Sólo somo la luna y yo.

El mensaje de la misteriosa nota me cae como balde de agua fría. Debe haberla enviado Nick quién estoy segura, no sospecha en lo más mínimo que yo sé que le gusto. Una parte de mí se derrite ante un gesto tan dulce, pero otra parte se enoja por su cobardía. No me gusta la gente que se da con muchos rodeos, si te gusta alguien díselo y punto, nunca sabrás si esa persona te corresponde si no le demuestras lo que sientes. Alejo estos pensamientos de mi mente y con paso firme avanzo hacia mi clase y entro sin la menor preocupación al ver que Nick no se encuentra en el aula. La clase empieza con la arrastrada voz del señor Fogg hablando sobre la revolución francesa pero no presto ni la más mínima atención, ése profesor es la cosa más vieja y aburrida del planeta, siento sueño con tan sólo escuchar el “Buenos días estudiantes” cada lunes. Tanto la excursión como mi cumpleaños son el miércoles, y a diferencia del resto de la población femenina no quiero una gran fiesta de “Dulces Dieciséis” se me hace aburrido y un gasto innecesario. Para este cumpleaños específico yo quería mudarme a Nueva York, ya saben, experimentar la vida por primera vez, pero en éste momento no puedo hacerlo, no cuando mamá está luchando por la casa.
La campana me saca de mis pensamientos y me anuncia que es hora del almuerzo. Usualmente almuerzo afuera bajo un árbol, me gusta estar cerca de la naturaleza y de éste modo nadie molesta, nadie se acerca. Me levanto y me dirijo a la cafetería para comprar un sándwich de jamón y una soda de naranja, en una mesa cercana veo a Nick con sus compañeros de football todos con una brutal hamburguesa frente a ellos. Al dirigirme a la salida pude sentir en mi nuca su mirada, me giré y efectivamente tenía sus ojos color marrón clavados en mí, sin embargo seguí caminando, “es un cobarde” repetí en mi mente. Ni siquiera sé por qué me importa, es atractivo pero nunca ha hecho algo para merecer mi respeto o aprecio, toda mi vida él ha sido un chico más y siempre pensé que había sido lo mismo o nada para él. Me siento bajo el árbol y como con la brisa revolviéndome el cabello, adoro el clima de éste lugar, siempre es tan puro y fresco que me hace olvidar que estoy rodeada de ficción. Una pluma cae en mi hombro de repente y me hace cosquillas en el cuello, la tomo y me maravillo de lo hermosa que es: de un color azul marino, de unos 5 cm y con la punta de la raíz de color dorado. Nuca había visto algo igual ni un ave con un plumaje tan hermoso, miro hacia el cielo pero no veo absolutamente nada, la misteriosa pluma parece haber sido puesta de la nada y no me importa, es hermosa.
El resto del día pasa aburrido y me devuelvo a casa con un genio de perros. Voy en patineta y al acelerar siento que me arrancan un cabello fuertemente y cuando me detengo a mirar veo otra hermosa pluma azul marino tirada sobre el asfalto. Llego a casa caminando con las dos plumas en mis manos y la patineta bajo el brazo.
- ¡Ya llegué! – como idiotizada me senté en un sofá viendo las plumas en mis manos
- Hola Lyla… - mi madre se quedó parada en la puerta con una expresión de sorpresa mirando fijamente las plumas en mis manos - ¿De… dónde las… sacaste?
- Las encontré durante el día ¿sabes de qué ave son? Son muy bellas – su rostro se mostró tenso y noté como empezó a juguetear con sus dedos
- Pero claro que no, que voy a saber yo de pájaros. – soltó una risita nerviosa y tomó su bolso como si buscara algo – tengo que salir, nos vemos al rato
Dicho esto se acercó, besó mi frente y se fue sin decir más. Nunca la había visto así antes, ella siempre es muy tranquila y verla tan nerviosa me inquieta. Decidida abro la puerta tras ella y la veo avanzando hacia la playa, me escabullo y comienzo a seguirla. Sé que está mal pero si sé que le pasa la puedo ayudar. Camina rápido y mira hacia todos lados como si supiera que alguien la sigue. Al llegar a la playa se va hacia la zona verde, hay un pequeño bosque allí pero sé que es fácil perderse. Me adentro tras ella pero no logro verla, sigo avanzando tratando de ver su cabello marrón entre el paisaje verde, pero no la encuentro. Más adelante veo un arbusto moverse, me acerco con cuidado pero antes de estar lo suficientemente cerca veo a un chico en pantaloneta saliendo de él. Me quedo petrificada a tan solo un par de metros de él, si no me voy me va a ver pero soy incapaz de moverme. Cuando voltea me mira con sus ojos marrón abiertos de par en par.
- ¿Qué haces aquí Lyla? – Nick tomó con rapidez la camiseta detrás del arbusto y se la puso
- Pues… yo… este… - de todas las personas que viven en Los Hamptons me tenía que encontrar a Youngerman
- ¿Te comieron la lengua las ardillas o qué? ¡Habla de una vez! – su respuesta me dejó sin habla, bajé la cabeza mientras en mi mente se repetí una y otra vez “Cobarde”
- Estaba buscando a mi mamá, vi que entró aquí – respondí un par de segundos después
- Si claro, como si Dalila fuera a entrar al bosque, es como si a mi mamá se le diera por ir a la isla nadando –
- Yo te digo lo que vi, puedes continuar haciendo lo que sea que estés haciendo, yo me voy - ¿Así o más atrevido?
- Espera… - aún más sorprendida me giro para verlo - Nunca estuve aquí –
- Ni yo –
Salgo de los matorrales con hojas en el cabello y varios rasguños en los brazos sin saber el paradero de mi madre. Vuelvo a casa de mal humor por no haberla encontrado y más aún por el encuentro con Nick, comienzo a pensar que de verdad no le gusto, simplemente dijo disparatadas estando borracho. Al llegar veo las dos plumas en el sofá, son muy bellas. Recuerdo que entre muchos trabajos que he hecho para conseguir dinero fabriqué bisutería para las chicas de mi barrio que quieren competir con las caras joyas de las chicas más adineradas, en un lugar como éste es fácil encontrar piedras lindas con las cuales trabajar por lo cual gané mucho en el verano. Subo a mi habitación y saco la caja en la que guardé todos los materiales, tomo unas pinzas y un par de aretes de oro largos que tengo desde hace mucho, arranco la piedra y en su lugar pongo la punta dorada de la pluma haciendo un hoyo en ésta con una aguja para pasarla por el arito. Admiro mis nuevos aretes, estoy segura que nadie tiene algo igual. Me tiro en la cama admirando los aretes pero pronto los ojos me pesan y me quedo dormida con los aretes puestos.
- ¿Lyla? – me despierto al escuchar a mi mamá llamándome desde el primer piso
- ¡Estoy arriba! – escucho sus pasos subiendo las escaleras
- Hola – cuando abre la puerta miro al reloj de la pared y dan casi las 9 de la noche
- ¿Acabaste de llegar? – pregunté sorprendida pues es tarde
- La verdad, si – se sentó a mi lado – estuve preparando algo para ti, solo tendrás que esperar un día más – tomó mis manos y las besó - ¿Sabes que te amo con todo mi ser cierto?
- Claro que sí, y yo a ti. Eres todo lo que tengo y todo lo que necesito
- Vuelve a dormir, mañana tienes escuela – una sonrisa devolvió el color en sus mejillas, besó mi frente y escuché sus pasos de nuevo por el pasillo
Me voy a la cama de nuevo con dificultad preguntándome sobre su nerviosismo y la forma en que desapareció, estoy segura de que me oculta algo, ella nunca me guarda secretos pues sé cuándo me miente.
Despierto temprano, a eso de las 6 de la mañana y como entro a las 8 aún puedo quedarme acostada. Giro en la cama y veo algo azulado por el rabillo del ojo. Otra pluma azul marino esta sobre la almohada, otra bella pluma de extraña procedencia.

Con incredulidad miro fijamente la pluma a mi lado, es imposible que un pájaro hubiera entrado a mi habitación y hubiera dejado allí la pluma, totalmente improbable. La tomo entre mis dedos y dejo que me haga cosquillas, es a mis ojos la cosa más hermosa que haya visto.
Los martes la escuela empieza con un bloque de química, creo que una razón cósmica pone las materias que odio de primera cada día de la semana, con eso vivo diariamente. El día se pasa rápido y sin preocupaciones, para mi fortuna no vi a Nick durante toda la jornada a pesar de que teníamos Lenguaje juntos, pero no se presentó. A la hora del almuerzo me siento como siempre bajo el árbol en la zona verde, estaba disfrutando de una hamburguesa de queso cuando un par de chicas pasaron junto a mí, una de ellas era rubia platino y la otra tenía una melena lacia castaña.
- ¡Hay por Dios! ¡Tienes que decirme donde conseguiste esos aretes! – habló rubia platino - ¡Están divinas esas plumas!
- Un poco pasadas de moda pero divinas – remató castaña
- Los aretes los hice yo, las plumas las encontré por ahí – dije sin dejar de comer
- Hay linda pero te caen del cielo – rubia platino se inclinó y me arrancó un cabello
- ¡Oye! Eso me dolió – dije sobándome la cabeza
- Pero si sólo la tenías encima – contestó castaña mostrándome el cabello que su amiga había arrancado, era una de las bellas plumas
- Eh… yo sentí – estaba segura que me había arrancado un cabello pero la pluma estaba frente a mis ojos como prueba, la pluma era mía
- Como sea – siguió hablando rubia - ¿Me la regalas?
- Si claro – me levanté – me tengo que ir
- Si encuentras otra nos la guardas ¿ok?
- Si claro, como sea –
Con mente ausente tomo mi patineta y me voy antes a casa, no creo que pueda prestar atención a nada más. Aquella belleza había sido arrancada de mí, eso estaba claro, pero ¿cómo? No creo que sea anatómicamente posible el hecho de crecimiento de plumas en el cuero cabelludo, es tan raro, tan extraño, tan… mágico. Una vez en casa subo a mi habitación sin hacer ruido, lo último que quiero es recibir un regaño de mamá por haberme escapado. Me siento frente al espejo y tomo una peinilla fina, la voy pasando por mi cabello y para mi sorpresa otra pluma cae sobre mis piernas. La miro con precaución como si fuera una bomba a punto de explotar, es bellísima, tanto así que ahora me causa temor, algo tan bello, tan perfecto no puede ser natural.
Me levanto alterada y sudando, miro la pantalla del celular y dice “Miércoles 21 de Junio”. Cuando noto que me acabo de levantar una sonrisa sale en mi rostro, la rubia, la castaña y la pluma arrancada, nada pasó, fue un sueño. Hoy empieza el verano y es mi cumpleaños, además el viernes salimos a vacaciones, cosa que no me puede dar mayor alegría. Usualmente la excursión es el último día pero este año la adelantaron, o más bien, Nick la adelantó. La excursión es el momento oportuno para que cada chica operada en Los Hamptons muestre los gastos que ha hecho recientemente en su cuerpo, se ponen bikinis más pequeños que la palma de mi mano. Por mi parte me visto con un bikini sencillo, encima me pongo un short y un esqueleto blanco simple, un par de sandalias y estoy lista, no necesito mucho. Al bajar encuentro como cada mañana a mamá con esa taza de humeante café que tanto amo.
- ¡Feliz Cumpleaños! – corre hacia mí y me da un fuerte abrazo
- Gracias – su emoción me hace sentir bien aunque yo no lo esté
- Para cuando vuelvas te tendré una sorpresa
- Uyyy, ¡misterio! – amabas reímos, más que mi madre Dalila es mi mejor amiga
- Que lindos – extiende una mano hacia mi oreja y toma entre sus dedos la pluma del arete – les diste un buen uso – sonrió de manera ¿nostálgica?
- Si, son lindas
- Te tengo que hacer una advertencia… - la bocina de un auto la interrumpe
- ¡Dalila vámonos! – era Helen una compañera de trabajo que la viene a buscar cada mañana
- Será en otro momento – toma mi cabeza y besa mi frente – Suerte linda
¿Suerte? ¿Por qué necesitaría suerte? Antes de formular mi pregunta mamá ya había cruzado la puerta para subirse al auto de Helen. Confundida salgo, tomo mi bicicleta y pedaleo hasta la playa.
La escena de mis pesadillas estaba ante mis ojos, un mar de cabezas rubias y cuerpos anaranjados jugaba en la playa al ritmo de “Starships” de Nicki Minaj. Me gusta la canción por lo que simplemente me siento en la arena mirando hacia la isla de enfrente, cada año un grupo de valientes se atreven a ir nadando hasta allá, nunca lo hacen oficialmente por lo que el resto de la comunidad se entera cuando reportan a alguien desaparecido.
- Pero si es la chica de las plumas bellas ¿encontraste otra para nosotras? – frente a mí estaban rubia y castaña, las chicas que se suponía eran una fantasía
- Eh… no – los nervios volvieron a mí
- Pues, ¿te contamos un secreto? – la castaña se me acercó y me susurró en el oído – sabemos dónde hay más
- Si quieres te llevamos – siguió hablando la rubia
- No, yo… tengo que irme – me levanté dispuesta a ir a mi cama para dormir y pretender que nada pasó, todo me estaba asustando mucho
- Alto – apenas escuché la voz de la castaña mis piernas se paralizaron y se negaron a dar un paso más – Date la vuelta y acércate – sin la menor resistencia mi cuerpo obedeció cada una de sus palabras
- No te resistas linda, no te haremos daño – empezó a canturrear la rubia – Solo daremos un pequeño paseo ¿bien?
- Relájate y síguenos
Dicho esto ambas empezaron a caminar hacia el bosque y mi cuerpo iba tras ellas a pesar de mis esfuerzos por detenerme. Andaba como lo hacía normalmente sólo que no era yo quien movía los músculos, me sentía como una marioneta de cuerdas que está siendo manejada por un hábil titiritero, estaba a merced de ellas.
- ¡Lyla! ¿A dónde vas? – una voz conocida me llamó desde lejos, era Nick, quise gritar ayuda pero la rubia se volteó y me susurró “cállate”. Con esto mi voz se hizo muda
Todo mi ser pedía a gritos que Nick viniera siguiéndome pero no tenía manera de saberlo. La rubia y la castaña seguían caminando como si fueran por un camino invisible y cada vez nos adentrábamos más y más, cada célula de mi cuerpo estaba muerta de miedo y totalmente desconcertada, era prisionera de mi propia carne. Finalmente las chicas doblaron a la derecha llegando a una pequeña playa con una bahía, no sabía que hubiera una bahía aquí, no creo que nadie sepa. La isla está enfrente, es hermosa y atrayente, me quedo mirándola hasta que las dos chicas se voltean. Para mi sorpresa la rubia platino es ahora de un rubio más oscuro y brillante mientras la castaña tiene un hermoso tono rojizo.
- Pero… ¿qué demonios? Ustedes… -
- Si, si, teníamos otros tonos de cabello, pero teníamos que pasar desapercibidas – la pelirroja me guiña el ojo
- Bueno cariño, sacude esas plumas que vamos a nadar – la rubia se quitó la camiseta dejándome ver su bikini blanco
- Esperen ¿de verdad creen que voy a nadar hasta allá? – pregunté alterada
- Pues es tu única opción si realmente quieres saber de dónde vienen tus lindas plumas – contestó rubia
- Y si quieres saber cómo es que logramos controlarte – terminó la pelirroja. Las chicas sabían lo que hacían y yo estaba más curiosa que nunca, me saqué el esqueleto y otra pluma cayó sobre mi hombro desnudo.
- Gracias a Dios sé nadar – concluí al momento de lanzarme al agua