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"Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
SI TIENES EXAMENEESSS!
O MUCHA TAREAAAA!!!
SUERTEEEEEE!!!
Y QUE TODOO SALGA BIEN !!!
PARA QUE SUUBAAASS CAAAPIISSS
O MUCHA TAREAAAA!!!
SUERTEEEEEE!!!
Y QUE TODOO SALGA BIEN !!!
PARA QUE SUUBAAASS CAAAPIISSS
chelis
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
Volvi!! :D
Me fascino el primer libro!!
Al principio tenia mis dudas...
pero despues me fascino la forma de ser de Joseph y de la rayis
Amo estos libros! :love:
Mas con nuestro guapo y seductor Joe Jonas
SIGUELA!!
Me fascino el primer libro!!
Al principio tenia mis dudas...
pero despues me fascino la forma de ser de Joseph y de la rayis
Amo estos libros! :love:
Mas con nuestro guapo y seductor Joe Jonas
SIGUELA!!
s@r!!
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
En donde estas ??? te encuentras bien??? por que no has subido cap??
:(
:(
JB&1D2
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
He esperado demasiado, pero ya me estoy desesperando. DONDE ESTA EL CAPITULO? Donde te has metido mujer? ): SIGUELAAA
Creadora
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
Aca ando chicas, paso a reportarme y disculparme, como les habia dicho: la escuela es la culpable, pero bueno es algo que tengo que hacer. Paso a decirles que ahorita les subire 2 capítulos y vere si mañana les subo otro. Esta semana tendre muchos días de descanso asi que me reportare más seguido; lo prometo.
Un beso mil gracias por esperar: ) ♥
Kary♥
Kary♥
Karely Jonatika
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
Eso me pone realmente feliz :B
Creadora
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
[CAPITULO 6]
Mi mano se agarra de su cabello, mientras mi boca se encuentra febril contra la de Joseph, consumiéndolo, saboreando el sabor de su lengua en la mía. Y él se encuentra igual, devorándome. Es celestial. De repente me jala y me acerca, toma el borde de mi camiseta, jalándola sobre mi cabeza y lanzándola al suelo.
―Quiero sentirte ―dice ávidamente contra mi boca mientras sus manos se ponen detrás de mí para desabrochar mi sostén. En un rápido movimiento, lo quita y lo pone a un lado.
Me recuesta de nuevo en la cama, presionándome contra el colchón, su boca y su mano se mueven hasta mis pechos. Mis dedos se curvan en su cabello y él toma uno de mis pezones entre sus labios y lo aprieta con fuerza.
Grito mientras la situación se desliza a través de mi cuerpo, pinchazos, y apretones por todos los músculos alrededor de mi ingle.
―Sí nena, déjame escucharte ―murmura contra mi sobrecalentada piel.
Hombre, lo quiero dentro de mí ahora. Con su boca, juega con mi pezón, jalándolo, haciéndome retorcerme y suspirar por él. Siento su anhelo mesclado con… ¿qué? Veneración. Es como si me estuviese adorando. Me toma el cabello con los dedos, mi pezón poniéndose duro y alargándose bajo su hábil toque. Su mano se mueve hasta mis vaqueros, y hábilmente suelta el botón, baja el cierre, y desliza su mano entre mis bragas, deslizando sus dedos contra mi sexo. Su aliento sisea mientras sus dedos se deslizan en mi interior. Empujo mi pelvis contra el talón de su mano y él responde frotándose contra mí.
―Oh nena ―dice en un respiro, mientras se cierne sobre mí, mirándome atentamente―. Estás tan mojada. ―Su voz está llena de maravilla.
―Te deseo ―murmuro.
Su boca se une de nuevo con la mía, y siento su hambrienta desesperación, su necesidad de mí. Esto es nuevo ―nunca ha sido así excepto cuando regresé de Georgia― y sus palabras del principio vuelven a mí. Necesito saber que estamos bien. Ésta es la única manera que conozco.
El pensamiento me lo aclara todo. Saber que tengo tal efecto en él, que puedo ofrecerle tanto consuelo, haciendo esto, mi Diosa interior ronronea con puro placer. Él se sienta, toma el dobladillo de mis pantalones, y los jala, seguidos de mis bragas. Manteniendo sus ojos en mí, se pone de pie, saca un paquete de aluminio de su bolsillo y me lo lanza, luego se quita los pantalones y sus bóxers en un rápido movimiento. Rasgo el paquete con avidez, y cuando él se acuesta de nuevo a mi lado, lentamente deslizo el condón en él. Toma mis dos manos y se pone sobre su espalda.
―Tú, arriba ―ordena, me pone a horcajadas sobre él―. Quiero verte.
Oh.
Me guía, y dudando me deslizo sobre él. Cierra sus ojos y flexiona sus caderas para encontrarme, llenándome, extendiéndose, su boca formando una perfecta O cuando exhala. Oh, eso se siente tan bien, poseyéndolo, poseyéndome. Toma mis manos, y no sé si es para estabilizarme o para evitar que lo toque a pesar de todo ya tengo asegurado el camino.
―Te sientes muy bien ―murmura.
Me levanto de nuevo con el poder que tengo sobre él, mirando a Joseph Jonas, poco a poco desmoronándose debajo de mí. Suelta mis manos y toma mis caderas, y pongo mis manos en sus brazos, se mete dentro de mí bruscamente, haciéndome gritar.
―Así es, nena, siénteme ―dice su voz tensa.
Tiro mi cabeza hacia atrás y hago exactamente eso. Esto es lo que hace tan bien.
Me muevo ―luchando contra su ritmo en perfecta simetría― entumeciendo toda idea y razón. Sólo soy sensación perdida en este hoyo de placer. Arriba abajo… una y otra vez… oh sí… Abriendo mis ojos, bajo la mirada directamente hacia él, mi respiración irregular, me está regresando la mirada, ojos ardiendo.
―Mi ____ ―articula.
―Sí ―digo en tono áspero―. Siempre.
Él gime con fuerza, cerrando de nuevo sus ojos, tirando su cabeza hacia atrás. Oh mi… ver a Joseph desecho es suficiente para sellar mi destino, y me vengo de manera audible, agotadoramente, girando hacia arriba y alrededor, y colapso sobre él.
―Oh nena ―gime cuando encuentra su liberación, sosteniéndome inmóvil y dejándose ir.
Mi cabeza está en su pecho en la zona de acceso prohibido, mi mejilla contra el ligero vello en su esternón. Estoy jadeando, candente, y resisto la urgencia de fruncir mis labios y besarlo. Simplemente me acuesto sobre él, recuperando mi aliento. Él alisa mi cabello, y su mano se desliza por mi espalda, acariciándome mientras tranquiliza su aliento.
―Eres tan hermosa.
Alzo mi cabeza para mirarlo, mi expresión es escéptica. Él frunce el ceño a modo de respuesta y se sienta rápidamente, tomándome por sorpresa, su brazo deslizándose para mantenerme en el lugar. Me agarro de sus bíceps cuando estamos cara a cara.
―Tú. Eres. Hermosa ―dice de nuevo, su tono enfático.
―Y tú eres maravillosamente dulce a veces. ―Lo beso suavemente.
Me levanta y me deja a un lado. Me estremezco cuando lo hace. Inclinándose, me besa suavemente.
―No tienes idea de cuán atractiva eres, ¿cierto?
Me sonrojo. ¿A dónde va con esto?
―Todos esos chicos persiguiéndote, ¿no es suficiente para una pista?
―¿Chicos? ¿Qué chicos?
―¿Quieres la lista? ―Joseph frunce el ceño―. El fotógrafo, está loco por ti, ese chico en la ferreteria, tu jefe ―añade amargamente.
―Oh, Joseph, eso no es cierto.
―Créeme. Les gustas. Quieren lo que es mío. ―Me acerca a él, y reposo mis brazos en sus hombros, mis manos en su cabello, mirándolo entretenidamente―. Mía ―repite, sus ojos brillando posesivamente.
―Sí, tuya ―le aseguro, sonriendo. Luce apaciguado, y me siento perfectamente cómoda desnuda sobre su regazo en una cama bajo la luz de un sábado por la tarde. ¿Quién lo habría pensado? Las marcas de lápiz labial permanecen en su cuerpo exquisito. Noto algunas manchas en la funda nórdica, y me pregunto si la señora Jones las notara―. La línea aún está intacta ―murmuro, con valentía remonto la marca en su hombro con mi dedo índice. Él se pone rígido, parpadeando de repente―. Quiero seguir explorando.
Me mira escépticamente.
―¿El apartamento?
―No. Estaba pensando en el mapa del tesoro que había dibujado para ti. ―Mis dedos pican por tocarlo.
Sus cejas se alzan en sorpresa, y parpadea inseguro. Froto mi nariz contra la suya.
―¿Y que implicaría exactamente eso, señorita Steele?
Alzo mi mano de su hombro y deslizo mis yemas en su cara.
―Quiero tocarte en todos los lugares que me están permitidos.
Joseph atrapa mi dedo índice en sus dientes, mordiéndolo suavemente.
―Au ―protesto y sonríe, un suave gruñido saliendo de su garganta.
―De acuerdo ―dice, soltando mi dedo, pero su voz está mezclada con aprensión―. Espera. ―Se acuesta a mi lado, alzándome de nuevo, y se quita el condón, dejándolo caer sin fijarse en el suelo al lado de la cama―. Odio esas cosas. Tengo muchas ganas de llamar a la doctora Greene para que te ponga una inyección.
―¿Crees que la mejor ginecóloga en Seattle simplemente va a venir corriendo?
―Puedo ser muy persuasivo ―murmura, poniendo mi cabello detrás de mí oreja―. Franco ha hecho un gran trabajo con tu cabello. Me gustan estas capas.
¿Qué?
―Deja de cambiar el tema.
Me muevo de nuevo, ahora estoy sobre él, apoyándome en sus rodillas, mis pies a cada lado de sus caderas. Él se inclina hacia atrás con sus brazos.
―Toca ―dice sin humor. Luce nervioso, pero está tratando de esconderlo. Manteniendo mis ojos en los suyos, me acerco y deslizo mi dedo debajo de la línea del lápiz labial, a través de sus finamente esculpidos músculos abdominales. Se estremece y me detengo.
―No tengo que… ―susurro.
―No, está bien. Sólo toma un poco… de reajuste de mi parte. Nadie me ha tocado por un largo tiempo ―murmura.
―¿La señora Robinson? ―Las palabras salen espontáneamente de mi boca, y sorprendentemente, me las arreglo para mantener toda la amargura y el rencor en mi voz.
Él asiente, obviamente incómodo.
―No quiero hablar sobre ella. Agriará tu buena actitud.
―Puedo manejarlo.
―No, no puedes, ____. Te pones roja cada vez que la menciono. Mi pasado es mi pasado. Es un hecho. No puedo cambiarlo. Tengo suerte de que tú no lo tengas, porque me volvería loco que lo tuvieses.
Frunzo el ceño, pero no quiero pelear.
―¿Volverte loco? Más de lo que ya estás. ―Sonrío, esperando aligerar la atmosfera entre nosotros.
Sus labios se contraen.
―Loco por ti ―susurra.
Mi corazón se hincha de alegría.
―¿Llamo al doctor Flynn?
―No creo que eso sea necesario ―dice secamente.
Se mueve hacia atrás de esta manera está sobre sus pies. Pongo mis dedos de nuevo en su vientre y dejo que se muevan a través de su piel. Se pone rígido de nuevo.
―Me gusta tocarte. ―Mis dedos patinan hasta su ombligo después hacia el sur a lo largo de su camino de la felicidad. Sus labios se parten mientras su respiración cambia, sus ojos se oscurecen y su erección despierta y da tirones debajo de mí. Joder. Raund dos―. ¿Otra vez? ―murmuro.
Él sonríe.
―Oh sí, señorita Steele, otra vez.
¡Qué deliciosa manera de pasar la tarde de sábado! Me paro bajo la ducha, lavándome distraídamente, cuidadosa de no mojar mi cabello castaño recogido, contemplando el último par de horas. Joseph y la vainilla parecían llevarse bien.
Está revelando mucho hoy. Es asombroso, tratando de asimilar toda la información y reflexionar sobre lo aprendido: los detalles de su salario ―Whoa… es apestosamente rico, y para alguien tan joven; es simplemente extraordinario― y los expedientes que tiene sobre mí y sobre todas sus sumisas morenas. Me pregunto si están todas en ese archivador. Mi subconsciente frunce los labios y sacude la cabeza ―no vayas allí. Frunzo el ceño. ¿Sólo una rápida miradita?
Y ahí está Leila, con una pistola, potencialmente, en alguna parte, y su gusto de mierda por la música aún en su iPod. Pero aún peor, la señora Paedo Robinson, no puedo enredar mi cabeza en ella, y no quiero. No quiero que sea un espectro de cabello brillante en nuestra relación. Él está en lo correcto, me voy hasta el fondo cuando pienso en ella, así que quizás es mejor que no lo haga.
Salgo de la ducha y me seco, de repente estoy capturada por una ira inesperada. ¿Pero quién no lo haría? ¿Qué clase de persona cuerda, y normal le haría eso a un niño de quince años? ¿Cuánto ha contribuido ella a su mierda? No la entiendo. Y peor aún, él dice que ella lo ayudo. ¿Cómo?
Pienso en sus cicatrices, la física cruda encarnación de una horripilante niñez y un nauseabundo recuerdo de cicatrices mentales que debe soportar. Mi dulce, triste cincuenta sombras. Dijo cosas tan encantadoras hoy. Está loco por mí.
Mirándome reflexivamente, sonrió al recuerdo de sus palabras, mi corazón llenándose una vez más, y mi rostro se transforma en una ridícula sonrisa. Tal vez podemos hacer que esto funcione. Pero, ¿cuánto tiempo va a querer hacer esto sin tirar la mierda sobre mí, por cruzar alguna línea arbitraria?
Mi sonrisa se desvanece. Esto es lo que no sé. Esta es la sombra que cuelga entre nosotros. Peculiar mierda, sí, ¿puedo hacer eso, pero más? Mi subconsciente me mira fijamente sin comprender, por una vez sin ofrecer palabras de sabiduría sarcásticas. Regreso a mi recámara a vestirme.
Joseph está abajo alistándose, haciendo lo que sea que esté haciendo, así que tengo el cuarto para mí. También todos los vestidos en el closet, tengo cajones llenos de ropa interior nueva. Elijo un corpiño corsé negro con una etiqueta de quinientos cuarenta dólares. Tiene un acabado plateado como filigrana y la más breve de las bragas para hacer juego. A la altura del muslo medias, también, en un color natural, muy fino, pura seda. Guau… se sienten… seductoras… y algo candentes… sí.
Estoy llegando por el vestido cuando Joseph entra sin previo aviso. ¡Vaya, que podría tocar! Él está de pie inmóvil mirándome, sus ojos ambarinos brillando, hambrientos. Me pongo roja en todas partes, lo siento. Está usando una camisa blanca y unos pantalones negros que hacen juego, el cuello de su camisa está abierto. Puedo ver la línea del lápiz labial todavía en su sitio, y todavía está mirando.
―¿Puedo ayudarlo, señor Jonas? Asumo que hay otro propósito en su visita además de mirarme curiosamente.
―Estoy disfrutando mirarla embobado, gracias, señorita Steele ―murmura sombríamente, dando un paso más dentro de la habitación y absorbiéndome―. Recuérdeme enviarle una nota personal de agradecimiento a Caroline Acton.
Frunzo el ceño. ¿Quién demonios es ella?
―La compradora personal en Neiman’s ―dice, espeluznantemente respondiendo a mi pregunta no formulada.
―Oh.
―Estoy un poco distraído.
―Puedo verlo. ¿Qué quieres Joseph? ―le doy una mirada sin sentido. Él responde con una sonrisa retorcida, y saca las cosas de plata redondas como huevos de su bolsillo, deteniéndome. ¡Mierda! ¿Quiere azotarme? ¿Ahora? ¿Por qué?
―No es lo que piensas ―dice rápidamente.
―Ilumíname ―susurro.
―Pensé que podrías usar estas esta noche.
Y las implicaciones de esa oración cuelgan entre nosotros mientras la idea se hunde.
―¿Para este evento? ―Estoy sorprendida.
Él asiente lentamente, sus ojos oscureciéndose. Oh mi…
―¿Me azotarás más tarde?
―No.
Por un momento, siento una punzada fugaz de decepción. Él ríe.
―¿Quieres que lo haga?
Trago, simplemente no sé.
―Bueno, ten por seguro que no te voy a tocar de esa manera, ni siquiera si me ruegas.
Oh. Estás son noticias.
―¿Quieres jugar este juego? ―Continúa, sosteniendo las bolas―. Siempre puedes quitarlas si son demasiado.
Lo miro fijamente. Luce perversamente tentador, descuidado, cabello luego de follar, ojos oscuros que brillan con pensamientos eróticos, esa hermosamente esculpida boca, labios levantados en una sonrisa sexy y divertida.
―De acuerdo ―consiento en voz baja. ¡Sí maldita sea! Mi Diosa interior ha encontrado su voz y grita a los cuatro vientos.
―Buena chica. ―Sonríe Joseph―. Ven aquí, y te las pondré, una vez que te hayas puesto tus zapatos.
¿Mis zapatos? Me giro y veo los tacones de gamuza gris paloma que coinciden con el vestido que he elegido usar. ¡Complácelo! Ladra mi Diosa interior. Él extiende su mano para darme soporte mientras me calzo los zapatos de Christian Louboutin, un robo de tres mil doscientos noventa y cinco dólares. Debo ser al menos cinco centímetros más alta ahora.
Él me lleva a la cama y no se sienta, pero camina hacia la única silla del cuarto, tomándola, la transporta y la pone en frente de mí.
―Cuando asienta, te agachas y agarras la silla. ¿Entiendes? ―Su voz es ronca.
―Sí.
―Bien, ahora abre tu boca ―ordena, su voz aún ronca.
Hago lo que me dice, pensando que va a poner las bolas en mi boca de nuevo para lubricarlas. No, él mete su dedo.
Oh…
―Chupa ―dice, me acerco y agarro su mano, sujetándola firme y hago lo que se dijo… ven, puedo ser obediente, cuando quiero.
Sabe a jabón… mmm. Chupo con fuerza, y me siento recompensada cuando sus ojos se abren y su boca se entreabre mientras inhala. No voy a necesitar ningún lubricante a este ritmo. Él pone las bolas en mi boca mientras hago una felación a su dedo, enrollando mi lengua alrededor de él. Cuando trata de retirarlo, cierro mis dientes.
Sonríe luego agita su cabeza, amonestándome, así que lo dejo ir. Él asiente, y me agacho y agarro los lados de la silla. Mueve mis bragas a un lado y lentamente desliza un dedo dentro de mí, dando vueltas tranquilamente, así lo siento, en todas partes. No puedo evitar el gemido que escapa de mis labios.
Retira el dedo brevemente y con mucho cuidado, mete las bolas, una a la vez, empujándolas en mi interior. Una vez están en posición, pone de nuevo las bragas en su lugar y besa la parte posterior. Deslizando sus manos en cada una de mis piernas desde el tobillo hasta el muslo, suavemente besa la parte superior de cada muslo donde mis medias terminan.
―Tienes unas hermosas, muy hermosas piernas, señorita Steele ―murmura.
Poniéndose de pie, agarra mis caderas y me tira hacia él para que sienta su erección.
―Quizás te tenga así más tarde cuando lleguemos a casa, ____. Puedes ponerte de pie ahora.
Me siento mareada, más allá de despierta mientras el peso de las bolas empuja y jalan en mi interior. Inclinándose detrás de mí Joseph besa mi hombro.
―Compré estos para que los usaras en la gala del último sábado. ―Pone su brazo a mi alrededor y extiende su mano. En su palma descansa una pequeña caja roja con Cartier escrito en la tapa―. Pero me dejaste, así que nunca tuve la oportunidad de dártelos.
Oh.
―Ésta es mi segunda oportunidad ―murmura, su voz dura con un poco de emoción sin nombre. Está nervioso.
Tentativamente tomo la caja y la abro. Dentro brillan un par de pendientes de gota. Cada uno tiene cuatro diamantes, uno en la base, luego tres diamantes perfectamente espaciados colgando uno después del otro. Son hermosos, simples, y clásicos. Lo que yo escogería si me diesen alguna vez la oportunidad de comprar en Cartier.
―Son encantadores ―susurro, y porque son pendientes de segunda oportunidad, los amo―. Gracias.
Se relaja contra mí mientras la tensión deja su cuerpo, y besa de nuevo mi hombro.
―¿Usarás el vestido de satén plateado? ―pregunta.
―Sí. ¿Está bien?
―Por supuesto, te dejare alistarte. ―Sale por la puerta sin mirar atrás.
He entrado en un universo alternativo. La joven que me mira fijamente parece digna de una alfombra roja. Su vestido straples, largo hasta el suelo, de satín plateado es simplemente impresionante. Tal vez le escriba personalmente a Caroline Acton. Está ajustado y adula las pocas curvas que tengo.
Mi cabello cae en ondas suaves alrededor de mi cara, derramándose sobre mis hombros hasta mis pechos. Meto un mechón detrás de mí oreja, dejando al descubierto mi segunda opción en pendientes. Mantuve mi maquillaje al mínimo, buscando un aspecto natural. Delineador de ojos, mascara, un poco de rubor rosado y el lápiz labial de color rosa pálido.
Realmente no necesito el rubor. Estoy un poco enrojecida por el constante movimiento de las bolas de plata. Sí, van a garantizar que tenga un poco de color en las mejillas esta noche. Sacudiendo mi cabeza ante la audacia de las ideas eróticas de Joseph, me inclino a recoger mi abrigo de raso y el bolso plateado y voy en busca de mis cincuenta sombras.
Él está hablando con Taylor y otros tres hombres en el pasillo, de espaldas a mí. Sus sorpresivas expresiones de aprecio alertan a Joseph de mi presencia. Se voltea mientras me detengo y espero con torpeza.
¡Santo cielo! Se me seca la boca. Él se ve impresionante… Traje de noche negro, corbata de lazo negro y su expresión cuando me mira es de asombro. Él camina hacia mí y besa mi cabello.
―____. Te ves impresionante.
Me ruborizo ante el cumplido frente a Taylor y los otros hombres.
―¿Una copa de champán antes de irnos?
―Por favor ―murmuro, demasiado rápido.
Joseph asiente con la cabeza hacia Taylor, quien se dirige al hall de entrada con sus tres cohortes. (Unidad táctica del ejército romano)
En la gran sala, Joseph recupera una botella de champán de la nevera.
―¿Equipo de seguridad? ―pregunto.
―Protección Cercana. Están bajo el control de Taylor. Ha entrenado en eso también. ―Las manos de Joseph me acercan una copa de champán.
―Él es muy versátil.
―Sí, lo es. ―Sonríe Joseph―. Te ves hermosa, ____. Salud. ―Levanta su copa y la choca con la mía. El champán es de un pálido color rosado. Tiene un sabor deliciosamente crujiente y ligero―. ¿Cómo te sientes? ―pregunta, sus ojos se calientan.
―Muy bien, gracias. ―Sonrío dulcemente, sin dejar escapar nada, a sabiendas de que se refiere a las bolas de plata.
Él me sonríe.
―Aquí, vas a necesitar esto. ―Me entrega una bolsa de terciopelo de gran tamaño que estaba descansando en la isla de la cocina―. Ábrelo ―dice entre sorbo y sorbo de champaña. Intrigada, meto las manos en la bolsa y saco una intrincada máscara de plata con plumas azul cobalto en un penacho que corona la parte superior―. Es un baile de máscaras ―afirma con total naturalidad.
―Ya veo. ―La máscara es bella. Una cinta de plata rodea los bordes plateados y una exquisita filigrana está grabada alrededor de los ojos.
―Esto muestra tus hermosos ojos, ____.
Sonrío tímidamente.
―¿Tu llevas una?
―Por supuesto. En cierta forma son muy liberadoras ―añade, levantando una ceja y sonriendo.
Oh. Esto va a ser divertido.
―Ven. Quiero mostrarte algo. ―Tendiéndome la mano, me conduce hacia el pasillo y hacia una puerta al lado de las escaleras. La abre, revelando una gran sala de más o menos el mismo tamaño que la sala de juegos, que debe estar directamente encima de nosotros. Ésta está llena de libros. Wow, una biblioteca, cada pared repleta de piso a techo. En el centro hay una mesa de billar de tamaño completo, iluminada por una larga lámpara Tiffany en forma de prisma triangular.
―¡Tienes una biblioteca! ―rechino asombrada, abrumada por la emoción.
―Sí, la sala de bailes como Elliot llama. El apartamento es muy amplio. Me di cuenta hoy, cuando mencionaste la exploración, que nunca te llevé a recorrerlo. No tenemos tiempo ahora, pero pensé que podría mostrarte esta habitación, y tal vez retarte a un juego de billar en un futuro no muy lejano.
Le sonrío.
―Manos a la obra. ―En secreto, me abrazo a mí misma con alegría. José y yo unidos en la piscina. Hemos estado jugando durante los últimos tres años. Yo soy un as con el taco. José ha sido un buen maestro.
―¿Qué? ―pregunta Joseph, divertido.
¡Oh! Realmente debo dejar de expresar todas las emociones que siento en el instante en que las siento, me regaño.
―Nada ―le digo rápidamente.
Joseph entorna los ojos.
―Bueno, tal vez el doctor Flynn puede descubrir tus secretos. Vas a reunirte con él esta noche.
―¿El charlatán caro? ―Santa mierda.
―El mismo. Se muere por conocerte.
Joseph toma mi mano y suavemente roza su pulgar sobre mis nudillos cuando nos sentamos en la parte trasera del Audi hacia el norte. Me retuerzo y siento la sensación en la ingle. Resisto la tentación de quejarme, ya que Taylor se encuentra en la parte delantera, sin usar el iPod, con uno de los chicos de seguridad cuyo nombre creo que es Sawyer.
Estoy empezando a sentir un dolor sordo y placentero en lo profundo de mi vientre, causado por las bolas. Lentamente, me pregunto: ¿cuánto tiempo voy a ser capaz de manejarme sin un, eh… alivio? Cruzo mis piernas. Mientras lo hago, algo que ha estado apareciendo en el fondo de mi mente resurge de repente.
―¿De dónde sacaste la barra de labios? ―pregunto a Joseph en voz baja.
Él sonríe y me señala hacia el frente.
―Taylor ―modula.
Me echo a reír.
―Oh. ―Y me detengo rápidamente, las bolas.
Me muerdo el labio. Joseph me sonríe, con sus ojos brillando con malicia. Él sabe exactamente lo que está haciendo, siendo la bestia sexy que es.
―Relax ―respira―. Si es demasiado… ―Su voz se apaga y suavemente me besa los nudillos uno a la vez, chupando suavemente la punta de mi dedo meñique.
Ahora sé que él está haciendo esto a propósito. Cierro mis ojos mientras el oscuro deseo se desarrolla a través de mi cuerpo. Me rindo brevemente ante la sensación, mis músculos apretados muy dentro de mí. Oh mi…
Cuando abro los ojos otra vez, Joseph se está acercando a mí, un príncipe oscuro. Debe ser el esmoquin y la corbata de lazo, pero parece mayor, sofisticado, un devastadoramente apuesto libertino con una intención licenciosa. Él simplemente me quita el aliento. Soy su esclava sexual, y si voy a creerle, él es mío. La idea trae una sonrisa a mi cara y su sonrisa responde ciegamente.
―Entonces, ¿qué podemos esperar en este evento?
―Ah, lo de siempre ―dice Joseph despreocupadamente.
―No es habitual para mí ―le recuerdo.
Joseph sonríe con cariño y me besa la mano de nuevo.
―Mucha gente destellando su dinero. Subasta, rifas, cena, baile. Mi madre sabe cómo organizar una fiesta. ―Sonríe y por primera vez en todo el día, me permito sentirme un poco emocionada por esta fiesta.
Hay una línea de autos de lujo encabezando el camino de la mansión Jonas. Largas linternas de papel de color rosa pálido cuelgan por todo el sendero, mientras nos acercamos en el Audi, puedo ver que están en todas partes. En la luz del atardecer se ven mágicas, como si estuviésemos entrando en un reino encantado. Echo un vistazo a Joseph. Cuán apropiado para mi príncipe, y mi entusiasmo infantil florece, eclipsando todos los demás sentimientos.
―Máscaras puestas. ―Sonríe Joseph mientras se pone su sencillo antifaz negro y mi príncipe se convierte en algo más oscuro, más sensual.
Todo lo que puedo ver en su cara es su hermosa boca cincelada y su fuerte mandíbula. Santa mierda… Mi ritmo cardíaco se tambalea con sólo verlo. Me coloco mi máscara y le sonrío, ignorando el hambre profunda en mi cuerpo.
Taylor se detiene en la entrada y un ayudante abre la puerta de Joseph. Sawyer salta a abrir la mía.
―¿Lista? ―pregunta Joseph.
―Tanto como puedo estarlo.
―Te ves hermosa, ____. ―Me besa la mano y sale del coche.
Una alfombra de color verde oscuro corre a lo largo del césped a un lado de la casa, conduciéndonos hasta el impresionante terreno en la parte trasera. Joseph tiene un brazo protector a mi alrededor, apoyando su mano en mi cintura, mientras seguimos la alfombra verde con un flujo constante de la élite de Seattle, vestida con sus mejores galas y llevando toda clase de máscaras iluminadas por los faroles durante todo el camino. Dos fotógrafos invitan a posar para las fotos con el trasfondo de un árbol cubierto de hiedra.
―¡Señor Jonas! ―llama uno de los fotógrafos. Joseph asiente con la cabeza reconociéndolo y me jala más cerca mientras posamos rápidamente para una foto. ¿Cómo saben que es él? Su marca, el rebelde cabello oscuro, sin duda.
―¿Dos fotógrafos? ―le pregunto a Joseph.
―Uno de ellos es del Seattle Times y el otro es para los recuerdos. Podremos comprar una copia más tarde.
Oh, mi foto en la prensa de nuevo. Leila entra brevemente en mi mente. Así es como me encontró, posando con Joseph. La idea es inquietante, aunque es reconfortante que esté irreconocible debajo de mi máscara.
Al final de la línea, servidores vestidos de blanco sostienen bandejas llenas con copas de champán y me siento muy agradecida cuando Joseph me pasa una, me distraen efectivamente de mis pensamientos oscuros.
Nos acercamos a una gran pérgola blanca adornada con versiones más pequeñas de las linternas de papel. Debajo de ella, brilla un piso de baile de cuadros blanco y negro rodeado por una valla baja con entradas en los tres lados. En cada entrada hay dos elaboradas esculturas de hielo en forma de cisnes. El cuarto lado de la pérgola está ocupado por un escenario en el que un cuarteto de cuerda está tocando en voz baja, una pieza inquietante y etérea que no reconozco. El escenario parece establecido para una banda grande, pero no hay señales de los músicos todavía. Me imagino que esto debe ser para más adelante. Tomando mi mano, Joseph me lleva entre los cisnes a la pista de baile, donde los invitados se congregan, charlando sobre copas de champán.
Hacia la costa se encuentra una enorme carpa, abierta en el lado más cercano a nosotros, así que podemos vislumbrar las mesas y sillas dispuestas formalmente. ¡Hay tantas!
―¿Cuántas personas van a venir? ―le pregunto a Joseph, pasando por la escala de la carpa.
―Pienso que unas trescientas. Tendrías que preguntarle a mi madre. ―Me sonríe, y tal vez es porque sólo puedo ver su sonrisa iluminando su rostro, pero mi Diosa interior se desmaya.
―¡Joseph!
Una joven aparece de entre la multitud y arroja sus brazos alrededor de su cuello, e inmediatamente sé que es Mia. Está vestida con un elegante vestido de gasa, de color rosa pálido, de cuerpo entero con una impresionantemente delicada máscara Veneciana a juego. Se ve increíble. Y por un momento, me siento sumamente agradecida por el vestido que Joseph me ha dado.
―¡____! ¡Oh, querida, te ves preciosa! ―Ella me da un abrazo rápido―. Tienes que venir a conocer a mis amigas. Ninguna de ellas puede creer que por fin Joseph tiene novia.
Disparo una rápida mirada de pánico hacia Joseph, quien se encoge de hombros con un gesto de “sé que es imposible, pero he tenido que vivir con ella por años”, y deja que Mia me lleve hasta un grupo de cuatro mujeres jóvenes, con vestidos caros y peinados impecables.
Mia hace las apresuradas presentaciones. Tres de ellas son dulces y amables, pero Lily, creo que su nombre es, me mira con amargura por debajo de su máscara roja.
―Por supuesto que todas pensábamos que Joseph era gay ―dice sarcásticamente, ocultando su rencor con una gran y falsa sonrisa.
Mia le pone mala cara.
―Lily, pórtate bien. Es obvio que tiene un gusto excelente en mujeres. Estaba esperando a que llegara la correcta y ¡no eras tú!
Lily se sonrojo del mismo color que su máscara, tanto como yo. ¿Podría ser más incómodo?
―Señoritas, ¿puedo tener a mi cita de regreso, por favor? ―Serpenteando su brazo alrededor de mi cintura, Joseph me jala a su lado. Las cuatro mujeres se sonrojan, sonríen y se inquietan, su deslumbrante sonrisa haciendo lo que siempre hace. Mia me mira y rueda los ojos y tengo que reír.
―Encantada de conocerlas ―les digo mientras él me arrastra―. Gracias ―le modulo a Joseph, cuando estamos a cierta distancia.
―Vi que Lily estaba con Mia. Ella es una desagradable pieza de trabajo.
―Le gustas ―murmuro con sequedad.
Él se estremece.
―Bueno, el sentimiento no es mutuo. Ven, déjame presentarte a algunas personas.
Me paso la siguiente media hora en un torbellino de presentaciones. Me encuentro con dos actores de Hollywood, dos consejeros delegados más y varios médicos eminentes. Mierda… no hay manera de que recuerde el nombre de todos.
Joseph me mantiene cerca de su lado y estoy muy agradecida. Francamente, la riqueza, el glamour y la magnitud del fastuoso evento me intimida. Nunca he estado en algo como esto en mi vida.
Los servidores vestidos de blanco se mueven sin esfuerzo a través de la creciente multitud de invitados con botellas de champán, reponiendo mi vaso con una regularidad preocupante. No debo beber demasiado. No debo beber demasiado, me repito, pero estoy empezando a sentirme mareada y no sé si es el champán, la atmósfera cargada de misterio y emoción creada por las máscaras, o las bolas de plata secretas. El dolor sordo debajo de la cintura se está convirtiendo en algo imposible de ignorar.
―¿Así que usted trabaja en el SIP? ―pregunta un señor calvo en una máscara de medio-oso, ¿o es un perro?―. He oído rumores de una adquisición hostil.
Me ruborizo. Hay una adquisición hostil de un hombre que tiene más dinero que sentido común y es un acosador por excelencia.
―Sólo soy un asistente de bajo nivel, Sr. Eccles. No sé nada de esas cosas.
Joseph no dice nada y sonríe con suavidad hacia Eccles.
―¡Señoras y señores! ―El maestro de ceremonias, vistiendo una impresionante máscara de arlequín en blanco y negro, nos interrumpe―. Por favor, tomen asiento. La cena está servida.
Joseph toma mi mano y seguimos a la ruidosa multitud hacia la gran carpa.
El interior es impresionante. Tres enormes, achatados candelabros arrojan destellos multicolores sobre el forro de seda de marfil que reviste el techo y paredes. Debe haber por lo menos treinta mesas, y me recuerdan al comedor privado de los Heathman, vasos de cristal, telas de lino blanco que cubren las mesas y sillas, y en el centro, una pantalla exquisita de peonías rosadas pálidas que se reúnen alrededor de un candelabro de plata. Envuelta en gasas de seda junto a él esta una cesta de golosinas.
Joseph consulta el plano de la sala y me lleva a una mesa en el centro. Mia y Grace ya están en el lugar, enfrascadas en una conversación con un joven que no conozco. Grace está usando un vestido verde menta brillante con una máscara veneciana para combinar. Ella se ve radiante, para nada estresada, y me saluda cordialmente.
―____, ¡qué encantador volverte a ver! Y luciendo tan hermosa, también.
―Mamá ―la saluda Joseph con rigidez y la besa en ambas mejillas.
―Oh, Joseph, ¡tan formal! ―Ella lo regaña bromeando.
Los padres de Grace, el Sr. y la Sra. Miller, se unen a nuestra mesa. Lucen exuberantes y juveniles, aunque es difícil decir por debajo de sus máscaras de bronce a juego. Ellos están encantados de ver a Joseph.
―Abuelo, abuela, ¿les puedo presentar a ____ Steele?
La señora Miller estalla sobre mí como una erupción.
―¡Oh, hasta que finalmente has encontrado a alguien! ¡Qué maravilloso y es tan bella! Bueno, espero que hagas de él un hombre de bien ―dice a borbotones, estrechando mi mano.
¡Santo cielo! Doy las gracias a los cielos por mi máscara.
―Madre, no avergüences a ____. ―Grace viene a mi rescate.
―No hagas caso de la focha vieja tonta, querida. ―El Sr. Miller estrecha mi mano―. Piensa que como es tan vieja, tiene el derecho divino de decir cualquier tontería que se le venga a esa confusa cabeza de ella.
―____, está es mi cita, Sean. ―Mia presenta con timidez a su joven. Él me da una sonrisa maliciosa, y sus ojos marrones danzan con diversión a medida que nos damos la mano.
―Encantada de conocerte, Sean.
Joseph estrecha la mano de Sean mientras lo considera astutamente. No me digas que la pobre Mia sufre por su hermano dominante, también. Le sonrío a Mia con simpatía.
Lance y Janine, los amigos de Grace, son los últimos en llegar a nuestra mesa, pero todavía no hay señales del Sr. Jonas.
De pronto, hay un chiflido en el micrófono, y la voz del Sr. Jonas resuena a través de los altavoces, provocando que la algarabía de voces se apague. Carrick se para en un pequeño escenario en un extremo de la carpa, llevando una impresionante máscara dorada de Polichinela.
―Bienvenidos, damas y caballeros, a nuestro baile de caridad anual. Espero que ustedes disfruten de lo que hemos dispuesto para ustedes esta noche y que busquen en lo profundo de sus bolsillos para apoyar el trabajo fantástico que nuestro equipo hace con Coping Together. Como ustedes saben, es una causa que es muy cercana al corazón de mi esposa, y al mío.
Veo disimuladamente con nerviosismo a Joseph, quien veía impasible, creo, al escenario. Me mira y sonríe.
―Les dejo ahora con nuestro maestro de ceremonias. Por favor, siéntense y disfruten ―termina Carrick.
Un cortés aplauso sigue, entonces la algarabía en la tienda comienza de nuevo. Estoy sentada entre Joseph y su abuelo. Admiro la pequeña tarjeta blanca a cabo con fina caligrafía plateada que lleva mi nombre mientras el camarero enciende las luces de los candelabros con una vela larga. Carrick se une a nosotros, besándome en ambas mejillas, sorprendiéndome.
―Un placer verte de nuevo, ____ ―murmura. Realmente se ve muy llamativo en su extraordinaria máscara de oro.
―Señoras y señores, por favor, nombren a un jefe de mesa ―dice el maestro de ceremonia en voz alta.
―Oooh, ¡yo, yo! ―dice Mia inmediatamente, saltando con entusiasmo en su asiento.
―En el centro de la mesa se encuentra un sobre ―continua el MC―. Donde todos podrán pedir, robar o pedir prestado un billete de la más alta denominación que puedan manejar, escriben su nombre en él, y lo colocan dentro del sobre. Los jefes de mesa, por favor, guardan los sobres con cuidado. Vamos a necesitarlos más adelante.
Maldición. No he traído nada de dinero conmigo. ¡Cuán estúpida… es un evento de caridad!
Alcanzando su cartera, Joseph saca dos billetes de cien.
―Aquí tienes ―dice.
¿Qué?
―Te pagaré ―susurro.
Su boca se tuerce un poco, y sé que él no está feliz, pero no comenta. Yo firmo con mi nombre usando la pluma, es negra, con un adorno de flor blanca en la tapa, y Mia pasa a la ronda del sobre.
Frente a mí encuentro otra tarjeta con caligrafía plateada, nuestro menú.
Bueno, lo que explica el número de vasos de cristal en todos los tamaños que apiñan mi lugar. Nuestro camarero está de vuelta, ofreciendo vino y agua. Detrás de mí, los lados de la carpa a través del cual entramos se están cerrando, mientras que en la parte delantera, dos servidores retiran las telas, dejando al descubierto el atardecer sobre Seattle y la bahía de Meydenbauer. Es una vista absolutamente impresionante, las luces parpadeantes de Seattle en la distancia y la anaranjada calma oscura de la bahía que refleja el cielo ópalo. Wow. Es tan tranquilo y pacífico.
Diez servidores, cada uno con un plato, vienen a interponerse entre nosotros. En una señal silenciosa, nos sirven nuestras entradas en completa sincronización, luego desaparecen de nuevo. El salmón se ve delicioso, y me doy cuenta estoy muerta de hambre.
―¿Hambrienta? ―murmura Joseph para que solo yo pueda oírlo. Sé que no se está refiriendo a la comida, y el músculo en lo profundo de mi vientre responde.
―Mucho ―susurro, audazmente encontrándome con su mirada, y los labios de Joseph se separan mientras inhala.
¡Ja! Ves… los dos podemos jugar este juego.
El abuelo de Joseph me involucra en la conversación inmediatamente. Es un hombre mayor maravilloso, muy orgulloso de su hija y sus tres hijos. Es extraño pensar en Joseph como en un niño. El recuerdo de las cicatrices de sus quemaduras viene espontáneamente a mi mente, pero rápidamente se anulan. No quiero pensar en eso ahora, sin embargo, irónicamente, es la razón detrás de esta fiesta.
Deseo que Kate este aquí con Elliot. Encajaría tan bien, el gran número de tenedores y cuchillos dispuestos frente a ella no intimidarían a Kate, ella regiría la mesa. Me la imagino enzarzada en combate con Mia sobre quién debería ser el jefe de mesa. La idea me hace sonreír.
La conversación en la mesa va de acá para allá. Mia está entretenida, como de costumbre, y casi eclipsa al pobre Sean, que en su mayoría se queda callado como yo. La abuela de Joseph es la más vocal. También tiene un sentido del humor mordaz, por lo general a expensas de su marido. Empiezo a sentir un poco de lástima por el Sr. Miller.
Joseph y Lance hablan animadamente de un dispositivo de la compañía de Joseph que se está desarrollando, inspirado por el principio de Schumacher Pequeño es Bello. Es difícil mantener el ritmo. Joseph parece decidido a empoderar a las comunidades pobres de todo el mundo con dispositivos de tecnología eólica hasta que no necesiten electricidad ni baterías y un mantenimiento mínimo.
Verlo en pleno desarrollo es asombroso. Él es apasionado y está comprometido a mejorar las vidas de los menos afortunados. A través de su compañía de telecomunicaciones, que es la intención de ser el primero en comercializar un teléfono móvil de viento.
Wow. No tenía ni idea. Quiero decir que sabía acerca de su pasión por alimentar al mundo, pero esto…
Lance parece incapaz de comprender el plan de Joseph de regalar la tecnología y no patentarla. Me pregunto vagamente cómo Joseph hace todo su dinero si está tan dispuesto a echarlo todo por la borda.
A lo largo de la cena un flujo constante de hombres vestidos con elegantes trajes de gala a la medida y máscaras oscuras pasan por la mesa, dispuesto a conocer a Joseph, estrechan su mano, e intercambian bromas. Me presenta a algunos y a otros no. Me intriga saber cómo y por qué hace la distinción.
Durante una conversación, Mia se inclina y sonríe.
―____, ¿ayudarás en la subasta?
―Por supuesto ―respondo demasiado dispuesta.
Para el momento en que el postre es servido, la noche ha caído, y me siento verdaderamente incómoda. Tengo que deshacerme de las bolas. Antes de que pueda retirarme, el maestro de ceremonias aparece en nuestra mesa, y con él, si no estoy confundida, la señorita Coletas Europea.
¿Cuál es su nombre? Hansel, Gretel… Gretchen.
Está enmascarada por supuesto, pero sé que es ella cuando su mirada no se aparta de Joseph. Se sonroja, y egoístamente estoy contenta de que Joseph no la reconoce en absoluto.
El MC pregunta por nuestro sobre con un ademán muy practicado y elocuente, le pide a Grace que saque el billete ganador. Es el de Sean, y la cesta de seda forrada se le entrega a él. Aplaudo con cortesía, pero me resulta imposible concentrarme en nada más de las actuaciones.
―Si me disculpas ―le murmuro a Joseph.
Me mira fijamente.
―¿Necesitas el baño?
Asiento.
―Te lo mostraré ―dice misteriosamente.
Cuando estoy de pie, todos los otros hombres de la mesa se paran conmigo. Oh, qué estilo.
―¡No, Joseph! No vas a llevar a ____... yo lo haré.
Mia está de pie antes de que Joseph pueda protestar. Su mandíbula se tensa, sé que él no está contento. Francamente, tampoco lo estoy. Tenía… necesidades. Me encojo de hombros en tono de disculpas hacia él, y se sienta rápidamente, resignado.
A nuestro regreso, me siento un poco mejor, aunque el alivio de la eliminación de las bolas no ha sido tan instantáneo como esperaba. Ahora están escondidas de forma segura en mi monedero.
¿Por qué creí que podría durar toda la noche? Todavía estoy anhelando… tal vez pueda persuadir a Joseph que me llevé a la casa bote después. Me quito el pensamiento y lo miro mientras tomo mi asiento. Se me queda mirando, el fantasma de una sonrisa cruza sus labios. Vaya… ya no está enojado por la oportunidad perdida, aunque tal vez yo lo estoy. Me siento frustrada, incluso irritable. Joseph me aprieta la mano, y ambos escuchamos atentamente a Carrick, quien está de regreso en el escenario hablando de Coping Together. Joseph me pasa otra carta, una lista de los premios de la subasta. Yo la escaneo rápidamente.
Santa mierda. Parpadeo hacia Joseph.
―¿Tienes una propiedad en Aspen? ―Un silbido. La subasta está en marcha, y tengo que mantener la voz baja.
Él asiente con la cabeza, sorprendido por mi arrebato y se irrita, me parece. Pone su dedo sobre los labios para hacerme callar.
―¿Dónde más tienes propiedades? ―susurro. Él asiente de nuevo e inclina su cabeza hacia un lado en advertencia.
La sala entera estalla en vítores y aplausos, uno de los premios se ha ido por doce mil dólares.
―Te diré luego ―dice Joseph silenciosamente―. Quería ir contigo ―añade más bien de mala gana.
Bueno, no lo hiciste. Hago puchero y me doy cuenta que sigo siendo quejumbrosa, y sin duda, es el efecto de frustración de las bolas. Mi estado de ánimo se oscurece después de ver a la señora Robinson en la lista de donantes generosos. Echo un vistazo alrededor de la carpa para ver si puedo detectarla, pero no puedo ver su característico pelo. Sin duda, Joseph me hubiera advertido si fuese invitada esta noche. Me siento y me resigno, aplaudiendo cuando es necesario, ya que cada lote se vende por cantidades asombrosas de dinero.
La subasta se pasa al lugar de Joseph en Aspen y llega a veinte mil dólares.
―A la una, a las dos ―dice el MC.
Y no sé lo que me posee, pero de repente escucho mi propia voz resonando claramente por encima de la multitud.
―¡Veinticuatro mil dólares!
Todas las máscaras en la mesa se vuelven hacia mí con asombro sorprendidas, la mayor reacción de todos ellos procedente a mi lado. Oigo su ingesta aguda de respiración y siento su ira sobrepasándome como un maremoto.
―¡Veinticuatro mil dólares, a la adorable chica de plateado! A la una, a las dos… ¡Vendido!
―Quiero sentirte ―dice ávidamente contra mi boca mientras sus manos se ponen detrás de mí para desabrochar mi sostén. En un rápido movimiento, lo quita y lo pone a un lado.
Me recuesta de nuevo en la cama, presionándome contra el colchón, su boca y su mano se mueven hasta mis pechos. Mis dedos se curvan en su cabello y él toma uno de mis pezones entre sus labios y lo aprieta con fuerza.
Grito mientras la situación se desliza a través de mi cuerpo, pinchazos, y apretones por todos los músculos alrededor de mi ingle.
―Sí nena, déjame escucharte ―murmura contra mi sobrecalentada piel.
Hombre, lo quiero dentro de mí ahora. Con su boca, juega con mi pezón, jalándolo, haciéndome retorcerme y suspirar por él. Siento su anhelo mesclado con… ¿qué? Veneración. Es como si me estuviese adorando. Me toma el cabello con los dedos, mi pezón poniéndose duro y alargándose bajo su hábil toque. Su mano se mueve hasta mis vaqueros, y hábilmente suelta el botón, baja el cierre, y desliza su mano entre mis bragas, deslizando sus dedos contra mi sexo. Su aliento sisea mientras sus dedos se deslizan en mi interior. Empujo mi pelvis contra el talón de su mano y él responde frotándose contra mí.
―Oh nena ―dice en un respiro, mientras se cierne sobre mí, mirándome atentamente―. Estás tan mojada. ―Su voz está llena de maravilla.
―Te deseo ―murmuro.
Su boca se une de nuevo con la mía, y siento su hambrienta desesperación, su necesidad de mí. Esto es nuevo ―nunca ha sido así excepto cuando regresé de Georgia― y sus palabras del principio vuelven a mí. Necesito saber que estamos bien. Ésta es la única manera que conozco.
El pensamiento me lo aclara todo. Saber que tengo tal efecto en él, que puedo ofrecerle tanto consuelo, haciendo esto, mi Diosa interior ronronea con puro placer. Él se sienta, toma el dobladillo de mis pantalones, y los jala, seguidos de mis bragas. Manteniendo sus ojos en mí, se pone de pie, saca un paquete de aluminio de su bolsillo y me lo lanza, luego se quita los pantalones y sus bóxers en un rápido movimiento. Rasgo el paquete con avidez, y cuando él se acuesta de nuevo a mi lado, lentamente deslizo el condón en él. Toma mis dos manos y se pone sobre su espalda.
―Tú, arriba ―ordena, me pone a horcajadas sobre él―. Quiero verte.
Oh.
Me guía, y dudando me deslizo sobre él. Cierra sus ojos y flexiona sus caderas para encontrarme, llenándome, extendiéndose, su boca formando una perfecta O cuando exhala. Oh, eso se siente tan bien, poseyéndolo, poseyéndome. Toma mis manos, y no sé si es para estabilizarme o para evitar que lo toque a pesar de todo ya tengo asegurado el camino.
―Te sientes muy bien ―murmura.
Me levanto de nuevo con el poder que tengo sobre él, mirando a Joseph Jonas, poco a poco desmoronándose debajo de mí. Suelta mis manos y toma mis caderas, y pongo mis manos en sus brazos, se mete dentro de mí bruscamente, haciéndome gritar.
―Así es, nena, siénteme ―dice su voz tensa.
Tiro mi cabeza hacia atrás y hago exactamente eso. Esto es lo que hace tan bien.
Me muevo ―luchando contra su ritmo en perfecta simetría― entumeciendo toda idea y razón. Sólo soy sensación perdida en este hoyo de placer. Arriba abajo… una y otra vez… oh sí… Abriendo mis ojos, bajo la mirada directamente hacia él, mi respiración irregular, me está regresando la mirada, ojos ardiendo.
―Mi ____ ―articula.
―Sí ―digo en tono áspero―. Siempre.
Él gime con fuerza, cerrando de nuevo sus ojos, tirando su cabeza hacia atrás. Oh mi… ver a Joseph desecho es suficiente para sellar mi destino, y me vengo de manera audible, agotadoramente, girando hacia arriba y alrededor, y colapso sobre él.
―Oh nena ―gime cuando encuentra su liberación, sosteniéndome inmóvil y dejándose ir.
Mi cabeza está en su pecho en la zona de acceso prohibido, mi mejilla contra el ligero vello en su esternón. Estoy jadeando, candente, y resisto la urgencia de fruncir mis labios y besarlo. Simplemente me acuesto sobre él, recuperando mi aliento. Él alisa mi cabello, y su mano se desliza por mi espalda, acariciándome mientras tranquiliza su aliento.
―Eres tan hermosa.
Alzo mi cabeza para mirarlo, mi expresión es escéptica. Él frunce el ceño a modo de respuesta y se sienta rápidamente, tomándome por sorpresa, su brazo deslizándose para mantenerme en el lugar. Me agarro de sus bíceps cuando estamos cara a cara.
―Tú. Eres. Hermosa ―dice de nuevo, su tono enfático.
―Y tú eres maravillosamente dulce a veces. ―Lo beso suavemente.
Me levanta y me deja a un lado. Me estremezco cuando lo hace. Inclinándose, me besa suavemente.
―No tienes idea de cuán atractiva eres, ¿cierto?
Me sonrojo. ¿A dónde va con esto?
―Todos esos chicos persiguiéndote, ¿no es suficiente para una pista?
―¿Chicos? ¿Qué chicos?
―¿Quieres la lista? ―Joseph frunce el ceño―. El fotógrafo, está loco por ti, ese chico en la ferreteria, tu jefe ―añade amargamente.
―Oh, Joseph, eso no es cierto.
―Créeme. Les gustas. Quieren lo que es mío. ―Me acerca a él, y reposo mis brazos en sus hombros, mis manos en su cabello, mirándolo entretenidamente―. Mía ―repite, sus ojos brillando posesivamente.
―Sí, tuya ―le aseguro, sonriendo. Luce apaciguado, y me siento perfectamente cómoda desnuda sobre su regazo en una cama bajo la luz de un sábado por la tarde. ¿Quién lo habría pensado? Las marcas de lápiz labial permanecen en su cuerpo exquisito. Noto algunas manchas en la funda nórdica, y me pregunto si la señora Jones las notara―. La línea aún está intacta ―murmuro, con valentía remonto la marca en su hombro con mi dedo índice. Él se pone rígido, parpadeando de repente―. Quiero seguir explorando.
Me mira escépticamente.
―¿El apartamento?
―No. Estaba pensando en el mapa del tesoro que había dibujado para ti. ―Mis dedos pican por tocarlo.
Sus cejas se alzan en sorpresa, y parpadea inseguro. Froto mi nariz contra la suya.
―¿Y que implicaría exactamente eso, señorita Steele?
Alzo mi mano de su hombro y deslizo mis yemas en su cara.
―Quiero tocarte en todos los lugares que me están permitidos.
Joseph atrapa mi dedo índice en sus dientes, mordiéndolo suavemente.
―Au ―protesto y sonríe, un suave gruñido saliendo de su garganta.
―De acuerdo ―dice, soltando mi dedo, pero su voz está mezclada con aprensión―. Espera. ―Se acuesta a mi lado, alzándome de nuevo, y se quita el condón, dejándolo caer sin fijarse en el suelo al lado de la cama―. Odio esas cosas. Tengo muchas ganas de llamar a la doctora Greene para que te ponga una inyección.
―¿Crees que la mejor ginecóloga en Seattle simplemente va a venir corriendo?
―Puedo ser muy persuasivo ―murmura, poniendo mi cabello detrás de mí oreja―. Franco ha hecho un gran trabajo con tu cabello. Me gustan estas capas.
¿Qué?
―Deja de cambiar el tema.
Me muevo de nuevo, ahora estoy sobre él, apoyándome en sus rodillas, mis pies a cada lado de sus caderas. Él se inclina hacia atrás con sus brazos.
―Toca ―dice sin humor. Luce nervioso, pero está tratando de esconderlo. Manteniendo mis ojos en los suyos, me acerco y deslizo mi dedo debajo de la línea del lápiz labial, a través de sus finamente esculpidos músculos abdominales. Se estremece y me detengo.
―No tengo que… ―susurro.
―No, está bien. Sólo toma un poco… de reajuste de mi parte. Nadie me ha tocado por un largo tiempo ―murmura.
―¿La señora Robinson? ―Las palabras salen espontáneamente de mi boca, y sorprendentemente, me las arreglo para mantener toda la amargura y el rencor en mi voz.
Él asiente, obviamente incómodo.
―No quiero hablar sobre ella. Agriará tu buena actitud.
―Puedo manejarlo.
―No, no puedes, ____. Te pones roja cada vez que la menciono. Mi pasado es mi pasado. Es un hecho. No puedo cambiarlo. Tengo suerte de que tú no lo tengas, porque me volvería loco que lo tuvieses.
Frunzo el ceño, pero no quiero pelear.
―¿Volverte loco? Más de lo que ya estás. ―Sonrío, esperando aligerar la atmosfera entre nosotros.
Sus labios se contraen.
―Loco por ti ―susurra.
Mi corazón se hincha de alegría.
―¿Llamo al doctor Flynn?
―No creo que eso sea necesario ―dice secamente.
Se mueve hacia atrás de esta manera está sobre sus pies. Pongo mis dedos de nuevo en su vientre y dejo que se muevan a través de su piel. Se pone rígido de nuevo.
―Me gusta tocarte. ―Mis dedos patinan hasta su ombligo después hacia el sur a lo largo de su camino de la felicidad. Sus labios se parten mientras su respiración cambia, sus ojos se oscurecen y su erección despierta y da tirones debajo de mí. Joder. Raund dos―. ¿Otra vez? ―murmuro.
Él sonríe.
―Oh sí, señorita Steele, otra vez.
¡Qué deliciosa manera de pasar la tarde de sábado! Me paro bajo la ducha, lavándome distraídamente, cuidadosa de no mojar mi cabello castaño recogido, contemplando el último par de horas. Joseph y la vainilla parecían llevarse bien.
Está revelando mucho hoy. Es asombroso, tratando de asimilar toda la información y reflexionar sobre lo aprendido: los detalles de su salario ―Whoa… es apestosamente rico, y para alguien tan joven; es simplemente extraordinario― y los expedientes que tiene sobre mí y sobre todas sus sumisas morenas. Me pregunto si están todas en ese archivador. Mi subconsciente frunce los labios y sacude la cabeza ―no vayas allí. Frunzo el ceño. ¿Sólo una rápida miradita?
Y ahí está Leila, con una pistola, potencialmente, en alguna parte, y su gusto de mierda por la música aún en su iPod. Pero aún peor, la señora Paedo Robinson, no puedo enredar mi cabeza en ella, y no quiero. No quiero que sea un espectro de cabello brillante en nuestra relación. Él está en lo correcto, me voy hasta el fondo cuando pienso en ella, así que quizás es mejor que no lo haga.
Salgo de la ducha y me seco, de repente estoy capturada por una ira inesperada. ¿Pero quién no lo haría? ¿Qué clase de persona cuerda, y normal le haría eso a un niño de quince años? ¿Cuánto ha contribuido ella a su mierda? No la entiendo. Y peor aún, él dice que ella lo ayudo. ¿Cómo?
Pienso en sus cicatrices, la física cruda encarnación de una horripilante niñez y un nauseabundo recuerdo de cicatrices mentales que debe soportar. Mi dulce, triste cincuenta sombras. Dijo cosas tan encantadoras hoy. Está loco por mí.
Mirándome reflexivamente, sonrió al recuerdo de sus palabras, mi corazón llenándose una vez más, y mi rostro se transforma en una ridícula sonrisa. Tal vez podemos hacer que esto funcione. Pero, ¿cuánto tiempo va a querer hacer esto sin tirar la mierda sobre mí, por cruzar alguna línea arbitraria?
Mi sonrisa se desvanece. Esto es lo que no sé. Esta es la sombra que cuelga entre nosotros. Peculiar mierda, sí, ¿puedo hacer eso, pero más? Mi subconsciente me mira fijamente sin comprender, por una vez sin ofrecer palabras de sabiduría sarcásticas. Regreso a mi recámara a vestirme.
Joseph está abajo alistándose, haciendo lo que sea que esté haciendo, así que tengo el cuarto para mí. También todos los vestidos en el closet, tengo cajones llenos de ropa interior nueva. Elijo un corpiño corsé negro con una etiqueta de quinientos cuarenta dólares. Tiene un acabado plateado como filigrana y la más breve de las bragas para hacer juego. A la altura del muslo medias, también, en un color natural, muy fino, pura seda. Guau… se sienten… seductoras… y algo candentes… sí.
Estoy llegando por el vestido cuando Joseph entra sin previo aviso. ¡Vaya, que podría tocar! Él está de pie inmóvil mirándome, sus ojos ambarinos brillando, hambrientos. Me pongo roja en todas partes, lo siento. Está usando una camisa blanca y unos pantalones negros que hacen juego, el cuello de su camisa está abierto. Puedo ver la línea del lápiz labial todavía en su sitio, y todavía está mirando.
―¿Puedo ayudarlo, señor Jonas? Asumo que hay otro propósito en su visita además de mirarme curiosamente.
―Estoy disfrutando mirarla embobado, gracias, señorita Steele ―murmura sombríamente, dando un paso más dentro de la habitación y absorbiéndome―. Recuérdeme enviarle una nota personal de agradecimiento a Caroline Acton.
Frunzo el ceño. ¿Quién demonios es ella?
―La compradora personal en Neiman’s ―dice, espeluznantemente respondiendo a mi pregunta no formulada.
―Oh.
―Estoy un poco distraído.
―Puedo verlo. ¿Qué quieres Joseph? ―le doy una mirada sin sentido. Él responde con una sonrisa retorcida, y saca las cosas de plata redondas como huevos de su bolsillo, deteniéndome. ¡Mierda! ¿Quiere azotarme? ¿Ahora? ¿Por qué?
―No es lo que piensas ―dice rápidamente.
―Ilumíname ―susurro.
―Pensé que podrías usar estas esta noche.
Y las implicaciones de esa oración cuelgan entre nosotros mientras la idea se hunde.
―¿Para este evento? ―Estoy sorprendida.
Él asiente lentamente, sus ojos oscureciéndose. Oh mi…
―¿Me azotarás más tarde?
―No.
Por un momento, siento una punzada fugaz de decepción. Él ríe.
―¿Quieres que lo haga?
Trago, simplemente no sé.
―Bueno, ten por seguro que no te voy a tocar de esa manera, ni siquiera si me ruegas.
Oh. Estás son noticias.
―¿Quieres jugar este juego? ―Continúa, sosteniendo las bolas―. Siempre puedes quitarlas si son demasiado.
Lo miro fijamente. Luce perversamente tentador, descuidado, cabello luego de follar, ojos oscuros que brillan con pensamientos eróticos, esa hermosamente esculpida boca, labios levantados en una sonrisa sexy y divertida.
―De acuerdo ―consiento en voz baja. ¡Sí maldita sea! Mi Diosa interior ha encontrado su voz y grita a los cuatro vientos.
―Buena chica. ―Sonríe Joseph―. Ven aquí, y te las pondré, una vez que te hayas puesto tus zapatos.
¿Mis zapatos? Me giro y veo los tacones de gamuza gris paloma que coinciden con el vestido que he elegido usar. ¡Complácelo! Ladra mi Diosa interior. Él extiende su mano para darme soporte mientras me calzo los zapatos de Christian Louboutin, un robo de tres mil doscientos noventa y cinco dólares. Debo ser al menos cinco centímetros más alta ahora.
Él me lleva a la cama y no se sienta, pero camina hacia la única silla del cuarto, tomándola, la transporta y la pone en frente de mí.
―Cuando asienta, te agachas y agarras la silla. ¿Entiendes? ―Su voz es ronca.
―Sí.
―Bien, ahora abre tu boca ―ordena, su voz aún ronca.
Hago lo que me dice, pensando que va a poner las bolas en mi boca de nuevo para lubricarlas. No, él mete su dedo.
Oh…
―Chupa ―dice, me acerco y agarro su mano, sujetándola firme y hago lo que se dijo… ven, puedo ser obediente, cuando quiero.
Sabe a jabón… mmm. Chupo con fuerza, y me siento recompensada cuando sus ojos se abren y su boca se entreabre mientras inhala. No voy a necesitar ningún lubricante a este ritmo. Él pone las bolas en mi boca mientras hago una felación a su dedo, enrollando mi lengua alrededor de él. Cuando trata de retirarlo, cierro mis dientes.
Sonríe luego agita su cabeza, amonestándome, así que lo dejo ir. Él asiente, y me agacho y agarro los lados de la silla. Mueve mis bragas a un lado y lentamente desliza un dedo dentro de mí, dando vueltas tranquilamente, así lo siento, en todas partes. No puedo evitar el gemido que escapa de mis labios.
Retira el dedo brevemente y con mucho cuidado, mete las bolas, una a la vez, empujándolas en mi interior. Una vez están en posición, pone de nuevo las bragas en su lugar y besa la parte posterior. Deslizando sus manos en cada una de mis piernas desde el tobillo hasta el muslo, suavemente besa la parte superior de cada muslo donde mis medias terminan.
―Tienes unas hermosas, muy hermosas piernas, señorita Steele ―murmura.
Poniéndose de pie, agarra mis caderas y me tira hacia él para que sienta su erección.
―Quizás te tenga así más tarde cuando lleguemos a casa, ____. Puedes ponerte de pie ahora.
Me siento mareada, más allá de despierta mientras el peso de las bolas empuja y jalan en mi interior. Inclinándose detrás de mí Joseph besa mi hombro.
―Compré estos para que los usaras en la gala del último sábado. ―Pone su brazo a mi alrededor y extiende su mano. En su palma descansa una pequeña caja roja con Cartier escrito en la tapa―. Pero me dejaste, así que nunca tuve la oportunidad de dártelos.
Oh.
―Ésta es mi segunda oportunidad ―murmura, su voz dura con un poco de emoción sin nombre. Está nervioso.
Tentativamente tomo la caja y la abro. Dentro brillan un par de pendientes de gota. Cada uno tiene cuatro diamantes, uno en la base, luego tres diamantes perfectamente espaciados colgando uno después del otro. Son hermosos, simples, y clásicos. Lo que yo escogería si me diesen alguna vez la oportunidad de comprar en Cartier.
―Son encantadores ―susurro, y porque son pendientes de segunda oportunidad, los amo―. Gracias.
Se relaja contra mí mientras la tensión deja su cuerpo, y besa de nuevo mi hombro.
―¿Usarás el vestido de satén plateado? ―pregunta.
―Sí. ¿Está bien?
―Por supuesto, te dejare alistarte. ―Sale por la puerta sin mirar atrás.
He entrado en un universo alternativo. La joven que me mira fijamente parece digna de una alfombra roja. Su vestido straples, largo hasta el suelo, de satín plateado es simplemente impresionante. Tal vez le escriba personalmente a Caroline Acton. Está ajustado y adula las pocas curvas que tengo.
Mi cabello cae en ondas suaves alrededor de mi cara, derramándose sobre mis hombros hasta mis pechos. Meto un mechón detrás de mí oreja, dejando al descubierto mi segunda opción en pendientes. Mantuve mi maquillaje al mínimo, buscando un aspecto natural. Delineador de ojos, mascara, un poco de rubor rosado y el lápiz labial de color rosa pálido.
Realmente no necesito el rubor. Estoy un poco enrojecida por el constante movimiento de las bolas de plata. Sí, van a garantizar que tenga un poco de color en las mejillas esta noche. Sacudiendo mi cabeza ante la audacia de las ideas eróticas de Joseph, me inclino a recoger mi abrigo de raso y el bolso plateado y voy en busca de mis cincuenta sombras.
Él está hablando con Taylor y otros tres hombres en el pasillo, de espaldas a mí. Sus sorpresivas expresiones de aprecio alertan a Joseph de mi presencia. Se voltea mientras me detengo y espero con torpeza.
¡Santo cielo! Se me seca la boca. Él se ve impresionante… Traje de noche negro, corbata de lazo negro y su expresión cuando me mira es de asombro. Él camina hacia mí y besa mi cabello.
―____. Te ves impresionante.
Me ruborizo ante el cumplido frente a Taylor y los otros hombres.
―¿Una copa de champán antes de irnos?
―Por favor ―murmuro, demasiado rápido.
Joseph asiente con la cabeza hacia Taylor, quien se dirige al hall de entrada con sus tres cohortes. (Unidad táctica del ejército romano)
En la gran sala, Joseph recupera una botella de champán de la nevera.
―¿Equipo de seguridad? ―pregunto.
―Protección Cercana. Están bajo el control de Taylor. Ha entrenado en eso también. ―Las manos de Joseph me acercan una copa de champán.
―Él es muy versátil.
―Sí, lo es. ―Sonríe Joseph―. Te ves hermosa, ____. Salud. ―Levanta su copa y la choca con la mía. El champán es de un pálido color rosado. Tiene un sabor deliciosamente crujiente y ligero―. ¿Cómo te sientes? ―pregunta, sus ojos se calientan.
―Muy bien, gracias. ―Sonrío dulcemente, sin dejar escapar nada, a sabiendas de que se refiere a las bolas de plata.
Él me sonríe.
―Aquí, vas a necesitar esto. ―Me entrega una bolsa de terciopelo de gran tamaño que estaba descansando en la isla de la cocina―. Ábrelo ―dice entre sorbo y sorbo de champaña. Intrigada, meto las manos en la bolsa y saco una intrincada máscara de plata con plumas azul cobalto en un penacho que corona la parte superior―. Es un baile de máscaras ―afirma con total naturalidad.
―Ya veo. ―La máscara es bella. Una cinta de plata rodea los bordes plateados y una exquisita filigrana está grabada alrededor de los ojos.
―Esto muestra tus hermosos ojos, ____.
Sonrío tímidamente.
―¿Tu llevas una?
―Por supuesto. En cierta forma son muy liberadoras ―añade, levantando una ceja y sonriendo.
Oh. Esto va a ser divertido.
―Ven. Quiero mostrarte algo. ―Tendiéndome la mano, me conduce hacia el pasillo y hacia una puerta al lado de las escaleras. La abre, revelando una gran sala de más o menos el mismo tamaño que la sala de juegos, que debe estar directamente encima de nosotros. Ésta está llena de libros. Wow, una biblioteca, cada pared repleta de piso a techo. En el centro hay una mesa de billar de tamaño completo, iluminada por una larga lámpara Tiffany en forma de prisma triangular.
―¡Tienes una biblioteca! ―rechino asombrada, abrumada por la emoción.
―Sí, la sala de bailes como Elliot llama. El apartamento es muy amplio. Me di cuenta hoy, cuando mencionaste la exploración, que nunca te llevé a recorrerlo. No tenemos tiempo ahora, pero pensé que podría mostrarte esta habitación, y tal vez retarte a un juego de billar en un futuro no muy lejano.
Le sonrío.
―Manos a la obra. ―En secreto, me abrazo a mí misma con alegría. José y yo unidos en la piscina. Hemos estado jugando durante los últimos tres años. Yo soy un as con el taco. José ha sido un buen maestro.
―¿Qué? ―pregunta Joseph, divertido.
¡Oh! Realmente debo dejar de expresar todas las emociones que siento en el instante en que las siento, me regaño.
―Nada ―le digo rápidamente.
Joseph entorna los ojos.
―Bueno, tal vez el doctor Flynn puede descubrir tus secretos. Vas a reunirte con él esta noche.
―¿El charlatán caro? ―Santa mierda.
―El mismo. Se muere por conocerte.
Joseph toma mi mano y suavemente roza su pulgar sobre mis nudillos cuando nos sentamos en la parte trasera del Audi hacia el norte. Me retuerzo y siento la sensación en la ingle. Resisto la tentación de quejarme, ya que Taylor se encuentra en la parte delantera, sin usar el iPod, con uno de los chicos de seguridad cuyo nombre creo que es Sawyer.
Estoy empezando a sentir un dolor sordo y placentero en lo profundo de mi vientre, causado por las bolas. Lentamente, me pregunto: ¿cuánto tiempo voy a ser capaz de manejarme sin un, eh… alivio? Cruzo mis piernas. Mientras lo hago, algo que ha estado apareciendo en el fondo de mi mente resurge de repente.
―¿De dónde sacaste la barra de labios? ―pregunto a Joseph en voz baja.
Él sonríe y me señala hacia el frente.
―Taylor ―modula.
Me echo a reír.
―Oh. ―Y me detengo rápidamente, las bolas.
Me muerdo el labio. Joseph me sonríe, con sus ojos brillando con malicia. Él sabe exactamente lo que está haciendo, siendo la bestia sexy que es.
―Relax ―respira―. Si es demasiado… ―Su voz se apaga y suavemente me besa los nudillos uno a la vez, chupando suavemente la punta de mi dedo meñique.
Ahora sé que él está haciendo esto a propósito. Cierro mis ojos mientras el oscuro deseo se desarrolla a través de mi cuerpo. Me rindo brevemente ante la sensación, mis músculos apretados muy dentro de mí. Oh mi…
Cuando abro los ojos otra vez, Joseph se está acercando a mí, un príncipe oscuro. Debe ser el esmoquin y la corbata de lazo, pero parece mayor, sofisticado, un devastadoramente apuesto libertino con una intención licenciosa. Él simplemente me quita el aliento. Soy su esclava sexual, y si voy a creerle, él es mío. La idea trae una sonrisa a mi cara y su sonrisa responde ciegamente.
―Entonces, ¿qué podemos esperar en este evento?
―Ah, lo de siempre ―dice Joseph despreocupadamente.
―No es habitual para mí ―le recuerdo.
Joseph sonríe con cariño y me besa la mano de nuevo.
―Mucha gente destellando su dinero. Subasta, rifas, cena, baile. Mi madre sabe cómo organizar una fiesta. ―Sonríe y por primera vez en todo el día, me permito sentirme un poco emocionada por esta fiesta.
Hay una línea de autos de lujo encabezando el camino de la mansión Jonas. Largas linternas de papel de color rosa pálido cuelgan por todo el sendero, mientras nos acercamos en el Audi, puedo ver que están en todas partes. En la luz del atardecer se ven mágicas, como si estuviésemos entrando en un reino encantado. Echo un vistazo a Joseph. Cuán apropiado para mi príncipe, y mi entusiasmo infantil florece, eclipsando todos los demás sentimientos.
―Máscaras puestas. ―Sonríe Joseph mientras se pone su sencillo antifaz negro y mi príncipe se convierte en algo más oscuro, más sensual.
Todo lo que puedo ver en su cara es su hermosa boca cincelada y su fuerte mandíbula. Santa mierda… Mi ritmo cardíaco se tambalea con sólo verlo. Me coloco mi máscara y le sonrío, ignorando el hambre profunda en mi cuerpo.
Taylor se detiene en la entrada y un ayudante abre la puerta de Joseph. Sawyer salta a abrir la mía.
―¿Lista? ―pregunta Joseph.
―Tanto como puedo estarlo.
―Te ves hermosa, ____. ―Me besa la mano y sale del coche.
Una alfombra de color verde oscuro corre a lo largo del césped a un lado de la casa, conduciéndonos hasta el impresionante terreno en la parte trasera. Joseph tiene un brazo protector a mi alrededor, apoyando su mano en mi cintura, mientras seguimos la alfombra verde con un flujo constante de la élite de Seattle, vestida con sus mejores galas y llevando toda clase de máscaras iluminadas por los faroles durante todo el camino. Dos fotógrafos invitan a posar para las fotos con el trasfondo de un árbol cubierto de hiedra.
―¡Señor Jonas! ―llama uno de los fotógrafos. Joseph asiente con la cabeza reconociéndolo y me jala más cerca mientras posamos rápidamente para una foto. ¿Cómo saben que es él? Su marca, el rebelde cabello oscuro, sin duda.
―¿Dos fotógrafos? ―le pregunto a Joseph.
―Uno de ellos es del Seattle Times y el otro es para los recuerdos. Podremos comprar una copia más tarde.
Oh, mi foto en la prensa de nuevo. Leila entra brevemente en mi mente. Así es como me encontró, posando con Joseph. La idea es inquietante, aunque es reconfortante que esté irreconocible debajo de mi máscara.
Al final de la línea, servidores vestidos de blanco sostienen bandejas llenas con copas de champán y me siento muy agradecida cuando Joseph me pasa una, me distraen efectivamente de mis pensamientos oscuros.
Nos acercamos a una gran pérgola blanca adornada con versiones más pequeñas de las linternas de papel. Debajo de ella, brilla un piso de baile de cuadros blanco y negro rodeado por una valla baja con entradas en los tres lados. En cada entrada hay dos elaboradas esculturas de hielo en forma de cisnes. El cuarto lado de la pérgola está ocupado por un escenario en el que un cuarteto de cuerda está tocando en voz baja, una pieza inquietante y etérea que no reconozco. El escenario parece establecido para una banda grande, pero no hay señales de los músicos todavía. Me imagino que esto debe ser para más adelante. Tomando mi mano, Joseph me lleva entre los cisnes a la pista de baile, donde los invitados se congregan, charlando sobre copas de champán.
Hacia la costa se encuentra una enorme carpa, abierta en el lado más cercano a nosotros, así que podemos vislumbrar las mesas y sillas dispuestas formalmente. ¡Hay tantas!
―¿Cuántas personas van a venir? ―le pregunto a Joseph, pasando por la escala de la carpa.
―Pienso que unas trescientas. Tendrías que preguntarle a mi madre. ―Me sonríe, y tal vez es porque sólo puedo ver su sonrisa iluminando su rostro, pero mi Diosa interior se desmaya.
―¡Joseph!
Una joven aparece de entre la multitud y arroja sus brazos alrededor de su cuello, e inmediatamente sé que es Mia. Está vestida con un elegante vestido de gasa, de color rosa pálido, de cuerpo entero con una impresionantemente delicada máscara Veneciana a juego. Se ve increíble. Y por un momento, me siento sumamente agradecida por el vestido que Joseph me ha dado.
―¡____! ¡Oh, querida, te ves preciosa! ―Ella me da un abrazo rápido―. Tienes que venir a conocer a mis amigas. Ninguna de ellas puede creer que por fin Joseph tiene novia.
Disparo una rápida mirada de pánico hacia Joseph, quien se encoge de hombros con un gesto de “sé que es imposible, pero he tenido que vivir con ella por años”, y deja que Mia me lleve hasta un grupo de cuatro mujeres jóvenes, con vestidos caros y peinados impecables.
Mia hace las apresuradas presentaciones. Tres de ellas son dulces y amables, pero Lily, creo que su nombre es, me mira con amargura por debajo de su máscara roja.
―Por supuesto que todas pensábamos que Joseph era gay ―dice sarcásticamente, ocultando su rencor con una gran y falsa sonrisa.
Mia le pone mala cara.
―Lily, pórtate bien. Es obvio que tiene un gusto excelente en mujeres. Estaba esperando a que llegara la correcta y ¡no eras tú!
Lily se sonrojo del mismo color que su máscara, tanto como yo. ¿Podría ser más incómodo?
―Señoritas, ¿puedo tener a mi cita de regreso, por favor? ―Serpenteando su brazo alrededor de mi cintura, Joseph me jala a su lado. Las cuatro mujeres se sonrojan, sonríen y se inquietan, su deslumbrante sonrisa haciendo lo que siempre hace. Mia me mira y rueda los ojos y tengo que reír.
―Encantada de conocerlas ―les digo mientras él me arrastra―. Gracias ―le modulo a Joseph, cuando estamos a cierta distancia.
―Vi que Lily estaba con Mia. Ella es una desagradable pieza de trabajo.
―Le gustas ―murmuro con sequedad.
Él se estremece.
―Bueno, el sentimiento no es mutuo. Ven, déjame presentarte a algunas personas.
Me paso la siguiente media hora en un torbellino de presentaciones. Me encuentro con dos actores de Hollywood, dos consejeros delegados más y varios médicos eminentes. Mierda… no hay manera de que recuerde el nombre de todos.
Joseph me mantiene cerca de su lado y estoy muy agradecida. Francamente, la riqueza, el glamour y la magnitud del fastuoso evento me intimida. Nunca he estado en algo como esto en mi vida.
Los servidores vestidos de blanco se mueven sin esfuerzo a través de la creciente multitud de invitados con botellas de champán, reponiendo mi vaso con una regularidad preocupante. No debo beber demasiado. No debo beber demasiado, me repito, pero estoy empezando a sentirme mareada y no sé si es el champán, la atmósfera cargada de misterio y emoción creada por las máscaras, o las bolas de plata secretas. El dolor sordo debajo de la cintura se está convirtiendo en algo imposible de ignorar.
―¿Así que usted trabaja en el SIP? ―pregunta un señor calvo en una máscara de medio-oso, ¿o es un perro?―. He oído rumores de una adquisición hostil.
Me ruborizo. Hay una adquisición hostil de un hombre que tiene más dinero que sentido común y es un acosador por excelencia.
―Sólo soy un asistente de bajo nivel, Sr. Eccles. No sé nada de esas cosas.
Joseph no dice nada y sonríe con suavidad hacia Eccles.
―¡Señoras y señores! ―El maestro de ceremonias, vistiendo una impresionante máscara de arlequín en blanco y negro, nos interrumpe―. Por favor, tomen asiento. La cena está servida.
Joseph toma mi mano y seguimos a la ruidosa multitud hacia la gran carpa.
El interior es impresionante. Tres enormes, achatados candelabros arrojan destellos multicolores sobre el forro de seda de marfil que reviste el techo y paredes. Debe haber por lo menos treinta mesas, y me recuerdan al comedor privado de los Heathman, vasos de cristal, telas de lino blanco que cubren las mesas y sillas, y en el centro, una pantalla exquisita de peonías rosadas pálidas que se reúnen alrededor de un candelabro de plata. Envuelta en gasas de seda junto a él esta una cesta de golosinas.
Joseph consulta el plano de la sala y me lleva a una mesa en el centro. Mia y Grace ya están en el lugar, enfrascadas en una conversación con un joven que no conozco. Grace está usando un vestido verde menta brillante con una máscara veneciana para combinar. Ella se ve radiante, para nada estresada, y me saluda cordialmente.
―____, ¡qué encantador volverte a ver! Y luciendo tan hermosa, también.
―Mamá ―la saluda Joseph con rigidez y la besa en ambas mejillas.
―Oh, Joseph, ¡tan formal! ―Ella lo regaña bromeando.
Los padres de Grace, el Sr. y la Sra. Miller, se unen a nuestra mesa. Lucen exuberantes y juveniles, aunque es difícil decir por debajo de sus máscaras de bronce a juego. Ellos están encantados de ver a Joseph.
―Abuelo, abuela, ¿les puedo presentar a ____ Steele?
La señora Miller estalla sobre mí como una erupción.
―¡Oh, hasta que finalmente has encontrado a alguien! ¡Qué maravilloso y es tan bella! Bueno, espero que hagas de él un hombre de bien ―dice a borbotones, estrechando mi mano.
¡Santo cielo! Doy las gracias a los cielos por mi máscara.
―Madre, no avergüences a ____. ―Grace viene a mi rescate.
―No hagas caso de la focha vieja tonta, querida. ―El Sr. Miller estrecha mi mano―. Piensa que como es tan vieja, tiene el derecho divino de decir cualquier tontería que se le venga a esa confusa cabeza de ella.
―____, está es mi cita, Sean. ―Mia presenta con timidez a su joven. Él me da una sonrisa maliciosa, y sus ojos marrones danzan con diversión a medida que nos damos la mano.
―Encantada de conocerte, Sean.
Joseph estrecha la mano de Sean mientras lo considera astutamente. No me digas que la pobre Mia sufre por su hermano dominante, también. Le sonrío a Mia con simpatía.
Lance y Janine, los amigos de Grace, son los últimos en llegar a nuestra mesa, pero todavía no hay señales del Sr. Jonas.
De pronto, hay un chiflido en el micrófono, y la voz del Sr. Jonas resuena a través de los altavoces, provocando que la algarabía de voces se apague. Carrick se para en un pequeño escenario en un extremo de la carpa, llevando una impresionante máscara dorada de Polichinela.
―Bienvenidos, damas y caballeros, a nuestro baile de caridad anual. Espero que ustedes disfruten de lo que hemos dispuesto para ustedes esta noche y que busquen en lo profundo de sus bolsillos para apoyar el trabajo fantástico que nuestro equipo hace con Coping Together. Como ustedes saben, es una causa que es muy cercana al corazón de mi esposa, y al mío.
Veo disimuladamente con nerviosismo a Joseph, quien veía impasible, creo, al escenario. Me mira y sonríe.
―Les dejo ahora con nuestro maestro de ceremonias. Por favor, siéntense y disfruten ―termina Carrick.
Un cortés aplauso sigue, entonces la algarabía en la tienda comienza de nuevo. Estoy sentada entre Joseph y su abuelo. Admiro la pequeña tarjeta blanca a cabo con fina caligrafía plateada que lleva mi nombre mientras el camarero enciende las luces de los candelabros con una vela larga. Carrick se une a nosotros, besándome en ambas mejillas, sorprendiéndome.
―Un placer verte de nuevo, ____ ―murmura. Realmente se ve muy llamativo en su extraordinaria máscara de oro.
―Señoras y señores, por favor, nombren a un jefe de mesa ―dice el maestro de ceremonia en voz alta.
―Oooh, ¡yo, yo! ―dice Mia inmediatamente, saltando con entusiasmo en su asiento.
―En el centro de la mesa se encuentra un sobre ―continua el MC―. Donde todos podrán pedir, robar o pedir prestado un billete de la más alta denominación que puedan manejar, escriben su nombre en él, y lo colocan dentro del sobre. Los jefes de mesa, por favor, guardan los sobres con cuidado. Vamos a necesitarlos más adelante.
Maldición. No he traído nada de dinero conmigo. ¡Cuán estúpida… es un evento de caridad!
Alcanzando su cartera, Joseph saca dos billetes de cien.
―Aquí tienes ―dice.
¿Qué?
―Te pagaré ―susurro.
Su boca se tuerce un poco, y sé que él no está feliz, pero no comenta. Yo firmo con mi nombre usando la pluma, es negra, con un adorno de flor blanca en la tapa, y Mia pasa a la ronda del sobre.
Frente a mí encuentro otra tarjeta con caligrafía plateada, nuestro menú.
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Baile de Máscara en Ayuda a “Coping Together”
Tártara de Salmón con Crema Fraiche y Pepino en Brioche Tostado
Alban Estate Roussanne 2006 (Vino)
Asado de Pechuga de Pato Moscovita
Cremoso puré de Sunchoke, Cerezas Dulces en Tomillo Asado
Foie Fras (Hígado Graso)
Chäteauneuf-du-Pape Vieilles Vignes 2006 Domaine de la Janasse
Tarta Azucarada de Nuez Encostrada
Higos confitados, Sabayón, Helado de Arce
Vin de constance 2004 klein Constatia
Selección de quesos locales y panes
Alban Estate Grenache 2006
Café y Petis Fours (Pastel dulce o salado)
Baile de Máscara en Ayuda a “Coping Together”
Tártara de Salmón con Crema Fraiche y Pepino en Brioche Tostado
Alban Estate Roussanne 2006 (Vino)
Asado de Pechuga de Pato Moscovita
Cremoso puré de Sunchoke, Cerezas Dulces en Tomillo Asado
Foie Fras (Hígado Graso)
Chäteauneuf-du-Pape Vieilles Vignes 2006 Domaine de la Janasse
Tarta Azucarada de Nuez Encostrada
Higos confitados, Sabayón, Helado de Arce
Vin de constance 2004 klein Constatia
Selección de quesos locales y panes
Alban Estate Grenache 2006
Café y Petis Fours (Pastel dulce o salado)
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Bueno, lo que explica el número de vasos de cristal en todos los tamaños que apiñan mi lugar. Nuestro camarero está de vuelta, ofreciendo vino y agua. Detrás de mí, los lados de la carpa a través del cual entramos se están cerrando, mientras que en la parte delantera, dos servidores retiran las telas, dejando al descubierto el atardecer sobre Seattle y la bahía de Meydenbauer. Es una vista absolutamente impresionante, las luces parpadeantes de Seattle en la distancia y la anaranjada calma oscura de la bahía que refleja el cielo ópalo. Wow. Es tan tranquilo y pacífico.
Diez servidores, cada uno con un plato, vienen a interponerse entre nosotros. En una señal silenciosa, nos sirven nuestras entradas en completa sincronización, luego desaparecen de nuevo. El salmón se ve delicioso, y me doy cuenta estoy muerta de hambre.
―¿Hambrienta? ―murmura Joseph para que solo yo pueda oírlo. Sé que no se está refiriendo a la comida, y el músculo en lo profundo de mi vientre responde.
―Mucho ―susurro, audazmente encontrándome con su mirada, y los labios de Joseph se separan mientras inhala.
¡Ja! Ves… los dos podemos jugar este juego.
El abuelo de Joseph me involucra en la conversación inmediatamente. Es un hombre mayor maravilloso, muy orgulloso de su hija y sus tres hijos. Es extraño pensar en Joseph como en un niño. El recuerdo de las cicatrices de sus quemaduras viene espontáneamente a mi mente, pero rápidamente se anulan. No quiero pensar en eso ahora, sin embargo, irónicamente, es la razón detrás de esta fiesta.
Deseo que Kate este aquí con Elliot. Encajaría tan bien, el gran número de tenedores y cuchillos dispuestos frente a ella no intimidarían a Kate, ella regiría la mesa. Me la imagino enzarzada en combate con Mia sobre quién debería ser el jefe de mesa. La idea me hace sonreír.
La conversación en la mesa va de acá para allá. Mia está entretenida, como de costumbre, y casi eclipsa al pobre Sean, que en su mayoría se queda callado como yo. La abuela de Joseph es la más vocal. También tiene un sentido del humor mordaz, por lo general a expensas de su marido. Empiezo a sentir un poco de lástima por el Sr. Miller.
Joseph y Lance hablan animadamente de un dispositivo de la compañía de Joseph que se está desarrollando, inspirado por el principio de Schumacher Pequeño es Bello. Es difícil mantener el ritmo. Joseph parece decidido a empoderar a las comunidades pobres de todo el mundo con dispositivos de tecnología eólica hasta que no necesiten electricidad ni baterías y un mantenimiento mínimo.
Verlo en pleno desarrollo es asombroso. Él es apasionado y está comprometido a mejorar las vidas de los menos afortunados. A través de su compañía de telecomunicaciones, que es la intención de ser el primero en comercializar un teléfono móvil de viento.
Wow. No tenía ni idea. Quiero decir que sabía acerca de su pasión por alimentar al mundo, pero esto…
Lance parece incapaz de comprender el plan de Joseph de regalar la tecnología y no patentarla. Me pregunto vagamente cómo Joseph hace todo su dinero si está tan dispuesto a echarlo todo por la borda.
A lo largo de la cena un flujo constante de hombres vestidos con elegantes trajes de gala a la medida y máscaras oscuras pasan por la mesa, dispuesto a conocer a Joseph, estrechan su mano, e intercambian bromas. Me presenta a algunos y a otros no. Me intriga saber cómo y por qué hace la distinción.
Durante una conversación, Mia se inclina y sonríe.
―____, ¿ayudarás en la subasta?
―Por supuesto ―respondo demasiado dispuesta.
Para el momento en que el postre es servido, la noche ha caído, y me siento verdaderamente incómoda. Tengo que deshacerme de las bolas. Antes de que pueda retirarme, el maestro de ceremonias aparece en nuestra mesa, y con él, si no estoy confundida, la señorita Coletas Europea.
¿Cuál es su nombre? Hansel, Gretel… Gretchen.
Está enmascarada por supuesto, pero sé que es ella cuando su mirada no se aparta de Joseph. Se sonroja, y egoístamente estoy contenta de que Joseph no la reconoce en absoluto.
El MC pregunta por nuestro sobre con un ademán muy practicado y elocuente, le pide a Grace que saque el billete ganador. Es el de Sean, y la cesta de seda forrada se le entrega a él. Aplaudo con cortesía, pero me resulta imposible concentrarme en nada más de las actuaciones.
―Si me disculpas ―le murmuro a Joseph.
Me mira fijamente.
―¿Necesitas el baño?
Asiento.
―Te lo mostraré ―dice misteriosamente.
Cuando estoy de pie, todos los otros hombres de la mesa se paran conmigo. Oh, qué estilo.
―¡No, Joseph! No vas a llevar a ____... yo lo haré.
Mia está de pie antes de que Joseph pueda protestar. Su mandíbula se tensa, sé que él no está contento. Francamente, tampoco lo estoy. Tenía… necesidades. Me encojo de hombros en tono de disculpas hacia él, y se sienta rápidamente, resignado.
A nuestro regreso, me siento un poco mejor, aunque el alivio de la eliminación de las bolas no ha sido tan instantáneo como esperaba. Ahora están escondidas de forma segura en mi monedero.
¿Por qué creí que podría durar toda la noche? Todavía estoy anhelando… tal vez pueda persuadir a Joseph que me llevé a la casa bote después. Me quito el pensamiento y lo miro mientras tomo mi asiento. Se me queda mirando, el fantasma de una sonrisa cruza sus labios. Vaya… ya no está enojado por la oportunidad perdida, aunque tal vez yo lo estoy. Me siento frustrada, incluso irritable. Joseph me aprieta la mano, y ambos escuchamos atentamente a Carrick, quien está de regreso en el escenario hablando de Coping Together. Joseph me pasa otra carta, una lista de los premios de la subasta. Yo la escaneo rápidamente.
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REGALOS SUBASTADOS Y AFECTUOSOS DONATIVOS PARA COPING TOGETHER
Bate de béisbol firmado por The Marines ―Dra. Emily Mainwaring
Bolso GUCCI, Wallet&Keyring ―Andrea Washington
Un día gratis para dos en ESCLAVA, Braeburn Center ―Elena Lincon
Diseño de jardinería y paisaje ―Gia Matteo
Selección coco de Mer Coffreta&Perfume Beauty ―Elizabeth Austin
Espejo Veneciano ―Sr. y Sra. J. Bailey
Dos cajas de vino de su elección de Alban Estates ―Alban Estates
2 Boletos VIP para XTY en concierto ―Sra. L. Yesyov
Día de carreras en Daytona ―EMC Britt INC
Primera edición de Orgullo y Prejuicio ―Dr. A.F. M. Lace-Field
Conducción de un Aston Martin DB7 por un día ―Sr. y Sra. L.W. Nora
Pintura en aceite El Azul por J. Trouton ―Kelly Trouton
Lecciones de vuelo de Parapente ―Seattle Soaresr Club
Fin de semana de vacaciones en Heathman, Portland ―The Heathman
Un fin de semana de estadía en Aspen, Colorado (6 Adultos) ―Sr. J. Jonas
Una semana de estadía a bordo del Yate Susiecue (6 literas) Arribada en Santa Lucía ―Dr. Y la Sra. Larin.
Una semana en el Lago Adriana, Montana (8 adultos) ―Sr. & Dra. Jonas
Bate de béisbol firmado por The Marines ―Dra. Emily Mainwaring
Bolso GUCCI, Wallet&Keyring ―Andrea Washington
Un día gratis para dos en ESCLAVA, Braeburn Center ―Elena Lincon
Diseño de jardinería y paisaje ―Gia Matteo
Selección coco de Mer Coffreta&Perfume Beauty ―Elizabeth Austin
Espejo Veneciano ―Sr. y Sra. J. Bailey
Dos cajas de vino de su elección de Alban Estates ―Alban Estates
2 Boletos VIP para XTY en concierto ―Sra. L. Yesyov
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Lecciones de vuelo de Parapente ―Seattle Soaresr Club
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Un fin de semana de estadía en Aspen, Colorado (6 Adultos) ―Sr. J. Jonas
Una semana de estadía a bordo del Yate Susiecue (6 literas) Arribada en Santa Lucía ―Dr. Y la Sra. Larin.
Una semana en el Lago Adriana, Montana (8 adultos) ―Sr. & Dra. Jonas
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Santa mierda. Parpadeo hacia Joseph.
―¿Tienes una propiedad en Aspen? ―Un silbido. La subasta está en marcha, y tengo que mantener la voz baja.
Él asiente con la cabeza, sorprendido por mi arrebato y se irrita, me parece. Pone su dedo sobre los labios para hacerme callar.
―¿Dónde más tienes propiedades? ―susurro. Él asiente de nuevo e inclina su cabeza hacia un lado en advertencia.
La sala entera estalla en vítores y aplausos, uno de los premios se ha ido por doce mil dólares.
―Te diré luego ―dice Joseph silenciosamente―. Quería ir contigo ―añade más bien de mala gana.
Bueno, no lo hiciste. Hago puchero y me doy cuenta que sigo siendo quejumbrosa, y sin duda, es el efecto de frustración de las bolas. Mi estado de ánimo se oscurece después de ver a la señora Robinson en la lista de donantes generosos. Echo un vistazo alrededor de la carpa para ver si puedo detectarla, pero no puedo ver su característico pelo. Sin duda, Joseph me hubiera advertido si fuese invitada esta noche. Me siento y me resigno, aplaudiendo cuando es necesario, ya que cada lote se vende por cantidades asombrosas de dinero.
La subasta se pasa al lugar de Joseph en Aspen y llega a veinte mil dólares.
―A la una, a las dos ―dice el MC.
Y no sé lo que me posee, pero de repente escucho mi propia voz resonando claramente por encima de la multitud.
―¡Veinticuatro mil dólares!
Todas las máscaras en la mesa se vuelven hacia mí con asombro sorprendidas, la mayor reacción de todos ellos procedente a mi lado. Oigo su ingesta aguda de respiración y siento su ira sobrepasándome como un maremoto.
―¡Veinticuatro mil dólares, a la adorable chica de plateado! A la una, a las dos… ¡Vendido!
Karely Jonatika
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
awwwww me encanta Joseph es tan lindo y dulce :arre:
y me dan ganas de comérmelo a besos :hug:
y que le paso a la rayiz para que quisiera comprar en una subasta
Joseph se va a enojar :risa:
siguela!!!!!!!!!!!!
y me dan ganas de comérmelo a besos :hug:
y que le paso a la rayiz para que quisiera comprar en una subasta
Joseph se va a enojar :risa:
siguela!!!!!!!!!!!!
aranzhitha
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
Y quien supone que pagara eso? Joe? O es el dinero del auto?
Siento que saldra leila loca en medio de la fiesta y le disparara a ella.
Oh dios santo amo esta novela. Gracias por ponerla, me ha distraido de problemas.
Siento que saldra leila loca en medio de la fiesta y le disparara a ella.
Oh dios santo amo esta novela. Gracias por ponerla, me ha distraido de problemas.
Creadora
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
ayy rayis vas a pagar tpodo eso????
jajajjajajaja
y el otroc ca??
jajajjajajaja
y el otroc ca??
andreita
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
Me imagino que ese dinero sale del pago del auto no??
Joe es tan adorable pero a la vez tan erotico
No me cansare de decirlo AMO TU NOVE
Siguelaaaaaaa
Joe es tan adorable pero a la vez tan erotico
No me cansare de decirlo AMO TU NOVE
Siguelaaaaaaa
MaleeJonas
Re: "Fifty Shades Darker" (Joe&Tu) [Segundo Libro][TERMINADO]
OOOOOOOOOOHHH!!!
AMOOO A ESTE HOOOMMMBREEEEEE!!!!!!
JEJEJEJE Y ES QUE TODAS LO QUIEREN!!!!...
PERO SOLO ES PARA ____!!!
YO QUIERO ENCONTRAR A ALGUIEN QUE SE PREOCUPE POR MIII!!
JAJAJAJAJAJA
AUNQUE SEA CON LA MITAD DE SOMRAS
AMOOO A ESTE HOOOMMMBREEEEEE!!!!!!
JEJEJEJE Y ES QUE TODAS LO QUIEREN!!!!...
PERO SOLO ES PARA ____!!!
YO QUIERO ENCONTRAR A ALGUIEN QUE SE PREOCUPE POR MIII!!
JAJAJAJAJAJA
AUNQUE SEA CON LA MITAD DE SOMRAS
chelis
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