te pondré unas medicinas en el cuello y después te vendaré.
Le aplicó un trozo cuadrado de algodón, que bañó previamente en una mezcla de agracejo y asclepias, y usó luego una tira larga de tela para sujetárselo al cuello-. Mañana te encontrarás mejor.
Por lo menos, eso esperaba. Sólo que, si había putrefacción... _____________ sintió náuseas, pero sacudió la cabeza negándose a imaginar lo peor. De momento había terminado y Michael se quedó dormido. Levantó la mirada y vio que Joseph estaba en la puerta, con la misma expresión insondable que antes en la cara.
-Está dormido -informó a su marido-. Se despertó un momento, así que eso no debe preocuparnos.
-Gracias a Dios. -Joseph cruzó la habitación sin dejar de mirar al niño-. Me sentaré con él un rato.
_____________ asintió con la cabeza. Se miró la ropa ensangrentada y se juntó los pliegues de la falda. Recordó la expresión de Joseph aquel día en el sótano y pensó en la repulsión que debía de sentir ahora. Ningún caballero, y mucho menos Joseph, querría ver a su esposa como si acabara de matar un cerdo. ¡Y pensar que era la sangre de un niño! Se fue deprisa para cambiarse.
Durante los dos días siguientes, ambos se turnaron para sentarse junto a la cama del pequeño. Al final del segundo día, Michael se despertó con fiebre, y _____________ se preparó para lo peor. Se turnaron durante las veinticuatro horas, pero, aparte de eso, Joseph y ella apenas se veían.
No tenían noticias de Dunstan, aunque ahora eso no importaba. Su preocupación y sus plegarias eran para Michael.
Al final del tercer día le bajó la fiebre. La cantidad de putrefacción que pudiera haber parecía, controlada. Curiosamente, en cuanto fue seguro que el niño viviría, Joseph abandonó la casa y _____________ no volvió a verlo.
De eso hacía dos días; dos días largos, desgarradores. Cada vez que cerraba los ojos, veía la expresión seria y contenida de su marido. Se veía la sangre en las manos y sabía lo que él pensaba. El asco volvía sombríos sus ojos. Sentía repulsión por una mujer, que podía cortar a un niño como si fuera un pedazo de carne.
Eso ya lo había oído antes, durante los días en que la enviaron a Saint Bart. Y Joseph pensaba lo mismo, lo había dejado muy claro. ¿Cómo iba a mirarlo nunca más a la cara?
A última hora de la tarde de ese día llegó un mensajero de los policías Perkins y Nivens. Irían al día siguiente para mantener una entrevista con lady Jonas.
El corazón de _____________ latió desbocado. Seguro que Dunstan estaba muerto. Aquellos hombres la detendrían. La volverían a llevar al manicomio o la colgarían. Tenía un sabor amargo en la boca y empezaron a temblarle las manos. Esos hombres iban a buscarla e incluso Joseph la creía culpable. El terror la sacudió con una fuerza terrible, implacable. Ante un futuro demasiado funesto de imaginar, se dejó caer en una silla del dormitorio y empezó a llorar.
NiinnyJonas
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