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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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RENDICION (ADAPTADA JOE Y TU)
Capítulo 6
—Joe, seamos razonables —jadeó -----, su sexo apretando sobre el dedo dentro de ella, temblando por las profundas, gentiles caricias que la yema de su dedo le proporcionaba. —Tu polla no cabrá ahí. Deja de intentar asustarme.
Pero ella sentía que no era una amenaza ociosa.
Él sonrió. Ella sabía bien que debía creer en esa sonrisa. Sus labios se curvaron lentamente, las esquinas de sus ojos se arrugaron. Mirándola atentamente, él deslizó su dedo hasta lo más profundo de su empapado y caliente canal y luego se movió para acostarse al lado de ella.
----- lo miró con cuidado, como a una bestia salvaje mientras él apoyaba su cabeza en su brazo y la miraba por entre sus ojos entrecerrados. Entonces su mirada cambió, dirigiéndola a sus muslos, los ojos ella siguiéndolo mientras movía su mano.
—No... —gritó ella defensivamente mientras él alzaba su mano.
Ella se irguió. Él movió su cabeza, sus labios se lanzaron sobre un duro, puntiagudo pezón un segundo antes de que él le propinara otro punzante golpe a los mojados labios de su sexo.
Ella gritó, placer y dolor obligando a sus labios a emitir un desvalido sonido de confuso deseo mientras su cuerpo se doblaba y empujaba contra el de él. Su lengua raspó su pezón mientras él la chupaba, y el siguiente golpe a su sexo fue sobre la carne que protegía su hinchado clítoris. Su grito fue fuerte, su cuerpo estirándose, arqueado, luchando tanto contra el dolor como el placer mientras que ella se esforzaba por separar los dos. Estaba en llamas, su cabeza tambaleándose en una confusa ciénaga de sensaciones. Quería rogar por más, suplicar piedad.
Otro golpe llegó a ella, su palma ubicada para golpear desde su clítoris a su vagina mientras él tomaba su pezón entre sus dientes. El dolor punzante, caliente y feroz tenía su clítoris palpitando mientras ella gritaba cerca del clímax.
—Por favor —suplicó ella, su cabeza refregándose contra la almohada mientras sentía su brazo alzarse otra vez. —Por favor Joe...
Un grito estrangulado abandonó su garganta cuando un golpe más duro aterrizó sobre ella, golpeando con fuerza y fuego, haciendo arder su clítoris, su orgasmo alcanzando su punto máximo contra su voluntad. Un estremecimiento atravesó su cuerpo mientras su palma golpeaba en su clítoris con presión suficiente para disparar su liberación.
Entonces los labios de él cubrieron los suyos con un gemido, su lengua entrando en su boca con avaricia y hambre. ----- luchó para acercarse, sus brazos y piernas protestando contra su confinamiento mientras ella salía al encuentro de su beso con la misma voracidad, su lengua enredada a la de él, sus gemidos un áspero chirrido contra su garganta mientras ella sentía su coño latir, su vagina muriéndose por más.
----- se estremeció con la palpitante intensidad de su clímax, una distante parte de ella estaba sobresaltada, asombrada de que ella pudiera responder de ese modo. Fieros estremecimientos atravesaban su cuerpo, lamían su matriz, dejándola ansiosa, hambrienta por más. Su sexo estaba vacío, un desesperante dolor excitado atormentándola ahora. No era suficiente. Ella necesitaba más. Mucho más.
— ¿Necesitas más, ------? —gruñó él mientras se retiraba y bajaba la vista hacia ella.
Sus ojos ya no eran pacientes, estaban ardientes y hambrientos, mirándola atentamente.
—Más. Por favor, Joe. Te necesito —gimió ella mirándolo mientras su cuerpo se agitaba, necesitándolo, deseando tanto su polla que hasta apenas podía respirar, su excitación era así de intensa.
Él se movió hacia atrás, su mano subiendo entre sus muslos, un voraz gemido saliendo de su garganta mientras sentía la espesa capa cremosa que volvía a cubrir la carne de ella.
—Tu sexo es tan caliente, ------ —. Su voz sonó torturada. —Tan caliente y dulce, yo podría comerte ahora mismo.
—Sí —. Ella se retorció contra él, necesitando que la tocara, que la follara, llenando el enorme hoyo de exquisita necesidad palpitando dentro de ella.
—No aún —se negó él, haciéndola lloriquear. —No aún, nena. Pero pronto. Realmente pronto.
Ella miró mientras él se alejaba de ella, arrodillándose y acomodando las almohadas bajo sus hombros y cabeza.
—Tu sabes lo que quiero, ----- —le dijo, su voz ruda, su polla apuntando a sus labios. —Abre tu boca, nena, dame lo que quiero.
Cualquier cosa. Cualquier cosa para convencerlo de aliviarla del dolor que palpitaba en su estómago. Ella abrió sus labios, y gimió mientras la gruesa cabeza empujaba pasándolos, estirándolos dolorosamente. Él era enorme, tan largo y grueso que ella quiso gritar de miedo, gritarle que se apurara y la follara con eso.
—Oh sí, que boquita tan pequeña y caliente —gimió él, envolviendo sus dedos alrededor de la base mientras penetraba su boca, parando sólo cuando los ojos de ella comenzaron a ensancharse por el miedo de que la ahogara. —Relaja tu garganta, ---- —la urgió él. —Sólo unos centímetros más, nena. Toma un poco más para mí y te mostraré que bueno puedo hacerte sentir lo que sigue.
Su sexo zumbaba su respuesta. Sí, toma más, perra. Tómalo todo, y entonces él me follará. La criatura voraz que era su coño exigía su obediencia con tanta ferocidad como Joe lo hacía. Respirando por su nariz, sus ojos en los de él, ella relajó lentamente los músculos de su garganta, sintiendo como él, con lentos empujes, conseguía los centímetros finales que exigía que ella tomara.
Su mano apretaba sobre su polla, su dedo acariciando su boca mientras él marcaba su límite, y aún así, había tanto más. Él se retiró mientras ----- chupaba la gruesa longitud, su lengua acariciándolo, raspando el lado de abajo de su miembro mientras él lo sacaba casi totalmente de su boca hasta que ella estuvo bebiendo ruidosamente sobre nada más que la congestionada cabeza, y amándolo.
Entonces él comenzó a penetrar otra vez. Un lento y mesurado empuje que hundió su polla a la profundidad por él marcada, su expresión endureciéndose con tal extremo placer que ella luchó por acariciar la ancha cabeza que intentaba ahogarla. Ella dejó a su garganta hacer un intento de tragar, un movimiento tentativo como probando su capacidad para hacerlo.
Joe gimió, su verga sacudiéndose en su boca mientras se retiraba, metiéndola otra vez. Ella repitió el movimiento, mirando su cara, nunca dejando de ver su expresión mientras él comenzaba a follar su boca. Él estaba jadeando, sus dientes apretados, su duro estómago apretado.
—Sí, trágalo —gruñó él cuando ella repitió el movimiento. —Trágalo, nena. Muéstrame que deseas mi polla.
Él estaba follando su boca más duro ahora, sus labios tan estirados que los sentía lastimados, pero a ----- le gustó el sentimiento, amaba ver su entusiasmo, la extrema lujuria que cruzaba su cara cada vez que su garganta acariciaba la cabeza de su polla. Sus caderas botaban contra ella, su voz un gruñido mientras él follaba sus labios, empujando su polla tan profundamente como podía ir, gimiendo mientras la carne se tensaba, se apretaba más.
—Sí. Voy a correrme ahora, -----. Voy a correrme en tu pequeña boca caliente justo como voy a correrme bien dentro de ese pequeño culo apretado. Tomalo, nena, toma mi polla —. Él empujó con fuerza, ella tragó, sus caderas bombeando, entonces ----- sintió la primera dura, caliente explosión de semen contra el fondo de su garganta. Esta fue seguida por más. Espesos chorros de cremoso semen bajando por su garganta mientras él gritaba encima de ella.
----- estaba extática, temblando de anticipación mientras sentía su pene, todavía duro, salir de su boca. Él la follaría ahora. Seguramente, él la follaría ahora.
—Eres tan hermosa, ----- —susurró él mientras se alejaba de ella, bajando la vista hacia ella, sus ojos amables una vez más. —Tan condenadamente caliente y hermosa, me vuelves loco.
—Bien —gimió ella. —Fóllame ahora, Joe. Por favor.
Él sonrió, y sus ojos se ensancharon mientras sacudía la cabeza.
— ¿Qué? —escupió ella, incrédula. —Maldito seas, Joe, no puedes dejarme de esta forma.
— ¿Yo dije que te estaba dejando? —le preguntó él, arqueando su ceja en signo de pregunta. —No, ------, estaré aquí contigo, toda la noche, cada noche. Pero tú no estás preparada para ser follada aún.
—Te juro que lo estoy —exclamó ella. —En serio lo estoy, Joe—. Si ella estuviera más lista, estallaría en llamas.
Él rió en silencio, aunque el sonido fue tenso.
—No aún, ----- —susurró él. —Pero pronto.
Él se movió a través del cuarto, y luego ----- notó la pequeña bandeja que había sobre la carpeta de su cómoda empotrada en la pared. Él lo recogió y al volverse, los ojos de ----- se ensancharon con aprehensión.
Había varios artículos sexuales yaciendo sobre la bandeja de plata, así como un gran tubo de lubricante. El que más la asustó, fue el grueso consolador anal apoyado sobre su ancha base. ------ tembló al verlo, sacudiendo su cabeza con miedo mientras él se acercaba a ella. Si sólo estuviera lo bastante asustada, pensó fríamente. Que Dios la ayudara, su coño estaba en fuego, su cuerpo tan sensible que ella creía que una suave brisa le produciría un orgasmo. Y ver esos juguetes, el grueso invasor anal y el gran consolador, la hacían temblar, no sólo de miedo, sino de entusiasmo.
Él puso la bandeja sobre su mesa de noche, luego se sentó sobre su cama, mirándolos fijamente.
—Si no te mantienes excitada, necesitándome a mí y a lo que te daré, entonces me alejaré —le dijo él, su voz tan suave que ella tuvo que esforzarse por oírlo. —Pero yo te empujaré,-----, veré lo que te gusta, veré lo que puedes tomar. No sólo esta noche, sino toda la semana. Tú eres mía hasta la noche de la fiesta de tu padre. No importa qué, no importa cuando, siempre y cuando lo que haga te excite.
— ¿Y si no lo logras? —preguntó ella con ira. — ¿Qué vas a hacerme, lastimarme hasta que no pueda soportarlo más?
Él se volvió hacia ella, sus ojos ardiendo.
—Sólo puedo darte lo que quieres, lo que necesitas —dijo él entre dientes apretados. —Estás tan malditamente caliente por ser dominada que no puedes soportarlo. ¿Tú piensas que no conozco eso? ¿Crees que te contaron los rumores sobre mis preferencias innecesariamente? Si no estuvieras excitada por ellas, -----, no hubieras estado tan mojada como para empapar mi mano hace dos años cuando te arrinconé en el pasillo. Sólo estás asustada. Y te deseo demasiado como para dejar que sigas asustada de lo que ambos necesitamos más.
— ¡No lo haré! —. Pero la excitación estaba electrificando su cuerpo, haciendo latir cada célula en anticipación.
— ¿No lo harás? —gruñó él. —Sé sobre los libros que tu madre encontró en tu cuarto cuando ibas al colegio, -----. Las historias que lees, para satisfacer esas ansias que no puedes explicar.
Su cara enrojeció. Su madre había estado enfurecida sobre los libros porno que había encontrado en el cuarto de ----- ese año.
—Cautivas, dominadas por sus amantes. Sumisas, adorando cada golpe de sensual placer que recibían.
------ podía sentir el rubor por la mortificación manchando todo su cuerpo.
— ¿Alguna vez follaste tu trasero, -----? —le preguntó suavemente él, inclinándose hacia ella, mirándola fijamente. — ¿Mientras acariciabas tu coño, luchando por un orgasmo, tu dedo alguna vez entró en ese pequeño, caliente, oscuro pasaje sólo para ver cómo se sentía?
Ella lo había hecho. ----- gimió humillada. Pero no había sido su dedo, había sido el delgado, redondeado vibrador que ella tenía escondido. La oleada de oscuro placer que se había extendido por ella había sido aterradora. Incluso peor había sido el duro, espantoso temblor de un orgasmo que casi la hizo gritar, subiendo por su cuerpo, y haciendo que de su sexo chorreara un fluido suave, pegajoso. Recordar el dolor de la penetración, la humillación de lanzar aquel chorro de líquido, había hecho que ella nunca volviera a intentar tal cosa, excepto con sus dedos. Incluso ahora, años más tarde, el recuerdo de ese acto era suficiente para hacerla ruborizar de vergüenza.
— ¿Eso dolió, -----? —. Y desde luego, esos malvados reconocieron el rubor de la admisión sobre su piel. — ¿Te hizo desear más?
—No —escupió ella, temblando de nervios, excitada.
—Yo creo que sí —. Él tocó su mejilla, sus dedos acariciando su carne, su voz apacible. —Creo que te dejó dolorida, necesitada y demasiado malditamente asustada para intentar hacerlo. Creo, -----, que me necesitas tanto como yo te necesito.
—Y yo creo que tu estás loco —lo atacó ella, rechazándolo, preguntándose por qué lo hacía cuando lo necesitaba tanto.
Su pulgar le acarició los hinchados labios, sus ojos oscuros, brillando en la luz de la vela.
— ¿Lo estoy? —le preguntó suavemente. —Vamos a ver, -----, cómo de chiflado estoy.
—Joe, seamos razonables —jadeó -----, su sexo apretando sobre el dedo dentro de ella, temblando por las profundas, gentiles caricias que la yema de su dedo le proporcionaba. —Tu polla no cabrá ahí. Deja de intentar asustarme.
Pero ella sentía que no era una amenaza ociosa.
Él sonrió. Ella sabía bien que debía creer en esa sonrisa. Sus labios se curvaron lentamente, las esquinas de sus ojos se arrugaron. Mirándola atentamente, él deslizó su dedo hasta lo más profundo de su empapado y caliente canal y luego se movió para acostarse al lado de ella.
----- lo miró con cuidado, como a una bestia salvaje mientras él apoyaba su cabeza en su brazo y la miraba por entre sus ojos entrecerrados. Entonces su mirada cambió, dirigiéndola a sus muslos, los ojos ella siguiéndolo mientras movía su mano.
—No... —gritó ella defensivamente mientras él alzaba su mano.
Ella se irguió. Él movió su cabeza, sus labios se lanzaron sobre un duro, puntiagudo pezón un segundo antes de que él le propinara otro punzante golpe a los mojados labios de su sexo.
Ella gritó, placer y dolor obligando a sus labios a emitir un desvalido sonido de confuso deseo mientras su cuerpo se doblaba y empujaba contra el de él. Su lengua raspó su pezón mientras él la chupaba, y el siguiente golpe a su sexo fue sobre la carne que protegía su hinchado clítoris. Su grito fue fuerte, su cuerpo estirándose, arqueado, luchando tanto contra el dolor como el placer mientras que ella se esforzaba por separar los dos. Estaba en llamas, su cabeza tambaleándose en una confusa ciénaga de sensaciones. Quería rogar por más, suplicar piedad.
Otro golpe llegó a ella, su palma ubicada para golpear desde su clítoris a su vagina mientras él tomaba su pezón entre sus dientes. El dolor punzante, caliente y feroz tenía su clítoris palpitando mientras ella gritaba cerca del clímax.
—Por favor —suplicó ella, su cabeza refregándose contra la almohada mientras sentía su brazo alzarse otra vez. —Por favor Joe...
Un grito estrangulado abandonó su garganta cuando un golpe más duro aterrizó sobre ella, golpeando con fuerza y fuego, haciendo arder su clítoris, su orgasmo alcanzando su punto máximo contra su voluntad. Un estremecimiento atravesó su cuerpo mientras su palma golpeaba en su clítoris con presión suficiente para disparar su liberación.
Entonces los labios de él cubrieron los suyos con un gemido, su lengua entrando en su boca con avaricia y hambre. ----- luchó para acercarse, sus brazos y piernas protestando contra su confinamiento mientras ella salía al encuentro de su beso con la misma voracidad, su lengua enredada a la de él, sus gemidos un áspero chirrido contra su garganta mientras ella sentía su coño latir, su vagina muriéndose por más.
----- se estremeció con la palpitante intensidad de su clímax, una distante parte de ella estaba sobresaltada, asombrada de que ella pudiera responder de ese modo. Fieros estremecimientos atravesaban su cuerpo, lamían su matriz, dejándola ansiosa, hambrienta por más. Su sexo estaba vacío, un desesperante dolor excitado atormentándola ahora. No era suficiente. Ella necesitaba más. Mucho más.
— ¿Necesitas más, ------? —gruñó él mientras se retiraba y bajaba la vista hacia ella.
Sus ojos ya no eran pacientes, estaban ardientes y hambrientos, mirándola atentamente.
—Más. Por favor, Joe. Te necesito —gimió ella mirándolo mientras su cuerpo se agitaba, necesitándolo, deseando tanto su polla que hasta apenas podía respirar, su excitación era así de intensa.
Él se movió hacia atrás, su mano subiendo entre sus muslos, un voraz gemido saliendo de su garganta mientras sentía la espesa capa cremosa que volvía a cubrir la carne de ella.
—Tu sexo es tan caliente, ------ —. Su voz sonó torturada. —Tan caliente y dulce, yo podría comerte ahora mismo.
—Sí —. Ella se retorció contra él, necesitando que la tocara, que la follara, llenando el enorme hoyo de exquisita necesidad palpitando dentro de ella.
—No aún —se negó él, haciéndola lloriquear. —No aún, nena. Pero pronto. Realmente pronto.
Ella miró mientras él se alejaba de ella, arrodillándose y acomodando las almohadas bajo sus hombros y cabeza.
—Tu sabes lo que quiero, ----- —le dijo, su voz ruda, su polla apuntando a sus labios. —Abre tu boca, nena, dame lo que quiero.
Cualquier cosa. Cualquier cosa para convencerlo de aliviarla del dolor que palpitaba en su estómago. Ella abrió sus labios, y gimió mientras la gruesa cabeza empujaba pasándolos, estirándolos dolorosamente. Él era enorme, tan largo y grueso que ella quiso gritar de miedo, gritarle que se apurara y la follara con eso.
—Oh sí, que boquita tan pequeña y caliente —gimió él, envolviendo sus dedos alrededor de la base mientras penetraba su boca, parando sólo cuando los ojos de ella comenzaron a ensancharse por el miedo de que la ahogara. —Relaja tu garganta, ---- —la urgió él. —Sólo unos centímetros más, nena. Toma un poco más para mí y te mostraré que bueno puedo hacerte sentir lo que sigue.
Su sexo zumbaba su respuesta. Sí, toma más, perra. Tómalo todo, y entonces él me follará. La criatura voraz que era su coño exigía su obediencia con tanta ferocidad como Joe lo hacía. Respirando por su nariz, sus ojos en los de él, ella relajó lentamente los músculos de su garganta, sintiendo como él, con lentos empujes, conseguía los centímetros finales que exigía que ella tomara.
Su mano apretaba sobre su polla, su dedo acariciando su boca mientras él marcaba su límite, y aún así, había tanto más. Él se retiró mientras ----- chupaba la gruesa longitud, su lengua acariciándolo, raspando el lado de abajo de su miembro mientras él lo sacaba casi totalmente de su boca hasta que ella estuvo bebiendo ruidosamente sobre nada más que la congestionada cabeza, y amándolo.
Entonces él comenzó a penetrar otra vez. Un lento y mesurado empuje que hundió su polla a la profundidad por él marcada, su expresión endureciéndose con tal extremo placer que ella luchó por acariciar la ancha cabeza que intentaba ahogarla. Ella dejó a su garganta hacer un intento de tragar, un movimiento tentativo como probando su capacidad para hacerlo.
Joe gimió, su verga sacudiéndose en su boca mientras se retiraba, metiéndola otra vez. Ella repitió el movimiento, mirando su cara, nunca dejando de ver su expresión mientras él comenzaba a follar su boca. Él estaba jadeando, sus dientes apretados, su duro estómago apretado.
—Sí, trágalo —gruñó él cuando ella repitió el movimiento. —Trágalo, nena. Muéstrame que deseas mi polla.
Él estaba follando su boca más duro ahora, sus labios tan estirados que los sentía lastimados, pero a ----- le gustó el sentimiento, amaba ver su entusiasmo, la extrema lujuria que cruzaba su cara cada vez que su garganta acariciaba la cabeza de su polla. Sus caderas botaban contra ella, su voz un gruñido mientras él follaba sus labios, empujando su polla tan profundamente como podía ir, gimiendo mientras la carne se tensaba, se apretaba más.
—Sí. Voy a correrme ahora, -----. Voy a correrme en tu pequeña boca caliente justo como voy a correrme bien dentro de ese pequeño culo apretado. Tomalo, nena, toma mi polla —. Él empujó con fuerza, ella tragó, sus caderas bombeando, entonces ----- sintió la primera dura, caliente explosión de semen contra el fondo de su garganta. Esta fue seguida por más. Espesos chorros de cremoso semen bajando por su garganta mientras él gritaba encima de ella.
----- estaba extática, temblando de anticipación mientras sentía su pene, todavía duro, salir de su boca. Él la follaría ahora. Seguramente, él la follaría ahora.
—Eres tan hermosa, ----- —susurró él mientras se alejaba de ella, bajando la vista hacia ella, sus ojos amables una vez más. —Tan condenadamente caliente y hermosa, me vuelves loco.
—Bien —gimió ella. —Fóllame ahora, Joe. Por favor.
Él sonrió, y sus ojos se ensancharon mientras sacudía la cabeza.
— ¿Qué? —escupió ella, incrédula. —Maldito seas, Joe, no puedes dejarme de esta forma.
— ¿Yo dije que te estaba dejando? —le preguntó él, arqueando su ceja en signo de pregunta. —No, ------, estaré aquí contigo, toda la noche, cada noche. Pero tú no estás preparada para ser follada aún.
—Te juro que lo estoy —exclamó ella. —En serio lo estoy, Joe—. Si ella estuviera más lista, estallaría en llamas.
Él rió en silencio, aunque el sonido fue tenso.
—No aún, ----- —susurró él. —Pero pronto.
Él se movió a través del cuarto, y luego ----- notó la pequeña bandeja que había sobre la carpeta de su cómoda empotrada en la pared. Él lo recogió y al volverse, los ojos de ----- se ensancharon con aprehensión.
Había varios artículos sexuales yaciendo sobre la bandeja de plata, así como un gran tubo de lubricante. El que más la asustó, fue el grueso consolador anal apoyado sobre su ancha base. ------ tembló al verlo, sacudiendo su cabeza con miedo mientras él se acercaba a ella. Si sólo estuviera lo bastante asustada, pensó fríamente. Que Dios la ayudara, su coño estaba en fuego, su cuerpo tan sensible que ella creía que una suave brisa le produciría un orgasmo. Y ver esos juguetes, el grueso invasor anal y el gran consolador, la hacían temblar, no sólo de miedo, sino de entusiasmo.
Él puso la bandeja sobre su mesa de noche, luego se sentó sobre su cama, mirándolos fijamente.
—Si no te mantienes excitada, necesitándome a mí y a lo que te daré, entonces me alejaré —le dijo él, su voz tan suave que ella tuvo que esforzarse por oírlo. —Pero yo te empujaré,-----, veré lo que te gusta, veré lo que puedes tomar. No sólo esta noche, sino toda la semana. Tú eres mía hasta la noche de la fiesta de tu padre. No importa qué, no importa cuando, siempre y cuando lo que haga te excite.
— ¿Y si no lo logras? —preguntó ella con ira. — ¿Qué vas a hacerme, lastimarme hasta que no pueda soportarlo más?
Él se volvió hacia ella, sus ojos ardiendo.
—Sólo puedo darte lo que quieres, lo que necesitas —dijo él entre dientes apretados. —Estás tan malditamente caliente por ser dominada que no puedes soportarlo. ¿Tú piensas que no conozco eso? ¿Crees que te contaron los rumores sobre mis preferencias innecesariamente? Si no estuvieras excitada por ellas, -----, no hubieras estado tan mojada como para empapar mi mano hace dos años cuando te arrinconé en el pasillo. Sólo estás asustada. Y te deseo demasiado como para dejar que sigas asustada de lo que ambos necesitamos más.
— ¡No lo haré! —. Pero la excitación estaba electrificando su cuerpo, haciendo latir cada célula en anticipación.
— ¿No lo harás? —gruñó él. —Sé sobre los libros que tu madre encontró en tu cuarto cuando ibas al colegio, -----. Las historias que lees, para satisfacer esas ansias que no puedes explicar.
Su cara enrojeció. Su madre había estado enfurecida sobre los libros porno que había encontrado en el cuarto de ----- ese año.
—Cautivas, dominadas por sus amantes. Sumisas, adorando cada golpe de sensual placer que recibían.
------ podía sentir el rubor por la mortificación manchando todo su cuerpo.
— ¿Alguna vez follaste tu trasero, -----? —le preguntó suavemente él, inclinándose hacia ella, mirándola fijamente. — ¿Mientras acariciabas tu coño, luchando por un orgasmo, tu dedo alguna vez entró en ese pequeño, caliente, oscuro pasaje sólo para ver cómo se sentía?
Ella lo había hecho. ----- gimió humillada. Pero no había sido su dedo, había sido el delgado, redondeado vibrador que ella tenía escondido. La oleada de oscuro placer que se había extendido por ella había sido aterradora. Incluso peor había sido el duro, espantoso temblor de un orgasmo que casi la hizo gritar, subiendo por su cuerpo, y haciendo que de su sexo chorreara un fluido suave, pegajoso. Recordar el dolor de la penetración, la humillación de lanzar aquel chorro de líquido, había hecho que ella nunca volviera a intentar tal cosa, excepto con sus dedos. Incluso ahora, años más tarde, el recuerdo de ese acto era suficiente para hacerla ruborizar de vergüenza.
— ¿Eso dolió, -----? —. Y desde luego, esos malvados reconocieron el rubor de la admisión sobre su piel. — ¿Te hizo desear más?
—No —escupió ella, temblando de nervios, excitada.
—Yo creo que sí —. Él tocó su mejilla, sus dedos acariciando su carne, su voz apacible. —Creo que te dejó dolorida, necesitada y demasiado malditamente asustada para intentar hacerlo. Creo, -----, que me necesitas tanto como yo te necesito.
—Y yo creo que tu estás loco —lo atacó ella, rechazándolo, preguntándose por qué lo hacía cuando lo necesitaba tanto.
Su pulgar le acarició los hinchados labios, sus ojos oscuros, brillando en la luz de la vela.
— ¿Lo estoy? —le preguntó suavemente. —Vamos a ver, -----, cómo de chiflado estoy.
Sooky
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Mori!
Nbdshdxjsdx
Super!
Tienes q seguirla!
Yaaaa!
Muy bna nove
Y los caps asombrosoos!
Nbdshdxjsdx
Super!
Tienes q seguirla!
Yaaaa!
Muy bna nove
Y los caps asombrosoos!
Pao Jonatica Forever :3
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
hola chicas ya se que ando lenta con lo delos capitulos asi que como regalo atrasado de navidad les voy a subir dos capitulos para que amen mas a Joe
Bimbenida sophia espero que no nos abandones
Bimbenida sophia espero que no nos abandones
Sooky
RENDICION (ADAPTADA JOE Y TU)
Capítulo 7
----- observaba a Joe, intentando aquietar la difícil y áspera respiración que sacudía su cuerpo. Parecía no poder conseguir suficiente oxígeno, parecía no poder normalizar el fuerte estremecimiento de su palpitante corazón.
—Hay una línea delgada que divide el placer del dolor —le dijo él mientras sacaba el invasor anal de la bandeja, y el tubo de lubricante. —Es tan delgada, que si todo va como debiera ir, el dolor se suma al placer, de una manera erótica y oscura.
Él se corrió a los pies de la cama. Aflojó las cuerdas atadas al estribo, y tomó rápidamente sus piernas antes de que ella pudiera patearlo. Ignorando sus violentos esfuerzos y sus maldiciones acaloradas, en minutos él tenía su cuerpo entero dado vuelta, con las cuerdas sosteniéndola nuevamente en posición mientras él metía varias almohadas bajo sus caderas.
—Bastardo —. Su voz estaba estrangulada mientras una excitación enloquecedora se disparaba por su cuerpo.
Su trasero estaba arqueado hacia él. Ella estaba extendida, abierta para él, y los destellos de miedo y excitación que recorrían su cuerpo la tenían aterrorizada.
—Dios, -----, eres tan hermosa —gruñó él desde atrás, su voz áspera, llena de lujuria. —Tu pequeño trasero tan rosado y bonito. Y me gusta como mantienes tu coño depilado, tan suave y liso. Pero hubiese preferido hacerlo yo mismo. De ahora en adelante, me ocuparé de eso por tí.
----- tembló, gritando. Ella debería odiar esto. Debería estar gritando, pidiéndole que se detuviera, en cambio su cuerpo pulsaba de necesidad y deseo, anticipándose
.
—No deberías haber esperado tanto para volver, ----- —susurró él mientras besaba la llena mejilla de su trasero. —No deberías haberme hecho esperar tanto, nena, porque no seré capaz de ser tan gentil como lo hubiera sido.
Su coño palpitó con sus palabras.
—Y tendré que castigarte —. Ella gimoteó ante el creciente entusiasmo de su voz. —Pero de todos modos lo hubiera hecho, -----. Porque necesito ver ese bonito trasero ponerse todo rojo y caliente por mi mano.
—No —. A pesar del grito instintivo de ella, su mano cayó sobre la mejilla redondeada de su trasero.
El calor destelló a través de su carne, entonces ella gritó mientras un dedo se hundía en su coño un segundo más tarde. Ella se dobló, se retorció contra sus ataduras.
—Estás tan mojada —gimió él. —Tan apretada y caliente, -----. Pero para cuando mi polla se hunda en tu lindo coño, vas a estar más apretada.
Su mano golpeó otra vez mientras su ancho dedo se retiraba de su temblorosa vagina. Mientras el calor aumentaba en la carne de sus nalgas, su dedo se hundió otra vez. ----- gritaba de miedo y de una oleada de entusiasmo oscuro, erótico. Los golpes no eran crueles, sino bastante agudos y picantes, construyendo un calor constante en su carne.
—Tan linda —. Él golpeó el otro lado, entonces su dedo empujó dentro de ella otra vez.
Ella estaba tan mojada que goteaba. Él alternaba los golpes suaves con los picantes, lo que la mantenía estremeciéndose de anticipación. Mantenido su carne acalorada, el dolor destellando por su cuerpo. Un dolor que ella odiaba, lo odiaba porque el placer que venía de él la estaba volviendo loca. Ella podía sentir sus jugos fluyendo de su sexo, oír sus gritos resonando con necesidades a las que ella no quería nombrar.
Para cuando él terminó, ella sentía su trasero encendido, sus caderas estaban rotando, su sexo palpitando. Ella se moría de necesidad. Si él no la follaba pronto, se volvería loca. Ella se quemaba, por dentro y por fuera, una ola de lujuria ardiente atormentaba sus entrañas mientras ella luchaba contra los placeres depravados de la azotaína.
—Tu trasero está ahora tan bonito y rojo —gimió él. —Maldición, -----, me gustas así, nena, toda atada para mí, enrojecida, tu coño caliente y apretado y tan mojado que empapa mis dedos. —Dos dedos se hundieron en ella.
—Joe —. Su grito era ronco y desesperado mientras su orgasmo la hacía vacilar en el filo de una atormentada excitación.
—Voy a poner el invasor anal en tu trasero ahora, ----- —le advirtió mientras retiraba sus dedos de su cuerpo. —Entonces te follaré, nena. Te follaré tan profundamente y tan fuerte que nunca me volverás a dejar otra vez.
La cabeza de ----- se enterró en la almohada mientras su mano le separaba sus nalgas. Ella se estremeció cuando sintió el lubricante frío, luego gritó otra vez mientras su dedo se hundía totalmente en el apretado agujero. Punzante, enviando una llamarada de calor por los músculos que la hacían corcovear y empujar.
—Ah, -----, tu culo es tan apretado —. Él retorció su dedo dentro de ella, extendiendo la lubricación, estirando los músculos mientras ella gimoteaba de angustia. —No quiere estirarse, -----. Un agujero virgen tan bonito.
Con todo lo que la llenaba su dedo, ¿cómo podría tomar ella aún más? Ella se apretó contra él con miedo, luego gimió mientras el ardiente dolor hacía que su coño latiera más caliente. Ella era depravada. Debería estar aterrorizada, luchándo contra él, en cambio sus quejidos suplicaban por más.
Él repitió la lubricación varias veces mientras ----- luchaba por respirar más allá del placer y el dolor. Ella estaba lista para gritar, para pedir más. Quería susurrar las palabras prohibidas. Mordió su labio, jadeó, gritó mientras su dedo finalmente se retiraba.
—-----, quiero que inspires profundamente —finalmente la instruyó él, acalorado. —Relájate cuando el invasor empiece a entrar, eso aliviará el dolor si es que es demasiado para tí al principio.
—Me estás torturando —gitó ella, resistiéndose a sus ataduras. No quería esto ahora. Estaba demasiado asustada. La oscura lujuria que la recorría era demasiado intensa, demasiado espantosa. —Detente, Joe. ¡Déjame ir!
—Está bien, ----- —. Su mano acarició su trasero y entonces sus dedos apretaron, separándola de nuevo. —Está bien, nena. Es normal asustarse. Sólo relájate.
—Joe —. Ella no supo si su grito fué de protesta o de necesidad cuando sintió la aguda cabeza del grueso invasor acomodarse contra su diminuto agujero.
—Va a doler, ------ —. Su voz era oscura, excitada. —Vas a gritar para mí, y lo vas a amar. Sé que lo harás, nena.
—Oh Dios —. Ella sacudió su cabeza sobre la almohada, pero no pudo evitar permitir que su cuerpo se relajara ligeramente.
Ella sintió el dispositivo comenzar a penetrar el apretado agujero. Al principio, la sensación de perforación fué suave, pero a medida que la longitud y el grosor aumentaban, un persistente y creciente fuego comenzó a dispararse a traves de su cuerpo.
Ella se tensó, pero Joe no se retiró. Ella gritó cuando se puso más caliente, y luego comenzó a suplicar mientras el dolor florecía en su ano. Pero no pedía que él se detuviera.
—Duele —gritó ella. —Oh Dios, Joe. Joe por favor...
Él no se detuvo, en cambio, los dedos de su otra mano se dirigieron hacia su palpitante coño. Allí, acariciaron y mimaron su clítoris hasta que ella comenzó a bombear, empujando contra su mano, gritando mientras el movimiento empujaba el invasor más profundamente dentro de su trasero.
Ella pudo sentir estirarse sus músculos, protestando, pero eventualmente cediendo paso al grueso intruso que lo invadía. Ella se resistió contra sus cuerdas, retrocediendo, retorciéndose bajo el latigazo de ardiente dolor y de placer igualmente ardiente.
— ¡Maldito seas! —. Su voz era ronca, enfurecida por el creciente caleidoscopio de sensaciones que se precipitaban por su cuerpo.
El ardiente calor de la invasión, el lento y persistente aumento del dolor, la agonía de placer resultante abrumaba tanto sus sentidos que ella se sintió aturdida por ello, inundada por una realidad misteriosamente sensual donde no existía nada excepto la invasión lenta, persistente de su ano, y las suaves caricias, demasiado ligeras a su clítoris palpitante.
Largos minutos más tarde ella tiró severamente mientras el último centímetro del aparato atravesaba el apretado anillo anal, dejando dieciocho centímetros de un grueso y duro consolador alojado dentro de ella. Ella se retorció, luchando por acostumbrarse a la sensación. Cole escogió ese momento para hacer aterrizar pesadamente su mano sobre su trasero otra vez. ----- gritó, apretándo sus músculos alrededor del invasor, infligiendose una desastrosa forma de éxtasis.
—Ahora, ----- —gruñó Joe. —Ahora, me toca comer ese bonito coño.
----- observaba a Joe, intentando aquietar la difícil y áspera respiración que sacudía su cuerpo. Parecía no poder conseguir suficiente oxígeno, parecía no poder normalizar el fuerte estremecimiento de su palpitante corazón.
—Hay una línea delgada que divide el placer del dolor —le dijo él mientras sacaba el invasor anal de la bandeja, y el tubo de lubricante. —Es tan delgada, que si todo va como debiera ir, el dolor se suma al placer, de una manera erótica y oscura.
Él se corrió a los pies de la cama. Aflojó las cuerdas atadas al estribo, y tomó rápidamente sus piernas antes de que ella pudiera patearlo. Ignorando sus violentos esfuerzos y sus maldiciones acaloradas, en minutos él tenía su cuerpo entero dado vuelta, con las cuerdas sosteniéndola nuevamente en posición mientras él metía varias almohadas bajo sus caderas.
—Bastardo —. Su voz estaba estrangulada mientras una excitación enloquecedora se disparaba por su cuerpo.
Su trasero estaba arqueado hacia él. Ella estaba extendida, abierta para él, y los destellos de miedo y excitación que recorrían su cuerpo la tenían aterrorizada.
—Dios, -----, eres tan hermosa —gruñó él desde atrás, su voz áspera, llena de lujuria. —Tu pequeño trasero tan rosado y bonito. Y me gusta como mantienes tu coño depilado, tan suave y liso. Pero hubiese preferido hacerlo yo mismo. De ahora en adelante, me ocuparé de eso por tí.
----- tembló, gritando. Ella debería odiar esto. Debería estar gritando, pidiéndole que se detuviera, en cambio su cuerpo pulsaba de necesidad y deseo, anticipándose
.
—No deberías haber esperado tanto para volver, ----- —susurró él mientras besaba la llena mejilla de su trasero. —No deberías haberme hecho esperar tanto, nena, porque no seré capaz de ser tan gentil como lo hubiera sido.
Su coño palpitó con sus palabras.
—Y tendré que castigarte —. Ella gimoteó ante el creciente entusiasmo de su voz. —Pero de todos modos lo hubiera hecho, -----. Porque necesito ver ese bonito trasero ponerse todo rojo y caliente por mi mano.
—No —. A pesar del grito instintivo de ella, su mano cayó sobre la mejilla redondeada de su trasero.
El calor destelló a través de su carne, entonces ella gritó mientras un dedo se hundía en su coño un segundo más tarde. Ella se dobló, se retorció contra sus ataduras.
—Estás tan mojada —gimió él. —Tan apretada y caliente, -----. Pero para cuando mi polla se hunda en tu lindo coño, vas a estar más apretada.
Su mano golpeó otra vez mientras su ancho dedo se retiraba de su temblorosa vagina. Mientras el calor aumentaba en la carne de sus nalgas, su dedo se hundió otra vez. ----- gritaba de miedo y de una oleada de entusiasmo oscuro, erótico. Los golpes no eran crueles, sino bastante agudos y picantes, construyendo un calor constante en su carne.
—Tan linda —. Él golpeó el otro lado, entonces su dedo empujó dentro de ella otra vez.
Ella estaba tan mojada que goteaba. Él alternaba los golpes suaves con los picantes, lo que la mantenía estremeciéndose de anticipación. Mantenido su carne acalorada, el dolor destellando por su cuerpo. Un dolor que ella odiaba, lo odiaba porque el placer que venía de él la estaba volviendo loca. Ella podía sentir sus jugos fluyendo de su sexo, oír sus gritos resonando con necesidades a las que ella no quería nombrar.
Para cuando él terminó, ella sentía su trasero encendido, sus caderas estaban rotando, su sexo palpitando. Ella se moría de necesidad. Si él no la follaba pronto, se volvería loca. Ella se quemaba, por dentro y por fuera, una ola de lujuria ardiente atormentaba sus entrañas mientras ella luchaba contra los placeres depravados de la azotaína.
—Tu trasero está ahora tan bonito y rojo —gimió él. —Maldición, -----, me gustas así, nena, toda atada para mí, enrojecida, tu coño caliente y apretado y tan mojado que empapa mis dedos. —Dos dedos se hundieron en ella.
—Joe —. Su grito era ronco y desesperado mientras su orgasmo la hacía vacilar en el filo de una atormentada excitación.
—Voy a poner el invasor anal en tu trasero ahora, ----- —le advirtió mientras retiraba sus dedos de su cuerpo. —Entonces te follaré, nena. Te follaré tan profundamente y tan fuerte que nunca me volverás a dejar otra vez.
La cabeza de ----- se enterró en la almohada mientras su mano le separaba sus nalgas. Ella se estremeció cuando sintió el lubricante frío, luego gritó otra vez mientras su dedo se hundía totalmente en el apretado agujero. Punzante, enviando una llamarada de calor por los músculos que la hacían corcovear y empujar.
—Ah, -----, tu culo es tan apretado —. Él retorció su dedo dentro de ella, extendiendo la lubricación, estirando los músculos mientras ella gimoteaba de angustia. —No quiere estirarse, -----. Un agujero virgen tan bonito.
Con todo lo que la llenaba su dedo, ¿cómo podría tomar ella aún más? Ella se apretó contra él con miedo, luego gimió mientras el ardiente dolor hacía que su coño latiera más caliente. Ella era depravada. Debería estar aterrorizada, luchándo contra él, en cambio sus quejidos suplicaban por más.
Él repitió la lubricación varias veces mientras ----- luchaba por respirar más allá del placer y el dolor. Ella estaba lista para gritar, para pedir más. Quería susurrar las palabras prohibidas. Mordió su labio, jadeó, gritó mientras su dedo finalmente se retiraba.
—-----, quiero que inspires profundamente —finalmente la instruyó él, acalorado. —Relájate cuando el invasor empiece a entrar, eso aliviará el dolor si es que es demasiado para tí al principio.
—Me estás torturando —gitó ella, resistiéndose a sus ataduras. No quería esto ahora. Estaba demasiado asustada. La oscura lujuria que la recorría era demasiado intensa, demasiado espantosa. —Detente, Joe. ¡Déjame ir!
—Está bien, ----- —. Su mano acarició su trasero y entonces sus dedos apretaron, separándola de nuevo. —Está bien, nena. Es normal asustarse. Sólo relájate.
—Joe —. Ella no supo si su grito fué de protesta o de necesidad cuando sintió la aguda cabeza del grueso invasor acomodarse contra su diminuto agujero.
—Va a doler, ------ —. Su voz era oscura, excitada. —Vas a gritar para mí, y lo vas a amar. Sé que lo harás, nena.
—Oh Dios —. Ella sacudió su cabeza sobre la almohada, pero no pudo evitar permitir que su cuerpo se relajara ligeramente.
Ella sintió el dispositivo comenzar a penetrar el apretado agujero. Al principio, la sensación de perforación fué suave, pero a medida que la longitud y el grosor aumentaban, un persistente y creciente fuego comenzó a dispararse a traves de su cuerpo.
Ella se tensó, pero Joe no se retiró. Ella gritó cuando se puso más caliente, y luego comenzó a suplicar mientras el dolor florecía en su ano. Pero no pedía que él se detuviera.
—Duele —gritó ella. —Oh Dios, Joe. Joe por favor...
Él no se detuvo, en cambio, los dedos de su otra mano se dirigieron hacia su palpitante coño. Allí, acariciaron y mimaron su clítoris hasta que ella comenzó a bombear, empujando contra su mano, gritando mientras el movimiento empujaba el invasor más profundamente dentro de su trasero.
Ella pudo sentir estirarse sus músculos, protestando, pero eventualmente cediendo paso al grueso intruso que lo invadía. Ella se resistió contra sus cuerdas, retrocediendo, retorciéndose bajo el latigazo de ardiente dolor y de placer igualmente ardiente.
— ¡Maldito seas! —. Su voz era ronca, enfurecida por el creciente caleidoscopio de sensaciones que se precipitaban por su cuerpo.
El ardiente calor de la invasión, el lento y persistente aumento del dolor, la agonía de placer resultante abrumaba tanto sus sentidos que ella se sintió aturdida por ello, inundada por una realidad misteriosamente sensual donde no existía nada excepto la invasión lenta, persistente de su ano, y las suaves caricias, demasiado ligeras a su clítoris palpitante.
Largos minutos más tarde ella tiró severamente mientras el último centímetro del aparato atravesaba el apretado anillo anal, dejando dieciocho centímetros de un grueso y duro consolador alojado dentro de ella. Ella se retorció, luchando por acostumbrarse a la sensación. Cole escogió ese momento para hacer aterrizar pesadamente su mano sobre su trasero otra vez. ----- gritó, apretándo sus músculos alrededor del invasor, infligiendose una desastrosa forma de éxtasis.
—Ahora, ----- —gruñó Joe. —Ahora, me toca comer ese bonito coño.
Sooky
RENDICION (ADAPTADA JOE Y TU)
Capítulo 8
Los gritos de ----- resonaron en su cabeza, palpitando en su polla. Joe no podía recordar un tiempo en el que hubiera estado tan conectado, tan caliente y tan preparado para follar. Quería hundir su polla tan profunda, tan duramente en su apretado coño como pudiera. Quería encerrarse en ella, dominarla con la brutalidad de una follada tan lujuriosa que ella se diera cuenta de que era imposible abandonar al único hombre que podía dárselo.
Pero él sabía que cuanto más tiempo pudiera mantenerla colgando en el borde de las sensaciones que la recorrían, más lo ansiaría ella más tarde. Él era un esclavo de la necesidad de ser el único que la complaciera.
Perforar su culo con ese invasor había sido la cosa más erótica y satisfactoria que él había hecho en su vida. Se preguntaba si ella había sido apenas consciente de lo alto que había rogado por más. Cuántas veces le había suplicado que lo empujara más duro en su interior, que la tomara. Él lo dudaba. Las sumisas raramente recordaban esa primera vez, esos primeros largos minutos en los que un consolador, o una caliente y gruesa polla invadían su culo.
Era la combinación de dolor y placer. Las necesidades, tan asombrosas, tan consumidoras que nublaban la mente hasta el punto de que la sumisa raramente recordaba suplicar por ello.
—Fóllame —----- todavía rogaba, su voz gruesa y desesperada mientras su coño dejaba escapar la dulce crema de su necesidad. Y él la follaría. Pronto.
Él cogió un pequeño aparato oblongo, metálico, de la bandeja. Estaba atado a una larga cuerda con una caja de control al final. Se llamaba bala de plata. Tan pequeñito que parecía inofensivo, pero los efectos de sus vibraciones internas conducirían a ----- a tal neblina de éxtasis que ella nunca lo olvidaría.
Insertó el aparato de tres pulgadas en su interior. Su polla se tensó ante la estrechez, como un puño cerrado, que él encontró mientras lo presionaba pasando la plenitud del invasor encerrado en su ano y lo movía hasta el final de su vagina. Colocó el pequeño aparato al máximo de vibración contra el punto G y luego se retiró. Puso el control en una baja, gentil, acariciadora vibración que sin embargo hizo que ella se estremeciera. Entonces él comenzó a alimentarse de su coño.
Él lamió su coño, justo tal y como una vez le había prometido que haría. Gentiles caricias dentro de su vagina con su lengua que la tuvieron alzándose contra su boca, suplicando por más. El cuerpo de ella estaba cubierto de sudor, su respiración dura, sus gritos desesperados mientras él la lamía con la lengua, la acariciaba. Y ella sabía tan malditamente bien que él no podía sino ayudarse a sí mismo empujando su lengua tan profundamente dentro de ella como podía, y meter más de ella dentro de su boca.
Joe estaba ardiendo por ella. Sabía que su control estaba resbalando, algo que nunca había pasado, algo contra lo que nunca había tenido que luchar por mantener. Pero tenía que prepararla, no podía permitirse herirla inconscientemente. Era su corazón, su alma, la felicidad que siempre había creído que nunca encontraría. Ella oscilaba entre el dolor erótico y el dolor que irrevocablemente dañaría su sexualidad por siempre. Si no era cuidadoso, extremadamente cuidadoso, entonces los destruiría a ambos. Porque Joe sabía que él no podría ir mucho más allá sin ella.
Así que controló su propia lujuria, la acarició gentilmente, calibrando su necesidad y aumentando la velocidad del vibrador de acuerdo a ella. Ella estaba retorciéndose en sus manos ahora, casi en el punto del no retorno. Reluctante, él se apartó de la goteante vagina, lamiendo atrás, rodeando su clítoris con su lengua. Entonces se giró, descansando en su espalda, posicionándose para succionar el hinchado e inflamado brote con su boca mientras colocaba la velocidad del vibrador al máximo.
Ella explotó, tensando su cuerpo. Su grito fue estrangulado, sin respiración, mientras su cuerpo se arqueaba, estirándose, entonces comenzó un temblor repetido que señaló el comienzo de su orgasmo. Él apretó más fuerte sus labios sobre su clítoris, dándole golpes con la lengua y sujetando las caderas de ella con una fuerza sencilla cuando el caliente, volcánico ímpetu de su liberación comenzó a precipitarse a través de su cuerpo.
*****
------ se estaba muriendo. Sabía que se estaba muriendo y con impaciencia abrazó la prisa exquisita del doloroso placer que la lanzó sobre el borde del precipicio. Su cuerpo estaba temblando de manera incontrolable, su orgasmo llenaba su cuerpo, bombeando en su sangre, provocando espasmos en su útero mientras se rasgaba a través de ella. Podía sentir la dura vibración dentro de ella, los labios de Joe en su clítoris, llevándola en una furiosa tormenta de la que ella sabía, no podría sobrevivir. Fuertes estremecimientos corrían sobre ella, un placer como ninguno que hubiera concebido la desgarró. Y en una distante parte de su mente, se preguntó si ella alguna vez sería la misma de nuevo. Si sobrevivía.
Ella luchó contra el torrente, pero no pudo luchar con él. Podía sentir sus fluidos borbotear de su coño con los espasmos, y la boca de Joe moviéndose para capturarlos con un duro y masculino gruñido. Su lengua arponeó dentro de su torturado coño, provocando otro duro estremecimiento, otro borboteo de fluidos hasta que, finalmente, ella se derrumbó despreocupadamente contra sus cuerdas, aturdida, totalmente despojada de fuerzas.
Pequeños temblores todavía asaltaban su desmadejado cuerpo. El pulso interminable de su clímax no se iba fácilmente. Ella pudo oír a Joe, un duro, brutal gruñido masculino resonando en la habitación mientras empujaba su cuerpo contra ella. ¿Se había corrido? ¿Había estado dentro de ella y ella no se había enterado? No importaba. Estaba yendo a la deriva en una neblina de placer tan débil, tan asombroso que no podía pensar, y no quería hacerlo.
— ¿-----? —la voz de Joe era tierna, cálida mientras se movía a su lado. — ¿Estás bien, nena?
Ella sintió las cuerdas aflojarse, sus manos callosas y gentiles sobre su piel mientras la desataba, y la ayudaba a extenderse sobre la cama. Ella permaneció desmadejada, tan saciada que apenas podía moverse. Era consciente del movimiento de Cole a lo largo de la cama a su lado, girándola sobre su espalda, su expresión, cuando ella le miró, preocupada y gentil.
—Soñolienta — murmuró. Y lo estaba. Tan cansada, tan emocional y físicamente agotada que apenas podía permanecer despierta.
—Duerme, ------- —él besó su mejilla gentilmente. —Descansa, nena. Empezaremos de nuevo mañana.
*****
Joe se tendió al lado de ella, colocando el edredón sobre ellos, ignorando el latir de su todavía palpitante polla. Había llegado al clímax con -------, pero no era suficiente. Necesitaba enterrarse dentro de ella, sentirla, prieta y caliente, encerrándole en su satinado calor.
Y sabía que la lucha no había acabado. Aceptar el placer completado con dolor era la parte fácil para -------. Someterse a él sería la parte dura. Ceder ante él, sin importar lo que él le pidiera, sin importar lo que demandara para el placer sexual de ella, sería la pelea. Una a la que él le tenía ganas. Conocía a ------ mejor de lo que ella misma se conocía. Sabía, por la admisión de su padre de los libros que su madre había encontrado, lo que la había metido en esto. No era el dolor, era la dominación, la sumisión hasta los extremos sexuales que ella ansiaba. Ella quería luchar. Quería ser vencida, y él quería dárselo.
La empujó contra él, disfrutando del calor de su cuerpo, de su presencia. Había soñado con esto durante dos años. Supo en el momento en que conoció a ----- que ella tenía una parte de él que ninguna otra mujer tendría nunca. El pensamiento de eso le había atormentado, lo había torturado con lujuria. En los pasados meses, se había puesto peor. Vivía y respiraba todos los días con la necesidad de ella. Era como una fiebre que ardía en sus entrañas de la que no podía huir.
Y ahora él la tenía. Para la noche de San Valentín, la última lección de ella, su sueño erótico finalmente realizado, ella sabría quién dominaba su cuerpo y su corazón.
Los gritos de ----- resonaron en su cabeza, palpitando en su polla. Joe no podía recordar un tiempo en el que hubiera estado tan conectado, tan caliente y tan preparado para follar. Quería hundir su polla tan profunda, tan duramente en su apretado coño como pudiera. Quería encerrarse en ella, dominarla con la brutalidad de una follada tan lujuriosa que ella se diera cuenta de que era imposible abandonar al único hombre que podía dárselo.
Pero él sabía que cuanto más tiempo pudiera mantenerla colgando en el borde de las sensaciones que la recorrían, más lo ansiaría ella más tarde. Él era un esclavo de la necesidad de ser el único que la complaciera.
Perforar su culo con ese invasor había sido la cosa más erótica y satisfactoria que él había hecho en su vida. Se preguntaba si ella había sido apenas consciente de lo alto que había rogado por más. Cuántas veces le había suplicado que lo empujara más duro en su interior, que la tomara. Él lo dudaba. Las sumisas raramente recordaban esa primera vez, esos primeros largos minutos en los que un consolador, o una caliente y gruesa polla invadían su culo.
Era la combinación de dolor y placer. Las necesidades, tan asombrosas, tan consumidoras que nublaban la mente hasta el punto de que la sumisa raramente recordaba suplicar por ello.
—Fóllame —----- todavía rogaba, su voz gruesa y desesperada mientras su coño dejaba escapar la dulce crema de su necesidad. Y él la follaría. Pronto.
Él cogió un pequeño aparato oblongo, metálico, de la bandeja. Estaba atado a una larga cuerda con una caja de control al final. Se llamaba bala de plata. Tan pequeñito que parecía inofensivo, pero los efectos de sus vibraciones internas conducirían a ----- a tal neblina de éxtasis que ella nunca lo olvidaría.
Insertó el aparato de tres pulgadas en su interior. Su polla se tensó ante la estrechez, como un puño cerrado, que él encontró mientras lo presionaba pasando la plenitud del invasor encerrado en su ano y lo movía hasta el final de su vagina. Colocó el pequeño aparato al máximo de vibración contra el punto G y luego se retiró. Puso el control en una baja, gentil, acariciadora vibración que sin embargo hizo que ella se estremeciera. Entonces él comenzó a alimentarse de su coño.
Él lamió su coño, justo tal y como una vez le había prometido que haría. Gentiles caricias dentro de su vagina con su lengua que la tuvieron alzándose contra su boca, suplicando por más. El cuerpo de ella estaba cubierto de sudor, su respiración dura, sus gritos desesperados mientras él la lamía con la lengua, la acariciaba. Y ella sabía tan malditamente bien que él no podía sino ayudarse a sí mismo empujando su lengua tan profundamente dentro de ella como podía, y meter más de ella dentro de su boca.
Joe estaba ardiendo por ella. Sabía que su control estaba resbalando, algo que nunca había pasado, algo contra lo que nunca había tenido que luchar por mantener. Pero tenía que prepararla, no podía permitirse herirla inconscientemente. Era su corazón, su alma, la felicidad que siempre había creído que nunca encontraría. Ella oscilaba entre el dolor erótico y el dolor que irrevocablemente dañaría su sexualidad por siempre. Si no era cuidadoso, extremadamente cuidadoso, entonces los destruiría a ambos. Porque Joe sabía que él no podría ir mucho más allá sin ella.
Así que controló su propia lujuria, la acarició gentilmente, calibrando su necesidad y aumentando la velocidad del vibrador de acuerdo a ella. Ella estaba retorciéndose en sus manos ahora, casi en el punto del no retorno. Reluctante, él se apartó de la goteante vagina, lamiendo atrás, rodeando su clítoris con su lengua. Entonces se giró, descansando en su espalda, posicionándose para succionar el hinchado e inflamado brote con su boca mientras colocaba la velocidad del vibrador al máximo.
Ella explotó, tensando su cuerpo. Su grito fue estrangulado, sin respiración, mientras su cuerpo se arqueaba, estirándose, entonces comenzó un temblor repetido que señaló el comienzo de su orgasmo. Él apretó más fuerte sus labios sobre su clítoris, dándole golpes con la lengua y sujetando las caderas de ella con una fuerza sencilla cuando el caliente, volcánico ímpetu de su liberación comenzó a precipitarse a través de su cuerpo.
*****
------ se estaba muriendo. Sabía que se estaba muriendo y con impaciencia abrazó la prisa exquisita del doloroso placer que la lanzó sobre el borde del precipicio. Su cuerpo estaba temblando de manera incontrolable, su orgasmo llenaba su cuerpo, bombeando en su sangre, provocando espasmos en su útero mientras se rasgaba a través de ella. Podía sentir la dura vibración dentro de ella, los labios de Joe en su clítoris, llevándola en una furiosa tormenta de la que ella sabía, no podría sobrevivir. Fuertes estremecimientos corrían sobre ella, un placer como ninguno que hubiera concebido la desgarró. Y en una distante parte de su mente, se preguntó si ella alguna vez sería la misma de nuevo. Si sobrevivía.
Ella luchó contra el torrente, pero no pudo luchar con él. Podía sentir sus fluidos borbotear de su coño con los espasmos, y la boca de Joe moviéndose para capturarlos con un duro y masculino gruñido. Su lengua arponeó dentro de su torturado coño, provocando otro duro estremecimiento, otro borboteo de fluidos hasta que, finalmente, ella se derrumbó despreocupadamente contra sus cuerdas, aturdida, totalmente despojada de fuerzas.
Pequeños temblores todavía asaltaban su desmadejado cuerpo. El pulso interminable de su clímax no se iba fácilmente. Ella pudo oír a Joe, un duro, brutal gruñido masculino resonando en la habitación mientras empujaba su cuerpo contra ella. ¿Se había corrido? ¿Había estado dentro de ella y ella no se había enterado? No importaba. Estaba yendo a la deriva en una neblina de placer tan débil, tan asombroso que no podía pensar, y no quería hacerlo.
— ¿-----? —la voz de Joe era tierna, cálida mientras se movía a su lado. — ¿Estás bien, nena?
Ella sintió las cuerdas aflojarse, sus manos callosas y gentiles sobre su piel mientras la desataba, y la ayudaba a extenderse sobre la cama. Ella permaneció desmadejada, tan saciada que apenas podía moverse. Era consciente del movimiento de Cole a lo largo de la cama a su lado, girándola sobre su espalda, su expresión, cuando ella le miró, preocupada y gentil.
—Soñolienta — murmuró. Y lo estaba. Tan cansada, tan emocional y físicamente agotada que apenas podía permanecer despierta.
—Duerme, ------- —él besó su mejilla gentilmente. —Descansa, nena. Empezaremos de nuevo mañana.
*****
Joe se tendió al lado de ella, colocando el edredón sobre ellos, ignorando el latir de su todavía palpitante polla. Había llegado al clímax con -------, pero no era suficiente. Necesitaba enterrarse dentro de ella, sentirla, prieta y caliente, encerrándole en su satinado calor.
Y sabía que la lucha no había acabado. Aceptar el placer completado con dolor era la parte fácil para -------. Someterse a él sería la parte dura. Ceder ante él, sin importar lo que él le pidiera, sin importar lo que demandara para el placer sexual de ella, sería la pelea. Una a la que él le tenía ganas. Conocía a ------ mejor de lo que ella misma se conocía. Sabía, por la admisión de su padre de los libros que su madre había encontrado, lo que la había metido en esto. No era el dolor, era la dominación, la sumisión hasta los extremos sexuales que ella ansiaba. Ella quería luchar. Quería ser vencida, y él quería dárselo.
La empujó contra él, disfrutando del calor de su cuerpo, de su presencia. Había soñado con esto durante dos años. Supo en el momento en que conoció a ----- que ella tenía una parte de él que ninguna otra mujer tendría nunca. El pensamiento de eso le había atormentado, lo había torturado con lujuria. En los pasados meses, se había puesto peor. Vivía y respiraba todos los días con la necesidad de ella. Era como una fiebre que ardía en sus entrañas de la que no podía huir.
Y ahora él la tenía. Para la noche de San Valentín, la última lección de ella, su sueño erótico finalmente realizado, ella sabría quién dominaba su cuerpo y su corazón.
Sooky
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Hola chicas!!!
Espero que la hayan pasado bien en la noche de año nuevo.
y ya le sigo :P
Espero que la hayan pasado bien en la noche de año nuevo.
y ya le sigo :P
Sooky
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Capítulo 9
----- estaba
dolorida. Su cuerpo entero palpitaba, protestando por su desvelo. Los músculos
de sus piernas estaban tiesos y ardidos, sus brazos y hasta sus pechos estaban
doloridos.
—Abre los
ojos, -----. Tenemos que quitar el invasor y necesitas un baño caliente. —La voz de Joe era firme, no tolerando
ningún rechazo.
Sus ojos se
abrieron, su cabeza giró hacia él, sus ojos enfocando los rasgos salvajes de su
cara.
— ¿Dejaste esa
cosa dentro de mí? —dijo ella entre
dientes con incredulidad.
Él arqueó una
sola ceja.
—Tu trasero
era estrecho, -----. Necesita acostumbrarse a estirarse antes de que ser capaz
de tomar mi polla ahí.
Su corazón
latió ruidosamente contra sus costillas.
—Ve al cuarto
de baño, luego regresa aquí. Si intentas quitarlo tu misma, te ataré otra vez y
te dejaré allí el resto del día.
Él lo pensaba.
Ella vio su determinación en las duras líneas de su cara.
—Sácalo
primero –dijo ella en cambio.
Él sacudió su
cabeza. –Haz como digo, -----. Tengo una razón para mis demandas, nena.
----- frunció
el ceño, pero ella sabía que no quería experimentar la tortura de estar atada y
babeando de necesidad. Y ella sabía que él la haría babearse. La torturaría,
luego la abandonaría para que sufriera en su excitación. Ella no estaba lista
para correr ese riesgo aún, no después de anoche.
Entonces ella
se levantó de la cama, y caminó con cautela hacia el cuarto de baño. Después de
aliviar su necesidad más apremiante, cepilló sus dientes y lavó su cara, luego
regresó al dormitorio. Su estómago era un nudo de nervios, preguntándose como
planeaba Joe seguir con la sensual tortura que había comenzado la noche
anterior.
—Sobre tus
rodillas. —Él cabeceó hacia la cama,
estaba de pie al lado de ella, desnudo y luciendo una erección que parecía un
arma.
Su miembro era
el más grande que ella alguna vez hubiera visto, casi tan grueso como su
muñeca, con una hinchada y brillante cabeza que hacía su boca agua al verlo.
----- fue a la
cama, asumiendo la posición que ella sabía que él quería. Ella tembló mientras
su mano acariciaba los cachetes de su trasero. Sus dedos recorrieron su ano
hasta que él agarró el invasor anal, tirando despacio, con cuidado, liberándolo
de su trasero.
—Quédate
quieta —le ordenó antes de que ella pudiera moverse. —Bajo tu gabinete hay algunas provisiones personales que compré
para ti. De ahora en adelante las usarás siempre que yo te diga de hacerlo.
¿Entendido?
—Sí –susurró
ella, sintiendo arder su vagina, humedeciéndose mientras él pasaba sus manos
por su trasero.
—No voy a
follarte ahora porque para ser honesto, no creo que pueda mantener mi polla
fuera de tu trasero. Pero necesito el alivio, nena.
Él se movió
alrededor de la cama entonces, girándola para quedar enfrentados, su polla
apuntando hacia su boca. ----- se lamió los labios. Ella los abrió mientras la
cabeza púrpura golpeaba contra ellos. Escuchó su fuerte gemido mientras ella
cerraba los labios alrededor de su miembro, tomándolo, abriendo su garganta
para esos últimos centímetros posibles.
Una de las
manos de él agarró su polla, para asegurarse de no darle más de lo que ella
podía tomar, la otra retorció su cabello. El agudo borde de dolor le hacía
apretar su boca alrededor de su polla, su garganta trabajaba sobre la cabeza en
tanto él gritaba de placer. Él no estaba dispuesto a prolongar su propio placer
esta mañana. Empujó dentro y fuera de su boca con golpes profundos y duros,
manteniéndola quieta mientras él gemía repetidamente ante el placer que ella le
daba. Entonces, ella sintió su polla sacudirse, palpitar y luego su esperma
llenando su boca mientras él gritaba su liberación.
Joe respiraba
con fuerza cuando se retiró de ella, su pene todavía estaba erecto, todavía
listo para ella, pero él no hizo nada más.
—Ve a bañarte, -----, antes de que haga algo para lo cual ningún de los dos está listo. Ven
abajo para desayunar cuando hayas terminado.
----- se
levantó, mirándolo luchar por controlarse.
— ¿Esta Papá
en casa? —preguntó.
—No aún —él
sacudió su cabeza. —Él regresará la
noche antes de la fiesta. Eres mía hasta entonces, ----- ¿Puedes manejarlo?
Sus ojos se
estrecharon ante su tono de voz, sugiriendo que ella no podría.
—Puedo
manejarte cualquier día de la semana —. Condenada su boca, ella gimió ante las
palabras que brotaron de sus labios.
Sus labios se
torcieron. Ambos se conocían mejor.
—Veremos —. Él
asintió con la cabeza. —Ve a bañarte. Te
dejaré lo que quiero que lleves esta mañana. Han dado a los criados el resto de
la semana libre, así que seremos
solamente tú y yo por un tiempo.
----- mordió su
labio. Ella no estaba segura si eso era algo bueno o no.
—Ve —. Él indicó la puerta del cuarto de baño. —
Ven abajo cuando estés lista.
Una hora mas
tarde ----- bajó por la escalera espiral, con los pies desnudos y vistiendo más
ropa de la que ella pensó que él le dejaría para ella, pero decididamente menos
de lo que ella querría llevar puesto. El negligé largo, de seda la hacía sentir
sexy, femenina. Cubría sus pechos, pero estaba cortado lo suficientemente bajo
para que si él los quería sacar, no tuviera ningún problema. No había pantis incluidas, pero la seda
negra escondía ese hecho. Ella habría estado incómoda vistiendo algo que se
trasluciera.
Su nota había
dicho que la esperaría en la cocina, y allí estaba él. Vestido con pantalones
de gimnasia y nada más, su espeso pelo negro todavía estaba húmedo, y parecía
más sexy que lo cualquier hombre tenía derecho a parecer. Y él le estaba
sonriendo. Incluso sus ojos estaban llenos de una expresión perezosa, cómoda
mientras él colocaba dos platos de huevos, tocino y tostada al lado de tazas
llenas de café.
—El desayuno
está listo, llegaste justo a tiempo —. Él sacó su silla, indicando que ella
debería sentarse.
----- tomó su
asiento con cautela, el dolor de sus músculos estaba mucho mejor, pero sus
muslos y trasero todavía estaban sensibles.
— ¿Dolorida?
—. Él posó un beso sobre su hombro desnudo, produciéndole una sacudida de sobresalto.
Ella giró su
cabeza, alzando la vista hacia él mientras se enderezaba y se dirigía a su
propia silla.
—Un poco —.
Ella se aclaró la garganta.
—Se volverá
más fácil –le prometió. —Ahora come. Hablaremos más tarde, después de que hayas
terminado.
El desayuno, a
pesar de sus dudas iniciales, estuvo lleno de risas. Joe era agradable y su
humor fácil comenzó a mostrarse. Su ingenio árido la mantuvo riendo
ahogadamente y el malvado brillo en sus ojos mantuvo su cuerpo crepitando,
anticipándole lo que vendría, rogando que la follara. Mientras mas tiempo él
esperaba, más caliente se ponía ella. No sabía si lo soportaría mucho más
tiempo.
Finalmente,
después de que los platos estuvieron limpios, él la dirigió por la casa hasta
la cómoda sala de estar. Un fuego crepitaba en una esquina del cuarto donde un
gran colchón de almohadas había sido puesto.
—Siéntate,
tenemos que hablar —. Él la situó sobre el colchón, luego la hizo recostar
sobre su espalda mientras él se situaba al lado de ella.
—Mira, no
tengo muchas ganas de hablar —ella finalmente dijo frustrada. –Cortemos la persecución
aquí, Joe. Hay cosas que evidentemente me gustan, que tú disfrutas haciendo.
No quiero hablar sobre ello. Solamente hacerlo.
Ella levantó
la mirada hacia él, estrechando sus ojos, advirtiéndole que ella también tenía
sus límites.
Él apoyó la
cabeza en su mano, respetándola con una expresión curiosa.
—Esperaba una
pelea –dijo él, un vago tono de pregunta en su voz.
----- suspiró,
sentándose, mirando fijamente el fuego mientras ella pasaba los dedos de una
mano por su pelo.
— ¿Hasta que
extremo tienes la intención de llegar?
—preguntó ella finalmente, echándole un vistazo mientras él todavía se
reclinaba al lado de ella.
Él alcanzó sus
dedos que se arrastraban por el pelo. — ¿A qué extremos quieres que yo llegue, -----? —preguntó él a cambio. —Puedo darte cualquier cosa que quieras, lo que
sea. Pero tengo mis propias necesidades, y ellas tendrán que ser satisfechas
también.
— ¿Cómo
cuales? —le preguntó, manteniendo su voz baja, aquietando el temblor que
amenazaba con sacudirla.
—Me gustan los
juguetes, -----. Me gusta usarlos, y me muero por usarlos en ti. Me gusta
azotarte. Me gusta mirar tu bonito coño y los cachetes redondeados de tu
trasero volverse rojos. Me gusta oírte gritar porque no sabes, si es dolor o si
es placer, lo que te esta matando. Quiero ver tus ojos llenos de placer,
aturdidos, mientras empujo tus límites —. Él lo presentó bastante claro, pensó
ella con un toque de silenciosa burla, y aún así no había contestado una
maldita cosa.
— ¿Cómo de
lejos irás? —ella le preguntó.
— ¿Cómo de lejos
me dejarás ir? —le contestó él.
----- presentía
que ella tendría pocos límites, pero no estaba dispuesta a decirle eso.
—Evidentemente
tienes planes. Me gustaría saber cuales son.
Joe suspiró.
—Algunas cosas son mejores dejarlas al placer del momento. Vamos a esperar y
ver que pasa.
----- lamió sus
labios con nerviosismo. Evidentemente su padre le había contado sobre la
catástrofe con los libros que su madre había encontrado. Él no sabría sobre
ellos de otra manera. Ella respiró profunda y hondamente.
— ¿Esto
concierne a otros hombres? –preguntó ella finalmente.
Los ojos de él
se encendieron con excitación. ----- bajó la cabeza a sus rodillas. Dios, ella
no sabía si podría.
—Tu quieres
eso,----- —. Él se movió detrás de ella, sentándose para tirar de ella contra
él mientras susurraba las palabras en su oído. —Lo has deseado durante un largo
tiempo, nena, todo lo que he planeado. Solamente tranquilízate, y lo tomaremos
paso a paso.
----- luchaba
por controlar su respiración, su corazón latía frenéticamente. Ella estaba
aterrorizada de él, y de ella.
—No puedo, si
padre averiguara…
—-----, tu
padre sabe –dijo él con cuidado. — ¿Por qué piensas que tu madre se divorció de
él? Ella no deseaba sexo, mucho menos el que él necesitaba. Tu padre supo,
cuando esos libros fueron encontrados, lo que tú necesitabas. Tal como él sabe
lo que yo necesito.
La vergüenza
traspasó su cuerpo. Ella se acordaba viniendo a casa del colegio, su madre
enfurecida con ella, la humillación de las acusaciones que ella había lanzado a
Tess. Esa fue una de las pocas veces que su padre había intervenido. Él la
había llevado a su estudio e incómodamente le había informado que la sexualidad
era una cosa personal, y que no era de incumbencia ni de él ni de su madre.
— ¿Tu
hermana…? —ella dejó la pregunta
colgando.
—Sabe lo que
él desea y disfruta de ello. Ese es el punto clave, -----. Tienes que
disfrutarlo, si no, esto no me trae ningún placer. Tu placer es lo más
importante, -----. Qué deseas, qué necesitas.
Sus manos
estaban en su abdomen, acariciando suavemente los nerviosos músculos de allí.
Sus labios rozaban su hombro, su cuello.
—No deseo un
juguete, ----- —le prometió. —O una mujer que no sepa quien es y hable en
consecuencia. Menos en el dormitorio, que es donde quiero a la mujer que sé que
eres. Si quieres pelearme, entonces pelea. Si te quieres someter, entonces
hazlo. Si quieres ser atada y violada, avísame. Todo eso, puedo darte y
disfrutar. Pero si alguna vez llegas al límite, tienes que decírmelo. Si alguna
vez sugiero algo que no deseas o no puedes manejar, entonces tienes que
decírmelo. Y después de eso, a no ser que lo pidas, nunca lo abordaré otra vez.
Sólo se muy cuidadosa en los placeres que te niegues.
Ella levantó
la cabeza de sus rodillas.
— ¿Y cuándo te
hartes de mí? —le preguntó.
— ¿Qué si tú
te cansas de mí primero? —le preguntó él entonces. —Esto va en ambos sentidos, -----. Si no
podemos dar al otro lo que necesita, entonces no hay ninguna razón en
continuar. ¿Estás de acuerdo?
Sus manos se
apretaron en sus rodillas. —Estoy de
acuerdo –susurró ella.
—No hay
reglas, -----. Pero de ahora en más, no significa no. Si no lo quieres, entonces
dices la palabra. ¿Entendido?
Ella cabeceó
nerviosamente.
—Cada noche,
te empujaré más lejos. Cada noche, aprenderás algo nuevo sobre ti —. Sus manos
se movieron a sus brazos, acariciando los músculos tensos, aliviando el
nerviosismo que se cerraba en ellos. —No
estés asustada de mí, -----. O de ti.
—Ninguna otra
mujer —. Ella lo quería claro desde el principio. —No sé siquiera si pueda
manejar a otro hombre. Pero no puedes tener ninguna otra mujer.
—No quiero a
otra mujer, ----- —le aseguró él. —Y no habrá ningún otro hombre, a no ser que
sea algo que decida —. Su voz se endureció. —Hay un placer particular en
compartir a tu mujer que tú, tal vez, nunca puedas entender. Pero no cualquier
hombre será digno del privilegio, nena, confía en mí.
—Si no me
follas ahora, saldré de esta casa y no volveré — susurró ella rudamente. —
Estoy harta de esperar, Joe.
Ella había
girado las tablas sobre él, entonces se movió antes de que él pudiera pararla,
girando y apretando sus hombros contra el colchón hasta que él yació sobre su
espalda. Él ya estaba duro, y ella ya estaba mojada. Su polla tensaba el frente
de sus pantalones, oculta de ella. Enganchando sus manos en la cinturilla ella
los bajó, levantándolos sobre la gruesa erección y tirándolos de sus piernas.
—Me preguntaba
cuando te cansarías de la espera —dijo él riéndose, aunque su mirada estaba
caliente, con malvada lascivia.
----- se sacó
su vestimenta por sobre su cabeza, luego se subió a su cuerpo. Ella oyó su
dificultosa respiración cuando su húmeda vagina rozó su miembro, pero siguió.
Ella quería su beso. Ella moría por un beso.
Mientras los
labios de ella tocaban los suyos, los brazos de él la rodearon, girándola,
tirándola sobre su espalda mientras se elevaba encima de ella. Su lengua
perforaba su boca, sus labios se inclinaron sobre los suyos mientras él
convertía la caricia en un banquete carnal. Tess gimió interrumpidamente,
sintiendo la ternura, el calor completo de su toque, su cuerpo encima del suyo,
la fuerza de sus músculos mientras él la mantenía contra él.
—Mi polla esta
tan dura que no duraré cinco minutos dentro de ti —dijo él entre dientes. — ¿Estás
tomando la píldora o necesito un condón?
—Píldora
–jadeó ella. No quería nada entre ellos. Quería sentirlo cuando él se corriera,
sentir su semilla saliendo con fuerza dentro de ella.
—Maldición, -----, estoy casi asustado de follarte, eres tan condenadamente apretada –gruño
él mientras su mano patinaba sobre su coño, su dedo probando su vagina.
----- se arqueó
ante la penetración, su gemido hambriento la sobresaltó mientras su cuerpo
pedía más.
Sus labios se
arrastraron a lo largo de su cuello, moviéndose hacia abajo, hacia las puntas
duras, sensibles de sus pechos. Cuando su boca cubrió uno, su matriz se
contrajo dolorosamente. Oh sí. Esto era bueno. TAN bueno. Su lengua raspaba la
punta, su boca la chupaba con un movimiento fuerte que la dejaba temblando.
Entonces él mordisqueó el pequeño brote, el pellizco leve llevó su excitación
aún más alto por el filo del dolor.
—Maldición,
estás tan caliente que me estás quemando vivo –gruñó él, moviéndose hacia
atrás, hacia sus labios, chamuscándolos con su beso.
—Quémate más
entonces –jadeó ella. —Por favor, Joe. Tómame ahora.
Él se elevó
encima de ella moviéndose entre sus muslos, separándolos, mientras ella miraba
su polla palpitar.
—Esto podría
doler —la advirtió, respirando duro. —Maldición, T-----, nunca he tenido un coño
tan apretado que quemara mi dedo antes.
Ella hizo
rodar sus caderas, atormentada por la punta de su polla mientras esta daba
pequeños golpes contra su vagina.
—Está bien
–gimoteó ella. –Tú puedes manejarlo.
Él se hundió
en ella.
El aliento
abandonó el cuerpo de ----- mientras se doblaba, un grito estrangulado rasgó su
garganta por la forzada separación de los sensibles músculos de la vagina. El
ardiente placer/dolor la consumía, viajando por ella mientras se retorcía
contra el grueso pene alojado en su coño.
—Dulce Misericordia, ----- –gritó Cole mientras se acomodaba sobre ella pesadamente, sus codos
afirmándose para soportar su peso. Sus caderas rodaron en un suave movimiento
entre sus muslos enviando dardos agudos de éxtasis a viajar por su cuerpo.
Él no iba a
durar mucho tiempo. Joe sabía que él no tenía un ruego para ello. Lo mejor que
podía esperar era que ----- tampoco pudiera. Él agarró sus caderas, su cara se
enterró en la curva húmeda de su cuello mientras comenzaba un movimiento
fuerte, firme, dentro de su cuerpo.
Su coño era
tan apretado que lo quemaba, tan resbaladizo y dulce que él podría quedarse
dentro de ella por siempre, si sólo pudiera contener su liberación lo
suficiente. No hubo posibilidad. Ella se retorció contra él, sus caderas se
levantaron para encontrarlo, sus piernas se envolvieron alrededor de su cintura
mientras ella lo tomaba más profundo, gritando por las sensaciones que sus
duros empujes enviaban sobre ella.
Joe gimió
ante su calor. Él empujó en ella más duramente, sus empujes ganaron velocidad,
lanzándose dentro de ella, deslizándose por el sensible tejido que lo agarraba,
luchando para sostenerlo. Su cuerpo se apretó más hacia el final, su vagina
comenzó a temblar alrededor de él mientras ella gritaba, sacudiéndose entre sus
brazos, su orgasmo golpeando en ella al mismo tiempo que él perdía el control.
Joe escuchó
su grito de éxtasis, su grito estrangulado de liberación mientras él comenzaba
a eyacular dentro de ella. El calor lo envolvió, lo chamuscó, llenando su
cuerpo y alma mientras ella lo sujetaba fuertemente.
—-----. Dios, -----, nena… —. Él no creía que las llamaradas de placer se terminaran alguna
vez. Rezaba por que nunca lo hicieran. Estas subieron por su columna vertebral,
por su miembro y disolvieron el duro y solitario centro de su corazón. Esta
mujer era suya. Y antes de que la semana estuviera terminada, él se lo
demostraría.
----- estaba
dolorida. Su cuerpo entero palpitaba, protestando por su desvelo. Los músculos
de sus piernas estaban tiesos y ardidos, sus brazos y hasta sus pechos estaban
doloridos.
—Abre los
ojos, -----. Tenemos que quitar el invasor y necesitas un baño caliente. —La voz de Joe era firme, no tolerando
ningún rechazo.
Sus ojos se
abrieron, su cabeza giró hacia él, sus ojos enfocando los rasgos salvajes de su
cara.
— ¿Dejaste esa
cosa dentro de mí? —dijo ella entre
dientes con incredulidad.
Él arqueó una
sola ceja.
—Tu trasero
era estrecho, -----. Necesita acostumbrarse a estirarse antes de que ser capaz
de tomar mi polla ahí.
Su corazón
latió ruidosamente contra sus costillas.
—Ve al cuarto
de baño, luego regresa aquí. Si intentas quitarlo tu misma, te ataré otra vez y
te dejaré allí el resto del día.
Él lo pensaba.
Ella vio su determinación en las duras líneas de su cara.
—Sácalo
primero –dijo ella en cambio.
Él sacudió su
cabeza. –Haz como digo, -----. Tengo una razón para mis demandas, nena.
----- frunció
el ceño, pero ella sabía que no quería experimentar la tortura de estar atada y
babeando de necesidad. Y ella sabía que él la haría babearse. La torturaría,
luego la abandonaría para que sufriera en su excitación. Ella no estaba lista
para correr ese riesgo aún, no después de anoche.
Entonces ella
se levantó de la cama, y caminó con cautela hacia el cuarto de baño. Después de
aliviar su necesidad más apremiante, cepilló sus dientes y lavó su cara, luego
regresó al dormitorio. Su estómago era un nudo de nervios, preguntándose como
planeaba Joe seguir con la sensual tortura que había comenzado la noche
anterior.
—Sobre tus
rodillas. —Él cabeceó hacia la cama,
estaba de pie al lado de ella, desnudo y luciendo una erección que parecía un
arma.
Su miembro era
el más grande que ella alguna vez hubiera visto, casi tan grueso como su
muñeca, con una hinchada y brillante cabeza que hacía su boca agua al verlo.
----- fue a la
cama, asumiendo la posición que ella sabía que él quería. Ella tembló mientras
su mano acariciaba los cachetes de su trasero. Sus dedos recorrieron su ano
hasta que él agarró el invasor anal, tirando despacio, con cuidado, liberándolo
de su trasero.
—Quédate
quieta —le ordenó antes de que ella pudiera moverse. —Bajo tu gabinete hay algunas provisiones personales que compré
para ti. De ahora en adelante las usarás siempre que yo te diga de hacerlo.
¿Entendido?
—Sí –susurró
ella, sintiendo arder su vagina, humedeciéndose mientras él pasaba sus manos
por su trasero.
—No voy a
follarte ahora porque para ser honesto, no creo que pueda mantener mi polla
fuera de tu trasero. Pero necesito el alivio, nena.
Él se movió
alrededor de la cama entonces, girándola para quedar enfrentados, su polla
apuntando hacia su boca. ----- se lamió los labios. Ella los abrió mientras la
cabeza púrpura golpeaba contra ellos. Escuchó su fuerte gemido mientras ella
cerraba los labios alrededor de su miembro, tomándolo, abriendo su garganta
para esos últimos centímetros posibles.
Una de las
manos de él agarró su polla, para asegurarse de no darle más de lo que ella
podía tomar, la otra retorció su cabello. El agudo borde de dolor le hacía
apretar su boca alrededor de su polla, su garganta trabajaba sobre la cabeza en
tanto él gritaba de placer. Él no estaba dispuesto a prolongar su propio placer
esta mañana. Empujó dentro y fuera de su boca con golpes profundos y duros,
manteniéndola quieta mientras él gemía repetidamente ante el placer que ella le
daba. Entonces, ella sintió su polla sacudirse, palpitar y luego su esperma
llenando su boca mientras él gritaba su liberación.
Joe respiraba
con fuerza cuando se retiró de ella, su pene todavía estaba erecto, todavía
listo para ella, pero él no hizo nada más.
—Ve a bañarte, -----, antes de que haga algo para lo cual ningún de los dos está listo. Ven
abajo para desayunar cuando hayas terminado.
----- se
levantó, mirándolo luchar por controlarse.
— ¿Esta Papá
en casa? —preguntó.
—No aún —él
sacudió su cabeza. —Él regresará la
noche antes de la fiesta. Eres mía hasta entonces, ----- ¿Puedes manejarlo?
Sus ojos se
estrecharon ante su tono de voz, sugiriendo que ella no podría.
—Puedo
manejarte cualquier día de la semana —. Condenada su boca, ella gimió ante las
palabras que brotaron de sus labios.
Sus labios se
torcieron. Ambos se conocían mejor.
—Veremos —. Él
asintió con la cabeza. —Ve a bañarte. Te
dejaré lo que quiero que lleves esta mañana. Han dado a los criados el resto de
la semana libre, así que seremos
solamente tú y yo por un tiempo.
----- mordió su
labio. Ella no estaba segura si eso era algo bueno o no.
—Ve —. Él indicó la puerta del cuarto de baño. —
Ven abajo cuando estés lista.
*
* * * *
* * * *
Una hora mas
tarde ----- bajó por la escalera espiral, con los pies desnudos y vistiendo más
ropa de la que ella pensó que él le dejaría para ella, pero decididamente menos
de lo que ella querría llevar puesto. El negligé largo, de seda la hacía sentir
sexy, femenina. Cubría sus pechos, pero estaba cortado lo suficientemente bajo
para que si él los quería sacar, no tuviera ningún problema. No había pantis incluidas, pero la seda
negra escondía ese hecho. Ella habría estado incómoda vistiendo algo que se
trasluciera.
Su nota había
dicho que la esperaría en la cocina, y allí estaba él. Vestido con pantalones
de gimnasia y nada más, su espeso pelo negro todavía estaba húmedo, y parecía
más sexy que lo cualquier hombre tenía derecho a parecer. Y él le estaba
sonriendo. Incluso sus ojos estaban llenos de una expresión perezosa, cómoda
mientras él colocaba dos platos de huevos, tocino y tostada al lado de tazas
llenas de café.
—El desayuno
está listo, llegaste justo a tiempo —. Él sacó su silla, indicando que ella
debería sentarse.
----- tomó su
asiento con cautela, el dolor de sus músculos estaba mucho mejor, pero sus
muslos y trasero todavía estaban sensibles.
— ¿Dolorida?
—. Él posó un beso sobre su hombro desnudo, produciéndole una sacudida de sobresalto.
Ella giró su
cabeza, alzando la vista hacia él mientras se enderezaba y se dirigía a su
propia silla.
—Un poco —.
Ella se aclaró la garganta.
—Se volverá
más fácil –le prometió. —Ahora come. Hablaremos más tarde, después de que hayas
terminado.
El desayuno, a
pesar de sus dudas iniciales, estuvo lleno de risas. Joe era agradable y su
humor fácil comenzó a mostrarse. Su ingenio árido la mantuvo riendo
ahogadamente y el malvado brillo en sus ojos mantuvo su cuerpo crepitando,
anticipándole lo que vendría, rogando que la follara. Mientras mas tiempo él
esperaba, más caliente se ponía ella. No sabía si lo soportaría mucho más
tiempo.
Finalmente,
después de que los platos estuvieron limpios, él la dirigió por la casa hasta
la cómoda sala de estar. Un fuego crepitaba en una esquina del cuarto donde un
gran colchón de almohadas había sido puesto.
—Siéntate,
tenemos que hablar —. Él la situó sobre el colchón, luego la hizo recostar
sobre su espalda mientras él se situaba al lado de ella.
—Mira, no
tengo muchas ganas de hablar —ella finalmente dijo frustrada. –Cortemos la persecución
aquí, Joe. Hay cosas que evidentemente me gustan, que tú disfrutas haciendo.
No quiero hablar sobre ello. Solamente hacerlo.
Ella levantó
la mirada hacia él, estrechando sus ojos, advirtiéndole que ella también tenía
sus límites.
Él apoyó la
cabeza en su mano, respetándola con una expresión curiosa.
—Esperaba una
pelea –dijo él, un vago tono de pregunta en su voz.
----- suspiró,
sentándose, mirando fijamente el fuego mientras ella pasaba los dedos de una
mano por su pelo.
— ¿Hasta que
extremo tienes la intención de llegar?
—preguntó ella finalmente, echándole un vistazo mientras él todavía se
reclinaba al lado de ella.
Él alcanzó sus
dedos que se arrastraban por el pelo. — ¿A qué extremos quieres que yo llegue, -----? —preguntó él a cambio. —Puedo darte cualquier cosa que quieras, lo que
sea. Pero tengo mis propias necesidades, y ellas tendrán que ser satisfechas
también.
— ¿Cómo
cuales? —le preguntó, manteniendo su voz baja, aquietando el temblor que
amenazaba con sacudirla.
—Me gustan los
juguetes, -----. Me gusta usarlos, y me muero por usarlos en ti. Me gusta
azotarte. Me gusta mirar tu bonito coño y los cachetes redondeados de tu
trasero volverse rojos. Me gusta oírte gritar porque no sabes, si es dolor o si
es placer, lo que te esta matando. Quiero ver tus ojos llenos de placer,
aturdidos, mientras empujo tus límites —. Él lo presentó bastante claro, pensó
ella con un toque de silenciosa burla, y aún así no había contestado una
maldita cosa.
— ¿Cómo de
lejos irás? —ella le preguntó.
— ¿Cómo de lejos
me dejarás ir? —le contestó él.
----- presentía
que ella tendría pocos límites, pero no estaba dispuesta a decirle eso.
—Evidentemente
tienes planes. Me gustaría saber cuales son.
Joe suspiró.
—Algunas cosas son mejores dejarlas al placer del momento. Vamos a esperar y
ver que pasa.
----- lamió sus
labios con nerviosismo. Evidentemente su padre le había contado sobre la
catástrofe con los libros que su madre había encontrado. Él no sabría sobre
ellos de otra manera. Ella respiró profunda y hondamente.
— ¿Esto
concierne a otros hombres? –preguntó ella finalmente.
Los ojos de él
se encendieron con excitación. ----- bajó la cabeza a sus rodillas. Dios, ella
no sabía si podría.
—Tu quieres
eso,----- —. Él se movió detrás de ella, sentándose para tirar de ella contra
él mientras susurraba las palabras en su oído. —Lo has deseado durante un largo
tiempo, nena, todo lo que he planeado. Solamente tranquilízate, y lo tomaremos
paso a paso.
----- luchaba
por controlar su respiración, su corazón latía frenéticamente. Ella estaba
aterrorizada de él, y de ella.
—No puedo, si
padre averiguara…
—-----, tu
padre sabe –dijo él con cuidado. — ¿Por qué piensas que tu madre se divorció de
él? Ella no deseaba sexo, mucho menos el que él necesitaba. Tu padre supo,
cuando esos libros fueron encontrados, lo que tú necesitabas. Tal como él sabe
lo que yo necesito.
La vergüenza
traspasó su cuerpo. Ella se acordaba viniendo a casa del colegio, su madre
enfurecida con ella, la humillación de las acusaciones que ella había lanzado a
Tess. Esa fue una de las pocas veces que su padre había intervenido. Él la
había llevado a su estudio e incómodamente le había informado que la sexualidad
era una cosa personal, y que no era de incumbencia ni de él ni de su madre.
— ¿Tu
hermana…? —ella dejó la pregunta
colgando.
—Sabe lo que
él desea y disfruta de ello. Ese es el punto clave, -----. Tienes que
disfrutarlo, si no, esto no me trae ningún placer. Tu placer es lo más
importante, -----. Qué deseas, qué necesitas.
Sus manos
estaban en su abdomen, acariciando suavemente los nerviosos músculos de allí.
Sus labios rozaban su hombro, su cuello.
—No deseo un
juguete, ----- —le prometió. —O una mujer que no sepa quien es y hable en
consecuencia. Menos en el dormitorio, que es donde quiero a la mujer que sé que
eres. Si quieres pelearme, entonces pelea. Si te quieres someter, entonces
hazlo. Si quieres ser atada y violada, avísame. Todo eso, puedo darte y
disfrutar. Pero si alguna vez llegas al límite, tienes que decírmelo. Si alguna
vez sugiero algo que no deseas o no puedes manejar, entonces tienes que
decírmelo. Y después de eso, a no ser que lo pidas, nunca lo abordaré otra vez.
Sólo se muy cuidadosa en los placeres que te niegues.
Ella levantó
la cabeza de sus rodillas.
— ¿Y cuándo te
hartes de mí? —le preguntó.
— ¿Qué si tú
te cansas de mí primero? —le preguntó él entonces. —Esto va en ambos sentidos, -----. Si no
podemos dar al otro lo que necesita, entonces no hay ninguna razón en
continuar. ¿Estás de acuerdo?
Sus manos se
apretaron en sus rodillas. —Estoy de
acuerdo –susurró ella.
—No hay
reglas, -----. Pero de ahora en más, no significa no. Si no lo quieres, entonces
dices la palabra. ¿Entendido?
Ella cabeceó
nerviosamente.
—Cada noche,
te empujaré más lejos. Cada noche, aprenderás algo nuevo sobre ti —. Sus manos
se movieron a sus brazos, acariciando los músculos tensos, aliviando el
nerviosismo que se cerraba en ellos. —No
estés asustada de mí, -----. O de ti.
—Ninguna otra
mujer —. Ella lo quería claro desde el principio. —No sé siquiera si pueda
manejar a otro hombre. Pero no puedes tener ninguna otra mujer.
—No quiero a
otra mujer, ----- —le aseguró él. —Y no habrá ningún otro hombre, a no ser que
sea algo que decida —. Su voz se endureció. —Hay un placer particular en
compartir a tu mujer que tú, tal vez, nunca puedas entender. Pero no cualquier
hombre será digno del privilegio, nena, confía en mí.
—Si no me
follas ahora, saldré de esta casa y no volveré — susurró ella rudamente. —
Estoy harta de esperar, Joe.
Ella había
girado las tablas sobre él, entonces se movió antes de que él pudiera pararla,
girando y apretando sus hombros contra el colchón hasta que él yació sobre su
espalda. Él ya estaba duro, y ella ya estaba mojada. Su polla tensaba el frente
de sus pantalones, oculta de ella. Enganchando sus manos en la cinturilla ella
los bajó, levantándolos sobre la gruesa erección y tirándolos de sus piernas.
—Me preguntaba
cuando te cansarías de la espera —dijo él riéndose, aunque su mirada estaba
caliente, con malvada lascivia.
----- se sacó
su vestimenta por sobre su cabeza, luego se subió a su cuerpo. Ella oyó su
dificultosa respiración cuando su húmeda vagina rozó su miembro, pero siguió.
Ella quería su beso. Ella moría por un beso.
Mientras los
labios de ella tocaban los suyos, los brazos de él la rodearon, girándola,
tirándola sobre su espalda mientras se elevaba encima de ella. Su lengua
perforaba su boca, sus labios se inclinaron sobre los suyos mientras él
convertía la caricia en un banquete carnal. Tess gimió interrumpidamente,
sintiendo la ternura, el calor completo de su toque, su cuerpo encima del suyo,
la fuerza de sus músculos mientras él la mantenía contra él.
—Mi polla esta
tan dura que no duraré cinco minutos dentro de ti —dijo él entre dientes. — ¿Estás
tomando la píldora o necesito un condón?
—Píldora
–jadeó ella. No quería nada entre ellos. Quería sentirlo cuando él se corriera,
sentir su semilla saliendo con fuerza dentro de ella.
—Maldición, -----, estoy casi asustado de follarte, eres tan condenadamente apretada –gruño
él mientras su mano patinaba sobre su coño, su dedo probando su vagina.
----- se arqueó
ante la penetración, su gemido hambriento la sobresaltó mientras su cuerpo
pedía más.
Sus labios se
arrastraron a lo largo de su cuello, moviéndose hacia abajo, hacia las puntas
duras, sensibles de sus pechos. Cuando su boca cubrió uno, su matriz se
contrajo dolorosamente. Oh sí. Esto era bueno. TAN bueno. Su lengua raspaba la
punta, su boca la chupaba con un movimiento fuerte que la dejaba temblando.
Entonces él mordisqueó el pequeño brote, el pellizco leve llevó su excitación
aún más alto por el filo del dolor.
—Maldición,
estás tan caliente que me estás quemando vivo –gruñó él, moviéndose hacia
atrás, hacia sus labios, chamuscándolos con su beso.
—Quémate más
entonces –jadeó ella. —Por favor, Joe. Tómame ahora.
Él se elevó
encima de ella moviéndose entre sus muslos, separándolos, mientras ella miraba
su polla palpitar.
—Esto podría
doler —la advirtió, respirando duro. —Maldición, T-----, nunca he tenido un coño
tan apretado que quemara mi dedo antes.
Ella hizo
rodar sus caderas, atormentada por la punta de su polla mientras esta daba
pequeños golpes contra su vagina.
—Está bien
–gimoteó ella. –Tú puedes manejarlo.
Él se hundió
en ella.
El aliento
abandonó el cuerpo de ----- mientras se doblaba, un grito estrangulado rasgó su
garganta por la forzada separación de los sensibles músculos de la vagina. El
ardiente placer/dolor la consumía, viajando por ella mientras se retorcía
contra el grueso pene alojado en su coño.
—Dulce Misericordia, ----- –gritó Cole mientras se acomodaba sobre ella pesadamente, sus codos
afirmándose para soportar su peso. Sus caderas rodaron en un suave movimiento
entre sus muslos enviando dardos agudos de éxtasis a viajar por su cuerpo.
*
* * * *
* * * *
Él no iba a
durar mucho tiempo. Joe sabía que él no tenía un ruego para ello. Lo mejor que
podía esperar era que ----- tampoco pudiera. Él agarró sus caderas, su cara se
enterró en la curva húmeda de su cuello mientras comenzaba un movimiento
fuerte, firme, dentro de su cuerpo.
Su coño era
tan apretado que lo quemaba, tan resbaladizo y dulce que él podría quedarse
dentro de ella por siempre, si sólo pudiera contener su liberación lo
suficiente. No hubo posibilidad. Ella se retorció contra él, sus caderas se
levantaron para encontrarlo, sus piernas se envolvieron alrededor de su cintura
mientras ella lo tomaba más profundo, gritando por las sensaciones que sus
duros empujes enviaban sobre ella.
Joe gimió
ante su calor. Él empujó en ella más duramente, sus empujes ganaron velocidad,
lanzándose dentro de ella, deslizándose por el sensible tejido que lo agarraba,
luchando para sostenerlo. Su cuerpo se apretó más hacia el final, su vagina
comenzó a temblar alrededor de él mientras ella gritaba, sacudiéndose entre sus
brazos, su orgasmo golpeando en ella al mismo tiempo que él perdía el control.
Joe escuchó
su grito de éxtasis, su grito estrangulado de liberación mientras él comenzaba
a eyacular dentro de ella. El calor lo envolvió, lo chamuscó, llenando su
cuerpo y alma mientras ella lo sujetaba fuertemente.
—-----. Dios, -----, nena… —. Él no creía que las llamaradas de placer se terminaran alguna
vez. Rezaba por que nunca lo hicieran. Estas subieron por su columna vertebral,
por su miembro y disolvieron el duro y solitario centro de su corazón. Esta
mujer era suya. Y antes de que la semana estuviera terminada, él se lo
demostraría.
Sooky
Re: Rendicion (Adaptada Joe y Tu)
Chicas he empezado una nueva adaptacion por si quieren pasarse por ella, es muy diferente pero espero que les guste
PD: No voy a olvidarme de esta
PD: No voy a olvidarme de esta
Sooky
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