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Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
• EL CUCLILLO EN EL NIDO - CAPITULO 4 (Parte 2) •
Se alzaba humo de las Marcas en negras espirales, y él olió el asfixiante aroma de su propia piel al quemarse. Su padre le vigilaba sosteniendo la estela; la punta refulgía roja como la de un atizador que ha estado demasiado tiempo en el fuego.
— Cierra los ojos, Jonathan — dijo— . El dolor es sólo lo que tú le permitas que sea.
Pero la mano de Nicholas se cerró sobre sí misma, de mala gana, como si su piel se contrajera, se retorciera para alejarse de la estela. Oyó el chasquido de un hueso de su mano al romperse, y luego otro…
Nicholas abrió los ojos y pestañeó en la oscuridad, mientras la voz de su padre se desvanecía como humo en un viento cada vez más fuerte. Notó un dolor, con sabor metálico, en la lengua. Se había mordido la parte interior del labio. Se incorporó haciendo una mueca de dolor.
El chasquido volvió a sonar e, involuntariamente, bajó los ojos hacia la mano. No tenía marcas. Reparó en que el sonido provenía de fuera de la habitación. Alguien que llamaba, si bien con cierta vacilación, a la puerta.
Rodó fuera de la cama, tiritando cuando los pies descalzós tocaron el suelo helado. Se había quedado dormido vestido, y contempló la camiseta arrugada con desagrado. Probablemente todavía olía a lobo. Y le dolía todo el cuerpo.
La llamada volvió a oírse. Nicholas cruzó la habitación a grandes zancadas y abrió la puerta de golpe. Pestañeó sorprendido.
—¿Alec?
Éste, con las manos en los bolsillos de los vaqueros, se encogió de hombros, cohibido.
—Siento que sea tan temprano. Mamá me ha enviado a buscarte. Quiere verte en la biblioteca.
—¿Qué hora es?
—Las cinco de la mañana.
—¿Qué diablos haces levantado?
—No me he acostado.
Parecía decir la verdad. Tenía los ojos azules rodeados de sombras oscuras.
Nicholas se pasó una mano por los cabellos despeinados.
—De acuerdo. Espera un momento mientras me cambio la camiseta.
Fue al armario y rebuscó entre cuadradas pilas pulcramente dobladas hasta que encontró una camiseta azul oscuro de manga larga. Con cuidado se sacó la camiseta que llevaba puesta, ya que en algunas partes estaba pegada a la carne con sangre seca.
Alec desvió la mirada.
—¿Qué te ha pasado? —Su voz sonaba extrañamente tímida.
—Tuve una bronca con una manada de hombres lobo. —Nicholas se pasó la camiseta azul por la cabeza; una vez vestido, salió sin hacer ruido al pasillo tras Alec—. Tienes algo en el cuello — comentó.
La mano de Alec salió disparada a la garganta.
—¿Qué?
—Parece la marca de un mordisco —comentó Nicholas—. ¿Qué has estado haciendo fuera toda la noche?
—Nada. —Rojo como un tomate y con la mano aún pegada al cuello, Alec empezó a recorrer el pasillo, seguido por Nicholas—. Fui a pasear al parque. Intentaba despejarme la cabeza.
—¿Y tropezaste con un vampiro?
—¿Qué? ¡No! Me caí.
—¿Sobre el cuello? —Alec profirió un sonido, y Nicholas decidió que era mucho mejor dejar de lado el tema—. Vale, lo que sea. ¿Y de qué querías despejarte la cabeza?
—Tú. Mis padres —respondió Alec—. Vinieron y nos explicaron lo de Hodge. Gracias por no contármelo, por cierto.
—Lo siento. —Ahora le tocó el turno de enrojecer a Nicholas—. No me veía capaz de hacerlo.
—Bueno, la cosa no pinta muy bien. —Alec retiró finalmente la mano del cuello y dedicó una mirada acusadora a Nicholas—. Da la impresión de que estés ocultando cosas. Cosas sobre Valentine.
Nicholas se detuvo en seco.
—¿Crees que he mentido? ¿Sobre no saber qué Valentine era mi padre?
—¡No! —Alec pareció sobresaltado, bien por la pregunta o por la vehemencia de Nicholas al hacerla—. Y tampoco me importa quién era tu padre. Me da igual. Sigues siendo la misma persona.
—Quienquiera que ésa sea.
Las palabras le surgieron llenas de frialdad, antes de que él pudiera reprimirlas.
—Lo que estoy diciendo —el tono de Alec era apaciguardor—, es que puedes ser un poco… áspero a veces. Simplemente piensa antes de hablar, eso es todo lo que te pido. Aquí nadie es tu enemigo, Nicholas.
—Bien, gracias por el consejo —respondió él—. Puedo recorrer yo sólo el resto del camino hasta la biblioteca.
—Nicholas…
Pero éste ya se había ido, dejando atrás la angustia de Alec. Nicholas no soportaba que otras personas se preocuparan por él. Le hacía pensar que tal vez hubiera algo de lo que preocuparse.
La puerta de la biblioteca estaba entreabierta. Sin molestarse en llamar, Nicholas entró. Siempre había sido una de sus estancias favoritas del Instituto; había algo reconfortante en su anticuada mezcla de accesorios de madera y de latón, y en los libros encuadernados en cuero y terciopelo, alineados a lo largo de las paredes como viejos amigos aguardando su regreso. Una ráfaga de aire frío le azotó en cuanto la puerta se abrió. El fuego, que por lo general llameaba en la chimenea durante todo el otoño y el invierno, era un montón de cenizas. Las lámparas estaban apagadas. La única luz entraba a través de las estrechas ventanas con persianas de lamas y por la claraboya de la torre, en lo alto.
Sin quererlo, Nicholas pensó en Hodge. De vivir él aún allí, la chimenea estaría encendida, y las lámparas de gas también, proyectando tamizados charcos de luz dorada sobre el suelo de parquet. El mismo Hodge estaría repantigado en un sillón junto al fuego, con Hugo en un hombro, un libro apoyado a su lado…
Pero sí había alguien en el viejo sillón de Hodge. Un alguien delgado y gris que se alzó del asiento, desenroscándose como la misma gracilidad que la cobra de un encantador de serpientes, y se volvió hacia él con una sonrisa fría.
Era una mujer. Vestía una larga y anticuada capa gris oscuro que descendía hasta la parte superior de sus botas. Debajo llevaba un traje entallado color negro pizarra con un cuello mandarín, cuyas almidonadas puntas le presionaban el cuello. El cabello era de una especie de rubio pálido incoloro, firmemente recogido hacia atrás con pinzas, y los ojos eran inflexibles esquirlas grises. Nicholas pudo sentirlos, como el contacto con agua helada, cuando la mirada de la mujer pasó de los vaqueros mugrientos y salpicados de lodo al rostro magullado, a los ojos, y se quedó fija allí.
Por un segundo, algo radiante titiló en la mirada, como el resplandor de una llama atrapada bajo el hielo. Luego desapareció.
—¿Eres el chico?
Antes de que Nicholas pudiera responder, otra voz contestó: era Maryse, que había entrado en la biblioteca detrás de él. Nicholas se preguntó cómo era que no la había oído acercarse, y se fijó que Maryse había cambiado los tacones altos por unas zapatillas. Vestía una larga bata de seda estampada, y sus labios formaban una fina línea.
—Sí, Inquisidora —respondió—. Éste es Jonathan Morgenstern.
La Inquisidora avanzó hacia Nicholas como un humo gris flotando en el aire. Se detuvo frente a él y extendió una mano; los dedos largos y blancos recordaron al chico a una araña albina.
—Mírame, muchacho —ordenó, y de improviso aquellos dedos largos estaban bajo su barbilla, obligándolo a alzar la cabeza; la mujer era increíblemente fuerte—. Me llamarás Inquisidora. No me llamarás ninguna otra cosa. —La piel alrededor de los ojos era un laberinto de finas líneas igual que grietas en pintura. Dos surcos estrechos discurrían desde los bordes de la boca hasta la barbilla—. ¿Entendido?
Durante la mayor parte de su vida, la Inquisidora había sido una figura distante y medio mística para Nicholas. Su identidad e incluso muchos de sus deberes quedaban envueltos en el secretismo de la Clave. Nicholas siempre había imaginado que sería como los Hermanos Silenciosos, con su poder independiente y sus misterios ocultos. No había imaginado a alguien tan directo… o tan hostil. Los ojos parecían rebanarle, cortar en tajadas su coraza de seguridad y burla, desnudándole por completo.
—Mi nombre es Nicholas —dijo él—. No chico. Nicholas Wayland.
—No tienes derecho al nombre de Wayland —replicó ella—. Eres Jonathan Morgenstern. Reivindicar el nombre Wayland te convierte en un mentiroso. Igual que tu padre.
—A decir verdad —repuso Nicholas—, prefiero pensar que soy un mentiroso en un modo que me es propio.
—Ya veo. —Una sonrisita curvó la pálida boca, y no fue una sonrisa agradable—. No toleras la autoridad, igual que hacía tu padre. Como el ángel cuyo nombre lleváis los dos. —Le sujetó la barbilla con una repentina ferocidad, clavándole dolorosamente las uñas—. Lucifer recibió su recompensa por haberse rebelado cuando Dios lo arrojó a los infiernos. —Su aliento era agrio como el vinagre—. Si desafías mi autoridad, puedo prometerte que envidiarás su destino.
Soltó a Nicholas y retrocedió. Éste pudo sentir el lento hilillo de sangre que le brotaba del lugar donde las uñas le habían herido el rostro. Las manos le temblaron de cólera, pero se negó a alzar una para limpiarse la sangre.
—Imogen… —empezó Maryse, luego se corrigió—. Inquisidora Herondale. Ha aceptado un juicio por la Espada. Puedes averiguar si está diciendo la verdad.
—¿Sobre su padre? Sí, sé que puedo. —El almidonado cuello del vestido de la Inquisidora Herondale se le clavó en la garganta cuando volvió la cabeza para mirar a Maryse—. Sabes, Maryse, la Clave no está contenta con vosotros. Robert y tú sois los guardianes del Instituto. Simplemente tenéis la suerte de que vuestra hoja de servicios a lo largo de los años ha estado relativamente limpia. Pocos disturbios demoníacos hasta recientemente, y todo ha estado tranquilo durante los últimos días. No hay informes, ni siquiera desde Idris, así que la Clave se siente benévola. En ocasiones nos hemos preguntado si en realidad rescindisteis vuestra lealtad para con Valentine. Por lo que se ve, os puso una trampa y caísteis directamente en ella. Se podría pensar que deberíais ser más listos.
—No hubo trampa —terció Nicholas—. Mi padre sabía que los Lightwood me criarían si pensaban que era el hijo de Michael Wayland. Eso es todo.
La Inquisidora le contempló como si fuese una cucaracha parlante.
—¿Sabes lo que hace el cuclillo, Jonathan Morgenstern?
Nicholas se preguntó si ser la Inquisidora, que no podía ser un trabajo agradable, habría trastornado un poco a Imogen Herondale.
—¿El qué?
—El cuclillo —repitió ella—. Ya sabes, los cuclillos son parásitos. Ponen sus huevos en los nidos de otros pájaros. Cuando la cría nace, el bebé cuclillo tira a todas las otras crías fuera del nido.
Los pobres padres pájaro se matan a trabajar intentando encontrar comida suficiente para alimentar a la enorme cría de cuclillo que ha asesinado a sus pequeños y ocupado su lugar.
—¿Enorme? —dijo Nicholas— ¿Me acaba de llamar gordo?
—Era una analogía.
—No estoy gordo.
—Y yo —intervino Maryse— no quiero tu lástima, Imogen. Me niego a creer que la Clave me castigara a mí o a mi esposo por decidir criar al hijo de un amigo muerto. —Irguió los hombros—. No es como si no les hubiéramos dicho lo que estábamos haciendo.
—Y yo jamás he hecho daño a los Lightwood en ningún modo —dijo Nicholas—. He trabajado duro, y me he preparado duro; diga lo que quiera sobre mi padre, pero me convirtió en un cazador de sombras. Me he ganado mi lugar aquí.
—No defiendas a tu padre ante mí —replicó la Inquisidora—. Le conocí. Fue… es… el más vil de
los hombres.
—¿Vil? ¿Quién dice «vil»? ¿Qué significa eso siquiera?
Las pestañas incoloras de la Inquisidora le rozaron las mejillas cuando entrecerró los ojos, con expresión especulativa.
—Eres realmente arrogante —dijo por fin—. E intolerante. ¿Te enseñó tu padre a comportarte así?
—No con él —respondió Nicholas, cortante.
—Le estás imitando. Valentine era uno de los hombres más arrogantes e irrespetuosos que he
conocido jamás. Supongo que te educó para ser igual que él.
—Sí —replicó Nicholas, incapaz de contenerse—, se me entrenó para ser un genio malvado desde una edad temprana. Arrancando las alas a las moscas, envenenando el suministro de agua en la tierra…, me dedicaba a estas cosas en el jardín de infancia. Supongo que tenemos suerte de que mi padre fingiera su propia muerte antes de que llegara a la parte de mi educación dedicada a la violación y el saqueo, o nadie habría estado a salvo.
Maryse profirió un sonido muy parecido a un gemido de horror.
—Nicholas…
Pero la Inquisidora la atajó.
—Y exactamente igual que tu padre, no puedes controlar tu genio —dijo—. Los Lightwood te han mimado y han permitido que sus peores cualidades crecieran sin freno. Tal vez tengas el aspecto de un ángel, Jonathan Morgenstern, pero sé exactamente lo que eres.
—No es más que un muchacho —indicó Maryse.
¿Le estaba defendiendo? Nicholas le dirigió un fugaz vistazo, pero Maryse tenía los ojos vueltos hacia otro lado.
—Valentine no fue más que un muchacho en una ocasión. Ahora, antes de que empecemos a hurgar en esa cabeza rubia tuya para descubrir la verdad, sugiero que calmes tu mal genio. Y sé exactamente dónde puedes hacerlo mejor.
Nicholas pestañeó.
—¿Me está enviando a mi habitación?
—Te estoy enviando a las prisiones de la Ciudad Silenciosa. Tras una noche allí, sospecho que te mostrarás muchísimo más cooperativo.
Maryse lanzó una exclamación ahogada.
—¡Imogen… no puedes!
—Claro que puedo. —Sus ojos brillaban como cuchillas—. ¿Tienes algo que decirme, Jonathan?
Nicholas únicamente podía mirarla sorprendido. Existían niveles y niveles en la Ciudad Silenciosa, y él sólo había visto los dos primeros, donde se guardaban los archivos y donde los Hermanos se reunían en asamblea. Las celdas de la prisión estaban en el nivel más inferior de la ciudad, por debajo del cementerio, donde miles de cadáveres de cazadores de sombras descansaban enterrados en silencio. Las celdas estaban reservadas a los peores criminales: vampiros convertidos en delincuentes, brujos que violaban la Ley de la Alianza, cazadores de sombras que derramaban la sangre de sus propios compañeros. Nicholas no era ninguna de esas cosas. ¿Cómo podía ella sugerir siquiera enviarle allí?
—Muy sabio, Jonathan. Veo que ya estás aprendiendo la mejor lección que la Ciudad Silenciosa puede enseñarte. —La sonrisa de la Inquisidora era como una calavera sonriente—. Cómo mantener la boca cerrada.
____(tn) estaba ayudando a Luke a limpiar los restos de la cena cuando el timbre de la puerta volvió a sonar. Se irguió y dirigió rápidamente la mirada a Luke.
—¿Esperas a alguien?
Él arrugó la frente, secándose las manos en el paño de cocina.
—No. Esperad aquí.
Le vio alargar la mano para coger algo de uno de los estantes mientras abandonaba la estancia.
Algo que centelleó.
—¿Has visto ese cuchillo? —silbó Simon, levantándose de la mesa—. ¿Espera problemas?
—Creo que estos días siempre espera problemas —contestó ____(tn).
Miró al otro lado de la puerta de la cocina, tiró de ella hacia atrás.
—Mantente alejada de la puerta. ¿Es que estás loca? ¿Y si hay algún ser demoníaco ahí fuera?
—Entonces, probablemente a Luke le iría bien nuestra ayuda. —Bajó la mirada hacia la mano de él—. ¿Ahora te has vuelto sobreprotector? Eso es encantador.
—¡____(tn)! —Llamó Luke desde la puerta de la calle—. Ven aquí. Quiero que conozcas a alguien.
____(tn) palmeó la mano de Simon y la apartó.
—Vuelvo en seguida.
Luke estaba apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados. El cuchillo había desaparecido por arte de magia. Había una chica en los peldaños de la entrada, una chica de rizados cabellos castaños peinados en múltiples trenzas y una chaqueta de pana color canela.
—Ésta es Maia —dijo Luke—. La chica de la que os hablaba justo ahora.
La muchacha miró a ____(tn). Los ojos, bajo la brillante luz del porche, eran de un curioso verde ambarino.
—Tú debes de ser ____(tn).
____(tn) asintió.
—Así que aquel chaval… el chico de los cabellos rubios que destrozó La Luna del Cazador… ¿es tu hermano?
—Nicholas —replicó ____(tn), concisa, disgustándole la impertinente curiosidad de la muchacha.
—¿Maia?
Era Simon, acercándose por detrás de ____(tn), con las manos metidas en los bolsillos de la cazadora vaquera.
—Sí. Eres Simon, ¿verdad? Soy fatal para los nombres, pero te recuerdo. —La muchacha miró más allá de ____(tn) y le sonrió.
—Estupendo —soltó ____(tn)—. Ahora todos somos amigos.
Luke tosió y se irguió.
—Quería que os conocieseis porque Maia estará trabajando en la librería durante las próximas semanas —explicó—. Si la ves entrar y salir, no te preocupes. Tiene una llave.
—Y yo estaré ojo avizor por si hay algo raro —prometió Maia—. Demonios, vampiros, lo que
sea.
—Gracias —repuso ____(tn)—, ahora me siento mucho más segura.
Maia pestañeó.
—¿Estás siendo sarcástica?
—Estamos todos un poco tensos —intervino Simon—. Yo me alegro de saber que alguien andará por aquí cuidando de mi novia cuando no haya nadie más en la casa.
Luke enarcó las cejas, pero no dijo nada
—Simon tiene razón —repuso ____(tn)—. Lamento haberte hablado con brusquedad.
—No pasa nada. —Maia se mostró comprensiva—. He oído lo de tu madre. Lo siento.
—También yo —dijo ____(tn), que se volvió y regresó a la cocina.
Se sentó ante la mesa y hundió el rostro en las manos. Al cabo de un momento Luke la siguió.
—Lo siento —dijo—. Imagino que no estabas de humor para conocer a nadie.
____(tn) le miró a través de los dedos separados.
—¿Dónde está Simon?
—Hablando con Maia —respondió Luke, y ____(tn) pudo oír sus voces, quedas como murmullos, desde el otro extremo de la casa—. Pensé que te iría bien tener una amiga.
—Tengo a Simon.
Luke se subió las gafas por el caballete de la nariz.
—¿Le he oído llamarte novia?
Ella casi lanzó una carcajada ante su expresión desconcertada.
—Supongo que sí.
—¿Es eso nuevo, o es algo que ya se suponía que no sabía, pero que he olvidado?
—Yo misma no lo había oído antes.
Apartó las manos del rostro y se las miró. Pensó en la runa, el ojo abierto, que decoraba el dorso de la mano derecha de todo cazador de sombras.
—La novia de alguien —dijo—. La hermana de alguien, la hija de alguien. Todas estas cosas que nunca supe que era, y todavía sigo sin saber realmente qué soy.
—¿No es esa siempre la cuestión? —repuso Luke. ____(tn) oyó cómo se cerraba la puerta en el otro extremo de la casa, y las pisadas de Simon acercándose a la cocina.
El olor a aire nocturno frío entró con él.
—¿Habría algún inconveniente en que me quedara a dormir aquí esta noche? —preguntó—. Es un poco tarde para irme a casa.
—Ya sabes que siempre eres bienvenido. —Luke echó un vistazo a su reloj—. Voy a dormir un poco. Tengo que levantarme a las cinco para estar en el hospital a las seis.
—¿Por qué a las seis? —preguntó Simon, después de que Luke hubiese abandonado la cocina.
—Es cuando empieza el horario de visitas —respondió ____(tn)—. No tienes que dormir en el sofá. No si no quieres hacerlo.
—No me importa quedarme para hacerte compañía mañana —dijo él, apartándose los oscuros cabellos de los ojos con gesto impaciente—. En absoluto.
—Lo sé. Quiero decir que no tienes por qué dormir precisamente en el sofá si no quieres hacerlo.
—Entonces, ¿dónde…? —Su voz se apagó, y los ojos se le abrieron mucho tras las gafas—. Ah.
—Es una cama doble —explicó ella—. En la habitación de invitados.
Simon sacó las manos de los bolsillos. Un intenso rubor le cubrían sus mejillas. Nicholas habría intentado hacerse el interesante; Simon ni siquiera lo probó.
—Estás segura.
—Segurísima.
Él cruzó la cocina hacia ella, e inclinándose, la besó leve y torpemente los labios. Sonriendo, ella se puso en pie.
—Se acabaron las cocinas —dijo—. No más cocinas.
Y agarrándole con firmeza las muñecas, tiró de él, fuera de la estancia, en dirección a la habitación de invitados.
— Cierra los ojos, Jonathan — dijo— . El dolor es sólo lo que tú le permitas que sea.
Pero la mano de Nicholas se cerró sobre sí misma, de mala gana, como si su piel se contrajera, se retorciera para alejarse de la estela. Oyó el chasquido de un hueso de su mano al romperse, y luego otro…
Nicholas abrió los ojos y pestañeó en la oscuridad, mientras la voz de su padre se desvanecía como humo en un viento cada vez más fuerte. Notó un dolor, con sabor metálico, en la lengua. Se había mordido la parte interior del labio. Se incorporó haciendo una mueca de dolor.
El chasquido volvió a sonar e, involuntariamente, bajó los ojos hacia la mano. No tenía marcas. Reparó en que el sonido provenía de fuera de la habitación. Alguien que llamaba, si bien con cierta vacilación, a la puerta.
Rodó fuera de la cama, tiritando cuando los pies descalzós tocaron el suelo helado. Se había quedado dormido vestido, y contempló la camiseta arrugada con desagrado. Probablemente todavía olía a lobo. Y le dolía todo el cuerpo.
La llamada volvió a oírse. Nicholas cruzó la habitación a grandes zancadas y abrió la puerta de golpe. Pestañeó sorprendido.
—¿Alec?
Éste, con las manos en los bolsillos de los vaqueros, se encogió de hombros, cohibido.
—Siento que sea tan temprano. Mamá me ha enviado a buscarte. Quiere verte en la biblioteca.
—¿Qué hora es?
—Las cinco de la mañana.
—¿Qué diablos haces levantado?
—No me he acostado.
Parecía decir la verdad. Tenía los ojos azules rodeados de sombras oscuras.
Nicholas se pasó una mano por los cabellos despeinados.
—De acuerdo. Espera un momento mientras me cambio la camiseta.
Fue al armario y rebuscó entre cuadradas pilas pulcramente dobladas hasta que encontró una camiseta azul oscuro de manga larga. Con cuidado se sacó la camiseta que llevaba puesta, ya que en algunas partes estaba pegada a la carne con sangre seca.
Alec desvió la mirada.
—¿Qué te ha pasado? —Su voz sonaba extrañamente tímida.
—Tuve una bronca con una manada de hombres lobo. —Nicholas se pasó la camiseta azul por la cabeza; una vez vestido, salió sin hacer ruido al pasillo tras Alec—. Tienes algo en el cuello — comentó.
La mano de Alec salió disparada a la garganta.
—¿Qué?
—Parece la marca de un mordisco —comentó Nicholas—. ¿Qué has estado haciendo fuera toda la noche?
—Nada. —Rojo como un tomate y con la mano aún pegada al cuello, Alec empezó a recorrer el pasillo, seguido por Nicholas—. Fui a pasear al parque. Intentaba despejarme la cabeza.
—¿Y tropezaste con un vampiro?
—¿Qué? ¡No! Me caí.
—¿Sobre el cuello? —Alec profirió un sonido, y Nicholas decidió que era mucho mejor dejar de lado el tema—. Vale, lo que sea. ¿Y de qué querías despejarte la cabeza?
—Tú. Mis padres —respondió Alec—. Vinieron y nos explicaron lo de Hodge. Gracias por no contármelo, por cierto.
—Lo siento. —Ahora le tocó el turno de enrojecer a Nicholas—. No me veía capaz de hacerlo.
—Bueno, la cosa no pinta muy bien. —Alec retiró finalmente la mano del cuello y dedicó una mirada acusadora a Nicholas—. Da la impresión de que estés ocultando cosas. Cosas sobre Valentine.
Nicholas se detuvo en seco.
—¿Crees que he mentido? ¿Sobre no saber qué Valentine era mi padre?
—¡No! —Alec pareció sobresaltado, bien por la pregunta o por la vehemencia de Nicholas al hacerla—. Y tampoco me importa quién era tu padre. Me da igual. Sigues siendo la misma persona.
—Quienquiera que ésa sea.
Las palabras le surgieron llenas de frialdad, antes de que él pudiera reprimirlas.
—Lo que estoy diciendo —el tono de Alec era apaciguardor—, es que puedes ser un poco… áspero a veces. Simplemente piensa antes de hablar, eso es todo lo que te pido. Aquí nadie es tu enemigo, Nicholas.
—Bien, gracias por el consejo —respondió él—. Puedo recorrer yo sólo el resto del camino hasta la biblioteca.
—Nicholas…
Pero éste ya se había ido, dejando atrás la angustia de Alec. Nicholas no soportaba que otras personas se preocuparan por él. Le hacía pensar que tal vez hubiera algo de lo que preocuparse.
La puerta de la biblioteca estaba entreabierta. Sin molestarse en llamar, Nicholas entró. Siempre había sido una de sus estancias favoritas del Instituto; había algo reconfortante en su anticuada mezcla de accesorios de madera y de latón, y en los libros encuadernados en cuero y terciopelo, alineados a lo largo de las paredes como viejos amigos aguardando su regreso. Una ráfaga de aire frío le azotó en cuanto la puerta se abrió. El fuego, que por lo general llameaba en la chimenea durante todo el otoño y el invierno, era un montón de cenizas. Las lámparas estaban apagadas. La única luz entraba a través de las estrechas ventanas con persianas de lamas y por la claraboya de la torre, en lo alto.
Sin quererlo, Nicholas pensó en Hodge. De vivir él aún allí, la chimenea estaría encendida, y las lámparas de gas también, proyectando tamizados charcos de luz dorada sobre el suelo de parquet. El mismo Hodge estaría repantigado en un sillón junto al fuego, con Hugo en un hombro, un libro apoyado a su lado…
Pero sí había alguien en el viejo sillón de Hodge. Un alguien delgado y gris que se alzó del asiento, desenroscándose como la misma gracilidad que la cobra de un encantador de serpientes, y se volvió hacia él con una sonrisa fría.
Era una mujer. Vestía una larga y anticuada capa gris oscuro que descendía hasta la parte superior de sus botas. Debajo llevaba un traje entallado color negro pizarra con un cuello mandarín, cuyas almidonadas puntas le presionaban el cuello. El cabello era de una especie de rubio pálido incoloro, firmemente recogido hacia atrás con pinzas, y los ojos eran inflexibles esquirlas grises. Nicholas pudo sentirlos, como el contacto con agua helada, cuando la mirada de la mujer pasó de los vaqueros mugrientos y salpicados de lodo al rostro magullado, a los ojos, y se quedó fija allí.
Por un segundo, algo radiante titiló en la mirada, como el resplandor de una llama atrapada bajo el hielo. Luego desapareció.
—¿Eres el chico?
Antes de que Nicholas pudiera responder, otra voz contestó: era Maryse, que había entrado en la biblioteca detrás de él. Nicholas se preguntó cómo era que no la había oído acercarse, y se fijó que Maryse había cambiado los tacones altos por unas zapatillas. Vestía una larga bata de seda estampada, y sus labios formaban una fina línea.
—Sí, Inquisidora —respondió—. Éste es Jonathan Morgenstern.
La Inquisidora avanzó hacia Nicholas como un humo gris flotando en el aire. Se detuvo frente a él y extendió una mano; los dedos largos y blancos recordaron al chico a una araña albina.
—Mírame, muchacho —ordenó, y de improviso aquellos dedos largos estaban bajo su barbilla, obligándolo a alzar la cabeza; la mujer era increíblemente fuerte—. Me llamarás Inquisidora. No me llamarás ninguna otra cosa. —La piel alrededor de los ojos era un laberinto de finas líneas igual que grietas en pintura. Dos surcos estrechos discurrían desde los bordes de la boca hasta la barbilla—. ¿Entendido?
Durante la mayor parte de su vida, la Inquisidora había sido una figura distante y medio mística para Nicholas. Su identidad e incluso muchos de sus deberes quedaban envueltos en el secretismo de la Clave. Nicholas siempre había imaginado que sería como los Hermanos Silenciosos, con su poder independiente y sus misterios ocultos. No había imaginado a alguien tan directo… o tan hostil. Los ojos parecían rebanarle, cortar en tajadas su coraza de seguridad y burla, desnudándole por completo.
—Mi nombre es Nicholas —dijo él—. No chico. Nicholas Wayland.
—No tienes derecho al nombre de Wayland —replicó ella—. Eres Jonathan Morgenstern. Reivindicar el nombre Wayland te convierte en un mentiroso. Igual que tu padre.
—A decir verdad —repuso Nicholas—, prefiero pensar que soy un mentiroso en un modo que me es propio.
—Ya veo. —Una sonrisita curvó la pálida boca, y no fue una sonrisa agradable—. No toleras la autoridad, igual que hacía tu padre. Como el ángel cuyo nombre lleváis los dos. —Le sujetó la barbilla con una repentina ferocidad, clavándole dolorosamente las uñas—. Lucifer recibió su recompensa por haberse rebelado cuando Dios lo arrojó a los infiernos. —Su aliento era agrio como el vinagre—. Si desafías mi autoridad, puedo prometerte que envidiarás su destino.
Soltó a Nicholas y retrocedió. Éste pudo sentir el lento hilillo de sangre que le brotaba del lugar donde las uñas le habían herido el rostro. Las manos le temblaron de cólera, pero se negó a alzar una para limpiarse la sangre.
—Imogen… —empezó Maryse, luego se corrigió—. Inquisidora Herondale. Ha aceptado un juicio por la Espada. Puedes averiguar si está diciendo la verdad.
—¿Sobre su padre? Sí, sé que puedo. —El almidonado cuello del vestido de la Inquisidora Herondale se le clavó en la garganta cuando volvió la cabeza para mirar a Maryse—. Sabes, Maryse, la Clave no está contenta con vosotros. Robert y tú sois los guardianes del Instituto. Simplemente tenéis la suerte de que vuestra hoja de servicios a lo largo de los años ha estado relativamente limpia. Pocos disturbios demoníacos hasta recientemente, y todo ha estado tranquilo durante los últimos días. No hay informes, ni siquiera desde Idris, así que la Clave se siente benévola. En ocasiones nos hemos preguntado si en realidad rescindisteis vuestra lealtad para con Valentine. Por lo que se ve, os puso una trampa y caísteis directamente en ella. Se podría pensar que deberíais ser más listos.
—No hubo trampa —terció Nicholas—. Mi padre sabía que los Lightwood me criarían si pensaban que era el hijo de Michael Wayland. Eso es todo.
La Inquisidora le contempló como si fuese una cucaracha parlante.
—¿Sabes lo que hace el cuclillo, Jonathan Morgenstern?
Nicholas se preguntó si ser la Inquisidora, que no podía ser un trabajo agradable, habría trastornado un poco a Imogen Herondale.
—¿El qué?
—El cuclillo —repitió ella—. Ya sabes, los cuclillos son parásitos. Ponen sus huevos en los nidos de otros pájaros. Cuando la cría nace, el bebé cuclillo tira a todas las otras crías fuera del nido.
Los pobres padres pájaro se matan a trabajar intentando encontrar comida suficiente para alimentar a la enorme cría de cuclillo que ha asesinado a sus pequeños y ocupado su lugar.
—¿Enorme? —dijo Nicholas— ¿Me acaba de llamar gordo?
—Era una analogía.
—No estoy gordo.
—Y yo —intervino Maryse— no quiero tu lástima, Imogen. Me niego a creer que la Clave me castigara a mí o a mi esposo por decidir criar al hijo de un amigo muerto. —Irguió los hombros—. No es como si no les hubiéramos dicho lo que estábamos haciendo.
—Y yo jamás he hecho daño a los Lightwood en ningún modo —dijo Nicholas—. He trabajado duro, y me he preparado duro; diga lo que quiera sobre mi padre, pero me convirtió en un cazador de sombras. Me he ganado mi lugar aquí.
—No defiendas a tu padre ante mí —replicó la Inquisidora—. Le conocí. Fue… es… el más vil de
los hombres.
—¿Vil? ¿Quién dice «vil»? ¿Qué significa eso siquiera?
Las pestañas incoloras de la Inquisidora le rozaron las mejillas cuando entrecerró los ojos, con expresión especulativa.
—Eres realmente arrogante —dijo por fin—. E intolerante. ¿Te enseñó tu padre a comportarte así?
—No con él —respondió Nicholas, cortante.
—Le estás imitando. Valentine era uno de los hombres más arrogantes e irrespetuosos que he
conocido jamás. Supongo que te educó para ser igual que él.
—Sí —replicó Nicholas, incapaz de contenerse—, se me entrenó para ser un genio malvado desde una edad temprana. Arrancando las alas a las moscas, envenenando el suministro de agua en la tierra…, me dedicaba a estas cosas en el jardín de infancia. Supongo que tenemos suerte de que mi padre fingiera su propia muerte antes de que llegara a la parte de mi educación dedicada a la violación y el saqueo, o nadie habría estado a salvo.
Maryse profirió un sonido muy parecido a un gemido de horror.
—Nicholas…
Pero la Inquisidora la atajó.
—Y exactamente igual que tu padre, no puedes controlar tu genio —dijo—. Los Lightwood te han mimado y han permitido que sus peores cualidades crecieran sin freno. Tal vez tengas el aspecto de un ángel, Jonathan Morgenstern, pero sé exactamente lo que eres.
—No es más que un muchacho —indicó Maryse.
¿Le estaba defendiendo? Nicholas le dirigió un fugaz vistazo, pero Maryse tenía los ojos vueltos hacia otro lado.
—Valentine no fue más que un muchacho en una ocasión. Ahora, antes de que empecemos a hurgar en esa cabeza rubia tuya para descubrir la verdad, sugiero que calmes tu mal genio. Y sé exactamente dónde puedes hacerlo mejor.
Nicholas pestañeó.
—¿Me está enviando a mi habitación?
—Te estoy enviando a las prisiones de la Ciudad Silenciosa. Tras una noche allí, sospecho que te mostrarás muchísimo más cooperativo.
Maryse lanzó una exclamación ahogada.
—¡Imogen… no puedes!
—Claro que puedo. —Sus ojos brillaban como cuchillas—. ¿Tienes algo que decirme, Jonathan?
Nicholas únicamente podía mirarla sorprendido. Existían niveles y niveles en la Ciudad Silenciosa, y él sólo había visto los dos primeros, donde se guardaban los archivos y donde los Hermanos se reunían en asamblea. Las celdas de la prisión estaban en el nivel más inferior de la ciudad, por debajo del cementerio, donde miles de cadáveres de cazadores de sombras descansaban enterrados en silencio. Las celdas estaban reservadas a los peores criminales: vampiros convertidos en delincuentes, brujos que violaban la Ley de la Alianza, cazadores de sombras que derramaban la sangre de sus propios compañeros. Nicholas no era ninguna de esas cosas. ¿Cómo podía ella sugerir siquiera enviarle allí?
—Muy sabio, Jonathan. Veo que ya estás aprendiendo la mejor lección que la Ciudad Silenciosa puede enseñarte. —La sonrisa de la Inquisidora era como una calavera sonriente—. Cómo mantener la boca cerrada.
***********************************
____(tn) estaba ayudando a Luke a limpiar los restos de la cena cuando el timbre de la puerta volvió a sonar. Se irguió y dirigió rápidamente la mirada a Luke.
—¿Esperas a alguien?
Él arrugó la frente, secándose las manos en el paño de cocina.
—No. Esperad aquí.
Le vio alargar la mano para coger algo de uno de los estantes mientras abandonaba la estancia.
Algo que centelleó.
—¿Has visto ese cuchillo? —silbó Simon, levantándose de la mesa—. ¿Espera problemas?
—Creo que estos días siempre espera problemas —contestó ____(tn).
Miró al otro lado de la puerta de la cocina, tiró de ella hacia atrás.
—Mantente alejada de la puerta. ¿Es que estás loca? ¿Y si hay algún ser demoníaco ahí fuera?
—Entonces, probablemente a Luke le iría bien nuestra ayuda. —Bajó la mirada hacia la mano de él—. ¿Ahora te has vuelto sobreprotector? Eso es encantador.
—¡____(tn)! —Llamó Luke desde la puerta de la calle—. Ven aquí. Quiero que conozcas a alguien.
____(tn) palmeó la mano de Simon y la apartó.
—Vuelvo en seguida.
Luke estaba apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados. El cuchillo había desaparecido por arte de magia. Había una chica en los peldaños de la entrada, una chica de rizados cabellos castaños peinados en múltiples trenzas y una chaqueta de pana color canela.
—Ésta es Maia —dijo Luke—. La chica de la que os hablaba justo ahora.
La muchacha miró a ____(tn). Los ojos, bajo la brillante luz del porche, eran de un curioso verde ambarino.
—Tú debes de ser ____(tn).
____(tn) asintió.
—Así que aquel chaval… el chico de los cabellos rubios que destrozó La Luna del Cazador… ¿es tu hermano?
—Nicholas —replicó ____(tn), concisa, disgustándole la impertinente curiosidad de la muchacha.
—¿Maia?
Era Simon, acercándose por detrás de ____(tn), con las manos metidas en los bolsillos de la cazadora vaquera.
—Sí. Eres Simon, ¿verdad? Soy fatal para los nombres, pero te recuerdo. —La muchacha miró más allá de ____(tn) y le sonrió.
—Estupendo —soltó ____(tn)—. Ahora todos somos amigos.
Luke tosió y se irguió.
—Quería que os conocieseis porque Maia estará trabajando en la librería durante las próximas semanas —explicó—. Si la ves entrar y salir, no te preocupes. Tiene una llave.
—Y yo estaré ojo avizor por si hay algo raro —prometió Maia—. Demonios, vampiros, lo que
sea.
—Gracias —repuso ____(tn)—, ahora me siento mucho más segura.
Maia pestañeó.
—¿Estás siendo sarcástica?
—Estamos todos un poco tensos —intervino Simon—. Yo me alegro de saber que alguien andará por aquí cuidando de mi novia cuando no haya nadie más en la casa.
Luke enarcó las cejas, pero no dijo nada
—Simon tiene razón —repuso ____(tn)—. Lamento haberte hablado con brusquedad.
—No pasa nada. —Maia se mostró comprensiva—. He oído lo de tu madre. Lo siento.
—También yo —dijo ____(tn), que se volvió y regresó a la cocina.
Se sentó ante la mesa y hundió el rostro en las manos. Al cabo de un momento Luke la siguió.
—Lo siento —dijo—. Imagino que no estabas de humor para conocer a nadie.
____(tn) le miró a través de los dedos separados.
—¿Dónde está Simon?
—Hablando con Maia —respondió Luke, y ____(tn) pudo oír sus voces, quedas como murmullos, desde el otro extremo de la casa—. Pensé que te iría bien tener una amiga.
—Tengo a Simon.
Luke se subió las gafas por el caballete de la nariz.
—¿Le he oído llamarte novia?
Ella casi lanzó una carcajada ante su expresión desconcertada.
—Supongo que sí.
—¿Es eso nuevo, o es algo que ya se suponía que no sabía, pero que he olvidado?
—Yo misma no lo había oído antes.
Apartó las manos del rostro y se las miró. Pensó en la runa, el ojo abierto, que decoraba el dorso de la mano derecha de todo cazador de sombras.
—La novia de alguien —dijo—. La hermana de alguien, la hija de alguien. Todas estas cosas que nunca supe que era, y todavía sigo sin saber realmente qué soy.
—¿No es esa siempre la cuestión? —repuso Luke. ____(tn) oyó cómo se cerraba la puerta en el otro extremo de la casa, y las pisadas de Simon acercándose a la cocina.
El olor a aire nocturno frío entró con él.
—¿Habría algún inconveniente en que me quedara a dormir aquí esta noche? —preguntó—. Es un poco tarde para irme a casa.
—Ya sabes que siempre eres bienvenido. —Luke echó un vistazo a su reloj—. Voy a dormir un poco. Tengo que levantarme a las cinco para estar en el hospital a las seis.
—¿Por qué a las seis? —preguntó Simon, después de que Luke hubiese abandonado la cocina.
—Es cuando empieza el horario de visitas —respondió ____(tn)—. No tienes que dormir en el sofá. No si no quieres hacerlo.
—No me importa quedarme para hacerte compañía mañana —dijo él, apartándose los oscuros cabellos de los ojos con gesto impaciente—. En absoluto.
—Lo sé. Quiero decir que no tienes por qué dormir precisamente en el sofá si no quieres hacerlo.
—Entonces, ¿dónde…? —Su voz se apagó, y los ojos se le abrieron mucho tras las gafas—. Ah.
—Es una cama doble —explicó ella—. En la habitación de invitados.
Simon sacó las manos de los bolsillos. Un intenso rubor le cubrían sus mejillas. Nicholas habría intentado hacerse el interesante; Simon ni siquiera lo probó.
—Estás segura.
—Segurísima.
Él cruzó la cocina hacia ella, e inclinándose, la besó leve y torpemente los labios. Sonriendo, ella se puso en pie.
—Se acabaron las cocinas —dijo—. No más cocinas.
Y agarrándole con firmeza las muñecas, tiró de él, fuera de la estancia, en dirección a la habitación de invitados.
Listo!
Aquí tienen un poco más del capitulo!
Bueno alguien más además de mi que odie a Simón! (?
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
PD: se que la Inquisidora no les callo bien, pero promento de después
cambiarán la idea de ella! ;) No muy pronto pero lo harán xD JAJAJ
Mañana les traigo más! ;)
Lu wH!;*
X
Aquí tienen un poco más del capitulo!
Bueno alguien más además de mi que odie a Simón! (?
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
PD: se que la Inquisidora no les callo bien, pero promento de después
cambiarán la idea de ella! ;) No muy pronto pero lo harán xD JAJAJ
Mañana les traigo más! ;)
Lu wH!;*
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
Ja! Su novia?? Y ella no dice nada??
Me cae tan mal Simon!!!
Yo quiero a Nick!!!!!
Siguela!!!
Me cae tan mal Simon!!!
Yo quiero a Nick!!!!!
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
YO Y YO Y YO LO ODIEEEEE!!
Se esta aprovechando de la vulnerabilidad de la rayis
Y eso es algo acggggg lo odio ya!!!!
Y Nick awwww mi niño hermoso lo hicieron cayar
Hahaha la verdad reí un poco en eso
Pero awwww me encanta es lindo hehhe
Plis siguelaaaaaa!!
Se esta aprovechando de la vulnerabilidad de la rayis
Y eso es algo acggggg lo odio ya!!!!
Y Nick awwww mi niño hermoso lo hicieron cayar
Hahaha la verdad reí un poco en eso
Pero awwww me encanta es lindo hehhe
Plis siguelaaaaaa!!
Karli Jonas
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
aranzhitha escribió:Ja! Su novia?? Y ella no dice nada??
Me cae tan mal Simon!!!
Yo quiero a Nick!!!!!
Siguela!!!
Bueno la pobre no sabe ni que quiere....
Veremos que pasa con estos dos! :O
Ya la sigo! ;)
X
Veremos que pasa con estos dos! :O
Ya la sigo! ;)
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
Karli Jonas escribió:YO Y YO Y YO LO ODIEEEEE!!
Se esta aprovechando de la vulnerabilidad de la rayis
Y eso es algo acggggg lo odio ya!!!!
Y Nick awwww mi niño hermoso lo hicieron cayar
Hahaha la verdad reí un poco en eso
Pero awwww me encanta es lindo hehhe
Plis siguelaaaaaa!!
JAJAJAJJA que bueno que no fui la única! xD
La verdad que si no! (? vale más que se ponga
bien Simón o va a perder fans! :suspect: :scratch: :P
;) Ya la sigo!
X
La verdad que si no! (? vale más que se ponga
bien Simón o va a perder fans! :suspect: :scratch: :P
;) Ya la sigo!
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HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
• LOS PECADOS DE LOS PADRES - CAPITULO 5 (Parte 1) •
La oscuridad de las prisiones de la Ciudad Silenciosa era más profunda que cualquier oscuridad que Nicholas hubiese conocido jamás. No podía ver la forma de su propia mano frente a los ojos; no podía ver el suelo o el techo de su celda. Lo que sabía de la celda, lo sabía por una primera ojeada fugaz que había dado a la luz de la antorcha, al ser conducido allí abajo por un grupo de Hermanos Silencios, que le habían abierto la puerta de los barrotes de la celda y le habían hecho entrar como si fuera un vulgar delincuente.
Aunque claro, eso era probablemente lo que pensaban que era.
Sabía que la celda tenía un suelo de losas de piedra, que tres de las paredes estaban talladas en la roca y que la cuarta estaba hecha a base de barrotes espaciados de electro, cada extremo profundamente hundido en la piedra. Sabía que había una puerta en aquellos barrotes.
También sabía que una larga barra de metal discurría a lo largo de la pared este, porque los Hermanos Silenciosos habían cerrado una de las manillas de un par de esposas de plata a la barra y la otra a su muñeca. Podía dar de arriba abajo unos pocos pasos en la celda, tintineando como el fantasma de Marley en Un cuento de Navidad, pero eso era todo lo lejos que podía llegar. Ya se había despellejado la muñeca derecha tirando imprudentemente de la esposa. Por suerte era zurdo: un pequeño punto brillante en la impenetrable negrura. No era que importase, pero resultaba tranquilizador tener libre la mano con la que peleaba mejor.
Inició otro lento paseo a lo largo de la celda, arrastrando los dedos por la pared al andar.
Resultaba desalentador no saber qué hora era. En Idris, su padre le había enseñado a saberlo por el ángulo del sol, la longitud de las sombras por la tarde, la posición de las estrellas en el cielo nocturno. Pero aquí no había estrellas. De hecho, había empezado a preguntarse si volvería a ver el cielo alguna vez.
Se detuvo. Vaya, ¿por qué se había preguntado eso? Desde luego que volvería a ver el cielo. La Clave no iba a matarle. La pena de muerte estaba reservada a los asesinos. Pero el aleteo del miedo permaneció con él, justo bajo la caja torácica, extraño como una inesperada punzada de dolor. Nicholas no era precisamente propenso a ataques de pánico fortuitos; Alec habría dicho que no le habría ido mal sentir un poco más de cobardía constructiva. El miedo no era algo que le hubiese afectado mucho nunca.
Pensó en Maryse diciendo «Tú nunca has tenido miedo a la oscuridad».
Era cierto. La ansiedad que sentía en esos momentos no era natural, no era en absoluto propia de él. Tenía que haber algo más que simple oscuridad. Volvió a tomar una leve bocanada de aire. Sólo tenía que pasar la noche. Una noche. Eso era todo. Dio otro paso al frente con las esposas tintineando sombríamente.
Un sonido cortó el aire, deteniéndole en seco. Era un aullido agudo y ululante, un sonido de puro y ciego terror. Pareció seguir y seguir como una única nota arrancada a un violín, volviéndose más sonoro, fino y afilado hasta que se interrumpió bruscamente.
Nicholas lanzó una palabrota. Le zumbaban los oídos y notaba el sabor del terror en la boca como un metal amargo. ¿Quién habría pensado que el miedo tenía sabor? Apoyó la espalda contra la pared de la celda, esforzándose por tranquilizarse.
El sonido regresó, más fuerte esta vez, y luego hubo otro grito, y otro. Algo cayó estrepitosamente en lo alto y Nicholas se agachó involuntariamente antes de recordar que estaba a varios niveles bajo tierra. Oyó otro estrépito, y una imagen se le formó en la mente: puertas de mausoleos haciéndose añicos al abrirse; los cadáveres de cazadores de sombras muertos hacía siglos saliendo tambaleantes al exterior, simples esqueletos sujetos por tendones resecos que avanzaban penosamente por los suelos blancos de la Ciudad Silenciosa con dedos de huesos descarnados…
«¡Basta!» Jadeando por el esfuerzo, Nicholas obligó a la visión a desaparecer. Los muertos no regresaban. Y además, eran los cadáveres de nefilim como él, de sus hermanos y hermanas asesinados. No tenía nada que temer de ellos. Entonces, ¿por qué estaba tan asustado? Apretó los puños, clavándose las uñas en las palmas. Aquel pánico era impropio de él. Lo dominaría.
Lo aplastaría. Inspiró una profunda bocanada de aire, llenándose los pulmones, justo cuando sonó otro alarido, muy potente. El aire le salió con un chirrido del pecho cuando algo se estrelló contra el suelo con un fuerte estrépito, muy cerca de él, y vio una repentina fluorescencia luminosa, una ardiente flor de fuego que le acuchillaba los ojos.
El hermano Jeremiah apareció tambaleante ante él; con la mano derecha aferraba una antorcha que todavía ardía, y la capucha color pergamino, caída hacia atrás, mostraba un rostro convulsionado en una grotesca mueca de terror. La boca, que había estado cosida, estaba abierta de par en par en un grito mudo, y los ensangrentados hilos de los desgarrados puntos le colgaban de los labios hechos jirones. Sangre, negra a la luz de la antorcha, le salpicaba la túnica de color claro. Dio unos pocos pasos bamboleándose hacia el frente, con las manos extendidas… y luego, mientras Nicholas le observaba con total incredulidad, Jeremiah se desplomó de bruces sobre el suelo. Cuando el cuerpo del archivero golpeó el suelo, Nicholas oyó el sonido de huesos al quebrarse y la antorcha chisporroteó, rodando fuera de la mano de Jeremiah hacia el canalón de piedra excavado en el suelo justo fuera de la puerta de barrotes de la celda.
Nicholas se arrodilló al instante, estirándose todo lo que le permitió la cadena, y alargó los dedos para coger la antorcha. La luz se desvanecía con rapidez, pero bajo su menguante resplandor, Nicholas pudo ver el rostro sin vida de Jeremiah vuelto hacia él, con la sangre rezumando aún por la boca abierta. Los dientes eran retorcidos rasgones negros.
Nicholas sintió como si algo pesado le presionara el pecho. Los Hermanos Silenciosos jamás abrían la boca, jamás hablaban o reían o chillaban. Pero aquél había sido el sonido que Nicholas había oído, ahora estaba seguro: los alaridos de hombres que no habían chillado en medio siglo, el sonido de un terror más profundo y poderoso que la antigua runa del silencio. Pero ¿cómo podía ser? ¿Y dónde estaban los demás Hermanos?
Nicholas quiso gritar pidiendo ayuda, pero el peso seguía sobre su pecho y le impedía conseguir aire suficiente. Se lanzó otra vez hacia la antorcha y notó como uno de los huesecillos de la muñeca se le hacía añicos. Un fuerte dolor le recorrió el brazo, pero le proporcionó el centímetro extra que necesitaba. Agarró rápidamente la antorcha y se puso en pie. Al mismo tiempo que la llama volvía a cobrar vida, oyó otro ruido. Un ruido espeso, una especie de arrastre desagradable y penoso. Los pelos del cogote se le erizaron, afilados como púas. Avanzó la antorcha al frente; la temblorosa mano lanzó parpadeos luminosos que danzaron por paredes e iluminaron intensamente las sombras.
Allí no había nada.
No obstante, en lugar de alivio sintió que su terror aumentaba. En aquellos momentos inspiraba a grandes bocanadas, igual que si hubiese estado bajo el agua. El temor era mucho peor, porque le resultaba conocido. ¿Qué le había sucedido? ¿Se había convertido en un cobarde de repente?
Dio un violento tirón a las esposas, esperando que el dolor le aclarara la cabeza. No lo hizo. Volvió a oír el ruido, el roce de algo que se arrastraba, y ahora estaba cerca. También había otro sonido, detrás del culebreo, un susurro quedo y constante. Jamás había oído ningún sonido tan malévolo. Medio enloquecido de espanto, retrocedió tambaleante hasta la pared y alzó la antorcha con una mano que temblaba violentamente.
Por un momento, brillante como la luz del día, vio toda la sala: la celda, la puerta de barrotes, las losas desnudas más allá y el cuerpo sin vida de Jeremiah, hecho un guiñapo sobre el suelo. Había otra puerta, justo detrás de Jeremiah, y se estaba abriendo lentamente. Algo avanzaba con un gran esfuerzo por ella. Algo enorme, oscuro e informe. Ojos que eran como hielo ardiente, hundidos profundamente en oscuros pliegues, contemplaron a Nicholas con hosca burla. De repente la cosa se abalanzó hacia delante. Una gran nube de turbulento vapor se alzó ante los ojos de Nicholas como una ola barriendo la superficie del océano. Lo último que vio fue la llama de la antorcha que se extinguía con un brillo verde y azul antes de ser engullida por la oscuridad.
Besar a Simon era agradable. Era agradable de un modo apacible, como estar tumbada en una hamaca un día de verano con un libro y un vaso de limonada. Era algo que podía seguir haciendo y no sentirse ni aburrida, ni inquieta, ni desconcertada, ni fastidiada por nada aparte de por la barra de metal del sofá cama que se le clavaba en la espalda.
—¡Ay! —exclamó ____(tn), intentando apartarse de la barra sin conseguirlo.
—¿Te he hecho daño?
Simon se puso sobre el costado, con expresión preocupada. O tal vez fuera, que sin las gafas, sus ojos parecían el doble de grandes y oscuros.
—No, no tú… la cama. Es como un instrumento de tortura.
—No me he dado cuenta —repuso él, sombrío, mientras agarraba una almohada del suelo, adonde había caído, y la metía debajo de ellos.
—Claro. —La chica lanzó una carcajada—. ¿Por dónde íbamos?
—Bueno, mi cara estaba aproximadamente donde está ahora, pero la tuya estaba muchísimo más cerca. Eso es lo que yo recuerdo, al menos.
—¡Qué romántico!
Tiró de él sobre ella, y Simon se equilibró sobre los codos. Ambos cuerpos descansaban perfectamente alineados, y ____(tn) notaba los latidos del corazón del muchacho a través de las dos camisetas. Las pestañas de Simon, por lo general ocultas tras las gafas, le acariciaron las mejillas cuando se inclinó para besarla. Ella soltó una risita incierta.
—¿Te resulta raro esto? —susurró.
—No. Creo que cuando te imaginas algo muy a menudo, la realidad resulta…
—¿Anticlimática?
—No. ¡No! —Simon se echó hacia atrás, mirándola con miope convicción—. Ni lo pienses. Esto es lo contrario de anticlimático. Esto es…
Risitas contenidas borboteando en el pecho de ____(tn).
—Vale, quizá tampoco quieras decir eso.
Él entrecerró los ojos, y la boca se le curvó en una sonrisa.
—De acuerdo, lo que quiero ahora es responderte con algo sabihondo, pero todo lo que se me ocurre es…
Ella le sonrió burlona.
—¿Qué quieres sexo?
—Para. —Le agarró las manos, se las inmovilizó sobre la colcha y la contempló con severidad—. Que te amo.
—O sea que no quieres sexo.
Él le soltó las manos.
—No he dicho eso.
Ella rió y le empujó el pecho con ambas manos.
—Deja que me levante.
Él pareció alarmado.
—Quería decir que no sólo quería sexo…
—No es eso. Quiero ponerme el pijama. No puedo darme el lote en serio mientras aún llevo puestos los calcetines.
Simon la contempló afligido mientras ella sacaba el pijama de la cómoda e iba al cuarto de baño. Mientras cerraba la puerta, ____(tn) le dedicó una mueca.
—Vuelvo en seguida.
Lo que fuera que él dijo en respuesta se perdió cuando ella cerró la puerta. ____(tn) se cepilló los dientes y luego dejó caer agua en el lavabo durante un buen rato, mirándose fijamente en el espejo. Tenía el cabello alborotado y las mejillas enrojecidas. ¿Contaba eso como estar resplandeciente? Se suponía que las personas enamoradas resplandecían, ¿no era cierto? O tal vez se trataba de las embarazadas, no podía recordarlo exactamente, pero sin duda se suponía que ella tenía que parecer distinta. Al fin y al cabo, era la primera auténtica sesión de besos que había tenido nunca… y era agradable, se dijo, segura, placentera y cómoda.
Desde luego, había besado a Nicholas, la noche de su cumpleaños, y aquello no había sido seguro ni cómodo ni placentero, en absoluto. Había sido como abrir una vena de algo desconocido dentro de su cuerpo, algo más caliente, dulce y amargo que la sangre. «No pienses en Nicholas», se dijo con ferocidad, pero al contemplarse en el espejo vio que sus ojos se oscurecían y supo que su cuerpo recordaba aunque la mente no quisiera hacerlo.
Dejó correr el agua hasta que salió fría y se mojó el rostro antes de alargar la mano hacia el pijama. «Fabuloso», se dijo, había cogido los pantalones del pijama pero no la camiseta. Por mucho que a Simon pudiera gustarle, parecía algo pronto para empezar a dormir en topless. Regresó al dormitorio, y se encontró con que Simon se había quedado dormido en el centro de la cama, abrazando la almohada como si fuese un ser humano. Ahogó una carcajada.
—Simon… —susurró; entonces oyó el agudo pitido de dos tonos que indicaba que acababa de
llegar un mensaje de texto a su móvil.
El teléfono estaba cerrado sobre la mesilla de noche. ____(tn) lo levantó y vio que el mensaje era de Isabelle.
Alzó la tapa del teléfono e hizo avanzar rápidamente el texto. Lo leyó dos veces, sólo para estar segura de que no se lo estaba imaginando. Luego corrió al armario a coger el abrigo.
—Jonathan.
La voz surgió de la oscuridad, lenta, sombría, familiar como el dolor. Nicholas abrió los ojos pestañeando y no vio más que oscuridad. Tiritó. Yacía hecho un ovillo sobre el helado suelo de losas. Sin duda se había desmayado. Sintió una punzada de ira ante su propia debilidad, su propia fragilidad.
Rodó sobre un costado, y sintió un dolor punzante en la muñeca rota rodeada por la esposa.
—¿Hay alguien ahí?
—Seguramente reconoces a tu propio padre, Jonathan —se oyó la voz otra vez, y Nicholas sí la reconoció: su sonido a hierro viejo, su suave casi atonalidad. Intentó incorporarse, pero las botas resbalaron en un charco de algo, patinó hacia atrás y se golpeó violentamente contra la dura pared de piedra. Las esposas tintinearon como un carrillón de acero.
—¿Estás herido?
Una luz llameó hacia arriba, quemándole los ojos a Nicholas. Parpadeó lágrimas ardientes y vio a Valentine de pie al otro lado de los barrotes, junto al cuerpo del hermano Jeremiah. Una refulgente luz mágica en una mano proyectaba un potente resplandor sobre la habitación. Nicholas pudo ver las manchas de sangre antigua en las paredes… y de sangre más fresca, un pequeño charco, que había brotado de la boca abierta de Jeremiah. Sintió que el estómago se le revolvía y se le hacía un nudo, y pensó en la masa negra e informe, con los ojos igual que gemas ardientes que había visto antes.
—Esa cosa —dijo casi sin voz— ¿Dónde está? ¿Qué era?
—Estás herido —Valentine se acercó más a los barrotes— ¿Quién ordenó que te encerraran aquí? ¿Fue la Clave? ¿Los Lightwood?
—Fue la Inquisidora.
Nicholas se miró. Había más sangre en las perneras de los pantalones y en la camiseta. No podía decir si era suya. La sangre le caía lentamente de debajo de las esposas.
Valentine le contempló pensativo por entre los barrotes. Era la primera vez en años que Nicholas veía a su padre vestido con un auténtico traje de batalla: las prendas de cazador de sombras de grueso cuero, que permitían libertad de movimientos a la vez que protegían la piel de la mayoría de venenos demoníacos; las protecciones recubiertas de electro de los brazos y las piernas, cada una marcada con una serie de glifos y runas. Llevaba una correa amplia cruzada sobre el pecho, y la empuñadura de una espada le brillaba por encima del hombro. Valentine se acuclilló, colocando los fríos ojos negros a la altura de los de Nicholas. Al muchacho le sorprendió no ver ira en ellos.
—La Inquisidora y la Clave son la misma cosa. Y los Lightwood jamás deberían haber permitido que sucediera esto. Yo jamás habría permitido que nadie te hiciese esto.
Nicholas presionó los hombros contra la pared; era todo lo que la cadena le permitía alejarse de su padre.
—¿Has bajado aquí a matarme?
—¿Matarte? ¿Por qué iba a querer matarte?
—Bueno, ¿por qué has matado a Jeremiah? Y no te molestes en soltarme alguna historia de que pasabas por aquí casualmente justo después de que él muriera espontáneamente. Sé que lo has hecho tú.
Por primera vez, Valentine echó una mirada al cadáver del hermano Jeremiah.
—Sí que lo he matado, y al resto de los Hermanos Silenciosos también. He tenido que hacerlo. Tenían algo que necesitaba.
—¿Qué? ¿Un sentido de la decencia?
—Esto —contestó Valentine, y sacó la espada de la vaina del hombro con un veloz movimiento—. Maellartach.
Nicholas reprimió la exclamación de sorpresa que le subía por la garganta. La reconocía perfectamente: la enorme espada de gruesa hoja de plata con la empuñadura en forma de alas extendidas era la que colgaba sobre las Estrellas Parlantes en la sala del consejo de los Hermanos Silenciosos.
—¿Has cogido la espada de los Hermanos Silenciosos?
—Jamás fue suya —replicó Valentine—. Pertenece a todos los nefilim. Ésta es la espada con la que el Ángel expulsó a Adán y Eva del jardín. «Y colocó en el este del jardín del Edén querubines, y una espada encendida que se movía en todas direcciones» —citó, bajando la mirada hacia la hoja.
Nicholas se lamió los labios resecos.
—¿Qué vas a hacer con ella?
—Te lo contaré —repuso Valentine—, cuando crea que puedo confiar en ti y sepa que tú confías en mí.
—¿Confiar en ti? ¿Después de que te escabulleras a través del Portal en Renwick y lo hicieras pedazos para que no pudiera ir tras de ti? ¿Y de que intentaras matar a ____(tn)?
—Nunca habría lastimado a tu hermana —replicó él, con un ramalazo de cólera—. Del mismo modo que no te lastimaría a ti.
—¡Lo único que has hecho ha sido lastimarme! ¡Fueron los Lightwood quienes me protegieron!
—No soy yo quién te ha encerrado aquí. No soy yo quien te amenaza y desconfía de ti. Son los Lightwood y sus amigos de la Clave. —Valentine hizo una pausa—. Viéndote así, viendo cómo te han tratado y que sin embargo sigues mostrándote estoico, me siento orgulloso de ti.
Sorprendido, Nicholas alzó los ojos, tan de prisa que sintió un vahído. La mano le lanzó una punzada insistente. Reprimió el dolor y lo frenó hasta que su respiración se relajó.
—¿Qué? —soltó.
—Me doy cuenta ahora de que me equivoqué en Renwick —siguió Valentine—. Te veía como el muchachito que dejé en Idris, obediente a todos mis deseos. En su lugar encontré a un joven testarudo, independiente y valeroso, y sin embargo te traté como si todavía fueses un niño. No me sorprende que te rebelases contra mí.
—¿Me rebelase?…
A Nicholas se le hizo un nudo en la garganta, que impidió el paso a las palabras que deseaba pronunciar. La cabeza le había empezado a martillear siguiendo el ritmo del dolor agudo de la mano.
—Nunca tuve la oportunidad de explicarte mi pasado —continuó diciendo Valentine—, de contarte por qué he hecho las cosas que he hecho.
—No hay nada que explicar. Mataste a mis abuelos. Mantuviste prisionera a mi madre. Mataste a otros cazadores de sombras para favorecer tus propios designios. —Cada palabra le sabía a Nicholas a veneno.
—Únicamente conoces la mitad de los hechos, Jonathan. Te mentí cuando eras un niño porque eras demasiado joven para comprender. Ahora eres lo bastante mayor como para que se te cuente la verdad.
—En ese caso, cuéntame la verdad.
Valentine alargó el brazo por entre los barrotes de la celda y posó la mano sobre la cabeza de Nicholas. La textura áspera y encallecida de los dedos tenía exactamente el mismo tacto que había tenido cuando Nicholas tenía diez años.
—Quiero confiar en ti, Jonathan —dijo—. ¿Puedo?
Nicholas quiso responder, pero las palabras no salieron. Sentía como si le estuvieran cerrando lentamente un aro de hierro alrededor del pecho, dejándole sin respiración.
—Desearía… —musitó.
Sonó un ruido por encima de ellos. Un ruido parecido al golpe de una puerta de metal; a continuación, Nicholas oyó pisadas, susurros que resonaban en las paredes de piedra de la Ciudad. Valentine se puso en pie, cerrando la mano sobre la luz mágica hasta que ésta sólo fue un tenue resplandor y él mismo una sombra apenas recortada.
—Más rápido de lo que pensé —murmuró, y bajó los ojos para mirar a Nicholas por entre los barrotes.
Nicholas miró más allá de él, pero no pudo ver otra cosa que la oscuridad al otro lado de la tenue iluminación de la luz mágica. Pensó en la turbulenta forma oscura que había visto antes, extinguiendo toda luz ante ella.
—¿Qué se acerca? ¿Qué es? —exigió saber, arrastrándose al frente de rodillas.
—Debo marcharme —repuso Valentine—. Pero no hemos terminado, tu y yo.
Nicholas colocó la mano en los barrotes.
—Quítame la cadena. Sea lo que sea eso, quiero poder luchar.
—Quitarte las cadenas ahora no sería precisamente un favor.
Valentine cerró la mano por completo alrededor de la piedra de luz mágica. Ésta se extinguió, sumiendo la sala en la oscuridad. Nicholas se arrojó contra los barrotes de la celda en medio de violentas protestas y dolor de su muñeca rota.
—¡No! —chilló—. Padre, por favor.
—Cuando quieras encontrarme —dijo Valentine—, me encontrarás.
Y a continuación sólo hubo el sonido de sus pisadas que retrocedían veloces y la propia respiración irregular de Nicholas mientras se dejaba caer contra los barrotes.
Durante el viaje en metro hasta la zona residencial, ____(tn) fue incapaz de sentarse. Paseó de arriba abajo del vagón casi vacío, con los auriculares de su iPod colgándole del cuello. Isabelle no había contestado al teléfono cuando ____(tn) le había llamado, y una sensación irracional de inquietud corroía las tripas de la muchacha.
Pensó en Nicholas en La Luna del Cazador, cubierto de sangre. Mientras mostraba los dientes gruñendo encolerizado, había parecido más un hombre lobo que un cazador de sombras encargado de proteger a los humanos y mantener a los subterráneos a raya.
Subió como una exhalación las escaleras de la parada de la calle Noventa y seis, y aminoró la marcha al aproximarse a la esquina desde donde el Instituto se veía como una enorme sombra gris. Había hecho calor en los túneles, y el sudor del cogote le cosquilleaba helado mientras recorría el agrietado camino de cemento hasta la puerta principal del Instituto.
Alargó la mano hacia el descomunal tirador de la campanilla que colgaba del arquitrabe, luego vaciló. Ella era una cazadora de sombras, ¿verdad? Tenía derecho a estar en el Instituto, igual que lo tenían los Lightwood. Con una nueva determinación, asió el picaporte intentó recordar las palabras que Nicholas había pronunciado.
—En el nombre del Ángel, soli…
La puerta se abrió de par en par a una oscuridad iluminada por las llamas de docenas de velas diminutas. Mientras pasaba presurosa por entre los bancos, las velas parpadearon como si se rieran de ella. Llegó al ascensor, cerró la puerta de metal a su espalda y presionó los botones con un dedo tembloroso. Deseó que su nerviosismo se calmara, ¿estaba preocupada por Nicholas, o simplemente preocupada por tener que ver a Nicholas? El rostro de la muchacha, enmarcado por el cuello subido del abrigo, se veía muy blanco y pequeño, los ojos grandes y de un verde oscuro, los labios pálidos y mordidos. «Nada bonita», se dijo consternada, y se obligó a borrar esa idea. ¿Qué importaba el aspecto que tuviese? A Nicholas no le importaba. A Nicholas no podía importarle.
Aunque claro, eso era probablemente lo que pensaban que era.
Sabía que la celda tenía un suelo de losas de piedra, que tres de las paredes estaban talladas en la roca y que la cuarta estaba hecha a base de barrotes espaciados de electro, cada extremo profundamente hundido en la piedra. Sabía que había una puerta en aquellos barrotes.
También sabía que una larga barra de metal discurría a lo largo de la pared este, porque los Hermanos Silenciosos habían cerrado una de las manillas de un par de esposas de plata a la barra y la otra a su muñeca. Podía dar de arriba abajo unos pocos pasos en la celda, tintineando como el fantasma de Marley en Un cuento de Navidad, pero eso era todo lo lejos que podía llegar. Ya se había despellejado la muñeca derecha tirando imprudentemente de la esposa. Por suerte era zurdo: un pequeño punto brillante en la impenetrable negrura. No era que importase, pero resultaba tranquilizador tener libre la mano con la que peleaba mejor.
Inició otro lento paseo a lo largo de la celda, arrastrando los dedos por la pared al andar.
Resultaba desalentador no saber qué hora era. En Idris, su padre le había enseñado a saberlo por el ángulo del sol, la longitud de las sombras por la tarde, la posición de las estrellas en el cielo nocturno. Pero aquí no había estrellas. De hecho, había empezado a preguntarse si volvería a ver el cielo alguna vez.
Se detuvo. Vaya, ¿por qué se había preguntado eso? Desde luego que volvería a ver el cielo. La Clave no iba a matarle. La pena de muerte estaba reservada a los asesinos. Pero el aleteo del miedo permaneció con él, justo bajo la caja torácica, extraño como una inesperada punzada de dolor. Nicholas no era precisamente propenso a ataques de pánico fortuitos; Alec habría dicho que no le habría ido mal sentir un poco más de cobardía constructiva. El miedo no era algo que le hubiese afectado mucho nunca.
Pensó en Maryse diciendo «Tú nunca has tenido miedo a la oscuridad».
Era cierto. La ansiedad que sentía en esos momentos no era natural, no era en absoluto propia de él. Tenía que haber algo más que simple oscuridad. Volvió a tomar una leve bocanada de aire. Sólo tenía que pasar la noche. Una noche. Eso era todo. Dio otro paso al frente con las esposas tintineando sombríamente.
Un sonido cortó el aire, deteniéndole en seco. Era un aullido agudo y ululante, un sonido de puro y ciego terror. Pareció seguir y seguir como una única nota arrancada a un violín, volviéndose más sonoro, fino y afilado hasta que se interrumpió bruscamente.
Nicholas lanzó una palabrota. Le zumbaban los oídos y notaba el sabor del terror en la boca como un metal amargo. ¿Quién habría pensado que el miedo tenía sabor? Apoyó la espalda contra la pared de la celda, esforzándose por tranquilizarse.
El sonido regresó, más fuerte esta vez, y luego hubo otro grito, y otro. Algo cayó estrepitosamente en lo alto y Nicholas se agachó involuntariamente antes de recordar que estaba a varios niveles bajo tierra. Oyó otro estrépito, y una imagen se le formó en la mente: puertas de mausoleos haciéndose añicos al abrirse; los cadáveres de cazadores de sombras muertos hacía siglos saliendo tambaleantes al exterior, simples esqueletos sujetos por tendones resecos que avanzaban penosamente por los suelos blancos de la Ciudad Silenciosa con dedos de huesos descarnados…
«¡Basta!» Jadeando por el esfuerzo, Nicholas obligó a la visión a desaparecer. Los muertos no regresaban. Y además, eran los cadáveres de nefilim como él, de sus hermanos y hermanas asesinados. No tenía nada que temer de ellos. Entonces, ¿por qué estaba tan asustado? Apretó los puños, clavándose las uñas en las palmas. Aquel pánico era impropio de él. Lo dominaría.
Lo aplastaría. Inspiró una profunda bocanada de aire, llenándose los pulmones, justo cuando sonó otro alarido, muy potente. El aire le salió con un chirrido del pecho cuando algo se estrelló contra el suelo con un fuerte estrépito, muy cerca de él, y vio una repentina fluorescencia luminosa, una ardiente flor de fuego que le acuchillaba los ojos.
El hermano Jeremiah apareció tambaleante ante él; con la mano derecha aferraba una antorcha que todavía ardía, y la capucha color pergamino, caída hacia atrás, mostraba un rostro convulsionado en una grotesca mueca de terror. La boca, que había estado cosida, estaba abierta de par en par en un grito mudo, y los ensangrentados hilos de los desgarrados puntos le colgaban de los labios hechos jirones. Sangre, negra a la luz de la antorcha, le salpicaba la túnica de color claro. Dio unos pocos pasos bamboleándose hacia el frente, con las manos extendidas… y luego, mientras Nicholas le observaba con total incredulidad, Jeremiah se desplomó de bruces sobre el suelo. Cuando el cuerpo del archivero golpeó el suelo, Nicholas oyó el sonido de huesos al quebrarse y la antorcha chisporroteó, rodando fuera de la mano de Jeremiah hacia el canalón de piedra excavado en el suelo justo fuera de la puerta de barrotes de la celda.
Nicholas se arrodilló al instante, estirándose todo lo que le permitió la cadena, y alargó los dedos para coger la antorcha. La luz se desvanecía con rapidez, pero bajo su menguante resplandor, Nicholas pudo ver el rostro sin vida de Jeremiah vuelto hacia él, con la sangre rezumando aún por la boca abierta. Los dientes eran retorcidos rasgones negros.
Nicholas sintió como si algo pesado le presionara el pecho. Los Hermanos Silenciosos jamás abrían la boca, jamás hablaban o reían o chillaban. Pero aquél había sido el sonido que Nicholas había oído, ahora estaba seguro: los alaridos de hombres que no habían chillado en medio siglo, el sonido de un terror más profundo y poderoso que la antigua runa del silencio. Pero ¿cómo podía ser? ¿Y dónde estaban los demás Hermanos?
Nicholas quiso gritar pidiendo ayuda, pero el peso seguía sobre su pecho y le impedía conseguir aire suficiente. Se lanzó otra vez hacia la antorcha y notó como uno de los huesecillos de la muñeca se le hacía añicos. Un fuerte dolor le recorrió el brazo, pero le proporcionó el centímetro extra que necesitaba. Agarró rápidamente la antorcha y se puso en pie. Al mismo tiempo que la llama volvía a cobrar vida, oyó otro ruido. Un ruido espeso, una especie de arrastre desagradable y penoso. Los pelos del cogote se le erizaron, afilados como púas. Avanzó la antorcha al frente; la temblorosa mano lanzó parpadeos luminosos que danzaron por paredes e iluminaron intensamente las sombras.
Allí no había nada.
No obstante, en lugar de alivio sintió que su terror aumentaba. En aquellos momentos inspiraba a grandes bocanadas, igual que si hubiese estado bajo el agua. El temor era mucho peor, porque le resultaba conocido. ¿Qué le había sucedido? ¿Se había convertido en un cobarde de repente?
Dio un violento tirón a las esposas, esperando que el dolor le aclarara la cabeza. No lo hizo. Volvió a oír el ruido, el roce de algo que se arrastraba, y ahora estaba cerca. También había otro sonido, detrás del culebreo, un susurro quedo y constante. Jamás había oído ningún sonido tan malévolo. Medio enloquecido de espanto, retrocedió tambaleante hasta la pared y alzó la antorcha con una mano que temblaba violentamente.
Por un momento, brillante como la luz del día, vio toda la sala: la celda, la puerta de barrotes, las losas desnudas más allá y el cuerpo sin vida de Jeremiah, hecho un guiñapo sobre el suelo. Había otra puerta, justo detrás de Jeremiah, y se estaba abriendo lentamente. Algo avanzaba con un gran esfuerzo por ella. Algo enorme, oscuro e informe. Ojos que eran como hielo ardiente, hundidos profundamente en oscuros pliegues, contemplaron a Nicholas con hosca burla. De repente la cosa se abalanzó hacia delante. Una gran nube de turbulento vapor se alzó ante los ojos de Nicholas como una ola barriendo la superficie del océano. Lo último que vio fue la llama de la antorcha que se extinguía con un brillo verde y azul antes de ser engullida por la oscuridad.
*************************************
Besar a Simon era agradable. Era agradable de un modo apacible, como estar tumbada en una hamaca un día de verano con un libro y un vaso de limonada. Era algo que podía seguir haciendo y no sentirse ni aburrida, ni inquieta, ni desconcertada, ni fastidiada por nada aparte de por la barra de metal del sofá cama que se le clavaba en la espalda.
—¡Ay! —exclamó ____(tn), intentando apartarse de la barra sin conseguirlo.
—¿Te he hecho daño?
Simon se puso sobre el costado, con expresión preocupada. O tal vez fuera, que sin las gafas, sus ojos parecían el doble de grandes y oscuros.
—No, no tú… la cama. Es como un instrumento de tortura.
—No me he dado cuenta —repuso él, sombrío, mientras agarraba una almohada del suelo, adonde había caído, y la metía debajo de ellos.
—Claro. —La chica lanzó una carcajada—. ¿Por dónde íbamos?
—Bueno, mi cara estaba aproximadamente donde está ahora, pero la tuya estaba muchísimo más cerca. Eso es lo que yo recuerdo, al menos.
—¡Qué romántico!
Tiró de él sobre ella, y Simon se equilibró sobre los codos. Ambos cuerpos descansaban perfectamente alineados, y ____(tn) notaba los latidos del corazón del muchacho a través de las dos camisetas. Las pestañas de Simon, por lo general ocultas tras las gafas, le acariciaron las mejillas cuando se inclinó para besarla. Ella soltó una risita incierta.
—¿Te resulta raro esto? —susurró.
—No. Creo que cuando te imaginas algo muy a menudo, la realidad resulta…
—¿Anticlimática?
—No. ¡No! —Simon se echó hacia atrás, mirándola con miope convicción—. Ni lo pienses. Esto es lo contrario de anticlimático. Esto es…
Risitas contenidas borboteando en el pecho de ____(tn).
—Vale, quizá tampoco quieras decir eso.
Él entrecerró los ojos, y la boca se le curvó en una sonrisa.
—De acuerdo, lo que quiero ahora es responderte con algo sabihondo, pero todo lo que se me ocurre es…
Ella le sonrió burlona.
—¿Qué quieres sexo?
—Para. —Le agarró las manos, se las inmovilizó sobre la colcha y la contempló con severidad—. Que te amo.
—O sea que no quieres sexo.
Él le soltó las manos.
—No he dicho eso.
Ella rió y le empujó el pecho con ambas manos.
—Deja que me levante.
Él pareció alarmado.
—Quería decir que no sólo quería sexo…
—No es eso. Quiero ponerme el pijama. No puedo darme el lote en serio mientras aún llevo puestos los calcetines.
Simon la contempló afligido mientras ella sacaba el pijama de la cómoda e iba al cuarto de baño. Mientras cerraba la puerta, ____(tn) le dedicó una mueca.
—Vuelvo en seguida.
Lo que fuera que él dijo en respuesta se perdió cuando ella cerró la puerta. ____(tn) se cepilló los dientes y luego dejó caer agua en el lavabo durante un buen rato, mirándose fijamente en el espejo. Tenía el cabello alborotado y las mejillas enrojecidas. ¿Contaba eso como estar resplandeciente? Se suponía que las personas enamoradas resplandecían, ¿no era cierto? O tal vez se trataba de las embarazadas, no podía recordarlo exactamente, pero sin duda se suponía que ella tenía que parecer distinta. Al fin y al cabo, era la primera auténtica sesión de besos que había tenido nunca… y era agradable, se dijo, segura, placentera y cómoda.
Desde luego, había besado a Nicholas, la noche de su cumpleaños, y aquello no había sido seguro ni cómodo ni placentero, en absoluto. Había sido como abrir una vena de algo desconocido dentro de su cuerpo, algo más caliente, dulce y amargo que la sangre. «No pienses en Nicholas», se dijo con ferocidad, pero al contemplarse en el espejo vio que sus ojos se oscurecían y supo que su cuerpo recordaba aunque la mente no quisiera hacerlo.
Dejó correr el agua hasta que salió fría y se mojó el rostro antes de alargar la mano hacia el pijama. «Fabuloso», se dijo, había cogido los pantalones del pijama pero no la camiseta. Por mucho que a Simon pudiera gustarle, parecía algo pronto para empezar a dormir en topless. Regresó al dormitorio, y se encontró con que Simon se había quedado dormido en el centro de la cama, abrazando la almohada como si fuese un ser humano. Ahogó una carcajada.
—Simon… —susurró; entonces oyó el agudo pitido de dos tonos que indicaba que acababa de
llegar un mensaje de texto a su móvil.
El teléfono estaba cerrado sobre la mesilla de noche. ____(tn) lo levantó y vio que el mensaje era de Isabelle.
Alzó la tapa del teléfono e hizo avanzar rápidamente el texto. Lo leyó dos veces, sólo para estar segura de que no se lo estaba imaginando. Luego corrió al armario a coger el abrigo.
********************************
—Jonathan.
La voz surgió de la oscuridad, lenta, sombría, familiar como el dolor. Nicholas abrió los ojos pestañeando y no vio más que oscuridad. Tiritó. Yacía hecho un ovillo sobre el helado suelo de losas. Sin duda se había desmayado. Sintió una punzada de ira ante su propia debilidad, su propia fragilidad.
Rodó sobre un costado, y sintió un dolor punzante en la muñeca rota rodeada por la esposa.
—¿Hay alguien ahí?
—Seguramente reconoces a tu propio padre, Jonathan —se oyó la voz otra vez, y Nicholas sí la reconoció: su sonido a hierro viejo, su suave casi atonalidad. Intentó incorporarse, pero las botas resbalaron en un charco de algo, patinó hacia atrás y se golpeó violentamente contra la dura pared de piedra. Las esposas tintinearon como un carrillón de acero.
—¿Estás herido?
Una luz llameó hacia arriba, quemándole los ojos a Nicholas. Parpadeó lágrimas ardientes y vio a Valentine de pie al otro lado de los barrotes, junto al cuerpo del hermano Jeremiah. Una refulgente luz mágica en una mano proyectaba un potente resplandor sobre la habitación. Nicholas pudo ver las manchas de sangre antigua en las paredes… y de sangre más fresca, un pequeño charco, que había brotado de la boca abierta de Jeremiah. Sintió que el estómago se le revolvía y se le hacía un nudo, y pensó en la masa negra e informe, con los ojos igual que gemas ardientes que había visto antes.
—Esa cosa —dijo casi sin voz— ¿Dónde está? ¿Qué era?
—Estás herido —Valentine se acercó más a los barrotes— ¿Quién ordenó que te encerraran aquí? ¿Fue la Clave? ¿Los Lightwood?
—Fue la Inquisidora.
Nicholas se miró. Había más sangre en las perneras de los pantalones y en la camiseta. No podía decir si era suya. La sangre le caía lentamente de debajo de las esposas.
Valentine le contempló pensativo por entre los barrotes. Era la primera vez en años que Nicholas veía a su padre vestido con un auténtico traje de batalla: las prendas de cazador de sombras de grueso cuero, que permitían libertad de movimientos a la vez que protegían la piel de la mayoría de venenos demoníacos; las protecciones recubiertas de electro de los brazos y las piernas, cada una marcada con una serie de glifos y runas. Llevaba una correa amplia cruzada sobre el pecho, y la empuñadura de una espada le brillaba por encima del hombro. Valentine se acuclilló, colocando los fríos ojos negros a la altura de los de Nicholas. Al muchacho le sorprendió no ver ira en ellos.
—La Inquisidora y la Clave son la misma cosa. Y los Lightwood jamás deberían haber permitido que sucediera esto. Yo jamás habría permitido que nadie te hiciese esto.
Nicholas presionó los hombros contra la pared; era todo lo que la cadena le permitía alejarse de su padre.
—¿Has bajado aquí a matarme?
—¿Matarte? ¿Por qué iba a querer matarte?
—Bueno, ¿por qué has matado a Jeremiah? Y no te molestes en soltarme alguna historia de que pasabas por aquí casualmente justo después de que él muriera espontáneamente. Sé que lo has hecho tú.
Por primera vez, Valentine echó una mirada al cadáver del hermano Jeremiah.
—Sí que lo he matado, y al resto de los Hermanos Silenciosos también. He tenido que hacerlo. Tenían algo que necesitaba.
—¿Qué? ¿Un sentido de la decencia?
—Esto —contestó Valentine, y sacó la espada de la vaina del hombro con un veloz movimiento—. Maellartach.
Nicholas reprimió la exclamación de sorpresa que le subía por la garganta. La reconocía perfectamente: la enorme espada de gruesa hoja de plata con la empuñadura en forma de alas extendidas era la que colgaba sobre las Estrellas Parlantes en la sala del consejo de los Hermanos Silenciosos.
—¿Has cogido la espada de los Hermanos Silenciosos?
—Jamás fue suya —replicó Valentine—. Pertenece a todos los nefilim. Ésta es la espada con la que el Ángel expulsó a Adán y Eva del jardín. «Y colocó en el este del jardín del Edén querubines, y una espada encendida que se movía en todas direcciones» —citó, bajando la mirada hacia la hoja.
Nicholas se lamió los labios resecos.
—¿Qué vas a hacer con ella?
—Te lo contaré —repuso Valentine—, cuando crea que puedo confiar en ti y sepa que tú confías en mí.
—¿Confiar en ti? ¿Después de que te escabulleras a través del Portal en Renwick y lo hicieras pedazos para que no pudiera ir tras de ti? ¿Y de que intentaras matar a ____(tn)?
—Nunca habría lastimado a tu hermana —replicó él, con un ramalazo de cólera—. Del mismo modo que no te lastimaría a ti.
—¡Lo único que has hecho ha sido lastimarme! ¡Fueron los Lightwood quienes me protegieron!
—No soy yo quién te ha encerrado aquí. No soy yo quien te amenaza y desconfía de ti. Son los Lightwood y sus amigos de la Clave. —Valentine hizo una pausa—. Viéndote así, viendo cómo te han tratado y que sin embargo sigues mostrándote estoico, me siento orgulloso de ti.
Sorprendido, Nicholas alzó los ojos, tan de prisa que sintió un vahído. La mano le lanzó una punzada insistente. Reprimió el dolor y lo frenó hasta que su respiración se relajó.
—¿Qué? —soltó.
—Me doy cuenta ahora de que me equivoqué en Renwick —siguió Valentine—. Te veía como el muchachito que dejé en Idris, obediente a todos mis deseos. En su lugar encontré a un joven testarudo, independiente y valeroso, y sin embargo te traté como si todavía fueses un niño. No me sorprende que te rebelases contra mí.
—¿Me rebelase?…
A Nicholas se le hizo un nudo en la garganta, que impidió el paso a las palabras que deseaba pronunciar. La cabeza le había empezado a martillear siguiendo el ritmo del dolor agudo de la mano.
—Nunca tuve la oportunidad de explicarte mi pasado —continuó diciendo Valentine—, de contarte por qué he hecho las cosas que he hecho.
—No hay nada que explicar. Mataste a mis abuelos. Mantuviste prisionera a mi madre. Mataste a otros cazadores de sombras para favorecer tus propios designios. —Cada palabra le sabía a Nicholas a veneno.
—Únicamente conoces la mitad de los hechos, Jonathan. Te mentí cuando eras un niño porque eras demasiado joven para comprender. Ahora eres lo bastante mayor como para que se te cuente la verdad.
—En ese caso, cuéntame la verdad.
Valentine alargó el brazo por entre los barrotes de la celda y posó la mano sobre la cabeza de Nicholas. La textura áspera y encallecida de los dedos tenía exactamente el mismo tacto que había tenido cuando Nicholas tenía diez años.
—Quiero confiar en ti, Jonathan —dijo—. ¿Puedo?
Nicholas quiso responder, pero las palabras no salieron. Sentía como si le estuvieran cerrando lentamente un aro de hierro alrededor del pecho, dejándole sin respiración.
—Desearía… —musitó.
Sonó un ruido por encima de ellos. Un ruido parecido al golpe de una puerta de metal; a continuación, Nicholas oyó pisadas, susurros que resonaban en las paredes de piedra de la Ciudad. Valentine se puso en pie, cerrando la mano sobre la luz mágica hasta que ésta sólo fue un tenue resplandor y él mismo una sombra apenas recortada.
—Más rápido de lo que pensé —murmuró, y bajó los ojos para mirar a Nicholas por entre los barrotes.
Nicholas miró más allá de él, pero no pudo ver otra cosa que la oscuridad al otro lado de la tenue iluminación de la luz mágica. Pensó en la turbulenta forma oscura que había visto antes, extinguiendo toda luz ante ella.
—¿Qué se acerca? ¿Qué es? —exigió saber, arrastrándose al frente de rodillas.
—Debo marcharme —repuso Valentine—. Pero no hemos terminado, tu y yo.
Nicholas colocó la mano en los barrotes.
—Quítame la cadena. Sea lo que sea eso, quiero poder luchar.
—Quitarte las cadenas ahora no sería precisamente un favor.
Valentine cerró la mano por completo alrededor de la piedra de luz mágica. Ésta se extinguió, sumiendo la sala en la oscuridad. Nicholas se arrojó contra los barrotes de la celda en medio de violentas protestas y dolor de su muñeca rota.
—¡No! —chilló—. Padre, por favor.
—Cuando quieras encontrarme —dijo Valentine—, me encontrarás.
Y a continuación sólo hubo el sonido de sus pisadas que retrocedían veloces y la propia respiración irregular de Nicholas mientras se dejaba caer contra los barrotes.
**************************************
Durante el viaje en metro hasta la zona residencial, ____(tn) fue incapaz de sentarse. Paseó de arriba abajo del vagón casi vacío, con los auriculares de su iPod colgándole del cuello. Isabelle no había contestado al teléfono cuando ____(tn) le había llamado, y una sensación irracional de inquietud corroía las tripas de la muchacha.
Pensó en Nicholas en La Luna del Cazador, cubierto de sangre. Mientras mostraba los dientes gruñendo encolerizado, había parecido más un hombre lobo que un cazador de sombras encargado de proteger a los humanos y mantener a los subterráneos a raya.
Subió como una exhalación las escaleras de la parada de la calle Noventa y seis, y aminoró la marcha al aproximarse a la esquina desde donde el Instituto se veía como una enorme sombra gris. Había hecho calor en los túneles, y el sudor del cogote le cosquilleaba helado mientras recorría el agrietado camino de cemento hasta la puerta principal del Instituto.
Alargó la mano hacia el descomunal tirador de la campanilla que colgaba del arquitrabe, luego vaciló. Ella era una cazadora de sombras, ¿verdad? Tenía derecho a estar en el Instituto, igual que lo tenían los Lightwood. Con una nueva determinación, asió el picaporte intentó recordar las palabras que Nicholas había pronunciado.
—En el nombre del Ángel, soli…
La puerta se abrió de par en par a una oscuridad iluminada por las llamas de docenas de velas diminutas. Mientras pasaba presurosa por entre los bancos, las velas parpadearon como si se rieran de ella. Llegó al ascensor, cerró la puerta de metal a su espalda y presionó los botones con un dedo tembloroso. Deseó que su nerviosismo se calmara, ¿estaba preocupada por Nicholas, o simplemente preocupada por tener que ver a Nicholas? El rostro de la muchacha, enmarcado por el cuello subido del abrigo, se veía muy blanco y pequeño, los ojos grandes y de un verde oscuro, los labios pálidos y mordidos. «Nada bonita», se dijo consternada, y se obligó a borrar esa idea. ¿Qué importaba el aspecto que tuviese? A Nicholas no le importaba. A Nicholas no podía importarle.
Bueno poes Valentine ya encontró al Nicho! :(L):
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
Nada puede salir bien de esto! :scratch:
Ya veremos que pasa! ;)
Las leo más tarde! ^.^
Lu wH!;*
X
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
Nada puede salir bien de esto! :scratch:
Ya veremos que pasa! ;)
Las leo más tarde! ^.^
Lu wH!;*
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
oh no mi Nick noooo :(
Aggg que rayos quiere Valentine opino que desaparezca de una ves
Y Simón que se convierta en una rata como antes
Y se vaya igual de lejos que Valentine jum!!
Awww la rayis pobrecita quiere a Nick pero no como hermanos
Y ahhhh Nick esta en la misma posición
Eso debe solucionarse ya!!!
Que Valentine confiese que eso es mentira
Así todos seríamos felices hehehe
Y claro que si Simón ha perdido a sus fans por aprovechado hahaha
Siguela pronto plis!!
Aggg que rayos quiere Valentine opino que desaparezca de una ves
Y Simón que se convierta en una rata como antes
Y se vaya igual de lejos que Valentine jum!!
Awww la rayis pobrecita quiere a Nick pero no como hermanos
Y ahhhh Nick esta en la misma posición
Eso debe solucionarse ya!!!
Que Valentine confiese que eso es mentira
Así todos seríamos felices hehehe
Y claro que si Simón ha perdido a sus fans por aprovechado hahaha
Siguela pronto plis!!
Última edición por Karli Jonas el Miér 05 Dic 2012, 4:03 pm, editado 1 vez
Karli Jonas
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
entonces la rayiz y Simon son novios?? :¬¬:
No me gusta! Odio a Simon!! :x
De ahora en adelante somosAntiSimon
Awww mi pobre Nicho!! Ahora van a sospechar mas de el!! :wut:
Siguela!!
No me gusta! Odio a Simon!! :x
De ahora en adelante somosAntiSimon
Awww mi pobre Nicho!! Ahora van a sospechar mas de el!! :wut:
Siguela!!
aranzhitha
Karli Jonas
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
Karli Jonas escribió:oh no mi Nick noooo :(
Aggg que rayos quiere Valentine opino que desaparezca de una ves
Y Simón que se convierta en una rata como antes
Y se vaya igual de lejos que Valentine jum!!
Awww la rayis pobrecita quiere a Nick pero no como hermanos
Y ahhhh Nick esta en la misma posición
Eso debe solucionarse ya!!!
Que Valentine confiese que eso es mentira
Así todos seríamos felices hehehe
Y claro que si Simón ha perdido a sus fans por aprovechado hahaha
Siguela pronto plis!!
JAJAJAJAJAJJA AME tu Comentario!
xD Todo sería mucho más fácil con Simón como Rata y Valentine fuera del Mapa! Verdad!
Pero bueno no siempre tenemos lo que queremos!
:wut: :wut: :wut: :wut:
Okey ellos DEBERíAN de quererse como hermanos.....
Pero NO! :fiu:
Bueno solo te diré una cosa, ellos van a estar juntos!
Verás que todo se soluciona, tampoco es que Valentine este echando mentiras del todo...
Siiiiii, Simón acaba de perder fans! JAJAJA
Ya la sigo! ;)
X
xD Todo sería mucho más fácil con Simón como Rata y Valentine fuera del Mapa! Verdad!
Pero bueno no siempre tenemos lo que queremos!
:wut: :wut: :wut: :wut:
Okey ellos DEBERíAN de quererse como hermanos.....
Pero NO! :fiu:
Bueno solo te diré una cosa, ellos van a estar juntos!
Verás que todo se soluciona, tampoco es que Valentine este echando mentiras del todo...
Siiiiii, Simón acaba de perder fans! JAJAJA
Ya la sigo! ;)
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
aranzhitha escribió:entonces la rayiz y Simon son novios?? :¬¬:
No me gusta! Odio a Simon!! :x
De ahora en adelante somosAntiSimon
Awww mi pobre Nicho!! Ahora van a sospechar mas de el!! :wut:
Siguela!!
Bueno algo así! :suspect:
JAJAJAJAJ Siiii
#AntiSimón
AME Eso! ;)
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
Lo sé, pero pronto se soluciona todo! ;)
Ya la sigo!
JAJAJAJAJ Siiii
#AntiSimón
AME Eso! ;)
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
Lo sé, pero pronto se soluciona todo! ;)
Ya la sigo!
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
Karli Jonas escribió:SIGUELA!!!
En eso Estoy! ;)
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
• LOS PECADOS DE LOS PADRES - CAPITULO 5 (Parte 2) •
El ascensor se detuvo con un chasquido metálico, y ____(tn) abrió la puerta. Iglesia la esperaba en el vestíbulo y la saludó con un maullido contrariado.
—¿Qué es lo que sucede, Iglesia?
La voz de la muchacha sonó anormalmente fuerte en la silenciosa estancia. Se preguntó si habría alguien en el Instituto. Quizá sólo estuviese ella. La idea le dio escalofríos.
—¿Hay alguien en casa?
El gato persa de color azul le dio la espalda y se alejó por el pasillo. Pasaron ante la sala de música y la biblioteca, ambas vacías, antes de que Iglesia doblara otra esquina y se sentara frente a una puerta cerrada. «Bien. Pues, aquí estamos», parecía indicar su expresión.
Antes de que pudiera llamar, la puerta se abrió, y apareció Isabelle de pie en el umbral, descalza y vestida con unos vaqueros y un suave suéter violeta. Se sobresaltó al ver a ____(tn).
—Me ha parecido oír a alguien por el pasillo, pero no pensaba que serías tú —dijo—. ¿Qué haces aquí?
____(tn) la miró fijamente.
—Tú me has enviado un mensaje de texto. Decías que la Inquisidora había metido a Nicholas en la cárcel.
—¡____(tn)! —Isabelle echó una rápida mirada a un lado y otro del pasillo, luego se mordió el labio—. No quería decir que debieras venir corriendo.
____(tn) estaba horrorizada.
—¡Isabelle! ¡La cárcel!
—Sí, pero… —Con un suspiro de derrota, Isabelle se hizo a un lado e indicó con una seña a ____(tn) que entrara en la habitación—. Mira, será mejor que entres. Y tú, fuera —dijo, agitando una mano en dirección a Iglesia—. Ve a custodiar el ascensor.
Iglesia le dedicó una mirada terrible, se tumbó, y se dispuso a dormir.
—Gatos —rezongó Isabelle, y dio un portazo.
—Hola, ____(tn). —Alec estaba sentado en la cama deshecha de Isabelle, con las botas colgando por el lado—. ¿Qué haces aquí?
____(tn) se sentó en el taburete acolchado frente al tocador espléndidamente desordenado de Isabelle.
—Tu hermana me ha enviado un mensaje de texto. Me ha dicho lo que le ha pasado con Nicholas.
Isabelle y Alec intercambiaron una mirada expresiva.
—Bueno, Alec —exclamó Isabelle—. Pensé que debía saberlo. ¡No contaba con que viniera aquí a toda velocidad!
A ____(tn) el estómago le dio un vuelco.
—¡Pues claro que he venido! ¿Nicholas está bien? ¿Por qué demonios lo ha metido la Inquisidora en la prisión?
—No es una prisión exactamente. Está en la Ciudad Silenciosa —explicó Alec; se sentó muy erguido y se colocó uno de los almohadones de Isabelle sobre el regazo para dedicarse a juguetear despreocupadamente con el fleco de cuentas cosido a los bordes.
—¿En la Ciudad Silenciosa? ¿Por qué?
Alec vaciló.
—Hay celdas debajo de la Ciudad Silenciosa. A veces encierran criminales antes de deportarlos a Idris para ser juzgados ante el Consejo. Personas que han hecho cosas realmente malas. Asesinos, renegados, vampiros. Cazadores de sombras que quebrantan los Acuerdos. Ahí es donde está Nicholas ahora.
—¿Encerrado con un puñado de asesinos? —____(tn) volvía a estar de pie, escandalizada—. ¿Qué es lo que os pasa a todos vosotros? ¿Por qué no estáis más enfadados?
Alec e Isabelle intercambiaron otra mirada.
—Es sólo por una noche —repuso Isabelle— Y no hay nadie más allí abajo con él. Lo hemos preguntado.
—Pero ¿por qué? ¿Qué ha hecho Nicholas?
—Se insolentó con la Inquisidora. Eso fue todo, hasta donde yo sé —contestó Alec.
Isabelle se sentó en el borde del tocador.
—Es increíble —exclamó.
—Entonces, la Inquisidora debe estar loca —declaró ____(tn).
—No, la verdad es que no lo está —repuso Alec—. Si Nicholas estuviera en vuestro ejército mundano, ¿crees que se le permitiría insolentarse con sus superiores? Por supuesto que no.
—Bueno, no durante una guerra. Pero Nicholas no es un soldado.
—Nosotros sí somos soldados. Nicholas tanto como el resto de nosotros. Existe una jerarquía de mando, y la Inquisidora está cerca de la cúpula. Nicholas está cerca de la base. Debería haberla tratado con más respeto.
—Si estáis de acuerdo con que debe estar en la cárcel, ¿por qué me habéis pedido que viniera aquí? ¿Sólo para convencerme de que os diera la razón? No le veo el sentido. ¿Qué queréis que haga?
—No hemos dicho que debería estar en la cárcel —le espetó Isabelle—. Sólo que no debería haberle replicado a uno de los miembros de más alto rango de la Clave. Además —añadió en algo más parecido a un hilo de voz—. Se me ocurrió que a lo mejor podrías ayudar.
—¿Ayudar? ¿Cómo?
—Ya te lo he dicho antes —dijo Alec—. La mitad del tiempo parece que Nicholas esté intentando que lo maten. Tiene que aprender a mirar por sí mismo, y eso incluye cooperar con la Inquisidora.
—¿Y crees que puedo ayudar obligándole a hacerlo? —inquirió ____(tn), con voz incrédula.
—No estoy segura de que nadie pueda obligar a Nicholas a hacer nada —repuso Isabelle—. Pero creo que puedes recordarle que tiene algo por lo que vivir.
Alec bajó la mirada a la almohada que tenía en la mano y dio un tirón repentino y salvaje al fleco. Las cuentas tintinearon por la manta de Isabelle como una cortina de lluvia.
—Alec, no hagas eso —le riñó su hermana, frunciendo el entrecejo.
____(tn) quiso decirle a Isabelle que ellos eran la familia de Nicholas, que ella no lo era, que sus voces tenían más peso en él del que la suya tendría jamás. Pero no dejaba de oír la voz de Nicholas en la cabeza, diciendo: «Jamás sentí como si perteneciera a ninguna parte. Pero tú me hiciste sentir como si perteneciera».
—¿Podemos ir a la Ciudad Silenciosa y verle?
—¿Le dirás que coopere con la Inquisidora? —quiso saber Alec.
____(tn) lo consideró.
—Primero quiero oír lo que él tiene que decir.
Alec tiró la almohada sobre la cama y se puso en pie. Antes de que pudieran decir nada, llamaron a la puerta. Isabelle se apartó del tocador y fue a abrir.
Era un chico menudo de cabellos oscuros, con los ojos medio ocultos por unas gafas. Llevaba vaqueros y una sudadera extra grande y sostenía un libro en una mano.
—Max —exclamó Isabelle, con cierta sorpresa—, pensaba que dormías.
—Estaba en la habitación de las armas —respondió el chico; que sin duda era el hijo menor de los Lightwood—. Pero se oían ruidos que venían de la biblioteca. Creo que alguien podría estar intentando ponerse en contacto con el Instituto. —Miró detenidamente por detrás de Isabelle a ____(tn)—. ¿Quién es ésa?
—Es ____(tn) —contestó Alec—. La hermana de Nicholas.
Los ojos de Max se abrieron como platos.
—Pensaba que Nicholas no tenía hermanos.
—Eso era lo que todos pensábamos —afirmó Alec; recogió el suéter que había dejado echado sobre una de las sillas de Isabelle y se lo pasó rápidamente por la cabeza. Los cabellos le rodeaban la cabeza como un suave halo oscuro, chisporroteando con electricidad estática. Tiró de la prenda con impaciencia—. Será mejor que vaya a la biblioteca.
—Iremos los dos —dijo Isabelle; sacó su látigo de oro, que estaba enroscado en forma de reluciente soga, de un cajón y se pasó el mango por el cinturón—. A lo mejor ha sucedido algo.
—¿Dónde están vuestros padres? —preguntó ____(tn).
—Les llamaron al exterior hace unas pocas horas. Han asesinado a un hada en Central Park. La Inquisidora se ha ido con ellos —explicó Alec.
—¿No quisisteis ir?
—No se nos invitó. —Isabelle se enrolló las dos oscuras trenzas sobre la cabeza y atravesó el rodete de pelo con una pequeña daga de cristal—. Cuida de Max, ¿quieres? Volvemos en seguida.
—Pero… —protestó ____(tn).
—Volvemos en seguida.
Isabelle salió al pasillo a toda velocidad, con Alec pegado a sus talones. En cuanto la puerta se cerró tras ellos, ____(tn) se sentó en la cama y contempló a Max con aprensión. Nunca había pasado mucho tiempo con niños porque su madre nunca le había permitido hacer de canguro, y lo cierto era que no estaba segura de cómo hablarles o qué podría divertirles. La ayudó un poco que ese niño en concreto le recordara a Simon a esa edad, con los brazos y las piernas delgaduchos, y gafas que parecían demasiado grandes para su rostro.
Max la devolvió la mirada con una ojeada evaluativa propia, no tímida, sino pensativa y contenida.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó finalmente.
____(tn) se quedó atónita.
—¿Cuántos parece que tenga?
—Catorce.
—Tengo dieciséis, pero la gente siempre piensa que soy más joven de lo que soy porque soy baja.
Max asintió.
—A mí también me pasa —dijo—. Tengo nueve pero la gente siempre piensa que tengo siete.
—Yo te veo con aspecto de nueve —indicó ____(tn)—. ¿Qué es lo que sostienes? ¿Un libro?
Max sacó la mano de detrás de la espalda. Sujetaba un libro en rústica ancho y plano, aproximadamente del tamaño de una de aquellas revistas pequeñas que se vendían en los mostradores de las tiendas. Éste tenía una cubierta de vivos colores con escritura kanji japonesa debajo de las palabras en inglés. ____(tn) lanzó una carcajada.
— Naruto —leyó—. No sabía que te gustaba el manga. ¿Dónde lo has conseguido?
—En el aeropuerto. Me gustan los dibujos pero no tengo ni idea de cómo leerlo.
—A ver, dámelo. —Lo abrió rápidamente, mostrándole las páginas—. Se lee hacia atrás, de derecha a izquierda en lugar de hacerlo de izquierda a derecha. Y se leen las páginas en el sentido de las agujas del reloj, ¿sabes lo que eso significa?
—Desde luego —repuso él.
Por un momento a ____(tn) le inquietó la posibilidad de haberle irritado, pero Max parecía más que complacido cuando recuperó el libro y pasó las hojas desde la última.
—Éste es el número nueve —indicó—. Creo que debería conseguir los otros ocho antes de leerlo.
—Es una buena idea. Quizá puedas conseguir que alguien te lleve a Midtown Comics o a Planeta Prohibido.
—¿Planeta Prohibido?
Max pareció desconcertado, pero antes de que ____(tn) pudiera explicarse, Isabelle entró por la puerta como una exhalación, jadeante.
—Era alguien intentando contactar con el Instituto —explicó, antes de que ____(tn) pudiera preguntar—. Uno de los Hermanos Silenciosos. Algo ha sucedido en la Ciudad de Hueso.
—¿Qué clase de algo?
—No lo sé. Nunca antes había oído que los Hermanos Silenciosos pidieran ayuda.
Isabelle estaba claramente angustiada. Volvió la cabeza hacia su hermano.
—Max, ve a tu habitación y quédate ahí, ¿de acuerdo?
—¿Vais a salir tu y Alec? —inquirió él, con expresión obstinada.
—Sí.
—¿A la Ciudad Silenciosa?
—Max…
—Quiero ir.
Isabelle meneó negativamente la cabeza; la empuñadura de la daga detrás de la cabeza centelleó como un punto llameante.
—Rotundamente no. Eres demasiado joven.
—¡Vosotros tampoco tenéis los dieciocho!
Isabelle se volvió hacia ____(tn) con una expresión mitad de ansiedad y mitad de desesperación.
—____(tn), ven aquí un segundo, por favor.
Ésta se puso en pie con curiosidad…, e Isabelle la agarró del brazo y la sacó violentamente de la habitación, dando un portazo. Se oyó un golpe sordo cuando Max se lanzó contra la puerta.
—¡Maldita sea! —exclamó Isabelle, sujetando el pomo—, ¿puedes coger mi estela por mí, por favor? Está en el bolsillo…
A toda prisa, ____(tn) le tendió la estela que Luke le había dado horas antes aquella noche.
—Usa la mía.
Con unos pocos trazos rápidos, Isabelle grabó en un instante una runa de cierre sobre la puerta. ____(tn) todavía podía oír las protestas de Max desde el otro lado cuando Isabelle se apartó de la puerta, haciendo una mueca, y le devolvió su estela.
—No sabía que tenías una de éstas.
—Era de mi madre —respondió ____(tn), luego se regañó mentalmente. «Es de mi madre. Es de mi madre.»
—Ya. —Isabelle golpeó la puerta con un puño—. Max, hay algunas barritas energéticas en el cajón de la mesilla de noche si tienes hambre. Regresaremos en cuanto podamos.
Del otro lado de la puerta se oyó otro alarido indignado; encogiéndose de hombros, Isabelle se volvió y comenzó a caminar a toda prisa por el pasillo, con ____(tn) junto a ella.
—¿Qué decía el mensaje? —quiso saber la muchacha—. ¿Sólo que había problemas?
—Que era un ataque. Eso.
Alec las esperaba fuera de la biblioteca. Vestía una armadura de cuero negro de cazador de sombras sobre la ropa. Llevaba guantelete protegiéndole los brazos y Marcas alrededor de garganta y muñecas. Cuchillos serafín, cada uno con el nombre de un ángel, centelleaban en el cinturón que le rodeaba la cintura.
—¿Estás lista? —dijo a su hermana—. ¿Te has ocupado de Max?
—Está perfectamente —La muchacha extendió los brazos—. Márcame.
Mientras trazaba los dibujos de runas a lo largo de los dorsos de las manos de Isabelle y la parte interior de las muñecas, Alec echó una ojeada a ____(tn).
—Probablemente deberías marcharte a casa —dijo—. Es mejor que no estés aquí sola cuando la Inquisidora regrese.
—Quiero ir con vosotros —repuso ____(tn); las palabras se le habían escapado antes de poder contenerlas.
Isabelle retiró una de las manos que le sostenía Alec y sopló sobre la piel marcada como si enfriara una taza de café demasiado caliente.
—Pareces Max.
—Max tiene nueve años. Yo tengo vuestra edad.
—Pero no tienes preparación —arguyó Alec—. Sólo serían un lastre.
—No, no lo seré. ¿Habéis estado alguno dentro de la Ciudad Silenciosa? —inquirió ella—. Yo sí. Sé cómo entrar. Sé cómo moverme por ella.
Alec se irguió, guardando su estela.
—No creo que…
—No va desencaminada —terció Isabelle—. Creo que debería venir si quiere.
Alec pareció desconcertado.
—La última vez que nos enfrentamos a un demonio se limitó a agazaparse y a chillar. —Al ver la expresión agria de ____(tn), le lanzó una rápida mirada de disculpa—. Lo siento, pero es verdad.
—Creo que necesita una oportunidad para aprender —replicó Isabelle—. Ya sabes lo que Nicholas siempre dice: en ocasiones no tienes que buscar el peligro, en ocasiones el peligro te encuentra a ti.
—No podéis encerrarme como habéis hecho con Max —añadió ____(tn), viendo que la determinación de Alec flaqueaba—. No soy una niña. Y sé donde está la Ciudad de Hueso, puedo llegar hasta allí sin vosotros.
Alec se apartó de ella, meneando la cabeza y mascullando algo sobre chicas. Isabelle tendió una mano hacia ____(tn).
—Dame tu estela —dijo—. Es hora de que recibas algunas Marcas.
—¿Qué es lo que sucede, Iglesia?
La voz de la muchacha sonó anormalmente fuerte en la silenciosa estancia. Se preguntó si habría alguien en el Instituto. Quizá sólo estuviese ella. La idea le dio escalofríos.
—¿Hay alguien en casa?
El gato persa de color azul le dio la espalda y se alejó por el pasillo. Pasaron ante la sala de música y la biblioteca, ambas vacías, antes de que Iglesia doblara otra esquina y se sentara frente a una puerta cerrada. «Bien. Pues, aquí estamos», parecía indicar su expresión.
Antes de que pudiera llamar, la puerta se abrió, y apareció Isabelle de pie en el umbral, descalza y vestida con unos vaqueros y un suave suéter violeta. Se sobresaltó al ver a ____(tn).
—Me ha parecido oír a alguien por el pasillo, pero no pensaba que serías tú —dijo—. ¿Qué haces aquí?
____(tn) la miró fijamente.
—Tú me has enviado un mensaje de texto. Decías que la Inquisidora había metido a Nicholas en la cárcel.
—¡____(tn)! —Isabelle echó una rápida mirada a un lado y otro del pasillo, luego se mordió el labio—. No quería decir que debieras venir corriendo.
____(tn) estaba horrorizada.
—¡Isabelle! ¡La cárcel!
—Sí, pero… —Con un suspiro de derrota, Isabelle se hizo a un lado e indicó con una seña a ____(tn) que entrara en la habitación—. Mira, será mejor que entres. Y tú, fuera —dijo, agitando una mano en dirección a Iglesia—. Ve a custodiar el ascensor.
Iglesia le dedicó una mirada terrible, se tumbó, y se dispuso a dormir.
—Gatos —rezongó Isabelle, y dio un portazo.
—Hola, ____(tn). —Alec estaba sentado en la cama deshecha de Isabelle, con las botas colgando por el lado—. ¿Qué haces aquí?
____(tn) se sentó en el taburete acolchado frente al tocador espléndidamente desordenado de Isabelle.
—Tu hermana me ha enviado un mensaje de texto. Me ha dicho lo que le ha pasado con Nicholas.
Isabelle y Alec intercambiaron una mirada expresiva.
—Bueno, Alec —exclamó Isabelle—. Pensé que debía saberlo. ¡No contaba con que viniera aquí a toda velocidad!
A ____(tn) el estómago le dio un vuelco.
—¡Pues claro que he venido! ¿Nicholas está bien? ¿Por qué demonios lo ha metido la Inquisidora en la prisión?
—No es una prisión exactamente. Está en la Ciudad Silenciosa —explicó Alec; se sentó muy erguido y se colocó uno de los almohadones de Isabelle sobre el regazo para dedicarse a juguetear despreocupadamente con el fleco de cuentas cosido a los bordes.
—¿En la Ciudad Silenciosa? ¿Por qué?
Alec vaciló.
—Hay celdas debajo de la Ciudad Silenciosa. A veces encierran criminales antes de deportarlos a Idris para ser juzgados ante el Consejo. Personas que han hecho cosas realmente malas. Asesinos, renegados, vampiros. Cazadores de sombras que quebrantan los Acuerdos. Ahí es donde está Nicholas ahora.
—¿Encerrado con un puñado de asesinos? —____(tn) volvía a estar de pie, escandalizada—. ¿Qué es lo que os pasa a todos vosotros? ¿Por qué no estáis más enfadados?
Alec e Isabelle intercambiaron otra mirada.
—Es sólo por una noche —repuso Isabelle— Y no hay nadie más allí abajo con él. Lo hemos preguntado.
—Pero ¿por qué? ¿Qué ha hecho Nicholas?
—Se insolentó con la Inquisidora. Eso fue todo, hasta donde yo sé —contestó Alec.
Isabelle se sentó en el borde del tocador.
—Es increíble —exclamó.
—Entonces, la Inquisidora debe estar loca —declaró ____(tn).
—No, la verdad es que no lo está —repuso Alec—. Si Nicholas estuviera en vuestro ejército mundano, ¿crees que se le permitiría insolentarse con sus superiores? Por supuesto que no.
—Bueno, no durante una guerra. Pero Nicholas no es un soldado.
—Nosotros sí somos soldados. Nicholas tanto como el resto de nosotros. Existe una jerarquía de mando, y la Inquisidora está cerca de la cúpula. Nicholas está cerca de la base. Debería haberla tratado con más respeto.
—Si estáis de acuerdo con que debe estar en la cárcel, ¿por qué me habéis pedido que viniera aquí? ¿Sólo para convencerme de que os diera la razón? No le veo el sentido. ¿Qué queréis que haga?
—No hemos dicho que debería estar en la cárcel —le espetó Isabelle—. Sólo que no debería haberle replicado a uno de los miembros de más alto rango de la Clave. Además —añadió en algo más parecido a un hilo de voz—. Se me ocurrió que a lo mejor podrías ayudar.
—¿Ayudar? ¿Cómo?
—Ya te lo he dicho antes —dijo Alec—. La mitad del tiempo parece que Nicholas esté intentando que lo maten. Tiene que aprender a mirar por sí mismo, y eso incluye cooperar con la Inquisidora.
—¿Y crees que puedo ayudar obligándole a hacerlo? —inquirió ____(tn), con voz incrédula.
—No estoy segura de que nadie pueda obligar a Nicholas a hacer nada —repuso Isabelle—. Pero creo que puedes recordarle que tiene algo por lo que vivir.
Alec bajó la mirada a la almohada que tenía en la mano y dio un tirón repentino y salvaje al fleco. Las cuentas tintinearon por la manta de Isabelle como una cortina de lluvia.
—Alec, no hagas eso —le riñó su hermana, frunciendo el entrecejo.
____(tn) quiso decirle a Isabelle que ellos eran la familia de Nicholas, que ella no lo era, que sus voces tenían más peso en él del que la suya tendría jamás. Pero no dejaba de oír la voz de Nicholas en la cabeza, diciendo: «Jamás sentí como si perteneciera a ninguna parte. Pero tú me hiciste sentir como si perteneciera».
—¿Podemos ir a la Ciudad Silenciosa y verle?
—¿Le dirás que coopere con la Inquisidora? —quiso saber Alec.
____(tn) lo consideró.
—Primero quiero oír lo que él tiene que decir.
Alec tiró la almohada sobre la cama y se puso en pie. Antes de que pudieran decir nada, llamaron a la puerta. Isabelle se apartó del tocador y fue a abrir.
Era un chico menudo de cabellos oscuros, con los ojos medio ocultos por unas gafas. Llevaba vaqueros y una sudadera extra grande y sostenía un libro en una mano.
—Max —exclamó Isabelle, con cierta sorpresa—, pensaba que dormías.
—Estaba en la habitación de las armas —respondió el chico; que sin duda era el hijo menor de los Lightwood—. Pero se oían ruidos que venían de la biblioteca. Creo que alguien podría estar intentando ponerse en contacto con el Instituto. —Miró detenidamente por detrás de Isabelle a ____(tn)—. ¿Quién es ésa?
—Es ____(tn) —contestó Alec—. La hermana de Nicholas.
Los ojos de Max se abrieron como platos.
—Pensaba que Nicholas no tenía hermanos.
—Eso era lo que todos pensábamos —afirmó Alec; recogió el suéter que había dejado echado sobre una de las sillas de Isabelle y se lo pasó rápidamente por la cabeza. Los cabellos le rodeaban la cabeza como un suave halo oscuro, chisporroteando con electricidad estática. Tiró de la prenda con impaciencia—. Será mejor que vaya a la biblioteca.
—Iremos los dos —dijo Isabelle; sacó su látigo de oro, que estaba enroscado en forma de reluciente soga, de un cajón y se pasó el mango por el cinturón—. A lo mejor ha sucedido algo.
—¿Dónde están vuestros padres? —preguntó ____(tn).
—Les llamaron al exterior hace unas pocas horas. Han asesinado a un hada en Central Park. La Inquisidora se ha ido con ellos —explicó Alec.
—¿No quisisteis ir?
—No se nos invitó. —Isabelle se enrolló las dos oscuras trenzas sobre la cabeza y atravesó el rodete de pelo con una pequeña daga de cristal—. Cuida de Max, ¿quieres? Volvemos en seguida.
—Pero… —protestó ____(tn).
—Volvemos en seguida.
Isabelle salió al pasillo a toda velocidad, con Alec pegado a sus talones. En cuanto la puerta se cerró tras ellos, ____(tn) se sentó en la cama y contempló a Max con aprensión. Nunca había pasado mucho tiempo con niños porque su madre nunca le había permitido hacer de canguro, y lo cierto era que no estaba segura de cómo hablarles o qué podría divertirles. La ayudó un poco que ese niño en concreto le recordara a Simon a esa edad, con los brazos y las piernas delgaduchos, y gafas que parecían demasiado grandes para su rostro.
Max la devolvió la mirada con una ojeada evaluativa propia, no tímida, sino pensativa y contenida.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó finalmente.
____(tn) se quedó atónita.
—¿Cuántos parece que tenga?
—Catorce.
—Tengo dieciséis, pero la gente siempre piensa que soy más joven de lo que soy porque soy baja.
Max asintió.
—A mí también me pasa —dijo—. Tengo nueve pero la gente siempre piensa que tengo siete.
—Yo te veo con aspecto de nueve —indicó ____(tn)—. ¿Qué es lo que sostienes? ¿Un libro?
Max sacó la mano de detrás de la espalda. Sujetaba un libro en rústica ancho y plano, aproximadamente del tamaño de una de aquellas revistas pequeñas que se vendían en los mostradores de las tiendas. Éste tenía una cubierta de vivos colores con escritura kanji japonesa debajo de las palabras en inglés. ____(tn) lanzó una carcajada.
— Naruto —leyó—. No sabía que te gustaba el manga. ¿Dónde lo has conseguido?
—En el aeropuerto. Me gustan los dibujos pero no tengo ni idea de cómo leerlo.
—A ver, dámelo. —Lo abrió rápidamente, mostrándole las páginas—. Se lee hacia atrás, de derecha a izquierda en lugar de hacerlo de izquierda a derecha. Y se leen las páginas en el sentido de las agujas del reloj, ¿sabes lo que eso significa?
—Desde luego —repuso él.
Por un momento a ____(tn) le inquietó la posibilidad de haberle irritado, pero Max parecía más que complacido cuando recuperó el libro y pasó las hojas desde la última.
—Éste es el número nueve —indicó—. Creo que debería conseguir los otros ocho antes de leerlo.
—Es una buena idea. Quizá puedas conseguir que alguien te lleve a Midtown Comics o a Planeta Prohibido.
—¿Planeta Prohibido?
Max pareció desconcertado, pero antes de que ____(tn) pudiera explicarse, Isabelle entró por la puerta como una exhalación, jadeante.
—Era alguien intentando contactar con el Instituto —explicó, antes de que ____(tn) pudiera preguntar—. Uno de los Hermanos Silenciosos. Algo ha sucedido en la Ciudad de Hueso.
—¿Qué clase de algo?
—No lo sé. Nunca antes había oído que los Hermanos Silenciosos pidieran ayuda.
Isabelle estaba claramente angustiada. Volvió la cabeza hacia su hermano.
—Max, ve a tu habitación y quédate ahí, ¿de acuerdo?
—¿Vais a salir tu y Alec? —inquirió él, con expresión obstinada.
—Sí.
—¿A la Ciudad Silenciosa?
—Max…
—Quiero ir.
Isabelle meneó negativamente la cabeza; la empuñadura de la daga detrás de la cabeza centelleó como un punto llameante.
—Rotundamente no. Eres demasiado joven.
—¡Vosotros tampoco tenéis los dieciocho!
Isabelle se volvió hacia ____(tn) con una expresión mitad de ansiedad y mitad de desesperación.
—____(tn), ven aquí un segundo, por favor.
Ésta se puso en pie con curiosidad…, e Isabelle la agarró del brazo y la sacó violentamente de la habitación, dando un portazo. Se oyó un golpe sordo cuando Max se lanzó contra la puerta.
—¡Maldita sea! —exclamó Isabelle, sujetando el pomo—, ¿puedes coger mi estela por mí, por favor? Está en el bolsillo…
A toda prisa, ____(tn) le tendió la estela que Luke le había dado horas antes aquella noche.
—Usa la mía.
Con unos pocos trazos rápidos, Isabelle grabó en un instante una runa de cierre sobre la puerta. ____(tn) todavía podía oír las protestas de Max desde el otro lado cuando Isabelle se apartó de la puerta, haciendo una mueca, y le devolvió su estela.
—No sabía que tenías una de éstas.
—Era de mi madre —respondió ____(tn), luego se regañó mentalmente. «Es de mi madre. Es de mi madre.»
—Ya. —Isabelle golpeó la puerta con un puño—. Max, hay algunas barritas energéticas en el cajón de la mesilla de noche si tienes hambre. Regresaremos en cuanto podamos.
Del otro lado de la puerta se oyó otro alarido indignado; encogiéndose de hombros, Isabelle se volvió y comenzó a caminar a toda prisa por el pasillo, con ____(tn) junto a ella.
—¿Qué decía el mensaje? —quiso saber la muchacha—. ¿Sólo que había problemas?
—Que era un ataque. Eso.
Alec las esperaba fuera de la biblioteca. Vestía una armadura de cuero negro de cazador de sombras sobre la ropa. Llevaba guantelete protegiéndole los brazos y Marcas alrededor de garganta y muñecas. Cuchillos serafín, cada uno con el nombre de un ángel, centelleaban en el cinturón que le rodeaba la cintura.
—¿Estás lista? —dijo a su hermana—. ¿Te has ocupado de Max?
—Está perfectamente —La muchacha extendió los brazos—. Márcame.
Mientras trazaba los dibujos de runas a lo largo de los dorsos de las manos de Isabelle y la parte interior de las muñecas, Alec echó una ojeada a ____(tn).
—Probablemente deberías marcharte a casa —dijo—. Es mejor que no estés aquí sola cuando la Inquisidora regrese.
—Quiero ir con vosotros —repuso ____(tn); las palabras se le habían escapado antes de poder contenerlas.
Isabelle retiró una de las manos que le sostenía Alec y sopló sobre la piel marcada como si enfriara una taza de café demasiado caliente.
—Pareces Max.
—Max tiene nueve años. Yo tengo vuestra edad.
—Pero no tienes preparación —arguyó Alec—. Sólo serían un lastre.
—No, no lo seré. ¿Habéis estado alguno dentro de la Ciudad Silenciosa? —inquirió ella—. Yo sí. Sé cómo entrar. Sé cómo moverme por ella.
Alec se irguió, guardando su estela.
—No creo que…
—No va desencaminada —terció Isabelle—. Creo que debería venir si quiere.
Alec pareció desconcertado.
—La última vez que nos enfrentamos a un demonio se limitó a agazaparse y a chillar. —Al ver la expresión agria de ____(tn), le lanzó una rápida mirada de disculpa—. Lo siento, pero es verdad.
—Creo que necesita una oportunidad para aprender —replicó Isabelle—. Ya sabes lo que Nicholas siempre dice: en ocasiones no tienes que buscar el peligro, en ocasiones el peligro te encuentra a ti.
—No podéis encerrarme como habéis hecho con Max —añadió ____(tn), viendo que la determinación de Alec flaqueaba—. No soy una niña. Y sé donde está la Ciudad de Hueso, puedo llegar hasta allí sin vosotros.
Alec se apartó de ella, meneando la cabeza y mascullando algo sobre chicas. Isabelle tendió una mano hacia ____(tn).
—Dame tu estela —dijo—. Es hora de que recibas algunas Marcas.
Listo aquí tienen más! :)
Que tal la rayiz va por su primer aventura como Cazadora de Sombras!
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
*-* Me Encanta Alec! Es tan dulce!
aunque a veces sea un poco tontito! :fiu:
Las leo después! Mis Lectoras
#AntiSimón!
Lu wH!;*
X
Que tal la rayiz va por su primer aventura como Cazadora de Sombras!
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
*-* Me Encanta Alec! Es tan dulce!
aunque a veces sea un poco tontito! :fiu:
Las leo después! Mis Lectoras
#AntiSimón!
Lu wH!;*
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
BUENO ME RETRACE EN TRES CAAPIISSS!!!...PERO YA ESTOY AL CORRIENTE!!!
PRIMRO VALENTINE SI QUIERE A NICK A SU MANERA!!!!... Y SE MEDIO PREOCUPA POR EL!!!!!.....
SEGUNDO SIMON BIEN QUE APROVECHA EL TIEMPO!!!!.....
TERCERO ALEC ES UN POQUITO PROTECTOR CON _____!!!!
JAJAJAJA
Y BUENO LA AVENTURA DE ___ ESTA COMENZANDO!!! Y SE ESTRENARA COMO CAZADORA DE SOMBRAS!!!!
AAAII SIGUELA PORFIISSS!!!
PRIMRO VALENTINE SI QUIERE A NICK A SU MANERA!!!!... Y SE MEDIO PREOCUPA POR EL!!!!!.....
SEGUNDO SIMON BIEN QUE APROVECHA EL TIEMPO!!!!.....
TERCERO ALEC ES UN POQUITO PROTECTOR CON _____!!!!
JAJAJAJA
Y BUENO LA AVENTURA DE ___ ESTA COMENZANDO!!! Y SE ESTRENARA COMO CAZADORA DE SOMBRAS!!!!
AAAII SIGUELA PORFIISSS!!!
chelis
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
POR ULTIMOOOO.... YOOOO TAMBIEN LEOOO A NARUTO!!!!!
JEJEJE
AHORA SI YA ME VOOOYYY!!!!
JEJEJE
AHORA SI YA ME VOOOYYY!!!!
chelis
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