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El infierno de Joseph Joe y tu
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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El infierno de Joseph Joe y tu
Sinopsis
Una novela profunda y sugerente, llena de intriga, seducción y perdón. Tan enigmática como la identidad de su autor… El misterioso y atractivo profesor Joseph Jonas, reconocido especialista en Dante, es un hombre torturado por su pasado y orgulloso del prestigio que ha conseguido, aunque también es consciente de que es un imán para el pecado y, especialmente, para la lujuria. Cuando la virtuosa __________ Mitchell se matricula en el máster que Joseph imparte en la Universidad de Toronto, la vida de éste cambia irrevocablemente. La relación que mantiene con su nueva alumna lo obligará a enfrentarse a sus demonios personales y lo conducirá a una fascinante exploración del sexo, el amor y la redención. Con ingenio y sarcasmo, el autor cuenta la odisea de Joseph a través de su particular infierno de tentación y amor prohibido.
Esta es una adaptación (de no se que autor) xdd pero personalmente me gusto mucho :3 y me agradaría compartirla :$ ¿Quieren que la siga? Por favor comenten :$$$
Una novela profunda y sugerente, llena de intriga, seducción y perdón. Tan enigmática como la identidad de su autor… El misterioso y atractivo profesor Joseph Jonas, reconocido especialista en Dante, es un hombre torturado por su pasado y orgulloso del prestigio que ha conseguido, aunque también es consciente de que es un imán para el pecado y, especialmente, para la lujuria. Cuando la virtuosa __________ Mitchell se matricula en el máster que Joseph imparte en la Universidad de Toronto, la vida de éste cambia irrevocablemente. La relación que mantiene con su nueva alumna lo obligará a enfrentarse a sus demonios personales y lo conducirá a una fascinante exploración del sexo, el amor y la redención. Con ingenio y sarcasmo, el autor cuenta la odisea de Joseph a través de su particular infierno de tentación y amor prohibido.
Esta es una adaptación (de no se que autor) xdd pero personalmente me gusto mucho :3 y me agradaría compartirla :$ ¿Quieren que la siga? Por favor comenten :$$$
Rebecca Swift
Re: El infierno de Joseph Joe y tu
Wow! Nueva y fiel lectora :B me encanto la sinopsis :D spero la sigas!
Pao Jonatica Forever :3
Re: El infierno de Joseph Joe y tu
Dios, la sipnosis es fascinante!
Primero que nada, hola :D Soy nueva lectora, y como dije la sipnosis es fascinante. La verdad no me importa que sea una adaptación mientras sea una buena historia y no la haya leído antes... Y créeme, la tuya es buena y nunca la leí, así que espero que publiques un capítulo muy pronto. No suelo comentar mucho pero seguiré leyendo la novela de todos modos ;) Mucha suerte!
Primero que nada, hola :D Soy nueva lectora, y como dije la sipnosis es fascinante. La verdad no me importa que sea una adaptación mientras sea una buena historia y no la haya leído antes... Y créeme, la tuya es buena y nunca la leí, así que espero que publiques un capítulo muy pronto. No suelo comentar mucho pero seguiré leyendo la novela de todos modos ;) Mucha suerte!
DangercitaH
Re: El infierno de Joseph Joe y tu
Nueva lectora fiel; me gustó mucho la hipnosis espero y la sigas muy pronto(:
StefyR.
Re: El infierno de Joseph Joe y tu
Prólogo
Florencia, 1283
De pie junto al puente, el poeta observaba a la joven que se acercaba. El mundo se detuvo al ver sus ojos, grandes y oscuros, y su pelo castaño, peinado formando elegantes ondas.
Al principio no la reconoció. Era tan hermosa que cortaba el aliento con sus movimientos gráciles y seguros. Y algo en su rostro le recordó a la niña de la que se había enamorado años atrás. La vida los había llevado por caminos distintos y él siempre había llorado la pérdida de su ángel, su musa, su amada Beatriz. Sin ella, su vida había sido solitaria e insustancial.
«Y ahora aparece mi bendición.»
Mientras ella seguía acercándose, acompañada de sus amigas, el poeta inclinó la cabeza en un saludo caballeroso. No tenía ninguna esperanza de que ella se lo devolviera. Era perfecta e inalcanzable, un ángel de ojos castaños, vestida de blanco resplandeciente, mientras que él era un hombre mayor, hastiado del mundo, que no le llegaba a la suela del zapato.
Cuando ya casi había pasado de largo, los ojos del poeta se clavaron en una de sus delicadas zapatillas, una zapatilla que vacilaba justo delante de él. El corazón se le desbocó mientras aguardaba, sin resuello. La voz que le habló, suave y educada, dispersó sus dudas. Era ella.
Levantó la cabeza y la miró asombrado. Llevaba años esperando ese momento, soñando con ese encuentro, pero nunca se imaginó que se produciría de un modo tan fortuito. Y menos aún que ella lo saludara con tanta dulzura.
Desconcertado, le devolvió el saludo y se permitió el lujo de dedicarle una sonrisa, una sonrisa que su musa le devolvió multiplicada por diez. Sintió henchírsele el corazón, mientras su amor por ella crecía y ardía como una hoguera en su pecho.
Desgraciadamente, la breve conversación llegó a su fin cuando ella anunció que tenía que irse. El poeta se inclinó para despedirse, pero en seguida se incorporó para contemplarla mientras se alejaba. La gran alegría que había sentido al reencontrarse con ella se vio empañada por la tristeza de no saber si volvería a verla nunca más...
Florencia, 1283
De pie junto al puente, el poeta observaba a la joven que se acercaba. El mundo se detuvo al ver sus ojos, grandes y oscuros, y su pelo castaño, peinado formando elegantes ondas.
Al principio no la reconoció. Era tan hermosa que cortaba el aliento con sus movimientos gráciles y seguros. Y algo en su rostro le recordó a la niña de la que se había enamorado años atrás. La vida los había llevado por caminos distintos y él siempre había llorado la pérdida de su ángel, su musa, su amada Beatriz. Sin ella, su vida había sido solitaria e insustancial.
«Y ahora aparece mi bendición.»
Mientras ella seguía acercándose, acompañada de sus amigas, el poeta inclinó la cabeza en un saludo caballeroso. No tenía ninguna esperanza de que ella se lo devolviera. Era perfecta e inalcanzable, un ángel de ojos castaños, vestida de blanco resplandeciente, mientras que él era un hombre mayor, hastiado del mundo, que no le llegaba a la suela del zapato.
Cuando ya casi había pasado de largo, los ojos del poeta se clavaron en una de sus delicadas zapatillas, una zapatilla que vacilaba justo delante de él. El corazón se le desbocó mientras aguardaba, sin resuello. La voz que le habló, suave y educada, dispersó sus dudas. Era ella.
Levantó la cabeza y la miró asombrado. Llevaba años esperando ese momento, soñando con ese encuentro, pero nunca se imaginó que se produciría de un modo tan fortuito. Y menos aún que ella lo saludara con tanta dulzura.
Desconcertado, le devolvió el saludo y se permitió el lujo de dedicarle una sonrisa, una sonrisa que su musa le devolvió multiplicada por diez. Sintió henchírsele el corazón, mientras su amor por ella crecía y ardía como una hoguera en su pecho.
Desgraciadamente, la breve conversación llegó a su fin cuando ella anunció que tenía que irse. El poeta se inclinó para despedirse, pero en seguida se incorporó para contemplarla mientras se alejaba. La gran alegría que había sentido al reencontrarse con ella se vio empañada por la tristeza de no saber si volvería a verla nunca más...
Rebecca Swift
Re: El infierno de Joseph Joe y tu
—¿Señorita Mitchell?
La
voz del profesor Joseph Jonas atravesó el aula en dirección a la
atractiva joven de cabello castaño sentada en las últimas filas. Perdida
en sus pensamientos, o en la traducción, tenía la cabeza gacha,
mientras tomaba notas frenéticamente en su cuaderno.
Diez pares de
ojos se volvieron hacia ella y contemplaron su cara pálida, sus largas
pestañas y sus delgados dedos, que sostenían un bolígrafo. Luego, esos
mismos diez pares de ojos se volvieron hacia el profesor, que permanecía
inmóvil y había empezado a fruncir el cejo.
Su actitud mordaz
contrastaba vivamente con la atractiva simetría de sus rasgos: con sus
ojos, grandes y expresivos, y su boca de labios gruesos. Era uno de esos
hombres guapos de aspecto duro, pero en esos momentos su gesto amargo y
severo estropeaba el efecto.
—Ejem.
Una tos discreta a su derecha
llamó la atención de la joven, que levantó la vista hacia el estudiante
de anchos hombros sentado a su lado. Sonriendo, éste señaló con la
mirada hacia el profesor.
Ella siguió el recorrido de su mirada y se encontró con unos ojos azules y muy enfadados. Tragó saliva audiblemente.
—Estoy
esperando una respuesta, señorita Mitchell. Si le apetece unirse a la
clase —añadió, con una voz tan glacial como su mirada.
El resto de
alumnos del seminario se revolvieron inquietos en sus asientos y se
dirigieron miradas furtivas. En éstas se leían preguntas del tipo «¿Qué
mosca le ha picado?», pero ninguno dijo nada. (Porque es de sobra
conocido que los licenciados odian enfrentarse a sus profesores sobre el
tema que sea, no digamos ya por una falta de educación.)
La joven
abrió la boca para contestar, pero cambió de opinión en seguida y la
cerró, sin apartar la vista en ningún momento de aquellos imperturbables
ojos azules. Los de ella estaban tan abiertos que le daban aspecto de
conejito asustado.
—¿Habla nuestro idioma, señorita Mitchell? —se burló el profesor.
A
una chica morena sentada a la derecha de él se le escapó la risa,
aunque trató de disimularla con una tos poco convincente. Todos los ojos
volvieron a dirigirse hacia el conejito asustado, que se había
ruborizado furiosamente y que agachó la cabeza, apartando la vista del
profesor.
—Dado que la señorita Mitchell parece estar asistiendo a un
seminario paralelo en un idioma distinto, ¿tal vez alguien sería tan
amable de responder a mi pregunta?
La belleza morena sentada a su
lado estuvo encantada de hacerlo. Se volvió hacia él y le dirigió una
sonrisa deslumbrante, mientras respondía a su pregunta con todo detalle,
gesticulando mucho con las manos mientras citaba a Dante en italiano.
Al terminar, dedicó una sonrisa ácida a la recién llegada, se volvió de
nuevo hacia el señor Emerson y suspiró. Lo único que le faltó fue rodar
un poco por el suelo y frotarse contra su pierna para demostrarle que
nada la haría más feliz que ser su mascota. (Aunque a él no le habría
gustado nada que lo hiciera.)
El profesor frunció el cejo de manera
casi imperceptible a nadie en particular y se volvió para escribir en la
pizarra. El conejito asustado parpadeó con fuerza varias veces mientras
seguía tomando apuntes, pero gracias a Dios no lloró.
Más tarde,
mientras el señor Jonas seguía hablando sin parar sobre el conflicto
entre güelfos y gibelinos, un trozo de papel doblado apareció sobre el
diccionario de italiano del conejito asustado. Al principio ella no se
dio cuenta, pero un nuevo «ejem» hizo que se volviera hacia el guapo
joven sentado a su lado. Esta vez él le dedicó una sonrisa más amplia y
le señaló la nota con los ojos.
Al verla, ella parpadeó sorprendida.
Vigilando la espalda del profesor, que no dejaba de rodear con círculos
palabras italianas, se llevó la nota al regazo y la abrió discretamente.
Jonas es un asno.
Aunque
nadie que no hubiera estado observándola se habría dado cuenta, al leer
la nota se ruborizó de un modo distinto. Le aparecieron dos nubes de
color rosa en las mejillas mientras sonreía. No fue una sonrisa de las
que dejan los dientes al descubierto, ni de las que hacen aparecer
arrugas de expresión ni hoyuelos, pero era una sonrisa.
Se volvió hacia su vecino, que le sonrió a su vez, franco y
amistoso.
—¿Algo divertido que quiera compartir con nosotros, señorita Mitchell?
Los
ojos de la nueva alumna se abrieron aterrorizados y la sonrisa de su
nuevo amigo desapareció de su cara al volverse para mirar al profesor.
Sin atreverse a enfrentarse al señor Jonas, ella bajó la cabeza y se quedó inmóvil, mordisqueándose el labio inferior.
—Ha sido culpa mía, profesor. Le estaba preguntando por qué página íbamos —dijo el chico, tratando de protegerla.
—Una
pregunta poco apropiada para un estudiante que está preparando el
doctorado, Paul. Pero ya que lo preguntas, estamos empezando el primer
canto. Espero que seas capaz de encontrarlo sin la ayuda de la señorita
Mitchell. Ah, y ¿señorita Mitchell?
La cola del conejito asustado tembló un poco al levantar la vista hacia él.
—La espero en mi despacho después de clase.
Fin del primer capítulo.
Porfa comenten si quieren que siga subiendo capis :'3 :$$$
La
voz del profesor Joseph Jonas atravesó el aula en dirección a la
atractiva joven de cabello castaño sentada en las últimas filas. Perdida
en sus pensamientos, o en la traducción, tenía la cabeza gacha,
mientras tomaba notas frenéticamente en su cuaderno.
Diez pares de
ojos se volvieron hacia ella y contemplaron su cara pálida, sus largas
pestañas y sus delgados dedos, que sostenían un bolígrafo. Luego, esos
mismos diez pares de ojos se volvieron hacia el profesor, que permanecía
inmóvil y había empezado a fruncir el cejo.
Su actitud mordaz
contrastaba vivamente con la atractiva simetría de sus rasgos: con sus
ojos, grandes y expresivos, y su boca de labios gruesos. Era uno de esos
hombres guapos de aspecto duro, pero en esos momentos su gesto amargo y
severo estropeaba el efecto.
—Ejem.
Una tos discreta a su derecha
llamó la atención de la joven, que levantó la vista hacia el estudiante
de anchos hombros sentado a su lado. Sonriendo, éste señaló con la
mirada hacia el profesor.
Ella siguió el recorrido de su mirada y se encontró con unos ojos azules y muy enfadados. Tragó saliva audiblemente.
—Estoy
esperando una respuesta, señorita Mitchell. Si le apetece unirse a la
clase —añadió, con una voz tan glacial como su mirada.
El resto de
alumnos del seminario se revolvieron inquietos en sus asientos y se
dirigieron miradas furtivas. En éstas se leían preguntas del tipo «¿Qué
mosca le ha picado?», pero ninguno dijo nada. (Porque es de sobra
conocido que los licenciados odian enfrentarse a sus profesores sobre el
tema que sea, no digamos ya por una falta de educación.)
La joven
abrió la boca para contestar, pero cambió de opinión en seguida y la
cerró, sin apartar la vista en ningún momento de aquellos imperturbables
ojos azules. Los de ella estaban tan abiertos que le daban aspecto de
conejito asustado.
—¿Habla nuestro idioma, señorita Mitchell? —se burló el profesor.
A
una chica morena sentada a la derecha de él se le escapó la risa,
aunque trató de disimularla con una tos poco convincente. Todos los ojos
volvieron a dirigirse hacia el conejito asustado, que se había
ruborizado furiosamente y que agachó la cabeza, apartando la vista del
profesor.
—Dado que la señorita Mitchell parece estar asistiendo a un
seminario paralelo en un idioma distinto, ¿tal vez alguien sería tan
amable de responder a mi pregunta?
La belleza morena sentada a su
lado estuvo encantada de hacerlo. Se volvió hacia él y le dirigió una
sonrisa deslumbrante, mientras respondía a su pregunta con todo detalle,
gesticulando mucho con las manos mientras citaba a Dante en italiano.
Al terminar, dedicó una sonrisa ácida a la recién llegada, se volvió de
nuevo hacia el señor Emerson y suspiró. Lo único que le faltó fue rodar
un poco por el suelo y frotarse contra su pierna para demostrarle que
nada la haría más feliz que ser su mascota. (Aunque a él no le habría
gustado nada que lo hiciera.)
El profesor frunció el cejo de manera
casi imperceptible a nadie en particular y se volvió para escribir en la
pizarra. El conejito asustado parpadeó con fuerza varias veces mientras
seguía tomando apuntes, pero gracias a Dios no lloró.
Más tarde,
mientras el señor Jonas seguía hablando sin parar sobre el conflicto
entre güelfos y gibelinos, un trozo de papel doblado apareció sobre el
diccionario de italiano del conejito asustado. Al principio ella no se
dio cuenta, pero un nuevo «ejem» hizo que se volviera hacia el guapo
joven sentado a su lado. Esta vez él le dedicó una sonrisa más amplia y
le señaló la nota con los ojos.
Al verla, ella parpadeó sorprendida.
Vigilando la espalda del profesor, que no dejaba de rodear con círculos
palabras italianas, se llevó la nota al regazo y la abrió discretamente.
Jonas es un asno.
Aunque
nadie que no hubiera estado observándola se habría dado cuenta, al leer
la nota se ruborizó de un modo distinto. Le aparecieron dos nubes de
color rosa en las mejillas mientras sonreía. No fue una sonrisa de las
que dejan los dientes al descubierto, ni de las que hacen aparecer
arrugas de expresión ni hoyuelos, pero era una sonrisa.
Se volvió hacia su vecino, que le sonrió a su vez, franco y
amistoso.
—¿Algo divertido que quiera compartir con nosotros, señorita Mitchell?
Los
ojos de la nueva alumna se abrieron aterrorizados y la sonrisa de su
nuevo amigo desapareció de su cara al volverse para mirar al profesor.
Sin atreverse a enfrentarse al señor Jonas, ella bajó la cabeza y se quedó inmóvil, mordisqueándose el labio inferior.
—Ha sido culpa mía, profesor. Le estaba preguntando por qué página íbamos —dijo el chico, tratando de protegerla.
—Una
pregunta poco apropiada para un estudiante que está preparando el
doctorado, Paul. Pero ya que lo preguntas, estamos empezando el primer
canto. Espero que seas capaz de encontrarlo sin la ayuda de la señorita
Mitchell. Ah, y ¿señorita Mitchell?
La cola del conejito asustado tembló un poco al levantar la vista hacia él.
—La espero en mi despacho después de clase.
Fin del primer capítulo.
Porfa comenten si quieren que siga subiendo capis :'3 :$$$
Rebecca Swift
Re: El infierno de Joseph Joe y tu
Wwwaaa me voy a su despacho:3 fjsjdfjd que quieree querido profesorr:3 1313 sigueee! Me encanto el cap:3
Pao Jonatica Forever :3
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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