My perfect Tribute {Evan Peters ll THG}

- Invitado Dyrdek! - anunció aquel extraño y llamativo joven a su micrófono, y éste, ayudados por los altoparlantes regados por toda la plaza, resonaron destrozándome los oídos... no había dicho mi nombre... no lo había hecho... estaba nerviosa, muerta de los nervios, lo estaba imaginando... no era mi nombre... por qué se apartan?... no me dejen a la vista, no quiero subir a ese escenario... él no dijo mi maldito nombre!
Alguien me dio un empujoncito, y mis pies se movieron lentamente, al menos hasta que los agentes de la paz, tomándome de ambos brazos, me hicieron apurar la marcha. Llegué a los escalones y traté de que mis pies recordasen como subirlos vamos Invitado… son iguales a los de casa… suspiré una sola vez antes de levantar los orbes verdes hacia aquel presentador de cabello rojo como llama viva, y éste sonrió con aquellos diminutos dientecillos para luego tomarme de los hombros y ponerme delante de el y casi al borde del escenario – algún voluntario? – nada… ni siquiera alguno de los grillos que siempre nos torturaban por la noche… absolutamente nadie en este mundo quería morir en mi lugar, ni siquiera esos ojos negros que se clavaron sobre mi desde la fila de los chicos de 18… me miraban con tristeza, quizá deseando no haber dejado el tiempo pasar, en ellos había lástima, y una pizca de culpa… pero no rabia, no había desesperación… Evan estaba dispuesto a dejarme ir.

- Muy bien – murmuró aquel joven con esa vocecilla suya, revoloteando por el escenario con aires extrañamente masculinos para alguien del Capitolio que se cuidaba tan bien como todos en el distrito sabíamos que él lo hacía; tomó una papeleta y la abrió con parsimonia, dejándonos a todos escuchar a las moléculas del papel moverse – Hayden Lutz! – todas las cabezas se voltearon hacia donde se ubicaban los chicos de 16 y una cabellera tan rubia como el mismísimo sol se veía sobresalir… aquel chico en su camisa blanca estaba casi camuflado; su piel pálida, su cabello de platino, los ojos grises que ya podía ver incluso desde la distancia… este chico resplandeciente y flacucho sería mi compañero?... evidentemente este juego nunca estuvo pensado para fomentar la caballerosidad… dudaba que aquel joven pudiera protegerme… de echo, pensaba que se convertiría en un faro en la Arena… brillaría en la oscuridad?

El presentador y pretencioso Colton Stan pidió voluntarios, por supuesto que nadie alzó la mano, y justo antes de que el pelirrojo nos presentara como los tributos del distrito tres de los vigésimo terceros Juegos del Hambre y nos arrastrara al interior del edificio de justicia busqué con desesperación los ojos de Evan entre el público… su mirada se veía sombría a pesar de que el sol de la tarde agonizante le iluminaba el rostro; su rubio cabello brillo cuando bajó la vista; sentí mi brazo elevarse, escuche mi nombre pronunciarse, y a pesar de que mi mano estaba en la de mi compañero de distrito, yo no estaba presente… estaba en la plaza caminando al borde de la fuente; en su cuarto sentada frente al monitor de la computadora; en la escuela ignorando a cualquier otro ser humano que no fuese mi mejor amigo desde que tengo memoria, y en mi cuarto… de vuelta en ese momento, reprochándome a mi misma el porque rayos no lo besé cuando tuve la oportunidad… no hubiera habido culpas, no hubiera habido problemas, no hubiera existido arrepentimiento mientras entraba a ese enorme edificio de piedra gris esperando para despedirme de mis seres queridos y luego ir a matarme con otras 23 personas, incluido aquel pato que tenía al lado observando todo con la mirada mas dura que jamás hubiera visto antes.

*~*~*

El sonido del latir apresurado de mi corazón tratando inútilmente de alimentar a mi cuerpo destrozado me inundaba los oídos... me sentía como una cucaracha luego de que el pie que la aplastó de levanta; rota, muerta, flotando en el tipo de porquería que tenía dentro de mi y nunca supe que estaba ahí... Jesse estaba muerto... podía verlo yacer inerte a no muchos metros de mi... ese mastodonte del uno también estaba muerto... solo quedaba esa condenada rubia del cuatro... sentía sus pasos vibrar en la tierra, se acercaba... vi su silueta, apenas coloreada a contraluz justo sobre mi cabeza... algo de metal brilló entre sus manos manchadas con sangre, que estas alturas ya no comprendía a quién pertenecía...

El silenció se rompió, y un cañón sonó.

{parte I/???}

Último podrido día en la podrida escuela, ya luego si sobrevivíamos a la cosecha podríamos disfrutar del verano. Este era el último año de Evan en todo, adiós escuela, adiós cosecha, hola trabajo a tiempo completo para vivir solo porque tu madre está muerta y tu padre siendo agente de la paz en el distrito nueve. Estaba solo, y a mi me parecía lo mejor para él; no debía preocuparse por nada mas que sus pensamientos. Ni siquiera por mi, este año no iría los juegos, el próximo tampoco, y luego podríamos pararnos ambos entre el público sintiendo pena por los pobres miserables que debían ir a la arena, pero igualmente aliviados por no ser nosotros los que éramos enviados a una muerte casi segura.

Me puse el estúpido uniforme que nos hacían usar, siempre en un intento por imitar al Capitolio, tomé mi mochila y bebía un vaso de jugo antes de salir rumbo a la escuela. Mi rutina era siempre la misma, eran siempre los mismos los que me ignoraban, y siempre los mismos escasos seres humanos que ignoraban que yo los ignoraba, y me saludaban igualmente, a los que siempre respondía con una media sonrisa y levantando la mano para luego seguir mi camino.

La escuela no era mi lugar favorito, solo me restaba horas de sueño, me hacía sentirme gorda este uniforme estúpido, y a pesar de no representarme mucho esfuerzo su exigencia, si que nos sacaban el jugo por el simple hecho de estar en “el distrito de los inteligentes”, además de mantenerme alejada de Evan hasta el almuerzo. Él era mucho mas inexistente que yo, aunque yo estaba consciente de todos los rumores que giraban a su alrededor y que por supuesto, nadie se animaba a comentar a varios metros a la redonda de él; decían que era raro, amargo, misterioso, guapo, sexy y claro, que salía con esa chica Invitado, eran perfectos el uno para el otro. No era cierto, pero me gustaba oírlo a voces bajas; ante mis oídos era como si nos admiraran o respetaran, a pesar de que simplemente dijeran que somos un par de frikis.
- Faltan días para la cosecha – dijo cuando se sentó a mi lado en el almuerzo, y era usual que todos voltearan cada que hablaba, nadie parecía conocer su voz – espero que estés entrenando – entendí burla en su voz, a pesar de su semblante serio. Supuestamente estaba prohibido entrenar antes de ir a los juegos, los distritos uno y dos igual lo hacían, y el Capitolio divertido hacía la vista gorda de sus consentidos; nosotros también podríamos, incluso por un tiempo hubo un gimnasio pero terminó cerrando en poco tiempo, aparentemente en este distrito habían cosas mas interesantes que hacer.
- No, pero hice mi tarea – respondí levantando el folleto que leía, hoy sobre “curiosidades: ligamentos principales en el cuerpo humano”, no era texto de escuela, pero me gustaba leer los folletos de mi hermana, anatomía, matemáticas, física… algunos me ayudaban a ser una completa sabelotodo, pero otros simplemente eran demasiado interesantes… como el cuerpo era una estructura casi perfectamente ideada, y como cortando un simple cabo podía dejárselo como una carga inútil, un peso muerto para la mente.
- Supongo que también sirve
- Tu entrenas a mis espaldas? – murmuré con el ceño fruncido, marcando la página y cerrando el libro con una delicadeza de la que solo disfrutaban las ediciones que usualmente tenía en las manos.
- Estaba bromeando, no está permitido entrenar antes de los juegos, no seas tonta.
- Enserio Evan… es curiosidad, no voy a denunciarte – sentí a mi rostro adoptar un gesto infantil por voluntad propia; y es que a pesar de que me hacía la misma pregunta todos los años cuando la cosecha estaba así de próxima, esta vez era diferente, podía leerlo en sus ojos.
- Solo digamos que, tengo un presentimiento extraño.
- Igual yo – murmuré observando directamente sus ojos negros; no podía verlo, no podía leer bien qué estaba pensando, pero creía sentir lo mismo; desde esta mañana sentía una presión extraña en el pecho, una punzada distinta en la cabeza… no sabía lo que era, si mi madre, mi hermana o él… algo no estaba normal, y quizá en el futuro no estaría bien – debería entrenar también? – mi voz fue mucho mas baja al pronunciar esta frase, y en su respuesta, tanto sus ojos como su voz fueron mas dulces.
- No está permitido entrenar antes de los juegos, no seas tonta.

Cuando el timbre sonó y despegó los ojos de los míos me di cuenta de cuan cerca estaba realmente; me dedicó una media sonrisa antes de levantarse, y yo, ignorando el vacío que su ser había dejado a mi lado, me dirigí a clase para terminar con esto de una vez.

Una vez en casa me tumbe en la cama y miré el techo por un rato demasiado largo considerando mis opciones, aplastada ante ese sentimiento que no sabía descifrar y el sabor de boca raro que me había dejado al decirlo en voz alta. Finalmente miré los libros que había dejado mi hermana y me puse a leer hasta que las letras empezaron a bailar sobre las hojas. Al día siguiente desperté con una idea fija; la cosecha sería el Lunes, no podría aprender nada en regla, pero tenía dos días para aprender al menos el cómo blandir un cuchillo. No tardé mi media hora en darme cuenta de que esto era una estupidez… mejor si aprendía a correr, y muy rápido.

{parte II/II}

Cuando el timbre sonó y despegó los ojos de los míos me di cuenta de cuan cerca estaba realmente; me dedicó una media sonrisa antes de levantarse, y yo, ignorando el vacío que su ser había dejado a mi lado, me dirigí a clase para terminar con esto de una vez.

Una vez en casa me tumbe en la cama y miré el techo por un rato demasiado largo considerando mis opciones, aplastada ante ese sentimiento que no sabía descifrar y el sabor de boca raro que me había dejado al decirlo en voz alta. Finalmente miré los libros que había dejado mi hermana y me puse a leer hasta que las letras empezaron a bailar sobre las hojas. Al día siguiente desperté con una idea fija; la cosecha sería el Lunes, no podría aprender nada en regla, pero tenía dos días para aprender al menos el cómo blandir un cuchillo. No tardé mi media hora en darme cuenta de que esto era una estupidez… mejor si aprendía a correr, y muy rápido.

Al final terminé rebuscando en internet técnicas de supervivencia, como encender fuego, como reconocer plantas, purificar agua… si lograba escapar seguro terminaba muriendo por haber sido una rata de ciudad toda mi vida. El sábado corté el tapiz de las paredes de mi cuarto, leí un poco sobre supervivencia y cuando mis padres empezaron a sospechar de lo que estaba haciendo, me pasé el resto de la tarde buscando alguna forma de cubrir los cortes en la pared. El domingo desperté antes del amanecer y leí sobre plantas hasta que mi madre anunció el desayuno.
- Invitado, la escuela ya terminó, deberías relajarte un poco cariño – murmuró rozando con el dorso de sus dedos mi mejilla; seguro hoy tenía ojeras mucho mas notorias, así que solo bajé la vista hacia mi café y escuché a papá contarle a mamá todo tipo de frivolidades y viceversa; todo el mundo se ponía tenso cuando la cosecha estaba próxima, y no sé si en todas partes era igual, pero en mi casa mis padres disimulaban y se distraían con cosas tan triviales… un hámster corriendo en su rueda podía ser lo mas interesante del mundo.
- dónde almorzaremos hoy? – la sonrisa en sus labios curvó el bigote de mi padre en una forma tan peculiar, como siempre solo pude sonreír y pronunciar un “no lo sé” – pasta?
- Perfecto!… ya sé a dónde iremos…

El almuerzo dominical era lo único en este mundo que estaba segura de que ni la cosecha podía impedir y durante todo el día, entre cada bocado me debía entre si comentar ese sentimiento extraño… mi madre confiaba en mí, pero ni ella ni papá confiaban del todo en Evan… era como yo, sí, pero yo era su hija y él el chico raro que andaba con su hija… nunca lo decían y yo nunca pregunté, pero lo sabía.

Finalmente el almuerzo terminó y dimos un paseo por la plaza del distrito. Mis ojos se giraron solos hacia lo que antes era el gimnasio del distrito tres. Su fachada era del mas puro cristal, tintado del tal forma que parecía un espejo opaco y plateado; todo el distrito pensaba que un adinerado lo había comprado, que pertenecía al hombre responsable de organizar y financiar en parte todos los nuevos programas y aparatos que exigía el capitolio, y en parte tenían razón, sin embargo en ese edificio también había un laboratorio que se había tenido que trasladar y esconder desde los días oscuros; en sus tiempos había sido muy útil para el Capitolio, y lo seguía siendo en la oscuridad; virus capaces de echar abajo todo el sistema de Panem con facilidad estaban en caracteres en cientos de documentos… por qué lo sabía?… había ayudado en algunos, en su mayoría fueron creados por varios programadores a la vez, todos a pedido de algún importante pez gordo del capitolio que al final se había acorbadado y pedido que se borre; lo cual se hizo guardando automáticamente una copia en el disco madre que controlaba el edificio. Evan y yo trabajamos ahí en verano… pero no era por eso que mis ojos lo buscaron, era por su historia… que útil habría sido para algunos ese gimnasio… los del tres solían caer rápido; los cerebritos sobrevivían a veces, pero nuestro más reciente vencedor tendría ya unos 40 años, y si ganó fue porque él instalaba cables, sabía usar pinzas y hacer nudos. Yo por mi parte, podría cortar tributos con los papeles de mis libros hasta que murieran por el ardor…

La noche me sorprendió leyendo sobre venas y arterias, mi localizador me ordenó bajar y éste solo sonaba cuando una persona quería hablar conmigo. Salí por la ventana y bajé por la escalera de incendios del edificio donde mis padres habían comprado si inmenso apartamento, hasta la calle y luego a aquella tienda disponible para alquiler desde hace como un año; cuando el hijo de la dueña murió en la cornucopia. Evan y su apariencia de delincuente juvenil patea-traseros estaban en la esquina.
- Bonito fin de semana? – murmuró con media sonrisa en los labios.
- Mañana será mucho mejor – murmuré poniéndome en marcha. Cruzamos la calle y una segunda escalera de incendios fue a parar entre mis manos. El ascenso hasta la azotea tenía como fondo musical el sonido de los metales bajo nuestros pies y un silbido del débil viento a medida que los pisos avanzaban. Esa azotea no se veía muy concurrida por los habitantes de aquel edificio, que en su mayoría eran mayores y no les interesaba mucho más que a qué hora quedaban sus programas cuando cambiaban los relojes al horario de invierno. El enorme cartel con el lema y el estúpido sello del Capitolio era un buen lugar para observar las calles dormidas y a los gatos en los tejados; mi casa se veía a la perfección desde allí, así que sabía cuando debía dispararme hacia allá y que mis padres no pensaran que andaba por el mal camino o que me pasé al lado o como quisieran verlo.
- Sabes – murmuré de forma amortiguada por mis brazos, llevaba rato abrazada a mis rodillas y observando el cielo oscuro, las estrellas opacadas por la luz artificial – pensé en que podría significar ese presentimiento...
- Y que epifanía tuviste?
- Que pasaría si vamos juntos a la arena? – mi única respuesta fue el viento por un rato largo y agonizante, y no me miró cuando finalmente se dignó a hablar.
- Supongo que me quitaría de tu camino… - fruncí el ceño con una mezcla de duda y rabia.
- No seríamos aliados?… ni siquiera tratarías de protegerme?
- Solo uno puede ganar, y no necesito el peso de una alianza sobre los hombros. Ya es demasiado con que seas… - por un segundo una palabra se atoró en su garganta – mi amiga – mi rostro se fue relajando, pero mis ojos no se despegaron de él… con le hacía para tener lógica en todo? Incluso en una estupidez como dejarme morir a manos de un estúpido de otro distrito; porque si íbamos, yo le daba mas esperanzas de volver a él… parece muy frívolo y es digno de alguien que saca conclusiones apresuradas… pero incluso yo que podía jactarme de conocerlo, estaba segura de que no tendría problema alguno de clavarle un cuchillo a alguien. Era ése el brillo de sus ojos, y no había nada detrás de él, era instinto de supervivencia puro y simple.
- Entonces dejarías que me matasen? – mi gesto era ausente, mi voz vacía, como si la simple idea se hubiera llevado mi último soplo de vida.
- Lo preguntas enserio?… – levantó una ceja y su voz se tiñó con una pizca de nervios – por supuesto que no…
- Si no estas para protegerme…
- Mataría a quién lo hizo… a cualquiera que en algún momento te hubiera tocado un solo pelo – tuve que desviar la vista ante la dureza de sus ojos… pude comprender al porqué prefería que cada uno nos lanzáramos a nuestra suerte… pero me dolía la idea de… que me dejara sola… yo le temía a estar sola, y sería mil veces peor tenerlo cerca y saber que igual no había nadie a mi alrededor.
- Es una promesa?
- Un trato.
- Quieres que baile sobre su tumba si alguien te mata?
- Empieza a aprender a bailar – se echó a reír por un segundo y sonreí… probablemente si lo haría - … quizá ese presentimiento sea una estupidez… quizá sea solo porqué mañana lloverá – el Capitolio parecía controlar hasta el clima; nunca llovía durante una cosecha, nunca hacía frío, una sola vez un mi vida había visto el cielo nublado… el día mas hermoso del año siempre era en la cosecha. Sin embargo me aferré a esa idea con uñas y dientes.
- O porque el presentador volverá con el cabello rosa este año – dos risas se alzaron en medio de esa noche sin estrellas. El sol traería consigo una promesa de que al día siguiente, 23 nombres entrarían primeros en la lista de la parca…
Quizá uno de ellos estuviera en esa azotea?