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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 4 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
no tienes idea de como me encanta esta novela siguela por favor esta genial :)
ElitzJb
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
Luciana. escribió:Holiss!Nueva Lectora!Me encanta la nove! Amo a Nick! Es tan sexy jjajajaja
Bueno, espero verte por mis noves y que la sigas pronto!Besos.
Bienvenida!!!! hahahaha siii aunque decir que es sexy es quedarse corto xD ahhahahah
Me pasare por tus noves ok y gracias por leer mi nove
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
aranzhitha escribió:awwww me encanta Nick
Es tan sexy
Ya que uno de los dos seda, para que se acuesten
Siguela!!!
hahahahaha , quieres que vallan al grano de una ves 1313 ahahhahahahahha
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
CrazyaboutJonas42 escribió:
Siguelaaaa y pasa por mis noves cuando puedas te esperan nuevos caps :D
siiii que bueno que subiste nove *-* la esperaba con tantas ansias :)
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
nyJB escribió:no tienes idea de como me encanta esta novela siguela por favor esta genial :)
que bueno que te guste mi nove por que a mi deberás que me gusta la tuya xD
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
ok chicas les dejo nove, lamento no haber podido subir pero es que tuve a mi gato enfermo y no tenia tiempo de meterme a la pc ok
Les dejo el cap de hoy espero que lo disfruten ok :)
Capitulo 8
—Acelera el paso, Dinamita. Estamos
rezagándonos otra vez —_____ se terminó la barrita de chocolate y chasqueó la
lengua, animando a su caballo a avanzar. La verdad era que su retraso era tanto
culpa suya como de la yegua.
Mientras continuaba cabalgando por
aquella quebrada plagada de flores silvestres, alzó la mirada hacia las
montañas cubiertas de nieve que abrazaban un cielo azul cobalto. Volvió la
cabeza para observar el rancho, convertido en un dibujo infantil en el que no
faltaba ni siquiera un arroyo que el sol transformaba en riachuelo de plata.
El camino continuaba a través de un
racimo de álamos de hojas temblorosas sacudidas por el viento. Entre el
bosquecillo de árboles, reposaba la pradera. Un venado que pastaba en ella alzó
la cabeza y huyó a esconderse entre los pinos cuando vio que se acercaban. Los
pájaros cantaban y
remontaban el vuelo a su paso,
revistiendo de intensos colores la verde floresta. La penetrante fragancia de
las coniferas inundaba el ambiente.
_____ cabalgaba lentamente, dejando
que los demás la adelantaran mientras ella iba fotografiando sin cesar.
En cuanto a Dinamita, definitivamente,
la yegua no tenía ninguna prisa. Probablemente el nombre se lo había puesto
alguien con un extraordinario sentido del humor. _____ seguía a Jeeter, que
conducía la carreta y a José, que cabalgaba a su altura. Por mucho que
estuviera disfrutando de su tranquilo paseo no quería perder al grupo de vista.
Sobre todo sabiendo que podía haber pumas por los alrededores.
—Muévete, pequeña —insistió _____,
clavándole con más fuerzas los talones—. Una cosa es que vayamos las últimas y
otra que terminemos perdiéndonos.
Dinamita alzó las orejas y aceleró un
poco el trote, aunque no mucho.
Delante de ellas, Nick, que se había
detenido a hablar con Jeeter, volvió la cabeza. Después, hizo girar a su
caballo y retrocedió hasta donde estaba _____. Tenía un aspecto imponente
montado en aquel animal, pensó _____, admirando cómo se movía su cuerpo al ritmo
de su montura. Hasta entonces no se había fijado en lo mucho que se parecía el
movimiento de las caderas de un jinete al montar con el del acto sexual.
Para el momento en el que Nick la
alcanzó, la mente de _____ rebosaba de todo tipo de pensamientos sugerentes.
La carreta había desaparecido tras una loma, dejándolos en una tentadora
intimi-
dad. Pero _____ era consciente de que
no podía permitir que nada la tentara.
—Parece que no consigo encontrar la
espoleta de este caballo.
—No sabía que quisieras participar en
un derby —aplacó con las riendas a su caballo, que impaciente comenzaba a hacer
cabriolas—. Tranquilo, Red.
—No quiero un caballo como el tuyo,
eso esta claro. Pero con esta yegua, por encantadora que sea, me siento como si
tuviera que bajarme a empujarla.
—Sabía que no habías montado mucho
últimamente, así que la escogí pensando en tu trasero — se interrumpió
bruscamente, miró a _____ y soltó una carcajada—. Vaya, déjame rectificar esa
frase.
—No, no te corrijas, sé perfectamente
que era eso en lo que estabas pensando, vaquero.
Los ojos de Nick resplandecían.
—De acuerdo, probablemente estaba
pensando en ello. Tienes un trasero magnífico, y no me gustaría nada verlo en
peligro.
Aquél no era un buen tema, se dijo _____
mientras sentía cómo reaccionaba su cuerpo a aquella conversación.
—Pues no creo que mi trasero sufriera
ningún daño con un poco más de velocidad. ¿Y qué pasará cuando nos encontremos
con el ganado? ¿Crees que se asustará?
—No le pasará nada. En su juventud era
una yegua perfecta para conducir ganado, pero ahora está casi retirada. Quería
que montaras en un caballo seguro, y Dinamita es la yegua más estable que
tenemos en el rancho.
A _____ le conmovió que Nick estuviera
tan pendiente de su seguridad.
—¿Y quién fue el gracioso que le puso
a esta yegua Dinamita? - —Fui yo.
—Supongo que fue una broma.
—No. Un niño no bromea cuando está
buscando un nombre para su primer caballo.
—¿Así que éste era tu caballo cuando
eras niño? —_____ se inclinó para examinar el pelo del hocico de Dinamita, ya
blanquecino—. ¿Cuántos años tiene?
—Veintiséis.
—¡Caramba! Ahora me siento culpable
por haber intentado que fuera más rápido. ¿No deberíamos haberla dejado
pastando cerca del rancho o algo asP
—No, de vez en cuando le gusta salir y
ver un poco de mundo, ¿verdad Dinamita?
La yegua giró las orejas al oír su
nombre.
—La vi nacer —continuó explicando Nick—.
Cuando mi padre me la regaló, me sentí como si me estuviera regalando el mundo
entero. Estaba nerviosísimo. Dinamita era una potranca muy rápida y tenía la
costumbre de empezar a correr de repente, cuando nadie se lo esperaba. Por eso
la llamé así. Ahora tiene tataranietos en el rancho.
—Guau —_____ sintió un profundo
respeto por la yegua, acompañado de una inmensa ternura hacia el vaquero que le
había permitido montar a su primer caballo—. Yo todo lo que tuve cuando era
niña fue un hámster.
—Me cuesta creer que la gente pueda
tener roedores como mascotas. Aquí tenemos gatos para que los cacen.
—Ah, eso lo dices porque no conociste
a Squeaky. Era un hámster excepcional. Yo le enseñé algunos trucos —era la
única cabeza de ganado de su rancho imaginario, así que se había dedicado por
entero a él.
Nick se echó a reír.
—Te creo —la miró—. Puedo imaginarme
perfectamente a esa pequeña rubia entrenando a su hámster.
—Era una buena compañía —_____ sonrió
ante el recuerdo de aquella peluda criaturita en la que no había vuelto a
pensar desde hacía años.
—¿No tienes hermanos?
—No. Así que me ha tocado a mí llevar
el estandarte de la familia.
—Lo dices como si hubiera sido una
carga muy pesada.
_____ se encogió de hombros.
—Tú también estás teniendo que
hacerlo, ahora que tu hermana ya no está en el rancho.
—Sí —sacudió la cabeza—. Y lo peor de
todo ha sido que no conocí el verdadero panorama del rancho hasta hace un par
de años, cuando mi padre me pasó definitivamente la propiedad.
—¿Y no van bien las cosas?
—No muy bien —se interrumpió de pronto
y la miró sorprendido—. ¿Cómo diablos hemos terminado hablando de eso?
—Es algo que te preocupa mucho,
¿verdad?
—No —respondió Nick, dirigiéndole una
seductora sonrisa—. Realmente no.
_____ no le creyó. Al parecer Nick era
demasiado orgulloso como para revelar la verdadera dimensión de sus
preocupaciones.
—Posa para mí —le dijo _____—. Tal
como Jeeter te dijo, es la forma menos costosa de ganar algún dinero, y además
quizá te permita ganar todavía más. Es posible incluso que atraiga más gente al
rancho.
—Lo que supondría que tendría que
agrandarlo, y me gusta tal como es ahora.
A ella también. No era capaz de
imaginarse Susurros del Viento como un gigante turístico.
—De acuerdo, en ese caso olvídalo.
Sólo estaba pensando en tu dinero. Te dije que estaba dispuesta a negociar el
precio contigo porque estoy verdaderamente interesada en que salgas en la portada
del calendario.
—Preferiría que estuvieras interesada
en mí.
Oh, y lo estaba, claro que lo estaba.
Y llevaban ya demasiado tiempo solos.
—Creo que será mejor que nos reunamos
con los demás.
—¿Te doy miedo, _____?
—Digamos simplemente que nuestros objetivos
son irreconciliables.
—Tienes miedo de que sea capaz de
persuadirte de que te olvides de esa portada y termines en mi cama.
Todos los sentidos de _____ se
pusieron inmediatamente alerta, listos para la batalla.
—No es la posibilidad de que me persuadas
lo que me preocupa.
—Jamás te llevaré a donde no quieras
ir —replicó Nick en tono susurrante.
—Entonces creo que será mejor que me
lleves con los demás. Y ahora.
—De acuerdo —contestó Nick con un
hondo suspiro. Al pasar al lado de un pino, alargó la
mano, partió una rama y se la tendió a
_____—. Dale con esto de vez en cuando a Dinamita y ya verás como corre más.
_____ rechazó la rama que le ofrecía.
—¿Golpear a una tatarabuela? No soy
capaz.
—Pues alguien tendrá que hacerlo.
Porque estoy sintiendo la imperiosa necesidad de bajarte de ese caballo y
hacer el amor contigo detrás del primer pino que encontremos.
_____ clavó la mirada en aquellos ojos
rebosantes de deseo y el pulso se le aceleró al instante.
—Agárrate, _____.
_____ se agarró a la silla justo a
tiempo. Porque Nick fustigó a la yegua con la rama de pino al mismo tiempo que
le daba un grito. La yegua se lanzó a galopar a una velocidad inusitada. _____
perdió los estribos, pero consiguió volver a colocárselos. Oía los cascos de
otro caballo tras ella y supuso que Nick la seguía de cerca.
La velocidad le pareció algo estupendo
en cuanto se acostumbró a ella. Por lo menos la había ayudado a superar su
frustración sexual. Pero no podía pasarse todo el día galopando mientras
estuviera en el rancho y sabía que en cuanto se detuviera, volvería a renacer
el inevitable deseo hacia Nick. Necesitaba buscarse más distracciones, quizá
le fuera bien concentrarse en José y planear cómo quería que posara para el
calendario, al menos durante aquel par de días que iba a pasar al lado de Nick.
Observar a _____ era una dulce
tortura, pensó Nick. La fotógrafa había demostrado ser sorpren-
dentemente buena persiguiendo al
ganado una vez habían localizado a la manada. Cuando Dinamita había sacado a
relucir sus quiebros de vaquera experta, _____ había conseguido permanecer
sobre ella. Ni siquiera había perdido el equilibrio mientras Nickaba una de sus
barritas de chocolate. Él, por su parte, estaba tan pendiente de _____ que
había tenido serios problemas con una de las vacas, para diversión de José.
Éste se acercó a él mientras cruzaban
un arroyo.
—Te gusta, ¿eh, jefe?
Nick no se molestó en negarlo.
—Supongo que estoy haciendo el
ridículo.
—Realmente no —contestó José, leal
hasta el fin—. Aunque no debe de ser difícil hacerlo con una mujer como ésa
—contestó mientras guiaba a su caballo a zona seca.
Nick lo siguió y volvió a ponerse a su
lado.
—¿Te ha pedido que poses para el
calendario?
—Sí —José hizo chasquear su cuerda
cuando una vaca intentó salirse de la formación—. ¡Eeeh! —le gritó.
—¿Y lo vas a hacer? —Nick se sintió
repentinamente incómodo al recordar el indignante coqueteo de _____ con
Jeeter.
—Supongo que sí.
—Será mejor que hables con Jeeter para
que te ponga al tanto de cómo trabaja esa mujer.
—Ya lo he hecho —José le guiñó el ojo
a su jefe—. Jeeter dice que tiene una forma un tanto especial de preparar al
tipo para conseguir la fotografía que busca.
Nick soltó una carcajada un tanto
amarga.
—Supongo que ésa es una forma de
decirlo.
—Si yo estuviera en tu lugar, tampoco
me gustaría su forma de trabajar. Pero un dólar es un dólar y Jeeter dice que
tú nos dejas vía libre.
Nick se bajó ligeramente el sombrero,
para cubrir sus ojos.
—Diablos, no me atrevería a poner
obstáculos a vuestras futuras carreras cinematográficas. Por lo que me han
contado, es posible que en este momento esté cabalgando con el sucesor de
Antonio Banderas.
José soltó una carcajada y sacudió la
cabeza.
—No pretendo convertirme en una
estrella del cine, pero no me importaría ganar algún dinero a cambio de salir
en un calendario. Estoy pensando en comprarme una silla nueva y le he echado el
ojo a una realmente bonita, con remaches plateados. Estoy dispuesto a exhibir
mis músculos para conseguirla —le dirigió a Nick una sonrisa—. No es que no
pagues bien, pero no puedo permitirme esos lujos con el sueldo que gano en
Susurros del Viento.
—Por lo que _____ dice, puedes llegar
a hacerte famoso y poner fin a todos tus problemas económicos. Te irás a
Hollywood y dejaremos de verte
por aquí.
—No soy capaz de dejar este lugar
—replicó José—. He trabajado aquí desde que tenía dieciséis años.
—Lo que quiere decir que te has
convertido en
un esclavo de la rutina.
En cualquier caso, para Nick era un
alivio que dos de sus trabajadores pudieran ganarse algún dinero gracias al
calendario. Cada vez que miraba
las cuentas del rancho, pensaba
preocupado en ellos. Trabajaba con un margen tan escaso de beneficios que, si
los precios del ganado sufrían alguna bajada, iba a tener que prescindir del
trabajo de gente que había llegado a convertirse en una familia para él.
Gracias a _____, por lo menos Jee-ter y José iban a poder contar con cierto
respaldo económico.
—Jeeter me ha comentado que también
quiere que poses tú, pero que te has negado —aventuró José.
—Jeeter tiene una boca demasiado
grande. Creo que voy a tener que asignarle más trabajo. Al parecer le queda
mucho tiempo libre para dedicarse a los cotilleos.
—Eh, Jeeter no lo ha dicho con mala
intención. Sólo es un joven que está emocionado ante la perspectiva de llegar
a hacerse famoso y cree que es algo que todo el mundo desea.
—Pero tú no.
—No, yo sé exactamente lo que quiero.
Nick lo miró y deseó que fuera un poco
más feo. La idea de que _____ fuera a coquetear con él le resultaba cada vez
más incómoda.
—No te preocupes, jefe. A mí lo único
que me interesa es cambiar de silla.
Mover al ganado les llevó el resto de
la tarde. _____ disfrutó de cada uno de esos minutos de constante actividad,
que de alguna manera, le recordaban al ajetreo de su vida en Manhattan. Pero
al final de la tarde, el ganado llegó a los nuevos pastos, los jinetes
volvieron a cruzar el arroyo y
comenzaron a bajar de la montaña. Una
hora después, cuando el sol comenzaba a ocultarse detrás de los montes, Nick
anunció que había llegado la hora de acampar.
_____ no se dio cuenta de las agujetas
que tenía hasta que desmontó, pero como nadie se quejaba, mantuvo la boca
cerrada.
Acamparon en medio de una pradera
dividida por un burbujeante arroyo. Un lugar verdaderamente pintoresco, si _____
hubiera sido capaz de olvidarse de los osos y los pumas que vagaban libremente
por las praderas y no le hubiera importado tener que dormir con la única
protección de la delgada lona de la tienda.
Mientras Nick desenganchaba a los caballos
de la carreta y los llevaba con los demás, los jinetes se reunieron alrededor
del fuego que José había encendido. Había encendido además un infiernillo de
gas en el que estaba preparando un guiso de carne. _____ esperaba que los pumas
no fueran especialmente aficionados a la carne guisada, pues su aroma se
extendía por toda la pradera y la noche iba cayendo a una velocidad que le
estaba resultando aterradora. Durante toda la excursión, había considerado a
Trixie como un protector sistema de alarma, pero el perro se había dejado caer
al lado de la hoguera y parecía estar profundamente dormido.
Se puso la cazadora para protegerse
del frío, pero la gelidez que se había instalado en sus huesos no se debía
tanto a la bajada de la temperatura como a la oscuridad que se cernía sobre
ellos. Jamás había visto un lugar tan oscuro como la linde de aquel bosque.
Para colmo de males, empeza-
ron a extenderse por la pradera
jirones de niebla que dificultaban todavía más la visión del entorno.
—¿Alguien tiene una linterna?
—preguntó.
—Sí —contestó Jeeter—, hemos traído
algunas. ¿Quieres una?
—No, ahora no. Sólo quería saberlo.
—Creo que la luz del fuego es mucho
más romántica —dijo Amy, acurrucándose contra su marido.
_____ habría estado encantada si
hubieran podido contar con unos focos con vatios suficientes para iluminar un
estadio.
—Sí, este sitio es total —dijo Laura—.
Es exactamente el tipo de lugar que los extraterrestres escogerían para
aterrizar.
—Has visto demasiadas películas
—replicó su padre—. ¿Hay algo de beber en la carreta, Jeeter?
—Claro que sí. ¡Que todo el mundo se
siente y yo iré llevando lo que me pidan!
_____ miró los taburetes que habían
colocado alrededor del fuego y se imaginó a sí misma desmayándose de dolor al
tener que sentarse en uno de ellos. Optó por quedarse de pie. Jeeter fue a
preguntarle qué quería de beber justo en el momento en el que Nick regresaba
tras ir a ver cómo se encontraban los caballos. Cuando Nick se materializó en
medio de aquella oscuridad, _____ sintió la necesidad casi incontrolable de
correr a protegerse en sus brazos.
—¿Qué te apetece, _____? —le preguntó
Jeeter.
Sin dejar de mirar a Nick, y sin
pensar, _____ contestó lo que habría contestado si se encontrara en un
restaurante de Nueva York.
—Perrier con una rodajita de limón.
Nick, que estaba ya a su lado, no se
molestó en disimular una sonrisa.
—Y procura servírselo en cristal de
Baccarat. Ya sabes dónde lo guardamos, ¿verdad, Jeeter?
—No, jefe, no estoy seguro —Jeeter
parecía completamente desconcertado—. ¿Se trata de algún juego de cartas?
_____ cayó al momento en su error.
—¿Qué hay para beber, Jeeter?
—Cerveza y refrescos.
—Entonces Nickaré una cerveza,
gracias.
—¿Jefe? ¿Quieres algo?
—Sí, claro —se echó el sombrero hacia
atrás—. Tráeme una cerveza.
_____ se volvió hacia Nick en cuanto
Jeeter se marchó.
—Un vaquero que sabe apreciar el mejor
cristal. Eres una combinación fascinante.
—Parece que no lo suficiente.
—Soy la hija única de un magnate de
los negocios. Poseo una autodisciplina que no eres capaz de imaginarte.
—Un magnate, ¿eh? ¿Y el único animal
que pudiste tener fue un hámster?
—Vivíamos en un elegante apartamento
neoyorquino.
Nick asintió.
—Conozco ese tipo de viviendas —se
interrumpió cuando Jeeter se acercó con las cervezas y entrechocó su lata con
la de _____—. ¿Cómo es que no estás sentada con los demás alrededor del fuego?
—Estoy mejor de pie.
—Vaya, vaya. Así que al final tienes
agujetas.
—Quizá.
—Siempre traemos una pomada especial
para eso. Te traeré el tubo y puedes alejarte un poco del grupo para echártela
—dejó la lata de cerveza sobre una piedra y se dirigió a la carreta.
—Espera. ¿Qué quieres decir con eso de
que me aleje del grupo?
Nick la miró extrañado.
—Supongo que no querrás bajarte los
pantalones delante de todo el mundo.
—Pero es que fuera de esta zona está
todo muy oscuro —para colmo de males, en ese momento se oyó un aullido en la
distancia.
—Entonces pídele a alguien que te
acompañe. Díselo a alguna de las otras mujeres.
—Sí, claro. Como que me va a servir de
mucha ayuda. Amy es una loca romántica y Laura está deseando que aparezcan
extra terrestres. Además, no quiero darle a la madre de Laura la satisfacción
de que se entere de que tengo agujetas. Cuando no estaba regañando a su hija
por no montar correctamente, me estaba regañando a mí.
Nick sonrió.
—¿Quieres que te acompañe yo?
—Eso es todavía más peligroso. No me
pondré la pomada.
—Tienes que hacerlo, _____. Diablos,
le diré a Jeeter que te acompañe y que se lleve un rifle para que te sientas
más a salvo.
—Nick, por favor, me da vergüenza que
Jeeter se entere. Dejemos que éste sea nuestro pequeño secreto, ¿de acuerdo?
Nick sacudió la cabeza.
—Mañana tienes que volver cabalgando
al ran-
cho, y tendrás tales dolores que no
serás capaz de cumplir con el calendario de trabajo que tienes previsto. Ya he
visto todo lo que tienes que moverte cuando tienes la cámara entre manos.
Mira, hagamos un trato, iré contigo y me llevaré un rifle. Y créeme, no voy a
intentar hacer nada sospechoso sabiendo que tenemos a sólo unos metros a toda
esta gente.
—De acuerdo —_____ decidió que quizá
estuviera exagerando un poco con Nick. Era evidente que no estaban en las
condiciones ideales para iniciar ningún tipo de escarceo sexual, así que dejó
su lata de cerveza al lado de la de Nick y esperó a que éste regresara.
Disfrútenlo...
Les dejo el cap de hoy espero que lo disfruten ok :)
Capitulo 8
—Acelera el paso, Dinamita. Estamos
rezagándonos otra vez —_____ se terminó la barrita de chocolate y chasqueó la
lengua, animando a su caballo a avanzar. La verdad era que su retraso era tanto
culpa suya como de la yegua.
Mientras continuaba cabalgando por
aquella quebrada plagada de flores silvestres, alzó la mirada hacia las
montañas cubiertas de nieve que abrazaban un cielo azul cobalto. Volvió la
cabeza para observar el rancho, convertido en un dibujo infantil en el que no
faltaba ni siquiera un arroyo que el sol transformaba en riachuelo de plata.
El camino continuaba a través de un
racimo de álamos de hojas temblorosas sacudidas por el viento. Entre el
bosquecillo de árboles, reposaba la pradera. Un venado que pastaba en ella alzó
la cabeza y huyó a esconderse entre los pinos cuando vio que se acercaban. Los
pájaros cantaban y
remontaban el vuelo a su paso,
revistiendo de intensos colores la verde floresta. La penetrante fragancia de
las coniferas inundaba el ambiente.
_____ cabalgaba lentamente, dejando
que los demás la adelantaran mientras ella iba fotografiando sin cesar.
En cuanto a Dinamita, definitivamente,
la yegua no tenía ninguna prisa. Probablemente el nombre se lo había puesto
alguien con un extraordinario sentido del humor. _____ seguía a Jeeter, que
conducía la carreta y a José, que cabalgaba a su altura. Por mucho que
estuviera disfrutando de su tranquilo paseo no quería perder al grupo de vista.
Sobre todo sabiendo que podía haber pumas por los alrededores.
—Muévete, pequeña —insistió _____,
clavándole con más fuerzas los talones—. Una cosa es que vayamos las últimas y
otra que terminemos perdiéndonos.
Dinamita alzó las orejas y aceleró un
poco el trote, aunque no mucho.
Delante de ellas, Nick, que se había
detenido a hablar con Jeeter, volvió la cabeza. Después, hizo girar a su
caballo y retrocedió hasta donde estaba _____. Tenía un aspecto imponente
montado en aquel animal, pensó _____, admirando cómo se movía su cuerpo al ritmo
de su montura. Hasta entonces no se había fijado en lo mucho que se parecía el
movimiento de las caderas de un jinete al montar con el del acto sexual.
Para el momento en el que Nick la
alcanzó, la mente de _____ rebosaba de todo tipo de pensamientos sugerentes.
La carreta había desaparecido tras una loma, dejándolos en una tentadora
intimi-
dad. Pero _____ era consciente de que
no podía permitir que nada la tentara.
—Parece que no consigo encontrar la
espoleta de este caballo.
—No sabía que quisieras participar en
un derby —aplacó con las riendas a su caballo, que impaciente comenzaba a hacer
cabriolas—. Tranquilo, Red.
—No quiero un caballo como el tuyo,
eso esta claro. Pero con esta yegua, por encantadora que sea, me siento como si
tuviera que bajarme a empujarla.
—Sabía que no habías montado mucho
últimamente, así que la escogí pensando en tu trasero — se interrumpió
bruscamente, miró a _____ y soltó una carcajada—. Vaya, déjame rectificar esa
frase.
—No, no te corrijas, sé perfectamente
que era eso en lo que estabas pensando, vaquero.
Los ojos de Nick resplandecían.
—De acuerdo, probablemente estaba
pensando en ello. Tienes un trasero magnífico, y no me gustaría nada verlo en
peligro.
Aquél no era un buen tema, se dijo _____
mientras sentía cómo reaccionaba su cuerpo a aquella conversación.
—Pues no creo que mi trasero sufriera
ningún daño con un poco más de velocidad. ¿Y qué pasará cuando nos encontremos
con el ganado? ¿Crees que se asustará?
—No le pasará nada. En su juventud era
una yegua perfecta para conducir ganado, pero ahora está casi retirada. Quería
que montaras en un caballo seguro, y Dinamita es la yegua más estable que
tenemos en el rancho.
A _____ le conmovió que Nick estuviera
tan pendiente de su seguridad.
—¿Y quién fue el gracioso que le puso
a esta yegua Dinamita? - —Fui yo.
—Supongo que fue una broma.
—No. Un niño no bromea cuando está
buscando un nombre para su primer caballo.
—¿Así que éste era tu caballo cuando
eras niño? —_____ se inclinó para examinar el pelo del hocico de Dinamita, ya
blanquecino—. ¿Cuántos años tiene?
—Veintiséis.
—¡Caramba! Ahora me siento culpable
por haber intentado que fuera más rápido. ¿No deberíamos haberla dejado
pastando cerca del rancho o algo asP
—No, de vez en cuando le gusta salir y
ver un poco de mundo, ¿verdad Dinamita?
La yegua giró las orejas al oír su
nombre.
—La vi nacer —continuó explicando Nick—.
Cuando mi padre me la regaló, me sentí como si me estuviera regalando el mundo
entero. Estaba nerviosísimo. Dinamita era una potranca muy rápida y tenía la
costumbre de empezar a correr de repente, cuando nadie se lo esperaba. Por eso
la llamé así. Ahora tiene tataranietos en el rancho.
—Guau —_____ sintió un profundo
respeto por la yegua, acompañado de una inmensa ternura hacia el vaquero que le
había permitido montar a su primer caballo—. Yo todo lo que tuve cuando era
niña fue un hámster.
—Me cuesta creer que la gente pueda
tener roedores como mascotas. Aquí tenemos gatos para que los cacen.
—Ah, eso lo dices porque no conociste
a Squeaky. Era un hámster excepcional. Yo le enseñé algunos trucos —era la
única cabeza de ganado de su rancho imaginario, así que se había dedicado por
entero a él.
Nick se echó a reír.
—Te creo —la miró—. Puedo imaginarme
perfectamente a esa pequeña rubia entrenando a su hámster.
—Era una buena compañía —_____ sonrió
ante el recuerdo de aquella peluda criaturita en la que no había vuelto a
pensar desde hacía años.
—¿No tienes hermanos?
—No. Así que me ha tocado a mí llevar
el estandarte de la familia.
—Lo dices como si hubiera sido una
carga muy pesada.
_____ se encogió de hombros.
—Tú también estás teniendo que
hacerlo, ahora que tu hermana ya no está en el rancho.
—Sí —sacudió la cabeza—. Y lo peor de
todo ha sido que no conocí el verdadero panorama del rancho hasta hace un par
de años, cuando mi padre me pasó definitivamente la propiedad.
—¿Y no van bien las cosas?
—No muy bien —se interrumpió de pronto
y la miró sorprendido—. ¿Cómo diablos hemos terminado hablando de eso?
—Es algo que te preocupa mucho,
¿verdad?
—No —respondió Nick, dirigiéndole una
seductora sonrisa—. Realmente no.
_____ no le creyó. Al parecer Nick era
demasiado orgulloso como para revelar la verdadera dimensión de sus
preocupaciones.
—Posa para mí —le dijo _____—. Tal
como Jeeter te dijo, es la forma menos costosa de ganar algún dinero, y además
quizá te permita ganar todavía más. Es posible incluso que atraiga más gente al
rancho.
—Lo que supondría que tendría que
agrandarlo, y me gusta tal como es ahora.
A ella también. No era capaz de
imaginarse Susurros del Viento como un gigante turístico.
—De acuerdo, en ese caso olvídalo.
Sólo estaba pensando en tu dinero. Te dije que estaba dispuesta a negociar el
precio contigo porque estoy verdaderamente interesada en que salgas en la portada
del calendario.
—Preferiría que estuvieras interesada
en mí.
Oh, y lo estaba, claro que lo estaba.
Y llevaban ya demasiado tiempo solos.
—Creo que será mejor que nos reunamos
con los demás.
—¿Te doy miedo, _____?
—Digamos simplemente que nuestros objetivos
son irreconciliables.
—Tienes miedo de que sea capaz de
persuadirte de que te olvides de esa portada y termines en mi cama.
Todos los sentidos de _____ se
pusieron inmediatamente alerta, listos para la batalla.
—No es la posibilidad de que me persuadas
lo que me preocupa.
—Jamás te llevaré a donde no quieras
ir —replicó Nick en tono susurrante.
—Entonces creo que será mejor que me
lleves con los demás. Y ahora.
—De acuerdo —contestó Nick con un
hondo suspiro. Al pasar al lado de un pino, alargó la
mano, partió una rama y se la tendió a
_____—. Dale con esto de vez en cuando a Dinamita y ya verás como corre más.
_____ rechazó la rama que le ofrecía.
—¿Golpear a una tatarabuela? No soy
capaz.
—Pues alguien tendrá que hacerlo.
Porque estoy sintiendo la imperiosa necesidad de bajarte de ese caballo y
hacer el amor contigo detrás del primer pino que encontremos.
_____ clavó la mirada en aquellos ojos
rebosantes de deseo y el pulso se le aceleró al instante.
—Agárrate, _____.
_____ se agarró a la silla justo a
tiempo. Porque Nick fustigó a la yegua con la rama de pino al mismo tiempo que
le daba un grito. La yegua se lanzó a galopar a una velocidad inusitada. _____
perdió los estribos, pero consiguió volver a colocárselos. Oía los cascos de
otro caballo tras ella y supuso que Nick la seguía de cerca.
La velocidad le pareció algo estupendo
en cuanto se acostumbró a ella. Por lo menos la había ayudado a superar su
frustración sexual. Pero no podía pasarse todo el día galopando mientras
estuviera en el rancho y sabía que en cuanto se detuviera, volvería a renacer
el inevitable deseo hacia Nick. Necesitaba buscarse más distracciones, quizá
le fuera bien concentrarse en José y planear cómo quería que posara para el
calendario, al menos durante aquel par de días que iba a pasar al lado de Nick.
Observar a _____ era una dulce
tortura, pensó Nick. La fotógrafa había demostrado ser sorpren-
dentemente buena persiguiendo al
ganado una vez habían localizado a la manada. Cuando Dinamita había sacado a
relucir sus quiebros de vaquera experta, _____ había conseguido permanecer
sobre ella. Ni siquiera había perdido el equilibrio mientras Nickaba una de sus
barritas de chocolate. Él, por su parte, estaba tan pendiente de _____ que
había tenido serios problemas con una de las vacas, para diversión de José.
Éste se acercó a él mientras cruzaban
un arroyo.
—Te gusta, ¿eh, jefe?
Nick no se molestó en negarlo.
—Supongo que estoy haciendo el
ridículo.
—Realmente no —contestó José, leal
hasta el fin—. Aunque no debe de ser difícil hacerlo con una mujer como ésa
—contestó mientras guiaba a su caballo a zona seca.
Nick lo siguió y volvió a ponerse a su
lado.
—¿Te ha pedido que poses para el
calendario?
—Sí —José hizo chasquear su cuerda
cuando una vaca intentó salirse de la formación—. ¡Eeeh! —le gritó.
—¿Y lo vas a hacer? —Nick se sintió
repentinamente incómodo al recordar el indignante coqueteo de _____ con
Jeeter.
—Supongo que sí.
—Será mejor que hables con Jeeter para
que te ponga al tanto de cómo trabaja esa mujer.
—Ya lo he hecho —José le guiñó el ojo
a su jefe—. Jeeter dice que tiene una forma un tanto especial de preparar al
tipo para conseguir la fotografía que busca.
Nick soltó una carcajada un tanto
amarga.
—Supongo que ésa es una forma de
decirlo.
—Si yo estuviera en tu lugar, tampoco
me gustaría su forma de trabajar. Pero un dólar es un dólar y Jeeter dice que
tú nos dejas vía libre.
Nick se bajó ligeramente el sombrero,
para cubrir sus ojos.
—Diablos, no me atrevería a poner
obstáculos a vuestras futuras carreras cinematográficas. Por lo que me han
contado, es posible que en este momento esté cabalgando con el sucesor de
Antonio Banderas.
José soltó una carcajada y sacudió la
cabeza.
—No pretendo convertirme en una
estrella del cine, pero no me importaría ganar algún dinero a cambio de salir
en un calendario. Estoy pensando en comprarme una silla nueva y le he echado el
ojo a una realmente bonita, con remaches plateados. Estoy dispuesto a exhibir
mis músculos para conseguirla —le dirigió a Nick una sonrisa—. No es que no
pagues bien, pero no puedo permitirme esos lujos con el sueldo que gano en
Susurros del Viento.
—Por lo que _____ dice, puedes llegar
a hacerte famoso y poner fin a todos tus problemas económicos. Te irás a
Hollywood y dejaremos de verte
por aquí.
—No soy capaz de dejar este lugar
—replicó José—. He trabajado aquí desde que tenía dieciséis años.
—Lo que quiere decir que te has
convertido en
un esclavo de la rutina.
En cualquier caso, para Nick era un
alivio que dos de sus trabajadores pudieran ganarse algún dinero gracias al
calendario. Cada vez que miraba
las cuentas del rancho, pensaba
preocupado en ellos. Trabajaba con un margen tan escaso de beneficios que, si
los precios del ganado sufrían alguna bajada, iba a tener que prescindir del
trabajo de gente que había llegado a convertirse en una familia para él.
Gracias a _____, por lo menos Jee-ter y José iban a poder contar con cierto
respaldo económico.
—Jeeter me ha comentado que también
quiere que poses tú, pero que te has negado —aventuró José.
—Jeeter tiene una boca demasiado
grande. Creo que voy a tener que asignarle más trabajo. Al parecer le queda
mucho tiempo libre para dedicarse a los cotilleos.
—Eh, Jeeter no lo ha dicho con mala
intención. Sólo es un joven que está emocionado ante la perspectiva de llegar
a hacerse famoso y cree que es algo que todo el mundo desea.
—Pero tú no.
—No, yo sé exactamente lo que quiero.
Nick lo miró y deseó que fuera un poco
más feo. La idea de que _____ fuera a coquetear con él le resultaba cada vez
más incómoda.
—No te preocupes, jefe. A mí lo único
que me interesa es cambiar de silla.
Mover al ganado les llevó el resto de
la tarde. _____ disfrutó de cada uno de esos minutos de constante actividad,
que de alguna manera, le recordaban al ajetreo de su vida en Manhattan. Pero
al final de la tarde, el ganado llegó a los nuevos pastos, los jinetes
volvieron a cruzar el arroyo y
comenzaron a bajar de la montaña. Una
hora después, cuando el sol comenzaba a ocultarse detrás de los montes, Nick
anunció que había llegado la hora de acampar.
_____ no se dio cuenta de las agujetas
que tenía hasta que desmontó, pero como nadie se quejaba, mantuvo la boca
cerrada.
Acamparon en medio de una pradera
dividida por un burbujeante arroyo. Un lugar verdaderamente pintoresco, si _____
hubiera sido capaz de olvidarse de los osos y los pumas que vagaban libremente
por las praderas y no le hubiera importado tener que dormir con la única
protección de la delgada lona de la tienda.
Mientras Nick desenganchaba a los caballos
de la carreta y los llevaba con los demás, los jinetes se reunieron alrededor
del fuego que José había encendido. Había encendido además un infiernillo de
gas en el que estaba preparando un guiso de carne. _____ esperaba que los pumas
no fueran especialmente aficionados a la carne guisada, pues su aroma se
extendía por toda la pradera y la noche iba cayendo a una velocidad que le
estaba resultando aterradora. Durante toda la excursión, había considerado a
Trixie como un protector sistema de alarma, pero el perro se había dejado caer
al lado de la hoguera y parecía estar profundamente dormido.
Se puso la cazadora para protegerse
del frío, pero la gelidez que se había instalado en sus huesos no se debía
tanto a la bajada de la temperatura como a la oscuridad que se cernía sobre
ellos. Jamás había visto un lugar tan oscuro como la linde de aquel bosque.
Para colmo de males, empeza-
ron a extenderse por la pradera
jirones de niebla que dificultaban todavía más la visión del entorno.
—¿Alguien tiene una linterna?
—preguntó.
—Sí —contestó Jeeter—, hemos traído
algunas. ¿Quieres una?
—No, ahora no. Sólo quería saberlo.
—Creo que la luz del fuego es mucho
más romántica —dijo Amy, acurrucándose contra su marido.
_____ habría estado encantada si
hubieran podido contar con unos focos con vatios suficientes para iluminar un
estadio.
—Sí, este sitio es total —dijo Laura—.
Es exactamente el tipo de lugar que los extraterrestres escogerían para
aterrizar.
—Has visto demasiadas películas
—replicó su padre—. ¿Hay algo de beber en la carreta, Jeeter?
—Claro que sí. ¡Que todo el mundo se
siente y yo iré llevando lo que me pidan!
_____ miró los taburetes que habían
colocado alrededor del fuego y se imaginó a sí misma desmayándose de dolor al
tener que sentarse en uno de ellos. Optó por quedarse de pie. Jeeter fue a
preguntarle qué quería de beber justo en el momento en el que Nick regresaba
tras ir a ver cómo se encontraban los caballos. Cuando Nick se materializó en
medio de aquella oscuridad, _____ sintió la necesidad casi incontrolable de
correr a protegerse en sus brazos.
—¿Qué te apetece, _____? —le preguntó
Jeeter.
Sin dejar de mirar a Nick, y sin
pensar, _____ contestó lo que habría contestado si se encontrara en un
restaurante de Nueva York.
—Perrier con una rodajita de limón.
Nick, que estaba ya a su lado, no se
molestó en disimular una sonrisa.
—Y procura servírselo en cristal de
Baccarat. Ya sabes dónde lo guardamos, ¿verdad, Jeeter?
—No, jefe, no estoy seguro —Jeeter
parecía completamente desconcertado—. ¿Se trata de algún juego de cartas?
_____ cayó al momento en su error.
—¿Qué hay para beber, Jeeter?
—Cerveza y refrescos.
—Entonces Nickaré una cerveza,
gracias.
—¿Jefe? ¿Quieres algo?
—Sí, claro —se echó el sombrero hacia
atrás—. Tráeme una cerveza.
_____ se volvió hacia Nick en cuanto
Jeeter se marchó.
—Un vaquero que sabe apreciar el mejor
cristal. Eres una combinación fascinante.
—Parece que no lo suficiente.
—Soy la hija única de un magnate de
los negocios. Poseo una autodisciplina que no eres capaz de imaginarte.
—Un magnate, ¿eh? ¿Y el único animal
que pudiste tener fue un hámster?
—Vivíamos en un elegante apartamento
neoyorquino.
Nick asintió.
—Conozco ese tipo de viviendas —se
interrumpió cuando Jeeter se acercó con las cervezas y entrechocó su lata con
la de _____—. ¿Cómo es que no estás sentada con los demás alrededor del fuego?
—Estoy mejor de pie.
—Vaya, vaya. Así que al final tienes
agujetas.
—Quizá.
—Siempre traemos una pomada especial
para eso. Te traeré el tubo y puedes alejarte un poco del grupo para echártela
—dejó la lata de cerveza sobre una piedra y se dirigió a la carreta.
—Espera. ¿Qué quieres decir con eso de
que me aleje del grupo?
Nick la miró extrañado.
—Supongo que no querrás bajarte los
pantalones delante de todo el mundo.
—Pero es que fuera de esta zona está
todo muy oscuro —para colmo de males, en ese momento se oyó un aullido en la
distancia.
—Entonces pídele a alguien que te
acompañe. Díselo a alguna de las otras mujeres.
—Sí, claro. Como que me va a servir de
mucha ayuda. Amy es una loca romántica y Laura está deseando que aparezcan
extra terrestres. Además, no quiero darle a la madre de Laura la satisfacción
de que se entere de que tengo agujetas. Cuando no estaba regañando a su hija
por no montar correctamente, me estaba regañando a mí.
Nick sonrió.
—¿Quieres que te acompañe yo?
—Eso es todavía más peligroso. No me
pondré la pomada.
—Tienes que hacerlo, _____. Diablos,
le diré a Jeeter que te acompañe y que se lleve un rifle para que te sientas
más a salvo.
—Nick, por favor, me da vergüenza que
Jeeter se entere. Dejemos que éste sea nuestro pequeño secreto, ¿de acuerdo?
Nick sacudió la cabeza.
—Mañana tienes que volver cabalgando
al ran-
cho, y tendrás tales dolores que no
serás capaz de cumplir con el calendario de trabajo que tienes previsto. Ya he
visto todo lo que tienes que moverte cuando tienes la cámara entre manos.
Mira, hagamos un trato, iré contigo y me llevaré un rifle. Y créeme, no voy a
intentar hacer nada sospechoso sabiendo que tenemos a sólo unos metros a toda
esta gente.
—De acuerdo —_____ decidió que quizá
estuviera exagerando un poco con Nick. Era evidente que no estaban en las
condiciones ideales para iniciar ningún tipo de escarceo sexual, así que dejó
su lata de cerveza al lado de la de Nick y esperó a que éste regresara.
Disfrútenlo...
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
pobre rayiz :x
Tiene heridas y esta asustada
Me encanta
Siguela!!!!
Tiene heridas y esta asustada
Me encanta
Siguela!!!!
aranzhitha
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
Oh Por Dios!Quiero mas... quiero saber como sigue!
Amo la novela...espero que la sigas pronto!
Gracias por pasarte por mis noves.
Amo la novela...espero que la sigas pronto!
Gracias por pasarte por mis noves.
Sunny
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
Chicas pasare flash ya que tengo que salir al medico ok, mar tarde comento su comentarios y leeré las noves de algunas de ustedes ok :)
un beso :)
Capitulo 9
Nick apareció pocos minutos después
con un tubo en la mano, una linterna y un rifle. Le tendió a _____ la pomada.
—¿Vamos?
—Después de ti.
Nick se colocó el rifle bajo el brazo,
encendió la linterna e iluminó la hierba para que pudieran caminar en la
oscuridad. _____ lo seguía pisándole los talones.
—¿No deberías llevar la linterna un
poco más alta? Así reflejaría los ojos del oso o de cualquier otro animal que
desee comernos.
Nick se echó a reír.
—Es otra cosa la que me preocupa.
Quiero saber si hay serpientes.
—Lo que faltaba. Me voy —_____ giró
sobre sus talones y comenzó a retroceder.
Nick la enganchó por el cinturón y la
hizo volver.
—Venga, no seas tan urbanita.
—Soy urbanita. Y estoy orgullosa de
ello.
Nick apagó la linterna y se la metió
en el bolsillo.
—Enciende la linterna.
—Dentro de un minuto —le echó el
sombrero hacia atrás y enmarcó su rostro con la mano libre—: Bésame, _____.
Esta va a ser una larga noche.
Por mucho que intentara negarlo, _____
deseaba locamente aquel beso.
—Sabía que lo de seguirte era una
mala...
La boca de Nick descendió sobre sus
labios, acallando sus protestas y mandando al infierno toda su capacidad de
autocontrol. Nick devoró su boca y hundió en ella la lengua, dejándola palpitando
de deseo. Cuando se apartó, volvió a colocar el sombrero en su lugar y
encendió la linterna.
_____ apenas podía respirar.
—Pensaba que necesitabas distraerte
con algo, para que dejaras de pensar en alimañas —dijo Nick, iluminando con la
linterna a su alrededor.
Pues si aquello había sido una
estrategia, _____ tenía que reconocer que había funcionado. Al parecer, su
cuerpo no era capaz de asimilar dos emociones intensas, y el deseo le había
hecho olvidarse del miedo.
Nick señaló el suelo con el haz de
luz.
—Este es un sitio tan bueno como
cualquier otro. Mantendré la linterna a la altura de las rodillas. Da diez
pasos y bájate los pantalones.
_____ Nickó aire y siguió sus
instrucciones.
—Estoy segura de que les has dicho eso
a otras muchas mujeres.
—Sólo a aquéllas a las que les queda
bien ese sombrero.
—¿Y cuántas han sido hasta ahora?
—Una.
8
Nick se encargó del tercer turno de
guardia, que empezaba unas horas antes del amanecer. José, Jeeter y Nick se
habían dividido la noche en tres partes, como hacían siempre que había animales
o gente de la que cuidar.
Nick había bromeado con _____ por sus
miedos de novata, pero en el fondo prefería que las personas que se hospedaban
en el rancho se comportaran con cierta precaución a que pensaran que estaban
en Disneylandia y que los animales podían cantar y bailar. Acampar al aire
libre en Montana, significaba asumir cierto nivel de riesgo y no todo el mundo
estaba dispuesto a enfrentarse a ello. Ésa era la razón por la que Nick asumía
la responsabilidad del grupo y se aseguraba de que siempre hubiera de guardia
alguien capaz de utilizar un rifle y mantener la cabeza fría.
Aquella había sido una noche
tranquila. Con el
fuego reducido a las brasas y las
estrellas brillando en el cielo, la visibilidad era bastante buena. José había
informado de que había visto un oso negro aventurándose por el sendero. Nick
había estado pendiente por si volvía a aparecer, pero no había vuelto a verlo.
Los osos normalmente no representaban ningún problema, a menos que hubieran
aprendido a asaltar a los turistas y hubieran Nickado gusto al tipo de comida
que llevaban los humanos. En ese caso, podían llegar a ser mortíferos en su
búsqueda de comida.
Cuando las estrellas empezaron a
perder brillo y comenzó a asomarse la luz por la línea del horizonte, Nick se
acercó sigiloso a la parte del campamento en la que dormía _____. Se alegró al
ver que estaba profundamente dormida, aunque había estado moviéndose inquieta
una hora atrás, cuando habían comenzado a oírse los aullidos de los lobos. Nick
siempre había pensado que aquel era un lamento triste, más que amenazador. Los
lobos eran otro de los puntos de fricción con los rancheros de Montana, después
de que los hubieran reintroducido en la zona, pero Nick se imaginaba que también
formaban parte de aquella tierra, al igual que los pumas. Montana no sería la
misma sin ellos.
Los lobos se habían tranquilizado, y
también _____, que dormía plácidamente con la mano apoyada en la barbilla y su
melena dorada derramada sobre la cazadora que utilizaba como almohada. Ella no
podía saber que Nick estaría dispuesto a morir antes que permitir que le
ocurriera nada. No estaba exactamente seguro de cuándo había llegado a aquella
conclusión, pero el caso era que ha-
bía desarrollado hacia _____ un
sentimiento de protección que probablemente le causaría problemas. El momento
en el que sentía aquella necesidad de cuidar de una mujer, normalmente indicaba
que había bajado la guardia y podía terminar haciendo cualquier estupidez. Como
le había ocurrido con Deidre.
Observó a _____, intentando averiguar
cuándo se había producido aquel cambio en su corazón. Quizá hubiera sido al ver
que el sombrero le quedaba como si hubiera nacido en un rancho, o cuando se
había dado cuenta de que se estaba quedando rezagada y había empezado a animar
a Dinamita para que trotara. Quizá fuera la imagen que se había forjado en su
mente al oírla hablar de su hámster, o la valentía con la que había ayudado a
conducir el ganado.
En cualquier caso, comenzaba a sentir
por ella algo más que deseo. Y eso era terriblemente peligroso. Nick era capaz
de dominar algo tan físico como el deseo, pero en cuanto una mujer comenzaba a
meterse en su cabeza, sabía que la recordaría durante el resto de su vida.
Por el rabillo del ojo captó un
movimiento en la pradera. Se volvió lentamente y vio un alce asomando entre
los árboles, dirigiéndose hacia el arroyo. Alzaba su cornamenta con orgullo, un
perfecto trofeo con el que soñaría cualquier cazador. A Nick nunca le había
gustado la caza. Él sólo mataba a un animal cuando no le quedaba más remedio. Y
tampoco llevaba a los turistas de cacería, aunque alguno de sus vecinos estaba
ganando bastante dinero de ese modo.
Moviéndose con cuidado para no asustar
al
animal, Nick se agachó al lado de _____
y le sacudió delicadamente el hombro.
_____ abrió los ojos inmediatamente. Nick
se inclinó y le apartó el pelo para poder susurrarle algo al oído:
—Hay un alce acercándose al arrollo.
Levántate despacio y prepara la cámara. Creo que hay luz suficiente para que
consigas una magnífica fotografía.
_____ asintió y salió cuidadosamente
del saco. En cuestión de segundos, estaba al lado de Nick con la cámara al
cuello y temblando de frío. Nick se agachó para recoger su cazadora y se la
echó por los hombros. _____ le sonrió agradecida. Y a Nick le dio un vuelco el
corazón.
Estaba bellísima nada más levantarse.
El viento levantaba delicadamente sus rizos. Viento que, por cierto, soplaba
hacia ellos, lo que quería decir que podrían acercarse al alce sin que los
oliera.
Con un gesto, Nick le indició que lo
siguiera, y _____ volvió a asentir. Asegurando cada uno de sus pasos para no
pisar ninguna rama y quebrar así el silencio de la madrugada, Nick fue
avanzando. Como si de un fantasma se tratara, deslizándose a través de la
niebla, el alce llegó al arroyo y miró a su alrededor. Nick se quedó
completamente quieto. Cuando el alce bajó la cabeza para beber, el vaquero
reanudó sus pasos.
El animal alzó la testa y Nick se
detuvo, consciente de que si se acercaban más, el alce desaparecería en la
foresta. _____ posó la mano en el hombro de Nick y se lo apretó ligeramente,
como si le estuviera indicando que era aquélla la fotografía que quería.
Mientras permanecían rígida-
mente expectantes, la primera luz de
la mañana cubría de bronce las astas del animal.
«Click». El sonido del disparo de la
cámara no era demasiado escandaloso, pero el alce volvió su enorme cabeza y se
quedó mirándolos fijamente, como si hubiera estado al tanto de su presencia en
todo momento. «Click». El obturador se abrió y se cerró por segunda vez. El
alce dio media vuelta y fue alejándose lentamente, sin ninguna precipitación,
hasta perderse de nuevo en la foresta.
—¿Crees que lo has conseguido?
—preguntó Nick quedamente.
—Sí, lo he conseguido —contestó _____
jubilosa—. Oh, Nick, ¿no te ha parecido magnífico?
—Sí —se volvió hacia ella—. Me pediste
que te mostrara la razón por la que este lugar es tan especial para mí. Y eso
es lo que estoy haciendo.
—¿Te encuentras con cosas como ésta a
menudo?
—No continuamente, pero sí con la
suficiente frecuencia como para que merezca la pena continuar aquí.
—Gracias por haberme despertado.
—De nada —incapaz de reprimirse, le
acarició la mejilla—. ¿Cómo te sientes?
—¿Por fuera? Un poco anquilosada. ¿Por
dentro? Como una niña el día de Navidad.
Nick sonrió.
—Bienvenida a la vida de los vaqueros:
es uno de los trabajos más agotadores del mundo, pero también uno de los más
bellos.
_____ alzó la mirada hacia los picos
nevados de las montañas, que el sol comenzaba a iluminar.
«Cuidado Nick», se advirtió el vaquero
a sí mis-
mo. _____ podría estar enamorándose de
Montana. Les ocurría a muchos de los visitantes. Pero a la larga, aquello
tampoco tenía demasiada trascendencia. Regresaban a sus casas, volvían a su cómoda
rutina y se olvidaban de lo maravilloso que era presenciar un amanecer como
aquél. Sin embargo, Nick jamás había percibido aquella admiración en Deidre.
A ella le gustaba estar casada con un ranchero porque le parecía algo exótico,
pero en realidad nunca le había gustado demasiado la vida del rancho.
—Me gustaría hacerte una pregunta muy
personal —pidió _____.
—De acuerdo.
—Si quieres, puedes decirme que no es
asunto mío.
—Muy bien.
—¿Por qué... por qué te divorciaste?
—lo miró, y al instante desvió de nuevo la mirada—. Lo siento. No debería
habértelo preguntado.
—¿Por qué lo has hecho?
—No lo sé. Es sólo que tú no pareces
un hombre muy propenso al divorcio, y me cuesta creer que una mujer haya
renunciado... a todo esto.
—Yo no creo que Deidre renunciara a
nada. Ella tenía sus prioridades y estar casada conmigo no era una de ellas.
—Me imagino que tú te Nickaste
bastante en serio la idea del matrimonio.
—Si no te lo Nickas seriamente, ¿qué
sentido puede tener casarse?
_____ parecía incómoda.
—Bueno, por supuesto, cualquier
persona de-
bería Nickarse en serio algo así. Pero
eso de que el matrimonio controle toda tu vida...
—Claro que tiene que controlar toda tu
vida. Si el matrimonio era una prioridad para mí, ¿por qué no iba a serlo para
ella? ¿Sabes? Estaba empezando a pensar que quizá tú no fueras como Deidre,
pero me temo que me equivocado. Es posible que pienses como ella: lo más
importante es el trabajo y, por supuesto, tampoco está de más tener un marido a
mano, del que poder disponer a capricho.
_____ se sonrojó.
—El trabajo siempre ha sido lo más
importante para los hombres. ¿Qué esperabas? ¿Que abandonara su carrera de
modelo?
—Sólo durante algún tiempo —intentó
dominar el enfado que crecía en su interior—. Podía haber reNickado su carrera
después.
—¡Ni los sueñes! Siendo modelo no
puedes permitirte desaparecer de la escena cuando te apetezca. Un paso mal dado
y adiós profesión. Supongo que tú ni siquiera consideraste la posibilidad de
renunciar al rancho, ¿verdad? La mujercita tiene que adaptarse a las exigencias
del matrimonio, mientras que el hombre...
—Mientras que el hombre averiguó
cuando ya era demasiado tarde que su mujercita había abortado a su hijo. Los
hombres no tienen todo el control, ¿sabes?
_____ lo miró sobrecogida.
—Oh, Nick, Nick. Lo siento.
Nick bajó la mirada hacia el suelo,
donde el rocío se extendía como una manto de lágrimas sobre la hierba.
—No debería habértelo contado —estaba
temblando, maldita fuera, y para mayor desesperación, podía oír a la gente
comenzando a levantarse en el campamento.
—Nick —susurró _____, posando la mano
en su brazo.
—Tengo que ir a ver a los caballos.
—Iré contigo.
—No. Creo que es mejor que demos por
zanjada esta discusión. Supongo que a estas alturas ya estás pensando que
después de haber tenido problemas con una neoyorquina, debería tener
suficiente sentido común como para permanecer alejado de la próxima que ha aparecido
en mi vida. Pero parece que me cuesta aprender.
—Nick, yo no... —lo miró confundida, y
no fue capaz de terminar la frase.
—No estoy diciendo que seas tan
taimada como Deidre, pero piensas como ella. Has conseguido hacerte un hueco
en la escalera del éxito y no vas a permitir que ningún hombre te haga bajarte
de allí. Supongo que haces bien pensando de esa forma. Y lo mejor que puedo
hacer yo es mantenerme alejado de ti para no tropezar de nuevo con la misma
piedra.
La conducción de ganado parecía haber
actuado como una fuente de juventud para Dinamita. O eso, o la yegua estaba
más que ansiosa por regresar al corral, pensó _____ mientras la yegua se
adelantaba a todos los caballos del gaipo. Y _____ no tenía ningún
inconveniente en ir a aquella ve-
locidad. De pronto, parecía haber
perdido la afición a las fotografías.
Nick tenía toda la razón sobre ella,
pensó mientras cabalgaba. Su carrera profesional había ocupado el primer lugar
en su lista de prioridades, al igual que en la de su padre. Y su madre sólo
había sido la mujer que a su padre le había convenido tener a mano. Al crecer
con ese modelo, _____ había comprendido pronto las ventajas de ser la persona
dominante en la pareja y había asumido ese punto de vista.
Pero no había nada malo en su plan, se
dijo con determinación. Los hombres llevaban años practicando ese sistema, así
que, ¿por qué no se les iba a poder pagar con la misma moneda? ¿Qué había de
malo en que buscara un hombre dócil, capaz de apoyarla y dejar que continuara
su camino hacia la fama? Lo que tenía que hacer durante los siguientes días
era concentrarse en el calendario y en la búsqueda de un marido adecuado. No
todos los vaqueros del valle eran como Nick. Y si no la atraían tanto como él,
tendría que ser capaz de sacrificarse. Nick no era el hombre indicado para
ella.
Disfrútenlo...
un beso :)
Capitulo 9
Nick apareció pocos minutos después
con un tubo en la mano, una linterna y un rifle. Le tendió a _____ la pomada.
—¿Vamos?
—Después de ti.
Nick se colocó el rifle bajo el brazo,
encendió la linterna e iluminó la hierba para que pudieran caminar en la
oscuridad. _____ lo seguía pisándole los talones.
—¿No deberías llevar la linterna un
poco más alta? Así reflejaría los ojos del oso o de cualquier otro animal que
desee comernos.
Nick se echó a reír.
—Es otra cosa la que me preocupa.
Quiero saber si hay serpientes.
—Lo que faltaba. Me voy —_____ giró
sobre sus talones y comenzó a retroceder.
Nick la enganchó por el cinturón y la
hizo volver.
—Venga, no seas tan urbanita.
—Soy urbanita. Y estoy orgullosa de
ello.
Nick apagó la linterna y se la metió
en el bolsillo.
—Enciende la linterna.
—Dentro de un minuto —le echó el
sombrero hacia atrás y enmarcó su rostro con la mano libre—: Bésame, _____.
Esta va a ser una larga noche.
Por mucho que intentara negarlo, _____
deseaba locamente aquel beso.
—Sabía que lo de seguirte era una
mala...
La boca de Nick descendió sobre sus
labios, acallando sus protestas y mandando al infierno toda su capacidad de
autocontrol. Nick devoró su boca y hundió en ella la lengua, dejándola palpitando
de deseo. Cuando se apartó, volvió a colocar el sombrero en su lugar y
encendió la linterna.
_____ apenas podía respirar.
—Pensaba que necesitabas distraerte
con algo, para que dejaras de pensar en alimañas —dijo Nick, iluminando con la
linterna a su alrededor.
Pues si aquello había sido una
estrategia, _____ tenía que reconocer que había funcionado. Al parecer, su
cuerpo no era capaz de asimilar dos emociones intensas, y el deseo le había
hecho olvidarse del miedo.
Nick señaló el suelo con el haz de
luz.
—Este es un sitio tan bueno como
cualquier otro. Mantendré la linterna a la altura de las rodillas. Da diez
pasos y bájate los pantalones.
_____ Nickó aire y siguió sus
instrucciones.
—Estoy segura de que les has dicho eso
a otras muchas mujeres.
—Sólo a aquéllas a las que les queda
bien ese sombrero.
—¿Y cuántas han sido hasta ahora?
—Una.
8
Nick se encargó del tercer turno de
guardia, que empezaba unas horas antes del amanecer. José, Jeeter y Nick se
habían dividido la noche en tres partes, como hacían siempre que había animales
o gente de la que cuidar.
Nick había bromeado con _____ por sus
miedos de novata, pero en el fondo prefería que las personas que se hospedaban
en el rancho se comportaran con cierta precaución a que pensaran que estaban
en Disneylandia y que los animales podían cantar y bailar. Acampar al aire
libre en Montana, significaba asumir cierto nivel de riesgo y no todo el mundo
estaba dispuesto a enfrentarse a ello. Ésa era la razón por la que Nick asumía
la responsabilidad del grupo y se aseguraba de que siempre hubiera de guardia
alguien capaz de utilizar un rifle y mantener la cabeza fría.
Aquella había sido una noche
tranquila. Con el
fuego reducido a las brasas y las
estrellas brillando en el cielo, la visibilidad era bastante buena. José había
informado de que había visto un oso negro aventurándose por el sendero. Nick
había estado pendiente por si volvía a aparecer, pero no había vuelto a verlo.
Los osos normalmente no representaban ningún problema, a menos que hubieran
aprendido a asaltar a los turistas y hubieran Nickado gusto al tipo de comida
que llevaban los humanos. En ese caso, podían llegar a ser mortíferos en su
búsqueda de comida.
Cuando las estrellas empezaron a
perder brillo y comenzó a asomarse la luz por la línea del horizonte, Nick se
acercó sigiloso a la parte del campamento en la que dormía _____. Se alegró al
ver que estaba profundamente dormida, aunque había estado moviéndose inquieta
una hora atrás, cuando habían comenzado a oírse los aullidos de los lobos. Nick
siempre había pensado que aquel era un lamento triste, más que amenazador. Los
lobos eran otro de los puntos de fricción con los rancheros de Montana, después
de que los hubieran reintroducido en la zona, pero Nick se imaginaba que también
formaban parte de aquella tierra, al igual que los pumas. Montana no sería la
misma sin ellos.
Los lobos se habían tranquilizado, y
también _____, que dormía plácidamente con la mano apoyada en la barbilla y su
melena dorada derramada sobre la cazadora que utilizaba como almohada. Ella no
podía saber que Nick estaría dispuesto a morir antes que permitir que le
ocurriera nada. No estaba exactamente seguro de cuándo había llegado a aquella
conclusión, pero el caso era que ha-
bía desarrollado hacia _____ un
sentimiento de protección que probablemente le causaría problemas. El momento
en el que sentía aquella necesidad de cuidar de una mujer, normalmente indicaba
que había bajado la guardia y podía terminar haciendo cualquier estupidez. Como
le había ocurrido con Deidre.
Observó a _____, intentando averiguar
cuándo se había producido aquel cambio en su corazón. Quizá hubiera sido al ver
que el sombrero le quedaba como si hubiera nacido en un rancho, o cuando se
había dado cuenta de que se estaba quedando rezagada y había empezado a animar
a Dinamita para que trotara. Quizá fuera la imagen que se había forjado en su
mente al oírla hablar de su hámster, o la valentía con la que había ayudado a
conducir el ganado.
En cualquier caso, comenzaba a sentir
por ella algo más que deseo. Y eso era terriblemente peligroso. Nick era capaz
de dominar algo tan físico como el deseo, pero en cuanto una mujer comenzaba a
meterse en su cabeza, sabía que la recordaría durante el resto de su vida.
Por el rabillo del ojo captó un
movimiento en la pradera. Se volvió lentamente y vio un alce asomando entre
los árboles, dirigiéndose hacia el arroyo. Alzaba su cornamenta con orgullo, un
perfecto trofeo con el que soñaría cualquier cazador. A Nick nunca le había
gustado la caza. Él sólo mataba a un animal cuando no le quedaba más remedio. Y
tampoco llevaba a los turistas de cacería, aunque alguno de sus vecinos estaba
ganando bastante dinero de ese modo.
Moviéndose con cuidado para no asustar
al
animal, Nick se agachó al lado de _____
y le sacudió delicadamente el hombro.
_____ abrió los ojos inmediatamente. Nick
se inclinó y le apartó el pelo para poder susurrarle algo al oído:
—Hay un alce acercándose al arrollo.
Levántate despacio y prepara la cámara. Creo que hay luz suficiente para que
consigas una magnífica fotografía.
_____ asintió y salió cuidadosamente
del saco. En cuestión de segundos, estaba al lado de Nick con la cámara al
cuello y temblando de frío. Nick se agachó para recoger su cazadora y se la
echó por los hombros. _____ le sonrió agradecida. Y a Nick le dio un vuelco el
corazón.
Estaba bellísima nada más levantarse.
El viento levantaba delicadamente sus rizos. Viento que, por cierto, soplaba
hacia ellos, lo que quería decir que podrían acercarse al alce sin que los
oliera.
Con un gesto, Nick le indició que lo
siguiera, y _____ volvió a asentir. Asegurando cada uno de sus pasos para no
pisar ninguna rama y quebrar así el silencio de la madrugada, Nick fue
avanzando. Como si de un fantasma se tratara, deslizándose a través de la
niebla, el alce llegó al arroyo y miró a su alrededor. Nick se quedó
completamente quieto. Cuando el alce bajó la cabeza para beber, el vaquero
reanudó sus pasos.
El animal alzó la testa y Nick se
detuvo, consciente de que si se acercaban más, el alce desaparecería en la
foresta. _____ posó la mano en el hombro de Nick y se lo apretó ligeramente,
como si le estuviera indicando que era aquélla la fotografía que quería.
Mientras permanecían rígida-
mente expectantes, la primera luz de
la mañana cubría de bronce las astas del animal.
«Click». El sonido del disparo de la
cámara no era demasiado escandaloso, pero el alce volvió su enorme cabeza y se
quedó mirándolos fijamente, como si hubiera estado al tanto de su presencia en
todo momento. «Click». El obturador se abrió y se cerró por segunda vez. El
alce dio media vuelta y fue alejándose lentamente, sin ninguna precipitación,
hasta perderse de nuevo en la foresta.
—¿Crees que lo has conseguido?
—preguntó Nick quedamente.
—Sí, lo he conseguido —contestó _____
jubilosa—. Oh, Nick, ¿no te ha parecido magnífico?
—Sí —se volvió hacia ella—. Me pediste
que te mostrara la razón por la que este lugar es tan especial para mí. Y eso
es lo que estoy haciendo.
—¿Te encuentras con cosas como ésta a
menudo?
—No continuamente, pero sí con la
suficiente frecuencia como para que merezca la pena continuar aquí.
—Gracias por haberme despertado.
—De nada —incapaz de reprimirse, le
acarició la mejilla—. ¿Cómo te sientes?
—¿Por fuera? Un poco anquilosada. ¿Por
dentro? Como una niña el día de Navidad.
Nick sonrió.
—Bienvenida a la vida de los vaqueros:
es uno de los trabajos más agotadores del mundo, pero también uno de los más
bellos.
_____ alzó la mirada hacia los picos
nevados de las montañas, que el sol comenzaba a iluminar.
«Cuidado Nick», se advirtió el vaquero
a sí mis-
mo. _____ podría estar enamorándose de
Montana. Les ocurría a muchos de los visitantes. Pero a la larga, aquello
tampoco tenía demasiada trascendencia. Regresaban a sus casas, volvían a su cómoda
rutina y se olvidaban de lo maravilloso que era presenciar un amanecer como
aquél. Sin embargo, Nick jamás había percibido aquella admiración en Deidre.
A ella le gustaba estar casada con un ranchero porque le parecía algo exótico,
pero en realidad nunca le había gustado demasiado la vida del rancho.
—Me gustaría hacerte una pregunta muy
personal —pidió _____.
—De acuerdo.
—Si quieres, puedes decirme que no es
asunto mío.
—Muy bien.
—¿Por qué... por qué te divorciaste?
—lo miró, y al instante desvió de nuevo la mirada—. Lo siento. No debería
habértelo preguntado.
—¿Por qué lo has hecho?
—No lo sé. Es sólo que tú no pareces
un hombre muy propenso al divorcio, y me cuesta creer que una mujer haya
renunciado... a todo esto.
—Yo no creo que Deidre renunciara a
nada. Ella tenía sus prioridades y estar casada conmigo no era una de ellas.
—Me imagino que tú te Nickaste
bastante en serio la idea del matrimonio.
—Si no te lo Nickas seriamente, ¿qué
sentido puede tener casarse?
_____ parecía incómoda.
—Bueno, por supuesto, cualquier
persona de-
bería Nickarse en serio algo así. Pero
eso de que el matrimonio controle toda tu vida...
—Claro que tiene que controlar toda tu
vida. Si el matrimonio era una prioridad para mí, ¿por qué no iba a serlo para
ella? ¿Sabes? Estaba empezando a pensar que quizá tú no fueras como Deidre,
pero me temo que me equivocado. Es posible que pienses como ella: lo más
importante es el trabajo y, por supuesto, tampoco está de más tener un marido a
mano, del que poder disponer a capricho.
_____ se sonrojó.
—El trabajo siempre ha sido lo más
importante para los hombres. ¿Qué esperabas? ¿Que abandonara su carrera de
modelo?
—Sólo durante algún tiempo —intentó
dominar el enfado que crecía en su interior—. Podía haber reNickado su carrera
después.
—¡Ni los sueñes! Siendo modelo no
puedes permitirte desaparecer de la escena cuando te apetezca. Un paso mal dado
y adiós profesión. Supongo que tú ni siquiera consideraste la posibilidad de
renunciar al rancho, ¿verdad? La mujercita tiene que adaptarse a las exigencias
del matrimonio, mientras que el hombre...
—Mientras que el hombre averiguó
cuando ya era demasiado tarde que su mujercita había abortado a su hijo. Los
hombres no tienen todo el control, ¿sabes?
_____ lo miró sobrecogida.
—Oh, Nick, Nick. Lo siento.
Nick bajó la mirada hacia el suelo,
donde el rocío se extendía como una manto de lágrimas sobre la hierba.
—No debería habértelo contado —estaba
temblando, maldita fuera, y para mayor desesperación, podía oír a la gente
comenzando a levantarse en el campamento.
—Nick —susurró _____, posando la mano
en su brazo.
—Tengo que ir a ver a los caballos.
—Iré contigo.
—No. Creo que es mejor que demos por
zanjada esta discusión. Supongo que a estas alturas ya estás pensando que
después de haber tenido problemas con una neoyorquina, debería tener
suficiente sentido común como para permanecer alejado de la próxima que ha aparecido
en mi vida. Pero parece que me cuesta aprender.
—Nick, yo no... —lo miró confundida, y
no fue capaz de terminar la frase.
—No estoy diciendo que seas tan
taimada como Deidre, pero piensas como ella. Has conseguido hacerte un hueco
en la escalera del éxito y no vas a permitir que ningún hombre te haga bajarte
de allí. Supongo que haces bien pensando de esa forma. Y lo mejor que puedo
hacer yo es mantenerme alejado de ti para no tropezar de nuevo con la misma
piedra.
La conducción de ganado parecía haber
actuado como una fuente de juventud para Dinamita. O eso, o la yegua estaba
más que ansiosa por regresar al corral, pensó _____ mientras la yegua se
adelantaba a todos los caballos del gaipo. Y _____ no tenía ningún
inconveniente en ir a aquella ve-
locidad. De pronto, parecía haber
perdido la afición a las fotografías.
Nick tenía toda la razón sobre ella,
pensó mientras cabalgaba. Su carrera profesional había ocupado el primer lugar
en su lista de prioridades, al igual que en la de su padre. Y su madre sólo
había sido la mujer que a su padre le había convenido tener a mano. Al crecer
con ese modelo, _____ había comprendido pronto las ventajas de ser la persona
dominante en la pareja y había asumido ese punto de vista.
Pero no había nada malo en su plan, se
dijo con determinación. Los hombres llevaban años practicando ese sistema, así
que, ¿por qué no se les iba a poder pagar con la misma moneda? ¿Qué había de
malo en que buscara un hombre dócil, capaz de apoyarla y dejar que continuara
su camino hacia la fama? Lo que tenía que hacer durante los siguientes días
era concentrarse en el calendario y en la búsqueda de un marido adecuado. No
todos los vaqueros del valle eran como Nick. Y si no la atraían tanto como él,
tendría que ser capaz de sacrificarse. Nick no era el hombre indicado para
ella.
Disfrútenlo...
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
awww pobre Nick
Que feo que abotara a su hijo la tipa esa
Me encanto el beso pero quiero mas
Siguela!!!
Que feo que abotara a su hijo la tipa esa
Me encanto el beso pero quiero mas
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
que feo lo q le hizo la ex de nick.... eso no se hace y menos a un bebe...
wao ahora los 2 estan bravitos o mejor dicho peliados...
siguela esta genial me encanta :)
wao ahora los 2 estan bravitos o mejor dicho peliados...
siguela esta genial me encanta :)
ElitzJb
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
aranzhitha escribió:awww pobre Nick
Que feo que abotara a su hijo la tipa esa
Me encanto el beso pero quiero mas
Siguela!!!
Hay siii me da tanta pea o que hace la perra de su ex xD
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
nyJB escribió:que feo lo q le hizo la ex de nick.... eso no se hace y menos a un bebe...
wao ahora los 2 estan bravitos o mejor dicho peliados...
siguela esta genial me encanta :)
hahah cuando ambos se enojan es cuando se pone mas interesante la nove xD
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
Chicas les dejo la nove y lamento no haber podido comentar su comentario la ves anterior y no ver subido nove ayer, así que les dejo un capitulo mas largo ok un beso y disfruten la nove...
Capitulo 10
Desgraciadamente, tampoco había hecho
ningún progreso que le permitiera pensar que Nick iba a aceptar posar para la
portada. De hecho, después de la conversación, dudaba que quisiera hacer nada
con ella, estuviera o no la cámara por medio. Quizá fuera lo mejor. Necesitaba
olvidarse de él y continuar su trabajo.
El sonido del trote de un caballo la
alertó de que alguien se acercaba. Preguntándose si sería Nick con intención de
hacer las paces, se volvió
expectante, pero era Laura la que
cabalgaba hacia ella.
—He conseguido dejar detrás a mis
padres — le explicó la adolescente radiante—. Les he adelantado en una zona en
la que el camino se ensanchaba y se podía pasar al lado de la carreta, pero el
camino ha vuelto a estrecharse y ahora no pueden pasar.
_____ no pudo evitar una carcajada. —A
veces los padres pueden llegar a ser un fastidio.
—Desde luego. Me tratan como si fuera
una niña.
_____ no osó sonreír ante aquella
declaración. Por lo que ella recordaba, los catorce años eran una edad muy
difícil.
—Voy a comprarme uno de tus
calendarios en cuanto vuelva a casa. Creo que lo que haces es genial.
—Gracias.
—Yo estoy deseando conseguir trabajo,
para poder vivir en mi propio apartamento —apretó los labios con
determinación—. Y voy a ir a la universidad cuando me apetezca y no cuando mis
padres decidan que tengo que ir.
_____ comprendía perfectamente su
rebeldía. —Es muy duro que los padres intenten controlar cada uno de tus
movimientos. —¿Tus padres también lo hacían? —Oh, puedes estar segura. Yo
también soy hija única, y comprendo las presiones a las que estás sometida. Tus
padres me recuerdan al mío, siempre intentando que fuera perfecta. —¡Yo lo
odio!
—El problema es que tú eres su
objetivo. Han concentrado todas tus esperanzas en ti. A mí a veces me gustaba
ser el centro de todas sus atenciones, pero durante la mayor parte del tiempo
deseaba tener hermanos para que me dieran un respiro.
—Yo les pedí que adoptaran un niño.
Les hablaba de los pobres niños que no tienen padres. Pero nunca conseguí
convencerles. ¿Sabes? Creo que hasta llevan la cuenta de las veces que respiro
al día.
—Yo también lo pensaba. Me decía que
ni siquiera podía estornudar sin que se enteraran y me dijeran cómo tenía que
hacerlo la próxima vez.
—De todas formas, apuesto a que ya no
te controlan. Ahora tienes tu carrera, tu trabajo, todo.
_____ pensó entonces en la última
oferta de su padre para utilizar el calendario de los Hombres de Montana como
regalo para sus clientes.
—Todavía lo intentan, Laura. Créeme,
todavía lo intentan.
Cuando regresaron al rancho, _____
llamó a Bo-zeman, alquiló un coche y pidió que se lo enviaran. Era lo primero
que debería haber hecho, se dijo. Bernie había pensado que se perdería en medio
de aquel mundo salvaje, pero ella estaba comenzando a acostumbrarse a utilizar
las montañas como puntos de orientación, de la misma forma que en Nueva York
utilizaba el Edificio Chrysler o el Empire State.
Por su puesto, si hubiera ido en coche
desde Bozeman hasta Susurros del Viento, se habría per-
dido la pareja de águilas, pero
también se había perdido la primera dosis de Nick, y quizá no se hubiera
encaprichado tan rápidamente de él.
Se entregó por entero a su trabajo.
Estuvo fotografiando a José y, tras la sesión, garabateó una estrella en la
hoja de su entrevista, señalándolo como candidato a futuro marido.
Excepto Nick, no había nadie más en el
rancho a quien quisiera fotografiar, así que durante los días siguientes estuvo
de gira por los ranchos vecinos. Pronto fue conocida en el lugar como la
«mujer de la cámara» y los vaqueros comenzaron a ir a buscarla par ofrecerse
como modelos. _____ tuvo que rechazar amablemente a algunos, pero al final
consiguió una buena lista de candidatos, tanto para el calendario como para el
matrimonio. Entre ellos destacaba Stu, un pelirrojo del que emanaba una
misteriosa sensualidad que Clero pensaba podría volver loca a cualquier mujer.
Incluso a ella, se dijo, si de una vez por todas consiguiera sacarse a Nick
de la cabeza.
Intentando conseguirlo, se mantenía
lejos de Susurros del Viento todo lo que podía. Algunas noches paraba a cenar
en un restaurante situado a unos cuantos kilómetros del rancho y no regresaba
a la cabana hasta la hora de acostarse. En una de esas ocasiones, después de un
día particularmente largo y, cuando lo único que le apetecía era volver a casa
y relajarse, se metió en el coche después de cenar y descubrió desesperada que
no arrancaba.
—Eh, fotógrafa.
Alzó la mirada y vio a Robert
Henderson saliendo del restaurante. Era uno de los vaqueros a
los que había tenido que rechazar para
el calendario. La redondez de su rostro le daba un aire infantil muy poco
fotogénico.
—Parece que su coche tiene problemas.
—Eso me temo.
—Es alquilado, ¿no?
—Pues sí.
—Podría intentar arreglarlo, pero
después tendría usted problemas con la agencia de alquiler. ¿Por qué no me
deja llevarla al rancho y llama a la agencia desde allí?
—Magnífica idea, y gracias.
Robert estuvo haciéndole miles de
preguntas sobre la vida en Nueva York durante el trayecto a casa. _____ llegó
agotada y, tras darle profusamente las gracias, se bajó del coche pensando que
no había nada que le apeteciera más que meterse en la cama. A no ser que...
miró de reojo el camino que conducía hacia la piscina natural, y Nickó inmediatamente
una decisión.
A los pocos minutos, se estaba
quitando la bata en la intimidad del bosque y se metía en el agua con una
barrita de chocolate. Se lo había ganado, pensó satisfecha. Había trabajado
duramente y, como siempre le ocurría cuando estaba a mitad de un proyecto, su
frustración sexual iba aumentando con cada una de las fotografías.
Lo peor de todo era que no conseguía
olvidar a Nick. Hasta entonces, su deseo no había estado centralizado en nadie,
pero desde que estaba en el rancho, no era un amante cualquiera lo que deseaba:
deseaba a Nick. Lo comparaba con cada uno de los vaqueros que fotografiaba y no
era capaz de desear a ninguno.
Se hundió lentamente en el agua,
disfrutando de la sensación del agua caliente sobre su piel y murmuró para sí,
con los ojos semicerrados:
—No te duermas, ________.
Pero poco a poco fue perdiendo la
conciencia. En medio de su dulce aturdimiento, advirtió la presencia de
alguien, pero sabía que no se trataba de nada alarmante. Flotando en aquel
mundo de ensueño, imaginó que una suave brisa acariciaba sus párpados, bajaba
después a sus mejillas y refrescaba finalmente su boca. La brisa se transformó
en el roce de unos labios, pero _____ no se asustó, ni siquiera abrió los ojos.
Sabía que Nick estaba allí.
Nick había pasado los últimos días
intentando prolongar unas cercas con Stan. Había asumido aquella agotadora
tarea para evitar pensar en _____ y sus músculos ya estaban quejándose. Había
advertido que _____ tampoco pasaba mucho tiempo en el rancho y se imaginaba
que, al igual que él, estaba evitando un encuentro.
Al no ver su coche aparcado fuera de
su cabana aquella noche, dio por sentado que _____ todavía estaba fuera.
No le gustaba que pasara tan poco
tiempo en el rancho, pero fueran las que fueran sus actividades, no podía
hacer nada para impedirlas.
Lo que sí podía hacer, aprovechando la
calidez de la noche, era reconfortar sus doloridos músculos dándose un baño en
la piscina de agua caliente. Así que, llevando encima sólo los vaqueros, las
botas y una toalla al cuello se dirigió hasta allí.
Al llegar al claro, se detuvo perplejo,
preguntándose si en su desesperación por la ausencia de _____ estaría
empezando a tener visiones. Pero no, allí estaba, y era completamente real.
Quizá le hubiera pasado algo a su descapotable y no había podido llevarlo al
rancho.
_____ estaba con los ojos cerrados y
el burbujeo del agua amortiguaba el sonido de los pasos de Nick. Si éste
hubiera conjurado la imagen más tentadora de _____ que era capaz de imaginar,
habría sido aquélla. Siempre le había intrigado la caprichosa forma en la que
las mujeres se recogían el pelo antes de bañarse. Y encontró muy atractivos
los ricillos que se le habían soltado. El cuello, que nunca había visto tan
desnudo le pareció todo lo besable que podía llegar a ser el cuello de una
mujer.
_____ tenía los hombros desnudos y Nick
sospechaba que el resto del cuerpo también.
Era consciente por tanto de que
debería retroceder y dejarle disfrutar en solitario de su baño. Debería, pero
antes de empezar a cruzar de nuevo el claro, comprendió que toda su fuerza de
voluntad lo había abandonado.
El vapor de agua los rodeaba,
impregnado de la esencia cítrica del perfume de _____. Nick respiró hondo
mientras se sentaba al lado de _____ en el banco de madera que había en el
interior de la bañera. El rostro de _____ estaba ligeramente sonrojado por el
calor y su boca ligeramente curvada, con el asomo de una sonrisa. Nick se
inclinó sobre ella, dejando que su aliento acariciara su rostro. Y _____
entreabrió los labios.
Con los latidos de su corazón
retumbándole en
el cerebro, Nick acarició sus labios
con la delicadeza de un copo de nieve al caer. Los labios de _____ eran
suaves, cálidos... receptivos. Y sabían a chocolate, pensó con una sonrisa. Nick
buscó un contacto más firme de sus bocas, y ella respondió abriéndose a él,
invitándolo a profundizar su beso. Nick siguió el camino que ella iniciaba, dando
rienda suelta a su deseo.
Pero su delicado contacto no
traicionaba la urgencia de su pasión mientras acariciaba con un dedo su
cuello, sintiendo su pulso palpitando en concierto con el suyo. Durante largos
segundos, acarició su cuello, sus hombros, la nuca... Al final, cuando sintió
que _____ estaba lista para ello, deslizó la mano bajo el agua y Nickó su
seno. Capturó el gemido provocado por aquella caricia con los labios mientras
continuaba su lento asalto.
Los pezones de _____ ya estaban
erguidos por la pasión, tal como había imaginado. Los acarició con el pulgar,
deleitándose al mismo tiempo en el dulce quiebro de su respiración.
Continuó acariciándola mientras exploraba
perezosamente su boca con la lengua. Al posar la mano sobre su corazón, pudo
sentir la tormenta que se estaba desatando en el interior de la joven.
Lentamente, como si no quisiera perder aquel contacto, apartó los labios de los
suyos. _____ permanecía con los ojos cerrados, pero sus párpados temblaban.
Tenía los labios entreabiertos, henchidos por los besos y la respiración
agitada. Ah, _____...
Resistiendo la necesidad de volver a
detenerse en su boca, Nick descendió por su barbilla hasta alcanzar su cuello.
Alzó uno de sus senos hasta dejar-
lo al nivel de la superficie del agua
y con delicados toques de la lengua fue acariciando sus pezones.
_____ gimió y se arqueó contra él,
haciendo emerger sus senos. Nick no necesitó más invitación que aquélla.
Apoderándose con ambas manos de sus senos, Nickó y saboreó aquella delicada
piel, mordisqueándola tentadoramente con los dientes y lamiéndola con la
lengua. _____ le tocó entonces por vez primera. Hundió los dedos en su pelo y
presionó ligeramente su cabeza, urgién-dolo a continuar.
Cuando empezó a gemir, Nick volvió a
acallar sus jadeos con un beso. Deslizó después la mano lentamente, hasta
encontrar el valle entre sus muslos. Le maravillaba que no opusiera resistencia.
Hacer el amor con ella iba a ser muy fácil. Y también un error. Encontró a _____
ya dispuesta para el amor cuando hundió los dedos en su interior. Temblaba de
deseo de enterrarse en ella, con preservativo o sin él. Pero las consecuencias
podían ser funestas.
De modo que continuó acariciándola
hasta hacerla gritar y explotar en sus brazos. Entonces Nick habló por vez
primera.
—Abre los ojos, _____.
_____ sacudió la cabeza. Su
respiración continuaba convertida en vina sucesión de jadeos.
Nick continuó hundiendo sus dedos en
ella.
—¿Sientes lo cerca que estoy, _____?
_____ asintió.
—Me has dejado tocar el fuego de tus
entrañas —murmuró Nick, acariciando sus mejillas con un beso—. Ahora déjame ver
el fuego que aparecerá en tus ojos cuando te lleve hasta el fin.
Lentamente, _____ abrió los ojos a la
tenue luz del claro.
Nick se quedó sin aliento. Había
conseguido dominar su abrasador deseo... hasta ese momento.
Porque al ver sus ojos lo quería todo,
el júbilo, el placer, la suave liberación, la unión de sus cuerpos. Se oyó el
aullido de un lobo, y aquel grito primitivo encontró eco en el corazón de Nick.
Pero él era un hombre, no un lobo.
Podía irse de allí sin Nickar lo que su cuerpo le estaba reclamando.
Incrementó la presión y la velocidad de sus caricias mientras observaba la
llama que resplandecía en los ojos de _____.
—Sí —susurró al sentir que comenzaban
las contracciones.
Los ojos de _____ se oscurecieron. Con
un suave gemido, alzó las caderas, permitiéndole una penetración todavía más
profunda mientras alcanzaba el climax. Nick la besó, precipitando la lengua
en su boca mientras absorbía sus convulsiones.
Poco a poco, _____ fue relajándose en
sus brazos. Nick podía volverla a llevar hasta el límite y era consciente de
ello. _____ estaba lista para más, y el más ligero movimiento de sus dedos
habría sido suficiente para que todo empezara otra vez. Incluso estaría
dispuesta a hacer el amor, pero Nick no podía hacerlo.
De manera que apartó la mano, le dio
un último beso y salió de la bañera.
—¿Nick? —preguntó _____ con la voz ronca
de pasión.
Entre la humedad y la excitación de su
cuerpo,
Nick tuvo serios problemas para
ponerse los pantalones, pero al final lo consiguió. Si no se vestía, no iba a
ser capaz de mirarla sin desear terminar lo que habían empezado.
—¿Te vas? —musitó _____—. Pero...
Nick se echó la toalla al hombro y la
miró. Durante un breve instante, consideró la posibilidad de Nickarla en
brazos y sacarla de la bañera, pero no... no estaba en condiciones de correr
riesgos.
—Me voy.
—Pero tú no...
—Un vaquero inteligente deja que su
chica se acostumbre a él antes de intentar hacer nada la primera vez.
_____ no sabía cómo iba a poder
enfrentarse de nuevo a Nick. Aquella noche durmió profundamente, a pesar de
que siempre había tenido serias dificultades para conciliar el sueño. De hecho,
durmió más de la cuenta y el sol inundaba ya la habitación cuando se despertó y
comenzó a considerar en la cama las consecuencias de lo ocurrido.
Era una cuestión un tanto complicada.
Realmente no habían hecho el amor, de manera que debería ser capaz de
continuar la búsqueda de un marido que se ajustara a sus condiciones sin sentirse
culpable... ¿Pero qué clase de mujer permitiría que un hombre la acariciara de
tal forma que probablemente jamás olvidaría aquella experiencia y pocos días
después le pediría a otro hombre que se casara con ella?
En cuanto a lo de fotografiar a Nick
para el ca-
lendario, realmente no era capaz de
imaginarse comportándose de forma estrictamente profesional con él después de
lo que habían compartido. Aunque quizá no fuera del todo adecuado utilizar el
verbo compartir...
Apartó las sábanas y saltó de la cama.
Si continuaba pensando en lo ocurrido, muy pronto volvería a encontrarse en
el mismo estado que la noche anterior, y eso no podía permitirlo. Se quedó
paralizada en medio de la habitación. Saltar de esa forma de la cama jamás
había sido propio de ella. Estaba más acostumbrada a salir arrastrándose y
lamentando que hubiera llegado el momento de levantarse.
Se pasó la mano por el pelo y sonrió.
Lo que había sucedido en la bañera
había sido una imprudencia, pero la verdad era que no se había sentido mejor en
toda su vida. Y tampoco le había apetecido nunca menos fotografiar a vaqueros
deslumbrantes. Quizá fuera aquel el día más indicado para hacerles unas fotos a
los hijos de Juanita, mientras la agencia se encargaba de llevar el coche al
taller.
Se vistió rápidamente y se dirigió a
la puerta trasera del rancho.
—Juanita? —preguntó, tras llamar
suavemente a la puerta.
Juanita se asomó y la abrió inmediatamente.
—¿Pero se puede saber dónde te has
metido? Hace días que no vienes por la cocina a picotear.
—La verdad es que ahora me apetecería Nickar
algo. Estoy hambrienta.
—Ahora mismo te preparo algo —señaló
un silla y se acercó a la despensa—. Tienes buen as-
pecto. ¿Te han dado una buena noticia
o algo parecido?
_____ hizo un esfuerzo para controlar
su expresión, que debía de ser de absoluta felicidad.
—Oh, supongo que me pone contenta ver
el sol por las mañanas. ¿Sabes si está... Nick o alguien más por aquí?
—Nick ha salido antes del desayuno
—contestó Juanita mientras batía unos huevos—. ¿Lo necesitas para algo?
—¡No! Quiero decir, no. Se me averió
ayer por la noche el coche en Diamond Bar y...
—Estaría encantado de ayudarte con
eso, estoy segura, pero no ha dicho cuándo volvería.
' —No importa, me las puedo arreglar
sola. De hecho, creo que voy a llamar a la agencia mientras me preparas el
desayuno.
—Claro —Juanita la miró cié forma
extraña—. ¿Entonces cómo viniste anoche a casa?
—Me trajo un vaquero —a pesar de que
sabía que Juanita era incapaz de imaginarse lo que había pasado a
continuación, _____ estaba deseando cambiar de tema—. Escucha, he pensado que
después de desayunar podría hacerles las fotos a los niños.
—Oh —Juanita pareció desilusionada—.
Están con su padre. Se los ha llevado a pescar. Si hubiera sabido que...
—No importa —respondió _____ rápidamente—.
Ya se las haré en otra ocasión.
—Pero estás tan ocupada... Y como
llevabas tantos días sin venir por la cocina, empezaba a temer que hubieras
decidido no hacérselas.
—Claro que les voy a hacer las fotos
—cuando
Juanita se lo había propuesto, la
verdad era que no le había hecho demasiada ilusión, pero tras enterarse de la
importancia que aquellas fotografías tenían para ella, estaba encantada de
hacer el trabajo—. No te preocupes, todavía voy a quedarme por aquí unos
cuantos días más. Seguro que encuentro un momento para fotografiarlos.
Juanita continuó batiendo los huevos,
a pesar de que la mezcla ya estaba suficientemente líquida.
—Jeeter me ha contado lo mucho que le
pagaste por esa fotografía.. Yo... quizá te haya pedido un favor demasiado
grande a cambio de solo un poco de comida.
_____ se acercó a Juanita y posó las
manos en sus hombros.
—Me has dejado entrar en tu cocina —le
dijo con una sonrisa—. Me parece que es un buen precio.
Juanita se la quedó mirando fijamente
y por fin su expresión se aclaró y sonrió.
—Eso es verdad. Venga, vete a llamar a
la agencia. Mientras tanto, yo voy a hacerte las mejores tostadas francesas al
oeste del Misisipí.
Quince minutos después, _____ tenía la
boca llena de las más ligeras y dulces tostadas que había comido en su vida.
Juanita, tras servirse una taza de café, se sentó a su lado.
—Nick es un hombre afortunado —comentó
_____, tras saborear aquel exquisito bocado.
—Yo no diría eso —contestó Juanita.
—¿Por qué no? Tiene un rancho
precioso, una cocinera fantástica y trabajadores fieles que lo ayudan a dirigir
el rancho.
—Asumiendo que sea capaz de
mantenerlo.
_____ bebió un sorbo de aquel café tan
maravilloso que se había convertido para ella en el canon de perfección.
—¿Tan mal están las cosas? Nick me
comentó algo cuando fuimos a llevar el ganado, pero no parecía muy preocupado.
—No le haría ninguna gracia enterarse
de que estoy hablando de esto contigo.
—Pero tú estás deseando hablar con
alguien —supuso _____.
—Estoy terriblemente preocupada, para
decirte la verdad —señaló el plato de la fotógrafa—. Venga, come. Sigue
comiendo mientras yo hablo.
—No hace falta que me lo digas. Esto
está delicioso. Y te prometo que nada de lo que me cuentes saldrá de aquí.
—Lo sé —Juanita agarró con las dos
manos la taza de café—. Mi intuición no me engaña. No me engañó con Deidre. En
cuanto la vi supe que iba a traer disgustos al rancho.
—Ya me he enterado de lo que le hizo a
Nick.
Una nube de furia ensombreció todavía
más los ya oscuros ojos de Juanita.
—Ya fue suficientemente malo lo que
hizo, pero que no tuviera la decencia de avisarlo siquiera... Eso es
imperdonable. Sobre todo, después de todo el dinero que Nick se gastó yendo a
verla a Nueva York una vez al mes. Después, cuando se separaron, tuvo que
pagarle una bonita suma de dinero porque había sido él el que había pedido el
divorcio y Nick no es un hombre al que se le pueda ocurrir firmar un acuerdo
prenupcial. Y ya estaban suficientemente mal las cosas después de que le pagara
a su hermana su parte del rancho y
tuviera que empezar a hacerse cargo de
las cuentas médicas de su padre.
—Caramba. Parece que las cosas no van
nada bien.
—Todo esto lo he averiguado por mi
cuenta. Pero he visto a Nick en su despacho, mirando preocupado los libros de
contabilidad. A no ser que encuentre algún tesoro enterrado en el rancho, va a
tener problemas muy serios.
—¿Quieres decir que es posible que
pierda el rancho?
—Sucede con mucha frecuencia por esta
zona. Sacar un rancho adelante es muy duro, y si dejas que una ex-esposa te
limpie los bolsillos o tienes que hacerte cargo de grandes facturas médicas, es
posible que tengas que despedirte de él.
—Pero este rancho ha pertenecido a los
McBri-de durante generaciones.
Juanita asintió.
—¿Puedes imaginarte el peso que eso
supone para Nick? Además, está preocupado por todos nosotros. Yo podría
encontrar otro trabajo, pero no lo quiero. Adoro este lugar. En cuanto lo vi,
me di cuenta de que era un lugar auténtico, uno de esos sitios que se te mete
en la sangre.
_____ terminó las tostadas y levantó
la taza de café.
Sabía lo que Juanita quería decir. Y
también que ninguno de los apartamentos en los que había vivido en Manhattan
se merecía una frase así.
Miró a Juanita de soslayo.
—Yo pensaba que posar para mí podría
servirle de ayuda. Pero me temo que eso sería solo un granito de arena.
—Sí —-Juanita sonrió—. Aunque yo daría
cualquier cosa por ver lo que eres capaz de sacar de él en un calendario. Ese
hombre no tiene ni idea de lo atractivo que es.
_____ sintió un vergonzoso calor en
las mejillas.
—Aja —Juanita dejó la taza en la mesa
dando un golpe—. ¡Así que yo estaba en lo cierto!
_____ se levantó y recogió su plato.
—Tengo que irme. Estoy segura de que
tienes muchas cosas que hacer antes de comer. Yo...
—Sabes, me parece que vosotros dos
vais a terminar juntos.
_____ dejó el plato en el fregadero y
abrió el grifo. Continuaba de espaldas a Juanita.
—Eso es ridículo. Mi vida está en
Nueva York, al igual que lo estaba la vida de Deidre. E incluso en el caso de
que Nick y yo sintamos cierta atracción el uno por el otro, algo que
obviamente has notado, sería una locura que nos dejáramos llevar por ella.
—Tú te pareces a Deidre lo mismo que
yo a Cruella De Ville.
—Nick piensa que yo soy como ella
—confesó _____ con un hilo de voz.
—En ese caso, necesita mirarte de
cerca.
_____ se volvió hacia ella.
—Soy exactamente como ella, Juanita.
He dado prioridad a mi trabajo por encima de todo lo demás. El matrimonio, los
hijos, tener un hogar... todo eso es secundario para mí, igual que para Deidre.
He trabajado muy duramente para llegar a donde estoy, y no pretendo renunciar a
mi trabajo.
Juanita la miró con expresión serena.
—Si tú lo dices...
—Lo digo. De hecho, ahora mismo tengo
que ir a llamar a mi ayudante. No puedo dejar de pensar en el trabajo ni un
solo instante.
—Yo no estaría tan segura.
—Bueno, Juanita —comenzó a salir de la
cocina—, gracias por el desayuno.
—De nada.
_____ no tenía nada concreto que
hablar con Bernie, pero necesitaba ponerse en contacto con aquella parte de su
vida.
—¡Hola _____! —la saludó Bernie
alegremente—. ¿Cómo está hoy nuestra cazadora de hombres?
—Bueno, me temo que voy a tener que
visitar un par de ranchos más para poder terminar el trabajo —admitió _____—.
Es bastante difícil encontrar lo que busco en dos semanas.
—¿Todavía no has podido encontrar a
nadie que esté soñando con pasar una noche en la suite nupcial?
—Déjalo, Bernie. Sinceramente, suenas
un poco anticuada. ¿Has revelado ya los carretes que te he mandado?
—Por supuesto. Y ya los tienes en
camino. Parece que has conseguido buenos modelos por allí. Si no fuera por
George, consideraría la posibilidad de pasar unas vacaciones en el rancho.
—Sí, hay algunos vaqueros por aquí que
no están nada mal —especialmente uno.
—Tengo que preguntártelo, _____,
¿alguno de los tipos de la fotografía es uno de los candidatos a casarse
contigo?
—No —contestó con una firmeza que no
tenía
ningún sentido—. Bueno, quería decir
que probablemente no.
—Eran ocho tipos. Si de trece ya has
eliminado a ocho, no te queda mucho donde elegir.
—Por eso tengo que buscar fuera de
aquí.
—No es fácil conseguir alojamiento en
otros ranchos a estas alturas del verano. Tienes algunos días libres en
septiembre, ¿por qué no vuelves al mismo y...?
—¡No!
—¿Pero cuál es el problema? Parecías
estar muy contenta al principio.
—No, no pasa nada. Simplemente creo
que tendré oportunidad de encontrar caras nuevas si busco en otro lugar.
—De acuerdo, pero estás rara. ¿Ha
pasado algo malo?
_____ se aclaró la garganta.
—No, nada.
—Tu padre ha vuelto a llamar. Quiere
saber si puede contar contigo para lo del calendario.
—Dile que sí.
—_____, ¿estás segura? Estás un poco
estresada e involucrarte en un proyecto con tu padre no es...
—Podré manejarlo. De hecho, quiero
hacerlo. Llevo mucho tiempo esperando a que mi padre me Nicke en serio, y ahora
que lo hace, sería un chiquillería que me negara.
Bernie suspiró.
—De acuerdo. Nos veremos pronto.
—Muy bien. Y en cuanto vaya por allí,
saldremos una tarde de compras.
—¿Que haremos qué?
—Ir de compras —contestó _____—.
Podemos almorzar en Four Seasons.
—No me has sugerido que fuéramos de
compras ni una sola vez desde que te conozco. ¿Se puede saber qué te pasa?
—Simplemente me he dado cuenta de que
no he apreciado Nueva York todo lo que debería. Que no tengamos montañas, ni
alces ni águilas ni nada parecido no significa que no podamos disfrutar de
otras muchas coas.
—De acuerdo, _____, como tu digas.
Iremos de compras. Ahora tengo que dejarte, están llamando por la otra línea.
Ah, y la próxima vez que alguno de esos vaqueros te ofrezca un cigarrillo,
pregúntale antes qué lleva dentro. Estás muy rara, _____, muy rara.
Disfrútenla...
Capitulo 10
Desgraciadamente, tampoco había hecho
ningún progreso que le permitiera pensar que Nick iba a aceptar posar para la
portada. De hecho, después de la conversación, dudaba que quisiera hacer nada
con ella, estuviera o no la cámara por medio. Quizá fuera lo mejor. Necesitaba
olvidarse de él y continuar su trabajo.
El sonido del trote de un caballo la
alertó de que alguien se acercaba. Preguntándose si sería Nick con intención de
hacer las paces, se volvió
expectante, pero era Laura la que
cabalgaba hacia ella.
—He conseguido dejar detrás a mis
padres — le explicó la adolescente radiante—. Les he adelantado en una zona en
la que el camino se ensanchaba y se podía pasar al lado de la carreta, pero el
camino ha vuelto a estrecharse y ahora no pueden pasar.
_____ no pudo evitar una carcajada. —A
veces los padres pueden llegar a ser un fastidio.
—Desde luego. Me tratan como si fuera
una niña.
_____ no osó sonreír ante aquella
declaración. Por lo que ella recordaba, los catorce años eran una edad muy
difícil.
—Voy a comprarme uno de tus
calendarios en cuanto vuelva a casa. Creo que lo que haces es genial.
—Gracias.
—Yo estoy deseando conseguir trabajo,
para poder vivir en mi propio apartamento —apretó los labios con
determinación—. Y voy a ir a la universidad cuando me apetezca y no cuando mis
padres decidan que tengo que ir.
_____ comprendía perfectamente su
rebeldía. —Es muy duro que los padres intenten controlar cada uno de tus
movimientos. —¿Tus padres también lo hacían? —Oh, puedes estar segura. Yo
también soy hija única, y comprendo las presiones a las que estás sometida. Tus
padres me recuerdan al mío, siempre intentando que fuera perfecta. —¡Yo lo
odio!
—El problema es que tú eres su
objetivo. Han concentrado todas tus esperanzas en ti. A mí a veces me gustaba
ser el centro de todas sus atenciones, pero durante la mayor parte del tiempo
deseaba tener hermanos para que me dieran un respiro.
—Yo les pedí que adoptaran un niño.
Les hablaba de los pobres niños que no tienen padres. Pero nunca conseguí
convencerles. ¿Sabes? Creo que hasta llevan la cuenta de las veces que respiro
al día.
—Yo también lo pensaba. Me decía que
ni siquiera podía estornudar sin que se enteraran y me dijeran cómo tenía que
hacerlo la próxima vez.
—De todas formas, apuesto a que ya no
te controlan. Ahora tienes tu carrera, tu trabajo, todo.
_____ pensó entonces en la última
oferta de su padre para utilizar el calendario de los Hombres de Montana como
regalo para sus clientes.
—Todavía lo intentan, Laura. Créeme,
todavía lo intentan.
Cuando regresaron al rancho, _____
llamó a Bo-zeman, alquiló un coche y pidió que se lo enviaran. Era lo primero
que debería haber hecho, se dijo. Bernie había pensado que se perdería en medio
de aquel mundo salvaje, pero ella estaba comenzando a acostumbrarse a utilizar
las montañas como puntos de orientación, de la misma forma que en Nueva York
utilizaba el Edificio Chrysler o el Empire State.
Por su puesto, si hubiera ido en coche
desde Bozeman hasta Susurros del Viento, se habría per-
dido la pareja de águilas, pero
también se había perdido la primera dosis de Nick, y quizá no se hubiera
encaprichado tan rápidamente de él.
Se entregó por entero a su trabajo.
Estuvo fotografiando a José y, tras la sesión, garabateó una estrella en la
hoja de su entrevista, señalándolo como candidato a futuro marido.
Excepto Nick, no había nadie más en el
rancho a quien quisiera fotografiar, así que durante los días siguientes estuvo
de gira por los ranchos vecinos. Pronto fue conocida en el lugar como la
«mujer de la cámara» y los vaqueros comenzaron a ir a buscarla par ofrecerse
como modelos. _____ tuvo que rechazar amablemente a algunos, pero al final
consiguió una buena lista de candidatos, tanto para el calendario como para el
matrimonio. Entre ellos destacaba Stu, un pelirrojo del que emanaba una
misteriosa sensualidad que Clero pensaba podría volver loca a cualquier mujer.
Incluso a ella, se dijo, si de una vez por todas consiguiera sacarse a Nick
de la cabeza.
Intentando conseguirlo, se mantenía
lejos de Susurros del Viento todo lo que podía. Algunas noches paraba a cenar
en un restaurante situado a unos cuantos kilómetros del rancho y no regresaba
a la cabana hasta la hora de acostarse. En una de esas ocasiones, después de un
día particularmente largo y, cuando lo único que le apetecía era volver a casa
y relajarse, se metió en el coche después de cenar y descubrió desesperada que
no arrancaba.
—Eh, fotógrafa.
Alzó la mirada y vio a Robert
Henderson saliendo del restaurante. Era uno de los vaqueros a
los que había tenido que rechazar para
el calendario. La redondez de su rostro le daba un aire infantil muy poco
fotogénico.
—Parece que su coche tiene problemas.
—Eso me temo.
—Es alquilado, ¿no?
—Pues sí.
—Podría intentar arreglarlo, pero
después tendría usted problemas con la agencia de alquiler. ¿Por qué no me
deja llevarla al rancho y llama a la agencia desde allí?
—Magnífica idea, y gracias.
Robert estuvo haciéndole miles de
preguntas sobre la vida en Nueva York durante el trayecto a casa. _____ llegó
agotada y, tras darle profusamente las gracias, se bajó del coche pensando que
no había nada que le apeteciera más que meterse en la cama. A no ser que...
miró de reojo el camino que conducía hacia la piscina natural, y Nickó inmediatamente
una decisión.
A los pocos minutos, se estaba
quitando la bata en la intimidad del bosque y se metía en el agua con una
barrita de chocolate. Se lo había ganado, pensó satisfecha. Había trabajado
duramente y, como siempre le ocurría cuando estaba a mitad de un proyecto, su
frustración sexual iba aumentando con cada una de las fotografías.
Lo peor de todo era que no conseguía
olvidar a Nick. Hasta entonces, su deseo no había estado centralizado en nadie,
pero desde que estaba en el rancho, no era un amante cualquiera lo que deseaba:
deseaba a Nick. Lo comparaba con cada uno de los vaqueros que fotografiaba y no
era capaz de desear a ninguno.
Se hundió lentamente en el agua,
disfrutando de la sensación del agua caliente sobre su piel y murmuró para sí,
con los ojos semicerrados:
—No te duermas, ________.
Pero poco a poco fue perdiendo la
conciencia. En medio de su dulce aturdimiento, advirtió la presencia de
alguien, pero sabía que no se trataba de nada alarmante. Flotando en aquel
mundo de ensueño, imaginó que una suave brisa acariciaba sus párpados, bajaba
después a sus mejillas y refrescaba finalmente su boca. La brisa se transformó
en el roce de unos labios, pero _____ no se asustó, ni siquiera abrió los ojos.
Sabía que Nick estaba allí.
Nick había pasado los últimos días
intentando prolongar unas cercas con Stan. Había asumido aquella agotadora
tarea para evitar pensar en _____ y sus músculos ya estaban quejándose. Había
advertido que _____ tampoco pasaba mucho tiempo en el rancho y se imaginaba
que, al igual que él, estaba evitando un encuentro.
Al no ver su coche aparcado fuera de
su cabana aquella noche, dio por sentado que _____ todavía estaba fuera.
No le gustaba que pasara tan poco
tiempo en el rancho, pero fueran las que fueran sus actividades, no podía
hacer nada para impedirlas.
Lo que sí podía hacer, aprovechando la
calidez de la noche, era reconfortar sus doloridos músculos dándose un baño en
la piscina de agua caliente. Así que, llevando encima sólo los vaqueros, las
botas y una toalla al cuello se dirigió hasta allí.
Al llegar al claro, se detuvo perplejo,
preguntándose si en su desesperación por la ausencia de _____ estaría
empezando a tener visiones. Pero no, allí estaba, y era completamente real.
Quizá le hubiera pasado algo a su descapotable y no había podido llevarlo al
rancho.
_____ estaba con los ojos cerrados y
el burbujeo del agua amortiguaba el sonido de los pasos de Nick. Si éste
hubiera conjurado la imagen más tentadora de _____ que era capaz de imaginar,
habría sido aquélla. Siempre le había intrigado la caprichosa forma en la que
las mujeres se recogían el pelo antes de bañarse. Y encontró muy atractivos
los ricillos que se le habían soltado. El cuello, que nunca había visto tan
desnudo le pareció todo lo besable que podía llegar a ser el cuello de una
mujer.
_____ tenía los hombros desnudos y Nick
sospechaba que el resto del cuerpo también.
Era consciente por tanto de que
debería retroceder y dejarle disfrutar en solitario de su baño. Debería, pero
antes de empezar a cruzar de nuevo el claro, comprendió que toda su fuerza de
voluntad lo había abandonado.
El vapor de agua los rodeaba,
impregnado de la esencia cítrica del perfume de _____. Nick respiró hondo
mientras se sentaba al lado de _____ en el banco de madera que había en el
interior de la bañera. El rostro de _____ estaba ligeramente sonrojado por el
calor y su boca ligeramente curvada, con el asomo de una sonrisa. Nick se
inclinó sobre ella, dejando que su aliento acariciara su rostro. Y _____
entreabrió los labios.
Con los latidos de su corazón
retumbándole en
el cerebro, Nick acarició sus labios
con la delicadeza de un copo de nieve al caer. Los labios de _____ eran
suaves, cálidos... receptivos. Y sabían a chocolate, pensó con una sonrisa. Nick
buscó un contacto más firme de sus bocas, y ella respondió abriéndose a él,
invitándolo a profundizar su beso. Nick siguió el camino que ella iniciaba, dando
rienda suelta a su deseo.
Pero su delicado contacto no
traicionaba la urgencia de su pasión mientras acariciaba con un dedo su
cuello, sintiendo su pulso palpitando en concierto con el suyo. Durante largos
segundos, acarició su cuello, sus hombros, la nuca... Al final, cuando sintió
que _____ estaba lista para ello, deslizó la mano bajo el agua y Nickó su
seno. Capturó el gemido provocado por aquella caricia con los labios mientras
continuaba su lento asalto.
Los pezones de _____ ya estaban
erguidos por la pasión, tal como había imaginado. Los acarició con el pulgar,
deleitándose al mismo tiempo en el dulce quiebro de su respiración.
Continuó acariciándola mientras exploraba
perezosamente su boca con la lengua. Al posar la mano sobre su corazón, pudo
sentir la tormenta que se estaba desatando en el interior de la joven.
Lentamente, como si no quisiera perder aquel contacto, apartó los labios de los
suyos. _____ permanecía con los ojos cerrados, pero sus párpados temblaban.
Tenía los labios entreabiertos, henchidos por los besos y la respiración
agitada. Ah, _____...
Resistiendo la necesidad de volver a
detenerse en su boca, Nick descendió por su barbilla hasta alcanzar su cuello.
Alzó uno de sus senos hasta dejar-
lo al nivel de la superficie del agua
y con delicados toques de la lengua fue acariciando sus pezones.
_____ gimió y se arqueó contra él,
haciendo emerger sus senos. Nick no necesitó más invitación que aquélla.
Apoderándose con ambas manos de sus senos, Nickó y saboreó aquella delicada
piel, mordisqueándola tentadoramente con los dientes y lamiéndola con la
lengua. _____ le tocó entonces por vez primera. Hundió los dedos en su pelo y
presionó ligeramente su cabeza, urgién-dolo a continuar.
Cuando empezó a gemir, Nick volvió a
acallar sus jadeos con un beso. Deslizó después la mano lentamente, hasta
encontrar el valle entre sus muslos. Le maravillaba que no opusiera resistencia.
Hacer el amor con ella iba a ser muy fácil. Y también un error. Encontró a _____
ya dispuesta para el amor cuando hundió los dedos en su interior. Temblaba de
deseo de enterrarse en ella, con preservativo o sin él. Pero las consecuencias
podían ser funestas.
De modo que continuó acariciándola
hasta hacerla gritar y explotar en sus brazos. Entonces Nick habló por vez
primera.
—Abre los ojos, _____.
_____ sacudió la cabeza. Su
respiración continuaba convertida en vina sucesión de jadeos.
Nick continuó hundiendo sus dedos en
ella.
—¿Sientes lo cerca que estoy, _____?
_____ asintió.
—Me has dejado tocar el fuego de tus
entrañas —murmuró Nick, acariciando sus mejillas con un beso—. Ahora déjame ver
el fuego que aparecerá en tus ojos cuando te lleve hasta el fin.
Lentamente, _____ abrió los ojos a la
tenue luz del claro.
Nick se quedó sin aliento. Había
conseguido dominar su abrasador deseo... hasta ese momento.
Porque al ver sus ojos lo quería todo,
el júbilo, el placer, la suave liberación, la unión de sus cuerpos. Se oyó el
aullido de un lobo, y aquel grito primitivo encontró eco en el corazón de Nick.
Pero él era un hombre, no un lobo.
Podía irse de allí sin Nickar lo que su cuerpo le estaba reclamando.
Incrementó la presión y la velocidad de sus caricias mientras observaba la
llama que resplandecía en los ojos de _____.
—Sí —susurró al sentir que comenzaban
las contracciones.
Los ojos de _____ se oscurecieron. Con
un suave gemido, alzó las caderas, permitiéndole una penetración todavía más
profunda mientras alcanzaba el climax. Nick la besó, precipitando la lengua
en su boca mientras absorbía sus convulsiones.
Poco a poco, _____ fue relajándose en
sus brazos. Nick podía volverla a llevar hasta el límite y era consciente de
ello. _____ estaba lista para más, y el más ligero movimiento de sus dedos
habría sido suficiente para que todo empezara otra vez. Incluso estaría
dispuesta a hacer el amor, pero Nick no podía hacerlo.
De manera que apartó la mano, le dio
un último beso y salió de la bañera.
—¿Nick? —preguntó _____ con la voz ronca
de pasión.
Entre la humedad y la excitación de su
cuerpo,
Nick tuvo serios problemas para
ponerse los pantalones, pero al final lo consiguió. Si no se vestía, no iba a
ser capaz de mirarla sin desear terminar lo que habían empezado.
—¿Te vas? —musitó _____—. Pero...
Nick se echó la toalla al hombro y la
miró. Durante un breve instante, consideró la posibilidad de Nickarla en
brazos y sacarla de la bañera, pero no... no estaba en condiciones de correr
riesgos.
—Me voy.
—Pero tú no...
—Un vaquero inteligente deja que su
chica se acostumbre a él antes de intentar hacer nada la primera vez.
_____ no sabía cómo iba a poder
enfrentarse de nuevo a Nick. Aquella noche durmió profundamente, a pesar de
que siempre había tenido serias dificultades para conciliar el sueño. De hecho,
durmió más de la cuenta y el sol inundaba ya la habitación cuando se despertó y
comenzó a considerar en la cama las consecuencias de lo ocurrido.
Era una cuestión un tanto complicada.
Realmente no habían hecho el amor, de manera que debería ser capaz de
continuar la búsqueda de un marido que se ajustara a sus condiciones sin sentirse
culpable... ¿Pero qué clase de mujer permitiría que un hombre la acariciara de
tal forma que probablemente jamás olvidaría aquella experiencia y pocos días
después le pediría a otro hombre que se casara con ella?
En cuanto a lo de fotografiar a Nick
para el ca-
lendario, realmente no era capaz de
imaginarse comportándose de forma estrictamente profesional con él después de
lo que habían compartido. Aunque quizá no fuera del todo adecuado utilizar el
verbo compartir...
Apartó las sábanas y saltó de la cama.
Si continuaba pensando en lo ocurrido, muy pronto volvería a encontrarse en
el mismo estado que la noche anterior, y eso no podía permitirlo. Se quedó
paralizada en medio de la habitación. Saltar de esa forma de la cama jamás
había sido propio de ella. Estaba más acostumbrada a salir arrastrándose y
lamentando que hubiera llegado el momento de levantarse.
Se pasó la mano por el pelo y sonrió.
Lo que había sucedido en la bañera
había sido una imprudencia, pero la verdad era que no se había sentido mejor en
toda su vida. Y tampoco le había apetecido nunca menos fotografiar a vaqueros
deslumbrantes. Quizá fuera aquel el día más indicado para hacerles unas fotos a
los hijos de Juanita, mientras la agencia se encargaba de llevar el coche al
taller.
Se vistió rápidamente y se dirigió a
la puerta trasera del rancho.
—Juanita? —preguntó, tras llamar
suavemente a la puerta.
Juanita se asomó y la abrió inmediatamente.
—¿Pero se puede saber dónde te has
metido? Hace días que no vienes por la cocina a picotear.
—La verdad es que ahora me apetecería Nickar
algo. Estoy hambrienta.
—Ahora mismo te preparo algo —señaló
un silla y se acercó a la despensa—. Tienes buen as-
pecto. ¿Te han dado una buena noticia
o algo parecido?
_____ hizo un esfuerzo para controlar
su expresión, que debía de ser de absoluta felicidad.
—Oh, supongo que me pone contenta ver
el sol por las mañanas. ¿Sabes si está... Nick o alguien más por aquí?
—Nick ha salido antes del desayuno
—contestó Juanita mientras batía unos huevos—. ¿Lo necesitas para algo?
—¡No! Quiero decir, no. Se me averió
ayer por la noche el coche en Diamond Bar y...
—Estaría encantado de ayudarte con
eso, estoy segura, pero no ha dicho cuándo volvería.
' —No importa, me las puedo arreglar
sola. De hecho, creo que voy a llamar a la agencia mientras me preparas el
desayuno.
—Claro —Juanita la miró cié forma
extraña—. ¿Entonces cómo viniste anoche a casa?
—Me trajo un vaquero —a pesar de que
sabía que Juanita era incapaz de imaginarse lo que había pasado a
continuación, _____ estaba deseando cambiar de tema—. Escucha, he pensado que
después de desayunar podría hacerles las fotos a los niños.
—Oh —Juanita pareció desilusionada—.
Están con su padre. Se los ha llevado a pescar. Si hubiera sabido que...
—No importa —respondió _____ rápidamente—.
Ya se las haré en otra ocasión.
—Pero estás tan ocupada... Y como
llevabas tantos días sin venir por la cocina, empezaba a temer que hubieras
decidido no hacérselas.
—Claro que les voy a hacer las fotos
—cuando
Juanita se lo había propuesto, la
verdad era que no le había hecho demasiada ilusión, pero tras enterarse de la
importancia que aquellas fotografías tenían para ella, estaba encantada de
hacer el trabajo—. No te preocupes, todavía voy a quedarme por aquí unos
cuantos días más. Seguro que encuentro un momento para fotografiarlos.
Juanita continuó batiendo los huevos,
a pesar de que la mezcla ya estaba suficientemente líquida.
—Jeeter me ha contado lo mucho que le
pagaste por esa fotografía.. Yo... quizá te haya pedido un favor demasiado
grande a cambio de solo un poco de comida.
_____ se acercó a Juanita y posó las
manos en sus hombros.
—Me has dejado entrar en tu cocina —le
dijo con una sonrisa—. Me parece que es un buen precio.
Juanita se la quedó mirando fijamente
y por fin su expresión se aclaró y sonrió.
—Eso es verdad. Venga, vete a llamar a
la agencia. Mientras tanto, yo voy a hacerte las mejores tostadas francesas al
oeste del Misisipí.
Quince minutos después, _____ tenía la
boca llena de las más ligeras y dulces tostadas que había comido en su vida.
Juanita, tras servirse una taza de café, se sentó a su lado.
—Nick es un hombre afortunado —comentó
_____, tras saborear aquel exquisito bocado.
—Yo no diría eso —contestó Juanita.
—¿Por qué no? Tiene un rancho
precioso, una cocinera fantástica y trabajadores fieles que lo ayudan a dirigir
el rancho.
—Asumiendo que sea capaz de
mantenerlo.
_____ bebió un sorbo de aquel café tan
maravilloso que se había convertido para ella en el canon de perfección.
—¿Tan mal están las cosas? Nick me
comentó algo cuando fuimos a llevar el ganado, pero no parecía muy preocupado.
—No le haría ninguna gracia enterarse
de que estoy hablando de esto contigo.
—Pero tú estás deseando hablar con
alguien —supuso _____.
—Estoy terriblemente preocupada, para
decirte la verdad —señaló el plato de la fotógrafa—. Venga, come. Sigue
comiendo mientras yo hablo.
—No hace falta que me lo digas. Esto
está delicioso. Y te prometo que nada de lo que me cuentes saldrá de aquí.
—Lo sé —Juanita agarró con las dos
manos la taza de café—. Mi intuición no me engaña. No me engañó con Deidre. En
cuanto la vi supe que iba a traer disgustos al rancho.
—Ya me he enterado de lo que le hizo a
Nick.
Una nube de furia ensombreció todavía
más los ya oscuros ojos de Juanita.
—Ya fue suficientemente malo lo que
hizo, pero que no tuviera la decencia de avisarlo siquiera... Eso es
imperdonable. Sobre todo, después de todo el dinero que Nick se gastó yendo a
verla a Nueva York una vez al mes. Después, cuando se separaron, tuvo que
pagarle una bonita suma de dinero porque había sido él el que había pedido el
divorcio y Nick no es un hombre al que se le pueda ocurrir firmar un acuerdo
prenupcial. Y ya estaban suficientemente mal las cosas después de que le pagara
a su hermana su parte del rancho y
tuviera que empezar a hacerse cargo de
las cuentas médicas de su padre.
—Caramba. Parece que las cosas no van
nada bien.
—Todo esto lo he averiguado por mi
cuenta. Pero he visto a Nick en su despacho, mirando preocupado los libros de
contabilidad. A no ser que encuentre algún tesoro enterrado en el rancho, va a
tener problemas muy serios.
—¿Quieres decir que es posible que
pierda el rancho?
—Sucede con mucha frecuencia por esta
zona. Sacar un rancho adelante es muy duro, y si dejas que una ex-esposa te
limpie los bolsillos o tienes que hacerte cargo de grandes facturas médicas, es
posible que tengas que despedirte de él.
—Pero este rancho ha pertenecido a los
McBri-de durante generaciones.
Juanita asintió.
—¿Puedes imaginarte el peso que eso
supone para Nick? Además, está preocupado por todos nosotros. Yo podría
encontrar otro trabajo, pero no lo quiero. Adoro este lugar. En cuanto lo vi,
me di cuenta de que era un lugar auténtico, uno de esos sitios que se te mete
en la sangre.
_____ terminó las tostadas y levantó
la taza de café.
Sabía lo que Juanita quería decir. Y
también que ninguno de los apartamentos en los que había vivido en Manhattan
se merecía una frase así.
Miró a Juanita de soslayo.
—Yo pensaba que posar para mí podría
servirle de ayuda. Pero me temo que eso sería solo un granito de arena.
—Sí —-Juanita sonrió—. Aunque yo daría
cualquier cosa por ver lo que eres capaz de sacar de él en un calendario. Ese
hombre no tiene ni idea de lo atractivo que es.
_____ sintió un vergonzoso calor en
las mejillas.
—Aja —Juanita dejó la taza en la mesa
dando un golpe—. ¡Así que yo estaba en lo cierto!
_____ se levantó y recogió su plato.
—Tengo que irme. Estoy segura de que
tienes muchas cosas que hacer antes de comer. Yo...
—Sabes, me parece que vosotros dos
vais a terminar juntos.
_____ dejó el plato en el fregadero y
abrió el grifo. Continuaba de espaldas a Juanita.
—Eso es ridículo. Mi vida está en
Nueva York, al igual que lo estaba la vida de Deidre. E incluso en el caso de
que Nick y yo sintamos cierta atracción el uno por el otro, algo que
obviamente has notado, sería una locura que nos dejáramos llevar por ella.
—Tú te pareces a Deidre lo mismo que
yo a Cruella De Ville.
—Nick piensa que yo soy como ella
—confesó _____ con un hilo de voz.
—En ese caso, necesita mirarte de
cerca.
_____ se volvió hacia ella.
—Soy exactamente como ella, Juanita.
He dado prioridad a mi trabajo por encima de todo lo demás. El matrimonio, los
hijos, tener un hogar... todo eso es secundario para mí, igual que para Deidre.
He trabajado muy duramente para llegar a donde estoy, y no pretendo renunciar a
mi trabajo.
Juanita la miró con expresión serena.
—Si tú lo dices...
—Lo digo. De hecho, ahora mismo tengo
que ir a llamar a mi ayudante. No puedo dejar de pensar en el trabajo ni un
solo instante.
—Yo no estaría tan segura.
—Bueno, Juanita —comenzó a salir de la
cocina—, gracias por el desayuno.
—De nada.
_____ no tenía nada concreto que
hablar con Bernie, pero necesitaba ponerse en contacto con aquella parte de su
vida.
—¡Hola _____! —la saludó Bernie
alegremente—. ¿Cómo está hoy nuestra cazadora de hombres?
—Bueno, me temo que voy a tener que
visitar un par de ranchos más para poder terminar el trabajo —admitió _____—.
Es bastante difícil encontrar lo que busco en dos semanas.
—¿Todavía no has podido encontrar a
nadie que esté soñando con pasar una noche en la suite nupcial?
—Déjalo, Bernie. Sinceramente, suenas
un poco anticuada. ¿Has revelado ya los carretes que te he mandado?
—Por supuesto. Y ya los tienes en
camino. Parece que has conseguido buenos modelos por allí. Si no fuera por
George, consideraría la posibilidad de pasar unas vacaciones en el rancho.
—Sí, hay algunos vaqueros por aquí que
no están nada mal —especialmente uno.
—Tengo que preguntártelo, _____,
¿alguno de los tipos de la fotografía es uno de los candidatos a casarse
contigo?
—No —contestó con una firmeza que no
tenía
ningún sentido—. Bueno, quería decir
que probablemente no.
—Eran ocho tipos. Si de trece ya has
eliminado a ocho, no te queda mucho donde elegir.
—Por eso tengo que buscar fuera de
aquí.
—No es fácil conseguir alojamiento en
otros ranchos a estas alturas del verano. Tienes algunos días libres en
septiembre, ¿por qué no vuelves al mismo y...?
—¡No!
—¿Pero cuál es el problema? Parecías
estar muy contenta al principio.
—No, no pasa nada. Simplemente creo
que tendré oportunidad de encontrar caras nuevas si busco en otro lugar.
—De acuerdo, pero estás rara. ¿Ha
pasado algo malo?
_____ se aclaró la garganta.
—No, nada.
—Tu padre ha vuelto a llamar. Quiere
saber si puede contar contigo para lo del calendario.
—Dile que sí.
—_____, ¿estás segura? Estás un poco
estresada e involucrarte en un proyecto con tu padre no es...
—Podré manejarlo. De hecho, quiero
hacerlo. Llevo mucho tiempo esperando a que mi padre me Nicke en serio, y ahora
que lo hace, sería un chiquillería que me negara.
Bernie suspiró.
—De acuerdo. Nos veremos pronto.
—Muy bien. Y en cuanto vaya por allí,
saldremos una tarde de compras.
—¿Que haremos qué?
—Ir de compras —contestó _____—.
Podemos almorzar en Four Seasons.
—No me has sugerido que fuéramos de
compras ni una sola vez desde que te conozco. ¿Se puede saber qué te pasa?
—Simplemente me he dado cuenta de que
no he apreciado Nueva York todo lo que debería. Que no tengamos montañas, ni
alces ni águilas ni nada parecido no significa que no podamos disfrutar de
otras muchas coas.
—De acuerdo, _____, como tu digas.
Iremos de compras. Ahora tengo que dejarte, están llamando por la otra línea.
Ah, y la próxima vez que alguno de esos vaqueros te ofrezca un cigarrillo,
pregúntale antes qué lleva dentro. Estás muy rara, _____, muy rara.
Disfrútenla...
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
awww yo tambien quieri un baño como el de la rayiz
Nick me encanta
Ya quiero que se dejen llevar
Siguela!!!
Nick me encanta
Ya quiero que se dejen llevar
Siguela!!!
aranzhitha
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