Superhuman |Harry Styles| -Terminada-

Amanda regresó del estudio fotográfico después de comprobar unas cuantas cosas. En su departamento creyó oír voces y risas, entre ellas la de su hermano, por lo que entró tranquilamente, sin asustar a nadie y comprobó que no se había equivocado.
En la mesa del comedor estaba Jake con una chica, arriba de la mesa había carpetas y hojas desparramadas alrededor. Dos mochilas estaban ubicadas en dos sillas, y ellos solos, hablando, quien sabe de qué.
Amy la observó. Era delgada, sus ojos eran de color marrón claro como la miel, el pelo era de color negro, con ondas que cubría toda su cabellera. Jake la vio, sonriéndole.
- Hermanita, te presento a Malú, Malú, ella es Amy.
- Por fin te conozco, un gusto Malú –dijo, entregándole su mano para saludarla. Ella se paró de repente, y notó que su estatura normal, con ropa muy coqueta.
- El gusto es mío –dijo ella, devolviéndole el saludo.
- Sigan trabajando. Ignoren mi presencia. –dijo Amy, dirigiéndose a su habitación para dejar sus cosas.
Volvió a la cocina, para alimentarse. Era la hora de la merienda, y su cuerpo lo supo. Le pedía comida a gritos, como todos los días. Se preparó una mini comida, terminándolo rápido para refugiarse en su habitación para seguir mirando la maratón de Friends. Le encantaba esa serie. Amaba la química entre los personajes, parecían amigos de verdad, y es que lo eran. No podía decidirse por su personaje favorito, pero la balanza inclinaba a Chandler. Estaba completamente e irrevocablemente enamorada de ese personaje.
No se dio cuenta de que las horas iban pasando, estaba demasiado distraída riéndose por cada línea de los diálogos, esa serie era la mejor terapia. Si bien se había visto todas las temporadas completas, siempre los volvía a ver una y otra vez, nunca se cansaría de hacerlo.
Terminó la maratón y apagó la televisión. Estaba recordando algunas escenas, que ya las tiene memorizadas, cuando su hermano apareció por la puerta.
- Hola –le dijo, sonriéndole como lo hace siempre
- Hola chiquito. ¿Qué tal el trabajo? ¿Lo terminaron?
- Ella lo terminará en su casa, luego me lo pasará para que lo imprima.
- Parece simpática, aunque la vi un poco tímida.
- Si la conoces de fondo, es una buena persona.
- Confío en que lo sepas vos. Son tus amistades, no las mías –lo miró de soslayo- ¿Te gusta Malú?
- Suena tonto… pero sí –admitió, ruborizándose.
- Estás creciendo, eso es lo que pasa. Y enamorarse…
- Me gusta, no estoy enamorado.
- Terco como la hermana, que bonito eh.
- Sin comentarios. ¿Saldrás esta noche?
- Sí. Louis me invitó al bar a verlos de nuevo y después saldremos a distraer a Harry. Le pedí al vecino que estuviera al tanto contigo.
- Bien. Ve y disfruta. Eres joven todavía.
- ¿Qué pasó? ¿Te convertiste en filósofo ahora? –dijo con sarcasmo, y luego rió, abrazándolo.
-Tonta –es lo único que le respondió al devolverle el abrazo.

Se bañó y se alistó. Se puso unos jeans rasgados por todas partes, sus zapatos con taco en forma de corcho –los únicos que se permitía usar, que eran más cómodos y estaba acostumbrada-, una remera estampada con la cara de una mujer en color gris. Se maquilló, dejando ver parte de su cara natural.
Milagros la pasaba a buscar para ir juntas al bar que cantarían hoy. Se aseguró de darle todos los consejos a su hermano sobre su cuidado, y de que el vecino le haría ese favor, como lo hizo desde que ellos se mudaron aquí.
- ¡Mírate chica, estás para matar! –exclamó su amiga, antes de subirse al auto.
- Gracias. Y vos no te quedás atrás, bien que querés impresionar al rubio –le comentó, riéndose. Ella se había puesto un vestido celeste que daba con el color de su piel, llevaba su pelo suelto, agarrándose lo que era su flequillo con unos clips. Sus ojos tenían unas sombras del mismo color que el vestido con iluminación, llevando delineador y máscara de pestañas puesta.
Llegaron al bar y se encontraron con los cinco, acompañados de tres mujeres. Las chicas recién llegadas los observaron bien, con una sonrisa. Louis se adelantó, abrazando a Amanda de forma cálida, como un hermano sobreprotector, como siempre lo fue. Saludó a Mili efusivamente, pero a ésta no le importo, estaba demasiado encariñada con el rubio.
- Ven Amy, te presento a mi novia, Eleanor. Eli, ella es Amy –le dijo, presentando a una chica delgada, con el pelo marrón ondulado, sus ojos oscuros, llevando un vestido blanco strapples y que le llegaba hasta las rodillas, con zapatos plateados. La saludó cariñosamente, y Amy le devolvió el saludo de la misma manera. Le había caído bien de entrada.
- Amy, al fin te conozco. Louis me habló mucho de ti –dijo, tomándole las manos
- Espero que sean cosas buenas –comentó, dándole un poco de humor a la noche. Todos los que estaban presentes rieron ante el comentario.
- Tranquila, son cosas buenas, te lo aseguro –dijo Harry, guiñándole el ojo. Amy rió, tranquilizándole.
- Ella es Danielle, la novia de nuestro pelado, Liam –prosiguió Louis, llevándose un golpe de parte de este último. La saludó de la misma forma que a Eleanor. Ella era castaña, llevaba el pelo planchado, y también era delgada. La miró de pies a cabeza disimuladamente, observando sus jeans negros, sus zapatos del mismo color y su remera blanca.
- Y finalmente, Amy, ella es mi novia, Perrie –presentó el morocho, sonriéndole cálidamente. Miró a la chica, quien llevaba su mano entrelazada con él. Llevaba el pelo azulado, exceso de maquillaje y aún estaba perfecta. Ella estaba más simple, su remera era la de una banda reconocida, sus jeans y con zapatillas. Se había hecho un rodete en la cabeza.
- Un gusto Perrie. Juraría que te conozco de algún lado –le saludó, dudosa, tratando de acordarse si en verdad la conocía
- ¿Little Mix? -pronunció Perrie
- ¡Little Mix! – exclamó Milagros, quién volvió de su conversación de ensueño – Escucho su música, es tan genial.
- Gracias –agradeció modestamente. Se notaba que era tímida y que no la tenía creída – Creo que nos hemos visto en alguna fiesta, donde has estado fotografiando –dijo, dirigiéndose a Amanda.
- Sí… puede ser.

Horas más tarde, se encontraban todas las chicas sentadas, mirando a los chicos arriba del escenario. Cada uno le dedicaba una mirada a su chica, por lo que Harry se sintió incómodo. Sabía que tarde o temprano iba a mirarla, no le quedaba otra. Terminaba una canción y empezaba otra.

Esta canción la había escrito brevemente, pensando en ella inconscientemente. Lo mismo le pasó en ese momento. Al pronunciar cada letra del estribillo, la miraba fijamente, intimidándola.
Por fin lo admitió… le estaba diciendo a través de una canción y de su mirada que está verdaderamente, locamente, loco y profundamente enamorado de ella. Había caído en las redes del amor, una vez más.