Pasiones Ocultas (Así te conocí)

-Creo que debería irme ya- dije con total resistencia a mis palabras pero sabiendo que era lo correcto. Él se apartó solo un poco y asintió, haciéndome las cosas algo más sencillas para mi sorpresa y cumpliendo con su palabra de no interferir con mi vida aunque ya con esto todo parecía estar patas arriba.
-Cuídate y buenas noches- dijo finalmente dejando que me fuera aunque supe que ninguno de los dos quería eso en realidad.



A la tarde siguiente me encontraba tirada en el sofá escuchando el parloteo de Sheila sobre la noche en el baile y sobre su chico y que le había dicho que quizá era mejor que se tomaran un tiempo y juro que la estaba escuchando, pero mi mente estaba en cualquier otro lugar menos en donde debía estar. Ni siquiera había logrado conciliar el sueño y no quería ni saber las ojeras que tendrían mis ojos. Lo cierto es que hablar con Alexander me había afectado más de lo que creí, y por momento me sentía bien sabiendo que en su interior aún quedaba algo pues se había notado y por otro lado mal, pues no estábamos juntos y jamás volveríamos a estarlo; yo tenía vida ahora, estaba con alguien bueno que me quería y tenía que poder continuar ese camino y no complicarme más.
-¿Qué piensas tú de eso?- me llegó la voz de Sheila quién se sentó delante de mí.
-¿De qué?- pregunté acomodándome en el sofá.
-Estas despeinada, en pijamas a las 5 de la tarde, hoy cenamos con Marcos y otro amigo a quién invité y ni te has alistado, dime qué te sucede- me dijo con seriedad. ¿Cómo le iba a mentir a mi mejor amiga? Se daría cuenta de inmediato y yo era un asco escondiendo cosas.
-Anoche estuve con Alex- confesé sin dar demasiadas vueltas y sus ojos se pusieron como platos.
-¡¿Estás loca?! ¿Otra vez, Sam? Es que… no puede ser, ¿Quieres que te recuerde todo lo que te hizo?- dijo alterada.
-Deja el drama, no sucedió nada, solo hablamos y me regresé aquí- le dije y rodó los ojos.
-¿Y tú quieres que yo te crea?-
-Sheila, si hubiese sucedido algo te lo diría, ¿Cómo voy a ocultarte algo así? Solo hablamos, me dio nostalgia, se disculpó conmigo y todo está bien- le dije.
-Esto no me huele bien Sam… para nada, Alex tiene una reputación que todos conocen, no se acerca a una mujer porque si y menos para pedirle disculpas y ser su amigo, tú lo sabes, no dejes que vuelva a arruinarte la vida de nuevo- dijo más preocupada que yo.



Esa semana nuevamente volví a centrarme en el trabajo, en Marcos y en mi vida. Aunque mantenía esa maldita incomodidad en mi interior, le hice caso a Sheila y evité pensar en él; las sesiones de fotografía con motivos navideños me ayudaron a pasar el tiempo y me entretuvieron de muy buena manera. Era víspera de navidad, y las calles estaban repletas de personas comprando obsequios y arreglos para el día siguiente que sería ya 24; no había pensado en qué demonios comprarle a mis amigos y debería tomarme el tiempo para ello.
Salí muy tarde del trabajo ese día, con la fecha en la que nos encontrábamos las fotografías y ediciones de revistas eran mucho más frecuentes por lo que requerían de más horas para editar y hacer las tomas de forma que quedasen perfectas. De esa manera había fotografiado ciento de veces a un Papá Noel con niños y regales junto a un bonito árbol navideño hasta que los ojos me quedaron como platos. Pero finalmente a las 7 de la tarde había finalizado todo, recibido mi paga y me dispuse a salir del edificio para pasar por alguna de las tiendas en busca de algunos regalos. El calor era insoportable aún a esas horas y la tormenta se acercaba desde lejos; no podía creer que además de pasar navidad con calor también nos tocase lluvia, aunque quizá para el día de mañana todo volvería a estar despejado, era mejor que el aguacero fuera hoy mismo.

Me entretuve en la tienda de regalos el tiempo suficiente para que cuando saliera la lluvia hubiese comenzado a caer lenta pero fuerte. El cielo se había cubierto por grandes nubes grises y oscuras aunque el calor continuaba presente; las apresuradas personas casi corrían por las calles protegiéndose de la misma mientras yo me maldecía a mí misma por no haber traído paraguas conmigo. Permanecí debajo del techo de la tienda mientras esperaba que por algún milagro dejase de llover pero a los 20 minutos decidí caminar pues sino llegaría muy tarde a casa y no me encontraba nada cerca; odiaba mojarme así, con ropa del trabajo y con bolsas en las manos. Entonces ese suave y creciente impulso comenzó a surgir; me encontraba solo a dos manzanas de su edificio y aunque sabía que no estaba nada bien estar pensando en ir no pude evitar sentir el deseo de conducir mis pasos hacia ahí. No iba a hacerlo, ni para saludar pues no estaba bien, así que avancé en la dirección que necesitaba semi-mojada y con ganas de quitarme un rato el cerebro para dejar de pensar. Iba ya lejos por varias calles de ese maldito edificio cuando me detuve maldiciendo en voz baja y regresando por esa calle rumbo hacia el lugar al cuál sabía que no debería ir por nada del mundo.

A veces sentía que mi razonamiento se había peleado con mi parte impulsiva y cuando ésta emergía simplemente no podía hacer nada de lo que la lógica me dictaba y de lo que se suponía que debería hacer. No tenía idea si él estaba, no tenía idea qué decirle ni motivos por los cuales ir a no ser el deseo de simplemente verlo; podía argumentar que solo pasaba a saludarlo aunque en mi interior habían muchas más cuestiones implicadas así que de momento me dispuse a mantener para mí misma lo del saludo. Subí a su piso en el ascensor, dejando mi mente en blanco y sin pensar o cuestionar más nada y me detuve en su puerta llamando a la misma y echando mi suerte al destino.

Abrió al cabo de unos segundos; su cabello estaba alborotado y tenía una somnolienta mirada que me hizo saber que se encontraba durmiendo aunque eran a penas las 8 de la noche, pero con la tormenta que se había desatado, esa era una muy buena opción. Llevaba unos deportivos negros y una remera gris de mangas cortas. Me miró con algo de sorpresa y curiosidad y creo que no era para menos estando yo parada en su puerta cuando no debería estarlo.
-Vine… a saludar- dije sintiendo que era el peor y más estúpido comentario de la historia.
-Pasa- dijo con una divertida sonrisa.
-Lamento haber venido sin avisar, andaba de paso y comenzó a llover así que aproveché- mentira número dos, pero ya al carajo, si iba a poner excusas tenía que hacerlo bien. Sobre la mesa delante del sofá había varios papeles, una copa con vino junto a la botella, otra con agua y una pequeña caja con pastillas que me recordó a las que había visto en el baño. Desvié la mirada rápidamente de ese lugar y me giré para verlo a él.
-No te preocupes, me alegra que hayas pasado a saludar, estaba… bueno intentaba trabajar pero me quedé dormido- dijo acomodándose el cabello con la mano aunque despeinado se veía jodidamente sexy de todas maneras. –Una siesta no le viene mal a nadie. Deja que te traiga una toalla, estás algo mojada- me dijo tomando antes la pequeña caja de la mesa y llevándosela con él.
Permanecí ahí; dejé los paquetes en el piso y me quité el liviano abrigo que llevaba debido al calor dejándolo colgado en la percha más cercana. Mi cabello debía ser un desastre; así que lo acomodé un poco con la mano y me miré para comprobar que aún me parecía a una humana civilizada; llevaba una falda negra por las rodillas y una camisa coral sin mangas, bastante formal me veía pero como las fotografías se habían tomado dentro de la empresa había querido verme un poco más profesional. Regresó a los pocos minutos y me tendió una toalla color azul recostándose al respaldo del sofá mientras yo me secaba el cabello y la falda.
-Lamento haberte despertado…- me disculpé volviendo mis ojos a su fija mirada. Conocía esa mirada, más allá de que estuviese algo dormido la conocía muy bien, no disimuló cuando me recorrió despacio y lentamente haciendo que mi piel se estremeciera desde lejos y poniéndome enteramente nerviosa. Pero desvió la vista como si hubiese reaccionado a lo que hacía y la fijó durante unos cortos segundos en sus papeles.
-Bueno, no debía quedarme dormido, no te preocupes. Siéntate un rato- me dijo de forma amable y eso hice aunque ya con algo más de resistencias. Sabía que debería irme, que las cosas se complicarían más si me quedaba más tiempo pero esa forma de mirarme, el abrazo del otro día y tantas otras cuestiones en mi interior hicieron que mi deseo fuese estar ahí y en ningún otro lugar. -¿Recién sales de trabajar?-
-Sí, estuve todo el día tomando fotografías, creo que las fechas navideñas aumentan mucho el trabajo y aunque me pagan bien me siento bastante cansada- le comenté ya siendo algo más amable que la vez anterior. -¿Qué tal tú? ¿Cómo estás?- pregunté. Mi preocupación anterior era verlo en un estado tan somnoliento, aunque sabía que había estado durmiendo esa vez, algo había cambiado en él, quizá lo que tomaba, tal vez otras cuestiones, no tenía idea, pero lo sentía más apagado de lo normal y quisiera o no eso me preocupaba.
-Bien, adelantando un poco de trabajo para la empresa. Mi padre es algo exigente y no me gusta tampoco dejar cosas para atrás, ¿Qué harás mañana en noche buena?- preguntó.
-Creo que iremos a una fiesta con Marcos… y Sheila- dije sabiendo que ya comenzábamos a pisar terrenos complicados nuevamente.
-Imagino que iremos a la misma fiesta, todos los años un buen amigo la hace en su casa de playa- dijo y no lo dudaba; Marcos y Alex compartían mismos amigos y hacía un año andaban juntos para todos lados, hasta ahora claro. Transcurrieron unos minutos en entero silencio, esas incómodas situaciones en las cuales ninguno de los dos sabíamos qué decir hasta que él se levantó del sofá. –Oye, iba a hacer la cena, ¿Te quedas?- preguntó.
-No lo sé, no quiero llegar tarde a casa- dije mirando hacia el gran ventanal como la tormenta no parecía apaciguarse y si miraba en mi interior encontraba esa pequeña vocesita que me llamaba “idiota” por estas rechazando su invitación.
-Como gustes, Sam- dijo finalmente.
-Supongo que puedo quedarme, aún no deja de llover- dije finalmente tras un leve suspiro.


Lo seguí a la cocina y tomé asiento en una banca mientras él preparaba la cena. Pocos eran los momentos que habíamos compartido así en el pasado y se sentía agradable poder hablar de cualquier asunto; la tensión estaba presente entre nosotros pero creo que ambos intentábamos manejarla de la manera que nos salía y yo por mi parte evadía cualquier tema incómodo que se diera para evitar silencios que luego serían difíciles de llenar. Aunque no me pude librar de algunas preguntas.
-¿Cómo vas con Marcos?- dijo y me mordí el labio mientras pensaba cómo responder a eso; él estaba de espaldas alistando la comida de modo que no tuve su penetrante mirada sobre mí y pude sentirme más cómoda para pensar qué decirle.
-Bien, vamos bien- ¡Vaya respuesta! ¿No se daba cuenta de lo incómodo que era responder eso? Si él pretendía hacerme todo tipo de interrogantes de ese tipo entonces yo no me quedaría callada. -¿Y tú?- dije impulsivamente.
-¿Yo con qué?- preguntó girando su rostro para mirarme.
-Digo, si estás con alguien…- Me odiaba a mí misma cuando comenzaba este tipo de preguntas y luego no sabía cómo rayos seguirla sin quedar como “la chica celosa y resentida”.
-Nada serio de momento- respondió y volví a detestarlo como hacía tanto tiempo atrás; solo yo creí que él no andaría con nadie, ¿En qué mundo vivía? Él siempre tenía mujeres, le sobraban, era claro que no estaba solo y que probablemente por ese apartamento transitaban varias chicas en la semana.
-Seguro que no…- dije en voz alta y sin darme cuenta y sonrió de lado observándome.
-¿Algo que quieras decir?- preguntó con esa maldita divertida sonrisa en su rostro.
-Nada, no tengo nada que decir, solo digo que… te conozco un poco y sé que lo serio no es lo tuyo- Ok… Samantha cierra la maldita boca de una vez, Me estaba comenzando a hundir lentamente y por propia voluntad.
-Así que lo serio no es lo mío…- dijo algo pensativo; dejó la cuchilla que tenía en la mano sobre la mesada de la cocina, se lavó las mismas y las secó con una servilleta. Luego de eso se giró y caminó hacia mí deteniéndose junto a mi banca y a muy poca distancia de donde me encontraba. -¿Y qué es lo mío?- preguntó con un tono de voz más suave debido a la cercanía. Inevitablemente mi corazón se disparó, por los nervios de haber metido la pata con mi comentario y porque él estaba cerca nuevamente y esta vez sí daba un paso más ya no sabría cómo poner límites.
-No lo sé, lo más pasajero quizá- respondí no dejando que su mirada me intimidase aunque internamente lo hacía y mucho. En medio segundo me bajó de la banca y me recostó al borde de la mesada acercándose por completo a mí; no tuve tiempo de reaccionar pues cuando quise darme cuenta sus labios estaban demasiado cerca de los míos y su cuerpo casi pegado. Su aroma, tan exquisito como antes volvió a llenar cada uno de mis sentidos y mis ojos se deslizaron hacia sus labios entreabiertos junto a un fuerte impulso de posar los míos justo ahí.


Debería decirle que se apartara, o mejor dicho, debería estar apartándome ya mismo pero no lo hice. Simplemente permanecí ahí, con sus grandes brazos uno a cada lado de mi cuerpo apoyados en la mesada, su respiración cálida sobre mi rostro y el suave roce de su boca con la mía. Quizá él no se daba cuenta del significado que tenía esa simple escena para mí, de que lograba que mi temperatura aumentase sin siquiera ponerme una mano encima. Llevó una de sus manos a mi mentón y tiró del mismo hacia abajo haciendo que mis labios se abrieran y entonces su boca se posó sobre la mía de una vez. Había olvidado los intensos y envolventes besos de Alex; no besaba como Marcos, suave y lento, sino de una manera que parecía querer imponer que mi boca le pertenecía de manera entera, eran besos lentos pero con tanta pasión que lograban aflojar mis piernas y despertar esa parte que quería mantener dormida y oculta.
Alex no perdía el tiempo; sus manos comenzaron a desprender mi camisa mientras las mías se encontraban ocupadas en su cabello, rostro y brazos; lo había necesitado tanto y muy en mi interior sabía lo mal que esto estaba pero mi cuerpo se negaba a responderme y gran parte de mi mente también, de modo que lo poco razonable que quedaba de mí, decidió solo dejarse llevar. Me quitó la camisa en pocos segundos, y se sacó la remera tirándola a un lado volviendo nuevamente a mis labios para seguir besándome; mis manos acariciaron su suave piel, la que tanto había extrañado y me aferré a su cuerpo como si en ese acto pudiese demostrarle lo mal que había estado sin él. Ahora estaba ahí, lo tenía enteramente para mí, aunque fuese solo esa noche, quería volver a sentir el fuego recorriendo cada parte de mi cuerpo como solo él sabía lograr en mí.

Moví un poco mi rostro para poder besar su cuello. Un año era tiempo suficiente para no ser tan pasiva en estas situaciones y dejarme llevar por los deseos que afloraban, aunque él seguía haciéndome sentir un poco reprimida, me aventuré en la deliciosa exploración de su cuerpo con mi boca. Besé su cuello hasta llegar a su hombro donde mordí suavemente y continué mi recorrido por su liso pecho, sintiendo aumentar su respiración y deslizándome un poco más abajo hasta llegar a su pelvis donde me detuvo su pantalón. Levanté mi vista encontrándome con sus ojos cargados de placer y mi mano acarició su dureza sobre el pantalón, presionando lo suficiente para que soltara un suave suspiro.

Sujetó mi brazo levantándome y colocándome nuevamente contra la mesada. Buscó mis labios con desesperación y sus manos se volvieron algo más severas sobre mi cuerpo; no me molestaba, era increíble cuánto me excitaba que me tocase de esa casi agresiva manera aunque sin llegar a hacerme daño. Desprendió el cierre de mi falda sin soltar mis labios y dejó que la misma se deslizara hasta el piso donde levanté los pies para que saliera; fue en ese momento que mi razón llegó desde algún lugar y lo miré con la culpa brillando en mis ojos.
-Esto no está bien…- dije en un susurro contra sus labios pero su respuesta fue sujetar mi cabello con presión y pasar su lengua por mi boca de una perversa manera; sentí la suave contracción de los músculos de mi entrepierna y un cosquilleo que se extendía por todo mi cuerpo producto de sus acciones. Esa peligrosa lengua volvió a invadir mi boca juntándose con la mía en un erótico masaje que terminó de ocultar mis culpas nuevamente; con un ágil movimiento desprendió mi sostén y mis pechos estuvieron expuestos a él. Los envolvió con delicadeza entre sus manos, pero mi mente anticipaba lo que vendría luego y cada acción delicada por parte de Alex se contrarrestaba con mil duras y más fuertes así que sabiendo eso solo pude soltar un suspiro y cuando tiró de mis pezones con sus dedos gemí contra sus labios pegándome a los mismos.

Se apartó de mí con la respiración tan acelerada como la mía y me miró de esa forma que hacía que mi estómago se retorciera y el deseo aumentara. Se quitó la ropa que le quedaba puesta, sin apartar esos azules y penetrantes ojos de mi cuerpo; tomó su duro miembro con la mano y comenzó a masturbarse muy despacio mientras me observaba.
-Quítate las bragas…- dijo con una ronca y sensual voz. No sé qué me calentaba más, si verlo a él haciendo lo que hacía o saber que estaría dentro de mí en un muy corto tiempo; Alex lograba despertar la parte más perversa de mi personalidad, pensar lo más sucio y excitarme con ello, era capaz de hacerme desear que me tomase en cualquier lugar y de las maneras menos convencionales, ¿Cómo iba a razonar yo de esa forma? Eso sumado a que él era demasiado atractivo, grande, con cada músculo delimitado, no en exceso, sino equilibrado y deseable a los ojos de cualquier mujer. Todo eso junto a una personalidad capaz de envolver a la chica más difícil y resistente, lo convertían en una peligrosa tentación para mi persona, una tentación en la cual había caído nuevamente. Me quité las bragas suavemente quedando completamente desnuda delante de él y agradeciendo que me encontraba en condiciones de ser vista de esa manera aunque seguía siendo algo insegura en cuanto a mi cuerpo. Yo no era una perfecta chica curvilínea como las que él podía frecuentar, era más bien normal, seguía tan delgada como siempre y mi piel necesitaba un poco de cama solar, pero él me miraba para comerme entera y eso podría hacer sentir segura a cualquier persona.

Caminó hacia mí y me tomó de la cintura llevándome hacia la mesa que estaba detrás; me sentó sobre el frío mármol de la misma y se metió entre mis piernas besándome nuevamente durante unos minutos. Mis caderas se movieron hacia adelante buscando más que el simple roce de su sexo contra el mío; me sujetó de las mismas pegándose a mí pero aún sin penetrarme y eso me desesperaba por completo. Su mano viajó hacia mi húmeda entrepierna y metió un dedo con fuerza en mi interior haciéndome gritar debido a la sorpresa de la invasión y el leve dolor experimentado. Definitivamente había olvidado cómo se manejaba él, lo intenso que era y lo duro que le gustaba todo lo que tenía que ver con el sexo; me encantaba pero estaba muy acostumbrada a un trato más delicado así que tomé aire y comencé a soltar un poco más ese lado que había permanecido dormido tanto tiempo. Llegó un momento que mis caderas acompañaban los movimientos de su dedo, dentro y fuera buscando que me llenase más pues eso ya no era suficiente.
-¿Quieres que te folle?- susurró contra mis labios mientras su mano libre sujetaba mi cabello inmovilizando mi rostro contra el suyo; sus palabras hicieron que los músculos de mi sexo se contrajeran a su alrededor y volví a gemir contra él. –Responde- dijo con un tono más alto, metiendo un dedo más y aumentando la velocidad de los mismos.
-Si…- le pedí con los ojos cerrados y tirando mi cabeza hacia atrás.
Flexionó una de mis piernas sobre la mesa, de manera que mi pie quedó apoyado sobre el mármol y a continuación posicionó su pene en la entrada de mi sexo comenzando a hundirse lentamente y muy despacio solo unos pocos segundos y luego con fuerza hasta llegar hasta el fondo. Enterré mis uñas en sus hombros cuando realizó ese movimiento y me morí el labio para no gritar; cuando mis músculos estuvieron acomodados alrededor de él, tomó mis caderas y comenzó a moverse lento, fuerte y duro. Sus labios besaban los míos y luego pasaban a mi cuello donde se encargaban de recorrer cada centímetro del mismo mientras se movía en mi interior; lo sujeté de la nuca, tomando su cabello con fuerza. Lo único que se escuchaba en la cocina eran mis gemidos y su agitada respiración; mi cuerpo era un cúmulo de sensaciones, no podía pensar, él lo invadía todo, sus manos, su boca, sus forma de entrar y salir de mí hacían que lo único que mi oscura mente deseara fuese más y más.

Me tiró hacia atrás, recostándome sobre la mesa y aumentó la velocidad de sus movimientos; sus manos estaban por todos lados, llegando a mis senos; sus dedos pellizcaron mis pezones haciendo que se endurecieran de tal manera que ya dolían entre sus manos pero ese leve dolor mezclado con sus embestidas hizo que mi mente comenzara a dar vueltas y mi cuerpo explotara entre gemidos y contracciones. En un par de embestidas salió de mí, corriéndose fuera porque evidentemente ninguno de los dos habíamos recordado usar protección; intenté recuperar la normal respiración mientras él hacía lo mismo y me mantuve recostada sobre la enorme mesa de mármol un par de minutos para poder conectar mi cerebro nuevamente y con él todas las consecuencias que esto traería. Había sido una follada rápida, algo para quitarse las ganas, nos habíamos revolcado como si estuviésemos desesperados por sentirnos y era exactamente así; sabía que él me había necesitado tanto como yo a él, sabía que él seguía sintiendo algo tanto como yo, o quizá solo se trataba de mí y de que aunque quisiera negarlo mi corazón se negaba a dejarlo ir.


Dios santo… ¿Qué había hecho?

No sabía qué decirle, o cómo reaccionar o qué hacer más que levantarme en busca de mi ropa que había quedado tirada por toda la cocina. Él se puso sus pantalones y la remera para luego pasarse la mano por su alborotado cabello, el cual tenía que admitir que se le veía demasiado bien de cualquier manera, sobre todo después de tener sexo. Debería irme, correr lejos de ahí y maldecirme durante toda una noche por haber hecho lo que hice, por haberme dejado envolver por sus encantos otra vez; ya podía escuchar la voz de Sheila diciéndome “Yo sabía que ibas a caer de nuevo” agregado al “eres una idiota” de mi propia moral.
Me acomodé el cabello e intenté buscar en mi interior algo de dignidad, la cual evidentemente ya no me quedaba y sé que ya comenzaba a castigarme a mí misma por todo esto, pero me resultaba inevitable. Caminó hacia mí y me extendió un brillante pendiente que se había caído de mi oreja; lo tomé desviando la vista pero su mano sujetó mi barbilla y me besó con suavidad acomodando luego un rebelde y despeinado mechón de mi cabello.
-Esto no debió haber sucedido…- dije como si mis palabras pudiesen borrar algo.
-¿Por qué?- preguntó sin apartarse de mí.
-Porque no, no está bien… tú… yo, no estamos juntos- dije sin lograr coherencia en la oración y sintiendo como la angustia comenzaba a llenar mi pecho. No podía dejar que eso sucediera, comenzaba sentirme más sensible de lo normal, los recuerdos, el último día que lo vi, todo llenaba mi mente y supe que en cualquier momento me largaría a llorar como tonta.
-No te he olvidado… jamás lo hice- susurró cerrando unos segundos sus ojos y fue el límite de mi esfuerzo por mantenerme tranquila. Dejé que las lágrimas salieran de mis ojos, deslizándose rápidamente por mis mejillas y contuve la respiración, exhalando luego un suspiro.
-No hagas esto, no es justo. Tú… te fuiste, la he pasado muy mal, no tienes derecho a hacerme esto- dije más alto y apartándome con enojo.
-Lo sé y lo siento, nunca he querido dañarte Sam pero estaba haciéndote mal, tú no eras feliz- me dijo.
-¡¿Por qué crees que eres capaz de determinar qué cosas le hacen feliz a otro?! No me dejaste elección ni te importo lo que yo podía pensar- le grité. Esto ya se parecía a una de las tantas discusiones del pasado con la diferencia de que solo yo gritaba pero estaba segura que donde le terminase la paciencia comenzaría él a hacerlo.
-Es que si hubiese sido por ti habrías soportado de mí todo, Samantha- me dijo en el mismo tono de voz.
-¡Es que yo te amaba, idiota!- le volví a gritar llorando. Era la primera vez que le decía eso y de esa manera; si bien él no había sido tonto y pudo darse cuenta de todo lo que me sucedía con él jamás le había gritado algo así y ni bien lo dije me arrepentí.

No respondió nada. Solo se quedó viéndome y fue mucho peor para mí pues sentía que me estaba humillando a mí misma ya con llorar y hablarle de esa manera y esperar explicaciones de un pasado que yo había decidido dejar atrás hacía ya bastante tiempo.
-Siento mucho todo lo que sucedió en el pasado- me dijo finalmente mientras yo me secaba las lágrimas y trataba de ocultar mi dolor.
-Tú no vas a arruinar todo lo que yo he construido sola y sin ti en este tiempo, si pudiste irte un año sin que nada te importase ahora no te creas con el derecho de destruir todo mi alrededor- dije apuntándolo con un amenazador dedo y me dirigí a la sala para tomar mis cosas y luego irme sin siquiera mirar hacia atrás.


Debería haber hecho eso antes de que todo se nos fuera de las manos, pero no pude. Había sido débil, una tonta que aún sentía demasiadas cosas por ese hombre, las cuales evidentemente no habían quedado en el pasado. Caminé por las oscuras calles mojadas; el cielo se había despejado y traído consigo un fresco aire después de la tormenta; eran ya las 10 de la noche, y ni siquiera me había fijado en mi móvil porque sabía que tendría mil llamadas perdidas y me sentía demasiado mal para continuar agregando culpas. Me estaba odiando a mí misma con todas las fuerzas; no hacía ni 5 minutos que salí de su apartamento y las ganas de volver y abrazarlo iban en aumento. Pero no, esta vez no lo haría, me había salido de mi tranquilo camino y necesitaba de alguna manera volver a él. Nadie tenía por qué enterarse de lo sucedido, Alex no diría nada porque si lo hacía yo podría llegar a odiarlo y él lo sabía; ahora quedaba lograr comportarme frente a los demás como antes, cuidar lo que tenía conmigo y hacer de cuenta que el día de hoy nunca había sucedido.

Todo estaría bien…


Cuando llegué al apartamento, me encontré con Sheila y Marcos. Ambos estaban en el living mirando la tv y la expresión seria de él me hizo saber que no se encontraba de buen humor con mi desaparición así que puse de manifiesto las varias excusas que había ideado mientras caminaba hacia ahí.
-Lamento la demora, salí tarde del trabajo y me entretuve comprando obsequios- dije levantando los paquetes a modo de evidencia. Necesitaba ir a mi habitación, darme un baño y cambiarme para sentirme mejor.
-Parece que la tormenta te ha agarrado- dijo Sheila aunque su expresión me hizo saber que sospechaba algo. Sonreí levemente y caminé hacia mi habitación con Marcos a pocos pasos de mí; una vez ahí dejé los paquetes sobre la cama mientras él cerraba la puerta y me enfrenté a su clara y seria mirada.
-Mi móvil murió, iba a avisarte…- le dije a modo de disculpas pero algo no estaba bien; Marcos jamás me miraba de esa forma tan seria y molesta. Me moví nerviosamente esperando su respuesta o algo, al menos que dijese algo; los latidos de mi corazón habían aumentado debido a los nervios y finalmente tras unos eternos segundos abrió la boca.
-Hueles a su perfume Samantha, puedo sentirlo desde aquí - dijo sin más y con sus ojos puestos en los míos.
Mierda santa… ¿Y ahora qué hacía? ¿Olía a él? ¿Cómo no me di cuenta de que algo así podía suceder? Alexander usaba siempre el mismo perfume, ese que lograba poner mi cabeza patas arriba y ese que tanto me desquiciaba, era fuerte y envolvente y recién me daba cuenta que lo tenía por todos lados. No podía quedarme muda, pero decirle más mentiras solo empeoraría las cosas, era demasiada coincidencia decirle que había estado oliendo fragancias para regalarle a él y justo había elegido la misma que Alex tenía; si continuaba mintiendo todo se iría al demonio. En ese momento detesté a Alex con toda mi alma, por volver a la ciudad solo a joderme la vida, con lo bien que me sentía yo, con lo bien que estaba con Marcos… y lo había arruinado todo, por un maldito polvo rápido con él. Tenía que haber alguna manera de acomodar esto.
-No es lo que tú crees…- comencé sin saber cómo seguir.
-¿A no? ¿Y qué es?- dijo más molesto. Nunca lo había visto molesto, y no era que me estuviese mirando feo o diciéndome cosas horribles, pero él siempre había sido tan dulce conmigo, tan atento, tan cariñoso que su serio semblante me hacía querer llorar y pedirle por favor que me perdonase. No éramos novios, pero claramente él había dejado todas sus relaciones casuales de una noche para estar solo conmigo, y no era necesario hacerme saber que yo debía hacer lo mismo si me sentía a gusto con él; había sido bueno conmigo, entendiéndome y conteniéndome todo el tiempo, dándome mis tiempos y respetando mis decisiones y yo simplemente lo arruinaba todo.
-No sucedió nada… yo… es que…- Quizá era mejor simplemente cerrar la boca, las ganas de llorar ya estaban ahí y las lágrimas amenazaban con salir nuevamente.
-Creo que no tengo nada más que hacer aquí- dijo él dándose la vuelta para marcharse.
-¡No!, no te vayas… por favor, escúchame- le pedí volviendo a llorar por décima vez esa noche.
-¿Qué quieres? Porque está muy claro que te acostaste con él y discúlpame que te diga que aunque no somos nada, yo no esperaba eso de ti, mucho menos después de verte llorar meses tirada en un sofá- me dijo con total razón y motivo haciéndome sentir más culpable y una total zorra.
-Ya ha terminado… lo juro, no me importa él, no lo quiero cerca… por favor créeme- le pedí suplicante. Suspiró pasándose las manos por el cabello mientras observaba la nada y volvió sus ojos a mí.
-No quiero seguir hablando hoy, ni siquiera quiero imaginarte a ti con él… así que hazme el favor, báñate, tranquilízate y en otro momento hablamos- me dijo de forma totalmente fría y se marchó.


Ahora sí que todo en mi vida estaba hecho una mierda. Lo merecía, sabía que era mi gran culpa haber ido esa tarde a su apartamento y que todo esto terminase así; no tenía idea qué sucedería y no pude más que llorar y llorar bajo la ducha hasta que me agoté y simplemente comencé a sentirme con una planta marchita y sin vida. Él aparecía y todo se arruinaba pero yo también tenía parte de la responsabilidad, porque estaba claro que era un hombre al cuál le interesaba solo follar, con problema sexual o no, él había buscado eso conmigo esta noche y yo se lo había permitido estando con Marcos, y eso me convertía en una completa zorra insensible.
-¡Tú no tienes nada que hacer aquí!- escuché el grito de Sheila desde la sala y salí de mi habitación con el pijama puesto y totalmente alterada. Alexander estaba en la puerta del apartamento, y Sheila le gritaba desquiciadamente.
-Oye cálmate…- le dijo él.
-No me calmo nada, eres un jodido idiota y solo has vuelto a arruinar todo- continuó ella enojada. -¿Quién demonios te crees que eres? Con todas las zorras que andan dando vueltas cerca de ti tienes que venir a joderle la vida a Sam, después de haberla abandonado, después de que tuvo que aguantar que te acostaras con todo lo que se te cruzaba, tu no vales nada Alex…- le dijo de una muy cruel manera. Creo que esas palabras me afectaron hasta a mí; ella no sabía el problema con el cuál lidiaba Alex y más allá de eso tampoco era necesario que le dijese esas cosas en la cara.
Él me miró y no supe qué decir. Ni siquiera sabía por qué estaba ahí pero después de lo que había sucedido con Marcos, yo no quería verlo, no ahora, y lo mejor sería que ya nunca más.
-No es buen momento ahora…- le dije suavizando todas las palabras que había dicho Sheila quién me miró para matarme y luego a él.
-¡Ni ahora ni nunca! Vete de aquí que nadie quiere verte ya, y hazme el favor Alex… consíguete una vida y un par de piernas entre las cuales meterte porque aquí ya has hecho demasiado daño- dijo Sheila.
-Ya es suficiente Sheila- le dije molesta. Alexander suspiró y levantó mi billetera mostrando el motivo de su visita; la había olvidado en su apartamento claramente. –Déjame hablar con él un momento- continué y ella se marchó molesta a su habitación. Me acerqué a él y tomé la billetera volviendo a apartarme a una considerable distancia; no quería más acercamientos ni situaciones peligrosas y cada vez que él estaba cerca todo se complicaba así que simplemente me mantendría lejos.
-Lamento haber venido, pero creí que necesitarías tus documentos- me dijo.
-Está bien, gracias- le dije secamente.
-Lo siento Sam…-
-Ya basta Alex, está todo mal, Marcos lo sabe, mira… solo vete, no quiero más problemas- le pedí sin nada de paciencia.
-Supongo que merezco estos tratos después de todo, dile a tu amiga que no se preocupe, no volverá a verme cerca de ti- me dijo tras un leve suspiro y sin siquiera mirarme. –No volveré a molestarte- culminó y se marchó del apartamento.




Creí que esa Noche Buena sería complicada porque todos íbamos a la misma fiesta, pero lo cierto es que él no apareció ahí. Marcos había ido conmigo y con Sheila, aunque no volvió a tocar el tema durante toda la noche y se mostraba algo distante pero no podía pedir demasiado después de lo que había sucedido y cuando pasó la medianoche y se acercó a mí para darme un beso sentí que tal vez no todo estaba perdido. Me había portado mal, lo reconocía, no quería que las únicas dos personas que me habían acompañado en mis peores momentos estuviesen enojados conmigo, así que intenté volver a la normalidad, hacerles saber que me sentía bien como estaba, que me divertía con ellos y que me sentía cómoda y feliz.

Las dos semanas siguientes nadie volvió a mencionar el tema y todo parecía haber vuelto a la normalidad. Año nuevo se desarrolló con tranquilidad y una agradable cena con la familia de Marcos, a quienes había conocido ya en alguna oportunidad; las cosas entre nosotros parecían estar como de costumbre, aunque se debía a que yo había vuelto a dejar todo en mi oscuro interior, lo que sentía y lo que pensaba, todo por la elección de una tranquila y armoniosa vida. Pero las noches se me hacían insoportables, incluso cuando me quedaba en casa de Marcos casi ni dormía y si lo lograba soñaba con él y me despertaba bastante angustiada; estaba reprimiendo todo, sabía que eso no me haría bien pero tenía la esperanza de que como antes, pudiese al menos dejar de pensar en todo eso.

Ese viernes me enviaron a un apartamento de la zona céntrica de la ciudad para tomar fotografías. La clienta quería que en el artículo salieran las fotografías de las decoraciones efectuadas por ella; sería algo diferente para mí, de modo que llegué puntual, a las 9 de la mañana y cuando la puerta se abrió la sonrisa y el ánimo que había tenido se vino abajo como una oscura nube gris ocultando el sol. Clara, vestía un elegante traje blanco, llevaba recogido su cabello en un formal y sofisticado moño y sus ojos me miraron casi con diversión… o posiblemente con burla; ¿Ella era la clienta? Yo no quería sacar fotografías para ella, pero si salía corriendo de ahí posiblemente tendría problemas en la empresa. A veces sentía que el universo estaba en mi contra, pero de todas formas me enderecé, cambié mi expresión y la sustituí por una segura y seria y extendí mi mano.

-Buenos días, vengo a tomar las fotografías- le dije, ella sonrió mostrando sus perfectos dientes blancos.
-Adelante, una sorpresa verte de nuevo- me dijo y me mordí la lengua para no enviarla al demonio. El apartamento era amplio y hermoso; con decoraciones en tonalidades pálidas, equipado con mobiliaria moderna y seguramente costosa y con amplios ventanales que daban a la principal avista de la ciudad. Comencé a sacar mis herramientas; haría el trabajo rápidamente y me iría de ahí ni bien pudiera, lo único que a mí me faltaba era estar en la casa de la perra por la cual tuve la última pelea con Alex en mi pasado y lo peor de todo, sus palabras acerca de que ella era la única que lograba satisfacer el deseo sexual de él, me estaban perturbando la mente.
-No sabía que eras fotógrafa. Bueno, técnicamente hace más de un año que no se de ti- me dijo con total soltura; ¿No podía solo callarse y dejarme hacer mi trabajo?
-Si- respondí de forma seca mientras regulaba mi cámara fotográfica.
-Sabes que Alex regresó a la ciudad hace poco, ¿Verdad?- preguntó y mi estómago comenzó a contraerse de rabia creciente; seguro que ella lo sabía, ya lo habría metido en su cama unas cuántas veces.
-Que bien- dije girándome y mirándola lista para comenzar. -¿Dónde quiere que tome las primeras fotografías?- pregunté; ella señaló el ventanal y el pequeño juego de living ubicado en ese extremo con varios detalles y adornos más. Me acerqué y comencé a trabajar antes de matarla o tirarla por la ventana; ella caminó tomando asiento cerca de donde me encontraba y sentí su mirada sobre mí.
-Está mucho más atractivo que antes, ¿No es cierto? Bueno, él siempre tuvo ese semblante envolvente, y es suave piel que puede volver loca a cualquier mujer….- comenzó a decir; presioné la cámara con ambas manos, quería saltar sobre ella y arrancarle el cabello para que gritase de dolor. –Pero lo más excitante es hacer que se corra gimiendo, dejarlo temblando durante un rato… posiblemente tu no hayas llegado a lograr eso en él- dijo y solté la cámara mirándola con de la peor manera.
-¿Qué quieres?- le dije echando humo por la cabeza.
-Tengo todo lo que quiero, niña, ¿Por qué querría algo más?- preguntó con esa soberbia sonrisa que yo tanto odiaba.
-¿Por qué demonios me estás hablando de Alexander? Yo vine aquí a hacer un trabajo no a hablar de los hombres que pasan por tu cama o de lo que les haces- le respondí ya totalmente desquiciada y defendiéndome.
-Yo solo estoy hablando de un hombre. Uno que tú conoces muy bien… y ya que estamos advertirte algo- me dijo poniéndose de pie. –Mantente lejos de Alex, parte de su mente aún no madura y parece estar afectado por ti. Él no es un hombre para alguien como tú, necesita una mujer que sepa lo que hace y cómo satisfacerlo por completo, porque es la única manera en la cual puede sobrellevar su problema- continuó mientras yo intentaba entender si esta perra me estaba hablando en serio.
-Tú no tienes que decirme lo que debo hacer y quédate tranquila porque no me interesa acercarme a Alex, es todo tuyo- le dije.
-Es bueno que hayas entendido que una niña como tú jamás podrá complacerlo, ahora querida… continúa con el trabajo porque no cuento con todo el día, tengo cosas que hacer- dijo nuevamente con soberbia bebiendo de una copa que había sobre el mueble. Apresuré las fotografías y no porque ella me mandase sino porque si no salía de ahí cuanto antes la mataría, juro que lo haría.

Terminé todo en menos de media hora, con ella paseándose de un lado a otro, y finalmente le dije lo que le decía a todos los clientes y me marché sin siquiera darle los buenos días.