"Cambiaste mi crudo invierno"

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Capitulo tres: "La llegada"

Divise entre el cristal de la ventana al chofer, hablando con el vigilante, lo dejaron pasar… tome mis cosas, y le dedique un seco “adiós” a mi compañera de cuarto, Tabata… una estúpida, que siempre quiso estar por encima de mi, pero eso jamás lo logro, e imagino que durante los próximos días, estará retorciéndose del coraje… Pues tendré una vida fuera de ese internado inmundo… tocaron a la puerta, abrí y me encontré con el hombre….
-¿Miranda? –pregunto-
-Hola, ¿Roger, cierto?
-Así es… -respondió indiferente, sin siquiera sonreír, yo tampoco lo hice, aunque por mas que trate, no creo que pueda volver a hacerlo-
-Bien, ¿vamos? –pregunte, ansiaba irme de ese lugar-
-Claro…
Bajamos entre las gotas de lluvia, que caían y rebotaban en el piso, salpicando los zapatos de ambos, el saco un paraguas, y nos cubrió… llegamos al auto, negro y sobrio… me abrió la puerta trasera, entre, sin siquiera agradecer la acción… el guardo el equipaje, subió al volante, yo iba observando las miles de gotas, que se estrellaban en el cristal… Tras un largo trayecto, llegamos al aeropuerto... “vuelo 754, Londres Inglaterra”, ese era el nuestro… caminamos hasta llegar, Roger entrego los boletos… para mi suerte, me toco el asiento sola… el vuelo fue larguísimo, me entretuve mirando el gran océano, azul, un azul brillante e intenso… después mis ojos comenzaron a cerrarse paulatinamente, hasta quedarme dormida……
-Hemos llegado… -dijo una voz masculina, tocando mi hombro-
-Gracias –dije a Roger-
Llegamos, nos encontramos, con un hombre alto y moreno, de semblante serio y pensativo…
-Hola, Federic. –Saludo mi acompañante-
-Hola, Roger, Señorita, un placer. –Dijo el sujeto-
-Igualmente –respondí, estrechando su mano- No, no lo hagas… -dije retirando mi mano, al darme cuenta que Federic iba a besarla-
-Perdón, no quise incomodarla señorita –dijo esto asintiendo con la cabeza lentamente-
-No, no es eso, es solo que no me gusta
-Bueno, ¿nos vamos? –Intervino Roger-
-Claro… -conteste-
Salimos del aeropuerto, afuera aguardaba un auto grande, negro y sobrio como el anterior, pero este con más porte, supuse que debía ser el auto personal de Albert…
Por la ventanilla, me detuve a observar lenta y metódicamente, cada calle Londinense, cada persona, vi varios niños jugando entre los charcos, muy sonrientes y dichosos… me hicieron recordar algunos momentos de mi niñez…
Llegamos, la hacienda era enorme, con grandes arboles que la escondían y con paredes inmensas…
Baje del auto, mi zapato se hundió en el húmedo pasto…. Camine, estaba por entrar y me di cuenta que había dejado atrás a mis acompañantes… los espere, y entre con ellos… El vestíbulo era gigante, yo estaba debajo de un candelero de cristal… los pisos de madera estaban tapizados de alfombras sombrías… Federic me guio hasta la sala, en el pasillo escuche voces masculinas, pude diferenciar la de un hombre mayor, y la de un joven… pues el timbre de este, no era tan grueso como el de su compañero…
Llegue a la entrada de la sala… estaba distraída observando, la sobriedad y elegancia del lugar… destacaba el buen gusto de Albert…
-Señor… -dijo Federic-
Albert giro su cabeza, y al mismo tiempo el joven que lo acompañaba también… en el rostro del abuelo, vislumbre una pequeña sonrisa, que si no hubiese estado a la distancia que me encontraba, no la hubiera notado… el rostro del joven acompañante estaba como roca, serio y sin ninguna emoción…
-Miranda, mi pequeña… -dijo el abuelo, para después acercarse y abrazarme-
Al principio no correspondí el abrazo, pero recordé el desagradable lugar en el que estaba, y sin pensarlo lo abrase yo también…
-Hola, Al…
-Puedes llamarme abuelo. –me interrumpió-
-Hola Abuelo…
Después me soltó, y dirigiéndose al joven dijo:
-Skandar, saluda a tu prima –dijo con una mirada amenazante en el rostro-
-Hola, Miranda, Bienvenida… -dijo indiferente, y con una sonrisa mas que forzada en el rostro-
-Hola, Skandar… –respondí hostil, sin siquiera fingir una sonrisa.-
-Bien, ¡Judith! –Grito el abuelo, desde la sala-
A los quince segundos llego una mujer, como de cuarenta y cinco años, piel blanca, alta, ojos verdes, de semblante serio…
-Dígame señor… -dijo la mujer-
-Lleva a mi nieta a su habitación…
-Sígame señorita…
Cuando pasábamos por el vestíbulo, para subir las escaleras, apareció una muchacha, de piel blanca, cabello castaño rojizo, ojos amielados, no tan alta, o por lo menos me llegaba a la barbilla…
-Lilith, llama a tu hermana y ayúdame con esto….
-Si madre….
Tomo una de mis maletas, y nos acompañó hasta mi habitación…
-Aquí es, señorita…
-Muchas gracias, Emm… –dije para que me mencionara su nombre, o como podría llamarla-
-Judith, mi nombre es Judith… ella es mi hija, Lilith, también tengo otra hija, Maggie…
-Me mandaste llamara, madre… -interrumpió una joven, muy parecida a Lilith, pero poco mas alta, y con cabello cobrizo…
-Así es, te llame para que me ayudaras, y te presentaras con la señorita…. –respondió Judith-
-Hola, mucho gusto señorita, mi nombre es Maggie…
-Miranda, llámame Miranda… y si, justamente tu madre había mencionado tu nombre…
-Bien niñas, dejen descansar a la señorita….
-Miranda, pueden llamarme Miranda…. –dije interrumpiéndola-
- es un gesto muy amable de su parte, pero no creo que su abuelo lo permita…. –me dijo Judith-
-Bien, entonces muchas gracias… -dije, ellas dejaron mis maletas, se retiraron, y yo entre…. La habitación estaba tapizada de alfombras, al igual que toda la casa, era sobria, pero acogedora, se adaptaba muy bien a mi…
Deje las cosas a un lado, luego ordenaría, ahora estaba muy cansada, me recosté y me quede pensando… Muchas cosas ya no eran como las recordaba… Lo que no podría olvidar nunca, era que mi abuelo tenía caballos lindos, con pelo sumamente brillante… eso era lo que más me gustaba de las visitas, me gustaba acariciarles el hocico, y sentir su pelaje entre mis dedos…
Estaba sumergida en mis pensamientos, cuando llaman a la puerta…
-Señorita Miranda, la esperan en el comedor…
Abrí la puerta y ahí estaba Maggie…
-Muchas gracias, pero insisto llámame Miranda, ¿Cuánto años tienes? –pregunte-
-Tengo 17, en casi nada 18… -me respondió ella-
-Ves, tienes casi mi edad, yo estoy cerca de cumplir 17… -dije avanzando para ir al comedor.
-Como el joven, hace casi un mes los cumplió… pero ¿y si su abuelo no lo permite? –me dijo ella-
-Si algo sabia de eso… no te preocupes yo hablare con mi abuelo… -Respondí –
-Como desee, digo desees….
-Muy bien… adiós… -dije despidiéndome para ir a la mesa con mi abuelo y “Primo”, el cual acababa de sentarse…
-Siéntate aquí Miranda –Dijo el abuelo, ofreciéndome el asiento que estaba a su lado izquierdo… justo enfrente de mi, estaba Skandar… Comenzamos a cenar tranquilamente… después de unos cuantos bocados, el abuelo comenzó con la plática…
-Y bien, Miranda, ¿Cómo te trataban en aquel lugar?
-Humm... si yo te contara, nos trataban pésimo, los “maestros” –dije haciendo comillas- te tratan como si tuvieras una mente muy pequeña, de forma muy estúpida…
-¿Y el rector?, ¿nadie dice nada? –Me dijo Albert-
-¿Rector? –dije en tono burlón- pff… por supuesto que no… Una vez, digamos que me rebele y me levanto la mano….
-¿Qué hizo que? –Dijo Albert en tono un poco alterado- ¿y tu que hiciste?
-Moví el rostro… y por hacerlo, me castigaron…
-¿De que manera? –Me pregunto el abuelo-
-Me encerraron dos días, con una comida al día…
-ese tipo de personas idiotas, las pagaran Miranda, jamás debieron tratarte así ¿y dime, tenias amigos?
-Mmmm… solo una chica, Amie… los demás, eran estúpidos sin cerebro… igual que todos los de ese lugar…
-¿Crees que la extrañes?
-Quizá…
-¿Por qué?
-Digamos que era bipolar, y la mayor parte del tiempo estaba enojada….
-Jajajaja… -rio el abuelo-
-Abuelo, ¿puedo pedirte un favor? –pregunte-
-¡Claro!...
-¿Los empleados podrían tutearme?…
Cuando termine la pregunta, Skandar bufo… y el abuelo se quedo callado…
-¿Si? –insistí-
-¿Por qué?, no veo la necesidad… -me respondió-
-Bueno, veras… Maggie, tiene casi mi edad… y me hablan de usted… me hacen sentir vieja…
-Jajajaja… esta bien… -me respondió-
-Gracias…
La cena término en paz… El abuelo se fue con Federic… y Skandar y yo, subimos a nuestras habitaciones… estaban casi juntas… en este orden: la mía, otra de huéspedes, y la de el…
Acomode la mayor parte de mis cosas, y después me di un baño de agua tibia. Desacomode las sabanas, me recosté... y me quede profundamente dormida….