Its too cold outside. [Ed Sheeran]

Muchas veces se sorprendía a sí misma escuchando esa misma voz que tanto se había negado a escuchar, susurrando desde algún lugar. “Vamos, Amy, despierta… Despierta, por favor.” La locura que sospechaba estaba comenzado a apoderarse de ella se hacía cada vez más notoria, por el simple hecho de que sus palabras no tenían sentido alguno. O al menos ella no podía darles uno. Estaba a miles de kilómetros lejos de donde se encontraba todo lo que alguna vez había conocido, y todo aquello para escuchar aquellas palabras las cuales seguía sin poder descifrar. Pero como solía tener conversaciones, en su opinión, con esa vocecilla para mantenerse cuerda, normalmente solo respondía: Un te amo estaría bien. Y reía. Sola. Para sí misma. Engañándose una vez más.

Ese día en especial se había despertado con un peculiar dolor de cabeza que solía aparecer de vez en cuando, es decir, esos días en que en un intento de volver al pasado, se perdía en fiestas y alcohol. Como solía hacer mientras estaba allá. Y recordó allí, mientras tomaba su café, sólo lo justo antes de partir al trabajo: “you always try get me to stop, but you drink as much as me, and I get drunk a lot.” Nada como eso para alegrar y deprimir su día al mismo tiempo. Nada como él para poner dos sentimientos de frente. Nada como sus recuerdos cada vez menos vívidos como para hacer que eso ocurra.
De vuelta a ese mismo día, habían pasado una secuencia de diferentes situaciones extrañas. En un principió pensó que se debía a la gran cantidad de trabajo a la que había estado sometida, y por otra parte, quería creer en algo que no era posible.
Como aquellas veces en que estás en un sueño, por ejemplo, de pequeño, quedándote dormido. De repente, sientes que te caes, y das un brinco en la misma cama. Te das cuenta segundos después de que estás ileso. Bueno, el caso es que eso le había ocurrido varias veces en el día, como si estuviese despertando de una pesadilla… En la cual no estaba.
Luego estaba esa constante sensación de que no avanzaba, por más de que se estuviese moviendo. O se veía en un lugar, y al parpadear un momento, se encontraba en otro. Tal como en un sueño.
Así que ese día se fue temprano de ambos de sus trabajos, y se quedo en casa, viendo el techo y siguiendo con los mismos síntomas a lo largo del día sin poder explicárselo a sí misma. No tenía el más mínimo sentido.
Esa noche, soñó el haber vuelto al lugar del que huyó, saltar a los brazos de la persona que amaba y besarlo. Para luego reencontrarse con todos los demás. Pero sin ningún aviso, todo eso había desaparecido. Y se vio despertando en su habitación del departamento, en Londres. Aunque con algo diferente. Él estaba allí. Sentando en un sillón al lado de la cama, contemplándola, como si se encontrara en la cama de un hospital con una enfermedad seria. Y se vio, de nuevo, a sí misma despertando de nuevo. Esta vez definitivamente. En su departamento. Y en su sofá. Sin nadie al lado y aún a miles de kilómetros lejos de todos ellos.

No tenía idea de cómo estaban todos los demás que alguna vez, y aún, quería. Y no quería saberlo. A las pocas semanas de que sus síntomas empeoraran, decidió dejar sus charlas con él, sus charlas con sus amigas, sus charlas con su hermano y todo tipo de charla con personas que no estuviesen físicamente presentes. Pero no cambió nada. Así que al poco tiempo, volvió a aquello.

Pasaron uno o dos días en los que no sentía el tiempo pasar, pero el resto de las cosas que habían estado ocurriendo se habían ido repentinamente, como si nunca hubieran estado allí. Lo último que haría sería quejarse, por su puesto. E ir a un psiquiatra, como tuvo que hacer alguna vez de pequeña, iba contra su principio de no volver a un lugar así. Si muchas veces le costaba demasiado el poder contarle a sus amigas, o cuando solía tener amigas, lo que le ocurría, no se las diría a alguien que apenas y conocía y al que le estaba pagando además.

Pero con el paso del tiempo volvieron. Volvían y se iban. Y aquellos sueños que tenía, sobre aquella familia, donde tenía una hermana autista, dónde su madre sufría esquizofrenia y su padre era un alcohólico, donde su novio no tenía fama alguna y no era su novio, si no, su mejor amigo. Su único amigo. Esos sueños habían vuelto. Había dejado de tenerlos en un tiempo, no estaba segura cuando dejó de tenerlos ni cuando comenzó a tenerlos de nuevo. De lo que sí estaba segura, era que debía decirse a ella misma en qué realidad estaba. En qué momentos estaba realmente dormida. Y recuerda repetirse mientras sueña, cuando al menos está completamente segura de que estaba soñando: Esto es un sueño. No es más que un sueño.

Ahí era entonces cuando aparecía esa voz. Esa voz que tanto conocía. Esa voz que le pedía que despertara, y cuando abría los ojos, no veía más que la misma mesa de noche que estuvo allí desde el mismísimo momento en que se adueñó del departamento. Comenzaba a sentirse como una persona con insomnio, aunque últimamente no cenaba al encontrarse a sí misma durmiendo al apenas llegar a su departamento e incluso, llegar algunas veces tarde por quedarse durmiendo cinco minutos más. Es decir diez minutos, que se convertían en veinte minutos.

Pero esa mañana en especial se le vio imposible levantarse, se le vio imposible siquiera abrir los ojos. No dejaba de escuchar esa voz, que no dejaba de hablar, tan tranquila pero tan asustada a la vez. Se escuchaba el vacío al fondo, como si nadie ni nada pudiese interrumpirlo. Y de repente, como si nada, comenzó a escucharlo cantar. Quiso abrir los ojos y buscar desesperadamente en su habitación algo que sabría que no encontraría.

Pero ese no fue el problema real, sí el problema central, pero no el más llamativo. Esa voz no calló ese día. Sus ojos no se abrieron ese día. Tal fue su sorpresa cuando escuchó los estruendos de los autos que bajaban todas las tardes a las seis cerca de la calle donde se encontraba su departamento, que avisaban que había terminado el día. Y ella, seguía sin poner un pie fuera del lugar. Y se sorprendió al darse cuenta de que no le importaba en lo más mínimo.

Había algo que le decía que no importaba. No importaba nada de lo que hiciera. Nunca había importado. Nada era real.