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Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
awww que lindo!!!!!
Nicholas es tan dfghjksddfghjfs lo amo
Es tan dulce y la rayiz que linda!!!
Ayudara a Tom y Andreuss!
Siguela!!
Nicholas es tan dfghjksddfghjfs lo amo
Es tan dulce y la rayiz que linda!!!
Ayudara a Tom y Andreuss!
Siguela!!
aranzhitha
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
q estara planeando frankie con seguirla????
pobre rayis como ese estupido hombre la trato :scratch: provoco era matarlo
ojala y nick no se moleste x llevar a los chicos alli
dios q genial estuvieron esas caricias....
me fascinaron los 3 capitulos
espero lo sigas yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
pobre rayis como ese estupido hombre la trato :scratch: provoco era matarlo
ojala y nick no se moleste x llevar a los chicos alli
dios q genial estuvieron esas caricias....
me fascinaron los 3 capitulos
espero lo sigas yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ElitzJb
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
Girrls no voy a poder subir cap hasta el viernes :( .. entre pruebas y trabajos ya estoy mareada :( .. asi que cuando vuelva espero que esten en la pag 12 o 13 e.e .. las quiero demasiado
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
GUUUAAUU QUE CAAAAPIISSS AAIII SIGUELAA PORFIISSS
QUIEROO MAAAAASSSS!!!
QUIEROO MAAAAASSSS!!!
chelis
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
aranzhitha escribió:awww que lindo!!!!!
Nicholas es tan dfghjksddfghjfs lo amo
Es tan dulce y la rayiz que linda!!!
Ayudara a Tom y Andreuss!
Siguela!!
ya la siigo :D
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
ElitzJb escribió:q estara planeando frankie con seguirla????
pobre rayis como ese estupido hombre la trato :scratch: provoco era matarlo
ojala y nick no se moleste x llevar a los chicos alli
dios q genial estuvieron esas caricias....
me fascinaron los 3 capitulos
espero lo sigas yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Frankie es unashdgafsghadfsd :c xDya la sigo
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
aranzhitha escribió:ok esperamos! No te preocupes :)
nono mejor la sigo e.e
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
chelis escribió:GUUUAAUU QUE CAAAAPIISSS AAIII SIGUELAA PORFIISSS
QUIEROO MAAAAASSSS!!!
ya la sigo :D
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
ya chicas me escape de mis estudios (hice un break) para subirles cap♥ .. esta un poco raro y apareceran uno "¬" a cada rato s: .. pero no lo puedo editar mucho ya qe no tengo mucho time. espero qe les guste♥
Poco después Nick esperaba impacientemente mientras Knowles, su valet, daba los últimos retoques a su pañuelo. Estuvo luchando con su conciencia durante todo el rato, preguntándose por qué no pagar el resto de la deuda de Alfred Hamilton y sacar al viejo loco de la cárcel. Cuanto más se interesaba por ____, más quería ayudarla de todas las formas posibles.
Por un lado sabía que si liquidaba las deudas de su padre se ganaría la simpatía de ella indefinidamente, pero dicha perspectiva conllevaba serios riesgos. Bel había firmado el acuerdo prometiendo prestar ayuda, pero ¿cómo podía asegurarse Nicholas de que no lo abandonaría y renunciaría al plan de atrapar a Frankie en cuanto tu¬viera suficiente dinero para liberar a su padre? ¿Era conveniente ha¬cer un gesto que demostrara abiertamente lo atraído que se sentía por ella? Además, tenía miedo de que, al pagar las deudas de su pa¬dre, sentase un peligroso precedente y ella acabase recurriendo a Jonas y sus millones cada vez que se viese en un aprieto.
En último lugar, y tal vez lo más serio, si el viejo Hamilton se enteraba de cuál era la verdadera profesión de su hija, puede que entrase en razón y desempeñase el papel del padre ultrajado, y la se¬parase de Nick. Al reparar en ello descartó violentamente la idea de sacar a Alfred de la cárcel. Nadie iba a apartarla de él.
–Muy bien, excelencia –dijo su valet, tras dar el último retoque al nudo de seda blanca, y a continuación añadió con picardía–: Algo así debería llamar la atención de ella.
Nick lo miró arqueando una ceja.
Knowles ocultó su diversión de forma educada e hizo una reve¬rencia.
–Que pase una espléndida velada, señor.
–Gracias, Knowles. Estoy bastante elegante, ¿verdad? –añadió con una amplia sonrisa, y abandonó sus aposentos con paso resuel¬to y bajó a esperar a _____. Mientras descendía por la curva bri¬llante que formaba la escalera, escuchó un sonido muy extraño, un sonido que conocía perfectamente pero que no oía desde hacía dé-cadas: la risa de unos niños. En realidad tenía un tono peculiar de travesura. ¿Qué diablos sería?
En cuanto divisó la entrada de mármol se detuvo y entornó los ojos, asegurándose de que no lo engañaba la vista. Allí, bajo la ara¬ña de luces, había dos niños inspeccionando la antigua armadura que Enrique VIII había ofrecido a un antepasado suyo. Tironeaban de las joyas y deslizaban los dedos mugrientos a lo largo de la hoja roma de la brillante espada.
–Uau...
–¡Fíjate, podría matar a alguien!
–Ejem–dijo Nick.
Los dos niños soltaron un chillido, se dieron la vuelta de repen¬te y chocaron entre ellos, mientras Nick bajaba el resto de los es¬calones con la cabeza en alto y las manos a la espalda, observándo¬los con desagrado. Pensó que lo más probable era que fueran amigos de uno de sus sirvientes.
–Por favor, caballeros, eso no se debe tocar. Es muy antiguo. ¿Qué estáis haciendo fuera de las dependencias del servicio?
Ellos no respondieron y se quedaron mirándolo sobrecogidos. Cuando él se les acercó, abrieron los ojos como platos.
Nicholas se alzó por encima de ellos con los brazos cruzados, echó una ojeada a la armadura y frunció el entrecejo.
–Habéis dejado manchas por todas partes. Ahora habrá que pulirla otra vez.
–Lo sentimos –dijo el muchacho más alto, repentinamente de¬cidido a aparentar valentía.
–¿Quiénes son vuestros padres?
Hablaron entre ellos en voz baja sobre aquella pregunta, y a Nick le recordaron a los gemelos, sus hermanos medianos, Lucien y Damien. De niños habían creado un lenguaje propio, y en la ac¬tualidad parecía que podían penetrar en la mente del otro.
–Caballeros, les he hecho una pregunta. –Nick se inclinó len¬tamente hasta situarse a la altura de sus ojos.
–Oh, ¿cuál era? –preguntó el más alto, rascándose la cabeza.
–¿Quién es vuestra madre y dónde está?
Los muchachos se encogieron de hombros. Nick frunció el en¬trecejo.
El más alto pareció envalentonarse mientras se ponía derecho.
–¿Es suya? –Hizo un gesto con la cabeza en dirección a la ar¬madura.
–Sí.
–¿Se la ha puesto alguna vez?
Sorprendido, Nick se echó a reír.
–No.
–¿Por qué?
–No he tenido ocasión. Además, soy demasiado alto.
–¿Podría intentarlo yo?
–No, eres demasiado bajo. ¿Cómo habéis entrado en mi casa, chicos?
–La señorita ___ nos trajo –soltó de sopetón el más pequeño.
–¿La señorita Hamilton?
El muchacho más alto lanzó a Nicholas una mirada perspicaz.
–¿Así que usted es el ricachón?
Nick lo miró sin comprender.
–¿De qué conocéis a la señorita Hamilton?
–Antes nos daba naranjas.
–¿Qué?
–Naranjas –explicó el hermano mayor–. Nos daba naranjas cuando las vendía en una cesta.
–Ahora ya nadie nos da naranjas –dijo el hermano pequeño con aire cariacontecido.
___ descendió por la escalera curva de mármol, maravillosamente vestida para asistir a la fiesta del general Blücher con un vestido co¬lor perla. Llevaba un vistoso turbante con plumas en la cabeza, y balanceaba en la muñeca enguantada su bolso adornado con aljó¬fares, tarareando una canción en voz baja. Entonces, al llegar a la mitad de la escalera, oyó a Nicholas hablar con los niños.
Se quedó paralizada.
Se agarró al pasamano con una mano y se llevó la otra al estó¬mago, sintiendo que se le formaba un nudo de espanto al oír cómo Tommy revelaba aquella parte humillante de su pasado, una parte que no quería que su protector descubriera ni en mil años.
Nicholas se agachó ante los niños de espaldas a ella.
–¿Vendía naranjas? –repitió, mostrándose muy sorprendido. A los ojos de un hombre elegante, una vendedora ambulante era cien veces más despreciable que una mujer mundana.
____ se frotó los ojos avergonzada y luego los abrió y contempló al insólito trío, sintiéndose atrapada. Antes de que pudiera escapar, Andrew la vio y sus ojos se iluminaron.
–¡Señorita ___!
Los dos niños dejaron a Nicholas y echaron a correr hacia ella, su¬bieron la escalera pesadamente. Tommy la abrazó alrededor de las caderas y Andrew le cogió la mano y tiró de ella para que viera la ar¬madura, mientras parloteaban emocionados.
Nicholas se puso de pie lentamente, se cruzó de brazos y la ob¬servó con una expresión inescrutable.
Al ver aquella mirada, ___ estuvo a punto de dejarse llevar por la desesperación. Justo cuando todo parecía ir bien en su vida...jus¬to cuando Nicholas por fin estaba empezando a verla como una per¬sona digna de él... ¿Por qué tenía que descubrir ahora que aquella concubina supuestamente elegante era una antigua vendedora de naranjas? ¡Maldita sea! ¡No era justo!
Mientras tanto, los niños no dejaban de tirar de ella.
–Tommy, vas a tirarme por la escalera. ¡Suelta!
Miró hacia abajo impacientemente con la intención de librarse del abrazo del niño, solo para descubrir que había posado sus dedos mugrientos en el vestido color perla.
–¡Maldita sea! –gritó en un tono atronador por encima de las risas de los muchachos–. ¿Sabes lo que me ha costado este vestido? ¡Lo has estropeado! ¡Ahora tendré que subir otra vez y cambiarme, llegaremos tarde a la fiesta y ni siquiera tengo ganas de ir!
–Chicos –ordenó Nicholas bruscamente–, venid aquí. –Chas¬queó los dedos y señaló el escalón inferior.
Los dos se zafaron de ella y obedecieron mirando a Nicholas fija¬mente. A continuación lanzaron una mirada a ___ con ansiedad.
–Ha sido un accidente, señorita ___...
–Lo sé, lo sé –dijo ella con más suavidad, sintiendo la desazón que siguió inevitablemente a su arrebato–. No te preocupes, Tom¬my. No pretendía gritar. –Deseó que la tierra la tragase.
Con el rubor todavía en las mejillas, se obligó a mirar a Nicholas, temiendo ver el desagrado altivo que seguramente encontraría en su mirada. Pero cuando se atrevió a mirarlo, lo único que encontró fue una expresión paciente.
–No tenemos por qué ir. ¿Quieres quedarte en casa?
«En casa –pensó ella con tristeza–. ¿Es el sitio en el que estoy?» Nicholas se ocupó de todo y envió a los niños con la cocinera para que los vigilase. Los pequeños no se atrevieron a desobedecerle. Se acercó lentamente a ___ y examinó las pequeñas huellas dactilares que tenía en el vestido.
–Seguro que mi valet consigue quitarlas con vino blanco. Y si no, compraremos otro.
Empleó un tono suave que desarmó a ___. Ella se cubrió la cara con las manos y se sentó en el escalón sobre el que había estado de pie.
Nicholas se sentó con cuidado en el escalón de debajo y le hizo una caricia en la rodilla.
–¿Por qué no me lo dijiste?
–¿ Cómo iba a hacerlo? No quería que supieras hasta qué punto me tuve que rebajar? Tengo mi orgullo, Nicholas. Lo he intentado todo antes de llevar esta vida, créeme...
–No me refiero a lo de las naranjas, cariño. Eso me da igual. ¿Por qué no me dijiste que habías traído a esos niños?
Su pregunta la sorprendió. Alzó la cabeza y lo miró con indecisión.
–Me haré responsable exclusiva de ellos, Nicholas. Te juro que no causarán ningún problema. Yo misma limpiaré la armadura...
–Calla. ¿De dónde proceden?
–Solo Dios lo sabe. Me los encontré cuando vendía naranjas, antes de decidirme a visitar a Harriette para ver si me contrataba. Intenté cuidar de ellos. Hoy, cuando los he visto, he intentado matricularlos en una escuela de la caridad, pero el director no los ha admitido. Trabajarán para ganarse el alojamiento, Nicholas, te lo prometo. Soy la única persona adulta que conocen. Son buenos niños, tal vez un poco traviesos, pero no tienen adónde ir. Siento que mi deber es cuidar de ellos...
–Y ahora mismo el mío es cuidar de ti –dijo él, tomando la mano de ella dulcemente entre las suyas.
____ se quedó mirándolo.
–¿No vas a decirme que los eche?
–Por supuesto que no. ¿Por qué estás tan alterada, ____? –Su voz sonaba grave y sosegada–. Me da la impresión de que te preocupa algo más. ¿Qué es lo que no me has contado?
Ella lo miró con anhelo.
–No quiero que mi pasado se interponga entre nosotros, Nicholas.
–Señorita Hamilton –la reprendió él suavemente–, da la casualidad de que me gustan las naranjas.
–¿De verdad?
Él le acarició la mejilla.
–¿Qué pasa, cielo? Confía en mí.
«No puedo», pensó ___, y se le partió el corazón.
11. 1/2
Poco después Nick esperaba impacientemente mientras Knowles, su valet, daba los últimos retoques a su pañuelo. Estuvo luchando con su conciencia durante todo el rato, preguntándose por qué no pagar el resto de la deuda de Alfred Hamilton y sacar al viejo loco de la cárcel. Cuanto más se interesaba por ____, más quería ayudarla de todas las formas posibles.
Por un lado sabía que si liquidaba las deudas de su padre se ganaría la simpatía de ella indefinidamente, pero dicha perspectiva conllevaba serios riesgos. Bel había firmado el acuerdo prometiendo prestar ayuda, pero ¿cómo podía asegurarse Nicholas de que no lo abandonaría y renunciaría al plan de atrapar a Frankie en cuanto tu¬viera suficiente dinero para liberar a su padre? ¿Era conveniente ha¬cer un gesto que demostrara abiertamente lo atraído que se sentía por ella? Además, tenía miedo de que, al pagar las deudas de su pa¬dre, sentase un peligroso precedente y ella acabase recurriendo a Jonas y sus millones cada vez que se viese en un aprieto.
En último lugar, y tal vez lo más serio, si el viejo Hamilton se enteraba de cuál era la verdadera profesión de su hija, puede que entrase en razón y desempeñase el papel del padre ultrajado, y la se¬parase de Nick. Al reparar en ello descartó violentamente la idea de sacar a Alfred de la cárcel. Nadie iba a apartarla de él.
–Muy bien, excelencia –dijo su valet, tras dar el último retoque al nudo de seda blanca, y a continuación añadió con picardía–: Algo así debería llamar la atención de ella.
Nick lo miró arqueando una ceja.
Knowles ocultó su diversión de forma educada e hizo una reve¬rencia.
–Que pase una espléndida velada, señor.
–Gracias, Knowles. Estoy bastante elegante, ¿verdad? –añadió con una amplia sonrisa, y abandonó sus aposentos con paso resuel¬to y bajó a esperar a _____. Mientras descendía por la curva bri¬llante que formaba la escalera, escuchó un sonido muy extraño, un sonido que conocía perfectamente pero que no oía desde hacía dé-cadas: la risa de unos niños. En realidad tenía un tono peculiar de travesura. ¿Qué diablos sería?
En cuanto divisó la entrada de mármol se detuvo y entornó los ojos, asegurándose de que no lo engañaba la vista. Allí, bajo la ara¬ña de luces, había dos niños inspeccionando la antigua armadura que Enrique VIII había ofrecido a un antepasado suyo. Tironeaban de las joyas y deslizaban los dedos mugrientos a lo largo de la hoja roma de la brillante espada.
–Uau...
–¡Fíjate, podría matar a alguien!
–Ejem–dijo Nick.
Los dos niños soltaron un chillido, se dieron la vuelta de repen¬te y chocaron entre ellos, mientras Nick bajaba el resto de los es¬calones con la cabeza en alto y las manos a la espalda, observándo¬los con desagrado. Pensó que lo más probable era que fueran amigos de uno de sus sirvientes.
–Por favor, caballeros, eso no se debe tocar. Es muy antiguo. ¿Qué estáis haciendo fuera de las dependencias del servicio?
Ellos no respondieron y se quedaron mirándolo sobrecogidos. Cuando él se les acercó, abrieron los ojos como platos.
Nicholas se alzó por encima de ellos con los brazos cruzados, echó una ojeada a la armadura y frunció el entrecejo.
–Habéis dejado manchas por todas partes. Ahora habrá que pulirla otra vez.
–Lo sentimos –dijo el muchacho más alto, repentinamente de¬cidido a aparentar valentía.
–¿Quiénes son vuestros padres?
Hablaron entre ellos en voz baja sobre aquella pregunta, y a Nick le recordaron a los gemelos, sus hermanos medianos, Lucien y Damien. De niños habían creado un lenguaje propio, y en la ac¬tualidad parecía que podían penetrar en la mente del otro.
–Caballeros, les he hecho una pregunta. –Nick se inclinó len¬tamente hasta situarse a la altura de sus ojos.
–Oh, ¿cuál era? –preguntó el más alto, rascándose la cabeza.
–¿Quién es vuestra madre y dónde está?
Los muchachos se encogieron de hombros. Nick frunció el en¬trecejo.
El más alto pareció envalentonarse mientras se ponía derecho.
–¿Es suya? –Hizo un gesto con la cabeza en dirección a la ar¬madura.
–Sí.
–¿Se la ha puesto alguna vez?
Sorprendido, Nick se echó a reír.
–No.
–¿Por qué?
–No he tenido ocasión. Además, soy demasiado alto.
–¿Podría intentarlo yo?
–No, eres demasiado bajo. ¿Cómo habéis entrado en mi casa, chicos?
–La señorita ___ nos trajo –soltó de sopetón el más pequeño.
–¿La señorita Hamilton?
El muchacho más alto lanzó a Nicholas una mirada perspicaz.
–¿Así que usted es el ricachón?
Nick lo miró sin comprender.
–¿De qué conocéis a la señorita Hamilton?
–Antes nos daba naranjas.
–¿Qué?
–Naranjas –explicó el hermano mayor–. Nos daba naranjas cuando las vendía en una cesta.
–Ahora ya nadie nos da naranjas –dijo el hermano pequeño con aire cariacontecido.
___ descendió por la escalera curva de mármol, maravillosamente vestida para asistir a la fiesta del general Blücher con un vestido co¬lor perla. Llevaba un vistoso turbante con plumas en la cabeza, y balanceaba en la muñeca enguantada su bolso adornado con aljó¬fares, tarareando una canción en voz baja. Entonces, al llegar a la mitad de la escalera, oyó a Nicholas hablar con los niños.
Se quedó paralizada.
Se agarró al pasamano con una mano y se llevó la otra al estó¬mago, sintiendo que se le formaba un nudo de espanto al oír cómo Tommy revelaba aquella parte humillante de su pasado, una parte que no quería que su protector descubriera ni en mil años.
Nicholas se agachó ante los niños de espaldas a ella.
–¿Vendía naranjas? –repitió, mostrándose muy sorprendido. A los ojos de un hombre elegante, una vendedora ambulante era cien veces más despreciable que una mujer mundana.
____ se frotó los ojos avergonzada y luego los abrió y contempló al insólito trío, sintiéndose atrapada. Antes de que pudiera escapar, Andrew la vio y sus ojos se iluminaron.
–¡Señorita ___!
Los dos niños dejaron a Nicholas y echaron a correr hacia ella, su¬bieron la escalera pesadamente. Tommy la abrazó alrededor de las caderas y Andrew le cogió la mano y tiró de ella para que viera la ar¬madura, mientras parloteaban emocionados.
Nicholas se puso de pie lentamente, se cruzó de brazos y la ob¬servó con una expresión inescrutable.
Al ver aquella mirada, ___ estuvo a punto de dejarse llevar por la desesperación. Justo cuando todo parecía ir bien en su vida...jus¬to cuando Nicholas por fin estaba empezando a verla como una per¬sona digna de él... ¿Por qué tenía que descubrir ahora que aquella concubina supuestamente elegante era una antigua vendedora de naranjas? ¡Maldita sea! ¡No era justo!
Mientras tanto, los niños no dejaban de tirar de ella.
–Tommy, vas a tirarme por la escalera. ¡Suelta!
Miró hacia abajo impacientemente con la intención de librarse del abrazo del niño, solo para descubrir que había posado sus dedos mugrientos en el vestido color perla.
–¡Maldita sea! –gritó en un tono atronador por encima de las risas de los muchachos–. ¿Sabes lo que me ha costado este vestido? ¡Lo has estropeado! ¡Ahora tendré que subir otra vez y cambiarme, llegaremos tarde a la fiesta y ni siquiera tengo ganas de ir!
–Chicos –ordenó Nicholas bruscamente–, venid aquí. –Chas¬queó los dedos y señaló el escalón inferior.
Los dos se zafaron de ella y obedecieron mirando a Nicholas fija¬mente. A continuación lanzaron una mirada a ___ con ansiedad.
–Ha sido un accidente, señorita ___...
–Lo sé, lo sé –dijo ella con más suavidad, sintiendo la desazón que siguió inevitablemente a su arrebato–. No te preocupes, Tom¬my. No pretendía gritar. –Deseó que la tierra la tragase.
Con el rubor todavía en las mejillas, se obligó a mirar a Nicholas, temiendo ver el desagrado altivo que seguramente encontraría en su mirada. Pero cuando se atrevió a mirarlo, lo único que encontró fue una expresión paciente.
–No tenemos por qué ir. ¿Quieres quedarte en casa?
«En casa –pensó ella con tristeza–. ¿Es el sitio en el que estoy?» Nicholas se ocupó de todo y envió a los niños con la cocinera para que los vigilase. Los pequeños no se atrevieron a desobedecerle. Se acercó lentamente a ___ y examinó las pequeñas huellas dactilares que tenía en el vestido.
–Seguro que mi valet consigue quitarlas con vino blanco. Y si no, compraremos otro.
Empleó un tono suave que desarmó a ___. Ella se cubrió la cara con las manos y se sentó en el escalón sobre el que había estado de pie.
Nicholas se sentó con cuidado en el escalón de debajo y le hizo una caricia en la rodilla.
–¿Por qué no me lo dijiste?
–¿ Cómo iba a hacerlo? No quería que supieras hasta qué punto me tuve que rebajar? Tengo mi orgullo, Nicholas. Lo he intentado todo antes de llevar esta vida, créeme...
–No me refiero a lo de las naranjas, cariño. Eso me da igual. ¿Por qué no me dijiste que habías traído a esos niños?
Su pregunta la sorprendió. Alzó la cabeza y lo miró con indecisión.
–Me haré responsable exclusiva de ellos, Nicholas. Te juro que no causarán ningún problema. Yo misma limpiaré la armadura...
–Calla. ¿De dónde proceden?
–Solo Dios lo sabe. Me los encontré cuando vendía naranjas, antes de decidirme a visitar a Harriette para ver si me contrataba. Intenté cuidar de ellos. Hoy, cuando los he visto, he intentado matricularlos en una escuela de la caridad, pero el director no los ha admitido. Trabajarán para ganarse el alojamiento, Nicholas, te lo prometo. Soy la única persona adulta que conocen. Son buenos niños, tal vez un poco traviesos, pero no tienen adónde ir. Siento que mi deber es cuidar de ellos...
–Y ahora mismo el mío es cuidar de ti –dijo él, tomando la mano de ella dulcemente entre las suyas.
____ se quedó mirándolo.
–¿No vas a decirme que los eche?
–Por supuesto que no. ¿Por qué estás tan alterada, ____? –Su voz sonaba grave y sosegada–. Me da la impresión de que te preocupa algo más. ¿Qué es lo que no me has contado?
Ella lo miró con anhelo.
–No quiero que mi pasado se interponga entre nosotros, Nicholas.
–Señorita Hamilton –la reprendió él suavemente–, da la casualidad de que me gustan las naranjas.
–¿De verdad?
Él le acarició la mejilla.
–¿Qué pasa, cielo? Confía en mí.
«No puedo», pensó ___, y se le partió el corazón.
See.Into.My.Mind♥
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
AAAIII POR QUE NO LE DICE DE UNA VEZ???
A LO MEJOORRR Y LA COMPRENDE NIIICCKKK!!!!
AAAII PON OOTROOO
A LO MEJOORRR Y LA COMPRENDE NIIICCKKK!!!!
AAAII PON OOTROOO
chelis
Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA
oh dios pero no pude :x
ya lo quiere muchisimo
lo adora y no le puede decir nada .... :(
hay xq la dejastes alli tienes q seguirla yaaaaaaaaaaaaaaaaa
ya lo quiere muchisimo
lo adora y no le puede decir nada .... :(
hay xq la dejastes alli tienes q seguirla yaaaaaaaaaaaaaaaaa
ElitzJb
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