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Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
• EL DIENTE DE LA SERPIENTE - CAPITULO 15 (Parte 2)•
Transcurría el tiempo dentro de la prisión, y Nicholas contemplaba cómo la horrorosa lluvia plateada caía a su alrededor con una especie de interés distante. Los dedos se le habían empezado a entumecer, lo que sospechaba era una mala señal, pero no conseguía que le importase. Se preguntó si los Lightwood sabían que estaba allí arriba, o si alguien que entrase a la sala de entrenamiento se llevaría una sorpresa desagradable al encontrarle allí encerrado. Pero no, la Inquisidora no era tan descuidada. Les habría dicho que la habitación tenía prohibido el acceso hasta que ella se deshiciera del prisionero del modo que creyera conveniente. Supuso que debería estar enojado, incluso asustado, pero no conseguía que eso le importara tampoco. Nada parecía real: ni la Clave, ni la Alianza, ni la Ley, ni siquiera su padre.
Una pisada queda le alertó de la presencia de alguien más en la habitación. Había estado tumbado sobre la espalda, con la vista fija en el techo; ahora se sentó en el suelo, pasando una mirada rápida por la estancia. Distinguió una forma oscura más allá de la reluciente cortina de lluvia. «Debe de ser la Inquisidora», de vuelta para burlarse de él un poco más. Se preparó para ello… y entonces vio, con un sobresalto, el cabello oscuro y el rostro familiar.
Quizá todavía había algunas cosas que le importaban, después de todo.
—¿Alec?
—Sí.
Alec se arrodilló al otro lado de la pared reluciente. Era como mirar a alguien a través del agua transparente rizada por la corriente; había momentos en que Nicholas podía ver a Alec con claridad, pero de vez en cuando las facciones parecían tambalearse y disolverse mientras la lluvia ardiente relucía y se ondulaba.
Era suficiente para marear a cualquiera, se dijo Nicholas.
—¿Qué, en el nombre del Ángel, es esta cosa? —Alec alargó la mano para tocar la pared.
—No lo hagas. —Nicholas alargó la suya, luego la retiró a toda prisa antes de entrar en contacto con la cortina luminosa—. Te dará una descarga, tal vez te mate si intentas atravesarla.
Alec echó la mano hacia atrás con un silbido quedo.
—La Inquisidora no estaba de broma.
—Desde luego que no. Soy un criminal peligroso. ¿O es que no te has enterado?
Nicholas oyó el tono ácido de su propia voz, vio cómo Alec se encogía, y se sintió mezquino y momentáneamente complacido.
—No te llamó criminal, exactamente….
—No, simplemente soy un niño travieso. Hago toda clase de cosas malas. Pateo gatitos. Hago gestos groseros a las monjas.
—No bromees. Esto es algo serio. —Los ojos de Alec estaban sombríos—. ¿En qué diablos estabas pensando, yendo a ver a Valentine? Quiero decir, en serio, ¿qué te pasó por la cabeza?
A Nicholas se le ocurrieron varios comentarios agudos, pero descubrió que no quería hacer ninguno de ellos. Estaba demasiado cansado.
—Pensaba en que era mi padre.
Alec dio la impresión de estar contando mentalmente hasta diez para conservar la paciencia.
—Nicholas…
—¿Y si fuese tu padre? ¿Qué harías?
—¿Mi padre? Mi padre jamás haría las cosas que Valentine…
Nicholas alzó violentamente la cabeza.
—¡Tu padre sí que hizo esas cosas! ¡Estaba en el Círculo junto con mi padre! ¡También tu madre! Nuestros padres eran todos iguales. ¡La única diferencia es que a los tuyos los cogieron y castigaron, y al mío no!
El rostro de Alec se puso tenso. Pero «¿La única diferencia?» fue todo lo que dijo.
Nicholas bajó la mirada hacia las manos. Las esposas ardientes no estaban pensadas para dejarlas puestas tanto tiempo. La piel de debajo estaba salpicada de gotas de sangre.
—Sólo quería decir —repuso Alec— que no veo por qué querías verle, no después de lo que ha hecho en general, sino después de lo que te hizo a ti.
Nicholas no dijo nada.
—Todos estos años —siguió Alec— dejó que pensara que estabas muerto. Quizás no recuerdes cómo era cuando tenías diez años, pero yo sí. Nadie que te amase podría hacer… podría hacer algo como aquello.
Finas líneas de sangre empezaban a descender por las manos de Nicholas, igual que una cuerda roja deshilándose.
—Valentine me dijo —repuso él en voz baja— que si le apoyaba contra la Clave, si lo hacía, se aseguraría de que nadie que me importase resultase herido. Ni tú, ni Isabelle, ni Max. Ni tus padres. Dijo…
—¿Nadie saldría herido? —repitió Alec con sorna—. Quieres decir que no les haría daño él personalmente. Qué bonito.
—Vi lo que puede hacer, Alec. La clase de fuerza demoníaca que puede invocar. Si lanza su ejército contra la Clave, habrá guerra. Y la gente muere en las guerras. —Vaciló—. Si tuvieses la posibilidad de salvar a todos a los que quieres…
—Pero ¿qué clase de posibilidad es? ¿Qué valor tiene la palabra de Valentine, además?
—Si jura por el Ángel que hará algo, lo hará. Lo conozco.
—Si le apoyas contra la Clave.
Nicholas asintió.
—Se enojaría una barbaridad cuando le dijiste que no —comentó Alec.
Nicholas alzó la mirada de las sangrantes muñecas y miró a Alec de hito en hito.
—¿Qué?
—He dicho…
—Ya sé lo que has dicho. Pero ¿qué te hace suponer que le dije que no?
—Bueno, lo hiciste. ¿No es cierto?
Muy despacio, Nicholas asintió.
—Te conozco —repuso Alec, con total seguridad, y se puso en pie—. Le hablaste a la Inquisidora sobre Valentine y sus planes, ¿verdad? ¿Y no le importó?
—Yo no diría eso. Más bien no me creyó. Tiene un plan con el que cree que se encargarán de Valentine. El único problema es que su plan es una porquería.
Alec asintió.
—Puedes ponerme al corriente más tarde. Primero, lo más importante: tenemos que averiguar
cómo sacarte de aquí.
—¿Qué? —La incredulidad hizo que Nicholas se sintiera levemente mareado— Creía que tú estabas directamente del lado de los de «vaya directamente a la cárcel, sin pasar por la Salida, y sin cobrar los doscientos dólares». «La Ley es la Ley, Isabelle.» ¿Qué era toda esa perorata que soltaste?
Alec parecía atónito.
—¡No puedes haber pensado que lo decía en serio! Sólo quería que la Inquisidora confiase en mí para que no estuviese vigilándome todo el tiempo como está vigilando a Izzy y a Max. Sabe que ellos están de tu lado.
—¿Y tú? ¿Estás tú de mi lado?
Nicholas pudo oír la aspereza de su propia pregunta y se sintió casi abrumado por lo mucho que significaba la respuesta para él.
—Estoy contigo —respondió Alec—, siempre. ¿Por qué tienes que preguntarlo siquiera? Puede que yo respete la Ley, pero lo que la Inquisidora te ha estado haciendo no tiene nada que ver con la Ley. Es personal. No tiene nada que ver con la Clave.
—La provoco —dijo Nicholas—. No puedo evitarlo. Los burócratas maliciosos me crispan los nervios.
Alec sacudió la cabeza.
—Tampoco es eso. Es un odio ancestral. Puedo percibirlo.
Nicholas iba a contestar cuando las campanas de la catedral empezaron a sonar. Estando tan cerca del tejado, el sonido resultaba ensordecedor. Miró fugazmente a lo alto… medio esperando ver a Hugo volando por entre las vigas de madera con sus lentos círculos meditabundos. Al cuervo siempre le había gustado estar allí arriba entre las vigas y el techo abovedado de piedra. En aquella época, Nicholas había pensado que al pájaro le gustaba clavar las garras en la madera blanda; ahora comprendía que las vigas le habían proporcionado un excelente mirador desde el que espiar.
Una idea oscura y amorfa empezó a tomar forma en lo recóndito de la mente de Nicholas, pero se limitó a decir en voz alta:
—Luke dijo algo sobre que la Inquisidora tenía un hijo llamado Stephen. Dijo que ella intentaba desquitarse por él. Le pregunté a la Inquisidora por él y casi le da un ataque. Creo que podría ser el motivo por el que me odia tanto.
Las campanas habían dejado de sonar.
—Es posible —respondió Alec—. Puedo preguntar a mis padres, pero dudo que me lo digan.
—No, no les preguntes a ellos. Pregunta a Luke.
—¿Te refieres a que vaya hasta Brooklyn? Oye, escabullirse de aquí va a ser casi imposible…
—Usa el teléfono de Isabelle. Envía un mensaje de texto a ____(tn). Pídele que le pregunte a Luke.
—De acuerdo. —Alec hizo una pausa—. ¿Quieres que le diga algo más de tu parte? A ____(tn), quiero decir, no a Isabelle.
—No —contestó Nicholas—, no tengo nada que decirle.
—¡Simon! —Aferrando el teléfono, ____(tn) se volvió hacia Luke—. Dice que alguien está intentando entrar en la casa.
—Dile que salga de ahí.
—No puedo salir —contestó Simon con voz tensa—. No, a menos que quiera convertirme en una antorcha.
—Es de día —explicó la muchacha a Luke, pero vio que él ya había comprendido el problema y rebuscaba en los bolsillos.
Eran las llaves del coche. Las alzó.
—Dile que vamos para allá, que se encierre en la habitación hasta que lleguemos.
—¿Has oído? Enciérrate en la habitación.
—Vale. —La voz de Simon sonaba tensa; ____(tn) oyó un quedo sonido chirriante, luego un fuerte golpe sordo.
—¡Simon!
—Estoy bien. Sólo estoy apilando cosas contra la puerta.
—¿Qué clase de cosas?
La muchacha estaba ya fuera en el porche, tiritando de frío en su fino suéter. Luke, detrás de ella, cerraba la casa con llave.
—Un escritorio —respondió Simon con cierta satisfacción—. Y mi cama.
—¿Tu cama?
____(tn) montó en la furgoneta junto a Luke, forcejeando con una sola mano con el cinturón de seguridad mientras el vehículo salía disparado y avanzaba como un bólido por Kent. Alargó una mano hacia ella y le abrochó el cinturón.
—¿Cómo has levantado tu cama? —preguntó ____(tn).
—Lo olvidas. Fuerza "supervampírica".
—Pregúntale qué ha oído —indicó Luke.
Descendían a toda velocidad por la calle, lo que habría sido estupendo si la zona del río en Brooklyn hubiese tenido un mejor mantenimiento. ____(tn) lanzaba una exclamación cada vez que daban un bache.
—¿Qué es lo que has oído? —preguntó, recuperando el aliento.
—La puerta de la calle se ha abierto de golpe. Alguien debe de haberla abierto de una patada. Entonces Yossarian ha entrado como una exhalación en mi habitación y se ha escondido bajo la cama. Así es como he sabido que seguro hay alguien en la casa.
—¿Y ahora?
—Ahora no oigo nada.
—Eso es bueno, ¿verdad? —____(tn) volvió la cabeza hacia Luke—. Dice que ahora no oye nada. A lo mejor se ha ido.
—A lo mejor. —Luke sonó dubitativo.
En aquellos momentos iban por la autovía dirigiéndose al vecindario de Simon a toda velocidad.
—Mantenle al teléfono de todos modos.
—¿Qué es lo que estás haciendo en este instante, Simon?
—Nada. He empujado todo lo de mi habitación contra la puerta e intento sacar a Yossarian de detrás del conducto de la calefacción.
—Déjale donde está.
—Esto va a ser muy difícil de explicar a mi madre —comentó Simon, y el teléfono se desconectó.
Se escuchó un clic y luego nada. LLAMADA DESCONECTADA centelleó en la pantalla.
—No. ¡No! —____(tn) presionó el botón de rellamada con los dedos temblorosos.
Simon contestó al instante.
—Lo siento. Yossariam me ha arañado y se me ha caído el teléfono.
La garganta de ____(tn) ardió de alivio.
—No pasa nada, mientras sigas bien y…
Un sonido como de un maremoto se oyó a través del teléfono, ahogando la voz de Simon. ____(tn) apartó violentamente el teléfono de la oreja. En la pantalla todavía se leía LLAMADA DESCONECTADA.
—¡Simon! —chilló al teléfono—. Simon, ¿me oyes?
El estrépito cesó. Se oyó el ruido de algo que se hacía pedazos y un maullido agudo y sobrenatural… ¿ Yossarian? Luego el golpe de algo pesado contra el suelo.
—¿Simon? —susurró.
Hubo un clic y a continuación una voz burlona que arrastraba las palabras le habló al oído.
—____(tn), debería de haber sabido que tú estarías al otro extremo de esta llamada.
____(tn) cerró los ojos con fuerza, y sintió que se le encogía el estómago como si estuviera bajando una montaña rusa.
—Valentine.
—Quieres decir «padre» —replicó él, sonando genuinamente molesto—. Deploro esta moderna costumbre de llamar a los padres por el nombre de pila.
—Lo que en realidad quiero llamarte es mucho más pronunciable que tu nombre —soltó ella—. ¿Dónde está Simon?
—¿Te refieres al chico vampiro? Una compañía cuestionable para una joven cazadora de sombras de buena familia, ¿no crees? A partir de ahora espero tener algo que decir en tu elección de amigos.
—¿Qué le has hecho a Simon?
—Nada —respondió Valentine, jocoso—. Todavía.
Y colgó.
Para cuando Alec regresó a la sala de entrenamiento, Nicholas estaba tumbado en el suelo imaginando hileras de chicas que bailaban en un esfuerzo por hacer olvidar el dolor de las muñecas. No funcionaba.
—¿Qué haces? —preguntó Alec, arrodillándose todo lo cerca que pudo de la reluciente pared de la prisión.
Nicholas intentó recordar que cuando Alec hacía aquella clase de pregunta realmente lo decía en serio, y que era algo que en el pasado había encontrado más cautivador que molesto. Fracasó.
—Se me ocurrió que podría tumbarme en el suelo y retorcerme de dolor durante un rato — gruñó—. Me relaja.
—¿De verdad? ¡Ah… estás siendo sarcástico! Ésa es una buena señal, probablemente —repuso Alec—. Si puedes sentarte, tal vez deberías. Voy a tratar de deslizar algo a través de la pared.
Nicholas se incorporó con tal rapidez que la cabeza le dio vueltas.
—Alec, no…
Pero éste se movía ya para empujar algo hacia él con ambas manos, como si hiciera rodar una pelota hacia un niño. Una esfera roja se abrió paso a través de la reluciente cortina y rodó hasta Nicholas, chocando suavemente contra su rodilla.
—Una manzana. —La levantó con cierta dificultad—. Qué apropiado.
—Pensé que podrías tener hambre.
—La tengo. —Nicholas dio un mordisco a la manzana; un poco de jugo le corrió por las manos y chisporroteó en las llamas azules que le esposaban las muñecas—. ¿Has enviado el mensaje a ____(tn)?
—No. Isabelle no quiere dejarme entrar en su habitación. Se limita a arrojar cosas contra la puerta y a chillar. Dijo que si yo entraba saltaría por la ventana. Y lo haría.
—Probablemente.
—Tengo la sensación —continuó Alec, y sonrió— de que no me ha perdonado por traicionarte, tal y como ella lo ve.
—Buena chica —repuso Nicholas en un tono agradecido.
—Yo no te traicioné, idiota.
—Es la intención lo que cuenta.
—Bien, porque te he traído algo más. No sé si funcionará, pero vale la pena probarlo.
Deslizó algo pequeño y metálico a través de la pared. Era un disco plateado aproximadamente del tamaño de una moneda de veinticinco centavos. Nicholas dejó la manzana en el suelo y cogió el disco con curiosidad.
—¿Qué es eso?
—Lo he sacado del escritorio de la biblioteca. He visto a mis padres usarlo para retirar sujeciones. Creo que es una runa de apertura. Vale la pena probar…
Se interrumpió cuando Nicholas se acercó el disco a las muñecas, sosteniéndolo con torpeza entre los dedos. En cuanto éste tocó la línea de llama azul, las esposas parpadearon y desaparecieron.
—Gracias.
Nicholas se frotó las muñecas, cada una rodeada por una línea de irritada piel sanguinolenta. Empezaba a volver a ser capaz de sentir las yemas de los dedos.
—No es una lima escondida en un pastel de cumpleaños, pero impedirá que se me caigan las manos.
Alec le miró. Las líneas fluctuantes de la cortina de lluvia hacían que su rostro apareciera alargado, preocupado… o tal vez sí que estaba preocupado.
—¿Sabes?, se me ha ocurrido algo cuando estaba hablando con Isabelle hace un rato. Le he dicho que no podía saltar por la ventana… y que no lo intentara o se mataría.
Nicholas asintió.
—Un buen consejo de hermano mayor.
—Pero entonces empecé a preguntarme si eso sería cierto en tu caso: quiero decir, te he visto hacer cosas que eran prácticamente volar. Te he visto caer desde tres pisos y aterrizar como un gato, saltar del suelo a un tejado…
—Oírte recitar mis logros es ciertamente gratificador, pero no estoy seguro de a dónde quieres ir a parar, Alec.
—A lo que me refiero es que hay cuatro paredes en esta prisión, no cinco.
Nicholas le miró fijamente.
—Así que Hodge no mentía cuando dijo que usaríamos la geometría en nuestra vida diaria. Tienes razón, Alec. Hay cuatro paredes en esta jaula. Ahora bien, si la Inquisidora se hubiese conformado con dos, yo podría…
—¡Nicholas! —exclamó Alec, perdiendo la paciencia—. Lo que quiero decir es que no hay parte superior en la jaula. Nada entre tú y el techo.
Nicholas tiró la cabeza hacia atrás. Las vigas parecieron oscilar a una altura vertiginosa por encima de él, sumidas en penumbra.
—Estás loco.
—Tal vez —repuso Alec—. Tal vez simplemente sé que puedes hacerlo. —Se encogió de hombros—. Podrías intentarlo, al menos.
Nicholas miró a Alec; vio su rostro franco y honesto, y los serenos ojos azules. «Está loco», pensó Nicholas. Era cierto que en el ardor del combate había realizado cosas extraordinarias, pero lo mismo habían hecho todos ellos. Sangre de cazador de sombras, años de adiestramiento…, pero no podía saltar nueve metros directamente hacia arriba.
«¿Cómo sabes que no puedes —dijo una voz en su cabeza—, si nunca lo has intentando?»
La voz de ____(tn). Pensó en ella y en sus runas, en la Ciudad Silenciosa y la esposa saltando de su muñeca con un chasquido como si se hubiese quebrado bajo una presión enorme. ____(tn) y él compartían la misma sangre. Si ____(tn) podía hacer cosas que no deberían ser posibles…
Se puso en pie, casi de mala gana, y miró a su alrededor, evaluando la estancia. Seguía pudiendo ver los espejos que llegaban hasta el suelo y la multitud de armas colgadas de las paredes, las hojas centelleando débilmente a través de la cortina de fuego plateado que lo rodeaba. Se inclinó y recuperó la manzana a medio comer del suelo, la contempló durante un momento, reflexionando; luego ladeó el brazo hacia atrás y la lanzó con toda la fuerza que le fue posible. La manzana voló por los aires, golpeo contra una reluciente pared plateada y estalló en una corona de derretida llama azul.
Nicholas oyó cómo Alec lanzaba una exclamación ahogada. Así que la Inquisidora no había estado exagerando. Si golpeaba con una de las paredes de la prisión, moriría.
Alec se puso en pie, titubeando de repente.
—Nicholas, no sé si…
—Cállate, Alec. Y no me observes. No ayuda.
Lo que fuese que Alec respondió, Nicholas no lo oyó. Se dedicaba a girar lentamente sobre los talones allí donde estaba, con los ojos concentrados en las vigas. Las runas que le proporcionaban una excelente visión de lejos entraron en acción, y vio las vigas con mayor claridad; podía distinguir los bordes astillados, las espirales y nudosidades, e incluso las manchas negras dejadas por el tiempo. Pero eran sólidas. Habían sostenido el tejado del Instituto durante cientos de años. Podrían sostener a un adolescente. Flexionó los dedos, tomando lentas y controladas bocanadas de aire, tal y como su padre le había enseñado. Mentalmente, se vio saltando, elevándose, asiéndose a una viga con facilidad e izándose sobre ella. Era una persona ligera, se dijo, ligera como una flecha, que volaba sin dificultad por el aire, veloz e imparable. Sería fácil, se dijo. Fácil.
—Soy la flecha de Valentine —musitó Nicholas—. Tanto si él lo sabe como si no.
Y saltó.
Una pisada queda le alertó de la presencia de alguien más en la habitación. Había estado tumbado sobre la espalda, con la vista fija en el techo; ahora se sentó en el suelo, pasando una mirada rápida por la estancia. Distinguió una forma oscura más allá de la reluciente cortina de lluvia. «Debe de ser la Inquisidora», de vuelta para burlarse de él un poco más. Se preparó para ello… y entonces vio, con un sobresalto, el cabello oscuro y el rostro familiar.
Quizá todavía había algunas cosas que le importaban, después de todo.
—¿Alec?
—Sí.
Alec se arrodilló al otro lado de la pared reluciente. Era como mirar a alguien a través del agua transparente rizada por la corriente; había momentos en que Nicholas podía ver a Alec con claridad, pero de vez en cuando las facciones parecían tambalearse y disolverse mientras la lluvia ardiente relucía y se ondulaba.
Era suficiente para marear a cualquiera, se dijo Nicholas.
—¿Qué, en el nombre del Ángel, es esta cosa? —Alec alargó la mano para tocar la pared.
—No lo hagas. —Nicholas alargó la suya, luego la retiró a toda prisa antes de entrar en contacto con la cortina luminosa—. Te dará una descarga, tal vez te mate si intentas atravesarla.
Alec echó la mano hacia atrás con un silbido quedo.
—La Inquisidora no estaba de broma.
—Desde luego que no. Soy un criminal peligroso. ¿O es que no te has enterado?
Nicholas oyó el tono ácido de su propia voz, vio cómo Alec se encogía, y se sintió mezquino y momentáneamente complacido.
—No te llamó criminal, exactamente….
—No, simplemente soy un niño travieso. Hago toda clase de cosas malas. Pateo gatitos. Hago gestos groseros a las monjas.
—No bromees. Esto es algo serio. —Los ojos de Alec estaban sombríos—. ¿En qué diablos estabas pensando, yendo a ver a Valentine? Quiero decir, en serio, ¿qué te pasó por la cabeza?
A Nicholas se le ocurrieron varios comentarios agudos, pero descubrió que no quería hacer ninguno de ellos. Estaba demasiado cansado.
—Pensaba en que era mi padre.
Alec dio la impresión de estar contando mentalmente hasta diez para conservar la paciencia.
—Nicholas…
—¿Y si fuese tu padre? ¿Qué harías?
—¿Mi padre? Mi padre jamás haría las cosas que Valentine…
Nicholas alzó violentamente la cabeza.
—¡Tu padre sí que hizo esas cosas! ¡Estaba en el Círculo junto con mi padre! ¡También tu madre! Nuestros padres eran todos iguales. ¡La única diferencia es que a los tuyos los cogieron y castigaron, y al mío no!
El rostro de Alec se puso tenso. Pero «¿La única diferencia?» fue todo lo que dijo.
Nicholas bajó la mirada hacia las manos. Las esposas ardientes no estaban pensadas para dejarlas puestas tanto tiempo. La piel de debajo estaba salpicada de gotas de sangre.
—Sólo quería decir —repuso Alec— que no veo por qué querías verle, no después de lo que ha hecho en general, sino después de lo que te hizo a ti.
Nicholas no dijo nada.
—Todos estos años —siguió Alec— dejó que pensara que estabas muerto. Quizás no recuerdes cómo era cuando tenías diez años, pero yo sí. Nadie que te amase podría hacer… podría hacer algo como aquello.
Finas líneas de sangre empezaban a descender por las manos de Nicholas, igual que una cuerda roja deshilándose.
—Valentine me dijo —repuso él en voz baja— que si le apoyaba contra la Clave, si lo hacía, se aseguraría de que nadie que me importase resultase herido. Ni tú, ni Isabelle, ni Max. Ni tus padres. Dijo…
—¿Nadie saldría herido? —repitió Alec con sorna—. Quieres decir que no les haría daño él personalmente. Qué bonito.
—Vi lo que puede hacer, Alec. La clase de fuerza demoníaca que puede invocar. Si lanza su ejército contra la Clave, habrá guerra. Y la gente muere en las guerras. —Vaciló—. Si tuvieses la posibilidad de salvar a todos a los que quieres…
—Pero ¿qué clase de posibilidad es? ¿Qué valor tiene la palabra de Valentine, además?
—Si jura por el Ángel que hará algo, lo hará. Lo conozco.
—Si le apoyas contra la Clave.
Nicholas asintió.
—Se enojaría una barbaridad cuando le dijiste que no —comentó Alec.
Nicholas alzó la mirada de las sangrantes muñecas y miró a Alec de hito en hito.
—¿Qué?
—He dicho…
—Ya sé lo que has dicho. Pero ¿qué te hace suponer que le dije que no?
—Bueno, lo hiciste. ¿No es cierto?
Muy despacio, Nicholas asintió.
—Te conozco —repuso Alec, con total seguridad, y se puso en pie—. Le hablaste a la Inquisidora sobre Valentine y sus planes, ¿verdad? ¿Y no le importó?
—Yo no diría eso. Más bien no me creyó. Tiene un plan con el que cree que se encargarán de Valentine. El único problema es que su plan es una porquería.
Alec asintió.
—Puedes ponerme al corriente más tarde. Primero, lo más importante: tenemos que averiguar
cómo sacarte de aquí.
—¿Qué? —La incredulidad hizo que Nicholas se sintiera levemente mareado— Creía que tú estabas directamente del lado de los de «vaya directamente a la cárcel, sin pasar por la Salida, y sin cobrar los doscientos dólares». «La Ley es la Ley, Isabelle.» ¿Qué era toda esa perorata que soltaste?
Alec parecía atónito.
—¡No puedes haber pensado que lo decía en serio! Sólo quería que la Inquisidora confiase en mí para que no estuviese vigilándome todo el tiempo como está vigilando a Izzy y a Max. Sabe que ellos están de tu lado.
—¿Y tú? ¿Estás tú de mi lado?
Nicholas pudo oír la aspereza de su propia pregunta y se sintió casi abrumado por lo mucho que significaba la respuesta para él.
—Estoy contigo —respondió Alec—, siempre. ¿Por qué tienes que preguntarlo siquiera? Puede que yo respete la Ley, pero lo que la Inquisidora te ha estado haciendo no tiene nada que ver con la Ley. Es personal. No tiene nada que ver con la Clave.
—La provoco —dijo Nicholas—. No puedo evitarlo. Los burócratas maliciosos me crispan los nervios.
Alec sacudió la cabeza.
—Tampoco es eso. Es un odio ancestral. Puedo percibirlo.
Nicholas iba a contestar cuando las campanas de la catedral empezaron a sonar. Estando tan cerca del tejado, el sonido resultaba ensordecedor. Miró fugazmente a lo alto… medio esperando ver a Hugo volando por entre las vigas de madera con sus lentos círculos meditabundos. Al cuervo siempre le había gustado estar allí arriba entre las vigas y el techo abovedado de piedra. En aquella época, Nicholas había pensado que al pájaro le gustaba clavar las garras en la madera blanda; ahora comprendía que las vigas le habían proporcionado un excelente mirador desde el que espiar.
Una idea oscura y amorfa empezó a tomar forma en lo recóndito de la mente de Nicholas, pero se limitó a decir en voz alta:
—Luke dijo algo sobre que la Inquisidora tenía un hijo llamado Stephen. Dijo que ella intentaba desquitarse por él. Le pregunté a la Inquisidora por él y casi le da un ataque. Creo que podría ser el motivo por el que me odia tanto.
Las campanas habían dejado de sonar.
—Es posible —respondió Alec—. Puedo preguntar a mis padres, pero dudo que me lo digan.
—No, no les preguntes a ellos. Pregunta a Luke.
—¿Te refieres a que vaya hasta Brooklyn? Oye, escabullirse de aquí va a ser casi imposible…
—Usa el teléfono de Isabelle. Envía un mensaje de texto a ____(tn). Pídele que le pregunte a Luke.
—De acuerdo. —Alec hizo una pausa—. ¿Quieres que le diga algo más de tu parte? A ____(tn), quiero decir, no a Isabelle.
—No —contestó Nicholas—, no tengo nada que decirle.
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—¡Simon! —Aferrando el teléfono, ____(tn) se volvió hacia Luke—. Dice que alguien está intentando entrar en la casa.
—Dile que salga de ahí.
—No puedo salir —contestó Simon con voz tensa—. No, a menos que quiera convertirme en una antorcha.
—Es de día —explicó la muchacha a Luke, pero vio que él ya había comprendido el problema y rebuscaba en los bolsillos.
Eran las llaves del coche. Las alzó.
—Dile que vamos para allá, que se encierre en la habitación hasta que lleguemos.
—¿Has oído? Enciérrate en la habitación.
—Vale. —La voz de Simon sonaba tensa; ____(tn) oyó un quedo sonido chirriante, luego un fuerte golpe sordo.
—¡Simon!
—Estoy bien. Sólo estoy apilando cosas contra la puerta.
—¿Qué clase de cosas?
La muchacha estaba ya fuera en el porche, tiritando de frío en su fino suéter. Luke, detrás de ella, cerraba la casa con llave.
—Un escritorio —respondió Simon con cierta satisfacción—. Y mi cama.
—¿Tu cama?
____(tn) montó en la furgoneta junto a Luke, forcejeando con una sola mano con el cinturón de seguridad mientras el vehículo salía disparado y avanzaba como un bólido por Kent. Alargó una mano hacia ella y le abrochó el cinturón.
—¿Cómo has levantado tu cama? —preguntó ____(tn).
—Lo olvidas. Fuerza "supervampírica".
—Pregúntale qué ha oído —indicó Luke.
Descendían a toda velocidad por la calle, lo que habría sido estupendo si la zona del río en Brooklyn hubiese tenido un mejor mantenimiento. ____(tn) lanzaba una exclamación cada vez que daban un bache.
—¿Qué es lo que has oído? —preguntó, recuperando el aliento.
—La puerta de la calle se ha abierto de golpe. Alguien debe de haberla abierto de una patada. Entonces Yossarian ha entrado como una exhalación en mi habitación y se ha escondido bajo la cama. Así es como he sabido que seguro hay alguien en la casa.
—¿Y ahora?
—Ahora no oigo nada.
—Eso es bueno, ¿verdad? —____(tn) volvió la cabeza hacia Luke—. Dice que ahora no oye nada. A lo mejor se ha ido.
—A lo mejor. —Luke sonó dubitativo.
En aquellos momentos iban por la autovía dirigiéndose al vecindario de Simon a toda velocidad.
—Mantenle al teléfono de todos modos.
—¿Qué es lo que estás haciendo en este instante, Simon?
—Nada. He empujado todo lo de mi habitación contra la puerta e intento sacar a Yossarian de detrás del conducto de la calefacción.
—Déjale donde está.
—Esto va a ser muy difícil de explicar a mi madre —comentó Simon, y el teléfono se desconectó.
Se escuchó un clic y luego nada. LLAMADA DESCONECTADA centelleó en la pantalla.
—No. ¡No! —____(tn) presionó el botón de rellamada con los dedos temblorosos.
Simon contestó al instante.
—Lo siento. Yossariam me ha arañado y se me ha caído el teléfono.
La garganta de ____(tn) ardió de alivio.
—No pasa nada, mientras sigas bien y…
Un sonido como de un maremoto se oyó a través del teléfono, ahogando la voz de Simon. ____(tn) apartó violentamente el teléfono de la oreja. En la pantalla todavía se leía LLAMADA DESCONECTADA.
—¡Simon! —chilló al teléfono—. Simon, ¿me oyes?
El estrépito cesó. Se oyó el ruido de algo que se hacía pedazos y un maullido agudo y sobrenatural… ¿ Yossarian? Luego el golpe de algo pesado contra el suelo.
—¿Simon? —susurró.
Hubo un clic y a continuación una voz burlona que arrastraba las palabras le habló al oído.
—____(tn), debería de haber sabido que tú estarías al otro extremo de esta llamada.
____(tn) cerró los ojos con fuerza, y sintió que se le encogía el estómago como si estuviera bajando una montaña rusa.
—Valentine.
—Quieres decir «padre» —replicó él, sonando genuinamente molesto—. Deploro esta moderna costumbre de llamar a los padres por el nombre de pila.
—Lo que en realidad quiero llamarte es mucho más pronunciable que tu nombre —soltó ella—. ¿Dónde está Simon?
—¿Te refieres al chico vampiro? Una compañía cuestionable para una joven cazadora de sombras de buena familia, ¿no crees? A partir de ahora espero tener algo que decir en tu elección de amigos.
—¿Qué le has hecho a Simon?
—Nada —respondió Valentine, jocoso—. Todavía.
Y colgó.
**********************************
Para cuando Alec regresó a la sala de entrenamiento, Nicholas estaba tumbado en el suelo imaginando hileras de chicas que bailaban en un esfuerzo por hacer olvidar el dolor de las muñecas. No funcionaba.
—¿Qué haces? —preguntó Alec, arrodillándose todo lo cerca que pudo de la reluciente pared de la prisión.
Nicholas intentó recordar que cuando Alec hacía aquella clase de pregunta realmente lo decía en serio, y que era algo que en el pasado había encontrado más cautivador que molesto. Fracasó.
—Se me ocurrió que podría tumbarme en el suelo y retorcerme de dolor durante un rato — gruñó—. Me relaja.
—¿De verdad? ¡Ah… estás siendo sarcástico! Ésa es una buena señal, probablemente —repuso Alec—. Si puedes sentarte, tal vez deberías. Voy a tratar de deslizar algo a través de la pared.
Nicholas se incorporó con tal rapidez que la cabeza le dio vueltas.
—Alec, no…
Pero éste se movía ya para empujar algo hacia él con ambas manos, como si hiciera rodar una pelota hacia un niño. Una esfera roja se abrió paso a través de la reluciente cortina y rodó hasta Nicholas, chocando suavemente contra su rodilla.
—Una manzana. —La levantó con cierta dificultad—. Qué apropiado.
—Pensé que podrías tener hambre.
—La tengo. —Nicholas dio un mordisco a la manzana; un poco de jugo le corrió por las manos y chisporroteó en las llamas azules que le esposaban las muñecas—. ¿Has enviado el mensaje a ____(tn)?
—No. Isabelle no quiere dejarme entrar en su habitación. Se limita a arrojar cosas contra la puerta y a chillar. Dijo que si yo entraba saltaría por la ventana. Y lo haría.
—Probablemente.
—Tengo la sensación —continuó Alec, y sonrió— de que no me ha perdonado por traicionarte, tal y como ella lo ve.
—Buena chica —repuso Nicholas en un tono agradecido.
—Yo no te traicioné, idiota.
—Es la intención lo que cuenta.
—Bien, porque te he traído algo más. No sé si funcionará, pero vale la pena probarlo.
Deslizó algo pequeño y metálico a través de la pared. Era un disco plateado aproximadamente del tamaño de una moneda de veinticinco centavos. Nicholas dejó la manzana en el suelo y cogió el disco con curiosidad.
—¿Qué es eso?
—Lo he sacado del escritorio de la biblioteca. He visto a mis padres usarlo para retirar sujeciones. Creo que es una runa de apertura. Vale la pena probar…
Se interrumpió cuando Nicholas se acercó el disco a las muñecas, sosteniéndolo con torpeza entre los dedos. En cuanto éste tocó la línea de llama azul, las esposas parpadearon y desaparecieron.
—Gracias.
Nicholas se frotó las muñecas, cada una rodeada por una línea de irritada piel sanguinolenta. Empezaba a volver a ser capaz de sentir las yemas de los dedos.
—No es una lima escondida en un pastel de cumpleaños, pero impedirá que se me caigan las manos.
Alec le miró. Las líneas fluctuantes de la cortina de lluvia hacían que su rostro apareciera alargado, preocupado… o tal vez sí que estaba preocupado.
—¿Sabes?, se me ha ocurrido algo cuando estaba hablando con Isabelle hace un rato. Le he dicho que no podía saltar por la ventana… y que no lo intentara o se mataría.
Nicholas asintió.
—Un buen consejo de hermano mayor.
—Pero entonces empecé a preguntarme si eso sería cierto en tu caso: quiero decir, te he visto hacer cosas que eran prácticamente volar. Te he visto caer desde tres pisos y aterrizar como un gato, saltar del suelo a un tejado…
—Oírte recitar mis logros es ciertamente gratificador, pero no estoy seguro de a dónde quieres ir a parar, Alec.
—A lo que me refiero es que hay cuatro paredes en esta prisión, no cinco.
Nicholas le miró fijamente.
—Así que Hodge no mentía cuando dijo que usaríamos la geometría en nuestra vida diaria. Tienes razón, Alec. Hay cuatro paredes en esta jaula. Ahora bien, si la Inquisidora se hubiese conformado con dos, yo podría…
—¡Nicholas! —exclamó Alec, perdiendo la paciencia—. Lo que quiero decir es que no hay parte superior en la jaula. Nada entre tú y el techo.
Nicholas tiró la cabeza hacia atrás. Las vigas parecieron oscilar a una altura vertiginosa por encima de él, sumidas en penumbra.
—Estás loco.
—Tal vez —repuso Alec—. Tal vez simplemente sé que puedes hacerlo. —Se encogió de hombros—. Podrías intentarlo, al menos.
Nicholas miró a Alec; vio su rostro franco y honesto, y los serenos ojos azules. «Está loco», pensó Nicholas. Era cierto que en el ardor del combate había realizado cosas extraordinarias, pero lo mismo habían hecho todos ellos. Sangre de cazador de sombras, años de adiestramiento…, pero no podía saltar nueve metros directamente hacia arriba.
«¿Cómo sabes que no puedes —dijo una voz en su cabeza—, si nunca lo has intentando?»
La voz de ____(tn). Pensó en ella y en sus runas, en la Ciudad Silenciosa y la esposa saltando de su muñeca con un chasquido como si se hubiese quebrado bajo una presión enorme. ____(tn) y él compartían la misma sangre. Si ____(tn) podía hacer cosas que no deberían ser posibles…
Se puso en pie, casi de mala gana, y miró a su alrededor, evaluando la estancia. Seguía pudiendo ver los espejos que llegaban hasta el suelo y la multitud de armas colgadas de las paredes, las hojas centelleando débilmente a través de la cortina de fuego plateado que lo rodeaba. Se inclinó y recuperó la manzana a medio comer del suelo, la contempló durante un momento, reflexionando; luego ladeó el brazo hacia atrás y la lanzó con toda la fuerza que le fue posible. La manzana voló por los aires, golpeo contra una reluciente pared plateada y estalló en una corona de derretida llama azul.
Nicholas oyó cómo Alec lanzaba una exclamación ahogada. Así que la Inquisidora no había estado exagerando. Si golpeaba con una de las paredes de la prisión, moriría.
Alec se puso en pie, titubeando de repente.
—Nicholas, no sé si…
—Cállate, Alec. Y no me observes. No ayuda.
Lo que fuese que Alec respondió, Nicholas no lo oyó. Se dedicaba a girar lentamente sobre los talones allí donde estaba, con los ojos concentrados en las vigas. Las runas que le proporcionaban una excelente visión de lejos entraron en acción, y vio las vigas con mayor claridad; podía distinguir los bordes astillados, las espirales y nudosidades, e incluso las manchas negras dejadas por el tiempo. Pero eran sólidas. Habían sostenido el tejado del Instituto durante cientos de años. Podrían sostener a un adolescente. Flexionó los dedos, tomando lentas y controladas bocanadas de aire, tal y como su padre le había enseñado. Mentalmente, se vio saltando, elevándose, asiéndose a una viga con facilidad e izándose sobre ella. Era una persona ligera, se dijo, ligera como una flecha, que volaba sin dificultad por el aire, veloz e imparable. Sería fácil, se dijo. Fácil.
—Soy la flecha de Valentine —musitó Nicholas—. Tanto si él lo sabe como si no.
Y saltó.
:lloro: :wut: :lloro: :wut: :lloro: :wut:
Okey & ahora que pasará con Simón! :(
Primero Maia & ahora Simón!
Bueno donde están el #TeamAntiValentine ^.^/
Gracias por sus comentarios! ;) Son las mejores!
Las leo más tarde!! :D
Disfruten el capitulo! *.*
Lu wH!;*
X
Love u Girls! :(L):
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
ahhh maldito Valentine!!! :wut:
AntiValentine On \^.^/
Que hara con Simon??? Es un maldito!
Y todavia quiere que lo llame Padre la rayiz!!!
Maldito ojala tenga su merecido!!
Asw mi Nicho va a saltar!!! Ojala lo logre!
El tambien es especial!! Al igual que la rayiz!!!
Siguela!!!
AntiValentine On \^.^/
Que hara con Simon??? Es un maldito!
Y todavia quiere que lo llame Padre la rayiz!!!
Maldito ojala tenga su merecido!!
Asw mi Nicho va a saltar!!! Ojala lo logre!
El tambien es especial!! Al igual que la rayiz!!!
Siguela!!!
Última edición por aranzhitha el Jue 13 Dic 2012, 1:43 pm, editado 1 vez
aranzhitha
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
NONONONONONONO... SIMOOOONNN!!! AAAII QUE NO LE PASE NADA AL POBRE DE SIIIMOOOONNN!!!!!!!!!!!... Y CREO QUE NICK SI LO LOGRARAAAA!!!!!..... :) CREO QUE YA VOY ENTENDIENDO LOS DONS QUE TIENEN TANTO EL COMO _____!!!!!.....
AAAII SIGUELA PORFIISS
AAAII SIGUELA PORFIISS
chelis
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
aranzhitha escribió:ahhh maldito Valentine!!! :wut:
AntiValentine On \^.^/
Que hara con Simon??? Es un maldito!
Y todavia quiere que lo llame Padre la rayiz!!!
Maldito ojala tenga su merecido!!
Asw mi Nicho va a saltar!!! Ojala lo logre!
El tambien es especial!! Al igual que la rayiz!!!
Siguela!!!
#TeamAntiValentine ^.^//
Lo sé todas odiamos a Valentine, & más le vale
que no les suceda nada a los chicos!
:x :x :x :x :x :x :x :x
Los dos son especiales! ;)
Ya la sigo! ;)
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
chelis escribió:NONONONONONONO... SIMOOOONNN!!! AAAII QUE NO LE PASE NADA AL POBRE DE SIIIMOOOONNN!!!!!!!!!!!... Y CREO QUE NICK SI LO LOGRARAAAA!!!!!..... :) CREO QUE YA VOY ENTENDIENDO LOS DONS QUE TIENEN TANTO EL COMO _____!!!!!.....
AAAII SIGUELA PORFIISS
:x :x :x :x :x :x :x
Más le vale a Valentine que no!
Porque le va como en feria! #EhDicho
Ya la sigo! ;)
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
• UN CORAZON CONVERTIDO EN PIEDRA - CAPITULO 16 (Parte 1)•
____(tn) presionó la tecla para volver a llamar a Simon, pero el teléfono pasó directamente al buzón de voz. Lágrimas ardientes le cayeron por las mejillas y arrojó el teléfono al salpicadero.
—Maldita sea, maldita sea…
—Casi estamos ahí —dijo Luke.
Habían salido de la autovía y ella ni siquiera lo había advertido. Pararon frente a la casa de Simon, una casa de madera unifamiliar cuya fachada estaba pintada de un alegre color rojo. ____(tn) ya había salido del coche y corría por el camino de entrada antes de que Luke hubiese puesto el freno de mano. Le oyó llamarla a gritos mientras ella se precipitaba escaleras arriba y golpeaba frenéticamente la puerta principal.
—¡Simon! —gritó—. ¡Simon!
—____(tn), ya basta —Luke la alcanzó en el porche—. Los vecinos…
—Al cuerno con los vecinos.
Buscó a tientas el llavero del cinturón, encontró la llave correcta y la introdujo en la cerradura. Abrió la puerta de golpe y entró cautelosamente en el vestíbulo, con Luke detrás de ella. Miraron por la primera puerta a la izquierda al interior de la cocina. Todo parecía exactamente como había estado siempre, desde la encimera meticulosamente limpia a los imanes de la nevera. Allí estaba el fregadero donde había besado a Simon hacía sólo unos pocos días. La luz del sol penetraba a raudales por las ventanas. Llenando la habitación de una pálida luz amarilla. Una luz que era capaz de dejar a Simon convertido en cenizas.
La habitación del chico era la última al final del pasillo. La puerta estaba entreabierta, aunque ____(tn) no vio más que oscuridad a través de la rendija.
Sacó su estela del bolsillo y la asió con fuerza. Sabía que no era realmente un arma, pero sentirla en la mano le resultaba tranquilizador. Dentro, la habitación estaba oscura, con cortinas negras corridas sobre las ventanas, la única luz surgiendo del reloj digital de la mesilla de noche. Luke ya estiraba la mano para pulsar el interruptor cuando algo, algo que siseaba y escupía como un demonio, se abalanzó sobre él desde la oscuridad.
____(tn) chilló cuando Luke la asió por los hombros y la empujó violentamente a un lado. La muchacha dio un traspié y estuvo a punto de caer; cuando se enderezó, volvió la cabeza y se encontró con un Luke estupefacto que sujetaba a un gato blanco que maullaba y se revolvía, con el pelo erizado. Parecía una bola de algodón con zarpas.
—¡Yossarian! —exclamó ____(tn).
Luke soltó al gato. Inmediatamente, Yossarian salió corriendo por entre sus piernas y desapareció por el pasillo.
—Gato estúpido —masculló ____(tn).
—No es culpa suya. No gusto a los gatos.
Luke alargó la mano hacia el interruptor de la luz y lo pulsó. ____(tn) lanzó un grito ahogado. La habitación estaba totalmente en orden, no había nada fuera de lugar, ni siquiera la alfombra estaba torcida. Incluso la colcha se hallaba pulcramente doblada sobre la cama.
—¿Es un glamour?
—Probablemente no. Probablemente tan sólo magia.
Luke se situó en el centro de la habitación, mirando alrededor pensativo. Al moverse para apartar una de las cortinas, ____(tn) vio algo que relucía sobre la moqueta a sus pies.
—Luke, espera.
Fue hacia donde él estaba parado y se arrodilló para recoger el objeto. Era el móvil plateado de Simon, deformado y con la antena partida. Con el corazón martilleando, abrió la tapa. A pesar de la raja que atravesaba la pantalla, un único mensaje de texto seguía siendo visible: «Ahora los tengo a todos».
____(tn) se dejó caer sobre la cama aturdida. Vagamente, notó como Luke le arrancaba el teléfono de la mano, y le oyó inhalar con fuerza mientras leía el mensaje.
—¿Qué significa eso? ¿«Ahora los tengo a todos»? —preguntó ____(tn).
Luke dejó el teléfono de Simon sobre el escritorio y se pasó una mano por la cara.
—Me temo que significa que ahora tiene a Simon y, será mejor que nos enfrentemos a ellos, también a Maia. Significa que tiene todo lo que necesita para el Ritual de Conversión.
____(tn) lo miró con asombro.
—¿Te refieres a que esto no tiene que ver simplemente con atacarme… y atacarte a ti?
—Estoy seguro de que Valentine considera eso un agradable efecto secundario. Pero no es su objetivo principal. Su objetivo principal es invertir las características de la Espada-Alma. Y para eso necesita…
—La sangre de niños subterráneos. Pero Maia y Simon no son niños. Son adolescentes.
—Cuando se creó ese hechizo, el hechizo para convertir la Espada-Alma en un objeto de las tinieblas, la palabra «adolescente» ni siquiera se había inventado. En la sociedad de los cazadores de sombras, eres un adulto cuando cumples los dieciocho. Antes de eso, eres un niño. Para las intenciones de Valentine, Maia y Simon son niños. Tiene ya la sangre de una niña hada y la de un niño brujo. Lo que le faltaba era la de un ser lobo y la de un vampiro.
____(tn) sintió como si le hubiesen arrancado el aire de un puñetazo.
—Entonces ¿por qué no hicimos nada? ¿Por qué no pensamos en protegerles de algún modo?
—Hasta el momento Valentine ha hecho lo más conveniente. Ninguna de sus víctimas fue elegida por otra razón que estar allí y disponibles. El brujo fue fácil de encontrar; todo lo que Valentine tenía que hacer era controlarle con el pretexto de que quería que invocara a un demonio. Es bastante sencillo localizar hadas en el parque si sabes dónde mirar. Y La Luna del Cazador es exactamente el lugar al que irías si quisieras encontrar a un hombre lobo. Pero correr este peligro extra y tomarse la molestia de ir contra nosotros cuando nada ha cambiado…
—Nicholas —exclamó ____(tn).
—¿Qué quieres decir, Nicholas? ¿Qué sucede con él?
—Creo que es de Nicholas de quien quiere desquitarse. Nicholas debió hacer algo anoche en el barco que cabreó a Valentine lo suficiente como para abandonar cualquier plan que tuviera antes y hacer uno nuevo.
Luke pareció desconcertado.
—¿Qué te hace pensar que el cambio de planes de Valentine tiene que ver con tu hermano?
—Porque —respondió ella con sombría certeza— únicamente Nicholas puede cabrear tanto a alguien.
—¡Isabelle! —Alec aporreó la puerta de su hermana—. Isabelle, abre la puerta. Sé que estás ahí dentro.
La puerta se abrió una rendija. Alec intentó mirar por ella, pero nadie parecía estar al otro lado.
—No quiere hablar contigo —dijo una voz conocida.
Alec bajó la mirada y vio unos ojos grises que le miraban desafiantes desde detrás de un par de gafas.
—Max —exclamó—. Vamos, hermanito, déjame entrar.
—Yo tampoco quiero hablar contigo.
Max empezó a empujar la puerta para cerrarla, pero Alec, veloz como un chasquido de látigo de Isabelle, metió el pie en la abertura.
—No me obligues a derribarte, Max.
—Ni te atrevas. —Max empujó con todas sus fuerzas.
—No, pero podría ir a buscar a nuestros padres, y tengo la sensación de que no es lo que Isabelle quiere. ¿Verdad, Izzy? —preguntó, alzando la voz lo bastante como para que su hermana, dentro de la habitación, lo oyera.
—¡Ah, por el amor de Dios! —exclamó Isabelle furiosa—. De acuerdo, Max. Déjale entrar.
Max se hizo a un lado y Alec entró dejando que la puerta quedara sin cerrar a su espalda. Isabelle estaba arrodillada en el alféizar de la ventana situada junto a la cama, con el látigo de oro enroscado alrededor del brazo izquierdo. Llevaba puesto el equipo de caza, los resistentes pantalones negros y la ceñida camiseta con el plateado dibujo de runas casi invisible. Las botas estaban abrochadas hasta las rodillas y los cabellos negros se agitaban bajo la brisa que penetraba por la ventana abierta. Lo miró iracunda, recordándole por un momento a Hugo, el cuervo negro de Hodge.
—¿Qué diablos haces? ¿Intentas matarte? —exigió él, atravesando furiosamente la habitación en dirección a su hermana.
El látigo culebreó violentamente, enroscándosele alrededor de los tobillos. Alec se detuvo en seco, sabiendo que con un único movimiento de muñeca Isabelle podía derribarle y hacerle caer sobre el parquet.
—No te acerques más a mí, Alexander Lightwood —exclamó ella en su voz más furiosa—. No me siento muy caritativa hacia ti en este momento.
—Isabelle…
—¿Cómo has podido arremeter contra Nicholas de ese modo? ¿Después de todo por lo que ha pasado? Además, hicimos el juramento de protegernos unos a otros.
—No —le recordó él—, si significa quebrantar la Ley
—¡La Ley! —soltó Isabelle, asqueada—. Existe una ley que está por encima de la Clave, Alec. La ley de la familia. Nicholas es tu familia.
—¿La ley de la familia? Jamás he oído hablar de eso —replicó Alec, irritado. Sabía que debería estar defendiéndose, pero era difícil no verse distraído por el sempiterno hábito de corregir a los hermanos pequeños cuando se equivocan—. ¿Quizá acabas de inventarla?
Isabelle hizo un veloz movimiento de muñeca. Alec sintió que los pies ya no le sostenían y se revolvió para absorber el impacto de la caída con las manos y muñecas. Aterrizó, rodó sobre la espalda y al elevar la mirada vio a Isabelle alzándose amenazadora ante él. Max estaba junto a ella.
—¿Qué deberíamos hacer con él, Maxwell? —preguntó Isabelle—. ¿Dejarlo aquí atado para que nuestros padres lo encuentren?
Alec ya había tenido suficiente, extrajo a toda velocidad un cuchillo de la funda de la muñeca, se dobló y cortó el látigo que le rodeaba los tobillos. El alambre de electro se rompió con un chasquido, y él se incorporó de un salto, al mismo tiempo que Isabelle echaba el brazo hacia atrás, con el hilo metálico siseando a su alrededor.
Una risita queda rompió la tensión.
—Ya está bien, ya está bien, ya le has torturado suficiente. Estoy aquí.
Los ojos de Isabelle se abrieron de par en par.
—¡Nicholas!
—El mismo. —Nicholas entró en la habitación de Isabelle, cerrando la puerta tras él—. No hay necesidad de que os peleéis… —Hizo una mueca de dolor cuando Max se arrojó a toda velocidad contra él, aullando su nombre—. Con cuidado —pidió. Zafándose con suavidad del chiquillo—. Ahora mismo no estoy en la mejor de las formas.
—Ya me doy cuenta —indicó Isabelle, observándole con inquietud.
El muchacho tenía las muñecas ensangrentadas, el pelo rubio pegado al cuello y la frente por el sudor, y el rostro y las manos manchados de mugre e icor.
—¿Te ha hecho daño la Inquisidora?
—No demasiado. —Los ojos de Nicholas se encontraron con los de Alec a través de la habitación—. Sólo me ha encerrado en la sala de armas. Alec me ayudó a salir.
Isabelle dejó caer el látigo igual que una flor marchita.
—Alec, ¿es cierto?
—Sí. —Su hermano se limpió el polvo de las ropas con deliberada ostentación, y no pudo resistirse a añadir—: Para que lo sepas.
—Bien, podrías haberme dicho…
—Y tú podrías haber tenido algo de fe en mí…
—Ya basta. No hay tiempo para discusiones —intervino Nicholas— Isabelle, ¿qué clase de armas tienes aquí dentro? ¿Y vendas, tienes vendas?
—¿Vendas? —Isabelle dejó el látigo y sacó su estela de un cajón—. Puedo curarte con un iratze…
Nicholas alzó las muñecas.
—Un iratze servirá para mis magulladuras, pero no ayudará con esto. Son quemaduras de
runa.
La quemadura tenía un aspecto aún peor bajo la luz brillante de la habitación de Isabelle; las cicatrices circulares estaban negras y agrietadas en algunos lugares, rezumando sangre y un líquido transparente. Bajó las manos a la vez que Isabelle palidecía.
—Y necesitaré algunas armas, también —añadió Nicholas—. Antes de que…
—Vendas primero. Armas luego.
La muchacha dejó el látigo encima del tocador y condujo a Nicholas al interior del cuarto de baño con un cesto lleno de pomadas, gasas y vendas. Alec los observó a través de la puerta entreabierta; Nicholas se apoyaba en el lavamanos mientras su hermana adoptiva le pasaba una esponja por las muñecas y se las envolvía en gasa blanca.
—Bien, ahora quítate la camiseta.
—No sabía yo que querrías algo más.
Nicholas se sacó la cazadora y se pasó la camiseta por la cabeza, haciendo una mueca de dolor. La piel era de un dorado pálido, extendida como una capa sobre una fuerte musculatura. Marcas de tinta negra rodeaban unos brazos delgados. Un mundano podría haber pensado que las cicatrices blancas que salpicaban la piel de Nicholas, restos de viejas runas, le convertían en menos que perfecto, pero Alec no lo pensaba. Todos ellos tenían aquellas cicatrices; eran insignias de honor, no defectos.
—Alec, ¿puedes coger el teléfono? —dijo Nicholas viendo que Alec le contemplaba por la puerta entreabierta.
—Está sobre el tocador.
Isabelle no alzó los ojos, Nicholas y ella conversaban en voz baja; Alec no podía oírles, pero sospechó que lo hacían porque intentaban no asustar a Max.
Alec miró.
—No está en el tocador.
Isabelle, trazando un iratze en la espalda de Nicholas, soltó una irritada palabrota.
—Maldita sea. Me he dejado el teléfono en la cocina. Mierda. No quiero ir a buscarlo por si la Inquisidora anda por ahí.
—Yo lo traeré —se ofreció Max—. A mí no me hace ningún caso. Soy demasiado pequeño.
—Supongo. —Isabelle no pareció muy convencida—. ¿Para qué necesitas el teléfono, Alec?
—Sólo lo necesitamos —respondió él con impaciencia—. Izzy…
—Si vas a enviarle un mensaje de texto a Magnus para decirle «creo k rs guay», te mato.
—¿Quién es Magnus?
—Un brujo.
—Un brujo sexy, sexy —añadió Isabelle a Max, haciendo caso omiso de la mirada de auténtica furia de Alec.
—Pero los brujos son malos —protestó Max, con expresión de perplejidad.
—Exactamente —dijo Isabelle.
—No lo comprendo —respondió Max—. Pero voy a buscar el teléfono. Regreso en seguida.
Salió sigilosamente por la puerta mientras Nicholas volvía a ponerse la camiseta y la cazadora, pasaba al dormitorio, donde empezó a buscar armas entre los montones de pertenencias de Isabelle que había desperdigadas por todo el suelo. La muchacha le siguió meneando la cabeza.
—¿Cuál es el plan? ¿Nos vamos todos? La Inquisidora se va a poner como una loca cuando descubra que ya no estás aquí.
—No tanto como se enfurecerá cuando Valentine rechace su plan. —Nicholas les dio una idea general del plan de la Inquisidora—. El único problema es que él jamás lo aceptará.
—¿El… el único problema? —Isabelle estaba tan furiosa que casi tartamudeaba, algo que no había hecho desde los seis años—. ¡No puede hacer eso! ¡No puede canjearte a un psicópata! ¡Eres un miembro de la Clave! ¡Eres nuestro hermano!
—La Inquisidora no piensa así.
—No me importa lo que piense. Es una bruja horrenda y hay que detenerla.
—En cuanto descubra que su plan no tiene la menor posibilidad de éxito, tal vez se la pueda convencer —observó Nicholas—. Pero no voy a quedarme por aquí para descubrirlo. Me voy.
—No va a ser fácil —indicó Alec—. La Inquisidora ha cerrado este lugar más rigurosamente que con un pentagrama. ¿Sabes que hay guardianes abajo? Ha hecho venir a la mitad del Cónclave.
—Debe de tener muy buena opinión de mí —bromeó Nicholas, arrojando a un lado un montón de revistas.
—Tal vez no esté equivocada. —Isabelle lo miró pensativa—. ¿En serio has saltado nueve metros por encima de una Configuración Malachi? ¿De verdad, Alec?
—Sí —confirmó éste—. Nunca he visto nada igual.
—Y yo nunca he visto nada como esto.
Nicholas alzó una daga de veinticinco centímetros del suelo. Uno de los sujetadores rosa de Isabelle estaba ensartado en la afilada punta. Isabelle lo retiró de allí violentamente, poniendo cara de pocos amigos.
—Ésa no es la cuestión. ¿Cómo lo has hecho? ¿Lo sabes?
—Salté.
Nicholas extrajo dos discos de bordes afilados como cuchillas de debajo de la cama. Estaban cubiertos de pelo gris de gato. Sopló sobre ellos, dispersando el pelaje.
— Chakhrams. Fabuloso. Es especial si tropiezo con demonios con serios problemas de caspa.
Isabelle le golpeó con el sujetador.
—¡No me estás contestando!
—Porque no lo sé, Izzy. —Nicholas se incorporó apresuradamente—. Quizás la reina seelie tenía razón. Quizá tengo poderes de los que no sé nada porque nunca los he puesto a prueba. ____(tn) ciertamente los tiene.
Isabelle arrugó la frente.
—¿Los tiene?
Los ojos de Alec se abrieron de par en par de repente.
—Nicholas… ¿esa moto vampiro está todavía en el tejado?
—Posiblemente. Pero es de día, así que no sirve de gran cosa.
—Además —indicó Isabelle—, no cabemos todos.
Nicholas se metió los chakhrams en el cinturón, junto con la daga de veinticinco centímetros. Varios cuchillos de ángel pasaron al interior de los bolsillos de la cazadora.
—Eso no importa —repuso—. No vais a venir conmigo.
Isabelle empezó a farfullar indignada.
—¿Qué quieres decir con que no vamos a…? —Se interrumpió cuando Max regresó, sin aliento y aferrando con fuerza su maltrecho teléfono rosa—. Max, eres un héroe. —Le cogió rápidamente el teléfono, lanzando una mirada iracunda a Nicholas—. Regresaré contigo en un minuto. Entretanto, ¿a quién vamos a llamar? ¿____(tn)?
—Yo la llamaré… —empezó a decir Alec.
—No. —Isabelle lo apartó de un manotazo—. Yo le caigo mejor. —Marcó el número y le sacó la lengua a su hermano mientras se llevaba el teléfono a la oreja—. ¿____(tn)? Soy Isabelle. Quer.. ¿Qué? —El color de su rostro desapareció como si lo hubiesen borrado, dejándolo con un aspecto ceniciento y atónito—. ¿Cómo es eso posible? Pero ¿por qué…?
—¿Cómo es posible qué? —Nicholas se colocó junto a ella en dos zancadas—. Isabelle, ¿qué ha sucedido? ¿Está ____(tn)…?
Isabelle apartó el teléfono de la oreja, con los nudillos blancos.
—Es Valentine. Se ha llevado a Simon y a Maia. Va a usarlos para realizar el Ritual.
Con un gesto suave, Nicholas alargó la mano y le quitó el teléfono a Isabelle de la mano. Se lo llevó al oído.
—Venid con el coche al Instituto —dijo—. No entréis. Esperadme. Me reuniré con vosotros fuera. —Cerró el teléfono de golpe y se lo pasó a Alec—. Llama a Magnus —dijo—. Dile que se reúna con nosotros en la zona del río, en Brooklyn. Puede elegir el lugar, pero debería ser algún lugar desierto. Vamos a necesitar su ayuda para llegar al barco de Valentine.
—¿Vamos? —Isabelle se animó visiblemente.
—Magnus, Luke y yo —aclaró Nicholas—. Vosotros dos os quedaréis aquí y os ocuparéis de la Inquisidora por mí. Cuando Valentine no cumpla su parte del trato, sois vosotros los que vais a tener que convencerla de que envíe todos los refuerzos que tenga el Cónclave tras Valentine.
—No lo entiendo —exclamó Alec—. ¿Cómo planeas salir de aquí?
Nicholas sonrió de oreja a oreja.
—Observad —contestó, y saltó sobre el alféizar de la ventana de Isabelle.
Isabelle lanzó un grito, pero Nicholas ya estaba pasando por la abertura de la ventana. Se mantuvo en equilibrio durante un momento en el alféizar exterior… y luego desapareció.
Alec corrió a la ventana y miró fuera horrorizado, pero no había nada que ver: sólo el jardín del Instituto allá abajo, marrón y vacío, y el sendero estrecho que conducía hasta la puerta principal. No había peatones que gritaran en la calle Noventa y seis, ni coches parados en la acera ante la visión de un cuerpo que caía. Era como si Nicholas se hubiese desvanecido sin dejar rastro.
—Maldita sea, maldita sea…
—Casi estamos ahí —dijo Luke.
Habían salido de la autovía y ella ni siquiera lo había advertido. Pararon frente a la casa de Simon, una casa de madera unifamiliar cuya fachada estaba pintada de un alegre color rojo. ____(tn) ya había salido del coche y corría por el camino de entrada antes de que Luke hubiese puesto el freno de mano. Le oyó llamarla a gritos mientras ella se precipitaba escaleras arriba y golpeaba frenéticamente la puerta principal.
—¡Simon! —gritó—. ¡Simon!
—____(tn), ya basta —Luke la alcanzó en el porche—. Los vecinos…
—Al cuerno con los vecinos.
Buscó a tientas el llavero del cinturón, encontró la llave correcta y la introdujo en la cerradura. Abrió la puerta de golpe y entró cautelosamente en el vestíbulo, con Luke detrás de ella. Miraron por la primera puerta a la izquierda al interior de la cocina. Todo parecía exactamente como había estado siempre, desde la encimera meticulosamente limpia a los imanes de la nevera. Allí estaba el fregadero donde había besado a Simon hacía sólo unos pocos días. La luz del sol penetraba a raudales por las ventanas. Llenando la habitación de una pálida luz amarilla. Una luz que era capaz de dejar a Simon convertido en cenizas.
La habitación del chico era la última al final del pasillo. La puerta estaba entreabierta, aunque ____(tn) no vio más que oscuridad a través de la rendija.
Sacó su estela del bolsillo y la asió con fuerza. Sabía que no era realmente un arma, pero sentirla en la mano le resultaba tranquilizador. Dentro, la habitación estaba oscura, con cortinas negras corridas sobre las ventanas, la única luz surgiendo del reloj digital de la mesilla de noche. Luke ya estiraba la mano para pulsar el interruptor cuando algo, algo que siseaba y escupía como un demonio, se abalanzó sobre él desde la oscuridad.
____(tn) chilló cuando Luke la asió por los hombros y la empujó violentamente a un lado. La muchacha dio un traspié y estuvo a punto de caer; cuando se enderezó, volvió la cabeza y se encontró con un Luke estupefacto que sujetaba a un gato blanco que maullaba y se revolvía, con el pelo erizado. Parecía una bola de algodón con zarpas.
—¡Yossarian! —exclamó ____(tn).
Luke soltó al gato. Inmediatamente, Yossarian salió corriendo por entre sus piernas y desapareció por el pasillo.
—Gato estúpido —masculló ____(tn).
—No es culpa suya. No gusto a los gatos.
Luke alargó la mano hacia el interruptor de la luz y lo pulsó. ____(tn) lanzó un grito ahogado. La habitación estaba totalmente en orden, no había nada fuera de lugar, ni siquiera la alfombra estaba torcida. Incluso la colcha se hallaba pulcramente doblada sobre la cama.
—¿Es un glamour?
—Probablemente no. Probablemente tan sólo magia.
Luke se situó en el centro de la habitación, mirando alrededor pensativo. Al moverse para apartar una de las cortinas, ____(tn) vio algo que relucía sobre la moqueta a sus pies.
—Luke, espera.
Fue hacia donde él estaba parado y se arrodilló para recoger el objeto. Era el móvil plateado de Simon, deformado y con la antena partida. Con el corazón martilleando, abrió la tapa. A pesar de la raja que atravesaba la pantalla, un único mensaje de texto seguía siendo visible: «Ahora los tengo a todos».
____(tn) se dejó caer sobre la cama aturdida. Vagamente, notó como Luke le arrancaba el teléfono de la mano, y le oyó inhalar con fuerza mientras leía el mensaje.
—¿Qué significa eso? ¿«Ahora los tengo a todos»? —preguntó ____(tn).
Luke dejó el teléfono de Simon sobre el escritorio y se pasó una mano por la cara.
—Me temo que significa que ahora tiene a Simon y, será mejor que nos enfrentemos a ellos, también a Maia. Significa que tiene todo lo que necesita para el Ritual de Conversión.
____(tn) lo miró con asombro.
—¿Te refieres a que esto no tiene que ver simplemente con atacarme… y atacarte a ti?
—Estoy seguro de que Valentine considera eso un agradable efecto secundario. Pero no es su objetivo principal. Su objetivo principal es invertir las características de la Espada-Alma. Y para eso necesita…
—La sangre de niños subterráneos. Pero Maia y Simon no son niños. Son adolescentes.
—Cuando se creó ese hechizo, el hechizo para convertir la Espada-Alma en un objeto de las tinieblas, la palabra «adolescente» ni siquiera se había inventado. En la sociedad de los cazadores de sombras, eres un adulto cuando cumples los dieciocho. Antes de eso, eres un niño. Para las intenciones de Valentine, Maia y Simon son niños. Tiene ya la sangre de una niña hada y la de un niño brujo. Lo que le faltaba era la de un ser lobo y la de un vampiro.
____(tn) sintió como si le hubiesen arrancado el aire de un puñetazo.
—Entonces ¿por qué no hicimos nada? ¿Por qué no pensamos en protegerles de algún modo?
—Hasta el momento Valentine ha hecho lo más conveniente. Ninguna de sus víctimas fue elegida por otra razón que estar allí y disponibles. El brujo fue fácil de encontrar; todo lo que Valentine tenía que hacer era controlarle con el pretexto de que quería que invocara a un demonio. Es bastante sencillo localizar hadas en el parque si sabes dónde mirar. Y La Luna del Cazador es exactamente el lugar al que irías si quisieras encontrar a un hombre lobo. Pero correr este peligro extra y tomarse la molestia de ir contra nosotros cuando nada ha cambiado…
—Nicholas —exclamó ____(tn).
—¿Qué quieres decir, Nicholas? ¿Qué sucede con él?
—Creo que es de Nicholas de quien quiere desquitarse. Nicholas debió hacer algo anoche en el barco que cabreó a Valentine lo suficiente como para abandonar cualquier plan que tuviera antes y hacer uno nuevo.
Luke pareció desconcertado.
—¿Qué te hace pensar que el cambio de planes de Valentine tiene que ver con tu hermano?
—Porque —respondió ella con sombría certeza— únicamente Nicholas puede cabrear tanto a alguien.
********************************
—¡Isabelle! —Alec aporreó la puerta de su hermana—. Isabelle, abre la puerta. Sé que estás ahí dentro.
La puerta se abrió una rendija. Alec intentó mirar por ella, pero nadie parecía estar al otro lado.
—No quiere hablar contigo —dijo una voz conocida.
Alec bajó la mirada y vio unos ojos grises que le miraban desafiantes desde detrás de un par de gafas.
—Max —exclamó—. Vamos, hermanito, déjame entrar.
—Yo tampoco quiero hablar contigo.
Max empezó a empujar la puerta para cerrarla, pero Alec, veloz como un chasquido de látigo de Isabelle, metió el pie en la abertura.
—No me obligues a derribarte, Max.
—Ni te atrevas. —Max empujó con todas sus fuerzas.
—No, pero podría ir a buscar a nuestros padres, y tengo la sensación de que no es lo que Isabelle quiere. ¿Verdad, Izzy? —preguntó, alzando la voz lo bastante como para que su hermana, dentro de la habitación, lo oyera.
—¡Ah, por el amor de Dios! —exclamó Isabelle furiosa—. De acuerdo, Max. Déjale entrar.
Max se hizo a un lado y Alec entró dejando que la puerta quedara sin cerrar a su espalda. Isabelle estaba arrodillada en el alféizar de la ventana situada junto a la cama, con el látigo de oro enroscado alrededor del brazo izquierdo. Llevaba puesto el equipo de caza, los resistentes pantalones negros y la ceñida camiseta con el plateado dibujo de runas casi invisible. Las botas estaban abrochadas hasta las rodillas y los cabellos negros se agitaban bajo la brisa que penetraba por la ventana abierta. Lo miró iracunda, recordándole por un momento a Hugo, el cuervo negro de Hodge.
—¿Qué diablos haces? ¿Intentas matarte? —exigió él, atravesando furiosamente la habitación en dirección a su hermana.
El látigo culebreó violentamente, enroscándosele alrededor de los tobillos. Alec se detuvo en seco, sabiendo que con un único movimiento de muñeca Isabelle podía derribarle y hacerle caer sobre el parquet.
—No te acerques más a mí, Alexander Lightwood —exclamó ella en su voz más furiosa—. No me siento muy caritativa hacia ti en este momento.
—Isabelle…
—¿Cómo has podido arremeter contra Nicholas de ese modo? ¿Después de todo por lo que ha pasado? Además, hicimos el juramento de protegernos unos a otros.
—No —le recordó él—, si significa quebrantar la Ley
—¡La Ley! —soltó Isabelle, asqueada—. Existe una ley que está por encima de la Clave, Alec. La ley de la familia. Nicholas es tu familia.
—¿La ley de la familia? Jamás he oído hablar de eso —replicó Alec, irritado. Sabía que debería estar defendiéndose, pero era difícil no verse distraído por el sempiterno hábito de corregir a los hermanos pequeños cuando se equivocan—. ¿Quizá acabas de inventarla?
Isabelle hizo un veloz movimiento de muñeca. Alec sintió que los pies ya no le sostenían y se revolvió para absorber el impacto de la caída con las manos y muñecas. Aterrizó, rodó sobre la espalda y al elevar la mirada vio a Isabelle alzándose amenazadora ante él. Max estaba junto a ella.
—¿Qué deberíamos hacer con él, Maxwell? —preguntó Isabelle—. ¿Dejarlo aquí atado para que nuestros padres lo encuentren?
Alec ya había tenido suficiente, extrajo a toda velocidad un cuchillo de la funda de la muñeca, se dobló y cortó el látigo que le rodeaba los tobillos. El alambre de electro se rompió con un chasquido, y él se incorporó de un salto, al mismo tiempo que Isabelle echaba el brazo hacia atrás, con el hilo metálico siseando a su alrededor.
Una risita queda rompió la tensión.
—Ya está bien, ya está bien, ya le has torturado suficiente. Estoy aquí.
Los ojos de Isabelle se abrieron de par en par.
—¡Nicholas!
—El mismo. —Nicholas entró en la habitación de Isabelle, cerrando la puerta tras él—. No hay necesidad de que os peleéis… —Hizo una mueca de dolor cuando Max se arrojó a toda velocidad contra él, aullando su nombre—. Con cuidado —pidió. Zafándose con suavidad del chiquillo—. Ahora mismo no estoy en la mejor de las formas.
—Ya me doy cuenta —indicó Isabelle, observándole con inquietud.
El muchacho tenía las muñecas ensangrentadas, el pelo rubio pegado al cuello y la frente por el sudor, y el rostro y las manos manchados de mugre e icor.
—¿Te ha hecho daño la Inquisidora?
—No demasiado. —Los ojos de Nicholas se encontraron con los de Alec a través de la habitación—. Sólo me ha encerrado en la sala de armas. Alec me ayudó a salir.
Isabelle dejó caer el látigo igual que una flor marchita.
—Alec, ¿es cierto?
—Sí. —Su hermano se limpió el polvo de las ropas con deliberada ostentación, y no pudo resistirse a añadir—: Para que lo sepas.
—Bien, podrías haberme dicho…
—Y tú podrías haber tenido algo de fe en mí…
—Ya basta. No hay tiempo para discusiones —intervino Nicholas— Isabelle, ¿qué clase de armas tienes aquí dentro? ¿Y vendas, tienes vendas?
—¿Vendas? —Isabelle dejó el látigo y sacó su estela de un cajón—. Puedo curarte con un iratze…
Nicholas alzó las muñecas.
—Un iratze servirá para mis magulladuras, pero no ayudará con esto. Son quemaduras de
runa.
La quemadura tenía un aspecto aún peor bajo la luz brillante de la habitación de Isabelle; las cicatrices circulares estaban negras y agrietadas en algunos lugares, rezumando sangre y un líquido transparente. Bajó las manos a la vez que Isabelle palidecía.
—Y necesitaré algunas armas, también —añadió Nicholas—. Antes de que…
—Vendas primero. Armas luego.
La muchacha dejó el látigo encima del tocador y condujo a Nicholas al interior del cuarto de baño con un cesto lleno de pomadas, gasas y vendas. Alec los observó a través de la puerta entreabierta; Nicholas se apoyaba en el lavamanos mientras su hermana adoptiva le pasaba una esponja por las muñecas y se las envolvía en gasa blanca.
—Bien, ahora quítate la camiseta.
—No sabía yo que querrías algo más.
Nicholas se sacó la cazadora y se pasó la camiseta por la cabeza, haciendo una mueca de dolor. La piel era de un dorado pálido, extendida como una capa sobre una fuerte musculatura. Marcas de tinta negra rodeaban unos brazos delgados. Un mundano podría haber pensado que las cicatrices blancas que salpicaban la piel de Nicholas, restos de viejas runas, le convertían en menos que perfecto, pero Alec no lo pensaba. Todos ellos tenían aquellas cicatrices; eran insignias de honor, no defectos.
—Alec, ¿puedes coger el teléfono? —dijo Nicholas viendo que Alec le contemplaba por la puerta entreabierta.
—Está sobre el tocador.
Isabelle no alzó los ojos, Nicholas y ella conversaban en voz baja; Alec no podía oírles, pero sospechó que lo hacían porque intentaban no asustar a Max.
Alec miró.
—No está en el tocador.
Isabelle, trazando un iratze en la espalda de Nicholas, soltó una irritada palabrota.
—Maldita sea. Me he dejado el teléfono en la cocina. Mierda. No quiero ir a buscarlo por si la Inquisidora anda por ahí.
—Yo lo traeré —se ofreció Max—. A mí no me hace ningún caso. Soy demasiado pequeño.
—Supongo. —Isabelle no pareció muy convencida—. ¿Para qué necesitas el teléfono, Alec?
—Sólo lo necesitamos —respondió él con impaciencia—. Izzy…
—Si vas a enviarle un mensaje de texto a Magnus para decirle «creo k rs guay», te mato.
—¿Quién es Magnus?
—Un brujo.
—Un brujo sexy, sexy —añadió Isabelle a Max, haciendo caso omiso de la mirada de auténtica furia de Alec.
—Pero los brujos son malos —protestó Max, con expresión de perplejidad.
—Exactamente —dijo Isabelle.
—No lo comprendo —respondió Max—. Pero voy a buscar el teléfono. Regreso en seguida.
Salió sigilosamente por la puerta mientras Nicholas volvía a ponerse la camiseta y la cazadora, pasaba al dormitorio, donde empezó a buscar armas entre los montones de pertenencias de Isabelle que había desperdigadas por todo el suelo. La muchacha le siguió meneando la cabeza.
—¿Cuál es el plan? ¿Nos vamos todos? La Inquisidora se va a poner como una loca cuando descubra que ya no estás aquí.
—No tanto como se enfurecerá cuando Valentine rechace su plan. —Nicholas les dio una idea general del plan de la Inquisidora—. El único problema es que él jamás lo aceptará.
—¿El… el único problema? —Isabelle estaba tan furiosa que casi tartamudeaba, algo que no había hecho desde los seis años—. ¡No puede hacer eso! ¡No puede canjearte a un psicópata! ¡Eres un miembro de la Clave! ¡Eres nuestro hermano!
—La Inquisidora no piensa así.
—No me importa lo que piense. Es una bruja horrenda y hay que detenerla.
—En cuanto descubra que su plan no tiene la menor posibilidad de éxito, tal vez se la pueda convencer —observó Nicholas—. Pero no voy a quedarme por aquí para descubrirlo. Me voy.
—No va a ser fácil —indicó Alec—. La Inquisidora ha cerrado este lugar más rigurosamente que con un pentagrama. ¿Sabes que hay guardianes abajo? Ha hecho venir a la mitad del Cónclave.
—Debe de tener muy buena opinión de mí —bromeó Nicholas, arrojando a un lado un montón de revistas.
—Tal vez no esté equivocada. —Isabelle lo miró pensativa—. ¿En serio has saltado nueve metros por encima de una Configuración Malachi? ¿De verdad, Alec?
—Sí —confirmó éste—. Nunca he visto nada igual.
—Y yo nunca he visto nada como esto.
Nicholas alzó una daga de veinticinco centímetros del suelo. Uno de los sujetadores rosa de Isabelle estaba ensartado en la afilada punta. Isabelle lo retiró de allí violentamente, poniendo cara de pocos amigos.
—Ésa no es la cuestión. ¿Cómo lo has hecho? ¿Lo sabes?
—Salté.
Nicholas extrajo dos discos de bordes afilados como cuchillas de debajo de la cama. Estaban cubiertos de pelo gris de gato. Sopló sobre ellos, dispersando el pelaje.
— Chakhrams. Fabuloso. Es especial si tropiezo con demonios con serios problemas de caspa.
Isabelle le golpeó con el sujetador.
—¡No me estás contestando!
—Porque no lo sé, Izzy. —Nicholas se incorporó apresuradamente—. Quizás la reina seelie tenía razón. Quizá tengo poderes de los que no sé nada porque nunca los he puesto a prueba. ____(tn) ciertamente los tiene.
Isabelle arrugó la frente.
—¿Los tiene?
Los ojos de Alec se abrieron de par en par de repente.
—Nicholas… ¿esa moto vampiro está todavía en el tejado?
—Posiblemente. Pero es de día, así que no sirve de gran cosa.
—Además —indicó Isabelle—, no cabemos todos.
Nicholas se metió los chakhrams en el cinturón, junto con la daga de veinticinco centímetros. Varios cuchillos de ángel pasaron al interior de los bolsillos de la cazadora.
—Eso no importa —repuso—. No vais a venir conmigo.
Isabelle empezó a farfullar indignada.
—¿Qué quieres decir con que no vamos a…? —Se interrumpió cuando Max regresó, sin aliento y aferrando con fuerza su maltrecho teléfono rosa—. Max, eres un héroe. —Le cogió rápidamente el teléfono, lanzando una mirada iracunda a Nicholas—. Regresaré contigo en un minuto. Entretanto, ¿a quién vamos a llamar? ¿____(tn)?
—Yo la llamaré… —empezó a decir Alec.
—No. —Isabelle lo apartó de un manotazo—. Yo le caigo mejor. —Marcó el número y le sacó la lengua a su hermano mientras se llevaba el teléfono a la oreja—. ¿____(tn)? Soy Isabelle. Quer.. ¿Qué? —El color de su rostro desapareció como si lo hubiesen borrado, dejándolo con un aspecto ceniciento y atónito—. ¿Cómo es eso posible? Pero ¿por qué…?
—¿Cómo es posible qué? —Nicholas se colocó junto a ella en dos zancadas—. Isabelle, ¿qué ha sucedido? ¿Está ____(tn)…?
Isabelle apartó el teléfono de la oreja, con los nudillos blancos.
—Es Valentine. Se ha llevado a Simon y a Maia. Va a usarlos para realizar el Ritual.
Con un gesto suave, Nicholas alargó la mano y le quitó el teléfono a Isabelle de la mano. Se lo llevó al oído.
—Venid con el coche al Instituto —dijo—. No entréis. Esperadme. Me reuniré con vosotros fuera. —Cerró el teléfono de golpe y se lo pasó a Alec—. Llama a Magnus —dijo—. Dile que se reúna con nosotros en la zona del río, en Brooklyn. Puede elegir el lugar, pero debería ser algún lugar desierto. Vamos a necesitar su ayuda para llegar al barco de Valentine.
—¿Vamos? —Isabelle se animó visiblemente.
—Magnus, Luke y yo —aclaró Nicholas—. Vosotros dos os quedaréis aquí y os ocuparéis de la Inquisidora por mí. Cuando Valentine no cumpla su parte del trato, sois vosotros los que vais a tener que convencerla de que envíe todos los refuerzos que tenga el Cónclave tras Valentine.
—No lo entiendo —exclamó Alec—. ¿Cómo planeas salir de aquí?
Nicholas sonrió de oreja a oreja.
—Observad —contestó, y saltó sobre el alféizar de la ventana de Isabelle.
Isabelle lanzó un grito, pero Nicholas ya estaba pasando por la abertura de la ventana. Se mantuvo en equilibrio durante un momento en el alféizar exterior… y luego desapareció.
Alec corrió a la ventana y miró fuera horrorizado, pero no había nada que ver: sólo el jardín del Instituto allá abajo, marrón y vacío, y el sendero estrecho que conducía hasta la puerta principal. No había peatones que gritaran en la calle Noventa y seis, ni coches parados en la acera ante la visión de un cuerpo que caía. Era como si Nicholas se hubiese desvanecido sin dejar rastro.
:wut: :lloro: :wut: :lloro: :wut: :lloro:
Okey ahora si se viene lo interesante!
Esperemsoq eue no pase nada malo! que la rayiz & el Nicho :(L):
lo solucionen todo por la buenas! ;)
Valentine, más te vale no ganarte más miembros para el
#TeamAntiValentine ^.^//
Las leo mañana Girls! :D
Lu wH!;*
X
PD: Algunas de ustedes AMA mi Avatar! (?
Porque yo lo AMO! me puedo casar con mi avatar!
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH!!!!!!!!
ESE NICCKK Y SUS DONEEESSS!!!!!!.. ESPEREMOS QUE SEAN CUATRO Y NO TRES!!!!!!!!.....
CREO QUE SI LO SOLUCIONARAN!!!!!!
TIEN EL PODER Y LOS AMIGOS!!!!!.. ESA ES SU FUERZAAA!!!!!....
Y UNA PREGUNTA CUANTOS LIBROS SON???
P.D. ME MAAATOOO TU AVATAAARRR!!!!!
CON ESA CARITAAAA ....... JAJAJJAJAJAA
SIGUELAAA PORFIIISS... ANTES DE QUE ME VUELVA MAS PERVERTIDAAA Y EMPIECE A IMAGINAR COSAS :fiu: :P
ESE NICCKK Y SUS DONEEESSS!!!!!!.. ESPEREMOS QUE SEAN CUATRO Y NO TRES!!!!!!!!.....
CREO QUE SI LO SOLUCIONARAN!!!!!!
TIEN EL PODER Y LOS AMIGOS!!!!!.. ESA ES SU FUERZAAA!!!!!....
Y UNA PREGUNTA CUANTOS LIBROS SON???
P.D. ME MAAATOOO TU AVATAAARRR!!!!!
CON ESA CARITAAAA ....... JAJAJJAJAJAA
SIGUELAAA PORFIIISS... ANTES DE QUE ME VUELVA MAS PERVERTIDAAA Y EMPIECE A IMAGINAR COSAS :fiu: :P
chelis
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
ahhh tiene a Simon y Maia!!! Y va a realizar su ritual ese!! :wut:
Ahh me encanto Izzie y Max como se querian vengar de Alec :P
Aww mi Nicho yo sabia que era especial!! :hug:
Ojala que detengan a Valentiene!! Cuantos libros dijistes que eran??
Es que este ya se va a acabar y yo no quiero!!!
Siguela!!!!
Ahh me encanto Izzie y Max como se querian vengar de Alec :P
Aww mi Nicho yo sabia que era especial!! :hug:
Ojala que detengan a Valentiene!! Cuantos libros dijistes que eran??
Es que este ya se va a acabar y yo no quiero!!!
Siguela!!!!
aranzhitha
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
chelis escribió:AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH!!!!!!!!
ESE NICCKK Y SUS DONEEESSS!!!!!!.. ESPEREMOS QUE SEAN CUATRO Y NO TRES!!!!!!!!.....
CREO QUE SI LO SOLUCIONARAN!!!!!!
TIEN EL PODER Y LOS AMIGOS!!!!!.. ESA ES SU FUERZAAA!!!!!....
Y UNA PREGUNTA CUANTOS LIBROS SON???
P.D. ME MAAATOOO TU AVATAAARRR!!!!!
CON ESA CARITAAAA ....... JAJAJJAJAJAA
SIGUELAAA PORFIIISS... ANTES DE QUE ME VUELVA MAS PERVERTIDAAA Y EMPIECE A IMAGINAR COSAS :fiu: :P
;) El Nicho! :(L):
Esperemos que todo les salga bien! :scratch:
Son 6 libros en total, solo se han publicado 5!
Según el 6 saldrá hasta el 2014 xD así
que tanto ustedes como yo, nos quedaremos
esperando a ver como acaba esto! xD
Por lo pronto solo publicare los primeros 5! :D
Aún nos quedan misterios y dramas que descubrir! ;)
JAJAJAJAJ Ya la sigo! *.*
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
aranzhitha escribió:ahhh tiene a Simon y Maia!!! Y va a realizar su ritual ese!! :wut:
Ahh me encanto Izzie y Max como se querian vengar de Alec :P
Aww mi Nicho yo sabia que era especial!! :hug:
Ojala que detengan a Valentiene!! Cuantos libros dijistes que eran??
Es que este ya se va a acabar y yo no quiero!!!
Siguela!!!!
:wut: :wut: :wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
Esperemos que el Nicho :(L): & la rayiz!
Lleguen antes de que haga el ritual!
Oh si el Nicho :(L): es muy, muy, muy especial! :twisted:
Son 6 libros en total, pero publicados solamente 5!
Así que aún tenemos que esperar todas por el 6! :x
Ya la sigo! *.*
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
• UN CORAZON CONVERTIDO EN PIEDRA - CAPITULO 16 (Parte 2)•
El sonido de agua le despertó. Era un sonido repetitivo, sordo; agua que chapoteaba contra algo sólido, una y otra vez, como si estuviese tumbado en el fondo de una piscina que se vaciara y volviera a llenar rápidamente. Tenía un sabor metálico en la boca, y era consciente de un dolor persistente en la mano izquierda. Con un gemido, Simon abrió los ojos.
Yacía sobre un duro y abollado suelo de metal verde. Había una única ventana redonda y alta en una pared, que permitía el paso sólo de un poco de luz solar, pero que era suficiente. Había estado tumbado con la mano expuesta a aquel rayo de luz y tenía los dedos enrojecidos y llenos de ampollas. Con otro gemido, rodó fuera de la luz y se sentó en el suelo.
Y vio que no estaba solo en la habitación. Aunque las sombras eran espesas, podía ver perfectamente en la oscuridad. Frente a él, con las manos atadas y encadenadas a una enorme tubería, estaba Maia. Tenía las ropas desgarradas y un moretón enorme en la mejilla izquierda. Vio los claros del cuero cabelludo donde le habían arrancado trenzas en un lado, los cabellos enmarañados y apelmazados con sangre. En cuanto él se sentó, ella le miró fijamente y se echó a llorar.
—Pensaba —hipó entre sollozos— que estabas… muerto.
—Es que estoy muerto —replicó Simon.
El muchacho se miró fijamente la mano. Mientras la observaba, las ampollas fueron desapareciendo a la vez que el dolor menguaba y la piel recuperaba su palidez normal.
—Lo sé, pero quiero decir… realmente muerto.
Simon intentó ir hacia ella, pero algo le detuvo en seco. Tenía una argolla de metal alrededor del tobillo, sujeta a una gruesa cadena clavada en el suelo. Valentine no corría riesgos.
—No llores —dijo, e inmediatamente lo lamentó, pues no era como si la situación no justificase las lágrimas—. Estoy perfectamente.
—Por ahora —repuso Maia, restregándose el rostro contra la manga—. Ese hombre… el del cabello blanco… ¿se llama Valentine, verdad?
—¿Le viste? —preguntó Simon—. Yo no vi nada. Sólo la puerta de mi habitación hacerse añicos y luego una forma enorme que venía hacia mí como un mercancías.
—Es el auténtico Valentine, ¿verdad? Ese del que todo el mundo habla. El que inició el Levantamiento.
—Es el padre de Nicholas y ____(tn) —respondió Simon—. Es todo lo que sé sobre él.
—Ya me pareció que la voz resultaba conocida. Suena igual que Nicholas. —Pareció momentáneamente compungida—. No me extraña que Nicholas sea tan imbécil.
Simon no podía más que darle la razón.
—Así que tú no… —Maia se quedó sin voz. La muchacha volvió a intentarlo—. Mira, sé que esto suena raro, pero cuando Valentine fue a por ti, ¿viste a alguien que reconocieses con él, alguien que esté muerto? ¿Cómo un fantasma?
Simon negó con la cabeza, perplejo.
—No. ¿Por qué?
Maia vaciló.
—Yo vi a mi hermano. Al fantasma de mi hermano. Creo que Valentine me hizo alucinar.
—Bueno, no intentó nada de eso conmigo. Yo estaba hablando por teléfono con ____(tn). Recuerdo haberlo dejado caer cuando la cosa esa cayó sobre mí… —Simon se encogió de hombros—. Eso es todo.
—¿Con ____(tn)? —Maia pareció casi esperanzada—. Entonces a lo mejor deducirán dónde estamos. A lo mejor vendrán a buscarnos.
—Tal vez —dijo Simon—. ¿Dónde estamos, de todos modos?
—En un barco. Yo seguía consciente cuando me subieron a él. Es un enorme trasto de metal negro. No hay luces y hay… cosas por todas partes. Una de ellas saltó sobre mí y yo empecé a gritar. Fue entonces cuando él me agarró la cabeza y me la golpeó contra la pared. Perdí el conocimiento.
—¿Cosas? ¿Qué quieres decir con cosas?
—Demonios —respondió ella, y se estremeció—. Tiene a toda clase de demonios aquí. Grandes, pequeños y de los que vuelan. Hacen cualquier cosa que les diga.
—Pero Valentine es un cazador de sombras. Y por lo que he oído, odia a los demonios.
—Bueno, pues ellos no parecen saberlo —replicó Maia— Lo que no entiendo es lo que quiere de nosotros. Sé que odia a los subterráneos, pero esto parece mucho esfuerzo simplemente para matar a dos de ellos. —Había empezado a tiritar, y los dientes le castañeteaban como los de esas mandíbulas andantes que se pueden comprar en los Todo a cien—. Tiene que querer algo de los cazadores de sombras. O de Luke.
«Ya sé lo que quiere», pensó Simon, pero de nada servía contárselo a Maia; la muchacha ya estaba bastante alterada. Se quitó la chaqueta.
—Toma —dijo, y se la lanzó con fuerza para que ella la cogiera.
Retorciéndose en las esposas, la joven consiguió colocársela torpemente sobre los hombros. Le dedicó a Simon una sonrisa pálida y agradecida.
—Gracias. Pero, ¿no tienes frío?
Simon negó con la cabeza. La quemadura de la mano había desaparecido por completo.
—No noto el frío. Ya no.
Ella abrió la boca, luego volvió a cerrarla. Se libraba una pelea tras sus ojos.
—Lo siento. Siento el modo en que me porté ayer contigo. —Hizo una pausa, casi conteniendo la respiración—. Los vampiros me aterran —susurró finalmente—. Al principio de llegar a la ciudad solía ir con una manada: Bat, y otros dos chicos, Steve y Greg. Un día estábamos en el aparque y nos tropezamos con unos vampiros chupando unas bolsas de sangre bajo un puente; hubo una pelea y casi lo único que recuerdo es a uno de los vampiros levantando a Gregg, sólo lo levantó, y lo partió en dos… —Su voz se elevó, y temblorosa, se llevó una mano a la boca—. Por la mitad —musitó—. Las tripas se le cayeron. Y entonces ellos empezaron a devorarlas.
Simon sintió que le invadía una sorda punzada de náuseas. Casi le alegró de que el relato le produjera ganas de vomitar, en lugar de hambre.
—Yo nunca lo haría —aseguró—. Me caen bien los hombres lobo. Me cae bien Luke…
—Lo sé —repuso la muchacha—. Es sólo que cuando te conocí, parecías tan humano. Me recordaste a como era yo antes.
—Maia —dijo él—. Sigues siendo humana.
—No, no lo soy.
—En los aspectos que importan, lo eres. Justo igual que yo.
Ella intentó sonreír. Él se dio cuenta de que no le creía, y no pudo culparla por ello. No estaba seguro ni de creérselo él mismo.
El cielo había adquirido un tono plomizo, cargado de espesas nubes. Bajo la luz gris, el Instituto se alzaba imponente, enorme como la ladera enlosada de una montaña. El tejado de pizarra brillaba igual que plata sin bruñir. A ____(tn) le pareció haber captado el movimiento de figuras encapuchadas en la puerta principal, pero no estaba segura. Era difícil distinguir nada con claridad estando aparcados a una manzana de distancia y teniendo que mirar a través de las ventanillas manchadas de la furgoneta de Luke.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó, por cuarta o quinta vez.
—Cinco minutos más que la última vez que me has preguntado —respondió Luke.
Éste se hallaba recostado en el asiento, con la cabeza echada hacia atrás y con aspecto de estar totalmente agotado. La barba de tres días que le cubría mandíbula y mejillas era canosa, y los ojos estaban enmarcados por unas sombras negras. Todas las noches pasadas en el hospital, el ataque del demonio y ahora eso, se dijo ____(tn), repentinamente preocupada. Podía comprender por lo que él y su madre se habían ocultado de aquella vida durante tanto tiempo. Deseó poder ocultarse también ella.
—¿Quieres entrar?
—No. Nicholas dijo que esperásemos fuera.
La muchacha volvió a mirar por la ventanilla. Ahora sí que estaba segura de que había figuras en la entrada. Cuando una de ellas se volvió, le pareció distinguir un destello de cabellos canosos…
—Mira —Luke se había sentado muy tieso y bajaba la ventanilla apresuradamente.
____(tn) miró. Nada parecía haber cambiado.
—¿Te refieres a la gente de la entrada?
—No. Los guardianes estaban allí antes. Mira al tejado. —Señaló con un dedo.
____(tn) apretó el rostro contra la ventanilla de la furgoneta. El tejado de pizarra de la catedral era una profusión de torrecillas y chapiteles góticos, ángeles esculpidos y troneras en forma de arco. Estaba a punto de replicar de mal humor que lo único que veía eran unas gárgolas en estado de desintegración cuando un destello de movimiento atrajo su mirada. Había alguien en el tejado. Una figura delgada y oscura que se movía velozmente por entre las torrecillas, corriendo como una flecha de un saliente a otro, y se dejaba caer plano al suelo de vez en cuando, para descender lentamente por la increíble pendiente del tejado; alguien de cabellos claros que centelleaban en la luz plomiza igual que latón…
Nicholas.
____(tn) estaba ya fuera de la furgoneta antes de darse cuenta siquiera de lo que hacía, corriendo calle abajo en dirección a la iglesia, mientras Luke la llamaba a gritos. El enorme edificio parecía oscilar en lo alto, con una altura de centenares de metros, convertido en un precipicio vertical de piedra. Nicholas ya estaba en el borde del tejado, mirando abajo, y ____(tn) pensó: «No puede ser; él no lo haría, no haría esto, no Nicholas», y entonces él dio un paso al vacío con la misma tranquilidad que si descendiera de un porche. ____(tn) lanzó un sonoro chillido mientras él caía a plomo…
Y aterrizaba suavemente justo frente a ella, con las rodillas ligeramente dobladas. ____(tn) le miró boquiabierta mientras él se enderezaba y le sonreía burlón.
—Si hiciera un chiste sobre dejarme caer por aquí —dijo—, ¿pensarías que soy muy poco original?
—¿Cómo… cómo has… cómo has hecho eso? —musitó ella, sintiéndose como si estuviese a punto de vomitar.
Podía ver a Luke fuera de la furgoneta, de pie con las manos entrelazadas detrás de la cabeza y mirando fijamente más allá de ella. Giró en redondo y vio que los dos guardias de la puerta principal corrían hacia ellos. Uno era Malik; el otro era la mujer de pelo canoso.
—Mierda.
Nicholas la agarró de la mano y tiró de ella. Corriendo en dirección a la furgoneta y se metieron dentro con Luke, que aceleró y salió a toda velocidad mientras la portezuela del pasajero seguía aún abierta. Nicholas pasó la mano por delante de ____(tn) y la cerró de un tirón. La furgoneta esquivó a los dos cazadores de sombras. ____(tn) vio que Malik tenía lo que parecía un cuchillo arrojadizo en la mano. El hombre apuntaba a uno de los neumáticos. ____(tn) oyó a Nicholas soltar una palabrota mientras hurgaba en su cazadora en busca de una arma. Malik echó el brazo atrás, el cuchillo centelleando, y entonces la mujer de cabellos canosos se le lanzó a la espalda, agarrándole el brazo. Mientras él luchaba por sacársela de encima, ____(tn) se dio la vuelta en su asiento, jadeando, y a continuación la furgoneta dobló una esquina a toda velocidad y se perdió entre el tráfico de la avenida York, con el Instituto perdiéndose a lo lejos detrás de ellos.
Maia había vuelto a sumirse en un sueño irregular apoyada en la tubería de vapor, con la chaqueta de Simon echada alrededor de los hombros. Simon observó como la luz del ojo de buey se movía por la habitación e intentó en vano calcular las horas. Por lo general usaba el móvil para saber la hora, pero no lo tenía; se había registrado los bolsillos en vano. Debía de habérsele caído cuando Valentine irrumpió en el dormitorio.
Sin embargo tenía preocupaciones mayores. Sentía la boca reseca y acartonada, la garganta le dolía. Estaba sediento hasta tal punto que era como si toda la sed y el hambre que había sentido jamás se hubieran juntado para crear una especie de sofisticada tortura. Y no hacía más que empeorar.
Sangre era lo que necesitaba. Pensó en la sangre de la nevera que tenía junto a la cama de casa, y las venas le ardieron como abrasadores alambres de plata discurriendo justo bajo la piel.
—¿Simon?
Era Maia, alzando la cabeza aturdida. Tenía marcas blancas en la mejilla, allí donde la había tenido presionada contra la tubería irregular. Mientras él la observaba, el blanco se convirtió en rosa a medida que la sangre le regresaba al rostro.
Sangre. Se pasó la lengua reseca por los labios.
—¿Sí?
—¿Cuánto rato he dormido?
—Tres horas. Puede que cuatro. Probablemente ya es por la tarde.
—Ah. Gracias por montar guardia.
No lo había hecho, y se sintió vagamente avergonzado.
—Por supuesto ¡No pasa nada! —dijo de todos modos.
—Simon…
—¿Sí?
—Espero que me entiendas si te digo que lamento que estés aquí, pero que me alegra tenerte conmigo.
Simon sintió como una sonrisa hendía su rostro. El labio reseco inferior se le abrió, y notó el sabor de la sangre en la boca. El estómago profirió un quejido.
—Gracias.
Ella se inclinó hacia él, y la chaqueta resbaló de sus hombros. Los ojos de la joven eran de un gris ambarino claro que cambiaba cuando se movía.
—¿Puedes llegar hasta mí? —preguntó ella, extendiendo las manos.
Simon alargó el brazo hacia ella. La cadena que le sujetaba el tobillo tintineó mientras estiraba la mano tanto como podía Maia sonrió cuando las yemas de los dedos de ambos se rozaron…
—¡Qué conmovedor!
Simon echó la mano hacia atrás violentamente, sobresaltado. La voz que había surgido de las sombras era fría, culta y vagamente extranjera en un modo que no podía identificar exactamente. Maia dejó caer las manos y se volvió; el color le desapareció del rostro mientras alzaba los ojos hacia el hombre de la puerta, que había entrado tan silenciosamente que ninguno de ellos le había oído.
—Los hijos de la Luna y de la Noche, congeniando al fin.
—Valentine —musitó Maia.
Simon no dijo nada. No podía dejar de mirarlo de hito en hito. Así que ése era el padre de ____(tn) y Nicholas. Con su mata de pelo blanco canoso y los ardientes ojos negros, no se parecía demasiado a ninguno de ellos, aunque había algo de ____(tn) en la angulosa estructura ósea y la forma de los ojos, y algo de Nicholas en la perezosa insolencia con la que se movía. Era un hombretón, de hombros anchos y con un cuerpo fornido que no se parecía tampoco al de ninguno de sus hijos. Entró en la habitación de metal verde sin hacer ruido, como un gato, a pesar de ir cargado con lo que parecía armamento suficiente para equipar a un regimiento. Unas gruesas correas de cuero negro con hebillas plateadas le cruzaban el pecho y sostenían una espada de plata de ancha empuñadura atravesada sobre la espalda. Otra correa gruesa le rodeaba la cintura; metida en ella había una colección de cuchillos, dagas y estrechas cuchillas refulgentes como agujas enormes.
—Levanta —ordenó a Simon—. Mantén la espalda contra la pared.
Simon alzó la barbilla. Podía ver a Maia observándole, lívida y asustada, y sintió un momento de feroz impulso protector. Impediría que Valentine la lastimara aunque fuese lo último que hiciese.
—Así que tu eres el padre de ____(tn) —dijo—. No es mi intención ofender, pero diría que puedo ver por qué te odia.
El rostro de Valentine estaba impasible, casi inmóvil.
—¿Y por qué? —preguntó sin apenas mover los labios.
—Porque está claro que eres un psicótico —respondió Simon.
Entonces, Valentine sonrió. Fue una sonrisa que no le movió ninguna parte del rostro a excepción de los labios, que se torcieron muy levemente. Alzó el puño apretado y Simon pensó que Valentine iba a asestarle un puñetazo. Se encogió instintivamente, pero el hombre no le golpeó. En su lugar, abrió los dedos, dejando ver un reluciente montón de lo que parecía purpurina en el centro de la amplia palma. Se volvió hacia Maia, inclinó la cabeza y sopló el polvo sobre ella en una grotesca parodia de un beso. El polvillo cayó sobre la muchacha como un enjambre de abejas refulgentes.
Maia chilló. Jadeando y dando violentas sacudidas, se revolvió de un lado a otro intentando evitar el polvo, y su voz se elevó en un grito sollozante.
—¿Qué le has hecho? —gritó Simon, incorporándose de un salto. Se abalanzó sobre Valentine, pero la cadena de la pierna tiró violentamente de él hacia atrás—. ¿Qué le has hecho?
La fina sonrisa de Valentine se ensanchó.
—Polvo de plata —contestó—. Quema a los licántropos.
Maia había dejado de retorcerse y estaba enroscada en una posición fetal en el suelo, llorando en silencio. Manaba sangre de las desangradas marcas rojas que se le veían a lo largo de los brazos y de las manos. A Simon el estómago se le revolvió otra vez y se dejó caer contra la pared, asqueado de sí mismo y de todo.
—Cabrón —exclamó mientras Valentine se sacudía despreocupadamente los últimos restos de polvo de los dedos—. Sólo es una niña, no iba a hacerte ningún daño; está encadenada, por el…
Se atragantó, sintiendo que le ardía la garganta.
Valentine lanzó una carcajada.
—¿Por el amor de Dios? —inquirió—. ¿Es eso lo que ibas a decir?
Simon no dijo nada. Valentine alargó la mano por encima del hombro y extrajo la pesada Espada de plata de su vaina. La luz discurrió por la hoja como agua resbalando por una pared de plata, como la misma luz del sol refractada. A Simon le escocieron los ojos y volvió la cabeza.
—La Espada del Ángel te quema, igual que el nombre de Dios te asfixia —explicó Valentine, con la voz fría y cortante como cristal—. Dicen que los que mueren atravesados por su punta alcanzarán las puertas del cielo. En cuyo caso, vampiro, te estoy haciendo un favor.
Bajó la hoja hasta que la punta tocó a Simon en la garganta. Los ojos de Valentine eran del color del agua negra y no había nada en ellos: ni ira, ni compasión, ni siquiera odio. Estaban vacíos como una sepultura saqueada.
—¿Unas últimas palabras?
Simon sabía lo que se suponía que debía de decir. Sh’ma Yisrael, adonai elohanu, adonai echod. «Escucha, Israel, El Señor nuestro Dios, es el único Señor.» Intentó pronunciar las palabras, pero un dolor abrasador le quemó la garganta.
—____(tn) —musitó en su lugar.
Una expresión de enojo cruzó por el rostro de Valentine, como si el sonido del nombre de su hija en boca de un vampiro le disgustara. Con un brusco movimiento de muñeca, colocó la Espada horizontal y con un único y grácil gesto le cortó la garganta a Simon.
Yacía sobre un duro y abollado suelo de metal verde. Había una única ventana redonda y alta en una pared, que permitía el paso sólo de un poco de luz solar, pero que era suficiente. Había estado tumbado con la mano expuesta a aquel rayo de luz y tenía los dedos enrojecidos y llenos de ampollas. Con otro gemido, rodó fuera de la luz y se sentó en el suelo.
Y vio que no estaba solo en la habitación. Aunque las sombras eran espesas, podía ver perfectamente en la oscuridad. Frente a él, con las manos atadas y encadenadas a una enorme tubería, estaba Maia. Tenía las ropas desgarradas y un moretón enorme en la mejilla izquierda. Vio los claros del cuero cabelludo donde le habían arrancado trenzas en un lado, los cabellos enmarañados y apelmazados con sangre. En cuanto él se sentó, ella le miró fijamente y se echó a llorar.
—Pensaba —hipó entre sollozos— que estabas… muerto.
—Es que estoy muerto —replicó Simon.
El muchacho se miró fijamente la mano. Mientras la observaba, las ampollas fueron desapareciendo a la vez que el dolor menguaba y la piel recuperaba su palidez normal.
—Lo sé, pero quiero decir… realmente muerto.
Simon intentó ir hacia ella, pero algo le detuvo en seco. Tenía una argolla de metal alrededor del tobillo, sujeta a una gruesa cadena clavada en el suelo. Valentine no corría riesgos.
—No llores —dijo, e inmediatamente lo lamentó, pues no era como si la situación no justificase las lágrimas—. Estoy perfectamente.
—Por ahora —repuso Maia, restregándose el rostro contra la manga—. Ese hombre… el del cabello blanco… ¿se llama Valentine, verdad?
—¿Le viste? —preguntó Simon—. Yo no vi nada. Sólo la puerta de mi habitación hacerse añicos y luego una forma enorme que venía hacia mí como un mercancías.
—Es el auténtico Valentine, ¿verdad? Ese del que todo el mundo habla. El que inició el Levantamiento.
—Es el padre de Nicholas y ____(tn) —respondió Simon—. Es todo lo que sé sobre él.
—Ya me pareció que la voz resultaba conocida. Suena igual que Nicholas. —Pareció momentáneamente compungida—. No me extraña que Nicholas sea tan imbécil.
Simon no podía más que darle la razón.
—Así que tú no… —Maia se quedó sin voz. La muchacha volvió a intentarlo—. Mira, sé que esto suena raro, pero cuando Valentine fue a por ti, ¿viste a alguien que reconocieses con él, alguien que esté muerto? ¿Cómo un fantasma?
Simon negó con la cabeza, perplejo.
—No. ¿Por qué?
Maia vaciló.
—Yo vi a mi hermano. Al fantasma de mi hermano. Creo que Valentine me hizo alucinar.
—Bueno, no intentó nada de eso conmigo. Yo estaba hablando por teléfono con ____(tn). Recuerdo haberlo dejado caer cuando la cosa esa cayó sobre mí… —Simon se encogió de hombros—. Eso es todo.
—¿Con ____(tn)? —Maia pareció casi esperanzada—. Entonces a lo mejor deducirán dónde estamos. A lo mejor vendrán a buscarnos.
—Tal vez —dijo Simon—. ¿Dónde estamos, de todos modos?
—En un barco. Yo seguía consciente cuando me subieron a él. Es un enorme trasto de metal negro. No hay luces y hay… cosas por todas partes. Una de ellas saltó sobre mí y yo empecé a gritar. Fue entonces cuando él me agarró la cabeza y me la golpeó contra la pared. Perdí el conocimiento.
—¿Cosas? ¿Qué quieres decir con cosas?
—Demonios —respondió ella, y se estremeció—. Tiene a toda clase de demonios aquí. Grandes, pequeños y de los que vuelan. Hacen cualquier cosa que les diga.
—Pero Valentine es un cazador de sombras. Y por lo que he oído, odia a los demonios.
—Bueno, pues ellos no parecen saberlo —replicó Maia— Lo que no entiendo es lo que quiere de nosotros. Sé que odia a los subterráneos, pero esto parece mucho esfuerzo simplemente para matar a dos de ellos. —Había empezado a tiritar, y los dientes le castañeteaban como los de esas mandíbulas andantes que se pueden comprar en los Todo a cien—. Tiene que querer algo de los cazadores de sombras. O de Luke.
«Ya sé lo que quiere», pensó Simon, pero de nada servía contárselo a Maia; la muchacha ya estaba bastante alterada. Se quitó la chaqueta.
—Toma —dijo, y se la lanzó con fuerza para que ella la cogiera.
Retorciéndose en las esposas, la joven consiguió colocársela torpemente sobre los hombros. Le dedicó a Simon una sonrisa pálida y agradecida.
—Gracias. Pero, ¿no tienes frío?
Simon negó con la cabeza. La quemadura de la mano había desaparecido por completo.
—No noto el frío. Ya no.
Ella abrió la boca, luego volvió a cerrarla. Se libraba una pelea tras sus ojos.
—Lo siento. Siento el modo en que me porté ayer contigo. —Hizo una pausa, casi conteniendo la respiración—. Los vampiros me aterran —susurró finalmente—. Al principio de llegar a la ciudad solía ir con una manada: Bat, y otros dos chicos, Steve y Greg. Un día estábamos en el aparque y nos tropezamos con unos vampiros chupando unas bolsas de sangre bajo un puente; hubo una pelea y casi lo único que recuerdo es a uno de los vampiros levantando a Gregg, sólo lo levantó, y lo partió en dos… —Su voz se elevó, y temblorosa, se llevó una mano a la boca—. Por la mitad —musitó—. Las tripas se le cayeron. Y entonces ellos empezaron a devorarlas.
Simon sintió que le invadía una sorda punzada de náuseas. Casi le alegró de que el relato le produjera ganas de vomitar, en lugar de hambre.
—Yo nunca lo haría —aseguró—. Me caen bien los hombres lobo. Me cae bien Luke…
—Lo sé —repuso la muchacha—. Es sólo que cuando te conocí, parecías tan humano. Me recordaste a como era yo antes.
—Maia —dijo él—. Sigues siendo humana.
—No, no lo soy.
—En los aspectos que importan, lo eres. Justo igual que yo.
Ella intentó sonreír. Él se dio cuenta de que no le creía, y no pudo culparla por ello. No estaba seguro ni de creérselo él mismo.
************************************
El cielo había adquirido un tono plomizo, cargado de espesas nubes. Bajo la luz gris, el Instituto se alzaba imponente, enorme como la ladera enlosada de una montaña. El tejado de pizarra brillaba igual que plata sin bruñir. A ____(tn) le pareció haber captado el movimiento de figuras encapuchadas en la puerta principal, pero no estaba segura. Era difícil distinguir nada con claridad estando aparcados a una manzana de distancia y teniendo que mirar a través de las ventanillas manchadas de la furgoneta de Luke.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó, por cuarta o quinta vez.
—Cinco minutos más que la última vez que me has preguntado —respondió Luke.
Éste se hallaba recostado en el asiento, con la cabeza echada hacia atrás y con aspecto de estar totalmente agotado. La barba de tres días que le cubría mandíbula y mejillas era canosa, y los ojos estaban enmarcados por unas sombras negras. Todas las noches pasadas en el hospital, el ataque del demonio y ahora eso, se dijo ____(tn), repentinamente preocupada. Podía comprender por lo que él y su madre se habían ocultado de aquella vida durante tanto tiempo. Deseó poder ocultarse también ella.
—¿Quieres entrar?
—No. Nicholas dijo que esperásemos fuera.
La muchacha volvió a mirar por la ventanilla. Ahora sí que estaba segura de que había figuras en la entrada. Cuando una de ellas se volvió, le pareció distinguir un destello de cabellos canosos…
—Mira —Luke se había sentado muy tieso y bajaba la ventanilla apresuradamente.
____(tn) miró. Nada parecía haber cambiado.
—¿Te refieres a la gente de la entrada?
—No. Los guardianes estaban allí antes. Mira al tejado. —Señaló con un dedo.
____(tn) apretó el rostro contra la ventanilla de la furgoneta. El tejado de pizarra de la catedral era una profusión de torrecillas y chapiteles góticos, ángeles esculpidos y troneras en forma de arco. Estaba a punto de replicar de mal humor que lo único que veía eran unas gárgolas en estado de desintegración cuando un destello de movimiento atrajo su mirada. Había alguien en el tejado. Una figura delgada y oscura que se movía velozmente por entre las torrecillas, corriendo como una flecha de un saliente a otro, y se dejaba caer plano al suelo de vez en cuando, para descender lentamente por la increíble pendiente del tejado; alguien de cabellos claros que centelleaban en la luz plomiza igual que latón…
Nicholas.
____(tn) estaba ya fuera de la furgoneta antes de darse cuenta siquiera de lo que hacía, corriendo calle abajo en dirección a la iglesia, mientras Luke la llamaba a gritos. El enorme edificio parecía oscilar en lo alto, con una altura de centenares de metros, convertido en un precipicio vertical de piedra. Nicholas ya estaba en el borde del tejado, mirando abajo, y ____(tn) pensó: «No puede ser; él no lo haría, no haría esto, no Nicholas», y entonces él dio un paso al vacío con la misma tranquilidad que si descendiera de un porche. ____(tn) lanzó un sonoro chillido mientras él caía a plomo…
Y aterrizaba suavemente justo frente a ella, con las rodillas ligeramente dobladas. ____(tn) le miró boquiabierta mientras él se enderezaba y le sonreía burlón.
—Si hiciera un chiste sobre dejarme caer por aquí —dijo—, ¿pensarías que soy muy poco original?
—¿Cómo… cómo has… cómo has hecho eso? —musitó ella, sintiéndose como si estuviese a punto de vomitar.
Podía ver a Luke fuera de la furgoneta, de pie con las manos entrelazadas detrás de la cabeza y mirando fijamente más allá de ella. Giró en redondo y vio que los dos guardias de la puerta principal corrían hacia ellos. Uno era Malik; el otro era la mujer de pelo canoso.
—Mierda.
Nicholas la agarró de la mano y tiró de ella. Corriendo en dirección a la furgoneta y se metieron dentro con Luke, que aceleró y salió a toda velocidad mientras la portezuela del pasajero seguía aún abierta. Nicholas pasó la mano por delante de ____(tn) y la cerró de un tirón. La furgoneta esquivó a los dos cazadores de sombras. ____(tn) vio que Malik tenía lo que parecía un cuchillo arrojadizo en la mano. El hombre apuntaba a uno de los neumáticos. ____(tn) oyó a Nicholas soltar una palabrota mientras hurgaba en su cazadora en busca de una arma. Malik echó el brazo atrás, el cuchillo centelleando, y entonces la mujer de cabellos canosos se le lanzó a la espalda, agarrándole el brazo. Mientras él luchaba por sacársela de encima, ____(tn) se dio la vuelta en su asiento, jadeando, y a continuación la furgoneta dobló una esquina a toda velocidad y se perdió entre el tráfico de la avenida York, con el Instituto perdiéndose a lo lejos detrás de ellos.
********************************
Maia había vuelto a sumirse en un sueño irregular apoyada en la tubería de vapor, con la chaqueta de Simon echada alrededor de los hombros. Simon observó como la luz del ojo de buey se movía por la habitación e intentó en vano calcular las horas. Por lo general usaba el móvil para saber la hora, pero no lo tenía; se había registrado los bolsillos en vano. Debía de habérsele caído cuando Valentine irrumpió en el dormitorio.
Sin embargo tenía preocupaciones mayores. Sentía la boca reseca y acartonada, la garganta le dolía. Estaba sediento hasta tal punto que era como si toda la sed y el hambre que había sentido jamás se hubieran juntado para crear una especie de sofisticada tortura. Y no hacía más que empeorar.
Sangre era lo que necesitaba. Pensó en la sangre de la nevera que tenía junto a la cama de casa, y las venas le ardieron como abrasadores alambres de plata discurriendo justo bajo la piel.
—¿Simon?
Era Maia, alzando la cabeza aturdida. Tenía marcas blancas en la mejilla, allí donde la había tenido presionada contra la tubería irregular. Mientras él la observaba, el blanco se convirtió en rosa a medida que la sangre le regresaba al rostro.
Sangre. Se pasó la lengua reseca por los labios.
—¿Sí?
—¿Cuánto rato he dormido?
—Tres horas. Puede que cuatro. Probablemente ya es por la tarde.
—Ah. Gracias por montar guardia.
No lo había hecho, y se sintió vagamente avergonzado.
—Por supuesto ¡No pasa nada! —dijo de todos modos.
—Simon…
—¿Sí?
—Espero que me entiendas si te digo que lamento que estés aquí, pero que me alegra tenerte conmigo.
Simon sintió como una sonrisa hendía su rostro. El labio reseco inferior se le abrió, y notó el sabor de la sangre en la boca. El estómago profirió un quejido.
—Gracias.
Ella se inclinó hacia él, y la chaqueta resbaló de sus hombros. Los ojos de la joven eran de un gris ambarino claro que cambiaba cuando se movía.
—¿Puedes llegar hasta mí? —preguntó ella, extendiendo las manos.
Simon alargó el brazo hacia ella. La cadena que le sujetaba el tobillo tintineó mientras estiraba la mano tanto como podía Maia sonrió cuando las yemas de los dedos de ambos se rozaron…
—¡Qué conmovedor!
Simon echó la mano hacia atrás violentamente, sobresaltado. La voz que había surgido de las sombras era fría, culta y vagamente extranjera en un modo que no podía identificar exactamente. Maia dejó caer las manos y se volvió; el color le desapareció del rostro mientras alzaba los ojos hacia el hombre de la puerta, que había entrado tan silenciosamente que ninguno de ellos le había oído.
—Los hijos de la Luna y de la Noche, congeniando al fin.
—Valentine —musitó Maia.
Simon no dijo nada. No podía dejar de mirarlo de hito en hito. Así que ése era el padre de ____(tn) y Nicholas. Con su mata de pelo blanco canoso y los ardientes ojos negros, no se parecía demasiado a ninguno de ellos, aunque había algo de ____(tn) en la angulosa estructura ósea y la forma de los ojos, y algo de Nicholas en la perezosa insolencia con la que se movía. Era un hombretón, de hombros anchos y con un cuerpo fornido que no se parecía tampoco al de ninguno de sus hijos. Entró en la habitación de metal verde sin hacer ruido, como un gato, a pesar de ir cargado con lo que parecía armamento suficiente para equipar a un regimiento. Unas gruesas correas de cuero negro con hebillas plateadas le cruzaban el pecho y sostenían una espada de plata de ancha empuñadura atravesada sobre la espalda. Otra correa gruesa le rodeaba la cintura; metida en ella había una colección de cuchillos, dagas y estrechas cuchillas refulgentes como agujas enormes.
—Levanta —ordenó a Simon—. Mantén la espalda contra la pared.
Simon alzó la barbilla. Podía ver a Maia observándole, lívida y asustada, y sintió un momento de feroz impulso protector. Impediría que Valentine la lastimara aunque fuese lo último que hiciese.
—Así que tu eres el padre de ____(tn) —dijo—. No es mi intención ofender, pero diría que puedo ver por qué te odia.
El rostro de Valentine estaba impasible, casi inmóvil.
—¿Y por qué? —preguntó sin apenas mover los labios.
—Porque está claro que eres un psicótico —respondió Simon.
Entonces, Valentine sonrió. Fue una sonrisa que no le movió ninguna parte del rostro a excepción de los labios, que se torcieron muy levemente. Alzó el puño apretado y Simon pensó que Valentine iba a asestarle un puñetazo. Se encogió instintivamente, pero el hombre no le golpeó. En su lugar, abrió los dedos, dejando ver un reluciente montón de lo que parecía purpurina en el centro de la amplia palma. Se volvió hacia Maia, inclinó la cabeza y sopló el polvo sobre ella en una grotesca parodia de un beso. El polvillo cayó sobre la muchacha como un enjambre de abejas refulgentes.
Maia chilló. Jadeando y dando violentas sacudidas, se revolvió de un lado a otro intentando evitar el polvo, y su voz se elevó en un grito sollozante.
—¿Qué le has hecho? —gritó Simon, incorporándose de un salto. Se abalanzó sobre Valentine, pero la cadena de la pierna tiró violentamente de él hacia atrás—. ¿Qué le has hecho?
La fina sonrisa de Valentine se ensanchó.
—Polvo de plata —contestó—. Quema a los licántropos.
Maia había dejado de retorcerse y estaba enroscada en una posición fetal en el suelo, llorando en silencio. Manaba sangre de las desangradas marcas rojas que se le veían a lo largo de los brazos y de las manos. A Simon el estómago se le revolvió otra vez y se dejó caer contra la pared, asqueado de sí mismo y de todo.
—Cabrón —exclamó mientras Valentine se sacudía despreocupadamente los últimos restos de polvo de los dedos—. Sólo es una niña, no iba a hacerte ningún daño; está encadenada, por el…
Se atragantó, sintiendo que le ardía la garganta.
Valentine lanzó una carcajada.
—¿Por el amor de Dios? —inquirió—. ¿Es eso lo que ibas a decir?
Simon no dijo nada. Valentine alargó la mano por encima del hombro y extrajo la pesada Espada de plata de su vaina. La luz discurrió por la hoja como agua resbalando por una pared de plata, como la misma luz del sol refractada. A Simon le escocieron los ojos y volvió la cabeza.
—La Espada del Ángel te quema, igual que el nombre de Dios te asfixia —explicó Valentine, con la voz fría y cortante como cristal—. Dicen que los que mueren atravesados por su punta alcanzarán las puertas del cielo. En cuyo caso, vampiro, te estoy haciendo un favor.
Bajó la hoja hasta que la punta tocó a Simon en la garganta. Los ojos de Valentine eran del color del agua negra y no había nada en ellos: ni ira, ni compasión, ni siquiera odio. Estaban vacíos como una sepultura saqueada.
—¿Unas últimas palabras?
Simon sabía lo que se suponía que debía de decir. Sh’ma Yisrael, adonai elohanu, adonai echod. «Escucha, Israel, El Señor nuestro Dios, es el único Señor.» Intentó pronunciar las palabras, pero un dolor abrasador le quemó la garganta.
—____(tn) —musitó en su lugar.
Una expresión de enojo cruzó por el rostro de Valentine, como si el sonido del nombre de su hija en boca de un vampiro le disgustara. Con un brusco movimiento de muñeca, colocó la Espada horizontal y con un único y grácil gesto le cortó la garganta a Simon.
:lloro: :wut: :lloro: :wut: :lloro: :wut: :lloro:
No Simón no! :x
:sad: :sad: :sad: :sad: :sad: :sad: :sad:
Las leo más tarde!
Lu wH!;*
X
HeyItsLupitaNJ
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
lo mato?????? :lloro: no por favor Simón no puede morir
maldito Valentine solo hace daño!!!!! :¬¬:
ahhhh cuando van a llegar la rayiz y Nicho??? :wut:
siguela!!!!!!!!
maldito Valentine solo hace daño!!!!! :¬¬:
ahhhh cuando van a llegar la rayiz y Nicho??? :wut:
siguela!!!!!!!!
aranzhitha
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
SIMON???.... NONONONONONONONOOOOOOOO!!!!!! :lloro:
VERDAD QUE SIMON ESTA BIEN??? :sad:
MALDIITOOOO VALENTINEEEEE!!!!!!
AAAAAAAAAAAAAHHHHH!!!MIAAAAAA SIIMOOONNN!!!!
QUE ESTEN BIENNN PORFIISSS
AAAII SIGUELA PORFIISSS PORFIISS
VERDAD QUE SIMON ESTA BIEN??? :sad:
MALDIITOOOO VALENTINEEEEE!!!!!!
AAAAAAAAAAAAAHHHHH!!!MIAAAAAA SIIMOOONNN!!!!
QUE ESTEN BIENNN PORFIISSS
AAAII SIGUELA PORFIISSS PORFIISS
chelis
Re: Cazadores de Sombras - Ciudad de Ceniza - NicholasJ&TU (Adaptación) - TERMINADA!
OOOTROOOOOOOO!!!!!
chelis
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Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.