Homophobia |Larry Stylinson|

C a p í t u l o 10.

No podía creer lo que había escuchado de la boca de Eleanor.
Sus ojos azules estaban abiertos, muy abiertos debido a la sorpresa; Eleanor mirándole con una hermosa sonrisa en su rostro, sus mejillas sonrojadas y una mano en su estómago, acariciándolo lentamente. Seguía sin creérselo. Es decir, no quería decir que fuera imposible—después de todo, Louis y ella mantenían relaciones sexuales con una frecuencia… media. Pero era muy extraño, de alguna manera, escucharlo de sus labios.
Por azares del destino eso no lo hacía tan feliz como debería.

—¿En verdad? —Preguntó, aunque había escuchado a la perfección. La imagen de Harry llorando y besándolo mientras él dormía borracho llegó a su cabeza, como una ráfaga de aire que arranca una rama de un árbol—. Esto… esto… esto es-
—¡Vamos a ser padres, amor! ¿Te imaginas? Formaremos una familia. —Ella alzó su mano libre y acuñó su mejilla con cuidado, su mirada café brillando con intensidad—. Como siempre lo planeamos, ¿no?

Al verla tan feliz, él se vio en la necesidad de sonreír. Estaba feliz, pero esa felicidad no lo llenaba por completo. De hecho, se atrevía a decir que no lo llenaba en lo absoluto. Se sentía como si esa felicidad sólo estuviera en su cabeza, en su cerebro, pasando por todas las neuronas y mandando señales para que sonriera, mas su corazón estaba estático, frío y a la expectativa, sin ningún grito de alegría ni con ganas de salir de su cuerpo. Ni siquiera lo sentía.
Ni siquiera sabía que estuviera lo suficientemente vivo como para sonreír de manera sincera. El golpe que le había dado Zayn dolía como si no hubiese pasado un solo segundo, cuando en realidad habían pasado horas. Puede que incluso un día, y él no se ha dado cuenta. Ha estado tan perdido que ni siquiera recordaba que tenía que comer.

—Sí, yo… estoy tan feliz, cariño—dijo luego de un rato, no cayendo en cuenta de que Eleanor jamás le preguntó que si estaba feliz—. Siempre lo quisimos.
Eleanor Calder estaba tan distraída abrazando a Louis con fuerza que no puso atención al tono en que Louis había dicho la última frase sonaba como si se lo estuviera diciendo a sí mismo, recordándose que eso era lo que siempre quisieron, lo que debería de querer siempre sin más, sin ponerlo en duda, sin ignorarlo y sin cambiarlo por nada más. Sonaba como si quisiera reiterarse a sí mismo que ese era el camino correcto, más allá de seguir en la banda o de arreglar las cosas con los chicos.

Su cabeza era un completo caos en el momento en que su celular sonó, puesto en la mesilla de noche que la castaña había comprado unos cuantos meses atrás. Vio por el rabillo del ojo para ver quién era, el nombre Eva brillando una y otra vez. Se separó un poco de Eleanor y, al ver en sus ojos la pregunta, apuntó con la cabeza hacia él, en un movimiento cansino y aburrido, recordando la discusión que tuvo con su mejor amiga y ahora no teniendo ganas de discutir.
Escuchó el gruñido de Eleanor pero decidió ignorarlo.
—Esa perra. —Había susurrado a su espalda. Pero estaba tan cansado de todo, que ni voltear a verla intentó.

Louis cerró los ojos, ocultando su hermoso color azulino bajo la capa de pestañas negras, el ceño ligeramente fruncido, tomando una bocanada de aire para dejar todos sus pensamientos de lado. Cuando se habla con Eva, es mejor no pensar en nada si no quieres terminar peor. Él lo sabía tan bien.
Giró un poco su cabeza al escuchar pasos, y se dio cuenta de que su pareja se fue a la cocina, quizá a tomar un poco de agua o simplemente para evitar escuchar la conversación. Al sentirse un poco más liberado de la presencia de la castaña, Louis apretó el lugar en donde decía Contestar. Rápidamente se lo colocó al oído, escuchando enseguida la voz melodiosa de Eva, tan informal como siempre.

—No sé por qué te estoy llamando—le dijo, sin un Hola, Louis para empezar—. Aún estoy enojada contigo, y sé que tú también. Ambos tenemos motivos. Unos menos estúpidos que otros, claro está—Louis supuso, por el tono, que se lo estaba reprochando. Rodó los ojos y sonrió un poco—, pero eso no es bueno. Esto no es bueno, ni para ti ni para mí, Louis.
—No sé qué defines tú como bueno, Eva.
—Sabes a lo que me refiero. Tú estás mal. Yo estuve mal. Lo que yo hice se puede perdonar con un Lo siento, Louis, dándote un abrazo y llevándote a pasear, y será fácil de olvidar porque tú y yo somos amigos desde siempre. Somos como hermanos. —Eva tomó una bocanada de aire desde el otro lado del teléfono—. Pero tus… problemas personales son otra cosa. Eso no se arregla con un simple perdón, ni mucho menos con simples cosas materiales, comprando cosas para que te regalen una sonrisa. Y sí, sé que tienes cara de fastidio, te conozco. Pero de igual manera debes de admitir que estás mal.

Louis no dijo nada hasta que se acercó a la cocina un poco, viendo a Eleanor entretenida con la gran televisión, riéndose un poco. Entonces él comenzó a caminar, subió rápidamente las escaleras al segundo piso y, entrando a su habitación, cerró la puerta sin hacer ningún ruido, con cuidado. En todo el trayecto no pensó en las palabras de Eva, quien no dijo nada hasta esperar la respuesta del castaño.
—Sigo sin entenderlo, Eva—su voz sonaba apagada y aburrida, sin nada más que decir. Honestamente, no tenía ganas de hablar.

Y sabía a dónde iba a parar la chica. Oh, vaya que lo sabía. Unos cabellos rizados, unos ojos esmeraldas, una piel blanquecina y uno hoyuelos encantadores tenían mucho que ver con esto. Pero decidió no comentar nada, no quería adentrarse más al tema y confundirse más. Apenas y sabía cómo reaccionar a la noticia que Eleanor le había dado—diciéndoselo tan rápido como se dijeron Te amo unos minutos atrás—, y Eva llega a hablarle de Harry.
Sentía que iba a explotar.
—Bien, Louis, si quieres te lo re-
—¿Quieres ir a cenar, Eva? Así hablaremos más tranquilos. —Le preguntó sin rodeos.
Pasaron segundos para que Eva se dignara a contestar, un poco de burla inocente en su voz.
—Claramente. Me estoy muriendo de hambre y sé que mi madre no me hará de comer. Nos enojamos de nuevo. ¿En dónde nos vemos?

—Donde siempre, por supuesto.
Un silencio incómodo llenó la línea telefónica, y de pronto Louis no supo qué más decir. Era como si desconociera a absolutamente todo el mundo, y sólo estaba él ahí, viéndose frente a un espejo, preguntándose por primera vez quién fue, quién es y quién será. Las situaciones en estos días finalmente estaban haciendo mella en su cabeza, prendiéndole fuego lentamente.
—¿No estás ocupado con tu novia?
Otro silencio antes de que Eva recibiera respuesta. Louis miró hacia la puerta de su habitación, sabiendo que Eleanor seguía abajo viendo la televisión, quizá su mano acariciando su vientre. Él ¿qué quería? ¿Ir con Eva o quedarse con Eleanor? ¿Quería despejarse un poco, o sumirse y ahogarse a sí mismo en sus pensamientos, en sus ideas, en su corazón cada vez más oscuro? ¿Quería salir y liberarse un poco, o seguir sufriendo con pánico, sin saber muy bien lo que eso significaba?

Suspiró antes de responder.
—No. En lo absoluto.


El cabello castaño de Eva estaba perfectamente peinado, sus ojos verdes resaltando aún más por el ligero maquillaje que llevaba en sus ojos. Sus labios estaban pintados de un rosa pastel y llevaba un vestido de flores, una pequeña chaqueta que sólo le cubría lo necesario para no tener frío. Él no se había dignado a cambiarse de ropa, ni siquiera a despedirse de Eleanor.
Sus ojos azules se encontraron con los verdes.
—¿Qué? —Preguntó de pronto.
—Que si deseas algo más que un simple café, que si ya pensaste en lo que te dije, y que si ya escuchaste la canción que recién tienen en reproducción aquí en el café. —Le respondió con rapidez, tan típico de ella.

—Eh… supongo que quiero algo de cenar, para eso estamos aquí—comenzó—. No, no quiero hablar de eso y ¿cuál can-


Oh, eso no le podía estar pasando. Simplemente perfecto.
Enterró su cabello entre sus manos en un intento desesperado de no escuchar más. Esa canción le traía tantos recuerdos que no quería tener en momentos como ese, y menos frente a Eva, sabiendo lo que ella sería capaz de decir si veía en sus ojos un signo de derrumbamiento. Frunció el ceño y se preparó para la mirada analítica de la castaña de ojos verdes.

—Es hermosa. La canción. ¿Qué sentiste al hacer el vídeo, Lou? Siempre me pregunté eso. Fue muy triste ver a tus abuelos ahí, me partiste el corazón. Te digo la verdad. —El tono de su voz era tan bajo que tuvo que alzar de una vez el rostro para escucharla.
Story of my life fue ciertamente, un dolor en su corazón. Pero él lo decidió así, y Harry siempre estuvo ahí para animarlo, sonriéndole siempre. Ahora que lo recordaba, él jamás se imaginó que Harry lo amaba desde… ¿desde cuándo? ¿Desde cuándo el corazón de Harry latía más cuando estaba cerca de él? ¿Por qué no se dio cuenta? ¿Por qué pasaba por alto las caricias discretas que le daba, pensando que al final no eran más que un juego? Ya hacía tres años y medio que el vídeo salió, y lo sentía aún más distante.


—No me gusta recordarlo.
—Ya veo. No me cuentes si no quieres—Eva le sonrió tétricamente—. Al menos no aún.
Louis sonrió un poco y se dedicó a escuchar lo que faltaba de la canción, la voz de los chicos llegando a su cabeza y pasando por las partes más débiles, llegando de alguna u otra manera al corazón, dándole estacas duras y certeras, haciéndolo agonizar de la soledad. Su mirada se apagó y recordó los momentos de felicidad que vivieron en el pasado, Harry inclusive apareciendo ahí.

No podía creer que la culpa le estuviera carcomiendo.
Eva le miraba de manera penetrante cuando él alzó de nuevo el rostro, la chica dispuesta a hablar con tono de reproche.
—¿Por qué no te das cuenta de que lo amas, joder?