Creaste mi mundo [Liam Payne&LorenaWoodson]

Lorena suspiró fuertemente al entrar al avión, se sentía mal por lo de Niall, pero contenta por lo de su padre. Ahora tan solo faltaban pocas horas para regresar a su casa. Iría con Liam, tal y como él se lo había prometido. Este entrelazó su mano con la de ella y la condujo a los respectivos puestos del avión. Niall tenía los ojos hinchados de tanto llorar la noche anterior, no había dormido absolutamente nada, se sentía pésimo. Los demás chicos estaban incómodos por el gran silencio presenciado, así que prefirieron seguir así a decir algún comentario inapropiado.




Mientras tanto en un cuarto oscuro se encontraba el papá de Lorena atado a una silla frente a tres tipos armados. Los miraba con odio, pero estos lo que hacían era reírse descaradamente. Lorena le había dicho a él que llegaría en una semana a casa, pero lo que no sabía es que ella en este preciso momento andaba a 32 mil pies de altura con destino a Londres, para luego tomar otro vuelo a Irlanda.
Uno de los tipos volvió a abofetear el rostro de Hendrick –padre de Lorena–. Ellos querían hacerlo sufrir, y sabían que lo mejor sería matar a su hija, por eso le pidieron llamarla para que ella fuera a la casa y ellos poder abatirse contra ella. Pero Hendrick se negaba a contar lo que su hija le había dicho.

– Creo que piensas que somos estúpidos ¿no Hendrick? –Esbozó una sonrisa diabólica, el más gordo.

– He repetido mil veces que prefiero que me maten a mí.

– Queremos que sufras –replicó uno de los militares.

– Entonces dejaré que me golpeen y golpeen hasta morir.


Los otros se miraron fijamente y luego soltaron una inmensa carcajada, Hendrick sabía que costara lo que costara jamás lo escucharían y le harían daño a su hija, su bebé. De tan solo pensar lo que pudieran hacerle, lo desesperaba, se imaginaba todos los momentos que compartió junto a ella, que aunque fueron pocos, marcaban su corazón sin duda.

Entonces sintió la necesidad de llorar pero se mantuvo fuerte ante ellos, no podía dejarse caer, pero se sentía el peor padre del mundo. Se arrepentía mil veces por trabajar para eso, se arrepentía por provocar la muerte de su mujer. Ahora la vida de su hija era la que corría en riesgo y eso si que no podía permitirlo.


Los tipos se quedaron en silencio, hasta que uno alto y con ojos tan negros como el azabache se dignó a hablar.

– Me parece grato que hayas podido comunicarte con tu hija, nos apetecería saber qué te dijo –su voz sonó amable pero a la vez retadora, sus ojos amenazaban los de Hendrick.

– ¡Dejen en paz a mi hija!

– Lástima, lo dijimos por las buenas –soltó una pequeña risita, les dijo algo a los otros en señas y estos salieron de la habitación, Hendrick se desesperó, sus manos quisieron zafarse y comenzó a moverse sin parar de la silla, cayó al suelo, pero el que lo acompañaba lo recogió y clavó en su mejilla otra profunda cachetada–. Mira idiota, más te vale que te quedes tranquilo, o sino a tu hija le irá peor.

– ¿Qué van a hacer con mi hija Michael? –Lo miró con profundo dolor.

– Nada, por ahora. Primero rastrearemos la llamada, localizaremos su teléfono y luego bueno ¿para qué decir lo que va a suceder? –El papá de Lorena frunció el ceño, sabía muy bien que al teléfono que había llamado no le pertenecía a ella, así que lo más probable era que ellos fueran a buscarla y se encontraran con otra persona, lo que le daba tiempo de escaparse y salvar su bebé, que sabía muy bien que iría a casa. Se quedó callado y suspiró, planeando la manera de cómo salir sin que se dieran cuenta, o cómo atacarlo de manera ágil y salir huyendo luego.


Localizó todas las armas, inspeccionó todo el lugar, pero todavía no se le ocurría nada.

Lorena permanecía en el hombro de Liam, profundamente dormida, se sentía agotada por todo los viajes y ya estaba cansada de lo mismo, salidas por aquí, salidas por allá, paparazzis, gritos, toda una monotonía. Lo bueno, es que allí estaba Liam, ese chico que la hacía completamente feliz, que cambiaba su estado de ánimo en un dos por tres. Louis se encontraba al lado de este, al otro lado Zayn, seguido de Harry y por último Niall, en la otra esquina. Sus ojos se veían cansados. Trataba de coger sueño pero no podía, no dejaba de acomodarse, buscando una posición cómoda para dormir.

En eso pasaron las aeromozas, ofrecieron distintos platos de comida y Niall no se negó, la comida siempre lo alegraba y quería ver si aunque sea comiendo se le subían los ánimos, no ha probado nada desde hace 5 horas, un tiempo bastante largo para alguien que comía seguido y en cantidad.

Pidió pollo con papas fritas y se inclinó hacia adelante, apoyando la quijada en su mano derecha, suspiró pensando en el tour, en lo bien que lo había pasado junto a las fans, pero después recordaba la pelea con Lorena y todo se desvanecía. Harry al ver su cara le dio un pequeño golpe en el hombro, el rubio volteó recibiendo una sonrisa.

– Quita esa cara –trató de alentarlo.

– Es difícil –dice Niall, mientras se inclina de nuevo hacia atrás.

– ¿No sabes qué hay para comer?

– No le paré mucho, nada más pedí pechugas de pollo y papas fritas ¿tienes hambre?

– Como tal no, pero si me provocó comer alguito.

– Espera a que llegue la aeromoza y le preguntas –Harry sonríe maliciosamente, una mirada que interpreta Niall en seguida– sé lo que estás pensado. ¡Harry tienes novia! –Le reprimió.

– ¡Ay sí! –Se burló el ruloso volteando a ver a Liam para comprobar si estaba dormido–. Ahora eres Niall el “Daddy Direction”

– Muy gracioso –se queja el rubio soltando una pequeña risa.

– Además, las cosas con Taylor no van muy bien –bufa Harry tratando de no pensar en eso. Ambos hablaban en susurro, mientras todos en el avión permanecían dormidos–, creo que es la distancia.

– Si se quieren de verdad permanecerán juntos –aprieta su mano para alentarlo y le da una sonrisa, Niall tenía razón, cuando dos personas son destinadas a estar juntas, siempre estarán unidas bajo cualquier circunstancia. Así que ¿por qué no luchar por la persona que queremos?

Luego de hablar un rato llegó la comida de Niall, Harry se quejó de él porque era el único que comía y le quitó una papita, el rubio no se quedó atrás y le dijo que era un descarado por que él también comía y abusador porque era su papita.

Estaba lleno, por alguna extraña razón, pero aún así no lograba conciliar el sueño. También estaba un poco ansioso por ver al papá de Lorena, se la llevaban bastante bien, verlo a él vivo es como volver a ver su padre. Sabe que ambos están en lo mismo, o bueno, uno ya no está, pero él ve a Hendrick como la reencarnación del suyo y eso lo alivia de alguna manera.

Luego de horas llegaron a Londres, cargaban sus llenas maletas y se dirigieron hasta el montón de fans. Liam nunca soltó la mano de Lorena, quien seguía algo adormilada. Harry, Louis y Zayn se despidieron de los demás y se fueron a otro destino. Mientras Liam, Lorena y Niall esperaban el avión para ir a Irlanda, tal como se lo había prometido el castaño a su novia. Era incómodo, muy incómodo. El silencio abundaba en ellos y Lorena no tenía ninguna intención de romperlo, a pesar de sentirse perturbada por ello.

Se sentaron en la sala de espera, y no esperaron más de dos horas. Pasaron el tiempo hablando con algunas fans y luego se montaron. Lorena sintió como su corazón latía fuerte. Tanto tiempo y ahora regresaría a su casa, estaría con su padre y sería muy feliz. Los tres se montaron y en poco tiempo ya habían llegado, como el transcurso de una hora y media.

Tomaron el Taxi en dirección a Dublin, aún no hablaban. Todo era completamente silencioso. Al llegar Liam se despidió de un abrazo con el rubio y este solo le dijo un simple «chao» a Lorena, quien penosamente hizo lo mismo.

Lorena toma la mano de Liam y lo adentra a la casa, ya se sentía segura, ya estaba en su territorio y lo conocía perfectamente. Al entrar pegó un gritico de felicidad, subió las escaleras rápidamente para llegar a su cuarto y tirarse en la cama abrazándola, la extrañaba. Se paró rápidamente y fue hacia la de sus padres pero no había nadie. Se sintió confundida, pero pensó que tal vez habría salido, así que dejó de pensar en eso. Bajó de nuevo y abrazó fuertemente a Liam.

– ¿Y eso? –Preguntó él sonriente.

– Gracias por todo y por haber venido, este es mi humilde hogar –señaló todo su casa– ¿Y qué tal? ¿Qué te parece?

– Está lindo –la toma de la cintura y le da un delicado beso en la frente, ella sonríe tímidamente y luego lo invita hacia su cuarto, le enseña toda la casa y luego vuelve a bajar con él y se sienta en el mueble, se quita los zapatos y estira bien los pies, dejándolos descansar. Su cabeza se inclina hacia el hombro de Liam y este pasa su brazo por el de ella. Permanecían en silencio, solo se escuchaban sus respiraciones, hasta que luego de una hora él logró hablar–. ¿Y tú papá? –Preguntó sacándola de sus pensamientos.

– Ni idea –respondió sin ánimos–. Me dijo que estaba en casa, a lo mejor fue a comprar algo –ella sabía que algo pasaba, pero no quería admitirlo, no quería pensar que algo malo le sucedía en ese mismo momento. Liam no respondió y comenzó a acariciar sus largas ondas–. ¿Y si le pido a Harry el número de donde llamó mi padre? –Preguntó esperanzada–. Él debe saber ¿y tú teléfono? –Liam se movió para sacarlo de su bolsillo y comenzó a marcar.

Harry estaba caminando en dirección a un centro comercial cuando vio la llamada entrante de Liam.

Dos repiques y luego logró escuchar la voz de Harry a través del auricular. Lorena le preguntó sin rodeos y él asintió. Trancó y se dedicó a buscar en llamadas registradas el número del papá de ella, cuando una mano toca su hombro, voltea y sus ojos miraron a un hombre alto, vestido con una camisa negra, unos pantalones de chándal y unas botas grandes. Frunce el entrecejo y su mirada pregunta un ¿qué desea? El hombre la capta y decide hablar. Estaba molesto porque no esperaba encontrarse con Harry.

– ¿Y la joven Woodson? –Preguntó vigilando cada reacción del muchacho.

– ¿Quién es usted? –Respondió con otra pregunta. Notoriamente, estaba asustado y sus manos se fueron cayendo hasta que dejó resbalar el teléfono en el bolsillo, no sin antes salirse del registro de llamadas. El hombre se rió acercándose más a él.

– Escúchame bien –dijo en tono autoritario–, dime en dónde se encuentra Lorena.


Harry pensaba salir corriendo de allí, pero unas voces gritonas lo interrumpieron. Eran fans evidentemente, el ruloso no sabía que hacer, todas estaban desesperadas por conseguir su autógrafo, pero en una rabieta del hombre, toma a Harry por el hombro y lo arrastra de aquél lugar hacia una Range rover con vidrios ahumados. Al entrar, el ruloso se percata que hay otro hombre allí dentro, quién claramente era el conductor. Su gesto era de completa concentración, podía sentir como los ojos de aquel hombre penetraban contra él y el miedo comenzaba a brotar de su piel, no sabía que pasaba y lo único que quería hacer, era irse de allí. La camioneta aún seguía parada y las fans comenzaron a golpearla sin parar.


– Vamos a tener que darle su merecido –habla el conductor y Harry capta lo que quiso decir. Actúa rápido para que no le hiciesen ningún tipo de daño a sus fans, todos estaban ofuscados por los gritos intensos de ellas.

– ¿Quiénes son? ¿qué quieren? –Fue lo único que se limitó Harry a preguntar.

– Aquí las preguntas las hacemos nosotros –Dijo el hombre a quien vio primero. El rostro serio de aquellos tipos fue cambiando dejando al deslumbre unos dientes blancos, seguido por carcajadas. Harry se molestó–. Vale, para que creas que no somos tan malos te diremos, pero como todo en la vida tiene condiciones, tú no serás la excepción –inmediatamente su mirada se volvió intensa intimidando al ruloso.

– ¿Y cuál es esa co-ondi-ici-i-ón? – Tartamudeó en un intento fallido de querer sonar tranquilo. El conductor se rió y luego habló.

– Dinos dónde se encuentra tu amiguita –esos tipos no le inspiraban ningún aire de confianza, así que no estaba por sus planes decir la úbicación exacta de Lorena. En ese momento captó todo, su rostro se puso tenso y trago saliva ante la posibilidad de lo que estaba pensando era cierto. Probablemente eran unos militares encubiertos, para buscar la localización de Lorena y hacerle daño, o peor aún, matarla. Así como hicieron con su madre, se preguntó si ellos habían sido los mismos.

– No diré nada, ni siquiera sé de quién hablan –trató de sonar seguro, pero una vez más, su tono de voz lo delató, suspiró y habló de nuevo–. Digo, no soy amigo de ella, solo un conocido más –acomodó lo que anteriormente había dicho para que se escuchara más creíble.

Un rugido suena y la camioneta comienza a arrancar, dejando a las fans muy atrás. Harry está solo, sin sus guardaespaldas, y sin saber a dónde va. Le preguntó a los hombres, pero no le respondían, solo se burlaban de él con una risita, algo que le estresaba y ponía nervioso a la vez. Iba a decir algo y al instante lo mandaron a callar bruscamente.

– Si no quieres aprender por las buenas, lo harás por las malas –doblaron por un callejón llamado Whitechapel, y luego lo metieron en un edificio abandonado. Harry al entrar a una sala pudo notar a un señor de no más de 40 años, amarrado a una silla, su cabello era castaño, un poco más oscuro que el de él, algo ondulado y sus ojos grises como los de Lorena. Tenía un atuendo muy parecido al de los otros hombres. Al frente de este, había otro tipo robusto. Harry pensaba decir algo, pero inmediatamente lo agarraron y ataron a la silla, pataleó sin obtener ningún éxito. Cuando se dio cuenta, estaba amarrado a la silla, al igual que el señor, que por alguna extraña razón, su cara se le hacía familiar.

– Vaya, vaya –objetó el robusto–, miren a quien tenemos aquí. Un chico malcriado que no quiso hacer caso y decir la ubicación de su “amiguita” –hizo comillas con sus dedos– Lorena. O fue que el señor Hendrick se equivocó de número y prefirió mentirnos –esta vez sus ojos se clavaron fijamente sobre el papá de Lorena. Su tono de voz era irónico, e increíblemente pedante. Los miró una vez más y luego salió de la sala dando un fuerte portazo.

– Tú debes ser el que contestó el teléfono, supongo.

– Sí, mi nombre es Harry… de hecho no sé que hag…

– No hables, solo escúchame –dijo casi en susurro–. Estoy planeando irme de aquí ¿Lorena está en casa verdad? –Harry asintió con la cabeza– Entonces puedo llegar allá en una hora más o menos.

– ¿Usted es el papá?

– Efectivo –Harry estaba confundido–. Hagamos algo, no sé cuando volverá Michael –así se llamaba el robusto–, así que la próxima vez que venga y vuelva a irse marcas el número de Niall, seguro debe estar con ella ¿tienes tu teléfono verdad? Porque a mí me quitaron el mío para rastrearte.

– Si, pero… también tengo las manos atadas, como usted.

– Aquí es cuando entro yo, me moveré hacia ti, mientras me indicas donde queda el celular.

– Eso mejor que lo haga ahora, el celular está en el bolsillo –habló Harry nervioso. Hendrick comenzó a moverse hacia él, acercándose más y más, luchando por hacer el menor ruido posible, se puso de espaldas, ya que sus manos se encontraban atadas atrás y Harry acercó su bolsillo hacia ellas. Las manos de Hendrick rosaban el celular, pero no podía tomarlo, ambos sudaban frío. Una vez que tuvo el teléfono en sus manos comenzó a moverlo hacia las de Harry, quien con dificultad logró tomarlo–. Dígame el número de Niall.


– ¿No te lo sabes? ¿Y tu agenda telefónica?

– Si pudiera verla.

– Deberías manejar de memoria tu teléfono.

– Es táctil, es difícil –Hendrick bufó y se concentró en recordar el número–. Apúrese –indicó desesperado al escuchar unas voces acercándose.

– Es… –comenzó a dictarle el número y Harry con dificultad y cuidado lo marcaba, ligando con que no tocara una tecla incorrecta.

– Solo falta un número –el ruloso observó unas sombras por debajo de la puerta y se quedó paralizado al ver a Michael entrando.

– Con que intentaban escaparse –soltó una risa irónica–. Acomoden a Hendrick que se movió de su sitio, vamos a tener que pegarlo al suelo –cuando uno de los tipos se acercó Hendrick con su cabeza golpeó la del otro, rompiéndole la nariz.

– ¡¡¡¡5‼‼ –Le gritó al ruloso que captó rápidamente y marcó el último número que faltaba. Los demás tipos no entendían. Harry trataba de actuar con naturalidad mientras repicaba la llamada, solo esperaba que Niall escuchara todo e intentara pedir ayuda. El rubio se extrañó, ya que se habían visto hace pocas horas y contestó. Justo en ese momento Harry toca una tecla en falso, era el altavoz y pudieron escuchar a Niall en toda la habitación.

– Aló ¿Harry? –Cuando quiso trancar la llamada el Iphone se resbaló por sus manos esparciéndose en el suelo. Michael lo miró y luego lo sostuvo en sus manos. Hendrick suspiró.

– Señor –entró otro hombre más oscuro que los demás–, llamaron del aeropuerto, la niña llegó hoy a Dublin, está en su casa.

– Mátenla –fue lo último que ordenó Michael.





– ¿Sábes algo Liam? Creo que no volveré a estar con mi padre –un nudo se apoderó de mi garganta. El solo pensar que no estaría nunca más con él, me ponía triste.

– Claro que sí –besó mi frente, en cierta parte Liam me aliviaba.

– Es que… Harry no ha llamado y estoy preocupada ¿y si sabe algo que yo no sé?

– Mejor esperemos hasta mañana.

– No Liam –repliqué–, llámalo de nuevo –lo hizo y me pasó el teléfono, pero inmediatamente me cayó en la contestadora–. Algo está pasando Liam, lo presiento –dije lo suficientemente nerviosa, como para que él lo notara.

– Tranquilízate –me dio un cálido abrazo.

– Llévame a mi cuarto –le pedí y él me sostuvo en sus brazos llevándome cargada, yo le rodeaba el cuello con mis brazos, mientras sentía su respiración cada vez más cerca–. Gracias por cuidarme –dije una vez acostada.

– Todo lo que sea por ti –me besó la frente y luego me arropó, quedándose despierto hasta que me durmiera, claro que yo no estaba dormida de todo.

– Te amo –me susurró y yo logré escucharlo, cuando se acomodó para dormir dejé escapar una sonrisa.




Al día siguiente me levanté algo decaída, todavía estaba asustada por el presentimiento que había tenido la noche anterior. Sentí que Liam no estaba a mi lado pero a los segundos logro escucharlo entrar a la habitación.

– No conocía muy bien la cocina, así que decidí ir a comprar algo en la panadería de la esquina –sonreí.

– Gracias ¿qué compraste? –Pregunté curiosa.

– Café y Muffins –me entusiasmé y le di un mordisco–. Están buenos, gracias –besé su mejilla, ya que se había sentado al lado mío.

Me quedé un rato comiendo y riendo con cada cosa que decía.

– ¿Hay alguien aquí? –Mi corazón se aceleró al escuchar esa voz, me quedé paralizada y Liam me apretó la mano, mientras trato de no soltar ni una sola lágrima. Conocía perfectamente aquella voz, y sabía que no estaba solo, a lo mejor venía con su compañero, como la vez pasada, cuando mató a mi madre.

– Lorena, sabemos que estás en casa –escuchar mi nombre me puso los vellos de punta, venían por mí, querían matarme, estaba más que segura de eso. Me aferré más a Liam y él me decía que debíamos salir por la ventana cuanto antes, pero no lo escuché, los nervios no me dejaban hacerlo. Me quedé allí, sin mover ni una sola parte de mi cuerpo.

– Lorena –susurró–, vente vámonos –no escuché de nuevo e intentó sacudirme de la cama. No le hice caso.

En eso tiran la puerta fuertemente, como si le fuesen dado una patada, no sé cómo reaccionar. Me daba por muerta. Los pasos se fueron acercando y una mano toca mi hombro, grité y unas carcajadas se hicieron presentes, estaban ellos dos, de nuevos, como hace meses y ahora venían por mí ¿qué fue lo que hice para merecerme esto?

– ¿Quiénes son ustedes? –Pregunta Liam furioso, lo noto en su voz, quiero tratar calmarlo, pero no puedo, yo estoy peor que él.

– Vaya Lorena –el tipo no soltaba su mano de mi hombro–, veo que has crecido. Al parecer lo ciega no te quita lo sensual –Liam apretó más fuerte mi mano. El mismo hombre baja la suya y toca mis senos –me sobresalto y Liam se la arrebata, lo abrazo sin duda, tratando de no llorar.

– ¿Sabes algo? –Sentía la respiración cerca de aquél hombre–. Matar a tu madre no fue satisfactorio, estaba acabada, sin vida y tú, tan hermosa, con tus perfectas ondulaciones castañas –deslizó sus dedos por mis cabellos–, la perfecta luz de los ojos de tu padre. Tu maldito padre –escupió furioso, con eso pude comprobar lo mucho que lo odiaba, lo mucho que quería hacerlo sufrir, entonces si él me estaba buscando, era porque quería que mi padre sufriera, lo que daba a demostrar de que él estaba vivo, por esa parte me alivié.

Temblaba sin parar y el hombre comenzó a manosearme, mientras sus labios mordieron violentamente mi cuello. Liam se paró para abalanzarse contra ellos. Los hombres le gritaron y estaba segura de que lo habían agarrado, pero yo no reaccionaba, estaba paralizada en aquella cama, con las piernas cruzadas, arropándome por completo. Uno de ellos se acercó a mí y quiso besarme, y fue en ese momento que mi mano respondió para darle una cachetada. Liam suplicaba porque lo soltaran. El hombre a quién cacheteé me golpeó fuertemente y pegó mi cabeza contra el espaldar de la cama. Ahorcándome, estaba perdiendo la razón, ahogándome. Escuchaba los gritos de Liam, una lágrima corrió por mi mejilla. Pero lo que me hizo reaccionar, fue aquella voz que entró de repente en la habitación, aquella dulce voz que podría alegrarme el día, y que en estos momentos no lo hacía precisamente, solo logró que actuara e intentara soltarme del hombre. Mis nervios comenzaron a alborotarse y más aún por lo que dijo.

– No la maten a ella, mátenme a mí.