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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Has been a bad day, not a bad life - Nicholas Jonas.
O W N :: Fanfiction :: Fanfiction :: One Shot's
Página 1 de 1. • Comparte
Has been a bad day, not a bad life - Nicholas Jonas.
Nombre
Has been a bad day, not a bad life.
Autor
Nicolás (G-susNate.)
Adaptación
No.
Género
Drama / romance.
Advertencias
Puede que sea más de un capítulo.
Única consigna: disfrutar de la lectura.
Otras páginas
No.
I
Corrí un poco más, necesitaba dejar de pensar en todo lo que me rodeaba. Quería alejarme, perderme por tan sólo unas semanas, quizá algunos meses.
Decidí escaparme de mi hogar en cuanto mi padre golpeó a mi madre. Pensando que podría reparar las cosas yo me encargué de darle un par de golpes a él, pero de nada sirvió… él… él sólo me dio esos golpes de vuelta. De manera reciproca pero brusca.
Tenía un ojo morado. Sorprendido por la rapidez en que éste se había puesto así.
Sin pensarlo, luego de ver las puertas abiertas, me metí dentro de una biblioteca. Caminé ligero, escondiéndome entre las estanterías de enciclopedias. Creyendo que nadie hurgaría por allí. Apoyé la espalda en el mueble y me dejé caer hasta el suelo.
—Jodido hijo de puta —sollocé. La imagen de mi padre propinándole algunos puñetazos y cachetazos a mi madre era recurrente. —¿Qué he hecho para merecer esto? —alcé la cabeza y miré hacia el techo, en un vano intento por que Él me oyera.
—A veces las cosas sólo suceden —susurró una voz femenina.
Volví mí vista al frente, estaba sentada allí: frente a mí.
—¿Tú qué sabes? —la desafié.
—Quizá nada, quizá todo… ó quizá tan sólo un poco —masculló de manera misteriosa. Pero sus ojos grises no me parecían nada misteriosos. —Estás triste —afirmó.
—No te importa.
—Pues… tienes razón —iba a ponerse de pie pero yo lo evité. Replanteé mi actitud.
—Espera, no. Lo lamento. —Ella volvió a sentarse. —No he tenido un buen día.
—Lo he notado.
—Discúlpame.
—Tranquilo —sonrió. —Ha sido un mal día, no una mala vida… ¿no?
La miré a los ojos. —Ha sido una mala vida.
—¿Puedo saber por qué?
—Mi padre está loco de la cabeza —mascullé. —Ha golpeado a mi madre.
—Debes denunciarlo —dijo ella de manera inmediata.
—¡Me ha molido a golpes! ¿Es qué no ves? —le señalé mi ojo. —Dijo que si se me ocurre decir algo va a matarme.
—No puede hacer eso…
—Sí puede, créeme.
—Oye, te invito un café. Parece que tienes frío. ¿Te apetece?
—Normalmente es el chico quien invita a la chica.
—Puedo hacer una excepción a la regla —rió suspicazmente.
—Vale —reí.
—¿Ves? No es tan difícil.
Me puse de pie, ignorando sus palabras y caminé detrás de ella hasta el local de starbucks.
—Aquí es caro —susurré.
—No es problema. Venga, entra —me sonrió.
Entré y me senté en una mesa cerca de un ventanal.
—Iré a ordenar. ¿Sólo café?
Asentí y giré la cabeza, mirando hacia afuera. Vi a mi padre e inmediatamente me puse la capucha de mi chaqueta y me levanté de la mesa; acercándome a… ésa chica con la que me encontré en la biblioteca.
—Voy a sentarme allá —señalé una mesa que estaba alejada de las ventanas.
—¿Ha ocurrido algo malo?
—No, no, no te preocupes —dije y caminé hasta aquella mesa.
Momentos después ella llegó con un café en cada mano. —Ten.
—Gracias.
—Ahora sí —dijo y le dio un sorbo a su bebida. —Cuéntame.
—Ya te he dicho qué es lo que sucede…
—Bien —susurró. —¿Cómo te llamas?
—Nicholas, Nicholas Jonas.
—Bryanna Bloomer —me sonrió.
—No he entendió el por qué de tu interés hacia mí.
—Estabas sólo, llorando y maldiciendo… no soy de meterme en los problemas ajenos. Pero pareces buena gente… y no mereces estar así.
—¿Te guías por las apariencias?
—No juzgo sin conocer —contraatacó. —No soy de ése tipo de chicas, Nicholas.
—Nick —dije.
—Nick…
Le di un largo trago a mi café y la miré a los ojos.
—Tus ojos no dicen nada más que: “Necesito ayuda”. Nunca vi a alguien tan triste como tú lo estás ahora.
—No me analices —dije de mala gana. —¿Eres psicóloga o algo de eso?
—Intento serlo… estudio para ello.
—Bien, pero no practiques conmigo —la miré. —No me psicopatees —acomodé la capucha sobre mis rulos. —No estoy de humor para ese tipo de cosas.
—Está bien, lo entiendo.
Me quedé en silencio por unos momentos.
—Creo que ha sido suficiente de esto… ¿no crees?
—No.
—Para mí lo ha sido —me puse de pie, alejándome.
—Hablar de tus problemas te ayuda a superarlos. —Me quedé de piedra.
—Déjame en paz.
—Puedo ayudarte, Nick.
—No quiero tu ayuda, ni la de nadie. ¿Vale? Estoy bien sólo.
—No parece.
—¡No es fácil para mí tener que vivir toda ésta mierda! —me giré. —¿Te digo algo? Toda ésta mierda no es de tu incumbencia. Nadie puede ayudarme a salir, ¿por qué? Porque aún no he encontrado a nadie que en verdad le interese mi situación. Mi padre me ha molido a palos ésta mañana, ha amenazado con matarme. Temo que al volver a casa encuentre a mi madre muerta debajo de la mesa, a que entre y él se encargue de darme con la hebilla más grande del cinturón más resistente. Porque desde que nací he sido un jodido problema. ¡Se ha encargado de hacerme notar que yo no soy lo que él esperaba! Nunca me ha llamado “campeón”, nunca ha dicho “ese es mi muchacho” de manera apremiante. ¡Soy un bastardo que llegó para arruinar su vida! ¿Entiendes? Pues espero que sí, porque no pienso repetir lo que he dicho. Adiós.
Caminé fuera del local. Tirando el vaso de cartón en el primer cesto de basura que vi.
—¡Nicholas! —la oí gritar. —¡Nicholas, espera!
Crucé la avenida seguido de ella. ¿Qué no se iba a dar por vencida?
—¡Joder, deja de correr!
Dejé de caminar, quedándome de pie en la esquina. —¿Qué es lo que quieres?
—Ayudarte.
—No te necesito.
—Yo creo que sí.
—¡Deja de contradecirme! —exclamé, iba a continuar caminando pero ella me tomó por el brazo. Le respondí con una expresión de dolor, a lo que Bryanna me miró extrañada. Cogió mi mano y llevó la manga de mi buzo hacia arriba. —¡Deja eso!
—Nicholas… —susurró.
—Ha sido una mala vida —le repetí. —Ahora déjame en paz, ¿vale?
—No. Ahora menos que menos —susurró. —Yo voy a ayudarte a salir de esto. ¿Entendiste?
Decidí escaparme de mi hogar en cuanto mi padre golpeó a mi madre. Pensando que podría reparar las cosas yo me encargué de darle un par de golpes a él, pero de nada sirvió… él… él sólo me dio esos golpes de vuelta. De manera reciproca pero brusca.
Tenía un ojo morado. Sorprendido por la rapidez en que éste se había puesto así.
Sin pensarlo, luego de ver las puertas abiertas, me metí dentro de una biblioteca. Caminé ligero, escondiéndome entre las estanterías de enciclopedias. Creyendo que nadie hurgaría por allí. Apoyé la espalda en el mueble y me dejé caer hasta el suelo.
—Jodido hijo de puta —sollocé. La imagen de mi padre propinándole algunos puñetazos y cachetazos a mi madre era recurrente. —¿Qué he hecho para merecer esto? —alcé la cabeza y miré hacia el techo, en un vano intento por que Él me oyera.
—A veces las cosas sólo suceden —susurró una voz femenina.
Volví mí vista al frente, estaba sentada allí: frente a mí.
—¿Tú qué sabes? —la desafié.
—Quizá nada, quizá todo… ó quizá tan sólo un poco —masculló de manera misteriosa. Pero sus ojos grises no me parecían nada misteriosos. —Estás triste —afirmó.
—No te importa.
—Pues… tienes razón —iba a ponerse de pie pero yo lo evité. Replanteé mi actitud.
—Espera, no. Lo lamento. —Ella volvió a sentarse. —No he tenido un buen día.
—Lo he notado.
—Discúlpame.
—Tranquilo —sonrió. —Ha sido un mal día, no una mala vida… ¿no?
La miré a los ojos. —Ha sido una mala vida.
—¿Puedo saber por qué?
—Mi padre está loco de la cabeza —mascullé. —Ha golpeado a mi madre.
—Debes denunciarlo —dijo ella de manera inmediata.
—¡Me ha molido a golpes! ¿Es qué no ves? —le señalé mi ojo. —Dijo que si se me ocurre decir algo va a matarme.
—No puede hacer eso…
—Sí puede, créeme.
—Oye, te invito un café. Parece que tienes frío. ¿Te apetece?
—Normalmente es el chico quien invita a la chica.
—Puedo hacer una excepción a la regla —rió suspicazmente.
—Vale —reí.
—¿Ves? No es tan difícil.
Me puse de pie, ignorando sus palabras y caminé detrás de ella hasta el local de starbucks.
—Aquí es caro —susurré.
—No es problema. Venga, entra —me sonrió.
Entré y me senté en una mesa cerca de un ventanal.
—Iré a ordenar. ¿Sólo café?
Asentí y giré la cabeza, mirando hacia afuera. Vi a mi padre e inmediatamente me puse la capucha de mi chaqueta y me levanté de la mesa; acercándome a… ésa chica con la que me encontré en la biblioteca.
—Voy a sentarme allá —señalé una mesa que estaba alejada de las ventanas.
—¿Ha ocurrido algo malo?
—No, no, no te preocupes —dije y caminé hasta aquella mesa.
Momentos después ella llegó con un café en cada mano. —Ten.
—Gracias.
—Ahora sí —dijo y le dio un sorbo a su bebida. —Cuéntame.
—Ya te he dicho qué es lo que sucede…
—Bien —susurró. —¿Cómo te llamas?
—Nicholas, Nicholas Jonas.
—Bryanna Bloomer —me sonrió.
—No he entendió el por qué de tu interés hacia mí.
—Estabas sólo, llorando y maldiciendo… no soy de meterme en los problemas ajenos. Pero pareces buena gente… y no mereces estar así.
—¿Te guías por las apariencias?
—No juzgo sin conocer —contraatacó. —No soy de ése tipo de chicas, Nicholas.
—Nick —dije.
—Nick…
Le di un largo trago a mi café y la miré a los ojos.
—Tus ojos no dicen nada más que: “Necesito ayuda”. Nunca vi a alguien tan triste como tú lo estás ahora.
—No me analices —dije de mala gana. —¿Eres psicóloga o algo de eso?
—Intento serlo… estudio para ello.
—Bien, pero no practiques conmigo —la miré. —No me psicopatees —acomodé la capucha sobre mis rulos. —No estoy de humor para ese tipo de cosas.
—Está bien, lo entiendo.
Me quedé en silencio por unos momentos.
—Creo que ha sido suficiente de esto… ¿no crees?
—No.
—Para mí lo ha sido —me puse de pie, alejándome.
—Hablar de tus problemas te ayuda a superarlos. —Me quedé de piedra.
—Déjame en paz.
—Puedo ayudarte, Nick.
—No quiero tu ayuda, ni la de nadie. ¿Vale? Estoy bien sólo.
—No parece.
—¡No es fácil para mí tener que vivir toda ésta mierda! —me giré. —¿Te digo algo? Toda ésta mierda no es de tu incumbencia. Nadie puede ayudarme a salir, ¿por qué? Porque aún no he encontrado a nadie que en verdad le interese mi situación. Mi padre me ha molido a palos ésta mañana, ha amenazado con matarme. Temo que al volver a casa encuentre a mi madre muerta debajo de la mesa, a que entre y él se encargue de darme con la hebilla más grande del cinturón más resistente. Porque desde que nací he sido un jodido problema. ¡Se ha encargado de hacerme notar que yo no soy lo que él esperaba! Nunca me ha llamado “campeón”, nunca ha dicho “ese es mi muchacho” de manera apremiante. ¡Soy un bastardo que llegó para arruinar su vida! ¿Entiendes? Pues espero que sí, porque no pienso repetir lo que he dicho. Adiós.
Caminé fuera del local. Tirando el vaso de cartón en el primer cesto de basura que vi.
—¡Nicholas! —la oí gritar. —¡Nicholas, espera!
Crucé la avenida seguido de ella. ¿Qué no se iba a dar por vencida?
—¡Joder, deja de correr!
Dejé de caminar, quedándome de pie en la esquina. —¿Qué es lo que quieres?
—Ayudarte.
—No te necesito.
—Yo creo que sí.
—¡Deja de contradecirme! —exclamé, iba a continuar caminando pero ella me tomó por el brazo. Le respondí con una expresión de dolor, a lo que Bryanna me miró extrañada. Cogió mi mano y llevó la manga de mi buzo hacia arriba. —¡Deja eso!
—Nicholas… —susurró.
—Ha sido una mala vida —le repetí. —Ahora déjame en paz, ¿vale?
—No. Ahora menos que menos —susurró. —Yo voy a ayudarte a salir de esto. ¿Entendiste?
____________________________________________________________
Les dejo mi segundo oneshot, cuenta con varias partes... aunque quiero intentar que no se haga denso.
Espero y sea de vuestro agrado.
Saludos.
Espero y sea de vuestro agrado.
Saludos.
Nate.
G-susNate.
Re: Has been a bad day, not a bad life - Nicholas Jonas.
II
No pude más que mirarla a los ojos y negar con la cabeza. Para luego intentar escaparme. No quería meter a nadie en mis líos. Eran mis problemas, y yo era el que debía buscar una solución para ellos.
—No —susurré. —No quiero que tú seas parte de mis problemas —me zafé de su agarre y comencé a caminar.
—¡Qué testarudo eres!
Luego de que ella gritara eso todo pasó muy rápido. Mi padre había llegado de la nada, y había comenzado a golpearme con todas sus fuerzas. ¿Había estado siguiéndome? ¿Por qué se exponía de esa manera, golpeándome en plena avenida?
—¡Déjelo! ¡No lo golpee! —Bryanna se acercó, intentando ayudarme pero lo único que obtuvo fue un golpe en el rostro.
Cuando caí en la cuenta de lo que mi padre había hecho sentí como la ira bullía dentro de mí. No sé de dónde saqué la fuerza para golpearlo hasta dejarlo inconsciente. Cuando alcé la mirada me encontré con los ojos de Bryanna llenos de lágrimas.
—Lo lamento —alcancé a susurrar, me puse de pie y la oculté entre mis brazos. —En verdad lo siento… él… perdió el control.
—Lo dejaste inconsciente —tembló.
—Creo que yo también perdí el control… —susurré y alejé un brazo de su cuerpo para acomodar la capucha. —Vámonos de aquí.
—¿Vas a dejarlo ahí?
—¿Crees que merece que lo lleve?
—Es tu padre.
—Es un bastardo.
—Al menos escóndelo en el callejón —susurró ella, a modo de ruego.
—Vale. —Lo tomé por los brazos y lo arrastré hasta el callejón, como ella había dicho.
—Vamos a mi casa.
—¿Estás segura? —la miré a los ojos.
—Sí, sí, ven. Allí no habrá problemas.
Pasó su brazo por mis caderas y comenzó a caminar.
Miré mis nudillos, estaban rojos. Me sentía más mierda que horas atrás. Ni siquiera el hecho de que la hubiera… salvado de mi padre me reconfortaba. Necesitaba saber si mi madre estaba bien. Pero no tenía las agallas para regresar a mi casa. Iba a llamar desde la casa de Bryanna… ¿qué iba a hacer si ella no atendía el teléfono?
—¿Nick…? —la voz de mi nueva amiga llegó a mis oídos. —¿Estás escuchándome?
—No —susurré sinceramente. —Lo siento… estaba…
—Pensando en tu madre —me miró.
—Sí.
—Podrás llamarla desde mi departamento cuando lleguemos.
—Gracias —hice un suave movimiento con la cabeza, a modo de agradecimiento.
—No hay por qué.
Entramos en el lobby del edificio. Ella llamó al ascensor y subimos hasta el decimotercer piso.
Bajamos del ascensor y Bryanna abrió la puerta, dejándome entrar.
Realmente aquello era un lujo. La decoración, los objetos. Tenía un estilo haciendo alusión a los años noventa. Era un lugar acogedor, y cálido.
—Llama a tu madre —me pasó un teléfono.
Lo cogí con manos temblorosas, marqué el número lentamente… como quien no quiere la cosa. Apoyándolo en mi oreja oí cada tonada, hasta que, prontamente, escuché su voz. No supe que decir. Estaba helado.
—Mamá —susurré dejando escapar todo el aire que tenía contenido en mis pulmones. —Mamá, estás bien —dije aliviado.
—Nick —masculló. —¿Hijo, dónde estás?
—En casa de una amiga —le respondí. —Siento haberme ido así.
—Te entiendo. Yo estaba a nada de hacer lo mismo. ¿Vendrás por tus cosas?
—Ésta noche —dije. —Tu vete de allí lo antes posible, mamá. No dejes que te haga daño. Escóndete en casa de tía Loreleen. No te muevas de allí.
—Está bien —me dijo. —Cuídate mucho, bebé. Te amo.
—Te amo —susurré y colgué.
—¿Está bien? —preguntó la castaña mirándome a los ojos.
—Sí, está yéndose de casa. Irá a la casa de mi tía.
—Bien, eso es un avance —sonrió y se sentó en el sofá.
Miré su rostro y, recién en ese momento, noté que tenía la mejilla lastimada.
—Ese hijo de puta te ha lastimado —me precipité hacia ella.
—Déjalo, está bien.
—No, Bryanna, no está bien —dije. —Yo intenté mantenerte fuera de esto por ese motivo.
—Podría haber sido peor.
—¿Y qué si no lo ha sido? —la mire.
—Nick… cálmate —dijo. —Estoy bien —tomó mi rostro entre sus manos. —No voy a morir por un simple golpe… ¿entiendes? No voy a abandonarte tan sólo por eso. Te di mi palabra, voy a cumplirla.
—No quiero que nada malo te pase —susurré perdido en sus ojos, era como si… me hubiera hechizado.
—Nada malo va a pasarme —susurró. —Sé que tú me cuidarás.
—¿Y si no es así? —pregunté. —¿Y si fallo?
Se puso de pie. —¡Venga campeón, no bajes los brazos!
Sonreí de manera inmediata y negué con la cabeza.
Su celular sonó y ella dejó de saltar. Lo tomó y atendió.
—¿Hola? ¡Te he dicho que no quiero oírte! —exclamó. —No, Bradley, ¡no me importa! No. No. ¡No, joder! ¿Qué con quién estoy? ¡Eso no es de tu incumbencia, imbécil! ¡Qué no! ¡Déjame en paz! —dijo. —Ah, claro, ahora yo tengo la culpa. Sí. Tienes razón. Claro, Bradley. Adiós.
Cortó y dejó caer el teléfono sobre el sofá. Sin siquiera mirarme caminó y se encerró en, lo que supuse era, su habitación.
¿Su novio?
Me puse de pie y caminé hasta aquella puerta. —¿Bryanna? ¿Estás bien? —pregunté. No obtuve respuesta y opté por no molestarla. Me quité mi chaqueta y me senté en el sofá.
Me había estado sintiendo mejor, por el sólo hecho de que mi madre estaba bien y lejos de mi padre… pero escuchar a Bryanna de esa manera me había tirado debajo de nuevo.
—No —susurré. —No quiero que tú seas parte de mis problemas —me zafé de su agarre y comencé a caminar.
—¡Qué testarudo eres!
Luego de que ella gritara eso todo pasó muy rápido. Mi padre había llegado de la nada, y había comenzado a golpearme con todas sus fuerzas. ¿Había estado siguiéndome? ¿Por qué se exponía de esa manera, golpeándome en plena avenida?
—¡Déjelo! ¡No lo golpee! —Bryanna se acercó, intentando ayudarme pero lo único que obtuvo fue un golpe en el rostro.
Cuando caí en la cuenta de lo que mi padre había hecho sentí como la ira bullía dentro de mí. No sé de dónde saqué la fuerza para golpearlo hasta dejarlo inconsciente. Cuando alcé la mirada me encontré con los ojos de Bryanna llenos de lágrimas.
—Lo lamento —alcancé a susurrar, me puse de pie y la oculté entre mis brazos. —En verdad lo siento… él… perdió el control.
—Lo dejaste inconsciente —tembló.
—Creo que yo también perdí el control… —susurré y alejé un brazo de su cuerpo para acomodar la capucha. —Vámonos de aquí.
—¿Vas a dejarlo ahí?
—¿Crees que merece que lo lleve?
—Es tu padre.
—Es un bastardo.
—Al menos escóndelo en el callejón —susurró ella, a modo de ruego.
—Vale. —Lo tomé por los brazos y lo arrastré hasta el callejón, como ella había dicho.
—Vamos a mi casa.
—¿Estás segura? —la miré a los ojos.
—Sí, sí, ven. Allí no habrá problemas.
Pasó su brazo por mis caderas y comenzó a caminar.
Miré mis nudillos, estaban rojos. Me sentía más mierda que horas atrás. Ni siquiera el hecho de que la hubiera… salvado de mi padre me reconfortaba. Necesitaba saber si mi madre estaba bien. Pero no tenía las agallas para regresar a mi casa. Iba a llamar desde la casa de Bryanna… ¿qué iba a hacer si ella no atendía el teléfono?
—¿Nick…? —la voz de mi nueva amiga llegó a mis oídos. —¿Estás escuchándome?
—No —susurré sinceramente. —Lo siento… estaba…
—Pensando en tu madre —me miró.
—Sí.
—Podrás llamarla desde mi departamento cuando lleguemos.
—Gracias —hice un suave movimiento con la cabeza, a modo de agradecimiento.
—No hay por qué.
Entramos en el lobby del edificio. Ella llamó al ascensor y subimos hasta el decimotercer piso.
Bajamos del ascensor y Bryanna abrió la puerta, dejándome entrar.
Realmente aquello era un lujo. La decoración, los objetos. Tenía un estilo haciendo alusión a los años noventa. Era un lugar acogedor, y cálido.
—Llama a tu madre —me pasó un teléfono.
Lo cogí con manos temblorosas, marqué el número lentamente… como quien no quiere la cosa. Apoyándolo en mi oreja oí cada tonada, hasta que, prontamente, escuché su voz. No supe que decir. Estaba helado.
—Mamá —susurré dejando escapar todo el aire que tenía contenido en mis pulmones. —Mamá, estás bien —dije aliviado.
—Nick —masculló. —¿Hijo, dónde estás?
—En casa de una amiga —le respondí. —Siento haberme ido así.
—Te entiendo. Yo estaba a nada de hacer lo mismo. ¿Vendrás por tus cosas?
—Ésta noche —dije. —Tu vete de allí lo antes posible, mamá. No dejes que te haga daño. Escóndete en casa de tía Loreleen. No te muevas de allí.
—Está bien —me dijo. —Cuídate mucho, bebé. Te amo.
—Te amo —susurré y colgué.
—¿Está bien? —preguntó la castaña mirándome a los ojos.
—Sí, está yéndose de casa. Irá a la casa de mi tía.
—Bien, eso es un avance —sonrió y se sentó en el sofá.
Miré su rostro y, recién en ese momento, noté que tenía la mejilla lastimada.
—Ese hijo de puta te ha lastimado —me precipité hacia ella.
—Déjalo, está bien.
—No, Bryanna, no está bien —dije. —Yo intenté mantenerte fuera de esto por ese motivo.
—Podría haber sido peor.
—¿Y qué si no lo ha sido? —la mire.
—Nick… cálmate —dijo. —Estoy bien —tomó mi rostro entre sus manos. —No voy a morir por un simple golpe… ¿entiendes? No voy a abandonarte tan sólo por eso. Te di mi palabra, voy a cumplirla.
—No quiero que nada malo te pase —susurré perdido en sus ojos, era como si… me hubiera hechizado.
—Nada malo va a pasarme —susurró. —Sé que tú me cuidarás.
—¿Y si no es así? —pregunté. —¿Y si fallo?
Se puso de pie. —¡Venga campeón, no bajes los brazos!
Sonreí de manera inmediata y negué con la cabeza.
Su celular sonó y ella dejó de saltar. Lo tomó y atendió.
—¿Hola? ¡Te he dicho que no quiero oírte! —exclamó. —No, Bradley, ¡no me importa! No. No. ¡No, joder! ¿Qué con quién estoy? ¡Eso no es de tu incumbencia, imbécil! ¡Qué no! ¡Déjame en paz! —dijo. —Ah, claro, ahora yo tengo la culpa. Sí. Tienes razón. Claro, Bradley. Adiós.
Cortó y dejó caer el teléfono sobre el sofá. Sin siquiera mirarme caminó y se encerró en, lo que supuse era, su habitación.
¿Su novio?
Me puse de pie y caminé hasta aquella puerta. —¿Bryanna? ¿Estás bien? —pregunté. No obtuve respuesta y opté por no molestarla. Me quité mi chaqueta y me senté en el sofá.
Me había estado sintiendo mejor, por el sólo hecho de que mi madre estaba bien y lejos de mi padre… pero escuchar a Bryanna de esa manera me había tirado debajo de nuevo.
____________________________________________________________
La segunda parte del oneshot, espero que les guste.
Saludos.
Saludos.
Nate.
G-susNate.
Re: Has been a bad day, not a bad life - Nicholas Jonas.
III
Horas después la noche abrazó Londres, mostrando toda su belleza. Luces, marquesinas, monumentos. Todo.
—¿Estás lista? —pregunté. Necesitaba saberlo.
—No. —La miré. —Fui sincera —sonrió nerviosamente. —No creo poder meterme en tu casa… además… tu padre…
—Bryanna —me acerqué y toqué su mejilla. —Si llega a golpearte no verá el sol mañana —le dije. —Lo prometo.
Ella asintió y se puso su gorro negro. —Confío en ti —me dijo y abrió la puerta. Salí detrás de ella y emprendimos camino a mi casa, íbamos caminando para no hacer ruidos.
—Tienes que estar tranquila —susurré al notar como sus pasos flaqueaban. —Si quieres puedes regresar. Volveré a tu casa ni bien haya terminado.
—No quiero dejarte sólo —farfulló.
—Nena —me paré delante ella, frenando todo movimiento—, estaré bien —sonreí. —Él no va a tocarme, no dejaré que lo haga —dije. —¿Si?
Ella me miró a los ojos, lo próximo que supe fue que sus labios se pegaron a los míos. Abrí los ojos sorprendido, pero luego me dejé llevar. Dejando caer el bolso que tenía en la mano, rodeando con ellas su cintura. Sentí sus manos aferrarse a mis rulos. Se alejó de mí, y posó su frente sobre la mía, rozando nuestras narices.
—Cuídate —susurró y besó mis labios castamente.
—Claro que lo haré —mascullé y le sonreí. —Venga, ve a tu casa. Estaré ahí en menos de dos horas.
—Vale. Hasta luego —acarició mi cabello y se dio vuelta para comenzar a alejarse.
—Hasta luego, nena.
Recogí el bolso y comencé a correr… no quería llegar cuando mi padre estuviera allí. Una cuadra antes de llegar reduje el paso. Si llegaba agitado me notaría. Le di la vuelta a la casa y entré por la puerta trasera. Subí lentamente, escabulléndome en mi habitación. Encendí la luz y comencé a arrastrar las cosas dentro del bolso. No pensaba tomarme tiempo para acomodar las cosas allí.
Al acabar me senté en la cama, y miré la habitación detenidamente. Recordando cada momento que allí había pasado. Guardando lo buenos para mí, y reprimiendo los malos… aquellos que me habían hecho fuerte. Que me habían convertido en el hombre que soy ahora.
Bajé las escaleras, aún no había oído la camioneta asique supuse que regresaría tarde. Abrí la heladera y tomé una lata de gaseosa. La destapé y la llevé a mis labios. Necesitaba que todo mi pasado quedara dentro de mí y de eso me estaba encargando. De quedarme con todos los momentos que viví. Tan sólo para no volver a vivirlos. Para tener una historia que contarle a mis nietos, si es que alguna vez los tenía.
Dejé la lata sobre la mesa, quería que él notara que yo había estado allí. Acomodé las tiras del bolso sobre mi hombro y salí de la casa. Dirigiéndome a la casa de Bryanna.
Me metí en el ascensor y toqué el botón que decía “13”… me sentía relativamente contento. Estaba dejando parte de mi vida atrás, comenzando algo nuevo. Huyendo, sí, pero al fin y al cabo era la mejor decisión.
Bajé del ascensor y caminé a lo largo del descansillo. Paré en seco cuando vi la puerta entre-abierta. Cualquier felicidad que pude haber sentido en ese momento se esfumó. Asustado empujé la puerta con ambas manos. Cuando la vi… cuando la vi sentí cómo mi corazón corría fuera de mi cuerpo.
Tenía los brazos lacerados, llenos de moretones. Estaba sentada en el suelo, apoyada en la pared, llorando. Abrazaba sus rodillas y se balanceaba hacia delante y atrás.
—¡Bryanna! —exclamé. —¿Qué ha sucedido?
Alzó la cabeza y me vio, se puso de pie y corrió hacia mí. —Nick… —sollozó.
—¿Qué paso, preciosa?
—Bradley… —susurró. Ahogando un sollozo.
—¿Te ha golpeado? —Asintió frenéticamente. —¿Y se hace llamar un hombre?
Se aferró a mis caderas. —No me dejes sola, no me dejes… por favor.
—No voy a dejarte, nena. Tranquila —susurré acariciando su cabello.
Algunas horas después nos encontrábamos sentados en el sofá.
—¿Quieres contarme? —pregunté.
Asintió y recostó su cabeza sobre mis piernas. —Llegué aquí, cerré la puerta y me metí a bañar. Cuando acabé salí, me vestí y me quedé aquí en la sala. Bradley tiene la llave, entró y se acercó a mí. Vio tu chaqueta colgada de la silla y enfureció. Gritó muchísimas estupideces. Dijo que era una puta, que no podía estar con otro hombre mientras él era mi novio… —susurró. —Sé que es puede interpretar esto de cualquier manera… pero… ¿llamarme puta? ¡Fui su novia! ¡Él sabe qué tipo de persona soy! Él fue quien no supo valorar lo que tenía delante. Fue Bradley quien metió una zorra a nuestro apartamento. Creo que no merezco lo que ha hecho.
—Nadie lo merece —acaricié su cabello. —Pero tu menos que cualquiera.
—Nick…
—No Bryanna, eres la mejor persona que he conocido en la vida… por no decir que eres la primera. ¡No digas esas tonterías! He vivido la vida entre personas que no valen la pena. Sé reconocer a alguien de buen corazón cuando lo veo.
Ella me sonrió y acarició mi rostro. —Tu ojo ha mejorado.
No pude evitar mirar su mejilla, en aquel momento perdí la sonrisa. —Tu mejilla… —susurré.
—Déjala —susurró tomando mi mano. —Estoy bien.
Jugué con sus dedos de manera infantil. —Gracias por todo, y perdón por eso —sonreí.
—Eres un gran chico, Nicholas.
Su mano acarició mi cabello, y la mía llegó a su rostro más rápido de lo que canta un gallo. Pronto mis labios estaban sobre los de ella. Besándola de manera tierna, lenta. A sabiendas de que ella tenía más poder sobre mí, del que yo causaba sobre ella. Enredó uno de mis rulos entre sus dedos. Yo acaricié su cabello.
—Lo siento —susurré al alejarme. —Yo… me dejé llevar… tienes novio y…
—Es un bastardo —señaló su brazo. —¿Crees que un buen novio haría esto?
—Realmente, no. Pienso que un buen novio sería quien mantiene a la chica feliz, sin importarle su felicidad propia. Ya que por fundamento, verla feliz lo hace sentir completo. El mundo ha de detenerse cuando están juntos. Él debe entregarle su vida, al igual que ella. Tienen que ser felices juntos, pero no depender. Cuando una relación se vuelve dependiente es cuando se rompe —dije. —Él debe aceptar sus rabietas, tus quejas. Debe saber entenderla. Entenderse a sí mismo y tener en claro que no quiere perderla, que verla llorar sería un castigo y que su sonrisa es la luz de sus días. Debe respetarla. Amarla. Y… por qué no… hacerla enojar debes en cuando.
—Wou… —susurró. —Jamás creí que escucharía a un muchacho decir eso.
—Corrección —reí. —Jamás pensaste que tu novio diría eso.
—Joder, Nicholas —rió. —Eres malo.
—No. Malo no —la miré. —Soy realista.
—Claro, tienes razón.
Acaricié sus brazos lentamente.
—¿Nick? ¿Puedo preguntarte algo?
—Claro, dime —dije distraído.
—¿Por qué cortas tus brazos? —La pregunta me tomó por sorpresa. Instantáneamente me sentí nervioso y me alejé de ella. —Nick —susurró.
Me quité el buzo y evité mirarla.
—Es… es algo incomodo —susurré y me apoyé en la pared, aun evitando su mirada. —Creo que utilicé aquello como salida de todo. No quería que me vieran llorar, no quería que me sintieran débil por lo que ocultaba mi dolor y lo dejaba salir encerrado en mi habitación, o en el baño de casa. Lloraba y me cortaba a modo de descargo. Puedo jurar que lo hacía de manera inconsciente, y que por aquello no recuerdo muchas de las veces que lo hice. Mi vida era una mierda antes de hoy.
Ella negó con la cabeza y se acercó a abrazarme. Lloré en su hombro silenciosamente.
—¿Estás lista? —pregunté. Necesitaba saberlo.
—No. —La miré. —Fui sincera —sonrió nerviosamente. —No creo poder meterme en tu casa… además… tu padre…
—Bryanna —me acerqué y toqué su mejilla. —Si llega a golpearte no verá el sol mañana —le dije. —Lo prometo.
Ella asintió y se puso su gorro negro. —Confío en ti —me dijo y abrió la puerta. Salí detrás de ella y emprendimos camino a mi casa, íbamos caminando para no hacer ruidos.
—Tienes que estar tranquila —susurré al notar como sus pasos flaqueaban. —Si quieres puedes regresar. Volveré a tu casa ni bien haya terminado.
—No quiero dejarte sólo —farfulló.
—Nena —me paré delante ella, frenando todo movimiento—, estaré bien —sonreí. —Él no va a tocarme, no dejaré que lo haga —dije. —¿Si?
Ella me miró a los ojos, lo próximo que supe fue que sus labios se pegaron a los míos. Abrí los ojos sorprendido, pero luego me dejé llevar. Dejando caer el bolso que tenía en la mano, rodeando con ellas su cintura. Sentí sus manos aferrarse a mis rulos. Se alejó de mí, y posó su frente sobre la mía, rozando nuestras narices.
—Cuídate —susurró y besó mis labios castamente.
—Claro que lo haré —mascullé y le sonreí. —Venga, ve a tu casa. Estaré ahí en menos de dos horas.
—Vale. Hasta luego —acarició mi cabello y se dio vuelta para comenzar a alejarse.
—Hasta luego, nena.
Recogí el bolso y comencé a correr… no quería llegar cuando mi padre estuviera allí. Una cuadra antes de llegar reduje el paso. Si llegaba agitado me notaría. Le di la vuelta a la casa y entré por la puerta trasera. Subí lentamente, escabulléndome en mi habitación. Encendí la luz y comencé a arrastrar las cosas dentro del bolso. No pensaba tomarme tiempo para acomodar las cosas allí.
Al acabar me senté en la cama, y miré la habitación detenidamente. Recordando cada momento que allí había pasado. Guardando lo buenos para mí, y reprimiendo los malos… aquellos que me habían hecho fuerte. Que me habían convertido en el hombre que soy ahora.
Bajé las escaleras, aún no había oído la camioneta asique supuse que regresaría tarde. Abrí la heladera y tomé una lata de gaseosa. La destapé y la llevé a mis labios. Necesitaba que todo mi pasado quedara dentro de mí y de eso me estaba encargando. De quedarme con todos los momentos que viví. Tan sólo para no volver a vivirlos. Para tener una historia que contarle a mis nietos, si es que alguna vez los tenía.
Dejé la lata sobre la mesa, quería que él notara que yo había estado allí. Acomodé las tiras del bolso sobre mi hombro y salí de la casa. Dirigiéndome a la casa de Bryanna.
Me metí en el ascensor y toqué el botón que decía “13”… me sentía relativamente contento. Estaba dejando parte de mi vida atrás, comenzando algo nuevo. Huyendo, sí, pero al fin y al cabo era la mejor decisión.
Bajé del ascensor y caminé a lo largo del descansillo. Paré en seco cuando vi la puerta entre-abierta. Cualquier felicidad que pude haber sentido en ese momento se esfumó. Asustado empujé la puerta con ambas manos. Cuando la vi… cuando la vi sentí cómo mi corazón corría fuera de mi cuerpo.
Tenía los brazos lacerados, llenos de moretones. Estaba sentada en el suelo, apoyada en la pared, llorando. Abrazaba sus rodillas y se balanceaba hacia delante y atrás.
—¡Bryanna! —exclamé. —¿Qué ha sucedido?
Alzó la cabeza y me vio, se puso de pie y corrió hacia mí. —Nick… —sollozó.
—¿Qué paso, preciosa?
—Bradley… —susurró. Ahogando un sollozo.
—¿Te ha golpeado? —Asintió frenéticamente. —¿Y se hace llamar un hombre?
Se aferró a mis caderas. —No me dejes sola, no me dejes… por favor.
—No voy a dejarte, nena. Tranquila —susurré acariciando su cabello.
Algunas horas después nos encontrábamos sentados en el sofá.
—¿Quieres contarme? —pregunté.
Asintió y recostó su cabeza sobre mis piernas. —Llegué aquí, cerré la puerta y me metí a bañar. Cuando acabé salí, me vestí y me quedé aquí en la sala. Bradley tiene la llave, entró y se acercó a mí. Vio tu chaqueta colgada de la silla y enfureció. Gritó muchísimas estupideces. Dijo que era una puta, que no podía estar con otro hombre mientras él era mi novio… —susurró. —Sé que es puede interpretar esto de cualquier manera… pero… ¿llamarme puta? ¡Fui su novia! ¡Él sabe qué tipo de persona soy! Él fue quien no supo valorar lo que tenía delante. Fue Bradley quien metió una zorra a nuestro apartamento. Creo que no merezco lo que ha hecho.
—Nadie lo merece —acaricié su cabello. —Pero tu menos que cualquiera.
—Nick…
—No Bryanna, eres la mejor persona que he conocido en la vida… por no decir que eres la primera. ¡No digas esas tonterías! He vivido la vida entre personas que no valen la pena. Sé reconocer a alguien de buen corazón cuando lo veo.
Ella me sonrió y acarició mi rostro. —Tu ojo ha mejorado.
No pude evitar mirar su mejilla, en aquel momento perdí la sonrisa. —Tu mejilla… —susurré.
—Déjala —susurró tomando mi mano. —Estoy bien.
Jugué con sus dedos de manera infantil. —Gracias por todo, y perdón por eso —sonreí.
—Eres un gran chico, Nicholas.
Su mano acarició mi cabello, y la mía llegó a su rostro más rápido de lo que canta un gallo. Pronto mis labios estaban sobre los de ella. Besándola de manera tierna, lenta. A sabiendas de que ella tenía más poder sobre mí, del que yo causaba sobre ella. Enredó uno de mis rulos entre sus dedos. Yo acaricié su cabello.
—Lo siento —susurré al alejarme. —Yo… me dejé llevar… tienes novio y…
—Es un bastardo —señaló su brazo. —¿Crees que un buen novio haría esto?
—Realmente, no. Pienso que un buen novio sería quien mantiene a la chica feliz, sin importarle su felicidad propia. Ya que por fundamento, verla feliz lo hace sentir completo. El mundo ha de detenerse cuando están juntos. Él debe entregarle su vida, al igual que ella. Tienen que ser felices juntos, pero no depender. Cuando una relación se vuelve dependiente es cuando se rompe —dije. —Él debe aceptar sus rabietas, tus quejas. Debe saber entenderla. Entenderse a sí mismo y tener en claro que no quiere perderla, que verla llorar sería un castigo y que su sonrisa es la luz de sus días. Debe respetarla. Amarla. Y… por qué no… hacerla enojar debes en cuando.
—Wou… —susurró. —Jamás creí que escucharía a un muchacho decir eso.
—Corrección —reí. —Jamás pensaste que tu novio diría eso.
—Joder, Nicholas —rió. —Eres malo.
—No. Malo no —la miré. —Soy realista.
—Claro, tienes razón.
Acaricié sus brazos lentamente.
—¿Nick? ¿Puedo preguntarte algo?
—Claro, dime —dije distraído.
—¿Por qué cortas tus brazos? —La pregunta me tomó por sorpresa. Instantáneamente me sentí nervioso y me alejé de ella. —Nick —susurró.
Me quité el buzo y evité mirarla.
—Es… es algo incomodo —susurré y me apoyé en la pared, aun evitando su mirada. —Creo que utilicé aquello como salida de todo. No quería que me vieran llorar, no quería que me sintieran débil por lo que ocultaba mi dolor y lo dejaba salir encerrado en mi habitación, o en el baño de casa. Lloraba y me cortaba a modo de descargo. Puedo jurar que lo hacía de manera inconsciente, y que por aquello no recuerdo muchas de las veces que lo hice. Mi vida era una mierda antes de hoy.
Ella negó con la cabeza y se acercó a abrazarme. Lloré en su hombro silenciosamente.
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Tercera parte.
Disfruten.
Disfruten.
Nate.
G-susNate.
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