♡ HOLE ♡ (Arianne Shrader y Liam Payne)

Papá estaba debajo de la tarima esperándome un ramo de rosas color vino, me alegraba que eligiera ese color porque las rosas color sangre no eran tan elegantes. Mariane me tiró una mirada de envidia junto con Claudine, ambas estaban celosas y lo sabía sin que me lo dijeran. A ellas solo las venía a ver su madre y no un importante miembro como su papá, porque el ballet clásico no deleitaba tanto al sexo masculino. Le hice un ademán a mi padre diciendo que no demoraba, iba a cambiarme las zapatillas a algo más cómo y después iríamos a atiborrarnos de helado en el primer local que nos topáramos.

Por otro lado, mamá había viajado a visitar a la abuela, ella sufría un resfriado un tanto alarmante entonces tuvo que ir a su cuidado. Sin embargo, aunque la abuela gozara de la mejor salud y mamá estuviese en la ciudad, asistiría a mi recital. No me enoje por su ausencia, comprendía por lo que pasaba. Hubiese deseado tener la oportunidad de acompañarla solo que mi presencia era esencial en unos cuantos números.

Niall se encontraba en los cambiadores, hablaba con su amigo Josh. Raramente no me puse nerviosa y pase tan cerca de él que pude oler el perfume que se había puesto para la ocasión, Niall me traía loca desde que comencé a bailar. Hablamos una vez mi primer día en la academia, María quien se encargaba de los papeleos en el último piso le pidió que me diera un recorrido en la escuela, en ese tiempo no tenía conciencia de lo guapo que era, ni tampoco de su gran popularidad. Recién crecí un poco y las neuronas se me alborotaron captó toda mi atención.

Niall dio un tras pie y me sacudió del camino antes de que me esfumara en los baños de chicas, se giro a ver si no había caído, no lo hice así que esbozo una sonrisa enorme haciendo que sus cachetes se sonrojaran.

— Arianne, lo siento— se disculpo, tomo una bocado de aire y dijo—: Vaya que lo hiciste bien hoy. Creo que deberías ser mi tutora— mis articulaciones se volvían locas, mi sangre corría mayor velocidad y casi olvidaba respirar.
— Gracias, seguro— me limite a decir para continuar.

Cuando salí con un atuendo casual, seguramente irradiaba alegría, el show había salido como lo esperado, Niall me dirigió la palabra después de rogárselo a todas las Estrellas fugaces que pasaban por mi ventana, Claudine y Mariane se percataron de mi momento con Niall. ¿Podría ser mejor? Por eso había catalogado esa noche como la mejor de mi vida. Y no sabía que iba a cambiar con la llegada de este chico castaño, Liam.

Apresuré el paso, papá seguía paciente con el ramo en brazos. Me eche a correr como una niñita desesperada, apenas lo tuve cerca lo estruje como nunca.

— ¿Chocolate, coco o napolitano? — preguntó.

— Puaj— hice una mueca de disgusto la cual le causo una carcajada— ¡Odio el napolitano más que nada en ésta tierra!

— Que sea de napolitano, Ari— papá era el único que tenía derecho a llamarme Ari sin recibir ningún reproche de mi parte. Nos dirigimos al coche y manejo hasta la heladería a unas cuadras del teatro donde me presenté.

Al terminar de ordenar —él de napolitano y yo de coco—, nos introdujimos en el vehículo de nuevo, esas eran las cosas favoritas de mi existencia, estar con papá. Era mi único y mejor amigo. Devoramos el helado en una sesión de segundos, el agradable sabor a coco y los trocitos de este dejaron un sabor dulce en mi paladar que disfrutaba experimentar.

Ambos recostamos nuestros asientos hasta quedar boca arriba. Abrió el quemacocos para invadir nuestra vista de un cielo estrellado, brillante y oscuro a la vez. No podía pedir nada más que estar con él, era mi confidente en la mayoría de casos, trataba de conseguir las cosas que le pedía siempre que pudiese —como unas zapatillas de ballet, edición limitada en Francia. Y quien sabe como rayos, las consiguió—, a veces conspiraba contra mamá para hacer esas pequeñas escapadas en la noche en busca de un café, hamburguesa o helado.

Mi papá era mi héroe.

— ¿Las puedes ver todas? Es que son incontables e impresionantes— susurro contemplando la brisa que nos caía de arriba. ¿”Te puedo bajar la luna si es que me lo pidieses, para demostrarte todo mi amor y lo que siento hacia ti”? ¡Cursilerías de parejas! Esa frase se me vino a la mente, la había escuchado en la TV y también en la boca de papá. Él decía que mi mamá sería dueña de la Luna y el Sol si ella lo hubiera querido, porque él los conseguiría. Y cuando estábamos a solas me repetía lo mismo: “¿La luna y el sol? Eso es un cliché tonto que Cynthia se traga, porque Ari, con la única que comparto las Estrellas es contigo”.

— ¡Claro que puedo!, ¿piensas que porque olvide las gafas no veo tremenda belleza? Te equivocas, incluso las puedo tocar— estiré la mano simulando tocar los focos enormes que encendían en el espacio, recibiendo un manotazo de su parte.

— ¿Quieres robarte mis Estrellas Ariana? ¡Pero quien te crees, Ariel! ¿cómo te llamabas? Lo olvido— jugó, papá siempre hacía combinaciones con mi nombre, no le prestaba atención. Me había prometido ganarle al menos unas de tantas peleas que teníamos por cualquier situación.

— Soy Arianne, y he venido a llevarme todo esto, ¡Muajajaja! — imité la mejor risa malvada que pude, él río e hizo que recostara la cabeza de nuevo al asiento con un bonche de cosquillas.


Mi celular vibro con un mensaje de mamá, decía que había llegado y quería que cenemos todos juntos en mi honor y la salud en buenas condiciones de la abuela, sin más preámbulos papá bufo por lo bajo para irnos.

— Ari, te voy a decir un secreto— comento inseguro.

— ¿Ajá?

— Tengo una estrella favorita. No puedes decírselo a las demás, dejarían de brillar para mi… ¿y si se lo cuentan al Sol? Me quitaría el poco calor que me brinda en las mañanas, y peor ¡¿a la Luna?! Ella le diría a tu madre… Entonces soy hombre muerto— Papá era exagerado con el universo. Posiblemente, yo ya tenía unas tuercas faltantes en mi mente antes del accidente —su accidente—. Porque papá y su demencia eran el virus más contagioso de la ciudad. Ahogué un grito sorprendida, eso estaba fuera de nuestro código, fuera de lo normal y nuestra moral de “Arianne, papá y Estrellas”.

— ¿Qué dices? No seas tan obvio, podrían enfadarse con los dos— trate de callarlo en un siseó.
— Como sea, que lo sepan. Eso, a que la Luna cobré la venganza de que no la he bajado desde que conocí a tu madre y fuimos novios…— reí a lo que dijo.

— Dilo, confiesa ese crimen ante este manto de Estrellas, serás juzgado en la corte de la tarde, donde el Sol y la Luna casi están al mismo tiempo— sentencié.

— De acuerdo, esto es duro para mí… Estrellas, lo siento. Una de ustedes me alienta a venir a ver el cielo siempre, por ella estoy aquí… y tiene la luz más hermosa de todas— explicaba disculpándose.

— Vamos, pá. Mamá nos querrá decapitar…— comenzó a cerrar el quemacocos aún sin enseñarme su Estrella favorita, no comprendí—. ¿Y? ¿cuál es? Claro, déjame en duda. Claro, deja a Arianne Shrader en duda, pronto se avecinará un tsunami en un contra…

— Ari, te la enseñé— solo crucé los brazos, alzamos los asientos y puso el carro en marcha.

Entonces lamente que papá no estuviera vivo y que mis lágrimas se gastaran hace meses, porque lo extrañaba más que nadie.

Entonces por primera vez en mucho tiempo me acorde que había un chico que me cortaba la respiración, y ni siquiera me había visitado por mi estado.

También me entraron nauseas, porque pareciese que el único amigo con el que contaba era a quien una parte mía odiaba por ser tan acaramelado y entrometido, Liam.

Recordar me apuñalaba por enfrente siempre que lo hacía. Visualicé con los ojos cerrados ese momento, aún tenía la duda, quería saber cuál era su favorita, debía envidiarla mucho. Ahora la Estrella tenía a papá allá arriba, y ellos podrían mirarme acá abajo, y tal vez ahora… yo fuese su Estrella favorita, solo tal vez.

Entonces deduje algo casi intangible.

Cuando papá cerró el quemacocos el reflejo que daba este era yo. Yo fui su favorita desde siempre, y me sentí dichosa.

— Oh Liam, ¡Yo era la Estrella favorita de papá! ¿Puedes creerlo? Es que, ¿cómo no lo noté? ¡Era yo! ¡Lo he sido todo este tiempo! — Liam hizo brincar el carro, no había hablado todo el recorrido por estar pensando, teniendo lagunas mentales, mejor dicho. Sabía que las tenía y mamá no me lo decía, podía ser peligrosa y no me lo informaba nadie, aunque de ante mano, no tenía nadie más que a mí misma.

— Anne, ¿qué pasa? Puedes contarme todo, con tranquilidad…— calmó su voz, haciendo que me tranquilizara un poco. Le conté todo lo que había soñado despierta, era muy importante para mí, pues fue el último recital donde lo vi con vida. Liam tenía una arruga en la frente para cuando acabe, estaba a punto de protestar, Liam casi me asfixiaba con el cinturón de seguridad. Idiota, no fui yo quien pidió ir al psiquiatra en su estúpido auto. Mi anécdota no pareció importarle.

— ¿Verdad que siempre fui yo? — inquirí mientras él aparcaba enfrente a mi psicólogo. Primero teníamos que pasar por mis documentos, donde decía mis estadísticas de mis no avances.

— Umm…— vamos Bambi, ignórame en todo, pero dime que era la favorita de papá— Claro que lo fuiste, es decir, bailabas y aparte tenías una luz propia para él…— continuó diciendo. Se raspo la garganta tragando saliva— De acuerdo háblame de este chico, ¿estaba en tu clase?

— ¿Quién Niall o Josh?

— Este, Niall.

— Oh, Niall era de mi grupo, fue como muy importante para mí en un tiempo, él no me noto hasta que recibí el papel principal… el cual nunca interprete porque salí de clases. Entiendes, solo porque iba a ser la bailarina más cotizada del salón, quería tenerme… no sé… algo así, él había estado saliendo con Mariane— expliqué sin comprender del todo, Niall no venía a ser espectacular en mi historia—. Tal vez por eso Mariane me odiaba, porque Niall comenzó a coquetear conmigo esos últimos días.

— ¿Y ya no lo ves?

— ¿Quieres que te consiga novio o qué? Venga Liam, puedes hacer un trío con Harry y Louis… ¿no te parece? — entoné con desagrado, no debía meter las narices donde no lo llamaban.

— Graciosa.

Salí disparada a la oficina, tenía planeado armar una escena para Liam y la secretaria, no podía olvidar que Arianne Shrader tomo consulta en ese lugar, por supuesto que no. Harry debía estar aburrido en espera de su cita, por eso había hecho que estaba durmiendo en la mañana, estando así en el mismo horario que él. Hasta que a Liam le entraron los nervios y tuvo que cagarme hasta el asiento de copiloto, porque mi madre posiblemente lo mataría, y no era tan mala idea.

El chico de los rizos iba acompañado de una muchacha mayor de edad, no podría ser su novia porque no estaban tomados de la mano y ni siquiera se dirigían la palabra.

— ¡Oh! ¡Mira quien llegó Gema! ¡La genuina Cabello Lacio! — bramo a los aires, corrí a lanzarme a su espalda en cuanto se levanto, y no tuvo más remedio que sostenerme.

— Hazza, ¿ya sabes la mala nueva?

— ¿Qué te vas? Eso no es mala noticia, ya puede ser todo este lugar mío… — baje de él y lo fulminé con la mirada.

Liam fue a hacer el papeleo con la secretaria, ella poseía unos veintitantos y no dudo en mostrar sus cualidades ante Liam, pero él estaba de cólera y la ignoro.

Con Harry nos dimos la despedida de nuestras vidas, como si significara que me había graduado en el manicomio. Me hizo prometer que a pesar de estar en otra institución, seguiríamos siendo compañeros de demencia, que yo compraría un enchinador y no una plancha, porque él odiaba mi cabello lacio. También me dio su sudadera morada, abrigándome y llevando “su esencia varonil”, en caso de cualquier acto de rebeldía que presentara Liam y tener valentía. Me presento a Gema, su hermana y ella me saludo con un gustoso abrazo, pensé que sería divertido ser su amiga.

Y todo acabo cuando Liam finalizó el papeleo, me despedí de Harry con un beso en la mejilla y de Gema con otro. Pospuse mi espectáculo para algún otro día, el psiquiatra se aburriría de mi algún día y tendría que regresar con Richard de nuevo.

(…)

— Vamos Arianne, entra, todo va a estar bien— musitó el hombrecillo con una bata ridícula. Eso lo había escuchado antes en muchas personas y no le hallaba un objetivo racional.

— Mamá dijo que Liam me acompañaría…— volteé a ver a Liam en busca de ayuda, no quería entrar sola a su consultorio. ¿Y si salía más loca de lo que ya estaba? — Vamos, tienes que venir.

— Anne, estaría contigo aquí pero allá adentro es algo… personal. — accedí refunfuñando y arrastrando los pies como si eso fuese a retrasar la sesión.

Roberto. Así se llamaba. Me saludo como mi doctor, no como mi psiquiatra. Dijo que las primeras citas iban a ser para conocerme, a mí y por lo que estaba pasando. También, que me encontraba en ese lugar para desarrollar herramientas, las cuales me ayudarían en un futuro si es que se me daban situaciones incomodas o difíciles emocionalmente. Parecía que estaba experimentando conmigo, me sentí más vulnerable que un conejillo de indias, faltaba que me comenzaran a inyectar tranquilizantes y suero.

A todo lo que decía nada más asentía, tampoco quise contarle nada. Se suponía que debían estar preparados y por eso Liam había hecho un papeleo de una hora, porque tendría que contarles mi versión del mundo si Richard pudo hacerlo. Roberto me mostro imágenes efusivamente preguntándome que significaban para mi, todas eran manchas sin formas y un venado. Pensaban que era boba, ¿o qué?

Me fastidié de sus juegos, me levanté del asiento y comencé a tocar las cosas que adornaban su escritorio y un librero enorme. Él me observo dudoso, haciendo que su mirada protegiera sus cosas de mí, como si las fuese a tirar o a desgarrar de un tirón. Venga, quería guerra y yo me aburría. Me acerque al estante, vacié todo lo que pude, haciendo caer a los libros, Roberto no pareció sorprenderse mucho y eso hizo que la sangre se me subiera a los cachetes.

— Arianne, ¿qué buscas con todo esto? ¿cómo te sientes? — tomó un lapicero y anotó algo tan rápido como pudo—. Te vamos a dar estos calmantes, si no te gusta ingerirlos puedes recibirlos de una forma más veloz en tu cuerpo…— explicó arrancando una hoja y poniéndola a mi disposición. La tomé y rompí en pedazos.

— No quiero medicamentos ni que estuviese loca.

— Los necesitas.

Mi terapia acabó, Liam tuvo que recoger una nueva receta elaborada por Roberto. Su semblante estaba triste o aburrido, no pude distinguirlo y mejor me subí al auto. No quería hablar con nadie, ¿medicamentos? Podría controlarme a mi misma si es que lo deseaba, solo que no era sí. Antes de salir, escuche a Liam pedir unas disculpas y a Roberto decir que era normal, y le habían pasado pacientes peores, yo solo era una del resto. Quise regresar y partirle la cara, por hablar de mí como si estuviese más desatada que una jauría de perros salvajes sin semanas de comer.

Liam no comentó nada, solo que no hizo avanzar para nada el carro. Quería que yo hablara.

— No me gusta este lugar, me quieren dar esos medicamentos, ¿porqué?

— Arianne, tal vez deberías poner de tu parte…— su voz estaba cortándose a cada palabra, y en realidad me afectaron. Todos me hablaban con lastima, ya me cansaba. Si tan solo Liam me hubiese dejado ahogarme, estaría en otro lugar menos en mi realidad y eso me conformaba.

— ¿Qué estás diciendo Liam?, te ves tierno pero en verdad eres cruel. Yo no dije que te metieras en mi vida… — Mi debilidad salió al aire, no me percate de que lloraba hasta que las gotas cayeron en mi boca dejando un rastro salado. Todo se derrumbaba ante mis ojos, mi cabeza daba las punzadas, me desesperé y acurruque en un costado del asiento. Parecía que el cerebro me explotaría, podría soportarlo con tal de que el dolor se fuera.

— Arianne, no es eso… es que…— titubeo. El gato le había comido la lengua al ratón y era mejor de esa manera. Me aferre a la sudadera de Harry, colocándome la capucha y despeinado mi coleta, rezando porque un milagro me rescatara de mi mente, o una pizca de fortaleza.

— Tienes mucha suerte de tener a Zayn como tu padre, y a tu madre, a toda tu familia solo aprovéchalos, Liam. — Sin más escape de ahí, no era raro que tomara el bus, lo había hecho para ir al colegio muchas veces, solo que no en esa circunstancia precaria.

Me daba miedo empezar a imaginar a papá en la parada de autobuses, porque no iba a ser él, sino mi mente. A veces ansiaba tener la fecha de mi muerte para poder hacer una cuenta regresiva como lo hacen unas chicas con los conciertos a los que asistirán.

Estaba tan vacía y furiosa, Liam me detuvo del brazo derecho y medite la idea de arrastrarme o tumbarme al suelo hasta que un camión pasara y desapareciera. Mi vestido preferido estaba arrugado, mi peinado arruinado y mi vida, peor que eso.

Le rogué a Liam con una vista piadosa, no cedió, su agarre iniciaba a lastimarme.

— Arianne, Zayn es mi mejor amigo, no mi padre… — articuló. De todas formas seguía teniendo papá, y mejor que eso, inclusive un mejor amigo a quien contarle sus vivencias y preocupaciones.

— Liam… eso no me importa —chillé. La sudadera de Harry se estropeaba, él podría enojarse conmigo—. Suéltame, mamá se enfadara si no llego a casa con un brazo— él negó con la cabeza.

La adrenalina carcomía a Liam por dentro, su ritmo cardiaco había aumentado, mis sentidos podían captarlo.

Tome a Liam de la mano, acaricié su muñeca y lo sosegó mi acción. Observe su mirada llena de picardía, sus pupilas se habían dilatado con mi inminencia, deduje algo completamente impensable y horrible, sin embargo no lo pude deducir porque Liam me atrajo hacía él para plantarme un calido abrazo.

Sentí mi sangre radioactiva, y lo acepté en mis brazos aún distraía por mi descubrimiento.

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