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Mensaje por aranzhitha Vie 25 Ene 2013, 4:06 pm

siguela!!!
aranzhitha
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"Fifty Shades Freed" (Joe&Tu) [Tercer Libro] [TERMINADO] - Página 8 Empty Re: "Fifty Shades Freed" (Joe&Tu) [Tercer Libro] [TERMINADO]

Mensaje por chelis Vie 25 Ene 2013, 9:55 pm

Uuuuuuuuuun caaaaaaaaappppiiiiiissssss
chelis
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http://www.twitter.com/chelis960

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"Fifty Shades Freed" (Joe&Tu) [Tercer Libro] [TERMINADO] - Página 8 Empty Re: "Fifty Shades Freed" (Joe&Tu) [Tercer Libro] [TERMINADO]

Mensaje por Karely Jonatika Sáb 26 Ene 2013, 8:23 pm

Capítulo 12


—Creía que habías nacido en Seattle —le digo. Mi mente no para. ¿Y qué tiene que ver eso con Jack?

Joseph levanta el brazo con el que se estaba tapando la cara, lo estira detrás de él y coge una de las almohadas. Se la pone bajo la cabeza, se acomoda y me mira con expresión cautelosa. Un segundo después niega con la cabeza.

—No. A Elliot y a mí nos adoptaron en Detroit. Nos mudamos poco después de mi adopción. Grace quería venir a la costa Oeste, lejos de la expansión urbana descontrolada, y consiguió un trabajo en el Northwest Hospital. No tengo apenas recuerdos de entonces. A Mia la adoptaron aquí.
—¿Y Jack es de Detroit?
—Sí.

Oh…

—¿Cómo lo sabes?
—Le investigué cuando tú empezaste a trabajar para él.

Claro, cómo no…

—¿También tienes una carpeta de color marrón con información suya? —Sonrío.

Joseph tuerce la boca pero consigue ocultar su diversión.

—Creo que es azul claro, de hecho. —Sigue peinándome el pelo con los dedos y eso me resulta muy tranquilizador.
—¿Y qué pone en lo que hay dentro de su carpeta?

Joseph parpadea. Después baja la mano para acariciarme la mejilla.

—¿Seguro que quieres saberlo?
—¿Es malo?

Se encoje de hombros.

—Me he enterado de cosas peores —dice.

¡No! ¿Es algo sobre él? Vuelve a mi mente la imagen del niño sucio, asustado y perdido que fue Joseph. Me acurruco un poco más contra él y le abrazo más fuerte, cubriéndole con la sábana y apoyando mi mejilla contra su pecho.

—¿Qué pasa? —pregunta desconcertado por mi reacción.
—Nada —le respondo.
—No, no, esto tiene que funcionar en las dos direcciones, ______. ¿Qué te pasa?

Levanto la cabeza y estudio su expresión aprensiva. Vuelvo a poner la mejilla sobre su pecho y decido que tengo que decírselo.

—A veces te imagino como el niño que fuiste… antes de venir a vivir con los Jonas.

Joseph se tensa.

—No hablaba de mí. No quiero que sientas lástima por mí, ______. Esa parte de mi vida ya no está. Se acabó.
—No siento lástima —le aclaro consternada—. Es compasión y dolor. Dolor de que alguien haya podido hacerle eso a un niño. —Inspiro hondo porque noto que me da un vuelco el estómago y que vuelven a llenárseme los ojos de lágrimas—. Y esa parte de tu vida sí que está, Joseph, ¿cómo puedes decir eso? Vives con tu pasado todos los días. Tú mismo me lo has dicho, las cincuenta sombras más, ¿recuerdas? —le digo con voz apenas audible.

Joseph ríe burlón y se pasa la mano libre por el pelo, pero sigue en silencio y tenso debajo de mí.

—Sé que por eso necesitas controlarme. Mantenerme segura.
—Pero tú eliges desafiarme —dice frustrado y su mano para de acariciarme el pelo.

Frunzo el ceño. Demonios… ¿lo estará haciendo deliberadamente? Mi subconsciente se quita las gafas y muerde una patilla. Después frunce los labios y asiente. La ignoro. Qué confuso es todo: soy su mujer, no su sumisa. Tampoco soy como una empresa que ha comprado. No soy la puta adicta al crack que fue su madre… Joder. Solo de pensarlo me pongo enferma. Recuerdo las palabras del doctor Flynn: «Limítate a seguir haciendo lo que estás haciendo, Joseph está perdidamente enamorado. Es una delicia verlo».

Y eso es lo que hago. Estoy haciendo lo que he hecho siempre. ¿No es eso lo que le gustó de mí en un primer momento?

Oh, este hombre es tan confuso…

—El doctor Flynn me dijo que debía darte el beneficio de la duda. Y creo que lo he hecho, aunque no estoy segura. Tal vez es mi manera de traerte al aquí y al ahora, de mantener las distancias con tu pasado —le susurro—. No lo sé. Pero parece que no puedo calibrar si vas a reaccionar exageradamente y cuánto.

Se queda callado un momento.

—Joder con Flynn —dice para sí.
—Me dijo que debía seguir comportándome de la misma forma que siempre contigo.
—¿Eso te dijo? —pregunta Joseph con sequedad.

De acuerdo, ahí vamos.

—Joseph, sé que querías a tu madre y no pudiste salvarla. Pero eso no era responsabilidad tuya. Y yo no soy tu madre.

Él se pone tenso otra vez.

—No sigas por ahí —me advierte.
—No, escúchame, por favor. —Levanto la cabeza para mirarle a los ojos llenos de miedo. Está conteniendo la respiración. Oh, Joseph… Se me encoge el corazón—. Yo no soy ella. Soy más fuerte que ella. Y te tengo a ti, que eres mucho más fuerte ahora, y sé que me amas. Y yo también te amo —le susurro.

Arruga la frente porque no son las palabras que esperaba.

—¿Todavía me amas? —me pregunta.
—Claro que te quiero. Joseph, te amaré siempre. No importa lo que me hagas. —¿Es esta seguridad lo que quiere oír?

Deja escapar el aire y cierra los ojos, tapándose la cara con el brazo de nuevo y abrazándome más fuerte.

—No te escondas de mí. —Levanto la mano y le cojo la suya. Después tiro para que aparte el brazo de su cara—. Llevas toda tu vida escondiéndote. No lo hagas ahora, no te escondas de mí.

Me mira con incredulidad y frunce el ceño.

—¿Me escondo?
—Sí.

Cambia de postura de repente, se pone de lado y me obliga a moverme para que quede tumbada a su lado sobre la cama. Acerca la mano, me aparta el pelo de la cara y me lo coloca detrás de la oreja.

—Antes me has preguntado si te odiaba. No entendí entonces por qué, pero ahora…

Él se detiene y me mira como si yo fuera un enigma.

—¿Todavía crees que te odio? —pregunto con voz incrédula.
—No —dice negando a la vez con la cabeza—. Ahora no. —Parece aliviado—. Pero necesito saber algo… ¿Por qué has dicho la palabra de seguridad, ______?

Palidezco. ¿Qué puedo decirle? Que me ha asustado. Que no sabía si iba a parar. Que le supliqué y no paró. Que no quería que las cosas fueran subiendo de intensidad como… como aquella vez en esta misma habitación. Me estremezco al recordar cómo me azotó con el cinturón.

Trago saliva.

—Porque… Porque estabas tan enfadado y tan distante y tan… frío. No sabía lo lejos que podías llegar.

Su expresión no revela nada.

—¿Ibas a dejarme llegar al orgasmo? —pregunto con la voz apenas un susurro y siento que me sonrojo, pero le sostengo la mirada.
—No —confiesa por fin.

Maldita sea.

—Eso es… cruel.

Me roza la mejilla suavemente con los nudillos.

—Pero efectivo —murmura. Me mira como si intentara ver mi alma y los ojos se le oscurecen. Después de una eternidad dice—: Me alegro de que lo hicieras.
—¿Ah, sí?

Sus labios forman una sonrisa triste.

—Sí. No quiero hacerte daño. Me dejé llevar. —Se acerca y me da un beso—. Me perdí en el momento. —Vuelve a besarme—. Me pasa mucho contigo.

¿Oh? Y por alguna extraña razón la idea me gusta… Sonrío. ¿Por qué me hace feliz eso? Él también sonríe.

—No sé por qué sonríe, señora Jonas.
—Yo tampoco.

Me envuelve con su cuerpo y apoya la cabeza en mi pecho. Ahora somos una maraña de extremidades desnudas, con vaqueros y seda de la sábana. Le acaricio la espalda con una mano y el pelo con la otra. Suspira y se relaja en mis brazos.

—Eso significa que puedo confiar en ti, en que me detendrás. Nunca he querido hacerte daño —murmura—. Necesito… —dice, pero se detiene.
—¿Qué necesitas?
—Necesito control, ______. Igual que te necesito a ti. Solo puedo funcionar así. No puedo dejarme llevar. No puedo. Lo he intentado… Y bueno, contigo… —Sacude la cabeza por la exasperación.

Trago saliva. Ese es el núcleo de nuestro dilema: su necesidad de control y su necesidad de mí. Me niego a creer que son mutuamente excluyentes.

—Yo también te necesito —le susurro, abrazándole más fuerte—. Lo intentaré, Joseph. Intentaré tener más consideración contigo.
—Quiero que me necesites —susurra.

¡Dios!

—¡Pero si te necesito! —digo con mucha pasión. Le necesito tanto… Le quiero tanto.
—Quiero cuidarte.
—Y lo haces. Siempre. Te he echado mucho de menos cuando estabas fuera…
—¿Ah, sí? —Suena sorprendido.
—Sí, claro. Odio que te vayas y me dejes sola.

Noto su sonrisa.

—Podrías haber venido conmigo.
—Joseph, por favor. No resucitemos esa discusión. Quiero trabajar.

Suspira y yo le peino suavemente con los dedos.

—Te amo, ______.
—Yo también te amo, Joseph. Siempre te amaré.

Y los dos nos quedamos tumbados, disfrutando de la calma tras la tormenta. Y escuchando el latido rítmico de su corazón, me dejo llevar por el sueño, exhausta.


Me despierto sobresaltada y desorientada. ¿Dónde estoy? En el cuarto de juegos. Las luces todavía están encendidas e iluminan tenuemente las paredes rojo sangre. Joseph gime otra vez y me doy cuenta de que eso es lo que me ha despertado.

—No —lloriquea. Está tumbado a mi lado, con la cabeza hacia atrás, los párpados apretados y la cara crispada por la angustia.

Maldita sea, está teniendo una pesadilla.

—¡No! —grita.
—Joseph, despierta. —Me incorporo con dificultad, apartando la sábana de una patada. Me pongo de rodillas a su lado, le cojo por los hombros y le sacudo. Se me saltan las lágrimas—. Joseph, por favor, ¡despierta!

Abre los ojos de golpe, ambarinos y salvajes, las pupilas dilatadas por el miedo. Me mira con los ojos vacíos.

—Joseph, era una pesadilla. Estás en casa. Estás seguro.

Parpadea, mira a su alrededor muy nervioso y frunce el ceño al ver dónde está. Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos.

—______ —jadea y sin más preámbulos me coge la cara con las dos manos, me acerca a su pecho y me besa con pasión. Su lengua me invade la boca y sabe a desesperación y a necesidad. Sin darme apenas un momento para respirar, rueda sin separar sus labios de los míos hasta quedar encima de mí, apretándome contra el duro colchón de la cama de cuatro postes. Con una de las manos me agarra la mandíbula mientras con la otra me sujeta la cabeza para mantenerme quieta. Me separa las piernas con la rodilla y se recuesta, todavía con los vaqueros puestos, entre mis muslos—. ______ —repite como si no pudiera creerse que estoy allí con él. Me mira durante una fracción de segundo, lo que me da un momento para respirar, pero de nuevo sus labios se fusionan con los míos, saqueándome la boca y quedándose con todo lo que tengo para dar. Gime fuerte y flexiona la cadera para acercarla a la mía. Su erección cubierta por la tela de los vaqueros presiona mi carne suave. Oh… Gimo y toda la tensión sexual reprimida durante los anteriores intentos fallidos resurge con fuerza, llenando mi sistema de deseo y necesidad. Todavía controlado por sus demonios, Joseph me besa con pasión la cara, los ojos, las mejillas y la línea de la mandíbula.
—Estoy aquí —le susurro intentando calmarle mientras nuestros jadeos calientes se mezclan. Me agarro a sus hombros y muevo la pelvis contra la suya para animarle.
—Oh, ______ —jadea con la voz baja y ronca—. Te necesito.
—Yo también te necesito —le susurro con urgencia, con el cuerpo desesperado por sentir su contacto. Le deseo. Le deseo ahora. Quiero curarle. Quiero curarme a mí… lo necesito. Baja la mano y se ocupa de los botones de la bragueta. Los desabrocha en un segundo y libera su erección.

Madre mía. Y eso que hace menos de un minuto estaba dormido…

Se levanta y me mira fijamente durante un segundo, suspendido en el aire sobre mí.

—Sí. Por favor —le pido con la voz ronca y llena de necesidad.

Y con un movimiento rápido entra hasta el fondo de mí.

—¡Ah! —grito, no de dolor, sino de sorpresa por su rapidez.

Gruñe y vuelve a pegar sus labios a los míos mientras me empuja una y otra vez, su lengua poseyéndome con la misma intensidad. Sus movimientos son frenéticos por culpa del miedo, la lujuria, el deseo y… ¿el amor? No lo sé, pero yo voy a su encuentro en todas las embestidas, una tras otra, recibiéndole agradecida.

—______ —dice con dificultad y alcanza el orgasmo con mucha fuerza, derramándose en mi interior, con la cara tensa y el cuerpo rígido antes de caer con todo su peso sobre mí jadeando… y me deja a mí muy cerca… otra vez.

Maldita sea. Esta no es mi noche, definitivamente. Le abrazo y respiro todo lo hondo que puedo, casi retorciéndome por la necesidad debajo de su cuerpo. Sale de mí y me abraza durante unos minutos… demasiados. Finalmente sacude la cabeza y se apoya sobre los codos, quitándome de encima parte de su peso. Me mira como si me estuviera viendo por primera vez.

—Oh, ______. Por Dios… —Se acerca y me da un beso tierno.
—¿Estás bien? —le pregunto acariciándole su adorable rostro. Asiente, pero parece agitado y muy asustado. Mi pobre niño perdido. Frunce el ceño y me mira intensamente a los ojos como si acabara de registrar por fin dónde está.
—¿Y tú? —me pregunta con voz preocupada.
—Mmm… —Me retuerzo un poco debajo de él y un segundo después sonríe, una sonrisa lenta y carnal.
—Señora Jonas, veo que tiene necesidades —murmura. Me da un beso rápido y se baja de la cama.

Se arrodilla en el suelo al borde de la cama y extiende las manos, me coge justo por encima de las rodillas y tira de mí hacia él hasta que mi trasero queda justo al borde de la cama.

—Siéntate. —Me esfuerzo para hacerlo y el pelo me rodea como un velo, cayéndome hasta los pechos. Sus ojos ambarinos no se apartan de los míos mientras me separa las piernas todo lo posible. Yo me apoyo en las manos porque sé muy bien lo que va a hacer. Pero… él solo… mmm...—. Eres tan preciosa, ______ —me dice y veo como baja la cabeza castaña y empieza a subir por mi muslo derecho sin dejar de darme besos.

Todo mi cuerpo se tensa por la anticipación. Levanta la vista para mirarme y advierto que los ojos se le oscurecen detrás de las largas pestañas.

—Mírame —dice y al segundo siguiente noto su boca sobre mi carne.

Oh, Dios mío. Grito y siento que todo el mundo se concentra en el punto donde se unen mis muslos. Joder, y es tan erótico mirarle, ver su lengua acariciando lo que parece la parte más sensible de mi cuerpo. No tiene clemencia a la hora de provocarme, excitarme y adorarme. Noto que mi cuerpo se tensa y los brazos empiezan a temblarme por el esfuerzo de mantenerme erguida.

—No… ¡Ah! —Es lo único que puedo decir. Joseph introduce lentamente el dedo corazón en mi interior y ya no puedo aguantar más; me dejo caer sobre la cama y disfruto del contacto de su dedo y de su boca por dentro y por fuera de mi cuerpo. Empieza a masajearme ese punto tan dulce de mi interior lenta, suavemente. Y un segundo después, me atrapa el orgasmo. Exploto gritando su nombre en una rendición incoherente cuando el intenso orgasmo me hace arquearme tanto que me separo de la cama. Creo que llego incluso a ver las estrellas. Es una sensación tan primitiva, tan visceral… Soy vagamente consciente de que me está acariciando el vientre con la nariz y dándome besos suaves. Extiendo la mano y le acaricio el pelo.
—No he acabado contigo todavía —me asegura. Y antes de que me dé tiempo a volver del todo a Seattle, planeta tierra, me agarra por las caderas y tira de mí hasta sacarme de la cama, arrastrarme hasta donde él está arrodillado, y colocarme en su regazo sobre su erección que me espera.

Doy un respingo cuando noto que me llena. Por Dios…

—Oh, nena… —jadea a la vez que me rodea con los brazos y se queda quieto. Me acaricia la cabeza y me besa la cara. Mueve la cadera y noto relámpagos de placer calientes y poderosos que surgen de lo más profundo de mí. Él me agarra del trasero y me levanta. Después proyecta su sexo hacia arriba.
—Ah —gimo y siento sus labios sobre los míos otra vez mientras sube y baja muy despacio, oh, tan despacio… arriba y abajo. Le abrazo el cuello y me rindo al ritmo cadencioso. Me dejo llevar a donde quiera que él me lleve. Flexiono los muslos y cabalgo sobre él… Me hace sentir tan bien. Me echo hacia atrás y dejo caer la cabeza. Abro la boca todo lo que puedo en una expresión silenciosa de mi placer y disfruto de esa forma tan dulce que tiene de hacer el amor.
—______ —dice en un jadeo y se acerca para besarme la garganta. Me agarra con fuerza y sigue entrando y saliendo lentamente, acercándome… cada vez más y más… con ese ritmo tan exquisito; una fuerza carnal fluida. Un placer delicioso irradia desde lo más profundo mientras él me abraza tan íntimamente—. Te quiero, ______ —me susurra al oído con voz baja y ronca y vuelve a levantarme… Arriba y abajo, arriba y abajo. Le rodeo la nuca con una mano y deslizo los dedos entre su pelo.
—Yo también te quiero, Joseph. —Abro los ojos y lo encuentro mirándome y todo lo que veo es su amor que brilla con fuerza en la tenue luz del cuarto de juegos. Parece que su pesadilla ha quedado olvidada. Y cuando empiezo a sentir que mi cuerpo se está acercando a la liberación, me doy cuenta de que esto es lo que quería: esta conexión, esta demostración de nuestro amor.
—Córrete para mí, nena —me pide en voz muy baja. Cierro los párpados con fuerza y mi cuerpo se tensa al oír el sonido de su voz. Entonces me dejo llevar por el clímax y me corro en una espiral poderosa e intensa. Él se queda quieto con la frente apoyada contra la mía y susurra mi nombre muy bajito, me abraza y también se abandona al orgasmo.

Me levanta con cuidado y me tumba en la cama. Me quedo tumbada en sus brazos, agotada y al fin satisfecha. Joseph me acaricia el cuello con la nariz.

—¿Mejor ahora? —me pregunta en un susurro.
—Mmm.
—¿Nos vamos a la cama o quieres dormir aquí?
—Mmm.
—Señora Jonas, hábleme —pide divertido.
—Mmm.
—¿Eso es todo lo que puedes articular?
—Mmm.
—Vamos, te voy a llevar a la cama. No me gusta dormir aquí.

Me muevo a regañadientes y me giro para mirarlo.

—Espera —le digo. Me mira y parpadea, los ojos muy abiertos e inocentes. Se le ve satisfecho—. ¿Estás bien? —le pregunto.

Asiente sonriendo travieso como un adolescente.

—Ahora sí.
—Oh, Joseph. —Frunzo el ceño y le acaricio su preciosa cara—. Te preguntaba por la pesadilla.

Su expresión se tensa un instante y después cierra los ojos y me abraza con más fuerza, escondiendo la cara en mi cuello.

—No —dice en un susurro ronco.

Me da un vuelco el corazón y yo también le abrazo fuerte y le acaricio la espalda y el pelo.

—Lo siento —digo alarmada por su reacción. Maldita sea, ¿cómo puedo saber cómo va a reaccionar con estos cambios de humor? ¿De qué iba la pesadilla? No quiero causarle más dolor haciéndole revivir los detalles—. No pasa nada —murmuro suavemente, deseando que vuelva a ser el niño juguetón de hace un momento—. No pasa nada —repito tranquilizadora.
—Vamos a la cama —me dice en voz baja un momento después.

Se aparta de mí, dejándome vacía y necesitada de su contacto, y se levanta de la cama. Yo también me levanto, envuelta en la sábana de seda, y me agacho para recoger mi ropa.

—Déjala —me dice, y antes de que me dé cuenta me coge en brazos—. No quiero que tropieces con esa sábana y te rompas el cuello. —Le rodeo con los brazos, asombrada de que ya haya recobrado la compostura, y le acaricio con la nariz mientras me lleva al dormitorio en el piso de abajo.



Abro los ojos de par en par. Algo no está bien. Joseph no está en la cama, aunque aún es de noche. Miro el despertador y veo que son las tres y veinte de la madrugada. ¿Dónde está Joseph? Entonces oigo el piano.

Salgo rápidamente de la cama, cojo la bata y corro por el pasillo hasta el salón. La melodía que está tocando es muy triste, un lamento acongojado que ya he le oído tocar antes. Me paro en el umbral y le contemplo en medio del círculo de luz mientras la música dolorosamente lastimera llena la habitación. Termina de tocar y vuelve a empezar la misma pieza. ¿Por qué una melodía tan triste? Me abrazo el cuerpo y escucho lo que toca embelesada. Joseph, ¿por qué algo tan triste? ¿Es por mí? ¿Yo te he provocado esto? Cuando termina y va a empezarla una tercera vez, ya no puedo soportarlo más. No levanta la cabeza cuando me acerco al piano, pero se aparta un poco para que pueda sentarme a su lado en la banqueta. Sigue tocando y yo apoyo mi cabeza en su hombro. Me da un beso en el pelo, pero no deja de tocar hasta que termina la pieza. Le miro y descubro que él también me está mirando cauteloso.

—¿Te he despertado? —me pregunta.
—Me ha despertado que no estuvieras. ¿Cómo se llama esa pieza?
—Es Chopin. Es uno de sus preludios en mi menor. —Joseph se detiene un momento—. Se llama Asfixia…

Estiro el brazo y le cojo la mano.

—Te ha alterado mucho todo esto, ¿eh?

Ríe burlonamente.

—Un imbécil trastornado ha entrado en mi piso para secuestrar a mi mujer. Ella no hace nunca lo que le dicen. Me vuelve loco. Utiliza la palabra de seguridad conmigo. —Cierra los ojos brevemente y cuando vuelve a abrirlos su mirada es dura y salvaje—. Sí, todo esto me tiene un poco alterado.

Le aprieto la mano.

—Lo siento.

Él apoya su frente contra la mía.

—He soñado que estabas muerta —me susurra.
—¿Qué?
—Tirada en el suelo, muy fría, y no te despertabas.

Oh, Cincuenta…

—Oye… Solo ha sido un mal sueño. —Le rodeo la cabeza con las manos. Sus ojos arden cuando le miro y la angustia que hay en ellos es terrible—. Estoy aquí y solo estoy fría cuando no estás conmigo en la cama. Vamos a la cama, por favor. —Le cojo la mano y me pongo de pie. Espero un momento para ver si me sigue. Por fin se pone de pie también. Lleva solo los pantalones del pijama, de esa forma holgada que hace que tenga unas ganas tremendas de meterle los dedos por debajo de la cinturilla… Pero me resisto y le llevo de nuevo al dormitorio.


Cuando me despierto, Joseph está acurrucado junto a mí, durmiendo plácidamente. Me relajo y disfruto de su calor que me envuelve, piel contra piel. Me quedo muy quieta porque no quiero perturbar su sueño.

Dios, qué noche. Siento como si me hubiera arrollado un tren; el tren de mercancías que es mi marido. Es difícil de creer que el hombre que está tumbado a mi lado y que parece tan sereno y tan joven cuando duerme, era anoche una persona profundamente torturada… y profundamente torturadora por mí. Miro al techo y se me ocurre que siempre he pensado en Joseph como alguien muy fuerte y muy dominante, cuando en realidad es tan frágil, mi pobre niño perdido… Y lo más irónico es que él me ve a mí como alguien frágil, y yo no creo que lo sea. Yo soy la fuerte en comparación con él.

Pero ¿tengo suficiente fuerza para los dos? ¿Suficiente para hacer lo que me dice y proporcionarle así un poco de serenidad mental? Suspiro. No me está pidiendo tanto. Repaso nuestra conversación de anoche. ¿Hemos decidido algo aparte de que ambos vamos a intentarlo con más ahínco? Lo importante de todo es que quiero a este hombre y necesito establecer un rumbo que nos sirva a ambos. Uno que me permita mantener mi integridad y mi independencia y a la vez seguir siendo lo que soy para él. Soy su más y él es mío. Decido hacer un esfuerzo especial este fin de semana para no darle ninguna causa de preocupación.

Joseph se revuelve, levanta la cabeza de mi pecho y me mira adormilado.

—Buenos días, señor Jonas —le digo sonriendo.
—Buenos días, señora Jonas. ¿Ha dormido bien? —Se estira a mi lado.
—Una vez que mi marido dejó de aporrear el piano, sí.

Me dedica esa sonrisa tímida y yo me derrito.

—¿Aporrear? Tengo que escribirle un correo a la señorita Kathie para decirle eso que me has dicho.
—¿La señorita Kathie?
—Mi profesora de piano.

Suelto una risita.

—Me encanta ese sonido —me dice—. ¿Vamos a ver si hoy tenemos un día mejor?
—De acuerdo —le digo—. ¿Qué quieres hacer?
—Después de hacerle el amor a mi mujer y que ella me prepare el desayuno, quiero llevarte a Aspen.

Le miro boquiabierta.

—¿Aspen?
—Sí.
—¿Aspen, Colorado?
—El mismo. A menos que lo hayan movido. Después de todo, pagaste veinticuatro mil dólares por la experiencia de pasar un fin de semana allí.

Le sonrío.

—Los pagué, pero era tu dinero.
—Nuestro dinero.
—Era solo tu dinero cuando hice el gasto. —Pongo los ojos en blanco.
—Oh, señora Jonas… Usted y su manía de poner los ojos en blanco —me susurra mientras su mano recorre mi muslo.
—¿No hacen falta muchas horas para llegar a Colorado? —pregunto para distraerle.
—En jet no —dice dulcemente cuando su mano llega a mi trasero.

Claro, mi marido tiene un jet, ¿cómo puedo haberlo olvidado? Su mano sigue ascendiendo por mi cuerpo, subiéndome el camisón en su camino, y pronto se me olvida todo.


Taylor nos lleva en coche hasta la pista de aterrizaje del aeropuerto de Seattle y después hasta el sitio justo donde nos espera el jet de Jonas Enterprises Holdings, Inc. Es un día gris en Seattle, pero me niego a dejar que el tiempo me estropee el buen humor. Joseph también está de mejor humor. Está entusiasmado por algo: se le ve tan ansioso como en Navidad y a punto de explotar, como un niño con un gran secreto. Me pregunto qué habrá preparado. Se le ve risueño con el pelo alborotado, la camiseta blanca y los vaqueros negros. Hoy no parece en absoluto el presidente de la empresa que es. Me coge la mano cuando Taylor se detiene al pie de la escalerilla del jet.

—Tengo una sorpresa para ti —me susurra y me da un beso en los nudillos.

Le sonrío.

—¿Una sorpresa buena?
—Eso espero. —Me sonríe tiernamente.

Mmm, ¿qué puede ser?

Sawyer salta del asiento delantero y me abre la puerta. Taylor abre la de Joseph y después saca nuestras maletas del maletero. Encontramos a Stephan al final de la escalerilla cuando entramos al avión. Miro al puente de mando y veo a la primera oficial Beighley accionando interruptores en el impresionante panel de mando.

Joseph y Stephan se dan la mano.

—Buenos días, señor. —Stephan sonríe.
—Gracias por hacer esto avisándote con tan poca antelación. —Joseph le responde también con una sonrisa—. ¿Han llegado nuestros invitados?
—Sí, señor.

¿Invitados? Me vuelvo y me quedo con la boca abierta. Kate, Elliot, Mia y Ethan me sonríen desde los asientos color crema. ¡Guau! Me vuelvo para mirar a Joseph.

—¡Sorpresa! —exclama.
—¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién? —murmuro incoherente, intentando contener el placer y el júbilo que siento.
—Me has dicho que no ves a tus amigos todo lo que querrías. —Se encoge de hombros y me dedica una media sonrisa de disculpa.
—Oh, Joseph, gracias. —Le rodeo el cuello con los brazos y le doy un buen beso delante de todos. Él me pone las manos en las caderas, engancha los pulgares en las trabillas para el cinturón de mis vaqueros y hace el beso más profundo.

Oh, madre mía…

—Sigue así y acabaré arrastrándote al dormitorio —me avisa Joseph.
—No te atreverás —le susurro junto a los labios.
—Oh, ______… —Sonríe y niega con la cabeza. Me suelta sin previo aviso, se agacha, me agarra los muslos y me levanta en el aire para colgarme después de uno de sus hombros.
—¡Joseph, bájame! —le digo dándole un azote en el trasero.

Veo la sonrisa de Stephan un instante antes de que se vuelva para entrar en el puente de mando. Taylor está de pie en el umbral intentando ocultar su sonrisa. Ignorando mis súplicas y mis forcejeos, Joseph cruza la estrecha cabina pasando junto a Ethan y Mia, que están sentados uno frente a otro, y después junto a Kate y Elliot, que está chillando como un mono enloquecido.

—Si me disculpan —dice dirigiéndose a nuestros cuatro invitados—. Tengo que hablar de algo con mi mujer en privado.
—¡Joseph! —grito de nuevo—. ¡Bájame!
—Todo a su tiempo, nena.

Veo un segundo a Mia, Kate y Elliot riéndose. ¡Maldición! Esto no es divertido, es embarazoso. Ethan nos mira fijamente con la boca abierta y totalmente asombrado mientras desaparecemos por la puerta del dormitorio.

Joseph cierra la puerta detrás de él, me suelta y me baja pegada a su cuerpo lentamente de forma que puedo sentir todos sus músculos y tendones. Me sonríe con esa sonrisa de adolescente, muy orgulloso de sí mismo.

—Menudo espectáculo, señor Jonas. —Cruzo los brazos y le miro con fingida indignación.
—Ha sido divertido, señora Jonas. —Su sonrisa se amplia. Oh, mi niño. Se le ve tan joven…
—¿Y piensas seguir con esto? —le pregunto arqueando una ceja, no muy segura de cómo me hace sentir eso; los otros nos van a oír, por todos los santos… De repente me siento tímida. Miro nerviosa la cama y siento que me ruborizo al recordar nuestra noche de bodas. Hablamos tanto ayer e hicimos tantas cosas… Siento como si hubiera superado un obstáculo desconocido. Pero ese es precisamente el problema: que es desconocido. Mis ojos encuentran la intensa pero divertida mirada de Joseph y no soy capaz de mantener la expresión seria. Su sonrisa es demasiado contagiosa.
—Creo que sería muy maleducado dejar a los invitados esperando —me dice dulcemente acercándose a mí. ¿Cuándo ha empezado a importarle lo que piense la gente? Doy un paso atrás y me encuentro con la pared del dormitorio. Me tiene aprisionada y el calor de su cuerpo me mantiene en el sitio. Se inclina y me acaricia la nariz con la suya—. ¿Ha sido una sorpresa buena? —me pregunta con un punto de ansiedad en la voz.
—Oh, Joseph, ha sido fantástica. —Le subo las manos por el pecho, las entrelazo en su nuca y le doy otro beso—. ¿Cuándo has organizado esto? —le pregunto separándome de él y acariciándole el pelo.
—Anoche, cuando no podía dormir. Le escribí correos a Elliot y a Mia y aquí están.
—Ha sido muy considerado por tu parte. Gracias. Seguro que nos lo vamos a pasar bien.
—Eso espero. He pensado que sería más fácil evitar a la prensa en Aspen que en casa.

¡Los paparazzi! Claro, tiene razón. Si nos hubiéramos quedado en el Escala, tendríamos que estar encerrados. Un estremecimiento me recorre la espalda al recordar los disparos de las cámaras y los fogonazos de los flashes de los fotógrafos que Taylor ha conseguido esquivar esta mañana.

—Vamos. Será mejor que nos sentemos. Stephan va a despegar dentro de poco. —Me tiende la mano y los dos volvemos a la cabina.

Elliot nos vitorea al entrar.

—Eso sí que es un servicio aéreo rápido —bromea.

Joseph le ignora.

—Señoras y caballeros, por favor, ocupen sus asientos porque en breves momentos vamos a comenzar la maniobra de despegue. —La voz de Stephan resuena, tranquila y autoritaria, a través de los altavoces de la cabina.

La mujer de pelo castaño, mmm… ¿Natalie?, que nos atendió durante el vuelo en nuestra noche de bodas aparece por el pasillo y recoge las tazas de café vacías. ¡Natalia! Se llama Natalia.

—Buenos días, señor y señora Jonas —dice con voz melosa. ¿Por qué me hace sentir incómoda? Tal vez sea porque tiene el pelo castaño. Como él mismo ha reconocido, Joseph no suele emplear a chicas castañas porque las encuentra atractivas. Joseph le dedica a Natalia una sonrisa educada y se sienta frente a Elliot y Mia. Yo le doy un abrazo breve a Kate y a Mia y saludo con la mano a Ethan y a Elliot antes de sentarme al lado de Joseph y abrocharme el cinturón. Él me pone la mano en la rodilla y me da un apretón cariñoso. Parece relajado y feliz aunque estamos con gente. Sin darme cuenta me pregunto por qué no puede ser siempre así, nada controlador.
—Espero que hayas metido en la maleta las botas de senderismo —me dice con voz cariñosa.
—¿No vamos a esquiar?
—Puede que eso resulte un poco difícil, dado que estamos en agosto —me explica divertido.

Oh, claro.

—¿Sabes esquiar, ______? —nos interrumpe Elliot.
—No.

Joseph me suelta la rodilla y me coge la mano.

—Seguro que mi hermano pequeño puede enseñarte. —Elliot me guiña un ojo—. Es bastante rápido en las pendientes, también.

No puedo evitar sonrojarme. Miro a Joseph, que está mirando a Elliot impasible, pero creo que es para no demostrar que le hace gracia. El avión empieza a moverse y se dirige hacia la pista de despegue.

Natalia nos explica las instrucciones de seguridad del avión con voz clara y resonante. Lleva una bonita camisa azul marino de manga corta, una falda lápiz a juego y el maquillaje impecable. Es muy guapa, sí. Mi subconsciente levanta una ceja perfectamente depilada dirigida a mí.

—¿Estás bien? —me pregunta Kate—. Después de todo el asunto de Hyde, quiero decir.

Asiento. No quiero hablar de Hyde, ni siquiera pensar en él, pero Kate parece tener otros planes.

—¿Y por qué se volvió majareta? —pregunta yendo directamente al grano con su inimitable estilo. Se aparta el pelo, preparándose para indagar más a fondo.

Mirándola con frialdad, Joseph se encoge de hombros.

—Porque le despedí —dice directamente.
—¿Ah, sí? ¿Y por qué? —Kate ladea la cabeza y veo que acaba de ponerse en modo señorita Marple.
—Porque me acosó sexualmente e intentó chantajearme —le digo con un hilo de voz. Intento darle una patada a Kate por debajo de la mesa, pero fallo. ¡Mierda!
—¿Cuándo? —me pregunta Kate mirándome fijamente.
—Hace un tiempo.
—No me lo habías contado —me dice ofendida

Me encojo de hombros a modo de disculpa.

—No puede ser por eso… Su reacción ha sido demasiado extrema —prosigue Kate, pero ahora se dirige a Joseph—. ¿Es mentalmente inestable? ¿Y qué pasa con la información que tenía de los miembros de la familia Jonas? —Que esté interrogando a Joseph de esta forma me está poniendo los pelos de punta, pero ya sabe que yo no sé nada y por eso no puede preguntarme a mí. Qué irritante.
—Creemos que hay alguna conexión con Detroit —dice Joseph en voz baja. Demasiado baja.

Oh, no, Kate, por favor, déjalo estar por ahora…

—¿Hyde también es de Detroit?

Joseph asiente.

El avión acelera y yo le aprieto la mano a Joseph. Él me mira tranquilizador. Sabe que odio los despegues y los aterrizajes. Me aprieta la mano y me acaricia los nudillos con el pulgar, algo que me calma.

—¿Qué sabes tú de él? —pregunta Elliot, ajeno al hecho de que estamos dentro de un pequeño jet, acelerando en la pista y a punto de subir al cielo, e igualmente ajeno a la creciente exasperación que ya le ha creado Kate a Joseph. Kate se inclina hacia delante para escuchar con toda su atención.
—Les cuento esto extraoficialmente… —dice Joseph dirigiéndose directamente a ella. La boca de Kate se convierte en una fina línea muy sutil. Yo trago saliva. Oh, mierda—. Sabemos poco sobre él —continúa Joseph—. Su padre murió en una pelea en un bar. Su madre se ahogó en alcohol para olvidar. De pequeño no hizo más que entrar y salir de casas de acogida… Y meterse en problemas. Sobre todo robos de coches. Pasó un tiempo en un centro de menores. Su madre se rehabilitó con un programa de servicios sociales y Hyde volvió al buen camino. Al final consiguió una beca para Princeton.
—¿Princeton? —Ha despertado la curiosidad de Kate.
—Sí, es un tío listo. —Joseph se encoje de hombros.
—No será tan listo si le han pillado… —murmura Elliot.
—Pero seguro que no ha podido montar esto solo… —aventura Kate.

Noto que Joseph se tensa a mi lado.

—Todavía no sabemos nada —responde en voz muy baja.

Maldita sea. ¿Puede que haya alguien más por ahí colaborando con él? Me giro y miro a Joseph horrorizada. Él me aprieta la mano otra vez, pero no me mira a los ojos. El avión sube con suavidad y empieza a surcar el aire y yo noto esa horrible sensación en el estómago.

—¿Qué edad tiene? —le pregunto a Joseph, acercándome a él para que no nos oiga nadie. Por muchas ganas que tenga de saber lo que está pasando, no quiero animar a Kate a que siga haciendo preguntas porque sé que eso está poniendo nervioso a Joseph. Además sé que él no le tiene mucha simpatía desde la noche que me arrastró al bar a tomar cócteles.
—Treinta y dos, ¿por qué?
—Curiosidad, nada más.

Veo tensión en la mandíbula de Joseph.

—No quiero que tengas curiosidad por Hyde. Solo alégrate de que esté encerrado. —Es casi una reprimenda, pero decido ignorar su tono.
—¿Crees que le estaba ayudando alguien? —La idea de que puede haber alguien más implicado me asusta. Significaría que esto no ha terminado.
—No lo sé —responde Joseph y vuelvo a ver esa tensión en su mandíbula.
—Tal vez sea alguien que tenga algo contra ti —le sugiero. Demonios, espero que no sea la bruja—. Como Elena, por ejemplo —continúo en un susurro. Me doy cuenta de que he dicho su nombre un poco más alto, pero solo lo ha podido oír él; tras mirar nerviosamente a Kate, compruebo que está enfrascada en una conversación con Elliot, que parece enfadado con ella. Mmm…
—Estás deseando demonizarla, ¿eh? —Joseph pone los ojos en blanco y niega con la cabeza disgustado—. Es cierto que tiene algo contra mí, pero ella no haría algo así. —Me atraviesa con su mirada fija y ámbar—. Y será mejor que no hablemos de ella. Sé que no es tu tema de conversación favorito.
—¿Te has visto cara a cara con ella? —vuelvo a susurrarle, pero no estoy segura de querer saberlo.
—______, no he hablado con ella desde mi cumpleaños. Por favor, déjalo ya. No quiero hablar de ella. —Me coge la mano y me roza los nudillos con los labios. Sus ojos echan chispas, fijos en los míos, y veo que es mal momento para seguir con este tipo de preguntas.
—Busquense una habitación, chicos —bromea Elliot—. Oh, es verdad, si ya la tienen. Pero Joseph no la ha necesitado hasta ahora.

Joseph levanta la vista y fulmina a Elliot con una mirada gélida.

—Vete al diablo, Elliot —le responde sin acritud.
—Hombre, solo cuento las cosas como son. —Los ojos de Elliot brillan divertidos.
—Como si tú pudieras saberlo —murmura Joseph irónicamente, arqueando una ceja.

Elliot sonríe, disfrutando del intercambio de bromas.

—Pero si te has casado con tu primera novia… —dice señalándome.

Oh, mierda. ¿Adónde quiere ir a parar con esto? Me sonrojo.

—¿Y te parece raro, viéndola? —continúa Joseph dándome otro beso en la mano.
—No —ríe Elliot y niega con la cabeza.

Me ruborizo más aún y Kate le da a Elliot un manotazo en el muslo.

—Deja de ser tan imbécil —le regaña.
—Escucha a tu chica —le dice Joseph a Elliot sonriendo. Parece que su turbación de antes ha desaparecido.

Se me destaponan los oídos cuando ganamos altitud y la tensión de la cabina se disipa cuando el avión se nivela. Kate mira a Elliot con el ceño fruncido. Mmm… ¿Les pasa algo? No estoy segura.

Elliot tiene razón, de todas formas. Me río para mí por la ironía. Es verdad que soy —era— la primera novia de Joseph y que ahora soy su mujer. Las quince anteriores y la maldita señora Robinson… bueno, no cuentan. Pero es obvio que Elliot no sabe nada de ellas y que Kate no se lo ha contado. Le sonrío y ella me guiña el ojo cómplice. Mis secretos están a salvo con Kate.

—Bien, señoras y caballeros, vamos a volar a una altitud de unos diez mil metros aproximadamente y el tiempo estimado de duración de nuestro vuelo es de una hora y cincuenta y seis minutos —anuncia Stephan—. Ahora ya pueden moverse libremente por la cabina, si lo desean.

Natalia sale inmediatamente de la cocina.

—¿Alguien quiere un café? —pregunta.






Karely Jonatika
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Mensaje por aranzhitha Sáb 26 Ene 2013, 9:11 pm

ahh mi Joseph es tan lindo!!!
Lo que hizo por la rayiz!! Lo amo!!!!! :hug:
Aunque me da tristesa lo de sus pesadillas :(
Quien esta detras de esto?? Quien es él complice de Jack??
Siguela!!
aranzhitha
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Mensaje por JB&1D2 Dom 27 Ene 2013, 5:25 am

¿Donde lo compro?donde consigo a un hombre como Joseph, donde???
Es un amor
Siguelaaa
JB&1D2
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Mensaje por chelis Dom 27 Ene 2013, 8:19 pm

AAAAAAAAAAAHHHHHHHH!!!!!!.... JOOOOSHEEEPPPP!!! ES UN POCO LOOOQUIITOOO!!!..
PERO COMO LO AMAAAAMOOOOOSSS
chelis
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http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por aranzhitha Dom 27 Ene 2013, 8:58 pm

siguela!!!
aranzhitha
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Mensaje por chelis Dom 27 Ene 2013, 9:02 pm

;)
chelis
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Mensaje por Karely Jonatika Dom 27 Ene 2013, 10:50 pm

Capítulo 13


Aterrizamos suavemente en el Sardy Field a las 12. 25, hora local. Stephan detiene el avión un poco apartado de la terminal principal y por las ventanillas veo un monovolumen Volkswagen grande esperándonos.

—Muy buen aterrizaje. —Joseph sonríe y le estrecha la mano a Stephan mientras los demás nos preparamos para salir del jet.
—Todo tiene que ver con la altitud de densidad, señor —le explica Stephan sonriéndole también—. Mi compañera Beighley es muy buena con las matemáticas.

Joseph le sonríe a la primera oficial de Stephan.

—Has dado en el clavo, Beighley. Un aterrizaje muy suave.
—Gracias, señor. —Ella sonríe orgullosa.
—Disfruten del fin de semana, señor y señora Jonas. Les veremos mañana. —Stephan se aparta para que podamos desembarcar y Joseph me coge la mano y me ayuda a bajar por la escalerilla del avión hasta donde ya está Taylor esperándonos junto al vehículo.
—¿Un minivan? —le pregunta Joseph sorprendido cuando Taylor desliza la puerta para abrirla.

Taylor le mira con una sonrisa tensa y arrepentida y se encoge un poco de hombros.

—Cosas del último minuto, lo sé —se responde a sí mismo Joseph, conforme.

Taylor vuelve al avión para sacar nuestro equipaje.

—¿Quieres que nos metamos mano en la parte de atrás del minivan? —me pregunta Joseph con un brillo travieso en los ojos.

Suelto una risita. ¿Quién es este hombre y qué ha hecho con el señor No Puedo Estar Más Furioso de los últimos dos días?

—Vamos, pareja. Adentro —dice Mia desde detrás de nosotros. Se nota que está impaciente. Subimos, nos dirigimos como podemos al asiento doble de la parte de atrás y nos sentamos. Me acurruco contra Joseph y él me rodea con el brazo y lo apoya en el respaldo del asiento detrás de mí.
—¿Cómoda? —me pregunta mientras Ethan y Mia se sientan delante.
—Sí —le digo con una sonrisa y él me da un beso en la frente. Por alguna razón que no logro entender, me siento tímida con él hoy. ¿Por qué será? ¿Por lo de anoche? ¿Porque estamos con más gente? No consigo comprenderlo.

Elliot y Kate llegan los últimos, cuando Taylor ya ha abierto el maletero para cargar las maletas. Cinco minutos después ya estamos en camino.

Miro por la ventanilla. Los árboles todavía están verdes, pero se nota que el otoño se acerca porque aquí y allá las puntas de las hojas han empezado a adquirir un tono dorado. El cielo es azul claro y cristalino, aunque se ven nubes oscuras que se acercan por el oeste. En la distancia y rodeándonos se ven las Rocosas, con su pico más alto justo delante de nosotros. Las montañas están frondosas y verdes y las cumbres cubiertas de nieve; parece un paisaje montañoso sacado de un dibujo infantil.

Estamos en lo que en invierno es el patio de recreo de los ricos y famosos. Y yo tengo una casa aquí. Casi no me lo puedo creer. Y de repente resurge en lo más profundo de mi mente esa incomodidad familiar que aparece siempre que intento acostumbrarme a lo rico que es Joseph y que me provoca dudas y me hace sentir culpable. ¿Qué he hecho yo para merecer este estilo de vida? Yo no he hecho nada, aparte de enamorarme.

—¿Has estado alguna vez en Aspen, ______? —me pregunta Ethan girándose, y eso interrumpe mis pensamientos.
—No, es la primera vez. ¿Y tú?
—Kate y yo veníamos a menudo cuando éramos adolescentes. A papá le gusta mucho esquiar, pero a mamá no tanto.
—Yo espero que mi marido me enseñe a esquiar —digo mirándole.
—No pongas muchas esperanzas en ello —dice Joseph entre dientes.
—¡No soy tan mala!
—Podrías caerte y partirte el cuello. —Su sonrisa ha desaparecido.

Oh. No quiero discutir ni estropearle el buen humor, así que cambio de tema.

—¿Desde cuándo tienes esta casa?
—Desde hace unos dos años. Y ahora es suya también, señora Jonas —me dice en voz baja.
—Lo sé —le respondo. Pero no estoy muy convencida de mis palabras. Me acerco y le doy un beso en la mandíbula y me recuesto a su lado escuchándole reírse y bromear con Ethan y con Elliot. Mia participa en la conversación a veces, pero Kate está muy callada y me pregunto si estará rumiando la información sobre Jack Hyde o si será por alguna otra cosa. Entonces lo recuerdo. Aspen… La casa de Joseph la rediseñó Gia Matteo y la reconstruyó Elliot. Me pregunto si eso será lo que tiene a Kate preocupada. No puedo preguntarle delante de Elliot, dada su historia con Gia. Pero ¿conocerá Kate la relación de Gia con esta casa? Frunzo el ceño, todavía sin saber qué le pasa, y decido que ya lo averiguaré cuando estemos solas.

Cruzamos el centro de Aspen y mi humor mejora cuando veo la ciudad. Los edificios son bajos y casi todos son de ladrillo rojo, como casitas de estilo suizo, y hay muchas casas de principios del siglo XX pintadas de colores alegres. También se ven muchos bancos y tiendas de diseñadores, lo que da una idea del poder adquisitivo de la gente que vive allí. Joseph encaja perfectamente en este ambiente.

—¿Y por qué Aspen? —le pregunto.
—¿Qué? —me mira extrañado.
—¿Por qué decidiste comprar una casa aquí?
—Mi madre y mi padre nos traían aquí cuando éramos pequeños. Aprendí a esquiar aquí y me gustaba. Espero que también te guste a ti… Si no te gusta, vendemos la casa y compramos otra en otro sitio.

¡Tan fácil como eso!

Me coloca un mechón de pelo suelto detrás de la oreja.

—Estás preciosa hoy —me susurra.

Me sonrojo. Solo llevo ropa típica de viaje: vaqueros y una camiseta con una chaqueta cómoda azul marino. Demonios… ¿por qué me hace sentir tímida?

Me da un beso, uno tierno, dulce y con mucho amor.

Taylor sigue conduciendo hasta salir de la ciudad y después asciende por el otro lado del valle, por una carretera de montaña llena de curvas. Cuanto más subimos, más entusiasmada estoy. Pero noto que Joseph se pone tenso a mi lado.

—¿Qué te pasa? —le pregunto al girar una curva.
—Espero que te guste —me confiesa—. Ya hemos llegado.

Taylor reduce la velocidad y cruza una puerta hecha de piedras grises, beis y rojas. Sigue por el camino de entrada y al final aparca delante de una casa impresionante. Tiene la fachada simétrica con tejados puntiagudos y está construida con madera oscura y esas piedras mezcladas que he visto en la entrada. Es espectacular: moderna y sobria, muy del estilo de Joseph.

—Hogar, dulce hogar —me dice Joseph mientras nuestros invitados empiezan a salir del coche.
—Es bonita.
—Ven a verla —me dice con un brillo a la vez entusiasmado y nervioso en los ojos, como si estuviera a punto de enseñarme su proyecto de ciencia o algo así.

Mia sube corriendo los escalones hasta donde está de pie una mujer en el umbral. Es diminuta y su pelo negro azabache está entreverado de canas. Mia le rodea el cuello con los brazos y la abraza con fuerza.

—¿Quién es? —le pregunto a Joseph mientras me ayuda a salir del monovolumen.
—La señora Bentley. Vive aquí con su marido. Ellos cuidan la casa.

Madre mía, ¿más personal?

Mia está haciendo las presentaciones, primero Ethan y después Kate. Elliot también abraza a la señora Bentley. Dejamos a Taylor descargando las maletas y Joseph me da la mano y me lleva hasta la puerta principal.

—Bienvenido a casa, señor Jonas —le saluda la señora Bentley sonriendo.
—Carmella, esta es mi esposa, ______ —me presenta Joseph lleno de orgullo. Pronuncia mi nombre como una caricia, haciendo que casi se me pare el corazón.
—Señora Jonas. —La señora Bentley me saluda respetuosamente con la cabeza. Le tiendo la mano y ella me la estrecha. No me sorprende que sea mucho más formal con Joseph que con el resto de la familia—. Espero que hayan tenido un buen vuelo. Se espera que el tiempo sea bueno todo el fin de semana, aunque no hay nada seguro —dice mirando las nubes grises cada vez más oscuras que hay detrás de nosotros—. La comida está lista y puedo servirla cuando ustedes quieran. —Vuelve a sonreír y sus ojos oscuros brillan.

Me cae bien inmediatamente.

—Ven aquí. —Joseph me coge en brazos.
—Pero ¿qué haces? —chillo.
—Cruzar otro umbral con usted en brazos, señora Jonas.

Sonrío mientras me lleva en brazos hasta el amplio vestíbulo. Entonces me da un beso breve y me baja con cuidado al suelo de madera. La decoración interior es muy sobria y me recuerda al salón del ático del Escala: paredes blancas, madera oscura y arte abstracto contemporáneo. El vestíbulo da paso a una gran zona de estar con tres sofás de piel de color hueso alrededor de una chimenea de piedra que preside la habitación. La única nota de color la aportan unos cojines mullidos que hay desparramados por los sofás. Mia le coge la mano a Ethan y tira de él hacia el interior de la casa. Joseph mira con los ojos entornados a las dos figuras y frunce los labios. Niega con la cabeza y se vuelve hacia mí.

Kate deja escapar un silbido.

—Bonito sitio.

Miro a mi alrededor y veo a Elliot ayudando a Taylor con el equipaje. Vuelvo a preguntarme si Kate sabrá que Gia ha colaborado en la reforma de este sitio.

—¿Quieres una visita guiada? —me pregunta Joseph. Lo que fuera que estuviera pensando acerca de Mia y de Ethan ya no está; ahora irradia entusiasmo, ¿o será ansiedad? Es difícil saberlo.
—Claro. —Otra vez me quedo impresionada por lo rico que es. ¿Cuánto le habrá costado esta casa? Y yo no he contribuido con nada. Brevemente me veo transportada a la primera vez que me llevó al Escala. Me quedé alucinada. Ya te acostumbrarás, me recuerda mi subconsciente.

Joseph frunce el ceño pero me coge la mano y me va enseñando las habitaciones. La cocina modernísima tiene las encimeras de mármol de color claro y los armarios negros. Hay una bodega de vinos increíble y una enorme sala abajo con una gran tele de plasma, sofás comodísimos… y mesas de billar. Las observo boquiabierta y me ruborizo cuando Joseph me mira.

—¿Te apetece echar una partida? —me pregunta con un brillo malicioso en los ojos. Niego con la cabeza y él vuelve a fruncir el ceño. Me coge la mano otra vez y me lleva hasta el primer piso. Arriba hay cuatro dormitorios, cada uno con su baño incorporado.

La suite principal es algo increíble. La cama es gigantesca, más grande que la que tenemos en casa, y está frente a un mirador desde el que se ve todo Aspen y a lo lejos las frondosas montañas.

—Esa es Ajax Mountain… o Aspen Mountain, si te gusta más —dice Joseph mirándome cauteloso. Está de pie en el umbral con los pulgares enganchados en las trabillas para el cinturón de sus vaqueros negros.

Yo asiento.

—Estás muy callada —murmura.
—Es preciosa, Joseph. —De repente solo quiero volver al ático del Escala.

En solo cinco pasos está justo delante de mí, me agarra la barbilla y con el pulgar me libera el labio inferior que me estaba mordiendo.

—¿Qué te ocurre? —me pregunta sin dejar de mirarme a los ojos, examinándolos.
—Tienes mucho dinero.
—Sí.
—A veces me sorprende darme cuenta de lo rico que eres.
—Que somos.
—Que somos —repito de forma automática.
—No te agobies por esto, ______, por favor. No es más que una casa.
—¿Y qué ha hecho Gia aquí, exactamente?
—¿Gia? —Arquea ambas cejas sorprendido.
—Sí, ¿no fue ella quien remodeló esta casa?
—Sí. Diseñó el salón del sótano. Elliot se ocupó de la construcción. —Se pasa la mano por el pelo y me mira con el ceño fruncido—. ¿Por qué estamos hablando de Gia?
—¿Sabías que Gia tuvo un lío con Elliot?

Joseph me mira durante un segundo con una expresión impenetrable.

—Elliot se ha follado a más de medio Seattle, ______.

Me quedo boquiabierta.

—Sobre todo mujeres, por lo que yo sé —bromea Joseph. Creo que le divierte ver la cara que se me ha quedado.
—¡No…!

Joseph asiente.

—Eso no es asunto mío —dice levantando las manos.
—No creo que Kate lo sepa.
—Supongo que Elliot no va por ahí divulgando esa información. Aunque Kate tampoco es ninguna inocente…

Me quedo alucinada. ¿El Elliot dulce, sencillo, rubio y con ojos azules? Le miro con incredulidad.

Joseph ladea a cabeza y me examina.

—Pero lo que te pasa no tiene que ver con la promiscuidad de Elliot o de Gia.
—Lo sé. Lo siento. Después de todo lo que ha pasado esta semana, es que… —Me encojo de hombros y me siento de nuevo al borde de las lágrimas.

Joseph baja los hombros, aliviado. Me rodea con los brazos y me estrecha con fuerza, a la vez que entierra la nariz en mi pelo.

—Lo sé. Yo también lo siento. Vamos a relajarnos y a pasárnoslo bien, ¿de acuerdo? Aquí puedes leer, ver alguna mierda en la televisión, ir de compras, hacer una excursión… pescar incluso. Lo que tú quieras. Y olvida lo que te he dicho de Elliot. Ha sido una indiscreción por mi parte.
—Eso explica por qué siempre está bromeando contigo sobre eso —dijo acariciándole el pecho con la nariz.
—Él no sabe nada de mi pasado. Ya te lo he dicho, mi familia creía que era gay. Célibe, pero gay.

Suelto una risita y empiezo a relajarme en sus brazos.

—Yo también creía que eras célibe. Qué equivocada estaba. —Le abrazo y pienso lo ridículo que es pensar que Joseph podría ser gay.
—Señora Jonas, ¿se está riendo de mí?
—Un poco —reconozco—. Lo que no entiendo es por qué tienes este sitio.
—¿Qué quieres decir? —pregunta dándome un beso en el pelo.
—Tienes el barco, eso lo entiendo, y el piso en Nueva York por cosas de negocios, pero ¿por qué esta casa? Hasta ahora no tenías a nadie con quien compartirla.

Joseph se queda quieto y en silencio unos segundos.

—Te estaba esperando a ti —dice en voz baja con los ojos ambarinos y luminosos.
—Que… Que bonito lo que acabas de decirme.
—Es cierto. Aunque cuando la compré no lo sabía. —Sonríe con timidez.
—Me alegro de que esperaras.
—Ha merecido la pena esperar por usted, señora Jonas. —Me levanta la barbilla, se inclina y me da un beso tierno.
—Y por ti también. —Sonrío—. Pero me siento como si hubiera hecho trampas porque yo no he tenido que esperar mucho para encontrarte.

Sonríe.

—¿Tan buen partido soy?
—Joseph, tú eres como el gordo de la lotería, la cura para el cáncer y los tres deseos de la lámpara de Aladino, todo al mismo tiempo.

Levanta una ceja, incrédulo.

—¿Cuándo te vas a dar cuenta de eso? —le regaño—. Eras un soltero muy deseado. Y no lo digo por todo esto. —Agito la mano señalando todo el lujo que nos rodea—. Yo hablo de esto. —Y coloco la mano sobre su corazón y sus ojos se abren mucho. Ha desaparecido mi marido confiado y sexy y ahora tengo delante al niño perdido—. Créeme, Joseph, por favor —le susurro y le agarro la cara con las dos manos para acercar sus labios a los míos. Gime y no sé si es porque estaba escuchando lo que le he dicho o es su respuesta primitiva habitual. Profundizo el beso moviendo los labios sobre los suyos e invadiéndole la boca con la lengua.

Cuando ambos nos quedamos sin aliento, él se aparta y me mira dubitativo.

—¿Cuándo te va a entrar en esa mollera tan dura que tienes el hecho de que te ame? —le pregunto exasperada.

Él traga saliva.

—Algún día —dice al fin.

Eso es un progreso. Sonrío y él me recompensa con su sonrisa tímida en respuesta.

—Vamos. Comamos algo. Los demás se estarán preguntando dónde estamos. Luego hablamos de lo que queremos hacer.



—¡Oh, no! —exclama Kate de repente.

Todas las miradas se centran en ella.

—Miren —dice señalando el mirador. Fuera ha empezado a llover a cántaros. Estamos sentados alrededor de la mesa de madera oscura de la cocina después de haber comido un festín de entremeses italianos variados preparados por la señora Bentley y haber acabado con un par de botellas de Frascati. Estoy más que llena y un poco achispada por el alcohol.
—Nos quedamos sin excursión —murmura Elliot y suena ligeramente aliviado. Kate le mira con el ceño fruncido. Sin duda les pasa algo. Se han mostrado relajados con los demás, pero no el uno con el otro.
—Podríamos ir a la ciudad —sugiere Mia. Ethan le sonríe.
—Hace un tiempo perfecto para pescar —aporta Joseph.
—Yo me apunto a pescar —dice Ethan.
—Hagamos dos grupos —dice Mia juntando las manos—. Las chicas nos vamos de compras y los chicos que salgan a la naturaleza a hacer esas cosas aburridas.

Miro a Kate, que observa a Mia con indulgencia. ¿Pescar o ir de compras? Buf, vaya elección.

—______, ¿tú qué quieres hacer? —me pregunta Joseph.
—Me da igual —miento. La mirada de Kate se cruza con la mía y vocaliza la palabra «compras». Veo que quiere hablar—. Me parece bien ir de compras —digo sonriéndoles a Kate y a Mia.

Joseph sonríe burlón. Sabe que no me gusta nada ir de compras.

—Yo me quedo aquí contigo, si quieres —me dice y algo oscuro se despereza en mi interior al oír su tono.
—No, tú vete a pescar —le respondo. Joseph necesita pasar un tiempo con los chicos.
—Parece que tenemos un plan —concluye Kate levantándose de la mesa.
—Taylor las acompañará —dice Joseph y es una orden que no admite discusión.
—No necesitamos niñera —le responde Kate rotundamente, tan directa como siempre.

Yo le pongo la mano en el brazo a Kate.

—Kate, es mejor que venga Taylor.

Ella frunce el ceño, después se encoge de hombros y por una vez se muerde la lengua. Le sonrío tímidamente a Joseph. Su expresión permanece impasible. Oh, no… Espero que no se haya enfadado con Kate.

Elliot frunce el ceño.

—Necesito ir a la ciudad a por una pila para mi reloj de pulsera. —Le lanza una mirada a Kate y se ruboriza un poco, pero ella no se da cuenta porque le está ignorando a propósito.
—Llévate el Audi, Elliot. Nos iremos a pescar cuando vuelvas —le dice Joseph.
—Sí —responde Elliot, pero parece distraído—. Buen plan.


—Aquí. —Mia me agarra del brazo y me arrastra al interior de una boutique de diseño con seda rosa por todas partes y muebles rústicos envejecidos de aire francés.

Kate nos sigue mientras Taylor espera fuera, refugiándose de la lluvia bajo el toldo. Se oye a Aretha Franklin cantar «Say a Little Prayer» en el hilo musical de la tienda. Me encanta esta canción. Tengo que grabársela a Joseph en el iPod.

—Este vestido te quedaría genial, ______. —Mia me enseña una tela plateada—. Toma, pruébatelo.
—Mmm… es un poco corto.
—Te va a quedar fantástico. Y a Joseph le va a encantar.
—¿Tú crees?

Mia me sonríe.

—______, tienes unas piernas de muerte y si esta noche vamos a ir de discotecas —sonríe antes de dar el golpe de gracia—, con esto volverás loco a tu marido.

La miro y parpadeo un poco, perpleja. ¿Vamos a ir de discotecas? Yo no voy a discotecas.

Kate se ríe al ver mi expresión. Parece más relajada ahora que no está con Elliot.

—Deberíamos salir a bailar esta noche, sí —apoya Kate.
—Ve y pruébatelo —me ordena Mia y yo me encamino al probador a regañadientes.


Mientras espero a que Kate y Mia salgan del probador, me acerco al escaparate y miro afuera, al otro lado de la calle principal, sin prestar mucha atención. Las canciones de soul continúan: ahora Dionne Warwick canta «Walk on By», otra canción fabulosa y una de las favoritas de mi madre. Miro el vestido que tengo en la mano, aunque «vestido» tal vez sea demasiado decir. No tiene espalda y es muy corto, pero Mia ha decidido que es ideal y que es perfecto para bailar toda la noche. Por lo que se ve también necesito zapatos y un collar llamativo; ahora vamos en su busca. Pongo los ojos en blanco y me alegro una vez más de la suerte que tengo por contar con Caroline Acton, mi asesora personal de compras.

De repente veo a Elliot a través del escaparate. Ha aparecido al otro lado de la arbolada calle principal y sale de un Audi grande. Entra en una tienda como para refugiarse de la lluvia. Parece una joyería… tal vez sea haya ido a comparar la pila para su reloj. Sale a los pocos minutos. Pero ya no va solo: va con una mujer.

¡Joder! Es Gia. ¡Está hablando con Gia! ¿Qué demonios está haciendo ella aquí?

Mientras les observo, se dan un abrazo breve y ella echa atrás la cabeza para reírse animadamente de algo que él ha dicho. Elliot le besa en la mejilla y después corre al coche que le espera. Ella se gira y baja por la calle. Yo me quedo mirándola con la boca abierta. ¿De qué va eso? Me giro nerviosa hacia los probadores, pero todavía no hay señales de Kate ni de Mia. Después me fijo en Taylor, que sigue esperando en el exterior de la tienda. Ve que le estoy mirando y se encoge de hombros. Él también ha presenciado ese breve encuentro. Me ruborizo, avergonzada porque me han pillado espiando. Me vuelvo y Kate y Mia emergen del probador, ambas riendo. Kate me mira inquisitiva.

—¿Qué pasa, ______? —me pregunta—. ¿Te has echado atrás con lo del vestido? Estás sensacional con él.
—Mmm… No.
—¿Estás bien? —Kate abre mucho los ojos.
—Estoy bien, ¿pagamos? —Me encamino a la caja, donde me uno a Mia, que ha elegido dos faldas.
—Buenas tardes, señora. —La joven dependienta, que lleva más brillo en los labios del que yo he visto en mi vida reunido en un solo sitio, me sonríe—. Son ochocientos cincuenta dólares.

¿Qué? ¿Por este trozo de tela? Parpadeo y le doy dócilmente mi American Express negra.

—Gracias, señora Jonas —canturrea la señorita Brillo de Labios.


Durante las dos horas siguientes sigo a Kate y a Mia totalmente aturdida, manteniendo todo el tiempo una lucha conmigo misma. ¿Debería decírselo a Kate? Mi subconsciente niega con la cabeza firmemente. Sí, debería decírselo. No, mejor no. Puede haber sido simplemente un encuentro fortuito. Mierda. ¿Qué debo hacer?

—¿Te gustan los zapatos, ______? —Mia tiene los brazos en jarras.
—Mmm… Sí, claro.

He acabado con un par de zapatos de Manolo Blahnik imposiblemente altos y con tiras que parecen hechas de cristal de espejo. Quedan perfectos con el vestido y solo le cuestan a Joseph más de mil dólares. Tengo suerte con la larga cadena de plata que Kate insiste en que me compre: solo vale ochenta y cuatro dólares de nada.

—¿Empiezas a acostumbrarte a tener dinero? —me pregunta Kate sin mala intención cuando vamos de camino al coche. Mia se ha adelantado un poco.
—Ya sabes que yo no soy así, Kate. Todo esto me hace sentir incómoda. Pero si no me han informado mal, va con el lote. —La miro con los labios fruncidos y ella me rodea con un brazo.
—Te acostumbrarás, ______ —me dice para animarme—. Y vas a estar genial.
—Kate, ¿qué tal te va a ti y a Elliot? —le pregunto.

Sus ojos azules se clavan en los míos. Oh, no… Niega con la cabeza.

—No quiero hablar de eso ahora —dice señalando a Mia con la cabeza—, pero las cosas están… —Kate deja la frase sin terminar.

Esto no es propio de la Kate tenaz que yo conozco. Mierda. Sabía que estaba pasando algo. ¿Le digo lo que he visto? Pero ¿qué he visto? Elliot y la señorita Depredadora-Sexual-Bien-Arreglada hablando, dándose un abrazo y un beso en la mejilla. Seguro que no es más que un encuentro de viejos amigos. No, no se lo voy a decir. Al menos no ahora. Asiento con una expresión que dice «lo entiendo perfectamente y voy a respetar tu privacidad». Ella me coge la mano y le da un apretón agradecido. Veo un destello de sufrimiento y dolor en sus ojos, pero ella lo oculta rápidamente con un parpadeo. De repente me siento muy protectora con mi mejor amiga. ¿A qué demonios está jugando Elliot, el gigolo, Jonas?


Cuando volvemos a la casa, Kate decide que nos merecemos unos cócteles después de nuestra tarde de compras y nos hace unos daiquiris de fresa. Nos acomodamos en los sofás del salón, delante del fuego encendido.

—Elliot ha estado un poco distante últimamente —me susurra Kate, mirando las llamas. Kate y yo por fin hemos encontrado un momento para estar a solas mientras Mia guarda sus compras.
—¿Ah, sí?
—Creo que tengo problemas por haberte metido en problemas a ti.
—¿Te has enterado de eso?
—Sí. Joseph llamó a Elliot y Elliot a mí.

Pongo los ojos en blanco. Oh, Cincuenta, Cincuenta, Cincuenta…

—Lo siento. Joseph es muy… protector. ¿No has visto a Elliot desde el día que salimos a tomar cócteles?
—No.
—Oh.
—Me gusta mucho, ______ —me confiesa. Y durante un horrible momento pienso que va a llorar. Esto no es propio de Kate. ¿Significará esto la vuelta del pijama rosa? Kate me mira—. Me he enamorado de él. Al principio creía que era solo el sexo, que es genial. Pero es encantador y amable y tierno y divertido. Nos veo envejeciendo juntos con, ya sabes… hijos, nietos… todo.
—El «fueron felices y comieron perdices» —le susurro.

Asiente con tristeza.

—Creo que deberías hablar con él. Busca un momento para estar solos y descubre qué le preocupa.

O quién, me recuerda mi subconsciente. La aparto de un manotazo, sorprendida de lo rebeldes que son mis propios pensamientos.

—¿Por qué no van a dar un paseo mañana por la mañana?
—Ya veremos.
—Kate, no me gusta nada verte así.

Me sonríe un poco y me acerco para abrazarla. Decido no contarle lo de Gia, aunque puede que le pregunte directamente al gigolo. ¿Cómo puede estar jugando con los sentimientos de mi amiga?

Mia vuelve y pasamos a hablar de cosas menos comprometidas.


El fuego crepita y chisporrotea cuando le echo el último tronco. Casi nos hemos quedado sin leña. Aunque es verano, el fuego se agradece en un día húmedo como este.

—Mia, ¿sabes dónde se guarda la leña para el fuego? —le pregunto. Ella le da un sorbo al daiquiri.
—Creo que en el garaje.
—Voy a por unos cuantos troncos. Y así tengo oportunidad de explorar…

La lluvia ha parado cuando salgo y me encamino al garaje para tres coches que hay junto a la casa. La puerta lateral no está cerrada con llave, así que entro y enciendo la luz. El fluorescente cobra vida con un zumbido.

Hay un coche en el garaje; es el Audi en el que he visto a Elliot esta tarde. También hay dos motos de nieve. Pero lo que me llama la atención son dos motos de motocross, ambas de 125 cc. Los recuerdos de Ethan intentando valientemente enseñarme a conducir una el verano pasado me vienen a la mente. Me froto inconscientemente el brazo donde me hice un buen hematoma en una caída.

—¿Sabes conducirlas? —oigo la voz de Elliot detrás de mí.

Me vuelvo.

—Has vuelto.
—Eso parece. —Sonríe y me doy cuenta de que Joseph me respondería con las mismas palabras, pero no con esa enorme sonrisa arrebatadora—. ¿Sabes?

¡Gigolo!

—Algo así.
—¿Quieres que te dé una vuelta?

Río burlonamente.

—Mmm… no. No creo que a Joseph le gustara nada que hiciera algo así.
—Joseph no está aquí. —Elliot muestra una media sonrisa, oh, parece que es un rasgo de familia, y señala a nuestro alrededor para indicar que estamos solos. Se acerca a la moto más cercana, pasa una pierna enfundada en un vaquero por encima del asiento, se acomoda y coge el manillar.
—Joseph tiene… preocupaciones por mi seguridad. No debería.
—¿Siempre haces lo que él te dice? —Elliot tiene una chispa traviesa en sus ojos azules de bebé y puedo ver un destello del chico malo… el chico malo del que se ha enamorado Kate. El chico malo de Detroit.
—No. —Arqueo una ceja reprobatoria en su dirección—. Pero intento no complicarle la vida. Ya tiene bastantes preocupaciones sin que yo le dé ninguna más. ¿Ha vuelto ya?
—No lo sé.
—¿No has ido a pescar?

Elliot niega con la cabeza.

—Tenía que resolver unos asuntos en la ciudad.

¡Asuntos! ¡Vaya! ¡Asuntos rubios y muy bien arreglados! Inspiro bruscamente y le miro con la boca abierta.

—Si no quieres conducir, ¿qué haces en el garaje? —me pregunta Elliot intrigado.
—He venido a buscar leña para el fuego.
—Oh, ahí estás… ¡Elliot! Ya has vuelto. —Kate nos interrumpe.
—Hola, cariño —la saluda con una amplia sonrisa.
—¿Has pescado algo?

Me quedo pendiente de la reacción de Elliot.

—No. Tenía que hacer unas cosas en la ciudad. —Y durante un breve momento veo un destello de inseguridad en su cara.

Oh, mierda.

—He salido a ver qué había entretenido a ______. —Kate nos mira confusa.
—Estábamos tomando el aire —dice Elliot y se ven saltar chispas entre ellos.

Todos nos giramos al oír un coche aparcando fuera. ¡Oh! Joseph ha vuelto. Gracias a Dios. El mecanismo que abre la puerta del garaje se pone en funcionamiento con un chirrido que nos sobresalta a todos y la puerta se levanta lentamente para revelar a Joseph y a Ethan descargando una camioneta negra. Joseph se queda parado cuando nos ve a todos allí de pie en el garaje.

—¿Van a montar un grupo y están ensayando en el garaje para dar un concierto? —pregunta burlón cuando entra directo hacia donde estoy yo.

Le sonrío. Me siento aliviada de verle. Debajo del cortavientos lleva el mono que le vendí yo cuando trabajaba en Clayton’s.

—Hola —me dice mirándome inquisitivamente e ignorando a Kate y a Elliot.
—Hola. Me gusta tu overol.
—Tiene muchos bolsillos. Es muy útil para pescar —me dice con voz baja y sugerente, solo para mis oídos, y cuando me mira su expresión es seductora.

Me ruborizo y él me sonríe con una sonrisa de oreja a oreja toda para mí.

—Estás mojado —murmuro.
—Estaba lloviendo. ¿Qué están haciendo todos aquí en el garaje? —Al fin habla teniendo en cuenta que no estamos solos.
—______ ha venido a por leña —dice Elliot arqueando una ceja. No sé cómo pero ha conseguido que eso suene como algo indecente—. Yo he intentado tentarla para que monte. —Es un maestro de los dobles sentidos.

A Joseph le cambia la cara y a mí se me para el corazón.

—Me ha dicho que no, que a ti no te iba a gustar —responde Elliot amablemente y sin segundas.

Joseph me mira con sus ojos ambarinos.

—¿Eso ha dicho? —pregunta.
—Vamos a ver, me parece bien que nos dediquemos a hablar de lo que ______ ha hecho o no ha hecho, pero ¿podemos hacerlo dentro? —interviene Kate. Se agacha, coge dos troncos y se gira para encaminarse a la puerta. Oh, mierda. Kate está enfadada, pero sé que no es conmigo.

Elliot suspira y, sin decir una palabra, la sigue. Yo me quedo mirándolos, pero Joseph me distrae.

—¿Sabes llevar moto? —me pregunta incrédulo.
—No muy bien. Ethan me enseñó.

Sus ojos se convierten en hielo.

—Entonces has tomado la decisión correcta —me dice con la voz mucho más fría—. El suelo está muy duro y la lluvia lo hace resbaladizo y traicionero.
—¿Dónde dejo los aparejos de pescar? —pregunta Ethan desde el exterior.
—Déjalos ahí, Ethan… Taylor se ocupará de ellos.
—¿Y los peces? —vuelve a preguntar Ethan con voz divertida.
—¿Han pescado algo? —pregunto sorprendida.
—Yo no. Kavanagh sí. —Y Joseph hace un mohín encantador.

Suelto una carcajada.

—La señora Bentley se ocupará de ellos —responde.

Ethan sonríe y entra en la casa.

—¿Le resulto divertido, señora Jonas?
—Mucho. Estás mojado… Te voy a preparar un baño.
—Solo si te metes conmigo. —Se inclina y me da un beso.


Lleno la enorme bañera ovalada del lavabo de la habitación y echo un chorrito de aceite de baño del caro, que empieza a hacer espuma inmediatamente. El aroma es maravilloso… jazmín, creo. Vuelvo al dormitorio y me pongo a colgar el vestido mientras se acaba de llenar la bañera.

—¿La has pasado bien? —me pregunta Joseph cuando entra en la habitación. Solo lleva una camiseta y el pantalón del chándal y va descalzo. Cierra la puerta detrás de él.
—Sí —le respondo disfrutando de la vista. Le he echado de menos. Es ridículo porque ¿cuánto ha pasado? ¿unas cuantas horas…?

Ladea la cabeza y me mira.

—¿Qué pasa?
—Estaba pensando en cuánto te he echado de menos.
—Suena como si hubiera sido mucho, señora Jonas.
—Mucho, sí, señor Jonas.

Se acerca hasta quedar de pie justo delante de mí.

—¿Qué te has comprado? —me pregunta y sé que es para cambiar de tema.
—Un vestido, unos zapatos y un collar. Me he gastado un buen pellizco de tu dinero —confieso mirándole culpable.

Eso le divierte.

—Bien —dice y me coloca un mechón suelto detrás de las orejas—. Y por enésima vez: nuestro dinero.

Me coge la barbilla, libera mi labio del aprisionamiento de mis dientes y me roza con el dedo índice la parte delantera de la camiseta, bajando por el esternón entre mis pechos, después por el estómago y el vientre hasta llegar al dobladillo.

—Creo que no vas a necesitar esto en la bañera —susurra, agarra el dobladillo de la camiseta con ambas manos y me la va quitando lentamente—. Levanta los brazos.

Obedezco sin apartar mis ojos de los suyos y él deja caer mi camiseta al suelo.

—Creía que solo íbamos a darnos un baño. —El pulso se me acelera.
—Quiero ensuciarte bien primero. Yo también te he echado de menos. —Y se inclina para besarme.


—¡Mierda! ¡El agua! —Intento sentarme, todavía aturdida después del orgasmo.

Joseph no me suelta.

—¡Joseph, la bañera! —le miro.

Está acurrucado sobre mi pecho.

Ríe.

—Relájate. Hay desagües en el suelo. —Rueda sobre sí mismo y me da un beso rápido—. Voy a cerrar el grifo.

Baja de la cama y camina hasta el cuarto de baño. Mis ojos lo siguen ávidamente durante todo el camino. Mmm… Mi marido, desnudo y pronto muy mojado. Salgo de la cama de un salto.


Nos sentamos cada uno en un extremo de la bañera, que está demasiado llena, tanto que cada vez que nos movemos el agua se sale por un lado y cae al suelo. Esto es un placer. Y un placer mayor es tener a Joseph lavándome los pies, masajeándome las plantas y tirando suavemente de mis dedos. Después me los besa uno por uno y me da un mordisco en el meñique.

—¡Aaaah! —Lo he sentido… justo ahí, en mi entrepierna.
—¿Así? —murmura.
—Mmm… —digo incoherente.

Empieza a masajearme de nuevo. Oh, qué bien. Cierro los ojos.

—He visto a Gia en la ciudad —le digo.
—¿Ah, sí? Creo que también tiene una casa aquí —me contesta sin darle importancia. No le interesa lo más mínimo.
—Estaba con Elliot.

Joseph deja el masaje; eso sí le ha llamado la atención. Cuando abro los ojos tiene la cabeza ladeada, como si no comprendiera.

—¿Qué quieres decir con que estaba con Elliot? —me pregunta más perplejo que preocupado.

Le cuento lo que vi.

—______, solo son amigos. Creo que Elliot está bastante pillado con Kate. —Hace una pausa y después añade en voz más baja—. De hecho sé que está muy pillado con Kate —dice aunque pone una expresión de «no puedo entender por qué».
—Kate es guapísima —le respondo defendiendo a mi amiga.

Él ríe.

—Me sigo alegrando de que fueras tú la que se cayó al entrar en mi despacho. —Me da un beso en el pulgar, me suelta el pie izquierdo y me coge el derecho para empezar el proceso de masaje otra vez. Sus dedos son tan fuertes y flexibles… Me vuelvo a relajar. No quiero discutir sobre Kate. Cierro los ojos y dejo que sus dedos vayan haciendo su magia en mis pies.


Me miro boquiabierta en el espejo de cuerpo entero sin reconocer al bellezón que me mira desde el cristal. Kate se ha vuelto loca y se ha puesto a jugar a la Barbie conmigo esta noche, peinándome y maquillándome. Tengo el pelo liso y con volumen, los ojos perfilados y los labios rojo escarlata. Estoy… sexy. Soy todo piernas, sobre todo con los Manolos de tacón alto y el vestido indecentemente corto. Necesito que Joseph me dé su aprobación, aunque tengo la sensación de que no le va a gustar que exponga tanta carne al aire. Como estamos en esta entente cordiale, decido que lo mejor será preguntarle. Cojo mi BlackBerry.

____________________
De: ______ Jonas
Fecha: 27 de agosto de 2011 18: 53
Para: Joseph Jonas
Asunto: ¿Se me ve el trasero gordo con este vestido?

Señor Jonas:
Necesito su consejo con respecto a mi atuendo. Suya
Señora J x


_____________________
De: Joseph Jonas
Fecha: 27 de agosto de 2011 18: 55
Para: ______ Jonas
Asunto: Como un melocotón

Señora Jonas:
Lo dudo mucho. Pero ahora voy y le hago una buena inspección a su trasero para asegurarme. Suyo por adelantado
Señor J x


Joseph Jonas
Presidente e inspector de traseros de Jonas Enterprises Holdings Inc.



Justo mientras estoy leyendo el correo, se abre la puerta del dormitorio y Joseph se queda petrificado en el umbral. Se le abre la boca y los ojos casi se le salen de las órbitas.

Madre mía, eso podría significar algo bueno o algo malo…

—¿Y bien? —pregunto en un susurro.
—______, estás… Guau.
—¿Te gusta?
—Sí, supongo que sí. —Suena un poco ronco. Entra lentamente en la habitación y cierra la puerta. Lleva unos vaqueros negros y una camisa blanca con una chaqueta negra. Él también está fabuloso. Se acerca poco a poco a mí, pero en cuanto llega a mi altura, me pone las manos en los hombros y me gira hasta que quedo de frente al espejo con él detrás de mí. Mi mirada se encuentra con la suya en el espejo y después le veo mirar hacia abajo, fascinado por mi espalda al aire. Me la acaricia con los dedos hasta que llega al borde del vestido, donde la carne pálida se encuentra con la tela plateada—. Es muy atrevido —murmura.

Su mano desciende un poco más, siguiendo por mi trasero y bajando por el muslo desnudo. Se detiene y sus ojos ambarinos brillan con un tono azulado. Lentamente sus dedos ascienden de nuevo hasta el dobladillo de mi vestido.

Observo sus dedos largos que me rozan levemente, acariciándome la piel y dejando un cosquilleo a su paso, y mi boca forma una O perfecta.

—No hay mucha distancia entre aquí… —dice tocando el dobladillo de mi vestido— y aquí —susurra subiendo un poco el dedo. Doy un respingo cuando los dedos me acarician el sexo, moviéndose de forma provocativa sobre mis bragas, sintiéndome y excitándome.
—¿Adónde quieres llegar? —le susurro.
—Quiero llegar a explicar que esto no está muy lejos… —Sus dedos se deslizan sobre mis bragas y en un segundo mete uno debajo, contra la carne suave y humedecida—. De esto. —Introduce un dedo en mi interior.

Doy un respingo y gimo bajito.

—Esto es mío —me susurra al oído. Cierra los ojos y mete y saca el dedo rítmicamente de mi interior—. Y no quiero que nadie más lo vea.

Mi respiración se vuelve entrecortada y mis jadeos se acompasan con el ritmo de su dedo. Le estoy viendo en el espejo mientras me hace esto… y es algo más que erótico.

—Así que si eres buena y no te agachas, no habrá ningún problema
—¿Lo apruebas? —le pregunto.
—No, pero no voy a prohibirte que lo lleves. Estás espectacular, ______. —Saca de repente el dedo, dejándome con ganas de más, pero él se mueve para quedar frente a mí. Me coloca la punta de su dedo invasor en el labio inferior. Instintivamente frunzo los labios y le doy un beso. Él me recompensa con una sonrisa maliciosa. Se mete el dedo en la boca y su expresión me informa de que le gusta mi sabor… mucho. ¿Siempre me va a impactar verle hacer eso?

Después me coge la mano.

—Ven —me ordena con voz suave y me tiende la mano para que vaya con él. Quiero responderle que estaba a punto de conseguirlo con lo que me estaba haciendo, pero a la vista de lo que pasó ayer en el cuarto de juegos, prefiero callarme.


Estamos esperando el postre en un restaurante pijo y exclusivo de la ciudad. Hasta ahora ha sido una cena animada y Mia está decidida a que sigamos con la diversión y vayamos de discotecas. En este momento está sentada en silencio, escuchando con atención mientras Ethan y Joseph charlan. Es evidente que Mia está encaprichada con Ethan, y Ethan… es difícil saberlo. No sé si son solo amigos o hay algo más.

Joseph parece relajado. Ha estado conversando animadamente con Ethan. Parece que han estrechado su amistad mientras pescaban. Hablan sobre todo de psicología. Irónicamente, Joseph parece el que más sabe de los dos. Me río por lo bajo mientras escucho a medias la conversación, dándome cuenta con tristeza de que sus conocimientos son resultado de su experiencia con muchos psiquiatras.

«Tú eres la mejor terapia. » Esas palabras que me susurró una vez cuando hacíamos el amor resuenan en mi cabeza. ¿Lo soy? Oh, Joseph, eso espero.

Miro a Kate. Está guapísima, pero ella siempre lo está. Ella y Elliot no están tan animados. Él parece nervioso; cuenta los chistes demasiado alto y su risa es un poco tensa. ¿Habrán tenido una pelea? ¿Qué le estará preocupando? ¿Será esa mujer? Se me cae el alma a los pies al pensar que puede hacerle daño a mi mejor amiga. Miro a la entrada, casi esperando ver a Gia pavoneándose tranquilamente por el restaurante en dirección a nosotros. Mi mente me está jugando malas pasadas. Creo que es por el alcohol que he tomado. Empieza a dolerme la cabeza.

De repente Elliot nos sobresalta a todos arrastrando la silla, que chirría contra el suelo de azulejo, para ponerse de pie de golpe. Todos nos quedamos mirándole. Él mira a Kate un segundo y de repente planta una rodilla en el suelo delante de ella.

Oh. Dios. Mío…

Elliot le coge la mano a Kate y el silencio se cierne sobre el restaurante; todo el mundo deja de comer y de hablar e incluso de andar y se queda mirando.

—Mi preciosa Kate, te quiero. Tu gracia, tu belleza y tu espíritu ardiente no tienen igual y han atrapado mi corazón. Pasa el resto de tu vida conmigo. Cásate conmigo.

¡Madre mía!




Karely Jonatika
Karely Jonatika


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Mensaje por MileyCyruZ Lun 28 Ene 2013, 12:52 am

Ohh my Goshh kiero un josephh yo jamas diriia ROJO ROJO ROJO jajajajajajaja if you know what i meaan creepygusta ok ya suficientee siguela prontoo pofaa esta genialll :lloro:
MileyCyruZ
MileyCyruZ


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Mensaje por JB&1D2 Lun 28 Ene 2013, 10:43 am

Madre mia. Le ha pedido matrimonio
Que lindoooooo
SiguelaaaA
JB&1D2
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"Fifty Shades Freed" (Joe&Tu) [Tercer Libro] [TERMINADO] - Página 8 Empty Re: "Fifty Shades Freed" (Joe&Tu) [Tercer Libro] [TERMINADO]

Mensaje por aranzhitha Lun 28 Ene 2013, 3:08 pm

ahhhh le pidio matrimonio!!!!!
Awww que lindo !!! Van a ser cuñadas!!
Siguela!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por chelis Lun 28 Ene 2013, 4:25 pm

SIII!! MADRE MIAAA!!!!!!!!
AAAAAAAAAAHHH!!!
QUE DIRA KATE?????
AAAII SIGUELAA PORFIISS
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por aranzhitha Lun 28 Ene 2013, 10:01 pm

siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por JB&1D2 Mar 29 Ene 2013, 12:07 pm

:lloro:
JB&1D2
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