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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
Nombre: Tu Eres Mi Hombre Objeto
Autor: Leslie Kelly
Adaptación: si. :)
Género: Drama, Romance & Hott
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: No lo se
Prologo
ELLA ESTABA FRUSTRADA
La fotógrafa _____ ________ había llegado a hacerse famosa por sus calendarios, en los que aparecían fotografías de hombres espectaculares, pero aquel trabajo había hecho incrementar el número de duchas frías que Nickaba. ¡Necesitaba un hombre! Así que, antes de emprender su siguiente trabajo en Montana, decidió buscar allí un vaquero que pudiera convertirse en su compañero. El ranchero Nick Jonas tenía suficientes problemas sin necesidad de que una atractiva fotógrafa le reblandeciera el cerebro. Pero le bastaba mirar a _____ para que se le despertaran todo tipo de apetitos. AI principio, _____ quería utilizarlo para la foto de portada de su calendario. Después, sólo lo quería a él...
Pero Nick no tenía intención de convertirse en un hombre objeto... ¡Y tampoco en el marido de nadie!
Espero que esta novela les guste tanto como a mi ok espero sus comentarios un beso y disfrútenla ok adiós :)
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
AW *-* haha mi primer lectora Bienvenida :) ojala disfrutes de esta nove :)Nixa escribió:nueva lectora se ve muy buena!!!
PD: ame tu imagen de la firma . ahahaha
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
aaaaa valee ashajhas me encantooo el argumentoooo siguela luego ajshajsh se ve muuuuy buena ahsjas nos vemos proonto cuidate
militah_26
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
militah_26 escribió:aaaaa valee ashajhas me encantooo el argumentoooo siguela luego ajshajsh se ve muuuuy buena ahsjas nos vemos proonto cuidate
si por pura casualidad comentan 2 nuevas lectoras subo el capitulo 1 ok :)
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
Hola!
Nueva Lectora! :D
me ame el prologo! ;)
se mira super buena! esperando el primer capitulo!
nos estamos leyendo!
PD: te espero por mi Nove! :silent:
:hi:
Nueva Lectora! :D
me ame el prologo! ;)
se mira super buena! esperando el primer capitulo!
nos estamos leyendo!
PD: te espero por mi Nove! :silent:
:hi:
HeyItsLupitaNJ
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
HeyItsLupitaNJ escribió:Hola!
Nueva Lectora! :D
me ame el prologo! ;)
se mira super buena! esperando el primer capitulo!
nos estamos leyendo!
PD: te espero por mi Nove! :silent:
O.O ame el nombre de tu nove así que la leeré de inmediato aahahaha Haaa!!! y bienvenida ahahahha :) gracias por leer la nove :)
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
Ok chicas les subiré el capitulo 1 ahahha dedicado a mis tres nuevas lectoras ok :)
Capitulo 1
Fotografiar a tipos tan atractivos era demasiado excitante.
_____ ________ regresó a su estudio de Nueva York en el estado que normalmente seguía a sus sesiones fotográficas: con ganas de agarrar al primer hombre que encontrara y desnudarlo. Desgraciadamente, no había ningún hombre en su estudio. Allí sólo estaba su ayudante y mejor amiga, Bernadette Fairchild.
Bernie alzó la mirada de la pantalla del orde¬nador.
—Estás sonrojada.
—Claro que estoy sonrojada —_____ dio un mordisco a la galleta que le había comprado a un vendedor callejero, la dejó en el escritorio de su amiga y colgó la cámara en el respaldo de una de las sillas de la oficina.
—¿Debo asumir entonces que el señor Diciem¬bre estaba bastante bien?
_____ fue a buscar un vaso de agua que vació casi de un trago.
—Bernie, te habrías derretido nada más verlo. Si no hago algo pronto, creo que voy a sufrir un proceso de autocombustión.
—Siempre puedes recurrir a algo de lo que me acaban de hablar: una agencia de contactos.
—No tengo tiempo —arrugó el vaso de papel y lo tiró a la papelera—. Tú tienes suerte. Tienes a George esperándote en casa.
—Invertí dos años en el Proyecto George. Eso no es suerte, sino una cuestión de alto nivel estra¬tégico.
—Debería haber hecho lo mismo cuando esta¬ba en la universidad.
—¿Y no te lo dije yo? ¿No te expliqué mil veces que esos eran los años más indicados para empa¬rejarse? Pero no quisiste hacerme caso.
—Todavía no es demasiado tarde —_____ se sentó frente al escritorio de su amiga—. Todavía puedo encontrar a alguien. Lo único que necesito es un hombre que no interfiera en mi trabajo.
—Y a la vez que tenga talento suficiente para apaciguarte después de una tórrida sesión tras la cámara.
—Eso no hace falta decirlo —volvió a Nickar la galleta y le dio un enorme mordisco.
—Me temo que no había ninguna oferta de ese tipo en el catálogo de la agencia. En cualquier caso, ya han llegado los billetes para tu viaje a Montana. Vas a alojarate en un auténtico rancho, tal como querías. Sólo disponen de seis cabanas, así que no estarás rodeada de turistas. Nick McBri-de, el propietario, posee una gran cantidad de ca-
bezas, lo que quiere decir que tendrás vaqueros de sobra en la propiedad, además de los de los ranchos vecinos.
—Vaqueros —_____ Nickó el sobre de los bille¬tes y miró la hora a la que salía el avión—. ¿Cómo voy a sobrevivir siquiera dedicándome a fotogra¬fiar vaqueros, considerando el estado en el que me encuentro después de haber terminado el ca-lendario con los bomberos?
—Acuéstate con alguno de ellos.
—No —_____ había estado tentada muchas ve¬ces, pero le parecía muy poco profesional.
—Montana debe de ser el lugar más parecido de la tierra al fin del mundo. Creo que por allí to¬davía tienen que ir a caballo de un sitio a otro. Nadie se va a enterar de las travesuras que hagas.
—Me conoces lo suficiente como para saber que yo sería la primera en condenarme. Y ade¬más, no puedo permitir que nada me distraiga a la hora de hacer ese calendario.
Bernie sacó entonces una carta de la impreso¬ra.
—¿Tienes las manos limpias?
—No exactamente.
—Entonces no toques esto —dejó la carta en frente de _____—. Sólo quiero que lo leas y te di¬viertas un rato.
Clero leyó aquella carta en la que se explicaba a los Van Cleef que el apretado calendario de la señorita ________ no le permitía ir a fotografiar la boda de su hija. Cinco años atrás, cuando la ma¬yor de las hijas se había casado, Bernie práctica¬mente se había tirado a los pies de los Van Cleef, intentando que _____ consiguiera el trabajo, pero
al final habían escogido a otro fotógrafo. _____ sa¬bía que debería alegrarse tanto como Bernie de poder rechazar una oferta como aquélla, pero en lo referente a su trabajo se sentía como si estuvie¬ra caminando por la cuerda floja con una bandeja de huevos en la mano.
—De acuerdo, ya no tengo que suplicarle a na¬die que me deje fotografiar su boda, pero...
—Tu calendario del año pasado estuvo a pun¬to de venderse tanto como el de Calvin & Hobbes.
—Eso no es suficiente.
Bernie suspiró exasperada.
—¿No es esa otra de las máximas del gran Cal¬vin ________?
—Sí, y tiene razón —arrugó el papel en el que iba protegida la galleta, se levantó y lo tiró a la pa¬pelera. Hablar de su padre siempre la ponía ner¬viosa—. Mi padre no «estuvo a punto» de conver¬tirse en el director ejecutivo de Sphinx Cosmetics. Nunca ha «estado a punto» de hacer nada. Lo que ha querido hacer lo ha hecho —excepto una sola cosa, pensó. Había estado a punto de tener un hijo, pero la madre de _____ había tenido un abor¬to natural y se había quedado sólo con una hija.
—¿Y no eres tú la directora ejecutiva de ________ Studios?
—No es lo mismo. Eso no es...
—¿Suficiente? —la interrumpió Bernie—. Escu¬cha, _____, no tienes que demostrar nada a...
—Tengo que preparar este carrete —Nickó la cámara—. Las fotos no estarán reveladas hasta mañana por la tarde, así que tendrás que enviár¬melas al rancho. Por cierto, ¿cómo se llama ese rancho?
—Suspiros del Viento.
—Suena demasiado romántico para ser autén¬tico. Se supone que un rancho debe tener un nombre menos poético.
—Te sugiero que le digas eso a Nick Jonas. Estoy segura de que aceptará el consejo de una neoyorquina.
—Sí, lo haré. Un nombre adecuado puede ayu¬dar mucho a un negocio —comentó _____ mien¬tras se acercaba a la puerta del laboratorio.
—¿Por qué no eliges trece esta vez? —pregun¬tó Bernie tras ella.
—¿Trece qué?
—Vaqueros. Escoge uno extra. Así, si hay algu¬no que te gusta personalmente, y a él le gustas tú, puedes eliminarlo del calendario. Tendrás un poco de diversión y no comprometerás tu ética profesional.
_____ dejó la cámara enfundada en el suelo y miró a Bernie. La idea no le parecía especialmente extraordinaria, pero podía ser la respuesta a sus súplicas.
—Mmm. Has tenido una idea bastante sensata.
—Eso forma parte de mi deber. Facilitarte el trabajo y garantizarte un mínimo de felicidad. De esa manera, podrás darte un maravilloso revolcón en Montana y volverás a casa con un calendario y grandes recuerdos.
—También podría volver con un marido — Dios santo, eso sonaba muy raro. ¿Pero qué ocu¬rriría si sus hormonas le gastaban una mala pasa¬da uno de esos días? Podía arruinar su reputación, el respeto que a sí misma se debía y su trabajo de un solo golpe.
Bernie se quedó mirándola fijamente.
—Eh, espera un minuto, _____. Eso no es lo que yo...
—¿Por qué no? —_____ sentía un miedo atroz a pesar de su expresión de suprema confianza—. Puedo utilizar la entrevista previa a la sesión foto¬gráfica como un cuestionario para un posible ma¬rido. De esa forma, mataré dos pájaros de un tiro. Es perfecto.
—El amor no funciona con ese tipo de eficien¬cia.
_____ alzó la barbilla.
—Eso ya lo veremos —ni siquiera Bernie sabía lo desesperada que estaba por encontrar un hom¬bre comprensivo, ni lo sola que podía llegar a sentirse entre proyecto y proyecto. El matrimonio 'era la única solución a sus problemas.
—Pero, aunque de esa forma consiguieras en¬contrar al hombre que buscas, ¿después qué? ¿Lo agarrarías del cuello y lo arrastrarías hasta Nueva York? Por lo que he visto en las películas, esos va¬queros están acostumbrados a los espacios abier¬tos, los alaridos de los coyotes y el olor a caballo. No puedes esperar que sobreviva en medio de los humos de la gran ciudad.
—No, no lo arrastraría hasta Nueva York. Por eso es tan perfecto mi plan. Él podría quedarse en Montana, y yo seguiría en Nueva York. Nos vería¬mos los fines de semana. Yo podría ir a su rancho y él podría venir aquí de vez en cuando.
Bernie se quedó mirándola fijamente.
—Supongo que estás hablando en serio.
—Por supuesto que sí.
—¿Y qué sucederá cuando aparezcan los ni-
ños? ¿Se quedarán en Kansas para que os pillen a los dos a medio camino?
—No habrá niños. Eso quedará claro desde el principio. No todos los hombres quieren tener hi¬jos. No te preocupes. Encontraré alguno al que un matrimonio a distancia le parezca una forma exci¬tante de vida.
—_____, ¿estás loca? Eso es excesivo incluso
para ti.
—Eso es exactamente lo que necesito y lo que voy a conseguir. Gracias por haberme dado la idea, Bernie.
—¡Ésa no era mi idea! No te atrevas a achacár¬mela a mí. Lo único que yo he sugerido ha sido una aventura, no una expedición en busca de ma¬rido.
—¿Pero es que no te das cuenta? No tengo tiempo para perderlo en aventuras. Tengo que re¬solver mi problema y pronto.
—¿Qué diablos te pasa, _____? Casarse significa compartir la vida con alguien y lo único que tú es¬tás dispuesta a compartir es sexo y acumulación de kilómetros de vuelo.
—Voy a hacerlo, Bernie. No estoy diciendo que sea fácil encontrar un marido en sólo dos se¬manas, pero ya sabes cuánto me gustan los desafíos —_____ tragó saliva, intentando deshacer el nudo que los nervios le habían formado en la gargan¬ta—. En alguna parte de Montana, en este mismo minuto, mi futuro marido está enlazando un novi¬llo, o Nickándose un café, o montando en un brio¬so caballo, o haciendo cualquiera de esas cosas propias de los vaqueros sin darse cuenta de que su vida está a punto de cambiar para siempre.
—O al menos durante unos cuantos fines de semana al año.
Capitulo 1
Fotografiar a tipos tan atractivos era demasiado excitante.
_____ ________ regresó a su estudio de Nueva York en el estado que normalmente seguía a sus sesiones fotográficas: con ganas de agarrar al primer hombre que encontrara y desnudarlo. Desgraciadamente, no había ningún hombre en su estudio. Allí sólo estaba su ayudante y mejor amiga, Bernadette Fairchild.
Bernie alzó la mirada de la pantalla del orde¬nador.
—Estás sonrojada.
—Claro que estoy sonrojada —_____ dio un mordisco a la galleta que le había comprado a un vendedor callejero, la dejó en el escritorio de su amiga y colgó la cámara en el respaldo de una de las sillas de la oficina.
—¿Debo asumir entonces que el señor Diciem¬bre estaba bastante bien?
_____ fue a buscar un vaso de agua que vació casi de un trago.
—Bernie, te habrías derretido nada más verlo. Si no hago algo pronto, creo que voy a sufrir un proceso de autocombustión.
—Siempre puedes recurrir a algo de lo que me acaban de hablar: una agencia de contactos.
—No tengo tiempo —arrugó el vaso de papel y lo tiró a la papelera—. Tú tienes suerte. Tienes a George esperándote en casa.
—Invertí dos años en el Proyecto George. Eso no es suerte, sino una cuestión de alto nivel estra¬tégico.
—Debería haber hecho lo mismo cuando esta¬ba en la universidad.
—¿Y no te lo dije yo? ¿No te expliqué mil veces que esos eran los años más indicados para empa¬rejarse? Pero no quisiste hacerme caso.
—Todavía no es demasiado tarde —_____ se sentó frente al escritorio de su amiga—. Todavía puedo encontrar a alguien. Lo único que necesito es un hombre que no interfiera en mi trabajo.
—Y a la vez que tenga talento suficiente para apaciguarte después de una tórrida sesión tras la cámara.
—Eso no hace falta decirlo —volvió a Nickar la galleta y le dio un enorme mordisco.
—Me temo que no había ninguna oferta de ese tipo en el catálogo de la agencia. En cualquier caso, ya han llegado los billetes para tu viaje a Montana. Vas a alojarate en un auténtico rancho, tal como querías. Sólo disponen de seis cabanas, así que no estarás rodeada de turistas. Nick McBri-de, el propietario, posee una gran cantidad de ca-
bezas, lo que quiere decir que tendrás vaqueros de sobra en la propiedad, además de los de los ranchos vecinos.
—Vaqueros —_____ Nickó el sobre de los bille¬tes y miró la hora a la que salía el avión—. ¿Cómo voy a sobrevivir siquiera dedicándome a fotogra¬fiar vaqueros, considerando el estado en el que me encuentro después de haber terminado el ca-lendario con los bomberos?
—Acuéstate con alguno de ellos.
—No —_____ había estado tentada muchas ve¬ces, pero le parecía muy poco profesional.
—Montana debe de ser el lugar más parecido de la tierra al fin del mundo. Creo que por allí to¬davía tienen que ir a caballo de un sitio a otro. Nadie se va a enterar de las travesuras que hagas.
—Me conoces lo suficiente como para saber que yo sería la primera en condenarme. Y ade¬más, no puedo permitir que nada me distraiga a la hora de hacer ese calendario.
Bernie sacó entonces una carta de la impreso¬ra.
—¿Tienes las manos limpias?
—No exactamente.
—Entonces no toques esto —dejó la carta en frente de _____—. Sólo quiero que lo leas y te di¬viertas un rato.
Clero leyó aquella carta en la que se explicaba a los Van Cleef que el apretado calendario de la señorita ________ no le permitía ir a fotografiar la boda de su hija. Cinco años atrás, cuando la ma¬yor de las hijas se había casado, Bernie práctica¬mente se había tirado a los pies de los Van Cleef, intentando que _____ consiguiera el trabajo, pero
al final habían escogido a otro fotógrafo. _____ sa¬bía que debería alegrarse tanto como Bernie de poder rechazar una oferta como aquélla, pero en lo referente a su trabajo se sentía como si estuvie¬ra caminando por la cuerda floja con una bandeja de huevos en la mano.
—De acuerdo, ya no tengo que suplicarle a na¬die que me deje fotografiar su boda, pero...
—Tu calendario del año pasado estuvo a pun¬to de venderse tanto como el de Calvin & Hobbes.
—Eso no es suficiente.
Bernie suspiró exasperada.
—¿No es esa otra de las máximas del gran Cal¬vin ________?
—Sí, y tiene razón —arrugó el papel en el que iba protegida la galleta, se levantó y lo tiró a la pa¬pelera. Hablar de su padre siempre la ponía ner¬viosa—. Mi padre no «estuvo a punto» de conver¬tirse en el director ejecutivo de Sphinx Cosmetics. Nunca ha «estado a punto» de hacer nada. Lo que ha querido hacer lo ha hecho —excepto una sola cosa, pensó. Había estado a punto de tener un hijo, pero la madre de _____ había tenido un abor¬to natural y se había quedado sólo con una hija.
—¿Y no eres tú la directora ejecutiva de ________ Studios?
—No es lo mismo. Eso no es...
—¿Suficiente? —la interrumpió Bernie—. Escu¬cha, _____, no tienes que demostrar nada a...
—Tengo que preparar este carrete —Nickó la cámara—. Las fotos no estarán reveladas hasta mañana por la tarde, así que tendrás que enviár¬melas al rancho. Por cierto, ¿cómo se llama ese rancho?
—Suspiros del Viento.
—Suena demasiado romántico para ser autén¬tico. Se supone que un rancho debe tener un nombre menos poético.
—Te sugiero que le digas eso a Nick Jonas. Estoy segura de que aceptará el consejo de una neoyorquina.
—Sí, lo haré. Un nombre adecuado puede ayu¬dar mucho a un negocio —comentó _____ mien¬tras se acercaba a la puerta del laboratorio.
—¿Por qué no eliges trece esta vez? —pregun¬tó Bernie tras ella.
—¿Trece qué?
—Vaqueros. Escoge uno extra. Así, si hay algu¬no que te gusta personalmente, y a él le gustas tú, puedes eliminarlo del calendario. Tendrás un poco de diversión y no comprometerás tu ética profesional.
_____ dejó la cámara enfundada en el suelo y miró a Bernie. La idea no le parecía especialmente extraordinaria, pero podía ser la respuesta a sus súplicas.
—Mmm. Has tenido una idea bastante sensata.
—Eso forma parte de mi deber. Facilitarte el trabajo y garantizarte un mínimo de felicidad. De esa manera, podrás darte un maravilloso revolcón en Montana y volverás a casa con un calendario y grandes recuerdos.
—También podría volver con un marido — Dios santo, eso sonaba muy raro. ¿Pero qué ocu¬rriría si sus hormonas le gastaban una mala pasa¬da uno de esos días? Podía arruinar su reputación, el respeto que a sí misma se debía y su trabajo de un solo golpe.
Bernie se quedó mirándola fijamente.
—Eh, espera un minuto, _____. Eso no es lo que yo...
—¿Por qué no? —_____ sentía un miedo atroz a pesar de su expresión de suprema confianza—. Puedo utilizar la entrevista previa a la sesión foto¬gráfica como un cuestionario para un posible ma¬rido. De esa forma, mataré dos pájaros de un tiro. Es perfecto.
—El amor no funciona con ese tipo de eficien¬cia.
_____ alzó la barbilla.
—Eso ya lo veremos —ni siquiera Bernie sabía lo desesperada que estaba por encontrar un hom¬bre comprensivo, ni lo sola que podía llegar a sentirse entre proyecto y proyecto. El matrimonio 'era la única solución a sus problemas.
—Pero, aunque de esa forma consiguieras en¬contrar al hombre que buscas, ¿después qué? ¿Lo agarrarías del cuello y lo arrastrarías hasta Nueva York? Por lo que he visto en las películas, esos va¬queros están acostumbrados a los espacios abier¬tos, los alaridos de los coyotes y el olor a caballo. No puedes esperar que sobreviva en medio de los humos de la gran ciudad.
—No, no lo arrastraría hasta Nueva York. Por eso es tan perfecto mi plan. Él podría quedarse en Montana, y yo seguiría en Nueva York. Nos vería¬mos los fines de semana. Yo podría ir a su rancho y él podría venir aquí de vez en cuando.
Bernie se quedó mirándola fijamente.
—Supongo que estás hablando en serio.
—Por supuesto que sí.
—¿Y qué sucederá cuando aparezcan los ni-
ños? ¿Se quedarán en Kansas para que os pillen a los dos a medio camino?
—No habrá niños. Eso quedará claro desde el principio. No todos los hombres quieren tener hi¬jos. No te preocupes. Encontraré alguno al que un matrimonio a distancia le parezca una forma exci¬tante de vida.
—_____, ¿estás loca? Eso es excesivo incluso
para ti.
—Eso es exactamente lo que necesito y lo que voy a conseguir. Gracias por haberme dado la idea, Bernie.
—¡Ésa no era mi idea! No te atrevas a achacár¬mela a mí. Lo único que yo he sugerido ha sido una aventura, no una expedición en busca de ma¬rido.
—¿Pero es que no te das cuenta? No tengo tiempo para perderlo en aventuras. Tengo que re¬solver mi problema y pronto.
—¿Qué diablos te pasa, _____? Casarse significa compartir la vida con alguien y lo único que tú es¬tás dispuesta a compartir es sexo y acumulación de kilómetros de vuelo.
—Voy a hacerlo, Bernie. No estoy diciendo que sea fácil encontrar un marido en sólo dos se¬manas, pero ya sabes cuánto me gustan los desafíos —_____ tragó saliva, intentando deshacer el nudo que los nervios le habían formado en la gargan¬ta—. En alguna parte de Montana, en este mismo minuto, mi futuro marido está enlazando un novi¬llo, o Nickándose un café, o montando en un brio¬so caballo, o haciendo cualquiera de esas cosas propias de los vaqueros sin darse cuenta de que su vida está a punto de cambiar para siempre.
—O al menos durante unos cuantos fines de semana al año.
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
aranzhitha escribió:Hola! Nueva lectora
Me encanta la nove
Siguela!!!
Bienvenida:) ... gracias por que te guste esta adaptación si me dejan 4 lectoras mas un cometario subo nuevo cao ok :)
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
Ok les dejo el capitulo 2 ojala lo disfruten :)
Capitulo 2
—Nick, el baño de la cabana seis tiene
problemas y la fotógrafa de Nueva York llega mañana.
Nick Jonas apartó la mirada de la
pantalla del ordenador, encantado con aquella interrupción.
Ya podía hacer malabares con las
cifras, pero el caso era que las deudas de Susurros del Viento eran mayores
cada año. Miró a Jeeter Neff, el vaquero que permanecía esperando en la puerta
de su despacho.
—¿No has visto a Hank? —preguntó Nick.
—-Le diste una semana libre para que
pudiera ayudar a su madre a instalarse en casa de unos viejos parientes.
—Ah, es verdad.
—Yo me encargaría personalmente de lo
del baño, pero tengo que agrupar a los caballos, y por lo que Luann ha dicho
cuando ha ido a limpiar la cabana, debería hacerse algo cuanto antes.
Nick echó su silla hacia atrás, alegrándose
de contar con una excusa para abandonar el despacho y el ordenador. Se levantó
y agarró el sombrero que había dejado en el perchero.
—Lo haré yo.
—Te recomiendo que te lleves un
desatasca-dor —añadió Jeeter con una sonrisa—. Quizá dos.
—Pensándolo bien, quizá sea mejor que
yo me encargue de los caballos y tú te las arregles como puedas con el baño.
—Bueno, ya sabes que nunca se me han
dado
muy bien ese tipo de trabajos. Termino
dejando las cosas peor de lo que me las encuentro.
—Acabas de encontrar una buena excusa,
Jeeter —en ese momento lo asaltó un nuevo pensamiento. Hasta entonces no
había considerado las consecuencias de haberle dado a Hank una semana de
vacaciones—. Supongo que eso quiere decir que Hank tampoco puede ir mañana a
buscar a la fotógrafa.
—Supongo que no.
Nick suspiró.
—Tendré que hacerlo yo. Además, hay
que llevar una muestra de excrementos al laboratorio para que la analicen.
Podría intentar hacer las dos cosas a la vez.
—¿Y vas a llevar la muestra antes o
después de ir al aeropuerto?
—-No lo sé, depende del tráfico. ¿Por
qué lo preguntas?
Jeeter volvió a sonreír de oreja
oreja.
—No sé si será muy adecuado ir a
buscar a una sofisticada fotógrafa de Nueva York con una bolsa llena de
excrementos en el coche.
—Eh, he hablado con su secretaria. Al
parecer esa dama quiere tener una experiencia auténtica de lo que es un rancho
—él no se lo había creído en ningún momento—. Pero me acabas de dar una idea.
Llevaré la muestra después de haber ido a recogerla a ella. Comprobaremos si
tiene madera para la vida del rancho.
Jeeter soltó una carcajada y se
marchó.
Minutos después, armado con un
desatasca-dor, Nick salía al porche de la casa del rancho. Él había nacido en
aquella casa, había aprendido a
caminar en aquel rancho. Tenía que estar
muy ocupado para no detenerse un momento a apreciar la vista que desde allí se
contemplaba cada vez que cruzaba aquella puerta, y el asunto del lavabo no era
demasiado importante.
Aunque su padre había sido un hombre
constantemente ocupado, incapaz de perder un segundo en ese tipo de
contemplaciones, su madre le había enseñado a apreciar todo lo que se extendía
ante él; el intenso verde de las praderas después de la lluvia, los caballos
corriendo en el corral o los orgullosos picos de los Gallatins que asomaban
por detrás de los árboles, todavía nevados en aquella mañana de junio. Nick
conocía conocía la imagen de aquellos montes recortándose contra el cielo tan
bien como su propio rostro. No mucha gente podía disfrutar del paraíso a las
puertas de su propia casa, le decía a menudo su madre.
Nick respiró una bocanada de aquel
aire impregnado del aroma de los pinos. Los amigos le habían aconsejado que
construyera más cabanas para huéspedes para conseguir así el dinero que
necesitaba para hacer del rancho un negocio solvente, pero eso significaría
cambiar el carácter de un rancho que él quería más que a cualquier otra cosa en
el mundo.
Nick llevaba tiempo sin encargarse de
ir a buscar a sus huéspedes al aeropuerto y llegó a la terminal con el único
dato de la hora de llegada del vuelo. Se había olvidado de buscar el nombre de
la fotógrafa antes de salir del rancho, pero estaba
seguro de que no habría muchas mujeres
en el avión que llevaran colgando una cámara al hombro. Pensándolo bien, no
había vuelto al aeropuerto desde la última vez que había visto a Dei-dre, dos
años atrás. No le extrañaba por tanto estar de tan mal humor: el recuerdo de su
ex-es-posa parecía flotar por todo el aeropuerto. Recordaba a Deidre bajando
del avión con una aspecto fantástico, aunque claro, se suponía que ese era el
aspecto que tenía que tener siempre una modelo. Nick la estaba esperando con el
informe del médico en la mano, deseando que hubiera habido un error. Pero no lo
había. Deidre había ido a abortar a Nueva York y en ningún momento había tenido
intención de informarle de sus planes. La clínica había dado al traste con su
secreto al enviar por equivocación la cuenta de la operación a la dirección de
Deidre en Montana. Y en cuanto Nick había comprendido lo ocurrido, aquella había
dejado de ser la dirección de Deidre para siempre.
Y
allí estaba de nuevo, esperando a otra neoyorquina. Por injusto que
pudiera ser, ya había establecido un nexo de unión entre las dos mujeres.
Aunque Deidre se ganara la vida delante de la cámara y la fotógrafa que estaba
a punto de llegar detrás, ambas habían decidido pertenecer a un mundo en el que
la imagen lo era todo.
Y la verdad fuera dicha, a Nick no le
hacía ninguna ilusión llevar a su rancho a aquella mujer deseosa de
fotografiar «vaqueros auténticos».
Precisamente, pensando en ella había
llevado la camioneta por los caminos más enfangados antes de llegar a la
terminal del aeropuerto, y lleva-
ba la bolsa con la muestra de
excrementos en el salpicadero, donde el sol de la mañana ayudaba a potenciar
potenciar su particular aroma. Se había puesto la más vieja de sus camisas, el
sombrero más deteriorado y unos vaqueros prácticamente destrozados.
Mientras el avión aterrizaba, Nick
recordó que había un pequeño truco para notificarle a una desconocida que era
él el encargado de llevarla a su destino. Debería sostener un cartel y, ya que
no recordaba el nombre de la fotógrafa, pondría en él el del rancho. Miró a su
alrededor buscando algún papel, pero el suelo estaba impecablemente limpio.
Encontró al final un periódico en la
papelera y buscó la hoja con mayor espacio para escribir, que resultó ser la
ocupada por el enorme escote de Loni Anderson. Pidió prestado un bolígrafo y
escribió el nombre del rancho. Entre paréntesis, añadió que se trataba de un
rancho dirigido por un auténtico vaquero. Tras devolver el bolígrafo, dobló el
periódico y lo colocó de forma que lo vieran los pasajeros al bajar del avión.
Y a los pocos minutos apareció la
fotógrafa. Nick habría apostado todo su dinero a que se trataba de ella. Una
elegante morena, cubierta de joyas de oro y con un bolso ridiculamente pequeño
como único equipaje de mano. Quizá había facturado la cámara con el resto del
equipaje. Su atuendo consistía en unos vaqueros ceñidos y un chaleco de cuero,
exactamente el modelo que cualquier neoyorquino creía propio de Montana.
Nick sostuvo su improvisado cartel
entre las manos y miró fijamente a la morena. Ella pasó por
delante de él, sin prestarle la menor
atención, dejando a su paso jirones casi tangibles de perfume. Nick,
sorprendido, y convencido de que aquella tenía que ser la fotógrafa, fue tras
ella y gritó:
—Susurros del Viento.
—Creo que me está buscando a mí —oyó
decir tras él.
Se volvió y se encontró con unos ojos
tan azules como el sol de Montana. Los trabajadores del rancho se morirían de
risa si supieran que se le había ocurrido pensar algo así, pero era estrictamente
cierto. Además, no le hacía falta bajar excesivamente la mirada para
contemplar aquellos ojos. Frente a él se encontraba una mujer de altura
considerable, con una melena de rizos cayendo desordenadamente sobre sus
hombros. Una melena que parecía necesitar un buen cepillado. Por un instante, Nick
sintió la absurda necesidad de desenredarla con sus propios dedos.
La recién llegada llevaba una camisa
casi tan desgastada como la suya y un chaleco de lona con infinitos bolsillos.
Sus vaqueros eran bastante anchos, y, obviamente, no estaban diseñados para
mostrar lo que Nick ya sospechaba una figura más que decente. Olía como si
acabara de echarse una siesta sobre un lecho de flores silvestres. No se
parecía en nada a la mujer que Nick esperaba.
Recordó entonces la muestra de
estiércol que había dejado en el salpicadero e hizo una mueca.
—_____ ________ — ¿leo sujetó con una
mano la bolsa de la cámara que llevaba al hombro, y le tendió la otra.
Nick salió entonces de su asombro y se
dio cuenta de que estaba dejando que una de las
huéspedes del rancho fuera cargada
como un animal.
—Permítame llevarle eso, señora —dijo,
alargando la mano para Nickar la cámara, y olvidándose de estrechar la mano
que ella le tendía.
—Yo la llevaré, gracias —repuso _____,
estrechándole la mano.
Fue un apretón firme y caluroso. Nick
sentía la suavidad de la piel de aquella mujer contra la suya. Durante una
décima de segundo, fijó en sus ojos su mirada, y sintió una inesperada oleada
de placer. No todos los recuerdos que tenía de Dei-dre eran malos, y aquella
mujer estaba haciendo salir a flote los mejores.
—Me gusta encargarme personalmente de
mi equipo —comentó _____ tras soltarle la mano. Su tono era muy profesional,
pero había algo en aquellos ojos azules que evocaba cosas mucho más cálidas. Se
descolgó la mochila que llevaba colgada al hombro y se la tendió—: Pero le agradecería
que me ayudara con la mochila. Está llena de libros y pesa bastante
—¿Y hay algo más? —preguntó Nick tras
hacerse cargo de la bolsa.
—¿Más qué? —preguntó _____, mirándolo
sorprendida.
—Equipaje.
—¿Que esto? —indicó su maleta con
ruedas y la mochila—. Claro que no. No tengo en mente asistir aun baile de
sociedad o a... —se interrumpió de pronto—. Ah, claro. Soy una mujer y, por lo
tanto, debería viajar con catorce maletas por lo menos.
—No, señora, no pretendía...
—Claro que sí, pero no importa —señaló
el periódico que Nick todavía llevaba en la mano—. Y dígame, ¿esto también
forma parte del tratamiento que debe darse a una urbanita?
Nick se había olvidado completamente
de lo que había escrito en el pecho de Loni Anderson.
—Sólo quería llamar su atención.
—Bueno, el pecho de Loni no es el más
indicado para una cosa así. La próxima vez que venga a buscar a una mujer,
inténtelo con Matt McConaughey. Estoy segura de que funcionará mejor.
Nick disimuló una sonrisa.
—Sí, señora.
_____ lo recorrió de pies a cabeza con
una divertida mirada.
—Por todos esos «señora», supongo que
usted debe de ser uno de los auténticos vaqueros de Susurros del Viento.
—Nacido y criado en Montana —replicó Nick
divertido.
—Estupendo. Eso es exactamente lo que
estaba buscando. ¿Nos vamos?
Nick se llevó la mano al ala del
sombrero.
—A su servicio, señora —y aquella vez,
al pensar en la muestra de estiércol, sonrió.
Dios, aquel tipo era magnífico, pensó _____
mientras alargaba el paso para mantenerse a su lado. Le gustaba a pesar de su
patente machismo. Nacido y criado en Montana. Duro e impasible como las
Rocosas. Aquella seguridad en sí mismo le iría perfectamente cuando lo tuviera
ante la cámara, convertido en un modelo ideal para la portada del calendario.
Claro que, si decidía ponerlo en la
portada, lo eliminaba como futuro marido. Pero merecería la pena. La idea de
atrapar la esencia de aquel hombre en una fotografía absorbió de pronto toda
su atención.
Comenzaría con una fotografía de
cuerpo entero, apoyado quizá contra una cerca con una cuerda en la mano. _____
quería plasmar la imperturbable fachada que aquel hombre presentaba al mundo y
la intensidad de sentimientos que bullía
bajo la superficie. El objetivo se iba
a enamorar de aquellos hombros anchos y de sus esbeltas caderas. Después,
intentaría atrapar la firmeza de sus ojos, y capturar también el brillo burlón
de su mirada.
Mientras cruzaban el aparcamiento, _____
lo miró de reojo para ver cómo afectaba la luz del sol al contorno de su
rostro. El sombrero mantenía en la sombra la mayor parte, pero la luz alumbraba
su firme barbilla. Justo debajo del labio inferior había una pequeña cicatriz
que resaltaba por el contraste con su piel bronceada. Bajo el sombrero,
asomaban jirones de pelo castaño. Las cálidas arrugas que rodeaban sus ojos
revelaban que aquel hombre había sabido disfrutar de la
vida.
—¿Pretende averiguar si me he lavado
estas mañana las orejas? —preguntó de pronto Nick, sin volver siquiera la
cabeza.
—No, estoy pensando en cómo voy a
fotografiarlo.
Nick se detuvo bruscamente y giró su
rostro
hacia ella.
—De ningún modo, señorita ________.
_____ retrocedió un paso, sorprendida
por la repentina hostilidad de su expresión, pero no se amilanó:
—Déjeme explicárselo. Pago realmente
bien y posiblemente ésta sea una de las mejores cosas que le haya ocurrido a lo
largo de su vida. Los modelos que han aparecido en mis calendarios han recibido
posteriormente todo tipo de ofertas: desde la posibilidad de participar en una
película, hasta ofertas de matrimonio.
—No tengo ninguna gana de participar
en una película, y mucho menos de volver a casarme. En cuanto al dinero, estoy
seguro de que no tiene el suficiente para convencerme de que termine convertido
en un póster.
—Mis calendarios no están destinados a
convertirse en pósters. Fotografío en blanco y negro y, aunque los calendarios
son muy comerciales, los considero una obra de arte, una celebración de la
belleza del cuerpo del hombre y del trabajo. Nick suavizó su mirada y su tono
de voz. —Mire, por aquí hay cientos de hombres que estarán encantados de posar
para usted. Pero yo no estoy en venta.
A medida que iba viendo todos los
matices de su expresión, _____ iba convenciéndose de que aquel hombre sería uno
de los mejores modelos que había fotografiado en su vida. La dureza y la
compasión no iban juntas demasiado a menudo y su instinto le decía que, si
conseguía retratarlas, conseguiría algo que merecería la admiración de todo el
mundo... incluido su padre.
Se aclaró la garganta y volvió a
intentarlo. —No creo que lo comprenda. Las cifras de venta de mis calendarios
son astronómicas y el que estoy preparando ahora, Hombres de Montana promete
ser el mayor de mis éxitos. Quiero ponerle a usted en portada. Eso cambiará
literalmente su vida.
—Gracias, pero me gusta mi vida tal y
como es. Ahora creo que ya es hora de que nos vayamos —continuó caminando—.
Tengo algo que hacer antes de llevarla' al rancho, donde me espera un montón
de papeleo.
Lo del papeleo no parecía exactamente
el tipo de trabajo que cabría esperar en un rancho. _____ lo alcanzó para
interpelarlo abiertamente.
—Todavía no me ha dicho su nombre.
—Jonas. Nick Jonas.
Así que era el propietario de Susurros
del Viento. Eso explicaría el carácter que reflejaba su rostro, el aplomo que
revelaban sus facciones. Ponerlo en la portada del calendario iba a ser más
importante de lo que hasta entonces pensaba.
—Me sorprende que el propietario del
rancho sea el encargado de ir a recoger a los huéspedes al aeropuerto.
—El tipo que normalmente se encarga de
ello ha tenido que marcharse para atender un problema familiar, y, en
cualquier caso, tenía que venir a Bozeman a hacer un recado. Tendremos que hacer
un pequeño desvío antes de ir al rancho.
—Estupendo —entre otras cosas, porque
todavía le producía cierta desgana abandonar la civilización. Durante el
viaje en avión, había estado pensando en cuánto dependía de las comodidades de
la ciudad para seguir con sus erráticas comidas y sus hábitos de sueño. En
Susurros del Viento, probablemente esperaban que se levantara al amanecer si
quería desayunar.
Disfrútenlo...
Capitulo 2
—Nick, el baño de la cabana seis tiene
problemas y la fotógrafa de Nueva York llega mañana.
Nick Jonas apartó la mirada de la
pantalla del ordenador, encantado con aquella interrupción.
Ya podía hacer malabares con las
cifras, pero el caso era que las deudas de Susurros del Viento eran mayores
cada año. Miró a Jeeter Neff, el vaquero que permanecía esperando en la puerta
de su despacho.
—¿No has visto a Hank? —preguntó Nick.
—-Le diste una semana libre para que
pudiera ayudar a su madre a instalarse en casa de unos viejos parientes.
—Ah, es verdad.
—Yo me encargaría personalmente de lo
del baño, pero tengo que agrupar a los caballos, y por lo que Luann ha dicho
cuando ha ido a limpiar la cabana, debería hacerse algo cuanto antes.
Nick echó su silla hacia atrás, alegrándose
de contar con una excusa para abandonar el despacho y el ordenador. Se levantó
y agarró el sombrero que había dejado en el perchero.
—Lo haré yo.
—Te recomiendo que te lleves un
desatasca-dor —añadió Jeeter con una sonrisa—. Quizá dos.
—Pensándolo bien, quizá sea mejor que
yo me encargue de los caballos y tú te las arregles como puedas con el baño.
—Bueno, ya sabes que nunca se me han
dado
muy bien ese tipo de trabajos. Termino
dejando las cosas peor de lo que me las encuentro.
—Acabas de encontrar una buena excusa,
Jeeter —en ese momento lo asaltó un nuevo pensamiento. Hasta entonces no
había considerado las consecuencias de haberle dado a Hank una semana de
vacaciones—. Supongo que eso quiere decir que Hank tampoco puede ir mañana a
buscar a la fotógrafa.
—Supongo que no.
Nick suspiró.
—Tendré que hacerlo yo. Además, hay
que llevar una muestra de excrementos al laboratorio para que la analicen.
Podría intentar hacer las dos cosas a la vez.
—¿Y vas a llevar la muestra antes o
después de ir al aeropuerto?
—-No lo sé, depende del tráfico. ¿Por
qué lo preguntas?
Jeeter volvió a sonreír de oreja
oreja.
—No sé si será muy adecuado ir a
buscar a una sofisticada fotógrafa de Nueva York con una bolsa llena de
excrementos en el coche.
—Eh, he hablado con su secretaria. Al
parecer esa dama quiere tener una experiencia auténtica de lo que es un rancho
—él no se lo había creído en ningún momento—. Pero me acabas de dar una idea.
Llevaré la muestra después de haber ido a recogerla a ella. Comprobaremos si
tiene madera para la vida del rancho.
Jeeter soltó una carcajada y se
marchó.
Minutos después, armado con un
desatasca-dor, Nick salía al porche de la casa del rancho. Él había nacido en
aquella casa, había aprendido a
caminar en aquel rancho. Tenía que estar
muy ocupado para no detenerse un momento a apreciar la vista que desde allí se
contemplaba cada vez que cruzaba aquella puerta, y el asunto del lavabo no era
demasiado importante.
Aunque su padre había sido un hombre
constantemente ocupado, incapaz de perder un segundo en ese tipo de
contemplaciones, su madre le había enseñado a apreciar todo lo que se extendía
ante él; el intenso verde de las praderas después de la lluvia, los caballos
corriendo en el corral o los orgullosos picos de los Gallatins que asomaban
por detrás de los árboles, todavía nevados en aquella mañana de junio. Nick
conocía conocía la imagen de aquellos montes recortándose contra el cielo tan
bien como su propio rostro. No mucha gente podía disfrutar del paraíso a las
puertas de su propia casa, le decía a menudo su madre.
Nick respiró una bocanada de aquel
aire impregnado del aroma de los pinos. Los amigos le habían aconsejado que
construyera más cabanas para huéspedes para conseguir así el dinero que
necesitaba para hacer del rancho un negocio solvente, pero eso significaría
cambiar el carácter de un rancho que él quería más que a cualquier otra cosa en
el mundo.
Nick llevaba tiempo sin encargarse de
ir a buscar a sus huéspedes al aeropuerto y llegó a la terminal con el único
dato de la hora de llegada del vuelo. Se había olvidado de buscar el nombre de
la fotógrafa antes de salir del rancho, pero estaba
seguro de que no habría muchas mujeres
en el avión que llevaran colgando una cámara al hombro. Pensándolo bien, no
había vuelto al aeropuerto desde la última vez que había visto a Dei-dre, dos
años atrás. No le extrañaba por tanto estar de tan mal humor: el recuerdo de su
ex-es-posa parecía flotar por todo el aeropuerto. Recordaba a Deidre bajando
del avión con una aspecto fantástico, aunque claro, se suponía que ese era el
aspecto que tenía que tener siempre una modelo. Nick la estaba esperando con el
informe del médico en la mano, deseando que hubiera habido un error. Pero no lo
había. Deidre había ido a abortar a Nueva York y en ningún momento había tenido
intención de informarle de sus planes. La clínica había dado al traste con su
secreto al enviar por equivocación la cuenta de la operación a la dirección de
Deidre en Montana. Y en cuanto Nick había comprendido lo ocurrido, aquella había
dejado de ser la dirección de Deidre para siempre.
Y
allí estaba de nuevo, esperando a otra neoyorquina. Por injusto que
pudiera ser, ya había establecido un nexo de unión entre las dos mujeres.
Aunque Deidre se ganara la vida delante de la cámara y la fotógrafa que estaba
a punto de llegar detrás, ambas habían decidido pertenecer a un mundo en el que
la imagen lo era todo.
Y la verdad fuera dicha, a Nick no le
hacía ninguna ilusión llevar a su rancho a aquella mujer deseosa de
fotografiar «vaqueros auténticos».
Precisamente, pensando en ella había
llevado la camioneta por los caminos más enfangados antes de llegar a la
terminal del aeropuerto, y lleva-
ba la bolsa con la muestra de
excrementos en el salpicadero, donde el sol de la mañana ayudaba a potenciar
potenciar su particular aroma. Se había puesto la más vieja de sus camisas, el
sombrero más deteriorado y unos vaqueros prácticamente destrozados.
Mientras el avión aterrizaba, Nick
recordó que había un pequeño truco para notificarle a una desconocida que era
él el encargado de llevarla a su destino. Debería sostener un cartel y, ya que
no recordaba el nombre de la fotógrafa, pondría en él el del rancho. Miró a su
alrededor buscando algún papel, pero el suelo estaba impecablemente limpio.
Encontró al final un periódico en la
papelera y buscó la hoja con mayor espacio para escribir, que resultó ser la
ocupada por el enorme escote de Loni Anderson. Pidió prestado un bolígrafo y
escribió el nombre del rancho. Entre paréntesis, añadió que se trataba de un
rancho dirigido por un auténtico vaquero. Tras devolver el bolígrafo, dobló el
periódico y lo colocó de forma que lo vieran los pasajeros al bajar del avión.
Y a los pocos minutos apareció la
fotógrafa. Nick habría apostado todo su dinero a que se trataba de ella. Una
elegante morena, cubierta de joyas de oro y con un bolso ridiculamente pequeño
como único equipaje de mano. Quizá había facturado la cámara con el resto del
equipaje. Su atuendo consistía en unos vaqueros ceñidos y un chaleco de cuero,
exactamente el modelo que cualquier neoyorquino creía propio de Montana.
Nick sostuvo su improvisado cartel
entre las manos y miró fijamente a la morena. Ella pasó por
delante de él, sin prestarle la menor
atención, dejando a su paso jirones casi tangibles de perfume. Nick,
sorprendido, y convencido de que aquella tenía que ser la fotógrafa, fue tras
ella y gritó:
—Susurros del Viento.
—Creo que me está buscando a mí —oyó
decir tras él.
Se volvió y se encontró con unos ojos
tan azules como el sol de Montana. Los trabajadores del rancho se morirían de
risa si supieran que se le había ocurrido pensar algo así, pero era estrictamente
cierto. Además, no le hacía falta bajar excesivamente la mirada para
contemplar aquellos ojos. Frente a él se encontraba una mujer de altura
considerable, con una melena de rizos cayendo desordenadamente sobre sus
hombros. Una melena que parecía necesitar un buen cepillado. Por un instante, Nick
sintió la absurda necesidad de desenredarla con sus propios dedos.
La recién llegada llevaba una camisa
casi tan desgastada como la suya y un chaleco de lona con infinitos bolsillos.
Sus vaqueros eran bastante anchos, y, obviamente, no estaban diseñados para
mostrar lo que Nick ya sospechaba una figura más que decente. Olía como si
acabara de echarse una siesta sobre un lecho de flores silvestres. No se
parecía en nada a la mujer que Nick esperaba.
Recordó entonces la muestra de
estiércol que había dejado en el salpicadero e hizo una mueca.
—_____ ________ — ¿leo sujetó con una
mano la bolsa de la cámara que llevaba al hombro, y le tendió la otra.
Nick salió entonces de su asombro y se
dio cuenta de que estaba dejando que una de las
huéspedes del rancho fuera cargada
como un animal.
—Permítame llevarle eso, señora —dijo,
alargando la mano para Nickar la cámara, y olvidándose de estrechar la mano
que ella le tendía.
—Yo la llevaré, gracias —repuso _____,
estrechándole la mano.
Fue un apretón firme y caluroso. Nick
sentía la suavidad de la piel de aquella mujer contra la suya. Durante una
décima de segundo, fijó en sus ojos su mirada, y sintió una inesperada oleada
de placer. No todos los recuerdos que tenía de Dei-dre eran malos, y aquella
mujer estaba haciendo salir a flote los mejores.
—Me gusta encargarme personalmente de
mi equipo —comentó _____ tras soltarle la mano. Su tono era muy profesional,
pero había algo en aquellos ojos azules que evocaba cosas mucho más cálidas. Se
descolgó la mochila que llevaba colgada al hombro y se la tendió—: Pero le agradecería
que me ayudara con la mochila. Está llena de libros y pesa bastante
—¿Y hay algo más? —preguntó Nick tras
hacerse cargo de la bolsa.
—¿Más qué? —preguntó _____, mirándolo
sorprendida.
—Equipaje.
—¿Que esto? —indicó su maleta con
ruedas y la mochila—. Claro que no. No tengo en mente asistir aun baile de
sociedad o a... —se interrumpió de pronto—. Ah, claro. Soy una mujer y, por lo
tanto, debería viajar con catorce maletas por lo menos.
—No, señora, no pretendía...
—Claro que sí, pero no importa —señaló
el periódico que Nick todavía llevaba en la mano—. Y dígame, ¿esto también
forma parte del tratamiento que debe darse a una urbanita?
Nick se había olvidado completamente
de lo que había escrito en el pecho de Loni Anderson.
—Sólo quería llamar su atención.
—Bueno, el pecho de Loni no es el más
indicado para una cosa así. La próxima vez que venga a buscar a una mujer,
inténtelo con Matt McConaughey. Estoy segura de que funcionará mejor.
Nick disimuló una sonrisa.
—Sí, señora.
_____ lo recorrió de pies a cabeza con
una divertida mirada.
—Por todos esos «señora», supongo que
usted debe de ser uno de los auténticos vaqueros de Susurros del Viento.
—Nacido y criado en Montana —replicó Nick
divertido.
—Estupendo. Eso es exactamente lo que
estaba buscando. ¿Nos vamos?
Nick se llevó la mano al ala del
sombrero.
—A su servicio, señora —y aquella vez,
al pensar en la muestra de estiércol, sonrió.
Dios, aquel tipo era magnífico, pensó _____
mientras alargaba el paso para mantenerse a su lado. Le gustaba a pesar de su
patente machismo. Nacido y criado en Montana. Duro e impasible como las
Rocosas. Aquella seguridad en sí mismo le iría perfectamente cuando lo tuviera
ante la cámara, convertido en un modelo ideal para la portada del calendario.
Claro que, si decidía ponerlo en la
portada, lo eliminaba como futuro marido. Pero merecería la pena. La idea de
atrapar la esencia de aquel hombre en una fotografía absorbió de pronto toda
su atención.
Comenzaría con una fotografía de
cuerpo entero, apoyado quizá contra una cerca con una cuerda en la mano. _____
quería plasmar la imperturbable fachada que aquel hombre presentaba al mundo y
la intensidad de sentimientos que bullía
bajo la superficie. El objetivo se iba
a enamorar de aquellos hombros anchos y de sus esbeltas caderas. Después,
intentaría atrapar la firmeza de sus ojos, y capturar también el brillo burlón
de su mirada.
Mientras cruzaban el aparcamiento, _____
lo miró de reojo para ver cómo afectaba la luz del sol al contorno de su
rostro. El sombrero mantenía en la sombra la mayor parte, pero la luz alumbraba
su firme barbilla. Justo debajo del labio inferior había una pequeña cicatriz
que resaltaba por el contraste con su piel bronceada. Bajo el sombrero,
asomaban jirones de pelo castaño. Las cálidas arrugas que rodeaban sus ojos
revelaban que aquel hombre había sabido disfrutar de la
vida.
—¿Pretende averiguar si me he lavado
estas mañana las orejas? —preguntó de pronto Nick, sin volver siquiera la
cabeza.
—No, estoy pensando en cómo voy a
fotografiarlo.
Nick se detuvo bruscamente y giró su
rostro
hacia ella.
—De ningún modo, señorita ________.
_____ retrocedió un paso, sorprendida
por la repentina hostilidad de su expresión, pero no se amilanó:
—Déjeme explicárselo. Pago realmente
bien y posiblemente ésta sea una de las mejores cosas que le haya ocurrido a lo
largo de su vida. Los modelos que han aparecido en mis calendarios han recibido
posteriormente todo tipo de ofertas: desde la posibilidad de participar en una
película, hasta ofertas de matrimonio.
—No tengo ninguna gana de participar
en una película, y mucho menos de volver a casarme. En cuanto al dinero, estoy
seguro de que no tiene el suficiente para convencerme de que termine convertido
en un póster.
—Mis calendarios no están destinados a
convertirse en pósters. Fotografío en blanco y negro y, aunque los calendarios
son muy comerciales, los considero una obra de arte, una celebración de la
belleza del cuerpo del hombre y del trabajo. Nick suavizó su mirada y su tono
de voz. —Mire, por aquí hay cientos de hombres que estarán encantados de posar
para usted. Pero yo no estoy en venta.
A medida que iba viendo todos los
matices de su expresión, _____ iba convenciéndose de que aquel hombre sería uno
de los mejores modelos que había fotografiado en su vida. La dureza y la
compasión no iban juntas demasiado a menudo y su instinto le decía que, si
conseguía retratarlas, conseguiría algo que merecería la admiración de todo el
mundo... incluido su padre.
Se aclaró la garganta y volvió a
intentarlo. —No creo que lo comprenda. Las cifras de venta de mis calendarios
son astronómicas y el que estoy preparando ahora, Hombres de Montana promete
ser el mayor de mis éxitos. Quiero ponerle a usted en portada. Eso cambiará
literalmente su vida.
—Gracias, pero me gusta mi vida tal y
como es. Ahora creo que ya es hora de que nos vayamos —continuó caminando—.
Tengo algo que hacer antes de llevarla' al rancho, donde me espera un montón
de papeleo.
Lo del papeleo no parecía exactamente
el tipo de trabajo que cabría esperar en un rancho. _____ lo alcanzó para
interpelarlo abiertamente.
—Todavía no me ha dicho su nombre.
—Jonas. Nick Jonas.
Así que era el propietario de Susurros
del Viento. Eso explicaría el carácter que reflejaba su rostro, el aplomo que
revelaban sus facciones. Ponerlo en la portada del calendario iba a ser más
importante de lo que hasta entonces pensaba.
—Me sorprende que el propietario del
rancho sea el encargado de ir a recoger a los huéspedes al aeropuerto.
—El tipo que normalmente se encarga de
ello ha tenido que marcharse para atender un problema familiar, y, en
cualquier caso, tenía que venir a Bozeman a hacer un recado. Tendremos que hacer
un pequeño desvío antes de ir al rancho.
—Estupendo —entre otras cosas, porque
todavía le producía cierta desgana abandonar la civilización. Durante el
viaje en avión, había estado pensando en cuánto dependía de las comodidades de
la ciudad para seguir con sus erráticas comidas y sus hábitos de sueño. En
Susurros del Viento, probablemente esperaban que se levantara al amanecer si
quería desayunar.
Disfrútenlo...
Val's Matth.
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
awwwwww me encanta
Nick que malvado es todo lo
que le hace pasar a la rayiz
y no quiere que lo fotografíen
siguela!!!
Nick que malvado es todo lo
que le hace pasar a la rayiz
y no quiere que lo fotografíen
siguela!!!
aranzhitha
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
hola
eh aqui una nueva lectora me encanta esta novela
siguelaaaaaaaaa
quiero mas capitulos
eh aqui una nueva lectora me encanta esta novela
siguelaaaaaaaaa
quiero mas capitulos
ElitzJb
Re: Tu Eres Mi Hombre Objeto- Nick y Tu
Valeeeee!! esta geniial siguela luegooo me encanto ajshash me tendras viciada jhum djahass de algo que sirvan las vacaciones ajshasha :d nos vemos luego
militah_26
Página 1 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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