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Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Finalmente alguien dijo algo sabio!
Ese Joseph deberia dejar de ser cabeza hueca y dejarse llevar (? Haha
Muchas gracias por subir!!
Y cada vez somos mas!! Que emocion!! ;D
Ese Joseph deberia dejar de ser cabeza hueca y dejarse llevar (? Haha
Muchas gracias por subir!!
Y cada vez somos mas!! Que emocion!! ;D
Augustinesg
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
sabes me encanta Jason!!
Es tan lindo y ama a su esposa!!
Deberia Joseph de aprender algo de él! :corre:
Siguela!!!
Es tan lindo y ama a su esposa!!
Deberia Joseph de aprender algo de él! :corre:
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Maldita perra nomas anda ahí insunuandecele a Joe!
Pao Jonatica Forever :3
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
-¿Excéntrica? -Joseph arqueó una ceja-. Ayer vino a mi estudio y me preguntó que si podía montar su laboratorio en la cabaña de piedra que hay junto al río. ¡Su laboratorio, por el amor de Dios! Es la marquesa de Jonas y quiere ser una especie de maldita curandera.
Jason se rió entre dientes.
-No cabe duda de que no es la señorita tímida y retraída que a ti te gustaría -se burló.
-Una mujer tiene que estar en casa cuidando de su marido y sus hijos, no andar vagando por el campo y proporcionando hierbas, la mitad de las cuales tienen los efectos opuestos a los que ella pretende.
-¿Le permitiste usar la cabaña? -preguntó Jason, que tomó otro sorbo de cerveza.
-No.
-Ella cuenta que su madre y su hermana murieron y nadie pudo hacer nada por ayudarlas. Es evidente que esas muertes la afectaron mucho.
-_____________ ha sufrido mucho en su vida -reconoció Joseph, recostado de nuevo en la silla-. No necesita sufrir rnás. Y eso es lo que pasará si sigue intentando ayudar a todos los vagabundos de Inglaterra. Espero que con el tiempo entrará en razón y dejará esta idea ridícula de que tiene algún tipo de misión.
-Te deseo suerte, amigo mío -afirmó, Jason con la jarra levantada hacia Joseph-. Vas a necesitarla- Joseph no dijo nada más. Por lo que a él respectaba, el tema de _____________ Grayson Jonas estaba cerrado. Quizá si seguía sus órdenes y, a partir de ahí, cumplía sus deseos empezarían a tener un matrimonio que pudiera parecer normal.
Lo esperaba de todo corazón. No estaba seguro de cuánto tiempo resistiría lejos de la cama de su linda esposa.
-¿Lo has visto? -Hollis Wills estaba en la penumbra, al otro lado de la ventana de la taberna Quill and Sword. Se subió el cuello de la chaqueta de lana raída para protegerse del frío.
-Sí. Lo he visto. Está hablando con ese duque amigo suyo.
-Madre de Dios, Murray. No podemos encargar¬nos de ese tipo enorme. Lo más seguro es que nos mate.
Hollis, un hombre bajo y fornido, se golpeó el cuerpo con los brazos para entrar en calor. Murray Tibbons siguió vigilando por la ventana.
-No tendremos que hacerlo. El duque se larga. Pa¬rece que el dichoso marqués se queda.
-Entonces, es hombre muerto -soltó Hollis can una sonrisa que dejó al descubierto el hueco entre sus dos incisivos.
Murray gruñó. Era más alto que Hollis. Había sido conductor de carro y tenía brazos fornidos y piernas fuertes, y una vena mezquina que le mantenía los bolsillos siempre llenos de monedas. Hizo un movimiento oblicuo con la cabeza al decir:
-Venga. Lo esperaremos ahí detrás. Tarde o temprano tendrá que ir a buscar el caballo.
Hollis se frotó las manos para calentarlas. Llevaba puestos unos mitones que no le servían de mucho contra el frío. Siguió a Murray hacia la parte trasera de la taberna y tomaron posiciones entre las sombras.
No tuvieron que esperar demasiado. El sonido de unas pisadas de bota en la tierra helada los advirtió de la presencia de alguien.
-¡Es él! -susurró Hollis, y las palabras le salieron siseantes por el hueco de los dientes.
-Cállate -ordenó Murray-. ¿Quieres que sepa que estamos aquí?
Esperaron hasta que el marqués se acercó, dio la vuelta a la esquina y se metió en la penumbra. Entonces, Murray avanzó y lo golpeó con fuerza en la espalda con un madero.
Jonas era un hombre alto, delgado y fuerte. Recibió el impacto y se desequilibró, sacudió la cabeza, se revolvió y su puño conectó como un martillo en la mandíbula de Murray. Este soltó un taco y se tambaleó hacia atrás hasta aterrizar sentado en el suelo nevado. Hollis aprovechó ese momento para atacar, y la hoja de su navaja brilló a la luz de la luna.
-¡Joder!
El marqués esquivó el arma con mucha más agilidad de la que Murray hubiera esperado, retrocediendo justo a tiempo y pareciendo volverse más alto cuando se enderezó para recobrar el dominio de sí mismo. De pie, con las piernas separadas para lograr un mayor equilibrio, Jonas se quitó la bufanda que llevaba al cuello y se envolvió con ella el brazo para protegerlo de la navaja.
-¡Agárralo! -gritó Hollis, que intentó acuchillarlo de nuevo.
El marqués evitó sin problemas la navaja, pero Murray se le acercó por detrás y lo empujó hacia la hoja afilada de acero. Hollis lanzó el arma hacia arriba, a lo largo del pecho del marqués, y le hizo un corte a través de la chaqueta de lana y la camisa de batista blanca, rasgando además la carne musculosa.
Jonas gruñó de dolor y se giró para pelear con Murray. Ambos cayeron y rodaron por el suelo, primero uno arriba, luego el otro. Lanzó varios golpes fuertes a la cara de Murray y después se incorporó y se volvió para enfrentarse a Hollis, que en ese momento lo atacó de nuevo con la navaja y le clavó la hoja en el brazo. Un si¬seo agudo de dolor rasgó la noche y, acto seguido, Jonas lanzó la pierna hacia delante y golpeó con la bota la muñeca de Hollis, cuya navaja salió disparada en medio de la penumbra.
Murray tenía los labios hinchados y sentía un dolor terrible en la cabeza. Le salía sangre por la nariz y la boca. Jadeante, buscó a Hollis, pero el muy cobarde había huido.
El marqués retrocedió para reunir fuerzas con vistas al siguiente ataque.
-Si sabes lo que te conviene -advirtió a Murray con un tono durísimo-, seguirás los pasos de tu amigo.
-¡Y una mierda! -soltó él con desdén. No iba a salir corriendo y dejar que un aristócrata lo dejara en ridículo. Describió un círculo, con los ojos en su presa, y detectó el cuchillo que Hollis había perdido. Se agachó para recogerlo y lo levantó como un trofeo-. Voy a rajarte esa cara tan bonita. Y voy a disfrutarlo.
A la luz de la luna que asomaba entre las nubes, las líneas de la cara de Jonas parecían talladas en piedra. Murray se humedeció los labios. La mano con la que sujetaba la navaja le sudaba. Cuando aceptó el trabajo, no esperaba que el marqués fuera un contrincante tan temible. Había creído que ya tenía en el bolsillo la otra media libra que cobraría por matar a ese cabronazo.
Jason se rió entre dientes.
-No cabe duda de que no es la señorita tímida y retraída que a ti te gustaría -se burló.
-Una mujer tiene que estar en casa cuidando de su marido y sus hijos, no andar vagando por el campo y proporcionando hierbas, la mitad de las cuales tienen los efectos opuestos a los que ella pretende.
-¿Le permitiste usar la cabaña? -preguntó Jason, que tomó otro sorbo de cerveza.
-No.
-Ella cuenta que su madre y su hermana murieron y nadie pudo hacer nada por ayudarlas. Es evidente que esas muertes la afectaron mucho.
-_____________ ha sufrido mucho en su vida -reconoció Joseph, recostado de nuevo en la silla-. No necesita sufrir rnás. Y eso es lo que pasará si sigue intentando ayudar a todos los vagabundos de Inglaterra. Espero que con el tiempo entrará en razón y dejará esta idea ridícula de que tiene algún tipo de misión.
-Te deseo suerte, amigo mío -afirmó, Jason con la jarra levantada hacia Joseph-. Vas a necesitarla- Joseph no dijo nada más. Por lo que a él respectaba, el tema de _____________ Grayson Jonas estaba cerrado. Quizá si seguía sus órdenes y, a partir de ahí, cumplía sus deseos empezarían a tener un matrimonio que pudiera parecer normal.
Lo esperaba de todo corazón. No estaba seguro de cuánto tiempo resistiría lejos de la cama de su linda esposa.
-¿Lo has visto? -Hollis Wills estaba en la penumbra, al otro lado de la ventana de la taberna Quill and Sword. Se subió el cuello de la chaqueta de lana raída para protegerse del frío.
-Sí. Lo he visto. Está hablando con ese duque amigo suyo.
-Madre de Dios, Murray. No podemos encargar¬nos de ese tipo enorme. Lo más seguro es que nos mate.
Hollis, un hombre bajo y fornido, se golpeó el cuerpo con los brazos para entrar en calor. Murray Tibbons siguió vigilando por la ventana.
-No tendremos que hacerlo. El duque se larga. Pa¬rece que el dichoso marqués se queda.
-Entonces, es hombre muerto -soltó Hollis can una sonrisa que dejó al descubierto el hueco entre sus dos incisivos.
Murray gruñó. Era más alto que Hollis. Había sido conductor de carro y tenía brazos fornidos y piernas fuertes, y una vena mezquina que le mantenía los bolsillos siempre llenos de monedas. Hizo un movimiento oblicuo con la cabeza al decir:
-Venga. Lo esperaremos ahí detrás. Tarde o temprano tendrá que ir a buscar el caballo.
Hollis se frotó las manos para calentarlas. Llevaba puestos unos mitones que no le servían de mucho contra el frío. Siguió a Murray hacia la parte trasera de la taberna y tomaron posiciones entre las sombras.
No tuvieron que esperar demasiado. El sonido de unas pisadas de bota en la tierra helada los advirtió de la presencia de alguien.
-¡Es él! -susurró Hollis, y las palabras le salieron siseantes por el hueco de los dientes.
-Cállate -ordenó Murray-. ¿Quieres que sepa que estamos aquí?
Esperaron hasta que el marqués se acercó, dio la vuelta a la esquina y se metió en la penumbra. Entonces, Murray avanzó y lo golpeó con fuerza en la espalda con un madero.
Jonas era un hombre alto, delgado y fuerte. Recibió el impacto y se desequilibró, sacudió la cabeza, se revolvió y su puño conectó como un martillo en la mandíbula de Murray. Este soltó un taco y se tambaleó hacia atrás hasta aterrizar sentado en el suelo nevado. Hollis aprovechó ese momento para atacar, y la hoja de su navaja brilló a la luz de la luna.
-¡Joder!
El marqués esquivó el arma con mucha más agilidad de la que Murray hubiera esperado, retrocediendo justo a tiempo y pareciendo volverse más alto cuando se enderezó para recobrar el dominio de sí mismo. De pie, con las piernas separadas para lograr un mayor equilibrio, Jonas se quitó la bufanda que llevaba al cuello y se envolvió con ella el brazo para protegerlo de la navaja.
-¡Agárralo! -gritó Hollis, que intentó acuchillarlo de nuevo.
El marqués evitó sin problemas la navaja, pero Murray se le acercó por detrás y lo empujó hacia la hoja afilada de acero. Hollis lanzó el arma hacia arriba, a lo largo del pecho del marqués, y le hizo un corte a través de la chaqueta de lana y la camisa de batista blanca, rasgando además la carne musculosa.
Jonas gruñó de dolor y se giró para pelear con Murray. Ambos cayeron y rodaron por el suelo, primero uno arriba, luego el otro. Lanzó varios golpes fuertes a la cara de Murray y después se incorporó y se volvió para enfrentarse a Hollis, que en ese momento lo atacó de nuevo con la navaja y le clavó la hoja en el brazo. Un si¬seo agudo de dolor rasgó la noche y, acto seguido, Jonas lanzó la pierna hacia delante y golpeó con la bota la muñeca de Hollis, cuya navaja salió disparada en medio de la penumbra.
Murray tenía los labios hinchados y sentía un dolor terrible en la cabeza. Le salía sangre por la nariz y la boca. Jadeante, buscó a Hollis, pero el muy cobarde había huido.
El marqués retrocedió para reunir fuerzas con vistas al siguiente ataque.
-Si sabes lo que te conviene -advirtió a Murray con un tono durísimo-, seguirás los pasos de tu amigo.
-¡Y una mierda! -soltó él con desdén. No iba a salir corriendo y dejar que un aristócrata lo dejara en ridículo. Describió un círculo, con los ojos en su presa, y detectó el cuchillo que Hollis había perdido. Se agachó para recogerlo y lo levantó como un trofeo-. Voy a rajarte esa cara tan bonita. Y voy a disfrutarlo.
A la luz de la luna que asomaba entre las nubes, las líneas de la cara de Jonas parecían talladas en piedra. Murray se humedeció los labios. La mano con la que sujetaba la navaja le sudaba. Cuando aceptó el trabajo, no esperaba que el marqués fuera un contrincante tan temible. Había creído que ya tenía en el bolsillo la otra media libra que cobraría por matar a ese cabronazo.
NiinnyJonas
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
ESOS MALDITOS BASTARDOOSSS.... AHORA QUIEREN MATARLO PERO ES EL BRUTO DE SU TIO!!!.. PARA QUEDARCE CON LA FORTUNA DE JOE!!!.. PERO NO LO MATARAAANNN!!! Y NO SE SALDRA CON LA SUYA!!!!
chelis
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
awww mi Joseph!!!
Que no le hagan daño!!!
Siguels!!
Que no le hagan daño!!!
Siguels!!
aranzhitha
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Ya no estaba tan seguro.
-Todavía puedes irte con vida -le aconsejó Jonas con un suave tono de amenaza, como si, en caso de quedarse, Murray tuviera la muerte garantizada.
El tipo se echó para atrás el pelo grasiento que le había caído sobre los ojos y siguió describiendo un círculo alrededor de su presa.
-Estás sangrando como un cerdo -se envalentonó-. No tienes fuerzas para luchar conmigo. Te mataré y me iré.
-Yo no estaría tan seguro -replicó Jonas, casi sin mover los labios.
Murray notó cómo el sudor le bajaba por el tórax. Observó que el marqués tenía cuidado con el brazo herido y vio la sangre que le bajaba por la manga de la chaqueta azul de montar. Aun así, había algo en los ojos negros de ese hombre, algo que indicaba que ni siquiera la navaja bastaría para detenerlo.
Un sonido de voces llegó a sus oídos. ¡Alguien se acercaba! Fue el incentivo que Murray necesitaba para mover las piernas. Se volvió, salió a toda velocidad hacia el establo y lo rodeó para llegar a donde tenía atado el caballo. Corrió lo más rápido que pudo, seguro de que el marqués le pisaba los talones. No perdió tiempo: se montó a lomos del caballo, le giró la cabeza con las riendas y clavó los tacones en el huesudo costillar del animal.
No miró atrás, sino que siguió cabalgando hasta llegar a la seguridad de los árboles. Allí se detuvo, pero sólo un instante. Al volver la vista hacia la silueta de la taberna, lanzó un taco rabioso por haber fracasado.
Pero el dinero todavía no estaba perdido. Seguía esperándolo. La siguiente vez que se encontrara con ese cabrón de la nobleza, estaría mejor preparado.
_____________ se inclinó sobre la barandilla en lo alto de las escaleras que daban a la entrada. Un alboroto en la planta baja la había arrancado de la soledad de su dormitorio. Vio a una mujer de pechos generosos que, vestida con una falda, la típica blusa escotada de una campesina y el peto de una tabernera, entraba en el vestíbulo. Tras ella, dos hombres llevaban casi a cuestas entre los dos a un tercero, con un brazo alrededor de los hombros de cada uno.
_____________ gritó para sí horrorizada al percatarse de quién era el herido:
-¡Joseph! ¡Oh, Dios mío!
Se levantó la punta de las faldas para bajar las escaleras corriendo, con el corazón a punto de estallarle en el pecho. Tenía tanta prisa por llegar abajo que casi tropezó, y resbaló al detenerse frente a ellos.
-Pero, por Dios, ¿qué ha pasado? ¿Está muy herido? ¿Podrían llevarlo arriba? -Se volvió hacia el mayordomo-. Reeves, avise enseguida al médico, por favor.
-Ya lo he hecho, milady.
En ese momento, Joseph gruñó y abrió despacio los ojos. Tenía uno hinchado y casi cerrado por completo, y el labio, partido, le sangraba.
-Estoy bien -se esforzó en decir, con un tono de dolor en la voz-. He tenido un ligero problema al salir de la taberna.
-Marty y yo lo encontramos inconsciente cerca de los establos -explicó la rubia bien dotada-. Ha perdido mucha sangre, milady. Lo mejor sería meterlo en la cama.
-Sí, sí, claro. Síganme, por favor.
La siguieron por las escaleras. Aunque Joseph trataba de orientar sus pasos, los hombres tuvieron que cargarlo hasta el piso de arriba. La sangre le goteaba de la chaqueta. Tenía el puño colorado, y _____________ contuvo una oleada de miedo.
El hombre llamado Marty, un joven larguirucho y de cabellos rubios, largos y rizados, habló:
-Lo acuchillaron. Tiene cortes en el brazo y en el pecho. Los muy cabrones. -Se sonrojó-. Perdone, milady.
_____________ tenía el corazón en un puño. Ocultó su pre¬ocupación con el enfado:
-No pasa nada. Eso es exactamente lo que son.
El joven le dirigió una sonrisa de gratitud mientras conducían a Joseph por el pasillo y lo dejaban bajo el dosel azul de su cama. Con manos temblorosas, _____________ le abrió la chaqueta de montar sucia y rota, rasgó la camisa de batista blanca y dejó el torso al descubierto. Después, procuró tranquilizarse para examinarle el corte que tenía en el pecho.
-¿Es muy grave, milady? -preguntó la muchacha bien dotada desde los pies de la cama.
-La herida del pecho es sólo un rasguño.
Al ver la cantidad de sangre que empapaba la manga, decidió que la otra herida era más preocupante. Quitó el vendaje improvisado que le habían puesto en el brazo para detener la hemorragia y rasgó la manga de la destrozada chaqueta lo suficiente para observar el corte profundo en la piel.
-La herida del brazo es importante. Tendré que cosérsela.
-¿Está segura de que no sería mejor esperar al médico? -insinuó la tabernera, con una ceja arqueada.
-El doctor Fredericks está por lo menos a dos horas de camino. Hay que detener la hemorragia y yo sé coser una herida tan bien como él.
La mujer rubia no dijo nada más, pero miró a _____________ con cierto respeto.
-¡Oh, Joseph! -Con un grito aterrorizado, tía Winnie entró en el dormitorio como una exhalación, apretándose los labios con sus esbeltas manos-. ¿No estará...? ¿No estará...?
Joseph abrió de golpe el ojo sano y se mostró sarcástico:
-Te aseguro que todavía no estoy muerto. Puede que lo esté después de que mi esposa intente practicar en mi maltrecho cuerpo su técnica de sutura.
-Todavía puedes irte con vida -le aconsejó Jonas con un suave tono de amenaza, como si, en caso de quedarse, Murray tuviera la muerte garantizada.
El tipo se echó para atrás el pelo grasiento que le había caído sobre los ojos y siguió describiendo un círculo alrededor de su presa.
-Estás sangrando como un cerdo -se envalentonó-. No tienes fuerzas para luchar conmigo. Te mataré y me iré.
-Yo no estaría tan seguro -replicó Jonas, casi sin mover los labios.
Murray notó cómo el sudor le bajaba por el tórax. Observó que el marqués tenía cuidado con el brazo herido y vio la sangre que le bajaba por la manga de la chaqueta azul de montar. Aun así, había algo en los ojos negros de ese hombre, algo que indicaba que ni siquiera la navaja bastaría para detenerlo.
Un sonido de voces llegó a sus oídos. ¡Alguien se acercaba! Fue el incentivo que Murray necesitaba para mover las piernas. Se volvió, salió a toda velocidad hacia el establo y lo rodeó para llegar a donde tenía atado el caballo. Corrió lo más rápido que pudo, seguro de que el marqués le pisaba los talones. No perdió tiempo: se montó a lomos del caballo, le giró la cabeza con las riendas y clavó los tacones en el huesudo costillar del animal.
No miró atrás, sino que siguió cabalgando hasta llegar a la seguridad de los árboles. Allí se detuvo, pero sólo un instante. Al volver la vista hacia la silueta de la taberna, lanzó un taco rabioso por haber fracasado.
Pero el dinero todavía no estaba perdido. Seguía esperándolo. La siguiente vez que se encontrara con ese cabrón de la nobleza, estaría mejor preparado.
_____________ se inclinó sobre la barandilla en lo alto de las escaleras que daban a la entrada. Un alboroto en la planta baja la había arrancado de la soledad de su dormitorio. Vio a una mujer de pechos generosos que, vestida con una falda, la típica blusa escotada de una campesina y el peto de una tabernera, entraba en el vestíbulo. Tras ella, dos hombres llevaban casi a cuestas entre los dos a un tercero, con un brazo alrededor de los hombros de cada uno.
_____________ gritó para sí horrorizada al percatarse de quién era el herido:
-¡Joseph! ¡Oh, Dios mío!
Se levantó la punta de las faldas para bajar las escaleras corriendo, con el corazón a punto de estallarle en el pecho. Tenía tanta prisa por llegar abajo que casi tropezó, y resbaló al detenerse frente a ellos.
-Pero, por Dios, ¿qué ha pasado? ¿Está muy herido? ¿Podrían llevarlo arriba? -Se volvió hacia el mayordomo-. Reeves, avise enseguida al médico, por favor.
-Ya lo he hecho, milady.
En ese momento, Joseph gruñó y abrió despacio los ojos. Tenía uno hinchado y casi cerrado por completo, y el labio, partido, le sangraba.
-Estoy bien -se esforzó en decir, con un tono de dolor en la voz-. He tenido un ligero problema al salir de la taberna.
-Marty y yo lo encontramos inconsciente cerca de los establos -explicó la rubia bien dotada-. Ha perdido mucha sangre, milady. Lo mejor sería meterlo en la cama.
-Sí, sí, claro. Síganme, por favor.
La siguieron por las escaleras. Aunque Joseph trataba de orientar sus pasos, los hombres tuvieron que cargarlo hasta el piso de arriba. La sangre le goteaba de la chaqueta. Tenía el puño colorado, y _____________ contuvo una oleada de miedo.
El hombre llamado Marty, un joven larguirucho y de cabellos rubios, largos y rizados, habló:
-Lo acuchillaron. Tiene cortes en el brazo y en el pecho. Los muy cabrones. -Se sonrojó-. Perdone, milady.
_____________ tenía el corazón en un puño. Ocultó su pre¬ocupación con el enfado:
-No pasa nada. Eso es exactamente lo que son.
El joven le dirigió una sonrisa de gratitud mientras conducían a Joseph por el pasillo y lo dejaban bajo el dosel azul de su cama. Con manos temblorosas, _____________ le abrió la chaqueta de montar sucia y rota, rasgó la camisa de batista blanca y dejó el torso al descubierto. Después, procuró tranquilizarse para examinarle el corte que tenía en el pecho.
-¿Es muy grave, milady? -preguntó la muchacha bien dotada desde los pies de la cama.
-La herida del pecho es sólo un rasguño.
Al ver la cantidad de sangre que empapaba la manga, decidió que la otra herida era más preocupante. Quitó el vendaje improvisado que le habían puesto en el brazo para detener la hemorragia y rasgó la manga de la destrozada chaqueta lo suficiente para observar el corte profundo en la piel.
-La herida del brazo es importante. Tendré que cosérsela.
-¿Está segura de que no sería mejor esperar al médico? -insinuó la tabernera, con una ceja arqueada.
-El doctor Fredericks está por lo menos a dos horas de camino. Hay que detener la hemorragia y yo sé coser una herida tan bien como él.
La mujer rubia no dijo nada más, pero miró a _____________ con cierto respeto.
-¡Oh, Joseph! -Con un grito aterrorizado, tía Winnie entró en el dormitorio como una exhalación, apretándose los labios con sus esbeltas manos-. ¿No estará...? ¿No estará...?
Joseph abrió de golpe el ojo sano y se mostró sarcástico:
-Te aseguro que todavía no estoy muerto. Puede que lo esté después de que mi esposa intente practicar en mi maltrecho cuerpo su técnica de sutura.
NiinnyJonas
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
que malo eres Joseph te quieren ayudar y no dejas
siguelaaaa
siguelaaaa
JB&1D2
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Abrones. Eso son los perros! Aaagh siguela mujer! Me mat lo ultimo que dijo Joe jaja maldito perro desconfiado! Jaja y esa puta qe quiere ahí? Que se largue! Hija de su madre esta cviendo a mi Joseph siguela!
Pao Jonatica Forever :3
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
jaja Joseph se pasa!
La rayiz que le ofrece su ayuda y él que desconfia!!
Eso no es de Dios!!
Siguela!!!
La rayiz que le ofrece su ayuda y él que desconfia!!
Eso no es de Dios!!
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Seda y Acero (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
JAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJA!!! ESE JOSEPH COMO ES QUE BROMEA EN UNA CITUACION ASI!!!!......
chelis
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