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Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
awww me encanta Nick
Es tan tierno y dulce!!!
Siguela!?ç!!ç
Es tan tierno y dulce!!!
Siguela!?ç!!ç
aranzhitha
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
chelis escribió:AAAIII POR QUE NO LE DICE DE UNA VEZ???
A LO MEJOORRR Y LA COMPRENDE NIIICCKKK!!!!
AAAII PON OOTROOO
:c la vida es dificl .. ya la sigo :d
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
ElitzJb escribió:oh dios pero no pude :x
ya lo quiere muchisimo
lo adora y no le puede decir nada .... :(
hay xq la dejastes alli tienes q seguirla yaaaaaaaaaaaaaaaaa
ya la sigo :D .. no pudiste qe D:?
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
aranzhitha escribió:awww me encanta Nick
Es tan tierno y dulce!!!
Siguela!?ç!!ç
ya la sigooo♥
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
Hola chicas como estan, espero que Bieeen♥ .. Bueno aqui les dejo la parte que faltaba♥ mañana subo el capi entero *-* .. & no me habia fijado que vamos en la pagina 11♥ ya las amo jojo..
PD: Chicas que puedo Regalar)? para un cumpleaños que sea con mis propias manos? :D
–¿Acaso no te prometí que nunca te fallaría? El primer día que fui a verte no querías hablarme de Frankie, pero te he protegido de él. No querías que supiera nada de Mick Braden, pero estuve a tu lado cuando lo viste. No querías que me enterara de que tu padre estaba en la cárcel ni de que dabas clases en la academia de la señora Hall, pero ¿te fallé cuando me confesaste cada una de esas cosas?
–No –susurró ella.
–¿Te he asustado alguna vez? ¿Te he traicionado? ¿Te he hecho enfadar?
–No.
–Estoy de tu lado, ____. ¿Es que no podemos acabar con los secretos?
___ creyó que si él no dejaba de mirarla con tanta dulzura y de hacerle preguntas con aquella suave determinación, se acabaría desmoronando.
–Solo quiero ayudar.
–Lo sé. Y ya me has ayudado, Nicholas. Más de lo que crees.
Él le acarició la pierna, siguiendo con la mirada el recorrido de su mano.
–Ojalá me dejaras saber por qué hay tanta tristeza en tus ojos. Yo intento apartarla–dijo–, pero siempre parece volver.
___ agachó la cabeza, tratando de mantener la compostura con todas sus fuerzas. No sabía cuánto podría aguantar aquella gentil caballerosidad sin venirse abajo.
–Supongo que he visto cosas tristes –consiguió decir con rigidez.
–¿Como cuáles?
–Bueno... –Apenas podía hablar debido al nudo que tenía en la garganta. Buscó mentalmente una excusa–. Esos niños, por ejemplo. Hay cientos como ellos que viven en la más absoluta pobreza.
De repente lo miró: era Jonas, uno de los hombres más poderosos del Parlamento, con la fuerza y los recursos necesarios para cambiar las cosas en cuestiones en las que los simples mortales como ella no podían hacer nada. Era mucho más fácil pensar en aquellos problemas que en los suyos propios.
–¿Sí? –la apremió Nicholas, que permanecía a la espera.
Su mano reposaba ligeramente en la de él, pero en ese momento rodeó sus dedos y miró sus ojos marrones aterciopelados.
–Si no te importa saltarte la fiesta del general Blücher, hay un sitio al que me gustaría ir..., algo que me gustaría enseñarte esta noche... aunque te costará asimilarlo.
–¿De qué se trata?
–Una cara de la vida que apuesto a que no has visto nunca. Esos niños...
–_____, estamos hablando de ti.
–Sí... lo sé. –Bajó la mirada–. Y te agradezco que te preocupes por mí y que me apoyes como lo haces. Eres uno de los mejores amigos que he tenido, Nicholas. Mis problemas no son nada comparados con los suyos. Por favor, ¿no me vas a complacer en esto?
Él la examinó y luego asintió con aire de desconcierto.
–Si es lo que deseas.
____ se inclinó hacia él y lo besó lentamente en la mejilla.
–Gracias. Será mejor que nos quitemos estos trajes elegantes y nos pongamos ropa de diario. En el sitio al que vamos hay gente de la edad de Andrew que te cortaría el cuello por la cadena del reloj.
–¿Qué? –exclamó él.
–Te veré aquí dentro de diez minutos –dijo ___, y subió la escalera a toda prisa antes de que él pudiera hacerle más preguntas difíciles.
Poco después Nick estaba maldiciendo mentalmente su buena disposición para seguir adelante con aquel asunto. Avanzaban montados a caballo por el oscuro laberinto de callejuelas cubiertas de porquería que integraban el barrio de mala muerte de St. Giles. No era lugar para una dama ni para un hombre civilizado. Montado a horcajadas sobre su alto y nervioso semental, Nick se movía a paso rápido junto al dócil caballo castrado de color gris de ____, examinando la calle y los edificios destartalados con una mano en la culata de su pistola. William cerraba la marcha, montado en uno de los rocines de los sirvientes.
El hedor a humedad y a almizcle del río estancado invadía las callejuelas cercanas. Ninguna farola iluminaba la implacable oscuridad. Las tiendas tenían letreros rotos colgando que chirriaban con la brisa tibia y ventanas cubiertas con rejas. En la superficie de las calles medievales se podían ver agujeros lo suficientemente profundos para dejar tullido a un caballo.
–Espero que todo esto tenga algún sentido –masculló Nicholas.
Bajo su etéreo velo para montar, la cara de ____ lucía de nuevo la cautivadora máscara de la serenidad. Montada elegantemente a la amazona, detuvo su caballo tirando ligeramente de las riendas.
–Ahí –murmuró ella, señalando un gran almacén con su mano enguantada.
Nick observó el lugar.
–Parece desierto.
–Ojalá lo estuviera. –___ espoleó su caballo para que se pusiera de nuevo en movimiento.
Nick sacudió la cabeza ante la imprudencia de la joven y apremió a su caballo con los tobillos para mantenerse al lado de ella.
____ se detuvo otra vez al otro lado de la calle, enfrente del ruinoso almacén, y desmontó.
–¿Qué estás haciendo, ____?
–Voy a entrar ahí.
–Oh, no, no vas a...
–William, mi caballo –se giró hacia el mozo de cuadra.
–Sí, señora. –El muchacho desmontó de un salto con una expresión ceñuda y cogió las riendas del caballo de ___.
–¡_______!
–Hemos venido para esto, Nicholas. Déjame entrar primero.
–No puedes estar hablando en serio.
–Ellos me conocen. Te llamaré dentro de un momento, cuando hayan comprendido que no eres ninguna amenaza.
–______ Hamilton, no vas a entrar ahí dentro. Vuelve a tu caballo –ordenó Nicholas, pero ella no le hizo caso y, quitándose el sombrero de montar de ala rígida, se apresuró en dirección al otro lado de la calle.
Nick ya había saltado de su caballo y la seguía, maldiciendo entre dientes, cuando de repente apreció un movimiento en la penumbra, cerca de la puerta del almacén. Sacó la pistola, pero ante sus ojos aparecieron unas pequeñas sombras que empezaron a rodearla.
Se detuvo y se quedó mirando fijamente.
Niños.
Comprendió que aquello era una madriguera. Sabía de la existencia de esos siniestros y terribles lugares, por supuesto, pero no había visto ninguno con sus propios ojos.
_____ se inclinó y saludó a las pequeñas e irregulares sombras que se recortaban contra el muro. Varias de ellas acudieron a abrazarla. Nicholas vio cómo ella echaba mano de su bolso y les daba dinero. La observó, conmovido por la elegancia y la compasión que mostraba en medio de aquel submundo de miseria brutal.
Nicholas se sintió invadido por una creciente oleada de tristeza mientras contemplaba a los niños delgados, recelosos y necesitados que la rodeaban: todos ellos ladrones en ciernes y prostitutas, futura carne de cañón de las horcas de lord Eldon. Debido a lo sombrío de aquel pensamiento, su preocupación por la seguridad de _____ aumentó todavía más. Seguro que el chulo acechaba en algún lugar cercano junto con sus compinches, sin duda gamberros adultos y peligrosos que estaban beneficiándose claramente de la situación. Solo Dios sabía la clase de criminales que rondaban por aquel barrio de maleantes. Se alegraba de haber llevado sus pistolas y de haber armado también a William. Los tres tendrían suerte si no acababan la noche flotando boca abajo en el Támesis.
Justo entonces ____ le hizo señas para que se acercara. Nicholas guardó el arma en la pistolera, miró por encima del hombro para asegurarse de que William no tenía problemas con su fogoso caballo, y se acercó, sintiéndose como un imponente Gulliver en el país de los liliputienses, mientras los silenciosos y ojerosos niños se apartaban de su camino.
Se asomó a la puerta del almacén ante la insistencia de ____. Al recorrer con la mirada la masa de muchachos que había en el interior, el horror se apoderó de él.
Cuando llevó a ____ afuera, la conmoción lo había dejado sin palabras.
–¿Estás bien? –preguntó ella mientras regresaban hacia sus caballos.
Nicholas asintió.
–¿Y tú?
–Oh, ya estoy acostumbrada. –Se quedó mirando por un instante un callejón cercano que se abría en medio de la absoluta oscuridad como un pasadizo al infierno, y se sacudió con aire ausente–. Ojalá no me hubieran visto así. Doy mal ejemplo. –Y se alejó tras ponerse de nuevo su sombrero de montar.
Él la siguió hasta el caballo y la aupó mientras William intentaba calmar al nervioso semental. A los pocos minutos se hallaban saliendo del laberinto de St. Giles.
–Hay que hacer algo por ellos –dijo Nick en voz queda.
____ lo miró como si pudiera ver su misma alma.
–Sabía que sentirías lo mismo que siento yo. Hay un pequeño número de organizaciones benéficas que ofrecen ayuda a esos niños, como la Sociedad Filantrópica y la Sociedad de Ayuda a los Indigentes, pero, a juzgar por lo que he visto, es como intentar detener una inundación con el tapón de una botella.
Nicholas salvó el espacio que los separaba estirando el brazo y le cogió la mano. Ella le lanzó una mirada de preocupación bajo su velo.
–Nunca me has parecido más hermosa que en este preciso instante –susurró él–. Haré todo lo que esté en mi mano para ayudarlos, ____.
–Sabía que podía contar contigo. –Apretó la mano de Nick y luego la soltó para sujetar su caballo.
Cuando llegaron a Jonas House, ____ le dio un beso en la mejilla y se fue a la cama murmurando que estaba agotada.
Entristecido por la perversidad del mundo, Nick entró en su biblioteca, rozó el piano al pasar de camino a su escritorio y se sentó para poner por escrito sus pensamientos y preguntas con vistas a una futura investigación sobre las madrigueras, el crimen juvenil y la enfermedad oculta que infectaba Londres a un tiro de piedra de Carlton House, Buckingham Palace y todas las grandes casas de la aristocracia como la suya.
Una y otra vez se sorprendió con la mirada perdida, mientras su mente volvía a ____. Nunca habría pensado que diría aquello, pero estaba empezando a comprender que su decisión de convertirse en cortesana no procedía de la avaricia mercenaria y la vanidad, como él había dado por hecho automáticamente la primera vez que la vio. Aunque la culpa no había sido de ella, sino de la incompetencia de su padre y las artimañas de Frankie, la formal señorita Hamilton se había visto degradada al nivel de una vendedora ambulante. Qué humillación debía de haber sentido, pensó él, muerto de vergüenza al recordar las indirectas que le había lanzado en relación con sus diversas ocupaciones.
El no había acabado de comprender que su decisión había sido una cuestión de supervivencia. Esa noche Nicholas había vislumbrado el significado de aquella palabra. Y en ningún momento ella había perdido su capacidad para interesarse y preocuparse por los demás.
Dejó su pluma y apoyó la cabeza entre las manos, sintiéndose como condenado hipócrita. Mientras él se dedicaba a mirarla por encima del hombro, tachándola de furcia, el corazón de ___ rebosaba amor hacia los demás y conservaba una virtud serena, luminosa y nunca reconocida.
«Por Dios, déjate de tonterías», le ordenó de repente la voz de su conciencia, de un modo que recordaba considerablemente el tono frío y entrecortado que había empleado su padre en sus últimos días de vida. De hecho, casi podía vislumbrar el fantasma del octavo duque mirándolo con el entrecejo fruncido. «Esto es absurdo –parecía decir–. Tú, un Jonas, estás poniéndote en ridículo con una fulana. Deja de idealizar a esa mujer y de atormentarte. Recupera el control antes de que te convierta en un completo idiota, porque eso es exactamente lo que hará si sigues adelante con esto.» La visión teñida de culpabilidad de su padre se desvaneció al oír la campanada del reloj de su abuelo, dejando a Nick a solas con el temor a los sentimientos que ___ despertaba en él.
No había resuelto nada. La lucha entre su corazón y su cabeza se reanudó con renovada intensidad. Incluso ahora ansiaba reunirse con ella. Se quedó mirando absorto la lengua de la llama que brotaba de la vela.
«No puedo usarla como cebo –pensó–. Pero tengo que hacerlo.» Y supo que lo haría. Frunció los labios en una mueca de amargura. Después de todo, su única opción consistía en arrodillarse a los pies de la estrella de las cortesanas y confesarle que se había convertido en su esclavo.
PD: Chicas que puedo Regalar)? para un cumpleaños que sea con mis propias manos? :D
2/2
–¿Acaso no te prometí que nunca te fallaría? El primer día que fui a verte no querías hablarme de Frankie, pero te he protegido de él. No querías que supiera nada de Mick Braden, pero estuve a tu lado cuando lo viste. No querías que me enterara de que tu padre estaba en la cárcel ni de que dabas clases en la academia de la señora Hall, pero ¿te fallé cuando me confesaste cada una de esas cosas?
–No –susurró ella.
–¿Te he asustado alguna vez? ¿Te he traicionado? ¿Te he hecho enfadar?
–No.
–Estoy de tu lado, ____. ¿Es que no podemos acabar con los secretos?
___ creyó que si él no dejaba de mirarla con tanta dulzura y de hacerle preguntas con aquella suave determinación, se acabaría desmoronando.
–Solo quiero ayudar.
–Lo sé. Y ya me has ayudado, Nicholas. Más de lo que crees.
Él le acarició la pierna, siguiendo con la mirada el recorrido de su mano.
–Ojalá me dejaras saber por qué hay tanta tristeza en tus ojos. Yo intento apartarla–dijo–, pero siempre parece volver.
___ agachó la cabeza, tratando de mantener la compostura con todas sus fuerzas. No sabía cuánto podría aguantar aquella gentil caballerosidad sin venirse abajo.
–Supongo que he visto cosas tristes –consiguió decir con rigidez.
–¿Como cuáles?
–Bueno... –Apenas podía hablar debido al nudo que tenía en la garganta. Buscó mentalmente una excusa–. Esos niños, por ejemplo. Hay cientos como ellos que viven en la más absoluta pobreza.
De repente lo miró: era Jonas, uno de los hombres más poderosos del Parlamento, con la fuerza y los recursos necesarios para cambiar las cosas en cuestiones en las que los simples mortales como ella no podían hacer nada. Era mucho más fácil pensar en aquellos problemas que en los suyos propios.
–¿Sí? –la apremió Nicholas, que permanecía a la espera.
Su mano reposaba ligeramente en la de él, pero en ese momento rodeó sus dedos y miró sus ojos marrones aterciopelados.
–Si no te importa saltarte la fiesta del general Blücher, hay un sitio al que me gustaría ir..., algo que me gustaría enseñarte esta noche... aunque te costará asimilarlo.
–¿De qué se trata?
–Una cara de la vida que apuesto a que no has visto nunca. Esos niños...
–_____, estamos hablando de ti.
–Sí... lo sé. –Bajó la mirada–. Y te agradezco que te preocupes por mí y que me apoyes como lo haces. Eres uno de los mejores amigos que he tenido, Nicholas. Mis problemas no son nada comparados con los suyos. Por favor, ¿no me vas a complacer en esto?
Él la examinó y luego asintió con aire de desconcierto.
–Si es lo que deseas.
____ se inclinó hacia él y lo besó lentamente en la mejilla.
–Gracias. Será mejor que nos quitemos estos trajes elegantes y nos pongamos ropa de diario. En el sitio al que vamos hay gente de la edad de Andrew que te cortaría el cuello por la cadena del reloj.
–¿Qué? –exclamó él.
–Te veré aquí dentro de diez minutos –dijo ___, y subió la escalera a toda prisa antes de que él pudiera hacerle más preguntas difíciles.
Poco después Nick estaba maldiciendo mentalmente su buena disposición para seguir adelante con aquel asunto. Avanzaban montados a caballo por el oscuro laberinto de callejuelas cubiertas de porquería que integraban el barrio de mala muerte de St. Giles. No era lugar para una dama ni para un hombre civilizado. Montado a horcajadas sobre su alto y nervioso semental, Nick se movía a paso rápido junto al dócil caballo castrado de color gris de ____, examinando la calle y los edificios destartalados con una mano en la culata de su pistola. William cerraba la marcha, montado en uno de los rocines de los sirvientes.
El hedor a humedad y a almizcle del río estancado invadía las callejuelas cercanas. Ninguna farola iluminaba la implacable oscuridad. Las tiendas tenían letreros rotos colgando que chirriaban con la brisa tibia y ventanas cubiertas con rejas. En la superficie de las calles medievales se podían ver agujeros lo suficientemente profundos para dejar tullido a un caballo.
–Espero que todo esto tenga algún sentido –masculló Nicholas.
Bajo su etéreo velo para montar, la cara de ____ lucía de nuevo la cautivadora máscara de la serenidad. Montada elegantemente a la amazona, detuvo su caballo tirando ligeramente de las riendas.
–Ahí –murmuró ella, señalando un gran almacén con su mano enguantada.
Nick observó el lugar.
–Parece desierto.
–Ojalá lo estuviera. –___ espoleó su caballo para que se pusiera de nuevo en movimiento.
Nick sacudió la cabeza ante la imprudencia de la joven y apremió a su caballo con los tobillos para mantenerse al lado de ella.
____ se detuvo otra vez al otro lado de la calle, enfrente del ruinoso almacén, y desmontó.
–¿Qué estás haciendo, ____?
–Voy a entrar ahí.
–Oh, no, no vas a...
–William, mi caballo –se giró hacia el mozo de cuadra.
–Sí, señora. –El muchacho desmontó de un salto con una expresión ceñuda y cogió las riendas del caballo de ___.
–¡_______!
–Hemos venido para esto, Nicholas. Déjame entrar primero.
–No puedes estar hablando en serio.
–Ellos me conocen. Te llamaré dentro de un momento, cuando hayan comprendido que no eres ninguna amenaza.
–______ Hamilton, no vas a entrar ahí dentro. Vuelve a tu caballo –ordenó Nicholas, pero ella no le hizo caso y, quitándose el sombrero de montar de ala rígida, se apresuró en dirección al otro lado de la calle.
Nick ya había saltado de su caballo y la seguía, maldiciendo entre dientes, cuando de repente apreció un movimiento en la penumbra, cerca de la puerta del almacén. Sacó la pistola, pero ante sus ojos aparecieron unas pequeñas sombras que empezaron a rodearla.
Se detuvo y se quedó mirando fijamente.
Niños.
Comprendió que aquello era una madriguera. Sabía de la existencia de esos siniestros y terribles lugares, por supuesto, pero no había visto ninguno con sus propios ojos.
_____ se inclinó y saludó a las pequeñas e irregulares sombras que se recortaban contra el muro. Varias de ellas acudieron a abrazarla. Nicholas vio cómo ella echaba mano de su bolso y les daba dinero. La observó, conmovido por la elegancia y la compasión que mostraba en medio de aquel submundo de miseria brutal.
Nicholas se sintió invadido por una creciente oleada de tristeza mientras contemplaba a los niños delgados, recelosos y necesitados que la rodeaban: todos ellos ladrones en ciernes y prostitutas, futura carne de cañón de las horcas de lord Eldon. Debido a lo sombrío de aquel pensamiento, su preocupación por la seguridad de _____ aumentó todavía más. Seguro que el chulo acechaba en algún lugar cercano junto con sus compinches, sin duda gamberros adultos y peligrosos que estaban beneficiándose claramente de la situación. Solo Dios sabía la clase de criminales que rondaban por aquel barrio de maleantes. Se alegraba de haber llevado sus pistolas y de haber armado también a William. Los tres tendrían suerte si no acababan la noche flotando boca abajo en el Támesis.
Justo entonces ____ le hizo señas para que se acercara. Nicholas guardó el arma en la pistolera, miró por encima del hombro para asegurarse de que William no tenía problemas con su fogoso caballo, y se acercó, sintiéndose como un imponente Gulliver en el país de los liliputienses, mientras los silenciosos y ojerosos niños se apartaban de su camino.
Se asomó a la puerta del almacén ante la insistencia de ____. Al recorrer con la mirada la masa de muchachos que había en el interior, el horror se apoderó de él.
Cuando llevó a ____ afuera, la conmoción lo había dejado sin palabras.
–¿Estás bien? –preguntó ella mientras regresaban hacia sus caballos.
Nicholas asintió.
–¿Y tú?
–Oh, ya estoy acostumbrada. –Se quedó mirando por un instante un callejón cercano que se abría en medio de la absoluta oscuridad como un pasadizo al infierno, y se sacudió con aire ausente–. Ojalá no me hubieran visto así. Doy mal ejemplo. –Y se alejó tras ponerse de nuevo su sombrero de montar.
Él la siguió hasta el caballo y la aupó mientras William intentaba calmar al nervioso semental. A los pocos minutos se hallaban saliendo del laberinto de St. Giles.
–Hay que hacer algo por ellos –dijo Nick en voz queda.
____ lo miró como si pudiera ver su misma alma.
–Sabía que sentirías lo mismo que siento yo. Hay un pequeño número de organizaciones benéficas que ofrecen ayuda a esos niños, como la Sociedad Filantrópica y la Sociedad de Ayuda a los Indigentes, pero, a juzgar por lo que he visto, es como intentar detener una inundación con el tapón de una botella.
Nicholas salvó el espacio que los separaba estirando el brazo y le cogió la mano. Ella le lanzó una mirada de preocupación bajo su velo.
–Nunca me has parecido más hermosa que en este preciso instante –susurró él–. Haré todo lo que esté en mi mano para ayudarlos, ____.
–Sabía que podía contar contigo. –Apretó la mano de Nick y luego la soltó para sujetar su caballo.
Cuando llegaron a Jonas House, ____ le dio un beso en la mejilla y se fue a la cama murmurando que estaba agotada.
Entristecido por la perversidad del mundo, Nick entró en su biblioteca, rozó el piano al pasar de camino a su escritorio y se sentó para poner por escrito sus pensamientos y preguntas con vistas a una futura investigación sobre las madrigueras, el crimen juvenil y la enfermedad oculta que infectaba Londres a un tiro de piedra de Carlton House, Buckingham Palace y todas las grandes casas de la aristocracia como la suya.
Una y otra vez se sorprendió con la mirada perdida, mientras su mente volvía a ____. Nunca habría pensado que diría aquello, pero estaba empezando a comprender que su decisión de convertirse en cortesana no procedía de la avaricia mercenaria y la vanidad, como él había dado por hecho automáticamente la primera vez que la vio. Aunque la culpa no había sido de ella, sino de la incompetencia de su padre y las artimañas de Frankie, la formal señorita Hamilton se había visto degradada al nivel de una vendedora ambulante. Qué humillación debía de haber sentido, pensó él, muerto de vergüenza al recordar las indirectas que le había lanzado en relación con sus diversas ocupaciones.
El no había acabado de comprender que su decisión había sido una cuestión de supervivencia. Esa noche Nicholas había vislumbrado el significado de aquella palabra. Y en ningún momento ella había perdido su capacidad para interesarse y preocuparse por los demás.
Dejó su pluma y apoyó la cabeza entre las manos, sintiéndose como condenado hipócrita. Mientras él se dedicaba a mirarla por encima del hombro, tachándola de furcia, el corazón de ___ rebosaba amor hacia los demás y conservaba una virtud serena, luminosa y nunca reconocida.
«Por Dios, déjate de tonterías», le ordenó de repente la voz de su conciencia, de un modo que recordaba considerablemente el tono frío y entrecortado que había empleado su padre en sus últimos días de vida. De hecho, casi podía vislumbrar el fantasma del octavo duque mirándolo con el entrecejo fruncido. «Esto es absurdo –parecía decir–. Tú, un Jonas, estás poniéndote en ridículo con una fulana. Deja de idealizar a esa mujer y de atormentarte. Recupera el control antes de que te convierta en un completo idiota, porque eso es exactamente lo que hará si sigues adelante con esto.» La visión teñida de culpabilidad de su padre se desvaneció al oír la campanada del reloj de su abuelo, dejando a Nick a solas con el temor a los sentimientos que ___ despertaba en él.
No había resuelto nada. La lucha entre su corazón y su cabeza se reanudó con renovada intensidad. Incluso ahora ansiaba reunirse con ella. Se quedó mirando absorto la lengua de la llama que brotaba de la vela.
«No puedo usarla como cebo –pensó–. Pero tengo que hacerlo.» Y supo que lo haría. Frunció los labios en una mueca de amargura. Después de todo, su única opción consistía en arrodillarse a los pies de la estrella de las cortesanas y confesarle que se había convertido en su esclavo.
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
POR QUEEEEEEE!????
AAIIIIII LAS COSAS QUE TIENEN UNA QUE LEEERRR!!!
Y SABER QUE NO PODEMOS HACER NADA PARA QUE ESTEN JUNTOS
AAIIIIII LAS COSAS QUE TIENEN UNA QUE LEEERRR!!!
Y SABER QUE NO PODEMOS HACER NADA PARA QUE ESTEN JUNTOS
chelis
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
awwww Nick ya esta enamorado!!!
Pero no sabe la verdad sobre la rayiz!
Siguela!!
Pero no sabe la verdad sobre la rayiz!
Siguela!!
aranzhitha
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
oh pobre esos chicos ojala y nick haga algo...
nick la quiere siiiiiiiii
pero hay muchos pro y contras en esa relacion
digame cuando nick se entere de la verdadera razón x el cual se convirtió en cortesana
querrá matar al vijo cochino ese.... estoy segura de eso
siguela quiero mas capitulos
nick la quiere siiiiiiiii
pero hay muchos pro y contras en esa relacion
digame cuando nick se entere de la verdadera razón x el cual se convirtió en cortesana
querrá matar al vijo cochino ese.... estoy segura de eso
siguela quiero mas capitulos
ElitzJb
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
chelis escribió:POR QUEEEEEEE!????
AAIIIIII LAS COSAS QUE TIENEN UNA QUE LEEERRR!!!
Y SABER QUE NO PODEMOS HACER NADA PARA QUE ESTEN JUNTOS
:c es frustrante pero buano :( .. ya la sigo (:
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
aranzhitha escribió:awwww Nick ya esta enamorado!!!
Pero no sabe la verdad sobre la rayiz!
Siguela!!
sii <3 .. ya la sigo
See.Into.My.Mind♥
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