El subterráneo

El subterráneo

La facultad de artes de la Universidad de Chile es un lugar en donde cientos de estudiosos jóvenes se reúnen a aprender lejos, la disciplina más hermosa, el arte. Divididos entre bailarines y músicos, la Facu es el lugar idóneo para todos esos jóvenes, diferentes al común.
La Facu es un edificio antiguo, sucio y garabateado por los transeúntes, y se encuentra en el centro de la ciudad capital, a escasas cuadras del palacio presidencial, La Moneda, y a dos calles de la conocida Plaza Italia. Y también, era víctima de diversas leyendas, debido al lugar conocido en el que se encuentra.
Daniel Fernández es un estudiante de contrabajo que adora contarles las historias a sus compañeras y amigas, a escasas horas de entrar a sus diferentes clases.

Aquel día, Daniel se encontraba sentado en las bancas que estaban afuera del edificio, junto a Andrea, una alumna de clarinete y compañera de teoría de la música, y Valentina, una escéptica alumna de danza, una de las mejores, por cierto.
Con suspenso, les explicaba a las chicas, la verdadera razón de la misteriosa muerte de Tony el viejo, el conserje más anciano y querido de la Facultad.

—… El viejo no pudo soportar la curiosidad, como nadie lo haría, bajó las escaleras que dan al subterráneo, entró en el antiguo salón de saxofón, el que está al lado del baño, y ahí lo vio. Una puerta azul, con la pintura descolorida. Estaba entreabierta… La abrió lentamente, y luego de echar una mirada, cayó al piso, yerto… Muerto…

El suspenso y la forma que Daniel tenía para contar las historias era lo que lograba que Andrea se erizara entero de miedo.

—Ya po, Dani, no seai pesao… —dijo la castaña nerviosa. —¿Qué le pasó po?
—Nadie lo sabe, pero tengo mis contactos. Dicen que adentro de aquella habitación, se encontró con la habitación de Melissa…
—¿¡Melissa!?, ¡¡Ay no!! —chilló la chica tapándose los ojos.
—Bien, quién mierda es la tal Melissa —dijo en tono burlón Valentina, incrédula.
—No te burles de Melissa, a ella no le gusta nada y en cualquier momento podría desear vengarse de ti —dijo Daniel, frunciendo el seño.
—Ay, no, me caes bien, Meli, sí… —comenzó Andrea, nerviosa.
—Ay, tranqui, Andy, qué va a saber este —se quejó Valentina, —Además, ¿quién es esa tal Melissa?
—¿¡No sabes!? —preguntó Daniel, exagerando su sorpresa.
—No, obvio, si no no preugntaría. Aweonao.
—Melissa, todos en la facu la conocen.
—Cuéntale, Dani —dijo Andy.
—Bueno, te contaré. Violeta era una alumna de ballet, perfeccionista, algo obsesionada. Quería ser la mejor, pero… Melissa estaba en su camino. La chica era perfecta, tenía las mejores calificaciones siepre, todos la amaban… Violeta estaba algo loca, y era un poco sádica también. No ibas a querer ser su enemiga jamás. Lo que hizo con Melissa no se sabe a ciencia cierta, pero se dice que la encerró en una de las aulas que ya no se usan, para ser específicos, en una habitación que se da desde el aula de saxofón, en el subterráneo, al lado del baño. La mutiló cortando sus piernas y sus manos, como debes saber, sagraoos para una bailarina, y luego de eso la colgó desde el techo con sus intestinos. Nunca encontraron los restos de Melissa, pero dicen que si vas solo al aula de saxofón, aparece, y se vengará contigo. Aunque miles de personas no son suficientes para vengar lo que Violeta le hizo…
—Esa historia no tiene ningún sentido —se quejó Valentina, —me voy, mi clase ya empieza y debo cambiarle. Andy, no le creai nada a este chanta.

La chica caminó hasta la puerta de la facultad, y luego entró en el aula de ballet, una gran sala con espejos y un piso especial. Luego de eso, notó que nadie más había en el lugar. Se tenía que cambiar, pero el único baño cercano era el del subterráneo…

Jamás bajaba ahí sola, y debía aceptar que aterrorizaba un poco la luz titilante del pasillo. Se encontró frente a la puerta del baño. Su mirada curiosa vagó hasta la puerta del aula de saxofón, y entonces una sóla frase recorrió su mente… “¿Qué tal si…?”

Abiró lentamente la puerta, y se escuchó un chirrido. Habría jutado que la puerta azul, de pintura desgastada y desteñida, no se dejaba mostrar siempre, porque jamás la vio antes. Io un par de pasos, decidida…


Luego de esto, nadie volvió a ver a la chica. Su imagen en los diarios apareció durante semanas y meses. Sus amigos no se explicaban qué podría haberle pasado, y sólo pocas personas podían corroborar el último lugar en donde fue vista… El subterráneo de la Facu.