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"Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
Pase de pagina ves ahora tienes que poner doble cap
JB&1D2
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
Chicas ahorita les subo capítulo, ya casi termino unas laminas, y veré si termino de editar el otro, para subirles dos. Gracias por sus firmas. Y bienvenidas a las nuevas lectoras, muchas gracias por pasarse:) Un beso.
Karely Jonatika
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
[CAPITULO 2]
Me conduce dentro de un pequeño e íntimo restaurante.
―Este lugar tendrá que hacerlo ―gruñe Joseph―. No tenemos mucho tiempo.
El restaurante se veía bien para mí. Sillas de madera, manteles de lino y paredes del mismo color que el cuarto de juegos de Joseph ―profundo rojo sangre― con pequeños espejos dorados colocados al azar, con velas y pequeños floreros con rosas blancas. Ella FitzGerald canturrea de fondo What is this thing called love? Es muy romántico.
El camarero nos lleva a una mesa para dos en un pequeño hueco y me siento aprensiva, preguntándome qué va a decir.
―No nos quedaremos mucho tiempo ―le dice Joseph al camarero mientras se sienta―, entonces tendremos cada uno un bistec de solomillo cocido a término medio, Sauce Béarnaise si tiene, patatas fritas y vegetales verdes, cualquiera que tenga el chef; y tráigame la lista de vinos.
―Por supuesto, señor. ―El camarero, tomado por sorpresa por la frescura de Joseph y su calma eficiente, se marcha. Joseph coloca su BlackBerry en la mesa. Jesús, ¿no tengo elección?
―¿Y si no quiero bistec?
Suspira.
―No empieces, ____.
―No soy una niña, Joseph.
―Bien, deja de actuar como una.
Es como si me hubiera abofeteado. Parpadeo hacia él. Así es como va a ser, una conversación agitada y tensa, aún en un entorno muy romántico pero ciertamente sin corazones y flores.
―¿Soy una niña porque no me gusta el bistec? ―murmuro, tratando de ocultar mi dolor.
―Por ponerme celoso deliberadamente. Es una cosa infantil para hacer. ¿No tienes respeto por los sentimientos de tu amigo, llevándolo a eso? ―Joseph presiona sus labios en una delgada línea y frunce el ceño mientras el camarero regresa con la lista de vinos.
Me sonrojo. No había pensado en eso. Pobre José. Ciertamente no quiero alentarlo. Repentinamente, estoy mortificada. Joseph tiene un punto; fue una cosa que hice sin pensar. Le echa una mirada a la lista de vinos.
―¿Te gustaría elegir el vino? ―pregunta levantando las cejas hacia mí, expectante, la arrogancia personificada. Sabe que no sé nada acerca de vinos.
―Tú eliges ―respondo, hosca pero con disciplina.
―Dos copas de Barrossa Valley Shiraz, por favor.
―Eh… sólo vendemos ese vino por botella, señor.
―Una botella entonces ―chasquea Joseph.
―Señor. ―El camarero se retira sometido y no le culpo por ello. Le frunzo el ceño a Cincuenta. ¿Qué está corroyéndolo? Oh, probablemente yo y en algún lugar en lo profundo de mi mente, mi Diosa interior se levanta soñolienta, se estira y sonríe. Ha estado durmiendo bastante.
―Eres muy gruñón.
Me mira impasiblemente.
―¿Me pregunto por qué es eso?
―Bien, es bueno establecer el tono adecuado para una animada y honesta discusión sobre el futuro, ¿no dirías eso? ―Le sonrío dulcemente.
Su boca se presiona en una dura línea, pero entonces casi a regañadientes, sus labios se levantan y sé que está tratando de reprimir su sonrisa.
―Lo siento ―dice.
―Disculpa aceptada. Y estoy encantada de informarte que no he decidido convertirme en vegetariana desde la última vez que comimos.
―Desde la última vez que comiste. Creo que ese es un punto discutible.
―Ahí está esa palabra de nuevo, discutible.
―Discutible ―pronuncia y sus ojos se suavizan con humor. Pasa su mano a través de su cabello y está serio nuevamente―. ____, la última vez que hablamos, me dejaste. Estoy un poco nervioso. Te lo dije, te quiero de vuelta, y tú has dicho… nada. ―Su mirada es intensa y expectante. Mientras que su candor es totalmente desarmante. ¿Qué demonios debo decir a eso?
―Te he extrañado… realmente te he extrañado, Joseph, los pasados últimos días han sido… difíciles. ―Trago, y el nudo en mi garganta se inflama y recuerdo mi desesperada angustia desde que lo dejé.
La semana pasada ha sido la peor de mi vida, el dolor ha sido indescriptible. Nada se le ha acercado. Pero la realidad me golpea de vuelta, arrollándome.
―Nada ha cambiado. No puedo ser lo que quieres que sea ―digo las palabras pasando del nudo en mi garganta.
―Eres lo que quiero que seas ―dice, su voz es suave y enfática.
―No, Joseph, no lo soy.
―Estás alterada por lo que pasó la última vez. Estaba siendo estúpido, y tú… Entonces tú. ¿Por qué no dijiste la palabra de seguridad, ____? ―Su tono cambia, volviéndose acusatorio.
¿Qué? Wow, cambio de dirección. Me sonrojo, parpadeando hacia él.
―Respóndeme.
―No lo sé. Estaba abrumada. Estaba tratando de ser lo que necesitas que sea, tratando de sobrellevar el dolor y se fue de mi mente. Tú sabes… lo olvidé ―susurro avergonzada, y me encojo de hombros disculpándome.
Jesús, quizás podríamos haber evitado todo este dolor.
―¡Lo olvidaste! ―Jadea con horror, agarrando los lados de la mesa y mirándome fijamente.
Me marchito bajo su mirada fija.
¡Mierda! Está furioso otra vez. Mi Diosa interior me mira fijamente también. ¡Ves, tú trajiste todo esto sobre ti!
―¿Cómo puedo confiar en ti? ―dice, su voz baja―. ¿Alguna vez?
El mesero llega con nuestro vino y nos sentamos mirándonos fijamente el uno al otro, ojos azules a ambarinos. Ambos llenos de recriminaciones no pronunciadas mientras el mesero quita el corcho con una innecesaria floritura y pone un poco de vino en la copa de Joseph. Automáticamente, Joseph se extiende y toma un sorbo.
―Está bien ―su voz es cortante.
Con cuidado el mesero llena nuestras copas, colocando la botella sobre la mesa antes de irse en una rápida retirada. Joseph no quita sus ojos de mí en todo el tiempo. Soy la primera en quebrarse, rompiendo el contacto visual, levantando mi copa y tomando un largo trago. Apenas lo saboreo.
―Disculpa ―susurro, repentinamente sintiéndome estúpida. Lo dejé porque pensé que éramos incompatibles, ¿pero él me está diciendo que podría haberlo detenido?
―¿Disculpa por qué? ―dice alarmado.
―Por no usar la palabra de seguridad.
Cierra los ojos como aliviado.
―Podríamos haber evitado todo este sufrimiento ―murmura.
―Luces bien. ―Más que bien. Te ves como tú mismo.
―Las apariencias pueden engañar ―dice tranquilamente―. Estoy cualquier cosa menos bien. Me siento como si el sol se hubiera puesto y no hubiera amanecido por cinco días, ____. Estoy en perpetua noche aquí.
Estoy sin aliento por su reconocimiento. Oh Dios, igual que yo.
―Dijiste que nunca me dejarías, entonces las cosas se ponen difíciles y sales por la puerta.
―¿Cuándo dije que nunca te dejaría?
―En tus sueños. Fue la cosa más confortante que he oído en mucho tiempo, ____. Me hizo relajarme.
Mi corazón se contrae y me estiro por mi vino.
―Dijiste que me amabas ―susurra―. ¿Es ahora en tiempo pasado? ―Su voz es baja, mezclada con ansiedad.
―No, Joseph, no lo es.
Me mira fijamente y se ve tan vulnerable mientras exhala.
―Bien ―murmura.
Estoy sorprendida por su declaración. Ha tenido un cambio de actitud. Antes, cuando le dije que lo amaba, estaba horrorizado. El mesero está de vuelta. Rápidamente coloca los platos en frente de nosotros y se marcha caminando.
Santo infierno, comida.
―Come ―ordena Joseph.
En el fondo sé que tengo hambre, pero justo ahora mi estómago está hecho nudos. Sentada frente al único hombre del que he estado enamorada y debatiendo nuestro incierto futuro, no promueve un apetito saludable. Miro dubitativamente a mi comida.
―Que Dios me ayude, ____. Si no comes, te tendré sobre mis rodillas aquí en este restaurante y no tendrá nada que ver con mi satisfacción sexual. ¡Come!
Jesús, cálmate Jonas. Mi subconsciente me mira fijamente por encima de sus anteojos de media luna. Está de acuerdo de todo corazón con Cincuenta Sombras.
―Está bien, comeré. Guarda tu palma inquieta, por favor.
No sonríe, pero continúa mirándome. A regañadientes levanto mi cuchillo y tenedor y corto mi bistec. Oh, está tan buena que hace agua la boca. Estoy hambrienta, realmente hambrienta. Mastico y se relaja visiblemente.
Comemos nuestra cena en silencio. La música ha cambiado. Una suave voz de mujer canta en el fondo, sus palabras haciendo eco de mis pensamientos. Miro a Cincuenta. Está comiendo y mirándome. Hambre, deseo y ansiedad combinadas en una sola mirada caliente.
―¿Sabes quién está cantando? ―Trato por algo de conversación normal.
Joseph se detiene y escucha.
―No… pero es buena, quien quiera que sea.
―También me gusta.
Finalmente sonríe con su enigmática sonrisa privada. ¿Qué está planeando?
―¿Qué? ―pregunto.
Sacude su cabeza.
―Sigue comiendo ―dice suavemente.
He comido la mitad de la comida en mi plato. No puedo comer nada más. ¿Cómo puedo negociar esto?
―No puedo manejar nada más. ¿He comido lo suficiente para el señor?
Me mira impasiblemente sin responder, entonces mira su reloj.
―Realmente estoy llena ―agrego, tomando un sorbo de delicioso vino.
―Debemos irnos dentro de poco. Taylor está aquí, y tienes que levantarte por la mañana para trabajar.
―Igual que tú.
―Funciono con menos sueño que tú, ____. Al menos has comido algo.
―¿No vamos a regresar vía Charlie Tango?
―No, pensé que podría tomar una copa. Taylor nos recogerá. Además de esta manera te tengo en el auto para mí solo durante unas pocas horas, al menos. ¿Qué podemos hacer excepto hablar?
Oh, ese es su plan.
Joseph llama al camarero para pedir la cuenta, entonces toma su BlackBerry y hace una llamada.
―Estamos en Le Picotin, Sureste tercera avenida. ―Cuelga.
Jesús, ha cortado el teléfono.
―Eres muy brusco con Taylor, de hecho, con la mayoría de la gente.
―Solo voy al punto rápidamente, ____.
―No has estado yendo al punto esta tarde. Nada cambia, Joseph.
―Tengo una proposición para ti.
―Esto comenzó con una proposición.
―Una proposición diferente.
El camarero regresa y Joseph saca su tarjeta de crédito sin verificar la cuenta. Me mira especulativamente mientras el camarero desliza su tarjeta. El teléfono de Joseph vibra una vez y lo revisa.
¿Tiene una proposición? ¿Ahora qué? Un par de escenarios corren a través de mi mente: secuestro, trabajar para él. No, nada tiene sentido. Joseph termina de pagar.
―Ven. Taylor está afuera.
Nos levantamos y toma mi mano.
―No quiero perderte, ____. ―Besa mis nudillos con ternura y el toque de sus labios sobre mi piel resuena en todo mi cuerpo.
Afuera, el Audi está esperando. Joseph abre la puerta. Subo y me hundo en el lujoso cuero. Él avanza al lado del conductor, Taylor sale del auto y hablan brevemente. No es el protocolo usual. Tengo curiosidad. ¿De qué están hablando? Momentos después ambos suben, miro a Joseph quien está usando su rostro impasible mientras mira fijamente hacia adelante.
Me permito un breve momento para examinar su apuesto perfil: nariz recta, labios llenos esculpidos, cabello cayendo deliciosamente sobre su frente. Este hombre divino seguramente no es para mí.
La música suave se filtra en la parte trasera del auto, una pieza orquestal que no conozco y Taylor se pone en la luz del tráfico encaminándose por la I-5 y Seattle. Joseph se mueve hacia mí.
―Como estaba diciendo, ____, tengo una proposición para ti.
Miro nerviosamente a Taylor.
―Taylor no puede oírte ―me asegura Joseph.
―¿Cómo?
―Taylor ―llama Joseph. Taylor no responde. Llama de nuevo, todavía sin respuesta.
Joseph se estira y toca su hombro. Taylor remueve un auricular que no había notado.
―¿Sí, señor?
―Gracias, Taylor. Está bien, reasume lo que estás escuchando.
―Señor.
―¿Feliz ahora? Está escuchando su iPod. Puccini. Olvida que está aquí. Yo lo hago.
―¿Deliberadamente le pediste que lo hiciera?
―Sí.
Oh.
―Está bien, ¿tu proposición?
Joseph se ve repentinamente determinado y en modo de negocios. Santa mierda. Vamos a negociar un trato. Escucho atentamente.
―Déjame preguntarte algo primero. ¿Quieres una relación regular vainilla sin nada en absoluto de follar pervertido?
Mi boca cae abierta.
―¿Follar pervertido? ―chillo.
―Follar pervertido.
―No puedo creer que hayas dicho eso. ―Miro nerviosamente a Taylor.
―Bueno, lo hice. Respóndeme ―dice calmadamente.
Me sonrojo. Mi Diosa interior está arrodillada con sus manos juntas en súplica, rogándome.
―Me gusta tu perversión al follar ―susurro.
―Eso es lo que pensé. Entonces, ¿qué es lo que no te gusta?
El no poder tocarte. Tú disfrutando mi dolor, el dolor del cinturón.
―La amenaza de un castigo cruel e inusual.
―¿Qué significa eso?
―Bien, tienes todas esas varas, látigos y otras cosas en tu sala de juegos y espantan la luz del día de mí. No quiero que los uses en mí.
―Está bien, entonces sin látigos ni varas; o correas, para el caso ―dice irónicamente.
Lo miro desconcertada.
―¿Estás tratando de redefinir los límites de dureza?
―No como tal, sólo trato de entenderte, tener una imagen clara de lo que te gusta y lo que no.
―Fundamentalmente, Joseph, es tu alegría en infligirme dolor lo que me es difícil de manejar. Y la idea de que lo haces porque he cruzado alguna línea arbitraria.
―Pero no es arbitraria, las reglas están escritas.
―No quiero un conjunto de reglas.
―¿No del todo?
―Sin reglas. ―Sacudo mi cabeza, mi corazón está en mi boca. ¿A dónde va con esto?
―¿Pero no te importa si te pego?
―¿Pegarme con qué?
―Esto ―dice y extiende su mano.
Me remuevo incómodamente.
―No, no realmente. Especialmente con esas bolas de plata… ―Gracias al cielo está oscuro, mi rostro está en llamas y mi voz se apega mientras recuerdo esa noche. Sí… lo haría de nuevo.
Me sonríe.
―Sí, eso fue divertido.
―Más que divertido ―murmuro.
―Entonces puedes lidiar con algo de dolor.
Me encojo de hombros.
―Sí, supongo. ―Oh, ¿a dónde está yendo con esto? Mi nivel de ansiedad se ha disparado a elevadas magnitudes en la escala de Richter.
Sostiene su barbilla, sumido en sus pensamientos.
―____, quiero comenzar de nuevo. Hacer la cosa de vainilla y entonces quizás, una vez que confíes más en mí y yo confíe en que serás honesta y te comuniques conmigo, podemos avanzar y hacer algunas de las cosas que me gustan.
Lo miro fijamente, petrificada, sin ningún pensamiento en mi cabeza, como una computadora descompuesta. Me mira ansiosamente, pero no puedo verlo claramente mientras estamos envueltos en la oscuridad de Oregon. Se me ocurre finalmente, eso es. Él quiere la luz, pero ¿puedo pedirle que haga esto por mí? Y, ¿no me gusta la oscuridad? Algo de oscuridad, a veces. Recuerdos de la noche de Thomas Tallis van a la deriva a través de mi mente.
―Pero, ¿qué hay acerca de los castigos?
―Sin castigos. ―Sacude su cabeza―. Ninguno.
―¿Y las reglas?
―Sin reglas.
―¿Ninguna? Pero tienes necesidades.
―Te necesito más a ti, ____. Estos pocos días han sido como el purgatorio. Todos mis instintos me decían que te dejara ir, me decían que no te merezco. Esas fotos que tomó el chico… puedo ver cómo te ve. Luces tan despreocupada y hermosa, no es que no seas hermosa ahora, pero aquí estás sentada. Veo tu dolor. Es duro saber que soy el único que te hace sentir de esa manera. Pero soy un hombre egoísta. Te he deseado desde que caíste en mi oficina. Eres exquisita, honesta, cálida, ingeniosa, seductoramente inocente, la lista es interminable. Te admiro. Te deseo, y la idea de alguien más teniéndote es como un cuchillo girando en mi alma oscura.
Mi boca se seca. Santa mierda. Mi subconsciente asiente con satisfacción. Si esto no es una declaración de amor, no sé qué es. Y las palabras se escapan de mí como de un disque roto.
―Joseph ¿por qué piensas que tienes un alma oscura? Nunca podría decir eso. Triste quizás, pero eres un buen hombre. Puedo verlo… eres generoso, eres amable, y nunca me has mentido. Y no he tratado lo suficientemente fuerte. El sábado pasado fue como un shock para mi sistema. Fue mi llamada de atención. Me di cuenta de que lo habías hecho fácil para mí y que no podía ser la persona que querías que fuera. Entonces después de que te dejé, me di cuenta de que el dolor físico que me infligiste no era tan malo como el dolor de perderte. Quiero complacerte, pero es difícil.
―Me complaces todo el tiempo ―susurra―, ¿cuántas veces tengo que decírtelo?
―Nunca sé que estás pensando. Algunas veces eres tan cerrado… como un estado aislado. Me intimidas, por eso me quedo callada. No sé qué dirección ha tomado tu humor. Se balancea de norte a sur y de regreso en un nanosegundo. Es confuso y no me dejas que te toque y quiero tanto tocarte para mostrarte lo mucho que te amo.
Parpadea hacia mí en la oscuridad, con cautela, pienso y no puedo resistírmele más. Desabrocho mi cinturón y me subo hacia su regazo, tomándolo por sorpresa y tomo su cabeza en mis manos.
―Te amo, Joseph Jonas. Y si estás preocupado para hacer todo esto por mí, soy la única que no te merece y sólo puedo pedirte perdón ya que no puedo hacer todo eso por ti. Quizás con tiempo… no sé… pero sí, acepto tu proposición. ¿Dónde firmo?
Envuelve sus brazos alrededor de mí y me aplasta hacia él.
―Oh, ____. ―Exhala mientras entierra su nariz en mi cabello.
Nos sentamos, nuestros brazos envueltos alrededor del otro, escuchando la música ―una suave pieza de piano― que refleja las emociones en el auto, la calma dulce y tranquila después de la tormenta. Me acurruco en sus brazos descansando mi cabeza en la curva de su cuello. Él acaricia gentilmente mi espalda.
―Tocar es un límite de dureza para mí, ____ ―susurra.
―Lo sé. Desearía entender por qué.
Después de un tiempo, suspira, y con voz suave dice:
―Tuve una horrible niñez. Uno de los proxenetas de la perra drogadicta… ―Su voz se apaga y su cuerpo se tensa mientras recuerda algún horror inimaginable―. Puedo recordarlo ―susurra estremeciéndose.
Abruptamente mi corazón se contrae mientras recuerdo las cicatrices de quemadura estropeando su piel. Oh, Joseph. Aprieto mis brazos alrededor de su cuello.
―¿Era abusiva? ¿Tu madre? ―Mi voz es baja y suave, con lágrimas contenidas.
―No que yo recuerde. Era negligente. No me protegía de sus proxenetas. ―Se encoge de hombros―. Pienso que era yo quien veía por ella. Cuando finalmente se mató a sí misma, tomó cuatros días para que alguien diera la alarma y nos encontraran… lo recuerdo.
No puedo contener mi jadeo de horror. Santa madre jodida. La bilis sube a mi garganta.
―Eso es muy jodido ―susurro.
―Cincuenta sombras ―murmura.
Giro mi cabeza y presiono mis labios sobre su cuello, buscando y ofreciendo consuelo mientras imagino a un pequeño niño sucio de ojos ambarinos perdido y solo junto al cuerpo de su madre muerta. Oh, Joseph. Inhalo su esencia. Huele celestial, mi aroma favorito en el mundo entero. Estrecha sus brazos alrededor de mí, besa mi cabello y me siento envuelta en su abrazo mientras Taylor acelera en la noche.
Cuando me despierto, estamos conduciendo a través de Seattle.
―Hey ―dice Joseph suavemente.
―Perdón ―murmuro mientras me siento, parpadeando y estirándome, aún estoy en sus brazos, en su regazo.
―Podría verte dormir por siempre, ____.
―¿Dije algo?
―No. Estamos llegando a tu lugar.
¿Oh?
―¿No vamos al tuyo?
―No.
Me siento y lo miro.
―¿Por qué no?
―Porque tienes trabajo mañana.
―Oh. ―Hago puchero.
Me sonríe.
―¿Por qué? ¿Tenías algo en mente?
Me sonrojo.
―Bien, quizás.
Se ríe entre dientes.
―____, no voy a tocarte de nuevo. No hasta que me ruegues que lo haga.
―¡Qué!
―Entonces empezarás a comunicarte conmigo. La próxima vez que hagamos el amor, vas a tener que decirme exactamente qué quieres en gran detalle.
―Oh. ―Me saca de su regazo mientras Taylor frena fuera de mi apartamento. Joseph baja y mantiene la puerta del auto abierta para mí.
―Tengo algo para ti. ―Se mueve a la parte trasera del auto, abre la maletera, y saca una gran caja envuelta para regalo. ¿Qué infiernos es esto?―. Ábrela cuando estés dentro.
―¿No vas a entrar?
―No, ____.
―Entonces, ¿cuándo te veré?
―Mañana.
―Mi jefe quiere que vaya a tomar una copa con él mañana.
El rostro de Joseph se endurece.
―¿Lo hace? ―Su voz está mezclada con amenaza latente.
―Para celebrar mi primera semana ―agrego rápidamente.
―¿Dónde?
―No lo sé.
―Podría recogerte ahí.
―Está bien… Te mandaré un e-mail o un mensaje de texto.
―Bien.
Me encamina a la puerta de entrada y espera hasta que saco mis llaves del bolso. Mientras abro la puerta, se inclina hacia adelante y toma mi barbilla, inclinando mi cabeza hacia atrás. Su boca está sobre la mía y cerrando sus ojos, corre un camino de besos desde la esquina de mi ojo hasta la comisura de mi boca. Un pequeño gemido escapa de mi boca mientras mi interior se derrite y se despliega.
―Hasta mañana ―suspira.
―Buenas noches, Joseph ―susurro y puedo oír la necesidad en mi voz.
Sonríe.
―Entra ―ordena, y camino a través de recepción llevando mi misterioso paquete―. Nos vemos, nena ―llama, entonces se gira con gracia encaminándose de regreso al auto.
Una vez en mi apartamento, abro la caja de regalo y encuentro mi MacBook Pro laptop, el BlackBerry y otra caja rectangular. ¿Qué es esto? Desenvuelvo el papel plateado. Dentro hay una caja de cuero negra y delgada. Abriendo la caja, encuentro un iPad. Santa mierda… un iPad. Una tarjeta blanca descansa sobre la pantalla con un mensaje escrito de puño y letra por Joseph.
Mierda. Tengo una cinta recopilada por Joseph con la apariencia de iPad de última generación. Sacudo mi cabeza en desaprobación porque es demasiado, pero profundamente lo amo. Jack en la oficina tiene uno, así que sé cómo funciona. Lo enciendo y jadeo mientras aparece el salvapantallas: una pequeña maqueta de planeador. Oh mi… Es el Blanik L23 que le regalé, montado sobre un escaparate de vidrio y puesto en lo que pienso es el escritorio de Joseph en su oficina. Alucino ante él.
¡Lo construyó! Realmente lo construyó. Ahora recuerdo que lo mencionó en la nota con las flores. Me tambaleo y sé en ese instante que ha puesto una gran cantidad de pensamientos en este regalo. Deslizo la flecha al botón de la pantalla para desbloquear y jadeo nuevamente. La fotografía de fondo es de Joseph conmigo en la carpa de mi graduación. Es la misma que apareció en el Seattle Times. Joseph luce tan guapo y yo no puedo ayudar mi enloquecido rostro sonriente mientras mi Diosa interior se envuelve y abraza a sí misma en su chaise longue. ¡Sí y es mío!
Con un simple toque de mi dedo, los íconos cambian y varios nuevos aparecen en la siguiente pantalla. Un Kindle app, iBooks, Words… sea lo que sea.
¡Santa mierda! ¿La Biblioteca Británica? Toco el ícono y el menú aparece: Colección Histórica. Desplegándolo, selecciono Novelas del siglo XVIII y XIX. Otro menú. Selecciono un título: El Americano de Henry James. Una nueva ventana se abre, ofreciéndome una copia escaneada del libro para leer. Santa mierda… Es una primera edición, publicada en 1879, ¡y está en mi iPad! Me ha comprado la Biblioteca Británica al toque de un botón.
Salgo rápidamente, sabiendo que podría perderme en esta aplicación por una eternidad. Noto una aplicación de “Buena Comida” que me hace rodar los ojos y sonreír al mismo tiempo, una aplicación de noticias, una aplicación del clima, pero su nota mencionaba música. Regreso a la pantalla anterior, pulso el ícono de iPod y aparece una lista de reproducción. Avanzo entre las canciones, y la lista me hace sonreír. Thomas Tallis: no voy a olvidar esa en mucho. La escuché dos veces, después de todo, mientras me azotaba y mientras me follaba.
Witchcraft mi sonrisa se ensancha… bailando alrededor del gran salón. La pieza de Bach Marcello… oh no, es demasiado triste para mi estado de ánimo justo ahora. Hmmm. Jeff Beckley. Sí, he escuchado sobre él. Snow Patrol ―mi banda favorita― y una canción llamada Principles of Lust de Enigma. Como Joseph. Sonrío. Otra llamada Possession… oh sí, muy Cincuenta sombras. Y unas cuantas más de las que no he escuchado hablar.
Seleccionando una canción que captura mi mirada, presiono play. Se llama Try de Nelly Furtado. Empieza a cantar y su voz es un pañuelo de seda envuelto a mi alrededor, envolviéndome. Me recuesto en mi cama.
¿Significa esto que Joseph va a tratar? ¿Tratar esta nueva relación? Bebo la letra, mirando fijamente al techo, tratando de entender su cambio. Me ha extrañado. Lo he extrañado. Quizás siente algo por mí. Debe hacerlo. Este iPad, estas canciones, estas aplicaciones… se preocupa. Realmente se preocupa. Mi corazón se hincha de esperanza.
La canción termina y lágrimas fluyen de mis ojos. Rápidamente avanzo a otra: The Scientist de Coldplay. Una de las bandas favoritas de Kate. Conozco la canción, pero nunca antes escuché la letra realmente. Cierro los ojos y dejo que las palabras pasen sobre y a través de mí. Mis lágrimas comienzan a fluir. No puedo detenerlas. Si esto no es una disculpa, ¿qué es? Oh, Joseph.
¿O es una invitación? ¿Responderá mis preguntas? ¿Estoy leyendo demasiado en esto? Probablemente estoy leyendo demasiado en esto. Mi subconsciente asiente, tratando de esconder su compasión.
Alejo mis lágrimas. Tengo que enviarle un e-mail para agradecerle. Salto de la cama a buscar la laptop. Coldplay continúa mientras me siento con las piernas cruzadas sobre mi cama. El Mac se enciende e inicio la sesión.
___________________
De: ____ Steele
Asunto: iPad
Fecha: 9 Junio 2011 23:56
Para: Joseph Jonas
Me has hecho llorar otra vez.
Amo el iPad.
Amo las canciones.
Amo la aplicación de la Biblioteca Británica.
Te amo.
Gracias.
Buenas noches.
_____ xx
___________________
De: Joseph Jonas
Asunto: iPad
Fecha: 10 Junio 2011 00:03
Para: ____ Steele
Me alegra que te gustara. Compre uno para mí.
Ahora, si estuviera ahí desaparecería tus lágrimas con mis besos.
Pero no estoy, así que ve a dormir.
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Su respuesta me hace sonreír, aún tan mandón, todavía tan Joseph. ¿Cambiará esto también? Y me doy cuenta en ese momento que espero que no. Me gusta como es ―al mando― siempre que pueda hacerle frente sin temor al castigo.
___________________
De: ____ Steele
Asunto: Sr. Gruñón
Fecha: 10 Junio 2011 00:07
Para: Joseph Jonas
Suenas en tu modo usual de jefe y posiblemente tenso, posiblemente gruñón. Sr. Jonas. Conozco algo que puede hacerlo más fácil. Pero entonces, no estás aquí: no dejarías que me quede y esperas que ruegue.
Siga soñando, Señor.
____ xx
PD: He notado que incluiste el himno del acosador Every Breath you take. Disfruto tu sentido del humor, pero ¿lo sabe el Dr. Flynn?
___________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Calma como Zen
Fecha: 10 Junio 2011 00:10
Para: ____ Steele
Mi querida señorita Steele:
Las nalgadas ocurren también en las relaciones vainilla, lo sabes. Usualmente con consentimiento y en un contexto sexual… pero seré más que feliz de hacer una excepción.
Te aliviará saber que el Dr. Flynn también disfruta de mi sentido del humor.
Ahora, por favor, ve a dormir ya que no tendrás mucho más mañana.
A propósito: rogarás, créeme. Y estaré esperando por ello.
Joseph Jonas
Tenso, Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
___________________
De: ____ Steele
Asunto: Buenas noches, dulces sueños
Fecha: 10 Junio 2011 00:12
Para: Joseph Jonas
Bien ya que me lo pides tan dulcemente y me gusta tu delicioso trato, me acurrucaré con el iPad que tan amablemente me diste y caeré dormida buscando en la Biblioteca Británica, escuchando la música que dice eso por ti.
____ xxx
___________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Una última petición
Fecha: 10 Junio 2011 00:15
Para: ____ Steele
Sueña conmigo.
X
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
¿Soñar contigo, Joseph Jonas? Siempre.
Me cambio rápidamente a mi pijama, cepillo mis dientes y me deslizo en mi cama. Poniéndome los auriculares, tiro del aplastado globo Charlie Tango de debajo de mi almohada y lo abrazo. Estoy rebosante de alegría, con una estúpida gran sonrisa en mi rostro. ¡Qué diferencia puede hacer un día! ¿Cómo podría dormir?
José Gonzales empieza a cantar disparando una melodía con un hipnótico riff (frase o nota que se repite a menudo) de guitarra y lentamente voy a la deriva en el sueño, maravillándome de cómo el mundo se corrige a sí mismo en una tarde y preguntándome ociosamente si debo hacer una lista de reproducción para Joseph.
―Este lugar tendrá que hacerlo ―gruñe Joseph―. No tenemos mucho tiempo.
El restaurante se veía bien para mí. Sillas de madera, manteles de lino y paredes del mismo color que el cuarto de juegos de Joseph ―profundo rojo sangre― con pequeños espejos dorados colocados al azar, con velas y pequeños floreros con rosas blancas. Ella FitzGerald canturrea de fondo What is this thing called love? Es muy romántico.
El camarero nos lleva a una mesa para dos en un pequeño hueco y me siento aprensiva, preguntándome qué va a decir.
―No nos quedaremos mucho tiempo ―le dice Joseph al camarero mientras se sienta―, entonces tendremos cada uno un bistec de solomillo cocido a término medio, Sauce Béarnaise si tiene, patatas fritas y vegetales verdes, cualquiera que tenga el chef; y tráigame la lista de vinos.
―Por supuesto, señor. ―El camarero, tomado por sorpresa por la frescura de Joseph y su calma eficiente, se marcha. Joseph coloca su BlackBerry en la mesa. Jesús, ¿no tengo elección?
―¿Y si no quiero bistec?
Suspira.
―No empieces, ____.
―No soy una niña, Joseph.
―Bien, deja de actuar como una.
Es como si me hubiera abofeteado. Parpadeo hacia él. Así es como va a ser, una conversación agitada y tensa, aún en un entorno muy romántico pero ciertamente sin corazones y flores.
―¿Soy una niña porque no me gusta el bistec? ―murmuro, tratando de ocultar mi dolor.
―Por ponerme celoso deliberadamente. Es una cosa infantil para hacer. ¿No tienes respeto por los sentimientos de tu amigo, llevándolo a eso? ―Joseph presiona sus labios en una delgada línea y frunce el ceño mientras el camarero regresa con la lista de vinos.
Me sonrojo. No había pensado en eso. Pobre José. Ciertamente no quiero alentarlo. Repentinamente, estoy mortificada. Joseph tiene un punto; fue una cosa que hice sin pensar. Le echa una mirada a la lista de vinos.
―¿Te gustaría elegir el vino? ―pregunta levantando las cejas hacia mí, expectante, la arrogancia personificada. Sabe que no sé nada acerca de vinos.
―Tú eliges ―respondo, hosca pero con disciplina.
―Dos copas de Barrossa Valley Shiraz, por favor.
―Eh… sólo vendemos ese vino por botella, señor.
―Una botella entonces ―chasquea Joseph.
―Señor. ―El camarero se retira sometido y no le culpo por ello. Le frunzo el ceño a Cincuenta. ¿Qué está corroyéndolo? Oh, probablemente yo y en algún lugar en lo profundo de mi mente, mi Diosa interior se levanta soñolienta, se estira y sonríe. Ha estado durmiendo bastante.
―Eres muy gruñón.
Me mira impasiblemente.
―¿Me pregunto por qué es eso?
―Bien, es bueno establecer el tono adecuado para una animada y honesta discusión sobre el futuro, ¿no dirías eso? ―Le sonrío dulcemente.
Su boca se presiona en una dura línea, pero entonces casi a regañadientes, sus labios se levantan y sé que está tratando de reprimir su sonrisa.
―Lo siento ―dice.
―Disculpa aceptada. Y estoy encantada de informarte que no he decidido convertirme en vegetariana desde la última vez que comimos.
―Desde la última vez que comiste. Creo que ese es un punto discutible.
―Ahí está esa palabra de nuevo, discutible.
―Discutible ―pronuncia y sus ojos se suavizan con humor. Pasa su mano a través de su cabello y está serio nuevamente―. ____, la última vez que hablamos, me dejaste. Estoy un poco nervioso. Te lo dije, te quiero de vuelta, y tú has dicho… nada. ―Su mirada es intensa y expectante. Mientras que su candor es totalmente desarmante. ¿Qué demonios debo decir a eso?
―Te he extrañado… realmente te he extrañado, Joseph, los pasados últimos días han sido… difíciles. ―Trago, y el nudo en mi garganta se inflama y recuerdo mi desesperada angustia desde que lo dejé.
La semana pasada ha sido la peor de mi vida, el dolor ha sido indescriptible. Nada se le ha acercado. Pero la realidad me golpea de vuelta, arrollándome.
―Nada ha cambiado. No puedo ser lo que quieres que sea ―digo las palabras pasando del nudo en mi garganta.
―Eres lo que quiero que seas ―dice, su voz es suave y enfática.
―No, Joseph, no lo soy.
―Estás alterada por lo que pasó la última vez. Estaba siendo estúpido, y tú… Entonces tú. ¿Por qué no dijiste la palabra de seguridad, ____? ―Su tono cambia, volviéndose acusatorio.
¿Qué? Wow, cambio de dirección. Me sonrojo, parpadeando hacia él.
―Respóndeme.
―No lo sé. Estaba abrumada. Estaba tratando de ser lo que necesitas que sea, tratando de sobrellevar el dolor y se fue de mi mente. Tú sabes… lo olvidé ―susurro avergonzada, y me encojo de hombros disculpándome.
Jesús, quizás podríamos haber evitado todo este dolor.
―¡Lo olvidaste! ―Jadea con horror, agarrando los lados de la mesa y mirándome fijamente.
Me marchito bajo su mirada fija.
¡Mierda! Está furioso otra vez. Mi Diosa interior me mira fijamente también. ¡Ves, tú trajiste todo esto sobre ti!
―¿Cómo puedo confiar en ti? ―dice, su voz baja―. ¿Alguna vez?
El mesero llega con nuestro vino y nos sentamos mirándonos fijamente el uno al otro, ojos azules a ambarinos. Ambos llenos de recriminaciones no pronunciadas mientras el mesero quita el corcho con una innecesaria floritura y pone un poco de vino en la copa de Joseph. Automáticamente, Joseph se extiende y toma un sorbo.
―Está bien ―su voz es cortante.
Con cuidado el mesero llena nuestras copas, colocando la botella sobre la mesa antes de irse en una rápida retirada. Joseph no quita sus ojos de mí en todo el tiempo. Soy la primera en quebrarse, rompiendo el contacto visual, levantando mi copa y tomando un largo trago. Apenas lo saboreo.
―Disculpa ―susurro, repentinamente sintiéndome estúpida. Lo dejé porque pensé que éramos incompatibles, ¿pero él me está diciendo que podría haberlo detenido?
―¿Disculpa por qué? ―dice alarmado.
―Por no usar la palabra de seguridad.
Cierra los ojos como aliviado.
―Podríamos haber evitado todo este sufrimiento ―murmura.
―Luces bien. ―Más que bien. Te ves como tú mismo.
―Las apariencias pueden engañar ―dice tranquilamente―. Estoy cualquier cosa menos bien. Me siento como si el sol se hubiera puesto y no hubiera amanecido por cinco días, ____. Estoy en perpetua noche aquí.
Estoy sin aliento por su reconocimiento. Oh Dios, igual que yo.
―Dijiste que nunca me dejarías, entonces las cosas se ponen difíciles y sales por la puerta.
―¿Cuándo dije que nunca te dejaría?
―En tus sueños. Fue la cosa más confortante que he oído en mucho tiempo, ____. Me hizo relajarme.
Mi corazón se contrae y me estiro por mi vino.
―Dijiste que me amabas ―susurra―. ¿Es ahora en tiempo pasado? ―Su voz es baja, mezclada con ansiedad.
―No, Joseph, no lo es.
Me mira fijamente y se ve tan vulnerable mientras exhala.
―Bien ―murmura.
Estoy sorprendida por su declaración. Ha tenido un cambio de actitud. Antes, cuando le dije que lo amaba, estaba horrorizado. El mesero está de vuelta. Rápidamente coloca los platos en frente de nosotros y se marcha caminando.
Santo infierno, comida.
―Come ―ordena Joseph.
En el fondo sé que tengo hambre, pero justo ahora mi estómago está hecho nudos. Sentada frente al único hombre del que he estado enamorada y debatiendo nuestro incierto futuro, no promueve un apetito saludable. Miro dubitativamente a mi comida.
―Que Dios me ayude, ____. Si no comes, te tendré sobre mis rodillas aquí en este restaurante y no tendrá nada que ver con mi satisfacción sexual. ¡Come!
Jesús, cálmate Jonas. Mi subconsciente me mira fijamente por encima de sus anteojos de media luna. Está de acuerdo de todo corazón con Cincuenta Sombras.
―Está bien, comeré. Guarda tu palma inquieta, por favor.
No sonríe, pero continúa mirándome. A regañadientes levanto mi cuchillo y tenedor y corto mi bistec. Oh, está tan buena que hace agua la boca. Estoy hambrienta, realmente hambrienta. Mastico y se relaja visiblemente.
Comemos nuestra cena en silencio. La música ha cambiado. Una suave voz de mujer canta en el fondo, sus palabras haciendo eco de mis pensamientos. Miro a Cincuenta. Está comiendo y mirándome. Hambre, deseo y ansiedad combinadas en una sola mirada caliente.
―¿Sabes quién está cantando? ―Trato por algo de conversación normal.
Joseph se detiene y escucha.
―No… pero es buena, quien quiera que sea.
―También me gusta.
Finalmente sonríe con su enigmática sonrisa privada. ¿Qué está planeando?
―¿Qué? ―pregunto.
Sacude su cabeza.
―Sigue comiendo ―dice suavemente.
He comido la mitad de la comida en mi plato. No puedo comer nada más. ¿Cómo puedo negociar esto?
―No puedo manejar nada más. ¿He comido lo suficiente para el señor?
Me mira impasiblemente sin responder, entonces mira su reloj.
―Realmente estoy llena ―agrego, tomando un sorbo de delicioso vino.
―Debemos irnos dentro de poco. Taylor está aquí, y tienes que levantarte por la mañana para trabajar.
―Igual que tú.
―Funciono con menos sueño que tú, ____. Al menos has comido algo.
―¿No vamos a regresar vía Charlie Tango?
―No, pensé que podría tomar una copa. Taylor nos recogerá. Además de esta manera te tengo en el auto para mí solo durante unas pocas horas, al menos. ¿Qué podemos hacer excepto hablar?
Oh, ese es su plan.
Joseph llama al camarero para pedir la cuenta, entonces toma su BlackBerry y hace una llamada.
―Estamos en Le Picotin, Sureste tercera avenida. ―Cuelga.
Jesús, ha cortado el teléfono.
―Eres muy brusco con Taylor, de hecho, con la mayoría de la gente.
―Solo voy al punto rápidamente, ____.
―No has estado yendo al punto esta tarde. Nada cambia, Joseph.
―Tengo una proposición para ti.
―Esto comenzó con una proposición.
―Una proposición diferente.
El camarero regresa y Joseph saca su tarjeta de crédito sin verificar la cuenta. Me mira especulativamente mientras el camarero desliza su tarjeta. El teléfono de Joseph vibra una vez y lo revisa.
¿Tiene una proposición? ¿Ahora qué? Un par de escenarios corren a través de mi mente: secuestro, trabajar para él. No, nada tiene sentido. Joseph termina de pagar.
―Ven. Taylor está afuera.
Nos levantamos y toma mi mano.
―No quiero perderte, ____. ―Besa mis nudillos con ternura y el toque de sus labios sobre mi piel resuena en todo mi cuerpo.
Afuera, el Audi está esperando. Joseph abre la puerta. Subo y me hundo en el lujoso cuero. Él avanza al lado del conductor, Taylor sale del auto y hablan brevemente. No es el protocolo usual. Tengo curiosidad. ¿De qué están hablando? Momentos después ambos suben, miro a Joseph quien está usando su rostro impasible mientras mira fijamente hacia adelante.
Me permito un breve momento para examinar su apuesto perfil: nariz recta, labios llenos esculpidos, cabello cayendo deliciosamente sobre su frente. Este hombre divino seguramente no es para mí.
La música suave se filtra en la parte trasera del auto, una pieza orquestal que no conozco y Taylor se pone en la luz del tráfico encaminándose por la I-5 y Seattle. Joseph se mueve hacia mí.
―Como estaba diciendo, ____, tengo una proposición para ti.
Miro nerviosamente a Taylor.
―Taylor no puede oírte ―me asegura Joseph.
―¿Cómo?
―Taylor ―llama Joseph. Taylor no responde. Llama de nuevo, todavía sin respuesta.
Joseph se estira y toca su hombro. Taylor remueve un auricular que no había notado.
―¿Sí, señor?
―Gracias, Taylor. Está bien, reasume lo que estás escuchando.
―Señor.
―¿Feliz ahora? Está escuchando su iPod. Puccini. Olvida que está aquí. Yo lo hago.
―¿Deliberadamente le pediste que lo hiciera?
―Sí.
Oh.
―Está bien, ¿tu proposición?
Joseph se ve repentinamente determinado y en modo de negocios. Santa mierda. Vamos a negociar un trato. Escucho atentamente.
―Déjame preguntarte algo primero. ¿Quieres una relación regular vainilla sin nada en absoluto de follar pervertido?
Mi boca cae abierta.
―¿Follar pervertido? ―chillo.
―Follar pervertido.
―No puedo creer que hayas dicho eso. ―Miro nerviosamente a Taylor.
―Bueno, lo hice. Respóndeme ―dice calmadamente.
Me sonrojo. Mi Diosa interior está arrodillada con sus manos juntas en súplica, rogándome.
―Me gusta tu perversión al follar ―susurro.
―Eso es lo que pensé. Entonces, ¿qué es lo que no te gusta?
El no poder tocarte. Tú disfrutando mi dolor, el dolor del cinturón.
―La amenaza de un castigo cruel e inusual.
―¿Qué significa eso?
―Bien, tienes todas esas varas, látigos y otras cosas en tu sala de juegos y espantan la luz del día de mí. No quiero que los uses en mí.
―Está bien, entonces sin látigos ni varas; o correas, para el caso ―dice irónicamente.
Lo miro desconcertada.
―¿Estás tratando de redefinir los límites de dureza?
―No como tal, sólo trato de entenderte, tener una imagen clara de lo que te gusta y lo que no.
―Fundamentalmente, Joseph, es tu alegría en infligirme dolor lo que me es difícil de manejar. Y la idea de que lo haces porque he cruzado alguna línea arbitraria.
―Pero no es arbitraria, las reglas están escritas.
―No quiero un conjunto de reglas.
―¿No del todo?
―Sin reglas. ―Sacudo mi cabeza, mi corazón está en mi boca. ¿A dónde va con esto?
―¿Pero no te importa si te pego?
―¿Pegarme con qué?
―Esto ―dice y extiende su mano.
Me remuevo incómodamente.
―No, no realmente. Especialmente con esas bolas de plata… ―Gracias al cielo está oscuro, mi rostro está en llamas y mi voz se apega mientras recuerdo esa noche. Sí… lo haría de nuevo.
Me sonríe.
―Sí, eso fue divertido.
―Más que divertido ―murmuro.
―Entonces puedes lidiar con algo de dolor.
Me encojo de hombros.
―Sí, supongo. ―Oh, ¿a dónde está yendo con esto? Mi nivel de ansiedad se ha disparado a elevadas magnitudes en la escala de Richter.
Sostiene su barbilla, sumido en sus pensamientos.
―____, quiero comenzar de nuevo. Hacer la cosa de vainilla y entonces quizás, una vez que confíes más en mí y yo confíe en que serás honesta y te comuniques conmigo, podemos avanzar y hacer algunas de las cosas que me gustan.
Lo miro fijamente, petrificada, sin ningún pensamiento en mi cabeza, como una computadora descompuesta. Me mira ansiosamente, pero no puedo verlo claramente mientras estamos envueltos en la oscuridad de Oregon. Se me ocurre finalmente, eso es. Él quiere la luz, pero ¿puedo pedirle que haga esto por mí? Y, ¿no me gusta la oscuridad? Algo de oscuridad, a veces. Recuerdos de la noche de Thomas Tallis van a la deriva a través de mi mente.
―Pero, ¿qué hay acerca de los castigos?
―Sin castigos. ―Sacude su cabeza―. Ninguno.
―¿Y las reglas?
―Sin reglas.
―¿Ninguna? Pero tienes necesidades.
―Te necesito más a ti, ____. Estos pocos días han sido como el purgatorio. Todos mis instintos me decían que te dejara ir, me decían que no te merezco. Esas fotos que tomó el chico… puedo ver cómo te ve. Luces tan despreocupada y hermosa, no es que no seas hermosa ahora, pero aquí estás sentada. Veo tu dolor. Es duro saber que soy el único que te hace sentir de esa manera. Pero soy un hombre egoísta. Te he deseado desde que caíste en mi oficina. Eres exquisita, honesta, cálida, ingeniosa, seductoramente inocente, la lista es interminable. Te admiro. Te deseo, y la idea de alguien más teniéndote es como un cuchillo girando en mi alma oscura.
Mi boca se seca. Santa mierda. Mi subconsciente asiente con satisfacción. Si esto no es una declaración de amor, no sé qué es. Y las palabras se escapan de mí como de un disque roto.
―Joseph ¿por qué piensas que tienes un alma oscura? Nunca podría decir eso. Triste quizás, pero eres un buen hombre. Puedo verlo… eres generoso, eres amable, y nunca me has mentido. Y no he tratado lo suficientemente fuerte. El sábado pasado fue como un shock para mi sistema. Fue mi llamada de atención. Me di cuenta de que lo habías hecho fácil para mí y que no podía ser la persona que querías que fuera. Entonces después de que te dejé, me di cuenta de que el dolor físico que me infligiste no era tan malo como el dolor de perderte. Quiero complacerte, pero es difícil.
―Me complaces todo el tiempo ―susurra―, ¿cuántas veces tengo que decírtelo?
―Nunca sé que estás pensando. Algunas veces eres tan cerrado… como un estado aislado. Me intimidas, por eso me quedo callada. No sé qué dirección ha tomado tu humor. Se balancea de norte a sur y de regreso en un nanosegundo. Es confuso y no me dejas que te toque y quiero tanto tocarte para mostrarte lo mucho que te amo.
Parpadea hacia mí en la oscuridad, con cautela, pienso y no puedo resistírmele más. Desabrocho mi cinturón y me subo hacia su regazo, tomándolo por sorpresa y tomo su cabeza en mis manos.
―Te amo, Joseph Jonas. Y si estás preocupado para hacer todo esto por mí, soy la única que no te merece y sólo puedo pedirte perdón ya que no puedo hacer todo eso por ti. Quizás con tiempo… no sé… pero sí, acepto tu proposición. ¿Dónde firmo?
Envuelve sus brazos alrededor de mí y me aplasta hacia él.
―Oh, ____. ―Exhala mientras entierra su nariz en mi cabello.
Nos sentamos, nuestros brazos envueltos alrededor del otro, escuchando la música ―una suave pieza de piano― que refleja las emociones en el auto, la calma dulce y tranquila después de la tormenta. Me acurruco en sus brazos descansando mi cabeza en la curva de su cuello. Él acaricia gentilmente mi espalda.
―Tocar es un límite de dureza para mí, ____ ―susurra.
―Lo sé. Desearía entender por qué.
Después de un tiempo, suspira, y con voz suave dice:
―Tuve una horrible niñez. Uno de los proxenetas de la perra drogadicta… ―Su voz se apaga y su cuerpo se tensa mientras recuerda algún horror inimaginable―. Puedo recordarlo ―susurra estremeciéndose.
Abruptamente mi corazón se contrae mientras recuerdo las cicatrices de quemadura estropeando su piel. Oh, Joseph. Aprieto mis brazos alrededor de su cuello.
―¿Era abusiva? ¿Tu madre? ―Mi voz es baja y suave, con lágrimas contenidas.
―No que yo recuerde. Era negligente. No me protegía de sus proxenetas. ―Se encoge de hombros―. Pienso que era yo quien veía por ella. Cuando finalmente se mató a sí misma, tomó cuatros días para que alguien diera la alarma y nos encontraran… lo recuerdo.
No puedo contener mi jadeo de horror. Santa madre jodida. La bilis sube a mi garganta.
―Eso es muy jodido ―susurro.
―Cincuenta sombras ―murmura.
Giro mi cabeza y presiono mis labios sobre su cuello, buscando y ofreciendo consuelo mientras imagino a un pequeño niño sucio de ojos ambarinos perdido y solo junto al cuerpo de su madre muerta. Oh, Joseph. Inhalo su esencia. Huele celestial, mi aroma favorito en el mundo entero. Estrecha sus brazos alrededor de mí, besa mi cabello y me siento envuelta en su abrazo mientras Taylor acelera en la noche.
Cuando me despierto, estamos conduciendo a través de Seattle.
―Hey ―dice Joseph suavemente.
―Perdón ―murmuro mientras me siento, parpadeando y estirándome, aún estoy en sus brazos, en su regazo.
―Podría verte dormir por siempre, ____.
―¿Dije algo?
―No. Estamos llegando a tu lugar.
¿Oh?
―¿No vamos al tuyo?
―No.
Me siento y lo miro.
―¿Por qué no?
―Porque tienes trabajo mañana.
―Oh. ―Hago puchero.
Me sonríe.
―¿Por qué? ¿Tenías algo en mente?
Me sonrojo.
―Bien, quizás.
Se ríe entre dientes.
―____, no voy a tocarte de nuevo. No hasta que me ruegues que lo haga.
―¡Qué!
―Entonces empezarás a comunicarte conmigo. La próxima vez que hagamos el amor, vas a tener que decirme exactamente qué quieres en gran detalle.
―Oh. ―Me saca de su regazo mientras Taylor frena fuera de mi apartamento. Joseph baja y mantiene la puerta del auto abierta para mí.
―Tengo algo para ti. ―Se mueve a la parte trasera del auto, abre la maletera, y saca una gran caja envuelta para regalo. ¿Qué infiernos es esto?―. Ábrela cuando estés dentro.
―¿No vas a entrar?
―No, ____.
―Entonces, ¿cuándo te veré?
―Mañana.
―Mi jefe quiere que vaya a tomar una copa con él mañana.
El rostro de Joseph se endurece.
―¿Lo hace? ―Su voz está mezclada con amenaza latente.
―Para celebrar mi primera semana ―agrego rápidamente.
―¿Dónde?
―No lo sé.
―Podría recogerte ahí.
―Está bien… Te mandaré un e-mail o un mensaje de texto.
―Bien.
Me encamina a la puerta de entrada y espera hasta que saco mis llaves del bolso. Mientras abro la puerta, se inclina hacia adelante y toma mi barbilla, inclinando mi cabeza hacia atrás. Su boca está sobre la mía y cerrando sus ojos, corre un camino de besos desde la esquina de mi ojo hasta la comisura de mi boca. Un pequeño gemido escapa de mi boca mientras mi interior se derrite y se despliega.
―Hasta mañana ―suspira.
―Buenas noches, Joseph ―susurro y puedo oír la necesidad en mi voz.
Sonríe.
―Entra ―ordena, y camino a través de recepción llevando mi misterioso paquete―. Nos vemos, nena ―llama, entonces se gira con gracia encaminándose de regreso al auto.
Una vez en mi apartamento, abro la caja de regalo y encuentro mi MacBook Pro laptop, el BlackBerry y otra caja rectangular. ¿Qué es esto? Desenvuelvo el papel plateado. Dentro hay una caja de cuero negra y delgada. Abriendo la caja, encuentro un iPad. Santa mierda… un iPad. Una tarjeta blanca descansa sobre la pantalla con un mensaje escrito de puño y letra por Joseph.
____: Esto es para ti.
Sé lo que quieres escuchar.
La música aquí lo dice por mí.
Joseph.
Sé lo que quieres escuchar.
La música aquí lo dice por mí.
Joseph.
Mierda. Tengo una cinta recopilada por Joseph con la apariencia de iPad de última generación. Sacudo mi cabeza en desaprobación porque es demasiado, pero profundamente lo amo. Jack en la oficina tiene uno, así que sé cómo funciona. Lo enciendo y jadeo mientras aparece el salvapantallas: una pequeña maqueta de planeador. Oh mi… Es el Blanik L23 que le regalé, montado sobre un escaparate de vidrio y puesto en lo que pienso es el escritorio de Joseph en su oficina. Alucino ante él.
¡Lo construyó! Realmente lo construyó. Ahora recuerdo que lo mencionó en la nota con las flores. Me tambaleo y sé en ese instante que ha puesto una gran cantidad de pensamientos en este regalo. Deslizo la flecha al botón de la pantalla para desbloquear y jadeo nuevamente. La fotografía de fondo es de Joseph conmigo en la carpa de mi graduación. Es la misma que apareció en el Seattle Times. Joseph luce tan guapo y yo no puedo ayudar mi enloquecido rostro sonriente mientras mi Diosa interior se envuelve y abraza a sí misma en su chaise longue. ¡Sí y es mío!
Con un simple toque de mi dedo, los íconos cambian y varios nuevos aparecen en la siguiente pantalla. Un Kindle app, iBooks, Words… sea lo que sea.
¡Santa mierda! ¿La Biblioteca Británica? Toco el ícono y el menú aparece: Colección Histórica. Desplegándolo, selecciono Novelas del siglo XVIII y XIX. Otro menú. Selecciono un título: El Americano de Henry James. Una nueva ventana se abre, ofreciéndome una copia escaneada del libro para leer. Santa mierda… Es una primera edición, publicada en 1879, ¡y está en mi iPad! Me ha comprado la Biblioteca Británica al toque de un botón.
Salgo rápidamente, sabiendo que podría perderme en esta aplicación por una eternidad. Noto una aplicación de “Buena Comida” que me hace rodar los ojos y sonreír al mismo tiempo, una aplicación de noticias, una aplicación del clima, pero su nota mencionaba música. Regreso a la pantalla anterior, pulso el ícono de iPod y aparece una lista de reproducción. Avanzo entre las canciones, y la lista me hace sonreír. Thomas Tallis: no voy a olvidar esa en mucho. La escuché dos veces, después de todo, mientras me azotaba y mientras me follaba.
Witchcraft mi sonrisa se ensancha… bailando alrededor del gran salón. La pieza de Bach Marcello… oh no, es demasiado triste para mi estado de ánimo justo ahora. Hmmm. Jeff Beckley. Sí, he escuchado sobre él. Snow Patrol ―mi banda favorita― y una canción llamada Principles of Lust de Enigma. Como Joseph. Sonrío. Otra llamada Possession… oh sí, muy Cincuenta sombras. Y unas cuantas más de las que no he escuchado hablar.
Seleccionando una canción que captura mi mirada, presiono play. Se llama Try de Nelly Furtado. Empieza a cantar y su voz es un pañuelo de seda envuelto a mi alrededor, envolviéndome. Me recuesto en mi cama.
¿Significa esto que Joseph va a tratar? ¿Tratar esta nueva relación? Bebo la letra, mirando fijamente al techo, tratando de entender su cambio. Me ha extrañado. Lo he extrañado. Quizás siente algo por mí. Debe hacerlo. Este iPad, estas canciones, estas aplicaciones… se preocupa. Realmente se preocupa. Mi corazón se hincha de esperanza.
La canción termina y lágrimas fluyen de mis ojos. Rápidamente avanzo a otra: The Scientist de Coldplay. Una de las bandas favoritas de Kate. Conozco la canción, pero nunca antes escuché la letra realmente. Cierro los ojos y dejo que las palabras pasen sobre y a través de mí. Mis lágrimas comienzan a fluir. No puedo detenerlas. Si esto no es una disculpa, ¿qué es? Oh, Joseph.
¿O es una invitación? ¿Responderá mis preguntas? ¿Estoy leyendo demasiado en esto? Probablemente estoy leyendo demasiado en esto. Mi subconsciente asiente, tratando de esconder su compasión.
Alejo mis lágrimas. Tengo que enviarle un e-mail para agradecerle. Salto de la cama a buscar la laptop. Coldplay continúa mientras me siento con las piernas cruzadas sobre mi cama. El Mac se enciende e inicio la sesión.
___________________
De: ____ Steele
Asunto: iPad
Fecha: 9 Junio 2011 23:56
Para: Joseph Jonas
Me has hecho llorar otra vez.
Amo el iPad.
Amo las canciones.
Amo la aplicación de la Biblioteca Británica.
Te amo.
Gracias.
Buenas noches.
_____ xx
___________________
De: Joseph Jonas
Asunto: iPad
Fecha: 10 Junio 2011 00:03
Para: ____ Steele
Me alegra que te gustara. Compre uno para mí.
Ahora, si estuviera ahí desaparecería tus lágrimas con mis besos.
Pero no estoy, así que ve a dormir.
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Su respuesta me hace sonreír, aún tan mandón, todavía tan Joseph. ¿Cambiará esto también? Y me doy cuenta en ese momento que espero que no. Me gusta como es ―al mando― siempre que pueda hacerle frente sin temor al castigo.
___________________
De: ____ Steele
Asunto: Sr. Gruñón
Fecha: 10 Junio 2011 00:07
Para: Joseph Jonas
Suenas en tu modo usual de jefe y posiblemente tenso, posiblemente gruñón. Sr. Jonas. Conozco algo que puede hacerlo más fácil. Pero entonces, no estás aquí: no dejarías que me quede y esperas que ruegue.
Siga soñando, Señor.
____ xx
PD: He notado que incluiste el himno del acosador Every Breath you take. Disfruto tu sentido del humor, pero ¿lo sabe el Dr. Flynn?
___________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Calma como Zen
Fecha: 10 Junio 2011 00:10
Para: ____ Steele
Mi querida señorita Steele:
Las nalgadas ocurren también en las relaciones vainilla, lo sabes. Usualmente con consentimiento y en un contexto sexual… pero seré más que feliz de hacer una excepción.
Te aliviará saber que el Dr. Flynn también disfruta de mi sentido del humor.
Ahora, por favor, ve a dormir ya que no tendrás mucho más mañana.
A propósito: rogarás, créeme. Y estaré esperando por ello.
Joseph Jonas
Tenso, Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
___________________
De: ____ Steele
Asunto: Buenas noches, dulces sueños
Fecha: 10 Junio 2011 00:12
Para: Joseph Jonas
Bien ya que me lo pides tan dulcemente y me gusta tu delicioso trato, me acurrucaré con el iPad que tan amablemente me diste y caeré dormida buscando en la Biblioteca Británica, escuchando la música que dice eso por ti.
____ xxx
___________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Una última petición
Fecha: 10 Junio 2011 00:15
Para: ____ Steele
Sueña conmigo.
X
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
¿Soñar contigo, Joseph Jonas? Siempre.
Me cambio rápidamente a mi pijama, cepillo mis dientes y me deslizo en mi cama. Poniéndome los auriculares, tiro del aplastado globo Charlie Tango de debajo de mi almohada y lo abrazo. Estoy rebosante de alegría, con una estúpida gran sonrisa en mi rostro. ¡Qué diferencia puede hacer un día! ¿Cómo podría dormir?
José Gonzales empieza a cantar disparando una melodía con un hipnótico riff (frase o nota que se repite a menudo) de guitarra y lentamente voy a la deriva en el sueño, maravillándome de cómo el mundo se corrige a sí mismo en una tarde y preguntándome ociosamente si debo hacer una lista de reproducción para Joseph.
Karely Jonatika
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
omj la rayis le dijo que lo ama ama!!!
ya quieor saber toda la ghistoria de jiseph
ya quieor saber toda la ghistoria de jiseph
andreita
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!!! TAN MAAANNDOOOOO!!!!..
PEROOO TENEMOOSS QUE HACER UNA FIESTAAAAA!!!!!!!... VOOOLLLVVIIIEEEROOONNNN!!
Y GUUUAAUUU QUE CAAANCIIOONEEEESSS!!!!!
JEJEJEJEJE
ESE CINCUENTAA SI QUE SAAABEEE COMO HACER PARA QUE ___ YA QUIERA ESTAR CON EEELL DE NUEEEVOOO!!!!
AAIII AMOOO ESTA NOOVEEE
PEROOO TENEMOOSS QUE HACER UNA FIESTAAAAA!!!!!!!... VOOOLLLVVIIIEEEROOONNNN!!
Y GUUUAAUUU QUE CAAANCIIOONEEEESSS!!!!!
JEJEJEJEJE
ESE CINCUENTAA SI QUE SAAABEEE COMO HACER PARA QUE ___ YA QUIERA ESTAR CON EEELL DE NUEEEVOOO!!!!
AAIII AMOOO ESTA NOOVEEE
chelis
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
awwwww que lindo es Joseph
Lo amo es tan dfghjks
Es tan lindo
Siguela!!!
Lo amo es tan dfghjks
Es tan lindo
Siguela!!!
aranzhitha
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
LE DIJO QUE LO AMABAA!!
& habrá un nuevo tratoooooo!
SANTA VACA BICOLOR!
Tienes que seguirla!
YA YA YA!
Siguee!
& habrá un nuevo tratoooooo!
SANTA VACA BICOLOR!
Tienes que seguirla!
YA YA YA!
Siguee!
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Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.