wishful thinking△.

A veces siento que me guardo tanto las cosas que va a llegar un momento en el que voy a explotar y a decir todas las cosas de una sola vez. Y no me conviene.
Siempre le ando diciendo a las demás personas que no está bueno guardarse las cosas, ni mantenerlas para uno mismo, que es mejor dejarlas fluír, contárselas a tus amigos, a tu familia o aunque sea, descargarse en algún lado. Pero yo no lo hago. Nunca hablo las cosas en su debido momento y junto, junto, junto, hasta que exploto.
Sé que no tengo que ser tan minuciosa, y mucho menos tratar de cambiar a las personas que me rodean, pero es obvio que no me puede gustar la personalidad completa de cada uno y está bien. Es la forma en que nos relacionamos, no todos los aspectos del otro van a ser nuestros favoritos, pero gracias a ellos aprendemos a querernos como somos y a aceptar al prójimo tal cual es, sin tratar de cambiar nada.
El problema es que hay muchas cosas que me gustaría que no hicieran delante de mí, como seguramente debe haber muchas otras cosas que a la gente le molesta que yo haga.
Sería muy egoísta de mi parte ir y decirle a alguien: “Me molesta tal, tal y tal cosa de vos”, porque la persona es como es, aprendió a ser así por experiencias que le tocaron vivir y yo no soy quién para venir a cambiarlo.
Sé que algunas veces, el punto de vista que te den los demás puede servirte para “mejorar” algunas cosas (por decirlo de alguna manera, porque no hay reglas establecidas sobre cómo debe ser cada uno), o para que la otra persona se sienta igual de cómodo que vos.
Es obvio que las opiniones del prójimo nos van a caer mal si son negativas, al menos un poco, por más que el que nos los diga sea nuestro mejor amigo. Porque nos están viendo un defecto y, cuando nos lo dicen, nosotros pensamos que es lo peor, que esa persona sólo se está fijando en las cosas “malas” y no en las “buenas” (hablo entre comillas porque todos los conceptos son relativos, depende la persona que cada uno sea). Pero también hay que ponernos en los zapatos del prójimo. Cada vez que abrimos la boca, que hacemos algún gesto o simplemente una mirada, hay que pensar en cómo va a sentirse la otra persona. No somos sólo nosotros.
Todos tenemos distintos rasgos que nos diferencian de los demás pero, asimismo, compartimos muchos aspectos y actitudes, algunos en menor y otros en mayor cantidad. Una de las características que yo considero que todos poseemos es el egoísmo. Por ahí algunos no son tan egoístas como otros, pero aún así, en alguna medida, lo son.
Y eso tampoco está bien y mal, es simplemente algo que todos tenemos y que aprendemos a vivir con eso, y lo podemos hacer bien o mal. Yo creo que hay que pensar en los demás, y también en vos mismo. Hay que intentar encontrar un equilibrio entre las dos cosas. También hay que aprender a controlarnos con nuestros impulsos. Pensar antes de actuar. Saber si a la persona a la que le estoy hablando le va a afectar lo que le diga o haga para bien o para mal.
A veces (la mayoría) actuamos por impulso, las palabras salen de nuestra boca o los gestos son instantáneos, sin detenernos a pensar cómo la otra persona se va a sentir con eso, sin ponernos en los zapatos de los demás.
A veces hablamos sin conocer el tema completamente, a veces juzgamos sin saber absolutamente nada de la otra persona. Por más mínimo que a nosotros pueda parecernos, en la otra persona puede repercutir, y muy fuerte.
En fin, el punto es que todos tenemos defectos, y nuestro objetivo no es cambiarlos, sino mejorarlos y encontrar ese equilibrio en el cuál todos nos sintamos cómodos. Creo que hay que dejar de mirar nuestros propios ombligos y empezar a fijarnos un poquito más en las personas que nos rodean.