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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu

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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu - Página 4 Empty Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu

Mensaje por ElitzJb Miér 25 Jul 2012, 8:06 pm

no tienes idea de como me encanta esta novela siguela por favor esta genial :)
ElitzJb
ElitzJb


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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu - Página 4 Empty Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu

Mensaje por Val's Matth. Vie 27 Jul 2012, 6:50 am

Luciana. escribió:Holiss!Nueva Lectora!Me encanta la nove! Amo a Nick! Es tan sexy jjajajaja
Bueno, espero verte por mis noves y que la sigas pronto!Besos.



Bienvenida!!!! hahahaha siii aunque decir que es sexy es quedarse corto xD ahhahahah

Me pasare por tus noves ok y gracias por leer mi nove
Val's Matth.
Val's Matth.


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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu - Página 4 Empty Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu

Mensaje por Val's Matth. Vie 27 Jul 2012, 6:52 am

aranzhitha escribió:awwww me encanta Nick
Es tan sexy Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu - Página 4 779977
Ya que uno de los dos seda, para que se acuesten
Siguela!!!

hahahahaha , quieres que vallan al grano de una ves 1313 ahahhahahahahha
Val's Matth.
Val's Matth.


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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu - Página 4 Empty Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu

Mensaje por Val's Matth. Vie 27 Jul 2012, 6:59 am

CrazyaboutJonas42 escribió:
Siguelaaaa y pasa por mis noves cuando puedas te esperan nuevos caps :D

siiii que bueno que subiste nove *-* la esperaba con tantas ansias :)
Val's Matth.
Val's Matth.


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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu - Página 4 Empty Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu

Mensaje por Val's Matth. Vie 27 Jul 2012, 7:02 am

nyJB escribió:no tienes idea de como me encanta esta novela siguela por favor esta genial :)





que bueno que te guste mi nove por que a mi deberás que me gusta la tuya xD
Val's Matth.
Val's Matth.


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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu - Página 4 Empty Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu

Mensaje por Val's Matth. Vie 27 Jul 2012, 7:04 am

ok chicas les dejo nove, lamento no haber podido subir pero es que tuve a mi gato enfermo y no tenia tiempo de meterme a la pc ok
Les dejo el cap de hoy espero que lo disfruten ok :)




Capitulo 8











—Acelera el paso, Dinamita. Estamos
rezagán­donos otra vez —_____ se terminó la barrita de chocolate y chasqueó la
lengua, animando a su caballo a avanzar. La verdad era que su retraso era tanto
culpa suya como de la yegua.




Mientras continuaba cabalgando por
aquella quebrada plagada de flores silvestres, alzó la mira­da hacia las
montañas cubiertas de nieve que abrazaban un cielo azul cobalto. Volvió la
cabeza para observar el rancho, convertido en un dibujo infantil en el que no
faltaba ni siquiera un arroyo que el sol transformaba en riachuelo de plata.




El camino continuaba a través de un
racimo de álamos de hojas temblorosas sacudidas por el viento. Entre el
bosquecillo de árboles, reposaba la pradera. Un venado que pastaba en ella alzó
la cabeza y huyó a esconderse entre los pinos cuan­do vio que se acercaban. Los
pájaros cantaban y




remontaban el vuelo a su paso,
revistiendo de in­tensos colores la verde floresta. La penetrante fra­gancia de
las coniferas inundaba el ambiente.




_____ cabalgaba lentamente, dejando
que los demás la adelantaran mientras ella iba fotografian­do sin cesar.




En cuanto a Dinamita, definitivamente,
la ye­gua no tenía ninguna prisa. Probablemente el nombre se lo había puesto
alguien con un extra­ordinario sentido del humor. _____ seguía a Jeeter, que
conducía la carreta y a José, que cabalgaba a su altura. Por mucho que
estuviera disfrutando de su tranquilo paseo no quería perder al grupo de vista.
Sobre todo sabiendo que podía haber pu­mas por los alrededores.




—Muévete, pequeña —insistió _____,
clavándo­le con más fuerzas los talones—. Una cosa es que vayamos las últimas y
otra que terminemos per­diéndonos.




Dinamita alzó las orejas y aceleró un
poco el trote, aunque no mucho.




Delante de ellas, Nick, que se había
detenido a hablar con Jeeter, volvió la cabeza. Después, hizo girar a su
caballo y retrocedió hasta donde estaba _____. Tenía un aspecto imponente
montado en aquel animal, pensó _____, admirando cómo se movía su cuerpo al ritmo
de su montura. Hasta entonces no se había fijado en lo mucho que se parecía el
movimiento de las caderas de un jinete al montar con el del acto sexual.




Para el momento en el que Nick la
alcanzó, la mente de _____ rebosaba de todo tipo de pensa­mientos sugerentes.
La carreta había desaparecido tras una loma, dejándolos en una tentadora
intimi-




dad. Pero _____ era consciente de que
no podía permitir que nada la tentara.




—Parece que no consigo encontrar la
espoleta de este caballo.




—No sabía que quisieras participar en
un derby —aplacó con las riendas a su caballo, que impaciente comenzaba a hacer
cabriolas—. Tran­quilo, Red.




—No quiero un caballo como el tuyo,
eso esta claro. Pero con esta yegua, por encantadora que sea, me siento como si
tuviera que bajarme a em­pujarla.




—Sabía que no habías montado mucho
última­mente, así que la escogí pensando en tu trasero — se interrumpió
bruscamente, miró a _____ y soltó una carcajada—. Vaya, déjame rectificar esa
frase.




—No, no te corrijas, sé perfectamente
que era eso en lo que estabas pensando, vaquero.




Los ojos de Nick resplandecían.



—De acuerdo, probablemente estaba
pensan­do en ello. Tienes un trasero magnífico, y no me gustaría nada verlo en
peligro.




Aquél no era un buen tema, se dijo _____
mien­tras sentía cómo reaccionaba su cuerpo a aquella conversación.




—Pues no creo que mi trasero sufriera
ningún daño con un poco más de velocidad. ¿Y qué pasa­rá cuando nos encontremos
con el ganado? ¿Crees que se asustará?




—No le pasará nada. En su juventud era
una yegua perfecta para conducir ganado, pero ahora está casi retirada. Quería
que montaras en un ca­ballo seguro, y Dinamita es la yegua más estable que
tenemos en el rancho.




A _____ le conmovió que Nick estuviera
tan pendiente de su seguridad.




—¿Y quién fue el gracioso que le puso
a esta yegua Dinamita? - —Fui yo.




—Supongo que fue una broma.



—No. Un niño no bromea cuando está
buscan­do un nombre para su primer caballo.




—¿Así que éste era tu caballo cuando
eras niño? —_____ se inclinó para examinar el pelo del hocico de Dinamita, ya
blanquecino—. ¿Cuántos años tiene?




—Veintiséis.



—¡Caramba! Ahora me siento culpable
por haber intentado que fuera más rápido. ¿No deberíamos ha­berla dejado
pastando cerca del rancho o algo asP




—No, de vez en cuando le gusta salir y
ver un poco de mundo, ¿verdad Dinamita?




La yegua giró las orejas al oír su
nombre.




—La vi nacer —continuó explicando Nick—.
Cuando mi padre me la regaló, me sentí como si me estuviera regalando el mundo
entero. Estaba nerviosísimo. Dinamita era una potranca muy rá­pida y tenía la
costumbre de empezar a correr de repente, cuando nadie se lo esperaba. Por eso
la llamé así. Ahora tiene tataranietos en el rancho.




—Guau —_____ sintió un profundo
respeto por la yegua, acompañado de una inmensa ternura hacia el vaquero que le
había permitido montar a su primer caballo—. Yo todo lo que tuve cuando era
niña fue un hámster.




—Me cuesta creer que la gente pueda
tener roe­dores como mascotas. Aquí tenemos gatos para que los cacen.




—Ah, eso lo dices porque no conociste
a Squeaky. Era un hámster excepcional. Yo le ense­ñé algunos trucos —era la
única cabeza de gana­do de su rancho imaginario, así que se había dedi­cado por
entero a él.




Nick se echó a reír.



—Te creo —la miró—. Puedo imaginarme
per­fectamente a esa pequeña rubia entrenando a su hámster.




—Era una buena compañía —_____ sonrió
ante el recuerdo de aquella peluda criaturita en la que no había vuelto a
pensar desde hacía años.




—¿No tienes hermanos?



—No. Así que me ha tocado a mí llevar
el es­tandarte de la familia.




—Lo dices como si hubiera sido una
carga muy pesada.




_____ se encogió de hombros.



—Tú también estás teniendo que
hacerlo, aho­ra que tu hermana ya no está en el rancho.




—Sí —sacudió la cabeza—. Y lo peor de
todo ha sido que no conocí el verdadero panorama del rancho hasta hace un par
de años, cuando mi pa­dre me pasó definitivamente la propiedad.




—¿Y no van bien las cosas?



—No muy bien —se interrumpió de pronto
y la miró sorprendido—. ¿Cómo diablos hemos ter­minado hablando de eso?




—Es algo que te preocupa mucho,
¿verdad?




—No —respondió Nick, dirigiéndole una
se­ductora sonrisa—. Realmente no.




_____ no le creyó. Al parecer Nick era
demasia­do orgulloso como para revelar la verdadera di­mensión de sus
preocupaciones.




—Posa para mí —le dijo _____—. Tal
como Jeeter te dijo, es la forma menos costosa de ganar algún di­nero, y además
quizá te permita ganar todavía más. Es posible incluso que atraiga más gente al
rancho.




—Lo que supondría que tendría que
agrandar­lo, y me gusta tal como es ahora.




A ella también. No era capaz de
imaginarse Su­surros del Viento como un gigante turístico.




—De acuerdo, en ese caso olvídalo.
Sólo esta­ba pensando en tu dinero. Te dije que estaba dis­puesta a negociar el
precio contigo porque estoy verdaderamente interesada en que salgas en la portada
del calendario.




—Preferiría que estuvieras interesada
en mí.




Oh, y lo estaba, claro que lo estaba.
Y llevaban ya demasiado tiempo solos.




—Creo que será mejor que nos reunamos
con los demás.




—¿Te doy miedo, _____?



—Digamos simplemente que nuestros objeti­vos
son irreconciliables.




—Tienes miedo de que sea capaz de
persua­dirte de que te olvides de esa portada y termines en mi cama.




Todos los sentidos de _____ se
pusieron inme­diatamente alerta, listos para la batalla.




—No es la posibilidad de que me persuadas
lo que me preocupa.




—Jamás te llevaré a donde no quieras
ir —re­plicó Nick en tono susurrante.




—Entonces creo que será mejor que me
lleves con los demás. Y ahora.




—De acuerdo —contestó Nick con un
hondo suspiro. Al pasar al lado de un pino, alargó la




mano, partió una rama y se la tendió a
_____—. Dale con esto de vez en cuando a Dinamita y ya verás como corre más.




_____ rechazó la rama que le ofrecía.



—¿Golpear a una tatarabuela? No soy
capaz.




—Pues alguien tendrá que hacerlo.
Porque es­toy sintiendo la imperiosa necesidad de bajarte de ese caballo y
hacer el amor contigo detrás del pri­mer pino que encontremos.




_____ clavó la mirada en aquellos ojos
rebosan­tes de deseo y el pulso se le aceleró al instante.




—Agárrate, _____.



_____ se agarró a la silla justo a
tiempo. Porque Nick fustigó a la yegua con la rama de pino al mis­mo tiempo que
le daba un grito. La yegua se lanzó a galopar a una velocidad inusitada. _____
perdió los estribos, pero consiguió volver a colocárselos. Oía los cascos de
otro caballo tras ella y supuso que Nick la seguía de cerca.




La velocidad le pareció algo estupendo
en cuanto se acostumbró a ella. Por lo menos la ha­bía ayudado a superar su
frustración sexual. Pero no podía pasarse todo el día galopando mientras
estuviera en el rancho y sabía que en cuanto se detuviera, volvería a renacer
el inevitable deseo hacia Nick. Necesitaba buscarse más distraccio­nes, quizá
le fuera bien concentrarse en José y planear cómo quería que posara para el
calenda­rio, al menos durante aquel par de días que iba a pasar al lado de Nick.




Observar a _____ era una dulce
tortura, pensó Nick. La fotógrafa había demostrado ser sorpren-




dentemente buena persiguiendo al
ganado una vez habían localizado a la manada. Cuando Dina­mita había sacado a
relucir sus quiebros de va­quera experta, _____ había conseguido permane­cer
sobre ella. Ni siquiera había perdido el equilibrio mientras Nickaba una de sus
barritas de chocolate. Él, por su parte, estaba tan pendiente de _____ que
había tenido serios problemas con una de las vacas, para diversión de José.




Éste se acercó a él mientras cruzaban
un arro­yo.




—Te gusta, ¿eh, jefe?



Nick no se molestó en negarlo.



—Supongo que estoy haciendo el
ridículo.




—Realmente no —contestó José, leal
hasta el fin—. Aunque no debe de ser difícil hacerlo con una mujer como ésa
—contestó mientras guiaba a su caballo a zona seca.




Nick lo siguió y volvió a ponerse a su
lado.




—¿Te ha pedido que poses para el
calendario?




—Sí —José hizo chasquear su cuerda
cuando una vaca intentó salirse de la formación—. ¡Eeeh! —le gritó.




—¿Y lo vas a hacer? —Nick se sintió
repentina­mente incómodo al recordar el indignante coque­teo de _____ con
Jeeter.




—Supongo que sí.



—Será mejor que hables con Jeeter para
que te ponga al tanto de cómo trabaja esa mujer.




—Ya lo he hecho —José le guiñó el ojo
a su jefe—. Jeeter dice que tiene una forma un tanto especial de preparar al
tipo para conseguir la foto­grafía que busca.




Nick soltó una carcajada un tanto
amarga.




—Supongo que ésa es una forma de
decirlo.




—Si yo estuviera en tu lugar, tampoco
me gus­taría su forma de trabajar. Pero un dólar es un dó­lar y Jeeter dice que
tú nos dejas vía libre.




Nick se bajó ligeramente el sombrero,
para cu­brir sus ojos.




—Diablos, no me atrevería a poner
obstáculos a vuestras futuras carreras cinematográficas. Por lo que me han
contado, es posible que en este mo­mento esté cabalgando con el sucesor de
Antonio Banderas.




José soltó una carcajada y sacudió la
cabeza.




—No pretendo convertirme en una
estrella del cine, pero no me importaría ganar algún dinero a cambio de salir
en un calendario. Estoy pensando en comprarme una silla nueva y le he echado el
ojo a una realmente bonita, con remaches platea­dos. Estoy dispuesto a exhibir
mis músculos para conseguirla —le dirigió a Nick una sonrisa—. No es que no
pagues bien, pero no puedo permitir­me esos lujos con el sueldo que gano en
Susurros del Viento.




—Por lo que _____ dice, puedes llegar
a hacerte famoso y poner fin a todos tus problemas econó­micos. Te irás a
Hollywood y dejaremos de verte




por aquí.



—No soy capaz de dejar este lugar
—replicó José—. He trabajado aquí desde que tenía dieci­séis años.




—Lo que quiere decir que te has
convertido en




un esclavo de la rutina.



En cualquier caso, para Nick era un
alivio que dos de sus trabajadores pudieran ganarse algún dinero gracias al
calendario. Cada vez que miraba




las cuentas del rancho, pensaba
preocupado en ellos. Trabajaba con un margen tan escaso de be­neficios que, si
los precios del ganado sufrían al­guna bajada, iba a tener que prescindir del
trabajo de gente que había llegado a convertirse en una familia para él.
Gracias a _____, por lo menos Jee-ter y José iban a poder contar con cierto
respaldo económico.




—Jeeter me ha comentado que también
quiere que poses tú, pero que te has negado —aventuró José.




—Jeeter tiene una boca demasiado
grande. Creo que voy a tener que asignarle más trabajo. Al parecer le queda
mucho tiempo libre para dedi­carse a los cotilleos.




—Eh, Jeeter no lo ha dicho con mala
inten­ción. Sólo es un joven que está emocionado ante la perspectiva de llegar
a hacerse famoso y cree que es algo que todo el mundo desea.




—Pero tú no.



—No, yo sé exactamente lo que quiero.



Nick lo miró y deseó que fuera un poco
más feo. La idea de que _____ fuera a coquetear con él le resultaba cada vez
más incómoda.




—No te preocupes, jefe. A mí lo único
que me interesa es cambiar de silla.




Mover al ganado les llevó el resto de
la tarde. _____ disfrutó de cada uno de esos minutos de constante actividad,
que de alguna manera, le re­cordaban al ajetreo de su vida en Manhattan. Pero
al final de la tarde, el ganado llegó a los nuevos pastos, los jinetes
volvieron a cruzar el arroyo y




comenzaron a bajar de la montaña. Una
hora des­pués, cuando el sol comenzaba a ocultarse detrás de los montes, Nick
anunció que había llegado la hora de acampar.




_____ no se dio cuenta de las agujetas
que tenía hasta que desmontó, pero como nadie se quejaba, mantuvo la boca
cerrada.




Acamparon en medio de una pradera
dividida por un burbujeante arroyo. Un lugar verdadera­mente pintoresco, si _____
hubiera sido capaz de olvidarse de los osos y los pumas que vagaban li­bremente
por las praderas y no le hubiera impor­tado tener que dormir con la única
protección de la delgada lona de la tienda.




Mientras Nick desenganchaba a los caballos
de la carreta y los llevaba con los demás, los jinetes se reunieron alrededor
del fuego que José había encendido. Había encendido además un infierni­llo de
gas en el que estaba preparando un guiso de carne. _____ esperaba que los pumas
no fueran especialmente aficionados a la carne guisada, pues su aroma se
extendía por toda la pradera y la noche iba cayendo a una velocidad que le
estaba resultando aterradora. Durante toda la excursión, había considerado a
Trixie como un protector sis­tema de alarma, pero el perro se había dejado caer
al lado de la hoguera y parecía estar profun­damente dormido.




Se puso la cazadora para protegerse
del frío, pero la gelidez que se había instalado en sus hue­sos no se debía
tanto a la bajada de la temperatura como a la oscuridad que se cernía sobre
ellos. Ja­más había visto un lugar tan oscuro como la linde de aquel bosque.
Para colmo de males, empeza-




ron a extenderse por la pradera
jirones de niebla que dificultaban todavía más la visión del entor­no.




—¿Alguien tiene una linterna?
—preguntó.




—Sí —contestó Jeeter—, hemos traído
algu­nas. ¿Quieres una?




—No, ahora no. Sólo quería saberlo.



—Creo que la luz del fuego es mucho
más ro­mántica —dijo Amy, acurrucándose contra su ma­rido.




_____ habría estado encantada si
hubieran podi­do contar con unos focos con vatios suficientes para iluminar un
estadio.




—Sí, este sitio es total —dijo Laura—.
Es exac­tamente el tipo de lugar que los extraterrestres es­cogerían para
aterrizar.




—Has visto demasiadas películas
—replicó su padre—. ¿Hay algo de beber en la carreta, Jeeter?




—Claro que sí. ¡Que todo el mundo se
siente y yo iré llevando lo que me pidan!




_____ miró los taburetes que habían
colocado alrededor del fuego y se imaginó a sí misma des­mayándose de dolor al
tener que sentarse en uno de ellos. Optó por quedarse de pie. Jeeter fue a
preguntarle qué quería de beber justo en el mo­mento en el que Nick regresaba
tras ir a ver cómo se encontraban los caballos. Cuando Nick se ma­terializó en
medio de aquella oscuridad, _____ sin­tió la necesidad casi incontrolable de
correr a pro­tegerse en sus brazos.




—¿Qué te apetece, _____? —le preguntó
Jeeter.




Sin dejar de mirar a Nick, y sin
pensar, _____ contestó lo que habría contestado si se encontrara en un
restaurante de Nueva York.




—Perrier con una rodajita de limón.



Nick, que estaba ya a su lado, no se
molestó en disimular una sonrisa.




—Y procura servírselo en cristal de
Baccarat. Ya sabes dónde lo guardamos, ¿verdad, Jeeter?




—No, jefe, no estoy seguro —Jeeter
parecía completamente desconcertado—. ¿Se trata de al­gún juego de cartas?




_____ cayó al momento en su error.



—¿Qué hay para beber, Jeeter?



—Cerveza y refrescos.



—Entonces Nickaré una cerveza,
gracias.




—¿Jefe? ¿Quieres algo?



—Sí, claro —se echó el sombrero hacia
atrás—. Tráeme una cerveza.




_____ se volvió hacia Nick en cuanto
Jeeter se marchó.




—Un vaquero que sabe apreciar el mejor
cris­tal. Eres una combinación fascinante.




—Parece que no lo suficiente.



—Soy la hija única de un magnate de
los nego­cios. Poseo una autodisciplina que no eres capaz de imaginarte.




—Un magnate, ¿eh? ¿Y el único animal
que pu­diste tener fue un hámster?




—Vivíamos en un elegante apartamento
neo­yorquino.




Nick asintió.



—Conozco ese tipo de viviendas —se
interrum­pió cuando Jeeter se acercó con las cervezas y en­trechocó su lata con
la de _____—. ¿Cómo es que no estás sentada con los demás alrededor del fuego?




—Estoy mejor de pie.



—Vaya, vaya. Así que al final tienes
agujetas.




—Quizá.



—Siempre traemos una pomada especial
para eso. Te traeré el tubo y puedes alejarte un poco del grupo para echártela
—dejó la lata de cerveza sobre una piedra y se dirigió a la carreta.




—Espera. ¿Qué quieres decir con eso de
que me aleje del grupo?




Nick la miró extrañado.



—Supongo que no querrás bajarte los
pantalo­nes delante de todo el mundo.




—Pero es que fuera de esta zona está
todo muy oscuro —para colmo de males, en ese mo­mento se oyó un aullido en la
distancia.




—Entonces pídele a alguien que te
acompañe. Díselo a alguna de las otras mujeres.




—Sí, claro. Como que me va a servir de
mucha ayuda. Amy es una loca romántica y Laura está deseando que aparezcan
extra terrestres. Además, no quiero darle a la madre de Laura la satisfacción
de que se entere de que tengo agujetas. Cuando no estaba regañando a su hija
por no montar co­rrectamente, me estaba regañando a mí.




Nick sonrió.



—¿Quieres que te acompañe yo?



—Eso es todavía más peligroso. No me
pondré la pomada.




—Tienes que hacerlo, _____. Diablos,
le diré a Jeeter que te acompañe y que se lleve un rifle para que te sientas
más a salvo.




—Nick, por favor, me da vergüenza que
Jeeter se entere. Dejemos que éste sea nuestro pequeño secreto, ¿de acuerdo?




Nick sacudió la cabeza.



—Mañana tienes que volver cabalgando
al ran-




cho, y tendrás tales dolores que no
serás capaz de cumplir con el calendario de trabajo que tienes previsto. Ya he
visto todo lo que tienes que mo­verte cuando tienes la cámara entre manos.
Mira, hagamos un trato, iré contigo y me llevaré un ri­fle. Y créeme, no voy a
intentar hacer nada sospe­choso sabiendo que tenemos a sólo unos metros a toda
esta gente.




—De acuerdo —_____ decidió que quizá
estu­viera exagerando un poco con Nick. Era evidente que no estaban en las
condiciones ideales para iniciar ningún tipo de escarceo sexual, así que dejó
su lata de cerveza al lado de la de Nick y es­peró a que éste regresara.



Disfrútenlo...
Val's Matth.
Val's Matth.


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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu - Página 4 Empty Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu

Mensaje por aranzhitha Vie 27 Jul 2012, 10:49 am

pobre rayiz :x
Tiene heridas y esta asustada
Me encanta
Siguela!!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu - Página 4 Empty Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu

Mensaje por Sunny Vie 27 Jul 2012, 10:53 am

Oh Por Dios!Quiero mas... quiero saber como sigue!
Amo la novela...espero que la sigas pronto!
Gracias por pasarte por mis noves.
Sunny
avatar


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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu - Página 4 Empty Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu

Mensaje por Val's Matth. Sáb 28 Jul 2012, 1:17 pm

Chicas pasare flash ya que tengo que salir al medico ok, mar tarde comento su comentarios y leeré las noves de algunas de ustedes ok :)
un beso :)




Capitulo 9







Nick apareció pocos minutos después
con un tubo en la mano, una linterna y un rifle. Le tendió a _____ la pomada.




—¿Vamos?



—Después de ti.



Nick se colocó el rifle bajo el brazo,
encendió la linterna e iluminó la hierba para que pudieran caminar en la
oscuridad. _____ lo seguía pisándole los talones.




—¿No deberías llevar la linterna un
poco más alta? Así reflejaría los ojos del oso o de cualquier otro animal que
desee comernos.




Nick se echó a reír.



—Es otra cosa la que me preocupa.
Quiero sa­ber si hay serpientes.




—Lo que faltaba. Me voy —_____ giró
sobre sus talones y comenzó a retroceder.




Nick la enganchó por el cinturón y la
hizo volver.




—Venga, no seas tan urbanita.



—Soy urbanita. Y estoy orgullosa de
ello.




Nick apagó la linterna y se la metió
en el bolsillo.




—Enciende la linterna.



—Dentro de un minuto —le echó el
sombrero hacia atrás y enmarcó su rostro con la mano libre—: Bésame, _____.
Esta va a ser una larga noche.




Por mucho que intentara negarlo, _____
desea­ba locamente aquel beso.




—Sabía que lo de seguirte era una
mala...




La boca de Nick descendió sobre sus
labios, acallando sus protestas y mandando al infierno toda su capacidad de
autocontrol. Nick devoró su boca y hundió en ella la lengua, dejándola palpi­tando
de deseo. Cuando se apartó, volvió a colo­car el sombrero en su lugar y
encendió la linterna.




_____ apenas podía respirar.



—Pensaba que necesitabas distraerte
con algo, para que dejaras de pensar en alimañas —dijo Nick, iluminando con la
linterna a su alrededor.




Pues si aquello había sido una
estrategia, _____ tenía que reconocer que había funcionado. Al pa­recer, su
cuerpo no era capaz de asimilar dos emociones intensas, y el deseo le había
hecho ol­vidarse del miedo.




Nick señaló el suelo con el haz de
luz.




—Este es un sitio tan bueno como
cualquier otro. Mantendré la linterna a la altura de las rodi­llas. Da diez
pasos y bájate los pantalones.




_____ Nickó aire y siguió sus
instrucciones.




—Estoy segura de que les has dicho eso
a otras muchas mujeres.




—Sólo a aquéllas a las que les queda
bien ese sombrero.




—¿Y cuántas han sido hasta ahora?



—Una.



8



Nick se encargó del tercer turno de
guardia, que empezaba unas horas antes del amanecer. José, Jeeter y Nick se
habían dividido la noche en tres partes, como hacían siempre que había ani­males
o gente de la que cuidar.




Nick había bromeado con _____ por sus
miedos de novata, pero en el fondo prefería que las per­sonas que se hospedaban
en el rancho se com­portaran con cierta precaución a que pensaran que estaban
en Disneylandia y que los animales podían cantar y bailar. Acampar al aire
libre en Montana, significaba asumir cierto nivel de riesgo y no todo el mundo
estaba dispuesto a enfrentar­se a ello. Ésa era la razón por la que Nick asumía
la responsabilidad del grupo y se aseguraba de que siempre hubiera de guardia
alguien capaz de utilizar un rifle y mantener la cabeza fría.




Aquella había sido una noche
tranquila. Con el




fuego reducido a las brasas y las
estrellas brillan­do en el cielo, la visibilidad era bastante buena. José había
informado de que había visto un oso negro aventurándose por el sendero. Nick
había estado pendiente por si volvía a aparecer, pero no había vuelto a verlo.
Los osos normalmente no re­presentaban ningún problema, a menos que hu­bieran
aprendido a asaltar a los turistas y hubieran Nickado gusto al tipo de comida
que llevaban los humanos. En ese caso, podían llegar a ser mortífe­ros en su
búsqueda de comida.




Cuando las estrellas empezaron a
perder brillo y comenzó a asomarse la luz por la línea del hori­zonte, Nick se
acercó sigiloso a la parte del cam­pamento en la que dormía _____. Se alegró al
ver que estaba profundamente dormida, aunque ha­bía estado moviéndose inquieta
una hora atrás, cuando habían comenzado a oírse los aullidos de los lobos. Nick
siempre había pensado que aquel era un lamento triste, más que amenazador. Los
lobos eran otro de los puntos de fricción con los rancheros de Montana, después
de que los hubie­ran reintroducido en la zona, pero Nick se imagi­naba que también
formaban parte de aquella tie­rra, al igual que los pumas. Montana no sería la
misma sin ellos.




Los lobos se habían tranquilizado, y
también _____, que dormía plácidamente con la mano apo­yada en la barbilla y su
melena dorada derramada sobre la cazadora que utilizaba como almohada. Ella no
podía saber que Nick estaría dispuesto a morir antes que permitir que le
ocurriera nada. No estaba exactamente seguro de cuándo había llega­do a aquella
conclusión, pero el caso era que ha-




bía desarrollado hacia _____ un
sentimiento de protección que probablemente le causaría proble­mas. El momento
en el que sentía aquella necesi­dad de cuidar de una mujer, normalmente indica­ba
que había bajado la guardia y podía terminar haciendo cualquier estupidez. Como
le había ocu­rrido con Deidre.




Observó a _____, intentando averiguar
cuándo se había producido aquel cambio en su corazón. Quizá hubiera sido al ver
que el sombrero le que­daba como si hubiera nacido en un rancho, o cuando se
había dado cuenta de que se estaba quedando rezagada y había empezado a animar
a Dinamita para que trotara. Quizá fuera la imagen que se había forjado en su
mente al oírla hablar de su hámster, o la valentía con la que había ayu­dado a
conducir el ganado.




En cualquier caso, comenzaba a sentir
por ella algo más que deseo. Y eso era terriblemente peli­groso. Nick era capaz
de dominar algo tan físico como el deseo, pero en cuanto una mujer comen­zaba a
meterse en su cabeza, sabía que la recorda­ría durante el resto de su vida.




Por el rabillo del ojo captó un
movimiento en la pradera. Se volvió lentamente y vio un alce aso­mando entre
los árboles, dirigiéndose hacia el arroyo. Alzaba su cornamenta con orgullo, un
perfecto trofeo con el que soñaría cualquier caza­dor. A Nick nunca le había
gustado la caza. Él sólo mataba a un animal cuando no le quedaba más remedio. Y
tampoco llevaba a los turistas de cace­ría, aunque alguno de sus vecinos estaba
ganando bastante dinero de ese modo.




Moviéndose con cuidado para no asustar
al




animal, Nick se agachó al lado de _____
y le sacu­dió delicadamente el hombro.




_____ abrió los ojos inmediatamente. Nick
se in­clinó y le apartó el pelo para poder susurrarle algo al oído:




—Hay un alce acercándose al arrollo.
Levánta­te despacio y prepara la cámara. Creo que hay luz suficiente para que
consigas una magnífica foto­grafía.




_____ asintió y salió cuidadosamente
del saco. En cuestión de segundos, estaba al lado de Nick con la cámara al
cuello y temblando de frío. Nick se agachó para recoger su cazadora y se la
echó por los hombros. _____ le sonrió agradecida. Y a Nick le dio un vuelco el
corazón.




Estaba bellísima nada más levantarse.
El viento levantaba delicadamente sus rizos. Viento que, por cierto, soplaba
hacia ellos, lo que quería decir que podrían acercarse al alce sin que los
oliera.




Con un gesto, Nick le indició que lo
siguiera, y _____ volvió a asentir. Asegurando cada uno de sus pasos para no
pisar ninguna rama y quebrar así el silencio de la madrugada, Nick fue
avanzando. Como si de un fantasma se tratara, deslizándose a través de la
niebla, el alce llegó al arroyo y miró a su alrededor. Nick se quedó
completamente quie­to. Cuando el alce bajó la cabeza para beber, el vaquero
reanudó sus pasos.




El animal alzó la testa y Nick se
detuvo, cons­ciente de que si se acercaban más, el alce desapa­recería en la
foresta. _____ posó la mano en el hombro de Nick y se lo apretó ligeramente,
como si le estuviera indicando que era aquélla la foto­grafía que quería.
Mientras permanecían rígida-




mente expectantes, la primera luz de
la mañana cubría de bronce las astas del animal.




«Click». El sonido del disparo de la
cámara no era demasiado escandaloso, pero el alce volvió su enorme cabeza y se
quedó mirándolos fijamente, como si hubiera estado al tanto de su presencia en
todo momento. «Click». El obturador se abrió y se cerró por segunda vez. El
alce dio media vuelta y fue alejándose lentamente, sin ninguna precipi­tación,
hasta perderse de nuevo en la foresta.




—¿Crees que lo has conseguido?
—preguntó Nick quedamente.




—Sí, lo he conseguido —contestó _____
jubilo­sa—. Oh, Nick, ¿no te ha parecido magnífico?




—Sí —se volvió hacia ella—. Me pediste
que te mostrara la razón por la que este lugar es tan especial para mí. Y eso
es lo que estoy haciendo.




—¿Te encuentras con cosas como ésta a
menu­do?




—No continuamente, pero sí con la
suficiente frecuencia como para que merezca la pena conti­nuar aquí.




—Gracias por haberme despertado.



—De nada —incapaz de reprimirse, le
acarició la mejilla—. ¿Cómo te sientes?




—¿Por fuera? Un poco anquilosada. ¿Por
den­tro? Como una niña el día de Navidad.




Nick sonrió.



—Bienvenida a la vida de los vaqueros:
es uno de los trabajos más agotadores del mundo, pero también uno de los más
bellos.




_____ alzó la mirada hacia los picos
nevados de las montañas, que el sol comenzaba a iluminar.




«Cuidado Nick», se advirtió el vaquero
a sí mis-




mo. _____ podría estar enamorándose de
Montana. Les ocurría a muchos de los visitantes. Pero a la larga, aquello
tampoco tenía demasiada trascen­dencia. Regresaban a sus casas, volvían a su có­moda
rutina y se olvidaban de lo maravilloso que era presenciar un amanecer como
aquél. Sin em­bargo, Nick jamás había percibido aquella admira­ción en Deidre.
A ella le gustaba estar casada con un ranchero porque le parecía algo exótico,
pero en realidad nunca le había gustado demasiado la vida del rancho.




—Me gustaría hacerte una pregunta muy
per­sonal —pidió _____.




—De acuerdo.



—Si quieres, puedes decirme que no es
asunto mío.




—Muy bien.



—¿Por qué... por qué te divorciaste?
—lo miró, y al instante desvió de nuevo la mirada—. Lo sien­to. No debería
habértelo preguntado.




—¿Por qué lo has hecho?



—No lo sé. Es sólo que tú no pareces
un hombre muy propenso al divorcio, y me cuesta creer que una mujer haya
renunciado... a todo esto.




—Yo no creo que Deidre renunciara a
nada. Ella tenía sus prioridades y estar casada conmigo no era una de ellas.




—Me imagino que tú te Nickaste
bastante en serio la idea del matrimonio.




—Si no te lo Nickas seriamente, ¿qué
sentido puede tener casarse?




_____ parecía incómoda.



—Bueno, por supuesto, cualquier
persona de-




bería Nickarse en serio algo así. Pero
eso de que el matrimonio controle toda tu vida...




—Claro que tiene que controlar toda tu
vida. Si el matrimonio era una prioridad para mí, ¿por qué no iba a serlo para
ella? ¿Sabes? Estaba empezan­do a pensar que quizá tú no fueras como Deidre,
pero me temo que me equivocado. Es posible que pienses como ella: lo más
importante es el trabajo y, por supuesto, tampoco está de más tener un marido a
mano, del que poder disponer a capri­cho.




_____ se sonrojó.



—El trabajo siempre ha sido lo más
importante para los hombres. ¿Qué esperabas? ¿Que abando­nara su carrera de
modelo?




—Sólo durante algún tiempo —intentó
domi­nar el enfado que crecía en su interior—. Podía haber reNickado su carrera
después.




—¡Ni los sueñes! Siendo modelo no
puedes permitirte desaparecer de la escena cuando te apetezca. Un paso mal dado
y adiós profesión. Supongo que tú ni siquiera consideraste la posibi­lidad de
renunciar al rancho, ¿verdad? La mujercita tiene que adaptarse a las exigencias
del matrimo­nio, mientras que el hombre...




—Mientras que el hombre averiguó
cuando ya era demasiado tarde que su mujercita había abor­tado a su hijo. Los
hombres no tienen todo el con­trol, ¿sabes?




_____ lo miró sobrecogida.



—Oh, Nick, Nick. Lo siento.



Nick bajó la mirada hacia el suelo,
donde el ro­cío se extendía como una manto de lágrimas so­bre la hierba.




—No debería habértelo contado —estaba
tem­blando, maldita fuera, y para mayor desespera­ción, podía oír a la gente
comenzando a levantar­se en el campamento.




—Nick —susurró _____, posando la mano
en su brazo.




—Tengo que ir a ver a los caballos.



—Iré contigo.



—No. Creo que es mejor que demos por
zanjada esta discusión. Supongo que a estas al­turas ya estás pensando que
después de haber tenido problemas con una neoyorquina, debe­ría tener
suficiente sentido común como para permanecer alejado de la próxima que ha apa­recido
en mi vida. Pero parece que me cuesta aprender.




—Nick, yo no... —lo miró confundida, y
no fue capaz de terminar la frase.




—No estoy diciendo que seas tan
taimada como Deidre, pero piensas como ella. Has conse­guido hacerte un hueco
en la escalera del éxito y no vas a permitir que ningún hombre te haga ba­jarte
de allí. Supongo que haces bien pensando de esa forma. Y lo mejor que puedo
hacer yo es mantenerme alejado de ti para no tropezar de nuevo con la misma
piedra.




La conducción de ganado parecía haber
actua­do como una fuente de juventud para Dinamita. O eso, o la yegua estaba
más que ansiosa por re­gresar al corral, pensó _____ mientras la yegua se
adelantaba a todos los caballos del gaipo. Y _____ no tenía ningún
inconveniente en ir a aquella ve-




locidad. De pronto, parecía haber
perdido la afi­ción a las fotografías.




Nick tenía toda la razón sobre ella,
pensó mientras cabalgaba. Su carrera profesional había ocupado el primer lugar
en su lista de prioridades, al igual que en la de su padre. Y su madre sólo
había sido la mujer que a su padre le había conve­nido tener a mano. Al crecer
con ese modelo, _____ había comprendido pronto las ventajas de ser la persona
dominante en la pareja y había asu­mido ese punto de vista.




Pero no había nada malo en su plan, se
dijo con determinación. Los hombres llevaban años practicando ese sistema, así
que, ¿por qué no se les iba a poder pagar con la misma moneda? ¿Qué había de
malo en que buscara un hombre dócil, capaz de apoyarla y dejar que continuara
su cami­no hacia la fama? Lo que tenía que hacer durante los siguientes días
era concentrarse en el calenda­rio y en la búsqueda de un marido adecuado. No
todos los vaqueros del valle eran como Nick. Y si no la atraían tanto como él,
tendría que ser capaz de sacrificarse. Nick no era el hombre indicado para
ella.



Disfrútenlo...
Val's Matth.
Val's Matth.


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Mensaje por aranzhitha Sáb 28 Jul 2012, 2:41 pm

awww pobre Nick
Que feo que abotara a su hijo la tipa esa
Me encanto el beso pero quiero mas baba
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por ElitzJb Sáb 28 Jul 2012, 8:00 pm

que feo lo q le hizo la ex de nick.... eso no se hace y menos a un bebe...
wao ahora los 2 estan bravitos o mejor dicho peliados...
siguela esta genial me encanta :)
ElitzJb
ElitzJb


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Mensaje por Val's Matth. Dom 29 Jul 2012, 9:10 pm

aranzhitha escribió:awww pobre Nick
Que feo que abotara a su hijo la tipa esa
Me encanto el beso pero quiero mas Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu - Página 4 779977
Siguela!!!



Hay siii me da tanta pea o que hace la perra de su ex xD
Val's Matth.
Val's Matth.


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Mensaje por Val's Matth. Dom 29 Jul 2012, 9:12 pm

nyJB escribió:que feo lo q le hizo la ex de nick.... eso no se hace y menos a un bebe...
wao ahora los 2 estan bravitos o mejor dicho peliados...
siguela esta genial me encanta :)

hahah cuando ambos se enojan es cuando se pone mas interesante la nove xD
Val's Matth.
Val's Matth.


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Mensaje por Val's Matth. Dom 29 Jul 2012, 9:18 pm

Chicas les dejo la nove y lamento no haber podido comentar su comentario la ves anterior y no ver subido nove ayer, así que les dejo un capitulo mas largo ok un beso y disfruten la nove...



Capitulo 10







Desgraciadamente, tampoco había hecho
nin­gún progreso que le permitiera pensar que Nick iba a aceptar posar para la
portada. De hecho, después de la conversación, dudaba que quisiera hacer nada
con ella, estuviera o no la cámara por medio. Quizá fuera lo mejor. Necesitaba
olvidarse de él y continuar su trabajo.




El sonido del trote de un caballo la
alertó de que alguien se acercaba. Preguntándose si sería Nick con intención de
hacer las paces, se volvió




expectante, pero era Laura la que
cabalgaba hacia ella.




—He conseguido dejar detrás a mis
padres — le explicó la adolescente radiante—. Les he ade­lantado en una zona en
la que el camino se en­sanchaba y se podía pasar al lado de la carreta, pero el
camino ha vuelto a estrecharse y ahora no pueden pasar.




_____ no pudo evitar una carcajada. —A
veces los padres pueden llegar a ser un fastidio.




—Desde luego. Me tratan como si fuera
una niña.




_____ no osó sonreír ante aquella
declaración. Por lo que ella recordaba, los catorce años eran una edad muy
difícil.




—Voy a comprarme uno de tus
calendarios en cuanto vuelva a casa. Creo que lo que haces es genial.




—Gracias.



—Yo estoy deseando conseguir trabajo,
para poder vivir en mi propio apartamento —apretó los labios con
determinación—. Y voy a ir a la universidad cuando me apetezca y no cuando mis
padres decidan que tengo que ir.




_____ comprendía perfectamente su
rebeldía. —Es muy duro que los padres intenten contro­lar cada uno de tus
movimientos. —¿Tus padres también lo hacían? —Oh, puedes estar segura. Yo
también soy hija única, y comprendo las presiones a las que estás sometida. Tus
padres me recuerdan al mío, siempre intentando que fuera perfecta. —¡Yo lo
odio!




—El problema es que tú eres su
objetivo. Han concentrado todas tus esperanzas en ti. A mí a ve­ces me gustaba
ser el centro de todas sus atencio­nes, pero durante la mayor parte del tiempo
desea­ba tener hermanos para que me dieran un respiro.




—Yo les pedí que adoptaran un niño.
Les ha­blaba de los pobres niños que no tienen padres. Pero nunca conseguí
convencerles. ¿Sabes? Creo que hasta llevan la cuenta de las veces que respiro
al día.




—Yo también lo pensaba. Me decía que
ni si­quiera podía estornudar sin que se enteraran y me dijeran cómo tenía que
hacerlo la próxima vez.




—De todas formas, apuesto a que ya no
te controlan. Ahora tienes tu carrera, tu trabajo, todo.




_____ pensó entonces en la última
oferta de su padre para utilizar el calendario de los Hombres de Montana como
regalo para sus clientes.




—Todavía lo intentan, Laura. Créeme,
todavía lo intentan.




Cuando regresaron al rancho, _____
llamó a Bo-zeman, alquiló un coche y pidió que se lo envia­ran. Era lo primero
que debería haber hecho, se dijo. Bernie había pensado que se perdería en medio
de aquel mundo salvaje, pero ella estaba comenzando a acostumbrarse a utilizar
las monta­ñas como puntos de orientación, de la misma for­ma que en Nueva York
utilizaba el Edificio Chrys­ler o el Empire State.




Por su puesto, si hubiera ido en coche
desde Bozeman hasta Susurros del Viento, se habría per-




dido la pareja de águilas, pero
también se había perdido la primera dosis de Nick, y quizá no se hubiera
encaprichado tan rápidamente de él.




Se entregó por entero a su trabajo.
Estuvo foto­grafiando a José y, tras la sesión, garabateó una estrella en la
hoja de su entrevista, señalándolo como candidato a futuro marido.




Excepto Nick, no había nadie más en el
rancho a quien quisiera fotografiar, así que durante los días siguientes estuvo
de gira por los ranchos ve­cinos. Pronto fue conocida en el lugar como la
«mujer de la cámara» y los vaqueros comenzaron a ir a buscarla par ofrecerse
como modelos. _____ tuvo que rechazar amablemente a algunos, pero al final
consiguió una buena lista de candidatos, tanto para el calendario como para el
matrimonio. Entre ellos destacaba Stu, un pelirrojo del que emanaba una
misteriosa sensualidad que Clero pensaba podría volver loca a cualquier mujer.
In­cluso a ella, se dijo, si de una vez por todas consi­guiera sacarse a Nick
de la cabeza.




Intentando conseguirlo, se mantenía
lejos de Susurros del Viento todo lo que podía. Algunas noches paraba a cenar
en un restaurante situado a unos cuantos kilómetros del rancho y no regresa­ba
a la cabana hasta la hora de acostarse. En una de esas ocasiones, después de un
día particular­mente largo y, cuando lo único que le apetecía era volver a casa
y relajarse, se metió en el coche después de cenar y descubrió desesperada que
no arrancaba.




—Eh, fotógrafa.



Alzó la mirada y vio a Robert
Henderson sa­liendo del restaurante. Era uno de los vaqueros a




los que había tenido que rechazar para
el calen­dario. La redondez de su rostro le daba un aire in­fantil muy poco
fotogénico.




—Parece que su coche tiene problemas.



—Eso me temo.



—Es alquilado, ¿no?



—Pues sí.



—Podría intentar arreglarlo, pero
después ten­dría usted problemas con la agencia de alquiler. ¿Por qué no me
deja llevarla al rancho y llama a la agencia desde allí?




—Magnífica idea, y gracias.



Robert estuvo haciéndole miles de
preguntas sobre la vida en Nueva York durante el trayecto a casa. _____ llegó
agotada y, tras darle profusamen­te las gracias, se bajó del coche pensando que
no había nada que le apeteciera más que meterse en la cama. A no ser que...
miró de reojo el camino que conducía hacia la piscina natural, y Nickó in­mediatamente
una decisión.




A los pocos minutos, se estaba
quitando la bata en la intimidad del bosque y se metía en el agua con una
barrita de chocolate. Se lo había ga­nado, pensó satisfecha. Había trabajado
duramen­te y, como siempre le ocurría cuando estaba a mi­tad de un proyecto, su
frustración sexual iba aumentando con cada una de las fotografías.




Lo peor de todo era que no conseguía
olvidar a Nick. Hasta entonces, su deseo no había estado centralizado en nadie,
pero desde que estaba en el rancho, no era un amante cualquiera lo que de­seaba:
deseaba a Nick. Lo comparaba con cada uno de los vaqueros que fotografiaba y no
era ca­paz de desear a ninguno.




Se hundió lentamente en el agua,
disfrutando de la sensación del agua caliente sobre su piel y murmuró para sí,
con los ojos semicerrados:




—No te duermas, ________.



Pero poco a poco fue perdiendo la
conciencia. En medio de su dulce aturdimiento, advirtió la presencia de
alguien, pero sabía que no se trataba de nada alarmante. Flotando en aquel
mundo de ensueño, imaginó que una suave brisa acariciaba sus párpados, bajaba
después a sus mejillas y re­frescaba finalmente su boca. La brisa se transfor­mó
en el roce de unos labios, pero _____ no se asustó, ni siquiera abrió los ojos.
Sabía que Nick estaba allí.




Nick había pasado los últimos días
intentando prolongar unas cercas con Stan. Había asumido aquella agotadora
tarea para evitar pensar en _____ y sus músculos ya estaban quejándose. Había
ad­vertido que _____ tampoco pasaba mucho tiempo en el rancho y se imaginaba
que, al igual que él, estaba evitando un encuentro.




Al no ver su coche aparcado fuera de
su caba­na aquella noche, dio por sentado que _____ toda­vía estaba fuera.




No le gustaba que pasara tan poco
tiempo en el rancho, pero fueran las que fueran sus activida­des, no podía
hacer nada para impedirlas.




Lo que sí podía hacer, aprovechando la
calidez de la noche, era reconfortar sus doloridos múscu­los dándose un baño en
la piscina de agua calien­te. Así que, llevando encima sólo los vaqueros, las
botas y una toalla al cuello se dirigió hasta allí.




Al llegar al claro, se detuvo perplejo,
pregun­tándose si en su desesperación por la ausencia de _____ estaría
empezando a tener visiones. Pero no, allí estaba, y era completamente real.
Quizá le hu­biera pasado algo a su descapotable y no había podido llevarlo al
rancho.




_____ estaba con los ojos cerrados y
el burbujeo del agua amortiguaba el sonido de los pasos de Nick. Si éste
hubiera conjurado la imagen más tentadora de _____ que era capaz de imaginar,
ha­bría sido aquélla. Siempre le había intrigado la ca­prichosa forma en la que
las mujeres se recogían el pelo antes de bañarse. Y encontró muy atracti­vos
los ricillos que se le habían soltado. El cuello, que nunca había visto tan
desnudo le pareció todo lo besable que podía llegar a ser el cuello de una
mujer.




_____ tenía los hombros desnudos y Nick
sos­pechaba que el resto del cuerpo también.




Era consciente por tanto de que
debería retro­ceder y dejarle disfrutar en solitario de su baño. Debería, pero
antes de empezar a cruzar de nue­vo el claro, comprendió que toda su fuerza de
vo­luntad lo había abandonado.




El vapor de agua los rodeaba,
impregnado de la esencia cítrica del perfume de _____. Nick respi­ró hondo
mientras se sentaba al lado de _____ en el banco de madera que había en el
interior de la bañera. El rostro de _____ estaba ligeramente son­rojado por el
calor y su boca ligeramente curvada, con el asomo de una sonrisa. Nick se
inclinó so­bre ella, dejando que su aliento acariciara su ros­tro. Y _____
entreabrió los labios.




Con los latidos de su corazón
retumbándole en




el cerebro, Nick acarició sus labios
con la deli­cadeza de un copo de nieve al caer. Los labios de _____ eran
suaves, cálidos... receptivos. Y sabían a chocolate, pensó con una sonrisa. Nick
buscó un contacto más firme de sus bocas, y ella respondió abriéndose a él,
invitándolo a profundizar su beso. Nick siguió el camino que ella iniciaba, dan­do
rienda suelta a su deseo.




Pero su delicado contacto no
traicionaba la ur­gencia de su pasión mientras acariciaba con un dedo su
cuello, sintiendo su pulso palpitando en concierto con el suyo. Durante largos
segundos, acarició su cuello, sus hombros, la nuca... Al final, cuando sintió
que _____ estaba lista para ello, des­lizó la mano bajo el agua y Nickó su
seno. Capturó el gemido provocado por aquella caricia con los labios mientras
continuaba su lento asalto.




Los pezones de _____ ya estaban
erguidos por la pasión, tal como había imaginado. Los acarició con el pulgar,
deleitándose al mismo tiempo en el dulce quiebro de su respiración.




Continuó acariciándola mientras exploraba
pe­rezosamente su boca con la lengua. Al posar la mano sobre su corazón, pudo
sentir la tormenta que se estaba desatando en el interior de la joven.
Lentamente, como si no quisiera perder aquel contacto, apartó los labios de los
suyos. _____ per­manecía con los ojos cerrados, pero sus párpados temblaban.
Tenía los labios entreabiertos, henchi­dos por los besos y la respiración
agitada. Ah, _____...




Resistiendo la necesidad de volver a
detenerse en su boca, Nick descendió por su barbilla hasta al­canzar su cuello.
Alzó uno de sus senos hasta dejar-




lo al nivel de la superficie del agua
y con delicados toques de la lengua fue acariciando sus pezones.




_____ gimió y se arqueó contra él,
haciendo emerger sus senos. Nick no necesitó más invita­ción que aquélla.
Apoderándose con ambas ma­nos de sus senos, Nickó y saboreó aquella delica­da
piel, mordisqueándola tentadoramente con los dientes y lamiéndola con la
lengua. _____ le tocó entonces por vez primera. Hundió los dedos en su pelo y
presionó ligeramente su cabeza, urgién-dolo a continuar.




Cuando empezó a gemir, Nick volvió a
acallar sus jadeos con un beso. Deslizó después la mano lentamente, hasta
encontrar el valle entre sus muslos. Le maravillaba que no opusiera resisten­cia.
Hacer el amor con ella iba a ser muy fácil. Y también un error. Encontró a _____
ya dispuesta para el amor cuando hundió los dedos en su inte­rior. Temblaba de
deseo de enterrarse en ella, con preservativo o sin él. Pero las consecuencias
podían ser funestas.




De modo que continuó acariciándola
hasta ha­cerla gritar y explotar en sus brazos. Entonces Nick habló por vez
primera.




—Abre los ojos, _____.



_____ sacudió la cabeza. Su
respiración conti­nuaba convertida en vina sucesión de jadeos.




Nick continuó hundiendo sus dedos en
ella.




—¿Sientes lo cerca que estoy, _____?



_____ asintió.



—Me has dejado tocar el fuego de tus
entrañas —murmuró Nick, acariciando sus mejillas con un beso—. Ahora déjame ver
el fuego que aparecerá en tus ojos cuando te lleve hasta el fin.




Lentamente, _____ abrió los ojos a la
tenue luz del claro.




Nick se quedó sin aliento. Había
conseguido dominar su abrasador deseo... hasta ese momen­to.




Porque al ver sus ojos lo quería todo,
el júbilo, el placer, la suave liberación, la unión de sus cuer­pos. Se oyó el
aullido de un lobo, y aquel grito primitivo encontró eco en el corazón de Nick.




Pero él era un hombre, no un lobo.
Podía irse de allí sin Nickar lo que su cuerpo le estaba recla­mando.
Incrementó la presión y la velocidad de sus caricias mientras observaba la
llama que res­plandecía en los ojos de _____.




—Sí —susurró al sentir que comenzaban
las contracciones.




Los ojos de _____ se oscurecieron. Con
un sua­ve gemido, alzó las caderas, permitiéndole una penetración todavía más
profunda mientras alcan­zaba el climax. Nick la besó, precipitando la len­gua
en su boca mientras absorbía sus convulsio­nes.




Poco a poco, _____ fue relajándose en
sus bra­zos. Nick podía volverla a llevar hasta el límite y era consciente de
ello. _____ estaba lista para más, y el más ligero movimiento de sus dedos
habría sido suficiente para que todo empezara otra vez. Incluso estaría
dispuesta a hacer el amor, pero Nick no podía hacerlo.




De manera que apartó la mano, le dio
un últi­mo beso y salió de la bañera.




—¿Nick? —preguntó _____ con la voz ronca
de pasión.




Entre la humedad y la excitación de su
cuerpo,




Nick tuvo serios problemas para
ponerse los pan­talones, pero al final lo consiguió. Si no se vestía, no iba a
ser capaz de mirarla sin desear terminar lo que habían empezado.




—¿Te vas? —musitó _____—. Pero...



Nick se echó la toalla al hombro y la
miró. Du­rante un breve instante, consideró la posibilidad de Nickarla en
brazos y sacarla de la bañera, pero no... no estaba en condiciones de correr
riesgos.




—Me voy.



—Pero tú no...



—Un vaquero inteligente deja que su
chica se acostumbre a él antes de intentar hacer nada la primera vez.




_____ no sabía cómo iba a poder
enfrentarse de nuevo a Nick. Aquella noche durmió profunda­mente, a pesar de
que siempre había tenido serias dificultades para conciliar el sueño. De hecho,
durmió más de la cuenta y el sol inundaba ya la habitación cuando se despertó y
comenzó a con­siderar en la cama las consecuencias de lo ocurri­do.




Era una cuestión un tanto complicada.
Real­mente no habían hecho el amor, de manera que debería ser capaz de
continuar la búsqueda de un marido que se ajustara a sus condiciones sin sen­tirse
culpable... ¿Pero qué clase de mujer permiti­ría que un hombre la acariciara de
tal forma que probablemente jamás olvidaría aquella experien­cia y pocos días
después le pediría a otro hombre que se casara con ella?




En cuanto a lo de fotografiar a Nick
para el ca-




lendario, realmente no era capaz de
imaginarse comportándose de forma estrictamente profesio­nal con él después de
lo que habían compartido. Aunque quizá no fuera del todo adecuado utilizar el
verbo compartir...




Apartó las sábanas y saltó de la cama.
Si conti­nuaba pensando en lo ocurrido, muy pronto vol­vería a encontrarse en
el mismo estado que la no­che anterior, y eso no podía permitirlo. Se quedó
paralizada en medio de la habitación. Saltar de esa forma de la cama jamás
había sido propio de ella. Estaba más acostumbrada a salir arrastrándo­se y
lamentando que hubiera llegado el momento de levantarse.




Se pasó la mano por el pelo y sonrió.



Lo que había sucedido en la bañera
había sido una imprudencia, pero la verdad era que no se había sentido mejor en
toda su vida. Y tampoco le había apetecido nunca menos fotografiar a vaque­ros
deslumbrantes. Quizá fuera aquel el día más indicado para hacerles unas fotos a
los hijos de Juanita, mientras la agencia se encargaba de llevar el coche al
taller.




Se vistió rápidamente y se dirigió a
la puerta trasera del rancho.




—Juanita? —preguntó, tras llamar
suavemente a la puerta.




Juanita se asomó y la abrió inmediatamente.



—¿Pero se puede saber dónde te has
metido? Hace días que no vienes por la cocina a picotear.




—La verdad es que ahora me apetecería Nickar
algo. Estoy hambrienta.




—Ahora mismo te preparo algo —señaló
un si­lla y se acercó a la despensa—. Tienes buen as-




pecto. ¿Te han dado una buena noticia
o algo pa­recido?




_____ hizo un esfuerzo para controlar
su expre­sión, que debía de ser de absoluta felicidad.




—Oh, supongo que me pone contenta ver
el sol por las mañanas. ¿Sabes si está... Nick o al­guien más por aquí?




—Nick ha salido antes del desayuno
—contes­tó Juanita mientras batía unos huevos—. ¿Lo nece­sitas para algo?




—¡No! Quiero decir, no. Se me averió
ayer por la noche el coche en Diamond Bar y...




—Estaría encantado de ayudarte con
eso, estoy segura, pero no ha dicho cuándo volvería.




' —No importa, me las puedo arreglar
sola. De hecho, creo que voy a llamar a la agencia mien­tras me preparas el
desayuno.




—Claro —Juanita la miró cié forma
extraña—. ¿Entonces cómo viniste anoche a casa?




—Me trajo un vaquero —a pesar de que
sabía que Juanita era incapaz de imaginarse lo que ha­bía pasado a
continuación, _____ estaba deseando cambiar de tema—. Escucha, he pensado que
des­pués de desayunar podría hacerles las fotos a los niños.




—Oh —Juanita pareció desilusionada—.
Están con su padre. Se los ha llevado a pescar. Si hubie­ra sabido que...




—No importa —respondió _____ rápidamen­te—.
Ya se las haré en otra ocasión.




—Pero estás tan ocupada... Y como
llevabas tantos días sin venir por la cocina, empezaba a te­mer que hubieras
decidido no hacérselas.




—Claro que les voy a hacer las fotos
—cuando




Juanita se lo había propuesto, la
verdad era que no le había hecho demasiada ilusión, pero tras en­terarse de la
importancia que aquellas fotografías tenían para ella, estaba encantada de
hacer el tra­bajo—. No te preocupes, todavía voy a quedarme por aquí unos
cuantos días más. Seguro que en­cuentro un momento para fotografiarlos.




Juanita continuó batiendo los huevos,
a pesar de que la mezcla ya estaba suficientemente líquida.




—Jeeter me ha contado lo mucho que le
pa­gaste por esa fotografía.. Yo... quizá te haya pedi­do un favor demasiado
grande a cambio de solo un poco de comida.




_____ se acercó a Juanita y posó las
manos en sus hombros.




—Me has dejado entrar en tu cocina —le
dijo con una sonrisa—. Me parece que es un buen precio.




Juanita se la quedó mirando fijamente
y por fin su expresión se aclaró y sonrió.




—Eso es verdad. Venga, vete a llamar a
la agencia. Mientras tanto, yo voy a hacerte las mejo­res tostadas francesas al
oeste del Misisipí.




Quince minutos después, _____ tenía la
boca llena de las más ligeras y dulces tostadas que ha­bía comido en su vida.
Juanita, tras servirse una taza de café, se sentó a su lado.




—Nick es un hombre afortunado —comentó
_____, tras saborear aquel exquisito bocado.




—Yo no diría eso —contestó Juanita.



—¿Por qué no? Tiene un rancho
precioso, una cocinera fantástica y trabajadores fieles que lo ayudan a dirigir
el rancho.




—Asumiendo que sea capaz de
mantenerlo.




_____ bebió un sorbo de aquel café tan
maravi­lloso que se había convertido para ella en el ca­non de perfección.




—¿Tan mal están las cosas? Nick me
comentó algo cuando fuimos a llevar el ganado, pero no parecía muy preocupado.




—No le haría ninguna gracia enterarse
de que estoy hablando de esto contigo.




—Pero tú estás deseando hablar con
alguien —supuso _____.




—Estoy terriblemente preocupada, para
decir­te la verdad —señaló el plato de la fotógrafa—. Venga, come. Sigue
comiendo mientras yo hablo.




—No hace falta que me lo digas. Esto
está deli­cioso. Y te prometo que nada de lo que me cuen­tes saldrá de aquí.




—Lo sé —Juanita agarró con las dos
manos la taza de café—. Mi intuición no me engaña. No me engañó con Deidre. En
cuanto la vi supe que iba a traer disgustos al rancho.




—Ya me he enterado de lo que le hizo a
Nick.




Una nube de furia ensombreció todavía
más los ya oscuros ojos de Juanita.




—Ya fue suficientemente malo lo que
hizo, pero que no tuviera la decencia de avisarlo siquie­ra... Eso es
imperdonable. Sobre todo, después de todo el dinero que Nick se gastó yendo a
verla a Nueva York una vez al mes. Después, cuando se separaron, tuvo que
pagarle una bonita suma de dinero porque había sido él el que había pedido el
divorcio y Nick no es un hombre al que se le pueda ocurrir firmar un acuerdo
prenupcial. Y ya estaban suficientemente mal las cosas después de que le pagara
a su hermana su parte del rancho y




tuviera que empezar a hacerse cargo de
las cuen­tas médicas de su padre.




—Caramba. Parece que las cosas no van
nada bien.




—Todo esto lo he averiguado por mi
cuenta. Pero he visto a Nick en su despacho, mirando preocupado los libros de
contabilidad. A no ser que encuentre algún tesoro enterrado en el ran­cho, va a
tener problemas muy serios.




—¿Quieres decir que es posible que
pierda el rancho?




—Sucede con mucha frecuencia por esta
zona. Sacar un rancho adelante es muy duro, y si dejas que una ex-esposa te
limpie los bolsillos o tienes que hacerte cargo de grandes facturas médicas, es
posible que tengas que despedirte de él.




—Pero este rancho ha pertenecido a los
McBri-de durante generaciones.




Juanita asintió.



—¿Puedes imaginarte el peso que eso
supone para Nick? Además, está preocupado por todos nosotros. Yo podría
encontrar otro trabajo, pero no lo quiero. Adoro este lugar. En cuanto lo vi,
me di cuenta de que era un lugar auténtico, uno de esos sitios que se te mete
en la sangre.




_____ terminó las tostadas y levantó
la taza de café.




Sabía lo que Juanita quería decir. Y
también que ninguno de los apartamentos en los que ha­bía vivido en Manhattan
se merecía una frase así.




Miró a Juanita de soslayo.



—Yo pensaba que posar para mí podría
servir­le de ayuda. Pero me temo que eso sería solo un granito de arena.




—Sí —-Juanita sonrió—. Aunque yo daría
cual­quier cosa por ver lo que eres capaz de sacar de él en un calendario. Ese
hombre no tiene ni idea de lo atractivo que es.




_____ sintió un vergonzoso calor en
las mejillas.




—Aja —Juanita dejó la taza en la mesa
dando un golpe—. ¡Así que yo estaba en lo cierto!




_____ se levantó y recogió su plato.



—Tengo que irme. Estoy segura de que
tienes muchas cosas que hacer antes de comer. Yo...




—Sabes, me parece que vosotros dos
vais a terminar juntos.




_____ dejó el plato en el fregadero y
abrió el gri­fo. Continuaba de espaldas a Juanita.




—Eso es ridículo. Mi vida está en
Nueva York, al igual que lo estaba la vida de Deidre. E incluso en el caso de
que Nick y yo sintamos cierta atrac­ción el uno por el otro, algo que
obviamente has notado, sería una locura que nos dejáramos llevar por ella.




—Tú te pareces a Deidre lo mismo que
yo a Cruella De Ville.




—Nick piensa que yo soy como ella
—confesó _____ con un hilo de voz.




—En ese caso, necesita mirarte de
cerca.




_____ se volvió hacia ella.



—Soy exactamente como ella, Juanita.
He dado prioridad a mi trabajo por encima de todo lo demás. El matrimonio, los
hijos, tener un hogar... todo eso es secundario para mí, igual que para Deidre.
He trabajado muy duramente para llegar a donde estoy, y no pretendo renunciar a
mi traba­jo.




Juanita la miró con expresión serena.



—Si tú lo dices...



—Lo digo. De hecho, ahora mismo tengo
que ir a llamar a mi ayudante. No puedo dejar de pen­sar en el trabajo ni un
solo instante.




—Yo no estaría tan segura.



—Bueno, Juanita —comenzó a salir de la
coci­na—, gracias por el desayuno.




—De nada.



_____ no tenía nada concreto que
hablar con Bernie, pero necesitaba ponerse en contacto con aquella parte de su
vida.




—¡Hola _____! —la saludó Bernie
alegremen­te—. ¿Cómo está hoy nuestra cazadora de hom­bres?




—Bueno, me temo que voy a tener que
visitar un par de ranchos más para poder terminar el tra­bajo —admitió _____—.
Es bastante difícil encon­trar lo que busco en dos semanas.




—¿Todavía no has podido encontrar a
nadie que esté soñando con pasar una noche en la suite nupcial?




—Déjalo, Bernie. Sinceramente, suenas
un poco anticuada. ¿Has revelado ya los carretes que te he mandado?




—Por supuesto. Y ya los tienes en
camino. Pa­rece que has conseguido buenos modelos por allí. Si no fuera por
George, consideraría la posibilidad de pasar unas vacaciones en el rancho.




—Sí, hay algunos vaqueros por aquí que
no están nada mal —especialmente uno.




—Tengo que preguntártelo, _____,
¿alguno de los tipos de la fotografía es uno de los candidatos a casarse
contigo?




—No —contestó con una firmeza que no
tenía




ningún sentido—. Bueno, quería decir
que proba­blemente no.




—Eran ocho tipos. Si de trece ya has
eliminado a ocho, no te queda mucho donde elegir.




—Por eso tengo que buscar fuera de
aquí.




—No es fácil conseguir alojamiento en
otros ranchos a estas alturas del verano. Tienes algunos días libres en
septiembre, ¿por qué no vuelves al mismo y...?




—¡No!



—¿Pero cuál es el problema? Parecías
estar muy contenta al principio.




—No, no pasa nada. Simplemente creo
que tendré oportunidad de encontrar caras nuevas si busco en otro lugar.




—De acuerdo, pero estás rara. ¿Ha
pasado algo malo?




_____ se aclaró la garganta.



—No, nada.



—Tu padre ha vuelto a llamar. Quiere
saber si puede contar contigo para lo del calendario.




—Dile que sí.



—_____, ¿estás segura? Estás un poco
estresada e involucrarte en un proyecto con tu padre no es...




—Podré manejarlo. De hecho, quiero
hacerlo. Llevo mucho tiempo esperando a que mi padre me Nicke en serio, y ahora
que lo hace, sería un chiquillería que me negara.




Bernie suspiró.



—De acuerdo. Nos veremos pronto.



—Muy bien. Y en cuanto vaya por allí,
saldre­mos una tarde de compras.




—¿Que haremos qué?



—Ir de compras —contestó _____—.
Podemos almorzar en Four Seasons.




—No me has sugerido que fuéramos de
com­pras ni una sola vez desde que te conozco. ¿Se puede saber qué te pasa?




—Simplemente me he dado cuenta de que
no he apreciado Nueva York todo lo que debería. Que no tengamos montañas, ni
alces ni águilas ni nada parecido no significa que no podamos dis­frutar de
otras muchas coas.




—De acuerdo, _____, como tu digas.
Iremos de compras. Ahora tengo que dejarte, están llamando por la otra línea.
Ah, y la próxima vez que alguno de esos vaqueros te ofrezca un cigarrillo,
pregún­tale antes qué lleva dentro. Estás muy rara, _____, muy rara.



Disfrútenla...
Val's Matth.
Val's Matth.


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Mensaje por aranzhitha Dom 29 Jul 2012, 9:44 pm

awww yo tambien quieri un baño como el de la rayiz baba
Nick me encanta
Ya quiero que se dejen llevar
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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