La seducción de una princesa (Nick y tu) TERMINADA

por **CariitoJonas15** Lun 18 Jun 2012, 7:16 pm

Nombre: "La seducción de una princesa"
Autor: Kathleen Creighton
Adaptación: si
Género: Drama y Romance
Advertencias: Tiene partes hot (no muchas)

Sinopsis:
Un beso robado, una visita a media noche... y de pronto el mag¬nate del petróleo Nick Jonas estaba casado con una inocente princesa. Su honor lo obligaba a entregarse a _________ Kamal para salvar la reputación de la bella princesa. Solo ellos dos sabían la verdad: _________ seguía siendo virgen . Y, por mucho que lo tentara el mismísimo demonio,
Nick prometió que seguiría siendo así...
Quizá fuera una chica inocente, pero _________ reconocía per¬fectamente la agonía del deseo reprimido cuando lo veía en los ojos de un hombre. Su guapo y testarudo mari¬do texano creía estar actuando noblemente, pero sus honorables intenciones no eran del agrado de una princesa empeñada en ser su esposa... en todos los sentidos

por **aranzhitha** Lun 18 Jun 2012, 7:26 pm

hola!! Nueva lectora me encanta ya me paso a leer la primera parte
Siguela!!!

por **CariitoJonas15** Vie 22 Jun 2012, 4:44 pm

Prologo:

El jeque Ahmed Kamal, soberano absoluto de la isla mediterránea de Tamir, tenía motivos para con¬tarse entre los grandes bendecidos por Alá. A decir verdad, era el hombre más feliz del planeta mientras, en la mezquita modesta pero bellamente decorada que constituía el lugar de oración tradicional de su familia, rezaba para que su hijo pequeño, Hassan, re¬cibiera guía divina y bendiciones en el día de su boda.
Ante él se encontraban los novios, en aquellos momentos debidamente separados, con la mirada baja como correspondía a una ocasión tan solemne. Aquel día, la novia, así como todos los asistentes a la ceremonia del nikah, y el propio jeque Ahmed, iban modestamente tapados y vestidos con el traje tradi¬cional tamirí. En opinión de Ahmed, era una forma de vestir mucho más agradable tanto para la vista como para el espíritu que los estilos occidentales que ha¬bía adoptado a regañadientes en los últimos años.
«Elena Rahman, una gran mujer», pensó Ahmed. Hassan había escogido bien o, al menos, eso le había asegurado Alima, su mujer, cuyo criterio en aquellas cuestiones merecía toda su confianza. Para ser since¬ro, al principio había recelado un poco de la joven... A fin de cuentas, era norteamericana. ¡Y la hija de un terrorista! Pero, como Alima había señalado, era, al menos, una verdadera creyente tanto por nacimien¬to como por sangre. Y no había que olvidar que Ele¬na Rahman era la directora general de una de las re¬finerías de petróleo más prósperas del estado de Texas. «Sí», pensó Ahmed, que tenía planes ambicio¬sos para los recursos de petróleo de su propio país, «Hassan ha escogido muy bien»
Cuando empezaron a recitar los requeridos ver¬sos coránicos, Ahmed abarcó con la mirada a las dos personas que flanqueaban a los novios en condición de testigos, y el corazón se le inflamó de orgullo y gratitud. Su primogénito, el jeque Rashid, y la esposa de éste, la princesa Julia de Montebello, se habían casado recientemente y eran padres del primer nie¬to de Ahmed, Ornar... el ojito derecho de su abuela y, para ser sinceros, de su abuelo también.
Pese a lo serena y feliz que aparentaba estar la pareja aquel día, la unión de Rashid y de Julia se ha¬bía celebrado tras muchas intrigas y peligros. Al fi¬nal, había resultado en la reconciliación entre sus dos países respectivos, enemigos centenarios y, por tanto, nunca habían sido más prometedoras las pers¬pectivas de un futuro de prosperidad y cooperación entre Tamir y Montebello.
Era hora de poner fin a la ceremonia con los tra¬dicionales rezos para los novios, sus familiares y ami¬gos, y la comunidad en conjunto. Mientras entonaba aquellas bellas palabras, Ahmed levantó la cabeza, y los brazos para abarcarlos a todos: sus dos hijos y las esposas de éstos; su amada esposa Alima, tan precio¬sa como el día de su propia ceremonia nikah; sus tres hijas, Nadia, la mayor, la dulce Samira y _________, la más pequeña y rebelde y, en secreto, su predilecta.
La ceremonia ya casi había concluido. Rápida¬mente, Ahmed siguió recorriendo con la mirada a los asistentes: un grupo pequeño y selecto, en su mayoría parientes próximos y amigos, de acuerdo con las tradiciones de su pueblo. En el fondo, avistó a Butrus Dabir, su fiel consejero y, quizá, su futuro yerno, si Nadia, su obstinada hija, se dignaba a acep¬tarlo.
Pero aquella pequeña nube en la felicidad del je¬que pasó deprisa.
Entre los presentes también se encontraban los dos invitados texanos de la novia, una mujer muy ha¬bladora amiga de Elena... ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, Kitty.Y el hombre alto y un tanto misterioso que era su tutor y protector. Según Elena, era su hermano adoptivo y su única familia, aunque en realidad no existían lazos de sangre entre Nick Jonas y Ele¬na Rahman. A Ahmed, que era receloso y muy tradi¬cional por naturaleza, le parecía una relación muy extraña.
En las primeras filas, vestidos con elegantes trajes occidentales, se encontraba la representación de Montebello. Varios, incluidos el nuevo aliado y con¬suegro de Ahmed, el rey Marcus Sebastiani, y su pri¬mogénito, el príncipe Lucas, se erguían con las cabe¬zas debidamente inclinadas. Dentro de dos días, como punto final a las festividades del fin de sema¬na, celebrarían una cena y una recepción de Estado para festejar el milagroso regreso del príncipe y la nueva alianza entre los dos países, personificada por el matrimonio entre Rashid y Julia.
Pero antes...Al día siguiente tendría lugar el walima, el banquete ofrecido por Hassan para celebrar la consumación de su matrimonio con Elena Rahman. El palacio resplandecería de flores y luces y re¬verberaría con risas y música. Habría abundancia de buenos alimentos, buenos amigos y buena conversa¬ción, las aficiones predilectas del rey. Sería una cele¬bración gozosa. De momento, en la familia Kamal todo iba bien. Tamir vivía en paz y con grandes pers¬pectivas de prosperidad.
«Sí», pensó el jeque Ahmed mientras pronunciaba las últimas palabras del Khutba-tun-Nikah, «la vida es bella».
«Loado sea Alá»

por **jamileth** Vie 22 Jun 2012, 9:45 pm

olaaaa nueva lectora!!!
ahhh me ha encantado!!!!!!!!!!!!

siguelaaa

siguelaaa

por **lovely last** Sáb 23 Jun 2012, 3:02 pm

new reader siguela me encanta

por **jamileth** Sáb 23 Jun 2012, 3:05 pm

siguelaaaaa

por **CariitoJonas15** Sáb 23 Jun 2012, 3:34 pm

Capitulo 1

Desde un balcón con vistas a los jardines de pala¬cio, _________ observaba al hombre del sombrero texano gris claro que paseaba sin prisas por las sendas em¬baldosadas. Había visto a muchas personas atravesar el jardín aquella mañana, pero le gustaba la manera en que se movía aquel hombre, con aplomo pero sin arrogancia, y la forma en que parecía estudiarlo todo, las flores, las fuentes, los coloridos mosaicos que pisaba, con interés desinhibido, como un niño en un zoológico.
Rió cuando un pájaro de vivos colores pasó vo¬lando delante del hombre, sobresaltándolo. Éste le¬vantó la cabeza para seguir el vuelo del ave, dejando al descubierto un rostro moreno de huesos fuertes, mejillas con ligeras arrugas y dientes blancos que dejaba ver una amplia sonrisa. Durante varios segun¬dos, pareció mirar directamente a _________, y ésta contu¬vo el aliento, ahogando la risa. Sí, sabía que no podía verla. Estaba bien escondida tras la intrincada celosía del balcón, pero el hombre tenía una sonrisa tan bonita...
—Ése —dijo en un susurro conspirador a la mujer que estaba a su lado—. ¿Quién es ese? El del sombre¬ro. Lo vi ayer, en la boda. Debe de ser norteamericano.
—Sí, princesa, lo es. De Texas —la criada Nargis lanzó una mirada culpable hacia el diván en que su señora, la hermana de _________, Nadia, tenía la atención puesta en su cuaderno de bocetos. Bajó la voz de to¬das formas—. Se llama Nick Jonas. La princesa... Eh... La señora Elena lo invitó a venir. Salma la oyó decirle a Madame Alima que es su tutor.
_________ emitió un sonido burlón y se olvidó de su¬surrar.
—No digas tonterías. Elena es norteamericana. En Norteamérica las mujeres no tienen tutores —no podía disimular el tono de envidia de su voz. Su nue¬va cuñada sólo tenía cuatro años más que _________, pero era tan inteligente y sofisticada... ¡y la jefa de su propia compañía! Y había logrado atraer y conquis¬tar el amor de un hombre apuesto y poderoso como Hassan.
Nargis se encogió de hombros.
—Es lo que he oído.
—Quizá Elena sólo quisiera honrar nuestras cos¬tumbres —le dijo Samira, la otra hermana de _________, en tono aplacador, dejando a un lado la labor de en¬caje para reunirse con ellas—.Ya sabes que, desde que murió su padre, se ha quedado sin familia. Quizá ese hombre sea un pariente lejano, un amigo o in¬cluso un socio. De todas formas —añadió en tono de suave censura—, si Hassan ha accedido a tenerlo como invitado, no debe de haber nada indebido en ello. No deberías chismorrear, _________.
_________ tomó del brazo a su hermana, en absoluto arrepentida.
—Pero míralo, Sammi. ¿No te parece apuesto? —aunque, al mismo tiempo, estaba pensando que la palabra «apuesto» no encajaba con el hombre alto de traje gris y sombrero texano. Parecía una palabra demasiado pálida y femenina.
—Parece muy... rudo —dijo Samira tras un mo¬mento de reflexión, dando voz a los pensamientos de _________—. Imponente, en realidad —ladeó la cabe¬za—. Resultaría difícil no sentirse intimidada por un hombre así.
—Lo sé —bromeó _________, poniendo los ojos en blanco—.Tú preferirías a alguien más suave, más so¬fisticado —señaló—. Como ése de ahí, el hombre moreno de ojos hermosos —que sabía perfectamen¬te lo hermosos que eran, pensó _________ con desdén. No sabía por qué, pero aquel hombre tenía algo que le resultaba vagamente desagradable. Como comida guisada con demasiada grasa—.Y... ¿no te vi ayer ha¬blando con él?
—Ése es Joe Caruso, princ esa —irrum¬pió entonces Nargis con ánimo, complacida por ser la portadora de información que volvía a con¬vertirla en el centro de atención—. Es uno de los Sebastiani... ¿Lo ve? El que lo acompaña es el du¬que Lorenzo. Y la mujer pelirroja es la esposa del duque. Se llama Eliza y también es norteamerica¬na, ¿sabe? —su voz se redujo a un susurro gozo¬so— .Periodista.
—¿De verdad? —como siempre, el interés de _________ creció a la mención de Norteamérica, y no se de¬tuvo a preguntarse por qué Samira se había quedado tan pálida y callada de repente.
—En serio... sois las tres unas cotillas —dijo Nadia, y chasqueó la lengua. Pero lo dijo de buen hu¬mor mientras ella también se acercaba a la celosía.
Se produjo un pequeño silencio mientras las cua¬tro mujeres contemplaban los movimientos de las personas que paseaban por el jardín. A sus oídos lle¬gaban sonidos: el murmullo del agua de las fuentes, retazos de risas y conversaciones.
—Bueno —dijo _________ con rotundidad—, yo no me fiaría de un hombre tan apuesto —y se sorpren¬dió sintiendo un pequeño escalofrío involuntario.
Tenía gracia, había sentido lo mismo cuando lo había visto hablando con Samira el día anterior, en el pasillo, cerca del salón principal. Había algo en Joe Caruso que le chirriaba, pero no lo mencionó. De todas formas, nadie la tomaría en serio. Sonrió con la mirada baja.
—Prefiero al norteamericano alto —añadió en un murmullo de placer—. ¿No parece un vaquero? ¿Incluso con traje?
Samira sonrió con indulgencia.
—_________, lo que te pasa es que te gustan los nortea-mericanos.Te fascina ese país.
—¿Por qué no? —dijo _________, y echó hacia atrás su larga melena negra—. Norteamérica es fascinante.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Samira con un tri¬no de risa. _________ sentía su propio rubor.
—Es evidente que a Hassan se lo parece. Y Elena me ha hablado de Norteamérica... sobre todo, de Te¬xas.Tiene que ser un país maravilloso, porque ella es tan inteligente, tan... —se interrumpió antes de po¬der pronunciar la palabra ¡libre!, y dio la espalda a Samira para dirigirse a su hermana—. ¿Nadia? ¿No te gustaría viajar a Norteamérica?
Nadia se encogió de hombros con indiferencia.
—¿Qué tiene de especial? Sencillamente es... muy, muy grande.
—Pero —repuso _________ con entusiasmo—, eso es precisamente lo que lo convierte en especial —abrió los brazos—. Su inmensidad. En cambio, Tamir —apro¬ximó las manos hasta casi unirlas—, es un país muy pequeño —terminó con un suspiro—. Cuesta imagi¬nar un país tan enorme.
Ah, pero _________ podía imaginarlo. Si cerraba los ojos, se veía a lomos de uno de los caballos de su hermano Rashid, cabalgando como el viento por los prados verdes y dorados de su granja de la isla de Siraj, con el viento agitándole el pelo y la tierra inter¬minable a su alrededor.
Sólo que no era interminable, por supuesto... ¿cómo iba a serlo, en Siraj o incluso en Tamir? La tie¬rra acababa enseguida y llegaban los riscos, a cuyos pies, las olas de agua turquesa rompían en playas de arena blanca. «Algún día», pensó con un repentino e intenso anhelo, «quiero ir a un lugar en que la tierra no se acabe»
—¿A qué parte te gustaría ir de Norteamérica, hermanita? ¿Qué te gustaría hacer allí? —Nadia la miraba con una sonrisa tolerante y afectuosa, como si _________ fuese una niña especialmente simpática, qui¬zá incluso graciosa—. Recorrer las tiendas, seguro. Quizá... ¿en Nueva York?
_________ había ido de compras por las boutiques de Londres y de París; sus zapatos se los hacían en Ita¬lia, a la medida. ¿Qué podía ofrecerle la ciudad de Nueva York que no hubiera visto en esas otras capi¬tales de la moda? Pero se limitó a decir con sonrisa de superioridad.
—Me gustaría conocer Hollywood. Quizá... ¿Ro¬deo Drive? —pero las imágenes de desiertos y mon¬tañas coronadas de nieve permanecían melancólicas y doradas en su mente. Como recuerdos, salvo que... ¿cómo podía tener recuerdos de lugares en los que nunca había estado?
Nadia rió.
—¿Hollywood? _________, eres una soñadora.
Dolida, _________ dijo:
—¿Por qué te parece imposible que vaya a Nor¬teamérica?
—No tienes motivos para ir —contestó Samira en tono práctico—. Padre nunca te dejaría realizar ese viaje sólo por placer y, ¿qué otra razón tendrías, cuando Europa está mucho más cerca?
_________ tuvo que morderse el labio para no mencio¬nar que Hassan había cursado estudios universita¬rios en Norteamérica. Su educación, en cambio, se había visto restringida a un internado femenino de Suiza y a un año en Inglaterra, y envidiaba la licen¬ciatura en ingeniería del Massachusetts Institute of Technology de su hermano.
—¿Qué tal por motivos de negocios? —dijo pasa¬do un momento—.Ahora que Hassan se ha casado con Elena, y ella es la directora de una refinería de petróleo...
—Pero eso son los negocios de Hassan. No tienen nada que ver contigo. No, _________, querida... —Samira le dio un apretón compasivo en el brazo mientras se daba la vuelta—. La única esperanza que tienes de conocer Norteamérica es casarte con alguien de allí, como Hassan —Nadia y ella intercambiaron miradas de regocijo—. Y, para eso, primero debes esperar a que Nadia y yo hayamos encontrado marido.
—Ya seré vieja y fea cuando eso ocurra —gruñó _________.
Como no era partidaria de permanecer abatida mucho tiempo, se enderezó. Se le marcaron los ho¬yuelos de las mejillas mientras espiaba por la celosía.
—Hablando de posibles maridos... Adivina quién acaba de llegar. Mira, Nadia, ahí está Butrus Dabir —deslizó la mirada hacia su hermana mayor con una sonrisa inocente—. ¿Es cierto que ha pedi¬do tu mano a nuestro padre?
Su broma fue recompensada con una exclama¬ción de desconsuelo de Nadia.
—¿Quién te ha dicho eso? —poniéndose en jarras, se encaró con su criada—. ¿Nargis? ¿Cuántas veces...?
Nargis ya estaba retrocediendo, tras lanzar a _________ un guiño de deleite.
—Sí, princesa... Voy a prepararle el baño. ¿Qué aroma prefiere, el de jazmín o el de rosas? O quizá ese nuevo de París... —atravesó los cortinajes y desa¬pareció en el saloncito de las princesas.
—Es una chismosa incorregible —dijo Nadia malhumorada, tomando el cuaderno de bocetos del sofá para seguirla. En el umbral se detuvo para lan¬zar a sus hermanas una mirada penetrante—. No he dicho que vaya a casarme con Butrus.
—Pero lo hará —dijo Samira encogiéndose de hombros cuando Nadia se hubo ido—. Estoy casi se¬gura.
Sin dejar de mirar con interés el jardín, _________ no pudo reprimir un escalofrío.
—Desearía que no lo hiciera. Aunque las dos ten¬gamos que esperar más para poder casarnos.
—¿No te gusta Butrus? —Samira la miró, sorpren¬dida—. Es muy apuesto, a su manera.Y hace muchos años que es casi un miembro de la familia. Padre confía en él.
—Es que... parece tan frío... No sé cómo Nadia puede quererlo.
—Quizá —dijo Samira pensativamente— haya otros motivos para casarse aparte del amor. No es que yo vaya a hacerlo, pero... —se apresuró añadir—, v ¿quién sabe lo que hay en el corazón de otra perso¬na? A fin de cuentas, a Nadia ya le rompieron el suyo una vez. Quizá no quiera arriesgarse a sufrir de nuevo. Y supongo que, si las demás razones fueran lo bas-tante importantes...
_________ guardó silencio. Una vez más, estaba obser¬vando al hombre del traje gris claro y sombrero texano que recorría las sendas de baldosines. En aquella ocasión, no arrancó los ojos de él hasta que lo vio de¬saparecer tras un arco de piedra con rosas trepadoras.

por **jamileth** Sáb 23 Jun 2012, 3:52 pm

siguelaaa
quiero saber cuando nick y la rayis s e casan!!!

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

por **aranzhitha** Sáb 23 Jun 2012, 4:11 pm

me encanta
Siguela!!!

por **jamileth** Sáb 23 Jun 2012, 4:31 pm

siguelaaaaaaaaaaaaaaa

por **CariitoJonas15** Sáb 23 Jun 2012, 5:47 pm

aranzhitha escribió:me encanta
Siguela!!!

Perdon por cambiar de noveee!! esq tube un problema con la otra asi q decidi subir esta :D

por **aranzhitha** Sáb 23 Jun 2012, 5:57 pm

CariitoJonas15 escribió:
aranzhitha escribió:me encanta
Siguela!!!

Perdon por cambiar de noveee!! esq tube un problema con la otra asi q decidi subir esta :D

Aww no te preocupes esta tan bien me gusta,
lei la de La estacion del arcoiris y creeme llore como nunca era muy linda
Siguela!!!

por **Sunny** Sáb 23 Jun 2012, 6:04 pm

Nueva Lectora!Me encanto la nove!Siguela pronto.Besos

por **jamileth** Sáb 23 Jun 2012, 8:13 pm

siguelaaaaaa

por **CariitoJonas15** Sáb 23 Jun 2012, 8:22 pm

Capitulo 2

En el paseo en sombra, más allá del arco cubierto de rosas, Nick Jonas se detuvo a encender un puro fino cortado en los dos extremos... un peque¬ño vicio y uno de los pocos que se permitía. Estaba solo, de momento, en aquel rincón apartado de los jardines del palacio, y disfrutaba de la soledad y de la quietud, inspirándolas junto al humo dulzón del cigarro. Mientras exhalaba, el murmullo de las con¬versaciones se redujo a un ruido de fondo. No muy lejos podía oír los trinos de los pájaros y el borboteo musical del agua. El aire era fresco y fragante, bru¬moso por las gotas de agua que arrastraba la brisa.
Nada que ver con el paisaje de enebros y robles de su rancho de las Grandes Llanuras, en Texas, pero no estaba mal.
No había visto mucho deTamir hasta el momento, a excepción de la mezquita, el palacio real y los jardi¬nes. Gracias a los acostumbrados retrasos de los vue¬los, había llegado el día anterior por la tarde, con el tiempo justo para asistir a la boda. Todo aquello le re¬sultaba interesante aunque, sinceramente, empezaba a sentirse enjaulado e inquieto. Estaba impaciente por que acabaran las fiestas y celebraciones para poder llevar a cabo lo que, realmente, había ido a hacer a aquel pequeño reino insular del otro lado del mundo.
Había viajado a Tamir por cuestiones de trabajo. En un primer momento, se había mostrado reacio a acep¬tar la invitación de Elena a su boda y de hacerse pasar por su tutor; una idea absurda, ya que no había persona que menos tutela necesitara que Elena Rahman. Pero después ella había mencionado que el jeque Ahmed Kamal, su futuro suegro, estaba interesado en moderni¬zar las refinerías de petróleo de su país, quizá incluso en construir unas nuevas. Nick se dedicaba a construir y modernizar refinerías. La oportunidad le había pareci¬do demasiado prometedora para dejarla pasar.
Pocas cosas en el mundo lo impresionaban y, me¬nos aún, todo lo relacionado con la riqueza, los títu¬los o las situaciones de poder. Pero el anciano jeque, el jeque Ahmed, había causado una honda impresión en Nick, y sólo tras un fugaz encuentro. Era áspero. De pelo plateado pero astuto como un zorro. Y muy poco pretencioso. Era el monarca absoluto de su país, pero había preferido emplear el título de jeque, un tratamiento general de respeto, en lugar del de rey.A Nick eso le agradaba.
También le agradaba el hijo del jeque, Hassan, aunque no estaba en condiciones de reconocérselo a Elena. Nick empezaba a pensar que su hermana adoptiva no había perdido del todo el juicio al casar¬se con un miembro de la realeza de Oriente Medio. Hassan estaba bastante occidentalizado, y Elena era lo bastante obstinada, como Nick sabía por expe-riencia, para que su enlace funcionara.
De pronto, recordó la inesperada suavidad de la voz de Elena por teléfono cuando lo había llamado para contarle sus planes de boda. También recordó el brillo de sus ojos la noche anterior, al mirar al no¬vio cuando éste le retiraba el velo... Sintió punzadas de emociones desconocidas en el pecho: envidia y anhelo eran sólo dos reconocibles. Irritado, dio una fuerte calada al cigarro, con movimientos momentá¬neamente torpes y desconcertados.
Fue en ese momento cuando llegó a sus oídos un suave murmullo de voces procedente del otro lado del arco. Dando gracias por la distracción, se recompu¬so rápidamente, disponiéndose a trabar conversación trivial con los dos recién llegados a aquel rincón priva-do del Edén. En cambio éstos, a juzgar por la conversa¬ción, se detuvieron justo al otro lado del arco. A punto de franquearlo para reunirse con ellos, Nick vaciló. Algo, el tono burlón del que hablaba, tal vez, lo hizo permanecer inmóvil y alerta justo donde estaba, ocul¬to por unos frondosos arbustos de hibisco.
—¡Una ocasión festiva! —repentinamente eleva¬da, la voz era áspera, sarcástica y clara, y fue seguida por un resoplido burlón.
—Te noto contrariado, Joe —dijo la segun¬da voz en tono de leve sorpresa—. Lucas es nuestro primo. Aunque no hubiera sido de la familia, la ale¬gría del rey Marcus sería razón suficiente para que lo celebráramos. A fin de cuentas, ya casi había desis¬tido de encontrar a su hijo...
—Vamos, no me malinterpretes —dijo el primer hombre rápidamente, con voz fluida como el acei¬te—. Estoy tan agradecido como el que más por que el príncipe Lucas haya aparecido vivo y, en aparien¬cia, indemne —se produjo una pausa y prosiguió con voz claramente untuosa—: Estoy pensando en ti, Lorenzo.
—¿Qué quieres decir? —la pregunta era áspera, un poco recelosa.
—Vamos... No finjas no saber que en ausencia del príncipe Lucas, el rey Marcus te estaba preparando para que fueras su heredero. Ahora que Lucas ha vuel¬to, tu posición en la corte no puede ser la misma.
Se produjo un sonido ambiguo que podía haber sido de regocijo o de reproche.
—Nunca he ambicionado ser rey, Joe. Soy feliz con la posición que ocupo, gracias —hizo una pausa—. En cualquier caso, dudo que sea mi posi¬ción la que te preocupa.
La respuesta fue violenta.
—Mira, también pienso en mi futuro, por supues¬to. No voy a negar que tengo mis propias ambiciones.
—Dios mío, Joe, ¿tan mercenario eres como para desear que Lucas no hubiera regresado para...?
—¿Cómo puedes pensar eso de mí, tu propio hermano? —fuera quien fuera, pensó Nick , el tal Joe se había pasado de la raya y estaba dando marcha atrás tan deprisa que casi balbucía—. Sólo pretendía... Me refería a nuestro futuro al servicio del rey Marcus. Mi única ambición es servir a Su Ma¬jestad de la manera que él considere apropiada...
A medida que proseguían los balbuceos, Nick es¬tuvo a punto de resoplar. Aquel tal Joe era res¬baladizo como una serpiente. Al parecer, su acompañante empezaba a dudar de la personalidad del hombre, fuera su hermano o no. Habló con voz géli¬da cuando, tras un señalado silencio, dijo:
—Veo que mi esposa me está buscando. Discúl¬pame.
Los pasos se alejaron rápidamente. Un momento después, Nick oyó el siseo de una exhalación segui¬do de un murmullo blasfemo; acto seguido, el segun¬do hombre se alejaba por la senda de baldosines, perdiéndose en el ruido de fondo.
Nick exhaló el aliento que había estado conte¬niendo y dio una calada rápida al puro que casi ha¬bía olvidado. Con cautela y naturalidad, rodeó el ar¬busto de hibisco. «Interesante», pensó mientras veía que dos hombres con esmoquin blanco se alejaban en direcciones opuestas. Al parecer, no todo era de color de rosa en aquel jardín del Edén.
De nuevo en el patio principal, se dirigió a un ca¬marero, resplandeciente con un traje de brocado blanco y turbante de color amarillo y azafrán.
—Disculpe... ¿Habla inglés?
Sosteniendo en equilibrio una bandeja de frutas con forma de flores, el camarero inclinó la cabeza respetuosamente.
—Naturalmente. ¿En qué puedo ayudarlo, señor?
Nick sonrió con leve pesar. Con aquel acento, pa¬recía que hubiese salido del campus de Oxford... o dondequiera que estudiaran los lores ingleses.
—Eh... Sí, quería saber quién era ese caballero, el de la mujer pelirroja. Acabo de hablar con él y no he oído bien su nombre.
—Es su alteza el duque Lorenzo Sebastiani de Montebello, señor. La dama es su esposa, norteameri¬cana.Tengo entendido que se llama Eliza.
—Ah, por supuesto. Y ese caballero de allí... ¿el moreno? Creo que ha dicho llamarse Joe...
—Sí, señor. Es el hermano del duque Lorenzo, Joe Caruso, asesor del rey Marcus.
—Ah —dijo Nick—. Sí... gracias.
—Ha sido un placer ayudarlo, señor —el camare¬ro inclinó la cabeza y siguió su camino.
«Interesante», volvió a pensar Nick. Pero, puesto que no tenía nada que ver con Tamir ni con Elena ni con su nueva familia política, no lo preocupaba.
—¡Yujuuu! ¡Nick, Nick!
Nick hizo una mueca al oír el penetrante saludo que eclipsaba el grato borboteo de una fuente cer¬cana. Gimió y miró alrededor con la esperanza de hallar un escondrijo. Al no ver ninguno, puso los ojos en blanco y se plantó una sonrisa en la cara mientras se disponía a saludar al otro invitado de Elena, su ruidosa e irritante amiga Kitty.

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