La historia que jamás ocurrió

Historia que jamás ocurrió

Esta simplemente es la historia que mi corazón confundido narra a mi mente todos los días, sin embargo, en el fondo se que jamás pasará. Esto siempre me ronda por mi cabeza y me trae vuelta loca, todos los días espero un beso, un abrazo. Un simple *hola*. Necesito desahogarme. Necesito contarlo. Este es mi futuro que simplemente sé que jamás pasará, pero hay una pequeña chispa en mí que sigue escribiendo aquella historia y que me trae distraída de lo que realmente importa.

Los días de escuela no eran tan aburridos como solía decir, tenía a mis amigas que siempre lograban hacerme reír. Los días se ponían aun mas divertidos cada vez que molestaba a Jacqueline con un niño que no le gustaba ni él a ella, ni ella a el. Pero sí le había gustado hace un año, se gustaban el uno al otro y él la había invitado a un baile de la escuela. Aquél niño iba en mi salón, amaba molestarlo porque cuando contestaba para defenderse se veía demasiado estúpido, y eso me divertía porque el era el mas aplicado del salón. Su nota mas baja había sido un 9.8, y un día se había sacado 10.4 (contando los puntos extra) en Matemáticas. Esa era otra razón con la que lo molestaba. Era raro, porque un día me pregunto que cuánto era 18 entre 9, y le dije que estaba estúpido.
El nombre de aquél idiota era Salvador Wong, sí, Wong. Llevábamos una relación odio-amistad, yo lo molestaba y el a mí. Sabía que no lo ofendía, porque siempre sonreía. El jugaba fútbol, pero no era del grupo de los populares, de hecho sus amigos eran demasiado raros, pero en el salón sí era amigo de los populares.
Los días pasaban y mi risa era cada vez mas fuerte y larga. Cada defecto que le veía a Salvador lo utilizaba para hacerlo repelar. El tenía demasiado bello en los dedos, y le decía *hombre lobo* Honestamente no lo hacía para que se sienta mal, adoraba ver su pequeña sonrisa.
Jacqueline siempre decía que a mí el gustaba, y yo siempre lo negaba. Aunque en el fondo sabía que esa era la verdad. Me había empezado a *pasar* un día que nos estábamos peleando por un lugar en la fila para que nos califiquen un trabajo de inglés. Yo lo empujé y luego el me puso su brazo en su cuello como si me fuera a ahorcar. Sí, es raro, pero en ese momento lo amé. Encontré la salida de su brazo y una amiga, Daniela Orta, dijo que había mucho calor. No sé de donde salió o porqué lo hice, pero se me ocurrió decir que es por culpa de Salvador. Quería usar ese comentario en forma de molestar, pero no pude. Lo único que pude decir fue que hacía calor porque Chava (así le decíamos) se había echado un gas. Pero al instante me puse roja, suerte que Chava no escuchó mi comentario, o al menos no me dijo nada.
Al siguiente día Chava tenía un nuevo corte de cabello. Y se veía totalmente asqueroso. Así que hubo un tiempo en que no estuve enamorada de él.
La historia de como me comenzó a gustar es mucho más estúpida de las otras que hé contado. Era el día del amor y la amistad y en el colegio los alumnos íbamos a ir de acuerdo a *el semáforo.* Venías de playera verde si estabas soltero o soltera, de amarillo si tenías quedante y de rojo si tenías novio/a . Yo no tenía playera verde, por lo tanto me vine de azul. Por coincidencia mi mejor amiga, Ana Paula, había dicho que venir de azul era de embarazada, pero lo había hecho para molestar a otra niña. En fin, traía mi cámara y mi IPod, porque mi otra mejor amiga, Fernanda, se supone que tendría un día de romance con el niño al que le gustaba, por supuesto que eso no pasó.
Tenía clases de artísticas y traía mi cámara y mi IPod a todas partes. No sé en que momento, pero Chava logró quitarme mi cámara. En ese momento comenzó una pelea que no fue detenida por el profesor, pues él estaba afuera con otros alumnos, y además él dejaba que platicáramos, comiéramos y lo que se nos diera la gana. Chava tenía mi cámara no profesional Cannon roja en sus manos. No quería que le pasara nada, así que salté a perseguirlo y a tratar de quitársela. Yo puse mi brazo alrededor de su cuello, justo como él lo había hecho antes, pero él logró zafarse. Entonces le dí una patada en donde no se debe de dar. Actué como si eso jamás hubiera ocurrido, pero sí escuché su pequeño gemido de dolor combinado con su típica sonrisa. En ese momento me enamoré.