Superhuman |Harry Styles| -Terminada-

Amanda volvió al departamento cansada. Solo pensaba en poder llegar bien a la cama. El auto quedó en el estacionamiento, mientras que ella subía a medias por el ascensor. Bostezaba a cada dos minutos, se le notaba que estaba agotada en los ojos. Sacó las llaves de su cartera y abrió como pudo la puerta, intentando no hacer ruido para no despertar a Jake. Misión cumplida.
Dejó la cartera y su cámara en el sillón, mientras que observó que todo en el departamento estuviese en orden. Se aseguró de que Jake haya lavado los platos y los haya puesto para secar. Había subestimado mucho a su hermano. Para la próxima, podía confiar en él.
Se quitó los zapatos. Le mataban, aunque no tenían tacos –ella los odiaba-. Caminó a tientas hacía el baño, para hacer sus necesidades y cepillarse los dientes. Notó sus ojos demacrados, menos mal que ya era domingo y no tenía ningún plan. Podría dormir una hora más. Lejos de pensar en eso, se hizo un rodete y con una gomita de pelo lo sujetó. Bien firme.
Antes de ir a su habitación, pasó por la de su hermano. La puerta estaba abierta unos centímetros. Se acercó sigilosamente hacía su cama, y lo vió. Durmiendo como un ángel. Como siempre lo fue. Siempre se olvida de apagar la televisión. Sintió deseos de maldecirlo, pero no podía. No quería despertarlo. No ahora.
Lo apagó, para luego acariciarle la frente. Le dio un beso allí. Jake se movió. Abrió los ojos y comprobó que era su hermana quien estaba a su lado. Murmuró algo, inaudible, solo Amy podría haberlo entendido.
-¿Amy?
-Si, Jake, he llegado. Duérmete. Te quiero.
Amanda creyó escuchar un yo también. Si no fuera porque está dormido, le habría hablado bien. Lo podía haberlo entendido. Lo arropó con la frazada y se fue, dejándolo dormir. Y quizás ya estaba en su quinto sueño. Para él siempre fue fácil dormir.
Cinco pasos y por fin llegaba a su cuarto. Abrió y cerró la puerta. Se fue desvistiendo en el camino, dejando la ropa en una silla –cuando tuviese energía lo acomodaría-; agarró su remera favorita, la de Ramones, colocándose tambien un short. Ese era su pijama: ropa cualquiera.
Se arrastró a la cama desde la punta, se arropó hasta que entró en calor. No podía mantener los ojos abiertos por mucho tiempo. Apagó su velador, quedando la pieza a oscuras.
Amanda vio su sonrisa. Y durmió pensando en ella.


Harry no pudo escapar a su cuarto hasta que todos se hubieran ido. Los chicos fueron los últimos en irse, puesto a que estaban esperando a que Amy terminara su trabajo. Louis se aseguraría de que ella llegara sana y salva a su departamento, pero Amanda se negó. Le dijo que ella tenía su propio auto para volver.
Estaban todos en la puerta –los únicos que quedaban disponibles-, los invitados ya se habían retirado dando por finalizada la velada, y Amy se quedó hablando con su madre, quien estaba con Gemma a su lado. Por lo que Harry pudo escuchar que quedaron en verse de nuevo, tal vez para que le diera el CD de la que había comentado.
Amy se despidió de todos, con esa sonrisa característica de ella. Salvo que se notaba que estaba cansada. Sus ojos demacrados. Pero igual, se mantenía firme. Los chicos también quedaron en volverse a ver, tal vez en alguna plaza o qué. Estos últimos, se fueron después de que la chica arrancara su auto en el sentido contrario. La vieron desaparecer en la esquina, en la cual doblaba.
Cuando entró, saludó a su madre –preguntando por su padre, quien ya estaba en su cama- y a su hermana. Se dirigió finalmente a su cuarto, no sin antes pasar por el baño. De repente, le vino todo el sueño encima. Necesitaba la cama y su almohada urgente, o si no desmayaba ahí mismo… Exageradamente hablando, obviamente.
Al llegar a su habitación –¡por fin!- sacó de su bolsillo de su jean su celular, para luego quitarse toda la ropa hasta quedarse en bóxer, como siempre dormía más comodo. Colocó la ropa en una silla y se volvió a la cama. En el piso se veía un papel rectangular.
Dormido, la levantó. Vio en ella el nombre de Amanda, junto a sus teléfonos. Recordó la pequeña conversación que tuvo con ella, las fotos que ella le tomó sin haberle avisado… Si no le prestaba atención, no habría notado lo divertida que era. Sostuvo el papel en su mano, sonriendo como idiota, mirando al vacío.
A la última vez que bostezó, abrió el cajón de su mesa ratona y colocó la tarjeta allí. Era un cajón con pertenencias importantes. Y supongo que eso era mínimo. Se acostó, poniéndose la cabeza en la almohada pesadamente, y con vagancia, apagó la luz, cerrando los ojos, cayendo en el alma de los sueños.