♡ HOLE ♡ (Arianne Shrader y Liam Payne)

Estados Unidos.

Pensilvania.

Filadelfia.

Eran muchos lugares por asimilar mientras iba en el taxi de camino a la casa de Hazza en compañía de Liam. Amaba Filadelfia mucho antes de que papá decidiera mudarse, aunque mi él hubiera muerto entre una de sus calles, no odiaba Filadelfia.

Fingía observar las casas por las que pasábamos distraídamente, de ante mano, sabía que Liam me miraba una que otra vez cerciorándose de mi presencia, ¿Y si me formulaba una de esas especulaciones suicidas que me caracterizaban y saltaba por la ventana? Podría, pero hoy iría con Styles.

Mamá lo conoció a Liam ésta mañana y le fascino la idea de que tuviese dos amigos: Hazza y Liam. Ella no tenía en cuenta lo que formulaba ya en el taxi. Cómo iba a usar a Liam por una sola vez, después de la visita a Harry podría comportarme de manera psicópata, amenazarlo de muerte, asustarlo y así hacer que se alejara de mi vida para siempre. Estaría complicado, la noche anterior me la había pasado ingeniando algún plan coherente. No funciono.

Giré del lado de Liam y le arrebaté los audífonos enormes que se cargaba, él reacciono con una mueca de desagrado a la cual no presté atención. Coloqué los aparatos en mis oídos curioseando de los gustos de Liam, sin embargo me lleve una sorpresa. Mejor dicho espanto, sonaba “I just can’t stop loving you” de Michael Jackson y lo supe por la voz combinada con la tonada y a segundos de escucharla me dolió la cabeza infernalmente. Los cantos de Michael se habían convertido en gritos, sentía que iban a descuartizar mi oreja en cualquier momento. Fulminé a Liam con la mirada y me arranqué los aparatos de un tirón.

¿Qué se creía para subir el volumen a todo dar cuando me metía sus bobos audífonos? Broma de mal gusto.

— ¿Qué tienes? — preguntó ingenuamente.

— Explícamelo tu genio, ¿crees que puedes jugar así con mi cabeza? Solo te necesito para esto y puedes largarte a donde se te pegue tu…

— Tranquila— dijo desesperadamente mostrándome su Ipod. Estaba en un mínimo volumen. Yo creía estar en un concierto de skrillex o en las puertas del infierno—. Probablemente tienes un problema auditivo, ¿te han revisado antes?

— Liam deja de meterte en mi salud. Eso y muchas cosas más no te incumben— sentencié con aire autoritario. Comprendió y volvió a su música—. Pare— ordené al conductor y nos detuvimos.

Liam quiso pagar por más que me negué. Lo hacía para enojarme o alimentar su ego, entonces decidí dejarlo pobre por esa salida. No iba a estar rogándole siempre.

— ¿Cuál de es su casa?

— No lo sé, me dijo que eran por las casas naranjas y estamos en las casas naranjas. Debe ser una de esas casas naranjas— dije. Pareció más un trabalenguas, Liam solo soltó risitas nerviosas.

— ¿Te gusta la palabra naranja?

— No lo sé Joseph. No sé nada… solo toma — le entregué el papelito que me proporciono Anne en mi cita pasada, donde decía la dirección, calle y vivienda exacta.

— Nos falta una cuadra más a lo que indica.


Caminamos derecho, me deje guiar por las palabras de Liam y si no estaba en lo correcto, buscaría una manera de vengarme después. Para mi suerte el chico fue inteligente y llegamos a una enorme casa blanca con rejas negras y los perros que estaban adentro nos ladraban fuertemente. Había perros de todos los tamaños — según lo que alcance a vislumbrar—, desde chihuahuas hasta un gran danés.


Conté siete hasta que Liam interrumpió.

— Debo de haber leído mal. Es la única casa blanca de acá— decía rascándose la cabeza y girando el papel como si le fuese a dar la respuesta indicada tenerlo a 90° más.

— No, es Harry. Seguramente es ésta— me apresuré a tocar el timbre y un chihuahua color miel salió a defender su territorio ladrando como loca, porque su moño rosa delataba su sexo. Me reí a carcajadas con esa idea, me quería matar y apenas me llegaba a los talones. Liam suspiro apático y espero a que alguien respondiera a nuestro llamado.

Desde la puerta salió Harry con los rizos desalineados, jeans, una camisa blanca y en los pies… unas pantuflas de dinosaurio. Sonreí y el corrió a abrir el portón.

— Tranquila Mulán solo es Arianne. Será tu nueva amiga — el animal se apaciguo y camino junto con Harry a recibirnos—. Eres lista, supiste encontrar mi casa.

— En realidad lo hizo Joseph. Pero puedo quedarme con los créditos— Harry me recibió con uno de sus abrazos y olí un aroma a bananas frescas. ¿Es que su jabón era de bananas? ¿o cómo?

— ¡Arianne! ¡En realidad tienes un amigo! ¡creí que lo inventabas! — ahogué una mueca e hice un ademán a Liam para que se acercase a saludar. Harry lo estrecho sin importarle y a Liam no le incomodo tanto como creí.

— Hola soy…— pauso ideando el nombre correcto— Joseph… puedes decirme Liam, es mi segundo nombre y me gusta más Liam.

— Entonces serás Liam.

Mulán se alejo junto con sus demás compañeros y me despedí de ella con un las manos diciéndole adiós.

Accedimos a la sala de Harry donde Liam y yo quedamos boquiabiertos, estaba todo bien acomodado, grande y hermoso. Había figuras de cristal, retratos de Harry desde pequeño, fotos de una muchacha castaña y de los padres de Harry, supuse. Anne también se encontraba en una que otra pared en sus tiempos jóvenes. El lugar era muy extenso, Harry nos condujo hasta su habitación.

Nada fue como lo imaginé. Pretendía encontrar un cuarto desordenado, calcetines sucios por todos lados y ropa interior en el suelo. Sin embargo, solo me tope con un muchacho que enseguida se levanto para recibirnos y nos invito de las papitas que comía.

— Soy Louis— se presentó. A diferencia de Harry nos saludo como una persona común, encendió la televisión y miro al rizado—. ¿Qué películas tienes?

— Yo que sé, Gemma controla todo. Gemma se ha robado todas mis películas ¡Incluyendo la de Bambi! ¿Entiendes? — se altero.

Bambi. No lo hubiese pensado nunca. Bambi. Liam era Bambi, tenía sus ojos y su mirada encantadora que me provocaban nauseas.

— Liam— le susurré al oído— ¿la mamá de Bambi también es tu mamá?

— ¿Eh?

— Si. ¿No eres un venadito? Yo podría ser Tambor, él es fabuloso. Vamos dime que eres Bambi lo he analizado mucho y tienes sus ojos.

— Soy Bambi, Arianne— musitó con cansancio y con miedo a que perdiera los estribos al igual que mi amigo, acarició mi cabello y me estremecí al contacto. Pues no me faltaban tantas cuerdas como a Harry.

Louis calmo a Harry sacando de sus pertenencias una película de terror. Al parecer a Hazza le fascino la idea yendo por más palomitas y comida chatarra.

— ¿Están de acuerdo con ésta? — enseñó la portada de la película. Odiaba ver cosas de terror, en las noches no podía pegar los ojos aunque rezara, leyera la biblia en voz alta o durmiera con alguien. Papá era el único que lograba eso con su calor y ya no lo tenía más.

— Por mi esta perfecto— inquirió Liam con rapidez. ¿Qué hacía yo con tres chicos?, o al menos dos y un demente.

— Pues… — comencé cuando Harry entro de manos llenas y corrimos a ayudarlo con bebidas y más papas.

The house at the end of the street, genial.

Tomé asiento a lado de Liam tratándome de distraerme comiendo o admirando las cuatro paredes que nos encerraban. Harry y Louis, o Larry como preferí llamarlos, se encontraban tirados en el suelo compartiendo un bote de palomitas y viendo la película atentamente.

Aunque no quisiese ver qué pasaba col personaje principal me desprendía interés.

Afirmativo, no tendría sueño o intenciones de dormir por las próximas semanas. Y eso no importaba ahora que disfrutaba un poco de la compañía de Larry y Liam.


(…)

Llegamos al fraccionamiento con vida.

Le había rogado a Liam regresar en un bus público para así ahorrarnos dinero. Él no conto con que me gustaba pararme mientras el camión andaba y tuvo que sostenerme de la cintura para que no cayera. Se tomo enserio el “me la cuidas mucho” de mi mamá.

— Liam gracias por ayudarme. Creo que Larry te cayó bien — dije a principios de mi calle. Solo deseaba que Liam se marchará a su casa y acabar con todo de una buena vez.

— De nada Arianne, ¿te llevo a casa? — negué con la cabeza. Era cuando debía decirle algo para que dejase de hablarme—. No me cuesta nada y no queda nada lejos, vamos.

Le seguí el paso inconscientemente, si ya no íbamos a ser “amigos” o conocidos, debía sacarme las dudas que me atormentaban.

— Liam, ¿por qué me sacaste la otra vez? Sé que debería decirte gracias. Pero no quiero mentirte, porque no estoy agradecida.

— Fue solo un impulso— titubeo. Revisó en su teléfono la hora y no encontró nada más que decir.
— Perfecto. Listo. Estoy sana y salva, mamá te querrá dar un premio.

Abrí la puerta estruendosamente para que mamá notara que llegue a la hora que lo índico, justo antes de la cena. Liam se retiró cabizbajo escuchando más de su música en sus aburridos audífonos.

— ¡Máaaaaaa! — grité.

Ella salió de la sala con un papel arrugado y los ojos inyectados en sangre, estaba de cólera. “¿Ahora que hice?”

— Arianne. ¡Esto no debiste ocultarlo! Me guardaste una receta médica, tienes que tomar estos tranquilizantes. ¿No lo entiendes? ¿Crees que todo es fácil para mí? —sus palabras dolían, mas eran peor los bramidos que soltaba. Retumbaban mi cabeza repetitivamente, martillaban mis sienes y deje de escucharla.

El sonido se distorsionaba, mis ojos comenzaron a moverse rápido y mi respiración a agitarse. Mis ideas suicidas regresaron de nuevo, una a una. Detestaba los gritos, me lastimaban los oídos y la cabeza al mismo tiempo.

Mamá se disculpo conmigo en una cara triste. Pero yo sabía que mis problemas iban más allá de los familiares y mentales. Físicamente me sentía exhausta y de cuerpo cortado.

— Anne, irás con un psiquiatra. Él te va ayudar a curarte mejor, ya verás… — decía mamá acariciándome el rostro y velando mi sueño. No quería que me dejara sola, tenía miedo por la película y por mí.

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Era uno de esos días fatigantes sin tener que serlos. Porque me levantaba y prácticamente no hacía nada en todo las horas que restaban hasta la noche, las únicas veces que me ocupada en la semana eran lunes y sábados: lunes dedicados al psicólogo y sábados para acompañar a mamá por unas compras como despensa o lo que se presentase.

Y hoy era viernes, sería algo largo, aunque podría leer algún libro que encontrara en el antiguo despacho de papá.

Mamá me había explicado que debía acudir a un psiquiatra, donde recibiría un trato más especial, me negué a todo momento, eso significaba que dejaría de ver a Richard y lo peor, no podría hacer bromas pesadas a la secretaria de la sala de espera junto con Harry. Me dolía mas la parte de no estar con Hazza, porque después de todo resulto ser un amigo confiable. ¿Y si no encontraba otro demente como él? Atemorizaba el solo imaginármelo.

Estiré los dedos de los pies haciendo que tronaran. Desde mi ventana noté que había llovido la noche pasada, sin embargo, dormí cómodamente y no escuché ningún trueno por el cual alarmarme. Ya estaba pensando hacer algo productivo con mi vida, tan siquiera tomar unas clases extras, como otro idioma, cocina o lo que fuese siempre y cuando beneficiara a mamá también. Y claro que lo iba a hacer, porque mantendría mi mente ocupada.

Decidí peinar mi rebelde cabello negro que caía casi a mi cintura, me fastidio finalmente y lo deje en una coleta como la mayoría de tiempo. No debía prepararme el desayuno si tenía la suerte de que mamá estuviese de buenas esa mañana.

Bajé en pijama observando las carreras que se daban las gotas en los ventanales que adornaban las escaleras, últimamente me reía de todo, y de ver como una facción de agua le ganaba a otra, solté unas carcajadas llamando la atención de mamá. Me paso la idea enfermiza por la cabeza de llamar a Liam, solo para animarme un poco. La descarté rápidamente, eso era ilegal en mi código de Arianne.

¿Y si llamaba a alguna amiga de la preparatoria? Podría, si es que me queda alguna o al menos si hubiese una persona capaz de soportarme algo más de un segundo.

De pronto me entraban las ansias, porque mi cerebro se saturaba de todas las posibilidades e inseguridades que me pasaban por las neuronas haciendo un choque terrible y estrellándose en mi sistema nervioso. ¿Qué nunca iba a acabar la condena de tener que soportarme a mi misma? Sacudí la cabeza, mejor tomando el desayuno. Mamá ya levantaba lo que había consumido ella, no me enoje por no esperarme pues ya eran las once de la mañana y si yo me levantase temprano a ordenar la casa como lo hizo, no me hubiese aguantado el hambre y las tripas crujiendo cada rato. Empalagué mi interior gozando de un pan tostado y litros de jugo de naranja. Al fin y al cabo, no podía ocupar mi tiempo en nada más.

Mamá interrumpió mi merienda con otro de sus discursos saludables y pensé en comentarle que pudiese hacer una buena amistad con Liam, ambos hablaban sin dejar dar una opinión y se callaban cuando se percataban de que yo nunca prestaba atención, porque me da lo mismo. Así mi padre viviera y gozara del mismo aire que me inunda los pulmones, no me hubiese importado ni en lo más mínimo. He pasado mis cursos con la ayuda de las guías que nos brindaban y así planeo hacerlo en el próximo semestre. Mamá se dio cuenta de lo ocurrido y me sorprendió con que iría a ver las bases de su trabajo, ella laboraba en una imprenta, era diseñadora gráfica y no la culpo de regresar a su más grande pasión luego de papá y yo. Como solo quedaba yo y podía empezar a cuidarme sola, me informo que tenía una cita con su ex jefe, para retomar su trabajo. Lo único que pude hacer fue desearle mucha suerte y recoger los restos que deje.

Ni siquiera tenía un perro que me hiciera compañía en el aburrimiento, vida y muerte. La casa estaba sola, mi mente empezaba a crear escenas espeluznantes de la película que había visto gustosa la otra vez con Liam y Larry. Podría correr del miedo, pero nunca de mi extravagante manera de crear cosas. Comenzaba a convertirme en una innata y eso me asustaba más que nada. Sin educación, tareas o vida social.

Así que me di un baño lo más rápido que pude e inclusive hice parecer mi atuendo decente, busqué mis viejos lentes con graduación, escabulléndome en la oficina de papá. Se me ponía la piel de gallina de oler su perfume dispersado en el lugar, entonces se sentía como si me pudiese descubrir en su propiedad y me regañara por meter las narices donde no debía. Obviamente, él nunca entro a llamarme la atención y como sea que fuese, huí con un libro enorme entre mis brazos. Era su favorito, jamás me explico el porqué y más me valía encontrarlo.

Encajé el racimo de llaves en mis pantalones, saliendo de la casa en dirección a la alberca. Un poco de libertad tal vez lograse tranquilizarme. Mamá me compro unos medicamentos, que más bien eran calmantes, no me obligo a tomarlos porque fue ingeniosa colocándolos en mi jugo. No proteste, la traía quieta mi buen comportamiento, y si regresaba a trabajar, nuestra economía podría estar más que estable. Llegando al lugar no tuve tiempo de desear que Liam no andará por allí, leyendo sus estúpidos libros para mantenerse informado de lo que ocurre alrededor del mundo o la paz mundial que no conseguiremos ni poniendo el universo de cabeza y los ovnis nos mandaran un contrato garantizando prosperidad.

Abrí el libro ya sentada en una camilla playera, la sombra de una palmera me ayudo con la vista y usar mis lentes me hacía ser yo nuevamente. El texto se titulaba “Gregor y la profecía del Gris”, relataba a un niño que vivía en la Gran Manzana, en busca de su padre, podría pretender ser él para un intento de diversión, no me llamaba tanto la atención, quedé a medias. Unos pasos se acercaban al lugar, si me quisiesen hacer daño, tendría la pasta dura del libro para defenderme o mis uñas.

Demonios.

— Arianne, ¿qué haces acá?

— Liam.

— ¿Quisiste experimentar un poco de la vida cotidiana? — pregunto al tiempo que se extraía los audífonos de sus oídos. Dependía de un aparato como ese, hubiese querido estar en la misma situación. En cambio, si yo empeoraba, me meterían a una maquina que controlase mi cabeza, o quitase mi manera de sentir—. ¿O esperabas encontrarme? — Liam no lo decía de mala manera, aunque tenía algo en especial que me hacía maldecirlo por su carismática forma de expresarse.

— No, es solo que quise empezar una investigación. De si los rizos de Harry crecerían si se los rapase o cuando se enchinan más ¿invierno o verano? — Liam solo ahogó una mueca que me causo gracia.
— Podrías cortárselos, si quisieras, ¿no? — inquirió a punto de retomar su camino.

— ¡No! ¡Claro que no! ¡Louis me quemaría en una hoguera! ¡Peor tantito! ¡me enterraría viva y yo me despellejaría sola con las garras que me saldrían con la desesperación! — exclamé. No sabía de dónde sacaba eso de poder lograr esa gran hazaña. Si lo intentaba, tal vez resucitarían los muertos, porque todos adoran el cabello de Hazza—. ¿Por qué lo dices?

— Porque eres muy intima con él…— fue la primera vez que vi a Bambi fruncir el ceño y fulminarme con la mirada, solo reí y me atraje el pesado libro para marcharme lo más pronto que fuese posible.
— Ni en sueños, preferiría que mantuviera una relación secreta con Louis y se convirtiesen en homosexuales sin remedio— Liam sonrió satisfactoriamente. Me percaté de que no iba en una ropa común, si no que en su uniforme escolar y cargaba una mochila, ¡Puaj!, venía del colegio.

— ¿Qué te cargas, Arianne? ¿retomarás tus clases? — pareció entusiasmarle e internamente y con honestidad, a mí también me emocionaría regresar a la Arianne estudiosa que solía ser.

— No, te digo que es para mí investigación.

— Claro. ¿Quieres que te ayude en algo? ¡Soy libre! Hoy fue mi último día— idiota, ¿cómo pretendía que regresará a la escuela si él recién salía?

— Puedo hacerlo por mi cuenta, gracias.

— Arianne, tienes una deuda pendiente conmigo—Rayos, se me olvidó darle las galletas de coco y tendría que pagar mi torpeza.

— Vamos a mi casa tengo que dejar esto, y te pago con lo que quieras menos con dinero y galletas, tendrán que esperar… mamá va a estar ocupada y no me dejo con los bolsillos llenos de pelusas.
Liam parloteaba las buenas calificaciones que sacó en sus exámenes finales, realmente era bueno. Por eso le caía bien a mamá.

Lo deje subir hasta mi cuarto en cuanto llegamos, no tenía nada que esconder y mis cosas privadas estaban guardadas en mi ropero, justo donde escondería a Greg y sus aventuras en las alcantarillas de Nueva York.

Liam quedo pasmado con las zapatillas de ballet que colgaban en una tabla adherida a mi pared. No estaban de adorno, era más que real que las había usado. Todavía tenía los pies lastimados y flexibles. Lo ausente eran mis ganas por retomar la danza y difícilmente regresarían.
Bailaría con un milagro.

— ¿Ballet?

— Si, antes era más productiva.

— Veo que en realidad lo eras, Anne— palpo una de las cinco medallas que adornaban mi tocador, las adquiría en las competencias que me asignaban, cuando me parecía lo más entretenido del mundo.

— Sí, eso creo.

Liam prosiguió probando todos los perfumes que estaban a su vista. La mayoría me los daba papá cuando sacaba buenas notas y si hubiese conocido a Liam antes para orientarme, podría tener una perfumería.

— ¿Él es tu papá? — preguntó cuando vio una foto de papá y yo junto con mi diploma del año pasado, fue mi mejor año académicamente y papá lo celebro a mi lado. Fue la fecha en que asistió también a mi último recital.

— Si, él murió hace poco y se me ha hecho muy difícil desde entonces…— suavicé mi tono y a la vez las cosas, no quería que Liam se sintiera mal por mí, eso ya lo habían hecho muchas personas más. Y no era agradable.
— Oh— musitó. Se aclaro la garganta para librar lo incómodo, entendería porque me enfade con él aquel día que me saco del agua, o al menos una parte de ello—. ¿Nos vamos? — asentí y salimos de mi habitación con pinta de niña de 12, su tono era un rosa pálido, abominable. Me hacía falta, algo más de mi edad. Lo discutiría con mamá luego, hasta ella crearía algo mejor de lo que tenía, con su astuta forma de maquinar buenas decoraciones.

La casa de Liam solo estaba a una calle más de la mía, no fue pesado llegar. En su puerta había un tapete de “hogar dulce hogar”, me gusto tanto que pensé en escabullirme para robarlo algún otro día, el mío solo rezaba “bienvenidos” y nadie nos iba a visitar, ¿porqué ponerlo para la gente que viene a cobrar la renta y no para nosotras que habitamos la casa? Patético.

La madre de Liam cocinaba un estofado que olía con demasiado bien, la salude y no se extraño de que Liam trajese una muchacha a la casa, eso me hizo deducir sobre las amistades de él o sus novias. Si Liam tuviese novia y ella me viera con él me propinaría unos buenos golpes y la que saldría lastimada no sería yo, me auxiliaría de mis instintos salvajes.

Liam fue a cambiarse la facha de colegio por algo más cómodo, según él. Entonces me dediqué a examinar su sala y también las verduras que hecho su madre en la comida, porque le tendría que dar a mamá esa receta.


(…)


— Arianne, ¿estás segura? — iban unas mil veces desde que había dicho lo mismo.

— ¡Qué sí! Solo por un minuto, Liam— le entregue las llaves de su auto para que manejase a una velocidad considerable que hiciera agitar mi cabello en el aire, papá me complacía siempre con eso, me emocionaba probar las partículas agitándose y tener la música de todo volumen, sin embargo, admitiría eso por hoy, si no mi cráneo se rompería en dos pedazos.

— No… mejor podríamos ver una película, o ir por Harry— paro en un caminito que llevaba a su puerta principal. Ya casi lo convencía.

— Liam, dijiste que querías ayudarme y necesito esto —lo empuje de las espaldas pero él puso rígido el cuerpo, lo intenté de nuevo hasta moverlo unos centímetros de triunfo.

— Arianne, ¿y si te lastimas?

— Vamos no seas un cobarde, no voy a hacer nada fuera del lugar. Doy mi palabra, ¿Ok? — eso tampoco funciono.

Me tumbe en su acera, expandí mi cabello a mi alrededor y me dispuse a mirar las nubes hasta que Liam decidiera tomar el carro y ponerlo a andar.

— Y no vuelvas a decir mi nombre porque provocarás que lo cambie próximamente— bramé.

— ¿te quedarás allí derrumbada? Sabes, Zayn puede venir y te va a quitar sin que quieras— me valía ese tal Zayn. Si era su papá me arrimaría para que entrase a su hogar y seguiría en mi huelga—. Créeme, Malik te va a sacar de las casillas que te quedan.

— Porque tú no puedes, estúpido Bambi.

— Olvídalo, sube al auto, si mueres voy a matar a Harry para que te acompañe en tu calvario y no puedas descansar en paz — sonaba amenazador y con adrenalina en las venas. Tal vez, sus rizos de oro se habían oscurecido con el cielo nublado de la mañana.

Explotar a Liam fue un buen paso. Saqué el rostro por la ventana, la brisa me salpico los ojos cerrados y aspire el frescor del clima. Salió del fraccionamiento, donde quiera que me llevase me sentiría feliz porque respirar abiertamente me hacía recordar a papá. Si Liam Payne sentía lastima por la chica sin padre no debía hacerlo, finalmente papá estaba conmigo en ese momento y lo estaría hasta la eternidad.

— ¿Piensas secuestrarme para cortarme en pedazos y luego degollar a Harry? Pues déjame decirte que, Louis te mataría luego.

— Louis también estaría en mis planes, no soy tan inocente— dijo aparcando en la antigua fábrica, era un tipo de almacén donde a veces hacían ventas de garaje, entre semana estaba libre para el público en general. Por poco borraba su existencia en mi mente—. Te voy a enseñar a patinar y recuperaremos el tiempo perdido de escuela.

— Excelente, veamos que logras Bambi Payne.

Liam sacó de su cajuela su patineta, se la quité de un jalón y la monte. Tras varias explicaciones del castaño entendí un poco, presumía de trucos y lo fácil que se le hacía. Puaj.

Iba a hacer otro de sus saltos, cuando escuché con atención su corazón, palpitaba a punto de salirse, tanto que me aterrorizo.

— ¿Te sientes bien? Pareciera que recibes electroshocks— inquirí arruinando su concentración. Me acerqué a él al punto de ponerle la mano en su pecho, lo percibí tranquilo con el tacto, solo que mis oídos escuchaban caballos desbocados corriendo al ritmo de su pulso.

— Si, ¿qué tienes? — sus pulmones inhalaban agitadamente, pude oír como sus pulmones hacían el trabajo del proceso de respiración. No me lo explicaba, si no fuese de una forma irracional.

— Tú estás muy acelerado, tranquilo.

— Arianne, estoy bien— las aves que volaban por arriba nuestro también aportaron el agitar de sus alas a mis oídos. Era fascinante y horrible—. ¿quieres irte?

— No, tienes que oír esto… Cierra los ojos y abre tu mente— Liam bajo de su patineta dudoso, hizo caso a mis indicaciones aunque no se asombro tanto como yo.

— ¿Qué es?

— Tú, tienes toda una máquina dentro de ti. Tu corazón va a estallar, tu sangre bombea anormalmente…

Liam nunca logro escuchar como yo lo había hecho. Como la noche comenzaba a caer, debía llegar a casa entera, me adentre al asiento del copiloto sintiendo como mi celular vibraba de mi bolsillo derecho. Era un mensaje de mamá:

“Anne, no vayas a salir… en cualquier momento podrías acabar rendida”

Y ciertamente, ya estaba muy cansada. La vista se me nublo y Liam encendió el aire acondicionado para que callera en un profundo sueño.

Las medicinas me cayeron de golpe.


(…)


Me tope con los ojos chocolate de Liam y también con los ceniza de mamá al despertar. El cielo estaba empapado de estrellas, ya era noche. Fue como teletransportarme, porque estaba cómodamente recostada en el sillón de mi sala de estar.

— Las galletas de coco— ambos rieron. ¿Había dormido tanto para que se hiciesen mejores amigos de la vida?

— Anne, dormiste un par de horas y Liam te espero— me alegraba ver a mamá contenta, aunque me sentía como una tonta por descansar tanto.

— Vale.

— Anne, mañana tienes tu primera cita con el psiquiatra y tu amigo se ofreció a llevarte…. ¿estás de acuerdo?

Creía que el psiquiatra no llegaría pronto y mucho menos que Liam se entrometería, de nuevo.