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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
La sala, elegida sin duda por su ambiente cálido y alegre, estaba decorada desde el suelo hasta el techo con acebo, cubierto de bayas rojas, y muérdago. Unas ramas de hoja perenne envolvían la chimenea de roble, donde esperaba el gran tronco que iba a marcar el inicio de las fiestas navideñas.
En cuanto entraron en la habitación, un niño pequeño, vestido con una versión en miniatura del habit á la francaise de moda, que incluía pantalones de terciopelo azul hasta la rodilla y una chaqueta de terciopelo azul a juego, corrió hacia ellos. Alexander Jason Sinclair, una copia diminuta de su alto y atractivo padre, con una mata tupida de cabellos castaños oscuros y ojos azules, hizo una perfecta reverencia formal. Después, sonrió de oreja a oreja.
-¡Tío Joseph! Esperaba que vinieras.
Joseph hincó una rodilla en el suelo y el pequeño se lanzó a sus brazos.
-Es Navidad, ¿no? No podía faltar.
La pequeña Mary Jane, con un vestido de seda rosa claro sobre un minúsculo miriñaque, avanzó con pasitos tambaleantes. Tenía los cabellos de un rojo intenso, mucho más brillantes que los mechones castaños rojizos de su madre. Se sacó el dedo de la boca, miró a Joseph, soltó una risita y esbozó una sonrisa irresistible. Joseph la besó en la mejilla e hizo las presentaciones:
-Alex y Mary, ella es vuestra nueva tía, _____________.
_____________ volvió la cabeza hacia su marido con los ojos muy abiertos por la incredulidad y la sorpresa. Una cosa era que él, un viejo amigo de la familia, usara el cariñoso título fingido de un familiar y otra muy distinta que lo hiciera ella. En menos de un año se iría del castillo de Running. No era justo permitir que los niños establecieran lazos afectivos.
El marqués la animó sonriente:
-Di algo, cariño. Vas a asustarlos si te quedas ahí con la boca abierta.
La expresión afectuosa la envolvió y casi volvió a titubear, pero se agachó y tomó las manitas de ambos niños.
-Estoy encantada de conoceros. Vuestro tío Joseph me ha hablado mucho de vosotros. Estoy segura de que seremos buenos amigos.
Alexander soltó una risilla y la miró con sus adorables ojos azules, que la cautivaron al instante.
-Igual que su padre -bromeó Joseph, que captó correctamente la expresión fascinada de su esposa-Con sólo cuatro años roba el corazón a todas las mujeres que conoce.
«Igual que tú», pensó _____________ al observar que varias de las invitadas miraban al marqués como si fuera un sabroso pedazo de carne. Con disimulo, analizó el perfil atractivo y admiró las líneas bien marcadas. Sí, había algo distinto esa noche, lo hubo desde el momento en que lo vio a los pies de la escalera.
Quizá fueran sólo las fiestas navideñas y no tuviera nada que ver con ella. Sin embargo, los ojos de Joseph se volvían para contemplarla una y otra vez, y ella no podía evitar el cosquilleo frenético que eso le provocaba en el estómago.
Sintió que alguien le tiraba de la falda y bajó la mirada.
-Casi tengo tres años -le informó Mary levantando dos deditos regordetes.
_____________ se echó a reír y la abrazó.
-Sí, cielo. Pero no tengas demasiada prisa por crecer. El tiempo pasa demasiado rápido ya de por sí.
Mary sonrió y se marchó corriendo a buscar a su hermano. _____________ siguió sus movimientos mientras sorteaba a los invitados y la imagen le trajo el recuerdo de otro niño, éste un poco mayor, rubio y de ojos azules, que compartía unas Navidades solitarias con los pacientes de Saint Bart.
Se mordió el labio inferior. Deseaba hablarle a Joseph del niño y pedirle su ayuda, pero tenía miedo de lo que pasaría si se la negaba.
-Ya vuelves a hacerlo, cariño. Estás mucho más bonita cuando no frunces el entrecejo. -Joseph le tocó el mentón con una mano-. Olvídalo, _____________. Esta noche pertenece al futuro, no al pasado.
_____________ tragó saliva y asintió con la cabeza, pues su esposo tenía razón. Al día siguiente se enfrentaría a sus problemas, pero esa noche era Nochebuena e iba a pasárselo bien.
Joseph observaba a su nueva esposa mientras la presentaba al pequeño grupo de amigos que Jason había invitado: lord y lady Balfour, los condes de Briarwood, Winston Parminter, famoso letrado londinense, y media docena más.
_____________ había conocido al abogado Nathaniel Whitley en el castillo de Running y ya parecía caerle muy bien.
El conde de Haversham, abuelo de la duquesa, le provocó la risa con sus relatos de las desventuras de Velvet y le hizo sentirse de inmediato cómoda. Después de eso, pareció relajarse y pasárselo bien, adoptando una vez más el papel de dama para el que había nacido.
Situado junto a Jason, Joseph vio que charlaba con tía Winnie y el anciano conde mientras se servía un plato del gran surtido de comida dispuesto en una mesa tallada, de roble, que casi crujía bajo el peso de la carga que sostenía: un ganso asado y muy bien dorado, mollejas de ternera, estofado de pollo, salmón con salsa de gambas, y conejo a la florentina. Había pasteles de riñón y empanadas de carne, nabos, chirivías y zanahorias guisados con mantequilla, pasteles de carne picada, pan, de jengibre, frutas confitadas y natillas.
_____________ no había dejado de comer, como si no lograra llenarse, desde que él la dejara en la mesa. Lo inquietaba pensar en los días que pasó sin alimentarse casi nada en el infierno de Saint Bart. Inconscientemente, se le tensó un músculo de la mandíbula.
-Es una mujer hermosa -comentó Jason, siguiendo la dirección de su mirada.
-Sí que lo es.
En cuanto entraron en la habitación, un niño pequeño, vestido con una versión en miniatura del habit á la francaise de moda, que incluía pantalones de terciopelo azul hasta la rodilla y una chaqueta de terciopelo azul a juego, corrió hacia ellos. Alexander Jason Sinclair, una copia diminuta de su alto y atractivo padre, con una mata tupida de cabellos castaños oscuros y ojos azules, hizo una perfecta reverencia formal. Después, sonrió de oreja a oreja.
-¡Tío Joseph! Esperaba que vinieras.
Joseph hincó una rodilla en el suelo y el pequeño se lanzó a sus brazos.
-Es Navidad, ¿no? No podía faltar.
La pequeña Mary Jane, con un vestido de seda rosa claro sobre un minúsculo miriñaque, avanzó con pasitos tambaleantes. Tenía los cabellos de un rojo intenso, mucho más brillantes que los mechones castaños rojizos de su madre. Se sacó el dedo de la boca, miró a Joseph, soltó una risita y esbozó una sonrisa irresistible. Joseph la besó en la mejilla e hizo las presentaciones:
-Alex y Mary, ella es vuestra nueva tía, _____________.
_____________ volvió la cabeza hacia su marido con los ojos muy abiertos por la incredulidad y la sorpresa. Una cosa era que él, un viejo amigo de la familia, usara el cariñoso título fingido de un familiar y otra muy distinta que lo hiciera ella. En menos de un año se iría del castillo de Running. No era justo permitir que los niños establecieran lazos afectivos.
El marqués la animó sonriente:
-Di algo, cariño. Vas a asustarlos si te quedas ahí con la boca abierta.
La expresión afectuosa la envolvió y casi volvió a titubear, pero se agachó y tomó las manitas de ambos niños.
-Estoy encantada de conoceros. Vuestro tío Joseph me ha hablado mucho de vosotros. Estoy segura de que seremos buenos amigos.
Alexander soltó una risilla y la miró con sus adorables ojos azules, que la cautivaron al instante.
-Igual que su padre -bromeó Joseph, que captó correctamente la expresión fascinada de su esposa-Con sólo cuatro años roba el corazón a todas las mujeres que conoce.
«Igual que tú», pensó _____________ al observar que varias de las invitadas miraban al marqués como si fuera un sabroso pedazo de carne. Con disimulo, analizó el perfil atractivo y admiró las líneas bien marcadas. Sí, había algo distinto esa noche, lo hubo desde el momento en que lo vio a los pies de la escalera.
Quizá fueran sólo las fiestas navideñas y no tuviera nada que ver con ella. Sin embargo, los ojos de Joseph se volvían para contemplarla una y otra vez, y ella no podía evitar el cosquilleo frenético que eso le provocaba en el estómago.
Sintió que alguien le tiraba de la falda y bajó la mirada.
-Casi tengo tres años -le informó Mary levantando dos deditos regordetes.
_____________ se echó a reír y la abrazó.
-Sí, cielo. Pero no tengas demasiada prisa por crecer. El tiempo pasa demasiado rápido ya de por sí.
Mary sonrió y se marchó corriendo a buscar a su hermano. _____________ siguió sus movimientos mientras sorteaba a los invitados y la imagen le trajo el recuerdo de otro niño, éste un poco mayor, rubio y de ojos azules, que compartía unas Navidades solitarias con los pacientes de Saint Bart.
Se mordió el labio inferior. Deseaba hablarle a Joseph del niño y pedirle su ayuda, pero tenía miedo de lo que pasaría si se la negaba.
-Ya vuelves a hacerlo, cariño. Estás mucho más bonita cuando no frunces el entrecejo. -Joseph le tocó el mentón con una mano-. Olvídalo, _____________. Esta noche pertenece al futuro, no al pasado.
_____________ tragó saliva y asintió con la cabeza, pues su esposo tenía razón. Al día siguiente se enfrentaría a sus problemas, pero esa noche era Nochebuena e iba a pasárselo bien.
Joseph observaba a su nueva esposa mientras la presentaba al pequeño grupo de amigos que Jason había invitado: lord y lady Balfour, los condes de Briarwood, Winston Parminter, famoso letrado londinense, y media docena más.
_____________ había conocido al abogado Nathaniel Whitley en el castillo de Running y ya parecía caerle muy bien.
El conde de Haversham, abuelo de la duquesa, le provocó la risa con sus relatos de las desventuras de Velvet y le hizo sentirse de inmediato cómoda. Después de eso, pareció relajarse y pasárselo bien, adoptando una vez más el papel de dama para el que había nacido.
Situado junto a Jason, Joseph vio que charlaba con tía Winnie y el anciano conde mientras se servía un plato del gran surtido de comida dispuesto en una mesa tallada, de roble, que casi crujía bajo el peso de la carga que sostenía: un ganso asado y muy bien dorado, mollejas de ternera, estofado de pollo, salmón con salsa de gambas, y conejo a la florentina. Había pasteles de riñón y empanadas de carne, nabos, chirivías y zanahorias guisados con mantequilla, pasteles de carne picada, pan, de jengibre, frutas confitadas y natillas.
_____________ no había dejado de comer, como si no lograra llenarse, desde que él la dejara en la mesa. Lo inquietaba pensar en los días que pasó sin alimentarse casi nada en el infierno de Saint Bart. Inconscientemente, se le tensó un músculo de la mandíbula.
-Es una mujer hermosa -comentó Jason, siguiendo la dirección de su mirada.
-Sí que lo es.
NiinnyJonas
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Nah, llevame flores al cementerio. Es divino!!
Nena! Te adoro! Subis las mejores novelas y nunca te olvidas de nosotras :')
Que agradecida te estoy!
Nena! Te adoro! Subis las mejores novelas y nunca te olvidas de nosotras :')
Que agradecida te estoy!
Augustinesg
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
aww que lindos los hijos de Jason y Velvet!!! :ilusion:
no sera que la rayiz esta embarazada???!!
pues no deja de comer :-w-:
siguela!!!
no sera que la rayiz esta embarazada???!!
pues no deja de comer :-w-:
siguela!!!
aranzhitha
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Guuuuaaaauuuuu creo que se quedara con ellaaa verdad????
chelis
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
En especial, esa noche. Con el pelo recogido arriba y los rizos oscuros a un lado del cuello, estaba más bonita que nunca. El vestido de terciopelo rojo destacaba las mechas del cabello, y los senos formaban dos delicados montículos que suplicaban ser tocados.
A Joseph se le tensó dolorosamente el cuerpo, lo que le recordó lo mucho que la deseaba. Se obligó a desviar la vista.
-Desde que vive en el castillo ha recuperado parte del peso que había perdido. Y antes sus mejillas no tenían el brillo de ahora.
Sin darse cuenta sonrió al pensar que él había tenido algo que ver en esa transformación, y al volverse vio que su amigo lo miraba de un modo extraño.
-De acuerdo, ¿qué pasa? Te he estado observando toda la noche. Ha pasado algo en ese cerebro insondable que tienes. Dime qué es.
-Supongo que podría decirse que ha pasado algo -concedió Joseph con una ligera sonrisa-. Por fin he aceptado mi situación. Lo que sucedió en el pabellón es agua pasada. El caso es que estoy casado. Ha llegado la hora de seguir con mi vida y es exactamente lo que voy a hacer.
-¿Y qué significa eso?
-En pocas palabras: he decidido quedarme con ella. _____________ cree que vamos a pedir la anulación, pero yo he decidido que no.
Jason sonrió abiertamente.
-De modo que por fin has entrado en razón.
-Puede que sí. Mientras me recuperaba de esa pequeña refriega que tuve en la taberna, tuve tiempo de reflexionar. Necesito una esposa y no es ningún secreto que me siento atraído por _____________. He llegado a la conclusión de que la mujer con la que estoy casado me irá tan bien como cualquier otra, quizá mejor que la mayoría. Como tú dijiste, es inteligente y fuerte. Procede de una familia noble. En resumen, me dará buenos hijos y creo que será una madre excelente para ellos. Al verla hoy con Alex y Mary estoy todavía más convencido. .
-¿Y qué pasa con el hecho de que se interese por temas que tú no apruebas?
-Tendrá que renunciar a ellos, por supuesto -respondió Joseph encogiéndose de hombros-. En cualquier caso, cuando esté embarazada se olvidará de todas esas tonterías, sentará la cabeza y se portará como debe hacerlo una verdadera esposa. Ha llegado el momento de tener un heredero y me aseguraré de que sea lo antes posible.
Jason parecía tener sus dudas, pero no las expuso.
-Si _____________ todavía quiere la anulación, ¿cómo tienes pensado convencerla? -preguntó.
La mirada de Joseph volvió a fijarse en _____________, que se reía de algo que había dicho lord Haversham.
-No lo haré. Voy a seducirla.
Jason soltó una fuerte carcajada que casi le hizo derramar el vaso de ponche caliente.
-Amigo mío -soltó-, no dejarás nunca de sorprenderme. ¿No sería más fácil decirle que no quieres terminar con vuestro matrimonio?
-Puede ser..., si estuviera del todo seguro de que iba a aceptar. Pero como no lo estoy, tendré que lograrlo de otro modo.
-Tal vez tengas razón -admitió Jason, cuya mirada se desvió hacia _____________, ahora junto a su esposa y sus hijos-. No vale la pena correr riesgos.
«No, por supuesto que no», pensó Joseph. _____________ iba a ser suya y pronto. La quería en su cama. Quería empezar por donde lo dejaron la primera vez que hicieron el amor. Cada vez que la miraba, recordaba lo que sintió cuando ella se movía bajo su cuerpo, cómo su estrecho conducto se ajustaba a él como un guante.
Y, una vez tomada la decisión, quería dejarla embarazada. Lo sorprendió lo mucho que ansiaba que eso sucediera.
Winnie Jonas DeWitt sorbía licor de frutas, de una copita de cristal que sostenía en la mano, y trataba de parecer indiferente, pero tenía los ojos puestos con disimulo en el espejo de encima de la chimenea. En el interior del marco dorado, un hombre atractivo y de cabellos castaños, cubiertos de canas, y con ojos azul claro, al que reconocía como Nathaniel Whitley, la contemplaba - desde el otro lado de la habitación con una intensidad tal que casi la asustaba.
Era una sensación extraña: observar cómo Nat la observaba. Por el ángulo en que ella se encontraba, él no se daba cuenta de que podía verlo, y el modo en que la miraba le traía imágenes ardientes e íntimas a la mente; recuerdos que Winnie creía olvidados, como la primera vez que se besaron, o el día en que se reunieron en secreto junto al río y él le pidió que se casaran; recuerdos de cómo una mirada del muchacho tímido y larguirucho que él era entonces lograba que su corazón ardiera en deseos.
Surgieron otras impresiones y no de Nat como un muchacho, sino de Nat ya como hombre; visiones de cómo ese beso habría cambiado, de cómo esos labios tan bellamente formados se moverían sobre los suyos para besarla de un modo distinto al de entonces, de qué sentiría ella si le tocara los senos, si se los acariciara con la lengua, de cómo sería yacer desnuda a su lado.
Retiró la vista del espejo y se ruborizó. Se obligó a sí misma a borrar esas imágenes, pero no podía negar que le habían pasado por la cabeza y eso la avergonzó.
-Vaya..., lady Beckford. Me preguntaba si estarías aquí esta noche.
Winnie volvió a la realidad. No le había oído acercarse. Ahora parecía distinto, más severo, más inalcanzable que en el espejo. Levantó el mentón y trató de mirarlo por encima del hombro, lo que no resultaba nada fácil porque él era mucho más alto que ella.
-Hola, Whitley -fue lo único que logró que saliera de sus labios. Cada vez que lo miraba, se sentía culpable por haber tenido pensamientos depravados.
La mirada de Nat se deslizó por sus hombros hacia las suaves formas que dejaba al descubierto el escote del vestido. Permaneció allí un momento y después volvió rse en el rostro.
A Joseph se le tensó dolorosamente el cuerpo, lo que le recordó lo mucho que la deseaba. Se obligó a desviar la vista.
-Desde que vive en el castillo ha recuperado parte del peso que había perdido. Y antes sus mejillas no tenían el brillo de ahora.
Sin darse cuenta sonrió al pensar que él había tenido algo que ver en esa transformación, y al volverse vio que su amigo lo miraba de un modo extraño.
-De acuerdo, ¿qué pasa? Te he estado observando toda la noche. Ha pasado algo en ese cerebro insondable que tienes. Dime qué es.
-Supongo que podría decirse que ha pasado algo -concedió Joseph con una ligera sonrisa-. Por fin he aceptado mi situación. Lo que sucedió en el pabellón es agua pasada. El caso es que estoy casado. Ha llegado la hora de seguir con mi vida y es exactamente lo que voy a hacer.
-¿Y qué significa eso?
-En pocas palabras: he decidido quedarme con ella. _____________ cree que vamos a pedir la anulación, pero yo he decidido que no.
Jason sonrió abiertamente.
-De modo que por fin has entrado en razón.
-Puede que sí. Mientras me recuperaba de esa pequeña refriega que tuve en la taberna, tuve tiempo de reflexionar. Necesito una esposa y no es ningún secreto que me siento atraído por _____________. He llegado a la conclusión de que la mujer con la que estoy casado me irá tan bien como cualquier otra, quizá mejor que la mayoría. Como tú dijiste, es inteligente y fuerte. Procede de una familia noble. En resumen, me dará buenos hijos y creo que será una madre excelente para ellos. Al verla hoy con Alex y Mary estoy todavía más convencido. .
-¿Y qué pasa con el hecho de que se interese por temas que tú no apruebas?
-Tendrá que renunciar a ellos, por supuesto -respondió Joseph encogiéndose de hombros-. En cualquier caso, cuando esté embarazada se olvidará de todas esas tonterías, sentará la cabeza y se portará como debe hacerlo una verdadera esposa. Ha llegado el momento de tener un heredero y me aseguraré de que sea lo antes posible.
Jason parecía tener sus dudas, pero no las expuso.
-Si _____________ todavía quiere la anulación, ¿cómo tienes pensado convencerla? -preguntó.
La mirada de Joseph volvió a fijarse en _____________, que se reía de algo que había dicho lord Haversham.
-No lo haré. Voy a seducirla.
Jason soltó una fuerte carcajada que casi le hizo derramar el vaso de ponche caliente.
-Amigo mío -soltó-, no dejarás nunca de sorprenderme. ¿No sería más fácil decirle que no quieres terminar con vuestro matrimonio?
-Puede ser..., si estuviera del todo seguro de que iba a aceptar. Pero como no lo estoy, tendré que lograrlo de otro modo.
-Tal vez tengas razón -admitió Jason, cuya mirada se desvió hacia _____________, ahora junto a su esposa y sus hijos-. No vale la pena correr riesgos.
«No, por supuesto que no», pensó Joseph. _____________ iba a ser suya y pronto. La quería en su cama. Quería empezar por donde lo dejaron la primera vez que hicieron el amor. Cada vez que la miraba, recordaba lo que sintió cuando ella se movía bajo su cuerpo, cómo su estrecho conducto se ajustaba a él como un guante.
Y, una vez tomada la decisión, quería dejarla embarazada. Lo sorprendió lo mucho que ansiaba que eso sucediera.
Winnie Jonas DeWitt sorbía licor de frutas, de una copita de cristal que sostenía en la mano, y trataba de parecer indiferente, pero tenía los ojos puestos con disimulo en el espejo de encima de la chimenea. En el interior del marco dorado, un hombre atractivo y de cabellos castaños, cubiertos de canas, y con ojos azul claro, al que reconocía como Nathaniel Whitley, la contemplaba - desde el otro lado de la habitación con una intensidad tal que casi la asustaba.
Era una sensación extraña: observar cómo Nat la observaba. Por el ángulo en que ella se encontraba, él no se daba cuenta de que podía verlo, y el modo en que la miraba le traía imágenes ardientes e íntimas a la mente; recuerdos que Winnie creía olvidados, como la primera vez que se besaron, o el día en que se reunieron en secreto junto al río y él le pidió que se casaran; recuerdos de cómo una mirada del muchacho tímido y larguirucho que él era entonces lograba que su corazón ardiera en deseos.
Surgieron otras impresiones y no de Nat como un muchacho, sino de Nat ya como hombre; visiones de cómo ese beso habría cambiado, de cómo esos labios tan bellamente formados se moverían sobre los suyos para besarla de un modo distinto al de entonces, de qué sentiría ella si le tocara los senos, si se los acariciara con la lengua, de cómo sería yacer desnuda a su lado.
Retiró la vista del espejo y se ruborizó. Se obligó a sí misma a borrar esas imágenes, pero no podía negar que le habían pasado por la cabeza y eso la avergonzó.
-Vaya..., lady Beckford. Me preguntaba si estarías aquí esta noche.
Winnie volvió a la realidad. No le había oído acercarse. Ahora parecía distinto, más severo, más inalcanzable que en el espejo. Levantó el mentón y trató de mirarlo por encima del hombro, lo que no resultaba nada fácil porque él era mucho más alto que ella.
-Hola, Whitley -fue lo único que logró que saliera de sus labios. Cada vez que lo miraba, se sentía culpable por haber tenido pensamientos depravados.
La mirada de Nat se deslizó por sus hombros hacia las suaves formas que dejaba al descubierto el escote del vestido. Permaneció allí un momento y después volvió rse en el rostro.
NiinnyJonas
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Esta con todo la tia eh!
Y joseph!? Sento cabeza! Siiii, hay que hacer una fiesta. Okay no, pero igual hahah.
Gracias por subir el cap! :'D
Y joseph!? Sento cabeza! Siiii, hay que hacer una fiesta. Okay no, pero igual hahah.
Gracias por subir el cap! :'D
Augustinesg
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
yo tambien quiero un bebé!!!
Joseph al fin entraste en razon!!
La tía deberia de lanzarsele a Nat
Siguela!!!
Joseph al fin entraste en razon!!
La tía deberia de lanzarsele a Nat
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Jajajajajajajajajajajjaajjaajjaajaaa... Yo también pienso como Jasón .. Es mejor decirle.... Pero joe quiere complicarse... Jabajajajajaj será divertido verlo
chelis
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
-Espero que te lo estés pasando bien -añadió él. Winnie se llevó nerviosa una mano a la garganta. No se le había pasado por alto el tono burlón de la voz ni la mirada dura que le había lanzado.
-Sí..., claro que sí. ¿Por qué no iba a pasármelo bien? -Pero no era cierto. No lo había sido desde el momento en que vio a Nat Whitley charlando con Joseph en el pequeño salón que daba al Salón de Roble.
-Pues no lo sé -dijo él en tono arisco-. Cuando hablabas con lord Cullinworth hace un rato, parecías divertirte bastante. Está en la bolsa matrimonial, según tengo entendido. Un conde, nada menos. Y muy rico. Son cualidades que una mujer con tanto criterio como tú seguro que encuentra atractivas. -Sus labios adoptaron la forma de una sonrisa que no era tal-. El conde es cliente mío. Si quieres, tal vez podría recomendarte.
-¿De qué estás hablando? -exclamó Winnie, más enfurecida aún que antes-. No tengo el menor interés en Cullinworth ni en ningún otro. Y me ofende que insinúes que yo vaya detrás de su Excelencia por su título y su fortuna.
-Discúlpame -se excusó con una ceja arqueada, aunque no dejó de mirarla con dureza-. Pero no me dio la impresión de que fuera a ofenderte que su Excelencia deseara iniciar una relación contigo, como cuando yo te hice esa sugerencia.
-¡No es lo mismo y tú lo sabes! -explotó Winnie, sorprendida ante el descaro de Nat.
-No, por supuesto que no -concluyó Nat, con la boca contraída-. Te ruego que me disculpes, lady Beckford.
Tras una reverencia altiva, se giró y cruzó la habitación sin mirar una sola vez atrás. No cabía duda de que todavía estaba enfadado por el último encuentro. Y aho¬ra Winnie también lo estaba.
«¡Qué frescura!» -pensó-. «¿Acaso esperaba real¬mente que aceptara algún tipo de relación ilícita?» Cuanto más lo pensaba, más enojada estaba.
Como de costumbre, no iba con su esposa, ni siquiera en Navidades. Se preguntó cómo la pobre mujer soportaba que la tratara tan mal.
Vio que Nat se unía a un pequeño grupo de gente junto a una mesa situada en el fondo del salón y hablaba y reía con una bonita mujer de cabello castaño rojizo, la hija de lord Briarwood. Le resultaba imposible imaginar que el hombre frío y desapasionado con el que acababa de hablar era el mismo joven de quien una vez creyó estar enamorada.
Aun así, tenía algo que la atraía, algo que hacía que su corazón se desbocara cada vez que se le acercaba. Se odiaba a sí misma por ello, pero parecía no poder evitarlo.
Durante el resto de la noche, procuró no prestarle atención, pero una y otra vez sus ojos se desviaban hacia donde él estaba, o escuchaba su bonita voz de barítono cuando se reía con alguna de las mujeres. Cada vez que eso sucedía, sentía unos celos irrazonables. Cuando por fin se encendió el tronco navideño y los pequeños de los Sinclair se acostaron, vio a Nat despedirse de los duques con un breve buenas noches antes de salir por la puerta.
Agitada, Winnie cruzó la habitación, que parecía vacía sin él, y salió a la terraza para que el frío de diciembre la serenara. Se frotó los brazos para entrar en calor, aunque agradecía la sensación gélida. Todavía se notaba el cuerpo acalorado y los nervios a flor de piel, debido a su encuentro anterior. No era más que un bribón, un calavera sin principios ni escrúpulos y que sólo tenía en cuenta sus intereses egoístas.
pero cuánto lo deseaba. No se había considerado nunca una mujer de fuertes pasiones. Richard fue un marido considerado, que acudía a ella en la oscuridad, que se marchaba en cuanto satisfacía sus necesidades y que dejó de acercarse por completo a su cama cuando se supo que no podría darle un hijo.
Jamás pensó en Richard del modo en que lo hacía antes en Nat, del modo en que pensaba en él ahora, con una ansiedad dulce y cálida que le ardía en las entrañas. Ella era tan depravada y tan pecadora como él.
Se estremeció. Quizás estuviera enfadada con Nathaniel Whitley, pero lo cierto era que lo estaba mucho más consigo misma.
-Sí..., claro que sí. ¿Por qué no iba a pasármelo bien? -Pero no era cierto. No lo había sido desde el momento en que vio a Nat Whitley charlando con Joseph en el pequeño salón que daba al Salón de Roble.
-Pues no lo sé -dijo él en tono arisco-. Cuando hablabas con lord Cullinworth hace un rato, parecías divertirte bastante. Está en la bolsa matrimonial, según tengo entendido. Un conde, nada menos. Y muy rico. Son cualidades que una mujer con tanto criterio como tú seguro que encuentra atractivas. -Sus labios adoptaron la forma de una sonrisa que no era tal-. El conde es cliente mío. Si quieres, tal vez podría recomendarte.
-¿De qué estás hablando? -exclamó Winnie, más enfurecida aún que antes-. No tengo el menor interés en Cullinworth ni en ningún otro. Y me ofende que insinúes que yo vaya detrás de su Excelencia por su título y su fortuna.
-Discúlpame -se excusó con una ceja arqueada, aunque no dejó de mirarla con dureza-. Pero no me dio la impresión de que fuera a ofenderte que su Excelencia deseara iniciar una relación contigo, como cuando yo te hice esa sugerencia.
-¡No es lo mismo y tú lo sabes! -explotó Winnie, sorprendida ante el descaro de Nat.
-No, por supuesto que no -concluyó Nat, con la boca contraída-. Te ruego que me disculpes, lady Beckford.
Tras una reverencia altiva, se giró y cruzó la habitación sin mirar una sola vez atrás. No cabía duda de que todavía estaba enfadado por el último encuentro. Y aho¬ra Winnie también lo estaba.
«¡Qué frescura!» -pensó-. «¿Acaso esperaba real¬mente que aceptara algún tipo de relación ilícita?» Cuanto más lo pensaba, más enojada estaba.
Como de costumbre, no iba con su esposa, ni siquiera en Navidades. Se preguntó cómo la pobre mujer soportaba que la tratara tan mal.
Vio que Nat se unía a un pequeño grupo de gente junto a una mesa situada en el fondo del salón y hablaba y reía con una bonita mujer de cabello castaño rojizo, la hija de lord Briarwood. Le resultaba imposible imaginar que el hombre frío y desapasionado con el que acababa de hablar era el mismo joven de quien una vez creyó estar enamorada.
Aun así, tenía algo que la atraía, algo que hacía que su corazón se desbocara cada vez que se le acercaba. Se odiaba a sí misma por ello, pero parecía no poder evitarlo.
Durante el resto de la noche, procuró no prestarle atención, pero una y otra vez sus ojos se desviaban hacia donde él estaba, o escuchaba su bonita voz de barítono cuando se reía con alguna de las mujeres. Cada vez que eso sucedía, sentía unos celos irrazonables. Cuando por fin se encendió el tronco navideño y los pequeños de los Sinclair se acostaron, vio a Nat despedirse de los duques con un breve buenas noches antes de salir por la puerta.
Agitada, Winnie cruzó la habitación, que parecía vacía sin él, y salió a la terraza para que el frío de diciembre la serenara. Se frotó los brazos para entrar en calor, aunque agradecía la sensación gélida. Todavía se notaba el cuerpo acalorado y los nervios a flor de piel, debido a su encuentro anterior. No era más que un bribón, un calavera sin principios ni escrúpulos y que sólo tenía en cuenta sus intereses egoístas.
pero cuánto lo deseaba. No se había considerado nunca una mujer de fuertes pasiones. Richard fue un marido considerado, que acudía a ella en la oscuridad, que se marchaba en cuanto satisfacía sus necesidades y que dejó de acercarse por completo a su cama cuando se supo que no podría darle un hijo.
Jamás pensó en Richard del modo en que lo hacía antes en Nat, del modo en que pensaba en él ahora, con una ansiedad dulce y cálida que le ardía en las entrañas. Ella era tan depravada y tan pecadora como él.
Se estremeció. Quizás estuviera enfadada con Nathaniel Whitley, pero lo cierto era que lo estaba mucho más consigo misma.
NiinnyJonas
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
ahh pobre de la Tía Winnie!!
No se caso con el amor de su vida y aun sufre!!
Siguela!!
No se caso con el amor de su vida y aun sufre!!
Siguela!!
aranzhitha
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
AAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!
LA TIA SE EMERECE SER FEEELIIIIZZZ!!!!
JEJEJEJE AAAII SIGUELAA PORFIIISS
LA TIA SE EMERECE SER FEEELIIIIZZZ!!!!
JEJEJEJE AAAII SIGUELAA PORFIIISS
chelis
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Ddfjdjd por fin tengo intenett! Extra"eee pasarme por la nove sin duda la amo <3 y awww Joe me seduciraa mmm! :3 gfsdjkjhdjdf ahora si me qieree dffkfgj siguela ya mujer! Estuve ausente pero regresee :D jkfjfjfjd qiero mas caps pobre de la tia se frustra por sentir cosas lindas y no tan linda pero no sta mal jejeje xD jkjhsjkdf que pasara ahora quiero saber que paso cn el peque q se q do en el manicomino q s m fue su nom$bre fjdhnbfjdkfhjd
Pao Jonatica Forever :3
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
La tia se tiene que dejar llevar. O no?
Haha gracias por subir! Vuelve proonto! :D
Haha gracias por subir! Vuelve proonto! :D
Augustinesg
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