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Romance Accidentado [H.S] Terminada.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 1 de 4. • 1, 2, 3, 4
Romance Accidentado [H.S] Terminada.
Ficha:
-Nombre: Romance Accidentado
-Autora: Liz Ireland.
-Adaptación:Sí, del libro.
-Género: Drama/Romance.
-Advertencias: Por ahora ninguna.
-Otras Páginas:No.
Argumento:
Lo último que Harry Styles hubiera deseado, siendo el padrino de la boda de sus mejores amigos, era que lo emparejaran con la dama de honor, así que decidió pedirle a su hermano gemelo que lo sustituyera. Pero cuando en el ensayo de la ceremonia, Mila dio un puñetazo a su hermano, Harry se vio forzado a hacer de nuevo el cambio, es decir, a ocupar su verdadero lugar. Y entonces descubrió que ella era la mujer de sus sueños. Mila, sin embargo estaba segura de haber encontrado al hombre de sus pesadillas.
-Nombre: Romance Accidentado
-Autora: Liz Ireland.
-Adaptación:Sí, del libro.
-Género: Drama/Romance.
-Advertencias: Por ahora ninguna.
-Otras Páginas:No.
Argumento:
Lo último que Harry Styles hubiera deseado, siendo el padrino de la boda de sus mejores amigos, era que lo emparejaran con la dama de honor, así que decidió pedirle a su hermano gemelo que lo sustituyera. Pero cuando en el ensayo de la ceremonia, Mila dio un puñetazo a su hermano, Harry se vio forzado a hacer de nuevo el cambio, es decir, a ocupar su verdadero lugar. Y entonces descubrió que ella era la mujer de sus sueños. Mila, sin embargo estaba segura de haber encontrado al hombre de sus pesadillas.
Última edición por butterrockets el Vie 21 Jun 2013, 3:08 pm, editado 2 veces
Cony'.
Re: Romance Accidentado [H.S] Terminada.
-Bueno,esta es mi primera novela (aunque sea adaptada) publicada en el foro,espero que les guste y tenga lectoras sdkfjhksdl :(( besos <3
Cony'.
Re: Romance Accidentado [H.S] Terminada.
Bubu ✌ escribió:hola? que onda? ¿Por que no la sigues? :c
Hola kjsdhfkñ,no había tenido tiempo para publicar el primer capitulo,pero ahora lo haré,saludos :))
Cony'.
Re: Romance Accidentado [H.S] Terminada.
#Capitulo 1
—Todo lo que te pido es un pequeño favor —le rogó Harry Styles a su hermano gemelo Ted—. Sólo tienes que hacerte pasar por mí en el ensayo, en la boda y en la cena, eso es todo.
—¿Eso es todo? —repitió Ted levantándose de la silla frente a la mesa de despacho de Harry. Aquel gesto le hizo parecer la viva imagen de su hermano—. ¿Llamas pequeño favor al hecho de hacerme pasar por el padrino en la boda?
—No es una auditoría o una ceremonia de inauguración, se trata simplemente de una boda.
Harry sabía en qué estaba pensando su hermano, en que no era propio de él evadirse de un compromiso. Con un simple vistazo se veía que era una de esas personas trabajadoras y concienzudas, incapaces de eludir una responsabilidad. Siempre vestía con formalidad en el trabajo, con un estilo conservador que para su hermano Ted resultaba fúnebre: traje oscuro, corbata de seda y zapatos perfectamente limpios. Ted, por su parte, había llegado tarde aquel día y con una vestimenta más adecuada para ir a la playa de Waikiki que otra cosa: pantalones cortos, camisa estampada de flores y sandalias. Sólo le faltaba un cóctel y una sombrillita.
Pocas veces se habían cambiado el uno por el otro en el pasado, empresa nada fácil a pesar de ser perfectamente idénticos, y siempre había sido en beneficio de Ted. Por ejemplo cuando Ted tuvo pánico ante el escenario y no pudo salir a interpretar a George Washington en la clase de historia, cuando fue incapaz de aprender geometría, español o botánica, o cuando se sintió incapaz de decirle a Mary Pepperburg que tenía una cita. Harry, en cambio, nunca había necesitado que su hermano lo rescatara.
—Creía que estabas ansioso por la boda de Kay y Louis —comentó Ted.
—Por supuesto, son mis mejores amigos.
—Mmm —asintió Ted tamborileando con los dedos sobre la mesa y observando a su hermano de cerca—. ¿Pero no será por culpa de la compra de acciones? ¡Dios mío! ¡Eres incapaz de abandonar el almacén ni siquiera por un miserable día!
Ted opinaba que Harry era adicto al trabajo, pero lo cierto era que él tenía una ática laboral un tanto relajada.
—Se trata de una noche y un día entero —lo corrigió Harry—. Creo que no te das cuenta de la gravedad de nuestra situación —argumentó. Él y su hermano corrían el riesgo de perder la pequeña cadena de almacenes de herencia familiar, Whiting’s, si no conseguían impedir la oferta de compra de Malik, una cadena más grande ubicada en el medio oeste—. Esta es la crisis de negocios más grave a la que nos enfrentamos desde que Herman Little, el del departamento de ropa de caballeros, trató de unir y sindicar a todos los empleados.
—¿Y qué ocurrió en aquella ocasión? —preguntó Ted—. Que les subimos un poco el sueldo.
—¡Fue un incremento del siete por ciento!
—¿Quieres relajarte, por favor? —rogó Ted encogiéndose de hombros.
—Claro, tú no tienes encima a Zayn Malik llamándote por teléfono cada diez minutos. Y además ahora ha venido a nuestro territorio.
Zayn Malik era el propietario de una corporación que devoraba almacenes locales igual que un niño devora caramelos, y aquella semana había viajado a Londres para tragarse Whiting’s. Ted y Harry estaban en contra de la venta, pero no eran por completo dueños de su destino. Sólo poseían el cincuenta por ciento del negocio. Su tío Truman, un veterano en Whiting’s, seguía poseyendo otra cuarta parte. El tío Truman estaba obsesionado con el golf, y siempre necesitaba dinero para cumplir con sus obligaciones en el club, una debilidad que le hacía muy sensible a la enorme suma de dinero que Malik les ofrecía. La última cuarta parte pertenecía a Mona, la madrastra de Ted y de Harry. Aunque su padre había fallecido siete años atrás, su última esposa, Mona, seguía teniendo sobre ellos una considerable influencia debido a ese veinticinco por ciento. Y no es que Mona estuviera contenta con la venta, es que estaba ansiosa. Mona era una esclava de la moda, y guardar las apariencias siempre había sido algo caro. ¿No era mejor el dinero en metálico a la posesión de un negocio sujeto a los altibajos del mercado?, se preguntaba. En otras palabras, Mona y Truman eran unos chaqueteros dispuestos a cambiar de bando y a recibir con confeti el bombardeo de Malik.
—Tengo que estar alerta, hay que evitar una calamidad. No tengo tiempo para bodas.
—¿Sabes lo que pienso? —preguntó Ted—. Pienso que no quieres ir a la boda para evitar por todos los medios el recuerdo.
—¿El recuerdo de qué?
—De tu divorcio.
—Tienes razón —confirmó Harry con un gesto de la mano—, no quiero recordarlo.
Harry estaba atónito ante el hecho de que fuera precisamente él quien estuviera divorciado. Había visto a su padre casarse tres veces, y siempre se había jurado que él lo haría de un modo diferente.
—No puedes pasarte la vida evitando a las mujeres, ¿sabes? ¿Por qué no sales por ahí y disfrutas de tu nueva soltería? ¡Relájate!
—Eso es lo que solía decirme Caroline —contestó Harry.
Caroline era la ex-mujer de Harry. Ted lo miró perplejo.
—¿No me digas que quería que salieras y conocieras a otras mujeres?
—No, sólo quería que me relajara, decía que era muy rígido, un pesado.
—¡Caroline estaba loca! —exclamó Ted, a quien la ex-mujer de su hermano siempre le había caído mal.
Lo cierto era, en realidad, que Ted no podía soportar nada que tuviera relación con la vida doméstica y de casado.
—¿Tú crees que soy un pesado?
—Bueno… quizá no seas pesado exactamente… más bien serio. Digno.
—Pesado —suspiró Harry—. Caroline siempre se quejaba porque decía que nunca hacíamos nada divertido, nada espontáneo. Decía que era demasiado responsable. ¡Demasiado responsable! ¿Se puede ser algo así?
—Caroline era una excéntrica.
¿Lo era?, se preguntó Harry. Él le había sugerido que buscaran el consejo de un especialista para arreglar sus diferencias. En realidad lo que pretendía era que ella asistiera a una psicoterapia, pero quería estar presente cuando el psiquiatra le dijera que era incapaz de apreciar a su excelente marido y que no había nada de malo en su matrimonio, tal y como él siempre había defendido.
Sin embargo, una mañana, antes de acudir a la primera sesión, Harry se había despertado y había descubierto que su esposa se había fugado con el jefe de un banco diminuto, conocido en el Oriente Medio.
Bien, se había dicho entonces. Quizá sí hubiera algo de malo en su matrimonio, pero la huida de Caroline trasformaba aquel pequeño problema diario en algo mucho más importante.
—Bueno, lo peor de todo ha sido mi ceguera. Mientras yo permanecía fiel y venía a trabajar al almacén a diario como un esclavo, construyendo una habitación más en la casa durante los fines de semana con la esperanza de fundar una familia, Caroline salía en secreto por las tardes a reunirse con Josh.
—Mientras tú hacías de marido cumplidor ella ensayaba la danza de los siete velos —bromeó Ted.
—¿Cómo voy a encontrar a ninguna mujer en la que pueda confiar después de esta decepción?
—Olvídate de la confianza, piensa en las piernas —aconsejó Ted.
Harry hubiera deseado poder ser un soltero convencido como su hermano, pero se sentía incapaz.
—No quiero volver a casarme.
—¡Bien!
—Ni siquiera quiero pensar en ello.
—Entonces no lo pienses. Búscate una chica y pásatelo bien —aconsejó de nuevo Ted.
Aquel era un buen consejo, pero durante la ceremonia de la boda, Harry volvería a escuchar las palabras solemnes que él mismo había pronunciado ante una mujer que, aparentemente, no había recapacitado demasiado sobre aquello de «hasta que la muerte nos separe». Sencillamente no estaba seguro de poder soportarlo, se dijo. Y luego, por otro lado, estaba el pequeño asunto de la dama de honor, recordó.
—¿Qué pasa? ¿Ocurre algo?
—Se trata de Kay —confirmó Harry —. De la novia.
—¡La novia! —repitió Ted con disgusto.
Kay era una amiga de Harry de la escuela de empresariales, y sólo había visto a Ted en una ocasión. Pero con una había sido suficiente. Durante una comida al aire libre en el jardín trasero de la casa de Kay, Chester, su perro, se había ganado la enemistad de Ted al hacerse pis en su genuino par de botas importadas de Australia. Desde entonces Ted y aquel perro se habían jurado una aversión eterna.
—Esto no tiene nada que ver con su perro —aseguró Harry —. Es… bueno, Kay es una de esas mujeres que se empeñan en casar a todo el mundo, y ahora que es ella la que se casa y que yo soy su padrino se le ha metido en la cabeza que me case otra vez.
—¡Mujeres! —exclamó su hermano. Ted adoraba a las mujeres, al menos a las rubias y de piernas largas, pero siempre se ponía a la defensiva cada vez que se hablaba de matrimonio—. No serán felices hasta que el último hombre del planeta no esté casado y bien atado con una mujer, una hipoteca y un montón de niños.
—Justamente así es Kay —asintió Harry.
—Deja que adivine… —intervino Ted tamborileando molesto con un lápiz sobre la pierna—. Kay cree que su dama de honor sería perfecta para ti —sugirió terminando la frase en un tono de voz agudo y femenino.
—¿Cómo lo sabes? —sonrió Harry.
Lo cierto era que Kay había mencionado a su dama de honor en muchas ocasiones, recordó Harry. Definitivamente estaba tramando emparejarlos.
—Bueno, las mujeres son tan predecibles —contestó Ted reclinándose hacia atrás y colocándose el lápiz sobre la oreja mientras sacudía la cabeza pensativo—. Las mujeres orquestan este tipo de bodas para gozar de un momento estelar en su vida. Primero se casa una, y entonces le entra la prisa a la otra, y antes de que el pobre diablo con el que sale se dé cuenta ya está caminando hacia el altar. Y así sucesivamente. Para ellas una boda es como un rally, una carrera frenética hacia el matrimonio. Y como no estés en guardia, hermano, te liarán.
—Si me hubieras contado todo eso hace cinco años no me habría casado con la fugitiva Caroline—sonrió irónico Harry.
La frente de Ted se arrugó. Se sentía culpable de no haber adoctrinado antes a su hermano en los secretos de la soltería, pensó. Aunque Dios sabía que lo había intentado. Él se había mantenido en guardia contra el sexo opuesto desde los catorce años, cuando su padre se casó por cuarta vez. Aún se culpaba por haber dejado que Caroline traspasara la línea defensiva.
Harry había pagado caro el error, recapacitó. Y sin embargo ahí estaba, seguía siendo un hombre vulnerable, pensó. Era una presa fácil para cualquier mujer. Sólo de pensarlo se ponía furioso.
—Escucha, hermanito, haré ese intercambio. De hecho creo que es mi deber solemne para contigo, igual que ponerme de tu lado aquí, en el almacén.
Harry se atragantó con el café. Ted era esencial para Whiting’s, sobre todo cuando se trataba de entre tener a los compradores, recordó. Era capaz de impresionar a cualquier ejecutivo con sus historias sobre el fútbol, pero siempre se escabullía durante las estresantes operaciones del día a día en el almacén. Siempre tenía que perfeccionar su bronceado en su preciosa barca. Y cuando le hablaba sobre su absentismo laboral o lo presionaba aparecía durante un par de horas por el despacho, pero para hacer flexiones, recordó.
No obstante, Ted se enorgullecía de ser el hermano mayor y de ser infinitamente más listo que él, al menos en lo relativo a las mujeres. A pesar de haber nacido sólo doce minutos antes, pensó.
—Es evidente que aún no estás preparado para enfrentarte a esa… ¿cómo se llama la mujer a la que Kay dice que estás destinado?
—Mila —contestó Grant—. El nombre de la dama de honor es Mila Campion, es una amiga de Kay del instituto.
—Mila, bien —repitió Ted frunciendo el ceño pensativo—. Mila, ¿sabes a qué me suena ese nombre?
—No, ¿a qué?
—A fresca, a insaciable —declaró Ted. Harry rió—. Piensa en Mila Kunis, en Amigos con beneficios. El papel que interpretó era el de una fresca, ¿y qué ocurrió?
—¿Qué follo mucho?
—¡Qué se enamoro! —exclamó Ted girando los ojos en sus órbitas en un gesto de cansancio—.
—Mila volará desde Nueva York para asistir a la boda, y va a cuidar de la casa de Kay la semana que viene mientras ella y Louis se van de luna de miel. Es por eso por lo que Kay quiere que le enseñe la ciudad y que lleve a la pobre chica a…
Ted hizo de pronto un gesto para hacerlo callar.
—¡No, no, no, no! No pienses en esa tal Mila como en una chica. En el idioma de los solteros es una depredadora, pero antes de que termine la cena del viernes le haré saber lo que nosotros, los solteros, pensamos sobre eso de acompañar a las damas —Harry rió—. Sí, sí, ríete si quieres —continuó Ted—. Me lo agradecerás cuando todo haya pasado. Créeme, Harry, después de esta boda, la fresca de Mila nunca volverá a volar a una ciudad desconocida para atrapar a un hombre.
Harry sonrió. Los protectores hermanos «mayores» tenían definitivamente algo a su favor, pensó. Por primera vez desde el fiasco de su matrimonio sentía que recuperaba el control de su vida. Podía concentrar todas sus energías en salvar el negocio familiar y, con ello, su propia cordura. Y lo mejor de todo era que podía olvidarse de las bodas, de las promesas de matrimonio y de las mujeres…
—Estoy harto de las mujeres, tigre —le confesó a su hermano.
_________________
# Bueno,este es el primer capitulo,espero que hayan comentarios y sobre todo que les guste y me den su opinión sobre la novela, acepto halagos, insultos,criticas y lo ustedes quieran dflgjdfklgñ besos :))
Cony'.
Re: Romance Accidentado [H.S] Terminada.
Tal y como te dije, ¡aqui estoy! y omg, ¡me encanta! de verdad, la historia se ve muy interesante y el primer capitulo me atrapo u_u ¡síguela cuando puedas!
marie williams.
Re: Romance Accidentado [H.S] Terminada.
theperfectskyistorn escribió:Tal y como te dije, ¡aqui estoy! y omg, ¡me encanta! de verdad, la historia se ve muy interesante y el primer capitulo me atrapo u_u ¡síguela cuando puedas!
jajaja muchas gracias :)) altiro la sigo,trataré de subir capítulos a diario
Cony'.
Re: Romance Accidentado [H.S] Terminada.
Bubu ✌ escribió:geniaaaaal :D siguela cuando puedas!
que bueno que te guste :)) trataré de subir capítulos a diarios,saludos :)
Cony'.
Re: Romance Accidentado [H.S] Terminada.
#Capítulo 2
Parte I
—Vas a enamorarte de Harry Styles! —profetizó Kay desde el asiento delantero del coche de camino al ensayo de la boda—. ¡Ya lo verás, ese hombre es un sueño!
Mila Campion apretó los dientes y sonrió como si no pudiera esperar ni un segundo para conocer a aquel increíble dios del amor del que Kay no había dejado de hablar en toda la tarde.
—Según parece es maravilloso, Kay, pero en serio, actualmente mi ideal masculino es Chester.
—¡Pero Mila, no estás hablando en serio!
Mila sonrió. Esperaba con ardor aquella semana de paz y tranquilidad cuidando del perro en casa de Kay, pensó.
—Tú ganas. Me calentará los pies mientras veo películas de vídeo y me mirará a los ojos lleno de pasión mientras como mierdas como una cerda. Y seguro que me será mucho más fiel que cualquiera de los novios que haya tenido hasta ahora.
Eso sí que no era una broma. Durante los tres últimos años, Mila había tenido tres relaciones, y todas ellas habían acabado con un fuerte dolor de cabeza. Lo extraño era que en los tres casos todo le había parecido maravilloso: los tres eran hombres guapos, con un trabajo bien remunerado y con personalidades perfectamente compatibles con su carácter. Y sin embargo los tres habían huido y se habían puesto a cubierto al descubrir que Mila deseaba un futuro con matrimonio, niños y pagos de hipoteca. De hecho con sólo mencionar la palabra niño. Mike se había lanzado en brazos de una modelo de Sears. Un año después una vaga referencia a la palabra matrimonio había atemorizado a Jeff, que la había abandonado para lanzarse a galopar con una amazona.
Y finalmente estaba Tim, que se había convertido en el hermano Tim. Pero aquello resultaba demasiado humillante como para recordarlo, pensó.
Kay sacudió la cabeza con un gesto de reproche.
—Nunca encontrarás al hombre adecuado encerrándote en casa con el vídeo y con Chester.
—Ya estoy harta de buscar al Señor Perfecto. Según parece no hay nada que altere más a los hombres civilizados adictos al trabajo que la idea de una mujer que desea casarse.
—No seas tan negativa —recomendó Kay.
Era fácil decirlo para ella, que tenía un pie en el altar, pensó Mila.
—Tengo que enfrentarme a los hechos —replicó—. He perdido tres hombres en tres años, y eso significa que estoy fuera de juego. Si un caballo de carreras llevara un record como el mío lo habrían puesto a pastar.
Kay miró a Louis, su futuro marido, y le guiñó un ojo.
—¿No te parece que harán una pareja estupenda?
Mila rió, pero no pudo evitar sentir curiosidad.
—¿Quieres decir que Harry Styles es también una víctima de Cupido? —preguntó.
Kay se volvió hacia el asiento de atrás y puso una mano sobre el hombro de Mila.
—Su historia es muy triste. Es el hombre más encantador que puedas imaginar, pero hace poco más de un año su mujer lo abandonó.
—Bueno, entonces tendrá una pega ¿cuál es? —preguntó Mila que oía sirenas de alarma en su cabeza.
—¡Nada, simplemente Caroline no supo apreciarlo! —se apresuró Kay a defenderlo con la vehemencia de una larga amistad—. Ella conoció a un jefe de un banco, y… bueno, te puedes imaginar el resto —desde luego que podía imaginarlo, se dijo Mila. Había sido traicionado, pensó comenzando a sentir cierta ternura, a su pesar, hacia el Señor Ideal—. El tipo era un jefe de un pequeño banco del medio oriente—se explicó Kay—. De hecho creo que era casi el dueño o algo así. Probablemente Caroline esté ahora viviendo en una tienda de campaña en algún lugar del desierto, pero eso sí, puede cagar a unas cuantas personas antes de la comida sin pensarlo mucho.
—Traicionado por culpa de un banquero —suspiró Mila. Al menos ella no había tenido que competir con las adineradas, pensó—. Ese sí que debe de ser un mal trago.
—Pero la estupidez de Caroline va a ser tu suerte —contestó Kay dándole unos golpecitos en el hombro.
—Aunque no estuviera convencida de que el amor es un fraude dudo de que pueda perder la
cabeza por nadie en tan sólo una semana, Kay —replicó Mila con una sonrisa paciente.
—No seas tan pesimista, míranos a Louis y a mí.
Mila se quedó mirando a su mejor amiga sin comprender. De hecho incluso Louis la miraba confuso.
—¡Pero si vosotros dos os conocisteis en el instituto! —señaló Mila—, ¡os costó diez años
tener vuestra primera cita!
—Es cierto —asintió Kay—, diez años, y de repente, ¡zas! De pronto un día me di cuenta de que estaba completa, locamente enamorada. Ya lo ves.
Mila se hundió en el respaldo del asiento. El ejemplo de su amiga no resultaba demasiado reconfortante, pensó. Si era cierto que costaba diez años sentir un flechazo tenía un problema muy grave. El único hombre al que conocía desde hacía tanto tiempo era Stanley, el portero de su apartamento de Nueva York, y tenía setenta y dos años.
Louis giró en una esquina del centro de la ciudad y entró en un aparcamiento cercano a una vieja iglesia de piedra.
—¡Qué bonito! —exclamó Mila.
Con su ojo de fotógrafa podía imaginar el aspecto que tendría el lugar al día siguiente, con la luz del sol brillando resplandeciente por entre las hojas de los robles y la brisa veraniega levantando suavemente la cola del vestido de novia de Kay. Y la de las damas de honor…
Mila frunció el ceño tratando de olvidar la tarde en que fue a probarse el vestido de dama de honor. Aquél sería un día especial para Kay, se dijo. Y una novia tenía derecho a obligar a su mejor amiga a vestirse con el traje más espantoso que pudiera desear.
—¡Mira! —exclamó Kay señalando y saludando a alguien del aparcamiento—. ¡Ahí está! ¡Oh, Dios! Estaba preocupada de que no llegara a tiempo.
—Harry vive prácticamente en los almacenes —explicó Louis.
De modo que era uno de esos adictos al trabajo, se dijo Mila de inmediato. Aquello no podía presagiar nada bueno. Todos los hombres con los que había salido lo habían sido y ella, por su parte, trabajaba duro en su puesto de publicitaria, pero no quería que su vida se redujera a eso. De todos modos tampoco era la estrella de Madison Avenue, recapacitó. Hasta el momento, sólo había desarrollado una campaña ganadora para… una marca de jamón enlatado. No era el tipo de éxito que pudiera encumbrar la carrera de nadie, pero lo que Mila quería realmente era ser fotógrafa profesional. Sin embargo, algunas veces aquel sueño parecía tan imposible como el de encontrar marido perfecto.
Mila miraba hacia adelante, observando las vistas, y de pronto comprendió que estaba atónita y con la boca abierta. Pero no tanto por la fachada de la iglesia cuanto por el hombre que tenía delante.
Apoyado contra un cuatro por cuatro negro que era prácticamente del tamaño de un camión estaba aquel Adonis de primera categoría. Su pose natural enfatizaba su impresionante altura y anchura de hombros, y su cabello era una masa de rizos castaños sobre una piel blanca como suave como la porcelana. Tenía la mandíbula y los dientes blancos con los que soñaba todo publicista, y nada más ver a los novios sus alucinantes ojos verdes se encendieron. Mila sintió que se le cortaba la respiración y le echó una mirada de reproche a Kay.
—¿Y es éste el hombre al que te referías diciendo que era mono? Quizá el hecho de que lo conozcas desde hace décadas te dé una perspectiva distinta…
—Está bien, es guapo —admitió Kay riendo—. Pero recuerda… es nuestro mejor amigo en el mundo, y está disponible.
Mila volvió a mirar al Señor Disponible y casi sintió que su corazón revoloteaba, cosa que no ocurría desde hacía meses.
Kay y Louis salieron del coche y saludaron a gritos a Harry. Luego Kay señaló hacia ella, que los miraba desde la ventana. Harry giró y los ojos de ambos se encontraron. El hecho de que aquel dios de la masculinidad fijara su vista en ella le provocó nuevas sacudidas en el corazón.
Kay y Louis se marcharon trotando hacia la madre de Kay y dejando a Harry sin nada que hacer excepto avanzar hacia donde Mila seguía paralizada por los nervios. La mano se le había quedado helada en la manilla de la puerta del coche. Harry tenía una forma de caminar muy masculina, y sólo el hecho de abrirle la puerta resultó un gesto tremendamente poderoso. Quizá aquella semana en Londres acabara siendo tan placentera como Kay había prometido, pensó. De pronto la faceta realista de Mila dejó paso a su lado romántico.
Harry estaba de pie delante de ella. Su boca se torcía ligeramente hacia arriba en un gesto de despreocupación. De hecho, atrapada bajo su mirada, Mila creyó ver en aquella media sonrisa cierto desprecio. La observaba de arriba abajo con unos ojos verdes fríos e inexpresivos, como los de un tiburón.
—¿Es que no vas a salir del coche?
Mila se sobresaltó. No sabía a qué había estado esperando, quizá a que Harry la saludara o a que la ayudara a salir del vehículo, pensó. Quizá estuviera pasada de moda, pero por la descripción de Kay había creído que Harry tendría los modales de un caballero.
El realismo propio de su carácter comenzó entonces a salir de nuevo al exterior. Agarró el enorme bolso, en el cual llevaba casi toda su vida, incluida una cámara de fotos y varios carretes, y salió del coche. Hubiera deseado haberse vestido con más sencillez que con aquella falda larga negra y aquella camisa corta blanca, pensó. El precioso brazalete que siempre llevaba, herencia de su abuela, tintineó. Junto a Harry, tan confiado con sus pantalones de negros de vestir y su camisa clásica, Mila se sintió nerviosa y demasiado peripuesta.
Al salir del coche las sandalias nuevas se le resbalaron en el pavimento y casi salió volando. Antes de caer se agarró al brazo de Harry. Era fuerte como una roca, pensó.
Harry tiró de ella para sacarla del coche, la echó a un lado y cerró la puerta con firmeza. Luego se volvió, con los brazos cruzados, y la miró de arriba abajo.
—De modo que tú eres Mila.
«De modo que tú eres la plaga», interpretó Mila poniéndose tensa. No comprendía por qué se dirigía a ella de aquel modo, pero de pronto lo entendió.
—Déjame que adivine. ¿Esperabas a Mila Kunis?
—Bueno… sí —contestó Harry rascándose la barbilla.
Nunca fallaba, pensó. Aquella era una maldición que le había echado su madre sin querer. Era inevitable que la gente esperara a una Mila morena y fresca con grandes ojos. Pero en lugar de ello, su cuerpo no tenía ni por asomo la gracia que aquel ágil nombre sugería.
—Bueno, pues no soy ninguna estrella de cine. ¿Acaso me impide eso ser dama de honor?
Harry le echó entonces una mirada tan alegre y expresiva como si tuviera una úlcera de estómago.
—Acabemos con esto de una vez —comentó dándose la vuelta y caminando a grandes pasos hacia la iglesia, dejando a Mila atónita tras él.
Nunca había visto a nadie reaccionar de una forma tan brutal ante su aspecto. pensó Mila. No se consideraba una belleza, pero tampoco era tan terrible.
La reacción de Harry había sido exagerada. ¿Era aquél el hombre ideal del que Kay no podía dejar de hablar?, se preguntó. Sin embargo, las palabras de Kay, «recuerda… es nuestro mejor amigo en el mundo», no dejaban de repiquetear en su cerebro.
¿Se había perdido algo?, se preguntó. Quizá hubiera circunstancias atenuantes que provocaran una reacción poco amable por parte de Harry. Quizá le desagradaran especialmente las bodas o los aparcamientos. O ella, recapacitó.
Kay trotó alegremente hacia la iglesia y los llamó por señas. Mila y Harry se habían quedado rezagados. La novia se apartó los rizos rubios y sonrió.
—Vosotros dos tenéis que dejar de flirtear y ceñiros al programa. Y recordad, sois las estrellas del show.
Harry sostuvo la puerta de la iglesia para Kay con una enorme sonrisa en el rostro y respondió:
—Pensé que ese privilegio os correspondía a Louis y a ti.
—Eso será mañana —añadió Kay—. Hoy, durante el ensayo, Mila y tú nos sustituiréis.
Harry se volvió y le dirigió a Mila una mirada que sólo podía calificarse de agria. ¿Es que Kay no se daba cuenta?, se preguntó observándola y comprobando que, en lugar de ello, Kay seguía sonriendo a Harry.
—¡Más estúpidas supersticiones sobre las bodas! —comentó Harry suspirando.
—Tú también serías supersticioso si tuvieras que caminar hacia el altar delante de doscientas personas con tacones altos —rió Kay tomándolo a broma.
—Bueno, supongo que nosotros no tenemos de qué preocuparnos, Mil —añadió Harry volviéndose hacia ella y encogiéndose de hombros.
¿Acaso estaba de broma? ¿Y por qué la llamaba Mil?, se preguntó mientras lo observaba soltar la puerta y pasar por delante de Kay desapareciendo en el interior de la iglesia.
Kay se apresuró entonces a decirle a Mila:
—¿Qué te dije? ¿No es una monada?
—Es… asombroso —musitó Mila.
—Pues imagínate, tiene un hermano gemelo, exactamente igual a él.
—¿Dos? —preguntó Mila respirando apenas, lamentando que la naturaleza hubiera cometido el mismo error dos veces.
—Sí, pero su hermano no es tan amable. Espera a conocerlo mejor. Yo no podría imaginar mi vida sin la amistad de Harry —aseguró Kay.
Mila se prometió a sí misma tener más paciencia. Por el bien de Kay, pensó.
Por suerte todos los asistentes estaban en sus puestos en la iglesia y el cura estaba preparado para comenzar con la ceremonia. Un monaguillo se acercó y llamó a la dama de honor y al padrino para que interpretaran el papel de los novios. Para sorpresa de Mila, Harry la tomó del brazo e hizo todo el ensayo como un verdadero profesional. Y cuando ella avanzó hacia el altar donde la esperaba Harry mordiéndose las uñas y parodiando a una novia nerviosa Mila no tuvo más remedio que unirse a la algarabía general y echarse a reír. Luego, cuando el cura llegó a la parte en la que el novio tenía que besar a la novia, Harry se inclinó sobre el banco y plantó un beso en los labios de Kay mientras los asistentes aplaudían y silbaban.
Según parecía, Harry se mostraba encantador con todo el mundo menos con ella, pensó. No obstante cuando el ensayo terminó, Mila no pudo evitar sentir cierta simpatía hacia él. Por el bien de Kay, pensó.
—¿Todo el mundo tiene coche para ir al restaurante? —preguntó Louis una vez que hubieron salido de la iglesia.
Los invitados se habían separado y dirigido cada uno a su coche. Kay miró de reojo a Mila y le tiró de la manga a Louis susurrándole algo al oído mientras señalaba en dirección a Harry. Aquello era una conspiración, pensó Mila.
—Ah, Mila—comentó Louis con naturalidad—. El caso es que tenemos… un montón de regalos de boda en el asiento trasero del coche. Los ha traído la madre de Kay. Tendrás que ir en el coche de Harry.
Mila se quedó parada en las escaleras de la iglesia y observó el enorme coche negro de Harry.
—¿Y no sería mejor que fuera con tu madre? Quiero decir…
Kay la interrumpió buscando la aprobación de Harry a su plan.
—Mila cabe en tu coche, ¿verdad, Harry?
—Quizá debieras decirle a tu amiga que no muerdo —respondió Harry con una sonrisa glacial.
Kay y Louis rieron como si se tratara de un chiste de enorme agudeza.
—Harry no muerde —aseguró Kay empujando prácticamente a Mila por las escaleras. Al llegar al último escalón murmuró—: Le gustas, te lo digo yo.
Kay le dio un último empujón a Mila, que subió al coche de Harry sonriendo.
—Bien —comentó tratando de mostrarse amistosa—. No ha sido tan terrible. ¿no?
Ted bufó. Apenas le había costado trabajo desenmascarar aquella conspiración. Sus sospechas habían sido acertadas, pensó. Todo aquel asunto no era sino una trampa para pescar a Harry, y todos aquellos murmullos y risitas de Kay y de Mila no eran sino parte de la estrategia. Y Louis estaba de su lado. Aquel pobre diablo estaba siendo utilizado en contra de su propia especie, recapacitó.
¿Pero es que no podían concederle un respiro a Harry?, se preguntó. Después de lo que había pasado con Caroline el pobre hombre necesitaba paz, no a una tigresa de ojos verdes persiguiéndolo sin descanso. Ese era el problema con las mujeres, pensó. En cuanto uno se mostraba amable lo perseguían sin descanso y no cedían hasta que no tenían la licencia de matrimonio en la mano.
Era una suerte que Harry tuviera un hermano mayor que pudiera interceder por él, reflexionó. Con un simple vistazo había comprendido cómo debía ahuyentar a Mila. La obligaría a volver por donde había venido, se dijo. Con las mujeres, como en el fútbol, la mejor defensa era el ataque. Y Ted sabía atacar.
—No, ha sido entretenido —comentó—. Sobre todo me gustó la última escena.
—¿La última escena? —repitió Mila perpleja.
—Sí, la escena en las escaleras de la iglesia, donde fingiste que querías ir al restaurante en el coche de la madre de Kay. Como si no estuvieras deseando venir conmigo.
Mila balbuceó algo atónita mientras el monstruoso vehículo de Harry arrancaba y salía del aparcamiento.
—Creo que hubiera preferido ir con la madre de Kay.
—Lo que tú digas —rió él.
—¿Está muy lejos el restaurante? —preguntó Mila mirando hacia adelante.
Nunca había conocido a ningún hombre capaz de enojarla tan deprisa, pensó.
—Eh, tranquilízate, estás muy tensa.
—¡Tensa! —repitió ella respirando hondo y tratando de calmarse—. Has estado provocándome desde el mismo momento en que nos hemos conocido, y no entiendo por qué.
—¿Y no se te ha ocurrido pensar que puede tener alguna relación con esos designios ocultos que tanto has estado tramando para esta boda?
—¿Designios? —repitió Mila pensando que hablaba en otro idioma.
—¿Es que Kay no te ha hablado de mí?
Constantemente, pensó Mila negándose a admitirlo y pensando que era un arrogante.
—Bueno, sí, de pasada, pero…
—¿De pasada?
—Kay es una casamentera —se quejó Mila llena de frustración—, pero eso no significa que yo vaya a tomarla en serio.
—¿De verdad?
—¡Por supuesto que no!
—Cariño—rió Harry con una sonrisa ronca—, he visto cómo me mirabas al llegar, mientras estabas sentada en el asiento de atrás del coche. Parecías una niña a punto de lanzarte sobre una tarta.
Mila se retorció de humillación recordando lo atractivo que lo había encontrado nada más llegar.
—Créeme, mi única intención al venir aquí ha sido la de asistir a la boda de mi mejor amiga y pasar una semana tranquila en su casa mientras ella está de luna de miel. ¿Acaso te resulta tan difícil de creer?
—Francamente, sí.
—Entonces me rindo —contestó Mila haciendo un gesto con las manos.
Harry la miró de reojo tratando de decidir si decía la verdad.
—Te he catalogado desde el principio. No eres más que una solterona neoyorquina con un par de fracasos bajo el brazo. Te has creído que podías venir aquí con esa falta negra tan chic y engañar a un pobre diablo haciéndole creer que eres una mujer sofisticada.
Mila se acurrucó a un lado del asiento llena de rabia.
—Pues por si quieres saberlo mucha gente ha halagado mi vestido durante el ensayo.
—Es costumbre de los sureños mostrarse amables con los forasteros —contestó Harry.
—¿En serio? Pues tú deberías de probar a hacerlo también.
Cony'.
Re: Romance Accidentado [H.S] Terminada.
#Capítulo 2
Parte II
Harry entró en un aparcamiento frente a un edificio grande en el que brillaba el cartel Lou Rae’s Bar-B-Q en letras de neón. Muchas de las personas que Mila había visto en la iglesia estaban saliendo en ese momento de sus coches.
Ella agarró la manilla de la puerta y esperó con ansiedad a que el coche se detuviera. La cálida noche vibraba con los acordes de una balada del oeste.
—No te preocupes —aseguró Mila despectiva—. Utilizaré mis encantos neoyorquinos para evitarte como si fueras la peste.
Harry sacudió la cabeza y la miró como si hubiera dicho algo por completo inesperado.
—¿Sabes? creo que eres la mujer más antipática que he conocido nunca.
Mila lo miró atónita, incapaz de responder. ¿Antipática?, se preguntó. Harry hablaba como si ella hubiera sido la que hubiera empezado la pelea. Ella, a quien le traía sin cuidado atrapar o no a un hombre, reflexionó. Y más a uno como Harry Styles.
Mila caminó unos cuantos pasos hacia el restaurante adelantándose a él. Una vez dentro, un camarero la escoltó hasta un patio al aire libre desde el que podía contemplarse el rio Tamesis, que brillaba con los últimos reflejos de la luz del sol. Había unas cuantas mesas largas dispuestas para acomodar a los invitados. Los tradicionales manteles en rojo y blanco apenas se veían ante la abundancia de platos de pollo, chuletas y bistec a la barbacoa. Nada más entrar, un camarero le puso un vaso con cerveza en la mano.
Mila dio un sorbo y tamborileó con el pie en el suelo al ritmo de la música, dispuesta a olvidar de golpe el mal humor. Miró a su alrededor escudriñando el terreno y eligió una silla vacía lo suficientemente lejos del Adonis regalo de los dioses.
Sue, otra de las damas de honor, sonrió al verla acercarse.
—Quítate ese peso de encima —dijo.
Mila trató de quitarse a Harry de la cabeza y comenzó a disfrutar comiendo y bebiendo más de lo que hubiera hecho en un día normal. Cada vez que vaciaba el vaso, un camarero aparecía como por arte de magia para volver a llenárselo. Los amigos de Sue eran escandalosos y divertidos, y Sue tan bulliciosa como Kay le había prometido. Estuvieron hablando sobre los vestidos de las damas de honor, y las dos se pusieron de acuerdo.
—Es decir, comprendo que Kay no quiera que llevemos los típicos trajes de color pastel —argumentó Sue— pero, sinceramente, vamos a tener las tres un aspecto muy especial. ¿Verde lima? ¿Fucsia? —rió—. Vamos a parecer…
—¿Un surtido de salvavidas tropicales? —intervino Mila. Sue le dio una palmada en la espalda a Mila, que derramó la cerveza. De inmediato apareció el camarero para llenarle el vaso—. Creo que ese camarero está conectado con mi vaso —añadió haciendo reír a toda la mesa.
—¡Ya es hora de que baile Mila! —gritó Kay de pronto poniéndose en pie y señalando a su dama de honor. La gente comenzó a dar palmadas y a vocear apoyándola—. ¡Vamos, Mila, no has bailado en toda la noche!
—Ni siquiera estoy segura de que pueda hacerlo —contestó Mila con pereza. Todos los de la mesa se levantaron riendo para obligarla a ponerse en pie y llevarla a la pista de baile—. ¡Pero si no tengo con quién!
—¡Sí, sí tienes con quién! —gritó Kay.
Mila se volvió y descubrió, para su horror, que Kay estaba empujando a Harry hacia la pista. Se quedó de pie, helada, y recuperó la sobriedad de inmediato. Hubiera hecho cualquier cosa con tal de evitar otro contacto con él, pensó. Incluso se hubiera tirado al lago de no haber sido por la susurrante voz que escuchaba en su interior: «recuerda, es nuestro mejor amigo en el mundo».
La boda se celebraría al día siguiente, se repitió a sí misma mientras Harry le hacía señas con la mano y la banda comenzaba a tocar something stupid de Frank. Después de aquél día no tendría que volver a ver a Harry Styles nunca más, recapacitó pensando en que aquella maravillosa idea la reconfortaría durante años.
—¿Bailamos? —preguntó él saludando con un gesto sarcástico.
Mila apretó los dientes decidida a no hacer una escena. Por el bien de Kay, se dijo.
El sencillo ritmo del vals podría haber acabado con la tensión a ojos de otros invitados, pero Mila se había sentido mucho más romántica bailando sola con la aspiradora en su apartamento.
—Estás más tensa que una cuerda —comentó Harry.
—Tú tampoco eres Fred Astaire —contestó ella mirando a los ojos verdes de su compañero de baile.
—Pensé que te mostrarías más amable teniendo en cuenta que al final has conseguido sacarme a bailar… —dijo Harry sacudiendo la cabeza.
—¡Yo no quiero bailar contigo! —replicó Mila atónita, pensando en que jamás había conocido a nadie tan irritante.
—Ya, ya me di cuenta de que fue difícil convencerte.
—Primero pensabas que estaba deseando ir contigo en el coche, y ahora crees que quiero bailar. ¡Eres la persona más egocéntrica que he conocido en la vida!
Para sorpresa de Mila, sin embargo, sus palabras no tuvieron ningún efecto.
—Lo que no comprendo es por qué no te lanzas simplemente a conseguir lo que quieres —continuó Harry como si lo que estuviera diciendo fuera lo más razonable del mundo.
—¿A conseguir qué? —repitió ella confusa.
—A mí.
—¿A ti?
Aquel hombre debía de ser un demente, pensó. Harry la atrajo con más fuerza contra su torso. Mila tuvo miedo de romperse el cuello tratando de apartarse.
—Relájate, cariño —susurró él con tono seductor—. Si te lanzaras sobre lo que quieres de vez en cuando no estarías siempre tan irritable.
Antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba sucediendo, Harry la hizo girar mandándola contra la larga mesa de madera. Kay la miró, levantó el pulgar y le guiñó un ojo. Mila sacudió la cabeza frenética, pero enseguida se encontró de vuelta en brazos de Harry.
—Si las mujeres como tú no estuvieran siempre tan obsesionadas con el matrimonio la vida sería mucho más placentera —comentó él.
—No busco marido, y menos aún a ti —replicó Mila admitiendo en su interior que Harry tenía cierto don para la psicología.
—¿Tú? Tú eres de las que están siempre buscando una relación seria —rió Harry.
—¿Y tú qué buscas? ¿Caricias furtivas en ascensores?
—Divertirme.
—¿Cómo no se me habría ocurrido antes? —contestó Mila rodándolos ojos en un gesto de cansancio—. Tú siempre a reír, claro.
—De verdad, lo siento mucho por ti —añadió él inclinando la cabeza y mirándola pensativo—. Probablemente habrás ahuyentado a muchos hombres con tanto tramar y preocuparte por cómo saldrán las cosas.
Mila sintió que se acaloraba y enfurecía. Harry había dado demasiado en el clavo como para que todo aquello le hiciera reír. Sobre todo en relación a las relaciones serias, que tanto había planeado y que tan mal habían acabado, pensó. El vals terminó y Mila se apartó de Harry.
—El único hombre al que he querido ahuyentar es a ti —dijo girando sobre sus talones para dirigirse hacia el camarero.
Harry la siguió de cerca, pegándose a ella como una lapa.
—¿Has tenido una buena relación alguna vez?
—Sí —contestó ella agarrando un vaso y llenándolo. Luego, bajo la mirada tranquila y arrogante de Harry, se corrigió—: Bueno, ninguna larga, pero sí buena.
—Te abandonaron —adivinó él con sencillez—. Huyeron de ti para relacionarse con mujeres que no pretendían nada serio, estoy seguro.
Pero entonces, ¿por qué acabaron casándose con ellas?, se preguntó Mila en silencio. De pronto recordó con quién estaba hablando. Harry Styles no era su ideal de asesor matrimonial, pensó.
—No todos —argumentó recordando al hermano Tim.
—Tus ojos son solitarios, y tu mirada hambrienta —volvió Harry a atacar acercándose más a ella.
Mila sintió que un escalofrío le recorría la espalda. No estaba segura de poder seguir aguantando mucho más. Sin embargo asesinar al padrino en la boda de su mejor amiga no resultaba muy recomendable, pensó.
—¿Sabes qué es lo que realmente necesitas, cariño? —volvió a preguntar él mientras Mila permanecía tensa—. Una aventura.
Ella lo miró a los ojos. ¿Cómo podía ser tan guapo y al mismo tiempo tan irritante?, se preguntó. ¿Y por qué, si era cierto que despreciaba tanto a las mujeres de su «clase», no la dejaba en paz?
—Una aventura conmigo, quizá —continuó él en voz baja, haciéndola estremecerse. No había nada como verse acosada por un misógino como él, pensó—. ¡Qué diablos, cariño, disponemos de una semana! ¡Relájate!
Mila trató lentamente de salir de la neblina causada por la bebida para centrarse en la sonrisa satisfecha de Harry. Uno de los dos tenía que marcharse, pensó. Tenía los nervios de punta.
¿Relajarse?, se preguntó. De pronto comprendió que tenía que poner punto final a su insolencia de una vez por todas, y encontró el mejor modo de hacerlo. Su brazo comenzó a levantarse como si tuviera voluntad propia, y mientras lo hacía parecía cobrar fuerza. Era como en los dibujos animados de Popeye, pensó. Harry, inconsciente por completo de lo que se le venía encima, seguía sonriendo y mirando para abajo con su dentadura blanca perfectamente a tiro.
—¿Qué me dices, cariño?
—¡Que eres un imbécil ignorante y egoísta!
Y entonces el brazo de Mila voló. De pronto se sintió como si fuera una Super Woman, una heroína al estilo de Rocky. Por su brazo corría una enorme cantidad de sangre. Nunca en la vida había dado un puñetazo a nadie, pero aquello le hacía sentirse bien. Y cuando por fin golpeó la mandíbula de Harry el resultado fue un buen guantazo. Igual que en las películas.
Harry, atónito, gruñó y se echó atrás. Se oyeron un montón de gritos en las mesas de al lado.
—¡Dios mío, si se ha desmayado! —dijo alguien.
—Yo lo despertaré —contestó Mila sonrojándose de orgullo y abriendo un barril de cerveza para apuntar directamente a la cara de Harry.
Por el bien de las mujeres, pensó.
___________________
#Capítulo 2 listo,lo puse en dos partes,por que se veía muy latoso tan larga hahaha,bueno saludos y espero que les guste :))
Cony'.
Re: Romance Accidentado [H.S] Terminada.
Bubu ✌ escribió:me gusto mucho, mucho. Siguelaa x.
que bueno que les guste,ya la sigo :))
Cony'.
Re: Romance Accidentado [H.S] Terminada.
ale_liz_marcia escribió:Siguela1111111111111111 ME ENCANTO
Haha,enseguida la sigo ;))
Cony'.
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