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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
ElitzJb escribió:coloca mas por favor
ya subo (:
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
chelis escribió:OOOOOOTRRRRROOOOOO
ya suuubo :D
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
2/2.
Pagó al muchacho la moneda que le había prometido y subió de nuevo al carruaje, y a continuación atravesó el centro de la ciudad hacia el este en dirección a Lower Thames Street. La niebla había caído sobre el río. Cuando el aire se inundó del hedor a pescado del mercado ribereño de Billingsgate, supo que se encontraba cerca.La gigantesca y amenazante Torre de Londres asomaba a lo lejos, cubierta por la niebla.
Nick giró a la izquierda por una calle lateral llamada Pudding Lane y encontró rápidamente la taberna donde, a juzgar por el ruido, había mucho movimiento. Aparcó el coche en la sombra de un callejón que había calle abajo y se zambulló en el atestado local, pegándose a la pared mientras buscaba al alcaide entre la estridente multitud. Nick lo divisó entre el corrillo de hombres que vociferaban a los tahúres, quienes estaban muy ocupados anotando sus apuestas.
Nick volvió al exterior nocturno y regresó a su carruaje. Subió al asiento del conductor, se recostó, se cruzó de brazos y esperó en un silencio amenazador e implacable. De vez en cuando daba un trago a la petaca de plata. El brandy lo mantuvo en calor mientras estuvo lloviznando.
Cada vez que se abría la puerta de la taberna, derramando un cálido fulgor sobre los adoquines húmedos, Nicholas se ponía alerta, pero el alcaide no aparecía.
Cuando pasó la primera hora se bajó del coche y se paseó por el callejón para estirar las piernas. Había algo que brillaba entre un montón de escombros arrojados junto al muro de uno de los edificios. Se acercó, se inclinó y lo recogió: un trozo de una tubería de plomo. Lo sopesó entre las manos con un atisbo de sonrisa y volvió al otro sitio a esperar, aguardando su momento. Pasó otra hora. Consultó su reloj de bolsillo. Las dos y cuarto. Solo faltaban dos horas para su duelo con Frankie Breckinridge; en verano amanecía a las cuatro.
La llovizna se transformó en una lluvia más intensa. Miró irritado al cielo por debajo del ala empapada de su sombrero, y de repente se abrió la puerta de la taberna y salió el alcaide de la prisión de Fleet dando traspiés.
Nick se puso en tensión. El corazón empezó a latirle de forma desbocada. Se irguió lentamente en el asiento del conductor mientras un trueno rugía a lo lejos.
El alcaide iba con dos hombres, pero se despidieron al llegar a la esquina y los otros dos se alejaron haciendo eses en dirección al río mientras el alcaide giraba y comenzaba a subir penosamente la calle. Nick aguardaba en la oscuridad como un depredador.
Se deslizó del asiento sin hacer ruido. Cuando el alcaide se acercó tambaleándose, Nick salió de las sombras y caminó hacia el hombre. El alcaide lo vio y miró el coche entornando los ojos.
–¡Cochero! Llévame a Cheapside –farfulló con rudeza.
Nick se sorprendió al oír la orden y esbozó una sonrisa.
–Ahora mismo.
Momentos más tarde el alcaide se hallaba en el suelo del coche con la boca amordazada y la rodilla de Nick en su espalda. El alcaide tenía una fuerza brutal, lucharon en el carruaje como dos bestias salvajes despedazándose en pleno combate, pero al final al hombre no le quedó alternativa. Nick estaba demasiado furioso para sentir siquiera los golpes que le propinaba el alcaide. Una vez que logró reducirlo, le ató las muñecas por detrás de la espalda y regresó a los caballos.
Mientras fustigaba los caballos a través de las sucias y estrechas callejuelas, el corazón le latía con una furia primaria. Después de pasar la Torre de Londres corriendo desenfrenadamente y llegar a la zona del muelle de Shadwell, Nicholas detuvo el carruaje entre dos almacenes abandonados.
La lluvia seguía tamborileando de forma ininterrumpida, no había un alma alrededor.
Bajó del asiento del conductor y fue a abrir la puerta del coche. Tiró del enorme y corpulento borracho, atado y amordazado, hasta sacarlo al callejón. Cogió el trozo de tubería y se acercó a él lentamente. La ecuanimidad era algo que no le preocupaba lo más mínimo en aquella pelea. ¿Acaso le había preocupado a aquel hombre cuando había sometido a una chica inocente? El alcaide vio la maza de metal y miró horrorizado a Nicholas.
–¿Me reconoces?
El hombre sacudió la cabeza.
Nick se sentó en cuclillas delante de él.
–Solo te diré dos palabras: ____ Hamilton.
Mientras balbuceaba aterrado bajo la mordaza, el alcaide intentó ponerse en pie. Nick le dio una patada en el pecho y lo lanzó otra vez contra los húmedos adoquines. Como si pudiera contemplarse desde algún lugar situado fuera de su cuerpo, Nick se vio a sí mismo levantando la tubería de plomo, y lo golpeó.
Otra vez.
El impacto del metal al golpear contra el hueso resonó en el alma de Nick.
____.
La lluvia caía, la sangre se derramaba.
Cascadas de lluvia se vertían desde los aleros.
Nada en la vida lo había preparado para la brutalidad que emergió de él cuando descargó su venganza sobre el hombre que había violado a su amada. En la oscuridad, con el cabello empapado por la lluvia pegándosele al rostro y un gruñido en los labios, se convirtió en algo, o alguien que no conocía, y era una sensación terrible y gloriosa. Nick se dirigía a él entre golpe y golpe, girando a su alrededor como un depredador que juega con su presa. El alcaide gimoteaba de rodillas. Nick le dio una patada en las costillas y en la cara, imprecándolo, pero de repente detuvo su arma brutal, consciente de que si no paraba en ese momento iba a matar a aquel hombre.
Temblando, tiró a un lado la tubería y permaneció de pie con el pecho palpitante, el pelo moreno pegado a la cara y la camisa adherida al cuerpo. Impresionado por su propia crueldad, caminó hacia el borde del muelle mientras el alcaide se retorcía en el suelo sin dejar de gemir.
Miró hacia el río plácido y oscuro. En el último punto de control había un pesado barco cargado de presos con rumbo a la colonia penitenciaria de Australia. Los ojos de Nick brillaron de satisfacción ante la oportunidad de hacer justicia poética sobornando a los tripulantes del barco para que subiesen al alcaide a bordo y lo arrojasen entre los convictos. Sin duda algunos presos del buque se acordarían de él y le pagarían con la misma brutalidad que él había empleado en la cárcel de Fleet.
Al pie de la escalera del muelle había un pequeño bote de pesca balanceándose. Volvió a mirar al barco de los presos. Lo que el nombre del duque de Hawkscliffe no podría conseguir entre aquellas ratas de río lo lograría fácilmente el de lord Jack Jonas, su hermano corsario. Si todo lo demás fallaba, podía deshacerse del alcaide tirándolo por encima del bote y dejar que el Támesis se lo tragara.
Regresó junto al alcaide, lo arrastró por el muelle y lo bajó hasta el bote de remos, y a continuación desenrolló la cuerda que amarraba la embarcación al poste. Comenzó a moverse, remando con fuerza contra la corriente.
Cuando regresó a la orilla, la lluvia había limpiado la sangre de los adoquines.
Sintiéndose todavía embriagado por el instinto salvaje que le corría por las venas, Nick echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y dejó que la lluvia le cayera por la cara.
–Caballeros, tienen dos minutos –dijo el padrino de Frankie mirando su reloj de bolsillo.
___ observó cómo Nicholas consultaba con lord Alec a escasa distancia de ella.
Se habían citado en una arboleda apartada, en medio de la neblina grisácea previa al amanecer, para batirse en duelo.
Frankie se paseaba nerviosamente junto a su coche. El médico y cirujanos que lord Alec había conseguido esperaban impacientemente apoyados en su carruaje. El conde de Coldfell también había acudido. Permanecía sentado en su lujoso coche negro, contemplándolo todo con una mirada perspicaz mientras sus huesudos dedos tamborileaban sobre el puño de su bastón. Alec se separó de Nicholas asintiendo con la cabeza y se dirigió hacia el padrino de Frankie para asegurarse de que las balas del rival tenían la misma carga de pólvora.
___ observó alterada que Nicholas se acercaba a ella. No podía soportar ni un minuto de aquella terrible experiencia, pero no habría renunciado a estar allí por nada del mundo. Al menos ser una impura conocida tenía sus ventajas, una dama no podría haber asistido a un duelo. El hecho de que los padrinos hubieran convenido que los duelistas debían disparar al mismo tiempo también era un pequeño consuelo. No sabía si hubiera podido soportar ver a Nicholas allí de pie, ofreciéndose como blanco a Frankie mientras esperaba su turno para disparar.
No se sentía con el valor suficiente para preguntarle adónde había ido mientras ella dormía, aunque en el fondo lo sabía. Cuando volvió tenía la ropa salpicada de sangre. Mientras se dirigía a ella con paso tranquilo, sacó de su chaleco la petaca que ___ le había regalado y bebió un trago. Se la ofreció a ella con una sonrisa burlona con la que, a su vez, pretendía arrancarle a ___ otra sonrisa, pero ella sacudió la cabeza. Nicholas guardó la petaca en su chaleco, la cogió de la mano y la condujo hacia un gran roble.
Contempló a ___ sujetando las manos de ella entre las suyas, y los dos se quedaron mirándose fijamente.
–Nicholas–dijo ella, haciendo un esfuerzo de voluntad para evitar echarse a llorar y rogarle que no lo hiciera. Sabía que en realidad él no tenía opción.
Él tomó las manos de ___, se las llevó a los labios y las besó.
–No llores, preciosa. Dame un beso de buena suerte.
___ le rodeó el cuello con los brazos, tiró de él y lo besó con todas sus fuerzas, y cuando Alec se acercó para decirle que había llegado la hora, intentó retenerlo aferrándose a él. Notó cómo sus lágrimas se desbordaban y le caían ardientemente por las mejillas, mientras lo besaba, paladeando el brandy de su lengua, memorizando el tacto sedoso de su pelo de ébano y la textura rasposa de sus mejillas sin afeitar. Él dejó de besarla, sostuvo su rostro entre sus manos y la miró fijamente, con los ojos oscuros resplandecientes.
–Eres mi dama y voy a luchar por tu honor. –Y, soltándola con una ligera brusquedad, se separó de ella.
Conteniendo las lágrimas, ___ miró cómo se alejaba mientras le temblaba todo el cuerpo. Él debía de saber que aquella palabra –«dama»– significaba todo un mundo para ella. El cielo estaba empezando a aclararse por el este, y Venus brillaba con un fulgor blanquiazul por encima de los árboles.
Nicholas se dirigió hacia el centro de la arboleda, donde Frankie lo estaba esperando. Lord Alec se acercó a ___, entrelazó su brazo con el de ella y la acompañó hasta su coche. Ella era incapaz de entender cómo el arcángel rubio podía parecer tan tranquilo en un momento como aquel.
–Nick va a hacerlo muy bien, señorita Hamilton, se lo aseguro. No tiene la menor intención de despedirse sabiendo que Jack heredaría su título.
Empuñando sus pistolas, Frankie y Nicholas se colocaron el uno de espaldas al otro en el centro de la arboleda mientras el borde rojizo del sol comenzaba a asomar entre los árboles oscuros.
A ___ le entraron ganas de vomitar cuando sonaron las primeras del trino de un pájaro que cantaba en el bosquecillo. Una vez más, comenzó a rezar mentalmente.
Lord Coldfell, que había sido elegido para hacer los honores soltando el pañuelo blanco que señalaba el comienzo del duelo, avanzó cojeando apoyándose en su bastón. Se situó en el borde de la arboleda esperando con el pañuelo en su huesuda mano.
El padrino de Frankie hizo otra señal y los dos hombres empezaron a recorrer la distancia establecida, doce pasos cada uno. Frankie y Nicholas se giraron. Los dos se colocaron de perfil para ofrecer al contrario el blanco más difícil. Alzaron las pistolas como crueles reflejos de sí mismos.
Entonces el conde soltó el pañuelo blanco de seda. ___ miró fijamente, acongojada, con el pulso golpeándole en los oídos. Fue como si el cuadrado de seda blanca tardase una eternidad en caer balanceándose suavemente sobre la hierba cubierta de rocío.
En el instante en que tocó el suelo se abrió fuego. ___ se quedó mirando horrorizada, tapándose la boca con la mano. Parecía que no se pudiese mover, mientras los doctores pasaban corriendo a su lado y la empujaban en pleno frenesí.
«Está herido.»
El caos estalló en el campo del honor. Las maldiciones de Frankie inundaron el aire junto con los gritos de los cirujanos. Los dos hombres estaban en el suelo. De repente ___ se puso en movimiento y corrió hacia él con la respiración entrecortada.
–¡Nicholas! –gritó.
–¡____! –Estaba consciente, buscándola entre el corro de doctores que se había formado a su alrededor.
Ella se precipitó entre el grupo y se arrodilló junto a Nicholas en el mismo instante en que el cirujano le quitaba la chaqueta para inspeccionar la herida. Todo era confuso, ___ no paraba de preguntarle si estaba bien y él no dejaba de decirle que se encontraba perfectamente, Frankie se quejaba y la llamaba, pero ella no lo oía, y de repente el cirujano exclamó:
–¡Mire!
El cirujano sacó la petaca de Nicholas de su chaleco. Estaba grotescamente deformada, pero había detenido la bala. __ y Nicholas la observaron con recelo.
Entonces él miró a ___ con incredulidad.
–Sabía que el disparo no había sonado normal...
–Una petaca destrozada y un botón del chaleco arrancado, excelencia –dijo el cirujano con una sonrisa de asombro–. Alguien vela por usted.
–¡Déjeme ver! –___ no se quedó satisfecha hasta que no descubrió el pecho de Nicholas y vio con sus propios ojos que el daño más serio que había sufrido era una costilla magullada debida al impacto de la petaca al interceptar la bala.
Se quedó mirándolo totalmente conmocionada, y a continuación le tendió los brazos al cuello y lo ayudó a tumbarse de nuevo sobre la hierba húmeda soltando un grito de alivio.
Él tiró de ella y la hizo colocarse encima de él, le rodeó la cintura con los brazos y la besó mientras la luz del sol naciente empezaba a inundar la arboleda. Ajenos a la presencia de los cirujanos y de otras personas, prescindieron de todo decoro y se besaron con un feliz desenfreno, pero cuando ___ sintió que el miembro de Nicholas se agitaba debajo de ella dejó de besarlo y soltó una risita.
–Menudo hombre virtuoso estás hecho –susurró, deslizando los dedos por el pelo de Nick–. Duelos, cortesanas y brandy del mercado negro. ¿Qué dirían las damas de Almack's?
–Al diablo con ellas, cariño. Vámonos a casa.
Los dos se levantaron ayudándose mutuamente. Nicholas apoyó un brazo en la espalda de ___ y comenzaron a caminar fatigosamente en dirección al coche. ___ se agarró sonriente a su cintura sin dejar de mirarlo.
Lord Alec les salió al paso.
–Con esa suerte deberías dedicarte al juego.
–¿Cómo está Breckinridge?
Alec miró en dirección al otro extremo de la arboleda.
–La verdad, se está muriendo.
___ se detuvo.
–¿Muriendo? –Entonces se dio cuenta de que Frankie la estaba llamando en un tono de voz demasiado lastimero para ser pasado por alto. Se quedó callada, vacilando, y miró en su dirección. Frankie yacía en el suelo sobre un charco de sangre, mientras un amigo lo sujetaba firmemente. Su rostro tenía una palidez mortecina.
–Nicholas, por favor, discúlpame un momento –dijo ella.
–____, no...
–Tengo que hacerlo –murmuró ___, mientras se separaba de él y se dirigía hacia el lugar donde yacía Frankie.
Los ojos de Frankie se llenaron de lágrimas cuando la vio, pero tenía la boca seca y lívida. Se mojó los labios débilmente.
–___...
Los cirujanos le habían abierto el chaleco y la camisa para dejar descubierto la herida del pecho. La cicatriz que le había hecho el oso con las garras estaba cubierta de sangre. ___ sintió un ligero mareo al ver aquello.
–No quiero morir sin saber que me has perdonado –dijo él voz áspera–. Siento haber metido a tu padre en la cárcel. Lo hice que... ya sabes por qué. Toma. –Le tendió algo con su mano ensangrentada. ___ apoyó una rodilla en el suelo y aceptó el objeto: su collar con el diente del oso que le había hecho la cicatriz–. Te quiero, a mi manera.
–Lo sé, Frankie. –Posó su mano en la frente de él–. Intenta relajarte.
Él le agarró la otra mano.
–No estoy asustado –gruñó, estremeciéndose al tiempo que trataba de parecer desdeñoso–. ¡Tío! ¿Dónde está mi tío?
–¿Hay algo que quieras decirme?
___ alzó la vista y vio a lord Coldfell dando un paso adelante con su bastón. Parecía absolutamente impasible ante el inminente fallecimiento de su heredero. ___ cruzó una mirada de recelo con Nicholas, que se había unido al pequeño corro formado alrededor del moribundo.
Frankie apretó con fuerza la mano de ___ como si pretendiera recobrar la firmeza.
–Yo fui el responsable del incendio de Seven Oaks. Fui yo.
–Sí, Frankie, ya lo sé –dijo el conde con una sobria satisfacción.
De repente Frankie empezó a resollar y a ahogarse.
Su padrino gritó y miró con pánico al doctor. El cirujano jefe se acercó a Frankie, pero ya no había nada que hacer. ___ miró fijamente a su torturador mientras la chispa de vida que relucía en sus ojos se desvanecía y dejaba de apretarle la mano.
Se había ido.
Ella se quedó mirándolo fijamente, inmóvil, pues nunca había contemplado la muerte tan de cerca. Nicholas se abrió paso entre el grupo, llegó hasta ella y la ayudó a ponerse de pie. Le rodeó la cintura con un brazo y la sujetó mientras la conducía entre el gentío. ___ se cobijó apoyando la cabeza sobre el pecho de Nick.
–¡Jonas!
Los dos se giraron y vieron que lord Coldfell los seguía. ___ notó que la postura de Ncholas se volvía más rígida.
–Bien hecho, Nicholas –dijo el anciano en un tono grave y cordial cuando los alcanzó. Sus pálidos ojos azules brillaban–. Hoy ha hecho justicia, Nicholas. Su padre estaría orgulloso. No lo olvidaré. Puedo hacer muchas cosas por usted.
Nick sacudió la cabeza fatigosamente.
–No hace falta.
___ lo agarró con más fuerza de la cintura, asombrada ante la satisfacción del conde por la muerte de su heredero.
–Milord, si nos disculpa, su excelencia necesita descansar. Vamos, querido –murmuró.
Nicholas se despidió del conde haciendo un gesto con la cabeza y cubrió los hombros de ___ con un brazo. Regresaron juntos al coche pero, cuando ella lanzó una mirada furtiva por encima del hombro, vio que lord Coldfell seguía donde lo habían dejado, observándola con una mirada incisiva y calculadora de desagrado.
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
chicas ahí les dejo un cap *-* .. espero que les guste *-*
las quiero♥
las quiero♥
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
SII NICK EL HEROOOEEEEE Y VENGADOORR DE LA JUSTIIICIIAAAA!!!
AUNQUE SENTI UN POCO DE PENA POR FRANKIE!!!
PERO BUENO ESE CONDE ESCONDE ALGOO!!!
JJAJAJA SE ESCUCHO CHISTOOSOO ... PERO ES LA VERDAD......... NO ME FIARIA DE EL!!!!!
AAII SIGUELAA PRONTOOO
AUNQUE SENTI UN POCO DE PENA POR FRANKIE!!!
PERO BUENO ESE CONDE ESCONDE ALGOO!!!
JJAJAJA SE ESCUCHO CHISTOOSOO ... PERO ES LA VERDAD......... NO ME FIARIA DE EL!!!!!
AAII SIGUELAA PRONTOOO
chelis
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
Bien dicen que nunca es demasiado tarde:)
NUEVA LECTORA :hug:
siguela pronto:D
NUEVA LECTORA :hug:
siguela pronto:D
March Horan
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
OH POR DIOS MURIO FRANKIE NO ME LO CREO...
NICK SE DESISO DE ESE PEDAZO DE IMBESIL Y DESPRECIABLE ACAIDE X FIN BIEN MERECIDO SE LO TIENE X ABUSAR DE ELLA JUM
AHORA Q PASARA SIGUELAAAAAAAA POR FAVOR CADA VEZ AMO MAS TU NOVE SIGUEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
NICK SE DESISO DE ESE PEDAZO DE IMBESIL Y DESPRECIABLE ACAIDE X FIN BIEN MERECIDO SE LO TIENE X ABUSAR DE ELLA JUM
AHORA Q PASARA SIGUELAAAAAAAA POR FAVOR CADA VEZ AMO MAS TU NOVE SIGUEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
ElitzJb
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
chelis escribió:SII NICK EL HEROOOEEEEE Y VENGADOORR DE LA JUSTIIICIIAAAA!!!
AUNQUE SENTI UN POCO DE PENA POR FRANKIE!!!
PERO BUENO ESE CONDE ESCONDE ALGOO!!!
JJAJAJA SE ESCUCHO CHISTOOSOO ... PERO ES LA VERDAD......... NO ME FIARIA DE EL!!!!!
AAII SIGUELAA PRONTOOO
Nick es el macho alfa $: de todas
ya la sigo e.e
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
March Horan escribió:Bien dicen que nunca es demasiado tarde:)
NUEVA LECTORA :hug:
siguela pronto:D
Bieeeenvenida :hug:
ya la sigo
See.Into.My.Mind♥
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