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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 6 de 25. • 1 ... 5, 6, 7 ... 15 ... 25
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
awww pobre rayiz!!
Nick es tan lindo
Siguela!!
Nick es tan lindo
Siguela!!
aranzhitha
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
volvio a ver a su antiguo prometido pobre rayis
nah que cosas le pasan :(
sigue quiero mas capitulos
nah que cosas le pasan :(
sigue quiero mas capitulos
ElitzJb
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
chelis escribió:POBREE DE ___ TODOO LO QUE TINE QUE SUUFRIIIRR Y SOPORTAAARR!!!
Y CREOO QUE NIIICCKK LA LASTIMAA DE UNA FORMA U OOTRAAA!!
....
AAAII Y MÑN IRAN A LA CARCEL Y A LO MEJOOOORR ESTA ESE ENFERMOOOO LOOCOOOO
AAAII SIGUELAA
Siii ella me da pena :( y el malo de nick que casi nunca la apoyaa .. :(
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
aranzhitha escribió:awww pobre rayiz!!
Nick es tan lindo
Siguela!!
A nick le doy un hijoo, ya la sigo (:
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
chelis escribió:OTROOOO
ya la sigo (:
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
ElitzJb escribió:volvio a ver a su antiguo prometido pobre rayis
nah que cosas le pasan :(
sigue quiero mas capitulos
ya la sigo :D
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
chelis escribió:OTROOOOOO
yaa la sigo :D
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
ElitzJb escribió:mas coloca mas
:D ya si pondré 2 :D
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
Hola chicas espero que estén bien, mil perdon x no poder subir, pero entre medio de pruebas y trabajos eh subido algunos cap (: ..
mm .. chicas les queria pedir un favor enoorme haber si uds me pueden ayudar en esto :(
y ahora la sigo (:
mm .. chicas les queria pedir un favor enoorme haber si uds me pueden ayudar en esto :(
y ahora la sigo (:
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
7. 1/2
Los jardines de Vauxhall no eran del todo deshonrosos, pero difícilmente podían considerarse refinados. Constituían una especie de festival ostentoso que duraba todo el año, y servían para ver y ser visto. Allí los ánimos se alborotaban, la moral era laxa, y las cortesanas se convertían en reinas.
El aire mismo parecía brillar de la excitación, y ___ se sintió verdaderamente embriagada al avanzar con paso decidido por la entrada y desfilar por el gran paseo del brazo de uno de los solteros más codiciados de la aristocracia, a pesar de que ella solo fuera su querida.
No podía dejar de lanzar breves e intensas miradas de soslayo a Nick, alto, sofisticado y elegante con su ropa de etiqueta blanca y negra. Llevaba la barbilla alzada y caminaba con un contoneo natural, conduciéndola más allá de las ruinas góticas artificiales y de la cascada.
En todas partes la gente se volvía para mirarlos y susurraban a su paso. ¡Cuánto deseaba que Jonas se sintiera orgulloso de estar con ella! Sabía que los dos hacían buena pareja –ella, una rubia resplandeciente de piel pálida, y él, moreno y elegante–, pero el duque podía hacer que cualquier mujer se sintiera hermosa.
Se había ataviado con un estilo de sofisticada moderación que sabía que agradaría a Nick. Su vestido blanco de muselina de gasa ondeaba alrededor de sus piernas al caminar, vaporoso como el aire. Su fino pañuelo rojo le cubría los hombros, haciendo juego con el ramito de diminutas rosas rojas que llevaba prendido en su pelo recogido. Debajo del vestido, como si de una broma irreverente se tratase, se había puesto la marca personal de toda cortesana: unas medias blancas de seda con un diamante rojo en los tobillos realzado con hilo dorado. Estaba pensando maliciosamente en dejar que el duque las vislumbrara si se presentaba la ocasión. ¿Por qué no? Aquel detalle podía añadir un poco más de emoción a la vida de Nick.
Justo entonces él le tocó la mano que ___ llevaba posada sobre su antebrazo.
–Mire.
Ella siguió su indicación. Delante de ellos se oyó la explosión de un globo al ascender desde debajo de los árboles que bordeaban las anchas avenidas. Podían oír la música de la orquesta que llegaba desde el pabellón, mientras los farolillos de papel iluminaban los principales pasajes.
Cuando los dos se miraron, ___ le dedicó una deslumbrante sonrisa, era como si el resto del mundo no existiera, ni siquiera Frankie. Entonces él tiró suavemente de ella y la condujo al brillante y ruidoso pabellón principal. Dentro, Nicholas le dio una palmada en la mano y comenzó a abrirse paso entre la multitud.
Una de las primeras personas con las que se encontraron fue el lord canciller Eldon, un viejo recio de Newcastle. El intelecto de Eldon y su gran carácter le habían reportado el título de baronet y le habían permitido ascender a uno de los cargos más elevados del país, sin embargo, él no procedía de ilustre cuna, sino que era el simple hijo de un agente del carbón. Después de haber originado más de un escándalo en su día y poderoso como era, cuando Eldon vio a Bel no se preocupó por las damas de la sociedad a las que ofendía.
Sabedora de la postura despiadada del lord canciller sobre el mantenimiento de la pena de muerte por las infracciones menores, ___ no sentía deseos de agradar a lord Eldon cuando Harriette se lo presentó, pero le resultó imposible resistirse a la sorprendente calidez con la que trataba a la gente que le gustaba, y lo cierto era que ella le gustaba mucho.
Apartándose de las temerosas mujeres casadas de la sociedad, lord Eldon saludó a ___ con un brusco alborozo sin prestar atención a Jonas. Ella agitó la mano afectuosamente mientras su protector y lord Eldon se miraban con recelo.
–Milord –dijo Nicholas inclinando la cabeza.
–Excelencia –respondió Eldon con un ligero desdén–. Más vale que cuide bien de ella –le advirtió.
–Oh, lo haré.
–Y usted, jovencita, resérveme un baile.
___ asintió cortésmente, conteniendo una sonrisa.
–Será un placer, milord.
Él no pudo resistir el deseo de pellizcarla en la mejilla.
–Qué preciosidad –dijo con una risita–. Anda, váyanse.
Los dos continuaron avanzando en medio del gentío, y Nicholas se inclinó ligeramente hacia ella.
–Creo que ha hecho un trato con el demonio.
___ se rió.
–Oh, no es lo que piensa. Lord Eldon está enamorado de su esposa. En realidad es algo curioso. Solo somos amigos.
–¿De verdad? Pues durante los seis últimos meses he intentado conseguir el apoyo de su amigo para llevar a cabo cierto proyecto de reforma, pero a ese tipo le parece perfecto colgar a ingleses por cualquier delito menor.
–En ese caso tendremos que dar una cena, Nicholas. A ver si así podemos persuadirlo.
Riéndose en voz baja, Nick deslizó un brazo alrededor de ella y la acercó a él, mientras le besaba la sien.
–Pequeña, sabía que se convertiría en mi arma secreta en el terreno político –murmuró en tono juguetón–. ¿Le he dicho que está deliciosa?
___ lanzó al duque una astuta mirada y sus ojos brillaron.
–Usted no está del todo mal. Tendré que asegurarme de que nadie me lo roba.
–Puede ser.
Se arregló su pañuelo Obaldeston con falsa vanidad.
–¿Dónde está Brummell? Vamos a ver qué opina de mi chaqueta.
Ella se rió y advirtió que el duque estaba recorriendo el salón con la mirada. Notó una ligera rigidez en el brazo con el que le rodeaba la cintura, pero Nick siguió empleando un tono elegantemente divertido.
–Ahí está nuestro amigo mutuo.
A ___ le dio un vuelco el corazón, aunque ocultó su reacción.
–Supongo que sabía que iba a venir.
–Lo sospechaba.
___ abrió su abanico con un golpe seco.
–Bueno, ¿cómo quiere que interpretemos su farsa, Nicholas?
–Usted lo conoce mejor que yo. ¿Qué sugiere?
–¿Qué haría que Frankie se volviera loco? –pensó ella en voz alta. La respuesta acudió a su cabeza al instante–. Tendré que fingir que estoy completamente enamorada de usted.
–¿Fingir? –exclamó Nick, aparentando sentirse dolido, aunque le bailaban los ojos.
Ella le lanzó una mirada apagada.
–Después de todo, eso es lo que más le gustaría conseguir a Frankie.
–Esto va a ser más divertido de lo que pensaba.
–Disfrute mientras pueda, Jonas. Esto es una simple treta –dijo ___ entre dientes, agarrándole la mano. Tiró de él en dirección al grupo de palcos situado en un rincón tenuemente iluminado donde las cortesanas holgazaneaban, reían, bebían y cenaban con sus protectores, luciendo un aspecto magnífico con sus atrevidas galas.
El alegre grupo estaba encabezado por las Tres Gracias –Harriette, Fanny y Julia– y los habituales caballeros de su círculo: Argyll, Hertford, el coronel Parker, Brummell, Alvanley, Leinster y su apasionado joven primo, el marqués de Worcester, que estaba perdidamente enamorado de Harriette.
___ y Jonas fueron recibidos con un sonoro entusiasmo. Su relación era la comidilla de la ciudad. Cuando Harriette ordenó a los demás que les hiciesen sitio en el palco, los dos se deslizaron en sus asientos y pidieron la cena y vino. Al ver que Nicholas apoyaba su brazo en el respaldo del asiento de ___ en ademán protector, ella se rió para sus adentros, disfrutando secretamente de aquella farsa.
En ese preciso instante se elevó un coro de saludos cordiales cuando un hombre al que ___ no había visto antes se unió a ellos. Ninguna mujer podría haberse resistido a mirar a aquel joven de deslumbrante atractivo, su pícara sonrisa iluminó el pabellón cuando entró y se abrió paso entre el mar de mujeres que lo adularon, le gastaron bromas y le hicieron proposiciones, acariciándolo furtivamente entre la multitud cuando pasaba. Rondaba los treinta y a todo el mundo le parecía un joven arcángel alegre y juerguista que hubiera caído a la tierra arrastrado por una ráfaga de viento.
Tenía una larga melena de cabello leonado recogida hacia atrás en una cola, e iba vestido de forma extravagante con una magnífica chaqueta de terciopelo azul y unos pantalones blancos muy ceñidos que se pegaban a sus musculosas piernas. Saludable, bronceado y ancho de hombros, se acercó pavoneándose con el aire elegante de un bandolero romántico y galante.
Incluso Harriette se ruborizó cuando le pellizcó la mejilla a modo de saludo.
–Oh, no, ya estamos –murmuró Nicholas al verlo.
–¿Lo conoce?
Nicholas frunció el ceño y no le respondió, y en ese momento el apuesto truhán lo miró directamente por encima de las cabezas de todas las personas que había a la mesa, soltó una sonora carcajada de satisfacción y se dirigió a él.
–¡Ah! ¿Qué es esto? ¡Menuda desgracia! ¿Se ha caído el cielo? ¿Se ha congelado el infierno? ¿Es posible que mi impoluto hermano esté aquí, entre los pecadores? Sin duda me engañan los ojos.
–Oh, cállate, Alec.
___ arqueó las cejas. ¿Su hermano? No se parecían en nada. Eran como el día y la noche: uno moreno, de ojos oscuros y serio, el otro rubio, con los ojos azules y gracioso. Mientras seguía riéndose, Alec, pues así lo había llamado, se acercó con aire fanfarrón y le dio a Nicholas cordialmente unas palmaditas en la espalda.
–Oh, mirad cómo caen los poderosos –manifestó dirigiéndose a todos los presentes como un cómico nato.
Todos se rieron, aunque Nicholas refunfuñó y torció el gesto, y no se mostró en absoluto divertido. Aún no había acabado de mofarse de su hermano mayor, cuando el pícaro se inclinó hacia abajo y se cruzó de brazos contra el respaldo de ___.
–Hola –dijo alargando la palabra, mientras la miraba burlonamente de cerca con un interés claramente masculino.
___ arqueó una ceja y lo miró con desinterés.
Él dejó caer su monóculo y se volvió hacia Nicholas con una amplia sonrisa.
–¿Así que esta es la muchachita con la que has estado derrochando nuestras rentas? Excelencia, detecto una indudable mejora en su gusto. Mademoiselle –dijo con un ademán cortés a modo de reverencia–, me quito el sombrero ante usted. Tenía miedo de que mi hermano fuera un monje.
Ella reprimió una sonrisa. ¿De modo que aquel petimetre disoluto pretendía hacérselo pasar mal a su protector? Donde las dan las toman. Rodeó el cuello de Nicholas con los brazos y sonrió de forma evasiva.
–Oh, créame, no es ningún monje.
Las doradas cejas del joven se elevaron de repente cuando ella besó a Nicholas en la mejilla, aferrándose a él como si fuera el único hombre en el universo. Entonces el hermano libertino estalló en carcajadas.
–Ejem –dijo el duque con rigidez, removiéndose en su asiento. Ella sonrió afectuosamente, percibiendo un ligero rubor en sus mejillas varoniles–. Señorita Hamilton, permita que le presente a mi hermano, lord Alec Jonas. Mi hermanito –refunfuñó con cierto sarcasmo.
–¿Qué tal está? –dijo ella distraídamente, sin molestarse en mirar a lord Alec, quien inmediatamente le pareció un auténtico presumido, acostumbrado a acaparar la atención de las mujeres frente al resto de los hombres.
En su lugar, se dedicó a mirar exclusivamente a Nicholas, a besarlo lánguidamente en la mejilla, el cuello y la oreja mientras él y su hermano charlaban. Se metió tanto en el papel que llegó un momento en que no sabía si su aparente adoración era auténtica o falsa. Podía sentir cómo a Nicholas se le aceleraba el pulso en la arteria cuando ella le besaba el cuello. ___ cerró los ojos y sonrió sensualmente mientras lo besaba y le mordisqueaba el lóbulo con suavidad.
¿Qué pasaría si aquello fuera real?, se preguntó ___. ¿Qué ocurriría si ella fuese su verdadera amante?
Miró a Harriette –la siempre práctica y solvente Harriette y comprendió que solo una estúpida dejaría pasar una oportunidad como aquella sin al menos intentar aferrarse a un protector como Jonas. ¿Por qué no iba a hacerlo ella? Se llevaban bien. Ella podía resultarle útil, y sabe Dios que él podía permitirse sus servicios. No tenía una esposa que se pudiera ver afectada por su relación, y desde luego a ___ no le hacía ninguna ilusión volver al mercado público cuando aquella farsa hubiera terminado. ¿Se dejaría él persuadir?
Jugueteando con el pañuelo de Nick, ___ estuvo a punto de sentarse en su regazo mientras consideraba la posibilidad de conquistarlo de verdad.
Lord Alec se rió entre dientes.
–Me parece que preferís estar a solas. Señorita Hamilton. –Se despidió de ella con una inclinación de cabeza, lanzó a su hermano una sonrisa risueña, y se fue a hablar con los demás.
–Se está pasando un poco, ¿no cree? –murmuró Nicholas en voz baja.
–No se haga el estirado conmigo, Nicholas. Tenemos que resultar convincentes –musitó ella, riéndose nerviosamente mientras le acariciaba el pecho.
–Es usted muy convincente, _____. Créame.
–¿Cómo de convincente, Nicholas? –susurró ella.
Él le lanzó una mirada ansiosa.
–Dígamelo usted.
–Hum, eso suena a invitación. –En un arranque de estimulante osadía, ___ deslizó su mano por debajo de la mesa y rozó con la palma la palpitante evidencia de su reacción ante sus efusiones. Nicholas tomó aire cuando ella lo tocó pero no hizo ningún movimiento para detenerla.
Ella observó su rostro y decidió que le gustaba ser quien llevaba las riendas.
–Oh, Nicholas, me siento tan halagada. Desgraciadamente nuestro acuerdo no me permite ayudarle con ese gran... problema que tiene. –Retiró la mano con una sonrisa taimada.
–Será mejor que se comporte, picaruela desalmada –le advirtió en un susurro confuso.
–¿Y qué pasará si no lo hago?
–No lo sé, pero seguro que se me ocurre algo cuando tenga la cabeza despejada. Donde las dan las toman. –Él le posó la mano en la pierna, bajo la mesa, y la deslizó hacia arriba por el muslo acariciándola suavemente.
Un temblor incontrolable de excitación recorrió el cuerpo de la joven, pero optó por mostrarse desafiante.
–¿Qué cree que está haciendo?
Él le dedicó una tenue sonrisa íntima y cálida, y ella se sintió tan cautivada que rodeó con su mano la mejilla del duque y lo atrajo hacia sí para darle un beso lento y profundo. ___ no sabía lo que le pasaba. Parecía como si no se cansara de aquel hombre. Era la dignidad de su persona, la confianza que le transmitía y que le permitía des¬plegar las alas. «Si Frankie está mirando –pensó, con los ojos cerrados–, le dará un ataque de apoplejía.» De repente todo pensamiento se desvaneció mientras se sumía en una espiral de placer, embelesada por el roce rítmico y suave de sus deliciosos labios.
–Buscad una habitación –gritó alguien, y solo entonces se separaron, entre carcajadas y aplausos, ruborizados y jadeantes, evitando con timidez la mirada del otro. Nicholas alargó la mano con aire resuelto para coger su vaso y bebió un largo trago de vino mientras ___, poniéndose cada vez más colorada, se apartaba el pelo detrás de la oreja y adoptaba la sonrisa más fría de la que fue capaz.
Poco después, lord Eldon acudió a reclamar su baile. Ella vaciló, sin saber si era aconsejable separarse de su protector cuando Frankie podía estar en cualquier parte del atestado pabellón, pero Robert asintió con la cabeza firmemente. Entonces ella comprendió que Frankie no se expondría a hacer el ridículo delante de alguien como lord Eldon.
–La estaré vigilando –murmuró Nicholas cuando ella pasó delante de él al salir del palco.
–Lo sé. –Ella le sonrió, le acarició una mejilla y se reunió con el lord canciller.
___ tendría que haber estado ciega para no reparar en las incontables mujeres que la fulminaron con la mirada cuando la pareja ocupó su sitio para iniciar la pausada contradanza. La censura de la buena sociedad hizo que la invadiese una oleada de furiosa rebeldía.
Frankie consideraba que ella le pertenecía, del mismo modo que ciertas madres de la sociedad pensaban que Jonas era de su exclusiva propiedad y estaba reservado para una de sus hijas. ____ había conocido a aquel tipo de mujeres durante su etapa de maestra en la academia de la señora Hall. Ya entonces no le gustó aquella actitud prepotente y engreída, ahora sintió deseos de burlarse de todas ellas. Sin embargo, desplegó su sonrisa más osada de cortesana y lanzó un beso a Nicholas mientras esperaba a que comenzase a sonar la música.
Él sonrió irónicamente sin quitarle ojo. Ella era plenamente consciente de su mirada mientras bailaba. Moviéndose entre las figuras con lord Eldon, echó una ojeada al lugar donde estaba Nicholas. Lord Alec se había colocado junto a él. El hermano mayor y el menor de los Jonas permanecían sentados juntos en la misma pose, con sus musculosos brazos cruzados y las cabezas inclinadas mientras dialogaban, mirando a las personas que bailaban en actitud impasible y bastante maliciosa. Supuso que Alec estaría interrogando a Nicholas sobre su aparente conquista.
Poco después terminó la contradanza. ___ hizo una reverencia en respuesta a la inclinación de lord Eldon. Cuando el lord canciller le ofreció el brazo para acompañarla de vuelta a su mesa, ____ tomó aire y descubrió que mientras ella había estado bailando había estallado una chispa en el barril de pólvora que era la relación entre Nicholas y Frankie.
Debería habérselo imaginado.
Por lo visto Frankie había intentado detenerla cuando regresaba de la pista de baile, pero Nicholas y Alec habían intervenido para impedírselo, al ver la doble amenaza que se cernía sobre Frankie, sus amigos, a su vez, habían aparecido para respaldarlo. En ese momento los dos grupos de hombres crispados se encontraban junto al borde de la pista de baile. Frankie estaba diciéndole algo a Nicholas. A juzgar por la feroz postura del duque y su mirada tensa y furiosa, la situación estaba a punto de desembocar en un estallido de violencia.
Murmurando una disculpa a lord Eldon, ___ salió corriendo y se abrió paso a empujones entre el gentío para regresar junto a su protector, rezando para llegar antes de que ocurriera algo terrible. Tal vez ella pudiera hacer que Frankie se calmara.
Argyll y el coronel Parker llegaron al lugar en el mismo instante que ella.
Frankie la miró con un odio lascivo, pero por alguna razón permaneció callado. No obstante, el amigo que estaba junto a él no fue tan cauto.
–Anda, fijaos, si es la nueva Zorra Jonas.
–¿Qué has dicho? –gruñó Nicholas apretando los dientes. Alec dio un paso adelante.
El coronel Parker sujetó a ___ para que no fuera junto a Nicholas. Cuando se volvió para mirar con el ceño fruncido al atractivo oficial, las palabras fatales fueron pronunciadas:
–Todo el mundo sabe que los hermanos Jonas no son más que un hatajo de bastardos mestizos.
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
PEEEROOO!!!
AAAII COMO ACTUAAANN RE BIEEENNN!!!
JAJAJAJAJAJAJAJA
MAALDITO DE ESE AMIGO DE FRANKIE!!!..
PERO QUE QUIZO DECIR ESO DE LA NUEVA ZORRAAA JONAAS??
Y POR QUE NO SE PARECEN NICK Y ALEC??
AAAIII SIGUELA PORFIISS Y QUE LES DEN SU MERECIDO A ESOS BASTARDOOSS
AAAII COMO ACTUAAANN RE BIEEENNN!!!
JAJAJAJAJAJAJAJA
MAALDITO DE ESE AMIGO DE FRANKIE!!!..
PERO QUE QUIZO DECIR ESO DE LA NUEVA ZORRAAA JONAAS??
Y POR QUE NO SE PARECEN NICK Y ALEC??
AAAIII SIGUELA PORFIISS Y QUE LES DEN SU MERECIDO A ESOS BASTARDOOSS
chelis
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
La música se detuvo. Todas las personas que habían oído el insulto se quedaron inmóviles y miraron al petimetre borracho de cara alargada que había hablado de ese modo.
Nicholas miro a Frankie.
Frankie alzó las manos y soltó una carcajada insolente.
–Yo no he sido.
Entonces Alec se movió, lanzándose como un joven león en pleno ataque. Apartó a Frankie de un empujón, agarró al petimetre de las solapas y lo levantó del suelo. Le asestó un puñetazo en plena cara. El tipo cayó rodando hacia atrás por el parquet como si hubiera sido disparado por un cañón.
Se armó un pandemónium.
–¡Fuera! –bramó Argyll.
–¡Parker! ¡Ocúpate de ____! –rugió Nicholas, volviéndose para mirarla entre la multitud–. ¡Vete con el coronel Parker! –le ordenó, lanzándole una intensa mirada en medio del alboroto.
Ella intentó protestar, pero para entonces él ya había ido junto a su hermano, aunque llegó demasiado tarde para evitar que Alec levantara del suelo a su víctima y lo golpeara de nuevo.
–¡Pégale fuera, Alec! –gritó furioso.
___ apenas podía oírlo en medio de aquel caos.
–Venga, señorita Hamilton. –El coronel Parker tiró de ella a la fuerza y la puso a salvo junto a Harriette, Fanny y Julia, que contemplaban asombradas la escena.
–¿Qué ha pasado, querida? –exclamó Fanny, abrazándola en actitud protectora.
–Un amigo de Frankie ha dicho que soy la zorra de Jonas y ahora se están peleando –replicó, mientras el nutrido grupo de hombres avanzaba lentamente en tropel hacia la salida.
–¿La Zorra jonas? –preguntó Julia, visiblemente di¬vertida.
Harriette miró a ___, sin mostrarse alterada en lo más mínimo por la pelea.
–Querida, si eso es lo que ha dicho, ten por seguro que no se refería a ti.
–¿Qué? –exclamó ella, sintiéndose como una novata histérica ante a las impasibles Tres Gracias–. ¿A quién se iba a referir si no?
–¿Nunca has oído hablar de la Zorra Jonas?
–¡No! ¿Quién es esa?
Harriette inclinó la cabeza en dirección a Nicholas y Alec.
–Su madre.
–Su madre –repitió Bel conmocionada.
–Sí –asintió Julia–. Georgiana Jonas: ya sabes, la duquesa de Hawkscliffe. Vivió para el amor. En sus tiempos habría hecho que nosotras pareciéramos monjas.
–¿Qué? –gritó ___.
–Dicen que fue una belleza fabulosa, apasionada e indomable. Tuvo relaciones con todos los hombres importantes de su época.
–Desde poetas a boxeadores profesionales –intervino Fanny.
–Estoy impresionada –dijo ___ con voz entrecortada.
Los alborotadores habían salido por la puerta, y el salón bullía con el rumor de la cháchara expectante.
–¿No conoces la historia de la familia Jonas? –preguntó Harriette, cogiéndola del codo y atrayéndola hacia sí para relatarle la historia, pues si había una cosa que le gustaba más que un hombre rico era un buen escándalo.
–¡No! ¡Cuéntamela!
–El padre de Nicholas, el octavo duque, era todo un caballero y no se opuso a reconocer a los hijos de su mujer como suyos, pero tu protector es su único hijo verdadero. Los otros cuatro hermanos tienen padres diferentes, aunque supuestamente la hija también es de sangre verdadera: el fruto de la reconciliación entre los dos poco antes de que el octavo duque muriese.
–Oh, cielos –soltó ___, asombrada. Sabía que debería estar por encima de los cotilleos, pero no había manera de que pudiera evitarlo–. ¿Quién es el padre real de lord Alec?
Harriette se inclinó hacia ella, con los ojos brillantes de regocijo ante aquel delicioso chisme.
–Supuestamente, Alec fue engendrado por un actor shakespeariano muy conocido que estuvo vinculado con Drury Lane. ___ abrió los ojos como platos.
Harriette se llevó un dedo a los labios.
–Yo no te lo he dicho.
–¡Dios mío, qué escándalo! –dijo ___, intentando asimilarlo todo–. ¿Ellos saben que en realidad son medio hermanos?
–Pues claro que lo saben, querida. Pero les da igual. No encontrarás a unos hermanos de sangre que sean más leales los unos con los otros que esa panda de guapos bribones.
–Nicholas no es un bribón, es un hombre ejemplar –dijo Bel suspirando.
–En absoluto –respondió Harriette soltando un bufido–. Puede haberse refinado, destacar e ir más recto que nadie si quiere, pero en el fondo, acuérdate bien de lo que te digo, sigue siendo el hijo de Georgiana, y su pasión corre por sus venas.
Tener que defender el honor de su madre no era nada nuevo para Nick y sus hermanos. Era algo que habían hecho desde chicos. Podían pelearse entre ellos como pendencieros, pero cuando se ponía en duda el honor de la familia, los cinco se unirían contra el mundo si fuera necesario.
El bullicio general proseguía fuera, bajo las estrellas y los farolillos de papel. Unos veinte o treinta hombres se habían reunido en el césped situado entre el gran paseo y el paseo del sur para contemplar la trifulca, cuando no para unirse a la refriega. La mayoría se limitaban a aclamarlos a gritos y a hacer apuestas, pero todo aquel que se había topado alguna vez con los hermanos Jonas sabía que no debía apostar contra ellos.
Con su extravagante ropa desaliñada y el pelo largo desprendido de la coleta, Alec seguía golpeando al necio que había insultado a su madre, mientras Nick le cubría la espalda, intentando mantener la situación bajo control con escaso éxito.
Afortunadamente, la campana de aviso sonó por todo Vauxhall, indicando que había llegado el momento de que se separaran. En un momento de distracción, Nick logró apartar a Alec de aquel tipo, que prácticamente se hallaba inconsciente.
Mientras la multitud se dispersaba y se alejaba para contemplar el milagro de la cascada artificial, apareció el gerente de los jardines de recreo y ordenó a Alec que se marchase. A continuación el beligerante hombrecillo mandó a todos los que habían participado en la pelea que hicieran lo mismo.
Nick vio que su hermano no parecía muy maltrecho, exceptuando el hilillo de sangre que le chorreaba por una comisura de la boca. Alec sacó su pañuelo como un dandi consumado y se limpió con un imperioso aplomo lleno de elegancia.
–Un buen trabajo –declaró en tono liviano–. Creo que voy a ir a algún garito de juego a desplumar a alguien.
–Yo me quedo, me da igual lo que diga el enano del gerente. ____ lo estaba pasando demasiado bien para llevarla a la fuerza. Son solo las nueve.
–Tu amiguita no te dejará marchar, excelencia. Disfruta de tu nuevo juguete. Es condenadamente mejor que Danielle Coldfell.
–Cuidado con lo que dices –gruñó Nick.
Alec le lanzó una mirada insolente y se marchó con varios de sus disolutos amigos.
Justo entonces Nick vio que Frankie se iba. Todavía no había acabado con el baronet. Sobornó fácilmente al gerente para que lo dejase quedarse y fue tras su enemigo.
–¡Breckinridge!
Frankie se dio la vuelta. Sus amigos también.
–Me gustaría hablar contigo, por favor. A solas.
Con un gesto, Frankie indicó a sus fieles que se fueran, y estos se marcharon, dos de ellos cargando con el aturdido instigador de la pelea. Acercándose a él con recelo, Frankie alzó insolentemente su cuadrada barbilla.
–¿Qué quieres?
–Te dije que no te acercaras a ella.
Frankie apretó los dientes.
–Me he mantenido a más de tres metros de tu zorra, Jonas.
–No me provoques, Breckinridge. No pienso advertírtelo otra vez, ponme a prueba. Está claro que tengo algo que tú quieres.
Frankie lanzó una rápida mirada de desprecio al lejano pabellón. Nick siguió su mirada y vio a ____ en la entrada, iluminada por los farolillos de papel. Para su tranquilidad, la joven no se acercó a ellos, sino que permaneció allí, mirando y esperando con ansiedad.
–Es preciosa, ¿verdad? –murmuró Nick.
–Las he visto mejores.
Nick se rió en voz baja de la grosera respuesta.
–Da la casualidad de que tú también tienes algo que yo quiero, Breckinridge.
–¿De qué estás hablando? ¿Qué es lo que tengo?
–Creo que ya lo sabes.
–No tengo ni repajolera idea de lo que quieres decir.
–Puede que esté interesado en hacer un intercambio –dijo Nick, sin conceder importancia al escalofrío que sacudió su con¬ciencia mientras hacía su despiadada propuesta, por mucho que aquello fuera solo una estratagema.
–¿Qué tipo de intercambio?
–Si me das lo que necesito, tendrás a _____.
Frankie miró en dirección al pabellón donde estaba ella y a continuación miró a Nick, nervioso.
–No sé lo que pretendes, Jonas, pero ____ ya no me interesa. Es un producto usado.
–Puede que sí. Puede que no.
Las ventanas de la nariz de Frankie se ensancharon.
–¿Qué quieres decir?
–Puede que no haya recurrido a la señorita Hamilton por placer, Frankie. Tal vez tenía otros motivos. Motivos que te atañen personalmente.
–Maldito mojigato, ¿quieres decir que todavía no te has acostado con ella? –exclamó Frankie.
–Un caballero nunca cuenta esas cosas... pero ya sabes lo que dicen los epicúreos. No se deben engullir los bocados más dulces a la primera ocasión, sino saborearlos al máximo y dejarlos para lo último. ¿Lo entiendes, Frankie? Todavía te queda una pequeña esperanza. Si sigues mis instrucciones al pie de la letra, todavía puede ser tuya. Si desaprovechas la oportunidad o intentas llevarme la contraria, te aseguro que me acostaré con ella y disfrutaré al máximo de sus habilidades.
–¿Qué quieres?
–Información.
–¿Sobre qué?
–Creo que ya lo sabes.
–¡No lo sé! ¿Quieres hablar claro? Dios, eres peor que la serpiente de mi tío.
–Controla ese genio, Frankie. Algún día te pillaré.
–¡Dime lo que quieres! Quiero que ____ vuelva conmigo. ¿Qué quieres a cambio?
–En primer lugar ____ nunca ha sido tuya, Frankie. Así que difícilmente te la voy a «devolver».
–¡Jonas!
–Bueno, veo que todavía no es el momento adecuado. No estás dispuesto a confesar.
–¿A qué? –gritó Frankie.
Nick empezó a caminar de vuelta al pabellón con las manos en los bolsillos.
–¡Jonas!
–Otro día, Breckinridge. Ya me pondré en contacto contigo.
___ contempló cómo Nicholas se acercaba a ella resueltamente, con las manos en los bolsillos, regresando victorioso de la pelea. Le bastó con sacudirse rápidamente su elegantísimo frac negro y tirar ligera¬mente de su chaleco de color blanco perla y su pañuelo para volver a estar impecable. Le sonrió con un tenue brillo posesivo en sus oscuros ojos y le ofreció el brazo, y juntos entraron en el pabellón.
Aunque Frankie, que era el principal objetivo de aquella farsa, se había marchado, por algún motivo ninguno de ellos deseaba poner fin a la mascarada. ___ pensó que los dos aparentaban muy bien sentir una atracción mutua. Incluso sacó al duque a la pista de baile a danzar un vals.
Vauxhall no era Almack's, pero aun así el vals que bailaron juntos fue glorioso. ___ tenía las mejillas sonrosadas y notaba la cabeza ligera por el torbellino del baile, mientras Nicholas la deslizaba por el suelo de parquet con una elegancia atlética natural.
Ella lo miró con adoración, mientras daba vueltas y vueltas por el suelo entre sus brazos hasta que el mundo que la desaprobaba se convirtió en una mancha de color insignificante a su alrededor, y no quedó nadie más que él, su sonrisa, sus ojos.
A medianoche salieron juntos de la mano y encontraron un sitio agradable junto al río desde el que contemplar los fuegos artificiales de Vauxhall. Situado detrás de ella, Nicholas le rodeó la cintura con los brazos para que se mantuviera en calor pese al fresco de la noche, pues a lo largo del Támesis corría una buena brisa. Ella apoyó la cabeza contra el pecho del duque y contempló las explosiones del cielo conteniendo un suspiro. Miró a Nick y vio cómo los colores brillantes de los fuegos artificiales iluminaban sus facciones aguileñas en tonos rojos, plateados y azules. La luz de las estrellas parecía danzar en sus pestañas.
Incluso en el coche, de camino a casa, no parecía que ninguno de los dos estuviera dispuesto a poner fin a la farsa. Se estaba tan bien así... Debido a lo avanzado de la hora, Nicholas la estrechó entre sus fuertes y cálidos brazos y dejó que se adormilase con la cabeza apoyada en su hombro. Ninguno de los dos rompió el precioso silencio, como si una palabra equivocada pudiera romper el reciente vínculo que los unía, frágil como un hilo dorado.
Cuando llegaron a Jonas House se demoraron en lo alto de la majestuosa escalera de mármol, ya que era la hora de darse las buenas noches. Se miraron con anhelo y ambos apartaron la vista.
De repente ella rompió el tenso silencio.
–Yo... creo que todo ha ido bien –dijo, con una expresión seria.
Él asintió de forma forzada.
–Así es.
–Nicholas...
Nick le dirigió una brillante mirada de deseo como un relámpago, pero no movió un músculo. Parecía que estuviera conteniendo la respiración.
–¿Sí?
El corazón de ella latía con fuerza. La timidez hizo que se contuviera.
–Yo... lo he pasado estupendamente.
–Bien. Quiero decir que esa era la idea. Yo también lo he pasado muy bien. –Se mojó los labios y bajó la mirada, manteniéndose tan rígido como la reluciente armadura del vestíbulo–. En fin... Buenas noches.
–Buenas noches, Nicholas.
Nick se inclinó y ___ se dio la vuelta y comenzó a alejarse, pero de repente se detuvo y se giró de nuevo. Él seguía allí, con las manos en los bolsillos, mirándola con aspecto solitario, melancólico y un tanto desamparado, y los pómulos acentuados por la luz del candelabro de la pared.
–¿Qué ocurre, querida? –preguntó con suavidad.
–¿Sigue queriendo venir conmigo mañana a la cárcel? ¿Lo recuerda? Me lo prometió...
–Nunca olvido mis promesas, señorita Hamilton. Que tenga dulces sueños.
Ella le dedicó una sonrisa vacilante y se marchó a toda prisa a su habitación antes de que pudiera cometer una imprudencia.
PD: Help me, ayuda necesito un consejo.. pls *-* dejen imbox (: las que me quieran ayudar
Nicholas miro a Frankie.
Frankie alzó las manos y soltó una carcajada insolente.
–Yo no he sido.
Entonces Alec se movió, lanzándose como un joven león en pleno ataque. Apartó a Frankie de un empujón, agarró al petimetre de las solapas y lo levantó del suelo. Le asestó un puñetazo en plena cara. El tipo cayó rodando hacia atrás por el parquet como si hubiera sido disparado por un cañón.
Se armó un pandemónium.
–¡Fuera! –bramó Argyll.
–¡Parker! ¡Ocúpate de ____! –rugió Nicholas, volviéndose para mirarla entre la multitud–. ¡Vete con el coronel Parker! –le ordenó, lanzándole una intensa mirada en medio del alboroto.
Ella intentó protestar, pero para entonces él ya había ido junto a su hermano, aunque llegó demasiado tarde para evitar que Alec levantara del suelo a su víctima y lo golpeara de nuevo.
–¡Pégale fuera, Alec! –gritó furioso.
___ apenas podía oírlo en medio de aquel caos.
–Venga, señorita Hamilton. –El coronel Parker tiró de ella a la fuerza y la puso a salvo junto a Harriette, Fanny y Julia, que contemplaban asombradas la escena.
–¿Qué ha pasado, querida? –exclamó Fanny, abrazándola en actitud protectora.
–Un amigo de Frankie ha dicho que soy la zorra de Jonas y ahora se están peleando –replicó, mientras el nutrido grupo de hombres avanzaba lentamente en tropel hacia la salida.
–¿La Zorra jonas? –preguntó Julia, visiblemente di¬vertida.
Harriette miró a ___, sin mostrarse alterada en lo más mínimo por la pelea.
–Querida, si eso es lo que ha dicho, ten por seguro que no se refería a ti.
–¿Qué? –exclamó ella, sintiéndose como una novata histérica ante a las impasibles Tres Gracias–. ¿A quién se iba a referir si no?
–¿Nunca has oído hablar de la Zorra Jonas?
–¡No! ¿Quién es esa?
Harriette inclinó la cabeza en dirección a Nicholas y Alec.
–Su madre.
–Su madre –repitió Bel conmocionada.
–Sí –asintió Julia–. Georgiana Jonas: ya sabes, la duquesa de Hawkscliffe. Vivió para el amor. En sus tiempos habría hecho que nosotras pareciéramos monjas.
–¿Qué? –gritó ___.
–Dicen que fue una belleza fabulosa, apasionada e indomable. Tuvo relaciones con todos los hombres importantes de su época.
–Desde poetas a boxeadores profesionales –intervino Fanny.
–Estoy impresionada –dijo ___ con voz entrecortada.
Los alborotadores habían salido por la puerta, y el salón bullía con el rumor de la cháchara expectante.
–¿No conoces la historia de la familia Jonas? –preguntó Harriette, cogiéndola del codo y atrayéndola hacia sí para relatarle la historia, pues si había una cosa que le gustaba más que un hombre rico era un buen escándalo.
–¡No! ¡Cuéntamela!
–El padre de Nicholas, el octavo duque, era todo un caballero y no se opuso a reconocer a los hijos de su mujer como suyos, pero tu protector es su único hijo verdadero. Los otros cuatro hermanos tienen padres diferentes, aunque supuestamente la hija también es de sangre verdadera: el fruto de la reconciliación entre los dos poco antes de que el octavo duque muriese.
–Oh, cielos –soltó ___, asombrada. Sabía que debería estar por encima de los cotilleos, pero no había manera de que pudiera evitarlo–. ¿Quién es el padre real de lord Alec?
Harriette se inclinó hacia ella, con los ojos brillantes de regocijo ante aquel delicioso chisme.
–Supuestamente, Alec fue engendrado por un actor shakespeariano muy conocido que estuvo vinculado con Drury Lane. ___ abrió los ojos como platos.
Harriette se llevó un dedo a los labios.
–Yo no te lo he dicho.
–¡Dios mío, qué escándalo! –dijo ___, intentando asimilarlo todo–. ¿Ellos saben que en realidad son medio hermanos?
–Pues claro que lo saben, querida. Pero les da igual. No encontrarás a unos hermanos de sangre que sean más leales los unos con los otros que esa panda de guapos bribones.
–Nicholas no es un bribón, es un hombre ejemplar –dijo Bel suspirando.
–En absoluto –respondió Harriette soltando un bufido–. Puede haberse refinado, destacar e ir más recto que nadie si quiere, pero en el fondo, acuérdate bien de lo que te digo, sigue siendo el hijo de Georgiana, y su pasión corre por sus venas.
Tener que defender el honor de su madre no era nada nuevo para Nick y sus hermanos. Era algo que habían hecho desde chicos. Podían pelearse entre ellos como pendencieros, pero cuando se ponía en duda el honor de la familia, los cinco se unirían contra el mundo si fuera necesario.
El bullicio general proseguía fuera, bajo las estrellas y los farolillos de papel. Unos veinte o treinta hombres se habían reunido en el césped situado entre el gran paseo y el paseo del sur para contemplar la trifulca, cuando no para unirse a la refriega. La mayoría se limitaban a aclamarlos a gritos y a hacer apuestas, pero todo aquel que se había topado alguna vez con los hermanos Jonas sabía que no debía apostar contra ellos.
Con su extravagante ropa desaliñada y el pelo largo desprendido de la coleta, Alec seguía golpeando al necio que había insultado a su madre, mientras Nick le cubría la espalda, intentando mantener la situación bajo control con escaso éxito.
Afortunadamente, la campana de aviso sonó por todo Vauxhall, indicando que había llegado el momento de que se separaran. En un momento de distracción, Nick logró apartar a Alec de aquel tipo, que prácticamente se hallaba inconsciente.
Mientras la multitud se dispersaba y se alejaba para contemplar el milagro de la cascada artificial, apareció el gerente de los jardines de recreo y ordenó a Alec que se marchase. A continuación el beligerante hombrecillo mandó a todos los que habían participado en la pelea que hicieran lo mismo.
Nick vio que su hermano no parecía muy maltrecho, exceptuando el hilillo de sangre que le chorreaba por una comisura de la boca. Alec sacó su pañuelo como un dandi consumado y se limpió con un imperioso aplomo lleno de elegancia.
–Un buen trabajo –declaró en tono liviano–. Creo que voy a ir a algún garito de juego a desplumar a alguien.
–Yo me quedo, me da igual lo que diga el enano del gerente. ____ lo estaba pasando demasiado bien para llevarla a la fuerza. Son solo las nueve.
–Tu amiguita no te dejará marchar, excelencia. Disfruta de tu nuevo juguete. Es condenadamente mejor que Danielle Coldfell.
–Cuidado con lo que dices –gruñó Nick.
Alec le lanzó una mirada insolente y se marchó con varios de sus disolutos amigos.
Justo entonces Nick vio que Frankie se iba. Todavía no había acabado con el baronet. Sobornó fácilmente al gerente para que lo dejase quedarse y fue tras su enemigo.
–¡Breckinridge!
Frankie se dio la vuelta. Sus amigos también.
–Me gustaría hablar contigo, por favor. A solas.
Con un gesto, Frankie indicó a sus fieles que se fueran, y estos se marcharon, dos de ellos cargando con el aturdido instigador de la pelea. Acercándose a él con recelo, Frankie alzó insolentemente su cuadrada barbilla.
–¿Qué quieres?
–Te dije que no te acercaras a ella.
Frankie apretó los dientes.
–Me he mantenido a más de tres metros de tu zorra, Jonas.
–No me provoques, Breckinridge. No pienso advertírtelo otra vez, ponme a prueba. Está claro que tengo algo que tú quieres.
Frankie lanzó una rápida mirada de desprecio al lejano pabellón. Nick siguió su mirada y vio a ____ en la entrada, iluminada por los farolillos de papel. Para su tranquilidad, la joven no se acercó a ellos, sino que permaneció allí, mirando y esperando con ansiedad.
–Es preciosa, ¿verdad? –murmuró Nick.
–Las he visto mejores.
Nick se rió en voz baja de la grosera respuesta.
–Da la casualidad de que tú también tienes algo que yo quiero, Breckinridge.
–¿De qué estás hablando? ¿Qué es lo que tengo?
–Creo que ya lo sabes.
–No tengo ni repajolera idea de lo que quieres decir.
–Puede que esté interesado en hacer un intercambio –dijo Nick, sin conceder importancia al escalofrío que sacudió su con¬ciencia mientras hacía su despiadada propuesta, por mucho que aquello fuera solo una estratagema.
–¿Qué tipo de intercambio?
–Si me das lo que necesito, tendrás a _____.
Frankie miró en dirección al pabellón donde estaba ella y a continuación miró a Nick, nervioso.
–No sé lo que pretendes, Jonas, pero ____ ya no me interesa. Es un producto usado.
–Puede que sí. Puede que no.
Las ventanas de la nariz de Frankie se ensancharon.
–¿Qué quieres decir?
–Puede que no haya recurrido a la señorita Hamilton por placer, Frankie. Tal vez tenía otros motivos. Motivos que te atañen personalmente.
–Maldito mojigato, ¿quieres decir que todavía no te has acostado con ella? –exclamó Frankie.
–Un caballero nunca cuenta esas cosas... pero ya sabes lo que dicen los epicúreos. No se deben engullir los bocados más dulces a la primera ocasión, sino saborearlos al máximo y dejarlos para lo último. ¿Lo entiendes, Frankie? Todavía te queda una pequeña esperanza. Si sigues mis instrucciones al pie de la letra, todavía puede ser tuya. Si desaprovechas la oportunidad o intentas llevarme la contraria, te aseguro que me acostaré con ella y disfrutaré al máximo de sus habilidades.
–¿Qué quieres?
–Información.
–¿Sobre qué?
–Creo que ya lo sabes.
–¡No lo sé! ¿Quieres hablar claro? Dios, eres peor que la serpiente de mi tío.
–Controla ese genio, Frankie. Algún día te pillaré.
–¡Dime lo que quieres! Quiero que ____ vuelva conmigo. ¿Qué quieres a cambio?
–En primer lugar ____ nunca ha sido tuya, Frankie. Así que difícilmente te la voy a «devolver».
–¡Jonas!
–Bueno, veo que todavía no es el momento adecuado. No estás dispuesto a confesar.
–¿A qué? –gritó Frankie.
Nick empezó a caminar de vuelta al pabellón con las manos en los bolsillos.
–¡Jonas!
–Otro día, Breckinridge. Ya me pondré en contacto contigo.
___ contempló cómo Nicholas se acercaba a ella resueltamente, con las manos en los bolsillos, regresando victorioso de la pelea. Le bastó con sacudirse rápidamente su elegantísimo frac negro y tirar ligera¬mente de su chaleco de color blanco perla y su pañuelo para volver a estar impecable. Le sonrió con un tenue brillo posesivo en sus oscuros ojos y le ofreció el brazo, y juntos entraron en el pabellón.
Aunque Frankie, que era el principal objetivo de aquella farsa, se había marchado, por algún motivo ninguno de ellos deseaba poner fin a la mascarada. ___ pensó que los dos aparentaban muy bien sentir una atracción mutua. Incluso sacó al duque a la pista de baile a danzar un vals.
Vauxhall no era Almack's, pero aun así el vals que bailaron juntos fue glorioso. ___ tenía las mejillas sonrosadas y notaba la cabeza ligera por el torbellino del baile, mientras Nicholas la deslizaba por el suelo de parquet con una elegancia atlética natural.
Ella lo miró con adoración, mientras daba vueltas y vueltas por el suelo entre sus brazos hasta que el mundo que la desaprobaba se convirtió en una mancha de color insignificante a su alrededor, y no quedó nadie más que él, su sonrisa, sus ojos.
A medianoche salieron juntos de la mano y encontraron un sitio agradable junto al río desde el que contemplar los fuegos artificiales de Vauxhall. Situado detrás de ella, Nicholas le rodeó la cintura con los brazos para que se mantuviera en calor pese al fresco de la noche, pues a lo largo del Támesis corría una buena brisa. Ella apoyó la cabeza contra el pecho del duque y contempló las explosiones del cielo conteniendo un suspiro. Miró a Nick y vio cómo los colores brillantes de los fuegos artificiales iluminaban sus facciones aguileñas en tonos rojos, plateados y azules. La luz de las estrellas parecía danzar en sus pestañas.
Incluso en el coche, de camino a casa, no parecía que ninguno de los dos estuviera dispuesto a poner fin a la farsa. Se estaba tan bien así... Debido a lo avanzado de la hora, Nicholas la estrechó entre sus fuertes y cálidos brazos y dejó que se adormilase con la cabeza apoyada en su hombro. Ninguno de los dos rompió el precioso silencio, como si una palabra equivocada pudiera romper el reciente vínculo que los unía, frágil como un hilo dorado.
Cuando llegaron a Jonas House se demoraron en lo alto de la majestuosa escalera de mármol, ya que era la hora de darse las buenas noches. Se miraron con anhelo y ambos apartaron la vista.
De repente ella rompió el tenso silencio.
–Yo... creo que todo ha ido bien –dijo, con una expresión seria.
Él asintió de forma forzada.
–Así es.
–Nicholas...
Nick le dirigió una brillante mirada de deseo como un relámpago, pero no movió un músculo. Parecía que estuviera conteniendo la respiración.
–¿Sí?
El corazón de ella latía con fuerza. La timidez hizo que se contuviera.
–Yo... lo he pasado estupendamente.
–Bien. Quiero decir que esa era la idea. Yo también lo he pasado muy bien. –Se mojó los labios y bajó la mirada, manteniéndose tan rígido como la reluciente armadura del vestíbulo–. En fin... Buenas noches.
–Buenas noches, Nicholas.
Nick se inclinó y ___ se dio la vuelta y comenzó a alejarse, pero de repente se detuvo y se giró de nuevo. Él seguía allí, con las manos en los bolsillos, mirándola con aspecto solitario, melancólico y un tanto desamparado, y los pómulos acentuados por la luz del candelabro de la pared.
–¿Qué ocurre, querida? –preguntó con suavidad.
–¿Sigue queriendo venir conmigo mañana a la cárcel? ¿Lo recuerda? Me lo prometió...
–Nunca olvido mis promesas, señorita Hamilton. Que tenga dulces sueños.
Ella le dedicó una sonrisa vacilante y se marchó a toda prisa a su habitación antes de que pudiera cometer una imprudencia.
PD: Help me, ayuda necesito un consejo.. pls *-* dejen imbox (: las que me quieran ayudar
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