Homophobia |Larry Stylinson|

¿Por qué estoy haciendo esto?
Observó su mano moverse sin que él dijera nada, sin quejarse, sin fuerzas, hacia la mesita de al lado en la cual seguían descansando las pastillas. Gruñó con fastidio, preguntándose de nuevo el si eso estaba bien.
Amaba su vida. Joder, en verdad que la amaba.

Pero a como era antes. A como era antes de amar a Louis. A como era antes de ver la primera foto Elounor, a como era antes de ser tachado como un mujeriego.
A como era antes de alejarse de su mejor amigo y amor de su vida.
No apartaba la vista de las pastillas; ¿por qué razón las había mandado a pedir? Ciertamente fue un impulso demasiado estúpido ya que un miedo le recorrió de pies a cabeza, con las palabras de Kuroku cruzando por su cerebro y empañando sus memorias de un color carmesí. Ella le había advertido que no hiciera ninguna tontería, y el hecho de implorar por un pequeño botecillo de pastillas ya de por sí era extraño, lo que tenía planeado hacer con ellas no era necesariamente nada inteligente.

Estiró al fin la mano y tomo el bote entre ellas. Alzó la otra libre para girar así la tapilla y dejar su contenido a la vista, expectantes, pidiéndole a gritos que corrieran por su garganta, rogándole que hiciera lo que tenía que hacer de una vez por todas.

Pero la pequeña duda seguía ahí, latente. ¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Esto fue lo que planeó desde un principio? ¿Darle el gusto a Eleanor y a Louis, desapareciendo de la faz de la tierra, de una manera patética y cobarde? ¿Eso era lo que él quería?
No, no lo era en lo absoluto. De hecho no sabía la razón por la cual las pastillas aún seguían en su mano, varias siendo vaciadas en la otra mientras algunas caían al suelo debido a la brusquedad con la que eran acogidas.

Tampoco sabía por qué no se detenía cuando sintió que tres pastillas le pasaron por la garganta a la vez, y tampoco lo hizo cuando sus pulmones necesitaban aire, sofocándolo instantáneamente, con las pastillas entrando y él las obligaba a que pasaran por su garganta.
Un brillo en la pantalla del teléfono. ¿Qué mejor que ignorar el aparato ese? Significaba que era un mensaje de recepción, así que no debería de ser importante. No entendía el idioma, de todos modos. Aunque por suerte unas cuantas personas le hablaron en inglés y lo reconocieron, pero fuera de ello no le halló nada importante a la llamada.

Otras pastillas corrieron por su garganta, y él tomó fuerzas para cerrar los ojos y recostarse en la cama. Aún las sentía ahí, atoradas, pero no le importaba si al final todo acabaría igual. La contestadora grabó el mensaje, y una voz que alcanzó a reconocer como la de la recepcionista que hablaba inglés, se escuchó por toda la habitación, llamándolo. “¿Señor Styles?”
Pero ya era demasiado tarde. Harry cerró los ojos—sintiendo los párpados pesados y su respiración irregular, su corazón latiendo con menos fuerza. Su cuerpo tieso, frío, pero aún así con gotas de sudor cayendo por su frente, viajando por todo su perfecto rostro y perdiéndose entre las sábanas de la cama y su cuello.

Todo se volvió oscuro cuando el mensaje, tardío, comenzó a reproducirse.
“Disculpe que lo moleste, señor. Pero hay una chica que insiste en verlo. Dice que es amiga suya, de nombre Kuroku, y que es muy importante lo que tiene que decirle. ¿La dejo pasar?”.

Niall se alejó dos pasos del castaño, negando efusivamente con la cabeza.

—Cierra la boca… Liam.
—Niall, yo-
—¡Maldición, no!

El estallido de cólera del rubio espantó un poco a Liam, abriendo los ojos con sorpresa, su boca entreabierta y la respiración entrecortada. Las lágrimas aún caían por esos orbes azules, Liam preguntándose cómo era posible que aún no terminaran después de tanto llorar. Pensó que todo terminó y que sólo fue un ataque del rubio en cuanto se dio cuenta de que cerró sus ojos con firmeza, apretando los puños y agachando la cabeza.
Pero de nuevo se equivoco. Niall, en un movimiento rápido y aprovechando el silencio e inmovilidad de Liam, se abalanzó sobre él con furia, cayendo ambos al suelo. El ruido hueco que provocaron al caer hizo que el castaño reaccionara a tiempo como para tomar a Niall de la espalda y evitar que revotara por la caída.

Sus orbes denotaban sorpresa pura.
—Niall ¿qué…?
—Cállate—susurró con voz pausada. Liam se estremeció al sentir la cabeza de Niall enterrada en la encorvadura de su cuello, su aliento cálido chocando con el lóbulo de su oreja—. No te conozco, Liam… tú… tú no eres así. ¡No lo eres!

Un golpe en su pecho hizo que Liam alzara una ceja, confuso. ¿Niall Horan le estaba diciendo eso? ¡Era él el que no era el mismo! Claro, no podía culparlo. Después de todo él mismo vio en el aeropuerto cómo se desmoronaba ante la mirada de todos por Harry, viendo cómo se iba sin decir nada más que palabras que atravesaron su corazón y se quedaron estancadas en él sin ánimo alguno de salir.

—¿Q-Qué te pasó, Liam?

Bufó por lo bajo y se sintió extraño por la cercanía de Niall. Su brazo aún se encontraba alrededor de su cintura, apretando un poco más el agarre al sentir el temblor del rubio sobre su cuerpo. Le besó la sien con ternura.
—Lo siento, en verdad. Pero entiéndeme. —susurró. Trató de alzar el rostro de Niall, encontrándose con sus mejillas coloradas y sus ojos azules hinchados, aún con lágrimas en ellos—. Me siento impotente. No sé qué hacer. Zayn y Perrie están allá fuera, mientras yo estoy aquí sin hacer nada.
La expresión terrorífica de Niall le hizo entender al castaño que sus palabras fueron malinterpretadas.

—No me expliqué bien. No estoy en contra de pasar tiempo contigo… y menos en la condición en la que estás—acarició su mejilla tiernamente—, pero eso no quita el hecho de que no he intentado absolutamente nada para encontrar a Harry. Ni siquiera una llamada.

Observó cómo Niall se mordía el labio inferior, sus ojos llenándose de aún más tristeza, centrándose en los cabellos del castaño, lacios y ya un poco largos por el tiempo que llevan sin ser cortados. Tomó unos mechones entre sus manos temblorosas y los olió ligeramente. Liam no cabía de su asombro, las palabras atoradas en sus labios. Esperando a que Niall se tranquilizara un poco, cerró los ojos, tal y como había visto al rubio hacerlo con anterioridad.
El de ojos azules le había dicho en un pasado, tres años y medio atrás, que una de las maneras que tenía para no llorar frente a alguien era cerrando los ojos fuertemente, hasta el punto en que pareciera que no tenía alguno. Respirar pacíficamente y pensar en algo que te hiciera feliz, que hiciera que tu corazón latiese a mil por hora, con frenesí e ímpetu, que te alumbre el día y la vida, dándole un sabor más dulce y menos amargo y aburrido.

—Lo siento. —Volvió a repetir más calmado.
El movimiento de caderas de Niall le hizo sentir algo incómodo, pero no por eso dejó la acción que estaba haciendo. Sentía el aliento cálido ahora frente a él, la sudorosa frente del irlandés con la suya, unidas, la nariz de Niall rozando con su nariz. No hizo ademán de alejarlo ni tampoco de detenerlo, y el rubio tampoco hizo nada para impedirlo.
Niall de pronto se sintió desfallecer al tener a Liam tan cerca suyo de una manera diferente. El aura a su alrededor ya no era tensa e incómoda, ahora el aire limpio y fabuloso se olía por todas partes. Sus labios temblaban de la emoción y la imagen de Harry sonriendo con felicidad, su rostro iluminado, hizo que su corazón latiera a mil por hora.

Un poco de preocupación desapareció de él al escuchar de nuevo la voz ronca de Liam llegando a sus oídos. En ningún momento separaron sus caras, y Niall colocó sus manos en el pecho del castaño para que su cuerpo no lo aplastara completamente.

—Te juro, Niall—escuchó—que no me rendiré hasta encontrarlo. Ese maldito de Harry me va a escuchar. Le voy a dar un sermón que ya no querrá escuchar a nadie hablar dentro de veinte años.
—Liam…
—Bueno, bueno. ¿Quince años? ¿Cuántos, Niall?

El rubio sintió su corazón latir por fuerza, mientras un aire en sus pulmones se aglomeraba, dejándolo salir a modo de una pequeña carcajada. Liam se sorprendió, ya que la única imagen que había tenido del de ojos azules era una deprimida, apagada y muerta, sin nada de vida, y escuchar su hermosa y chistosa carcajada—la que tanto le caracterizaba—era como música para sus oídos.
Sonrió enormemente, de oreja a oreja, y entonces abrió sus ojos y le miró. Los ojos de Niall brillaban bajo la poca oscuridad de la habitación, un tinte carmín en sus mejillas y los rastros de lágrimas aún en ellas. Liam las besó tiernamente y dejó el agarre con el que tenía apresado al rubio.
—Te lo juro. —volvió a repetir.

Sintió una tranquilidad en cuanto los dientes perfectos y blancos de Niall se dejaron ver pos su sonrisa. Un sentimiento de protección y cariño le embargó de un momento a otro, dándose cuenta instantáneamente de que no había sentido eso ni siquiera con Danielle. Las palabras que la castaña de había dedicado antes de partir hicieron que sus mejillas se tiñeran de carmín, el rostro de Niall más cerca. “¿Estás seguro que me amas a mí, Li? ¿No has visto cómo miras a Niall? Creo que esto tiene que terminar. Ya.”

Entonces lo comprendió todo cuando tomó la nuca de Niall, acercándolo a él.
Lo besó. Lo estaba besando. Por Niall Horan, Liam Payne haría cualquier cosa.
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