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"Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
¡No! Yava el , no puede estar perdido tal , porque si no , no havia tercer libro cierto?! CIERTO!.... piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii estado de shock _/\_____/\/\/\________________.C: Continuala beeesos babosos
Strength.
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
:lloro: :wut: como que charlie tango desapareció???
por que tuvo que quedar ahi??
es terrible
:lloro: :wut:
ahora lloro ojala este bien
:lloro:
por que tuvo que quedar ahi??
es terrible
:lloro: :wut:
ahora lloro ojala este bien
:lloro:
JB&1D2
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
JB&1D2 escribió: :lloro: :wut: como que charlie tango desapareció???
por que tuvo que quedar ahi??
es terrible
:lloro: :wut:
ahora lloro ojala este bien
:lloro:
:P jajaja me mato tu comentario "como que charlie tango desapareció???"
se escucho muy de telenovela!!
siguela!!! quiero mas capis :lloro:
aranzhitha
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
ajsjahjs "Como que Charlie Tango desaparecio?" LOL
Strength.
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
:lloro: :wut: :lloro: :wut: :lloro: :wut: :lloro: :wut:
aranzhitha
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
OMG Charlie desapareció asdfghjkasdfghjk ojala Joseph esté bien (?)
Tienes que seguirla, la dejaste en lo mejor.
Besos
Tienes que seguirla, la dejaste en lo mejor.
Besos
lifeisashortrip
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
NONONONONONONONONONOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!
COMO QUE DESAAPAAAREEEDIIOOOOO???
AAAAAII QUE NO LE PASEEE NAADAAAAA!!!
AAAIII SIGUELAAA PORFIISS
COMO QUE DESAAPAAAREEEDIIOOOOO???
AAAAAII QUE NO LE PASEEE NAADAAAAA!!!
AAAIII SIGUELAAA PORFIISS
chelis
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
NONONONONO Por Dios! Cómo que desapareció Charlie Tango? QUE!? Y cómo que Joseph no llegó de Portland!?... D: Karely mas le vale a tu laptop resucitar porque si no la hago resucitar yo de un mail super extremo... (ya, los nervios me estan afectando la cabeza) Pero DIOS! No puedo esperar!! Mi cara fué como <(0.0)> CHARLIE TANGO!? QUEE!? JOSEPH!?
MIERDA!
Para que Elliot se preocupe tiene que ser algo muy grave.... Por favor que no le pase nada, Me muero de tres formas:
1) Siendo ______ Steele
2) Siendo Jonatica del ♥
3) Siendo lectora por dios!
Yaaaaaaaaaaaaaaaaaa que tu laptop se convierta en yisas por favor! Sip, sueno desesperada es que adjghjfg él estaba empezando a abrirse con rayita y ahora PUF! Mierda! ¬¬
Espero que pronto puedas subir cap.
Lots Of Love ♥
MIERDA!
Para que Elliot se preocupe tiene que ser algo muy grave.... Por favor que no le pase nada, Me muero de tres formas:
1) Siendo ______ Steele
2) Siendo Jonatica del ♥
3) Siendo lectora por dios!
Yaaaaaaaaaaaaaaaaaa que tu laptop se convierta en yisas por favor! Sip, sueno desesperada es que adjghjfg él estaba empezando a abrirse con rayita y ahora PUF! Mierda! ¬¬
Espero que pronto puedas subir cap.
Lots Of Love ♥
Shoffy_DiJoSmi
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
Omg síguela porfís! Amo como escribes! Muero por saber que sigue! SIGUELA
Yhosdaly
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
[CAPITULO 19]
Miro fijamente las llamas, hipnotizada. Bailan y ondean brillantes llamas de color naranja con puntas de azul cobalto en la chimenea del departamento de Joseph. Y a pesar del calor que irradia del fuego y la manta envuelta alrededor de mis hombros, estoy fría. Calada hasta los huesos. Soy consciente de las voces que hablan en susurros, muchas voces que hablan en susurros. Pero están en el fondo, un zumbido distante. No escucho las palabras. Todo lo que puedo oír, todo en lo que me puedo enfocar, es el suave siseo de los gases de la chimenea.
Mis pensamientos regresan a la casa que vimos ayer y las enormes chimeneas: chimeneas reales, de las que utilizan madera. Me gustaría hacer el amor con Joseph frente a un fuego real. Me gustaría hacer el amor con Joseph frente a este fuego. Sí, eso sería divertido. Sin duda, él pensaría en algún modo de hacerlo memorable al igual que todas las veces que hemos hecho el amor. Resoplo con ironía para mí misma, incluso las veces en que sólo estábamos follando. Sí, esas son bastante memorables, también. ¿Dónde está?
Las llamas brillan y titilan, manteniéndome cautiva, manteniéndome entumecida. Me enfoco únicamente en su belleza de combustión y ardor. Son embrujadoras.
Él dijo eso la primera vez que durmió conmigo en mi cama. Oh no… Envuelvo mis brazos a mí alrededor, y el mundo colisiona sobre mí y la realidad se desangra en mi consciencia. El aterrador vacío en mi interior se expande un poco más. Charlie Tango está desaparecido.
—____. Aquí. —Gentilmente me engatusa la señora Jones, su voz me trae de regreso a la habitación, al ahora, a la angustia. Me entrega una taza de té. Tomo la taza y el platillo con gratitud, el ruido que hacen traiciona mis manos temblorosas.
—Gracias —suspiro, mi voz ronca por las lágrimas contenidas y el gran bulto en mi garganta.
Mia se sienta frente a mí en el más que largo sofá en forma de "U", tomada de las manos con Grace. Ellas me miran, dolor y ansiedad grabados en sus bellos rostros. Grace se ve mayor, como una madre preocupada por su hijo. Parpadeo desapasionadamente en su dirección. No puedo ofrecerles una sonrisa tranquilizadora, ni siquiera una lágrima… no hay nada, sólo vacuidad y un vacío cada vez mayor.
Miro a Elliot, José, y a Ethan, quienes están de pie en la barra de desayuno, con sus rostros serios, hablando en voz baja. Discutiendo algo en suaves tonos bajos. Detrás de ellos, la señora Jones se mantiene ocupada en la cocina. Kate está en la sala de TV, monitoreando las noticias locales. Escucho el tenue chillido de la enorme televisión de plasma. No puedo soportar ver la noticia una vez más —JOSEPH JONAS DESAPARECIDO— su hermoso rostro en la televisión.
Extrañamente, se me ocurre que nunca he visto a tanta gente en esta habitación, sin embargo siguen siendo eclipsados por su gran tamaño. Pequeñas islas de pérdidas y ansiosas personas en el hogar de mi Cincuenta. ¿Qué pensaría él de que ellos estén aquí?
En algún lugar, Taylor y Carrick están hablando con las autoridades que nos alimentan con goteos de información, pero nada tiene sentido. El hecho es, que él está desaparecido. Ha estado desaparecido por ocho horas. Ni una señal, ni una palabra de él. La búsqueda se ha suspendido: eso sí lo sé. Sencillamente está demasiado oscuro. Y no sabemos dónde está. Podría estar herido, hambriento, o peor. ¡No!
Ofrezco otra plegaria silenciosa a Dios. Por favor deja que Joseph esté bien. Por favor deja que Joseph esté bien. Lo repito una y otra vez en mi cabeza: mi mantra, mi salvación, algo concreto a lo que aferrarme en mi desesperación. Me rehúso a pensar en lo peor. No, no vayas ahí. Hay esperanza.
Las palabras de Joseph regresan para atormentarme. Sí, siempre hay esperanza. No debo desesperarme. Sus palabras se hacen eco a través de mi mente.
¿Por qué no aproveché el día?
Cierro mis ojos en una plegaria silenciosa. Por favor, no dejes que el resto de su vida sea así de corta. Por favor, por favor. No hemos tenido suficiente tiempo… necesitamos más tiempo. Hemos hecho tanto este último par de semanas, hemos llegado tan lejos. No puede acabar. Todos nuestros momentos de ternura: la barra de labios, cuando me hizo el amor por primera vez en el hotel Olympic, él sobre sus rodillas ofreciéndose a mí, finalmente dejándome tocarlo.
Oh, lo amo también. Seré nada sin él, nada más que una sombra… toda la luz eclipsada. No, no, no… mi pobre Joseph.
Y yo a ti, mi Cincuenta Sombras.
Abro mis ojos y observo sin ver el fuego una vez más, recuerdos de nuestro tiempo juntos revoloteando por mi mente: su alegría infantil cuando estábamos navegando y deslizándonos; su suave, sofisticada, y caliente como el demonio apariencia en el baile de máscaras; bailando, oh sí, bailando aquí en el departamento al ritmo de Sinatra, girando alrededor de la habitación; su silenciosa y ansiosa esperanza ayer en la casa… esa impresionante vista.
Oh, por favor, deja que esté bien. No puede haberse ido. Él es el centro de mi universo.
Un sollozo involuntario se escapa de mi garganta, y presiono mi mano contra mi boca. No. Debo ser fuerte. José está repentinamente a mi lado, ¿o lo ha estado desde hace un tiempo? No tengo idea.
—¿Quieres llamar a tu mamá o a tu papá? —pregunta con amabilidad.
¡No! Sacudo la cabeza y aprieto la mano de José. No puedo hablar, sé que me desmoronaré si lo hago, pero el cálido y suave apretón de su mano no me ofrece ningún consuelo.
Oh, mamá. Mis labios tiemblan al pensar en mi madre. ¿Debería llamarla? No. No podría lidiar con su reacción. Tal vez Ray, él no se pondría emocional… nunca se pone emocional, ni siquiera cuando los Mariners pierden.
Grace se levanta para unirse a los chicos, distrayéndome. Este debe ser el tiempo más largo que pasó quieta. Mia viene a sentarse junto a mí y agarra mi otra mano.
—Él regresará —dice ella, su voz inicialmente determinada pero quebrándose al final. Sus ojos se ven enormes y enrojecidos, su rostro pálido y agotado por la falta de sueño.
Miro a Ethan, que está observando a Mia y a Elliot, quien tiene sus brazos alrededor de Grace. Miro el reloj. Son pasadas las once, avanzando hacia la medianoche. ¡Maldito tiempo! Con cada hora que pasa, el vacío interminable se expande, consumiéndome, ahogándome. Sé que muy profundo en mi interior me estoy preparando, preparando para lo peor. Cierro mis ojos y elevo otra plegaria silenciosa, aferrando las manos de Mia y José.
Abriéndolos de nuevo, miro las llamas una vez más. Puedo ver su tímida sonrisa: mi favorita de todas sus expresiones, un vistazo del Joseph real, mí Joseph real. Él es tantas personas: loco del control, Gerente General, acosador, dios del sexo, dominante —y al mismo tiempo— un absoluto niño con sus juguetes. Sonrío. Su auto, su bote, su avión… Charlie Tango… no… no… mi chico perdido, realmente es mi chico perdido ahora. Mi sonrisa se desvanece y el dolor me atraviesa. Lo recuerdo en la ducha, enjuagándose las marcas del lápiz labial.
El bulto en mi garganta se expande. Oh, Joseph, sí lo tienes, tienes un corazón, y es mío. Quiero amarlo por siempre. A pesar de que él es tan complejo y difícil, lo amo. Siempre lo amaré. Nunca habrá alguien más. Jamás.
Recuerdo estar sentada en Starbucks analizando mis pros y contras sobre Joseph. Todos esos contras, incluso esas fotografías que encontré esta mañana, son insignificantes ahora. Solo está él, y la duda de si es que regresará. Oh, por favor, Señor, tráelo de regreso, por favor déjalo estar bien. Iré a la iglesia… haré cualquier cosa. Oh, si él regresa, voy a aprovechar el día. Su voz se hace eco en mi cabeza una vez más: Carpe diem, ____.
Miro con profundidad el fuego, las llamas todavía lamen y se encrespan unas alrededor de las otras, ardiendo brillantemente. Entonces Grace grita, y todo comienza a suceder en cámara lenta.
—¡Joseph!
Giro mi cabeza a tiempo de ver a Grace gritando al otro lado de la enorme sala en el sitio donde se había estado paseando en alguna parte detrás de mí, y ahí en la entrada se encuentra de pie un consternado Joseph. Está vestido en mangas de camisa y pantalones de traje, y está sujetando su chaqueta azul marino, zapatos y calcetines. Se ve cansado, sucio, y completamente hermoso.
Mierda santa… Joseph. Está vivo. Lo miro aturdida, intentando descubrir si estoy alucinando o si realmente él está aquí.
Su expresión es una de absoluto desconcierto. Deposita su chaqueta y zapatos en el suelo justo a tiempo para atrapar a Grace, quien se lanza sus brazos alrededor de su cuello y lo besa con fuerza en la mejilla.
—¿Mamá?
Joseph la mira, completamente perdido.
—Pensé que nunca te vería otra vez —susurra Grace, expresando nuestro miedo colectivo.
—Mamá, estoy aquí. —Escucho la consternación en su voz.
—Morí de mil formas hoy —susurra ella, su voz apenas audible, haciendo eco de nuestros pensamientos. Ella jadea y solloza, sin ser capaz ya de reprimir sus lágrimas. Joseph frunce el ceño, horrorizado o mortificado —no sé cuál de las dos— y luego, después de un segundo, la envuelve en un enorme abrazo, sosteniéndola cerca—. Oh, Joseph —se ahoga ella, envolviendo sus brazos a su alrededor, sollozando en su cuello —todo el auto control olvidado— y Joseph no se opone. Solo la sostiene, balanceándolos de atrás hacia adelante, consolándola. Produciendo una piscina de lágrimas en mis ojos.
Carrick grita desde el pasillo:
—¡Está vivo! ¡Mierda… estás aquí! —Aparece desde la oficina de Taylor, sosteniendo su móvil, y los abraza a ambos, con los ojos cerrados en dulce alivio.
—¿Papá?
Mia chilla algo inteligible a mi lado, y luego está de pie, corriendo, uniéndose a sus padres, abrazándolos a todos, también. Finalmente las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas. Él está aquí, está bien. Pero no puedo moverme. Carrick es el primero en separarse, limpiándose los ojos y palmeando el hombro de Joseph. Mia los libera y Grace da un paso atrás.
—Lo lamento —murmura.
—No, mamá, no pasa nada —dice Joseph, la consternación todavía evidente en su rostro.
—¿Dónde estabas? ¿Qué sucedió? —Grace llora y apoya su cabeza en sus manos.
—Mamá —murmura Joseph. La atrae hacia sus brazos otra vez y besa la parte superior de su cabeza—. Estoy aquí. Estoy bien. Solo me tomó una cantidad infernal de tiempo regresar desde Portland. ¿Qué hay con lo del comité de bienvenida? —Levanta la mirada y escanea la habitación hasta que sus ojos se traban con los míos.
Parpadea y mira brevemente a José, quien deja ir mi mano. La boca de Joseph se tensa. Bebo de su vista y el alivio se dispersa a través de mí, dejándome agotada, exhausta, y completamente eufórica. Sin embargo mis lágrimas no se detienen. Joseph regresa su atención a su madre.
—Mamá, estoy bien. ¿Qué está mal? —dice Joseph de forma tranquilizadora. Ella pone sus manos a cada lado de su rostro.
—Joseph, has estado desaparecido. Tu plan de vuelo… nunca llegaste a Seattle. ¿Por qué no nos contactaste?
Las cejas de Joseph se levantan en sorpresa.
—No pensé que me fuera a tomar todo este tiempo.
—¿Por qué no llamaste?
—Mi móvil se quedó sin batería.
—¿No te detuviste… a llamar por cobrar?
—Mamá… es una larga historia.
—¡Oh, Joseph! ¡Nunca te atrevas a hacerme eso otra vez! ¿Entiendes? —casi le grita ella.
—Sí, mamá. —Él limpia sus lágrimas con su pulgar y la abraza una vez más. Cuando ella se compone, él la libera para abrazar a Mia, quien lo golpea con fuerza en el pecho.
—¡Nos tenías tan preocupados! —suelta ella, y, también, está llorando.
—Estoy aquí ahora, por el amor de Dios —murmura Joseph.
A medida que Elliot avanza, Joseph le entrega a Mia a Carrick, quien ya tiene un brazo alrededor de su esposa. Enrosca el otro alrededor de su hija. Elliot abraza a Joseph brevemente, para gran sorpresa de Joseph, y lo golpea con fuerza en la espalda.
—Me alegro de verte —dice Elliot en voz alta, aunque un poquito brusco, intentando ocultar su emoción.
Mientras las lágrimas corren por mi rostro, puedo verlo todo. La gran sala está bañada en ello: amor incondicional. Él lo tiene en abundancia; sencillamente nunca lo ha aceptado antes, e incluso ahora está totalmente perdido.
¡Mira, Joseph, todas estas personas te aman! Tal vez ahora comenzarás a creerlo.
Kate está de pie detrás de mí —debe haber dejado el cuarto de TV— y acaricia suavemente mi cabello.
—Realmente está aquí, _____ —murmura de forma reconfortante.
—Ahora voy a decirle hola a mi chica —le dice Joseph a sus padres. Ambos asienten, sonríen, y dan un paso al costado.
Él se mueve hacia mí, sus ojos ambarinos brillantes, aunque todavía cansados y aturdidos. Desde algún lugar profundo en mi interior, encuentro la fuerza para ponerme de pie y saltar a sus brazos abiertos.
—¡Joseph! —sollozo.
—Tranquila —dice él y me sostiene, enterrando su rostro en mi cabello e inhalando profundamente. Levanto mi cara llena de lágrimas hacia la suya, y me besa demasiado brevemente—. Hola —murmura.
—Hola —susurro en respuesta, en bulto en la parte posterior de mi garganta ardiendo.
—¿Me extrañaste?
—Un poquito.
Él sonríe.
—Puedo decirlo. —Y con un suave toque de su mano, limpia las lágrimas que se niegan a dejar de correr por mis mejillas.
—Pensé… pensé… —me ahogo.
—Puedo verlo. Tranquila… estoy aquí. Lo lamento. Más tarde —murmura, y me besa castamente de nuevo.
—¿Estás bien? —pregunto, liberándolo y tocando su pecho, sus brazos, su cintura —oh, la sensación de este cálido, vital, sensual hombre bajo mis dedos— me reasegura que él está aquí, de pie frente a mí. Está de regreso. Ni siquiera se inmuta. Solo me mira intensamente.
—Estoy bien. No iré a ninguna parte.
—Oh, gracias Dios. —Lo aferro por la cintura otra vez, y él me abraza una vez más—. ¿Tienes hambre? ¿Necesitas algo de beber?
—Sí.
Doy un paso atrás para ir a buscarle algo, pero él no me deja ir. Me acomoda bajo su brazo extiende una mano a José.
—Sr. Jonas —dice José de manera uniforme.
Joseph resopla.
—Joseph, por favor —dice.
—Joseph, bienvenido de regreso. Me alegro de que estés bien… y um, gracias por dejar que me quede aquí.
—No hay problema. —Joseph entorna sus ojos, pero es distraído por la señora Jones, quien está repentinamente a su lado. Sólo se me ocurre ahora que ella no tiene su apariencia habitual. No lo había notado antes. Su cabello está suelto, y está usando unos suaves leggins grises y una enorme sudadera con las letras WSU estampadas al frente. Se ve años más joven.
—¿Puedo traerle algo, Sr. Jonas? —Ella limpia sus ojos con un pañuelo.
Joseph le sonríe con cariño.
—Una cerveza, por favor, Gail, una Budvar, y algún bocado para comer.
—Yo lo iré a buscar —murmuro, queriendo hacer algo por mi hombre.
—No. No te vayas —dice él en voz baja, apretando su brazo a mí alrededor.
El resto de su familia lo rodea, y Ethan y Kate se nos unen. Él aprieta la mano de Ethan y le da a Kate un rápido beso en la mejilla. La Sra. Jones regresa con una botella de cerveza y un vaso. Él agarra la botella pero sacude su cabeza hacia el vaso. Ella le sonríe y regresa a la cocina.
―Me sorprende que no quieras algo más fuerte ―murmura Elliot―. Entonces, ¿qué mierdas te pasó? Lo primero que supe fue cuando papa me llamó para decir que el helicóptero había desaparecido.
―¡Elliot! ―lo regaña Grace.
―El helicóptero ―gruñe Joseph, corrigiendo a Elliot, quien sonríe, y sospecho que esta es una broma familiar―. Sentémonos y les diré. ―Joseph me empuja hasta el sofá, y todo el mundo se sienta, los ojos puestos en Joseph. Él toma un largo trago de su cerveza. Espía a Taylor vagando en la entrada y asiente. Taylor asiente en respuesta―. ¿Tu hija?
―Está bien ahora. Falsa alarma, señor.
―Qué bueno. ―Joseph sonríe.
¿Hija? ¿Qué le sucedió a la hija de Taylor?
―Me alegra que esté de vuelta, señor. ¿Eso será todo?
―Tenemos un helicóptero que recuperar.
Taylor asiente.
―¿Ahora? ¿O podrá ser en la mañana?
―En la mañana, creo, Taylor.
―Muy bien, Sr. Jonas. ¿Algo más, señor?
Joseph sacude la cabeza y levanta su botella hacia él. Taylor le da una rara sonrisa ―más rara que la de Joseph, creo―, y se dirige, presumiblemente a su oficina o a su habitación.
―Joseph, ¿qué sucedió? ―demanda Carrick.
Joseph se lanza a la historia. Estaba volando con Ros, su número dos en Charlie Tango para lidiar con un asunto de financiación en la WSU, en Vancouver. Apenas puedo seguirle el ritmo porque estoy tan aturdida. Simplemente sostengo la mano de Joseph y miro fijamente sus uñas de manicura, sus largos dedos, las arrugas de sus nudillos, su reloj de pulsera, un Omega con tres pequeñas esferas. Miro su hermoso perfil mientras él continúa su historia.
―Ros nunca había visto el Monte St. Helens, así que en el camino de regreso tomamos un tour, como celebración. Escuché que la RTV (Restricción Temporal de Vuelo) fue levantada un rato antes y quería echar un vistazo. Bueno, es una fortuna que lo hiciéramos. Estábamos volando bajo, a cerca de doscientos pies sobre el nivel del mar, cuando el tablero de mando se iluminó. Teníamos un incendio en la cola, no tuve más opción que cortar toda la electricidad y aterrizar. ―Sacude la cabeza―. La aterricé por el Lago Silver, saqué a Ros y nos las arreglamos para atender el incendio.
―¿Un incendio? ¿En ambos motores? ―Carrick está horrorizado.
―Sí.
―¡Mierda! Pero pensé…
―Lo sé ―lo interrumpe Joseph―. Fue pura suerte que estuviera volando tan bajo ―murmura. Me estremezco. Él libera mi mano y pone su brazo a mí alrededor―. ¿Tienes frío? ―me pregunta.
Sacudo la cabeza.
―¿Cómo apagaron el incendio? ―pregunta Kate, sus instintos de Carla Bernstein haciendo la entrada. Caray, ella suena seca algunas veces.
―Con el extinguidor. Tenemos que llevarlos, por ley ―le responde Joseph al mismo nivel.
Sus palabras de hace tiempo dan vueltas en mi mente. Agradezco a la divina providencia todos los días porque fueras tú la que vino a entrevistarme y no Katherine Kavanagh.
―¿Por qué no llamaron o usaron la radio? ―pregunta Grace.
Joseph sacude la cabeza.
―Con la electricidad cortada, no teníamos radio. Y no iba a arriesgarme a encenderla por el incendio. El GPS todavía estaba funcionando en el BlackBerry, así que pude navegar para ver el camino más cercano. Nos tomó cuatro horas caminar allí. Ros tenía tacones. ―La boca de Joseph se presiona en una plana y desaprobadora línea―. No teníamos recepción telefónica. No hay cobertura en Gifford. La bacteria de Ros murió primero. La mía se acabó en el camino.
Infiernos. Me tenso y Joseph me empuja en su regazo.
—Entonces, ¿cómo regresaron a Seattle? ―pregunta Grace, parpadeando ligeramente al vernos, sin dudar. Me sonrojo.
―Enganchamos y reunimos nuestros recursos. Entre los dos, Ros y yo teníamos seiscientos dólares, y pensamos que tendríamos que sobornar a alguien para conducirnos de vuelta, pero el conductor de un camión se detuvo y estuvo de acuerdo en traernos a casa. Se negó a recibir el dinero y compartió su almuerzo con nosotros. ―Joseph sacude su cabeza en consternación por el recuerdo―. Nos llevó por siempre. Él no tenía un celular… raro, pero cierto. No me di cuenta. ―Se detiene, mirando a su familia.
―¿Que nos preocuparíamos? ―se mofa Grace―. ¡Oh, Joseph! ―lo regaña―. ¡Nos hemos estado volviendo locos!
―Has llegado a las noticias, hermano.
Joseph pone los ojos en blanco.
―Sí. Me lo imaginé cuando llegué a esta recepción y por el puñado de fotógrafos afuera. Lo lamento, mamá, debí haberle pedido al conductor que se detuviera para poder llamar. Pero estaba ansioso por regresar. ―Él mira a José.
Oh, es por eso, porque José se está quedando aquí. Frunzo el ceño por el pensamiento. Jesús, toda esa preocupación.
Grace sacude la cabeza.
―Sólo me alegra que estés de vuelta en una pieza, querido.
Empiezo a relajarme, mi cabeza contra su pecho. Huele a aire libre, ligeramente sudoroso, gel de ducha, y a Joseph, el aroma más bienvenido en el mundo. Las lágrimas empiezan a derramarse por mi cara de nuevo, lágrimas de gratitud.
―¿Ambos motores? ―dice Carrick una vez más, frunciendo el ceño con incredulidad.
―Imagínalo. ―Joseph se encoge de hombros y recorre mi espalda con su mano―. Oye ―susurra. Pone sus dedos bajo mi barbilla y levanta mi cabeza―. Deja de llorar.
Me limpio la nariz con la parte trasera de mi mano en una manera muy impropia de una dama.
―Deja de desaparecer. ―Lloriqueo y sus labios se curvan.
―Fallo eléctrico… eso es raro, ¿verdad? ―dice Carrick de nuevo.
―Sí, se me pasó por la mente también, papá. Pero justo ahora, sólo me gustaría ir a la cama y pensar en todo esa mierda mañana.
―Entonces, ¿los medios saben que el Joseph Jonas ha sido encontrado sano y salvo? ―dice Kate. ―Sí. Andrea y mis asistentes lidiaran con los medios. Ros la llamó después de que la dejáramos en casa.
―Sí, Andrea me llamó para decirme que todavía estabas vivo ―sonríe Carrick.
―Debo darle un aumento a esa mujer. De seguro es tarde ―dice Joseph.
―Creo que esa es una pista, damas y caballeros, de que mi querido hermano necesita su sueño de belleza ―se burla Elliot sugestivamente. Joseph le hace una mueca.
―Cary, mi hijo está a salvo. Puedes llevarme a casa ahora.
¿Cary? Grace mira con adoración a su esposo.
―Sí. Creo que deberíamos dormir ―responde Carrick, sonriéndole.
―Quédense ―ofrece Joseph.
―No, cariño, quiero ir a casa. Ahora que sé que estás a salvo.
Joseph me deja en el sofá a regañadientes y se pone de pie. Grace lo abraza una vez más, presiona su cabeza contra su pecho y cierra sus ojos, contenta. Él envuelve sus brazos alrededor de ella.
―Estaba tan preocupada, querido ―susurra.
―Estoy bien, mamá.
Ella se aparta y poco y lo estudia atentamente mientras él la sostiene.
―Sí, creo que lo estás ―dice lentamente, me mira, y sonríe. Me sonrojo.
Seguimos a Carrick y Grace mientras se abren paso hacia el vestíbulo. Detrás de mí, me doy cuenta que Mia y Ethan están teniendo una acalorada conversación en susurros, pero no puedo escucharla. Mia está sonriéndole tímidamente a Ethan, y él está boquiabierto ante ella y sacudiendo su cabeza. De repente, ella se cruza de brazos y se da la vuelta en sus tacones. Él se frota la frente con una mano, obviamente frustrado.
―Mamá, papá… espérenme ―llama Mia hoscamente. Tal vez es tan volátil como su hermano.
Kate me abraza fuerte.
―Puedo ver que alguna mierda seria ha estado pasando desde que estuve felizmente ignorante en Barbados. Es obvio que ustedes dos están locos el uno por el otro. Me alegra que esté a salvo. No sólo por él, ____, también por ti.
―Gracias, Kate ―susurro.
―Sí. ¿Quién sabría que encontraríamos el amor al mismo tiempo? ―Sonríe. Guau. Lo ha admitido.
―¡Con hermanos! ―Me río tontamente.
―Podríamos terminar siendo cuñadas ―bromea.
Me tenso, luego mentalmente me pateo mientras Kate me mira con su mirada de qué-es-lo-que- no-me-estás-diciendo-Steele. Me sonrojo. Maldita sea, ¿debería decirle que él me lo ha preguntado?
―Vamos, nena ―la llama Elliot desde el elevador.
―Hablamos mañana, _____. Debes estar cansada.
Estoy exhausta.
―Seguro. También tú, Kate… has viajado una larga distancia hoy.
Nos abrazamos una vez más, luego ella y Elliot siguen a los Jonas en el elevador. Ethan aprieta la mano de Joseph y me da un rápido abrazo. Parece distraído, pero los sigue hacia el elevador y las puertas se cierran.
José está dando vueltas en el pasillo cuando salimos del vestíbulo.
―Miren. Me iré a acostar… los dejaré solos ―dice.
Me sonrojo. Jesús, ¿por qué esto es incómodo?
―¿Sabes a dónde ir? ―pregunta Joseph.
José asiente.
―Sí, el ama de llaves…
―La Sra. Jones ―digo de pronto.
―Sí, la Sra. Jones, ella me mostró antes. Un gran lugar el que tienes aquí, Joseph.
―Gracias ―dice cortésmente Joseph mientras viene a mi lado, poniendo su brazo alrededor de mis hombros. Inclinándose, besa mi cabello―. Voy a comer lo que sea que la Sra. Jones haya hecho para mí. Buenas noches, José. ―Joseph camina de vuelta en el gran salón, dejándonos a José y a mí en la entrada.
¡Guau! Sola con José.
―Bueno, buenas noches. ―José parece incómodo de repente.
―Buenas noches, José, y gracias por quedarte.
―Seguro, _____. Cada vez que tu rico novio ejecutivo se pierda… estaré ahí.
―¡José! ―lo reprendo.
―Sólo bromeo. No te enojes. Me iré temprano en la mañana… te veré alguna vez, ¿sí? Te he extrañado.
―Seguro, José. Espero que sea pronto. Lamento que esta noche fuera tan… de mierda. ―Sonrió a modo de disculpa.
―Sí. ―Él sonríe―. De mierda. ―Me abraza―. En serio, _____, me alegra que seas feliz, pero estoy aquí si me necesitas.
Lo miro.
―Gracias.
Me regala una triste y amarga sonrisa, y luego sube las escaleras.
Me doy vuelta hacia el gran salón. Joseph está junto al sofá, observándome con una expresión indescifrable en su rostro. Finalmente estamos solos y nos miramos el uno al otro.
—Él todavía lo pasa mal, sabes ―murmura.
―¿Y cómo lo sabes, Sr. Jonas?
―Reconozco los síntomas, Señorita Steele. Creo que tengo la misma aflicción.
―Pensé que jamás te vería de nuevo ―susurro. Allí, las palabras han salido. Todos mis peores temores empacados en una corta oración ahora exorcizada.
―No fue tan malo como suena.
Recojo su chaqueta y sus zapatos de donde yacen en el piso y me muevo hacia él.
―Yo llevaré eso ―susurra, extendiéndose por su chaqueta.
Joseph me mira como si yo fuera la razón de la vida y refleja mi mirada, estoy segura. Él está aquí, realmente aquí. Me empuja en sus brazos y se envuelve a mí alrededor.
―Joseph ―jadeo, y mis lágrimas empiezan a caer de nuevo.
―Tranquila ―me calma, besando mi cabeza―. Sabes… en los pocos segundos de puro terror antes de que aterrizara, todos mis pensamientos fueron de ti. Eres mi talismán, _____.
―Pensé que te había perdido ―susurro. Nos quedamos ahí, sosteniéndonos uno al otro, y reasegurándonos. Mientras aprieto mis brazos a su alrededor, me doy cuenta que todavía sostengo sus zapatos. Los dejo caer al piso.
―Ven y dúchate conmigo ―murmura.
―De acuerdo. ―Levanto la mirada hacia é. No quiero soltarlo. Estirándose, levanta mi barbilla con sus dedos.
―Sabes, incluso manchada de lágrimas eres hermosa, _____ Steele. ―Se inclina y me besa gentilmente―. Y tus labios son tan suaves. ―Me besa de nuevo, profundizando el beso.
Oh, mi… y pensar que podría haber perdido… no… dejo de pensar y me rindo.
―Necesito poner mi chaqueta a un lado ―murmura.
―Tírala ―murmuro contra sus labios.
―No puedo.
Me aparto y levanto la mirada hacia él, perpleja. Me sonríe son suficiencia.
―Es por esto. ―De dentro de su bolsillo delantero saca la pequeña caja que le di, que contiene mi regalo. Cuelga la chaqueta en la parte trasera del sofá y pone la caja sobre él.
Aprovecha el día, _____, me dice mi subconsciente. Bueno, es más de media noche, así que técnicamente es su cumpleaños.
―Ábrela ―susurro, y mi corazón empieza a palpitar con fuerza.
―Estaba esperando que dijeras eso ―murmura―. Esto me ha estado volviendo loco.
Sonrío pícaramente. Jesús, me siento mareada. Él me regala una tímida sonrisa, y me derrito a pesar de mi corazón golpeteando, deleitándome con su divertida e intrigada expresión. Con hábiles y largos dedos, desenvuelve y abre la caja. Su ceja se enarca mientras saca un pequeño llavero rectangular de plástico que lleva la imagen de pequeños pixeles que destellan como una pantalla LED. Representa el cielo de Seattle, enfocándose en el Space Needle, con la palabra SEATLE escrita audazmente a través del paisaje, destellando.
Él se lo queda mirando por un momento y luego me mira con desconcierto, un ceño fruncido estropeando su adorable ceja.
―Dale la vuelta ―susurro, conteniendo el aliento.
Lo hace y sus ojos se disparan a los míos, amplios y ambarinos, vivos con maravilla y alegría. Sus labios se entreabren con incredulidad. La palabra sí destella en el llavero.
―Feliz cumpleaños ―susurro.
Mis pensamientos regresan a la casa que vimos ayer y las enormes chimeneas: chimeneas reales, de las que utilizan madera. Me gustaría hacer el amor con Joseph frente a un fuego real. Me gustaría hacer el amor con Joseph frente a este fuego. Sí, eso sería divertido. Sin duda, él pensaría en algún modo de hacerlo memorable al igual que todas las veces que hemos hecho el amor. Resoplo con ironía para mí misma, incluso las veces en que sólo estábamos follando. Sí, esas son bastante memorables, también. ¿Dónde está?
Las llamas brillan y titilan, manteniéndome cautiva, manteniéndome entumecida. Me enfoco únicamente en su belleza de combustión y ardor. Son embrujadoras.
_____, me has embrujado.
Él dijo eso la primera vez que durmió conmigo en mi cama. Oh no… Envuelvo mis brazos a mí alrededor, y el mundo colisiona sobre mí y la realidad se desangra en mi consciencia. El aterrador vacío en mi interior se expande un poco más. Charlie Tango está desaparecido.
—____. Aquí. —Gentilmente me engatusa la señora Jones, su voz me trae de regreso a la habitación, al ahora, a la angustia. Me entrega una taza de té. Tomo la taza y el platillo con gratitud, el ruido que hacen traiciona mis manos temblorosas.
—Gracias —suspiro, mi voz ronca por las lágrimas contenidas y el gran bulto en mi garganta.
Mia se sienta frente a mí en el más que largo sofá en forma de "U", tomada de las manos con Grace. Ellas me miran, dolor y ansiedad grabados en sus bellos rostros. Grace se ve mayor, como una madre preocupada por su hijo. Parpadeo desapasionadamente en su dirección. No puedo ofrecerles una sonrisa tranquilizadora, ni siquiera una lágrima… no hay nada, sólo vacuidad y un vacío cada vez mayor.
Miro a Elliot, José, y a Ethan, quienes están de pie en la barra de desayuno, con sus rostros serios, hablando en voz baja. Discutiendo algo en suaves tonos bajos. Detrás de ellos, la señora Jones se mantiene ocupada en la cocina. Kate está en la sala de TV, monitoreando las noticias locales. Escucho el tenue chillido de la enorme televisión de plasma. No puedo soportar ver la noticia una vez más —JOSEPH JONAS DESAPARECIDO— su hermoso rostro en la televisión.
Extrañamente, se me ocurre que nunca he visto a tanta gente en esta habitación, sin embargo siguen siendo eclipsados por su gran tamaño. Pequeñas islas de pérdidas y ansiosas personas en el hogar de mi Cincuenta. ¿Qué pensaría él de que ellos estén aquí?
En algún lugar, Taylor y Carrick están hablando con las autoridades que nos alimentan con goteos de información, pero nada tiene sentido. El hecho es, que él está desaparecido. Ha estado desaparecido por ocho horas. Ni una señal, ni una palabra de él. La búsqueda se ha suspendido: eso sí lo sé. Sencillamente está demasiado oscuro. Y no sabemos dónde está. Podría estar herido, hambriento, o peor. ¡No!
Ofrezco otra plegaria silenciosa a Dios. Por favor deja que Joseph esté bien. Por favor deja que Joseph esté bien. Lo repito una y otra vez en mi cabeza: mi mantra, mi salvación, algo concreto a lo que aferrarme en mi desesperación. Me rehúso a pensar en lo peor. No, no vayas ahí. Hay esperanza.
Tú eres mi salvación.
Las palabras de Joseph regresan para atormentarme. Sí, siempre hay esperanza. No debo desesperarme. Sus palabras se hacen eco a través de mi mente.
Ahora soy un firme defensor de la gratificación inmediata. Carpe diem, _____.
¿Por qué no aproveché el día?
Estoy haciendo esto porque finalmente he encontrado a alguien con quien quiero pasar el resto de mi vida.
Cierro mis ojos en una plegaria silenciosa. Por favor, no dejes que el resto de su vida sea así de corta. Por favor, por favor. No hemos tenido suficiente tiempo… necesitamos más tiempo. Hemos hecho tanto este último par de semanas, hemos llegado tan lejos. No puede acabar. Todos nuestros momentos de ternura: la barra de labios, cuando me hizo el amor por primera vez en el hotel Olympic, él sobre sus rodillas ofreciéndose a mí, finalmente dejándome tocarlo.
Soy el mismo, ____. Te amo y te necesito. Tócame. Por favor.
Oh, lo amo también. Seré nada sin él, nada más que una sombra… toda la luz eclipsada. No, no, no… mi pobre Joseph.
Este soy yo, _____. Todo mi ser… y soy todo tuyo. ¿Qué hago para que te des cuenta de eso? Para que te des cuenta de que te quiero de cualquier forma en que pueda tenerte. Que te amo.
Y yo a ti, mi Cincuenta Sombras.
Abro mis ojos y observo sin ver el fuego una vez más, recuerdos de nuestro tiempo juntos revoloteando por mi mente: su alegría infantil cuando estábamos navegando y deslizándonos; su suave, sofisticada, y caliente como el demonio apariencia en el baile de máscaras; bailando, oh sí, bailando aquí en el departamento al ritmo de Sinatra, girando alrededor de la habitación; su silenciosa y ansiosa esperanza ayer en la casa… esa impresionante vista.
Pondré mi mundo a tus pies, _____. Te quiero a ti, en cuerpo y alma, para siempre.
Oh, por favor, deja que esté bien. No puede haberse ido. Él es el centro de mi universo.
Un sollozo involuntario se escapa de mi garganta, y presiono mi mano contra mi boca. No. Debo ser fuerte. José está repentinamente a mi lado, ¿o lo ha estado desde hace un tiempo? No tengo idea.
—¿Quieres llamar a tu mamá o a tu papá? —pregunta con amabilidad.
¡No! Sacudo la cabeza y aprieto la mano de José. No puedo hablar, sé que me desmoronaré si lo hago, pero el cálido y suave apretón de su mano no me ofrece ningún consuelo.
Oh, mamá. Mis labios tiemblan al pensar en mi madre. ¿Debería llamarla? No. No podría lidiar con su reacción. Tal vez Ray, él no se pondría emocional… nunca se pone emocional, ni siquiera cuando los Mariners pierden.
Grace se levanta para unirse a los chicos, distrayéndome. Este debe ser el tiempo más largo que pasó quieta. Mia viene a sentarse junto a mí y agarra mi otra mano.
—Él regresará —dice ella, su voz inicialmente determinada pero quebrándose al final. Sus ojos se ven enormes y enrojecidos, su rostro pálido y agotado por la falta de sueño.
Miro a Ethan, que está observando a Mia y a Elliot, quien tiene sus brazos alrededor de Grace. Miro el reloj. Son pasadas las once, avanzando hacia la medianoche. ¡Maldito tiempo! Con cada hora que pasa, el vacío interminable se expande, consumiéndome, ahogándome. Sé que muy profundo en mi interior me estoy preparando, preparando para lo peor. Cierro mis ojos y elevo otra plegaria silenciosa, aferrando las manos de Mia y José.
Abriéndolos de nuevo, miro las llamas una vez más. Puedo ver su tímida sonrisa: mi favorita de todas sus expresiones, un vistazo del Joseph real, mí Joseph real. Él es tantas personas: loco del control, Gerente General, acosador, dios del sexo, dominante —y al mismo tiempo— un absoluto niño con sus juguetes. Sonrío. Su auto, su bote, su avión… Charlie Tango… no… no… mi chico perdido, realmente es mi chico perdido ahora. Mi sonrisa se desvanece y el dolor me atraviesa. Lo recuerdo en la ducha, enjuagándose las marcas del lápiz labial.
No soy nada, ____. Soy la carcasa de un hombre. No tengo corazón.
El bulto en mi garganta se expande. Oh, Joseph, sí lo tienes, tienes un corazón, y es mío. Quiero amarlo por siempre. A pesar de que él es tan complejo y difícil, lo amo. Siempre lo amaré. Nunca habrá alguien más. Jamás.
Recuerdo estar sentada en Starbucks analizando mis pros y contras sobre Joseph. Todos esos contras, incluso esas fotografías que encontré esta mañana, son insignificantes ahora. Solo está él, y la duda de si es que regresará. Oh, por favor, Señor, tráelo de regreso, por favor déjalo estar bien. Iré a la iglesia… haré cualquier cosa. Oh, si él regresa, voy a aprovechar el día. Su voz se hace eco en mi cabeza una vez más: Carpe diem, ____.
Miro con profundidad el fuego, las llamas todavía lamen y se encrespan unas alrededor de las otras, ardiendo brillantemente. Entonces Grace grita, y todo comienza a suceder en cámara lenta.
—¡Joseph!
Giro mi cabeza a tiempo de ver a Grace gritando al otro lado de la enorme sala en el sitio donde se había estado paseando en alguna parte detrás de mí, y ahí en la entrada se encuentra de pie un consternado Joseph. Está vestido en mangas de camisa y pantalones de traje, y está sujetando su chaqueta azul marino, zapatos y calcetines. Se ve cansado, sucio, y completamente hermoso.
Mierda santa… Joseph. Está vivo. Lo miro aturdida, intentando descubrir si estoy alucinando o si realmente él está aquí.
Su expresión es una de absoluto desconcierto. Deposita su chaqueta y zapatos en el suelo justo a tiempo para atrapar a Grace, quien se lanza sus brazos alrededor de su cuello y lo besa con fuerza en la mejilla.
—¿Mamá?
Joseph la mira, completamente perdido.
—Pensé que nunca te vería otra vez —susurra Grace, expresando nuestro miedo colectivo.
—Mamá, estoy aquí. —Escucho la consternación en su voz.
—Morí de mil formas hoy —susurra ella, su voz apenas audible, haciendo eco de nuestros pensamientos. Ella jadea y solloza, sin ser capaz ya de reprimir sus lágrimas. Joseph frunce el ceño, horrorizado o mortificado —no sé cuál de las dos— y luego, después de un segundo, la envuelve en un enorme abrazo, sosteniéndola cerca—. Oh, Joseph —se ahoga ella, envolviendo sus brazos a su alrededor, sollozando en su cuello —todo el auto control olvidado— y Joseph no se opone. Solo la sostiene, balanceándolos de atrás hacia adelante, consolándola. Produciendo una piscina de lágrimas en mis ojos.
Carrick grita desde el pasillo:
—¡Está vivo! ¡Mierda… estás aquí! —Aparece desde la oficina de Taylor, sosteniendo su móvil, y los abraza a ambos, con los ojos cerrados en dulce alivio.
—¿Papá?
Mia chilla algo inteligible a mi lado, y luego está de pie, corriendo, uniéndose a sus padres, abrazándolos a todos, también. Finalmente las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas. Él está aquí, está bien. Pero no puedo moverme. Carrick es el primero en separarse, limpiándose los ojos y palmeando el hombro de Joseph. Mia los libera y Grace da un paso atrás.
—Lo lamento —murmura.
—No, mamá, no pasa nada —dice Joseph, la consternación todavía evidente en su rostro.
—¿Dónde estabas? ¿Qué sucedió? —Grace llora y apoya su cabeza en sus manos.
—Mamá —murmura Joseph. La atrae hacia sus brazos otra vez y besa la parte superior de su cabeza—. Estoy aquí. Estoy bien. Solo me tomó una cantidad infernal de tiempo regresar desde Portland. ¿Qué hay con lo del comité de bienvenida? —Levanta la mirada y escanea la habitación hasta que sus ojos se traban con los míos.
Parpadea y mira brevemente a José, quien deja ir mi mano. La boca de Joseph se tensa. Bebo de su vista y el alivio se dispersa a través de mí, dejándome agotada, exhausta, y completamente eufórica. Sin embargo mis lágrimas no se detienen. Joseph regresa su atención a su madre.
—Mamá, estoy bien. ¿Qué está mal? —dice Joseph de forma tranquilizadora. Ella pone sus manos a cada lado de su rostro.
—Joseph, has estado desaparecido. Tu plan de vuelo… nunca llegaste a Seattle. ¿Por qué no nos contactaste?
Las cejas de Joseph se levantan en sorpresa.
—No pensé que me fuera a tomar todo este tiempo.
—¿Por qué no llamaste?
—Mi móvil se quedó sin batería.
—¿No te detuviste… a llamar por cobrar?
—Mamá… es una larga historia.
—¡Oh, Joseph! ¡Nunca te atrevas a hacerme eso otra vez! ¿Entiendes? —casi le grita ella.
—Sí, mamá. —Él limpia sus lágrimas con su pulgar y la abraza una vez más. Cuando ella se compone, él la libera para abrazar a Mia, quien lo golpea con fuerza en el pecho.
—¡Nos tenías tan preocupados! —suelta ella, y, también, está llorando.
—Estoy aquí ahora, por el amor de Dios —murmura Joseph.
A medida que Elliot avanza, Joseph le entrega a Mia a Carrick, quien ya tiene un brazo alrededor de su esposa. Enrosca el otro alrededor de su hija. Elliot abraza a Joseph brevemente, para gran sorpresa de Joseph, y lo golpea con fuerza en la espalda.
—Me alegro de verte —dice Elliot en voz alta, aunque un poquito brusco, intentando ocultar su emoción.
Mientras las lágrimas corren por mi rostro, puedo verlo todo. La gran sala está bañada en ello: amor incondicional. Él lo tiene en abundancia; sencillamente nunca lo ha aceptado antes, e incluso ahora está totalmente perdido.
¡Mira, Joseph, todas estas personas te aman! Tal vez ahora comenzarás a creerlo.
Kate está de pie detrás de mí —debe haber dejado el cuarto de TV— y acaricia suavemente mi cabello.
—Realmente está aquí, _____ —murmura de forma reconfortante.
—Ahora voy a decirle hola a mi chica —le dice Joseph a sus padres. Ambos asienten, sonríen, y dan un paso al costado.
Él se mueve hacia mí, sus ojos ambarinos brillantes, aunque todavía cansados y aturdidos. Desde algún lugar profundo en mi interior, encuentro la fuerza para ponerme de pie y saltar a sus brazos abiertos.
—¡Joseph! —sollozo.
—Tranquila —dice él y me sostiene, enterrando su rostro en mi cabello e inhalando profundamente. Levanto mi cara llena de lágrimas hacia la suya, y me besa demasiado brevemente—. Hola —murmura.
—Hola —susurro en respuesta, en bulto en la parte posterior de mi garganta ardiendo.
—¿Me extrañaste?
—Un poquito.
Él sonríe.
—Puedo decirlo. —Y con un suave toque de su mano, limpia las lágrimas que se niegan a dejar de correr por mis mejillas.
—Pensé… pensé… —me ahogo.
—Puedo verlo. Tranquila… estoy aquí. Lo lamento. Más tarde —murmura, y me besa castamente de nuevo.
—¿Estás bien? —pregunto, liberándolo y tocando su pecho, sus brazos, su cintura —oh, la sensación de este cálido, vital, sensual hombre bajo mis dedos— me reasegura que él está aquí, de pie frente a mí. Está de regreso. Ni siquiera se inmuta. Solo me mira intensamente.
—Estoy bien. No iré a ninguna parte.
—Oh, gracias Dios. —Lo aferro por la cintura otra vez, y él me abraza una vez más—. ¿Tienes hambre? ¿Necesitas algo de beber?
—Sí.
Doy un paso atrás para ir a buscarle algo, pero él no me deja ir. Me acomoda bajo su brazo extiende una mano a José.
—Sr. Jonas —dice José de manera uniforme.
Joseph resopla.
—Joseph, por favor —dice.
—Joseph, bienvenido de regreso. Me alegro de que estés bien… y um, gracias por dejar que me quede aquí.
—No hay problema. —Joseph entorna sus ojos, pero es distraído por la señora Jones, quien está repentinamente a su lado. Sólo se me ocurre ahora que ella no tiene su apariencia habitual. No lo había notado antes. Su cabello está suelto, y está usando unos suaves leggins grises y una enorme sudadera con las letras WSU estampadas al frente. Se ve años más joven.
—¿Puedo traerle algo, Sr. Jonas? —Ella limpia sus ojos con un pañuelo.
Joseph le sonríe con cariño.
—Una cerveza, por favor, Gail, una Budvar, y algún bocado para comer.
—Yo lo iré a buscar —murmuro, queriendo hacer algo por mi hombre.
—No. No te vayas —dice él en voz baja, apretando su brazo a mí alrededor.
El resto de su familia lo rodea, y Ethan y Kate se nos unen. Él aprieta la mano de Ethan y le da a Kate un rápido beso en la mejilla. La Sra. Jones regresa con una botella de cerveza y un vaso. Él agarra la botella pero sacude su cabeza hacia el vaso. Ella le sonríe y regresa a la cocina.
―Me sorprende que no quieras algo más fuerte ―murmura Elliot―. Entonces, ¿qué mierdas te pasó? Lo primero que supe fue cuando papa me llamó para decir que el helicóptero había desaparecido.
―¡Elliot! ―lo regaña Grace.
―El helicóptero ―gruñe Joseph, corrigiendo a Elliot, quien sonríe, y sospecho que esta es una broma familiar―. Sentémonos y les diré. ―Joseph me empuja hasta el sofá, y todo el mundo se sienta, los ojos puestos en Joseph. Él toma un largo trago de su cerveza. Espía a Taylor vagando en la entrada y asiente. Taylor asiente en respuesta―. ¿Tu hija?
―Está bien ahora. Falsa alarma, señor.
―Qué bueno. ―Joseph sonríe.
¿Hija? ¿Qué le sucedió a la hija de Taylor?
―Me alegra que esté de vuelta, señor. ¿Eso será todo?
―Tenemos un helicóptero que recuperar.
Taylor asiente.
―¿Ahora? ¿O podrá ser en la mañana?
―En la mañana, creo, Taylor.
―Muy bien, Sr. Jonas. ¿Algo más, señor?
Joseph sacude la cabeza y levanta su botella hacia él. Taylor le da una rara sonrisa ―más rara que la de Joseph, creo―, y se dirige, presumiblemente a su oficina o a su habitación.
―Joseph, ¿qué sucedió? ―demanda Carrick.
Joseph se lanza a la historia. Estaba volando con Ros, su número dos en Charlie Tango para lidiar con un asunto de financiación en la WSU, en Vancouver. Apenas puedo seguirle el ritmo porque estoy tan aturdida. Simplemente sostengo la mano de Joseph y miro fijamente sus uñas de manicura, sus largos dedos, las arrugas de sus nudillos, su reloj de pulsera, un Omega con tres pequeñas esferas. Miro su hermoso perfil mientras él continúa su historia.
―Ros nunca había visto el Monte St. Helens, así que en el camino de regreso tomamos un tour, como celebración. Escuché que la RTV (Restricción Temporal de Vuelo) fue levantada un rato antes y quería echar un vistazo. Bueno, es una fortuna que lo hiciéramos. Estábamos volando bajo, a cerca de doscientos pies sobre el nivel del mar, cuando el tablero de mando se iluminó. Teníamos un incendio en la cola, no tuve más opción que cortar toda la electricidad y aterrizar. ―Sacude la cabeza―. La aterricé por el Lago Silver, saqué a Ros y nos las arreglamos para atender el incendio.
―¿Un incendio? ¿En ambos motores? ―Carrick está horrorizado.
―Sí.
―¡Mierda! Pero pensé…
―Lo sé ―lo interrumpe Joseph―. Fue pura suerte que estuviera volando tan bajo ―murmura. Me estremezco. Él libera mi mano y pone su brazo a mí alrededor―. ¿Tienes frío? ―me pregunta.
Sacudo la cabeza.
―¿Cómo apagaron el incendio? ―pregunta Kate, sus instintos de Carla Bernstein haciendo la entrada. Caray, ella suena seca algunas veces.
―Con el extinguidor. Tenemos que llevarlos, por ley ―le responde Joseph al mismo nivel.
Sus palabras de hace tiempo dan vueltas en mi mente. Agradezco a la divina providencia todos los días porque fueras tú la que vino a entrevistarme y no Katherine Kavanagh.
―¿Por qué no llamaron o usaron la radio? ―pregunta Grace.
Joseph sacude la cabeza.
―Con la electricidad cortada, no teníamos radio. Y no iba a arriesgarme a encenderla por el incendio. El GPS todavía estaba funcionando en el BlackBerry, así que pude navegar para ver el camino más cercano. Nos tomó cuatro horas caminar allí. Ros tenía tacones. ―La boca de Joseph se presiona en una plana y desaprobadora línea―. No teníamos recepción telefónica. No hay cobertura en Gifford. La bacteria de Ros murió primero. La mía se acabó en el camino.
Infiernos. Me tenso y Joseph me empuja en su regazo.
—Entonces, ¿cómo regresaron a Seattle? ―pregunta Grace, parpadeando ligeramente al vernos, sin dudar. Me sonrojo.
―Enganchamos y reunimos nuestros recursos. Entre los dos, Ros y yo teníamos seiscientos dólares, y pensamos que tendríamos que sobornar a alguien para conducirnos de vuelta, pero el conductor de un camión se detuvo y estuvo de acuerdo en traernos a casa. Se negó a recibir el dinero y compartió su almuerzo con nosotros. ―Joseph sacude su cabeza en consternación por el recuerdo―. Nos llevó por siempre. Él no tenía un celular… raro, pero cierto. No me di cuenta. ―Se detiene, mirando a su familia.
―¿Que nos preocuparíamos? ―se mofa Grace―. ¡Oh, Joseph! ―lo regaña―. ¡Nos hemos estado volviendo locos!
―Has llegado a las noticias, hermano.
Joseph pone los ojos en blanco.
―Sí. Me lo imaginé cuando llegué a esta recepción y por el puñado de fotógrafos afuera. Lo lamento, mamá, debí haberle pedido al conductor que se detuviera para poder llamar. Pero estaba ansioso por regresar. ―Él mira a José.
Oh, es por eso, porque José se está quedando aquí. Frunzo el ceño por el pensamiento. Jesús, toda esa preocupación.
Grace sacude la cabeza.
―Sólo me alegra que estés de vuelta en una pieza, querido.
Empiezo a relajarme, mi cabeza contra su pecho. Huele a aire libre, ligeramente sudoroso, gel de ducha, y a Joseph, el aroma más bienvenido en el mundo. Las lágrimas empiezan a derramarse por mi cara de nuevo, lágrimas de gratitud.
―¿Ambos motores? ―dice Carrick una vez más, frunciendo el ceño con incredulidad.
―Imagínalo. ―Joseph se encoge de hombros y recorre mi espalda con su mano―. Oye ―susurra. Pone sus dedos bajo mi barbilla y levanta mi cabeza―. Deja de llorar.
Me limpio la nariz con la parte trasera de mi mano en una manera muy impropia de una dama.
―Deja de desaparecer. ―Lloriqueo y sus labios se curvan.
―Fallo eléctrico… eso es raro, ¿verdad? ―dice Carrick de nuevo.
―Sí, se me pasó por la mente también, papá. Pero justo ahora, sólo me gustaría ir a la cama y pensar en todo esa mierda mañana.
―Entonces, ¿los medios saben que el Joseph Jonas ha sido encontrado sano y salvo? ―dice Kate. ―Sí. Andrea y mis asistentes lidiaran con los medios. Ros la llamó después de que la dejáramos en casa.
―Sí, Andrea me llamó para decirme que todavía estabas vivo ―sonríe Carrick.
―Debo darle un aumento a esa mujer. De seguro es tarde ―dice Joseph.
―Creo que esa es una pista, damas y caballeros, de que mi querido hermano necesita su sueño de belleza ―se burla Elliot sugestivamente. Joseph le hace una mueca.
―Cary, mi hijo está a salvo. Puedes llevarme a casa ahora.
¿Cary? Grace mira con adoración a su esposo.
―Sí. Creo que deberíamos dormir ―responde Carrick, sonriéndole.
―Quédense ―ofrece Joseph.
―No, cariño, quiero ir a casa. Ahora que sé que estás a salvo.
Joseph me deja en el sofá a regañadientes y se pone de pie. Grace lo abraza una vez más, presiona su cabeza contra su pecho y cierra sus ojos, contenta. Él envuelve sus brazos alrededor de ella.
―Estaba tan preocupada, querido ―susurra.
―Estoy bien, mamá.
Ella se aparta y poco y lo estudia atentamente mientras él la sostiene.
―Sí, creo que lo estás ―dice lentamente, me mira, y sonríe. Me sonrojo.
Seguimos a Carrick y Grace mientras se abren paso hacia el vestíbulo. Detrás de mí, me doy cuenta que Mia y Ethan están teniendo una acalorada conversación en susurros, pero no puedo escucharla. Mia está sonriéndole tímidamente a Ethan, y él está boquiabierto ante ella y sacudiendo su cabeza. De repente, ella se cruza de brazos y se da la vuelta en sus tacones. Él se frota la frente con una mano, obviamente frustrado.
―Mamá, papá… espérenme ―llama Mia hoscamente. Tal vez es tan volátil como su hermano.
Kate me abraza fuerte.
―Puedo ver que alguna mierda seria ha estado pasando desde que estuve felizmente ignorante en Barbados. Es obvio que ustedes dos están locos el uno por el otro. Me alegra que esté a salvo. No sólo por él, ____, también por ti.
―Gracias, Kate ―susurro.
―Sí. ¿Quién sabría que encontraríamos el amor al mismo tiempo? ―Sonríe. Guau. Lo ha admitido.
―¡Con hermanos! ―Me río tontamente.
―Podríamos terminar siendo cuñadas ―bromea.
Me tenso, luego mentalmente me pateo mientras Kate me mira con su mirada de qué-es-lo-que- no-me-estás-diciendo-Steele. Me sonrojo. Maldita sea, ¿debería decirle que él me lo ha preguntado?
―Vamos, nena ―la llama Elliot desde el elevador.
―Hablamos mañana, _____. Debes estar cansada.
Estoy exhausta.
―Seguro. También tú, Kate… has viajado una larga distancia hoy.
Nos abrazamos una vez más, luego ella y Elliot siguen a los Jonas en el elevador. Ethan aprieta la mano de Joseph y me da un rápido abrazo. Parece distraído, pero los sigue hacia el elevador y las puertas se cierran.
José está dando vueltas en el pasillo cuando salimos del vestíbulo.
―Miren. Me iré a acostar… los dejaré solos ―dice.
Me sonrojo. Jesús, ¿por qué esto es incómodo?
―¿Sabes a dónde ir? ―pregunta Joseph.
José asiente.
―Sí, el ama de llaves…
―La Sra. Jones ―digo de pronto.
―Sí, la Sra. Jones, ella me mostró antes. Un gran lugar el que tienes aquí, Joseph.
―Gracias ―dice cortésmente Joseph mientras viene a mi lado, poniendo su brazo alrededor de mis hombros. Inclinándose, besa mi cabello―. Voy a comer lo que sea que la Sra. Jones haya hecho para mí. Buenas noches, José. ―Joseph camina de vuelta en el gran salón, dejándonos a José y a mí en la entrada.
¡Guau! Sola con José.
―Bueno, buenas noches. ―José parece incómodo de repente.
―Buenas noches, José, y gracias por quedarte.
―Seguro, _____. Cada vez que tu rico novio ejecutivo se pierda… estaré ahí.
―¡José! ―lo reprendo.
―Sólo bromeo. No te enojes. Me iré temprano en la mañana… te veré alguna vez, ¿sí? Te he extrañado.
―Seguro, José. Espero que sea pronto. Lamento que esta noche fuera tan… de mierda. ―Sonrió a modo de disculpa.
―Sí. ―Él sonríe―. De mierda. ―Me abraza―. En serio, _____, me alegra que seas feliz, pero estoy aquí si me necesitas.
Lo miro.
―Gracias.
Me regala una triste y amarga sonrisa, y luego sube las escaleras.
Me doy vuelta hacia el gran salón. Joseph está junto al sofá, observándome con una expresión indescifrable en su rostro. Finalmente estamos solos y nos miramos el uno al otro.
—Él todavía lo pasa mal, sabes ―murmura.
―¿Y cómo lo sabes, Sr. Jonas?
―Reconozco los síntomas, Señorita Steele. Creo que tengo la misma aflicción.
―Pensé que jamás te vería de nuevo ―susurro. Allí, las palabras han salido. Todos mis peores temores empacados en una corta oración ahora exorcizada.
―No fue tan malo como suena.
Recojo su chaqueta y sus zapatos de donde yacen en el piso y me muevo hacia él.
―Yo llevaré eso ―susurra, extendiéndose por su chaqueta.
Joseph me mira como si yo fuera la razón de la vida y refleja mi mirada, estoy segura. Él está aquí, realmente aquí. Me empuja en sus brazos y se envuelve a mí alrededor.
―Joseph ―jadeo, y mis lágrimas empiezan a caer de nuevo.
―Tranquila ―me calma, besando mi cabeza―. Sabes… en los pocos segundos de puro terror antes de que aterrizara, todos mis pensamientos fueron de ti. Eres mi talismán, _____.
―Pensé que te había perdido ―susurro. Nos quedamos ahí, sosteniéndonos uno al otro, y reasegurándonos. Mientras aprieto mis brazos a su alrededor, me doy cuenta que todavía sostengo sus zapatos. Los dejo caer al piso.
―Ven y dúchate conmigo ―murmura.
―De acuerdo. ―Levanto la mirada hacia é. No quiero soltarlo. Estirándose, levanta mi barbilla con sus dedos.
―Sabes, incluso manchada de lágrimas eres hermosa, _____ Steele. ―Se inclina y me besa gentilmente―. Y tus labios son tan suaves. ―Me besa de nuevo, profundizando el beso.
Oh, mi… y pensar que podría haber perdido… no… dejo de pensar y me rindo.
―Necesito poner mi chaqueta a un lado ―murmura.
―Tírala ―murmuro contra sus labios.
―No puedo.
Me aparto y levanto la mirada hacia él, perpleja. Me sonríe son suficiencia.
―Es por esto. ―De dentro de su bolsillo delantero saca la pequeña caja que le di, que contiene mi regalo. Cuelga la chaqueta en la parte trasera del sofá y pone la caja sobre él.
Aprovecha el día, _____, me dice mi subconsciente. Bueno, es más de media noche, así que técnicamente es su cumpleaños.
―Ábrela ―susurro, y mi corazón empieza a palpitar con fuerza.
―Estaba esperando que dijeras eso ―murmura―. Esto me ha estado volviendo loco.
Sonrío pícaramente. Jesús, me siento mareada. Él me regala una tímida sonrisa, y me derrito a pesar de mi corazón golpeteando, deleitándome con su divertida e intrigada expresión. Con hábiles y largos dedos, desenvuelve y abre la caja. Su ceja se enarca mientras saca un pequeño llavero rectangular de plástico que lleva la imagen de pequeños pixeles que destellan como una pantalla LED. Representa el cielo de Seattle, enfocándose en el Space Needle, con la palabra SEATLE escrita audazmente a través del paisaje, destellando.
Él se lo queda mirando por un momento y luego me mira con desconcierto, un ceño fruncido estropeando su adorable ceja.
―Dale la vuelta ―susurro, conteniendo el aliento.
Lo hace y sus ojos se disparan a los míos, amplios y ambarinos, vivos con maravilla y alegría. Sus labios se entreabren con incredulidad. La palabra sí destella en el llavero.
―Feliz cumpleaños ―susurro.
Karely Jonatika
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
[CAPITULO 20]
—¿Te casarás conmigo? —susurra, incrédulo.
Asiento nerviosamente, sonrojándome y ansiosa y casi sin creer su reacción, este hombre quien pensé que había perdido. ¿Cómo no podía entender cuanto lo amaba?
—Dilo —ordena suavemente, con su mirada intensa y sexy.
—Sí, me casaré contigo.
Inhala fuertemente y se mueve de repente agarrándome y girando a mí alrededor, en forma no muy tipo Cincuenta Sombras. Se está riendo, joven y desenfadado, irradiando entusiasta alegría. Agarro sus brazos para sostenerme, sintiendo la ondulación de sus músculos bajo mis dedos, y su risa contagiosa me arrasa, una chica total y absolutamente enamorada de su hermoso hombre. Él me baja y me besa. Fuertemente. Sus manos están a ambos lados de mi cara, su lengua insistente, persuasiva… excitante.
—Oh, _____ —respira contra mis labios, y es una alegría que me deja tambaleando. Él me ama, de lo que no tengo ninguna duda, y degusto el sabor delicioso de este hombre, este hombre que pensé que nunca podría ver de nuevo. Su alegría es evidente, sus ojos brillan, su sonrisa juvenil, y su alivio es casi palpable.
—Pensé que te había perdido —murmuro, todavía deslumbrada y sin aliento de su beso.
―Cariño, hará falta algo más que un mal funcionamiento de 135 para mantenerme lejos de ti.
―¿135?
―Charlie Tango. Es un Eurocopter 135, el más seguro de su clase. —Una desconocida pero oscura emoción se cruza en su cara brevemente, distrayéndome. ¿Qué no me está diciendo? Antes de que pueda preguntarle se queda quieto y me mira, frunciendo el ceño, y por un momento pienso que va a decirme. Parpadeo a sus ojos ambarinos especulativos—. Espera un minuto. Me diste esto antes de ver a Flynn —dice, sosteniendo la llave. Se ve casi horrorizado.
¡Dios mío!, ¿a dónde va con esto? Asiento con la cabeza, manteniendo una cara seria. Su boca se abre. Me encojo de hombros como disculpándome.
—Quería que supieras que todo lo que Flynn dijo no haría una diferencia para mí.
Joseph parpadea hacia mí con incredulidad.
—Así que toda la tarde de ayer, cuando te estaba pidiendo una respuesta, ¿ya la tenías? —Esta consternado. Asiento con la cabeza otra vez, tratando desesperadamente de evaluar su reacción. Él me mira con asombro estupefacto, pero luego estrecha sus ojos y su boca se tuerce con divertida ironía―. Toda esa preocupación ―susurra ominosamente. Le sonrió y me encojo de hombros una vez más—. Oh, no trates de ponerte toda tierna conmigo, señorita Steele. Ahora mismo, quiero... —Corre su mano a través de su cabello, luego, mueve la cabeza y cambia de rumbo—. No puedo creer que me dejaste en el aire. —Su susurro esta bañado de incredulidad. Su expresión se altera sutilmente, sus ojos brillan con malicia, su boca torciéndose en una carnal sonrisa.
Santos cielos. Un escalofrío me recorre. ¿Qué está pensando?
—Creo que alguna retribución está en proceso, señorita Steele —dice en voz baja.
¿Retribución? ¡Oh mierda! Sé que está jugando… pero tomo un cauteloso paso hacia atrás lejos de él. Sonríe.
—¿Ese es el juego? —susurra—. Porque te atraparé. —Y sus ojos arden con una brillante intensidad juguetona—. Y te estás mordiendo el labio —dice amenazante.
Todas mis entrañas se prensan a la vez. Oh mi... Mi futuro marido quiere jugar. Tomo otro paso atrás, luego giro para correr, pero es en vano. Joseph me agarra, de un solo golpe fácil, mientras chillo de alegría, sorpresa y shock. Me alza por encima del hombro y se dirige por el pasillo.
—¡Joseph! —siseo, tomando en cuenta que José está arriba, aunque si puede oírnos es dudoso. Me mantengo equilibrada poniendo mis manos en lo bajo de su espalda, a continuación, en un impulso valiente, golpeo su trasero. El me golpeó de vuelta—. ¡Auch! ―grito.
―Es momento de ducharse ―declara triunfalmente.
—¡Bájame! —intento y fallo al sonar desaprobadora. Mi lucha es inútil, su brazo me sujeta firmemente sobre mis muslos, y por alguna razón no puedo dejar de reír.
―¿Cómoda en esos zapatos? ―pregunta deleitado mientras abre la puerta de su baño.
—Prefiero que estén tocando el suelo —intento gruñirle, pero no es muy eficaz ya que no puedo evitar la risa de mi voz.
—Tus deseos son órdenes, señorita Steele. —Sin ponerme abajo, él desliza mis zapatos y deja que resuenan en el piso de baldosas. Pausado por la vanidad, vacía sus bolsillos, su BlackBerry muerta, llaves, cartera, llavero. Sólo puedo imaginar cómo me veo en el espejo desde este ángulo. Cuando ha terminado, se marcha directamente a su gran ducha.
—¡Joseph! —le regaño en voz alta, su intención es ahora clara.
Abre el agua en al máximo. ¡Por Dios! Agua del ártico cae a chorros sobre mi espalda, y chillo, luego me detengo, consciente una vez más de que José está arriba de nosotros. Hace frío y estoy completamente vestida. El agua congelada se absorbe en mi vestido, mis bragas y el sujetador. Estoy empapada, y no puedo dejar de reír.
—¡No! —chillo—. ¡Bájame! —Lo golpeo de nuevo, más fuerte esta vez, y Joseph me suelta dejándome deslizar por su cuerpo ahora empapado. Su camisa blanca se pega a su pecho y sus pantalones de traje están mojados. Estoy empapada, también, sonrojada, mareada y sin aliento, y él está sonriendo hacia mí, luciendo tan… tan increíblemente sexy.
Él se despeja, con sus ojos brillantes, y pone mi cara entre sus manos otra vez, atrayendo mis labios a los suyos. Su beso es suave, acariciante, y me distrae por completo. Ya no me importa que estoy completamente vestida y mojada en la ducha de Joseph. Somos apenas nosotros dos bajo el agua en cascada. Está de vuelta, está a salvo, es mío.
Mis manos se mueven involuntariamente a su camisa mientras esta se aferra a todas las líneas y tendones de su pecho, dejando al descubierto el vello debajo de la humedad blanca. Saco el dobladillo de la camisa de sus pantalones, y él gime en contra de mi boca, pero sus labios no dejan los míos. A medida que desabrocho su camisa, llega a mi cremallera, deslizando hacia abajo lentamente el cierre de mi vestido. Sus labios se vuelven más insistentes, su lengua invade mi boca, y mi cuerpo explota de deseo. Yo tiro duro de su camisa, rompiéndola. Los botones vuelan por todas partes, rebotando en las baldosas y desapareciendo sobre el suelo de la ducha. Mientras me despojo del material húmedo de sus hombros y bajo sus brazos, lo presiono contra la pared, lo que dificulta su intento de desnudarme.
—Gemelos —murmura, sosteniendo sus muñecas donde su camisa cuelga empapada y blanda con los dedos luchando, libero primero uno y luego el otro puño, dejando que sus mancuernas de oro caigan descuidadamente en el suelo de baldosas y sigue su camisa. Sus ojos buscan los míos a través de la cascada de agua, su mirada ardiendo, carnal, caliente como el agua. Alcanzo la pretina de sus pantalones, pero él niega con la cabeza y agarra mis hombros, volteándome, así que estoy de espaldas a él. Termina el largo viaje hacia al sur con mi cremallera, retira el pelo mojado lejos de mi cuello y pasa la lengua por el cuello hasta el cuero cabelludo y hacia la espalda de nuevo, me besa y chupa a medida que avanza.
Gimo y poco a poco él despega el vestido de mis hombros y lo baja más allá de mis pechos, besando mi cuello por debajo de la oreja. Desabrocha mi sostén y lo empuja fuera de mis hombros, liberando mis pechos. Sus manos los envuelven y los toma cada uno mientras murmura su apreciación en mi oído.
—Tan hermosa —susurra.
Mis brazos están atrapados entre mi sostén y el vestido, los cuales cuelgan desabrochados debajo de mi pecho, mis brazos todavía en las mangas, pero mis manos están libres. Giro mi cabeza, dándole a Joseph un mejor acceso a mi cuello y presiono mis pechos a sus manos mágicas. Desplazo la mano detrás de mí y doy la bienvenida a su ingesta aguda de respiración mientras mis dedos curiosos se ponen en contacto con su erección. Empuja su ingle en mis manos acogedoras. Maldita sea, ¿por qué no dejó que le quitara los pantalones?
Él tira de mis pezones, y mientras se endurecen y se extienden bajo su toque experto, desaparecen todos los pensamientos de los pantalones y el placer repunta libidinoso y agudo en mi vientre. Inclino mi cabeza hacia atrás contra él y gimo.
―Si ―exhala y me voltea una vez más, atrapando mi boca en la suya.
Retira el sujetador, el vestido y las bragas hacia abajo de manera que se unen a la camisa empapada en un montón en el piso de la ducha.
Agarro el gel de baño a nuestro lado. Joseph se queda quieto al darse cuenta de lo que voy a hacer. Mirándolo fijamente a los ojos, arrojo un chorro de algo del gel perfumado en mi palma y sostengo mi mano en frente de su pecho, a la espera de una respuesta a mi pregunta no formulada. Sus ojos se abren, entonces él me da un gesto casi imperceptible.
Pongo la mano en su esternón y comienzo a frotar el jabón en la piel. Su pecho se eleva a medida que inhala fuertemente, pero se queda inmóvil. Después de un segundo, sus manos estrechan mis caderas, pero él no me rechaza. Me mira con recelo, su intensa mirada llena con más que miedo, pero sus labios se separan a medida que aumenta su respiración.
―¿Esto está bien? ―susurro.
―Sí. ―Su respuesta corta y entrecortada es casi un jadeo. Me acuerdo de las muchas duchas que hemos tenido juntos, pero la del Olympic es un recuerdo agridulce. Bueno, ahora puedo tocarlo. Le lavo en círculos suaves, limpiando a mi hombre, me traslado a las axilas, por encima de sus costillas, por su vientre firme y plano, hacia su sendero feliz, y la cintura de sus pantalones―. Mi turno ―susurra y alcanza el champú, quitándonos fuera del alcance de la corriente de agua y solo cayendo algo de ella en la parte superior de mi cabeza.
Creo que esta es mi señal para detener su lavado, así que engancho los dedos en su pretina. Aplica el champú en mi cabello, sus dedos largos y firmes masajeando mi cuero cabelludo. Gimiendo en gratitud, cierro mis ojos y me entrego a la sensación celestial. Después de todo el estrés de la tarde, esto es justo lo que necesitaba.
Él se ríe y abro un ojo para encontrar que me está sonriendo.
—¿Te gusta?
—Mmm…
Sonríe.
—A mí también —dice y se inclina para besar mi frente, sus dedos continúan su firme y dulce fricción de mi cuero cabelludo—. Date la vuelta —dice con autoridad. Hago lo que me ha dicho, y sus dedos poco a poco trabajan sobre mi cabeza, limpiando, relajando, amándome a medida que avanzan. Oh, esto es una bendición. Él se estira para conseguir más champú y gentilmente lava las largas trenzas por mi espalda. Cuando ha terminado, me pone bajo la ducha de nuevo—. Inclina tu cabeza hacia atrás —ordena tranquilamente.
Cumplo de buen grado, y enjuaga cuidadosamente la espuma. Cuando lo ha hecho, lo afronto una vez más y voy directo a sus pantalones.
—Quiero lavarte todo ―susurro.
Él sonríe con esa sonrisa torcida y levanta sus manos en un gesto que dice "Soy todo tuyo, nena". Sonrió, se siente como Navidad. Me pongo a trabajar en su cierre, y pronto los pantalones y los calzoncillos se reúnen con el resto de nuestra ropa. Me paro y alcanzo la esponja del cuerpo y la loción corporal.
—Parece que estás encantado de verme —murmuro secamente.
—Siempre estoy encantado de verle, señorita Steele. —Me sonríe.
Enjabono la esponja, y luego vuelvo a mi viaje sobre su pecho. Está más relajado, tal vez porque no estoy realmente tocándolo. Me dirijo hacia el sur con la esponja, a través de su vientre, a lo largo de su sendero feliz, a través de su vello púbico, y otra vez hasta su erección. Le doy un vistazo y me mira con los ojos entornados y una nostalgia sensual. Mmm… me gusta esa mirada. Suelto la esponja y uso las manos, agarrándolo con firmeza. Cierra los ojos, lleva su cabeza hacia atrás, y gime, empujando sus caderas en mis manos.
¡Oh, sí! Es tan excitante. Mi diosa interior ha vuelto a resurgir después de su noche de mecerse y llorar en una esquina, y ella está usando lápiz labial color rojo carmín de prostituta.
Sus ojos ardientes se cierran con los míos. Él ha recordado algo.
—Es sábado —exclama, con los ojos brillantes con maravilla lujuriosa, y agarra mi cintura, empujándome hacia él y besándome salvajemente.
¡Whoa! ¡Cambio de ritmo!
Sus manos barren hacia debajo de mi resbaladizo cuerpo húmedo, alrededor de mi sexo, sus dedos explorando, provocando, y su boca es implacable, dejándome sin aliento. Su otra mano está en mi cabello mojado, que me sostiene en su posición, mientras soporto toda la fuerza de su pasión desatada. Sus dedos se mueven dentro de mí.
―Ahh ―gimo dentro de su boca.
—Sí —me susurra y me alza, con sus manos detrás de mí trasero—. Envuelve tus piernas alrededor de mí, cariño. —Mis pierdas se pliegan alrededor de él, y me agarro como una lapa a su cuello. Él me refuerza contra la pared de la ducha y se detiene, mirándome fijamente—. Ojos abiertos —murmura—. Quiero verte.
Parpadeo, mi corazón martillando, mi sangre latiendo caliente y pesada a través de mi cuerpo, el deseo, real y desenfrenado surgiendo a través de mí. Luego se introduce en mí oh-tan-lentamente, llenándome, reclamándome, piel contra piel. Me empuja hacia abajo contra él y gime en voz alta. Una vez que está dentro de mí, su cara se tensa, intensa.
—Eres mía, ____ —susurra.
—Siempre.
Él sonríe victorioso y se menea, lo que me corta la respiración.
―Y ahora podemos hacérselo saber a todos, porque dijiste que sí. —Su voz es reverencial, y se inclina hacia mí, capturando mi boca con la suya, y comienza a moverse… lento y dulce. Cierro mis ojos e inclino mi cabeza hacia atrás mientras mi cuerpo se arquea, mi voluntad sumiéndose a la de él, esclava de su ritmo lento y embriagador.
Sus dientes mordisquean mi mandíbula, el mentón, y abajo hacia mi cuello mientras coge el ritmo, empujándome hacia adelante, hacia arriba, lejos de este plano terrenal, de la ducha, del miedo escalofriante de la noche. Sólo somos mi hombre y yo moviéndonos al unísono, moviéndonos como uno, completamente absorbidos en el otro, nuestros jadeos y gruñidos se mezclan. Me deleito en el exquisito sentimiento de su posesión mientras mi cuerpo estalla y florece alrededor de él.
Podía haberlo perdido… y lo amo… lo amo tanto, y de repente estoy sobrecogida por la enormidad de mi amor y la profundidad de mi compromiso con él. Pasaré el resto de mi vida amando a este hombre, y con ese pensamiento inspirador, detono alrededor de él, un sanador orgasmo de catarsis, gritando su nombre mientras las lágrimas fluyen por mis mejillas.
Él llega a su clímax y acaba dentro de mí. Con su cara enterrada en el cuello, se hunde hasta el piso, sosteniéndome con fuerza, besando mi rostro, y besando mis lágrimas mientras el agua caliente está a nuestro alrededor, lavándonos.
—Mis dedos están todos arrugados —murmuro, después del coito y saciada mientras me apoyo contra su pecho. Levanta mis dedos a sus labios y besa a su vez cada uno.
—Realmente debemos salir de esta ducha.
—Estoy cómoda aquí. —Estoy sentada entre sus piernas y él me mantiene cerca. No me quiero mover.
Joseph murmura su asentimiento. Pero, de repente estoy cansada hasta los huesos, cansada del mundo. Muchas cosas han pasado esta semana pasada, lo suficiente para una vida de drama, y ahora me estoy casando. Una risita incrédula se escapa de mis labios.
—¿Algo divertido, señorita Steele? —pregunta con cariño.
―Ha sido una semana ocupada.
Sonríe.
—Así es.
—Doy gracias a Dios que estas de vuelta de una sola pieza, Sr. Jonas —susurro, viéndolo desde el punto de vista de lo que podría haber sido. Se tensa y de inmediato me arrepiento de recordarle.
—Estaba asustado —confiesa para mi gran sorpresa.
—¿Antes?
Asiente, con su expresión seria.
Santa mierda.
—¿Y cuidaron de tranquilizar a tu familia?
―Sí. Era demasiado bajo para aterrizar bien. Pero de alguna manera lo hice.
Mierda. Mis ojos barren los de él, y él luce sepulcral mientras el agua cae en cascada sobre nosotros.
—¿Cúan cerca estuvo? —Baja su mirada hacia mí.
—Cerca —se detiene—. Por unos pocos terribles segundos, pensé que nunca te vería de nuevo.
Lo abrazo fuertemente.
―No puedo imaginarme la vida sin ti, Joseph. Te amo tanto que me da miedo.
—Yo también —suspira—. Mi vida estaría vacía sin ti. Te amo tanto. —Sus brazos se tensan alrededor de mí y acaricia mi pelo—. Nunca te dejaré ir.
―No me quiero ir, nunca. ―Beso su cuello, y se inclina y me besa gentilmente.
Después de un momento, se remueve.
—Vamos, sequémonos y vayamos a la cama. Estoy exhausto y tú luces abatida.
Me inclino hacia atrás y arqueo una ceja a su elección de palabras. Él ladea la cabeza hacia un lado y me sonríe.
—¿Tiene algo que decir, señorita Steele?
Niego con la cabeza y me paro de forma vacilante.
Estoy sentada en la cama. Joseph insistió en secar mi cabello, es algo hábil en eso. Cómo eso ocurrió es un pensamiento desagradable, así que lo desecho inmediatamente. Son pasadas las dos de la mañana, y estoy lista para dormir. Joseph baja su mirada hacia mí y vuelve a examinar el llavero antes de subir a la cama. Sacude su cabeza, de nuevo incrédulo.
—Esto es tan increíble. El mejor regalo de cumpleaños que he tenido. —Me mira, sus ojos suaves y cálidos—. Mejor que mi cartel autografiado de Guiseppe DeNatale.
—Te habría dicho antes, pero como era tu cumpleaños… ¿Qué le das al hombre que tiene todo? Pensé en darte… a mí.
Pone el llavero en la mesita de noche y se arrima atrás de mí, atrayéndome a sus brazos contra su pecho, así estamos en cucharita.
—Es perfecto. Como tú.
Sonrío con suficiencia, a pesar de que no puede ver mi expresión.
—Estoy lejos de la perfección, Joseph.
—¿Está sonriendo, Señorita Steele?
¿Cómo sabe?
—Tal vez. —Río tontamente—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Por supuesto. —Me acaricia el cuello.
—No necesitabas tu viaje de vuelta a Portland. ¿En realidad lo hiciste por José? ¿Estabas preocupado de que estuviera sola con él?
Joseph no dice nada. Me giro para verlo, y sus ojos están anchos por mi reproche.
—¿Sabes cuán ridículo es eso? ¿En cuánto estrés nos pusiste a tu familia y a mí? Todos te amamos mucho.
Pestañea un par de veces y luego me da su tímida sonrisa.
—No tenía idea de que estarían todos tan preocupados.
Frunzo mis labios.
—¿Cuándo vas a hacer atravesar por tu grueso cráneo que eres amado?
—¿Grueso cráneo? —Sus ojos se ensanchan con sorpresa.
Asiento.
—Sí. Grueso cráneo.
—No creo que la densidad ósea de mi cabeza sea significantemente mayor a la de ninguna en mi cuerpo.
—¡Hablo en serio! Deja de intentar hacerme reír. Sigo un poco enojada contigo, aunque está un poco eclipsado por el hecho de que estás en casa sano y salvo cuando pensé… —Mi voz se desvanece al recordar esas ansiosas horas—. Bueno, sabes lo que pensé.
Sus ojos se suavizan cuando alcanza a acunar mi rostro.
—Lo siento. Bien.
—También tu pobre mamá. Fue bastante conmovedor, verte con ella —susurro.
Sonríe tímidamente.
—Nunca la había visto de esa manera. —Pestañea con el recuerdo—. Sí, eso fue realmente algo. Normalmente está tan compuesta. Fue una sorpresa.
—¿Ves? Todos te aman. —Sonrío—. Tal vez ahora vas a comenzar a creerlo. —Me inclino y lo beso suavemente—. Feliz cumpleaños, Joseph. Estoy feliz de que estés aquí para compartir tu día conmigo. Y no has visto lo que tengo para ti mañana um… hoy. —Sonrío con suficiencia.
—¿Hay más? —dice, atónito, y su cara cambia a una sonrisa que quita el aliento.
—Oh sí, Señor Jonas, pero vas a tener que esperar hasta entonces.
Soy repentinamente despertada por un sueño o pesadilla, y mi pulso está acelerado. Me giro, con pánico, y para mi alivio, Joseph está profundamente dormido a mi lado. Porque me giré, se remueve y se estira dormido, envolviendo su brazo sobre mí, y descansa su cabeza en mi hombro, suspirando suavemente.
La habitación está inundada con luz. Son después de las ocho. Joseph nunca duerme hasta tan tarde. Me recuesto y calmo mi acelerado corazón. ¿Por qué la ansiedad? ¿Es la secuela de anoche? Me giro y lo miro fijamente. Está allí. Está a salvo. Tomo una profunda y tranquilizadora respiración y observo su bello rostro. Un rostro que ahora es tan familiar, todas sus hendiduras y sombras eternamente grabadas en mi mente.
Luce mucho más joven cuando está dormido, y sonrío porque hoy es todo un año más viejo. Me abrazo, pensando en mi regalo. Oooh… ¿qué hará? Tal vez debería comenzar por traerle el desayuno en la cama. Aparte, José tal vez todavía esté aquí.
Encuentro a José en el mostrador, comiendo un plato de cereal. No puedo evitar sonrojarme cuando lo veo. Él sabe que he pasado la noche con Joseph. ¿Por qué me siento repentinamente tan tímida? No es como si estuviera desnuda ni nada. Estoy usando mi bata de seda larga hasta el suelo.
—Buenas, José. —Sonrío, vergüenza fuera.
—¡Hola, _____! —Su rostro se ilumina, genuinamente feliz de verme. No hay pista de bromas o desdén lascivo en su expresión.
—¿Dormiste bien? —pregunto.
—Claro. Qué vista desde aquí arriba.
—Sí. Es algo especial. —Como el dueño de este departamento—. ¿Quieres un desayuno de hombre real? —bromeo.
—Me encantaría.
—Es el cumpleaños de Joseph hoy, le haré el desayuno en la cama.
—¿Está despierto?
—No, creo que está frito por ayer. —Rápidamente giro la mirada lejos de él y me dirijo al refrigerador para que no pueda ver mi sonrojo. Jesús, es sólo José. Cuando tomo los huevos y tocino del refrigerador, José me está sonriendo abiertamente.
—Realmente te gusta, ¿no?
Frunzo mis labios.
—Lo amo, José.
Sus ojos se ensanchan momentáneamente y luego sonríe.
—¿Qué hay para no amar? —pregunta haciendo gestos alrededor de la habitación.
Frunzo el ceño.
—Dios, ¡gracias!
—Oye, _____, solo bromeo.
Hmm… ¿siempre tendré este prejuicio? ¿Qué me caso con Joseph por su dinero?
—En serio, estoy bromeando. Nunca has sido ese tipo de chica.
—¿Está bien el omelet para ti? —pregunto, cambiando el tema. No quiero discutir.
—Claro.
—Y a mí —dice Joseph mientras entra a la habitación. ¡Santa mierda, está usando solo los pantalones de su pijama que cuelgan de esa manera totalmente ardiente de sus caderas, Jesús!—. José. —Asiente.
—Joseph. —José devuelve solemnemente su asentimiento.
Joseph se gira hacia mí y sonríe con suficiencia mientras lo observo. Ha cumplido su propósito. Entrecierro mis ojos hacia él, desesperadamente intentando recuperar mi equilibrio, y la expresión de Joseph cambia sutilmente. Sabe que sé lo que trama, y no le importa.
—Iba a llevarte el desayuno a la cama.
Pavoneándose, envuelve su brazo alrededor de mí, levanta mi barbilla, y planta un sonoro y húmedo beso en mis labios. ¡Muy no Cincuenta!
—Buenos días, _____ —dice. Quiero fruncirle el ceño y decirle que se comporte, pero es su cumpleaños. Me sonrojo. ¿Por qué es tan territorial?
—Buenos días, Joseph. Feliz cumpleaños. —Le doy una sonrisa, y me sonríe complacido.
—Estoy esperando mi otro regalo —dice y eso es. Me sonrojo del color de la Habitación Roja del Dolor y miro nerviosamente a José, quien luce como si hubiera tragado algo desagradable. Me giro y comienzo a preparar la comida—. Así que, ¿cuáles son tus planes hoy, José? —pregunta Joseph, aparentemente casual mientras se sienta en un taburete.
—Me dirijo a ver a mi papá y Ray, el papá de _____.
Joseph frunce el ceño.
—¿Se conocen?
—Sí, estuvieron en el ejército juntos. Perdieron el contacto hasta que _____ y yo estuvimos en la universidad juntos. Es algo tierno. Son mejores amigos ahora. Se van a un viaje de pesca.
—¿Pesca? —Joseph está genuinamente interesado.
—Sí, hay buenas atrapadas en estas aguas de costa. Los salmones y truchas pueden crecer muy grandes.
—Cierto. Mi hermano Elliot y yo sacamos a uno de quince y medio kilos una vez.
¿Están hablando de pesca? ¿Qué tiene la pesca? Nunca lo he entendido.
—¿Quince y medio kilos? Nada mal. El papá de _____, sin embargo, mantiene el record. Uno de diecinueve y medio kilos.
—¡Estás bromeando! Nunca lo dijo.
—Feliz cumpleaños, de todas formas.
—Gracias. Así que, ¿dónde te gusta pescar?
Me desconecto. No necesito saber esto. Pero al mismo tiempo estoy aliviada. ¿Lo ves, Joseph? José no es tan malo.
Para el momento en que José está preparado para irse, ambos están mucho más relajados el uno con el otro. Joseph se cambia rápidamente a una camiseta y unos jeans y descalzo nos acompaña a José y a mí al vestíbulo.
—Gracias por dejarme irrumpir aquí —dice José a Joseph mientras estrechan manos.
—En cualquier momento. —Christian sonríe.
José me abraza rápidamente.
—Cuídate, _____.
—Seguro. Fue genial verte. La próxima vez tendremos una noche fuera apropiada.
—Te haré mantenerlo. —Nos despide con la mano desde dentro del elevador, y entonces se ha ido.
—Ves, no es tan malo.
—Aún quiere estar dentro de tu ropa interior, _____. Pero no puedo decir que lo culpe.
—Joseph, ¡eso no es verdad!
—No tienes idea, ¿o sí? —Me sonríe hacia abajo—. Te ha deseado. Mucho tiempo.
Frunzo el ceño.
—Joseph, es solo un amigo, un buen amigo. —Repentinamente me doy cuenta de que sueno como Joseph cuando está hablando de la Sra. Robinson. El pensamiento es inquietante.
Joseph extiende sus manos en un gesto aplacador.
—No quiero pelear —dice suavemente.
¡Oh! No estamos peleando… ¿o sí?
—Tampoco yo.
—No le dijiste que nos vamos a casar.
—No. Pensé que debería decírselo primero a mamá y a Ray. —Mierda. Es la primera vez que pienso en esto desde que dije que sí. Jesús; ¿qué van a decir mis padres?
Joseph asiente.
—Sí, estás en lo cierto. Y yo… um, debería preguntarle a tu padre.
Me río.
—Oh, Joseph; no estamos en el siglo dieciocho.
Santa mierda. ¿Qué dirá Ray? El imaginarme esa conversación me llena de horror.
—Es tradicional. —Joseph se encoge de hombros.
—Hablemos de eso más tarde. Quiero darte tu otro regalo. —Mi intención es distraerlo. El pensar en mi regalo es como un agujero quemando en mi conciencia. Necesito dárselo y ver cómo reacciona.
Me da su sonrisa tímida, y mi corazón se salta un latido. Tanto tiempo como viva, nunca me cansaré de ver esa sonrisa.
—Estas mordiendo tu labio —dice y tira de mi barbilla.
Un estremecimiento recorre mi cuerpo mientras sus dedos me tocan. Sin una palabra, y mientras aún tengo un poco de coraje, tomo su mano y lo llevo de vuelta a la habitación. Suelto su mano, dejándolo parado por la cama, y de debajo de mi lado de la cama, saco las dos cajas de regalo restantes.
—¿Dos? —dice, sorprendido.
Tomo una respiración profunda.
—Compré esta antes del, um… incidente de ayer. No estoy segura de ello ahora. —Rápidamente le entrego uno de los paquetes antes de cambiar de opinión. Me mira, intrigado, sintiendo mi vacilación.
—¿Estás segura de que quieres que lo abra?
Asiento, ansiosamente.
Joseph rompe la envoltura del paquete y mira sorprendido la caja.
—Charlie Tango —susurro.
Sonríe. La caja contiene un pequeño helicóptero de madera con un gran rotor de hélices a energía solar. Lo abre.
—A energía solar —murmura—. Wow. —Y, antes de que lo sepa, está sentado sobre la cama ensamblándolo. Encaja junto rápidamente, y Joseph lo sostiene sobre la palma de su mano.
Un helicóptero de madera azul. Levanta su mirada hacia mí dándome su sonrisa gloriosa de chico americano, entonces se dirige a la ventana de manera que el pequeño helicóptero es bañado en la luz solar y el rotor empieza a girar.
—Mira eso —exhala, examinándolo de cerca—. Lo que podemos hacer con esta tecnología. —Lo sostiene al nivel de sus ojos, mirando las aspas girar. Está fascinado y es fascinante de ver cómo se pierde a sí mismo en sus pensamientos, mirando el pequeño helicóptero ¿Qué está pensando?
—¿Te gusta?
—_____, lo amo. Gracias. —Me agarra y me besa rápidamente, entonces se gira para mirar el rotor girar—. Lo agregaré al planeador en mi oficina —dice distraídamente, mirando las hélices girar. Mueve su mano fuera de la luz del sol, y las hélices lentamente giran más lento hasta detenerse.
No puedo esconder mi sonrisa divide-rostro, y quiero abrazarme a mí misma. Lo ama. Por supuesto, es acerca de la tecnología alternativa. Lo olvidé al momento de comprarlo. Colocándolo sobre la cómoda, se gira para encararme.
—Me hará compañía hasta que salvemos a Charlie Tango.
—¿Es salvable?
—No lo sé. Eso espero. Lo extrañaré, de otra forma.
¿Lo? Me sorprendo a mí misma por la pequeña punzada de celos que siento por un objeto inanimado. Mi subconsciente resopla con una risa burlona. La ignoro.
—¿Qué hay en la otra caja? —pregunta, sus ojos amplios con entusiasmo casi infantil.
Santo joder.
—No estoy segura si este regalo es para ti o para mí.
—¿De veras? —pregunta, y sé que he picado su interés. Nerviosamente le entrego la segunda caja. La sacude gentilmente y ambos oímos el pesado traqueteo. Levanta la mirada hacia mí—. ¿Por qué estás tan nerviosa? —pregunta perplejo. Me encojo de hombros, avergonzada y excitada mientras me sonrojo. Levanta una ceja hacia mí—. Me tienes intrigado, señorita Steele —susurra, y su voz corre directo a través de mí, deseo y anticipación reproduciéndose en mi vientre—. Tengo que decir que disfruto tu reacción. ¿Qué has estado haciendo? —Entrecierra sus ojos especulativamente.
Sigo con los labios apretados mientras contengo la respiración. Remueve la tapa de la caja y saca una pequeña tarjeta. El resto del contenido está envuelto en papel tisú. Abre la tarjeta, y sus ojos se oscurecen rápidamente hacia los míos; abriéndose con shock o sorpresa. Simplemente no lo sé.
—¿Hacer cosas rudas contigo? —murmura. Asiento y trago. Inclina su cabeza a un lado con cautela, evaluando mi reacción, y frunce el ceño. Entonces vuelve su atención de regreso a la caja. Desgarra a través del papel tisú azul pálido y saca una máscara de ojos, algunas pinzas para pezones, un tapón anal, su iPod, su corbata gris-plata; y por último pero no menos importante, las llaves de su sala de juegos.
Me observa, su expresión oscura, ilegible. Oh mierda. ¿Es un mal movimiento?
—¿Quieres jugar? —pregunta suavemente.
—Sí —suspiro.
—¿Por mi cumpleaños?
—Sí. —¿Puede sonar mi voz más pequeña?
Una miríada de emociones cruza su rostro, ninguna de las cuales puedo situar, pero se decide por ansioso. Hmm… No exactamente la reacción que esperaba.
—¿Estás segura? —pregunta.
—No los látigos y esas cosas.
—Lo entiendo.
—Sí, entonces. Estoy segura.
Sacude su cabeza y mira hacia abajo al contenido de la caja.
—Sexo loco e insaciable. Bien, creo que podemos hacer algo con este lote —murmura casi para sí mismo, entonces pone el contenido de regreso en la caja. Cuando me mira otra vez, su expresión ha cambiado completamente. Santo cielo, sus ojos ambarinos queman, y su boca se eleva en una sonrisa lenta y erótica. Extiende su mano—. Ahora —dice, y no es una petición. Mi vientre se contrae, apretado y duro, profundo, profundamente abajo.
Pongo mi mano en la suya.
—Ven —ordena, y lo sigo fuera de la habitación, mi corazón en mi boca. Deseo corriendo espeso y caliente a través de mi sangre y mi interior se aprieta con hambrienta anticipación. Mi diosa interior se levanta alrededor de su chaise longue. ¡Finalmente!
Asiento nerviosamente, sonrojándome y ansiosa y casi sin creer su reacción, este hombre quien pensé que había perdido. ¿Cómo no podía entender cuanto lo amaba?
—Dilo —ordena suavemente, con su mirada intensa y sexy.
—Sí, me casaré contigo.
Inhala fuertemente y se mueve de repente agarrándome y girando a mí alrededor, en forma no muy tipo Cincuenta Sombras. Se está riendo, joven y desenfadado, irradiando entusiasta alegría. Agarro sus brazos para sostenerme, sintiendo la ondulación de sus músculos bajo mis dedos, y su risa contagiosa me arrasa, una chica total y absolutamente enamorada de su hermoso hombre. Él me baja y me besa. Fuertemente. Sus manos están a ambos lados de mi cara, su lengua insistente, persuasiva… excitante.
—Oh, _____ —respira contra mis labios, y es una alegría que me deja tambaleando. Él me ama, de lo que no tengo ninguna duda, y degusto el sabor delicioso de este hombre, este hombre que pensé que nunca podría ver de nuevo. Su alegría es evidente, sus ojos brillan, su sonrisa juvenil, y su alivio es casi palpable.
—Pensé que te había perdido —murmuro, todavía deslumbrada y sin aliento de su beso.
―Cariño, hará falta algo más que un mal funcionamiento de 135 para mantenerme lejos de ti.
―¿135?
―Charlie Tango. Es un Eurocopter 135, el más seguro de su clase. —Una desconocida pero oscura emoción se cruza en su cara brevemente, distrayéndome. ¿Qué no me está diciendo? Antes de que pueda preguntarle se queda quieto y me mira, frunciendo el ceño, y por un momento pienso que va a decirme. Parpadeo a sus ojos ambarinos especulativos—. Espera un minuto. Me diste esto antes de ver a Flynn —dice, sosteniendo la llave. Se ve casi horrorizado.
¡Dios mío!, ¿a dónde va con esto? Asiento con la cabeza, manteniendo una cara seria. Su boca se abre. Me encojo de hombros como disculpándome.
—Quería que supieras que todo lo que Flynn dijo no haría una diferencia para mí.
Joseph parpadea hacia mí con incredulidad.
—Así que toda la tarde de ayer, cuando te estaba pidiendo una respuesta, ¿ya la tenías? —Esta consternado. Asiento con la cabeza otra vez, tratando desesperadamente de evaluar su reacción. Él me mira con asombro estupefacto, pero luego estrecha sus ojos y su boca se tuerce con divertida ironía―. Toda esa preocupación ―susurra ominosamente. Le sonrió y me encojo de hombros una vez más—. Oh, no trates de ponerte toda tierna conmigo, señorita Steele. Ahora mismo, quiero... —Corre su mano a través de su cabello, luego, mueve la cabeza y cambia de rumbo—. No puedo creer que me dejaste en el aire. —Su susurro esta bañado de incredulidad. Su expresión se altera sutilmente, sus ojos brillan con malicia, su boca torciéndose en una carnal sonrisa.
Santos cielos. Un escalofrío me recorre. ¿Qué está pensando?
—Creo que alguna retribución está en proceso, señorita Steele —dice en voz baja.
¿Retribución? ¡Oh mierda! Sé que está jugando… pero tomo un cauteloso paso hacia atrás lejos de él. Sonríe.
—¿Ese es el juego? —susurra—. Porque te atraparé. —Y sus ojos arden con una brillante intensidad juguetona—. Y te estás mordiendo el labio —dice amenazante.
Todas mis entrañas se prensan a la vez. Oh mi... Mi futuro marido quiere jugar. Tomo otro paso atrás, luego giro para correr, pero es en vano. Joseph me agarra, de un solo golpe fácil, mientras chillo de alegría, sorpresa y shock. Me alza por encima del hombro y se dirige por el pasillo.
—¡Joseph! —siseo, tomando en cuenta que José está arriba, aunque si puede oírnos es dudoso. Me mantengo equilibrada poniendo mis manos en lo bajo de su espalda, a continuación, en un impulso valiente, golpeo su trasero. El me golpeó de vuelta—. ¡Auch! ―grito.
―Es momento de ducharse ―declara triunfalmente.
—¡Bájame! —intento y fallo al sonar desaprobadora. Mi lucha es inútil, su brazo me sujeta firmemente sobre mis muslos, y por alguna razón no puedo dejar de reír.
―¿Cómoda en esos zapatos? ―pregunta deleitado mientras abre la puerta de su baño.
—Prefiero que estén tocando el suelo —intento gruñirle, pero no es muy eficaz ya que no puedo evitar la risa de mi voz.
—Tus deseos son órdenes, señorita Steele. —Sin ponerme abajo, él desliza mis zapatos y deja que resuenan en el piso de baldosas. Pausado por la vanidad, vacía sus bolsillos, su BlackBerry muerta, llaves, cartera, llavero. Sólo puedo imaginar cómo me veo en el espejo desde este ángulo. Cuando ha terminado, se marcha directamente a su gran ducha.
—¡Joseph! —le regaño en voz alta, su intención es ahora clara.
Abre el agua en al máximo. ¡Por Dios! Agua del ártico cae a chorros sobre mi espalda, y chillo, luego me detengo, consciente una vez más de que José está arriba de nosotros. Hace frío y estoy completamente vestida. El agua congelada se absorbe en mi vestido, mis bragas y el sujetador. Estoy empapada, y no puedo dejar de reír.
—¡No! —chillo—. ¡Bájame! —Lo golpeo de nuevo, más fuerte esta vez, y Joseph me suelta dejándome deslizar por su cuerpo ahora empapado. Su camisa blanca se pega a su pecho y sus pantalones de traje están mojados. Estoy empapada, también, sonrojada, mareada y sin aliento, y él está sonriendo hacia mí, luciendo tan… tan increíblemente sexy.
Él se despeja, con sus ojos brillantes, y pone mi cara entre sus manos otra vez, atrayendo mis labios a los suyos. Su beso es suave, acariciante, y me distrae por completo. Ya no me importa que estoy completamente vestida y mojada en la ducha de Joseph. Somos apenas nosotros dos bajo el agua en cascada. Está de vuelta, está a salvo, es mío.
Mis manos se mueven involuntariamente a su camisa mientras esta se aferra a todas las líneas y tendones de su pecho, dejando al descubierto el vello debajo de la humedad blanca. Saco el dobladillo de la camisa de sus pantalones, y él gime en contra de mi boca, pero sus labios no dejan los míos. A medida que desabrocho su camisa, llega a mi cremallera, deslizando hacia abajo lentamente el cierre de mi vestido. Sus labios se vuelven más insistentes, su lengua invade mi boca, y mi cuerpo explota de deseo. Yo tiro duro de su camisa, rompiéndola. Los botones vuelan por todas partes, rebotando en las baldosas y desapareciendo sobre el suelo de la ducha. Mientras me despojo del material húmedo de sus hombros y bajo sus brazos, lo presiono contra la pared, lo que dificulta su intento de desnudarme.
—Gemelos —murmura, sosteniendo sus muñecas donde su camisa cuelga empapada y blanda con los dedos luchando, libero primero uno y luego el otro puño, dejando que sus mancuernas de oro caigan descuidadamente en el suelo de baldosas y sigue su camisa. Sus ojos buscan los míos a través de la cascada de agua, su mirada ardiendo, carnal, caliente como el agua. Alcanzo la pretina de sus pantalones, pero él niega con la cabeza y agarra mis hombros, volteándome, así que estoy de espaldas a él. Termina el largo viaje hacia al sur con mi cremallera, retira el pelo mojado lejos de mi cuello y pasa la lengua por el cuello hasta el cuero cabelludo y hacia la espalda de nuevo, me besa y chupa a medida que avanza.
Gimo y poco a poco él despega el vestido de mis hombros y lo baja más allá de mis pechos, besando mi cuello por debajo de la oreja. Desabrocha mi sostén y lo empuja fuera de mis hombros, liberando mis pechos. Sus manos los envuelven y los toma cada uno mientras murmura su apreciación en mi oído.
—Tan hermosa —susurra.
Mis brazos están atrapados entre mi sostén y el vestido, los cuales cuelgan desabrochados debajo de mi pecho, mis brazos todavía en las mangas, pero mis manos están libres. Giro mi cabeza, dándole a Joseph un mejor acceso a mi cuello y presiono mis pechos a sus manos mágicas. Desplazo la mano detrás de mí y doy la bienvenida a su ingesta aguda de respiración mientras mis dedos curiosos se ponen en contacto con su erección. Empuja su ingle en mis manos acogedoras. Maldita sea, ¿por qué no dejó que le quitara los pantalones?
Él tira de mis pezones, y mientras se endurecen y se extienden bajo su toque experto, desaparecen todos los pensamientos de los pantalones y el placer repunta libidinoso y agudo en mi vientre. Inclino mi cabeza hacia atrás contra él y gimo.
―Si ―exhala y me voltea una vez más, atrapando mi boca en la suya.
Retira el sujetador, el vestido y las bragas hacia abajo de manera que se unen a la camisa empapada en un montón en el piso de la ducha.
Agarro el gel de baño a nuestro lado. Joseph se queda quieto al darse cuenta de lo que voy a hacer. Mirándolo fijamente a los ojos, arrojo un chorro de algo del gel perfumado en mi palma y sostengo mi mano en frente de su pecho, a la espera de una respuesta a mi pregunta no formulada. Sus ojos se abren, entonces él me da un gesto casi imperceptible.
Pongo la mano en su esternón y comienzo a frotar el jabón en la piel. Su pecho se eleva a medida que inhala fuertemente, pero se queda inmóvil. Después de un segundo, sus manos estrechan mis caderas, pero él no me rechaza. Me mira con recelo, su intensa mirada llena con más que miedo, pero sus labios se separan a medida que aumenta su respiración.
―¿Esto está bien? ―susurro.
―Sí. ―Su respuesta corta y entrecortada es casi un jadeo. Me acuerdo de las muchas duchas que hemos tenido juntos, pero la del Olympic es un recuerdo agridulce. Bueno, ahora puedo tocarlo. Le lavo en círculos suaves, limpiando a mi hombre, me traslado a las axilas, por encima de sus costillas, por su vientre firme y plano, hacia su sendero feliz, y la cintura de sus pantalones―. Mi turno ―susurra y alcanza el champú, quitándonos fuera del alcance de la corriente de agua y solo cayendo algo de ella en la parte superior de mi cabeza.
Creo que esta es mi señal para detener su lavado, así que engancho los dedos en su pretina. Aplica el champú en mi cabello, sus dedos largos y firmes masajeando mi cuero cabelludo. Gimiendo en gratitud, cierro mis ojos y me entrego a la sensación celestial. Después de todo el estrés de la tarde, esto es justo lo que necesitaba.
Él se ríe y abro un ojo para encontrar que me está sonriendo.
—¿Te gusta?
—Mmm…
Sonríe.
—A mí también —dice y se inclina para besar mi frente, sus dedos continúan su firme y dulce fricción de mi cuero cabelludo—. Date la vuelta —dice con autoridad. Hago lo que me ha dicho, y sus dedos poco a poco trabajan sobre mi cabeza, limpiando, relajando, amándome a medida que avanzan. Oh, esto es una bendición. Él se estira para conseguir más champú y gentilmente lava las largas trenzas por mi espalda. Cuando ha terminado, me pone bajo la ducha de nuevo—. Inclina tu cabeza hacia atrás —ordena tranquilamente.
Cumplo de buen grado, y enjuaga cuidadosamente la espuma. Cuando lo ha hecho, lo afronto una vez más y voy directo a sus pantalones.
—Quiero lavarte todo ―susurro.
Él sonríe con esa sonrisa torcida y levanta sus manos en un gesto que dice "Soy todo tuyo, nena". Sonrió, se siente como Navidad. Me pongo a trabajar en su cierre, y pronto los pantalones y los calzoncillos se reúnen con el resto de nuestra ropa. Me paro y alcanzo la esponja del cuerpo y la loción corporal.
—Parece que estás encantado de verme —murmuro secamente.
—Siempre estoy encantado de verle, señorita Steele. —Me sonríe.
Enjabono la esponja, y luego vuelvo a mi viaje sobre su pecho. Está más relajado, tal vez porque no estoy realmente tocándolo. Me dirijo hacia el sur con la esponja, a través de su vientre, a lo largo de su sendero feliz, a través de su vello púbico, y otra vez hasta su erección. Le doy un vistazo y me mira con los ojos entornados y una nostalgia sensual. Mmm… me gusta esa mirada. Suelto la esponja y uso las manos, agarrándolo con firmeza. Cierra los ojos, lleva su cabeza hacia atrás, y gime, empujando sus caderas en mis manos.
¡Oh, sí! Es tan excitante. Mi diosa interior ha vuelto a resurgir después de su noche de mecerse y llorar en una esquina, y ella está usando lápiz labial color rojo carmín de prostituta.
Sus ojos ardientes se cierran con los míos. Él ha recordado algo.
—Es sábado —exclama, con los ojos brillantes con maravilla lujuriosa, y agarra mi cintura, empujándome hacia él y besándome salvajemente.
¡Whoa! ¡Cambio de ritmo!
Sus manos barren hacia debajo de mi resbaladizo cuerpo húmedo, alrededor de mi sexo, sus dedos explorando, provocando, y su boca es implacable, dejándome sin aliento. Su otra mano está en mi cabello mojado, que me sostiene en su posición, mientras soporto toda la fuerza de su pasión desatada. Sus dedos se mueven dentro de mí.
―Ahh ―gimo dentro de su boca.
—Sí —me susurra y me alza, con sus manos detrás de mí trasero—. Envuelve tus piernas alrededor de mí, cariño. —Mis pierdas se pliegan alrededor de él, y me agarro como una lapa a su cuello. Él me refuerza contra la pared de la ducha y se detiene, mirándome fijamente—. Ojos abiertos —murmura—. Quiero verte.
Parpadeo, mi corazón martillando, mi sangre latiendo caliente y pesada a través de mi cuerpo, el deseo, real y desenfrenado surgiendo a través de mí. Luego se introduce en mí oh-tan-lentamente, llenándome, reclamándome, piel contra piel. Me empuja hacia abajo contra él y gime en voz alta. Una vez que está dentro de mí, su cara se tensa, intensa.
—Eres mía, ____ —susurra.
—Siempre.
Él sonríe victorioso y se menea, lo que me corta la respiración.
―Y ahora podemos hacérselo saber a todos, porque dijiste que sí. —Su voz es reverencial, y se inclina hacia mí, capturando mi boca con la suya, y comienza a moverse… lento y dulce. Cierro mis ojos e inclino mi cabeza hacia atrás mientras mi cuerpo se arquea, mi voluntad sumiéndose a la de él, esclava de su ritmo lento y embriagador.
Sus dientes mordisquean mi mandíbula, el mentón, y abajo hacia mi cuello mientras coge el ritmo, empujándome hacia adelante, hacia arriba, lejos de este plano terrenal, de la ducha, del miedo escalofriante de la noche. Sólo somos mi hombre y yo moviéndonos al unísono, moviéndonos como uno, completamente absorbidos en el otro, nuestros jadeos y gruñidos se mezclan. Me deleito en el exquisito sentimiento de su posesión mientras mi cuerpo estalla y florece alrededor de él.
Podía haberlo perdido… y lo amo… lo amo tanto, y de repente estoy sobrecogida por la enormidad de mi amor y la profundidad de mi compromiso con él. Pasaré el resto de mi vida amando a este hombre, y con ese pensamiento inspirador, detono alrededor de él, un sanador orgasmo de catarsis, gritando su nombre mientras las lágrimas fluyen por mis mejillas.
Él llega a su clímax y acaba dentro de mí. Con su cara enterrada en el cuello, se hunde hasta el piso, sosteniéndome con fuerza, besando mi rostro, y besando mis lágrimas mientras el agua caliente está a nuestro alrededor, lavándonos.
—Mis dedos están todos arrugados —murmuro, después del coito y saciada mientras me apoyo contra su pecho. Levanta mis dedos a sus labios y besa a su vez cada uno.
—Realmente debemos salir de esta ducha.
—Estoy cómoda aquí. —Estoy sentada entre sus piernas y él me mantiene cerca. No me quiero mover.
Joseph murmura su asentimiento. Pero, de repente estoy cansada hasta los huesos, cansada del mundo. Muchas cosas han pasado esta semana pasada, lo suficiente para una vida de drama, y ahora me estoy casando. Una risita incrédula se escapa de mis labios.
—¿Algo divertido, señorita Steele? —pregunta con cariño.
―Ha sido una semana ocupada.
Sonríe.
—Así es.
—Doy gracias a Dios que estas de vuelta de una sola pieza, Sr. Jonas —susurro, viéndolo desde el punto de vista de lo que podría haber sido. Se tensa y de inmediato me arrepiento de recordarle.
—Estaba asustado —confiesa para mi gran sorpresa.
—¿Antes?
Asiente, con su expresión seria.
Santa mierda.
—¿Y cuidaron de tranquilizar a tu familia?
―Sí. Era demasiado bajo para aterrizar bien. Pero de alguna manera lo hice.
Mierda. Mis ojos barren los de él, y él luce sepulcral mientras el agua cae en cascada sobre nosotros.
—¿Cúan cerca estuvo? —Baja su mirada hacia mí.
—Cerca —se detiene—. Por unos pocos terribles segundos, pensé que nunca te vería de nuevo.
Lo abrazo fuertemente.
―No puedo imaginarme la vida sin ti, Joseph. Te amo tanto que me da miedo.
—Yo también —suspira—. Mi vida estaría vacía sin ti. Te amo tanto. —Sus brazos se tensan alrededor de mí y acaricia mi pelo—. Nunca te dejaré ir.
―No me quiero ir, nunca. ―Beso su cuello, y se inclina y me besa gentilmente.
Después de un momento, se remueve.
—Vamos, sequémonos y vayamos a la cama. Estoy exhausto y tú luces abatida.
Me inclino hacia atrás y arqueo una ceja a su elección de palabras. Él ladea la cabeza hacia un lado y me sonríe.
—¿Tiene algo que decir, señorita Steele?
Niego con la cabeza y me paro de forma vacilante.
Estoy sentada en la cama. Joseph insistió en secar mi cabello, es algo hábil en eso. Cómo eso ocurrió es un pensamiento desagradable, así que lo desecho inmediatamente. Son pasadas las dos de la mañana, y estoy lista para dormir. Joseph baja su mirada hacia mí y vuelve a examinar el llavero antes de subir a la cama. Sacude su cabeza, de nuevo incrédulo.
—Esto es tan increíble. El mejor regalo de cumpleaños que he tenido. —Me mira, sus ojos suaves y cálidos—. Mejor que mi cartel autografiado de Guiseppe DeNatale.
—Te habría dicho antes, pero como era tu cumpleaños… ¿Qué le das al hombre que tiene todo? Pensé en darte… a mí.
Pone el llavero en la mesita de noche y se arrima atrás de mí, atrayéndome a sus brazos contra su pecho, así estamos en cucharita.
—Es perfecto. Como tú.
Sonrío con suficiencia, a pesar de que no puede ver mi expresión.
—Estoy lejos de la perfección, Joseph.
—¿Está sonriendo, Señorita Steele?
¿Cómo sabe?
—Tal vez. —Río tontamente—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Por supuesto. —Me acaricia el cuello.
—No necesitabas tu viaje de vuelta a Portland. ¿En realidad lo hiciste por José? ¿Estabas preocupado de que estuviera sola con él?
Joseph no dice nada. Me giro para verlo, y sus ojos están anchos por mi reproche.
—¿Sabes cuán ridículo es eso? ¿En cuánto estrés nos pusiste a tu familia y a mí? Todos te amamos mucho.
Pestañea un par de veces y luego me da su tímida sonrisa.
—No tenía idea de que estarían todos tan preocupados.
Frunzo mis labios.
—¿Cuándo vas a hacer atravesar por tu grueso cráneo que eres amado?
—¿Grueso cráneo? —Sus ojos se ensanchan con sorpresa.
Asiento.
—Sí. Grueso cráneo.
—No creo que la densidad ósea de mi cabeza sea significantemente mayor a la de ninguna en mi cuerpo.
—¡Hablo en serio! Deja de intentar hacerme reír. Sigo un poco enojada contigo, aunque está un poco eclipsado por el hecho de que estás en casa sano y salvo cuando pensé… —Mi voz se desvanece al recordar esas ansiosas horas—. Bueno, sabes lo que pensé.
Sus ojos se suavizan cuando alcanza a acunar mi rostro.
—Lo siento. Bien.
—También tu pobre mamá. Fue bastante conmovedor, verte con ella —susurro.
Sonríe tímidamente.
—Nunca la había visto de esa manera. —Pestañea con el recuerdo—. Sí, eso fue realmente algo. Normalmente está tan compuesta. Fue una sorpresa.
—¿Ves? Todos te aman. —Sonrío—. Tal vez ahora vas a comenzar a creerlo. —Me inclino y lo beso suavemente—. Feliz cumpleaños, Joseph. Estoy feliz de que estés aquí para compartir tu día conmigo. Y no has visto lo que tengo para ti mañana um… hoy. —Sonrío con suficiencia.
—¿Hay más? —dice, atónito, y su cara cambia a una sonrisa que quita el aliento.
—Oh sí, Señor Jonas, pero vas a tener que esperar hasta entonces.
Soy repentinamente despertada por un sueño o pesadilla, y mi pulso está acelerado. Me giro, con pánico, y para mi alivio, Joseph está profundamente dormido a mi lado. Porque me giré, se remueve y se estira dormido, envolviendo su brazo sobre mí, y descansa su cabeza en mi hombro, suspirando suavemente.
La habitación está inundada con luz. Son después de las ocho. Joseph nunca duerme hasta tan tarde. Me recuesto y calmo mi acelerado corazón. ¿Por qué la ansiedad? ¿Es la secuela de anoche? Me giro y lo miro fijamente. Está allí. Está a salvo. Tomo una profunda y tranquilizadora respiración y observo su bello rostro. Un rostro que ahora es tan familiar, todas sus hendiduras y sombras eternamente grabadas en mi mente.
Luce mucho más joven cuando está dormido, y sonrío porque hoy es todo un año más viejo. Me abrazo, pensando en mi regalo. Oooh… ¿qué hará? Tal vez debería comenzar por traerle el desayuno en la cama. Aparte, José tal vez todavía esté aquí.
Encuentro a José en el mostrador, comiendo un plato de cereal. No puedo evitar sonrojarme cuando lo veo. Él sabe que he pasado la noche con Joseph. ¿Por qué me siento repentinamente tan tímida? No es como si estuviera desnuda ni nada. Estoy usando mi bata de seda larga hasta el suelo.
—Buenas, José. —Sonrío, vergüenza fuera.
—¡Hola, _____! —Su rostro se ilumina, genuinamente feliz de verme. No hay pista de bromas o desdén lascivo en su expresión.
—¿Dormiste bien? —pregunto.
—Claro. Qué vista desde aquí arriba.
—Sí. Es algo especial. —Como el dueño de este departamento—. ¿Quieres un desayuno de hombre real? —bromeo.
—Me encantaría.
—Es el cumpleaños de Joseph hoy, le haré el desayuno en la cama.
—¿Está despierto?
—No, creo que está frito por ayer. —Rápidamente giro la mirada lejos de él y me dirijo al refrigerador para que no pueda ver mi sonrojo. Jesús, es sólo José. Cuando tomo los huevos y tocino del refrigerador, José me está sonriendo abiertamente.
—Realmente te gusta, ¿no?
Frunzo mis labios.
—Lo amo, José.
Sus ojos se ensanchan momentáneamente y luego sonríe.
—¿Qué hay para no amar? —pregunta haciendo gestos alrededor de la habitación.
Frunzo el ceño.
—Dios, ¡gracias!
—Oye, _____, solo bromeo.
Hmm… ¿siempre tendré este prejuicio? ¿Qué me caso con Joseph por su dinero?
—En serio, estoy bromeando. Nunca has sido ese tipo de chica.
—¿Está bien el omelet para ti? —pregunto, cambiando el tema. No quiero discutir.
—Claro.
—Y a mí —dice Joseph mientras entra a la habitación. ¡Santa mierda, está usando solo los pantalones de su pijama que cuelgan de esa manera totalmente ardiente de sus caderas, Jesús!—. José. —Asiente.
—Joseph. —José devuelve solemnemente su asentimiento.
Joseph se gira hacia mí y sonríe con suficiencia mientras lo observo. Ha cumplido su propósito. Entrecierro mis ojos hacia él, desesperadamente intentando recuperar mi equilibrio, y la expresión de Joseph cambia sutilmente. Sabe que sé lo que trama, y no le importa.
—Iba a llevarte el desayuno a la cama.
Pavoneándose, envuelve su brazo alrededor de mí, levanta mi barbilla, y planta un sonoro y húmedo beso en mis labios. ¡Muy no Cincuenta!
—Buenos días, _____ —dice. Quiero fruncirle el ceño y decirle que se comporte, pero es su cumpleaños. Me sonrojo. ¿Por qué es tan territorial?
—Buenos días, Joseph. Feliz cumpleaños. —Le doy una sonrisa, y me sonríe complacido.
—Estoy esperando mi otro regalo —dice y eso es. Me sonrojo del color de la Habitación Roja del Dolor y miro nerviosamente a José, quien luce como si hubiera tragado algo desagradable. Me giro y comienzo a preparar la comida—. Así que, ¿cuáles son tus planes hoy, José? —pregunta Joseph, aparentemente casual mientras se sienta en un taburete.
—Me dirijo a ver a mi papá y Ray, el papá de _____.
Joseph frunce el ceño.
—¿Se conocen?
—Sí, estuvieron en el ejército juntos. Perdieron el contacto hasta que _____ y yo estuvimos en la universidad juntos. Es algo tierno. Son mejores amigos ahora. Se van a un viaje de pesca.
—¿Pesca? —Joseph está genuinamente interesado.
—Sí, hay buenas atrapadas en estas aguas de costa. Los salmones y truchas pueden crecer muy grandes.
—Cierto. Mi hermano Elliot y yo sacamos a uno de quince y medio kilos una vez.
¿Están hablando de pesca? ¿Qué tiene la pesca? Nunca lo he entendido.
—¿Quince y medio kilos? Nada mal. El papá de _____, sin embargo, mantiene el record. Uno de diecinueve y medio kilos.
—¡Estás bromeando! Nunca lo dijo.
—Feliz cumpleaños, de todas formas.
—Gracias. Así que, ¿dónde te gusta pescar?
Me desconecto. No necesito saber esto. Pero al mismo tiempo estoy aliviada. ¿Lo ves, Joseph? José no es tan malo.
Para el momento en que José está preparado para irse, ambos están mucho más relajados el uno con el otro. Joseph se cambia rápidamente a una camiseta y unos jeans y descalzo nos acompaña a José y a mí al vestíbulo.
—Gracias por dejarme irrumpir aquí —dice José a Joseph mientras estrechan manos.
—En cualquier momento. —Christian sonríe.
José me abraza rápidamente.
—Cuídate, _____.
—Seguro. Fue genial verte. La próxima vez tendremos una noche fuera apropiada.
—Te haré mantenerlo. —Nos despide con la mano desde dentro del elevador, y entonces se ha ido.
—Ves, no es tan malo.
—Aún quiere estar dentro de tu ropa interior, _____. Pero no puedo decir que lo culpe.
—Joseph, ¡eso no es verdad!
—No tienes idea, ¿o sí? —Me sonríe hacia abajo—. Te ha deseado. Mucho tiempo.
Frunzo el ceño.
—Joseph, es solo un amigo, un buen amigo. —Repentinamente me doy cuenta de que sueno como Joseph cuando está hablando de la Sra. Robinson. El pensamiento es inquietante.
Joseph extiende sus manos en un gesto aplacador.
—No quiero pelear —dice suavemente.
¡Oh! No estamos peleando… ¿o sí?
—Tampoco yo.
—No le dijiste que nos vamos a casar.
—No. Pensé que debería decírselo primero a mamá y a Ray. —Mierda. Es la primera vez que pienso en esto desde que dije que sí. Jesús; ¿qué van a decir mis padres?
Joseph asiente.
—Sí, estás en lo cierto. Y yo… um, debería preguntarle a tu padre.
Me río.
—Oh, Joseph; no estamos en el siglo dieciocho.
Santa mierda. ¿Qué dirá Ray? El imaginarme esa conversación me llena de horror.
—Es tradicional. —Joseph se encoge de hombros.
—Hablemos de eso más tarde. Quiero darte tu otro regalo. —Mi intención es distraerlo. El pensar en mi regalo es como un agujero quemando en mi conciencia. Necesito dárselo y ver cómo reacciona.
Me da su sonrisa tímida, y mi corazón se salta un latido. Tanto tiempo como viva, nunca me cansaré de ver esa sonrisa.
—Estas mordiendo tu labio —dice y tira de mi barbilla.
Un estremecimiento recorre mi cuerpo mientras sus dedos me tocan. Sin una palabra, y mientras aún tengo un poco de coraje, tomo su mano y lo llevo de vuelta a la habitación. Suelto su mano, dejándolo parado por la cama, y de debajo de mi lado de la cama, saco las dos cajas de regalo restantes.
—¿Dos? —dice, sorprendido.
Tomo una respiración profunda.
—Compré esta antes del, um… incidente de ayer. No estoy segura de ello ahora. —Rápidamente le entrego uno de los paquetes antes de cambiar de opinión. Me mira, intrigado, sintiendo mi vacilación.
—¿Estás segura de que quieres que lo abra?
Asiento, ansiosamente.
Joseph rompe la envoltura del paquete y mira sorprendido la caja.
—Charlie Tango —susurro.
Sonríe. La caja contiene un pequeño helicóptero de madera con un gran rotor de hélices a energía solar. Lo abre.
—A energía solar —murmura—. Wow. —Y, antes de que lo sepa, está sentado sobre la cama ensamblándolo. Encaja junto rápidamente, y Joseph lo sostiene sobre la palma de su mano.
Un helicóptero de madera azul. Levanta su mirada hacia mí dándome su sonrisa gloriosa de chico americano, entonces se dirige a la ventana de manera que el pequeño helicóptero es bañado en la luz solar y el rotor empieza a girar.
—Mira eso —exhala, examinándolo de cerca—. Lo que podemos hacer con esta tecnología. —Lo sostiene al nivel de sus ojos, mirando las aspas girar. Está fascinado y es fascinante de ver cómo se pierde a sí mismo en sus pensamientos, mirando el pequeño helicóptero ¿Qué está pensando?
—¿Te gusta?
—_____, lo amo. Gracias. —Me agarra y me besa rápidamente, entonces se gira para mirar el rotor girar—. Lo agregaré al planeador en mi oficina —dice distraídamente, mirando las hélices girar. Mueve su mano fuera de la luz del sol, y las hélices lentamente giran más lento hasta detenerse.
No puedo esconder mi sonrisa divide-rostro, y quiero abrazarme a mí misma. Lo ama. Por supuesto, es acerca de la tecnología alternativa. Lo olvidé al momento de comprarlo. Colocándolo sobre la cómoda, se gira para encararme.
—Me hará compañía hasta que salvemos a Charlie Tango.
—¿Es salvable?
—No lo sé. Eso espero. Lo extrañaré, de otra forma.
¿Lo? Me sorprendo a mí misma por la pequeña punzada de celos que siento por un objeto inanimado. Mi subconsciente resopla con una risa burlona. La ignoro.
—¿Qué hay en la otra caja? —pregunta, sus ojos amplios con entusiasmo casi infantil.
Santo joder.
—No estoy segura si este regalo es para ti o para mí.
—¿De veras? —pregunta, y sé que he picado su interés. Nerviosamente le entrego la segunda caja. La sacude gentilmente y ambos oímos el pesado traqueteo. Levanta la mirada hacia mí—. ¿Por qué estás tan nerviosa? —pregunta perplejo. Me encojo de hombros, avergonzada y excitada mientras me sonrojo. Levanta una ceja hacia mí—. Me tienes intrigado, señorita Steele —susurra, y su voz corre directo a través de mí, deseo y anticipación reproduciéndose en mi vientre—. Tengo que decir que disfruto tu reacción. ¿Qué has estado haciendo? —Entrecierra sus ojos especulativamente.
Sigo con los labios apretados mientras contengo la respiración. Remueve la tapa de la caja y saca una pequeña tarjeta. El resto del contenido está envuelto en papel tisú. Abre la tarjeta, y sus ojos se oscurecen rápidamente hacia los míos; abriéndose con shock o sorpresa. Simplemente no lo sé.
—¿Hacer cosas rudas contigo? —murmura. Asiento y trago. Inclina su cabeza a un lado con cautela, evaluando mi reacción, y frunce el ceño. Entonces vuelve su atención de regreso a la caja. Desgarra a través del papel tisú azul pálido y saca una máscara de ojos, algunas pinzas para pezones, un tapón anal, su iPod, su corbata gris-plata; y por último pero no menos importante, las llaves de su sala de juegos.
Me observa, su expresión oscura, ilegible. Oh mierda. ¿Es un mal movimiento?
—¿Quieres jugar? —pregunta suavemente.
—Sí —suspiro.
—¿Por mi cumpleaños?
—Sí. —¿Puede sonar mi voz más pequeña?
Una miríada de emociones cruza su rostro, ninguna de las cuales puedo situar, pero se decide por ansioso. Hmm… No exactamente la reacción que esperaba.
—¿Estás segura? —pregunta.
—No los látigos y esas cosas.
—Lo entiendo.
—Sí, entonces. Estoy segura.
Sacude su cabeza y mira hacia abajo al contenido de la caja.
—Sexo loco e insaciable. Bien, creo que podemos hacer algo con este lote —murmura casi para sí mismo, entonces pone el contenido de regreso en la caja. Cuando me mira otra vez, su expresión ha cambiado completamente. Santo cielo, sus ojos ambarinos queman, y su boca se eleva en una sonrisa lenta y erótica. Extiende su mano—. Ahora —dice, y no es una petición. Mi vientre se contrae, apretado y duro, profundo, profundamente abajo.
Pongo mi mano en la suya.
—Ven —ordena, y lo sigo fuera de la habitación, mi corazón en mi boca. Deseo corriendo espeso y caliente a través de mi sangre y mi interior se aprieta con hambrienta anticipación. Mi diosa interior se levanta alrededor de su chaise longue. ¡Finalmente!
Karely Jonatika
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
[CAPITULO 21]
Joseph se detiene fuera de la sala de juegos.
―¿Estás segura de esto? ―pregunta, sin embargo, su mirada se calienta ansiosa.
―Sí ―murmuro, sonriendo tímidamente hacia él.
Sus ojos se ablandan.
―¿Hay alguna cosa que no quieres hacer?
Estoy confusa por su inesperada pregunta, y mi mente va a toda marcha. Un pensamiento se me ocurre.
―No quiero que tomes fotos de mí.
Él permanece quieto, y su expresión se endurece cuando ladea la cabeza hacia un lado y me mira especulativamente. Oh, mierda. Creo que me va a preguntar por qué, pero afortunadamente no lo hace.
―Está bien ―murmura. Frunce el ceño mientras abre la puerta, luego se para a un lado para darme paso a la habitación. Siento sus ojos en mí cuando me sigue dentro y cierra la puerta.
Colocando la caja de regalo en la cómoda, saca el iPod, lo enciende, y entonces se mueve hasta el centro de música en la pared de modo que las puertas de cristal ahumado se abren deslizándose silenciosamente. Aprieta algunos botones, y después de un momento, el sonido de un tren subterráneo hace eco por la habitación. Él le baja el volumen de modo que el ritmo lento, hipnótico electrónico que sigue entra en ambiente. Una mujer comienza a cantar, no sé quién es ella, pero su voz es suave y ronca, y el ritmo es desmesurado, deliberado… erótico. Oh. Es música para hacer el amor.
Joseph se vuelve hacia mí mientras yo permanezco en el centro de la habitación, mi corazón late con fuerza, mi sangre canta en mis venas, palpitando ―o es lo que siento― coordinado al ritmo de la música seductora. Él se pasea casualmente hacia mí y me tira de la barbilla, de modo que ya no me muerda el labio.
―¿Qué es lo que quieres hacer, _____? ―murmura, plantando un casto beso suave en la comisura de mis labios, sus dedos sin soltar mi barbilla.
―Es tu cumpleaños. Lo que tú quieras ―le susurro. Traza su pulgar a lo largo de mi labio inferior, su ceño fruncido, una vez más.
―¿Estamos aquí porque crees que quiero estar aquí? ―Sus palabras son suaves, pero él me mira intensamente.
―No ―le susurro―. Quiero estar aquí, también.
Su mirada se oscurece, cada vez más audaz mientras valora mi respuesta. Después de lo que parece una eternidad, él habla:
―Oh, hay tantas posibilidades, señorita Steele. ―Su voz es baja, excitante―. Pero vamos a empezar con conseguir que te desnudes. ―Él saca el cinturón de mi bata de modo que cae abierta, revelando mi camisón de seda, y luego da un paso atrás y se sienta tranquilamente en el brazo del sofá―. Quítate la ropa. Poco a poco. ―Me da una mirada sensual y desafiante.
Trago compulsivamente, presionando mis muslos juntos. Ya estoy húmeda entre mis piernas. Mi diosa interior está totalmente desnuda y de pie en línea, lista y esperando, y rogándome ponerse al día. Empujo la bata fuera de mis hombros, nunca dejando mis ojos los suyos, y encogiéndome de hombros, la dejo caer al suelo ondulando. Sus fascinantes ojos ambarinos arden, y recorre su dedo índice sobre sus labios mientras me mira.
Deslizando los tirantes de mi camisón fuera de mis hombros, lo miro fijamente por impulso, y luego los libero. Mi camisón pasa rozando y ondeando suavemente por mi cuerpo, apiñándose a mis pies. Estoy desnuda y casi jadeando y tan lista.
Joseph se detiene por un momento, y me maravillo ante la franca apreciación carnal en su expresión. De pie, se dirige hacia la cómoda y toma su corbata gris plateado… mi corbata favorita. La toma a través de sus dedos mientras se da vuelta y pasea casualmente hacia mí, con una sonrisa en los labios. Cuando se pone delante de mí, espero que me pida las manos, pero no lo hace.
―Creo que estás mal vestida, señorita Steele ―murmura. Coloca la corbata alrededor de mi cuello, y poco a poco, pero hábilmente, la ata en lo que supongo que es un buen nudo Windsor. A medida que ajusta el nudo, sus dedos rozan la base de mi garganta y electricidad brota a través de mí, haciéndome jadear. Él deja la parte ancha de la corbata larga, lo suficientemente largo para que la punta roce mi vello púbico―. Te ves muy bien ahora, Señorita Steele ―dice y se inclina para darme un beso suavemente en los labios. Se trata de un beso rápido, y quiero más, el deseo envolviéndose desenfrenadamente a través de mi cuerpo―. ¿Qué vamos a hacer contigo ahora? ―dice, y luego recogiendo la corbata, tira fuertemente de manera que me veo obligada a ir hacia adelante en sus brazos. Sus manos se sumergen en mi cabello y tira mi cabeza hacia atrás, y realmente me besa, duro, su lengua implacable y despiadada. Una de sus manos ronda suelta por mi espalda hasta acunar mi trasero.
Cuando él se retira, está jadeando también y mirando hacia mí, con los ojos ámbar fundido; y me quedo con ganas, sin aliento, mi ingenio totalmente disperso. Estoy segura de que mis labios se hinchan después de su asalto sensual.
―Date la vuelta ―ordena suavemente y yo obedezco. Empujando de mi cabello libre de la corbata, rápidamente lo trenza y asegura. Él tira de la trenza de modo que mi cabeza se inclina en alto―. Tienes un cabello hermoso, _____ ―murmura y me besa la garganta, enviándome escalofríos corriendo arriba y abajo por mi espina dorsal―. Sólo tienes que decir basta. Ya lo sabes, ¿no? ―susurra contra mi garganta.
Asiento con la cabeza, los ojos cerrados, y saboreo sus labios sobre mí. Me da la vuelta una vez más y recoge el final de la corbata.
―Ven ―dice, tirando con suavidad, llevándome hacia la cómoda donde el resto del contenido de la caja está desplegado―. ____, estos objetos. ―Levanta el obturador de trasero―. Este es de una talla demasiado grande. Como una virgen anal que eres, no querrás comenzar con esto. Queremos empezar con esto. ―Levanta su dedo meñique, y yo jadeo, sorprendida. Dedos… ¿allí? Él sonríe hacia mí, y la idea desagradable de la puñalada anal mencionada en el contrato me viene a la mente―. Sólo dedo… en singular ―dice en voz baja con la extraña habilidad que tiene de leer mi mente.
Mis ojos se lanzan a los suyos. ¿Cómo hace eso?
―Estas pinzas son perversas. ―Él prueba las pinzas de pezones―. Utilizaremos estas. ―Él pone otro par de pinzas diferentes en la cómoda. Parecen gigantes horquillas negras para el cabello, pero con pequeñas joyas que cuelgan de ellas―. Son ajustables ―murmulla Joseph, su voz mezclada con dulce preocupación.
Parpadeo hacia él, con los ojos abiertos. Joseph, mi mentor sexual. Sabe mucho más sobre todo que yo. Nunca me pondré al día. Frunzo el ceño. Él sabe más que yo de la mayoría de las cosas… excepto cocinar.
―¿Entendido? ―pregunta.
―Sí ―digo en voz baja, la boca seca―. ¿Vas a decirme lo que piensas hacer?
―No. Me lo estoy inventando sobre la marcha. Esto no es una escena, _____.
―¿Cómo debo comportarme?
Su frente se arruga.
―Como quieras hacerlo.
¡Oh!
―¿Esperabas mi alter ego, _____? ―pregunta, con un tono vagamente burlón y desconcertado a la vez. Parpadeo hacia él.
―Bueno, sí. Me gusta ―murmuro. Él sonríe con su sonrisa reservada y se estira para pasar su pulgar por mi mejilla.
―Sabes, ahora ―suspira y roza su pulgar por mi labio inferior―, soy tu amante, _____, no tu Dominante. Me encanta escuchar tu carcajada y tu risita tonta de niña. Me gusta verte relajada y feliz, como lo eras en las fotos de José. Esa es la chica que apareció en mi oficina. Esa es la chica de la que me enamoré.
Santo cielo. Mi boca cae abierta, y florece una cálida bienvenida en mi corazón. Es alegría… pura alegría.
―Pero habiendo dicho todo esto, también me gusta hacer cosas rudas contigo, Señorita Steele; y mi alter ego sabe un truco o dos. Por lo tanto, haz lo que te diga y da la vuelta. ―Sus ojos brillan de maldad, y la alegría se mueve bruscamente hacia el sur, agarrándome con fuerza y apretándome todos los tendones debajo de mi cintura. Hago lo que me dice. Detrás de mí, él abre uno de los cajones y un momento después está delante de mí otra vez―. Ven ―ordena y me remolca por la corbata, llevándome hasta la mesa.
A medida que caminamos junto al sofá, me doy cuenta por primera vez que todas las varas se han desvanecido. Me distrae. ¿Estaban allí ayer, cuando entré? No me acuerdo. ¿Joseph las había movido? ¿La Señora Jones? Joseph interrumpe mi línea de pensamiento.
―Quiero que te arrodilles en esto ―dice cuando estamos en la mesa.
Oh, está bien. ¿Qué tiene en mente? Mi diosa interna no puede esperar para saber; ya se ha echado con las piernas abiertas sobre la mesa y lo mira con adoración.
Él me levanta suavemente sobre la mesa, y yo doblo las piernas por debajo de mí y me arrodillo delante de él, sorprendida por mi propia gracia. Ahora estamos cara a cara. Él pasa sus manos por mis muslos, agarra mis rodillas, empuja mis piernas abriéndolas, y se pone de pie justo en frente mí. Se ve muy serio, sus ojos más oscuros, encubiertos... lujurioso.
―Brazos a tus espaldas. Voy a esposarte.
Él saca unas esposas de cuero de su bolsillo de atrás y se estira mí alrededor. Esto es todo. ¿A dónde me va a llevar esta vez?
Su cercanía es intoxicante. Este hombre va a ser mi marido. ¿Puede una desear a un marido así? No recuerdo haber leído algo así en ningún lugar. No lo puedo resistir, y rozo mis labios entreabiertos por su mandíbula, sintiendo su barba incipiente, una embriagadora combinación de rastrojo y suavidad, bajo mi lengua. Él se queda inmóvil y cierra los ojos. Su respiración se tambalea y se retira.
―Detente. O esto será más mucho más rápido de lo que cualquiera de nosotros quiere ―me advierte. Por un momento, creo que podría estar enfadado, pero luego sonríe y sus ardientes ojos son iluminan con diversión.
―Eres irresistible ―digo haciendo puchero.
―¿Lo soy ahora? ―dice secamente.
Asiento con la cabeza.
―Bueno… no me distraigas, o te voy amordazar.
―Me gusta distraerte ―susurro, mirándolo tercamente, y ladea una ceja hacia mí.
―O serán nalgadas.
¡Oh! Trato de ocultar mi sonrisa. Hubo una vez, no hace mucho tiempo, cuando había sido sometida por esta amenaza. Nunca habría tenido el valor de besarlo, de forma espontánea, mientras se encontraba en esta habitación. Me doy cuenta ahora, que ya no estoy intimidada por él. Esto es una revelación. Sonrío maliciosamente, y él me sonríe.
―Compórtate ―gruñe y se hace para atrás, mirándome y golpeando las esposas de cuero en su palma. Y la advertencia está ahí, implícita en sus acciones. Trato de lucir arrepentida, y creo que tengo éxito. Él se me acerca de nuevo―. Eso es mejor ―susurra y se inclina detrás de mí una vez más con las esposas. Me resisto a tocarlo, pero inhalo su aroma glorioso de Joseph, aún fresco de la ducha la noche anterior. Hmm… Debería embotellar esto.
Espero a que espose mis muñecas, pero sujeta cada esposa por encima de mis codos. Eso me hace arquear la espalda, empujando mis pechos hacia adelante, a pesar de que mis codos no están de ningún modo entre sí. Cuando ha terminado, se para hacia atrás para admirarme.
―¿Se siente bien? ―pregunta. No es la más cómoda de las posiciones, pero estoy tan conectada con anticipación para ver a dónde va con esto que asiento, débil con deseo—. Bien. ―Él saca la máscara de su bolsillo trasero―. Creo que has visto suficiente por ahora ―murmura. Desliza la máscara sobre mi cabeza, tapándome los ojos. Mis respiraciones repuntan. Dios. ¿Por qué no ser capaz de ver lo erótico? Estoy aquí, atada y de rodillas sobre una mesa, a la espera… dulce anticipación caliente y pesada dentro de mi vientre. Todavía puedo oír, sin embargo, y sigue el ritmo melódico constante de la pista. Resuena a través de mi cuerpo. No lo había notado antes. Debe tenerlo en repetición.
Joseph retrocede. ¿Qué está haciendo? Se mueve de nuevo hacia la cómoda y abre un cajón, luego lo cierra de nuevo. Un momento más tarde está de vuelta, y lo siento delante de mí. Hay un picante, rico olor, almizclado en el aire. Es delicioso, casi se me hace la boca agua.
―No quiero arruinar mi corbata favorita ―murmura. Poco a poco lo dice mientras la deshace.
Inhalo con fuerza cuando la punta de la corbata viaja hasta arriba por mi cuerpo, haciéndome cosquillas a su paso. ¿Arruinar su corbata? Escucho agudamente para determinar lo que va a hacer. Él está frotándose las manos entre sí. Sus nudillos de repente se deslizan sobre mi mejilla, hasta llegar a mi mandíbula siguiendo mi línea de la mandíbula.
Mi cuerpo salta a la atención a medida que su contacto envía un delicioso escalofrío a través de mí. Su mano se flexiona sobre mi cuello, y éste resbala con el dulce aroma de aceite de modo que su mano se desliza suavemente hacia abajo por mi garganta, a través de mi clavícula, y hasta mi hombro, sus dedos masajeando con cuidado a medida que avanzan. Oh, estoy recibiendo un masaje. No es lo que esperaba.
Él coloca su otra mano en mi otro hombro y comienza un nuevo viaje burlón lento a través de mi clavícula. Gimo en voz baja mientras él se abre camino hacia abajo, hacia mis pechos cada vez más doloridos, doliendo por su tacto. Es tentador. Arqueo más mi cuerpo bajo su excelente toque, pero sus manos se deslizan a mis lados, lentas y medidas, al ritmo de la música, y evitan calculadamente mis pechos. Gimo, pero no sé si es de placer o frustración.
―Eres tan hermosa, _____ ―murmura en voz baja y ronca, con la boca junto a mi oído. Su nariz sigue a lo largo de mi mandíbula, mientras continúa masajeándome, debajo de mis pechos, a través de mi vientre, hacia abajo… Me besa fugazmente en los labios, luego corre su nariz a lo largo de mi cuello, mi garganta. Santo cielo, estoy en llamas…. Su cercanía, sus manos, sus palabras―. Y muy pronto vas a ser mi esposa para tener y mantener ―susurra.
Oh mi…
―Para amar y cuidar.
Jesús.
―Con mi cuerpo, te voy a adorar.
Inclino mi cabeza hacia atrás y gimo. Sus dedos se deslizan a través de mi vello púbico, por encima de mi sexo, y frota la palma de su mano contra mi clítoris.
―Señora Jonas ―susurra mientras la palma de su mano trabaja en contra de mí.
Jadeo.
―Sí ―respira mientras su palma de la mano sigue atormentándome―. Abre tu boca.
Mi boca ya está abierta dado que estoy jadeando. La abro más, y él desliza un objeto grande de metal frío entre mis labios. Con la forma de un chupete de bebé de gran tamaño, tiene pequeños surcos o tallas, y lo que se siente como una cadena al final. Es grande.
―Succiona ―me ordena en voz baja―. Voy a poner esto en tu interior.
¿Dentro de mí? ¿Dentro de mí, dónde? Mi corazón se tambalea en mi boca.
―Succiona ―repite y detiene las palmas de sus manos.
No. No te detengas, me dan ganas de gritar, pero mi boca está llena. Sus manos aceitadas se deslizan de vuelta a mi cuerpo y, finalmente, ahuecan mis pechos olvidados.
―No dejes de succionar.
Suavemente enrolla mis pezones entre sus dedos pulgar e índice, y se endurecen y alargan bajo su toque experto, enviando ondas sinápticas de placer hasta llegar a mi ingle.
―Tienes esos hermosos pechos, _____ ―murmura y mis pezones se endurecen aún más en respuesta. Murmura su aprobación y yo jadeo. Sus labios se mueven hacia abajo desde mi cuello hacia un pecho, dejando suaves mordiscos y succionando una y otra vez, hacia abajo hasta mi pezón, y de repente siento la presión de la pinza.
―¡Ah! ―Ahogo mí gemido a través del dispositivo en mi boca. Santo cielo, la sensación es exquisita, en bruto, doloroso, placentero… oh… el pellizco. Con suavidad, lame el pezón sobrio con su lengua, y cuando lo hace, se aplica al otro. La mordedura de la segunda pinza es igual de dura. Pero igual de buena. Gimo ruidosamente.
―Siéntelo ―susurra.
Oh, sí. Lo hago. Lo hago.
―Dame esto. ―Él tira suavemente del chupete ornamentado de metal en mi boca, y yo lo suelto. Sus manos una vez más viajan por mi cuerpo, hacia mi sexo. Se ha re-aceitado las manos. Se deslizan en torno a mi espalda.
Se me corta la respiración. ¿Qué va a hacer? Me pongo tensa en mis rodillas mientras pasa sus dedos entre mis nalgas.
—Calla, tranquila ―respira junto a mi oído y me besa en el cuello mientras sus dedos me golpean y juegan conmigo.
¿Qué va a hacer? Su otra mano se desliza por mi vientre hacia mi sexo, palmeándome una vez más. Adentra sus dedos en mi interior, y me quejo ruidosamente, con aprecio.
―Voy a poner esto en tu interior ―murmura―. No aquí. ―Sus dedos se arrastran entre mis nalgas, extendiendo el aceite―. Sino aquí. ―Mueve sus dedos de ida y vuelta, una y otra vez, dentro y fuera, golpeando la pared frontal de mi vagina. Gimo y mis refrenados pezones se hinchan.
―Ah.
―Calla. ―Joseph quita sus dedos y desliza el objeto dentro de mí. Él acuna mi cara y me besa, su boca invadiendo la mía, y oigo un chasquido muy débil. Al instante el artefacto dentro de mí empieza a vibrar… ¡allá abajo! Jadeo. La sensación es extraordinaria; más allá de cualquier cosa que haya sentido antes.
―¡Ah!
―Tranquila ―me calma Joseph, ahogando mis jadeos con su boca. Sus manos se mueven hacia abajo y tiran con mucha suavidad de las pinzas. Grito en voz alta.
―¡Joseph, por favor!
―Silencio, nena. Aguanta ahí.
Esto es demasiado ―todo está sobre estimulación― en todas partes. Mi cuerpo empieza a elevarse, y de rodillas, soy incapaz de controlar la acumulación. Oh mi… ¿Seré capaz de manejar esto?
―Buena chica ―me tranquiliza.
―Joseph ―jadeo, sonando desesperada, incluso a mis propios oídos.
―Silencio, siéntelo, _____. No tengas miedo. ―Sus manos están ahora en mi cintura, sosteniéndome, pero no me puedo concentrarme en sus manos, lo que hay dentro de mí, y las pinzas, también.
Mi cuerpo se está erigiendo, preparando una explosión… con las vibraciones incesantes y la tortura dulce, deliciosa de mis pezones. Santo infierno. Va a ser muy intenso. Sus manos se mueven de mis caderas, hacia abajo y alrededor, suaves y aceitadas, tocando, sintiendo, amasando mi piel… amasando mi trasero.
―Tan hermosa ―murmura y de repente empuja suavemente un dedo ungido dentro de mí… ¡allí! En mi trasero. Mierda. Se siente extraño, lleno, prohibido. Pero, oh, tan, bueno. Y se mueve lentamente, deslizándose dentro y fuera, mientras que sus dientes pacen por mi barbilla elevada―. Tan hermosa, _____.
Estoy suspendida en lo alto, muy por encima de un barranco ancho, muy amplio, y estoy volando luego cayendo vertiginosamente al mismo tiempo, sumiendo a la Tierra. No puedo sostenerlo más, y grito mientras mi cuerpo convulsiona y culmina en la plenitud abrumadora. A medida que mi cuerpo estalla, no soy nada más que sensación… en todas partes. Joseph libera primero una y luego la otra pinza, causando que mis pezones canten con una oleada de dulce, deliciosa sensación dolorosa, pero es oh-tan-buena que hace que mi orgasmo, este orgasmo, siga y siga. Su dedo permanece donde está, con suavidad deslizándose dentro y fuera.
―¡Argh! ―grito, y Joseph se envuelve alrededor de mí, sosteniéndome, a medida que mi cuerpo sigue vibrando sin piedad en mi interior―. ¡No! ―grito una vez más, rogando, y esta vez retira el vibrador de mí, y su dedo, también, mientras que mi cuerpo sigue convulsionando.
Desata una de las esposas de modo que mis brazos caen libres. Mi cabeza cuelga en su hombro y estoy perdida, perdida en toda esta sensación abrumadora. Soy toda aliento agotado, deseo exhausto y un dulce y bienvenido olvido.
Vagamente, me doy cuenta que Joseph me levanta, me lleva a la cama y me acuesta en las frías sábanas de satén. Después de un momento, sus manos, todavía con aceite, frotan gentilmente la parte trasera de mis muslos, mis rodillas, mis pantorrillas y mis hombros. Siento la cama descender cuando él se extiende a mi lado. Me quita la máscara, pero no tengo la energía para abrir los ojos. Encontrando mi trenza, él deshace el nudo de cabello y se inclina, besándome suavemente en los labios. Sólo mi errática respiración perturba el silencio en la habitación y se equilibra mientras floto lentamente de vuelta la Tierra. La música se ha detenido.
―Tan hermosa ―murmura.
Cuando logro abrir un ojo, él me está mirando, sonriendo suavemente.
―Hola ―dice. Me las arreglo para gruñir una respuesta, y su sonrisa se amplía―. ¿Lo suficientemente brusco para ti?
Asiento y le doy una sonrisa a regañadientes. Caray, más rudo y tendría que dar palmadas a los dos.
―Creo que estás intentando asesinarme ―murmuro.
―Muerte por orgasmo. ―Sonríe con suficiencia―. Hay formas mucho peores ―dice, pero luego frunce el ceño ligeramente mientras un pensamiento poco placentero cruza su mente. Me angustia. Me estiro y acaricio su cara.
―Puedes matarme así en cualquier momento ―susurro. Noto que está gloriosamente desnudo y listo para la acción. Cuando toma mi mano y besa mis nudillos, me inclino y capturo su rostro entre mis manos y empujo su boca contra la mía. Me besa un momento, luego se detiene.
―Esto es lo que quiero hacer ―murmura y se estira bajo su almohada en busca del control remoto de la música. Presiona un botón y los suaves acordes de una guitarra hacen eco en las paredes—. Quiero hacerte el amor ―dice, mirándome, sus ojos ambarinos brillando intensamente, amando con sinceridad. De fondo, suavemente, una voz familiar empieza a cantar "La Primera Vez que Vi tu Rostro", y sus labios encuentran los míos.
Mientras me aprieto a su alrededor, encontrando mi liberación una vez más, Joseph se deshace en mis brazos, su cabeza para atrás mientras grita mi nombre. Me agarra apretadamente contra su pecho mientras nos sentamos nariz con nariz en la mitad de la enorme cama, yo a horcajadas de él. Y en este momento ―este momento de alegría con este hombre y esta música―, la intensidad de mi experiencia esta mañana aquí con él y todo lo que ha ocurrido durante la semana pasada me abruma de nuevo, no sólo físicamente, sino también emocionalmente. Estoy tan profunda, profundamente enamorada de él. Por primera vez veo un brillo de entendimiento en cuanto a cómo se siente él respecto a mi seguridad.
Recordando su incidente con Charlie Tango ayer, me estremezco con el pensamiento y las lágrimas inundan mis ojos. Si algo alguna vez le pasara… lo amo tanto. Mis lágrimas se deslizan sin permiso por mis mejillas. Hay tantas caras de Joseph ―su dulce y gentil personalidad, y su rudo y Dominante lado depuedo-hacer-lo-que-me-plazca-contigo-y-te-vendrás-como-un-tren―, sus Cincuenta Sombras, todo de él. Todo es espectacular. Todo es mío. Y noto que no nos conocemos bien el uno al otro, y tenemos una montaña de asuntos con los que lidiar, pero sé que, por ambos, lo haremos, y tendremos una vida entera para hacerlo.
―Oye ―susurra, agarrando mi cabeza en sus manos, mirándome. Está todavía dentro de mí―. ¿Por qué estás llorando? ―Su voz está llena de preocupación.
―Porque te amo tanto ―susurro. Él medio cierra los ojos como si estuviera drogado, absorbiendo mis palabras. Cuando los abre de nuevo, resplandecen con su amor.
―Y yo a ti, _____. Tú me… completas. ―Me besa cariñosamente mientras Roberta Flack termina su canción.
Hemos hablado, hablado, y hablado, sentados juntos en la cama del salón de juegos, yo en su regazo, nuestras piernas alrededor de las de cada uno. La sábana de satén rojo está envuelta a nuestro alrededor como un capullo real, y no tengo idea de cuánto tiempo ha pasado. Joseph está riéndose de mi imitación de Katherine durante la sesión de fotos en el Heathman.
―Y pensar que podría haber sido ella la viniera a entrevistarme. Gracias al Señor por el resfriado común ―murmura y besa mi nariz.
―Creo que tenía gripe, Joseph ―lo regaño, deslizando mis dedos ociosamente a través del vello de su pecho y maravillándome porque esté tolerándolo tan bien―. Todos los azotes se han ido ―murmuro, recordando mi distracción de antes. Él acomoda mi cabello tras mi oreja por enésima vez.
―No creo que alguna vez pases ese límite duro.
―No, no creo que lo haga ―susurro con los ojos ampliamente abiertos, luego me encuentro a mí misma mirando las fustas, palas y floggers que están alineados en la pared opuesta. Él sigue mi mirada.
―¿Quieres que me deshaga de esos también? ―Está divertido, pero es sincero.
―No del fuete… el marrón. O de ese flogger suizo, ya sabes. ―Me sonrojo.
Él me sonríe.
―De acuerdo, el fuete y el flogger. Vaya, Señorita Steele, estás llena de sorpresas.
―Igual que tú, Sr. Jonas. Es una de la cosas que amo de ti. ―Lo beso suavemente en la esquina de su boca.
―¿Qué otra cosa amas de mí? ―pregunta, y sus ojos se amplían.
Sé que es gran cosa para él hacer esta pregunta. Aquello me llena de humildad y parpadeo hacia él. Amo todo de él, incluso sus Cincuenta sombras. Sé que la vida con Joseph jamás será aburrida.
―Esto. ―Deslizo mi dedo índice a lo largo de sus labios―. Amo esto, y lo que sale de ahí, y lo que me haces con ella. Y lo que está aquí. ―Acaricio su frente―. Eres tan listo, ingenioso, culto y competente en tantas cosas. Pero sobre todo, amo lo que está aquí. ―Presiono mi palma gentilmente contra su pecho, sintiendo el equilibrado latir de su corazón―. Eres el hombre más compasivo que alguna vez he conocido. Lo que haces. Cómo trabajar. Es impresionante ―susurro.
―¿Impresionante? ―Está perplejo, pero hay un rastro de humor en su cara. Luego su rostro se transforma, y su tímida sonrisa aparece como si estuviera avergonzado, y quiero lanzarme sobre él. Así que lo hago.
Estoy durmiendo, envuelta en satén y en Jonas. Joseph me despierta acariciándome.
―¿Hambrienta? ―susurra.
―Hmm, famélica.
―También yo.
Me inclino para verlo tumbado en la cama.
―Es tu cumpleaños, Sr. Jonas. Te cocinaré algo. ¿Qué te gustaría?
―Sorpréndeme. ―Desliza su mano por mi espalda, acariciándome gentilmente―. Debería revisar mi BlackBerry por todos los mensajes que no vi ayer. ―Suspira y empieza a sentarse, y sé que este momento especial se ha terminado… por ahora―. Duchémonos ―dice.
¿Quién soy para rechazar al cumpleañero?
Joseph está en su estudio, al teléfono. Taylor está con él, luciendo serio pero casual en sus jeans y una camiseta negra apretada. Me ocupo en la cocina haciendo el almuerzo. He encontrado filetes de salmón en el refrigerador, y estoy cociéndolos con limón, haciendo ensalada y cociendo papás pequeñas. Me siento extraordinariamente relajada y feliz, en la cima del mundo… literalmente. Volviéndome hacia la enorme ventana, miro al glorioso cielo azul. Toda esa charla… todo el sexo… hmm. Una chica podría acostumbrarse a eso.
Taylor emerge del estudio, interrumpiendo mi ensueño. Apago mi iPod y saco uno de los audífonos.
―Hola, Taylor.
―_____. ―Asiente.
―¿Tu hija está bien?
―Sí, gracias. Mi ex-esposa pensó que ella tenía apendicitis, pero estaba exagerando, como de costumbre. ―Taylor pone los ojos en blanco, sorprendiéndome―. Sophie está bien, aunque tiene un repugnante parásito estomacal.
―Lo lamento.
Sonríe.
―¿Charlie Tango ha sido localizado?
―Sí. El equipo de recuperación está en camino. Debería regresar a Boeing Field tarde en la noche.
―Oh, qué bien.
Me da una incómoda sonrisa.
―¿Eso será todo, señora?
―Sí, sí, por supuesto. ―Me sonrojo, ¿alguna vez me acostumbraré a que Taylor me llame señora? Me hace sentir tan vieja, al menos de treinta.
Asiente y se dirige al gran salón. Joseph está todavía al teléfono. Estoy esperando que las papas hiervan. Aquello me da una idea. Buscando en mi bolso, encuentro mi BlackBerry. Hay un texto de Kate.
Texteo de vuelta.
Será bueno hablar con Kate.
Abriendo el programa de e-mail, rápidamente tecleo un mensaje para Joseph.
_______________________
De: ____ Steele
Asunto: Almuerzo
Fecha: Junio 18, 2011 13:12
Para: Joseph Jonas
Querido Sr. Jonas.
Te envío este e-mail para informarte que tu almuerzo está casi listo. Y que tuve un sexo pervertido alucinante esta mañana. El sexo pervertido o de cumpleaños debería ser recomendado. Y, otra cosa… te amo.
_____x
(Tu prometida)
Escucho cuidadosamente por una reacción, pero él todavía está al teléfono. Me encojo de hombros. Tal vez está demasiado ocupado. Mi BlackBerry vibra.
______________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Sexo Pervertido
Fecha: Junio 18, 2011 13:15
Para: _____ Steele
¿Qué aspecto fue más alucinante?
Tomaré nota.
Joseph Jonas, Gerente General Famélico y Exhausto Después de Los Esfuerzos Matutinos, Jonas Enterprises Holdings Inc.
PD: Adoro tu firma.
PPD: ¿Qué sucedió con el arte de la conversación?
________________________
De: _____ Steele
Asunto: ¿Famélico?
Fecha: Junio 18, 2011 13:18
Para: Joseph Jonas
Querido Sr. Jonas.
Traigo tu atención a la primera línea de mi e-mail previo informándote que tu almuerzo está, de hecho, casi listo… así que nada de esta tontería de famélico y exhausto. Con respecto a los aspectos alucinantes de tu sexo pervertido… francamente: todos ellos. Estaría interesada en leer tus notas. Y me gusta tu firma agrupada también.
_____x
(Tu prometida)
PD: ¿Desde cuándo has sido tan locuaz? ¡Y estás al teléfono!
Presiono enviar y levanto la mirada, y él está de pie frente a mí, sonriendo con suficiencia. Antes de que pueda decir algo, se acerca al pasillo de la cocina, me arrastra a sus brazos y me besa serenamente.
―Eso es todo, señorita Steele ―dice, liberándome, y pasea, en sus jeans, pies desnudos y camisa blanca sin meter, de vuelta a su oficina, dejándome sin aliento.
He hecho una salsa de berro, cilantro y crema agria para acompañar el salmón, y he arreglado la barra de desayuno. Odio interrumpirlo mientras está trabajando, pero ahora estoy en el umbral de su oficina. Todavía está al teléfono, con su cabello de acabo-de-follar y brillantes ojos ambarinos, un festín nutritivo visual. Levanta la mirada cuando me ve y no aparta sus ojos de mí. Frunce el ceño ligeramente y no sé si es por mí o por su conversación.
―Sólo déjalos pasar y no los dejes solos. ¿Entiendes, Mia? ―sisea y pone los ojos en blanco―. Bien.
Hago mímica de comer y él me sonríe y asiente.
―Te veré después. ―Cuelga―. ¿Una llamada más? ―pregunta.
―Seguro.
―Ese vestido es muy corto ―añade.
―¿Te gusta? ―Le doy una vuelta rápida. Es una de la compras de Caroline Acton. Un vestido veraniego color turquesa, probablemente más adecuado para la playa, pero es un día tan bonito en tantos niveles. Él frunce el ceño y mi rostro caer.
―Te ves fantástica en él, _____. Simplemente no quiero que nadie más te vea así.
―¡Oh! ―Frunzo el ceño hacia él―. Estamos en casa, Joseph. No hay nadie más aparte del personal.
Su boca se retuerce y, o está intentando esconder su diversión o realmente no cree que esto sea gracioso. Pero, eventualmente, asiente, tranquilizado. Sacudo la cabeza, ¿de verdad está hablando en serio? Me dirijo a la cocina.
Cinco minutos después, está de nuevo frente a mí, sosteniendo el teléfono.
―Tengo a Ray para ti ―murmura, sus ojos cautelosos.
Todo el aire deja mi cuerpo de inmediato. Tomo el teléfono y cubro el micrófono.
―¡Le dijiste! ―siseo. Joseph asiente, y sus ojos se amplían ante mi obvia mirada de angustia.
¡Mierda! Tomo una profunda respiración.
―Hola, papá.
―Joseph acaba de preguntar si puede casarse contigo ―dice Ray.
Oh, Mierda. El silencio se extiende entre nosotros y desesperadamente pienso en qué decir. Ray, como es costumbre, permanece en silencio, sin darme una pista de cuál es su reacción ante las noticias.
―¿Qué le dijiste? ―respondo entrecortadamente.
―Dije que quería hablar contigo. Es un poco repentino, ¿no lo crees, _____? No lo has conocido por mucho tiempo. Quiero decir, es un tipo agradable, sabe pescar… pero, ¿tan pronto? ―Su voz es calmada y medida.
―Sí. Es repentino… espera. ―Apresuradamente, dejo el área de la cocina, lejos de la ansiosa mirada de Joseph y me dirijo hacia la gran ventana. Las puertas hacia el balcón están abiertas, y doy un paso hacia la luz del sol. No puedo caminar hacia el límite. Está demasiado arriba―. Sé que es repentino y todo, pero… bueno, lo amo. Me ama. Quiere casarse conmigo, y nunca habrá nadie más para mí. ―Me sonrojo pensando que ésta es probablemente la conversación más íntima que alguna vez he tenido con mi padrastro.
Ray está en silencio al otro lado del teléfono.
―¿Le has dicho a tu madre?
―No.
―_____... sé que él es rico y elegible, ¿pero casarse? Es un paso tan grande. ¿Estás segura?
―Él es mi felices por siempre ―susurro.
―Guau ―dice Ray tras un momento, su tono más suave.
―Lo es todo.
―_____, _____, _____. Eres una mujer joven tan testaruda. Espero por Dios que sepas lo que estás haciendo. Pásamelo, ¿quieres?
―Seguro, papá, ¿y me entregarás en la boda? ―pregunto calmadamente.
―Oh, cariño. ―Su voz se rompe, y está callado por unos cuantos momentos, la emoción en sus voz trayendo lagrimas a mis ojos―. Nada me daría mayor placer ―dice eventualmente.
Oh, Ray. Te quiero tanto… trago saliva, para evitar seguir llorando.
―Gracias, papá. Te pasaré a Joseph. Sé gentil con él. Lo amo ―susurro.
Creo que Ray está sonriendo al final de la línea, pero es difícil de decir. Siempre es difícil saber con Ray.
―Seguro, _____. Y ven y visita a este viejo, y trae a Joseph contigo.
Marcho de vuelta al salón ―enojada con Joseph por no advertirme―, y le paso el teléfono, mi expresión dejándole saber cuán molesta estoy. Está divertido cuando toma el teléfono y vuelve a su estudio. Dos minutos después, reaparece.
―Tengo la bendición concedida de mala gana de tu padrastro ―dice orgullosamente, tan orgullosamente que, de hecho, me hace reír tontamente, y él me sonríe. Está actuando como si acabara de negociar una nueva fusión o adquisición que, supongo, en algún nivel ha hecho.
—Maldición, eres una buena cocinera mujer. —Joseph traga su último bocado y alza su copa de vino blanco hacia mí. Me ruborizo bajo sus elogios y se me ocurre que solo llegaré a cocinar para él los fines de semana. Frunzo el ceño. Me gusta cocinar. Quizás debería hacerle un pastel por su cumpleaños. Reviso mi reloj. Todavía tengo tiempo—. ¿_____? —Interrumpe mis pensamientos—. ¿Por qué me pediste no tomarte fotos? —Su pregunta me sobresalta más porque su voz es engañosamente suave.
Oh… mierda. Las fotos. Miro fijamente abajo, a mi plato vacío, torciendo mis dedos en mi regazo. ¿Qué puedo decir? Me prometí a mí misma no mencionar que encontré su versión de Readers' Wives.
—_____ —chasquea—. ¿Qué es? —Me hace saltar, y su voz me ordena mirarlo. ¿Cuándo pensé que él no me intimidaba?
—Encontré tus fotos —susurro.
Sus ojos se amplían en shock.
—¿Has estado en la caja fuerte? —pregunta, incrédulo.
—¿Caja fuerte? No. No sabía que tenías una caja fuerte.
Él frunce el ceño.
—No entiendo.
—En tu armario. La caja. Estaba buscando tu corbata y la caja estaba bajo tus vaqueros… los que normalmente usas en la sala de juegos. Excepto hoy. —Me ruborizo.
Me mira boquiabierto, horrorizado y corre su mano nerviosamente a través de su cabello mientras procesa la información. Frota su barbilla, perdido en sus pensamientos, pero no puede enmascarar la molestia perpleja grabada en su rostro. Abruptamente, sacude la cabeza, exasperado —pero divertido también— y una tenue sonrisa de admiración besa la esquina de su boca. Junta los dedos de sus manos frente a él y se enfoca en mí una vez más.
—No es lo que piensas. Me había olvidado por completo de ellas. Esa caja se ha movido. Esas fotografías pertenecen a mi caja fuerte.
—¿Quién las movió? —susurro.
Él traga.
—Solo hay una persona que podría haber hecho eso.
—Oh. ¿Quién? Y, ¿qué quieres decir con "no es lo que pienso"?
Él suspira e inclina su cabeza hacia un lado y creo que está avergonzado. ¡Debería estarlo!, gruñe mi subconsciente.
—Esto va a sonar frío pero… hay una póliza de seguros —susurra, armándose de valor por mi respuesta.
—¿Póliza de seguros?
—Contra la exposición.
El centavo cae y repiquetea incómodamente gira y gira en mi cabeza vacía.
—Oh —murmuro, porque no puedo pensar en qué más decir. Cierro mis ojos. Esto es. Estos son Cincuenta Tonos de Mierda, justo aquí, justo ahora—. Sí, tienes razón —murmuro—. Eso suena frío. —Me pongo de pie para aclarar nuestros platos. No quiero saber nada más.
—_____.
—¿Ellas saben? ¿Las chicas… las sumisas?
Él frunce el ceño.
—Por supuesto que saben.
Oh, bueno, eso es algo. Se estira, agarrándome y halándome hacia él.
—Esas fotos se supone que están en la caja fuerte. No son para uso recreativo. —Se detiene—. Quizás lo fueron cuando fueron tomadas originalmente. Pero… —Se detiene, implorándome—. No significan nada.
—¿Quién las puso en tu armario?
—Solo podría haber sido Leila.
—¿Ella sabe la combinación de tu caja fuerte?
Se encoge de hombros.
—No me sorprendería. Es una combinación muy larga, y la uso tan raramente. Es el número que la tengo escrito abajo y no la he cambiado. —Sacude su cabeza—. Me pregunto que más sabe y si ella se ha llevado algo más de aquí. —Frunce el ceño, luego vuelve su atención de vuelta a mí—. Mira, destruiré las fotos. Ahora si lo deseas.
—Son tus fotos Joseph. Haz con ellas lo que desees —susurro.
—No seas así —dice, tomando mi cabeza en sus manos y sosteniendo mi mirada con la suya—. No quiero esa vida. Quiero nuestra vida, juntos.
Santa cielo. ¿Cómo sabe que debajo de mi horror acerca de esas fotos está el hecho de que soy paranoica?
—_____, pensé que exorcizamos a todos esos fantasmas esta mañana. Me siento así. ¿Tú no?
Parpadeo hacia él, rememorando nuestra muy, muy placentera, romántica y francamente sucia mañana en su cuarto de juegos.
—Sí. —Sonrío—. Sí, me siento así también.
—Bien. —Se inclina hacia adelante y me besa, plegándome en sus brazos—. Las trituraré —murmura—. Y entonces tengo que trabajar. Lo siento nena, pero tengo una montaña de negocios para terminar esta tarde.
—Es genial. Tengo que llamar a mi madre. —Hago una mueca—. Luego quiero hacer unas compras y hornearte un pastel.
Él sonríe y sus ojos se iluminan como un niño pequeño.
—¿Un pastel?
Asiento.
—¿Un pastel de chocolate?
—¿Quieres un pastel de chocolate? —Su sonrisa es infecciosa.
Él asiente.
—Veré lo que puedo hacer, Sr. Jonas.
Me besa una vez más.
Carla está asombrada en silencio.
—Mamá di algo.
—No estás embarazada, ¿verdad, _____? —susurra ella en horror.
—No, no, no, nada como eso. —La decepción rebana a través de mi corazón y me entristece que ella piense eso de mí. Pero recuerdo con una sensación siempre de hundimiento que ella estaba embarazada de mí cuando se casó con mi padre.
—Lo siento cariño. Esto es sólo tan repentino. Quiero decir, Joseph es un buen partido, pero eres tan joven y deberías ver un poco del mundo.
—Mamá ¿no puedes sólo ser feliz por mí? Lo amo.
—Cariño, solo necesito acostumbrarme a la idea. Es un shock. Podía decir en Georgia que había algo muy especial entre ustedes dos, ¿pero el matrimonio…?
En Georgia él me quería como su sumisa, pero no voy a decirle eso a ella.
—¿Fijaron una fecha?
—No.
—Deseo que tu padre estuviera vivo —susurra. Oh no… no esto. No esto, ahora.
—Lo sé mamá. Me hubiera gustado conocerlo también.
—Sólo te sostuvo una vez, y estaba tan orgulloso. Él pensó que eras la niña más hermosa del mundo. —Su voz es un silencio sepulcral mientras la historia familiar es contada… otra vez. Ella estará en lágrimas a continuación.
—Lo sé mamá.
—Y entonces murió. —Lloriquea y sé que esto la ha estallado como lo hace cada vez.
—Mamá —susurro, queriendo llegar por el teléfono y sostenerla.
—Soy una vieja tonta —murmura y lloriquea otra vez—. Por supuesto que estoy feliz por ti, cariño. ¿Ray lo sabe? —agrega y parece haber recuperado su equilibrio.
—Joseph acaba de pedírselo.
—Oh, eso es dulce. Bien. —Ella suena melancólica, pero está haciendo un esfuerzo.
—Sí, lo fue —murmuro.
—_____, cariño, te amo tanto. Estoy feliz por ti. Y ambos deben visitarme.
—Sí mamá. También te amo.
—Bob está llamándome, me tengo que ir. Me gustaría tener una fecha. Necesitamos planear… ¿Estás teniendo una gran boda?
Gran boda, mierda. Ni siquiera he pensado sobre eso. ¿Gran boda? No, no quiero una gran boda.
—No lo sé todavía. Tan pronto como lo haga, llamaré.
—Bien. Cuídense ahora y estén seguros. Ustedes dos necesitan tener algo de diversión… tienen un montón de tiempo para niños más tarde.
¡Niños! Hum… y ahí está otra vez… una referencia no-tan-velada al hecho de que ella me tuvo muy temprano.
—Mamá, ¿realmente no arruiné tu vida o sí?
Ella jadea.
—Oh no _____, nunca pienses eso. Tú fuiste la mejor cosa que jamás nos pasó a tu padre y a mí. Simplemente deseo que estuviera aquí para verte tan crecida y contrayendo matrimonio. —Ella está nostálgica y sentimental nuevamente.
—Deseo eso, también. —Sacudo mi cabeza pensando en mi padre mítico—. Mamá te dejaré irte. Llamaré pronto.
—Te amo cariño.
—Yo también mamá. Adiós.
La cocina de Joseph es un sueño para trabajar. Para un hombre que no sabe nada de cocinar, parece tener todo. Sospecho que la Sra. Jones ama cocinar también. La única cosa que necesito es algo de chocolate de alta calidad para el glaseado. Dejo las dos mitades del pastel en la rejilla de enfriado, agarro mi bolso y asomo mi cabeza alrededor de la puerta del estudio de Joseph. Él está concentrado en la pantalla de su computador. Alza la mirada y me sonríe.
—Solo estoy rumbo a la tienda para recoger algunos ingredientes.
—Está bien. —Me frunce el ceño.
—¿Qué?
—¿Te vas a poner unos vaqueros o algo?
Oh, vamos.
—Joseph sólo son piernas.
Mira hacia mí, disgustado. Esto va a ser una pelea. Y es su cumpleaños. Le ruedo mis ojos, sintiéndome como una adolescente errante.
—¿Qué si estuviéramos en la playa? —Tomo una táctica diferente.
—No estamos en la playa.
—¿Objetarías si estuviéramos en la playa?
Considera esto por un momento.
—No —dice simplemente.
Ruedo mis ojos otra vez y le sonrío con suficiencia.
—Bueno, solo imagina que lo estamos. Nos vemos. —Giro y salgo disparada hacia el vestíbulo. Logro llegar al ascensor antes de que me atrape. Mientras las puertas se cierran, ondeo hacia él, sonriendo dulcemente mientras el observa, indefenso —pero afortunadamente divertido— con ojos estrechados. Sacude la cabeza con exasperación, luego no puedo verlo más.
Oh, fue emocionante. La adrenalina está golpeando a través de mis venas, y mi corazón se siente como que quiere salir de mi pecho. Pero mientras el ascensor desciende, también lo hace mi espíritu. Mierda, ¿qué he hecho? Tengo al tigre por la cola. Él va a estar enojado cuando regrese. Mi subconsciente está mirándome sobre sus gafas de media luna, una vara de sauce en su mano. Mierda. Pienso sobre cuán poca experiencia tengo con los hombres. Nunca antes he vivido con un hombre —bueno, excepto Ray— y por alguna razón no cuenta. Él es mi papá… bueno, el hombre que considero mi papá.
Y ahora tengo a Joseph. Realmente nunca vivió con nadie, creo. Tendré que preguntarle… si todavía está hablándome. Pero creo firmemente que debería usar lo que quiera. Recuerdo sus reglas. Sí, esto debe ser duro para él, pero seguro como el infierno que él pagó por este vestido. Debe haberle dado a Neimans mejores instrucciones. ¡Nada demasiado corto!
Esta falda no es tan corta ¿lo es? Reviso en el gran espejo del vestíbulo. Maldición. Sí, es bastante corta, pero ahora he tomado una postura. Y sin duda voy a tener que afrontar las consecuencias. Me pregunto con indiferencia que hará, pero primero necesito efectivo.
Miro fijamente mi recibo del cajero automático: $51,689.16. ¡Hay cincuenta mil dólares de más! _____, vas a tener que aprender a ser rica también, si dices que sí. Y así comienza. Tomo mis escasos cincuenta dólares y hago mi camino hacia la tienda.
Me dirijo directo a la cocina cuando regreso y no puedo dejar de sentir un escalofrío de alarma. Joseph todavía está en su estudio. Caray, es la mayor parte de la tarde. Decido que mi mejor opción es enfrentarlo y ver cuánto daño he hecho. Doy un vistazo cautelosamente alrededor de la puerta de su estudio. Está en el teléfono, mirando por la ventana.
—¿Y el especialista del Eurocopter llega el lunes en la tarde?... Bien. Sólo mantenme informado. Diles que necesitaré sus conclusiones iniciales el lunes en la noche o el martes en la mañana. —Cuelga y gira su silla en redondo, pero todavía cuando me ve, su expresión es impasible.
—Hola —susurro. Él no dice nada, y mi corazón cae en caída libre hacia mi estómago. Cautelosamente entro a su estudio y camino alrededor de su escritorio hacia dónde él está sentado. Todavía no dice nada, sus ojos nunca dejan los míos. Estoy delante de él, sintiendo cincuenta tonos de estupidez—. He vuelto. ¿Estás enojado conmigo?
Él suspira, estirándose por mi mano y me hala a su regazo, doblando sus brazos a mí alrededor. Entierra la nariz en mi cabello.
—Sí —dice.
—Lo siento. No sé qué me paso. —Me acurruco en su regazo inhalando su aroma celestial a Joseph, sintiéndome segura independientemente del hecho de que está enojado.
—Yo tampoco. Usa lo que te guste —murmura. Corre su mano arriba de mi pierna desnuda hasta mi muslo—. Además, este vestido tiene sus ventajas. —Se dobla para besarme y mientras nuestros labios se tocan, pasión o lujuria o la necesidad bien asentada de enmendarlo se lanza a través de mí y el deseo estalla en mi sangre. Agarro su cabeza en mis manos, sosteniendo mis dedos en su cabello. El gime mientras su cuerpo responde y hambriento muerde mi labio inferior… mi garganta, mi oreja, su lengua invadiendo mi boca y antes de siquiera ser consciente de que está desabrochando sus pantalones, me tira a horcajadas sobre su regazo, y hundiéndose dentro de mí. Agarro el respaldo de la silla, mis pies apenas tocando el suelo… y comenzamos a movernos.
—Me gusta tu versión de la disculpa —respira en mi cabello.
—Y a mí me gusta la tuya. —Me río tontamente, acurrucándome contra su pecho—. ¿Has terminado?
—Cristo _____, ¿quieres más?
—¡No! Tu trabajo.
—Estará listo en aproximadamente media hora. Escuché tu mensaje en mi correo de voz.
—De ayer.
—Sonabas preocupada.
Lo abrazo estrechamente.
—Lo estaba. No es de ti no responder.
Él besa mi cabello.
—Tu pastel debería estar listo en media hora. —Le sonrío y bajo de su regazo.
—Esperando ansiosamente por eso. Olía delicioso, evocador incluso, mientras se estaba horneando.
Sonrío tímidamente abajo hacia él, sintiéndome un poco autoconsciente y él refleja mi expresión. Caray, ¿realmente somos tan diferentes? Tal vez son sus primeros recuerdos de cocina. Inclinándome hacia abajo, planto un suave beso en la esquina de su boca y hago mi camino de vuelta a la cocina.
Estoy toda preparada cuando lo escucho salir de su estudio, y enciendo la solitaria vela dorada en su pastel. Me da una sonrisa ensordecedora mientras pasea hacia mí y le canto suavemente Feliz Cumpleaños. Luego se inclina y sopla, cerrando sus ojos.
—He hecho mi deseo —dice mientras los abre nuevamente y por alguna razón su mirada me hace ruborizarme.
—El glaseado todavía está blando. Espero que te guste.
—No puedo esperar a probarlo _____ —murmura, y hace que suene tan indecente. Corto una rodaja para cada uno de nosotros y lo atacamos con pequeños tenedores de postre—. Mmm —gime en apreciación—. Esto es por lo que quiero casarme contigo.
Y río con alivio… le gusta.
—¿Lista para enfrentar a mi familia? —Joseph apaga el R8. Estamos estacionados frente al camino de sus padres.
—Sí. ¿Vas a decirles?
—Por supuesto. Estoy deseando ver sus reacciones. —Me sonríe malvadamente y bajamos del auto.
Son las siete y media, y aunque ha sido un día cálido, hay una brisa fresca nocturna soplando la bahía. Tiro mi chal alrededor mientras salgo del auto. Estoy usando un vestido de coctel verde esmeralda que encontré esta mañana mientras estaba hurgando en el armario. Tiene un cinturón ancho que hace juego. Joseph toma mi mano y nos dirigimos hacia la puerta de enfrente. Carrick abre amplio antes de que pueda tocar.
—Joseph, hola. Feliz cumpleaños hijo. —Él toma la mano que Joseph ofrece, pero lo hala en un breve abrazo, sorprendiéndolo.
—Er… gracias papá.
—_____, que encantador verte otra vez. —Me abraza, también, y lo seguimos dentro de la casa.
Antes de que podamos poner un pie en la sala de estar, Kate viene disparada por el pasillo hacia nosotros dos. Ella parece furiosa.
¡Oh no!
—¡Ustedes dos! Quiero hablar con ustedes —gruñe en su voz de mejor-no-jodas-conmigo. Miro nerviosamente a Joseph, quién se encoge de hombros y decide seguirle la corriente a ella mientras la seguimos hacia el comedor, dejando a Carrick perplejo en el umbral de la sala de estar. Ella cierra la puerta y se gira hacia mí—. ¿Qué demonios es esto? —sisea y ondea un pedazo de papel hacia mí. Completamente desconcertada, lo tomo y escaneo rápidamente. Mi boca se seca. Santa mierda. Es mi correo electrónico de respuesta a Joseph, discutiendo el contrato.
―¿Estás segura de esto? ―pregunta, sin embargo, su mirada se calienta ansiosa.
―Sí ―murmuro, sonriendo tímidamente hacia él.
Sus ojos se ablandan.
―¿Hay alguna cosa que no quieres hacer?
Estoy confusa por su inesperada pregunta, y mi mente va a toda marcha. Un pensamiento se me ocurre.
―No quiero que tomes fotos de mí.
Él permanece quieto, y su expresión se endurece cuando ladea la cabeza hacia un lado y me mira especulativamente. Oh, mierda. Creo que me va a preguntar por qué, pero afortunadamente no lo hace.
―Está bien ―murmura. Frunce el ceño mientras abre la puerta, luego se para a un lado para darme paso a la habitación. Siento sus ojos en mí cuando me sigue dentro y cierra la puerta.
Colocando la caja de regalo en la cómoda, saca el iPod, lo enciende, y entonces se mueve hasta el centro de música en la pared de modo que las puertas de cristal ahumado se abren deslizándose silenciosamente. Aprieta algunos botones, y después de un momento, el sonido de un tren subterráneo hace eco por la habitación. Él le baja el volumen de modo que el ritmo lento, hipnótico electrónico que sigue entra en ambiente. Una mujer comienza a cantar, no sé quién es ella, pero su voz es suave y ronca, y el ritmo es desmesurado, deliberado… erótico. Oh. Es música para hacer el amor.
Joseph se vuelve hacia mí mientras yo permanezco en el centro de la habitación, mi corazón late con fuerza, mi sangre canta en mis venas, palpitando ―o es lo que siento― coordinado al ritmo de la música seductora. Él se pasea casualmente hacia mí y me tira de la barbilla, de modo que ya no me muerda el labio.
―¿Qué es lo que quieres hacer, _____? ―murmura, plantando un casto beso suave en la comisura de mis labios, sus dedos sin soltar mi barbilla.
―Es tu cumpleaños. Lo que tú quieras ―le susurro. Traza su pulgar a lo largo de mi labio inferior, su ceño fruncido, una vez más.
―¿Estamos aquí porque crees que quiero estar aquí? ―Sus palabras son suaves, pero él me mira intensamente.
―No ―le susurro―. Quiero estar aquí, también.
Su mirada se oscurece, cada vez más audaz mientras valora mi respuesta. Después de lo que parece una eternidad, él habla:
―Oh, hay tantas posibilidades, señorita Steele. ―Su voz es baja, excitante―. Pero vamos a empezar con conseguir que te desnudes. ―Él saca el cinturón de mi bata de modo que cae abierta, revelando mi camisón de seda, y luego da un paso atrás y se sienta tranquilamente en el brazo del sofá―. Quítate la ropa. Poco a poco. ―Me da una mirada sensual y desafiante.
Trago compulsivamente, presionando mis muslos juntos. Ya estoy húmeda entre mis piernas. Mi diosa interior está totalmente desnuda y de pie en línea, lista y esperando, y rogándome ponerse al día. Empujo la bata fuera de mis hombros, nunca dejando mis ojos los suyos, y encogiéndome de hombros, la dejo caer al suelo ondulando. Sus fascinantes ojos ambarinos arden, y recorre su dedo índice sobre sus labios mientras me mira.
Deslizando los tirantes de mi camisón fuera de mis hombros, lo miro fijamente por impulso, y luego los libero. Mi camisón pasa rozando y ondeando suavemente por mi cuerpo, apiñándose a mis pies. Estoy desnuda y casi jadeando y tan lista.
Joseph se detiene por un momento, y me maravillo ante la franca apreciación carnal en su expresión. De pie, se dirige hacia la cómoda y toma su corbata gris plateado… mi corbata favorita. La toma a través de sus dedos mientras se da vuelta y pasea casualmente hacia mí, con una sonrisa en los labios. Cuando se pone delante de mí, espero que me pida las manos, pero no lo hace.
―Creo que estás mal vestida, señorita Steele ―murmura. Coloca la corbata alrededor de mi cuello, y poco a poco, pero hábilmente, la ata en lo que supongo que es un buen nudo Windsor. A medida que ajusta el nudo, sus dedos rozan la base de mi garganta y electricidad brota a través de mí, haciéndome jadear. Él deja la parte ancha de la corbata larga, lo suficientemente largo para que la punta roce mi vello púbico―. Te ves muy bien ahora, Señorita Steele ―dice y se inclina para darme un beso suavemente en los labios. Se trata de un beso rápido, y quiero más, el deseo envolviéndose desenfrenadamente a través de mi cuerpo―. ¿Qué vamos a hacer contigo ahora? ―dice, y luego recogiendo la corbata, tira fuertemente de manera que me veo obligada a ir hacia adelante en sus brazos. Sus manos se sumergen en mi cabello y tira mi cabeza hacia atrás, y realmente me besa, duro, su lengua implacable y despiadada. Una de sus manos ronda suelta por mi espalda hasta acunar mi trasero.
Cuando él se retira, está jadeando también y mirando hacia mí, con los ojos ámbar fundido; y me quedo con ganas, sin aliento, mi ingenio totalmente disperso. Estoy segura de que mis labios se hinchan después de su asalto sensual.
―Date la vuelta ―ordena suavemente y yo obedezco. Empujando de mi cabello libre de la corbata, rápidamente lo trenza y asegura. Él tira de la trenza de modo que mi cabeza se inclina en alto―. Tienes un cabello hermoso, _____ ―murmura y me besa la garganta, enviándome escalofríos corriendo arriba y abajo por mi espina dorsal―. Sólo tienes que decir basta. Ya lo sabes, ¿no? ―susurra contra mi garganta.
Asiento con la cabeza, los ojos cerrados, y saboreo sus labios sobre mí. Me da la vuelta una vez más y recoge el final de la corbata.
―Ven ―dice, tirando con suavidad, llevándome hacia la cómoda donde el resto del contenido de la caja está desplegado―. ____, estos objetos. ―Levanta el obturador de trasero―. Este es de una talla demasiado grande. Como una virgen anal que eres, no querrás comenzar con esto. Queremos empezar con esto. ―Levanta su dedo meñique, y yo jadeo, sorprendida. Dedos… ¿allí? Él sonríe hacia mí, y la idea desagradable de la puñalada anal mencionada en el contrato me viene a la mente―. Sólo dedo… en singular ―dice en voz baja con la extraña habilidad que tiene de leer mi mente.
Mis ojos se lanzan a los suyos. ¿Cómo hace eso?
―Estas pinzas son perversas. ―Él prueba las pinzas de pezones―. Utilizaremos estas. ―Él pone otro par de pinzas diferentes en la cómoda. Parecen gigantes horquillas negras para el cabello, pero con pequeñas joyas que cuelgan de ellas―. Son ajustables ―murmulla Joseph, su voz mezclada con dulce preocupación.
Parpadeo hacia él, con los ojos abiertos. Joseph, mi mentor sexual. Sabe mucho más sobre todo que yo. Nunca me pondré al día. Frunzo el ceño. Él sabe más que yo de la mayoría de las cosas… excepto cocinar.
―¿Entendido? ―pregunta.
―Sí ―digo en voz baja, la boca seca―. ¿Vas a decirme lo que piensas hacer?
―No. Me lo estoy inventando sobre la marcha. Esto no es una escena, _____.
―¿Cómo debo comportarme?
Su frente se arruga.
―Como quieras hacerlo.
¡Oh!
―¿Esperabas mi alter ego, _____? ―pregunta, con un tono vagamente burlón y desconcertado a la vez. Parpadeo hacia él.
―Bueno, sí. Me gusta ―murmuro. Él sonríe con su sonrisa reservada y se estira para pasar su pulgar por mi mejilla.
―Sabes, ahora ―suspira y roza su pulgar por mi labio inferior―, soy tu amante, _____, no tu Dominante. Me encanta escuchar tu carcajada y tu risita tonta de niña. Me gusta verte relajada y feliz, como lo eras en las fotos de José. Esa es la chica que apareció en mi oficina. Esa es la chica de la que me enamoré.
Santo cielo. Mi boca cae abierta, y florece una cálida bienvenida en mi corazón. Es alegría… pura alegría.
―Pero habiendo dicho todo esto, también me gusta hacer cosas rudas contigo, Señorita Steele; y mi alter ego sabe un truco o dos. Por lo tanto, haz lo que te diga y da la vuelta. ―Sus ojos brillan de maldad, y la alegría se mueve bruscamente hacia el sur, agarrándome con fuerza y apretándome todos los tendones debajo de mi cintura. Hago lo que me dice. Detrás de mí, él abre uno de los cajones y un momento después está delante de mí otra vez―. Ven ―ordena y me remolca por la corbata, llevándome hasta la mesa.
A medida que caminamos junto al sofá, me doy cuenta por primera vez que todas las varas se han desvanecido. Me distrae. ¿Estaban allí ayer, cuando entré? No me acuerdo. ¿Joseph las había movido? ¿La Señora Jones? Joseph interrumpe mi línea de pensamiento.
―Quiero que te arrodilles en esto ―dice cuando estamos en la mesa.
Oh, está bien. ¿Qué tiene en mente? Mi diosa interna no puede esperar para saber; ya se ha echado con las piernas abiertas sobre la mesa y lo mira con adoración.
Él me levanta suavemente sobre la mesa, y yo doblo las piernas por debajo de mí y me arrodillo delante de él, sorprendida por mi propia gracia. Ahora estamos cara a cara. Él pasa sus manos por mis muslos, agarra mis rodillas, empuja mis piernas abriéndolas, y se pone de pie justo en frente mí. Se ve muy serio, sus ojos más oscuros, encubiertos... lujurioso.
―Brazos a tus espaldas. Voy a esposarte.
Él saca unas esposas de cuero de su bolsillo de atrás y se estira mí alrededor. Esto es todo. ¿A dónde me va a llevar esta vez?
Su cercanía es intoxicante. Este hombre va a ser mi marido. ¿Puede una desear a un marido así? No recuerdo haber leído algo así en ningún lugar. No lo puedo resistir, y rozo mis labios entreabiertos por su mandíbula, sintiendo su barba incipiente, una embriagadora combinación de rastrojo y suavidad, bajo mi lengua. Él se queda inmóvil y cierra los ojos. Su respiración se tambalea y se retira.
―Detente. O esto será más mucho más rápido de lo que cualquiera de nosotros quiere ―me advierte. Por un momento, creo que podría estar enfadado, pero luego sonríe y sus ardientes ojos son iluminan con diversión.
―Eres irresistible ―digo haciendo puchero.
―¿Lo soy ahora? ―dice secamente.
Asiento con la cabeza.
―Bueno… no me distraigas, o te voy amordazar.
―Me gusta distraerte ―susurro, mirándolo tercamente, y ladea una ceja hacia mí.
―O serán nalgadas.
¡Oh! Trato de ocultar mi sonrisa. Hubo una vez, no hace mucho tiempo, cuando había sido sometida por esta amenaza. Nunca habría tenido el valor de besarlo, de forma espontánea, mientras se encontraba en esta habitación. Me doy cuenta ahora, que ya no estoy intimidada por él. Esto es una revelación. Sonrío maliciosamente, y él me sonríe.
―Compórtate ―gruñe y se hace para atrás, mirándome y golpeando las esposas de cuero en su palma. Y la advertencia está ahí, implícita en sus acciones. Trato de lucir arrepentida, y creo que tengo éxito. Él se me acerca de nuevo―. Eso es mejor ―susurra y se inclina detrás de mí una vez más con las esposas. Me resisto a tocarlo, pero inhalo su aroma glorioso de Joseph, aún fresco de la ducha la noche anterior. Hmm… Debería embotellar esto.
Espero a que espose mis muñecas, pero sujeta cada esposa por encima de mis codos. Eso me hace arquear la espalda, empujando mis pechos hacia adelante, a pesar de que mis codos no están de ningún modo entre sí. Cuando ha terminado, se para hacia atrás para admirarme.
―¿Se siente bien? ―pregunta. No es la más cómoda de las posiciones, pero estoy tan conectada con anticipación para ver a dónde va con esto que asiento, débil con deseo—. Bien. ―Él saca la máscara de su bolsillo trasero―. Creo que has visto suficiente por ahora ―murmura. Desliza la máscara sobre mi cabeza, tapándome los ojos. Mis respiraciones repuntan. Dios. ¿Por qué no ser capaz de ver lo erótico? Estoy aquí, atada y de rodillas sobre una mesa, a la espera… dulce anticipación caliente y pesada dentro de mi vientre. Todavía puedo oír, sin embargo, y sigue el ritmo melódico constante de la pista. Resuena a través de mi cuerpo. No lo había notado antes. Debe tenerlo en repetición.
Joseph retrocede. ¿Qué está haciendo? Se mueve de nuevo hacia la cómoda y abre un cajón, luego lo cierra de nuevo. Un momento más tarde está de vuelta, y lo siento delante de mí. Hay un picante, rico olor, almizclado en el aire. Es delicioso, casi se me hace la boca agua.
―No quiero arruinar mi corbata favorita ―murmura. Poco a poco lo dice mientras la deshace.
Inhalo con fuerza cuando la punta de la corbata viaja hasta arriba por mi cuerpo, haciéndome cosquillas a su paso. ¿Arruinar su corbata? Escucho agudamente para determinar lo que va a hacer. Él está frotándose las manos entre sí. Sus nudillos de repente se deslizan sobre mi mejilla, hasta llegar a mi mandíbula siguiendo mi línea de la mandíbula.
Mi cuerpo salta a la atención a medida que su contacto envía un delicioso escalofrío a través de mí. Su mano se flexiona sobre mi cuello, y éste resbala con el dulce aroma de aceite de modo que su mano se desliza suavemente hacia abajo por mi garganta, a través de mi clavícula, y hasta mi hombro, sus dedos masajeando con cuidado a medida que avanzan. Oh, estoy recibiendo un masaje. No es lo que esperaba.
Él coloca su otra mano en mi otro hombro y comienza un nuevo viaje burlón lento a través de mi clavícula. Gimo en voz baja mientras él se abre camino hacia abajo, hacia mis pechos cada vez más doloridos, doliendo por su tacto. Es tentador. Arqueo más mi cuerpo bajo su excelente toque, pero sus manos se deslizan a mis lados, lentas y medidas, al ritmo de la música, y evitan calculadamente mis pechos. Gimo, pero no sé si es de placer o frustración.
―Eres tan hermosa, _____ ―murmura en voz baja y ronca, con la boca junto a mi oído. Su nariz sigue a lo largo de mi mandíbula, mientras continúa masajeándome, debajo de mis pechos, a través de mi vientre, hacia abajo… Me besa fugazmente en los labios, luego corre su nariz a lo largo de mi cuello, mi garganta. Santo cielo, estoy en llamas…. Su cercanía, sus manos, sus palabras―. Y muy pronto vas a ser mi esposa para tener y mantener ―susurra.
Oh mi…
―Para amar y cuidar.
Jesús.
―Con mi cuerpo, te voy a adorar.
Inclino mi cabeza hacia atrás y gimo. Sus dedos se deslizan a través de mi vello púbico, por encima de mi sexo, y frota la palma de su mano contra mi clítoris.
―Señora Jonas ―susurra mientras la palma de su mano trabaja en contra de mí.
Jadeo.
―Sí ―respira mientras su palma de la mano sigue atormentándome―. Abre tu boca.
Mi boca ya está abierta dado que estoy jadeando. La abro más, y él desliza un objeto grande de metal frío entre mis labios. Con la forma de un chupete de bebé de gran tamaño, tiene pequeños surcos o tallas, y lo que se siente como una cadena al final. Es grande.
―Succiona ―me ordena en voz baja―. Voy a poner esto en tu interior.
¿Dentro de mí? ¿Dentro de mí, dónde? Mi corazón se tambalea en mi boca.
―Succiona ―repite y detiene las palmas de sus manos.
No. No te detengas, me dan ganas de gritar, pero mi boca está llena. Sus manos aceitadas se deslizan de vuelta a mi cuerpo y, finalmente, ahuecan mis pechos olvidados.
―No dejes de succionar.
Suavemente enrolla mis pezones entre sus dedos pulgar e índice, y se endurecen y alargan bajo su toque experto, enviando ondas sinápticas de placer hasta llegar a mi ingle.
―Tienes esos hermosos pechos, _____ ―murmura y mis pezones se endurecen aún más en respuesta. Murmura su aprobación y yo jadeo. Sus labios se mueven hacia abajo desde mi cuello hacia un pecho, dejando suaves mordiscos y succionando una y otra vez, hacia abajo hasta mi pezón, y de repente siento la presión de la pinza.
―¡Ah! ―Ahogo mí gemido a través del dispositivo en mi boca. Santo cielo, la sensación es exquisita, en bruto, doloroso, placentero… oh… el pellizco. Con suavidad, lame el pezón sobrio con su lengua, y cuando lo hace, se aplica al otro. La mordedura de la segunda pinza es igual de dura. Pero igual de buena. Gimo ruidosamente.
―Siéntelo ―susurra.
Oh, sí. Lo hago. Lo hago.
―Dame esto. ―Él tira suavemente del chupete ornamentado de metal en mi boca, y yo lo suelto. Sus manos una vez más viajan por mi cuerpo, hacia mi sexo. Se ha re-aceitado las manos. Se deslizan en torno a mi espalda.
Se me corta la respiración. ¿Qué va a hacer? Me pongo tensa en mis rodillas mientras pasa sus dedos entre mis nalgas.
—Calla, tranquila ―respira junto a mi oído y me besa en el cuello mientras sus dedos me golpean y juegan conmigo.
¿Qué va a hacer? Su otra mano se desliza por mi vientre hacia mi sexo, palmeándome una vez más. Adentra sus dedos en mi interior, y me quejo ruidosamente, con aprecio.
―Voy a poner esto en tu interior ―murmura―. No aquí. ―Sus dedos se arrastran entre mis nalgas, extendiendo el aceite―. Sino aquí. ―Mueve sus dedos de ida y vuelta, una y otra vez, dentro y fuera, golpeando la pared frontal de mi vagina. Gimo y mis refrenados pezones se hinchan.
―Ah.
―Calla. ―Joseph quita sus dedos y desliza el objeto dentro de mí. Él acuna mi cara y me besa, su boca invadiendo la mía, y oigo un chasquido muy débil. Al instante el artefacto dentro de mí empieza a vibrar… ¡allá abajo! Jadeo. La sensación es extraordinaria; más allá de cualquier cosa que haya sentido antes.
―¡Ah!
―Tranquila ―me calma Joseph, ahogando mis jadeos con su boca. Sus manos se mueven hacia abajo y tiran con mucha suavidad de las pinzas. Grito en voz alta.
―¡Joseph, por favor!
―Silencio, nena. Aguanta ahí.
Esto es demasiado ―todo está sobre estimulación― en todas partes. Mi cuerpo empieza a elevarse, y de rodillas, soy incapaz de controlar la acumulación. Oh mi… ¿Seré capaz de manejar esto?
―Buena chica ―me tranquiliza.
―Joseph ―jadeo, sonando desesperada, incluso a mis propios oídos.
―Silencio, siéntelo, _____. No tengas miedo. ―Sus manos están ahora en mi cintura, sosteniéndome, pero no me puedo concentrarme en sus manos, lo que hay dentro de mí, y las pinzas, también.
Mi cuerpo se está erigiendo, preparando una explosión… con las vibraciones incesantes y la tortura dulce, deliciosa de mis pezones. Santo infierno. Va a ser muy intenso. Sus manos se mueven de mis caderas, hacia abajo y alrededor, suaves y aceitadas, tocando, sintiendo, amasando mi piel… amasando mi trasero.
―Tan hermosa ―murmura y de repente empuja suavemente un dedo ungido dentro de mí… ¡allí! En mi trasero. Mierda. Se siente extraño, lleno, prohibido. Pero, oh, tan, bueno. Y se mueve lentamente, deslizándose dentro y fuera, mientras que sus dientes pacen por mi barbilla elevada―. Tan hermosa, _____.
Estoy suspendida en lo alto, muy por encima de un barranco ancho, muy amplio, y estoy volando luego cayendo vertiginosamente al mismo tiempo, sumiendo a la Tierra. No puedo sostenerlo más, y grito mientras mi cuerpo convulsiona y culmina en la plenitud abrumadora. A medida que mi cuerpo estalla, no soy nada más que sensación… en todas partes. Joseph libera primero una y luego la otra pinza, causando que mis pezones canten con una oleada de dulce, deliciosa sensación dolorosa, pero es oh-tan-buena que hace que mi orgasmo, este orgasmo, siga y siga. Su dedo permanece donde está, con suavidad deslizándose dentro y fuera.
―¡Argh! ―grito, y Joseph se envuelve alrededor de mí, sosteniéndome, a medida que mi cuerpo sigue vibrando sin piedad en mi interior―. ¡No! ―grito una vez más, rogando, y esta vez retira el vibrador de mí, y su dedo, también, mientras que mi cuerpo sigue convulsionando.
Desata una de las esposas de modo que mis brazos caen libres. Mi cabeza cuelga en su hombro y estoy perdida, perdida en toda esta sensación abrumadora. Soy toda aliento agotado, deseo exhausto y un dulce y bienvenido olvido.
Vagamente, me doy cuenta que Joseph me levanta, me lleva a la cama y me acuesta en las frías sábanas de satén. Después de un momento, sus manos, todavía con aceite, frotan gentilmente la parte trasera de mis muslos, mis rodillas, mis pantorrillas y mis hombros. Siento la cama descender cuando él se extiende a mi lado. Me quita la máscara, pero no tengo la energía para abrir los ojos. Encontrando mi trenza, él deshace el nudo de cabello y se inclina, besándome suavemente en los labios. Sólo mi errática respiración perturba el silencio en la habitación y se equilibra mientras floto lentamente de vuelta la Tierra. La música se ha detenido.
―Tan hermosa ―murmura.
Cuando logro abrir un ojo, él me está mirando, sonriendo suavemente.
―Hola ―dice. Me las arreglo para gruñir una respuesta, y su sonrisa se amplía―. ¿Lo suficientemente brusco para ti?
Asiento y le doy una sonrisa a regañadientes. Caray, más rudo y tendría que dar palmadas a los dos.
―Creo que estás intentando asesinarme ―murmuro.
―Muerte por orgasmo. ―Sonríe con suficiencia―. Hay formas mucho peores ―dice, pero luego frunce el ceño ligeramente mientras un pensamiento poco placentero cruza su mente. Me angustia. Me estiro y acaricio su cara.
―Puedes matarme así en cualquier momento ―susurro. Noto que está gloriosamente desnudo y listo para la acción. Cuando toma mi mano y besa mis nudillos, me inclino y capturo su rostro entre mis manos y empujo su boca contra la mía. Me besa un momento, luego se detiene.
―Esto es lo que quiero hacer ―murmura y se estira bajo su almohada en busca del control remoto de la música. Presiona un botón y los suaves acordes de una guitarra hacen eco en las paredes—. Quiero hacerte el amor ―dice, mirándome, sus ojos ambarinos brillando intensamente, amando con sinceridad. De fondo, suavemente, una voz familiar empieza a cantar "La Primera Vez que Vi tu Rostro", y sus labios encuentran los míos.
Mientras me aprieto a su alrededor, encontrando mi liberación una vez más, Joseph se deshace en mis brazos, su cabeza para atrás mientras grita mi nombre. Me agarra apretadamente contra su pecho mientras nos sentamos nariz con nariz en la mitad de la enorme cama, yo a horcajadas de él. Y en este momento ―este momento de alegría con este hombre y esta música―, la intensidad de mi experiencia esta mañana aquí con él y todo lo que ha ocurrido durante la semana pasada me abruma de nuevo, no sólo físicamente, sino también emocionalmente. Estoy tan profunda, profundamente enamorada de él. Por primera vez veo un brillo de entendimiento en cuanto a cómo se siente él respecto a mi seguridad.
Recordando su incidente con Charlie Tango ayer, me estremezco con el pensamiento y las lágrimas inundan mis ojos. Si algo alguna vez le pasara… lo amo tanto. Mis lágrimas se deslizan sin permiso por mis mejillas. Hay tantas caras de Joseph ―su dulce y gentil personalidad, y su rudo y Dominante lado depuedo-hacer-lo-que-me-plazca-contigo-y-te-vendrás-como-un-tren―, sus Cincuenta Sombras, todo de él. Todo es espectacular. Todo es mío. Y noto que no nos conocemos bien el uno al otro, y tenemos una montaña de asuntos con los que lidiar, pero sé que, por ambos, lo haremos, y tendremos una vida entera para hacerlo.
―Oye ―susurra, agarrando mi cabeza en sus manos, mirándome. Está todavía dentro de mí―. ¿Por qué estás llorando? ―Su voz está llena de preocupación.
―Porque te amo tanto ―susurro. Él medio cierra los ojos como si estuviera drogado, absorbiendo mis palabras. Cuando los abre de nuevo, resplandecen con su amor.
―Y yo a ti, _____. Tú me… completas. ―Me besa cariñosamente mientras Roberta Flack termina su canción.
Hemos hablado, hablado, y hablado, sentados juntos en la cama del salón de juegos, yo en su regazo, nuestras piernas alrededor de las de cada uno. La sábana de satén rojo está envuelta a nuestro alrededor como un capullo real, y no tengo idea de cuánto tiempo ha pasado. Joseph está riéndose de mi imitación de Katherine durante la sesión de fotos en el Heathman.
―Y pensar que podría haber sido ella la viniera a entrevistarme. Gracias al Señor por el resfriado común ―murmura y besa mi nariz.
―Creo que tenía gripe, Joseph ―lo regaño, deslizando mis dedos ociosamente a través del vello de su pecho y maravillándome porque esté tolerándolo tan bien―. Todos los azotes se han ido ―murmuro, recordando mi distracción de antes. Él acomoda mi cabello tras mi oreja por enésima vez.
―No creo que alguna vez pases ese límite duro.
―No, no creo que lo haga ―susurro con los ojos ampliamente abiertos, luego me encuentro a mí misma mirando las fustas, palas y floggers que están alineados en la pared opuesta. Él sigue mi mirada.
―¿Quieres que me deshaga de esos también? ―Está divertido, pero es sincero.
―No del fuete… el marrón. O de ese flogger suizo, ya sabes. ―Me sonrojo.
Él me sonríe.
―De acuerdo, el fuete y el flogger. Vaya, Señorita Steele, estás llena de sorpresas.
―Igual que tú, Sr. Jonas. Es una de la cosas que amo de ti. ―Lo beso suavemente en la esquina de su boca.
―¿Qué otra cosa amas de mí? ―pregunta, y sus ojos se amplían.
Sé que es gran cosa para él hacer esta pregunta. Aquello me llena de humildad y parpadeo hacia él. Amo todo de él, incluso sus Cincuenta sombras. Sé que la vida con Joseph jamás será aburrida.
―Esto. ―Deslizo mi dedo índice a lo largo de sus labios―. Amo esto, y lo que sale de ahí, y lo que me haces con ella. Y lo que está aquí. ―Acaricio su frente―. Eres tan listo, ingenioso, culto y competente en tantas cosas. Pero sobre todo, amo lo que está aquí. ―Presiono mi palma gentilmente contra su pecho, sintiendo el equilibrado latir de su corazón―. Eres el hombre más compasivo que alguna vez he conocido. Lo que haces. Cómo trabajar. Es impresionante ―susurro.
―¿Impresionante? ―Está perplejo, pero hay un rastro de humor en su cara. Luego su rostro se transforma, y su tímida sonrisa aparece como si estuviera avergonzado, y quiero lanzarme sobre él. Así que lo hago.
Estoy durmiendo, envuelta en satén y en Jonas. Joseph me despierta acariciándome.
―¿Hambrienta? ―susurra.
―Hmm, famélica.
―También yo.
Me inclino para verlo tumbado en la cama.
―Es tu cumpleaños, Sr. Jonas. Te cocinaré algo. ¿Qué te gustaría?
―Sorpréndeme. ―Desliza su mano por mi espalda, acariciándome gentilmente―. Debería revisar mi BlackBerry por todos los mensajes que no vi ayer. ―Suspira y empieza a sentarse, y sé que este momento especial se ha terminado… por ahora―. Duchémonos ―dice.
¿Quién soy para rechazar al cumpleañero?
Joseph está en su estudio, al teléfono. Taylor está con él, luciendo serio pero casual en sus jeans y una camiseta negra apretada. Me ocupo en la cocina haciendo el almuerzo. He encontrado filetes de salmón en el refrigerador, y estoy cociéndolos con limón, haciendo ensalada y cociendo papás pequeñas. Me siento extraordinariamente relajada y feliz, en la cima del mundo… literalmente. Volviéndome hacia la enorme ventana, miro al glorioso cielo azul. Toda esa charla… todo el sexo… hmm. Una chica podría acostumbrarse a eso.
Taylor emerge del estudio, interrumpiendo mi ensueño. Apago mi iPod y saco uno de los audífonos.
―Hola, Taylor.
―_____. ―Asiente.
―¿Tu hija está bien?
―Sí, gracias. Mi ex-esposa pensó que ella tenía apendicitis, pero estaba exagerando, como de costumbre. ―Taylor pone los ojos en blanco, sorprendiéndome―. Sophie está bien, aunque tiene un repugnante parásito estomacal.
―Lo lamento.
Sonríe.
―¿Charlie Tango ha sido localizado?
―Sí. El equipo de recuperación está en camino. Debería regresar a Boeing Field tarde en la noche.
―Oh, qué bien.
Me da una incómoda sonrisa.
―¿Eso será todo, señora?
―Sí, sí, por supuesto. ―Me sonrojo, ¿alguna vez me acostumbraré a que Taylor me llame señora? Me hace sentir tan vieja, al menos de treinta.
Asiente y se dirige al gran salón. Joseph está todavía al teléfono. Estoy esperando que las papas hiervan. Aquello me da una idea. Buscando en mi bolso, encuentro mi BlackBerry. Hay un texto de Kate.
*Te veo esta noche. Esperando una laaaarga charla*
Texteo de vuelta.
*Yo igual*
Será bueno hablar con Kate.
Abriendo el programa de e-mail, rápidamente tecleo un mensaje para Joseph.
_______________________
De: ____ Steele
Asunto: Almuerzo
Fecha: Junio 18, 2011 13:12
Para: Joseph Jonas
Querido Sr. Jonas.
Te envío este e-mail para informarte que tu almuerzo está casi listo. Y que tuve un sexo pervertido alucinante esta mañana. El sexo pervertido o de cumpleaños debería ser recomendado. Y, otra cosa… te amo.
_____x
(Tu prometida)
Escucho cuidadosamente por una reacción, pero él todavía está al teléfono. Me encojo de hombros. Tal vez está demasiado ocupado. Mi BlackBerry vibra.
______________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Sexo Pervertido
Fecha: Junio 18, 2011 13:15
Para: _____ Steele
¿Qué aspecto fue más alucinante?
Tomaré nota.
Joseph Jonas, Gerente General Famélico y Exhausto Después de Los Esfuerzos Matutinos, Jonas Enterprises Holdings Inc.
PD: Adoro tu firma.
PPD: ¿Qué sucedió con el arte de la conversación?
________________________
De: _____ Steele
Asunto: ¿Famélico?
Fecha: Junio 18, 2011 13:18
Para: Joseph Jonas
Querido Sr. Jonas.
Traigo tu atención a la primera línea de mi e-mail previo informándote que tu almuerzo está, de hecho, casi listo… así que nada de esta tontería de famélico y exhausto. Con respecto a los aspectos alucinantes de tu sexo pervertido… francamente: todos ellos. Estaría interesada en leer tus notas. Y me gusta tu firma agrupada también.
_____x
(Tu prometida)
PD: ¿Desde cuándo has sido tan locuaz? ¡Y estás al teléfono!
Presiono enviar y levanto la mirada, y él está de pie frente a mí, sonriendo con suficiencia. Antes de que pueda decir algo, se acerca al pasillo de la cocina, me arrastra a sus brazos y me besa serenamente.
―Eso es todo, señorita Steele ―dice, liberándome, y pasea, en sus jeans, pies desnudos y camisa blanca sin meter, de vuelta a su oficina, dejándome sin aliento.
He hecho una salsa de berro, cilantro y crema agria para acompañar el salmón, y he arreglado la barra de desayuno. Odio interrumpirlo mientras está trabajando, pero ahora estoy en el umbral de su oficina. Todavía está al teléfono, con su cabello de acabo-de-follar y brillantes ojos ambarinos, un festín nutritivo visual. Levanta la mirada cuando me ve y no aparta sus ojos de mí. Frunce el ceño ligeramente y no sé si es por mí o por su conversación.
―Sólo déjalos pasar y no los dejes solos. ¿Entiendes, Mia? ―sisea y pone los ojos en blanco―. Bien.
Hago mímica de comer y él me sonríe y asiente.
―Te veré después. ―Cuelga―. ¿Una llamada más? ―pregunta.
―Seguro.
―Ese vestido es muy corto ―añade.
―¿Te gusta? ―Le doy una vuelta rápida. Es una de la compras de Caroline Acton. Un vestido veraniego color turquesa, probablemente más adecuado para la playa, pero es un día tan bonito en tantos niveles. Él frunce el ceño y mi rostro caer.
―Te ves fantástica en él, _____. Simplemente no quiero que nadie más te vea así.
―¡Oh! ―Frunzo el ceño hacia él―. Estamos en casa, Joseph. No hay nadie más aparte del personal.
Su boca se retuerce y, o está intentando esconder su diversión o realmente no cree que esto sea gracioso. Pero, eventualmente, asiente, tranquilizado. Sacudo la cabeza, ¿de verdad está hablando en serio? Me dirijo a la cocina.
Cinco minutos después, está de nuevo frente a mí, sosteniendo el teléfono.
―Tengo a Ray para ti ―murmura, sus ojos cautelosos.
Todo el aire deja mi cuerpo de inmediato. Tomo el teléfono y cubro el micrófono.
―¡Le dijiste! ―siseo. Joseph asiente, y sus ojos se amplían ante mi obvia mirada de angustia.
¡Mierda! Tomo una profunda respiración.
―Hola, papá.
―Joseph acaba de preguntar si puede casarse contigo ―dice Ray.
Oh, Mierda. El silencio se extiende entre nosotros y desesperadamente pienso en qué decir. Ray, como es costumbre, permanece en silencio, sin darme una pista de cuál es su reacción ante las noticias.
―¿Qué le dijiste? ―respondo entrecortadamente.
―Dije que quería hablar contigo. Es un poco repentino, ¿no lo crees, _____? No lo has conocido por mucho tiempo. Quiero decir, es un tipo agradable, sabe pescar… pero, ¿tan pronto? ―Su voz es calmada y medida.
―Sí. Es repentino… espera. ―Apresuradamente, dejo el área de la cocina, lejos de la ansiosa mirada de Joseph y me dirijo hacia la gran ventana. Las puertas hacia el balcón están abiertas, y doy un paso hacia la luz del sol. No puedo caminar hacia el límite. Está demasiado arriba―. Sé que es repentino y todo, pero… bueno, lo amo. Me ama. Quiere casarse conmigo, y nunca habrá nadie más para mí. ―Me sonrojo pensando que ésta es probablemente la conversación más íntima que alguna vez he tenido con mi padrastro.
Ray está en silencio al otro lado del teléfono.
―¿Le has dicho a tu madre?
―No.
―_____... sé que él es rico y elegible, ¿pero casarse? Es un paso tan grande. ¿Estás segura?
―Él es mi felices por siempre ―susurro.
―Guau ―dice Ray tras un momento, su tono más suave.
―Lo es todo.
―_____, _____, _____. Eres una mujer joven tan testaruda. Espero por Dios que sepas lo que estás haciendo. Pásamelo, ¿quieres?
―Seguro, papá, ¿y me entregarás en la boda? ―pregunto calmadamente.
―Oh, cariño. ―Su voz se rompe, y está callado por unos cuantos momentos, la emoción en sus voz trayendo lagrimas a mis ojos―. Nada me daría mayor placer ―dice eventualmente.
Oh, Ray. Te quiero tanto… trago saliva, para evitar seguir llorando.
―Gracias, papá. Te pasaré a Joseph. Sé gentil con él. Lo amo ―susurro.
Creo que Ray está sonriendo al final de la línea, pero es difícil de decir. Siempre es difícil saber con Ray.
―Seguro, _____. Y ven y visita a este viejo, y trae a Joseph contigo.
Marcho de vuelta al salón ―enojada con Joseph por no advertirme―, y le paso el teléfono, mi expresión dejándole saber cuán molesta estoy. Está divertido cuando toma el teléfono y vuelve a su estudio. Dos minutos después, reaparece.
―Tengo la bendición concedida de mala gana de tu padrastro ―dice orgullosamente, tan orgullosamente que, de hecho, me hace reír tontamente, y él me sonríe. Está actuando como si acabara de negociar una nueva fusión o adquisición que, supongo, en algún nivel ha hecho.
—Maldición, eres una buena cocinera mujer. —Joseph traga su último bocado y alza su copa de vino blanco hacia mí. Me ruborizo bajo sus elogios y se me ocurre que solo llegaré a cocinar para él los fines de semana. Frunzo el ceño. Me gusta cocinar. Quizás debería hacerle un pastel por su cumpleaños. Reviso mi reloj. Todavía tengo tiempo—. ¿_____? —Interrumpe mis pensamientos—. ¿Por qué me pediste no tomarte fotos? —Su pregunta me sobresalta más porque su voz es engañosamente suave.
Oh… mierda. Las fotos. Miro fijamente abajo, a mi plato vacío, torciendo mis dedos en mi regazo. ¿Qué puedo decir? Me prometí a mí misma no mencionar que encontré su versión de Readers' Wives.
—_____ —chasquea—. ¿Qué es? —Me hace saltar, y su voz me ordena mirarlo. ¿Cuándo pensé que él no me intimidaba?
—Encontré tus fotos —susurro.
Sus ojos se amplían en shock.
—¿Has estado en la caja fuerte? —pregunta, incrédulo.
—¿Caja fuerte? No. No sabía que tenías una caja fuerte.
Él frunce el ceño.
—No entiendo.
—En tu armario. La caja. Estaba buscando tu corbata y la caja estaba bajo tus vaqueros… los que normalmente usas en la sala de juegos. Excepto hoy. —Me ruborizo.
Me mira boquiabierto, horrorizado y corre su mano nerviosamente a través de su cabello mientras procesa la información. Frota su barbilla, perdido en sus pensamientos, pero no puede enmascarar la molestia perpleja grabada en su rostro. Abruptamente, sacude la cabeza, exasperado —pero divertido también— y una tenue sonrisa de admiración besa la esquina de su boca. Junta los dedos de sus manos frente a él y se enfoca en mí una vez más.
—No es lo que piensas. Me había olvidado por completo de ellas. Esa caja se ha movido. Esas fotografías pertenecen a mi caja fuerte.
—¿Quién las movió? —susurro.
Él traga.
—Solo hay una persona que podría haber hecho eso.
—Oh. ¿Quién? Y, ¿qué quieres decir con "no es lo que pienso"?
Él suspira e inclina su cabeza hacia un lado y creo que está avergonzado. ¡Debería estarlo!, gruñe mi subconsciente.
—Esto va a sonar frío pero… hay una póliza de seguros —susurra, armándose de valor por mi respuesta.
—¿Póliza de seguros?
—Contra la exposición.
El centavo cae y repiquetea incómodamente gira y gira en mi cabeza vacía.
—Oh —murmuro, porque no puedo pensar en qué más decir. Cierro mis ojos. Esto es. Estos son Cincuenta Tonos de Mierda, justo aquí, justo ahora—. Sí, tienes razón —murmuro—. Eso suena frío. —Me pongo de pie para aclarar nuestros platos. No quiero saber nada más.
—_____.
—¿Ellas saben? ¿Las chicas… las sumisas?
Él frunce el ceño.
—Por supuesto que saben.
Oh, bueno, eso es algo. Se estira, agarrándome y halándome hacia él.
—Esas fotos se supone que están en la caja fuerte. No son para uso recreativo. —Se detiene—. Quizás lo fueron cuando fueron tomadas originalmente. Pero… —Se detiene, implorándome—. No significan nada.
—¿Quién las puso en tu armario?
—Solo podría haber sido Leila.
—¿Ella sabe la combinación de tu caja fuerte?
Se encoge de hombros.
—No me sorprendería. Es una combinación muy larga, y la uso tan raramente. Es el número que la tengo escrito abajo y no la he cambiado. —Sacude su cabeza—. Me pregunto que más sabe y si ella se ha llevado algo más de aquí. —Frunce el ceño, luego vuelve su atención de vuelta a mí—. Mira, destruiré las fotos. Ahora si lo deseas.
—Son tus fotos Joseph. Haz con ellas lo que desees —susurro.
—No seas así —dice, tomando mi cabeza en sus manos y sosteniendo mi mirada con la suya—. No quiero esa vida. Quiero nuestra vida, juntos.
Santa cielo. ¿Cómo sabe que debajo de mi horror acerca de esas fotos está el hecho de que soy paranoica?
—_____, pensé que exorcizamos a todos esos fantasmas esta mañana. Me siento así. ¿Tú no?
Parpadeo hacia él, rememorando nuestra muy, muy placentera, romántica y francamente sucia mañana en su cuarto de juegos.
—Sí. —Sonrío—. Sí, me siento así también.
—Bien. —Se inclina hacia adelante y me besa, plegándome en sus brazos—. Las trituraré —murmura—. Y entonces tengo que trabajar. Lo siento nena, pero tengo una montaña de negocios para terminar esta tarde.
—Es genial. Tengo que llamar a mi madre. —Hago una mueca—. Luego quiero hacer unas compras y hornearte un pastel.
Él sonríe y sus ojos se iluminan como un niño pequeño.
—¿Un pastel?
Asiento.
—¿Un pastel de chocolate?
—¿Quieres un pastel de chocolate? —Su sonrisa es infecciosa.
Él asiente.
—Veré lo que puedo hacer, Sr. Jonas.
Me besa una vez más.
Carla está asombrada en silencio.
—Mamá di algo.
—No estás embarazada, ¿verdad, _____? —susurra ella en horror.
—No, no, no, nada como eso. —La decepción rebana a través de mi corazón y me entristece que ella piense eso de mí. Pero recuerdo con una sensación siempre de hundimiento que ella estaba embarazada de mí cuando se casó con mi padre.
—Lo siento cariño. Esto es sólo tan repentino. Quiero decir, Joseph es un buen partido, pero eres tan joven y deberías ver un poco del mundo.
—Mamá ¿no puedes sólo ser feliz por mí? Lo amo.
—Cariño, solo necesito acostumbrarme a la idea. Es un shock. Podía decir en Georgia que había algo muy especial entre ustedes dos, ¿pero el matrimonio…?
En Georgia él me quería como su sumisa, pero no voy a decirle eso a ella.
—¿Fijaron una fecha?
—No.
—Deseo que tu padre estuviera vivo —susurra. Oh no… no esto. No esto, ahora.
—Lo sé mamá. Me hubiera gustado conocerlo también.
—Sólo te sostuvo una vez, y estaba tan orgulloso. Él pensó que eras la niña más hermosa del mundo. —Su voz es un silencio sepulcral mientras la historia familiar es contada… otra vez. Ella estará en lágrimas a continuación.
—Lo sé mamá.
—Y entonces murió. —Lloriquea y sé que esto la ha estallado como lo hace cada vez.
—Mamá —susurro, queriendo llegar por el teléfono y sostenerla.
—Soy una vieja tonta —murmura y lloriquea otra vez—. Por supuesto que estoy feliz por ti, cariño. ¿Ray lo sabe? —agrega y parece haber recuperado su equilibrio.
—Joseph acaba de pedírselo.
—Oh, eso es dulce. Bien. —Ella suena melancólica, pero está haciendo un esfuerzo.
—Sí, lo fue —murmuro.
—_____, cariño, te amo tanto. Estoy feliz por ti. Y ambos deben visitarme.
—Sí mamá. También te amo.
—Bob está llamándome, me tengo que ir. Me gustaría tener una fecha. Necesitamos planear… ¿Estás teniendo una gran boda?
Gran boda, mierda. Ni siquiera he pensado sobre eso. ¿Gran boda? No, no quiero una gran boda.
—No lo sé todavía. Tan pronto como lo haga, llamaré.
—Bien. Cuídense ahora y estén seguros. Ustedes dos necesitan tener algo de diversión… tienen un montón de tiempo para niños más tarde.
¡Niños! Hum… y ahí está otra vez… una referencia no-tan-velada al hecho de que ella me tuvo muy temprano.
—Mamá, ¿realmente no arruiné tu vida o sí?
Ella jadea.
—Oh no _____, nunca pienses eso. Tú fuiste la mejor cosa que jamás nos pasó a tu padre y a mí. Simplemente deseo que estuviera aquí para verte tan crecida y contrayendo matrimonio. —Ella está nostálgica y sentimental nuevamente.
—Deseo eso, también. —Sacudo mi cabeza pensando en mi padre mítico—. Mamá te dejaré irte. Llamaré pronto.
—Te amo cariño.
—Yo también mamá. Adiós.
La cocina de Joseph es un sueño para trabajar. Para un hombre que no sabe nada de cocinar, parece tener todo. Sospecho que la Sra. Jones ama cocinar también. La única cosa que necesito es algo de chocolate de alta calidad para el glaseado. Dejo las dos mitades del pastel en la rejilla de enfriado, agarro mi bolso y asomo mi cabeza alrededor de la puerta del estudio de Joseph. Él está concentrado en la pantalla de su computador. Alza la mirada y me sonríe.
—Solo estoy rumbo a la tienda para recoger algunos ingredientes.
—Está bien. —Me frunce el ceño.
—¿Qué?
—¿Te vas a poner unos vaqueros o algo?
Oh, vamos.
—Joseph sólo son piernas.
Mira hacia mí, disgustado. Esto va a ser una pelea. Y es su cumpleaños. Le ruedo mis ojos, sintiéndome como una adolescente errante.
—¿Qué si estuviéramos en la playa? —Tomo una táctica diferente.
—No estamos en la playa.
—¿Objetarías si estuviéramos en la playa?
Considera esto por un momento.
—No —dice simplemente.
Ruedo mis ojos otra vez y le sonrío con suficiencia.
—Bueno, solo imagina que lo estamos. Nos vemos. —Giro y salgo disparada hacia el vestíbulo. Logro llegar al ascensor antes de que me atrape. Mientras las puertas se cierran, ondeo hacia él, sonriendo dulcemente mientras el observa, indefenso —pero afortunadamente divertido— con ojos estrechados. Sacude la cabeza con exasperación, luego no puedo verlo más.
Oh, fue emocionante. La adrenalina está golpeando a través de mis venas, y mi corazón se siente como que quiere salir de mi pecho. Pero mientras el ascensor desciende, también lo hace mi espíritu. Mierda, ¿qué he hecho? Tengo al tigre por la cola. Él va a estar enojado cuando regrese. Mi subconsciente está mirándome sobre sus gafas de media luna, una vara de sauce en su mano. Mierda. Pienso sobre cuán poca experiencia tengo con los hombres. Nunca antes he vivido con un hombre —bueno, excepto Ray— y por alguna razón no cuenta. Él es mi papá… bueno, el hombre que considero mi papá.
Y ahora tengo a Joseph. Realmente nunca vivió con nadie, creo. Tendré que preguntarle… si todavía está hablándome. Pero creo firmemente que debería usar lo que quiera. Recuerdo sus reglas. Sí, esto debe ser duro para él, pero seguro como el infierno que él pagó por este vestido. Debe haberle dado a Neimans mejores instrucciones. ¡Nada demasiado corto!
Esta falda no es tan corta ¿lo es? Reviso en el gran espejo del vestíbulo. Maldición. Sí, es bastante corta, pero ahora he tomado una postura. Y sin duda voy a tener que afrontar las consecuencias. Me pregunto con indiferencia que hará, pero primero necesito efectivo.
Miro fijamente mi recibo del cajero automático: $51,689.16. ¡Hay cincuenta mil dólares de más! _____, vas a tener que aprender a ser rica también, si dices que sí. Y así comienza. Tomo mis escasos cincuenta dólares y hago mi camino hacia la tienda.
Me dirijo directo a la cocina cuando regreso y no puedo dejar de sentir un escalofrío de alarma. Joseph todavía está en su estudio. Caray, es la mayor parte de la tarde. Decido que mi mejor opción es enfrentarlo y ver cuánto daño he hecho. Doy un vistazo cautelosamente alrededor de la puerta de su estudio. Está en el teléfono, mirando por la ventana.
—¿Y el especialista del Eurocopter llega el lunes en la tarde?... Bien. Sólo mantenme informado. Diles que necesitaré sus conclusiones iniciales el lunes en la noche o el martes en la mañana. —Cuelga y gira su silla en redondo, pero todavía cuando me ve, su expresión es impasible.
—Hola —susurro. Él no dice nada, y mi corazón cae en caída libre hacia mi estómago. Cautelosamente entro a su estudio y camino alrededor de su escritorio hacia dónde él está sentado. Todavía no dice nada, sus ojos nunca dejan los míos. Estoy delante de él, sintiendo cincuenta tonos de estupidez—. He vuelto. ¿Estás enojado conmigo?
Él suspira, estirándose por mi mano y me hala a su regazo, doblando sus brazos a mí alrededor. Entierra la nariz en mi cabello.
—Sí —dice.
—Lo siento. No sé qué me paso. —Me acurruco en su regazo inhalando su aroma celestial a Joseph, sintiéndome segura independientemente del hecho de que está enojado.
—Yo tampoco. Usa lo que te guste —murmura. Corre su mano arriba de mi pierna desnuda hasta mi muslo—. Además, este vestido tiene sus ventajas. —Se dobla para besarme y mientras nuestros labios se tocan, pasión o lujuria o la necesidad bien asentada de enmendarlo se lanza a través de mí y el deseo estalla en mi sangre. Agarro su cabeza en mis manos, sosteniendo mis dedos en su cabello. El gime mientras su cuerpo responde y hambriento muerde mi labio inferior… mi garganta, mi oreja, su lengua invadiendo mi boca y antes de siquiera ser consciente de que está desabrochando sus pantalones, me tira a horcajadas sobre su regazo, y hundiéndose dentro de mí. Agarro el respaldo de la silla, mis pies apenas tocando el suelo… y comenzamos a movernos.
—Me gusta tu versión de la disculpa —respira en mi cabello.
—Y a mí me gusta la tuya. —Me río tontamente, acurrucándome contra su pecho—. ¿Has terminado?
—Cristo _____, ¿quieres más?
—¡No! Tu trabajo.
—Estará listo en aproximadamente media hora. Escuché tu mensaje en mi correo de voz.
—De ayer.
—Sonabas preocupada.
Lo abrazo estrechamente.
—Lo estaba. No es de ti no responder.
Él besa mi cabello.
—Tu pastel debería estar listo en media hora. —Le sonrío y bajo de su regazo.
—Esperando ansiosamente por eso. Olía delicioso, evocador incluso, mientras se estaba horneando.
Sonrío tímidamente abajo hacia él, sintiéndome un poco autoconsciente y él refleja mi expresión. Caray, ¿realmente somos tan diferentes? Tal vez son sus primeros recuerdos de cocina. Inclinándome hacia abajo, planto un suave beso en la esquina de su boca y hago mi camino de vuelta a la cocina.
Estoy toda preparada cuando lo escucho salir de su estudio, y enciendo la solitaria vela dorada en su pastel. Me da una sonrisa ensordecedora mientras pasea hacia mí y le canto suavemente Feliz Cumpleaños. Luego se inclina y sopla, cerrando sus ojos.
—He hecho mi deseo —dice mientras los abre nuevamente y por alguna razón su mirada me hace ruborizarme.
—El glaseado todavía está blando. Espero que te guste.
—No puedo esperar a probarlo _____ —murmura, y hace que suene tan indecente. Corto una rodaja para cada uno de nosotros y lo atacamos con pequeños tenedores de postre—. Mmm —gime en apreciación—. Esto es por lo que quiero casarme contigo.
Y río con alivio… le gusta.
—¿Lista para enfrentar a mi familia? —Joseph apaga el R8. Estamos estacionados frente al camino de sus padres.
—Sí. ¿Vas a decirles?
—Por supuesto. Estoy deseando ver sus reacciones. —Me sonríe malvadamente y bajamos del auto.
Son las siete y media, y aunque ha sido un día cálido, hay una brisa fresca nocturna soplando la bahía. Tiro mi chal alrededor mientras salgo del auto. Estoy usando un vestido de coctel verde esmeralda que encontré esta mañana mientras estaba hurgando en el armario. Tiene un cinturón ancho que hace juego. Joseph toma mi mano y nos dirigimos hacia la puerta de enfrente. Carrick abre amplio antes de que pueda tocar.
—Joseph, hola. Feliz cumpleaños hijo. —Él toma la mano que Joseph ofrece, pero lo hala en un breve abrazo, sorprendiéndolo.
—Er… gracias papá.
—_____, que encantador verte otra vez. —Me abraza, también, y lo seguimos dentro de la casa.
Antes de que podamos poner un pie en la sala de estar, Kate viene disparada por el pasillo hacia nosotros dos. Ella parece furiosa.
¡Oh no!
—¡Ustedes dos! Quiero hablar con ustedes —gruñe en su voz de mejor-no-jodas-conmigo. Miro nerviosamente a Joseph, quién se encoge de hombros y decide seguirle la corriente a ella mientras la seguimos hacia el comedor, dejando a Carrick perplejo en el umbral de la sala de estar. Ella cierra la puerta y se gira hacia mí—. ¿Qué demonios es esto? —sisea y ondea un pedazo de papel hacia mí. Completamente desconcertada, lo tomo y escaneo rápidamente. Mi boca se seca. Santa mierda. Es mi correo electrónico de respuesta a Joseph, discutiendo el contrato.
Karely Jonatika
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