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De camino a la boda (joe y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 1 de 1. • Comparte
De camino a la boda (joe y tu)
Nombre: De camino a la boda
Autor: Julia Quinn
Adaptación: Si
Género: Drama y Romance
Advertencias: No ninguna
Otras Páginas: no
Argumento
De Camino A La Boda
Algo cómico sucedió...
A diferencia de la mayoría de los hombres que conoce, Joshep Jonas cree en el amor verdadero. Y está convencido de que cuando encuentre a la mujer de sus sueños, sabrá en un instante que ella es la única. Y eso es exactamente lo que ocurrió. Excepto que...
Ella no era la única. De hecho, la deslumbrante señorita Mariad Solex está enamorada de otro. Pero su amiga, la siempre práctica ________(tn), quiere salvar a Mariad de una desastrosa alianza, así que se ofrece a ayudar Joe a convencerla. Pero en el proceso, ______(tn) se enamora. ¡De Joe! Excepto que...
______(tn) está comprometida. Y su tío no está dispuesto a dar marcha atrás con el enlace, aún cuando Joe recobra el juicio y se da cuenta que es _______(tn), con su agudo ingenio y su risueña mirada quien hace cantar su corazón. Y ahora, de camino a la boda, Joe debe arriesgar todo para asegurarse que cuando llegue el momento de besar a la novia, él sea el único hombre que esté de pie en el altar…
Autor: Julia Quinn
Adaptación: Si
Género: Drama y Romance
Advertencias: No ninguna
Otras Páginas: no
Argumento
De Camino A La Boda
Algo cómico sucedió...
A diferencia de la mayoría de los hombres que conoce, Joshep Jonas cree en el amor verdadero. Y está convencido de que cuando encuentre a la mujer de sus sueños, sabrá en un instante que ella es la única. Y eso es exactamente lo que ocurrió. Excepto que...
Ella no era la única. De hecho, la deslumbrante señorita Mariad Solex está enamorada de otro. Pero su amiga, la siempre práctica ________(tn), quiere salvar a Mariad de una desastrosa alianza, así que se ofrece a ayudar Joe a convencerla. Pero en el proceso, ______(tn) se enamora. ¡De Joe! Excepto que...
______(tn) está comprometida. Y su tío no está dispuesto a dar marcha atrás con el enlace, aún cuando Joe recobra el juicio y se da cuenta que es _______(tn), con su agudo ingenio y su risueña mirada quien hace cantar su corazón. Y ahora, de camino a la boda, Joe debe arriesgar todo para asegurarse que cuando llegue el momento de besar a la novia, él sea el único hombre que esté de pie en el altar…
Ximelove
Re: De camino a la boda (joe y tu)
En el que:
Primero, Joshep Jonas se enamora de la mujer equivocada, y
Segundo, ella se enamora de alguien más, pero
Tercero, _____(tn) decide entrometerse; sin embargo,
Cuarto, ella se enamora de Joe, lo cual es muy inoportuno porque
Quinto, ella está prácticamente comprometida con George Haselby, pero
Sexto, Joe se enamora de _____(tn).
Lo que los pone a todos en una incómoda situación.
Primero, Joshep Jonas se enamora de la mujer equivocada, y
Segundo, ella se enamora de alguien más, pero
Tercero, _____(tn) decide entrometerse; sin embargo,
Cuarto, ella se enamora de Joe, lo cual es muy inoportuno porque
Quinto, ella está prácticamente comprometida con George Haselby, pero
Sexto, Joe se enamora de _____(tn).
Lo que los pone a todos en una incómoda situación.
Ximelove
Re: De camino a la boda (joe y tu)
Prólogo
Londres, cerca de St. George, Hannover Square, Verano de 1827
Sus pulmones estaban en llamas.
Joe Jonas estaba corriendo. A través de las calles de Londres, ignorando las miradas curiosas de los transeúntes, estaba corriendo.
Había un extraño y poderoso ritmo en sus movimientos —uno dos tres cuatro, uno dos tres cuatro— que lo empujaban, impulsándolo a seguir adelante, mientras su mente permanecía enfocada en una sola cosa.
La iglesia.
Tenía que llegar a la iglesia.
Tenía que detener la boda.
¿Cuánto tiempo llevaba corriendo? ¿Un minuto? ¿Cinco? No podía saberlo, no podía concentrarse en otra cosa diferente a su destino.
La iglesia. Tenía que llegar a la iglesia.
Tendría que haber empezado a las once. Eso. La ceremonia. Eso que jamás debió haber pasado. Pero sin embargo, ella lo había hecho. Y él tenía que detenerla. Tenía que detenerla a ella. No sabía como lo iba a hacer, y seguramente no sabía por qué, pero ella estaba haciéndolo, y todo era un error.
Ella tenía que saber que estaba en un error.
Ella era suya. Ambos se pertenecían. Ella lo sabía. Lo peor de todo, era que ella lo sabía.
¿Cuánto tiempo tardaría en desarrollarse una ceremonia? ¿Cinco minutos? ¿Diez? ¿Veinte? Nunca había prestado atención antes, seguramente nunca pensó en mirar su reloj de principio a fin.
Nunca pensó que necesitaría esa información. Nunca pensó que le importaría tanto.
¿Cuánto tiempo llevaba corriendo? ¿Dos minutos? ¿Diez?
Giró alrededor de una esquina y se dirigió a Regent Street, gruñendo lo que parecía ser un «perdóneme» cuando tropezó con un caballero respetablemente ataviado, y le tiró su maleta al piso.
Normalmente Joe se habría detenido para ayudar al señor, inclinándose para recoger su maleta, pero no hoy, no esta mañana.
No ahora.
La iglesia. Tenía que llegar a la iglesia. No podía pensar en nada más. No debía. Debía…
¡Maldición! Patinó al hacer una parada, cuando un carruaje se detuvo enfrente de él. Descansando las manos en sus caderas —no porque quería, sino porque su desesperado cuerpo se lo exigía— aspiró enormes bocanadas de aire, intentando aliviar la furiosa presión de su pecho, ese horrible ardor, que lo hacía sentir como…
El carruaje se movió y él comenzó a correr de nuevo. Ahora estaba cerca. Podía hacerlo. No podían haber pasado más de cinco minutos desde que había salido de la casa. Quizás seis. Se sentían como treinta, pero no podían haber pasado más de siete.
Tenía que detener esto. Todo estaba mal. Tenía que detenerlo. Lo detendría.
Ya podía ver la iglesia. A lo lejos, su torre gris elevándose hacia el brillante cielo azul. Alguien había colgado flores en las linderas. No podía decir que clase de flores eran —amarillas y blancas, pero en su mayoría eran amarillas. Se derramaban en el exterior con un abandono temerario, saliendo de los cestos. Lucían alegres, incluso contentas, y todo estaba tan mal. Este no era un día alegre. No era un evento que debía ser celebrado.
Y él lo detendría.
Redujo la velocidad solo lo suficiente para poder seguir corriendo sin caerse de bruces, y entonces tiró de la puerta para abrirla, amplia, más amplia, mientras escuchaba el golpe al chocarse con la pared exterior. Quizá debió haber entrado con un poco más de silencio, dándose un momento para evaluar la situación, para darse cuenta lo lejos que habían llegado.
La iglesia quedó en silencio. El sacerdote detuvo su parloteo, y cada columna vertebral de cada banco se giró, hasta que todas las caras se volvieron.
Hacia él.
—No —jadeó Joe, pero tenía tan poco aliento, que apenas si podía escuchar sus propias palabras.
—No —dijo, más alto esta vez, agarrándose del borde de los bancos mientras avanzaba—. No lo hagas.
Ella no dijo nada, pero él la vio. Tenía la boca abierta de la conmoción. Vio como el ramillete de flores se caía de sus manos, y sabía, por Dios que lo sabía, que ella había dejado de respirar.
Se veía tan hermosa. Su cabello dorado parecía capturar la luz, y brillar con un fulgor que lo llenaba de fuerzas. Se enderezó, aún respirando con dificultad, pero ahora podía caminar sin ayuda, y se soltó del banco.
—No lo hagas —dijo él otra vez, avanzando hacia ella con la gracia furtiva de un hombre que sabe lo que quiere.
Que sabe lo que debe ser.
Ella aún no hablaba. Nadie lo hizo. Eso era extraño. Trescientos de los entrometidos más grandes de Londres, estaban en ese edificio, y nadie había proferido ni una palabra. Nadie podía apartar la vista de él mientras caminaba en medio del pasillo.
—Te amo —dijo, justo allí, enfrente de todo el mundo. ¿Y a quien le importaba? No podía guardarse ese secreto. No permitiría que se casara con nadie más, sin asegurarse de que todo el mundo supiera que ella era la dueña de su corazón.
—Te amo —dijo otra vez, y por el rabillo del ojo pudo ver a su madre y a su hermana, sentadas en un banco, boquiabiertas de la sorpresa.
Siguió caminando. Por el pasillo, cada paso era más seguro, más confiado.
—No lo hagas —dijo, saliendo del pasillo y entrando en el altar—. No te cases con él.
—Joe —susurró ella—. ¿Por qué haces esto?
—Te amo —dijo, porque era lo único que podía decir. Era lo único que importaba.
Sus ojos brillaron, y él podía ver como contenía el aliento. Ella miró al hombre con el que estaba tratando de casarse. Levantó las cejas cuando él simplemente le contestó con un diminuto encogimiento de hombros, como si le dijera: Esa es tu opción.
Joe inclinó una rodilla.
—Cásate conmigo —dijo, con su mismísima alma en sus palabras—. Cásate conmigo.
Contuvo el aliento. La iglesia entera dejó de respirar.
Ella fijo los ojos en los suyos. Eran grandes, claros y todo lo que había pensado que era amable y verdadero.
—Cásate conmigo —susurró él, una última vez.
Sus labios temblaron, pero su voz fue clara cuando dijo…
Londres, cerca de St. George, Hannover Square, Verano de 1827
Sus pulmones estaban en llamas.
Joe Jonas estaba corriendo. A través de las calles de Londres, ignorando las miradas curiosas de los transeúntes, estaba corriendo.
Había un extraño y poderoso ritmo en sus movimientos —uno dos tres cuatro, uno dos tres cuatro— que lo empujaban, impulsándolo a seguir adelante, mientras su mente permanecía enfocada en una sola cosa.
La iglesia.
Tenía que llegar a la iglesia.
Tenía que detener la boda.
¿Cuánto tiempo llevaba corriendo? ¿Un minuto? ¿Cinco? No podía saberlo, no podía concentrarse en otra cosa diferente a su destino.
La iglesia. Tenía que llegar a la iglesia.
Tendría que haber empezado a las once. Eso. La ceremonia. Eso que jamás debió haber pasado. Pero sin embargo, ella lo había hecho. Y él tenía que detenerla. Tenía que detenerla a ella. No sabía como lo iba a hacer, y seguramente no sabía por qué, pero ella estaba haciéndolo, y todo era un error.
Ella tenía que saber que estaba en un error.
Ella era suya. Ambos se pertenecían. Ella lo sabía. Lo peor de todo, era que ella lo sabía.
¿Cuánto tiempo tardaría en desarrollarse una ceremonia? ¿Cinco minutos? ¿Diez? ¿Veinte? Nunca había prestado atención antes, seguramente nunca pensó en mirar su reloj de principio a fin.
Nunca pensó que necesitaría esa información. Nunca pensó que le importaría tanto.
¿Cuánto tiempo llevaba corriendo? ¿Dos minutos? ¿Diez?
Giró alrededor de una esquina y se dirigió a Regent Street, gruñendo lo que parecía ser un «perdóneme» cuando tropezó con un caballero respetablemente ataviado, y le tiró su maleta al piso.
Normalmente Joe se habría detenido para ayudar al señor, inclinándose para recoger su maleta, pero no hoy, no esta mañana.
No ahora.
La iglesia. Tenía que llegar a la iglesia. No podía pensar en nada más. No debía. Debía…
¡Maldición! Patinó al hacer una parada, cuando un carruaje se detuvo enfrente de él. Descansando las manos en sus caderas —no porque quería, sino porque su desesperado cuerpo se lo exigía— aspiró enormes bocanadas de aire, intentando aliviar la furiosa presión de su pecho, ese horrible ardor, que lo hacía sentir como…
El carruaje se movió y él comenzó a correr de nuevo. Ahora estaba cerca. Podía hacerlo. No podían haber pasado más de cinco minutos desde que había salido de la casa. Quizás seis. Se sentían como treinta, pero no podían haber pasado más de siete.
Tenía que detener esto. Todo estaba mal. Tenía que detenerlo. Lo detendría.
Ya podía ver la iglesia. A lo lejos, su torre gris elevándose hacia el brillante cielo azul. Alguien había colgado flores en las linderas. No podía decir que clase de flores eran —amarillas y blancas, pero en su mayoría eran amarillas. Se derramaban en el exterior con un abandono temerario, saliendo de los cestos. Lucían alegres, incluso contentas, y todo estaba tan mal. Este no era un día alegre. No era un evento que debía ser celebrado.
Y él lo detendría.
Redujo la velocidad solo lo suficiente para poder seguir corriendo sin caerse de bruces, y entonces tiró de la puerta para abrirla, amplia, más amplia, mientras escuchaba el golpe al chocarse con la pared exterior. Quizá debió haber entrado con un poco más de silencio, dándose un momento para evaluar la situación, para darse cuenta lo lejos que habían llegado.
La iglesia quedó en silencio. El sacerdote detuvo su parloteo, y cada columna vertebral de cada banco se giró, hasta que todas las caras se volvieron.
Hacia él.
—No —jadeó Joe, pero tenía tan poco aliento, que apenas si podía escuchar sus propias palabras.
—No —dijo, más alto esta vez, agarrándose del borde de los bancos mientras avanzaba—. No lo hagas.
Ella no dijo nada, pero él la vio. Tenía la boca abierta de la conmoción. Vio como el ramillete de flores se caía de sus manos, y sabía, por Dios que lo sabía, que ella había dejado de respirar.
Se veía tan hermosa. Su cabello dorado parecía capturar la luz, y brillar con un fulgor que lo llenaba de fuerzas. Se enderezó, aún respirando con dificultad, pero ahora podía caminar sin ayuda, y se soltó del banco.
—No lo hagas —dijo él otra vez, avanzando hacia ella con la gracia furtiva de un hombre que sabe lo que quiere.
Que sabe lo que debe ser.
Ella aún no hablaba. Nadie lo hizo. Eso era extraño. Trescientos de los entrometidos más grandes de Londres, estaban en ese edificio, y nadie había proferido ni una palabra. Nadie podía apartar la vista de él mientras caminaba en medio del pasillo.
—Te amo —dijo, justo allí, enfrente de todo el mundo. ¿Y a quien le importaba? No podía guardarse ese secreto. No permitiría que se casara con nadie más, sin asegurarse de que todo el mundo supiera que ella era la dueña de su corazón.
—Te amo —dijo otra vez, y por el rabillo del ojo pudo ver a su madre y a su hermana, sentadas en un banco, boquiabiertas de la sorpresa.
Siguió caminando. Por el pasillo, cada paso era más seguro, más confiado.
—No lo hagas —dijo, saliendo del pasillo y entrando en el altar—. No te cases con él.
—Joe —susurró ella—. ¿Por qué haces esto?
—Te amo —dijo, porque era lo único que podía decir. Era lo único que importaba.
Sus ojos brillaron, y él podía ver como contenía el aliento. Ella miró al hombre con el que estaba tratando de casarse. Levantó las cejas cuando él simplemente le contestó con un diminuto encogimiento de hombros, como si le dijera: Esa es tu opción.
Joe inclinó una rodilla.
—Cásate conmigo —dijo, con su mismísima alma en sus palabras—. Cásate conmigo.
Contuvo el aliento. La iglesia entera dejó de respirar.
Ella fijo los ojos en los suyos. Eran grandes, claros y todo lo que había pensado que era amable y verdadero.
—Cásate conmigo —susurró él, una última vez.
Sus labios temblaron, pero su voz fue clara cuando dijo…
Ximelove
Re: De camino a la boda (joe y tu)
nueva lectora
seguilaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
seguilaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
JBisJonasBrotherss
Re: De camino a la boda (joe y tu)
OH por Dios!!! no la dejes así !!! siguela pronto!!! hay que lindo Joe jeje...me dejaste con el corazón en la mano, que la rayis acepte :D
Por cierto nueva y super fiel lectora...siguela please, y si tienen tiempo pasen por mi nove porfa...
https://onlywn.activoforo.com/t8079p150-calido-invierno-en-tu-corazon-nick-j-y-tu
Por cierto nueva y super fiel lectora...siguela please, y si tienen tiempo pasen por mi nove porfa...
https://onlywn.activoforo.com/t8079p150-calido-invierno-en-tu-corazon-nick-j-y-tu
shantirosse
Re: De camino a la boda (joe y tu)
woow como la dejas ahí
yo leyendo asi como:shock:
y continuo para saber que le dice y se termina el cap
continua!!!
Nueva Lectora!!
yo leyendo asi como:shock:
y continuo para saber que le dice y se termina el cap
continua!!!
Nueva Lectora!!
Lemoine
Re: De camino a la boda (joe y tu)
Cuando dijo... qué dijo?? COMO PUEDES DEJARLA AHÍ ESTAS LOCA
Tienes que seguirla por favor
Tienes que seguirla por favor
JB&1D2
Re: De camino a la boda (joe y tu)
nueva lectoraaaaaaa
tienes qe seguirla pronto
como se te ocurre dejarla
asi...qe dijoooo??? necesito
saberr...siguelaaa por fisss
pero qe sea prontooo!!!
tienes qe seguirla pronto
como se te ocurre dejarla
asi...qe dijoooo??? necesito
saberr...siguelaaa por fisss
pero qe sea prontooo!!!
ale_princess
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