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"Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
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Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
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Estoy muriendoo
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Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
[CAPITULO 13]
Santa mierda.
Ella está aquí, mirándome con una desconcertante mirada vacía, sosteniendo un arma. Mi subconsciente se desvanece en un desmayo, y no creo que ni siquiera las sales aromáticas la traerán de vuelta. Parpadeo repetidamente a Leila mientras mi mente se va a la deriva. ¿Cómo entró? ¿En dónde está Ethan? ¡Mierda! ¿En dónde está Ethan?
Un progresivo y frío miedo toma mi corazón, y mi cuero cabelludo pica cuando cada uno de los folículos en mi cabeza se aprieta con terror. ¿Qué si ella lo ha lastimado? Empiezo a respirar rápidamente mientras la adrenalina y el miedo adormecedor de huesos atraviesan mi cuerpo. Mantén la calma, mantén la calma, repito el mantra una y otra vez en mi cabeza.
Ella inclina la cabeza a un lado, mirándome como si fuera una exhibición en un espectáculo de fenómenos. Caray, no soy el bicho raro aquí.
Se siente como que ha pasado un eón mientras proceso todo esto, aunque en realidad sólo ha sido una fracción de segundo. La expresión de Leila permanece vacía, y su apariencia es tan desliñada y enfermiza como nunca. Todavía está usando aquel abrigo sucio, y parece desesperadamente necesitar un baño. Su cabello está grasoso y lacio, aplastado contra su cabeza, y sus ojos son de un pálido marrón, nublado, y luce vagamente confundida.
A pesar del hecho de que mi boca no tiene humedad en ella en absoluto, hago el intento de hablar.
―Hola. Leila, ¿no? ―digo ásperamente. Ella sonríe, pero es un perturbador curvar de su labio en lugar de una verdadera sonrisa.
―Ella habla ―susurra, y su voz es suave y ronca a la vez, un inquietante sonido.
―Sí, hablo ―digo gentilmente como si estuviera hablando con una niña―. ¿Estás aquí sola?
¿En dónde está Ethan? Mi corazón golpetea con el pensamiento de que él podría estar herido. Su rostro cae, tanto que pienso que está a punto de romper en llanto, se ve tan triste.
―Sola ―susurra―. Sola.
Y la profundidad de la tristeza en aquella palabra es descorazonadora. ¿De qué habla? ¿Estoy sola? ¿Ella está sola? ¿Está sola porque hirió a Ethan? Oh… no… tengo que luchar con el asfixiante miedo que se arrastra por mi garganta mientras las lágrimas amenazan con salir.
―¿Qué estás haciendo aquí? ¿Puedo ayudarte? ―Mis palabras son calmadas, una gentil pregunta a pesar del sofocante miedo en mi garganta. Su ceño se frunce como si estuviera completamente aturdida por mis preguntas. Pero no hace ningún movimiento violento en mi contra. Su mano todavía está relajada alrededor de su arma. Tomo una táctica distinta, intentando ignorar mi apretado cuero cabelludo―. ¿Te gustaría algo de té? ―¿Por qué le estoy preguntando si quiere té? Es la respuesta de Ray a una situación emocional, subiendo a la superficie de manera inapropiada. Jesús, tendría un ataque si me viera justo en este minuto. Su entrenamiento del ejército habría entrado en acción, y habría desarmado a la chica para este momento. Ella en realidad no está apuntándome. Tal vez pueda moverme. Ella sacude la cabeza y la inclina de lado a lado como estirando el cuello.
Tomo una profunda y preciosa bocanada de aire, tratando de calmar mi respiración asustada, y me muevo hacia la isleta de la cocina. Ella frunce el ceño como si no pudiera entender completamente qué estoy haciendo y se mueve un poco de modo que todavía está frente a mí. Alcanzo la tetera y con una temblorosa mano la lleno con el agua del grifo. Mientras me muevo, mi respiración se equilibra. Sí, si ella me quisiera muerta, seguramente me habría disparado ya. Me observa con una ausente y perpleja curiosidad. Mientras enciendo la tetera, soy asediada por el pensamiento de Ethan. ¿Está herido? ¿Atado?
―¿Hay alguien más en el apartamento? ―pregunto tentativamente.
Ella inclina su cabeza al otro lado, y con su mano derecha, la mano que no sostiene el revólver, agarra una hebra de su largo y grasoso cabello y empieza a enrollarlo y desenrollarlo, tirando y retorciéndolo. Obviamente es un hábito nervioso, y mientras que estoy distraída por esto, soy golpeada una vez más por lo mucho que se parece a mí. Sostengo la respiración, esperando su respuesta, la ansiedad llegando a un punto casi insoportable.
―Sola. Completamente sola ―murmura. Encuentro esto reconfortante. Quizá Ethan no está aquí. El alivio me da poder.
―¿Estás segura de que no quieres té o café?
―No tengo sed ―responde suavemente, y da un cauteloso paso hacia mí. Mi sentimiento de empoderamiento se evapora. ¡Mierda! Empiezo a jadear con miedo una vez más, sintiéndolo surgir grueso y áspero a través de mis venas. A pesar de esto y sintiéndome más que valiente, me doy la vuelta y extraigo un par de tazas del aparador.
―¿Qué tienes tú que no tenga yo? ―pregunta, su voz asumiendo la entonación cantarina de una niña.
―¿A qué te refieres, Leila? ―pregunto tan gentilmente como puedo.
―El Amo… el Sr. Jonas… te deja llamarlo por su nombre de pila.
―No soy su sumisa, Leila. Er… el Amo entiende que soy incapaz e inadecuada para llenar ese papel.
Inclina la cabeza al otro lado. Es completamente desconcertante e innatural como un gesto.
―I-na-de-cua-da. ―Prueba la palabra, sondeándola, viendo cómo se siente en su lengua―. Pero el Amo está feliz. Lo he visto. Se ríe y sonríe. Estas reacciones son raras… muy raras para él.
Oh.
―Te ves como yo. ―Leila cambia de táctica, sorprendiéndome, sus ojos parecen enfocarse apropiadamente en mí por primera vez―. Al Amo le gustan las obedientes que lucen como tú y yo. Las otras, todas las mismas… las mismas… y aun así, tú duermes en su cama. Te vi.
¡Mierda! Ella estaba en la habitación. No me lo imaginé.
―¿Me viste en su cama? ―susurro.
―Nunca dormí en la cama del Amo ―murmura. Ella es como un caído espectro etéreo. Media persona. Se ve tan ligera, y a pesar del hecho que está sosteniendo un arma, repetidamente me siento llena de simpatía por ella. Sus manos se flexionan alrededor del arma, y mis ojos se amplían, amenazando con salirse de mi cabeza―. ¿Por qué al Amo le gustan como nosotras? Me hace pensar en algo… algo… el Amo es oscuro… el Amo es un oscuro hombre, pero lo amo.
No, no, no lo es. Me erizo internamente. Él no es oscuro. Es un buen hombre, y no está en la oscuridad. Se me ha unido en la luz. Y ahora ella está aquí, intentando arrastrarlo de vuelta con alguna retorcida idea de que lo ama.
―Leila, ¿quieres darme el arma? ―pregunto suavemente. Su mano la sostiene apretadamente, y ella la abraza contra su pecho.
―Es mía. Es todo lo que me queda. ―Gentilmente acaricia el arma―. Así ella puede unirse a su amor.
¡Mierda! ¿Cuál amor… Joseph? Es como si me hubiera pegado en el estómago. Sé que él estará aquí en cualquier momento para descubrir qué está retrasándome. ¿Ella quiere dispararle? El pensamiento es tan horroroso, que siento mi garganta arder y doler cuando un enorme nudo se forma allí, casi estrangulándome, emparejándose con el miedo que se ha formado fuertemente en mi estómago.
Justo en la entrada la puerta se abre, y Joseph está en el umbral, Taylor detrás de él.
Mirando brevemente, los ojos de Joseph se deslizan sobre mí de la cabeza a los pies, y noto la pequeña chispa de alivio en su mirada. Pero su alivio es fugaz cuando su mirada vuela hacia Leila y se pone rígido, enfocándose en ella, sin vacilar en lo más mínimo. La mira fijamente con una intensidad que no he visto antes, sus ojos salvajes, enojados, y asustados.
Oh, no… oh, no.
Los ojos de Leila se amplían, y por un momento, parece que su razón regresa. Parpadea rápidamente mientras su mano se aprieta una vez más alrededor del arma. Mi respiración se queda atrapada en mi garganta, y mi corazón empieza a golpetear tan fuerte que escucho la sangre latiendo en mis orejas. ¡No, no, no!
Mi mundo se tambalea precariamente en las manos de esta pobre y jodida mujer. ¿Disparará? ¿A ambos? ¿A Joseph? El pensamiento es agobiante. Pero después de una eternidad, mientras el tiempo cuelga suspendido a nuestro alrededor, su cabeza se agacha y ella lo mira, a través de unas largas pestañas, su expresión contrita. Joseph estira su mano, señalándole a Taylor permanecer donde está. La cara pálida de Taylor traiciona su furia. Nunca lo he visto así, pero se queda inmóvil mientras Joseph y Leila se miran fijamente.
Me doy cuenta que estoy aguantando la respiración. ¿Qué hará ella? ¿Qué hará él? Pero sólo continúan mirándose uno a otro. La expresión de Joseph es cruda, llena de alguna clase de emoción sin nombre. Podría ser lástima, miedo, afecto… o, ¿es amor? ¡No, por favor, no amor! Sus ojos la perforan y, agonizantemente lento, la atmósfera en el apartamento cambia. La tensión está creciendo de modo que puedo sentir su conexión, la carga entre ellos.
¡No! De repente siento que yo soy la intrusa, metiéndome entre ellos mientras se miran el uno al otro. Soy una intrusa, una mirona, espiando una escena prohibida e íntima tras las cortinas.
La intensa mirada de Joseph quema más, y su porte cambia sutilmente. Luce más alto, más angular de alguna manera, más frío, y más distante. Reconozco esta postura. Lo he visto así antes… en su salón de juegos.
Mi cuero cabelludo pica de nuevo. Este es Joseph el Dominante, y qué tan relajado se ve. Si nació o no para este papel, no lo sé, pero con un corazón desazonado y un estómago enfermo, observo mientras Leila responde, sus labios separándose, su respiración acelerándose mientras el primer sonrojo mancha sus mejillas. ¡No! Es un vistazo poco bienvenido al pasado, es agonizante atestiguarlo.
Finalmente, él le murmura una palabra. No puedo descifrar qué es, pero el efecto en Leila es inmediato. Cae al piso sobre sus rodillas, su cabeza inclinada, y el arma cae y repiquetea inútilmente a través del piso de madera. Santa mierda. Joseph camina calmadamente hacia donde el arma ha caído y se inclina con gracia para recogerla. La observa con disgusto poco disimulado y luego la desliza en el bolsillo de su chaqueta. Mira una vez más a Leila mientras ella se arrodilla obedientemente junto a la isleta de la cocina.
―____, ve con Taylor ―ordena. Taylor cruza el umbral y me mira fijamente.
―Ethan ―susurro.
―Está abajo ―responde de manera casual, sus ojos nunca dejando a Leila.
Abajo. No está aquí. Ethan está bien. El alivio inunda con fuerza mi sangre, y por un momento pienso que voy a desmayarme.
―____. ―El tono de Joseph está cortado en advertencia.
Parpadeo hacia él, y de repente soy incapaz de moverme. No quiero dejarlo, dejarlo con ella. Él se mueve para estar junto a Leila mientras ella se arrodilla a sus pies. Está encima de ella, protectoramente. Ella está tan quieta, es innatural. No puedo apartar mis ojos de ellos dos… juntos…
―Por el amor de Dios, ____, ¡¿harás lo que se te dice por una vez en tu vida y te irás? ―Los ojos de Joseph se fijan en los míos mientras me lanza una mirada al rojo vivo, su voz fría como el hielo. La rabia bajo la calma y deliberada entrega de sus palabras es palpable.
¿Enojado conmigo? Seguramente no. Por favor… ¡No! Siento como si me hubiera abofeteado con fuerza. ¿Por qué quiere quedarse con ella?
―Taylor. Lleva a la señorita Steele abajo. Ahora.
Taylor asiente en su dirección mientras yo fijo mi mirada en Joseph.
―¿Por qué? ―susurro.
―Ve. Regresa al apartamento. ―Sus ojos arden fríamente hacia mí―. Necesito estar a solas con Leila. ―Lo dice urgentemente.
Pienso que está intentando enviar alguna clase de mensaje pero estoy tan desconcertada por todo lo que ha sucedido que no estoy segura. Miro a Leila y noto una pequeña sonrisa atravesando sus labios, pero por lo demás, permanece impasible. Una completa sumisa. ¡Mierda! Mi corazón se estremece. Esto es lo que él necesita. Esto es lo que le gusta. ¡No!, quiero llorar.
―Señorita Steele. ____. ―Taylor extiende su mano hacia mí, implorándome que vaya. Estoy inmovilizada por el horrible espectáculo frente a mí. Confirma mis peores temores y representa todas mis inseguridades: Joseph y Leila juntos… el Dominante y su sumisa.
―Taylor ―insta Joseph, y Taylor se inclina y me recoge en sus brazos. La última cosa que puedo ver mientras nos vamos es a Joseph acariciar gentilmente la cabeza de Leila mientras le murmura algo suavemente.
¡No!
Mientras Taylor me carga escaleras abajo, yazco débilmente en sus brazos, intentando entender lo que ha sucedido en los últimos diez minutos… ¿Fue más tiempo? ¿O menos? El concepto de tiempo me ha abandonado.
Joseph y Leila, Leila y Joseph… ¿juntos? ¿Qué está haciendo con ella ahora?
―¡Jesús, ____! ¿Qué mierda está pasando?
Estoy aliviada por ver a Ethan mientras camina en el pequeño vestíbulo, todavía cargando su gran maletín. ¡Oh, gracias al cielo está bien! Cuando Taylor me baja, prácticamente me lanzo sobre Ethan, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello.
―Ethan. ¡Oh, gracias a Dios! ―Lo abrazo, sosteniéndolo cerca. Estaba tan preocupada, y por un breve momento, disfruto algo de respiro de mi creciente pánico por lo que está pasando arriba en mi apartamento.
―¿Qué mierda está sucediendo, ____? ¿Quién es este tipo?
―Oh, lo lamento, Ethan, este es Taylor. Trabaja con Joseph. Taylor, este es Ethan, el hermano de mi compañera de piso.
Asienten el uno al otro.
―____, arriba, ¿qué está pasando? Estaba buscando las llaves del apartamento cuando estos tipos salieron de la nada y las tomaron. Uno de ellos era Joseph… ―La voz de Ethan se desvanece.
―Llegaste tarde… Gracias a Dios.
―Sí. Me encontré con un amigo de Pullman, tomamos algo rápido. Arriba, ¿qué es lo que pasa?
―Hay una chica, una ex de Joseph. En nuestro apartamento. Ella se ha vuelto loca, y Joseph está… ―Mi voz se rompe y las lágrimas inundan mis ojos.
―Oye ―susurra Ethan y me acerca una vez más―. ¿Alguien ha llamado a la policía?
―No, no es así ―lloriqueo en su pecho, y ahora que he empezado, no puedo dejar de llorar, la tensión de este último episodio se está liberando a través de mis lágrimas. Ethan aprieta sus brazos a mi alrededor, pero siento su perplejidad.
―Oye, ____, vamos a tomar algo. ―Palmea mi espalda incómodamente. Abruptamente, también me siento incómoda, y avergonzada, y con toda honestidad, quiero estar sola. Pero asiento, aceptando su oferta. Quiero estar lejos de aquí, lejos de lo que sea que está sucediendo arriba.
Me vuelvo hacia Taylor.
―¿El apartamento fue revisado? ―le pregunto entre lágrimas, limpiándome la nariz con la parte trasera de mi mano.
―Esta tarde. ―Taylor se encoge de hombros a manera de disculpa y me pasa un pañuelo. Luce devastado―. Lo lamento, ____ ―murmura.
Frunzo el ceño. Caray, se ve tan culpable. No quiero hacerlo sentir peor.
―Parece que ella tiene una misteriosa habilidad para evadirnos ―añade él, frunciendo el ceño una vez más.
―Ethan y yo iremos a tomar algo y luego volveremos a Escala. ―Me seco los ojos.
Taylor cambia de un pie a otro incómodamente.
―El Sr. Jonas quería que se fuera al apartamento ―dice calmadamente.
―Bueno, sabemos en dónde está Leila ahora. ―No puedo evitar la amargura en mi voz―. Así que no es necesaria toda la seguridad. Dígale a Joseph que lo veremos más tarde.
Taylor abre la boca para hablar, y luego, sabiamente, la cierra de nuevo.
―¿Quieres dejar tu maletín con Taylor? ―le pregunto a Ethan.
―No, lo mantendré conmigo, gracias.
Ethan asiente a Taylor, luego me acompaña fuera de la puerta principal. Demasiado tarde, recuerdo que he dejado mi bolso en la parte trasera del Audi. No tengo nada.
―Mi bolso…
―No te preocupes ―murmura Ethan, su rostro lleno de preocupación―. Está bien, yo invito.
Escogemos un bar atravesando la calle, sentándonos en los taburetes junto a la ventana. Quiero ver qué está pasando… quién viene, y más importante, quién se va. Ethan me entrega una botella de cerveza.
―¿Problemas con una ex? ―dice gentilmente.
―Es un poco más complicado que eso ―murmuro, abruptamente precavida. No puedo hablar de esto, he firmado un CDC. Y por primera vez, realmente resiento el hecho que Joseph no ha dicho nada acerca de rescindirlo.
―Tengo tiempo ―dice Ethan amablemente y toma un largo sorbo de su cerveza.
―Es una ex, de hace años. Dejó a su esposo por algún tipo. Luego hace un par de semanas o así, él murió en un accidente automovilístico, y ahora ella viene tras Joseph. ―Me encojo de hombros. Ahí está, eso no fue decir mucho.
―¿Viene tras él?
―Tenía un arma.
―¡Qué mierda!
―No amenazó de verdad a nadie con ella. Creo que quería lastimarse a sí misma. Pero es por eso que estaba tan preocupada por ti. No sabía si estabas en el apartamento.
―Ya veo. Ella suena inestable.
―Sí, lo es.
―¿Y qué está haciendo Joseph con ella ahora?
La sangre abandona mi cara y la bilis sube por mi garganta.
―No lo sé ―susurro.
Los ojos de Ethan se amplían… y lo entiende.
Este es el quid de mi problema. ¿Qué mierda está haciendo? Hablando, espero. Sólo hablando. Aun así, todo lo que puedo ver en mi mente en su mano acariciando el cabello de ella. Está trastornada y Joseph se preocupa por ella, eso es todo, racionalizo. Pero en la parte trasera de mi cabeza, mi subconsciente está sacudiendo su cabeza tristemente. Es más que eso. Leila fue capaz de suplir sus necesidades en una forma que yo no. El pensamiento es deprimente.
Intento enfocarme en todo lo que hemos hecho en los últimos días, su declaración de amor, su humor coqueto, su alegría. Pero las palabras de Elena siguen regresando para mofarse de mí. Es cierto lo que dicen de los que escuchan a escondidas.
¿No lo extrañas… tu salón de juegos?
Termino mi cerveza en un tiempo record, y Ethan pide una más. No soy una buena compañía, pero para su crédito, se queda conmigo, charlando, intentando levantar mi espíritu, hablando de Barbados, y de las travesuras de Kate y Elliot, lo que es maravillosamente distractor. Pero es sólo eso, una distracción. Mi mente, mi corazón y mi alma están todavía en ese apartamento con mi Cincuenta Tonos y la mujer que solía ser su sumisa. Una mujer que cree que todavía lo ama. Una mujer que luce como yo.
Durante nuestra tercera cerveza, un Land Cruiser con ventanas fuertemente tintadas se estaciona junto al Audi frente al apartamento. Reconozco al Dr. Flynn cuando se baja, acompañado por una mujer vestida por lo que parecen scrubs azul pálido. Tengo un vistazo de Taylor cuando los guía a través de la puerta principal.
―¿Quién es ese? ―pregunta Ethan.
―Su nombre es Dr. Flynn. Joseph lo conoce.
―¿Qué tipo de doctor?
―Un psiquiatra.
―Oh.
Ambos observamos, y unos cuantos minutos después, regresan. Joseph está cargando a Leila, que está envuelta en una sábana. ¿Qué? Observo horrorizada cuando todos entran al Cruiser, y este se aleja. Ethan me mira simpáticamente, y me siento desolada, completamente desolada.
―¿Puedo tomar algo más fuerte? ―le pregunto a Ethan, mi voz pequeña.
―Seguro. ¿Qué te gustaría?
―Un brandy. Por favor.
Ethan asiente y regresa al bar. Miro a través de la ventana a la puerta principal. Momentos después, Taylor sale, sube al Audi, y se dirige hacia Escala… ¿tras de Joseph? No lo sé. Ethan pone un gran brandy frente a mí.
―Vamos, Steele. Emborrachémonos.
Suena como la mejor oferta que he tenido en un tiempo. Tintineamos vasos y tomo un sorbo del abrasador líquido ambarino, el fiero calor una distracción bienvenida del atroz dolor que florece en mi corazón.
Es tarde, y me siento confusa. Ethan y yo estamos fuera del apartamento. Él insiste en llevarme de vuelta a Escala, pero no se quedará. Ha llamado al amigo con el que fue por un trago más temprano y arregló quedarse con él.
―Entonces, aquí es donde vive el Mogul. ―Ethan silba entre sus dientes, impresionado.
Asiento.
―¿Segura que no quieres que entre contigo? ―pregunta.
―No, necesito enfrentar esto… o simplemente ir a la cama.
―¿Te veo mañana?
―Sí. Gracias, Ethan. ―Lo abrazo.
―Lo resolverás, Steele ―murmura contra mi oreja. Me libera y observa mientras me dirijo al edificio―. Nos vemos ―dice. Le ofrezco una débil sonrisa y me despido con la mano, luego presiono el botón del ascensor.
Las puertas del ascensor se abren, y entro en el apartamento de Joseph. Taylor no está esperando, lo que es inusual. Abriendo las puertas dobles, me dirijo hacia el gran salón. Joseph está al teléfono, caminando por la habitación cerca del piano.
―Está aquí ―espeta. Se da la vuelta para mirarme ferozmente mientras cuelga el teléfono―. ¿En dónde mierda has estado? ―gruñe, pero no hace ningún movimiento hacia mí.
Mierda, ¿está enojado conmigo? ¿Él es quien acaba de pasar Dios sabe cuánto tiempo con su ex novia chiflada, y está enojado conmigo?
―¿Has estado bebiendo? ―pregunta, horrorizado.
―Un poco. ―No pensé que fuera obvio.
Jadea y desliza su mano a través de su cabello.
―Te dije que regresaras aquí. ―Su voz está amenazadoramente calmada―. Son las diez y quince. He estado preocupado por ti.
―Fui por uno o tres tragos con Ethan mientras atendías a tu ex ―siseo―. No sabía cuánto tiempo te tomarías… con ella.
Entrecierra los ojos y da unos cuantos pasos hacia mí pero se detiene.
―¿Por qué lo dices de esa forma?
Me encojo de hombros y miro mis dedos.
―____, ¿qué sucede? ―Y por primera vez, escucho algo además de rabia en su voz. ¿Qué? ¿Miedo?
Trago, intentando resolver qué decir.
―¿En dónde está Leila? ―pregunto, mirándolo.
―En un hospital psiquiátrico en Fremont ―dice, y su cara está escrutando la mía―. ____, ¿qué pasa? ―Se mueve hacia mí hasta que está justo en frente de mí―. ¿Qué está mal? ―Él susurra.
Sacudo la cabeza.
―No soy buena para ti.
―¿Qué? ―susurra, sus ojos ampliándose en alarma―. ¿Por qué crees eso? ¿Cómo puedes creer posible eso?
―No puedo ser todo lo que necesitas.
―Eres todo lo que necesito.
―El verte con ella… ―Mi voz se apaga.
―¿Por qué me haces esto? Esto no es acerca de ti, ____. Es sobre ella. ―Toma un áspero aliento, deslizando su mano por su cabello una vez más―. Por el momento, ella es una chica muy enferma.
―Pero lo sentí… lo que ustedes tenían.
―¿Qué? No. ―Se estira por mí, y yo retrocedo instintivamente. Deja caer su mano, parpadeando hacia mí. Se ve como si estuviera lleno de pánico―. ¿Te vas a ir? ―susurra mientras sus ojos se amplían con miedo.
No digo nada mientras intento reunir mis pensamientos.
―No puedes ―ruega.
―Joseph… yo… ―Lucho por organizar mis pensamientos. ¿Qué estoy tratando de decir? Necesito tiempo, tiempo para procesar esto. Dame tiempo.
―No. ¡No! ―dice.
―Yo…
Él mira salvajemente alrededor de la habitación. ¿En busca de inspiración? ¿Intervención divina? No lo sé.
―No te puedes ir. ¡____, te amo!
―También te amo, Joseph, es sólo…
―No… ¡no! ―dice con desesperación y pone ambas manos sobre su cabeza.
―Joseph…
―No ―susurra, sus ojos amplios por el pánico, y de repente cae sobre sus rodillas frente a mí, la cabeza inclinada, sus manos con dedos largos extendidas sobre sus muslos. Toma una profunda respiración y no se mueve.
¿Qué?
―Joseph, ¿qué estás haciendo?
Continua con su mirada abajo, sin mirarme.
―¡Joseph! ¿Qué estás haciendo? ―Mi voz es aguda. No se mueve―. ¡Joseph, mírame! ―ordeno con pánico.
Su cabeza se levanta sin vacilar, y me observa pasivamente con su fría mirada ámbar, está casi sereno… expectante.
Mierda… Joseph. El sumiso.
Ella está aquí, mirándome con una desconcertante mirada vacía, sosteniendo un arma. Mi subconsciente se desvanece en un desmayo, y no creo que ni siquiera las sales aromáticas la traerán de vuelta. Parpadeo repetidamente a Leila mientras mi mente se va a la deriva. ¿Cómo entró? ¿En dónde está Ethan? ¡Mierda! ¿En dónde está Ethan?
Un progresivo y frío miedo toma mi corazón, y mi cuero cabelludo pica cuando cada uno de los folículos en mi cabeza se aprieta con terror. ¿Qué si ella lo ha lastimado? Empiezo a respirar rápidamente mientras la adrenalina y el miedo adormecedor de huesos atraviesan mi cuerpo. Mantén la calma, mantén la calma, repito el mantra una y otra vez en mi cabeza.
Ella inclina la cabeza a un lado, mirándome como si fuera una exhibición en un espectáculo de fenómenos. Caray, no soy el bicho raro aquí.
Se siente como que ha pasado un eón mientras proceso todo esto, aunque en realidad sólo ha sido una fracción de segundo. La expresión de Leila permanece vacía, y su apariencia es tan desliñada y enfermiza como nunca. Todavía está usando aquel abrigo sucio, y parece desesperadamente necesitar un baño. Su cabello está grasoso y lacio, aplastado contra su cabeza, y sus ojos son de un pálido marrón, nublado, y luce vagamente confundida.
A pesar del hecho de que mi boca no tiene humedad en ella en absoluto, hago el intento de hablar.
―Hola. Leila, ¿no? ―digo ásperamente. Ella sonríe, pero es un perturbador curvar de su labio en lugar de una verdadera sonrisa.
―Ella habla ―susurra, y su voz es suave y ronca a la vez, un inquietante sonido.
―Sí, hablo ―digo gentilmente como si estuviera hablando con una niña―. ¿Estás aquí sola?
¿En dónde está Ethan? Mi corazón golpetea con el pensamiento de que él podría estar herido. Su rostro cae, tanto que pienso que está a punto de romper en llanto, se ve tan triste.
―Sola ―susurra―. Sola.
Y la profundidad de la tristeza en aquella palabra es descorazonadora. ¿De qué habla? ¿Estoy sola? ¿Ella está sola? ¿Está sola porque hirió a Ethan? Oh… no… tengo que luchar con el asfixiante miedo que se arrastra por mi garganta mientras las lágrimas amenazan con salir.
―¿Qué estás haciendo aquí? ¿Puedo ayudarte? ―Mis palabras son calmadas, una gentil pregunta a pesar del sofocante miedo en mi garganta. Su ceño se frunce como si estuviera completamente aturdida por mis preguntas. Pero no hace ningún movimiento violento en mi contra. Su mano todavía está relajada alrededor de su arma. Tomo una táctica distinta, intentando ignorar mi apretado cuero cabelludo―. ¿Te gustaría algo de té? ―¿Por qué le estoy preguntando si quiere té? Es la respuesta de Ray a una situación emocional, subiendo a la superficie de manera inapropiada. Jesús, tendría un ataque si me viera justo en este minuto. Su entrenamiento del ejército habría entrado en acción, y habría desarmado a la chica para este momento. Ella en realidad no está apuntándome. Tal vez pueda moverme. Ella sacude la cabeza y la inclina de lado a lado como estirando el cuello.
Tomo una profunda y preciosa bocanada de aire, tratando de calmar mi respiración asustada, y me muevo hacia la isleta de la cocina. Ella frunce el ceño como si no pudiera entender completamente qué estoy haciendo y se mueve un poco de modo que todavía está frente a mí. Alcanzo la tetera y con una temblorosa mano la lleno con el agua del grifo. Mientras me muevo, mi respiración se equilibra. Sí, si ella me quisiera muerta, seguramente me habría disparado ya. Me observa con una ausente y perpleja curiosidad. Mientras enciendo la tetera, soy asediada por el pensamiento de Ethan. ¿Está herido? ¿Atado?
―¿Hay alguien más en el apartamento? ―pregunto tentativamente.
Ella inclina su cabeza al otro lado, y con su mano derecha, la mano que no sostiene el revólver, agarra una hebra de su largo y grasoso cabello y empieza a enrollarlo y desenrollarlo, tirando y retorciéndolo. Obviamente es un hábito nervioso, y mientras que estoy distraída por esto, soy golpeada una vez más por lo mucho que se parece a mí. Sostengo la respiración, esperando su respuesta, la ansiedad llegando a un punto casi insoportable.
―Sola. Completamente sola ―murmura. Encuentro esto reconfortante. Quizá Ethan no está aquí. El alivio me da poder.
―¿Estás segura de que no quieres té o café?
―No tengo sed ―responde suavemente, y da un cauteloso paso hacia mí. Mi sentimiento de empoderamiento se evapora. ¡Mierda! Empiezo a jadear con miedo una vez más, sintiéndolo surgir grueso y áspero a través de mis venas. A pesar de esto y sintiéndome más que valiente, me doy la vuelta y extraigo un par de tazas del aparador.
―¿Qué tienes tú que no tenga yo? ―pregunta, su voz asumiendo la entonación cantarina de una niña.
―¿A qué te refieres, Leila? ―pregunto tan gentilmente como puedo.
―El Amo… el Sr. Jonas… te deja llamarlo por su nombre de pila.
―No soy su sumisa, Leila. Er… el Amo entiende que soy incapaz e inadecuada para llenar ese papel.
Inclina la cabeza al otro lado. Es completamente desconcertante e innatural como un gesto.
―I-na-de-cua-da. ―Prueba la palabra, sondeándola, viendo cómo se siente en su lengua―. Pero el Amo está feliz. Lo he visto. Se ríe y sonríe. Estas reacciones son raras… muy raras para él.
Oh.
―Te ves como yo. ―Leila cambia de táctica, sorprendiéndome, sus ojos parecen enfocarse apropiadamente en mí por primera vez―. Al Amo le gustan las obedientes que lucen como tú y yo. Las otras, todas las mismas… las mismas… y aun así, tú duermes en su cama. Te vi.
¡Mierda! Ella estaba en la habitación. No me lo imaginé.
―¿Me viste en su cama? ―susurro.
―Nunca dormí en la cama del Amo ―murmura. Ella es como un caído espectro etéreo. Media persona. Se ve tan ligera, y a pesar del hecho que está sosteniendo un arma, repetidamente me siento llena de simpatía por ella. Sus manos se flexionan alrededor del arma, y mis ojos se amplían, amenazando con salirse de mi cabeza―. ¿Por qué al Amo le gustan como nosotras? Me hace pensar en algo… algo… el Amo es oscuro… el Amo es un oscuro hombre, pero lo amo.
No, no, no lo es. Me erizo internamente. Él no es oscuro. Es un buen hombre, y no está en la oscuridad. Se me ha unido en la luz. Y ahora ella está aquí, intentando arrastrarlo de vuelta con alguna retorcida idea de que lo ama.
―Leila, ¿quieres darme el arma? ―pregunto suavemente. Su mano la sostiene apretadamente, y ella la abraza contra su pecho.
―Es mía. Es todo lo que me queda. ―Gentilmente acaricia el arma―. Así ella puede unirse a su amor.
¡Mierda! ¿Cuál amor… Joseph? Es como si me hubiera pegado en el estómago. Sé que él estará aquí en cualquier momento para descubrir qué está retrasándome. ¿Ella quiere dispararle? El pensamiento es tan horroroso, que siento mi garganta arder y doler cuando un enorme nudo se forma allí, casi estrangulándome, emparejándose con el miedo que se ha formado fuertemente en mi estómago.
Justo en la entrada la puerta se abre, y Joseph está en el umbral, Taylor detrás de él.
Mirando brevemente, los ojos de Joseph se deslizan sobre mí de la cabeza a los pies, y noto la pequeña chispa de alivio en su mirada. Pero su alivio es fugaz cuando su mirada vuela hacia Leila y se pone rígido, enfocándose en ella, sin vacilar en lo más mínimo. La mira fijamente con una intensidad que no he visto antes, sus ojos salvajes, enojados, y asustados.
Oh, no… oh, no.
Los ojos de Leila se amplían, y por un momento, parece que su razón regresa. Parpadea rápidamente mientras su mano se aprieta una vez más alrededor del arma. Mi respiración se queda atrapada en mi garganta, y mi corazón empieza a golpetear tan fuerte que escucho la sangre latiendo en mis orejas. ¡No, no, no!
Mi mundo se tambalea precariamente en las manos de esta pobre y jodida mujer. ¿Disparará? ¿A ambos? ¿A Joseph? El pensamiento es agobiante. Pero después de una eternidad, mientras el tiempo cuelga suspendido a nuestro alrededor, su cabeza se agacha y ella lo mira, a través de unas largas pestañas, su expresión contrita. Joseph estira su mano, señalándole a Taylor permanecer donde está. La cara pálida de Taylor traiciona su furia. Nunca lo he visto así, pero se queda inmóvil mientras Joseph y Leila se miran fijamente.
Me doy cuenta que estoy aguantando la respiración. ¿Qué hará ella? ¿Qué hará él? Pero sólo continúan mirándose uno a otro. La expresión de Joseph es cruda, llena de alguna clase de emoción sin nombre. Podría ser lástima, miedo, afecto… o, ¿es amor? ¡No, por favor, no amor! Sus ojos la perforan y, agonizantemente lento, la atmósfera en el apartamento cambia. La tensión está creciendo de modo que puedo sentir su conexión, la carga entre ellos.
¡No! De repente siento que yo soy la intrusa, metiéndome entre ellos mientras se miran el uno al otro. Soy una intrusa, una mirona, espiando una escena prohibida e íntima tras las cortinas.
La intensa mirada de Joseph quema más, y su porte cambia sutilmente. Luce más alto, más angular de alguna manera, más frío, y más distante. Reconozco esta postura. Lo he visto así antes… en su salón de juegos.
Mi cuero cabelludo pica de nuevo. Este es Joseph el Dominante, y qué tan relajado se ve. Si nació o no para este papel, no lo sé, pero con un corazón desazonado y un estómago enfermo, observo mientras Leila responde, sus labios separándose, su respiración acelerándose mientras el primer sonrojo mancha sus mejillas. ¡No! Es un vistazo poco bienvenido al pasado, es agonizante atestiguarlo.
Finalmente, él le murmura una palabra. No puedo descifrar qué es, pero el efecto en Leila es inmediato. Cae al piso sobre sus rodillas, su cabeza inclinada, y el arma cae y repiquetea inútilmente a través del piso de madera. Santa mierda. Joseph camina calmadamente hacia donde el arma ha caído y se inclina con gracia para recogerla. La observa con disgusto poco disimulado y luego la desliza en el bolsillo de su chaqueta. Mira una vez más a Leila mientras ella se arrodilla obedientemente junto a la isleta de la cocina.
―____, ve con Taylor ―ordena. Taylor cruza el umbral y me mira fijamente.
―Ethan ―susurro.
―Está abajo ―responde de manera casual, sus ojos nunca dejando a Leila.
Abajo. No está aquí. Ethan está bien. El alivio inunda con fuerza mi sangre, y por un momento pienso que voy a desmayarme.
―____. ―El tono de Joseph está cortado en advertencia.
Parpadeo hacia él, y de repente soy incapaz de moverme. No quiero dejarlo, dejarlo con ella. Él se mueve para estar junto a Leila mientras ella se arrodilla a sus pies. Está encima de ella, protectoramente. Ella está tan quieta, es innatural. No puedo apartar mis ojos de ellos dos… juntos…
―Por el amor de Dios, ____, ¡¿harás lo que se te dice por una vez en tu vida y te irás? ―Los ojos de Joseph se fijan en los míos mientras me lanza una mirada al rojo vivo, su voz fría como el hielo. La rabia bajo la calma y deliberada entrega de sus palabras es palpable.
¿Enojado conmigo? Seguramente no. Por favor… ¡No! Siento como si me hubiera abofeteado con fuerza. ¿Por qué quiere quedarse con ella?
―Taylor. Lleva a la señorita Steele abajo. Ahora.
Taylor asiente en su dirección mientras yo fijo mi mirada en Joseph.
―¿Por qué? ―susurro.
―Ve. Regresa al apartamento. ―Sus ojos arden fríamente hacia mí―. Necesito estar a solas con Leila. ―Lo dice urgentemente.
Pienso que está intentando enviar alguna clase de mensaje pero estoy tan desconcertada por todo lo que ha sucedido que no estoy segura. Miro a Leila y noto una pequeña sonrisa atravesando sus labios, pero por lo demás, permanece impasible. Una completa sumisa. ¡Mierda! Mi corazón se estremece. Esto es lo que él necesita. Esto es lo que le gusta. ¡No!, quiero llorar.
―Señorita Steele. ____. ―Taylor extiende su mano hacia mí, implorándome que vaya. Estoy inmovilizada por el horrible espectáculo frente a mí. Confirma mis peores temores y representa todas mis inseguridades: Joseph y Leila juntos… el Dominante y su sumisa.
―Taylor ―insta Joseph, y Taylor se inclina y me recoge en sus brazos. La última cosa que puedo ver mientras nos vamos es a Joseph acariciar gentilmente la cabeza de Leila mientras le murmura algo suavemente.
¡No!
Mientras Taylor me carga escaleras abajo, yazco débilmente en sus brazos, intentando entender lo que ha sucedido en los últimos diez minutos… ¿Fue más tiempo? ¿O menos? El concepto de tiempo me ha abandonado.
Joseph y Leila, Leila y Joseph… ¿juntos? ¿Qué está haciendo con ella ahora?
―¡Jesús, ____! ¿Qué mierda está pasando?
Estoy aliviada por ver a Ethan mientras camina en el pequeño vestíbulo, todavía cargando su gran maletín. ¡Oh, gracias al cielo está bien! Cuando Taylor me baja, prácticamente me lanzo sobre Ethan, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello.
―Ethan. ¡Oh, gracias a Dios! ―Lo abrazo, sosteniéndolo cerca. Estaba tan preocupada, y por un breve momento, disfruto algo de respiro de mi creciente pánico por lo que está pasando arriba en mi apartamento.
―¿Qué mierda está sucediendo, ____? ¿Quién es este tipo?
―Oh, lo lamento, Ethan, este es Taylor. Trabaja con Joseph. Taylor, este es Ethan, el hermano de mi compañera de piso.
Asienten el uno al otro.
―____, arriba, ¿qué está pasando? Estaba buscando las llaves del apartamento cuando estos tipos salieron de la nada y las tomaron. Uno de ellos era Joseph… ―La voz de Ethan se desvanece.
―Llegaste tarde… Gracias a Dios.
―Sí. Me encontré con un amigo de Pullman, tomamos algo rápido. Arriba, ¿qué es lo que pasa?
―Hay una chica, una ex de Joseph. En nuestro apartamento. Ella se ha vuelto loca, y Joseph está… ―Mi voz se rompe y las lágrimas inundan mis ojos.
―Oye ―susurra Ethan y me acerca una vez más―. ¿Alguien ha llamado a la policía?
―No, no es así ―lloriqueo en su pecho, y ahora que he empezado, no puedo dejar de llorar, la tensión de este último episodio se está liberando a través de mis lágrimas. Ethan aprieta sus brazos a mi alrededor, pero siento su perplejidad.
―Oye, ____, vamos a tomar algo. ―Palmea mi espalda incómodamente. Abruptamente, también me siento incómoda, y avergonzada, y con toda honestidad, quiero estar sola. Pero asiento, aceptando su oferta. Quiero estar lejos de aquí, lejos de lo que sea que está sucediendo arriba.
Me vuelvo hacia Taylor.
―¿El apartamento fue revisado? ―le pregunto entre lágrimas, limpiándome la nariz con la parte trasera de mi mano.
―Esta tarde. ―Taylor se encoge de hombros a manera de disculpa y me pasa un pañuelo. Luce devastado―. Lo lamento, ____ ―murmura.
Frunzo el ceño. Caray, se ve tan culpable. No quiero hacerlo sentir peor.
―Parece que ella tiene una misteriosa habilidad para evadirnos ―añade él, frunciendo el ceño una vez más.
―Ethan y yo iremos a tomar algo y luego volveremos a Escala. ―Me seco los ojos.
Taylor cambia de un pie a otro incómodamente.
―El Sr. Jonas quería que se fuera al apartamento ―dice calmadamente.
―Bueno, sabemos en dónde está Leila ahora. ―No puedo evitar la amargura en mi voz―. Así que no es necesaria toda la seguridad. Dígale a Joseph que lo veremos más tarde.
Taylor abre la boca para hablar, y luego, sabiamente, la cierra de nuevo.
―¿Quieres dejar tu maletín con Taylor? ―le pregunto a Ethan.
―No, lo mantendré conmigo, gracias.
Ethan asiente a Taylor, luego me acompaña fuera de la puerta principal. Demasiado tarde, recuerdo que he dejado mi bolso en la parte trasera del Audi. No tengo nada.
―Mi bolso…
―No te preocupes ―murmura Ethan, su rostro lleno de preocupación―. Está bien, yo invito.
Escogemos un bar atravesando la calle, sentándonos en los taburetes junto a la ventana. Quiero ver qué está pasando… quién viene, y más importante, quién se va. Ethan me entrega una botella de cerveza.
―¿Problemas con una ex? ―dice gentilmente.
―Es un poco más complicado que eso ―murmuro, abruptamente precavida. No puedo hablar de esto, he firmado un CDC. Y por primera vez, realmente resiento el hecho que Joseph no ha dicho nada acerca de rescindirlo.
―Tengo tiempo ―dice Ethan amablemente y toma un largo sorbo de su cerveza.
―Es una ex, de hace años. Dejó a su esposo por algún tipo. Luego hace un par de semanas o así, él murió en un accidente automovilístico, y ahora ella viene tras Joseph. ―Me encojo de hombros. Ahí está, eso no fue decir mucho.
―¿Viene tras él?
―Tenía un arma.
―¡Qué mierda!
―No amenazó de verdad a nadie con ella. Creo que quería lastimarse a sí misma. Pero es por eso que estaba tan preocupada por ti. No sabía si estabas en el apartamento.
―Ya veo. Ella suena inestable.
―Sí, lo es.
―¿Y qué está haciendo Joseph con ella ahora?
La sangre abandona mi cara y la bilis sube por mi garganta.
―No lo sé ―susurro.
Los ojos de Ethan se amplían… y lo entiende.
Este es el quid de mi problema. ¿Qué mierda está haciendo? Hablando, espero. Sólo hablando. Aun así, todo lo que puedo ver en mi mente en su mano acariciando el cabello de ella. Está trastornada y Joseph se preocupa por ella, eso es todo, racionalizo. Pero en la parte trasera de mi cabeza, mi subconsciente está sacudiendo su cabeza tristemente. Es más que eso. Leila fue capaz de suplir sus necesidades en una forma que yo no. El pensamiento es deprimente.
Intento enfocarme en todo lo que hemos hecho en los últimos días, su declaración de amor, su humor coqueto, su alegría. Pero las palabras de Elena siguen regresando para mofarse de mí. Es cierto lo que dicen de los que escuchan a escondidas.
¿No lo extrañas… tu salón de juegos?
Termino mi cerveza en un tiempo record, y Ethan pide una más. No soy una buena compañía, pero para su crédito, se queda conmigo, charlando, intentando levantar mi espíritu, hablando de Barbados, y de las travesuras de Kate y Elliot, lo que es maravillosamente distractor. Pero es sólo eso, una distracción. Mi mente, mi corazón y mi alma están todavía en ese apartamento con mi Cincuenta Tonos y la mujer que solía ser su sumisa. Una mujer que cree que todavía lo ama. Una mujer que luce como yo.
Durante nuestra tercera cerveza, un Land Cruiser con ventanas fuertemente tintadas se estaciona junto al Audi frente al apartamento. Reconozco al Dr. Flynn cuando se baja, acompañado por una mujer vestida por lo que parecen scrubs azul pálido. Tengo un vistazo de Taylor cuando los guía a través de la puerta principal.
―¿Quién es ese? ―pregunta Ethan.
―Su nombre es Dr. Flynn. Joseph lo conoce.
―¿Qué tipo de doctor?
―Un psiquiatra.
―Oh.
Ambos observamos, y unos cuantos minutos después, regresan. Joseph está cargando a Leila, que está envuelta en una sábana. ¿Qué? Observo horrorizada cuando todos entran al Cruiser, y este se aleja. Ethan me mira simpáticamente, y me siento desolada, completamente desolada.
―¿Puedo tomar algo más fuerte? ―le pregunto a Ethan, mi voz pequeña.
―Seguro. ¿Qué te gustaría?
―Un brandy. Por favor.
Ethan asiente y regresa al bar. Miro a través de la ventana a la puerta principal. Momentos después, Taylor sale, sube al Audi, y se dirige hacia Escala… ¿tras de Joseph? No lo sé. Ethan pone un gran brandy frente a mí.
―Vamos, Steele. Emborrachémonos.
Suena como la mejor oferta que he tenido en un tiempo. Tintineamos vasos y tomo un sorbo del abrasador líquido ambarino, el fiero calor una distracción bienvenida del atroz dolor que florece en mi corazón.
Es tarde, y me siento confusa. Ethan y yo estamos fuera del apartamento. Él insiste en llevarme de vuelta a Escala, pero no se quedará. Ha llamado al amigo con el que fue por un trago más temprano y arregló quedarse con él.
―Entonces, aquí es donde vive el Mogul. ―Ethan silba entre sus dientes, impresionado.
Asiento.
―¿Segura que no quieres que entre contigo? ―pregunta.
―No, necesito enfrentar esto… o simplemente ir a la cama.
―¿Te veo mañana?
―Sí. Gracias, Ethan. ―Lo abrazo.
―Lo resolverás, Steele ―murmura contra mi oreja. Me libera y observa mientras me dirijo al edificio―. Nos vemos ―dice. Le ofrezco una débil sonrisa y me despido con la mano, luego presiono el botón del ascensor.
Las puertas del ascensor se abren, y entro en el apartamento de Joseph. Taylor no está esperando, lo que es inusual. Abriendo las puertas dobles, me dirijo hacia el gran salón. Joseph está al teléfono, caminando por la habitación cerca del piano.
―Está aquí ―espeta. Se da la vuelta para mirarme ferozmente mientras cuelga el teléfono―. ¿En dónde mierda has estado? ―gruñe, pero no hace ningún movimiento hacia mí.
Mierda, ¿está enojado conmigo? ¿Él es quien acaba de pasar Dios sabe cuánto tiempo con su ex novia chiflada, y está enojado conmigo?
―¿Has estado bebiendo? ―pregunta, horrorizado.
―Un poco. ―No pensé que fuera obvio.
Jadea y desliza su mano a través de su cabello.
―Te dije que regresaras aquí. ―Su voz está amenazadoramente calmada―. Son las diez y quince. He estado preocupado por ti.
―Fui por uno o tres tragos con Ethan mientras atendías a tu ex ―siseo―. No sabía cuánto tiempo te tomarías… con ella.
Entrecierra los ojos y da unos cuantos pasos hacia mí pero se detiene.
―¿Por qué lo dices de esa forma?
Me encojo de hombros y miro mis dedos.
―____, ¿qué sucede? ―Y por primera vez, escucho algo además de rabia en su voz. ¿Qué? ¿Miedo?
Trago, intentando resolver qué decir.
―¿En dónde está Leila? ―pregunto, mirándolo.
―En un hospital psiquiátrico en Fremont ―dice, y su cara está escrutando la mía―. ____, ¿qué pasa? ―Se mueve hacia mí hasta que está justo en frente de mí―. ¿Qué está mal? ―Él susurra.
Sacudo la cabeza.
―No soy buena para ti.
―¿Qué? ―susurra, sus ojos ampliándose en alarma―. ¿Por qué crees eso? ¿Cómo puedes creer posible eso?
―No puedo ser todo lo que necesitas.
―Eres todo lo que necesito.
―El verte con ella… ―Mi voz se apaga.
―¿Por qué me haces esto? Esto no es acerca de ti, ____. Es sobre ella. ―Toma un áspero aliento, deslizando su mano por su cabello una vez más―. Por el momento, ella es una chica muy enferma.
―Pero lo sentí… lo que ustedes tenían.
―¿Qué? No. ―Se estira por mí, y yo retrocedo instintivamente. Deja caer su mano, parpadeando hacia mí. Se ve como si estuviera lleno de pánico―. ¿Te vas a ir? ―susurra mientras sus ojos se amplían con miedo.
No digo nada mientras intento reunir mis pensamientos.
―No puedes ―ruega.
―Joseph… yo… ―Lucho por organizar mis pensamientos. ¿Qué estoy tratando de decir? Necesito tiempo, tiempo para procesar esto. Dame tiempo.
―No. ¡No! ―dice.
―Yo…
Él mira salvajemente alrededor de la habitación. ¿En busca de inspiración? ¿Intervención divina? No lo sé.
―No te puedes ir. ¡____, te amo!
―También te amo, Joseph, es sólo…
―No… ¡no! ―dice con desesperación y pone ambas manos sobre su cabeza.
―Joseph…
―No ―susurra, sus ojos amplios por el pánico, y de repente cae sobre sus rodillas frente a mí, la cabeza inclinada, sus manos con dedos largos extendidas sobre sus muslos. Toma una profunda respiración y no se mueve.
¿Qué?
―Joseph, ¿qué estás haciendo?
Continua con su mirada abajo, sin mirarme.
―¡Joseph! ¿Qué estás haciendo? ―Mi voz es aguda. No se mueve―. ¡Joseph, mírame! ―ordeno con pánico.
Su cabeza se levanta sin vacilar, y me observa pasivamente con su fría mirada ámbar, está casi sereno… expectante.
Mierda… Joseph. El sumiso.
Karely Jonatika
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
[CAPITULO 14]
Joseph de rodillas a mis pies, me sostiene con su firme mirada ámbar, es la más espeluznante y aleccionadora visión que he visto, más aún que Leila y su pistola. La débil borrosidad alcohólica que estoy sufriendo se evapora en un instante y es reemplazada por un cuero cabelludo picoso y un extraño sentido de dominación mientras la sangre deja mi cara. Inhalo bruscamente con sorpresa. No. No, esto es malo, tan malo y tan perturbador.
―Joseph, por favor, no hagas esto. No lo quiero.
Él continúa contemplándome pasivamente, sin moverse, sin decir nada. Oh joder. Mi pobre Cincuenta. Mi corazón se aprieta y retuerce. ¿Qué diablos le he hecho? Las lágrimas pican mis ojos.
―¿Por qué estás haciendo esto? Háblame ―susurro.
Él pestañea una vez.
―¿Qué quisieras que dijera? ―dice suavemente, sosamente, y por un momento estoy aliviada de que esté hablando, pero no así, no. No.
Las lágrimas comienzan a rebosar por mis mejillas, y de pronto es demasiado verlo en la misma posición abatida como la patética criatura que era Leila. La imagen de un poderoso hombre que todavía es un niñito, que fue horriblemente abusado y abandonado, que se siente desmerecedor del amor de su perfecta familia y su mucho menos que perfecta novia… mi niño perdido… rompe el corazón.
Compasión, pérdida, y desesperación se agrandan en mi corazón, y siento un ahogante sentimiento de desesperación. Voy a tener que pelear para traerlo de vuelta, para traer de vuelta a mi Cincuenta. El pensamiento de mí dominante a alguien es terrible. El pensamiento de dominar a Joseph es nauseabundo. Me haría como ella, la mujer que le hizo esto. Me estremezco con el pensamiento, peleando con la bilis en mi garganta. No hay forma de que yo pueda hacer eso. No hay forma en que yo quisiera eso.
Cuando se aclaran mis pensamientos, puedo ver sólo un camino. Sin quitar mis ojos de él, bajo a mis rodillas al frente de él. El piso de madera es duro contra mis espinillas, y quito mis lágrimas bruscamente con la parte de atrás de mi mano. De esta forma, somos iguales. Estamos al mismo nivel. Esta es la única forma en que lo voy a recuperar.
Sus ojos se ensanchan levemente mientras lo miro, pero más allá de eso su expresión y trance no cambian.
―Joseph, no tienes que hacer esto ―suplico―. No voy a escapar. Te lo he dicho y dicho, no voy a escapar. Todo lo que ha pasado… es abrumador. Sólo necesito algo de tiempo para pensar… tiempo para mí. ¿Por qué siempre asumes lo peor? ―Mi corazón se encoje de nuevo porque lo sé; es porque él es tan inseguro, tan lleno de odio hacia él.
Las palabras de Elena vuelven para atormentarme. “¿Acaso ella sabe cuán negativo eres sobre ti mismo? ¿Sobre todos tus problemas?”
Oh, Joseph. El miedo empuña mi corazón una vez más y comienzo a balbucear.
―Iba a sugerir volver a mi departamento por esta tarde. Nunca me das nada de tiempo… tiempo para sólo pensar las cosas ―sollozo, y el fantasma de una arruga cruza por su cara―. Sólo tiempo para pensar. Apenas nos conocemos, y todo este equipaje que acarreas… necesito… necesito tiempo para pensarlo. Y ahora Leila está… bueno, lo que sea que ella es… está fuera de las calles y ya no es una amenaza… pienso… Pienso… ―Mi voz se debilita y lo miro fijamente. Me contempla intensamente y creo que está escuchando―. Verte con Leila… ―Cierro mis ojos cuando el doloroso recuerdo de su interacción con su ex sumisa me corroe de nuevo―. Fue un shock. Pude ver un atisbo de cómo ha sido tu vida… y… ―Bajo la mirada a mis enredados dedos, lágrimas todavía corriendo por mis mejillas―. Esto es sobre mí no siendo lo suficientemente buena para ti. Fue una compresión de tu vida, y estoy tan asustada de que te aburrirás de mí, y luego te irás… y terminaré como Leila… una sombra. Porque te amo, Joseph, y si me dejas, va a ser como un mundo sin luz. Estaré en la oscuridad. No quiero huir. Solo estoy tan asustada de que me dejes…
Me doy cuenta cuando le digo estas palabras ―con la esperanza de que esté escuchando― cuál es mi verdadero problema. Sólo no entiendo por qué le gusto. Nunca he entendido por qué le gusto.
―No entiendo por qué me encuentras atractiva ―murmuro―. Tú eres, bueno, tú eres tú… y yo soy… ―Me encojo de hombros y levanto la mirada hacia él―. Sólo no lo veo. Tú eres hermoso y sexy y exitoso y bueno y dulce y humanitario ―todas esas cosas― y yo no. Y no puedo hacer las cosas que a ti te gustan. No puedo darte lo que necesitas. ¿Cómo podrías ser feliz conmigo? ¿Cómo yo podría posiblemente contenerte? ―Mi voz es un susurro cuando expreso mis miedos más oscuros―. Nunca he entendido qué vez en mí. Y verte con ella, lo trajo todo de vuelta a casa. ―Sorbo y limpio mi nariz con la parte de atrás de mi mano, mirando su imperturbable expresión.
Oh, es tan exasperante. ¡Háblame, demonios!
―¿Vas a arrodillarte aquí toda la noche? Porque yo también lo haré ―le digo bruscamente.
Creo que su expresión se suaviza, tal vez se ve un poco sorprendido. Pero es difícil decir. Podría estirarme y tocarlo, pero eso sería un asqueroso abuso de la posición en que me ha puesto. No quiero eso, pero no sé qué quiere él, o qué está intentando decirme. Simplemente no lo entiendo.
―Joseph, por favor, por favor… háblame ―le ruego, retorciendo mis manos en mi regazo. Estoy incómoda en mis rodillas, pero continúo arrodillada, mirando fijamente sus serios, hermosos, ojos ambarinos, y espero.
Y espero.
Y espero.
―Por favor ―ruego una vez más.
Su intensa mirada se oscurece de pronto y pestañea.
―Estaba tan asustado ―susurra.
¡Oh, gracias a Dios! Por dentro, mi subconsciente se tambalea hacia atrás en su sillón, flaqueando con alivio, y toma un largo trago de ginebra. ¡Está hablando! La gratitud me abruma, y trago, intentando contener mi emoción y la nueva batalla de lágrimas que amenaza.
Su voz es suave y baja.
―Cuando vi a Ethan llegar afuera, sabía que alguien te había dejado entrar a tu apartamento. Ambos Taylor y yo saltamos fuera del auto. Nosotros sabíamos y verla allí así contigo, y armada. Creo que morí mil muertes, ____. Alguien amenazándote… todos mis peores miedos realizados. Estaba tan enojado, con ella, contigo, con Taylor, conmigo.
Sacude su cabeza revelando su agonía.
―No sabía cuán volátil podría ser ella. No sabía qué hacer. No sabía cómo ella reaccionaría. ―Se detiene y frunce el ceño―. Y luego me dio una pista; se veía tan arrepentida. Y sólo supe qué tenía qué hacer. ―Se detiene, mirándome, intentando medir mi reacción.
―Continúa ―susurro.
Él traga.
―Verla en ese estado, sabiendo que yo podría haber tenido algo que ver con su crisis emocional… ―Cierra sus ojos una vez más―. Ella siempre fue tan traviesa y alegre. ―Se estremece y toma una áspera respiración, casi como un sollozo. Es una tortura escucharlo, pero me arrodillo, atenta, absorbiendo esta confesión―. Ella podría haberte herido. Y habría sido mi culpa. ―Sus ojos se desvían, llenos con terror incomprendido, y está en silencio una vez más.
―Pero no lo hizo ―susurro―. Y no fuiste responsable de que ella estuviera en ese estado, Joseph. ―Lo miro, alentándolo a continuar.
Entonces se aclara en mí que todo lo que él hizo fue para mantenerme a salvo, y tal vez a Leila también, porque además se preocupa por ella. ¿Pero cuánto se preocupa por ella? La pregunta se queda en mi cabeza, poco bienvenida. Él dice que me ama, pero entonces fue muy duro, echándome de mi propio departamento.
―Solo quería que te fueras ―murmura, con su extraña habilidad para leer mis pensamientos―. Te quería lejos del peligro, y… Tú. Solo. No. Te. Ibas ―susurra con sus dientes apretados y sacude su cabeza. Su exasperación es tangible.
Me mira intensamente.
―_____ Steele, eres la mujer más terca que conozco. ―Cierra sus ojos y sacude su cabeza una vez más incrédulo.
Oh, está de vuelta. Respiro un largo, aclarante suspiro de alivio. Abre sus ojos de nuevo, su expresión es desolada, sincera.
―¿No ibas a escapar? ―pregunta.
―¡No!
Cierra sus ojos de nuevo y todo su cuerpo se relaja. Cuando abre sus ojos, puedo ver su dolor y angustia.
―Pensé… ―Se detiene―. Este soy yo, ____. Todo yo… y soy todo tuyo. ¿Qué tengo que hacer para que te des cuenta de eso? Hacerte ver que te quiero de cualquier forma en que te pueda obtener. Que te amo.
―También te amo, Joseph, y verte así… ―Me ahogo y mis lágrimas comienzan de nuevo―. Pensé que te había roto.
―¿Roto? ¿A mí? Oh no, ____. Justo lo contrario. ―Se estira y toma mi mano―. Eres mi vida ―susurra, y besa mis nudillos antes de presionar mi palma contra la suya.
Con sus ojos grandes y llenos de miedo, suavemente tira de mi mano y la pone en su pecho sobre su corazón, en la zona prohibida. Su respiración se acelera. Su corazón está bombeando un frenético, pulsante latido bajo mis dedos. No quita sus ojos de mí; su mandíbula está tensa, sus dientes apretados.
Jadeo. ¡Oh mi Cincuenta! Me está dejando tocarlo. Y es como si todo el aire de mis pulmones se ha vaporizado, ido. La sangre está latiendo en mis oídos cuando el ritmo de mi corazón aumenta para igualar el suyo.
Él deja ir mi mano, dejándola en su lugar sobre su corazón. Flexiono levemente mis dedos, sintiendo la calidez de su piel bajo la tela de su camiseta. Está sosteniendo el aliento. No puedo soportarlo. Intento mover mi mano.
―No ―dice rápidamente y pone su mano una vez más sobre la mía, presionando mis dedos contra él―. No.
Más valiente por estas dos palabras, me arrastro más cerca así que nuestras rodillas se están tocando y tentativamente levanto mi otra mano para que él sepa exactamente lo que quiero hacer. Sus ojos se ensanchan pero no me detiene. Suavemente comienzo a soltar los botones de su camisa. Es difícil con una mano. Flexiono mis dedos bajo su mano y él me suelta, dejándome usar ambas manos para quitarle la camisa. Mis ojos no lo dejan mientras abro su camiseta, revelando su pecho.
Él traga, y sus labios se abren cuando su respiración se acelera, y siento su creciente pánico, pero no se aleja. ¿Está todavía en modo sumiso? No tengo idea. ¿Debería hacer esto? No quiero herirlo, física o mentalmente. La vista de él así, ofreciéndose hacia mí, ha sido un llamado de atención.
Me estiro, y mi mano se cierne sobre su pecho, y lo miro fijamente… pidiendo su permiso. Muy sutilmente inclina su cabeza hacia un lado, endureciéndose en la anticipación de mi toque, y la tensión irradia de él, pero esta vez no es de rabia, es de dolor. Vacilo. ¿Puedo hacerle esto?
―Sí ―susurra, de nuevo con la rara habilidad de contestar mis preguntas no hechas.
Extiendo las yemas de mis dedos en su vello de pecho y suavemente los acaricio bajo su esternón. Él cierra sus ojos, y su rostro se arruga como si estuviera esperando dolor intolerable. Es insoportable ser testigo, así que levanto mis dedos inmediatamente, pero él rápidamente toma mi mano y la pone de vuelta firmemente, estirada en su desnudo pecho así los vellos cosquillean mi palma.
―No ―dice, su voz forzada―. Lo necesito.
Sus ojos están cerrados tan fuertemente. Debe ser agónico. Es verdaderamente un tormento mirar. Cuidadosamente dejo que mis dedos recorran su pecho hacia su corazón, maravillándome con su sentir, aterrada de que sea un paso muy lejos.
Abre sus ojos, son fuego ámbar, quemándome. Santo cielo. Su mirada es abrazadora, salvaje, más allá de intensa, y su respiración es rápida. Estimula mi sangre. Me retuerzo bajo su mirada.
No me ha detenido, así que muevo la yema de mis dedos a través de su pecho de nuevo, y su boca se afloja. Está jadeando, y no sé si es por miedo, o algo más. He querido besarlo allí por tanto tiempo que me inclino en mis rodillas y sostengo su mirada por un momento, haciendo mi intención perfectamente clara. Entonces me agacho y suavemente planto un suave beso sobre su corazón, sintiendo su cálida, de un dulce olor piel bajo mis labios.
Su sofocado gruñido me mueve tanto que me siento atrás en mis talones, con miedo de lo que veré en su cara. Sus ojos están cerrados fuertemente, pero no se ha movido.
―De nuevo ―susurra, y me inclino hacia su pecho una vez más, esta vez para besar una de sus cicatrices. Él jadea, y yo beso otra y otra. Gime fuertemente, y de pronto sus brazos están alrededor de mí, y su mano está en mi cabello, tirando mi cabeza hacia arriba dolorosamente para que mis labios lleguen a su insistente boca. Y nos estamos besando, mis dedos enredándose en su cabello―. Oh, ____ ―suspira, y me gira y tira al suelo para que esté debajo de él. Subo mis manos para acunar su hermoso rostro, y en ese momento, siento sus lágrimas.
Está llorando… no. ¡No!
―Joseph, por favor, no llores. Lo decía en serio cuando dije que nunca te dejaré. Lo hice. Si te di cualquier otra impresión, lo siento mucho… por favor, por favor perdóname. Te amo. Siempre te amaré.
Se impone sobre mí, bajando la mirada hacia mi rostro, y su expresión es de dolor.
―¿Qué es?
Sus ojos se agrandan.
―¿Cuál es el secreto que te hace creer que correré hacia las montañas? ¿Qué te tiene tan determinado a creer que me iré? ―ruego, mi voz nerviosa―. Dime, Joseph, por favor…
Se sienta derecho, pero esta vez cruza sus piernas y lo sigo, mis piernas estiradas. Vagamente me pregunto si nos podemos parar del suelo. Pero no quiero interrumpir su tren de pensamiento. Finalmente va a confiar en mí. Baja la mirada hacia mí, y se ve completamente desolado. Oh mierda, es malo.
―____... ―Se detiene, buscando las palabras, su expresión adolorida… ¿Oh? ¿Dónde diablos está dirigiéndose esto?
Toma una profunda respiración y traga.
―Soy un sádico, ____. Me gusta azotar pequeñas chicas morenas como tú porque todas lucen como la perra adicta al crack, mi madre biológica. Estoy seguro de que puedes adivinar por qué ―lo dice rápidamente como si hubiera tenido esta oración en su cabeza por días y días y está desesperado por deshacerse de ella.
Mi mundo se detiene. ¡Oh no! Esto no es lo que esperaba. Esto es malo. Realmente malo. Lo miro, intentando entender la implicación de lo que acaba de decir. Eso sí explica por qué todas lucimos igual.
Mi pensamiento inmediato es que Leila estaba en lo correcto: “El amo es oscuro”.
Recuerdo la primera conversación que tuve con él sobre sus tendencias cuando estábamos en la Habitación Roja del Dolor.
―Dijiste que no eras un sádico ―susurro, desesperadamente intentando entender… crear alguna excusa por él.
―No, dije que era un Dominante. Si te mentí, fue una mentira por omisión. Lo siento. ―Baja la mirada brevemente hacia sus cuidadas uñas.
Creo que está mortificado. ¿Mortificado por mentirme? ¿O por lo que él es?
―Cuando me hiciste esa pregunta, me había imaginado una relación muy diferente entre nosotros ―murmura. Puedo decir por su mirada que está aterrado.
Y entonces me golpea como una bola de demolición. Si es un sádico, realmente necesita toda la mierda del azote y los golpes. Oh joder. Pongo mi cabeza en mis manos.
―Así que es verdad ―susurro, levantando la mirada hacia él―. No puedo darte lo que necesitas. ―Es todo… esto realmente significa que somos incompatibles.
El mundo comienza a caerse a mis pies, colapsando alrededor de mí mientras el pánico aprieta mi garganta. Es todo. No podemos hacer esto.
Él frunce el ceño.
―No, no, no, ____. Tú puedes. Tú sí me das lo que necesito. ―Aprieta sus puños―. Por favor créeme ―murmura, sus palabras una vehemente súplica.
―No sé qué creer, Joseph. Esto es tan retorcido ―susurro, mi garganta ronca y dolorosa mientras se cierra, ahogándome con lágrimas sin derramar.
Sus ojos están anchos y luminosos cuando me mira de nuevo.
―____, créeme. Luego de que te castigué y me dejaste, mi visión del mundo cambió. No estaba bromeando cuando dije que evitaría sentirme así de nuevo. ―Me mira con una dolorosa súplica―. Cuando dijiste que me amabas, fue una revelación. Nunca nadie me lo ha dicho antes, y fue como si hubiera dejado algo descansar, o tal vez tú lo dejaste descansar, no lo sé. Con el Dr. Flynn todavía estamos en una profunda discusión sobre eso.
Oh. La esperanza destella brevemente en mi corazón. Tal vez estaremos bien. Quiero que estemos bien. ¿No?
―¿Qué significa todo eso? ―susurro.
―Significa que no lo necesito. Ahora no.
¿Qué?
―¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes estar tan seguro?
―Sólo lo sé. El pensamiento de herirte… de cualquier forma… es detestable para mí.
―No entiendo. ¿Y qué con las reglas y las palmadas y todo lo de follar pervertido?
Corre una mano por su cabello y casi sonríe pero en su lugar suspira con pesar.
―Estoy hablando de la mierda pesada, ____. Deberías ver lo que puedo hacer con un bastón o una gata.
Mi boca se abre, sorprendida.
―Preferiría que no.
―Lo sé. Si quisieras hacer eso, entonces bien… pero no quieres y lo entiendo. No puedo hacer toda esa mierda contigo si tú no quieres. Te lo dije una vez, tú tienes todo el poder. Y ahora, desde que volviste, no siento esa compulsión, para nada. ―Lo miro por un momento intentando adentrar todo esto.
―Pero, cuando nos conocimos eso era lo que querías, ¿no?
―Sí, indudablemente.
―¿Cómo puede ser que tu compulsión desaparezca Joseph? ¿Como si yo fuera algún tipo de panacea, y tú estás ―a falta de una mejor palabra― curado? No lo entiendo.
Suspira una vez más.
―Yo no diría curado… ¿No me crees?
―Lo encuentro… increíble. Que es diferente.
―Si nunca me hubieras dejado, entonces no me sentiría de esta manera. Tú dejándome fue lo mejor que pudiste haber hecho… por nosotros. Me hizo darme cuenta de cuánto te quiero, solo tú, y lo digo en serio, te tomo de cualquier manera que pueda tenerte.
Lo miro. ¿Puedo creer esto? Mi cabeza me duele sólo de pensar en todo esto, y en el fondo me siento… adormecida.
―Sigues aquí. Creí que ya ibas a estar en la puerta para cuando acabara ―susurra.
―¿Por qué? ¿Por qué puede que piense que estás loco por azotar y tener sexo con mujeres que lucen como tu madre? ¿Qué te daría esa impresión? ―siseo.
Palidece ante la dureza de mis palabras.
―Bueno, yo no lo habría puesto así, pero sí ―dice, con sus ojos grandes y heridos.
Su expresión esta seria y me arrepiento de lo que dije sin pensar. Frunzo la frente, sintiendo un pinchazo de culpa. Oh, ¿qué estoy haciendo? Lo miro y luce contrito, sincero… luce como mi Cincuenta. Y espontáneamente recuerdo la fotografía en su dormitorio de niño, y en ese momento me doy cuenta porque la mujer me parecía tan familiar. Ella luce como él. Ella debió de haber sido su madre biológica. Su despido fácil de ella viene a mi mente. Nadie de consecuencia… Ella es responsable de todo esto… Y me parezco a ella… ¡Mierda!
Él me observa, pero sé que está esperando mi próximo movimiento. Parece genuino. Dijo que me ama, pero estoy realmente confundida. Esto está hecho un desastre. Me aclaro lo de Leila, pero ahora sé con mayor certeza que nunca, que ella fue capaz de darle sus patadas. La idea es cansada y desagradable. Estoy tan cansada de todo esto.
―Joseph, estoy cansada. ¿Podemos discutir esto mañana? Quiero ir a la cama.
Él parpadea sorprendido.
―¿No te vas a ir?
―¿Quieres que me vaya?
―¡No! Creí que me ibas a dejar una vez que supieras.
De todas las veces que ha aludido dejarlo una vez que supiera sus secretos más oscuros pasan por mi mente… y ahora sé. Mierda. El Amo es oscuro. ¿Debería irme? Lo miro, este loco hombre que amo, sí, amo. ¿Puedo dejarlo? Lo deje una vez, y casi me rompió… y a él. Lo amo. Lo sé a pesar de su revelación.
―No me dejes ―susurra.
―Oh, por el amor de Dios, ¡no! ¡No me voy a ir! ―grito y es catártico. Ya, lo dije. Y no me voy a ir.
―¿De verdad? ―Sus ojos muy abiertos.
―¿Qué puedo hacer para hacerte entender que no me voy a ir? ¿Qué puedo decir?
Él me mira, revelando su miedo y angustia otra vez. Traga.
―Hay una cosa que puedes hacer.
―¿Qué? ―estallo.
―Cásate conmigo ―susurra.
¿Qué? De verdad él…
Por segunda vez en menos de media hora mi mundo se detiene.
Santa mierda. Miro al profundamente arruinado hombre que amo. No puedo creer lo que acaba de decir. ¿Matrimonio? ¿Me está proponiendo matrimonio? ¿Está bromeando? No puedo evitarlo, una pequeña, nerviosa, risa sale de mí. Muerdo mi labio para detenerla de convertirse en una completamente histérica risa y fallo miserablemente. Me tumbo en el suelo y me rindo a la risa, me rió como si nunca antes me hubiera reído, grandes recuperadores catárticos aullidos de risa.
Y por un momento estoy en mi propia cuenta, viendo esta absurda situación, y riéndome, una niña abrumada junto a un niño arruinado. Jalo mi brazo sobre mis ojos, mientras mi risa se convierte en lágrimas escaldadas. No, no… esto es demasiado.
Y mientras la histeria disminuye, Joseph suavemente levanta mi brazo de mi cara. Y volteo a verlo. Está inclinado sobre mí. Su boca torcida con diversión irónica, pero sus ojos están ardiendo ámbar, quizá heridos. Oh, no.
Gentilmente limpia una lágrima con la parte de atrás de sus nudillos.
―¿Encuentras divertida mi propuesta, señorita Steele?
Oh, ¡Cincuenta! Lo alcanzo, y acaricio su mejilla suavemente, disfrutando cómo se siente la barba bajo mis dedos. Dios, amo a este hombre.
―Sr. Jonas… Joseph. Tu sentido del tiempo en sin duda… ―Lo miro y las palabras me fallan.
Me sonríe, pero las arrugas alrededor de sus ojos me demuestran que está herido. Es serio.
―Me estas hiriendo, ____. ¿Te casarías conmigo?
Me siento y me inclino sobre él, poniendo mis manos en sus rodillas. Miro su adorable cara.
―Joseph, he conocido a tu ex psicópata con una pistola, fui echada de mi departamento, te tuve siendo termonuclear Cincuenta conmigo…
Abre la boca para hablar, pero levanto mi mano. Y obedientemente guarda silencio.
―Acabas de revelar alguna información francamente impactante acerca de ti, y ahora me pides que me case contigo.
Mueve su cabeza de lado a lado como considerando los hechos. Esta entretenido. Gracias al cielo.
―Sí, creo que ese es un justo resumen de la situación ―dice secamente.
Sacudo mi cabeza a él.
―¿Qué paso con la gratificación retrasada?
―Lo supere, y ahora estoy firmemente advocado a la gratificación instantánea. Carpe diem, ____ ―susurra.
―Mira Joseph, te he conocido como por tres minutos, y aún hay mucho más que tengo que saber. He tomado mucho, estoy hambrienta, cansada, y me quiero ir a la cama. Necesito considerar tu propuesta así como considere el contrato que me diste. Y… ―Presiono mis labios juntos para mostrar mi inconformidad pero también para aligerar el ambiente―. Esa no fue la propuesta más romántica.
Inclina su cabeza a un lado y sus labios se curvan en una sonrisa.
―Un punto justo, como siempre, señorita Steele. ―Él respira, su voz se escucha con alivio―. ¿Así que eso es un no?
Suspiro.
―No, señor Jonas, no es un no, pero tampoco es un sí. Sólo estás haciendo esto porque estás asustado, y no confías en mí.
―No, estoy haciendo esto porque al fin encontré a alguien con quien quiero pasar el resto de mi vida.
Oh. Mi corazón se detiene por un momento y se derrite. ¿Cómo es que en medio de las más descabezadas situaciones puede decir las cosas más románticas? Mi boca se abre por el shock.
―Nunca creí que me fuera a pasar eso ―continúa, su expresión irradia pura sinceridad sin diluir.
Lo miro boquiabierta, buscando las palabras correctas.
―Puedo pensar acerca de eso… ¿Por favor? ¿Y pensar acerca de todo lo demás que ha pasado el día de hoy? ¿Qué acabas de decirme? Pediste paciencia y fe. Bueno, regresando a ti, Jonas. Necesito eso ahora.
Sus ojos buscan los míos y después de un segundo, se inclina y acomoda mi cabello detrás de mi oreja.
―Puedo vivir con eso. ―Me besa rápidamente en los labios―. ¿No muy romántico, eh? ―Levanta sus cejas, y le doy mi sacudida de cabeza amonestadora―. ¿Corazones y flores? ―pregunta suavemente.
Asiento y me da una pequeña sonrisa.
―¿Estás hambrienta?
―Sí.
―No comiste. ―Sus ojos se enfrían y su mandíbula se endurece.
―No, no comí. ―Me siento en mis talones y lo considero pasivamente―. Ser echada de mi departamento después de ver a mi novio interactuando íntimamente con su ex sumisa suprimió considerablemente mi apetito. ―Lo miro y pongo mis puños en mis caderas.
Joseph sacude su cabeza y se levanta grácilmente. Oh, finalmente podemos levantarnos del suelo. Extiende su mano hacia mí.
―Déjame prepararte algo de comer ―dice.
―¿No puedo irme a la cama? ―murmuro con cansancio mientras coloco mi mano en la suya.
Me levanta. Estoy tiesa. Me mira, y su expresión se suaviza.
―No, necesitas comer. Ven. ―El Joseph mandón regresa, y es un alivio.
Me lleva al área de la cocina y me sienta en un taburete mientras va hacia el refrigerador. Miro mi reloj. Maldición, casi son las once y media y tengo que levantarme temprano para ir al trabajo.
―Joseph, no estoy realmente hambrienta.
Diplomáticamente me ignora mientras busca por el gigantesco refrigerador.
―¿Queso? ―pregunta.
―No a esta hora.
―¿Pretzels?
―¿En el refrigerador? No ―resoplo.
Voltea y me sonríe.
―¿No te gustan los Pretzels?
―No a las once y media. Joseph me voy a la cama. Tú puedes buscar en tu refrigerador por el resto de la noche. Estoy cansada, y he tenido un día bastante interesante. Un día que me gustaría olvidar. ―Me bajo del banquito y me frunce el ceño, pero justo ahora no me importa. Quiero irme a la cama, estoy exhausta.
―¿Macarrones con queso? ―Sostiene un traste blanco con cubierta. Luce tan esperanzador y encantador.
―¿Te gustan los macarrones con queso? ―pregunto.
Asiente entusiastamente, y mi corazón se derrite. De repente luce tan joven. ¿Quién lo hubiera pensado? Que a Joseph le gusta la comida de niños.
―¿Quieres? ―pregunta, esperanzado. No puedo resistirme a él y estoy hambrienta.
Asiento y le doy una sonrisa débil. Su guiño de respuesta me roba el aliento. Quita el papel aluminio del cuenco y lo pone en el microondas. Me vuelvo a subir en el taburete y observo la belleza que es el Sr. Joseph Jonas ―el hombre que quiere casarse conmigo― se mueve con gracia y fácilmente alrededor de la cocina.
―¿Así que sabes cómo usar el microondas? ―Lo molesto un poco.
―Si está en un paquete, usualmente puedo hacer algo con él. Si es comida de verdad entonces si tengo un problema.
No puedo creer que este sea el mismo hombre que estaba hincado frente a mí hace no más de media hora. Saca los platos, cubiertos y mantelitos para la barra de desayuno.
―Es muy tarde ―murmuro.
―No vayas al trabajo mañana.
―Tengo que ir al trabajo mañana. Mi jefe se va a Nueva York.
Joseph frunce el ceño.
―¿No quieres ir ahí este fin de semana?
―Revisé el clima, y parece que va a llover ―digo, sacudiendo mi cabeza.
―Oh, ¿entonces qué quieres hacer?
El bip del microondas anuncia que nuestra cena esta lista.
―Sólo quiero ir de día en día. Todo este ajetreo es… cansado. ―Le levanto una ceja, que ignora.
Joseph pone el cuenco entre nosotros y se sienta junto a mí. Parece ido, distraído. Sirvo los macarrones en nuestros platos. Huele delicioso, y mi boca se hace agua. Estoy famélica.
―Perdón por lo de Leila ―murmura.
―¿Por qué te disculpas? ―Mmm, los macarrones saben tan buenos como huelen. Mi estómago gruñe gratificantemente.
―Debió de haber sido un terrible shock, encontrarla en tu departamento. Taylor lo limpio temprano. Está muy alterado.
―No culpo a Taylor.
―Yo tampoco. Él te ha estado cuidando.
―¿En serio? ¿Por qué?
―No sabía dónde estabas. Dejaste tu bolsa, tu teléfono. No podía encontrarte. ¿A dónde fuiste? ―pregunta. Su voz es suave, pero hay un trasfondo siniestro en sus palabras.
―Ethan y yo fuimos al bar que estaba cruzando la calle. Para que pudiera ver lo que estaba pasando.
―Ya veo. ―La atmosfera entre nosotros cambia sutilmente. Ya no es tan ligera.
Está bien, bueno… dos pueden jugar este juego. Sólo hay que regresarte esto, Cincuenta. Tratando de sonar despreocupada, tratando de calmar mi curiosidad pero temiendo la respuesta, pregunto:
―¿Qué hiciste con Leila en mi departamento?
Volteo a verlo, se congela y su tenedor lleno de macarrones se suspende a la mitad. Oh no, eso no es bueno.
―¿De verdad quieres saber?
Un nudo se forma en mi estómago y mi apetito se desvanece.
―Sí ―susurro. ¿Quieres? ¿De verdad quieres? Mi subconsciente tira la botella de ginebra en el piso y está sentado en el descansabrazos del sillón, viéndome con horror.
La boca de Joseph forma una línea, y duda.
―Hablamos, y le di un baño. ―Su voz es ronca y continúa rápidamente cuando no le doy una respuesta―. Y la vestí con algunas de tus prendas. Espero que no te importe. Pero ella estaba muy sucia.
Santa mierda. ¿Le dio un baño? Qué cosa tan inapropiada. Me tambaleo, mirando mi plato de macarrones sin comer. La vista de ellos ahora me hace sentir nauseas.
Trata de racionalizarlo, mi subconsciente me dice. Ese lado frío, intelectual de mi cerebro sabe que él sólo hizo eso porque ella estaba sucia, pero es tan difícil. Mi yo frágil y celoso no lo puede soportar. De repente quiero llorar ―no sucumbir a lágrimas de señorita que caen por mis mejillas, sino aullar a la luna. Tomo una respiración profunda para suprimir la urgencia, pero mi garganta esta árida e incómoda por las lágrimas y sollozos que no se derramaron.
―Era todo lo que podía hacer, ____ ―dice suavemente.
―¿Aún tienes sentimientos por ella?
―¡No! ―dice, derrotado, y cierra sus ojos, su expresión es de angustia. Me giro, viendo de nuevo mi nauseabunda comida. No puedo soportar verlo―. Verla de esa manera, tan diferente, tan rota. Me preocupo por ella, un ser humano por otro. ―Se estremece como sacudiéndose una desagradable memoria. Joder, ¿está esperando mi simpatía?―. ____, mírame.
No puedo. Sé que si lo hago, voy a romper en lágrimas. Esto es demasiado que absorber. Soy como un tanque sobrelleno de gasolina, lleno más allá de la capacidad. No hay espacio para nada más. Simplemente no puedo lidiar con más mierda. Voy a hacer combustión y explotar, y va a ser feo si lo intento. ¡Jesús!
Joseph preocupándose por su ex sumisa de una forma tan íntima, la imagen cruza por mi cerebro. Bañándola, por el amor de Dios, desnuda. Un duro y doloroso estremecimiento sacude mi cuerpo.
―____.
―¿Qué?
―No lo hagas. No significa nada. Era como cuidar de un niño roto, un niño deshecho ―murmura.
¿Qué demonios sabe de cuidar un niño? Esta era una mujer con la que tuvo una llena, desviada relación sexual. Oh, esto duele. Tomo una profunda, tranquilizadora respiración. O quizás se está refiriendo a él mismo. Él es el niño roto. Eso tiene más sentido… o quizá no tenga nada de sentido. Oh estoy tan arruinada, y de repente estoy tan extremadamente cansada. Necesito dormir.
―¿____?
Me pongo de pie, llevo mi plato al fregadero, y tiro los contenidos al bote de basura.
―____, por favor.
Me giro y lo encaro.
―¡Sólo para, Joseph! Para el “¡____, por favor!” ―le grito, y las lágrimas comienzan a caer por mi cara―. He tenido suficiente de toda esta mierda el día de hoy. Me voy a la cama. Estoy cansada y emocional. Ahora déjame ser.
Me giro en mis talones y prácticamente corro al dormitorio, llevándome conmigo sus ojos abiertos, y mirada impactada. Es bueno saber que también lo puedo impactar. Me quito la ropa doblemente rápido, y después de buscar en sus cajones, saco una de sus camisetas y me voy al baño.
Me miro en el espejo, y me cuesta trabajo reconocer la demacrada, de ojos rosados, mejillas manchadas volteándome a ver, y es demasiado. Me tiro en el piso y me rindo a la insoportable emoción que no puedo contener más, sollozando fuertemente, finalmente dejando que mis lágrimas fluyan sin límite.
―Joseph, por favor, no hagas esto. No lo quiero.
Él continúa contemplándome pasivamente, sin moverse, sin decir nada. Oh joder. Mi pobre Cincuenta. Mi corazón se aprieta y retuerce. ¿Qué diablos le he hecho? Las lágrimas pican mis ojos.
―¿Por qué estás haciendo esto? Háblame ―susurro.
Él pestañea una vez.
―¿Qué quisieras que dijera? ―dice suavemente, sosamente, y por un momento estoy aliviada de que esté hablando, pero no así, no. No.
Las lágrimas comienzan a rebosar por mis mejillas, y de pronto es demasiado verlo en la misma posición abatida como la patética criatura que era Leila. La imagen de un poderoso hombre que todavía es un niñito, que fue horriblemente abusado y abandonado, que se siente desmerecedor del amor de su perfecta familia y su mucho menos que perfecta novia… mi niño perdido… rompe el corazón.
Compasión, pérdida, y desesperación se agrandan en mi corazón, y siento un ahogante sentimiento de desesperación. Voy a tener que pelear para traerlo de vuelta, para traer de vuelta a mi Cincuenta. El pensamiento de mí dominante a alguien es terrible. El pensamiento de dominar a Joseph es nauseabundo. Me haría como ella, la mujer que le hizo esto. Me estremezco con el pensamiento, peleando con la bilis en mi garganta. No hay forma de que yo pueda hacer eso. No hay forma en que yo quisiera eso.
Cuando se aclaran mis pensamientos, puedo ver sólo un camino. Sin quitar mis ojos de él, bajo a mis rodillas al frente de él. El piso de madera es duro contra mis espinillas, y quito mis lágrimas bruscamente con la parte de atrás de mi mano. De esta forma, somos iguales. Estamos al mismo nivel. Esta es la única forma en que lo voy a recuperar.
Sus ojos se ensanchan levemente mientras lo miro, pero más allá de eso su expresión y trance no cambian.
―Joseph, no tienes que hacer esto ―suplico―. No voy a escapar. Te lo he dicho y dicho, no voy a escapar. Todo lo que ha pasado… es abrumador. Sólo necesito algo de tiempo para pensar… tiempo para mí. ¿Por qué siempre asumes lo peor? ―Mi corazón se encoje de nuevo porque lo sé; es porque él es tan inseguro, tan lleno de odio hacia él.
Las palabras de Elena vuelven para atormentarme. “¿Acaso ella sabe cuán negativo eres sobre ti mismo? ¿Sobre todos tus problemas?”
Oh, Joseph. El miedo empuña mi corazón una vez más y comienzo a balbucear.
―Iba a sugerir volver a mi departamento por esta tarde. Nunca me das nada de tiempo… tiempo para sólo pensar las cosas ―sollozo, y el fantasma de una arruga cruza por su cara―. Sólo tiempo para pensar. Apenas nos conocemos, y todo este equipaje que acarreas… necesito… necesito tiempo para pensarlo. Y ahora Leila está… bueno, lo que sea que ella es… está fuera de las calles y ya no es una amenaza… pienso… Pienso… ―Mi voz se debilita y lo miro fijamente. Me contempla intensamente y creo que está escuchando―. Verte con Leila… ―Cierro mis ojos cuando el doloroso recuerdo de su interacción con su ex sumisa me corroe de nuevo―. Fue un shock. Pude ver un atisbo de cómo ha sido tu vida… y… ―Bajo la mirada a mis enredados dedos, lágrimas todavía corriendo por mis mejillas―. Esto es sobre mí no siendo lo suficientemente buena para ti. Fue una compresión de tu vida, y estoy tan asustada de que te aburrirás de mí, y luego te irás… y terminaré como Leila… una sombra. Porque te amo, Joseph, y si me dejas, va a ser como un mundo sin luz. Estaré en la oscuridad. No quiero huir. Solo estoy tan asustada de que me dejes…
Me doy cuenta cuando le digo estas palabras ―con la esperanza de que esté escuchando― cuál es mi verdadero problema. Sólo no entiendo por qué le gusto. Nunca he entendido por qué le gusto.
―No entiendo por qué me encuentras atractiva ―murmuro―. Tú eres, bueno, tú eres tú… y yo soy… ―Me encojo de hombros y levanto la mirada hacia él―. Sólo no lo veo. Tú eres hermoso y sexy y exitoso y bueno y dulce y humanitario ―todas esas cosas― y yo no. Y no puedo hacer las cosas que a ti te gustan. No puedo darte lo que necesitas. ¿Cómo podrías ser feliz conmigo? ¿Cómo yo podría posiblemente contenerte? ―Mi voz es un susurro cuando expreso mis miedos más oscuros―. Nunca he entendido qué vez en mí. Y verte con ella, lo trajo todo de vuelta a casa. ―Sorbo y limpio mi nariz con la parte de atrás de mi mano, mirando su imperturbable expresión.
Oh, es tan exasperante. ¡Háblame, demonios!
―¿Vas a arrodillarte aquí toda la noche? Porque yo también lo haré ―le digo bruscamente.
Creo que su expresión se suaviza, tal vez se ve un poco sorprendido. Pero es difícil decir. Podría estirarme y tocarlo, pero eso sería un asqueroso abuso de la posición en que me ha puesto. No quiero eso, pero no sé qué quiere él, o qué está intentando decirme. Simplemente no lo entiendo.
―Joseph, por favor, por favor… háblame ―le ruego, retorciendo mis manos en mi regazo. Estoy incómoda en mis rodillas, pero continúo arrodillada, mirando fijamente sus serios, hermosos, ojos ambarinos, y espero.
Y espero.
Y espero.
―Por favor ―ruego una vez más.
Su intensa mirada se oscurece de pronto y pestañea.
―Estaba tan asustado ―susurra.
¡Oh, gracias a Dios! Por dentro, mi subconsciente se tambalea hacia atrás en su sillón, flaqueando con alivio, y toma un largo trago de ginebra. ¡Está hablando! La gratitud me abruma, y trago, intentando contener mi emoción y la nueva batalla de lágrimas que amenaza.
Su voz es suave y baja.
―Cuando vi a Ethan llegar afuera, sabía que alguien te había dejado entrar a tu apartamento. Ambos Taylor y yo saltamos fuera del auto. Nosotros sabíamos y verla allí así contigo, y armada. Creo que morí mil muertes, ____. Alguien amenazándote… todos mis peores miedos realizados. Estaba tan enojado, con ella, contigo, con Taylor, conmigo.
Sacude su cabeza revelando su agonía.
―No sabía cuán volátil podría ser ella. No sabía qué hacer. No sabía cómo ella reaccionaría. ―Se detiene y frunce el ceño―. Y luego me dio una pista; se veía tan arrepentida. Y sólo supe qué tenía qué hacer. ―Se detiene, mirándome, intentando medir mi reacción.
―Continúa ―susurro.
Él traga.
―Verla en ese estado, sabiendo que yo podría haber tenido algo que ver con su crisis emocional… ―Cierra sus ojos una vez más―. Ella siempre fue tan traviesa y alegre. ―Se estremece y toma una áspera respiración, casi como un sollozo. Es una tortura escucharlo, pero me arrodillo, atenta, absorbiendo esta confesión―. Ella podría haberte herido. Y habría sido mi culpa. ―Sus ojos se desvían, llenos con terror incomprendido, y está en silencio una vez más.
―Pero no lo hizo ―susurro―. Y no fuiste responsable de que ella estuviera en ese estado, Joseph. ―Lo miro, alentándolo a continuar.
Entonces se aclara en mí que todo lo que él hizo fue para mantenerme a salvo, y tal vez a Leila también, porque además se preocupa por ella. ¿Pero cuánto se preocupa por ella? La pregunta se queda en mi cabeza, poco bienvenida. Él dice que me ama, pero entonces fue muy duro, echándome de mi propio departamento.
―Solo quería que te fueras ―murmura, con su extraña habilidad para leer mis pensamientos―. Te quería lejos del peligro, y… Tú. Solo. No. Te. Ibas ―susurra con sus dientes apretados y sacude su cabeza. Su exasperación es tangible.
Me mira intensamente.
―_____ Steele, eres la mujer más terca que conozco. ―Cierra sus ojos y sacude su cabeza una vez más incrédulo.
Oh, está de vuelta. Respiro un largo, aclarante suspiro de alivio. Abre sus ojos de nuevo, su expresión es desolada, sincera.
―¿No ibas a escapar? ―pregunta.
―¡No!
Cierra sus ojos de nuevo y todo su cuerpo se relaja. Cuando abre sus ojos, puedo ver su dolor y angustia.
―Pensé… ―Se detiene―. Este soy yo, ____. Todo yo… y soy todo tuyo. ¿Qué tengo que hacer para que te des cuenta de eso? Hacerte ver que te quiero de cualquier forma en que te pueda obtener. Que te amo.
―También te amo, Joseph, y verte así… ―Me ahogo y mis lágrimas comienzan de nuevo―. Pensé que te había roto.
―¿Roto? ¿A mí? Oh no, ____. Justo lo contrario. ―Se estira y toma mi mano―. Eres mi vida ―susurra, y besa mis nudillos antes de presionar mi palma contra la suya.
Con sus ojos grandes y llenos de miedo, suavemente tira de mi mano y la pone en su pecho sobre su corazón, en la zona prohibida. Su respiración se acelera. Su corazón está bombeando un frenético, pulsante latido bajo mis dedos. No quita sus ojos de mí; su mandíbula está tensa, sus dientes apretados.
Jadeo. ¡Oh mi Cincuenta! Me está dejando tocarlo. Y es como si todo el aire de mis pulmones se ha vaporizado, ido. La sangre está latiendo en mis oídos cuando el ritmo de mi corazón aumenta para igualar el suyo.
Él deja ir mi mano, dejándola en su lugar sobre su corazón. Flexiono levemente mis dedos, sintiendo la calidez de su piel bajo la tela de su camiseta. Está sosteniendo el aliento. No puedo soportarlo. Intento mover mi mano.
―No ―dice rápidamente y pone su mano una vez más sobre la mía, presionando mis dedos contra él―. No.
Más valiente por estas dos palabras, me arrastro más cerca así que nuestras rodillas se están tocando y tentativamente levanto mi otra mano para que él sepa exactamente lo que quiero hacer. Sus ojos se ensanchan pero no me detiene. Suavemente comienzo a soltar los botones de su camisa. Es difícil con una mano. Flexiono mis dedos bajo su mano y él me suelta, dejándome usar ambas manos para quitarle la camisa. Mis ojos no lo dejan mientras abro su camiseta, revelando su pecho.
Él traga, y sus labios se abren cuando su respiración se acelera, y siento su creciente pánico, pero no se aleja. ¿Está todavía en modo sumiso? No tengo idea. ¿Debería hacer esto? No quiero herirlo, física o mentalmente. La vista de él así, ofreciéndose hacia mí, ha sido un llamado de atención.
Me estiro, y mi mano se cierne sobre su pecho, y lo miro fijamente… pidiendo su permiso. Muy sutilmente inclina su cabeza hacia un lado, endureciéndose en la anticipación de mi toque, y la tensión irradia de él, pero esta vez no es de rabia, es de dolor. Vacilo. ¿Puedo hacerle esto?
―Sí ―susurra, de nuevo con la rara habilidad de contestar mis preguntas no hechas.
Extiendo las yemas de mis dedos en su vello de pecho y suavemente los acaricio bajo su esternón. Él cierra sus ojos, y su rostro se arruga como si estuviera esperando dolor intolerable. Es insoportable ser testigo, así que levanto mis dedos inmediatamente, pero él rápidamente toma mi mano y la pone de vuelta firmemente, estirada en su desnudo pecho así los vellos cosquillean mi palma.
―No ―dice, su voz forzada―. Lo necesito.
Sus ojos están cerrados tan fuertemente. Debe ser agónico. Es verdaderamente un tormento mirar. Cuidadosamente dejo que mis dedos recorran su pecho hacia su corazón, maravillándome con su sentir, aterrada de que sea un paso muy lejos.
Abre sus ojos, son fuego ámbar, quemándome. Santo cielo. Su mirada es abrazadora, salvaje, más allá de intensa, y su respiración es rápida. Estimula mi sangre. Me retuerzo bajo su mirada.
No me ha detenido, así que muevo la yema de mis dedos a través de su pecho de nuevo, y su boca se afloja. Está jadeando, y no sé si es por miedo, o algo más. He querido besarlo allí por tanto tiempo que me inclino en mis rodillas y sostengo su mirada por un momento, haciendo mi intención perfectamente clara. Entonces me agacho y suavemente planto un suave beso sobre su corazón, sintiendo su cálida, de un dulce olor piel bajo mis labios.
Su sofocado gruñido me mueve tanto que me siento atrás en mis talones, con miedo de lo que veré en su cara. Sus ojos están cerrados fuertemente, pero no se ha movido.
―De nuevo ―susurra, y me inclino hacia su pecho una vez más, esta vez para besar una de sus cicatrices. Él jadea, y yo beso otra y otra. Gime fuertemente, y de pronto sus brazos están alrededor de mí, y su mano está en mi cabello, tirando mi cabeza hacia arriba dolorosamente para que mis labios lleguen a su insistente boca. Y nos estamos besando, mis dedos enredándose en su cabello―. Oh, ____ ―suspira, y me gira y tira al suelo para que esté debajo de él. Subo mis manos para acunar su hermoso rostro, y en ese momento, siento sus lágrimas.
Está llorando… no. ¡No!
―Joseph, por favor, no llores. Lo decía en serio cuando dije que nunca te dejaré. Lo hice. Si te di cualquier otra impresión, lo siento mucho… por favor, por favor perdóname. Te amo. Siempre te amaré.
Se impone sobre mí, bajando la mirada hacia mi rostro, y su expresión es de dolor.
―¿Qué es?
Sus ojos se agrandan.
―¿Cuál es el secreto que te hace creer que correré hacia las montañas? ¿Qué te tiene tan determinado a creer que me iré? ―ruego, mi voz nerviosa―. Dime, Joseph, por favor…
Se sienta derecho, pero esta vez cruza sus piernas y lo sigo, mis piernas estiradas. Vagamente me pregunto si nos podemos parar del suelo. Pero no quiero interrumpir su tren de pensamiento. Finalmente va a confiar en mí. Baja la mirada hacia mí, y se ve completamente desolado. Oh mierda, es malo.
―____... ―Se detiene, buscando las palabras, su expresión adolorida… ¿Oh? ¿Dónde diablos está dirigiéndose esto?
Toma una profunda respiración y traga.
―Soy un sádico, ____. Me gusta azotar pequeñas chicas morenas como tú porque todas lucen como la perra adicta al crack, mi madre biológica. Estoy seguro de que puedes adivinar por qué ―lo dice rápidamente como si hubiera tenido esta oración en su cabeza por días y días y está desesperado por deshacerse de ella.
Mi mundo se detiene. ¡Oh no! Esto no es lo que esperaba. Esto es malo. Realmente malo. Lo miro, intentando entender la implicación de lo que acaba de decir. Eso sí explica por qué todas lucimos igual.
Mi pensamiento inmediato es que Leila estaba en lo correcto: “El amo es oscuro”.
Recuerdo la primera conversación que tuve con él sobre sus tendencias cuando estábamos en la Habitación Roja del Dolor.
―Dijiste que no eras un sádico ―susurro, desesperadamente intentando entender… crear alguna excusa por él.
―No, dije que era un Dominante. Si te mentí, fue una mentira por omisión. Lo siento. ―Baja la mirada brevemente hacia sus cuidadas uñas.
Creo que está mortificado. ¿Mortificado por mentirme? ¿O por lo que él es?
―Cuando me hiciste esa pregunta, me había imaginado una relación muy diferente entre nosotros ―murmura. Puedo decir por su mirada que está aterrado.
Y entonces me golpea como una bola de demolición. Si es un sádico, realmente necesita toda la mierda del azote y los golpes. Oh joder. Pongo mi cabeza en mis manos.
―Así que es verdad ―susurro, levantando la mirada hacia él―. No puedo darte lo que necesitas. ―Es todo… esto realmente significa que somos incompatibles.
El mundo comienza a caerse a mis pies, colapsando alrededor de mí mientras el pánico aprieta mi garganta. Es todo. No podemos hacer esto.
Él frunce el ceño.
―No, no, no, ____. Tú puedes. Tú sí me das lo que necesito. ―Aprieta sus puños―. Por favor créeme ―murmura, sus palabras una vehemente súplica.
―No sé qué creer, Joseph. Esto es tan retorcido ―susurro, mi garganta ronca y dolorosa mientras se cierra, ahogándome con lágrimas sin derramar.
Sus ojos están anchos y luminosos cuando me mira de nuevo.
―____, créeme. Luego de que te castigué y me dejaste, mi visión del mundo cambió. No estaba bromeando cuando dije que evitaría sentirme así de nuevo. ―Me mira con una dolorosa súplica―. Cuando dijiste que me amabas, fue una revelación. Nunca nadie me lo ha dicho antes, y fue como si hubiera dejado algo descansar, o tal vez tú lo dejaste descansar, no lo sé. Con el Dr. Flynn todavía estamos en una profunda discusión sobre eso.
Oh. La esperanza destella brevemente en mi corazón. Tal vez estaremos bien. Quiero que estemos bien. ¿No?
―¿Qué significa todo eso? ―susurro.
―Significa que no lo necesito. Ahora no.
¿Qué?
―¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes estar tan seguro?
―Sólo lo sé. El pensamiento de herirte… de cualquier forma… es detestable para mí.
―No entiendo. ¿Y qué con las reglas y las palmadas y todo lo de follar pervertido?
Corre una mano por su cabello y casi sonríe pero en su lugar suspira con pesar.
―Estoy hablando de la mierda pesada, ____. Deberías ver lo que puedo hacer con un bastón o una gata.
Mi boca se abre, sorprendida.
―Preferiría que no.
―Lo sé. Si quisieras hacer eso, entonces bien… pero no quieres y lo entiendo. No puedo hacer toda esa mierda contigo si tú no quieres. Te lo dije una vez, tú tienes todo el poder. Y ahora, desde que volviste, no siento esa compulsión, para nada. ―Lo miro por un momento intentando adentrar todo esto.
―Pero, cuando nos conocimos eso era lo que querías, ¿no?
―Sí, indudablemente.
―¿Cómo puede ser que tu compulsión desaparezca Joseph? ¿Como si yo fuera algún tipo de panacea, y tú estás ―a falta de una mejor palabra― curado? No lo entiendo.
Suspira una vez más.
―Yo no diría curado… ¿No me crees?
―Lo encuentro… increíble. Que es diferente.
―Si nunca me hubieras dejado, entonces no me sentiría de esta manera. Tú dejándome fue lo mejor que pudiste haber hecho… por nosotros. Me hizo darme cuenta de cuánto te quiero, solo tú, y lo digo en serio, te tomo de cualquier manera que pueda tenerte.
Lo miro. ¿Puedo creer esto? Mi cabeza me duele sólo de pensar en todo esto, y en el fondo me siento… adormecida.
―Sigues aquí. Creí que ya ibas a estar en la puerta para cuando acabara ―susurra.
―¿Por qué? ¿Por qué puede que piense que estás loco por azotar y tener sexo con mujeres que lucen como tu madre? ¿Qué te daría esa impresión? ―siseo.
Palidece ante la dureza de mis palabras.
―Bueno, yo no lo habría puesto así, pero sí ―dice, con sus ojos grandes y heridos.
Su expresión esta seria y me arrepiento de lo que dije sin pensar. Frunzo la frente, sintiendo un pinchazo de culpa. Oh, ¿qué estoy haciendo? Lo miro y luce contrito, sincero… luce como mi Cincuenta. Y espontáneamente recuerdo la fotografía en su dormitorio de niño, y en ese momento me doy cuenta porque la mujer me parecía tan familiar. Ella luce como él. Ella debió de haber sido su madre biológica. Su despido fácil de ella viene a mi mente. Nadie de consecuencia… Ella es responsable de todo esto… Y me parezco a ella… ¡Mierda!
Él me observa, pero sé que está esperando mi próximo movimiento. Parece genuino. Dijo que me ama, pero estoy realmente confundida. Esto está hecho un desastre. Me aclaro lo de Leila, pero ahora sé con mayor certeza que nunca, que ella fue capaz de darle sus patadas. La idea es cansada y desagradable. Estoy tan cansada de todo esto.
―Joseph, estoy cansada. ¿Podemos discutir esto mañana? Quiero ir a la cama.
Él parpadea sorprendido.
―¿No te vas a ir?
―¿Quieres que me vaya?
―¡No! Creí que me ibas a dejar una vez que supieras.
De todas las veces que ha aludido dejarlo una vez que supiera sus secretos más oscuros pasan por mi mente… y ahora sé. Mierda. El Amo es oscuro. ¿Debería irme? Lo miro, este loco hombre que amo, sí, amo. ¿Puedo dejarlo? Lo deje una vez, y casi me rompió… y a él. Lo amo. Lo sé a pesar de su revelación.
―No me dejes ―susurra.
―Oh, por el amor de Dios, ¡no! ¡No me voy a ir! ―grito y es catártico. Ya, lo dije. Y no me voy a ir.
―¿De verdad? ―Sus ojos muy abiertos.
―¿Qué puedo hacer para hacerte entender que no me voy a ir? ¿Qué puedo decir?
Él me mira, revelando su miedo y angustia otra vez. Traga.
―Hay una cosa que puedes hacer.
―¿Qué? ―estallo.
―Cásate conmigo ―susurra.
¿Qué? De verdad él…
Por segunda vez en menos de media hora mi mundo se detiene.
Santa mierda. Miro al profundamente arruinado hombre que amo. No puedo creer lo que acaba de decir. ¿Matrimonio? ¿Me está proponiendo matrimonio? ¿Está bromeando? No puedo evitarlo, una pequeña, nerviosa, risa sale de mí. Muerdo mi labio para detenerla de convertirse en una completamente histérica risa y fallo miserablemente. Me tumbo en el suelo y me rindo a la risa, me rió como si nunca antes me hubiera reído, grandes recuperadores catárticos aullidos de risa.
Y por un momento estoy en mi propia cuenta, viendo esta absurda situación, y riéndome, una niña abrumada junto a un niño arruinado. Jalo mi brazo sobre mis ojos, mientras mi risa se convierte en lágrimas escaldadas. No, no… esto es demasiado.
Y mientras la histeria disminuye, Joseph suavemente levanta mi brazo de mi cara. Y volteo a verlo. Está inclinado sobre mí. Su boca torcida con diversión irónica, pero sus ojos están ardiendo ámbar, quizá heridos. Oh, no.
Gentilmente limpia una lágrima con la parte de atrás de sus nudillos.
―¿Encuentras divertida mi propuesta, señorita Steele?
Oh, ¡Cincuenta! Lo alcanzo, y acaricio su mejilla suavemente, disfrutando cómo se siente la barba bajo mis dedos. Dios, amo a este hombre.
―Sr. Jonas… Joseph. Tu sentido del tiempo en sin duda… ―Lo miro y las palabras me fallan.
Me sonríe, pero las arrugas alrededor de sus ojos me demuestran que está herido. Es serio.
―Me estas hiriendo, ____. ¿Te casarías conmigo?
Me siento y me inclino sobre él, poniendo mis manos en sus rodillas. Miro su adorable cara.
―Joseph, he conocido a tu ex psicópata con una pistola, fui echada de mi departamento, te tuve siendo termonuclear Cincuenta conmigo…
Abre la boca para hablar, pero levanto mi mano. Y obedientemente guarda silencio.
―Acabas de revelar alguna información francamente impactante acerca de ti, y ahora me pides que me case contigo.
Mueve su cabeza de lado a lado como considerando los hechos. Esta entretenido. Gracias al cielo.
―Sí, creo que ese es un justo resumen de la situación ―dice secamente.
Sacudo mi cabeza a él.
―¿Qué paso con la gratificación retrasada?
―Lo supere, y ahora estoy firmemente advocado a la gratificación instantánea. Carpe diem, ____ ―susurra.
―Mira Joseph, te he conocido como por tres minutos, y aún hay mucho más que tengo que saber. He tomado mucho, estoy hambrienta, cansada, y me quiero ir a la cama. Necesito considerar tu propuesta así como considere el contrato que me diste. Y… ―Presiono mis labios juntos para mostrar mi inconformidad pero también para aligerar el ambiente―. Esa no fue la propuesta más romántica.
Inclina su cabeza a un lado y sus labios se curvan en una sonrisa.
―Un punto justo, como siempre, señorita Steele. ―Él respira, su voz se escucha con alivio―. ¿Así que eso es un no?
Suspiro.
―No, señor Jonas, no es un no, pero tampoco es un sí. Sólo estás haciendo esto porque estás asustado, y no confías en mí.
―No, estoy haciendo esto porque al fin encontré a alguien con quien quiero pasar el resto de mi vida.
Oh. Mi corazón se detiene por un momento y se derrite. ¿Cómo es que en medio de las más descabezadas situaciones puede decir las cosas más románticas? Mi boca se abre por el shock.
―Nunca creí que me fuera a pasar eso ―continúa, su expresión irradia pura sinceridad sin diluir.
Lo miro boquiabierta, buscando las palabras correctas.
―Puedo pensar acerca de eso… ¿Por favor? ¿Y pensar acerca de todo lo demás que ha pasado el día de hoy? ¿Qué acabas de decirme? Pediste paciencia y fe. Bueno, regresando a ti, Jonas. Necesito eso ahora.
Sus ojos buscan los míos y después de un segundo, se inclina y acomoda mi cabello detrás de mi oreja.
―Puedo vivir con eso. ―Me besa rápidamente en los labios―. ¿No muy romántico, eh? ―Levanta sus cejas, y le doy mi sacudida de cabeza amonestadora―. ¿Corazones y flores? ―pregunta suavemente.
Asiento y me da una pequeña sonrisa.
―¿Estás hambrienta?
―Sí.
―No comiste. ―Sus ojos se enfrían y su mandíbula se endurece.
―No, no comí. ―Me siento en mis talones y lo considero pasivamente―. Ser echada de mi departamento después de ver a mi novio interactuando íntimamente con su ex sumisa suprimió considerablemente mi apetito. ―Lo miro y pongo mis puños en mis caderas.
Joseph sacude su cabeza y se levanta grácilmente. Oh, finalmente podemos levantarnos del suelo. Extiende su mano hacia mí.
―Déjame prepararte algo de comer ―dice.
―¿No puedo irme a la cama? ―murmuro con cansancio mientras coloco mi mano en la suya.
Me levanta. Estoy tiesa. Me mira, y su expresión se suaviza.
―No, necesitas comer. Ven. ―El Joseph mandón regresa, y es un alivio.
Me lleva al área de la cocina y me sienta en un taburete mientras va hacia el refrigerador. Miro mi reloj. Maldición, casi son las once y media y tengo que levantarme temprano para ir al trabajo.
―Joseph, no estoy realmente hambrienta.
Diplomáticamente me ignora mientras busca por el gigantesco refrigerador.
―¿Queso? ―pregunta.
―No a esta hora.
―¿Pretzels?
―¿En el refrigerador? No ―resoplo.
Voltea y me sonríe.
―¿No te gustan los Pretzels?
―No a las once y media. Joseph me voy a la cama. Tú puedes buscar en tu refrigerador por el resto de la noche. Estoy cansada, y he tenido un día bastante interesante. Un día que me gustaría olvidar. ―Me bajo del banquito y me frunce el ceño, pero justo ahora no me importa. Quiero irme a la cama, estoy exhausta.
―¿Macarrones con queso? ―Sostiene un traste blanco con cubierta. Luce tan esperanzador y encantador.
―¿Te gustan los macarrones con queso? ―pregunto.
Asiente entusiastamente, y mi corazón se derrite. De repente luce tan joven. ¿Quién lo hubiera pensado? Que a Joseph le gusta la comida de niños.
―¿Quieres? ―pregunta, esperanzado. No puedo resistirme a él y estoy hambrienta.
Asiento y le doy una sonrisa débil. Su guiño de respuesta me roba el aliento. Quita el papel aluminio del cuenco y lo pone en el microondas. Me vuelvo a subir en el taburete y observo la belleza que es el Sr. Joseph Jonas ―el hombre que quiere casarse conmigo― se mueve con gracia y fácilmente alrededor de la cocina.
―¿Así que sabes cómo usar el microondas? ―Lo molesto un poco.
―Si está en un paquete, usualmente puedo hacer algo con él. Si es comida de verdad entonces si tengo un problema.
No puedo creer que este sea el mismo hombre que estaba hincado frente a mí hace no más de media hora. Saca los platos, cubiertos y mantelitos para la barra de desayuno.
―Es muy tarde ―murmuro.
―No vayas al trabajo mañana.
―Tengo que ir al trabajo mañana. Mi jefe se va a Nueva York.
Joseph frunce el ceño.
―¿No quieres ir ahí este fin de semana?
―Revisé el clima, y parece que va a llover ―digo, sacudiendo mi cabeza.
―Oh, ¿entonces qué quieres hacer?
El bip del microondas anuncia que nuestra cena esta lista.
―Sólo quiero ir de día en día. Todo este ajetreo es… cansado. ―Le levanto una ceja, que ignora.
Joseph pone el cuenco entre nosotros y se sienta junto a mí. Parece ido, distraído. Sirvo los macarrones en nuestros platos. Huele delicioso, y mi boca se hace agua. Estoy famélica.
―Perdón por lo de Leila ―murmura.
―¿Por qué te disculpas? ―Mmm, los macarrones saben tan buenos como huelen. Mi estómago gruñe gratificantemente.
―Debió de haber sido un terrible shock, encontrarla en tu departamento. Taylor lo limpio temprano. Está muy alterado.
―No culpo a Taylor.
―Yo tampoco. Él te ha estado cuidando.
―¿En serio? ¿Por qué?
―No sabía dónde estabas. Dejaste tu bolsa, tu teléfono. No podía encontrarte. ¿A dónde fuiste? ―pregunta. Su voz es suave, pero hay un trasfondo siniestro en sus palabras.
―Ethan y yo fuimos al bar que estaba cruzando la calle. Para que pudiera ver lo que estaba pasando.
―Ya veo. ―La atmosfera entre nosotros cambia sutilmente. Ya no es tan ligera.
Está bien, bueno… dos pueden jugar este juego. Sólo hay que regresarte esto, Cincuenta. Tratando de sonar despreocupada, tratando de calmar mi curiosidad pero temiendo la respuesta, pregunto:
―¿Qué hiciste con Leila en mi departamento?
Volteo a verlo, se congela y su tenedor lleno de macarrones se suspende a la mitad. Oh no, eso no es bueno.
―¿De verdad quieres saber?
Un nudo se forma en mi estómago y mi apetito se desvanece.
―Sí ―susurro. ¿Quieres? ¿De verdad quieres? Mi subconsciente tira la botella de ginebra en el piso y está sentado en el descansabrazos del sillón, viéndome con horror.
La boca de Joseph forma una línea, y duda.
―Hablamos, y le di un baño. ―Su voz es ronca y continúa rápidamente cuando no le doy una respuesta―. Y la vestí con algunas de tus prendas. Espero que no te importe. Pero ella estaba muy sucia.
Santa mierda. ¿Le dio un baño? Qué cosa tan inapropiada. Me tambaleo, mirando mi plato de macarrones sin comer. La vista de ellos ahora me hace sentir nauseas.
Trata de racionalizarlo, mi subconsciente me dice. Ese lado frío, intelectual de mi cerebro sabe que él sólo hizo eso porque ella estaba sucia, pero es tan difícil. Mi yo frágil y celoso no lo puede soportar. De repente quiero llorar ―no sucumbir a lágrimas de señorita que caen por mis mejillas, sino aullar a la luna. Tomo una respiración profunda para suprimir la urgencia, pero mi garganta esta árida e incómoda por las lágrimas y sollozos que no se derramaron.
―Era todo lo que podía hacer, ____ ―dice suavemente.
―¿Aún tienes sentimientos por ella?
―¡No! ―dice, derrotado, y cierra sus ojos, su expresión es de angustia. Me giro, viendo de nuevo mi nauseabunda comida. No puedo soportar verlo―. Verla de esa manera, tan diferente, tan rota. Me preocupo por ella, un ser humano por otro. ―Se estremece como sacudiéndose una desagradable memoria. Joder, ¿está esperando mi simpatía?―. ____, mírame.
No puedo. Sé que si lo hago, voy a romper en lágrimas. Esto es demasiado que absorber. Soy como un tanque sobrelleno de gasolina, lleno más allá de la capacidad. No hay espacio para nada más. Simplemente no puedo lidiar con más mierda. Voy a hacer combustión y explotar, y va a ser feo si lo intento. ¡Jesús!
Joseph preocupándose por su ex sumisa de una forma tan íntima, la imagen cruza por mi cerebro. Bañándola, por el amor de Dios, desnuda. Un duro y doloroso estremecimiento sacude mi cuerpo.
―____.
―¿Qué?
―No lo hagas. No significa nada. Era como cuidar de un niño roto, un niño deshecho ―murmura.
¿Qué demonios sabe de cuidar un niño? Esta era una mujer con la que tuvo una llena, desviada relación sexual. Oh, esto duele. Tomo una profunda, tranquilizadora respiración. O quizás se está refiriendo a él mismo. Él es el niño roto. Eso tiene más sentido… o quizá no tenga nada de sentido. Oh estoy tan arruinada, y de repente estoy tan extremadamente cansada. Necesito dormir.
―¿____?
Me pongo de pie, llevo mi plato al fregadero, y tiro los contenidos al bote de basura.
―____, por favor.
Me giro y lo encaro.
―¡Sólo para, Joseph! Para el “¡____, por favor!” ―le grito, y las lágrimas comienzan a caer por mi cara―. He tenido suficiente de toda esta mierda el día de hoy. Me voy a la cama. Estoy cansada y emocional. Ahora déjame ser.
Me giro en mis talones y prácticamente corro al dormitorio, llevándome conmigo sus ojos abiertos, y mirada impactada. Es bueno saber que también lo puedo impactar. Me quito la ropa doblemente rápido, y después de buscar en sus cajones, saco una de sus camisetas y me voy al baño.
Me miro en el espejo, y me cuesta trabajo reconocer la demacrada, de ojos rosados, mejillas manchadas volteándome a ver, y es demasiado. Me tiro en el piso y me rindo a la insoportable emoción que no puedo contener más, sollozando fuertemente, finalmente dejando que mis lágrimas fluyan sin límite.
Karely Jonatika
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
[CAPITULO 15]
―Oye ―dice Joseph gentilmente mientras me envuelve en sus brazos―, por favor no llores, ____, por favor ―ruega. Él está en el piso del baño y yo en su regazo. Lo rodeo con mis brazos y lloro en su cuello. Arrullando suavemente en mi cabello, gentilmente acaricia mi espalda, mi cabeza―. Lo siento, nena ―susurra, y me hace llorar más alto y abrazarlo más fuerte.
Nos quedamos así sentados como por siempre. Eventualmente dejo de llorar, Joseph se para, sosteniéndome, y me lleva hasta su cuarto donde me acuesta en la cama. En un momento está junto a mí y las luces apagadas. Me jala a sus brazos, y abrazándome fuertemente, finalmente me dejo llevar por un sueño oscuro y turbulento.
Me despierto sobresaltada. Mi cabeza se siente confusa y caliente. Joseph está adherido a mí como una enredadera. Se queja en sus sueños mientras me salgo de sus brazos, pero no despierta. Sentándome miro el reloj. Son las tres de la madrugada. Necesito Advil y agua. Saco mis piernas de la cama y voy hasta la cocina en el gran salón.
En el refrigerador encuentro jugo de naranja y me sirvo un vaso. Mmm está delicioso, mi confusa cabeza se esclarece de inmediato. Busco en los armarios algún analgésico y eventualmente encuentro una caja de plástico llena de medicinas. Agarro dos Advil y me los tomo con más jugo de naranja.
Vagando hacia la gran pared de vidrio, miro a la durmiente Seattle. Las luces brillan y parpadean debajo del castillo de Joseph en el cielo, ¿o debería decir fortaleza? Presiono mi frente contra la fría ventana, es un alivio. Tengo tanto que pensar después de estas revelaciones de ayer. Coloco mi espalda contra el vidrio y me deslizo hasta el piso. El gran salón se ve cavernoso en la oscuridad, con la única luz viniendo de las tres lámparas sobre la isla de la cocina.
¿Podría vivir aquí? ¿Casarme con Joseph? ¿Después de todo lo que ha hecho aquí? ¿Todas las historias que este lugar guarda para él?
Matrimonio. Es casi increíble y por completo inesperado. Pero todo sobre Joseph es inesperado. Mis labios se curvan con ironía. Joseph Jonas, espera lo inesperado, Cincuenta Tonos de Mierda. Mi sonrisa cae. Me parezco a su madre. Eso me hiere profundamente, y el aire abandona mis pulmones. Todas nos vemos como su mamá.
Cómo demonios voy a superar la revelación de ese pequeño secreto. No hay duda de por qué no quería decírmelo. Pero de seguro él no puede recordar mucho de su madre. Me pregunto una vez más si debería hablar con el Dr. Flynn. ¿Me dejaría Joseph? Tal vez él pueda llenar los espacios en blanco.
Sacudo mi cabeza. Me siento muy cansada, pero estoy disfrutando de la tranquila serenidad del gran salón y de las hermosas piezas de arte, frías y austeras, pero a su propia manera. ¿Podría vivir aquí? ¿Para bien o para mal? ¿En la salud y en la enfermedad? Cierro los ojos, y apoyo mi cabeza contra el cristal, tomo una profunda respiración.
La paz se rompe con un visceral y primitivo grito que hace que cada vello de mi cuerpo se ponga en punta. ¡Joseph! Santa mierda, ¿qué sucede? Me paro y corro de regreso al cuarto antes de que el eco de ese horrible sonido se haya desvanecido, mi corazón está acelerado con miedo.
Presiono uno de los interruptores de luz, y la luz junto a la cama de Joseph se enciende. Él está dando vueltas y retorciéndose de agonía. ¡No!, grita de nuevo y el espeluznante y devastador sonido me atraviesa de nuevo.
Mierda, una pesadilla.
―Joseph. ―Me cierno sobre él, tomo sus hombros y lo sacudo para que despierte. Abre sus ojos, y son salvajes y ausentes, escaneando rápidamente el cuarto vacío antes de volver a mí.
―Te fuiste, te fuiste, deberías haberte ido ―murmura, su muy abierta mirada se vuelve acusadora y se ve tan perdido que mi corazón se estruja. Pobre Cincuenta.
―Estoy aquí. ―Me siento en la cama junto a él―. Estoy aquí ―murmuro suavemente en un esfuerzo por tranquilizarlo. Extiendo mi brazo para colocar mi palma en un lado de su cara intentando calmarlo.
―Te habías ido ―susurra rápidamente, sus ojos siguen salvajes y asustados, pero parece calmarse.
―Fui a tomar algo. Tenía sed.
Cierra los ojos y se frota el rostro. Cuando los abre de nuevo se ve desolado.
―Estás aquí. ¡Oh, gracias a Dios! ―Me alcanza agarrándome fuertemente, y me tira hacia abajo en la cama junto a él.
―Solo fui a tomar algo ―murmuro.
Oh, la intensidad de su miedo… puedo sentirla. Su camiseta está empapada en sudor, y su corazón late rápido mientras me abraza más cerca. Me está mirando como si estuviera asegurándose a sí mismo de que realmente estoy aquí. Suavemente acaricio su cabello y luego su mejilla.
―Joseph por favor, estoy aquí. No me voy a ninguna parte ―digo con dulzura.
―Oh ____ ―suspira. Agarra mi barbilla y entonces su boca está en la mía. El deseo barre a través de él, y mi cuerpo responde de inmediato, tan unido y en sintonía con el suyo. Sus labios están en mi oreja, en mi garganta, y luego de regreso a mi boca, sus dientes suavemente tiran de mi labio inferior, sus manos viajan por mi cuerpo desde mi cadera hasta mis pechos sacándome la camiseta. Me acaricia y siento su recorrido por cada espacio de mi piel, produciéndome la misma reacción familiar, su toque enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Gimo cuando sus manos acunan mis pechos y sus dedos aprietan mi pezón―. Te quiero ―murmura.
―Estoy aquí para ti. Sólo para ti Joseph.
Gruñe y me besa de nuevo apasionadamente con un fervor y una desesperación que no había sentido antes en él. Agarrando el borde de su camiseta, la jalo y me ayuda a sacársela por la cabeza. Arrodillándose entre mis piernas, se apresura a pararme y terminar de sacarme la camiseta. Sus ojos están serios, deseosos, llenos de oscuros secretos, expuestos. Coloca sus manos alrededor de mi rostro y me besa y nos hundimos en la cama una vez más.
Su muslo entre los míos por lo que está medio acostado encima de mí. Su erección está rígida a través de su bóxer contra mi cadera. Me quiere, pero sus palabras de más temprano eligen este momento para volver y atormentarme, lo que me dijo sobre su madre. Y es como un balde de agua fría para mi libido. No puedo hacer esto. No ahora.
―Joseph… detente. No puedo hacer esto ―susurro urgentemente contra su boca, mis manos empujando sus brazos.
―¿Qué? ¿Qué está mal? ―murmura y comienza a besar mi cuello, pasando ligeramente la punta de su lengua por mi garganta. Oh…
―No, por favor. No puedo hacer esto. No ahora. Necesito tiempo, por favor.
―Oh, ____, no pienses tanto en esto ―susurra mientras pellizca el lóbulo de mi oreja.
―Ah ―jadeo, sintiéndolo en mi ingle, y mi cuerpo se arrima a él traicionándome. Esto es tan confuso.
―Soy el mismo, ____. Te amo y te necesito. Tócame. Por favor. ―Frota su nariz contra la mía, y su silenciosa y sincera súplica me derrite.
Lo toco. Lo toco mientras hacemos el amor. Oh mi…
Se coloca sobre mí, mirándome, y en la penumbra de la tenue luz de la mesita, puedo ver que está esperando, esperando mi decisión, y él está atrapado en mi hechizo.
Tentativamente coloco mi mano en el suave parche de vello en su esternón. Jadea y cierra los ojos como si le doliera, pero no quita mi mano esta vez. La muevo hacia arriba a sus hombros, sintiendo el temblor atravesándolo. Gruñe, y lo acerco más a mí, colocando ambas manos en su espalda, donde nunca ha sido tocado antes, en sus omóplatos, sosteniéndolo hacia mí. Su gemido estrangulado me excita como nada más.
Entierra su cabeza en mi cuello, besando y chupando y mordiéndome hasta llevar su nariz hasta mi barbilla y besarme, su lengua poseyendo mi boca, sus manos moviéndose por mi cuerpo una vez más. Sus labios se mueven hacia abajo, y más abajo a mis pechos, adorándolos mientras mis manos van y se quedan en sus hombros y espalda, disfrutando la flexibilidad y la curvatura de su cincelados músculos, su piel aún húmeda por las pesadillas. Sus labios se cierran en mi pezón, tirando y apretando, por lo que se hincha para encontrar las gloriosas habilidades de su boca.
Gimo y paso mis uñas por su espalda. Y él jadea, un gemido estrangulado.
―Oh, joder ____ ―dice ahogadamente, y es mitad grito, mitad gruñido. Llega hasta mi corazón, pero también profundamente, aprieta todos los músculos por debajo de mi cintura. ¡Oh, qué puedo hacer por él! Mi Diosa interior se está retorciendo con deseo, y ahora estoy jadeando, igualando su torturada respiración con la mía.
Sus manos viajan al sur, sobre mi vientre, hasta mi sexo, y sus dedos están en mí, y luego dentro de mí. Gruño mientras mueve sus dedos en mi interior, y levanto mi pelvis para ir al encuentro de su toque.
―____ ―dice. De pronto me suelta y me sienta, se saca el bóxer y se inclina sobre la mesita de luz para agarrar un paquete de aluminio. Sus ojos ambarinos están encendidos mientras me pasa el condón―. ¿Quieres esto? Aún puedes decir que no. Siempre puedes decir no ―murmura.
―No me des la oportunidad de pensarlo, Joseph. También te quiero. ―Rasgo el paquete con los dientes y me arrodillo entre sus piernas, y con temblorosos dedos lo deslizo en él.
―Con cuidado ―dice―. Me vas a acobardar, ____.
Me maravillo de lo que le puedo hacer a este hombre con mi toque. Se extiende sobre mí, y por ahora mis dudas son alejadas y miro hacia la oscuridad, temibles profundidades en mi mente. Estoy intoxicada con este hombre, mi hombre, mi Cincuenta Tonos. Se voltea de pronto tomándome totalmente por sorpresa, así que estoy encima de él. Whoa.
―Tú, tómame ―murmura, sus ojos brillando con una feroz intensidad.
Oh, mi… lentamente, oh, tan lentamente, me hundo en él. Tira su cabeza hacia atrás y cierra los ojos mientras gime. Agarro sus manos y comienzo a moverme, disfrutando de la plenitud de mi posesión, disfrutando de su reacción, viéndolo desenmarañarse debajo de mí. Me siento como una diosa. Me inclino hacia abajo y beso su barbilla, pasando mis dientes a lo largo de su mandíbula sin afeitar.
Sabe delicioso. Clava sus manos en mis caderas, y ralentiza mi ritmo, lento y fácil.
―____ tócame… por favor.
Oh. Me hago hacia adelante y me mantengo constante con mis manos en su pecho. Y él grita, su grito casi un sollozo, y se incrusta profundamente en mí.
―Oh ―gimo, y paso gentilmente mis uñas por su pecho, a través de sus vellos ahí, y gruñe ruidosamente y se gira bruscamente por lo que una vez más estoy debajo de él.
―Suficiente ―gime―. No más por favor. ―Y es una súplica sincera.
Levantando las manos, coloco mis manos en su rostro, sintiendo la humedad de sus mejillas, y lo acerco a mis labios para poder besarlo. Entrecruzo mis manos en su espalda.
Gruñe profundo y bajo en su garganta mientras se mueve dentro de mí, empujándome hacia adelante y hacia arriba, pero no puedo encontrar mi liberación. Mi cabeza está demasiado confusa con sus asuntos. Estoy demasiado envuelta en él.
―Déjalo ir, ____ ―me urge.
―No.
―Sí ―gruñe. Se mueve ligeramente y gira sus caderas, una y otra vez.
¡Dios! ¡Aaagh!
―Vamos nena, necesito esto. Dámelo.
Y exploto, mi cuerpo esclavo del suyo, y me envuelvo en él, aferrándome como una enredadera mientras grita mi nombre, y llega al orgasmo conmigo, entonces colapsa, todo su peso presionándome contra el colchón.
Acuno a Joseph en mis brazos, su cabeza en mi pecho, mientras yacemos en el resplandor de nuestro amor. Paso mis dedos por su cabello mientras escucho su respiración normalizarse.
―Nunca me dejes ―susurra, y giro los ojos sabiendo que no puede verme―. Sé que estás girando tus ojos ―murmura y escucho el rastro de humor en su voz.
―Me conoces bien ―murmuro.
―Me gustaría conocerte mejor.
―Volviendo a ti, Jonas. ¿De qué se trataba tu pesadilla?
―Lo usual.
―Dime.
Traga y se tensa antes de dejar escapar un suspiro, un largo suspiro.
―Debo tener como tres años, y el proveedor de la perra drogadicta está enojado como el infierno otra vez. Fuma y fuma, un cigarrillo tras otro, y no puede encontrar un cenicero. ―Se detiene y me congelo mientras un aterrador frío se agarra a mi corazón―. Eso duele ―dice―. Es el dolor lo que recuerdo. Eso es lo que me da pesadillas. Eso y el hecho que ella no hizo nada para detenerlo.
Oh no. Esto es insoportable. Aprieto mi agarre sobre él, mis piernas y mis brazos sosteniéndolo hacia mí, y no dejo que mi desesperación me ahogue. ¿Cómo pudo alguien tratar así a un niño? Levanta la cabeza y clava su intensa mirada en mí.
―Tú no eres como ella. Nunca pienses eso. Por favor.
Parpadeo de vuelta a él. Es algo muy tranquilizador de escuchar. Coloca su cabeza en mi pecho otra vez, y creo que ha terminado, pero me sorprende continuando.
―A veces en los sueños ella sólo está acostada en el piso. Y creo que está durmiendo. Pero no se mueve. Nunca se mueve. Y tengo hambre. Mucha hambre.
Oh, mierda.
―Entonces hay un ruido fuerte y él regresa, y me golpea tan duro maldiciendo a la perra drogadicta. Su primera reacción siempre fue usar los puños o el cinturón.
―¿Es por eso que no te gusta que te toquen?
Cierra los ojos y me abraza más fuerte.
―Eso es complicado ―murmura. Con su nariz acaricia mis pechos, inhalando profundamente, intentando distraerme.
―Cuéntame ―le pido.
Suspira.
―Ella no me amaba. Yo no me amaba. El único toque que conocía era el… cruel. De ahí surgió. Flynn lo explica mejor que yo.
―¿Puedo ver a Flynn?
Levanta la cabeza y me mira.
―¿Lo de Cincuenta Tonos se te está pegando?
―Algo. Me gusta lo que se me está pegando por el momento. ―Me retuerzo provocativamente debajo de él y sonríe.
―Sí, señorita Steele, también me gusta eso. ―Se hace hacia delante y me besa. Me mira por un momento―. Eres tan preciosa para mí, ____. Hablaba en serio cuando dije lo de casarme contigo. Nos podremos conocer el uno al otro entonces. Puedo cuidarte. Tú puedes cuidarme a mí. Podemos tener hijos si queremos. Pondré mi mundo a tus pies, ____. Te quiero en cuerpo y alma para siempre. Por favor piénsalo.
―Lo pensaré, Joseph. Lo pensaré ―lo tranquilizó, tambaleándome una vez más. ¿Niños? Por Dios―. Sin embargo me encantaría hablar con el Dr. Flynn, si no te importa.
―Lo que sea para ti, nena. Lo que sea. ¿Cuándo te gustaría verlo?
―Mejor pronto que tarde.
―De acuerdo. Haré los arreglos en la mañana. ―Mira el reloj―. Es tarde, deberíamos dormir.
Se voltea para apagar la luz de su mesita y me tira contra él. Miro el reloj. Mierda. Son las tres cuarenta y cinco. Enrolla sus brazos a mi alrededor, su frente contra mi espalda y acaricia mi cuello.
―Te amo, ____ Steele, y quiero que estés siempre a mi lado ―murmura mientras besa mi cuello―. Ahora duerme.
Cierro los ojos.
A regañadientes, abro mis pesados parpados y una brillante luz llena el cuarto. Me siento confusa, desconectada de mis miembros de plomo, y Joseph está agarrado a mí como una hiedra. Tengo más calor que de costumbre. De seguro son como las cinco de la mañana. La alarma aún no ha sonado. Me enderezo para liberarme de su calor, girándome en sus brazos, y murmura algo ininteligible en sueños. Miro el reloj. Ocho cuarenta y cinco.
Mierda, voy a llegar tarde. Joder. Me tambaleo fuera de la cama y me apresuro al baño. Me baño y salgo en menos de cuatro minutos.
Joseph se sienta en la cama. Mirándome con una mal disimulada diversión junto a algo de preocupación, mientras me termino de secar y de recoger mis ropas. Tal vez espera a que reaccione a sus revelaciones de ayer. Ahora mismo, no tengo tiempo. Compruebo mi ropa ―pantalón negro, camisa negra― todo un poco como la Sra. R. pero no tengo un segundo para cambiar de opinión. Apresuradamente me pongo un corpiño negro y bragas, consciente que él está mirando todos mis movimientos. Es… desconcertante. Las bragas y el corpiño lo harán.
―Luces bien ―ronronea Joseph desde la cama―. Puedes reportarte enferma, lo sabes. ―Me da su devastadora, ladeada sonrisa ciento cincuenta por ciento reventadora de bragas. Oh, es tan tentador. Mi Diosa interior hace pucheros provocadoramente hacia mí.
―No, Joseph, no puedo. No soy una megalómana Gerente General con una bella sonrisa quien puede ir y venir como le plazca.
―Me gusta venir como me plazca. ―Sonríe y lleva su gloriosa sonrisa a otro nivel por lo que es totalmente IMAX de alta definición.
―¡Joseph! ―lo regaño. Tiro mi toalla hacia él y se ríe.
―Hermosa sonrisa, ¿ah?
―Sí. Sabes el efecto que tienes en mí. ―Me pongo mi reloj.
―¿Lo hago? ―Parpadea inocentemente.
―Sí, lo haces. El mismo efecto que tienes en todas las mujeres. Se vuelve realmente molesto verlas a todas desmayadas.
―¿Lo hace? ―Ladea su ceja hacia mí, más divertido.
―No juegues al inocente, Sr. Jonas, realmente no te queda bien ―murmuro distraídamente mientras recojo mi cabello en una coleta y me pongo mis zapatos negros de tacón alto. Allí, estos lo harán.
Cuando me inclino para darle un beso de despedida, me agarra y tira de mí hacia abajo a la cama, inclinándose sobre mí y sonriendo de oreja a oreja. Oh. Es tan hermoso, ojos brillantes con malicia, cabello suelto de acabo-de-follar-de-nuevo, esa sonrisa deslumbrante. Ahora está juguetón.
Estoy cansada, todavía aturdida por todas las revelaciones de ayer, mientras que él está brillante como un botón y sexy como la mierda. Oh, exasperante Cincuenta.
―¿Qué puedo hacer para tenerte para que te quedes? ―dice suavemente, y mi corazón da un vuelco y empieza a latir con fuerza. Es la tentación personificada.
―No puedes ―refunfuño, tratando de levantarme―. Déjame ir.
Hace pucheros y me rindo. Sonriendo, trazo mis dedos sobre sus esculturales labios, mi Cincuenta Tonos. Lo amo con toda su monumental mierda. Ni siquiera he comenzado a procesar los eventos de ayer y cómo me siento acerca de ellos. Me inclino para darle un beso, agradecida de que me he cepillado mis dientes. Me besa largo y fuerte y luego rápidamente me pone en mis pies, dejándome aturdida, sin aliento, y un poco tambaleante.
―Taylor te llevará. Más rápido que encontrar un lugar donde estacionar. Está esperando afuera del edificio ―dice Joseph amablemente, y parece aliviado. ¿Está preocupado por mi reacción de esta mañana? Seguramente la última noche ―eh, esta mañana― probó que no voy a correr.
―Está bien. Gracias ―murmuro, decepcionada de estar erguida sobre mis pies, confundida por su indecisión, y vagamente irritada que una vez más no estaré manejando mi Saab. Pero tiene razón, por supuesto, será más rápido con Taylor―. Disfruta tu perezosa mañana, Sr. Jonas. Deseo poder quedarme, pero el hombre que posee la compañía donde trabajo no aprobaría a su personal abandonando sólo por sexo caliente. ―Agarro mi bolso.
―Personalmente, señorita Steele, no tengo dudas que lo aprobaría. De hecho podría insistir en ello.
―¿Por qué te estás quedando en la cama? No es como tú.
Cruza sus manos detrás de su cabeza y me sonríe.
―Porque puedo, señorita Steele.
Sacudo mi cabeza hacia él.
―Nos vemos, nena. ―Le tiro un beso y estoy fuera de la puerta.
Taylor está esperando por mí, y parece entender que voy tarde porque maneja como un murciélago fuera del infierno para hacerme llegar a las nueve y cuarto. Estoy agradecida cuando se detiene en la acera ―agradecida de estar viva― su manejo fue atemorizante. Y agradecida de que no estoy terriblemente tarde, sólo quince minutos.
―Gracias, Taylor ―murmuro, lívida. Recuerdo a Joseph diciéndome que él conducía tanques; quizás maneja para NASCAR, también.
―____. ―Asiente en una despedida, y me precipito dentro de mi oficina, dándome cuenta mientras abro la puerta de recepción que Taylor parece haber superado la formalidad de señorita Steele. Esto me hace sonreír.
Claire sonríe hacia mí mientras me precipito a través de recepción y hago mi camino hacia mi escritorio.
―¡____! ―me llama Jack―. Entra aquí.
Oh, mierda.
―¿Qué hora le llamas a esto? ―chasquea.
―Lo siento. Me quede dormida. ―Me sonrojo.
―No dejes que pase de nuevo. Consígueme algo de café, y luego necesito que hagas algunas cartas. Ve por él ―grita, haciéndome estremecer.
¿Por qué está tan enojado? ¿Cuál es su problema? ¿Qué he hecho? Me apuro hacia la cocina para conseguir su café. Quizás debería haber abandonado. Podría estar… bien, haciendo algo caliente con Joseph, o desayunando con él, o sólo hablando, lo que sería una novedad.
Jack apenas reconoce mi presencia cuando me atrevo a volver a su oficina para entregarle su café. Empuja una hoja de papel hacia mí, que está escrita a mano con una letra casi ilegible.
―Escribe esto, me lo traes para firmarlo, luego cópialo y envíalo a todos nuestros autores.
―Sí, Jack.
Es con cierto alivio que finalmente me siento en mi escritorio. Tomo un sorbo de té mientras espero que mi computadora arranque. Reviso mis correos electrónicos.
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De: Joseph Jonas
Asunto: Extrañándote
Fecha: 15 Junio 2011, 09:05
Para: ____ Steele
Por favor usa tu BlackBerry.
X
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
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De: ____ Steele
Asunto: Todos los derechos para alguien
Fecha: 15 Junio 2011, 09:27
Para: Joseph Jonas
Mi jefe está loco.
Te culpo por mantenerme hasta tarde con tus… travesuras.
Deberías estar avergonzado de ti mismo.
____ Steele
Asistente de Jack Hyde, Coordinador Editorial, AIPS
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De: Joseph Jonas
Asunto: ¿Travesuras?
Fecha: 15 Junio 2011, 09:32
Para: ____ Steele
No tienes que trabajar, ____.
No tienes idea cuán consternado estoy por mis travesuras.
Pero me gusta mantenerte hasta tarde ;)
Por favor usa tu BlackBerry.
Oh, y cásate conmigo, por favor.
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
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De: ____ Steele
Asunto: Vivir para hacer
Fecha: 15 Junio 2011, 09:35
Para: Joseph Jonas
Sé que tu inclinación natural es hacia lo persistente, pero sólo detente.
Necesito hablar con tu psiquiatra.
Solo entonces te daré mi respuesta.
No me opongo a vivir en pecado.
____ Steele
Asistente de Jack Hyde, Coordinador Editorial, AIPS
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De: Joseph Jonas
Asunto: BLACKBERRY
Fecha: 15 Junio 2011, 09:40
Para: _____ Steele
_____, si vas a empezar a discutir sobre el Dr. Flynn entonces USA TU BLACKBERRY.
Esto no es una petición.
Joseph Jonas
Ahora Enfadado Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Oh mierda. Ahora está furioso conmigo, también. Bueno, puede cocinarse por todo lo que me preocupa. Tomo mi BlackBerry de mi bolso y lo miro con escepticismo. Mientras lo hago, empieza a sonar. ¿No puede dejarme sola?
―Sí ―chasqueo.
―____, hola…
―¡José! ¿Cómo estás? ―Oh, es bueno oír su voz.
―Estoy bien, ____. Mira, ¿todavía estás viendo a ese chico Jonas?
―Eh… sí… ¿Por qué? ―¿A dónde va con esto?
―Bien, está comprando todas tus fotos, y pensé que podría entregarlas en Seattle. La exhibición cierra el jueves, entonces podría llevárselas el viernes a la tarde y dejarlas, sabes. Y quizás podríamos tomar una copa o algo así. En realidad, estaba esperando un lugar para dormir, también.
―José, eso es genial. Sí, estoy segura que podremos trabajar en algo. Déjame hablar con Joseph y te llamaré de vuelta, ¿está bien?
―Genial, esperaré oír te ti. Adiós, ____.
―Adiós. ―Y se fue.
Santo cielo. No he visto u oído de José desde su presentación. Ni siquiera le pregunté cómo le fue o si vendió alguna fotografía más. Vaya amiga que soy.
Entonces, puedo pasar la noche del viernes con José. ¿Cómo estará Joseph con eso? Tomo conciencia que estoy mordiéndome el labio hasta que duele. Oh, este hombre tiene doble rasero. Puede ―me estremezco ante el pensamiento― bañar a su loca ex amante, pero probablemente obtendré un cargamento de mierda por querer tomar una copa con José. ¿Cómo voy a manejar esto?
―¡____! ―Jack me saca abruptamente de mi ensueño. ¿Todavía está enfadado?―. ¿Dónde están esas cartas?
―Eh… legando. ―Mierda. ¿Qué está comiendo él?
Escribo su carta en la mitad de tiempo, la imprimo, y nerviosamente hago mi camino hacia su oficina.
―Aquí tienes. ―La pongo en su escritorio y me giro para irme. Jack rápidamente echa sus críticos y perforadores ojos sobre ella.
―No sé qué estás haciendo por ahí, pero te pago para trabajar ―ladra.
―Soy consciente de eso, Jack ―murmuro disculpándome. Siento un lento rubor arrastrarse hacia arriba a mi piel.
―Esto está lleno de errores ―chasquea―. Hazlo de nuevo.
Mierda. Está empezando a sonar como alguien que conozco, pero la rudeza de Joseph la puedo tolerar. Jack está empezando a molestarme.
―Y consígueme otro café mientras estás en eso.
―Perdón ―murmuro y me escabullo fuera de su oficina tan rápido como puedo.
Santa mierda. Está siendo insoportable. Me siento de vuelta en mi escritorio, apresuradamente rehago su carta, que tiene dos errores en ella, y la compruebo exhaustivamente antes de imprimirla. Ahora está perfecta. Recojo otro café, dejándole saber a Claire con un giro de mis ojos que estoy en profunda mierda. Tomando una respiración profunda, me acerco a su oficina de nuevo.
―Mejor ―murmura a regañadientes mientras firma la carta―. Fotocópiala, archiva el original, y envíala a todos los autores. ¿Entendiste?
―Sí. ―No soy una idiota―. Jack, ¿algo va mal?
Alza la vista, sus ojos azules oscureciéndose mientras su mirada va de arriba hacia abajo por mi cuerpo. Mi sangre se enfría.
―No. ―Su respuesta es concisa, ruda, y despectiva. Me quedo ahí como la idiota que profesé no ser y luego arrastro los pies fuera de su oficina. Tal vez él también sufre un trastorno de personalidad. Joder, estoy rodeada por ellos. Hago mi camino hacia la fotocopiadora ―que por supuesto está sufriendo un atasco de papel― y cuando lo he arreglado, encuentro que se quedó sin papel. Éste no es mi día.
Cuando finalmente vuelvo a mi escritorio, llenando sobres, mi BlackBerry vibra. Puedo ver a través de la pared de vidrio que Jack está al teléfono. Respondo, es Ethan.
―Hola, ____. ¿Cómo te fue anoche?
Anoche. Un rápido montaje de imágenes parpadea a través de mi mente, Joseph de rodillas, su revelación, su proposición, macarrones y queso, mi llanto, su pesadilla, el sexo, tocarlo…
―Eh, bien ―murmuro poco convincentemente.
Ethan se detiene y decide actuar de acuerdo a mi negación.
―Genial. ¿Puedo recoger las llaves?
―Seguro.
―Estaré ahí en media hora. ¿Tendrás tiempo para tomar un café?
―No hoy. Llegue tarde y mi jefe está como un oso enojado con dolor de cabeza y hiedras venenosas en el culo.
―Suena repugnante.
―Repugnante y feo. ―Río.
Ethan ríe y mi humor se levanta un poco.
―Está bien. Te veo en treinta. ―Cuelga.
Echo un vistazo a Jack y me está mirando. Oh mierda. Esmeradamente lo ignoro y sigo llenando los sobres. Media hora después mi teléfono vibra. Es Claire.
―Él está aquí de nuevo, en recepción. El dios rubio.
Ethan es una alegría de ver después de la angustia de ayer y el mal humor que mi jefe está infligiendo en mí hoy, pero demasiado pronto, está diciendo adiós.
―¿Te veré en la noche?
―Probablemente me quedaré con Joseph. ―Me sonrojo.
―Lo tienes mal ―observa Ethan con buen humor.
Me encojo de hombros. Eso no es ni la mitad del asunto, y en este momento me doy cuenta, que lo tengo más que mal. Lo tengo de por vida. Y sorprendentemente, Joseph parece sentir lo mismo. Ethan me da un abrazo rápido.
―Nos vemos luego, ____.
Vuelvo a mi escritorio, lidiando con mi compresión. Oh, lo que haría por un día por mi cuenta, para sólo pensar en todo esto.
―¿Dónde has estado? ―Jack está repentinamente cerniéndose sobre mí.
―Tenía un asunto que atender en recepción. ―Realmente me está poniendo de los nervios.
―Quiero mi almuerzo. Lo usual ―dice abruptamente y vuelve a pisar su oficina.
¿Por qué no me quedé en casa con Joseph? Mi Diosa interior cruza sus brazos y frunce sus labios; quiere saber la respuesta a eso, también. Recojo mi bolso y mi BlackBerry y me dirijo a la puerta. Compruebo mis mensajes.
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De: Joseph Jonas
Asunto: Extrañándote
Fecha: 15 Junio 2011, 09:06
Para: ____ Steele
Mi cama es muy grande sin ti.
Parece que voy a tener que ir a trabajar después de todo.
Incluso los megalómanos Gerentes Generales necesitan algo qué hacer.
X
Joseph Jonas
Girando sus pulgares Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Y hay otro de él, temprano esta mañana.
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De: Joseph Jonas
Asunto: Discreción
Fecha: 15 Junio 2011 09:50
Para: ____ Steele
Es la mejor parte del valor.
Por favor usa discreción… tus correos electrónicos del trabajo son monitoreados.
¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE DECIRTE ESTO?
Sí. Mayúsculas gritonas como dices. USA TU BLACKBERRY.
El Dr. Flynn nos puede ver mañana en la tarde.
X
Joseph Jonas
Todavía enojado Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
E incluso uno más tarde… Oh no.
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De: Joseph Jonas
Asunto: Grillos
Fecha: 15 Junio 2011 12:15
Para: ____ Steele
No he oído de ti.
Por favor dime que estás bien.
Sabes cómo me preocupo.
¡Enviaré a Taylor a comprobar!
X
Joseph Jonas
Demasiado ansioso Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Ruedo mis ojos, y le llamó. No quiero que se preocupe.
―Teléfono de Joseph Jonas, Andrea Parker habla.
Oh. Estoy tan desconcertada porque no es Joseph el que responde que me detengo en la calle, y el hombre joven detrás de mí murmura enojado mientras se desvía para no chocar contra mí. Me detengo bajo el toldo verde de Deli.
―¿Hola? ¿Puedo ayudarle? ―Andrea llena el incómodo vacía del silencio.
―Perdone… Ehm… Deseaba hablar con Joseph…
―El Sr. Jonas está en una reunión en este momento ―corta con eficiencia―. ¿Puedo tomar su mensaje?
―¿Puede decirle que llamó ____?
―¿____? ¿Cómo ____ Steele?
―Ehm… sí. ―Su pregunta me confunde.
―Deme un segundo por favor, señorita Steele.
Escucho atentamente mientras baja el teléfono, pero no puedo decir que está pasando. Unos segundos más tarde Joseph está en la línea.
―¿Estás bien?
―Sí, estoy bien.
Escucho la rápida liberación de su respiración contenida. Está aliviado.
―Joseph, ¿por qué no estaría bien? ―susurro tranquilizadoramente.
―Normalmente eres tan rápida en responder mis correos electrónicos. Después de lo que te dije ayer, estaba preocupado ―dice tranquilamente, y entonces está hablando a alguien en su oficina―. No, Andrea. Diles que esperen ―dice severamente. Oh, conozco ese tono de voz. No puedo oír la respuesta de Andrea―. No. Dije que esperen ―chasquea.
―Joseph, obviamente estás ocupado. Sólo llamé para dejarte saber que estoy bien, y me refiero a que también estoy ocupada hoy. Jack ha estado restallando el látigo. Ehm…. Quiero decir… ―Me sonrojo y caigo en silencio.
Joseph no dice nada por un momento.
―Restallando el látigo, ¿eh? Bien, hubo un tiempo en que podía haberlo llamado hombre suertudo. ―Su voz está llena de humor seco―. No lo dejes echársete encima, nena.
―¡Joseph! ―lo regaño y sé que está sonriendo.
―Solo vigilándolo, eso es todo. Mira, me alegra que estés bien. ¿A qué hora te recojo?
―Te enviaré un correo electrónico.
―De tu BlackBerry ―dice severamente.
―Sí, señor ―chasqueo de regreso.
―Hasta más tarde, nena.
―Adiós…
Sigue en la línea.
―Cuelga ―lo reprendo, sonriendo.
Suspira pesadamente al teléfono.
―Desearía que nunca hubieras ido a trabajar esta mañana.
―También yo. Pero estoy ocupada. Cuelga.
―Cuelga tú. ―Escucho su sonrisa. Oh travieso Joseph. Amo al Joseph travieso. Mmm… Amo a Joseph, y punto.
―Hemos estado aquí antes.
―Estás mordiendo tu labio.
Mierda, está en lo cierto. ¿Cómo es que sabe?
―Ya ves, piensas que no te conozco, ____. Pero te conozco mejor de lo que piensas ―murmura seductoramente de forma que me debilita y me hace sentir mojada.
―Joseph, hablaré contigo más tarde. Justo ahora, realmente también desearía no haberme ido esta mañana.
―Esperaré su correo electrónico, señorita Steele.
―Buen día, Sr. Jonas.
Colgando, miro fuera del frío y fortificado vidrio de la ventana de la tienda de Deli. Oh, incluso por teléfono me posee. Sacudiendo mi cabeza para aclararla de todos los pensamientos de Jonas, me dirijo al Deli, deprimida por todos los pensamientos sobre Jack.
Está frunciéndome el ceño cuando regreso.
―¿Está bien si tomo mi almuerzo ahora? ―pregunto tentativamente. Levanta la mirada hacia mí y su ceño se profundiza.
―Si es necesario ―chasque―. Cuarenta y cinco minutos. Recupera el tiempo que perdiste está mañana.
―Jack, ¿puedo preguntarte algo?
―¿Qué?
―Pareces, un poco de mal humor hoy. ¿He hecho algo para ofenderte?
Parpadea hacia mí momentáneamente.
―No creo que esté de humor para hacer una lista de tus faltas justo ahora. Estoy ocupado. ―Continúa mirando la pantalla de su computadora, efectivamente despachándome.
Whoa… ¿Qué he hecho?
Me giro y dejo su oficina, y por un momento pienso que voy a llorar. ¿Por qué me ha tomado una aversión tan repentina e intensa? Una idea indeseada estalla en mi mente, pero la ignoro. No necesito su mierda justo ahora, he tenido suficiente con la mía. Salgo del edificio hacia el Starbucks de al lado, ordeno un latte, y me siento junto a la ventana. Tomando mi iPod de mi cartera, me coloco los audífonos. Elijo una canción al azar y presiono repetir entonces se reproducirá una y otra vez. Necesito música para pensar.
Mi mente va a la deriva. Joseph el sádico. Joseph el sumiso. Joseph el intocable. Los impulsos edípicos de Joseph. Joseph bañando a Leila. Gimo y cierro mis ojos mientras la última imagen me persigue. ¿Realmente puedo casarme con este hombre? Es demasiado que llevar. Es complejo y difícil, pero profundamente sé que no quiero dejarlo a pesar de todos sus problemas. Nunca podría dejarlo. Lo amo. Preferiría cortarme mi brazo derecho.
Justo ahora, nunca me había sentido tan viva, tan vital. He encontrado toda clase de sentimientos confusos, profundos y nuevas experiencias desde que lo conocí. Nunca es un momento aburrido con Cincuenta.
Recordando mi vida antes de Joseph, es como si todas las cosas estuvieran en blanco y negro como las fotos de José. Ahora mi mundo entero es de un rico, brillante y saturado color. Estoy volando en un rayo de luz deslumbrante. La luz deslumbrante de Joseph. Aún soy Ícaro, volando demasiado cerca al sol. Resoplo a mí misma. Volando con Joseph; ¿quién puede resistirse a un hombre que puede volar?
¿Puedo renunciar a él? ¿Quiero renunciar a él? Es como si hubiera presionado un botón y me hubiera encendido desde el interior. Ha sido educativo conocerlo. He descubierto más acerca de mí misma en las semanas pasadas que nunca antes. He aprendido acerca de mi cuerpo, mis límites de dureza, mis límites suaves, mi tolerancia, mi paciencia, mi compasión, y mi capacidad de amar.
Y entonces me golpea como un relámpago, esto es lo que necesita de mí, a lo que tiene derecho, un amor incondicional. Nunca lo recibió de la perra drogadicta, es lo que necesita. ¿Puedo amarlo incondicionalmente? ¿Puedo aceptarlo por quién es sin importar sus revelaciones de la noche pasada? Sé que está dañado, pero no creo que sea irreparable. Suspiro, recordando las palabras de Taylor. “Es un buen hombre, señorita Steele”.
He visto la prueba de peso de su bondad, su trabajo de caridad, su ética de negocio, su generosidad; y aún no lo ve por sí mismo. No siente que merezca cualquier amor. Dada su historia y predilecciones, no tengo una idea de su auto-odio. Por eso no dejó entrar a nadie. ¿Puedo pasar esto?
Dijo una vez que no podría empezar a entender las profundidades de su depravación. Bien, él me lo dijo ahora, y dado los primeros años de su vida, no me sorprende. Creo que fue solo un shock oírlo en voz alta. Al menos me lo dijo; y parece más feliz ahora de lo que era. Lo sé todo.
¿Se devaluaría su amor por mí? No, no lo creo. Nunca se sintió de este modo antes y tampoco yo. En verdad, juntos hemos llegado muy lejos.
Las lágrimas pinchan y llenan mis ojos al recordar sus últimas barreras desmoronarse anoche cuando me dejó tocarlo. Jesús, tomó a Leila y toda su locura para llevarnos allí. Quizás debería estar agradecida. El hecho de que la haya bañado no es un trago tan amargo en mi lengua ahora. Me pregunto qué prendas le dio. Espero que no mi vestido cereza. Me gustaba ese.
¿Así que puedo amar incondicionalmente a este hombre con todos sus problemas? Porque no se merece menos. Aún necesita aprender límites y pequeñas cosas como empatía, y a ser menos controlador. Dice que ya no siente compulsión por hacerme daño; quizás el Dr. Flynn pueda arrojar algo de luz sobre esto.
Fundamentalmente, eso es lo que más me importa; que siempre necesite eso y que siempre pueda encontrar una mujer que piense que lo necesita, también. Frunzo el ceño. Sí, esa es la tranquilidad que necesito. Quiero ser todo para este hombre, su Alfa y su Omega y todas las cosas entre ellas porque él lo es para mí. Espero que Flynn tenga respuestas, y quizás entonces pueda decir sí. Joseph y yo podemos encontrar nuestra propia porción de cielo cerca al sol.
Veo fuera la animada hora de almuerzo en Seattle. La señora de Joseph Jonas; ¿quién iba a pensarlo? Echo un vistazo a mi reloj. ¡Mierda! Salto del asiento y me lanzo a la puerta; una hora entera de solo estar sentada; ¿A dónde se fue el tiempo? Jack va a estar como un basilisco.
De regreso en mi escritorio. Afortunadamente no está en su oficina. Parece que me he salido con la mía. Miro intensamente la pantalla de mi computadora, sin ver, tratando de ensamblar mis pensamientos en modo de trabajo.
―¿Dónde estabas?
Salto. Jack está parado, cruzado de brazos, a mi lado.
―Estaba en el sótano, fotocopiando ―miento. Los labios de Jack se presionan en una delgada, intransigente línea.
―Me voy a las seis treinta a tomar el avión. Necesito que estés aquí hasta entonces.
―Bien. ―Sonrío dulcemente como si pudiera manejarlo.
―Me gustaría mi itinerario para Nueva York impreso y fotocopiado diez veces. Y empaca los folletos. ¡Y tráeme algo de café! ―gruñe y se encamina a su oficina. Exhalo un suspiro de alivio y le saco la lengua mientras cierra la puerta. Bastardo.
A las cuatro en punto, Claire llama de recepción.
―Tengo a Mia Jonas para ti.
¿Mia? Espero que no quiera llevarme al Mall.
―¡Hola, Mia!
―____, hola. ¿Cómo estás? ―Su excitación es contagiosa.
―Bien. Ocupada hoy. ¿Y tú?
―¡Estoy tan aburrida! Necesito encontrar algo que hacer, así que estoy organizando una fiesta de cumpleaños para Joseph.
¿El cumpleaños de Joseph? Jesús, no tenía idea.
―¿Cuándo es?
―Lo sabía. Sabía que no te lo diría. Es el domingo. Mamá y papá nos quieren a todos en una cena para celebrar. Estoy invitándote oficialmente.
―Oh, qué lindo. Gracias, Mia.
―He llamado a Joseph y le dije, y me dio tu número aquí.
―Genial. ―Mi mente está en una barrera plana. ¿Qué infiernos le voy a dar a Joseph para su cumpleaños? ¿Qué le compras a un hombre que lo tiene todo?
―¿Y quizás la próxima semana, podemos ir a almorzar?
―Seguro. ¿Qué tal mañana? Mi jefe se irá a Nueva York.
―Oh, eso sería genial, ____. ¿A qué hora?
―Digamos, ¿doce y cuarenta y cinco?
―Ahí estaré. Adiós, ____.
―Adiós. ―Cuelgo.
Joseph. Cumpleaños. ¿Qué en la tierra voy a regalarle?
______________________
De: ____ Steele
Asunto: Antediluviano
Fecha: 15 Junio 2011 16:11
Para: Joseph Jonas
Querido Sr. Jonas:
¿Cuándo, exactamente, ibas a decirme?
¿Qué le daré a mi hombre viejo por su cumpleaños?
¿Quizás algunas baterías nuevas para su planeador?
____ x
____ Steele
Asistente de Jack Hyde, Coordinador Editorial, AIPS
______________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Prehistórico
Fecha: 15 Junio 2011 16:20
Para: ____ Steele
No te burles de los ancianos.
Me alegro de que estés vivita y coleando.
Y que Mia ha estado en contacto.
Las baterías son siempre útiles.
No me gusta celebrar mi cumpleaños.
X
Joseph Jonas
Sordo como una tapia Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
______________________
De: ____ Steele
Asunto: Mmmm
Fecha: 15 Junio 2011 16:24
Para: Joseph Jonas
Querido Sr. Jonas
Puedo imaginarte haciendo pucheros mientras escribías esa última oración.
Eso hace cosas para mí.
____ xox
____ Steele
Asistente de Jack Hyde, Coordinador Editorial, AIPS
______________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Rodando los ojos
Fecha: 15 Junio 2011 16:29
Para: ____ Steele
Señorita Steele:
¡¡¡USARÁS TU BLACKBERRY!!!
X
Joseph Jonas
Con la palma temblando, Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Ruedo mis ojos. ¿Por qué está tan tocado por los correos electrónicos?
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De: ____ Steele
Asunto: Inspiración
Fecha: 15 Junio 2011 16:33
Para: Joseph Jonas
Querido Sr. Jonas
Ah… tus palmas temblantes no pueden estar quietas por mucho, ¿o sí?
Me pregunto, ¿qué tendría que decir el Dr. Flynn acerca de eso?
Pero ahora sé que darte por tu cumpleaños, y espero que me deje adolorida…;)
____ x
____ Steele
Asistente de Jack Hyde, Coordinador Editorial, AIPS
______________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Angina
Fecha: 15 Junio 2011 16:38
Para: ____ Steele
Señorita Steele
No creo que mi corazón pueda soportar el golpe de otro correo electrónico como ese, o mis pantalones, para el caso.
Compórtate.
X
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
______________________
De: ____ Steele
Asunto: Tratando
Fecha: 15 Junio 2011 16:42
Para: Joseph Jonas
Joseph:
Estoy tratando de trabajar para mi muy molesto jefe.
Por favor para de distraerme y trata de hacer lo mismo.
Tu último correo electrónico casi me hace quemarme.
X
PD: ¿Puedes recogerme a las 6:30?
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De: Joseph Jonas
Asunto: Ahí estaré
Fecha: 15 Junio 2011 16:38
Para: ____ Steele
Nada me sería más gratamente placentero.
Aunque, puedo pensar en muchas cosas que pueden darme grato placer, y estás envuelta en ellas.
X
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Me sonrojo leyendo su respuesta y sacudo mi cabeza. Bromear por correo electrónico está del todo bien y bueno, pero realmente necesitamos hablar. Quizás una vez que hayamos visto a Flynn. Bajo mi BlackBerry y termino mi conciliación de caja chica.
Alrededor de las seis y quince, la oficina está desierta. Tengo todo listo para Jack. Su taxi del aeropuerto está en camino, y sólo tengo que entregarle sus documentos. Miro nerviosamente a través del vidrio, pero aún está sumido en su llamada telefónica, y no quiero interrumpirlo no con el humor con el que está hoy.
Mientras espero que termine, se me ocurre que no he comido hoy. Oh mierda, esto no va a ir bien con Cincuenta. Rápidamente paso a la cocina para ver si han dejado algunas galletas. Mientras abro la jarra común de galletas, Jack aparece inesperadamente en la entrada de la cocina, sorprendiéndome.
Oh, ¿qué está haciendo aquí?
Me mira.
―Bien, ____, creo que quizás este es un buen momento para discutir tus faltas. ―Entra, cerrando la puerta tras él, y mi boca se seca instantáneamente mientras las campanas de alarma suenan y perforan mi cabeza.
Oh joder.
Sus labios se curvan en una sonrisa grotesca, y sus ojos brillan en un cobalto oscuro.
―Por fin te tengo por tu cuenta ―dice, y lentamente lame su labio inferior.
¿Qué?
―Ahora… ¿vas a ser una niña buena y escuchar muy cuidadosamente lo que digo?
Nos quedamos así sentados como por siempre. Eventualmente dejo de llorar, Joseph se para, sosteniéndome, y me lleva hasta su cuarto donde me acuesta en la cama. En un momento está junto a mí y las luces apagadas. Me jala a sus brazos, y abrazándome fuertemente, finalmente me dejo llevar por un sueño oscuro y turbulento.
Me despierto sobresaltada. Mi cabeza se siente confusa y caliente. Joseph está adherido a mí como una enredadera. Se queja en sus sueños mientras me salgo de sus brazos, pero no despierta. Sentándome miro el reloj. Son las tres de la madrugada. Necesito Advil y agua. Saco mis piernas de la cama y voy hasta la cocina en el gran salón.
En el refrigerador encuentro jugo de naranja y me sirvo un vaso. Mmm está delicioso, mi confusa cabeza se esclarece de inmediato. Busco en los armarios algún analgésico y eventualmente encuentro una caja de plástico llena de medicinas. Agarro dos Advil y me los tomo con más jugo de naranja.
Vagando hacia la gran pared de vidrio, miro a la durmiente Seattle. Las luces brillan y parpadean debajo del castillo de Joseph en el cielo, ¿o debería decir fortaleza? Presiono mi frente contra la fría ventana, es un alivio. Tengo tanto que pensar después de estas revelaciones de ayer. Coloco mi espalda contra el vidrio y me deslizo hasta el piso. El gran salón se ve cavernoso en la oscuridad, con la única luz viniendo de las tres lámparas sobre la isla de la cocina.
¿Podría vivir aquí? ¿Casarme con Joseph? ¿Después de todo lo que ha hecho aquí? ¿Todas las historias que este lugar guarda para él?
Matrimonio. Es casi increíble y por completo inesperado. Pero todo sobre Joseph es inesperado. Mis labios se curvan con ironía. Joseph Jonas, espera lo inesperado, Cincuenta Tonos de Mierda. Mi sonrisa cae. Me parezco a su madre. Eso me hiere profundamente, y el aire abandona mis pulmones. Todas nos vemos como su mamá.
Cómo demonios voy a superar la revelación de ese pequeño secreto. No hay duda de por qué no quería decírmelo. Pero de seguro él no puede recordar mucho de su madre. Me pregunto una vez más si debería hablar con el Dr. Flynn. ¿Me dejaría Joseph? Tal vez él pueda llenar los espacios en blanco.
Sacudo mi cabeza. Me siento muy cansada, pero estoy disfrutando de la tranquila serenidad del gran salón y de las hermosas piezas de arte, frías y austeras, pero a su propia manera. ¿Podría vivir aquí? ¿Para bien o para mal? ¿En la salud y en la enfermedad? Cierro los ojos, y apoyo mi cabeza contra el cristal, tomo una profunda respiración.
La paz se rompe con un visceral y primitivo grito que hace que cada vello de mi cuerpo se ponga en punta. ¡Joseph! Santa mierda, ¿qué sucede? Me paro y corro de regreso al cuarto antes de que el eco de ese horrible sonido se haya desvanecido, mi corazón está acelerado con miedo.
Presiono uno de los interruptores de luz, y la luz junto a la cama de Joseph se enciende. Él está dando vueltas y retorciéndose de agonía. ¡No!, grita de nuevo y el espeluznante y devastador sonido me atraviesa de nuevo.
Mierda, una pesadilla.
―Joseph. ―Me cierno sobre él, tomo sus hombros y lo sacudo para que despierte. Abre sus ojos, y son salvajes y ausentes, escaneando rápidamente el cuarto vacío antes de volver a mí.
―Te fuiste, te fuiste, deberías haberte ido ―murmura, su muy abierta mirada se vuelve acusadora y se ve tan perdido que mi corazón se estruja. Pobre Cincuenta.
―Estoy aquí. ―Me siento en la cama junto a él―. Estoy aquí ―murmuro suavemente en un esfuerzo por tranquilizarlo. Extiendo mi brazo para colocar mi palma en un lado de su cara intentando calmarlo.
―Te habías ido ―susurra rápidamente, sus ojos siguen salvajes y asustados, pero parece calmarse.
―Fui a tomar algo. Tenía sed.
Cierra los ojos y se frota el rostro. Cuando los abre de nuevo se ve desolado.
―Estás aquí. ¡Oh, gracias a Dios! ―Me alcanza agarrándome fuertemente, y me tira hacia abajo en la cama junto a él.
―Solo fui a tomar algo ―murmuro.
Oh, la intensidad de su miedo… puedo sentirla. Su camiseta está empapada en sudor, y su corazón late rápido mientras me abraza más cerca. Me está mirando como si estuviera asegurándose a sí mismo de que realmente estoy aquí. Suavemente acaricio su cabello y luego su mejilla.
―Joseph por favor, estoy aquí. No me voy a ninguna parte ―digo con dulzura.
―Oh ____ ―suspira. Agarra mi barbilla y entonces su boca está en la mía. El deseo barre a través de él, y mi cuerpo responde de inmediato, tan unido y en sintonía con el suyo. Sus labios están en mi oreja, en mi garganta, y luego de regreso a mi boca, sus dientes suavemente tiran de mi labio inferior, sus manos viajan por mi cuerpo desde mi cadera hasta mis pechos sacándome la camiseta. Me acaricia y siento su recorrido por cada espacio de mi piel, produciéndome la misma reacción familiar, su toque enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Gimo cuando sus manos acunan mis pechos y sus dedos aprietan mi pezón―. Te quiero ―murmura.
―Estoy aquí para ti. Sólo para ti Joseph.
Gruñe y me besa de nuevo apasionadamente con un fervor y una desesperación que no había sentido antes en él. Agarrando el borde de su camiseta, la jalo y me ayuda a sacársela por la cabeza. Arrodillándose entre mis piernas, se apresura a pararme y terminar de sacarme la camiseta. Sus ojos están serios, deseosos, llenos de oscuros secretos, expuestos. Coloca sus manos alrededor de mi rostro y me besa y nos hundimos en la cama una vez más.
Su muslo entre los míos por lo que está medio acostado encima de mí. Su erección está rígida a través de su bóxer contra mi cadera. Me quiere, pero sus palabras de más temprano eligen este momento para volver y atormentarme, lo que me dijo sobre su madre. Y es como un balde de agua fría para mi libido. No puedo hacer esto. No ahora.
―Joseph… detente. No puedo hacer esto ―susurro urgentemente contra su boca, mis manos empujando sus brazos.
―¿Qué? ¿Qué está mal? ―murmura y comienza a besar mi cuello, pasando ligeramente la punta de su lengua por mi garganta. Oh…
―No, por favor. No puedo hacer esto. No ahora. Necesito tiempo, por favor.
―Oh, ____, no pienses tanto en esto ―susurra mientras pellizca el lóbulo de mi oreja.
―Ah ―jadeo, sintiéndolo en mi ingle, y mi cuerpo se arrima a él traicionándome. Esto es tan confuso.
―Soy el mismo, ____. Te amo y te necesito. Tócame. Por favor. ―Frota su nariz contra la mía, y su silenciosa y sincera súplica me derrite.
Lo toco. Lo toco mientras hacemos el amor. Oh mi…
Se coloca sobre mí, mirándome, y en la penumbra de la tenue luz de la mesita, puedo ver que está esperando, esperando mi decisión, y él está atrapado en mi hechizo.
Tentativamente coloco mi mano en el suave parche de vello en su esternón. Jadea y cierra los ojos como si le doliera, pero no quita mi mano esta vez. La muevo hacia arriba a sus hombros, sintiendo el temblor atravesándolo. Gruñe, y lo acerco más a mí, colocando ambas manos en su espalda, donde nunca ha sido tocado antes, en sus omóplatos, sosteniéndolo hacia mí. Su gemido estrangulado me excita como nada más.
Entierra su cabeza en mi cuello, besando y chupando y mordiéndome hasta llevar su nariz hasta mi barbilla y besarme, su lengua poseyendo mi boca, sus manos moviéndose por mi cuerpo una vez más. Sus labios se mueven hacia abajo, y más abajo a mis pechos, adorándolos mientras mis manos van y se quedan en sus hombros y espalda, disfrutando la flexibilidad y la curvatura de su cincelados músculos, su piel aún húmeda por las pesadillas. Sus labios se cierran en mi pezón, tirando y apretando, por lo que se hincha para encontrar las gloriosas habilidades de su boca.
Gimo y paso mis uñas por su espalda. Y él jadea, un gemido estrangulado.
―Oh, joder ____ ―dice ahogadamente, y es mitad grito, mitad gruñido. Llega hasta mi corazón, pero también profundamente, aprieta todos los músculos por debajo de mi cintura. ¡Oh, qué puedo hacer por él! Mi Diosa interior se está retorciendo con deseo, y ahora estoy jadeando, igualando su torturada respiración con la mía.
Sus manos viajan al sur, sobre mi vientre, hasta mi sexo, y sus dedos están en mí, y luego dentro de mí. Gruño mientras mueve sus dedos en mi interior, y levanto mi pelvis para ir al encuentro de su toque.
―____ ―dice. De pronto me suelta y me sienta, se saca el bóxer y se inclina sobre la mesita de luz para agarrar un paquete de aluminio. Sus ojos ambarinos están encendidos mientras me pasa el condón―. ¿Quieres esto? Aún puedes decir que no. Siempre puedes decir no ―murmura.
―No me des la oportunidad de pensarlo, Joseph. También te quiero. ―Rasgo el paquete con los dientes y me arrodillo entre sus piernas, y con temblorosos dedos lo deslizo en él.
―Con cuidado ―dice―. Me vas a acobardar, ____.
Me maravillo de lo que le puedo hacer a este hombre con mi toque. Se extiende sobre mí, y por ahora mis dudas son alejadas y miro hacia la oscuridad, temibles profundidades en mi mente. Estoy intoxicada con este hombre, mi hombre, mi Cincuenta Tonos. Se voltea de pronto tomándome totalmente por sorpresa, así que estoy encima de él. Whoa.
―Tú, tómame ―murmura, sus ojos brillando con una feroz intensidad.
Oh, mi… lentamente, oh, tan lentamente, me hundo en él. Tira su cabeza hacia atrás y cierra los ojos mientras gime. Agarro sus manos y comienzo a moverme, disfrutando de la plenitud de mi posesión, disfrutando de su reacción, viéndolo desenmarañarse debajo de mí. Me siento como una diosa. Me inclino hacia abajo y beso su barbilla, pasando mis dientes a lo largo de su mandíbula sin afeitar.
Sabe delicioso. Clava sus manos en mis caderas, y ralentiza mi ritmo, lento y fácil.
―____ tócame… por favor.
Oh. Me hago hacia adelante y me mantengo constante con mis manos en su pecho. Y él grita, su grito casi un sollozo, y se incrusta profundamente en mí.
―Oh ―gimo, y paso gentilmente mis uñas por su pecho, a través de sus vellos ahí, y gruñe ruidosamente y se gira bruscamente por lo que una vez más estoy debajo de él.
―Suficiente ―gime―. No más por favor. ―Y es una súplica sincera.
Levantando las manos, coloco mis manos en su rostro, sintiendo la humedad de sus mejillas, y lo acerco a mis labios para poder besarlo. Entrecruzo mis manos en su espalda.
Gruñe profundo y bajo en su garganta mientras se mueve dentro de mí, empujándome hacia adelante y hacia arriba, pero no puedo encontrar mi liberación. Mi cabeza está demasiado confusa con sus asuntos. Estoy demasiado envuelta en él.
―Déjalo ir, ____ ―me urge.
―No.
―Sí ―gruñe. Se mueve ligeramente y gira sus caderas, una y otra vez.
¡Dios! ¡Aaagh!
―Vamos nena, necesito esto. Dámelo.
Y exploto, mi cuerpo esclavo del suyo, y me envuelvo en él, aferrándome como una enredadera mientras grita mi nombre, y llega al orgasmo conmigo, entonces colapsa, todo su peso presionándome contra el colchón.
Acuno a Joseph en mis brazos, su cabeza en mi pecho, mientras yacemos en el resplandor de nuestro amor. Paso mis dedos por su cabello mientras escucho su respiración normalizarse.
―Nunca me dejes ―susurra, y giro los ojos sabiendo que no puede verme―. Sé que estás girando tus ojos ―murmura y escucho el rastro de humor en su voz.
―Me conoces bien ―murmuro.
―Me gustaría conocerte mejor.
―Volviendo a ti, Jonas. ¿De qué se trataba tu pesadilla?
―Lo usual.
―Dime.
Traga y se tensa antes de dejar escapar un suspiro, un largo suspiro.
―Debo tener como tres años, y el proveedor de la perra drogadicta está enojado como el infierno otra vez. Fuma y fuma, un cigarrillo tras otro, y no puede encontrar un cenicero. ―Se detiene y me congelo mientras un aterrador frío se agarra a mi corazón―. Eso duele ―dice―. Es el dolor lo que recuerdo. Eso es lo que me da pesadillas. Eso y el hecho que ella no hizo nada para detenerlo.
Oh no. Esto es insoportable. Aprieto mi agarre sobre él, mis piernas y mis brazos sosteniéndolo hacia mí, y no dejo que mi desesperación me ahogue. ¿Cómo pudo alguien tratar así a un niño? Levanta la cabeza y clava su intensa mirada en mí.
―Tú no eres como ella. Nunca pienses eso. Por favor.
Parpadeo de vuelta a él. Es algo muy tranquilizador de escuchar. Coloca su cabeza en mi pecho otra vez, y creo que ha terminado, pero me sorprende continuando.
―A veces en los sueños ella sólo está acostada en el piso. Y creo que está durmiendo. Pero no se mueve. Nunca se mueve. Y tengo hambre. Mucha hambre.
Oh, mierda.
―Entonces hay un ruido fuerte y él regresa, y me golpea tan duro maldiciendo a la perra drogadicta. Su primera reacción siempre fue usar los puños o el cinturón.
―¿Es por eso que no te gusta que te toquen?
Cierra los ojos y me abraza más fuerte.
―Eso es complicado ―murmura. Con su nariz acaricia mis pechos, inhalando profundamente, intentando distraerme.
―Cuéntame ―le pido.
Suspira.
―Ella no me amaba. Yo no me amaba. El único toque que conocía era el… cruel. De ahí surgió. Flynn lo explica mejor que yo.
―¿Puedo ver a Flynn?
Levanta la cabeza y me mira.
―¿Lo de Cincuenta Tonos se te está pegando?
―Algo. Me gusta lo que se me está pegando por el momento. ―Me retuerzo provocativamente debajo de él y sonríe.
―Sí, señorita Steele, también me gusta eso. ―Se hace hacia delante y me besa. Me mira por un momento―. Eres tan preciosa para mí, ____. Hablaba en serio cuando dije lo de casarme contigo. Nos podremos conocer el uno al otro entonces. Puedo cuidarte. Tú puedes cuidarme a mí. Podemos tener hijos si queremos. Pondré mi mundo a tus pies, ____. Te quiero en cuerpo y alma para siempre. Por favor piénsalo.
―Lo pensaré, Joseph. Lo pensaré ―lo tranquilizó, tambaleándome una vez más. ¿Niños? Por Dios―. Sin embargo me encantaría hablar con el Dr. Flynn, si no te importa.
―Lo que sea para ti, nena. Lo que sea. ¿Cuándo te gustaría verlo?
―Mejor pronto que tarde.
―De acuerdo. Haré los arreglos en la mañana. ―Mira el reloj―. Es tarde, deberíamos dormir.
Se voltea para apagar la luz de su mesita y me tira contra él. Miro el reloj. Mierda. Son las tres cuarenta y cinco. Enrolla sus brazos a mi alrededor, su frente contra mi espalda y acaricia mi cuello.
―Te amo, ____ Steele, y quiero que estés siempre a mi lado ―murmura mientras besa mi cuello―. Ahora duerme.
Cierro los ojos.
A regañadientes, abro mis pesados parpados y una brillante luz llena el cuarto. Me siento confusa, desconectada de mis miembros de plomo, y Joseph está agarrado a mí como una hiedra. Tengo más calor que de costumbre. De seguro son como las cinco de la mañana. La alarma aún no ha sonado. Me enderezo para liberarme de su calor, girándome en sus brazos, y murmura algo ininteligible en sueños. Miro el reloj. Ocho cuarenta y cinco.
Mierda, voy a llegar tarde. Joder. Me tambaleo fuera de la cama y me apresuro al baño. Me baño y salgo en menos de cuatro minutos.
Joseph se sienta en la cama. Mirándome con una mal disimulada diversión junto a algo de preocupación, mientras me termino de secar y de recoger mis ropas. Tal vez espera a que reaccione a sus revelaciones de ayer. Ahora mismo, no tengo tiempo. Compruebo mi ropa ―pantalón negro, camisa negra― todo un poco como la Sra. R. pero no tengo un segundo para cambiar de opinión. Apresuradamente me pongo un corpiño negro y bragas, consciente que él está mirando todos mis movimientos. Es… desconcertante. Las bragas y el corpiño lo harán.
―Luces bien ―ronronea Joseph desde la cama―. Puedes reportarte enferma, lo sabes. ―Me da su devastadora, ladeada sonrisa ciento cincuenta por ciento reventadora de bragas. Oh, es tan tentador. Mi Diosa interior hace pucheros provocadoramente hacia mí.
―No, Joseph, no puedo. No soy una megalómana Gerente General con una bella sonrisa quien puede ir y venir como le plazca.
―Me gusta venir como me plazca. ―Sonríe y lleva su gloriosa sonrisa a otro nivel por lo que es totalmente IMAX de alta definición.
―¡Joseph! ―lo regaño. Tiro mi toalla hacia él y se ríe.
―Hermosa sonrisa, ¿ah?
―Sí. Sabes el efecto que tienes en mí. ―Me pongo mi reloj.
―¿Lo hago? ―Parpadea inocentemente.
―Sí, lo haces. El mismo efecto que tienes en todas las mujeres. Se vuelve realmente molesto verlas a todas desmayadas.
―¿Lo hace? ―Ladea su ceja hacia mí, más divertido.
―No juegues al inocente, Sr. Jonas, realmente no te queda bien ―murmuro distraídamente mientras recojo mi cabello en una coleta y me pongo mis zapatos negros de tacón alto. Allí, estos lo harán.
Cuando me inclino para darle un beso de despedida, me agarra y tira de mí hacia abajo a la cama, inclinándose sobre mí y sonriendo de oreja a oreja. Oh. Es tan hermoso, ojos brillantes con malicia, cabello suelto de acabo-de-follar-de-nuevo, esa sonrisa deslumbrante. Ahora está juguetón.
Estoy cansada, todavía aturdida por todas las revelaciones de ayer, mientras que él está brillante como un botón y sexy como la mierda. Oh, exasperante Cincuenta.
―¿Qué puedo hacer para tenerte para que te quedes? ―dice suavemente, y mi corazón da un vuelco y empieza a latir con fuerza. Es la tentación personificada.
―No puedes ―refunfuño, tratando de levantarme―. Déjame ir.
Hace pucheros y me rindo. Sonriendo, trazo mis dedos sobre sus esculturales labios, mi Cincuenta Tonos. Lo amo con toda su monumental mierda. Ni siquiera he comenzado a procesar los eventos de ayer y cómo me siento acerca de ellos. Me inclino para darle un beso, agradecida de que me he cepillado mis dientes. Me besa largo y fuerte y luego rápidamente me pone en mis pies, dejándome aturdida, sin aliento, y un poco tambaleante.
―Taylor te llevará. Más rápido que encontrar un lugar donde estacionar. Está esperando afuera del edificio ―dice Joseph amablemente, y parece aliviado. ¿Está preocupado por mi reacción de esta mañana? Seguramente la última noche ―eh, esta mañana― probó que no voy a correr.
―Está bien. Gracias ―murmuro, decepcionada de estar erguida sobre mis pies, confundida por su indecisión, y vagamente irritada que una vez más no estaré manejando mi Saab. Pero tiene razón, por supuesto, será más rápido con Taylor―. Disfruta tu perezosa mañana, Sr. Jonas. Deseo poder quedarme, pero el hombre que posee la compañía donde trabajo no aprobaría a su personal abandonando sólo por sexo caliente. ―Agarro mi bolso.
―Personalmente, señorita Steele, no tengo dudas que lo aprobaría. De hecho podría insistir en ello.
―¿Por qué te estás quedando en la cama? No es como tú.
Cruza sus manos detrás de su cabeza y me sonríe.
―Porque puedo, señorita Steele.
Sacudo mi cabeza hacia él.
―Nos vemos, nena. ―Le tiro un beso y estoy fuera de la puerta.
Taylor está esperando por mí, y parece entender que voy tarde porque maneja como un murciélago fuera del infierno para hacerme llegar a las nueve y cuarto. Estoy agradecida cuando se detiene en la acera ―agradecida de estar viva― su manejo fue atemorizante. Y agradecida de que no estoy terriblemente tarde, sólo quince minutos.
―Gracias, Taylor ―murmuro, lívida. Recuerdo a Joseph diciéndome que él conducía tanques; quizás maneja para NASCAR, también.
―____. ―Asiente en una despedida, y me precipito dentro de mi oficina, dándome cuenta mientras abro la puerta de recepción que Taylor parece haber superado la formalidad de señorita Steele. Esto me hace sonreír.
Claire sonríe hacia mí mientras me precipito a través de recepción y hago mi camino hacia mi escritorio.
―¡____! ―me llama Jack―. Entra aquí.
Oh, mierda.
―¿Qué hora le llamas a esto? ―chasquea.
―Lo siento. Me quede dormida. ―Me sonrojo.
―No dejes que pase de nuevo. Consígueme algo de café, y luego necesito que hagas algunas cartas. Ve por él ―grita, haciéndome estremecer.
¿Por qué está tan enojado? ¿Cuál es su problema? ¿Qué he hecho? Me apuro hacia la cocina para conseguir su café. Quizás debería haber abandonado. Podría estar… bien, haciendo algo caliente con Joseph, o desayunando con él, o sólo hablando, lo que sería una novedad.
Jack apenas reconoce mi presencia cuando me atrevo a volver a su oficina para entregarle su café. Empuja una hoja de papel hacia mí, que está escrita a mano con una letra casi ilegible.
―Escribe esto, me lo traes para firmarlo, luego cópialo y envíalo a todos nuestros autores.
―Sí, Jack.
Es con cierto alivio que finalmente me siento en mi escritorio. Tomo un sorbo de té mientras espero que mi computadora arranque. Reviso mis correos electrónicos.
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De: Joseph Jonas
Asunto: Extrañándote
Fecha: 15 Junio 2011, 09:05
Para: ____ Steele
Por favor usa tu BlackBerry.
X
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
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De: ____ Steele
Asunto: Todos los derechos para alguien
Fecha: 15 Junio 2011, 09:27
Para: Joseph Jonas
Mi jefe está loco.
Te culpo por mantenerme hasta tarde con tus… travesuras.
Deberías estar avergonzado de ti mismo.
____ Steele
Asistente de Jack Hyde, Coordinador Editorial, AIPS
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De: Joseph Jonas
Asunto: ¿Travesuras?
Fecha: 15 Junio 2011, 09:32
Para: ____ Steele
No tienes que trabajar, ____.
No tienes idea cuán consternado estoy por mis travesuras.
Pero me gusta mantenerte hasta tarde ;)
Por favor usa tu BlackBerry.
Oh, y cásate conmigo, por favor.
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
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De: ____ Steele
Asunto: Vivir para hacer
Fecha: 15 Junio 2011, 09:35
Para: Joseph Jonas
Sé que tu inclinación natural es hacia lo persistente, pero sólo detente.
Necesito hablar con tu psiquiatra.
Solo entonces te daré mi respuesta.
No me opongo a vivir en pecado.
____ Steele
Asistente de Jack Hyde, Coordinador Editorial, AIPS
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De: Joseph Jonas
Asunto: BLACKBERRY
Fecha: 15 Junio 2011, 09:40
Para: _____ Steele
_____, si vas a empezar a discutir sobre el Dr. Flynn entonces USA TU BLACKBERRY.
Esto no es una petición.
Joseph Jonas
Ahora Enfadado Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Oh mierda. Ahora está furioso conmigo, también. Bueno, puede cocinarse por todo lo que me preocupa. Tomo mi BlackBerry de mi bolso y lo miro con escepticismo. Mientras lo hago, empieza a sonar. ¿No puede dejarme sola?
―Sí ―chasqueo.
―____, hola…
―¡José! ¿Cómo estás? ―Oh, es bueno oír su voz.
―Estoy bien, ____. Mira, ¿todavía estás viendo a ese chico Jonas?
―Eh… sí… ¿Por qué? ―¿A dónde va con esto?
―Bien, está comprando todas tus fotos, y pensé que podría entregarlas en Seattle. La exhibición cierra el jueves, entonces podría llevárselas el viernes a la tarde y dejarlas, sabes. Y quizás podríamos tomar una copa o algo así. En realidad, estaba esperando un lugar para dormir, también.
―José, eso es genial. Sí, estoy segura que podremos trabajar en algo. Déjame hablar con Joseph y te llamaré de vuelta, ¿está bien?
―Genial, esperaré oír te ti. Adiós, ____.
―Adiós. ―Y se fue.
Santo cielo. No he visto u oído de José desde su presentación. Ni siquiera le pregunté cómo le fue o si vendió alguna fotografía más. Vaya amiga que soy.
Entonces, puedo pasar la noche del viernes con José. ¿Cómo estará Joseph con eso? Tomo conciencia que estoy mordiéndome el labio hasta que duele. Oh, este hombre tiene doble rasero. Puede ―me estremezco ante el pensamiento― bañar a su loca ex amante, pero probablemente obtendré un cargamento de mierda por querer tomar una copa con José. ¿Cómo voy a manejar esto?
―¡____! ―Jack me saca abruptamente de mi ensueño. ¿Todavía está enfadado?―. ¿Dónde están esas cartas?
―Eh… legando. ―Mierda. ¿Qué está comiendo él?
Escribo su carta en la mitad de tiempo, la imprimo, y nerviosamente hago mi camino hacia su oficina.
―Aquí tienes. ―La pongo en su escritorio y me giro para irme. Jack rápidamente echa sus críticos y perforadores ojos sobre ella.
―No sé qué estás haciendo por ahí, pero te pago para trabajar ―ladra.
―Soy consciente de eso, Jack ―murmuro disculpándome. Siento un lento rubor arrastrarse hacia arriba a mi piel.
―Esto está lleno de errores ―chasquea―. Hazlo de nuevo.
Mierda. Está empezando a sonar como alguien que conozco, pero la rudeza de Joseph la puedo tolerar. Jack está empezando a molestarme.
―Y consígueme otro café mientras estás en eso.
―Perdón ―murmuro y me escabullo fuera de su oficina tan rápido como puedo.
Santa mierda. Está siendo insoportable. Me siento de vuelta en mi escritorio, apresuradamente rehago su carta, que tiene dos errores en ella, y la compruebo exhaustivamente antes de imprimirla. Ahora está perfecta. Recojo otro café, dejándole saber a Claire con un giro de mis ojos que estoy en profunda mierda. Tomando una respiración profunda, me acerco a su oficina de nuevo.
―Mejor ―murmura a regañadientes mientras firma la carta―. Fotocópiala, archiva el original, y envíala a todos los autores. ¿Entendiste?
―Sí. ―No soy una idiota―. Jack, ¿algo va mal?
Alza la vista, sus ojos azules oscureciéndose mientras su mirada va de arriba hacia abajo por mi cuerpo. Mi sangre se enfría.
―No. ―Su respuesta es concisa, ruda, y despectiva. Me quedo ahí como la idiota que profesé no ser y luego arrastro los pies fuera de su oficina. Tal vez él también sufre un trastorno de personalidad. Joder, estoy rodeada por ellos. Hago mi camino hacia la fotocopiadora ―que por supuesto está sufriendo un atasco de papel― y cuando lo he arreglado, encuentro que se quedó sin papel. Éste no es mi día.
Cuando finalmente vuelvo a mi escritorio, llenando sobres, mi BlackBerry vibra. Puedo ver a través de la pared de vidrio que Jack está al teléfono. Respondo, es Ethan.
―Hola, ____. ¿Cómo te fue anoche?
Anoche. Un rápido montaje de imágenes parpadea a través de mi mente, Joseph de rodillas, su revelación, su proposición, macarrones y queso, mi llanto, su pesadilla, el sexo, tocarlo…
―Eh, bien ―murmuro poco convincentemente.
Ethan se detiene y decide actuar de acuerdo a mi negación.
―Genial. ¿Puedo recoger las llaves?
―Seguro.
―Estaré ahí en media hora. ¿Tendrás tiempo para tomar un café?
―No hoy. Llegue tarde y mi jefe está como un oso enojado con dolor de cabeza y hiedras venenosas en el culo.
―Suena repugnante.
―Repugnante y feo. ―Río.
Ethan ríe y mi humor se levanta un poco.
―Está bien. Te veo en treinta. ―Cuelga.
Echo un vistazo a Jack y me está mirando. Oh mierda. Esmeradamente lo ignoro y sigo llenando los sobres. Media hora después mi teléfono vibra. Es Claire.
―Él está aquí de nuevo, en recepción. El dios rubio.
Ethan es una alegría de ver después de la angustia de ayer y el mal humor que mi jefe está infligiendo en mí hoy, pero demasiado pronto, está diciendo adiós.
―¿Te veré en la noche?
―Probablemente me quedaré con Joseph. ―Me sonrojo.
―Lo tienes mal ―observa Ethan con buen humor.
Me encojo de hombros. Eso no es ni la mitad del asunto, y en este momento me doy cuenta, que lo tengo más que mal. Lo tengo de por vida. Y sorprendentemente, Joseph parece sentir lo mismo. Ethan me da un abrazo rápido.
―Nos vemos luego, ____.
Vuelvo a mi escritorio, lidiando con mi compresión. Oh, lo que haría por un día por mi cuenta, para sólo pensar en todo esto.
―¿Dónde has estado? ―Jack está repentinamente cerniéndose sobre mí.
―Tenía un asunto que atender en recepción. ―Realmente me está poniendo de los nervios.
―Quiero mi almuerzo. Lo usual ―dice abruptamente y vuelve a pisar su oficina.
¿Por qué no me quedé en casa con Joseph? Mi Diosa interior cruza sus brazos y frunce sus labios; quiere saber la respuesta a eso, también. Recojo mi bolso y mi BlackBerry y me dirijo a la puerta. Compruebo mis mensajes.
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De: Joseph Jonas
Asunto: Extrañándote
Fecha: 15 Junio 2011, 09:06
Para: ____ Steele
Mi cama es muy grande sin ti.
Parece que voy a tener que ir a trabajar después de todo.
Incluso los megalómanos Gerentes Generales necesitan algo qué hacer.
X
Joseph Jonas
Girando sus pulgares Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Y hay otro de él, temprano esta mañana.
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De: Joseph Jonas
Asunto: Discreción
Fecha: 15 Junio 2011 09:50
Para: ____ Steele
Es la mejor parte del valor.
Por favor usa discreción… tus correos electrónicos del trabajo son monitoreados.
¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE DECIRTE ESTO?
Sí. Mayúsculas gritonas como dices. USA TU BLACKBERRY.
El Dr. Flynn nos puede ver mañana en la tarde.
X
Joseph Jonas
Todavía enojado Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
E incluso uno más tarde… Oh no.
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De: Joseph Jonas
Asunto: Grillos
Fecha: 15 Junio 2011 12:15
Para: ____ Steele
No he oído de ti.
Por favor dime que estás bien.
Sabes cómo me preocupo.
¡Enviaré a Taylor a comprobar!
X
Joseph Jonas
Demasiado ansioso Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Ruedo mis ojos, y le llamó. No quiero que se preocupe.
―Teléfono de Joseph Jonas, Andrea Parker habla.
Oh. Estoy tan desconcertada porque no es Joseph el que responde que me detengo en la calle, y el hombre joven detrás de mí murmura enojado mientras se desvía para no chocar contra mí. Me detengo bajo el toldo verde de Deli.
―¿Hola? ¿Puedo ayudarle? ―Andrea llena el incómodo vacía del silencio.
―Perdone… Ehm… Deseaba hablar con Joseph…
―El Sr. Jonas está en una reunión en este momento ―corta con eficiencia―. ¿Puedo tomar su mensaje?
―¿Puede decirle que llamó ____?
―¿____? ¿Cómo ____ Steele?
―Ehm… sí. ―Su pregunta me confunde.
―Deme un segundo por favor, señorita Steele.
Escucho atentamente mientras baja el teléfono, pero no puedo decir que está pasando. Unos segundos más tarde Joseph está en la línea.
―¿Estás bien?
―Sí, estoy bien.
Escucho la rápida liberación de su respiración contenida. Está aliviado.
―Joseph, ¿por qué no estaría bien? ―susurro tranquilizadoramente.
―Normalmente eres tan rápida en responder mis correos electrónicos. Después de lo que te dije ayer, estaba preocupado ―dice tranquilamente, y entonces está hablando a alguien en su oficina―. No, Andrea. Diles que esperen ―dice severamente. Oh, conozco ese tono de voz. No puedo oír la respuesta de Andrea―. No. Dije que esperen ―chasquea.
―Joseph, obviamente estás ocupado. Sólo llamé para dejarte saber que estoy bien, y me refiero a que también estoy ocupada hoy. Jack ha estado restallando el látigo. Ehm…. Quiero decir… ―Me sonrojo y caigo en silencio.
Joseph no dice nada por un momento.
―Restallando el látigo, ¿eh? Bien, hubo un tiempo en que podía haberlo llamado hombre suertudo. ―Su voz está llena de humor seco―. No lo dejes echársete encima, nena.
―¡Joseph! ―lo regaño y sé que está sonriendo.
―Solo vigilándolo, eso es todo. Mira, me alegra que estés bien. ¿A qué hora te recojo?
―Te enviaré un correo electrónico.
―De tu BlackBerry ―dice severamente.
―Sí, señor ―chasqueo de regreso.
―Hasta más tarde, nena.
―Adiós…
Sigue en la línea.
―Cuelga ―lo reprendo, sonriendo.
Suspira pesadamente al teléfono.
―Desearía que nunca hubieras ido a trabajar esta mañana.
―También yo. Pero estoy ocupada. Cuelga.
―Cuelga tú. ―Escucho su sonrisa. Oh travieso Joseph. Amo al Joseph travieso. Mmm… Amo a Joseph, y punto.
―Hemos estado aquí antes.
―Estás mordiendo tu labio.
Mierda, está en lo cierto. ¿Cómo es que sabe?
―Ya ves, piensas que no te conozco, ____. Pero te conozco mejor de lo que piensas ―murmura seductoramente de forma que me debilita y me hace sentir mojada.
―Joseph, hablaré contigo más tarde. Justo ahora, realmente también desearía no haberme ido esta mañana.
―Esperaré su correo electrónico, señorita Steele.
―Buen día, Sr. Jonas.
Colgando, miro fuera del frío y fortificado vidrio de la ventana de la tienda de Deli. Oh, incluso por teléfono me posee. Sacudiendo mi cabeza para aclararla de todos los pensamientos de Jonas, me dirijo al Deli, deprimida por todos los pensamientos sobre Jack.
Está frunciéndome el ceño cuando regreso.
―¿Está bien si tomo mi almuerzo ahora? ―pregunto tentativamente. Levanta la mirada hacia mí y su ceño se profundiza.
―Si es necesario ―chasque―. Cuarenta y cinco minutos. Recupera el tiempo que perdiste está mañana.
―Jack, ¿puedo preguntarte algo?
―¿Qué?
―Pareces, un poco de mal humor hoy. ¿He hecho algo para ofenderte?
Parpadea hacia mí momentáneamente.
―No creo que esté de humor para hacer una lista de tus faltas justo ahora. Estoy ocupado. ―Continúa mirando la pantalla de su computadora, efectivamente despachándome.
Whoa… ¿Qué he hecho?
Me giro y dejo su oficina, y por un momento pienso que voy a llorar. ¿Por qué me ha tomado una aversión tan repentina e intensa? Una idea indeseada estalla en mi mente, pero la ignoro. No necesito su mierda justo ahora, he tenido suficiente con la mía. Salgo del edificio hacia el Starbucks de al lado, ordeno un latte, y me siento junto a la ventana. Tomando mi iPod de mi cartera, me coloco los audífonos. Elijo una canción al azar y presiono repetir entonces se reproducirá una y otra vez. Necesito música para pensar.
Mi mente va a la deriva. Joseph el sádico. Joseph el sumiso. Joseph el intocable. Los impulsos edípicos de Joseph. Joseph bañando a Leila. Gimo y cierro mis ojos mientras la última imagen me persigue. ¿Realmente puedo casarme con este hombre? Es demasiado que llevar. Es complejo y difícil, pero profundamente sé que no quiero dejarlo a pesar de todos sus problemas. Nunca podría dejarlo. Lo amo. Preferiría cortarme mi brazo derecho.
Justo ahora, nunca me había sentido tan viva, tan vital. He encontrado toda clase de sentimientos confusos, profundos y nuevas experiencias desde que lo conocí. Nunca es un momento aburrido con Cincuenta.
Recordando mi vida antes de Joseph, es como si todas las cosas estuvieran en blanco y negro como las fotos de José. Ahora mi mundo entero es de un rico, brillante y saturado color. Estoy volando en un rayo de luz deslumbrante. La luz deslumbrante de Joseph. Aún soy Ícaro, volando demasiado cerca al sol. Resoplo a mí misma. Volando con Joseph; ¿quién puede resistirse a un hombre que puede volar?
¿Puedo renunciar a él? ¿Quiero renunciar a él? Es como si hubiera presionado un botón y me hubiera encendido desde el interior. Ha sido educativo conocerlo. He descubierto más acerca de mí misma en las semanas pasadas que nunca antes. He aprendido acerca de mi cuerpo, mis límites de dureza, mis límites suaves, mi tolerancia, mi paciencia, mi compasión, y mi capacidad de amar.
Y entonces me golpea como un relámpago, esto es lo que necesita de mí, a lo que tiene derecho, un amor incondicional. Nunca lo recibió de la perra drogadicta, es lo que necesita. ¿Puedo amarlo incondicionalmente? ¿Puedo aceptarlo por quién es sin importar sus revelaciones de la noche pasada? Sé que está dañado, pero no creo que sea irreparable. Suspiro, recordando las palabras de Taylor. “Es un buen hombre, señorita Steele”.
He visto la prueba de peso de su bondad, su trabajo de caridad, su ética de negocio, su generosidad; y aún no lo ve por sí mismo. No siente que merezca cualquier amor. Dada su historia y predilecciones, no tengo una idea de su auto-odio. Por eso no dejó entrar a nadie. ¿Puedo pasar esto?
Dijo una vez que no podría empezar a entender las profundidades de su depravación. Bien, él me lo dijo ahora, y dado los primeros años de su vida, no me sorprende. Creo que fue solo un shock oírlo en voz alta. Al menos me lo dijo; y parece más feliz ahora de lo que era. Lo sé todo.
¿Se devaluaría su amor por mí? No, no lo creo. Nunca se sintió de este modo antes y tampoco yo. En verdad, juntos hemos llegado muy lejos.
Las lágrimas pinchan y llenan mis ojos al recordar sus últimas barreras desmoronarse anoche cuando me dejó tocarlo. Jesús, tomó a Leila y toda su locura para llevarnos allí. Quizás debería estar agradecida. El hecho de que la haya bañado no es un trago tan amargo en mi lengua ahora. Me pregunto qué prendas le dio. Espero que no mi vestido cereza. Me gustaba ese.
¿Así que puedo amar incondicionalmente a este hombre con todos sus problemas? Porque no se merece menos. Aún necesita aprender límites y pequeñas cosas como empatía, y a ser menos controlador. Dice que ya no siente compulsión por hacerme daño; quizás el Dr. Flynn pueda arrojar algo de luz sobre esto.
Fundamentalmente, eso es lo que más me importa; que siempre necesite eso y que siempre pueda encontrar una mujer que piense que lo necesita, también. Frunzo el ceño. Sí, esa es la tranquilidad que necesito. Quiero ser todo para este hombre, su Alfa y su Omega y todas las cosas entre ellas porque él lo es para mí. Espero que Flynn tenga respuestas, y quizás entonces pueda decir sí. Joseph y yo podemos encontrar nuestra propia porción de cielo cerca al sol.
Veo fuera la animada hora de almuerzo en Seattle. La señora de Joseph Jonas; ¿quién iba a pensarlo? Echo un vistazo a mi reloj. ¡Mierda! Salto del asiento y me lanzo a la puerta; una hora entera de solo estar sentada; ¿A dónde se fue el tiempo? Jack va a estar como un basilisco.
De regreso en mi escritorio. Afortunadamente no está en su oficina. Parece que me he salido con la mía. Miro intensamente la pantalla de mi computadora, sin ver, tratando de ensamblar mis pensamientos en modo de trabajo.
―¿Dónde estabas?
Salto. Jack está parado, cruzado de brazos, a mi lado.
―Estaba en el sótano, fotocopiando ―miento. Los labios de Jack se presionan en una delgada, intransigente línea.
―Me voy a las seis treinta a tomar el avión. Necesito que estés aquí hasta entonces.
―Bien. ―Sonrío dulcemente como si pudiera manejarlo.
―Me gustaría mi itinerario para Nueva York impreso y fotocopiado diez veces. Y empaca los folletos. ¡Y tráeme algo de café! ―gruñe y se encamina a su oficina. Exhalo un suspiro de alivio y le saco la lengua mientras cierra la puerta. Bastardo.
A las cuatro en punto, Claire llama de recepción.
―Tengo a Mia Jonas para ti.
¿Mia? Espero que no quiera llevarme al Mall.
―¡Hola, Mia!
―____, hola. ¿Cómo estás? ―Su excitación es contagiosa.
―Bien. Ocupada hoy. ¿Y tú?
―¡Estoy tan aburrida! Necesito encontrar algo que hacer, así que estoy organizando una fiesta de cumpleaños para Joseph.
¿El cumpleaños de Joseph? Jesús, no tenía idea.
―¿Cuándo es?
―Lo sabía. Sabía que no te lo diría. Es el domingo. Mamá y papá nos quieren a todos en una cena para celebrar. Estoy invitándote oficialmente.
―Oh, qué lindo. Gracias, Mia.
―He llamado a Joseph y le dije, y me dio tu número aquí.
―Genial. ―Mi mente está en una barrera plana. ¿Qué infiernos le voy a dar a Joseph para su cumpleaños? ¿Qué le compras a un hombre que lo tiene todo?
―¿Y quizás la próxima semana, podemos ir a almorzar?
―Seguro. ¿Qué tal mañana? Mi jefe se irá a Nueva York.
―Oh, eso sería genial, ____. ¿A qué hora?
―Digamos, ¿doce y cuarenta y cinco?
―Ahí estaré. Adiós, ____.
―Adiós. ―Cuelgo.
Joseph. Cumpleaños. ¿Qué en la tierra voy a regalarle?
______________________
De: ____ Steele
Asunto: Antediluviano
Fecha: 15 Junio 2011 16:11
Para: Joseph Jonas
Querido Sr. Jonas:
¿Cuándo, exactamente, ibas a decirme?
¿Qué le daré a mi hombre viejo por su cumpleaños?
¿Quizás algunas baterías nuevas para su planeador?
____ x
____ Steele
Asistente de Jack Hyde, Coordinador Editorial, AIPS
______________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Prehistórico
Fecha: 15 Junio 2011 16:20
Para: ____ Steele
No te burles de los ancianos.
Me alegro de que estés vivita y coleando.
Y que Mia ha estado en contacto.
Las baterías son siempre útiles.
No me gusta celebrar mi cumpleaños.
X
Joseph Jonas
Sordo como una tapia Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
______________________
De: ____ Steele
Asunto: Mmmm
Fecha: 15 Junio 2011 16:24
Para: Joseph Jonas
Querido Sr. Jonas
Puedo imaginarte haciendo pucheros mientras escribías esa última oración.
Eso hace cosas para mí.
____ xox
____ Steele
Asistente de Jack Hyde, Coordinador Editorial, AIPS
______________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Rodando los ojos
Fecha: 15 Junio 2011 16:29
Para: ____ Steele
Señorita Steele:
¡¡¡USARÁS TU BLACKBERRY!!!
X
Joseph Jonas
Con la palma temblando, Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Ruedo mis ojos. ¿Por qué está tan tocado por los correos electrónicos?
______________________
De: ____ Steele
Asunto: Inspiración
Fecha: 15 Junio 2011 16:33
Para: Joseph Jonas
Querido Sr. Jonas
Ah… tus palmas temblantes no pueden estar quietas por mucho, ¿o sí?
Me pregunto, ¿qué tendría que decir el Dr. Flynn acerca de eso?
Pero ahora sé que darte por tu cumpleaños, y espero que me deje adolorida…;)
____ x
____ Steele
Asistente de Jack Hyde, Coordinador Editorial, AIPS
______________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Angina
Fecha: 15 Junio 2011 16:38
Para: ____ Steele
Señorita Steele
No creo que mi corazón pueda soportar el golpe de otro correo electrónico como ese, o mis pantalones, para el caso.
Compórtate.
X
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
______________________
De: ____ Steele
Asunto: Tratando
Fecha: 15 Junio 2011 16:42
Para: Joseph Jonas
Joseph:
Estoy tratando de trabajar para mi muy molesto jefe.
Por favor para de distraerme y trata de hacer lo mismo.
Tu último correo electrónico casi me hace quemarme.
X
PD: ¿Puedes recogerme a las 6:30?
______________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Ahí estaré
Fecha: 15 Junio 2011 16:38
Para: ____ Steele
Nada me sería más gratamente placentero.
Aunque, puedo pensar en muchas cosas que pueden darme grato placer, y estás envuelta en ellas.
X
Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.
Me sonrojo leyendo su respuesta y sacudo mi cabeza. Bromear por correo electrónico está del todo bien y bueno, pero realmente necesitamos hablar. Quizás una vez que hayamos visto a Flynn. Bajo mi BlackBerry y termino mi conciliación de caja chica.
Alrededor de las seis y quince, la oficina está desierta. Tengo todo listo para Jack. Su taxi del aeropuerto está en camino, y sólo tengo que entregarle sus documentos. Miro nerviosamente a través del vidrio, pero aún está sumido en su llamada telefónica, y no quiero interrumpirlo no con el humor con el que está hoy.
Mientras espero que termine, se me ocurre que no he comido hoy. Oh mierda, esto no va a ir bien con Cincuenta. Rápidamente paso a la cocina para ver si han dejado algunas galletas. Mientras abro la jarra común de galletas, Jack aparece inesperadamente en la entrada de la cocina, sorprendiéndome.
Oh, ¿qué está haciendo aquí?
Me mira.
―Bien, ____, creo que quizás este es un buen momento para discutir tus faltas. ―Entra, cerrando la puerta tras él, y mi boca se seca instantáneamente mientras las campanas de alarma suenan y perforan mi cabeza.
Oh joder.
Sus labios se curvan en una sonrisa grotesca, y sus ojos brillan en un cobalto oscuro.
―Por fin te tengo por tu cuenta ―dice, y lentamente lame su labio inferior.
¿Qué?
―Ahora… ¿vas a ser una niña buena y escuchar muy cuidadosamente lo que digo?
Karely Jonatika
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
Chama que paso no leo las cap! No me sales solo sale
Capitulo
Pero mas nada
Capitulo
Pero mas nada
JB&1D2
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
ahhhhhhhh todo lo que paso!!!!!
Joseph quiere que se case con el!!!!
Awwwww lo amo es tan lindo
Y va a ser su cumpleaños!!
Ahora que va a hacer Jack??!
Maldito tipo desgraciado :wut:
Siguela!!!
Joseph quiere que se case con el!!!!
Awwwww lo amo es tan lindo
Y va a ser su cumpleaños!!
Ahora que va a hacer Jack??!
Maldito tipo desgraciado :wut:
Siguela!!!
aranzhitha
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
:love: Joseph quiere casarse con ella
No me gusta lo que pienso que va hacer Jack... :lloro: Joseph llega al recate!!
ay yo esperaba mas capítulos sinceramente
No me gusta lo que pienso que va hacer Jack... :lloro: Joseph llega al recate!!
ay yo esperaba mas capítulos sinceramente
JB&1D2
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
necesito otro cap...estoy muy obsesionada con la novela :wut: siguelaaaa
cuando volverás a subir cap?
cuando volverás a subir cap?
JB&1D2
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
Les subire capitulo hoy, pero necesito escribirlo chicas, ya que no puedo copiarlos, es por eso que me demoro:/
Karely Jonatika
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
que feo tener que escribir todo un cap...pero bueno no importaa
leeré capitulo hoy :D
leeré capitulo hoy :D
JB&1D2
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