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Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
awww pobre rayiz se rien de ella a sus costillas
Me encanta toda la familia
Siguela!!!
Me encanta toda la familia
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Tynna y Shasha se miraron y se encogieron de hombros. Las fuentes siempre habían estado ahí y a las dos muchachas jamás se les había ocurrido preguntarse por ellas.
—El agua vela las palabras de las conversaciones íntimas —explicó Marie—. El ruido del agua reduce la posibilidad de que los curiosos escuchen...
A cierta distancia se oyó un revoloteo y risas de mujeres entregadas a la diversión.
—Ven —exclamó Shasha, cogiéndolas de la mano—. Están jugando a Caballeros de Estambul.
Shasha condujo a _______________ y Tynna por una arboleda hacia un claro de césped bien cuidado. Diez mujeres jóvenes disfrutaban de la hermosa mañana vigiladas por eunucos. Nueve de ellas vestían bombachos de muselina blanca, túnicas de colores brillantes, capas de satén y zapatillas de terciopelo, y gorros de tela dorada. La décima mujer iba vestida de hombre, llevaba los párpados maquillados y un bigote pintado en el labio superior; iba ataviada con un abrigo de pieles vuelto del revés y sobre la cabeza tenía una sandía abierta. La mujer estaba sentada de espaldas a lomos de un asno. Con una mano sujetaba la cola del burro y con la otra sostenía un collar de dientes de ajo.
Alguien azuzó al asno y éste se lanzó a la carrera mientras ella intentaba mantener su precario equilibrio sobre el lomo del animal. Cuanto más reían las mujeres, más se tambaleaba ella de un lado a otro, hasta que finalmente cayó del burro.
—Déjame probar —pidió _______________.
—Pero tu mano... —replicó Tynna.
—No me hace falta la mano derecha —fanfarroneó _______________—. Usaré la izquierda.
Marie miró a Denise, que le dio permiso con un gesto de la cabeza.
—Dejad que _______________ lo pruebe —ordenó la bas kadin del sultán.
_______________ se quitó la capa, se puso el abrigo vuelto del revés y se colocó la sandía encima de la cabeza.
—Seguro que eres capaz de montar a ese estúpido burro para siempre —le dijo Shasha mientras le pintaba las cejas y el bigote.
Uno de los eunucos la subió al asno. _______________ cogió la cola del animal y sostuvo el collar de ajos con la mano vendada. Alguien azuzó al burro y éste echó a correr. _______________ se bamboleaba pero a pesar de las carcajadas consiguió mantenerse sobre el lomo.
El asno tomó por un sendero y poco después alguien cogió la brida del asno y lo paró de un tirón. _______________ cayó hacia adelante, es decir de espaldas, pero unas manos fuertes la sujetaron por la cintura y la depositaron suavemente en el suelo.
—_______________, ¿qué demonios...? —dijo una voz familiar y visiblemente irritada.
Era Joe, acompañado de Kevin.
—¿Qué estás haciendo? —la recriminó Joe.
Las jóvenes que contemplaban la escena retrocedieron, intimidadas ante la cólera del príncipe.
—Intento huir de aquí —contestó _______________ con guasa—. ¿Crees que llegaré lejos con este disfraz?
Joe volvió a sentir el tic nervioso en la mejilla. Kevin se echó a reír.
Las mujeres se quedaron mirando boquiabiertas a _______________. Jamás habían visto que una mujer se comportara de forma tan irrespetuosa con ningún hombre. Y en este caso no se trataba de un hombre corriente, sino de la Bestia del Sultán.
En la garganta de Joe resonó un bramido.
—Discúlpame por mi descortesía —dijo _______________ con tono comedido, y retrocedió un paso—. Tu madre me dio permiso para jugar.
Joe miró a su madre con una mueca tenebrosa.
—¿Cómo le has permitido hacer esto?
—El Caballero de Estambul es un juego inofensivo —respondió Denise.
—¿Inofensivo? ¿Y si está preñada de mi hijo y se cae del burro?
—No había pensado en eso —admitió Denise.
—¿Preñada de tu hijo? —repitió _______________. La idea de ser la madre de alguien le cayó como una tonelada de ladrillos.
Joe la miró.
—Tener hijos es el resultado natural de...
—Cualquiera de estas bellezas podría llevar la semilla de mi padre —interrumpió Kevin—, pero él no les prohíbe disfrutar de sus ingenuos placeres.
—Con todos mis respetos, diré que ninguna de estas bellezas es mi esposa —repuso Joe—. Además, el sultán ya tiene dos hijos varones.
Kevin asintió con la cabeza.
—Jugad a otra cosa mientras esté con nosotros la esposa del príncipe Joe —ordenó a las doncellas.
—¿Jugamos a tocar y parar en el agua? —sugirió Shasha.
—No —dijeron Joe y _______________ al unísono.
—¿Lo decís por la mano? —preguntó Shasha.
—Mi intrépida esposa teme al agua —informo Joe—No sabe nadar.
_______________ se sonrojó y clavó los ojos en el suelo.
—¿Y jugar a tocar y parar aquí en el césped? —sugirió una muchacha.
—Mejor juguemos a bellas y feas—dijo otra.
—Creo que lo mejor sería llevar a nuestros huéspedes a los baños antes de ofrecerles el almuerzo –dijo Marie.
Así pues, el grupo de mujeres se encamino hacia el palacio. _______________ iba con Tynna, Shasha y Safiye. Marie y Denise las seguían a paso lento.
—¿Ya habéis acabado vuestro encuentro con el sultán? —preguntó Marie.
Kevin negó con la cabeza.
—Lo hemos postergado hasta que vuelva de los aposentos de Lyndar.
Marie se volvió hacia Joe y dijo:
—No te preocupes por tu flor silvestre. Nosotras nos ocuparemos de ella como es debido. —Tras esas palabras, Marie y Denise entraron detrás de las demás.
_______________ jamás había visto, ni siquiera imaginado, unos baños como los del harén del palacio de Topkapi. La estancia era toda de mármol blanco, con columna altas y estrechas y una claraboya. Los suelos y las paredes eran lujosas taraceas de finos azulejos de Faenza. Aquí y allá había lavabos de mármol adornados con grifos de bronce.
Las volutas de vapor, las conversaciones quedas y las risas apagadas se entremezclaban en el aire húmedo. Numerosas mujeres de belleza exquisita, acompañadas por sus esclavas, holgazaneaban en los baños. Algunas iban desnudas, otras vestidas sólo a medias con finas telas de lino tan empapadas por el vaho que revelaban el cuerpo entero. Sin reparar en su desnudez, esa multitud de bellezas reía, parloteaba y se refrescaba. Las esclavas trajinaban de un lado a otro, desnudas de cintura para arriba.
_______________ nunca había visto tanta desnudez reunida. Cuando una esclava se le acercó para despojarla de su túnica de baño, _______________ la retuvo contra su pecho y apartó a la muchacha.
—Quítatela —le ordenó Denise, despojándose de su propia túnica—. Y no te comportes tan groseramente.
—El agua vela las palabras de las conversaciones íntimas —explicó Marie—. El ruido del agua reduce la posibilidad de que los curiosos escuchen...
A cierta distancia se oyó un revoloteo y risas de mujeres entregadas a la diversión.
—Ven —exclamó Shasha, cogiéndolas de la mano—. Están jugando a Caballeros de Estambul.
Shasha condujo a _______________ y Tynna por una arboleda hacia un claro de césped bien cuidado. Diez mujeres jóvenes disfrutaban de la hermosa mañana vigiladas por eunucos. Nueve de ellas vestían bombachos de muselina blanca, túnicas de colores brillantes, capas de satén y zapatillas de terciopelo, y gorros de tela dorada. La décima mujer iba vestida de hombre, llevaba los párpados maquillados y un bigote pintado en el labio superior; iba ataviada con un abrigo de pieles vuelto del revés y sobre la cabeza tenía una sandía abierta. La mujer estaba sentada de espaldas a lomos de un asno. Con una mano sujetaba la cola del burro y con la otra sostenía un collar de dientes de ajo.
Alguien azuzó al asno y éste se lanzó a la carrera mientras ella intentaba mantener su precario equilibrio sobre el lomo del animal. Cuanto más reían las mujeres, más se tambaleaba ella de un lado a otro, hasta que finalmente cayó del burro.
—Déjame probar —pidió _______________.
—Pero tu mano... —replicó Tynna.
—No me hace falta la mano derecha —fanfarroneó _______________—. Usaré la izquierda.
Marie miró a Denise, que le dio permiso con un gesto de la cabeza.
—Dejad que _______________ lo pruebe —ordenó la bas kadin del sultán.
_______________ se quitó la capa, se puso el abrigo vuelto del revés y se colocó la sandía encima de la cabeza.
—Seguro que eres capaz de montar a ese estúpido burro para siempre —le dijo Shasha mientras le pintaba las cejas y el bigote.
Uno de los eunucos la subió al asno. _______________ cogió la cola del animal y sostuvo el collar de ajos con la mano vendada. Alguien azuzó al burro y éste echó a correr. _______________ se bamboleaba pero a pesar de las carcajadas consiguió mantenerse sobre el lomo.
El asno tomó por un sendero y poco después alguien cogió la brida del asno y lo paró de un tirón. _______________ cayó hacia adelante, es decir de espaldas, pero unas manos fuertes la sujetaron por la cintura y la depositaron suavemente en el suelo.
—_______________, ¿qué demonios...? —dijo una voz familiar y visiblemente irritada.
Era Joe, acompañado de Kevin.
—¿Qué estás haciendo? —la recriminó Joe.
Las jóvenes que contemplaban la escena retrocedieron, intimidadas ante la cólera del príncipe.
—Intento huir de aquí —contestó _______________ con guasa—. ¿Crees que llegaré lejos con este disfraz?
Joe volvió a sentir el tic nervioso en la mejilla. Kevin se echó a reír.
Las mujeres se quedaron mirando boquiabiertas a _______________. Jamás habían visto que una mujer se comportara de forma tan irrespetuosa con ningún hombre. Y en este caso no se trataba de un hombre corriente, sino de la Bestia del Sultán.
En la garganta de Joe resonó un bramido.
—Discúlpame por mi descortesía —dijo _______________ con tono comedido, y retrocedió un paso—. Tu madre me dio permiso para jugar.
Joe miró a su madre con una mueca tenebrosa.
—¿Cómo le has permitido hacer esto?
—El Caballero de Estambul es un juego inofensivo —respondió Denise.
—¿Inofensivo? ¿Y si está preñada de mi hijo y se cae del burro?
—No había pensado en eso —admitió Denise.
—¿Preñada de tu hijo? —repitió _______________. La idea de ser la madre de alguien le cayó como una tonelada de ladrillos.
Joe la miró.
—Tener hijos es el resultado natural de...
—Cualquiera de estas bellezas podría llevar la semilla de mi padre —interrumpió Kevin—, pero él no les prohíbe disfrutar de sus ingenuos placeres.
—Con todos mis respetos, diré que ninguna de estas bellezas es mi esposa —repuso Joe—. Además, el sultán ya tiene dos hijos varones.
Kevin asintió con la cabeza.
—Jugad a otra cosa mientras esté con nosotros la esposa del príncipe Joe —ordenó a las doncellas.
—¿Jugamos a tocar y parar en el agua? —sugirió Shasha.
—No —dijeron Joe y _______________ al unísono.
—¿Lo decís por la mano? —preguntó Shasha.
—Mi intrépida esposa teme al agua —informo Joe—No sabe nadar.
_______________ se sonrojó y clavó los ojos en el suelo.
—¿Y jugar a tocar y parar aquí en el césped? —sugirió una muchacha.
—Mejor juguemos a bellas y feas—dijo otra.
—Creo que lo mejor sería llevar a nuestros huéspedes a los baños antes de ofrecerles el almuerzo –dijo Marie.
Así pues, el grupo de mujeres se encamino hacia el palacio. _______________ iba con Tynna, Shasha y Safiye. Marie y Denise las seguían a paso lento.
—¿Ya habéis acabado vuestro encuentro con el sultán? —preguntó Marie.
Kevin negó con la cabeza.
—Lo hemos postergado hasta que vuelva de los aposentos de Lyndar.
Marie se volvió hacia Joe y dijo:
—No te preocupes por tu flor silvestre. Nosotras nos ocuparemos de ella como es debido. —Tras esas palabras, Marie y Denise entraron detrás de las demás.
_______________ jamás había visto, ni siquiera imaginado, unos baños como los del harén del palacio de Topkapi. La estancia era toda de mármol blanco, con columna altas y estrechas y una claraboya. Los suelos y las paredes eran lujosas taraceas de finos azulejos de Faenza. Aquí y allá había lavabos de mármol adornados con grifos de bronce.
Las volutas de vapor, las conversaciones quedas y las risas apagadas se entremezclaban en el aire húmedo. Numerosas mujeres de belleza exquisita, acompañadas por sus esclavas, holgazaneaban en los baños. Algunas iban desnudas, otras vestidas sólo a medias con finas telas de lino tan empapadas por el vaho que revelaban el cuerpo entero. Sin reparar en su desnudez, esa multitud de bellezas reía, parloteaba y se refrescaba. Las esclavas trajinaban de un lado a otro, desnudas de cintura para arriba.
_______________ nunca había visto tanta desnudez reunida. Cuando una esclava se le acercó para despojarla de su túnica de baño, _______________ la retuvo contra su pecho y apartó a la muchacha.
—Quítatela —le ordenó Denise, despojándose de su propia túnica—. Y no te comportes tan groseramente.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
awwww me encanta es tan dfgshskd siguela
sube otro por favor
sube otro por favor
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
hola... me encanta la novela debes seguirla
uu dias sin cap me muero
siguela please
uu dias sin cap me muero
siguela please
Samantha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
—No me la quitaré —se negó _______________, volviéndose hacia su suegra. Casi se le salieron los ojos al verla desnuda.
Marie sofocó una carcajada y luego, con tono suave y persuasivo, como si hablara con una niña, dijo:
—Aquí todas somos amigas. Nada tienes que enseñar que yo no posea.
A regañadientes, _______________ se quitó la túnica.
Denise la miró de arriba abajo, soltó un bufido y dijo:
—Dudo que lleves la semilla de mi hijo.
_______________ se ruborizó pero en ese momento Tynna y Shasha se la llevaron a un rincón donde las esclavas las lavarían. Shasha, con su incesante parloteo, le ahorro a _______________ la imposible tarea de trabar conversación entre todos esos cuerpos desnudos. Poco después, _______________ se sentó en el borde de la piscina de agua tibia mientras Shasha y Tynna se remojaban en el agua.
—Esas mujeres de ahí se están pintando los ojos con cajal para ahuyentar el mal de ojo —explico Safiye, sentándose junto a ella—. Las mujeres de al lado se están lavando el pelo con yema de huevo.
—¿Y eso no se considera malgastar la bondad de Alá? —preguntó _______________, repitiendo las palabras de su esposo.
Safiye negó con la cabeza.
—Usan las claras de huevo para evitar que les salgan patas de gallo alrededor de los ojos.
Eso despertó la curiosidad de _______________.
—¿Así que puede comerse la yema y guardar la clara para los ojos? —preguntó.
—Sí, claro.
—¿Y qué hacen esas de ahí? —inquino _______________.
—Se blanquean la piel con una pasta de almendras y jazmín.
—¿Y esa pasta podría borrarme las pecas?
—¿Al príncipe Joe no le gustan las pecas? —preguntó Safiye con una sonrisa.
_______________ se encogió de hombros.
—No pensaba en lo que le gusta a él.
—Entonces ¿a quién? —quiso saber Safiye.
—Soy yo quien quiere deshacerse de estas pecas —explicó _______________—. ¿Me servirá esa pasta?
Safiye se encogió de hombros.
—Creo que no, pero podrías probarlo. Quizás se desvanezcan tras varias aplicaciones.
Una vez terminado el baño de vapor, Marie y Denise llevaron a las jóvenes por un vestíbulo hasta unas habitaciones caldeadas donde las frotaron con piedra pómez, las despojaron de todo su vello y recibieron masajes. Luego fueron al tepidarium, un salón de descanso. Las paredes estaban adornadas con tapices dorados con incrustaciones de perlas y el suelo estaba cubierto de alfombras persas. Unos sofás bajos, donde había mullidos cojines, les ofrecieron descanso.
Envueltas en el calor de sus túnicas, reposaron una hora y luego se vistieron. Marie las condujo a la sala común del harén donde comerían. Como bas kadin del sultán, disponía de sus propios y lujosos aposentos, pero conocía a las odaliscas, concubinas del sultán, que tenían curiosidad por conocer a la esposa de su sobrino.
El almuerzo consistía en un plato de cordero, arroz, hortalizas y berenjenas. En lugar del habitual agua de rosas, bebieron boza, una bebida amarga de cebada fermentada espolvoreada con canela. Los manjares fueron servidos en bandejas de plata adornadas con servilletas de seda ceñidas por anillos de madreperla.
Con su habitual avidez, _______________ alargó el brazo hacia una berenjena pero se fijó en una pequeña mancha de comida en su vendaje. Se dispuso a utilizar la mano sana, y de pronto recordó la prohibición de usar la mano izquierda para todo lo que no fueran actos “impuros”. _______________ miró alrededor. Incluso las más jóvenes se llevaban la comida a la boca con sólo tres dedos de la mano derecha. Comían con delicadeza y gracia, no con voracidad. Cada uno de sus movimientos era ligero y preciso. Apenas se manchaban los dedos.
—Para comer correctamente debes tocar la comida sólo con la punta de los dedos —le dijo Denise.
_______________ se sonrojó intensamente y cogió una berenjena con la mano derecha.
—Come berenjenas en abundancia —la animó Safíye—, y serás satisfecha.
—¿Qué quieres decir? —preguntó _______________.
—La berenjena es un alimento mágico —respondió Safiye—. Verás cumplido tu sueño.
_______________ la miró perpleja.
—¿Mi sueño? —repitió, mientras se inclinaba para coger otra berenjena.
—Cuando una mujer sueña con berenjenas —explicó Marie—, es que está preñada.
_______________ se atragantó con el trozo de berenjena que tenía en la boca y, como si fuera cicuta, lo dejó caer en la mano. Primero la raptaban, luego se casaban con ella y finalmente querían verla encinta. _______________ pensó que en su vida todo sucedía demasiado deprisa. Su próximo papel sería la maternidad. No le resultaba desagradable la perspectiva, pero no estaba segura de poder criar a un niño como era debido. _______________ sabía que podía amar a su hijo incondicionalmente, pero ¿estaba preparada para la responsabilidad de ocuparse de una nueva vida?
Las esclavas llevaron jarras y jofainas de agua para lavarse las manos. Se secaron con toallas bordadas con hilo de oro.
—Madre, cuéntanos la leyenda del armario lacado —dijo Shasha.
—De acuerdo —dijo Marie, y empezó—: Hace cientos de años vivía un sultán poderoso pero cruel. Al descubrir que una de sus concubinas preferias y más bella tenía un idilio con un joven apuesto, urdió una trampa para castigar a los amantes. La desventurada concubina y su magnífico amante fueron sorprendidos en íntimo abrazo y huyeron por el laberinto de pasillos del harén para salvar la vida. Esgrimiendo su puñal, el sultán se lanzó tras ellos. Al llegar a los aposentos de la concubina, los amantes se escondieron en un armario lacado. El sultán abrió las puertas del armario de par en par, pero estaba vacío. Los amantes habían desaparecido.
—¿Dónde estaban? —preguntó _______________.
—Los amantes entraron juntos en la eternidad—respondió Marie.
—Qué curioso —suspiró _______________.
Shasha soltó una risilla.
—Se te está subiendo el boza.
—Mi leyenda favorita es la del ruiseñor y la rosa —dijo Safíye.
—Oh, sí —dijo Tynna—. Cuéntasela a _______________.
—Había una vez un ruiseñor enamorado de una rosa blanca y perfecta —empezó Safiye—. Una noche la magia del pájaro cantor despertó a la rosa de su sueño. Sintió un vuelco en el corazón al darse cuenta de que le cantaba a su belleza. «Te amo», susurraba el ruiseñor. La rosa blanca se sonrojó y en todo el mundo brotaron rosas rosadas. El ruiseñor se acercó y, cuando la rosa le abrió los pétalos, le robó su virginidad. Tanto se turbó la rosa que se volvió roja y brotaron rosas rojas en todo el mundo. Desde aquella lejana noche, el ruiseñor canta a la rosa y le suplica su amor, pero la rosa sigue meciéndose con los pétalos cerrados.
Marie sofocó una carcajada y luego, con tono suave y persuasivo, como si hablara con una niña, dijo:
—Aquí todas somos amigas. Nada tienes que enseñar que yo no posea.
A regañadientes, _______________ se quitó la túnica.
Denise la miró de arriba abajo, soltó un bufido y dijo:
—Dudo que lleves la semilla de mi hijo.
_______________ se ruborizó pero en ese momento Tynna y Shasha se la llevaron a un rincón donde las esclavas las lavarían. Shasha, con su incesante parloteo, le ahorro a _______________ la imposible tarea de trabar conversación entre todos esos cuerpos desnudos. Poco después, _______________ se sentó en el borde de la piscina de agua tibia mientras Shasha y Tynna se remojaban en el agua.
—Esas mujeres de ahí se están pintando los ojos con cajal para ahuyentar el mal de ojo —explico Safiye, sentándose junto a ella—. Las mujeres de al lado se están lavando el pelo con yema de huevo.
—¿Y eso no se considera malgastar la bondad de Alá? —preguntó _______________, repitiendo las palabras de su esposo.
Safiye negó con la cabeza.
—Usan las claras de huevo para evitar que les salgan patas de gallo alrededor de los ojos.
Eso despertó la curiosidad de _______________.
—¿Así que puede comerse la yema y guardar la clara para los ojos? —preguntó.
—Sí, claro.
—¿Y qué hacen esas de ahí? —inquino _______________.
—Se blanquean la piel con una pasta de almendras y jazmín.
—¿Y esa pasta podría borrarme las pecas?
—¿Al príncipe Joe no le gustan las pecas? —preguntó Safiye con una sonrisa.
_______________ se encogió de hombros.
—No pensaba en lo que le gusta a él.
—Entonces ¿a quién? —quiso saber Safiye.
—Soy yo quien quiere deshacerse de estas pecas —explicó _______________—. ¿Me servirá esa pasta?
Safiye se encogió de hombros.
—Creo que no, pero podrías probarlo. Quizás se desvanezcan tras varias aplicaciones.
Una vez terminado el baño de vapor, Marie y Denise llevaron a las jóvenes por un vestíbulo hasta unas habitaciones caldeadas donde las frotaron con piedra pómez, las despojaron de todo su vello y recibieron masajes. Luego fueron al tepidarium, un salón de descanso. Las paredes estaban adornadas con tapices dorados con incrustaciones de perlas y el suelo estaba cubierto de alfombras persas. Unos sofás bajos, donde había mullidos cojines, les ofrecieron descanso.
Envueltas en el calor de sus túnicas, reposaron una hora y luego se vistieron. Marie las condujo a la sala común del harén donde comerían. Como bas kadin del sultán, disponía de sus propios y lujosos aposentos, pero conocía a las odaliscas, concubinas del sultán, que tenían curiosidad por conocer a la esposa de su sobrino.
El almuerzo consistía en un plato de cordero, arroz, hortalizas y berenjenas. En lugar del habitual agua de rosas, bebieron boza, una bebida amarga de cebada fermentada espolvoreada con canela. Los manjares fueron servidos en bandejas de plata adornadas con servilletas de seda ceñidas por anillos de madreperla.
Con su habitual avidez, _______________ alargó el brazo hacia una berenjena pero se fijó en una pequeña mancha de comida en su vendaje. Se dispuso a utilizar la mano sana, y de pronto recordó la prohibición de usar la mano izquierda para todo lo que no fueran actos “impuros”. _______________ miró alrededor. Incluso las más jóvenes se llevaban la comida a la boca con sólo tres dedos de la mano derecha. Comían con delicadeza y gracia, no con voracidad. Cada uno de sus movimientos era ligero y preciso. Apenas se manchaban los dedos.
—Para comer correctamente debes tocar la comida sólo con la punta de los dedos —le dijo Denise.
_______________ se sonrojó intensamente y cogió una berenjena con la mano derecha.
—Come berenjenas en abundancia —la animó Safíye—, y serás satisfecha.
—¿Qué quieres decir? —preguntó _______________.
—La berenjena es un alimento mágico —respondió Safiye—. Verás cumplido tu sueño.
_______________ la miró perpleja.
—¿Mi sueño? —repitió, mientras se inclinaba para coger otra berenjena.
—Cuando una mujer sueña con berenjenas —explicó Marie—, es que está preñada.
_______________ se atragantó con el trozo de berenjena que tenía en la boca y, como si fuera cicuta, lo dejó caer en la mano. Primero la raptaban, luego se casaban con ella y finalmente querían verla encinta. _______________ pensó que en su vida todo sucedía demasiado deprisa. Su próximo papel sería la maternidad. No le resultaba desagradable la perspectiva, pero no estaba segura de poder criar a un niño como era debido. _______________ sabía que podía amar a su hijo incondicionalmente, pero ¿estaba preparada para la responsabilidad de ocuparse de una nueva vida?
Las esclavas llevaron jarras y jofainas de agua para lavarse las manos. Se secaron con toallas bordadas con hilo de oro.
—Madre, cuéntanos la leyenda del armario lacado —dijo Shasha.
—De acuerdo —dijo Marie, y empezó—: Hace cientos de años vivía un sultán poderoso pero cruel. Al descubrir que una de sus concubinas preferias y más bella tenía un idilio con un joven apuesto, urdió una trampa para castigar a los amantes. La desventurada concubina y su magnífico amante fueron sorprendidos en íntimo abrazo y huyeron por el laberinto de pasillos del harén para salvar la vida. Esgrimiendo su puñal, el sultán se lanzó tras ellos. Al llegar a los aposentos de la concubina, los amantes se escondieron en un armario lacado. El sultán abrió las puertas del armario de par en par, pero estaba vacío. Los amantes habían desaparecido.
—¿Dónde estaban? —preguntó _______________.
—Los amantes entraron juntos en la eternidad—respondió Marie.
—Qué curioso —suspiró _______________.
Shasha soltó una risilla.
—Se te está subiendo el boza.
—Mi leyenda favorita es la del ruiseñor y la rosa —dijo Safíye.
—Oh, sí —dijo Tynna—. Cuéntasela a _______________.
—Había una vez un ruiseñor enamorado de una rosa blanca y perfecta —empezó Safiye—. Una noche la magia del pájaro cantor despertó a la rosa de su sueño. Sintió un vuelco en el corazón al darse cuenta de que le cantaba a su belleza. «Te amo», susurraba el ruiseñor. La rosa blanca se sonrojó y en todo el mundo brotaron rosas rosadas. El ruiseñor se acercó y, cuando la rosa le abrió los pétalos, le robó su virginidad. Tanto se turbó la rosa que se volvió roja y brotaron rosas rojas en todo el mundo. Desde aquella lejana noche, el ruiseñor canta a la rosa y le suplica su amor, pero la rosa sigue meciéndose con los pétalos cerrados.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
—Qué bello —murmuró _______________, extrañamente entristecida por el amor del ruiseñor hacia la rosa.
—Yo sé una leyenda que no conoce nadie —dijo Shasha—. En una tierra lejana vivía hace tiempo una bestia feroz marcada por las cicatrices y que sólo obedecía a su amo, el sultán. Aunque era temida y respetada por todos, sufría en su corazón una enorme soledad porque nadie podía amar a una bestia. Hacia el oeste, en el reino de una isla lejana y misteriosa, crecía y maduraba una flor silvestre y mágica. La kismet divina intercedió en sus vidas. Sopló un viento fuerte que arrancó a la flor silvestre de sus raíces y la llevó por los mares hasta la tierra del sultán. El azar quiso que la flor silvestre cayera a los pies de la bestia del sultán. En lugar de aplastar a la delicada flor silvestre, la bestia se detuvo a aspirar su exótica fragancia. Alzó la cabeza y con voz doliente proclamó a los cuatro vientos su amor por esta prodigiosa flor. Como una flor mecida por el calor del sol, esta flor silvestre y mágica se aferró a la bestia y se dejó mecer por el calor de su amor. Desde aquel día, la bestia va a todas partes con su flor silvestre, y la soledad lo rehuye como a un extraño.
Todas aplaudieron el relato de Shasha. _______________, turbada, se ruborizó. Jamás se había considerado un personaje adecuado para el papel de heroína en una leyenda. Pero era aún más absurdo pensar que Joe proclamaba su amor por ella a los cuatro vientos.
—Mi historia preferida es un acertijo —dijo Denise
—Por favor, cuenta —pidió Shasha—. Me encantan los acertijos.
Denise asintió.
—Un día el hombre perfecto y la mujer perfecta cabalgaron de Estambul a Bursa. Por el camino su caballo perdió una herradura. ¿Podéis decir cual de ellos se apeó y lo arregló?
Shasha, _______________ y Tynna se miraron y luego negaron con la cabeza.
—La mujer perfecta, claro está —sonrió Denise— ya que el hombre perfecto no existe.
Las risas y los aplausos llenaron la sala común del harén.
—Los hombres sólo tienen dos defectos –dijo _______________ a su suegra cuando se apagaron las risas.
Denise la miró arqueando una ceja.
—Todo lo que dicen y todo lo que hacen —explico _______________.
De nuevo las atentas concubinas rieron y aplaudieron. Sin duda siempre recordarían aquel día con cariño.
—¿Qué ocurre aquí?—preguntó una voz.
Todas se giraron para ver entrar a la nueva kadin del sultán. Junto a ella caminaba su arrogante eunuco Jamal, y en los brazos llevaba a su hijo recién nacido. Lyndar era de estatura media y cuerpo voluptuoso, tenía seductores ojos castaños y cabello oscuro. Aunque los chismes del harén decían que la nueva favorita del sultán se teñía con henna las canas, nadie lo sabía con seguridad. La verdad de ese chisme era un secreto bien guardado. Mientras el eunuco le traía su nargileh, la pipa de agua, Lyndar se tendió en el diván reservado especialmente para ella.
—Kadin Lyndar —dijo Marie, forzando una sonrisa—. Ésta es _______________, la flor silvestre, esposa del príncipe Joe.
—Hola —dijo _______________ con una sonrisa.
Lyndar se dignó hacer un gesto con la cabeza hacia _______________.
—Qué bebé más precioso —comentó _______________, admirando al niño de tres meses.
Lyndar le dedicó una sonrisa sincera.
—Mi león es un niño muy guapo.
—Enséñale el pie torcido que le impide desafiar el derecho de Kevin al sultanato —sugirió Denise, y las demás mujeres se llevaron la mano a la boca para disimular sus risas.
—Jadis —masculló Lyndar.
La discusión se interrumpió al volver Jamal con el nargileh de su señora. Ella dio varias caladas a la pipa de agua y luego sonrió.
—¿Te apetece probar? —le preguntó Lyndar a _______________. ¡Deseaba encontrar una aliada en alguien cercana a la hermana del sultán! Así, tendría una espía cerca de Denise.
_______________ se inclinó hacia el nargileh y la imitó. Se atoró con el humo y empezó a toser, pero al poco rato la embargó una extraña sensación de somnolencia.
—¿Te sientes bien? —inquirió Denise, recelosa.
_______________ no se molestó en responder y se quedó ensimismada con la mirada fija en el vacío.
—¿Qué estás pensando? —le preguntó suavemente Shasha.
—En mi casa... en Inglaterra.
—Cuéntanos —la animó Shasha.
—Es un paraíso como el jardín del Edén... mi país es una tierra bendecida por Dios. Inglaterra es húmeda en primavera, exuberante en verano, vibrante en otoño y prístina en invierno. Las brumas matutinas, espesas como el aliento del legendario dragón, envuelven los montes y las llanuras.
—¿Vuestro sultán es tan poderoso y magnífico como el nuestro? —quiso saber Shasha.
—Allí no hay sultanes —respondió _______________—. En Inglaterra gobierna la reina Isabel.
Las mujeres se quedaron atónitas ante aquellas palabras.
—¿Un país donde reina una mujer? —Denise se mostró muy interesada.
—¿Y su esposo? —preguntó Marie.
—Isabel, la reina virgen, no tiene esposo —dijo _______________, disfrutando con la atención de sus oyentes—. Aunque es todavía una mujer joven, dudo que acepte a algún hombre como compañero. Mi prima no admitiría compartir el poder con un hombre corrupto.
—¿Esa reina es tu prima? —exclamó Safiye, impresionada.
_______________ asintió con la cabeza.
—Pero ¿quién reinará tras la muerte de esa Isabel? —inquirió Lyndar—. Las mujeres no viven para siempre, y las vírgenes no dejan herederos.
_______________ se encogió de hombros.
—La reina nombrará sucesor, y tal vez sea otra mujer.
—¿Y los hombres en tu tierra se inclinan ante esa reina? —preguntó una de las mujeres.
—Así como vosotras os inclináis ante el sultán, los hombres de Inglaterra se inclinan ante Isabel y se disputan el poder cumplir sus órdenes.
—¿ Lleva velo? —preguntó Tynna.
_______________ negó con la cabeza.
—Las mujeres inglesas son libres y no llevan velo.
Un parloteo febril brotó entre las mujeres del sultán. Parecía que todas hablaban a la vez. Todas se preguntaban cómo sería su existencia si vivieran en ese paraíso llamado Inglaterra.
—Los ingleses no tenemos esclavos —añadió _______________ para darle más vuelo a la historia. Y exageró un poco diciendo—: Las inglesas van donde quieren y hacen lo que quieren. Incluso podemos elegir el hombre con el que nos casaremos.
En ese momento entró el agha kislar. Su presencia provocó un revuelo.
—El príncipe Joe aguarda a su familia en la casa de carruajes —anunció el agha kislar.
—Quedaos un momento más —rogó Shasha—. Avisad a Joe que partiréis cuando estéis listas.
El agha kislar se quedó boquiabierto al escuchar la insólita falta de respeto de la hija del sultán. El eunuco mayor se dio la vuelta al escuchar un consejo de otra mujer.
—Que espere —dijo Lyndar.
—Yo sé una leyenda que no conoce nadie —dijo Shasha—. En una tierra lejana vivía hace tiempo una bestia feroz marcada por las cicatrices y que sólo obedecía a su amo, el sultán. Aunque era temida y respetada por todos, sufría en su corazón una enorme soledad porque nadie podía amar a una bestia. Hacia el oeste, en el reino de una isla lejana y misteriosa, crecía y maduraba una flor silvestre y mágica. La kismet divina intercedió en sus vidas. Sopló un viento fuerte que arrancó a la flor silvestre de sus raíces y la llevó por los mares hasta la tierra del sultán. El azar quiso que la flor silvestre cayera a los pies de la bestia del sultán. En lugar de aplastar a la delicada flor silvestre, la bestia se detuvo a aspirar su exótica fragancia. Alzó la cabeza y con voz doliente proclamó a los cuatro vientos su amor por esta prodigiosa flor. Como una flor mecida por el calor del sol, esta flor silvestre y mágica se aferró a la bestia y se dejó mecer por el calor de su amor. Desde aquel día, la bestia va a todas partes con su flor silvestre, y la soledad lo rehuye como a un extraño.
Todas aplaudieron el relato de Shasha. _______________, turbada, se ruborizó. Jamás se había considerado un personaje adecuado para el papel de heroína en una leyenda. Pero era aún más absurdo pensar que Joe proclamaba su amor por ella a los cuatro vientos.
—Mi historia preferida es un acertijo —dijo Denise
—Por favor, cuenta —pidió Shasha—. Me encantan los acertijos.
Denise asintió.
—Un día el hombre perfecto y la mujer perfecta cabalgaron de Estambul a Bursa. Por el camino su caballo perdió una herradura. ¿Podéis decir cual de ellos se apeó y lo arregló?
Shasha, _______________ y Tynna se miraron y luego negaron con la cabeza.
—La mujer perfecta, claro está —sonrió Denise— ya que el hombre perfecto no existe.
Las risas y los aplausos llenaron la sala común del harén.
—Los hombres sólo tienen dos defectos –dijo _______________ a su suegra cuando se apagaron las risas.
Denise la miró arqueando una ceja.
—Todo lo que dicen y todo lo que hacen —explico _______________.
De nuevo las atentas concubinas rieron y aplaudieron. Sin duda siempre recordarían aquel día con cariño.
—¿Qué ocurre aquí?—preguntó una voz.
Todas se giraron para ver entrar a la nueva kadin del sultán. Junto a ella caminaba su arrogante eunuco Jamal, y en los brazos llevaba a su hijo recién nacido. Lyndar era de estatura media y cuerpo voluptuoso, tenía seductores ojos castaños y cabello oscuro. Aunque los chismes del harén decían que la nueva favorita del sultán se teñía con henna las canas, nadie lo sabía con seguridad. La verdad de ese chisme era un secreto bien guardado. Mientras el eunuco le traía su nargileh, la pipa de agua, Lyndar se tendió en el diván reservado especialmente para ella.
—Kadin Lyndar —dijo Marie, forzando una sonrisa—. Ésta es _______________, la flor silvestre, esposa del príncipe Joe.
—Hola —dijo _______________ con una sonrisa.
Lyndar se dignó hacer un gesto con la cabeza hacia _______________.
—Qué bebé más precioso —comentó _______________, admirando al niño de tres meses.
Lyndar le dedicó una sonrisa sincera.
—Mi león es un niño muy guapo.
—Enséñale el pie torcido que le impide desafiar el derecho de Kevin al sultanato —sugirió Denise, y las demás mujeres se llevaron la mano a la boca para disimular sus risas.
—Jadis —masculló Lyndar.
La discusión se interrumpió al volver Jamal con el nargileh de su señora. Ella dio varias caladas a la pipa de agua y luego sonrió.
—¿Te apetece probar? —le preguntó Lyndar a _______________. ¡Deseaba encontrar una aliada en alguien cercana a la hermana del sultán! Así, tendría una espía cerca de Denise.
_______________ se inclinó hacia el nargileh y la imitó. Se atoró con el humo y empezó a toser, pero al poco rato la embargó una extraña sensación de somnolencia.
—¿Te sientes bien? —inquirió Denise, recelosa.
_______________ no se molestó en responder y se quedó ensimismada con la mirada fija en el vacío.
—¿Qué estás pensando? —le preguntó suavemente Shasha.
—En mi casa... en Inglaterra.
—Cuéntanos —la animó Shasha.
—Es un paraíso como el jardín del Edén... mi país es una tierra bendecida por Dios. Inglaterra es húmeda en primavera, exuberante en verano, vibrante en otoño y prístina en invierno. Las brumas matutinas, espesas como el aliento del legendario dragón, envuelven los montes y las llanuras.
—¿Vuestro sultán es tan poderoso y magnífico como el nuestro? —quiso saber Shasha.
—Allí no hay sultanes —respondió _______________—. En Inglaterra gobierna la reina Isabel.
Las mujeres se quedaron atónitas ante aquellas palabras.
—¿Un país donde reina una mujer? —Denise se mostró muy interesada.
—¿Y su esposo? —preguntó Marie.
—Isabel, la reina virgen, no tiene esposo —dijo _______________, disfrutando con la atención de sus oyentes—. Aunque es todavía una mujer joven, dudo que acepte a algún hombre como compañero. Mi prima no admitiría compartir el poder con un hombre corrupto.
—¿Esa reina es tu prima? —exclamó Safiye, impresionada.
_______________ asintió con la cabeza.
—Pero ¿quién reinará tras la muerte de esa Isabel? —inquirió Lyndar—. Las mujeres no viven para siempre, y las vírgenes no dejan herederos.
_______________ se encogió de hombros.
—La reina nombrará sucesor, y tal vez sea otra mujer.
—¿Y los hombres en tu tierra se inclinan ante esa reina? —preguntó una de las mujeres.
—Así como vosotras os inclináis ante el sultán, los hombres de Inglaterra se inclinan ante Isabel y se disputan el poder cumplir sus órdenes.
—¿ Lleva velo? —preguntó Tynna.
_______________ negó con la cabeza.
—Las mujeres inglesas son libres y no llevan velo.
Un parloteo febril brotó entre las mujeres del sultán. Parecía que todas hablaban a la vez. Todas se preguntaban cómo sería su existencia si vivieran en ese paraíso llamado Inglaterra.
—Los ingleses no tenemos esclavos —añadió _______________ para darle más vuelo a la historia. Y exageró un poco diciendo—: Las inglesas van donde quieren y hacen lo que quieren. Incluso podemos elegir el hombre con el que nos casaremos.
En ese momento entró el agha kislar. Su presencia provocó un revuelo.
—El príncipe Joe aguarda a su familia en la casa de carruajes —anunció el agha kislar.
—Quedaos un momento más —rogó Shasha—. Avisad a Joe que partiréis cuando estéis listas.
El agha kislar se quedó boquiabierto al escuchar la insólita falta de respeto de la hija del sultán. El eunuco mayor se dio la vuelta al escuchar un consejo de otra mujer.
—Que espere —dijo Lyndar.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
ahh se me hace que esa Lyndar es mala
Y les va a hacer daño a todas!
Siguela!!!!
Sube mas!!! As un maraton porfis!!!
Y les va a hacer daño a todas!
Siguela!!!!
Sube mas!!! As un maraton porfis!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Auuu me encanta!!
Me encanta!!
Por favor vuelve pronto!! Amo esta novela!
Me encanta!!
Por favor vuelve pronto!! Amo esta novela!
Augustinesg
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Siguela!!!!
Sube mas!!! As un maraton porfis!!! :lloro:
Sube mas!!! As un maraton porfis!!! :lloro:
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
—Al fin y al cabo, Joe no es más que un hombre —convino Marie, y era la primera que se mostraba de acuerdo con su rival. Como todas las demás mujeres, la favorita del sultán se había dejado atrapar por el encantamiento que tejía _______________ en torno a una vida sin velo.
«Aquí pasa algo raro —pensó el agha kislar—. Algo que podría turbar la paz doméstica del sultán.»
—La próxima vez os enseñaré algunos juegos ingleses —prometió _______________, levantándose de los almohadones cuando lo hizo su suegra.
El agha kislar escoltó a las tres mujeres por los pasillos del harén. Las dejó con Joe y volvió a la sala común del harén, con curiosidad por averiguar qué locura se había apoderado de las kadin y odaliscas del sultán. Su trabajo —y sin duda su vida— dependía de su habilidad para mantener la paz en el harén.
Cuando el agha kislar abandonó la casa de carruajes, Joe arqueó una ceja y miró a su madre. Denise hizo un gesto con la cabeza y su rostro se iluminó con una sonrisa que él no había visto jamás. Al parecer, su esposa se había comportado de modo ejemplar.
Joe atrajo a _______________ hacia sí y le dedicó una mirada llena de amor.
—Tengo el corazón henchido de orgullo —dijo, recompensando su buena conducta con halagos—. Estoy orgulloso de poder llamarte mi esposa.
«Aquí pasa algo raro —pensó el agha kislar—. Algo que podría turbar la paz doméstica del sultán.»
—La próxima vez os enseñaré algunos juegos ingleses —prometió _______________, levantándose de los almohadones cuando lo hizo su suegra.
El agha kislar escoltó a las tres mujeres por los pasillos del harén. Las dejó con Joe y volvió a la sala común del harén, con curiosidad por averiguar qué locura se había apoderado de las kadin y odaliscas del sultán. Su trabajo —y sin duda su vida— dependía de su habilidad para mantener la paz en el harén.
Cuando el agha kislar abandonó la casa de carruajes, Joe arqueó una ceja y miró a su madre. Denise hizo un gesto con la cabeza y su rostro se iluminó con una sonrisa que él no había visto jamás. Al parecer, su esposa se había comportado de modo ejemplar.
Joe atrajo a _______________ hacia sí y le dedicó una mirada llena de amor.
—Tengo el corazón henchido de orgullo —dijo, recompensando su buena conducta con halagos—. Estoy orgulloso de poder llamarte mi esposa.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
17
El orgullo que Joe sentía por su esposa duró menos de dos días.
La segunda mañana después de visitar el palacio de Topkapi, _______________ se sentó a la mesa en su alcoba y disfrutó de un desayuno que incluía yemas de huevo. Omar, recobrado de su ataque de urticaria, estaba ocupado eligiendo el vestido que llevaría su señora aquel día. _______________ lo contemplaba y no podía entender por qué el hombrecillo se esforzaba tanto en seleccionar una prenda que muy pocas personas verían. Al fin y al cabo, nunca cruzaba los muros del jardín.
—¿Me has guardado las claras de huevo para la máscara facial? —preguntó _______________.
—Claro —contestó Omar—. Una vez más, he de deciros, mi princesa, lo orgulloso que estoy de nuestra exitosa visita a Topkapi.
—¿Nuestra?
—Sin mis hábiles enseñanzas, habríais avergonzado al príncipe y a su familia —respondió Omar—. Para asegurar nuestras fortunas, ahora sólo tenéis que quedaros preñada del príncipe...
—¡_______________! —Por el pasillo reverberó el rugido de una bestia enfurecida llamando su nombre.
Acto seguido, la puerta se abrió con estrépito y Joe entró raudo. El tic nervioso volvió a su mejilla.
—Te azotaré hasta quitarte el último aliento —juró Joe, avanzando hacia ella.
_______________ intuyó que no era una amenaza lanzada a la ligera, por lo que se levantó de un salto y corrió a esconderse detrás del eunuco. ¿Qué había hecho entre la noche anterior y esa mañana para enfadar al príncipe?
—¿Está preñada? —le preguntó Joe a Omar.
—No, mi señor.
Joe apartó a Omar de un empujón y cogió a su esposa por el brazo.
—No he hecho nada malo —protestó _______________, intentando soltarse.
Entre imprecaciones lanzadas en su lengua materna, Joe arrastró a _______________ hasta la cama y allí se sentó con ella, pero no fue capaz de abofetearla. La zarandeó con fuerza.
—No he malgastado la bondad de Alá... —exclamó _______________—. He guardado las claras.
Joe se quedó inmóvil y la miró con ojos penetrantes.
—¿De qué me estás hablando?
—Los huevos... —contestó _______________—. He guardado las claras para que no me salgan patas de gallo.
—¿Patas de gallo? —repitió Joe, perplejo.
—Las claras de huevo sirven para prevenir las patas de gallo alrededor de los ojos —explicó ella.
Joe la miró detenidamente.
—Tú no tienes patas de gallo.
—Gracias a las claras de huevo —dijo _______________—. Pero tendrías que haberme visto antes. ¿Verdad que sí, Omar?
El hombrecillo asintió con la cabeza.
Una ansiedad insoportable se apoderó de Joe, que se cubrió la cara con las manos y murmuró:
—Alá, os ruego me concedáis paciencia para sobrevivir a los estúpidos que me rodean.
—¿Estúpidos? ¿Qué insinúas?
—No insinúo nada. Tú eres una estúpida.
_______________ abrió la boca para contradecirlo.
—¡Silencio! —bramó Joe. Y luego, con voz queda, ordenó—: Cuéntame qué hiciste en Topkapi.
—¿Topkapi?
—Anteayer visitamos el palacio de Topkapi —gruñó Joe—. ¿No lo recuerdas?
—Claro que sí —le espetó _______________—. No soy una imbécil.
—Ese punto ya lo discutiremos —replicó Joe y, haciendo caso omiso de su herida, le cogió ambas manos y la hizo arrodillar—. Cuéntame qué hiciste durante la visita.
—Yo... yo participé en los juegos con las mujeres... Luego nos bañamos y almorzamos.
—¿Qué más hiciste?
—¡Nada! Me estás haciendo daño...
Joe la soltó y extrajo dos hojas de papiro del interior de la camisa. Las agitó delante de la cara de _______________, diciendo:
—Un mensajero imperial me ha entregado esto.
—¿Qué es?
Joe le enseñó uno de los papeles.
—Esto, querida esposa, te convoca ante el sultán Selim para responder a una acusación de traición. Y has de saber que este delito se castiga con la muerte.
_______________ se quedó sin aliento y palideció. En el otro extremo de la alcoba, Omar soltó un gritito y se llevó las manos al pecho; sintió que todo el cuerpo le escocía. El eunuco vio hundirse hasta el fondo del Bosforo la fortuna de su señora... junto con la suya.
—Es un error... —gimió _______________—. Te juro que no he cometido ninguna traición.
Joe le mostró el otro papiro.
—La nota personal de Kevin explica la razón de esta acusación.
—¿Qué dice?
—Tus mentiras sobre Inglaterra han creado un revuelo en el harén del sultán. Hace dos días que las mujeres de mi tío están al borde de la rebelión contra toda autoridad masculina. Y, como instigadora de estos actos de traición, te señalan como ejemplo.
—No he mentido nunca —insistió _______________.
—Cuéntame exactamente qué les dijiste —ordenó Joe—. No ocultes nada.
—Yo... les hablé del paisaje de Inglaterra —empezó _______________—. Y describí el clima en las cuatro estaciones del año.
La segunda mañana después de visitar el palacio de Topkapi, _______________ se sentó a la mesa en su alcoba y disfrutó de un desayuno que incluía yemas de huevo. Omar, recobrado de su ataque de urticaria, estaba ocupado eligiendo el vestido que llevaría su señora aquel día. _______________ lo contemplaba y no podía entender por qué el hombrecillo se esforzaba tanto en seleccionar una prenda que muy pocas personas verían. Al fin y al cabo, nunca cruzaba los muros del jardín.
—¿Me has guardado las claras de huevo para la máscara facial? —preguntó _______________.
—Claro —contestó Omar—. Una vez más, he de deciros, mi princesa, lo orgulloso que estoy de nuestra exitosa visita a Topkapi.
—¿Nuestra?
—Sin mis hábiles enseñanzas, habríais avergonzado al príncipe y a su familia —respondió Omar—. Para asegurar nuestras fortunas, ahora sólo tenéis que quedaros preñada del príncipe...
—¡_______________! —Por el pasillo reverberó el rugido de una bestia enfurecida llamando su nombre.
Acto seguido, la puerta se abrió con estrépito y Joe entró raudo. El tic nervioso volvió a su mejilla.
—Te azotaré hasta quitarte el último aliento —juró Joe, avanzando hacia ella.
_______________ intuyó que no era una amenaza lanzada a la ligera, por lo que se levantó de un salto y corrió a esconderse detrás del eunuco. ¿Qué había hecho entre la noche anterior y esa mañana para enfadar al príncipe?
—¿Está preñada? —le preguntó Joe a Omar.
—No, mi señor.
Joe apartó a Omar de un empujón y cogió a su esposa por el brazo.
—No he hecho nada malo —protestó _______________, intentando soltarse.
Entre imprecaciones lanzadas en su lengua materna, Joe arrastró a _______________ hasta la cama y allí se sentó con ella, pero no fue capaz de abofetearla. La zarandeó con fuerza.
—No he malgastado la bondad de Alá... —exclamó _______________—. He guardado las claras.
Joe se quedó inmóvil y la miró con ojos penetrantes.
—¿De qué me estás hablando?
—Los huevos... —contestó _______________—. He guardado las claras para que no me salgan patas de gallo.
—¿Patas de gallo? —repitió Joe, perplejo.
—Las claras de huevo sirven para prevenir las patas de gallo alrededor de los ojos —explicó ella.
Joe la miró detenidamente.
—Tú no tienes patas de gallo.
—Gracias a las claras de huevo —dijo _______________—. Pero tendrías que haberme visto antes. ¿Verdad que sí, Omar?
El hombrecillo asintió con la cabeza.
Una ansiedad insoportable se apoderó de Joe, que se cubrió la cara con las manos y murmuró:
—Alá, os ruego me concedáis paciencia para sobrevivir a los estúpidos que me rodean.
—¿Estúpidos? ¿Qué insinúas?
—No insinúo nada. Tú eres una estúpida.
_______________ abrió la boca para contradecirlo.
—¡Silencio! —bramó Joe. Y luego, con voz queda, ordenó—: Cuéntame qué hiciste en Topkapi.
—¿Topkapi?
—Anteayer visitamos el palacio de Topkapi —gruñó Joe—. ¿No lo recuerdas?
—Claro que sí —le espetó _______________—. No soy una imbécil.
—Ese punto ya lo discutiremos —replicó Joe y, haciendo caso omiso de su herida, le cogió ambas manos y la hizo arrodillar—. Cuéntame qué hiciste durante la visita.
—Yo... yo participé en los juegos con las mujeres... Luego nos bañamos y almorzamos.
—¿Qué más hiciste?
—¡Nada! Me estás haciendo daño...
Joe la soltó y extrajo dos hojas de papiro del interior de la camisa. Las agitó delante de la cara de _______________, diciendo:
—Un mensajero imperial me ha entregado esto.
—¿Qué es?
Joe le enseñó uno de los papeles.
—Esto, querida esposa, te convoca ante el sultán Selim para responder a una acusación de traición. Y has de saber que este delito se castiga con la muerte.
_______________ se quedó sin aliento y palideció. En el otro extremo de la alcoba, Omar soltó un gritito y se llevó las manos al pecho; sintió que todo el cuerpo le escocía. El eunuco vio hundirse hasta el fondo del Bosforo la fortuna de su señora... junto con la suya.
—Es un error... —gimió _______________—. Te juro que no he cometido ninguna traición.
Joe le mostró el otro papiro.
—La nota personal de Kevin explica la razón de esta acusación.
—¿Qué dice?
—Tus mentiras sobre Inglaterra han creado un revuelo en el harén del sultán. Hace dos días que las mujeres de mi tío están al borde de la rebelión contra toda autoridad masculina. Y, como instigadora de estos actos de traición, te señalan como ejemplo.
—No he mentido nunca —insistió _______________.
—Cuéntame exactamente qué les dijiste —ordenó Joe—. No ocultes nada.
—Yo... les hablé del paisaje de Inglaterra —empezó _______________—. Y describí el clima en las cuatro estaciones del año.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Ay siguela no la dejes ahí.
Ahora la quieren matar por decir la verdad
Ahora la quieren matar por decir la verdad
JB&1D2
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