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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 2 de 20. • 1, 2, 3 ... 11 ... 20
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
Ufff!!! UFFFFF!!!! New reader!!! Amo tu nove!!! Siguela!!!
Bianch
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
omg harry es el vecino ??? aww siguela :twisted:
ivette gone
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
Chicas! gracias por sus hermosos coments, siempre los leo y espero que esta novela les este gustando porque realmente es muy linda. Aqui el siguiente capitulo.
Capitulo 2 {Segunda Parte}.
______ permaneció inmóvil durante casi cinco minutos. Luego salió al balcón y recogió el telescopio, que acabó guardando en el armario de su dormitorio. Después se lavó los dientes para eliminar el mal sabor de boca que aún notaba y se miró al espejo. Su rostro, habitualmente pálido, aparecía ahora absolutamente blanco. El sudor le resbalaba por la frente y le temblaban las manos.
Cuando ya no le quedaban razones para posponerlo más, llamó a la portería y preguntó si había llegado algo para ella. Russell, el vigilante nocturno, le respondió que sí.
Incapaz de soportar la tensión un segundo más, cogió las llaves, salió del apartamento y cerró la puerta con cuidado. El ligero movimiento del ascensor le produjo de nuevo náuseas, así que tragó saliva y pasó lo que quedaba del trayecto tratando de hacer ejercicios de respiración.
Russell la recibió con una amplia sonrisa y dos cajas, ambas envueltas en papel marrón: una era grande y cuadrada, mientras que la otra era alargada y más bajita. ______ trató de parecer natural:
—Hola, Russell. ¿Cuál de estas cajas es la mía?
—Buenos días, señora Austen —contestó el hombre con una mueca. Russell era el primer vigilante que ______ había conocido al mudarse al edificio hacía unos seis meses. Era amable, de mediana edad y siempre dispuesto a ayudar a los inquilinos—. Estaba a punto de llamarla cuando lo ha hecho usted. Debe de estar adelantándose la Navidad: las dos cajas son para usted.
—¿Las dos? —respondió ella con un gritito y los ojos fijos en las tapas de las cajas.
Efectivamente, en cada envoltorio aparecía escrito _______ Austen en mayúsculas—. ¿Te has fijado en quién las ha entregado?
—Pues no. Estaba ayudando al señor Caruthers, del tercero, a subir la compra. Cuando he vuelto, ya estaban aquí. Hay una que pesa bastante.
______ trató de levantarlas. La bajita era más ligera, pero la otra, la grande, pesaba por lo menos seis kilos.
—Muchas gracias, Russell, creo que podré arreglármelas.
—Bueno, pero déjeme al menos acercarle la grande hasta el ascensor.
______ aceptó, ansiosa por llegar arriba lo antes posible.
Ya en el sexto, cargó con las cajas hasta su casa y, una vez dentro y a salvo, las dejó en el suelo para observarlas un rato. Contuvieran lo que contuvieran, no podía ser nada bueno.
Decidió empezar por la bajita. Cogió de la cocina un cuchillo afilado y cortó la cinta adhesiva que envolvía el paquete. Mientras lo hacía, se le ocurrió pensar en las huellas dactilares. Por si al final se animaba a llamar a la policía, debía procurar conservar las que hubiera en la caja y no dejar las suyas, de modo que apartó el cuchillo, volvió a la cocina y se hizo con un par de guantes de látex, de los de la limpieza. Ya con ellos enfundados, acabó de quitar el papel de embalaje. La caja que apareció era blanca y de cartón, y llevaba un mensaje escrito que rezaba: «Abre la otra caja primero.»
Para entonces, ______ se sentía tan descontrolada que no pudo contenerse:
—¡Deja de decirme lo que tengo que hacer! —empezó a gritar.
Aunque la frustración había conseguido que se le saltaran las lágrimas, acabó obedeciendo y dirigió la atención al segundo paquete, que también traía una nota: «Buena chica, ábreme a mí primero.»
—Hijo de puta —masculló ______.
Temblorosa, retiró la cinta adhesiva y abrió las tapas. Dentro había varios objetos cuidadosamente envueltos en papel de burbujas. ______ tomó el primero y empezó a romper las capas protectoras.
—¡Dios! ¡No!
Se trataba de una cámara de vídeo. Venía acompañada de una serie de complementos, así como de un libro de instrucciones. Había también un teléfono fijo con unos botones bastante poco corrientes.
______ se quedó atemorizada ante la serie de ideas que le surgieron asociadas a la cámara. No tenía ninguna intención de actuar para aquel cabroon enfermo. Ya tenía bastante con las fotos; si además le daba vídeos, jamás se libraría de él.
Debería llamar a la policía o quizá a alguno de sus hermanos. Puede que si contaba toda la verdad la ayudaran a encontrar a aquel tarado y a expulsarlo de su vida.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos una vez más por el sonido del teléfono. ______ lo descolgó:
—¿Quién eres? —preguntó casi chillando.
—Puedes llamarme Edwards, sinónimo de Justicia —respondió la voz—, porque eso es lo que voy a obtener: justicia. Justicia para todas aquellas personas a las que has explotado. ¿Has abierto ya las dos cajas?
Capitulo 2 {Segunda Parte}.
______ permaneció inmóvil durante casi cinco minutos. Luego salió al balcón y recogió el telescopio, que acabó guardando en el armario de su dormitorio. Después se lavó los dientes para eliminar el mal sabor de boca que aún notaba y se miró al espejo. Su rostro, habitualmente pálido, aparecía ahora absolutamente blanco. El sudor le resbalaba por la frente y le temblaban las manos.
Cuando ya no le quedaban razones para posponerlo más, llamó a la portería y preguntó si había llegado algo para ella. Russell, el vigilante nocturno, le respondió que sí.
Incapaz de soportar la tensión un segundo más, cogió las llaves, salió del apartamento y cerró la puerta con cuidado. El ligero movimiento del ascensor le produjo de nuevo náuseas, así que tragó saliva y pasó lo que quedaba del trayecto tratando de hacer ejercicios de respiración.
Russell la recibió con una amplia sonrisa y dos cajas, ambas envueltas en papel marrón: una era grande y cuadrada, mientras que la otra era alargada y más bajita. ______ trató de parecer natural:
—Hola, Russell. ¿Cuál de estas cajas es la mía?
—Buenos días, señora Austen —contestó el hombre con una mueca. Russell era el primer vigilante que ______ había conocido al mudarse al edificio hacía unos seis meses. Era amable, de mediana edad y siempre dispuesto a ayudar a los inquilinos—. Estaba a punto de llamarla cuando lo ha hecho usted. Debe de estar adelantándose la Navidad: las dos cajas son para usted.
—¿Las dos? —respondió ella con un gritito y los ojos fijos en las tapas de las cajas.
Efectivamente, en cada envoltorio aparecía escrito _______ Austen en mayúsculas—. ¿Te has fijado en quién las ha entregado?
—Pues no. Estaba ayudando al señor Caruthers, del tercero, a subir la compra. Cuando he vuelto, ya estaban aquí. Hay una que pesa bastante.
______ trató de levantarlas. La bajita era más ligera, pero la otra, la grande, pesaba por lo menos seis kilos.
—Muchas gracias, Russell, creo que podré arreglármelas.
—Bueno, pero déjeme al menos acercarle la grande hasta el ascensor.
______ aceptó, ansiosa por llegar arriba lo antes posible.
Ya en el sexto, cargó con las cajas hasta su casa y, una vez dentro y a salvo, las dejó en el suelo para observarlas un rato. Contuvieran lo que contuvieran, no podía ser nada bueno.
Decidió empezar por la bajita. Cogió de la cocina un cuchillo afilado y cortó la cinta adhesiva que envolvía el paquete. Mientras lo hacía, se le ocurrió pensar en las huellas dactilares. Por si al final se animaba a llamar a la policía, debía procurar conservar las que hubiera en la caja y no dejar las suyas, de modo que apartó el cuchillo, volvió a la cocina y se hizo con un par de guantes de látex, de los de la limpieza. Ya con ellos enfundados, acabó de quitar el papel de embalaje. La caja que apareció era blanca y de cartón, y llevaba un mensaje escrito que rezaba: «Abre la otra caja primero.»
Para entonces, ______ se sentía tan descontrolada que no pudo contenerse:
—¡Deja de decirme lo que tengo que hacer! —empezó a gritar.
Aunque la frustración había conseguido que se le saltaran las lágrimas, acabó obedeciendo y dirigió la atención al segundo paquete, que también traía una nota: «Buena chica, ábreme a mí primero.»
—Hijo de puta —masculló ______.
Temblorosa, retiró la cinta adhesiva y abrió las tapas. Dentro había varios objetos cuidadosamente envueltos en papel de burbujas. ______ tomó el primero y empezó a romper las capas protectoras.
—¡Dios! ¡No!
Se trataba de una cámara de vídeo. Venía acompañada de una serie de complementos, así como de un libro de instrucciones. Había también un teléfono fijo con unos botones bastante poco corrientes.
______ se quedó atemorizada ante la serie de ideas que le surgieron asociadas a la cámara. No tenía ninguna intención de actuar para aquel cabroon enfermo. Ya tenía bastante con las fotos; si además le daba vídeos, jamás se libraría de él.
Debería llamar a la policía o quizá a alguno de sus hermanos. Puede que si contaba toda la verdad la ayudaran a encontrar a aquel tarado y a expulsarlo de su vida.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos una vez más por el sonido del teléfono. ______ lo descolgó:
—¿Quién eres? —preguntó casi chillando.
—Puedes llamarme Edwards, sinónimo de Justicia —respondió la voz—, porque eso es lo que voy a obtener: justicia. Justicia para todas aquellas personas a las que has explotado. ¿Has abierto ya las dos cajas?
Última edición por Unicornio Horan el Sáb 03 Nov 2012, 4:58 pm, editado 1 vez
Unicornio Horan
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
gracias por el cap. esta buenisimo espero subas mas mas seguido encerio amo tu nove
Sheeran
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!
La rayita es una chica mala! Muuuuuy Mala!
Pero llegó la Justicia!
Kisses!
La rayita es una chica mala! Muuuuuy Mala!
Pero llegó la Justicia!
Kisses!
Fery.
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
sigula plissss esta super y por dios harold edward styles cox deja de llamar para asustarme
Sheeran
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
Pobre Rayis... Mugre Harry, porque la acosa?? Siguela
Bianch
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
Chicas enserio muchas gracias por leer ya pasamos a la segunda pagina todo por sus hermosos coments. Aqui les dejare un maraton inesperado a todas esas lectoras F I E L E S. Xx.
Maraton 1/3.
Capitulo 2 {Tercera parte}.
—Sólo he visto la cámara y el teléfono. No pienso…
—Harás exactamente lo que yo te diga —la cortó él con brusquedad—; si no, tendrás a la policía en tu casa en quince minutos. Abre la otra caja.
______ cerró la boca con tanta fuerza que se oyó el chasquido de los dientes al chocar. Se colocó el auricular del teléfono en el hombro y cogió la caja más pequeña. Al abrir las tapas, apareció un montón de papel blanco que retiró para hacerse con el objeto que encontró más arriba: un bustier de jacquard tipo satén en color rojo, estampado con flores y mezclado con encaje negro. La prenda se anudaba por delante y llevaba el liguero incorporado.
—Venga ya, ni en broma —susurró al auricular.
—Si vas a estar preciosa con él. Estoy deseando ver cómo lo rellenan esos preciosos y enormes pechos —la voz de Edwards había bajado de tono y sonaba ahora más grave—, me estoy empalmando sólo de imaginarlo.
______ estaba tan sorprendida que por un segundo dejó de sentirse asustada. Se mojó los labios nerviosa, ningún hombre le había dicho algo así en su vida. Y nunca se había puesto algo tan… sexy.
Se fijó en la talla del bustier, la cincuenta, justo la suya. ¿Cómo lo habría sabido? ¿Cómo le quedaría puesto?
Abrumada al darse cuenta de que estaba planteándoselo, ______ gritó:
—¡No pienso hacerlo!
—Claro que lo harás, _____. Voy a…
—Me llamo ______—interrumpió cortante—. Odio lo de _____.
—Está bien, ______. Te diré lo que podemos hacer. Vamos a olvidarnos del resto del contenido de esa caja hasta más tarde. Todavía hay mucho que hacer. Empecemos por el teléfono.
______ lo dudó un segundo. La voz le había dejado bien claro que llamaría a la policía si se negaba a obedecer. Necesitaba ganar tiempo para pensar cómo salir de aquel atolladero. Quizá si fingiera estar muerta de miedo, él se calmaría, complacido. Además, grabarse en vídeo no significaba entregarle la cinta.
Durante los siguientes quince minutos, ______ hizo todo lo que Edwards le ordenaba, actuando como si hubiera encendido el piloto automático. Se vio obligada a quitarse los guantes de látex para seguir las instrucciones sobre el teléfono, que tuvo que colocar en el cuarto de estar en sustitución del que había. Edwards le explicó que el nuevo aparato contaba con un sistema de manos libres que les permitiría hablar sin tener que sostener el auricular. ______ se estremeció al entender de inmediato que eso significaba que la tendría con las manos ocupadas en otras actividades.
—¿Me oyes bien? —bromeó él después de que ella hubiera pulsado el botón del manos libres.
—Sí, te oigo bien —respondió ______, molesta al descubrirse sonriendo levemente.
Aunque estaba chantajeándola, era evidente que pretendía seducirla con sus bromas y sus lisonjas para conseguir que ella se olvidara de que él era el enemigo.
______ se fijó de nuevo en el teléfono y se dedicó a hacer cabalas sobre Edwards. ¿Se trataría de alguno de los inquilinos del edificio de enfrente? Por la voz parecía alguien educado y autoritario, alguien acostumbrado a estar al mando.
Miró furtivamente hacia las cortinas del cuarto de estar, ahora corridas. Por el ángulo de las fotografías que habían tomado de ella, ______ sabía que las habían hecho desde el otro lado de la calle y por encima del sexto. El dominador vivía en el séptimo, sin embargo no podía tratarse de él porque estaba observándolo justo cuando Edwards llamó por primera vez.
—Bien, ______, no puedo aguantar más. Necesito que te pongas el body rojo.
A ella se le cortó la respiración. Iba en serio, aquel tipo esperaba de verdad que se lo pusiera.
Debería estar asqueada y no obstante, en algún momento en la última media hora, su cuerpo había empezado a reaccionar ante el estímulo de aquella voz profunda e íntima que sonaba como en sus fantasías: cálida, sexy e incluso empapada de ternura.
—No es un body, es un bustier —corrigió enseguida mientras sacudía la cabeza como queriendo desprenderse de los peligrosos pensamientos que iban invadiéndola.
—Tienes toda la razón. El body es el que no lleva esas varillas… ballenas, ¿verdad? Ya te lo pondrás luego. —Su voz se escuchaba suave y seductora—. Ponte el bustier, nena.
La habitación se llenaba de una sensación de encantamiento que hacía que a ______ le latiera el corazón cada vez más rápido. Sólo unos instantes antes había estado temblando de miedo y ahora, en cambio, se sentía encendida, excitada. ¿Qué le estaba pasando? ¿Qué le estaba haciendo aquella voz?
Maraton 1/3.
Capitulo 2 {Tercera parte}.
—Sólo he visto la cámara y el teléfono. No pienso…
—Harás exactamente lo que yo te diga —la cortó él con brusquedad—; si no, tendrás a la policía en tu casa en quince minutos. Abre la otra caja.
______ cerró la boca con tanta fuerza que se oyó el chasquido de los dientes al chocar. Se colocó el auricular del teléfono en el hombro y cogió la caja más pequeña. Al abrir las tapas, apareció un montón de papel blanco que retiró para hacerse con el objeto que encontró más arriba: un bustier de jacquard tipo satén en color rojo, estampado con flores y mezclado con encaje negro. La prenda se anudaba por delante y llevaba el liguero incorporado.
—Venga ya, ni en broma —susurró al auricular.
—Si vas a estar preciosa con él. Estoy deseando ver cómo lo rellenan esos preciosos y enormes pechos —la voz de Edwards había bajado de tono y sonaba ahora más grave—, me estoy empalmando sólo de imaginarlo.
______ estaba tan sorprendida que por un segundo dejó de sentirse asustada. Se mojó los labios nerviosa, ningún hombre le había dicho algo así en su vida. Y nunca se había puesto algo tan… sexy.
Se fijó en la talla del bustier, la cincuenta, justo la suya. ¿Cómo lo habría sabido? ¿Cómo le quedaría puesto?
Abrumada al darse cuenta de que estaba planteándoselo, ______ gritó:
—¡No pienso hacerlo!
—Claro que lo harás, _____. Voy a…
—Me llamo ______—interrumpió cortante—. Odio lo de _____.
—Está bien, ______. Te diré lo que podemos hacer. Vamos a olvidarnos del resto del contenido de esa caja hasta más tarde. Todavía hay mucho que hacer. Empecemos por el teléfono.
______ lo dudó un segundo. La voz le había dejado bien claro que llamaría a la policía si se negaba a obedecer. Necesitaba ganar tiempo para pensar cómo salir de aquel atolladero. Quizá si fingiera estar muerta de miedo, él se calmaría, complacido. Además, grabarse en vídeo no significaba entregarle la cinta.
Durante los siguientes quince minutos, ______ hizo todo lo que Edwards le ordenaba, actuando como si hubiera encendido el piloto automático. Se vio obligada a quitarse los guantes de látex para seguir las instrucciones sobre el teléfono, que tuvo que colocar en el cuarto de estar en sustitución del que había. Edwards le explicó que el nuevo aparato contaba con un sistema de manos libres que les permitiría hablar sin tener que sostener el auricular. ______ se estremeció al entender de inmediato que eso significaba que la tendría con las manos ocupadas en otras actividades.
—¿Me oyes bien? —bromeó él después de que ella hubiera pulsado el botón del manos libres.
—Sí, te oigo bien —respondió ______, molesta al descubrirse sonriendo levemente.
Aunque estaba chantajeándola, era evidente que pretendía seducirla con sus bromas y sus lisonjas para conseguir que ella se olvidara de que él era el enemigo.
______ se fijó de nuevo en el teléfono y se dedicó a hacer cabalas sobre Edwards. ¿Se trataría de alguno de los inquilinos del edificio de enfrente? Por la voz parecía alguien educado y autoritario, alguien acostumbrado a estar al mando.
Miró furtivamente hacia las cortinas del cuarto de estar, ahora corridas. Por el ángulo de las fotografías que habían tomado de ella, ______ sabía que las habían hecho desde el otro lado de la calle y por encima del sexto. El dominador vivía en el séptimo, sin embargo no podía tratarse de él porque estaba observándolo justo cuando Edwards llamó por primera vez.
—Bien, ______, no puedo aguantar más. Necesito que te pongas el body rojo.
A ella se le cortó la respiración. Iba en serio, aquel tipo esperaba de verdad que se lo pusiera.
Debería estar asqueada y no obstante, en algún momento en la última media hora, su cuerpo había empezado a reaccionar ante el estímulo de aquella voz profunda e íntima que sonaba como en sus fantasías: cálida, sexy e incluso empapada de ternura.
—No es un body, es un bustier —corrigió enseguida mientras sacudía la cabeza como queriendo desprenderse de los peligrosos pensamientos que iban invadiéndola.
—Tienes toda la razón. El body es el que no lleva esas varillas… ballenas, ¿verdad? Ya te lo pondrás luego. —Su voz se escuchaba suave y seductora—. Ponte el bustier, nena.
La habitación se llenaba de una sensación de encantamiento que hacía que a ______ le latiera el corazón cada vez más rápido. Sólo unos instantes antes había estado temblando de miedo y ahora, en cambio, se sentía encendida, excitada. ¿Qué le estaba pasando? ¿Qué le estaba haciendo aquella voz?
Última edición por Unicornio Horan el Vie 09 Nov 2012, 5:55 pm, editado 2 veces
Unicornio Horan
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
Maraton 2/3.
Capitulo 2 {Cuarta Parte}.
Acarició el raso y el encaje de la prenda. Podía fingir llevarlo puesto y él no se enteraría; a fin de cuentas, no podía verla.
—Tengo la po.lla dura sólo de pensarlo. Échame un cable, anda.
A ______ se le contrajo el sexo al escuchar aquellas palabras: tenía las bragas empapadas. ¿La tendría grande? La pregunta le vino a la mente de modo espontáneo y, con ella, la imagen de un hombre sentado, con el rostro oculto en una sombra y el pene como un asta elevado con orgullo entre las piernas abiertas. Un hombre que la esperaba a ella.
—Está bien —accedió—, voy a ponérmelo.
—Cuéntame lo que vayas haciendo, todo lo que vayas haciendo.
La voz, ahora aún más baja, se había convertido en un mero bramido. ______ era consciente de su propia excitación, que aumentaba como reacción a aquel sonido.
—Estoy… quitándome el jersey —masculló mientras se agarraba el dobladillo de la camiseta y se la sacaba por la cabeza.
—Vas de negro. Siempre vas de negro. Hace que se te vea la piel aún más blanca y perfecta.
—Tengo un culo enorme —se lamentó. Si bien dadas las circunstancias resultaba ser un comentario bastante ridículo, arrastrada por la situación, ______ no podía dejar de sentir, como solía ocurrirle, que no era normal—. Estoy demasiado gorda.
—No es verdad, nena. Eres como una de las musas de Rubens. Hace trescientos cincuenta años tu cuerpo representaba el canon de belleza. Tienes que aprender a apreciar todas esas sinuosas curvas y la lujuria que provocan. Como lo hago yo.
Aquellas palabras la dejaron más tranquila y la bien tonaron. Como una de las musas de Rubens… Le gustaba aquella descripción. ______ se desabrochó los pantalones y se deshizo de ellos.
—Estoy quitándome los pantalones —explicó.
—¡Esa es mi chica! Ahora el sujetador. ¿De qué color es?
—Color carne —respondió ______ con una mueca. Por una vez en su vida, deseó llevar puesto uno de encaje bien sexy, como los que aparecen en los catálogos de corsetería.
—Nena, tienes que llevarlo negro para que realce el tono de esa piel de pecado que tienes — la respiración sonaba con fuerza—. Quiero chuparte los pechos hasta que te corras. ¿Te has corrido alguna vez sólo con que alguien te chupara los pezones?
—No… —contestó ______ en un suspiro, temerosa de tener que admitir la poca experiencia que tenía.
—¡Qué lástima! Parece que has estado siempre con el chico equivocado. Ahora quítate las bragas. ¿También son de color carne?
—Sí—mintió para evitar describirlas sencillas bragas blancas que en realidad llevaba puestas.
—Está bien, ______. Déjalas caer. Ahora quiero que te acaricies para mí.
______ dejó escapar un gemido. Nunca había escuchado a un hombre decirle esa palabra, la palabra reservada para sus fantasías, sus sensuales, prohibidas y solitarias fantasías. Aun con el cuerpo febril, empezó a tiritar. Sus mundos imaginario y real se entremezclaban. ¿Cómo acabaría todo aquello?
—Finge que soy yo quien te acaricia, que soy yo quien hace que vayas empapándote, ¿puedes?
Fascinada por la voz de Edwards, ______ se tumbó en el sofá y estiró las piernas. Bajó dos dedos hasta sus pliegues y no se sorprendió al notarse chorreante. Era por aquella voz: la más sexy, la más erótica que había escuchado jamás.
—Estoy… estoy tocándome —dijo en voz alta.
—Muy bien, nena. Yo también estoy tocándome. He tenido que abrirme los pantalones y sacarme la po.lla porque me apretaba demasiado ahí guardada.
—¿Cómo es?
Silencio fue todo lo que obtuvo por respuesta. ______ se puso roja. ¿Qué estaba haciendo? Ni siquiera conocía a ese tío y le estaba pidiendo que le describiera su po.lla. «¡Está chantajeándome, por Dios!»
—¿Que cómo es qué? —se interesó él, dejando así imaginar una sonrisa.
—Tu po.lla —dijo ella sin tapujos—, descríbeme tu po.lla.
Él respiró sonoramente. ______ sonrió para sí, encantada de haberlo sorprendido.
—Mide unos veinte centímetros. No estoy circuncidado, así que la tengo más gorda que la mayoría de los tíos. Está dura como un garrote y tiene la punta completamente morada por las ganas que te tengo.
La imagen de aquel pene paralizó la respiración de ______.
—Me encantaría verla —confesó entre suspiros.
—A mí también me encantaría que la vieras, nena, pero por ahora busca en la caja en la que estaba el bustier y encontrarás otro de mis regalitos
Capitulo 2 {Cuarta Parte}.
Acarició el raso y el encaje de la prenda. Podía fingir llevarlo puesto y él no se enteraría; a fin de cuentas, no podía verla.
—Tengo la po.lla dura sólo de pensarlo. Échame un cable, anda.
A ______ se le contrajo el sexo al escuchar aquellas palabras: tenía las bragas empapadas. ¿La tendría grande? La pregunta le vino a la mente de modo espontáneo y, con ella, la imagen de un hombre sentado, con el rostro oculto en una sombra y el pene como un asta elevado con orgullo entre las piernas abiertas. Un hombre que la esperaba a ella.
—Está bien —accedió—, voy a ponérmelo.
—Cuéntame lo que vayas haciendo, todo lo que vayas haciendo.
La voz, ahora aún más baja, se había convertido en un mero bramido. ______ era consciente de su propia excitación, que aumentaba como reacción a aquel sonido.
—Estoy… quitándome el jersey —masculló mientras se agarraba el dobladillo de la camiseta y se la sacaba por la cabeza.
—Vas de negro. Siempre vas de negro. Hace que se te vea la piel aún más blanca y perfecta.
—Tengo un culo enorme —se lamentó. Si bien dadas las circunstancias resultaba ser un comentario bastante ridículo, arrastrada por la situación, ______ no podía dejar de sentir, como solía ocurrirle, que no era normal—. Estoy demasiado gorda.
—No es verdad, nena. Eres como una de las musas de Rubens. Hace trescientos cincuenta años tu cuerpo representaba el canon de belleza. Tienes que aprender a apreciar todas esas sinuosas curvas y la lujuria que provocan. Como lo hago yo.
Aquellas palabras la dejaron más tranquila y la bien tonaron. Como una de las musas de Rubens… Le gustaba aquella descripción. ______ se desabrochó los pantalones y se deshizo de ellos.
—Estoy quitándome los pantalones —explicó.
—¡Esa es mi chica! Ahora el sujetador. ¿De qué color es?
—Color carne —respondió ______ con una mueca. Por una vez en su vida, deseó llevar puesto uno de encaje bien sexy, como los que aparecen en los catálogos de corsetería.
—Nena, tienes que llevarlo negro para que realce el tono de esa piel de pecado que tienes — la respiración sonaba con fuerza—. Quiero chuparte los pechos hasta que te corras. ¿Te has corrido alguna vez sólo con que alguien te chupara los pezones?
—No… —contestó ______ en un suspiro, temerosa de tener que admitir la poca experiencia que tenía.
—¡Qué lástima! Parece que has estado siempre con el chico equivocado. Ahora quítate las bragas. ¿También son de color carne?
—Sí—mintió para evitar describirlas sencillas bragas blancas que en realidad llevaba puestas.
—Está bien, ______. Déjalas caer. Ahora quiero que te acaricies para mí.
______ dejó escapar un gemido. Nunca había escuchado a un hombre decirle esa palabra, la palabra reservada para sus fantasías, sus sensuales, prohibidas y solitarias fantasías. Aun con el cuerpo febril, empezó a tiritar. Sus mundos imaginario y real se entremezclaban. ¿Cómo acabaría todo aquello?
—Finge que soy yo quien te acaricia, que soy yo quien hace que vayas empapándote, ¿puedes?
Fascinada por la voz de Edwards, ______ se tumbó en el sofá y estiró las piernas. Bajó dos dedos hasta sus pliegues y no se sorprendió al notarse chorreante. Era por aquella voz: la más sexy, la más erótica que había escuchado jamás.
—Estoy… estoy tocándome —dijo en voz alta.
—Muy bien, nena. Yo también estoy tocándome. He tenido que abrirme los pantalones y sacarme la po.lla porque me apretaba demasiado ahí guardada.
—¿Cómo es?
Silencio fue todo lo que obtuvo por respuesta. ______ se puso roja. ¿Qué estaba haciendo? Ni siquiera conocía a ese tío y le estaba pidiendo que le describiera su po.lla. «¡Está chantajeándome, por Dios!»
—¿Que cómo es qué? —se interesó él, dejando así imaginar una sonrisa.
—Tu po.lla —dijo ella sin tapujos—, descríbeme tu po.lla.
Él respiró sonoramente. ______ sonrió para sí, encantada de haberlo sorprendido.
—Mide unos veinte centímetros. No estoy circuncidado, así que la tengo más gorda que la mayoría de los tíos. Está dura como un garrote y tiene la punta completamente morada por las ganas que te tengo.
La imagen de aquel pene paralizó la respiración de ______.
—Me encantaría verla —confesó entre suspiros.
—A mí también me encantaría que la vieras, nena, pero por ahora busca en la caja en la que estaba el bustier y encontrarás otro de mis regalitos
Última edición por Unicornio Horan el Vie 09 Nov 2012, 5:58 pm, editado 1 vez
Unicornio Horan
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
Maraton 3/3.
Capitulo 3.
______ se incorporó e introdujo la mano en la caja hasta rozar con los nudillos varias capas de papel y cartón.
—¿Está en la otra? —preguntó.
—No, mete la mano hasta el fondo, ya verás.
Y así fue. Tocó con los dedos algo duro y alargado, lo empuñó y lo extrajo.
—¡Es un vibrador!
—No, es un consolador, nena. Mide veinte centímetros de largo y cinco de ancho, exactamente lo mismo que mi po.lla.
______ se quedó estudiando el aparato mientras le aumentaba el ritmo de los latidos. Aquello era enorme: de goma, negro, recio, curvado y con la punta como la cabeza de un champiñón.
«Exactamente igual que mi po.lla», había dicho él. Lo recorrió con el dedo, excitada por el tacto casi real de aquellas venas y protuberancias. Con un instrumento así podía hacer como si se tratara de un pene de verdad, fingir que tenía a Edwards en sus manos. Aquel pensamiento se tradujo en un chispazo en la entrepierna.
—Quiero que te lo metas en tu sexo e imagines que soy yo.
______ estrujó la punta: cedía, aunque no mucho.
—Esto es enorme —se quejó con la voz queda.
Edwards se mantuvo en silencio durante unos segundos. Cuando empezó a hablar, adoptó un tono amable.
—______, ¿eres virgen? —quiso cerciorarse.
Ella se ofendió al instante.
—Claro que no. Tengo veintidós años, ¿es que crees que me pasa algo o qué?
Era cierto que tenía sobrepeso, pero ¿pensaba él que era un biicho raro?
—No, cielo, no es eso, es que quería estar seguro. Escúchame, túmbate y déjame hablar un minuto, ¿Esta bien?
—Bueno… —accedió rezongando, aún molesta por la pregunta.
______ se acomodó entre los almohadones y buscó la postura más confortable.
—Quiero que cojas el consolador y que te frotes con él por fuera de tu sexo. Sólo rózate con él moviéndolo arriba y abajo mientras te voy indicando qué hacer.
A ______ ya se le había pasado el enfado. Fue siguiendo sus instrucciones, envolvió el consolador con la mano derecha y empezó a masajearse con la punta redondeada. Las palabras que la voz había pronunciado retumbaron de nuevo en su cabeza: está «dura como un garrote», tiene la punta «completamente morada»… Al imaginar aquella po.lla tocando su propia piel mientras él le separaba los muslos con las manos, el sexo empezó a palpitarle.
—Estoy recostado en una silla, me estoy empuñando la ver.ga y me encantaría que fuera mi ver.ga y no ése de goma el que jugueteara con tus dulces labios —la voz de Edwards acariciaba a ______ como si se tratara de un pañuelo de seda—. Frotaría mi po.lla contra tu sexo una y otra vez hasta que me rogaras que te foll.ara, pero yo no lo haría.
—¡Ah!,¿no?
—No, no hasta que te corrieras, una vez, para mí. Así estarías empapada y anhelante cuando te penetrara por esa hendidura, pequeña y tensa —su voz era ahora casi un bramido—.Empujaría, entraría y saldría un poco cada vez hasta que empezaras a correrte de nuevo y, entonces, me clavaría entero dentro de ti para que pudiéramos corrernos a la vez.
______ se lo imaginó encima de ella. Tendría los hombros anchos y bronceados; las manos, agradables y experimentadas; el rostro, lleno de amor… Luego se relajó arropada por los cojines del sofá y con la mano izquierda se separó los labios del sexo. Una vez abierta, se pasó el consolador a lo largo de la hendidura con un movimiento lento y rítmico.
—Háblame, ______ —le pidió Edwards en un gruñido—, ¿qué estás haciendo ahora?
—Estoy empapando el consolador —respondió.
—¡Oh! Sí…, a mí la po.lla también me está derramando líquido. Tengo tantas ganas de follar.te…
______ contuvo la respiración, la aspereza de aquella voz la tenía fuera de sí. Sentía el sexo húmedo y el capullo del consolador ya estaba resbaladizo bañado por todos sus fluidos. Cuando intentaba introducirse la punta emitió un gemido al notar el contraste entre la dureza del juguete y su carne mullida.
—Ojalá pudiera saborearte el sexo —continuó Edwards—; seguro que es dulce como un caramelo de canela.
______ tembló antes de atrapar con los muslos la gruesa pieza de goma que tenía apretada contra su sexo.
Trató de imaginar la cabeza de Edwards entre sus piernas y el tacto de su lengua mientras la lamía. La excitación la invadió por completo.
—¿De qué color tienes el cabello? —quiso saber.
—¿Quieres saber el aspecto que tendría si te estuviera comiendo tu sexo, preciosa? — respondió él entre risas.
—Sí —susurró ______.
—Soy castaño y llevo el cabello rizado —respondió Edwards con seriedad—. La lengua la tengo larga y caliente, y se muere por chuparte por todas partes.
Capitulo 3.
______ se incorporó e introdujo la mano en la caja hasta rozar con los nudillos varias capas de papel y cartón.
—¿Está en la otra? —preguntó.
—No, mete la mano hasta el fondo, ya verás.
Y así fue. Tocó con los dedos algo duro y alargado, lo empuñó y lo extrajo.
—¡Es un vibrador!
—No, es un consolador, nena. Mide veinte centímetros de largo y cinco de ancho, exactamente lo mismo que mi po.lla.
______ se quedó estudiando el aparato mientras le aumentaba el ritmo de los latidos. Aquello era enorme: de goma, negro, recio, curvado y con la punta como la cabeza de un champiñón.
«Exactamente igual que mi po.lla», había dicho él. Lo recorrió con el dedo, excitada por el tacto casi real de aquellas venas y protuberancias. Con un instrumento así podía hacer como si se tratara de un pene de verdad, fingir que tenía a Edwards en sus manos. Aquel pensamiento se tradujo en un chispazo en la entrepierna.
—Quiero que te lo metas en tu sexo e imagines que soy yo.
______ estrujó la punta: cedía, aunque no mucho.
—Esto es enorme —se quejó con la voz queda.
Edwards se mantuvo en silencio durante unos segundos. Cuando empezó a hablar, adoptó un tono amable.
—______, ¿eres virgen? —quiso cerciorarse.
Ella se ofendió al instante.
—Claro que no. Tengo veintidós años, ¿es que crees que me pasa algo o qué?
Era cierto que tenía sobrepeso, pero ¿pensaba él que era un biicho raro?
—No, cielo, no es eso, es que quería estar seguro. Escúchame, túmbate y déjame hablar un minuto, ¿Esta bien?
—Bueno… —accedió rezongando, aún molesta por la pregunta.
______ se acomodó entre los almohadones y buscó la postura más confortable.
—Quiero que cojas el consolador y que te frotes con él por fuera de tu sexo. Sólo rózate con él moviéndolo arriba y abajo mientras te voy indicando qué hacer.
A ______ ya se le había pasado el enfado. Fue siguiendo sus instrucciones, envolvió el consolador con la mano derecha y empezó a masajearse con la punta redondeada. Las palabras que la voz había pronunciado retumbaron de nuevo en su cabeza: está «dura como un garrote», tiene la punta «completamente morada»… Al imaginar aquella po.lla tocando su propia piel mientras él le separaba los muslos con las manos, el sexo empezó a palpitarle.
—Estoy recostado en una silla, me estoy empuñando la ver.ga y me encantaría que fuera mi ver.ga y no ése de goma el que jugueteara con tus dulces labios —la voz de Edwards acariciaba a ______ como si se tratara de un pañuelo de seda—. Frotaría mi po.lla contra tu sexo una y otra vez hasta que me rogaras que te foll.ara, pero yo no lo haría.
—¡Ah!,¿no?
—No, no hasta que te corrieras, una vez, para mí. Así estarías empapada y anhelante cuando te penetrara por esa hendidura, pequeña y tensa —su voz era ahora casi un bramido—.Empujaría, entraría y saldría un poco cada vez hasta que empezaras a correrte de nuevo y, entonces, me clavaría entero dentro de ti para que pudiéramos corrernos a la vez.
______ se lo imaginó encima de ella. Tendría los hombros anchos y bronceados; las manos, agradables y experimentadas; el rostro, lleno de amor… Luego se relajó arropada por los cojines del sofá y con la mano izquierda se separó los labios del sexo. Una vez abierta, se pasó el consolador a lo largo de la hendidura con un movimiento lento y rítmico.
—Háblame, ______ —le pidió Edwards en un gruñido—, ¿qué estás haciendo ahora?
—Estoy empapando el consolador —respondió.
—¡Oh! Sí…, a mí la po.lla también me está derramando líquido. Tengo tantas ganas de follar.te…
______ contuvo la respiración, la aspereza de aquella voz la tenía fuera de sí. Sentía el sexo húmedo y el capullo del consolador ya estaba resbaladizo bañado por todos sus fluidos. Cuando intentaba introducirse la punta emitió un gemido al notar el contraste entre la dureza del juguete y su carne mullida.
—Ojalá pudiera saborearte el sexo —continuó Edwards—; seguro que es dulce como un caramelo de canela.
______ tembló antes de atrapar con los muslos la gruesa pieza de goma que tenía apretada contra su sexo.
Trató de imaginar la cabeza de Edwards entre sus piernas y el tacto de su lengua mientras la lamía. La excitación la invadió por completo.
—¿De qué color tienes el cabello? —quiso saber.
—¿Quieres saber el aspecto que tendría si te estuviera comiendo tu sexo, preciosa? — respondió él entre risas.
—Sí —susurró ______.
—Soy castaño y llevo el cabello rizado —respondió Edwards con seriedad—. La lengua la tengo larga y caliente, y se muere por chuparte por todas partes.
Última edición por Unicornio Horan el Vie 09 Nov 2012, 5:59 pm, editado 1 vez
Unicornio Horan
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
omg siguela ese harry y la rayis :twisted:
ivette gone
Re: Una Chica Mala {Harry y Tú} HOT! {Terminada}
E
S
T
O
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!!!
NO MMES!!! Siguela!!
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!!!
NO MMES!!! Siguela!!
Bianch
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