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Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
—No te atrevas a decirle a tu madre lo que tiene que hacer —replicó Denise y, en voz alta, añadió—: Esa inglesa es una influencia nefasta para ti.
Al acercarse a la casa, una doncella salió al paso de _______________ y dijo:
—Omar os ruega que lo libréis de sus responsabilidades. El pobre está agonizando en su lecho de muerte.
Arrancándose el velo de la cara, _______________ echó a correr hacia la pequeña alcoba del eunuco. Joe, Denise y Tynna la siguieron.
Omar yacía en su cama, gimiendo. Tenía los párpados hinchados, y la cara, el cuello y las manos llenos de horribles inflamaciones rojas.
—¡La peste! —exclamó Denise, apartando a su hija.
_______________ se acercó sin miedo al hombrecillo, y le estudió el rostro detenidamente. Luego dijo:
—Omar padece una urticaria, que no es ni contagiosa ni mortal.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Joe.
—Mi hermano sufre el mismo mal siempre que come moras.
Joe no estaba convencido y se volvió hacia el eunuco.
—¿Has comido moras?
—No; claras de huevo —gimoteó Omar con dramatismo.
Joe se volvió lentamente hacia su esposa. En el semblante se reflejaba su indignación.
—Te juro que no lo sabía... —murmuró _______________, retrocediendo ante su amenazante expresión.
—Te había advertido que no menospreciaras la bondad de Alá —dijo Joe, avanzando hacia ella.
_______________ lo esquivó, soltó una risilla aterrada y salió corriendo de la alcoba.
—¡Detente! —le ordenó Joe, pero ella lo ignoró. El príncipe se lanzó tras ella.
Cegada por su carrera, _______________ dobló una esquina y chocó de lleno contra Abdul. Se tambaleó hacia atrás y cayó al suelo bruscamente.
Joe, desesperado, se arrodilló junto a ella.
—¿Te has hecho daño?
—¿Por qué me topo siempre con este maldito imbécil? —se quejó _______________ mientras su esposo la ayudaba a levantarse.
—¿Qué significa «maldito imbécil»? —inquirió Joe.
—Ya te lo explicaré luego —gruñó ella.
Joe miró a su ayudante. Abdul iba acompañado de un mensajero imperial que entregó una misiva al príncipe.
Joe leyó el mensaje y levantó la vista. La Bestia del Sultán había vuelto.
—Se ha producido otro atentado contra la vida de Kevin —masculló.
Denise llegó justo a tiempo de escuchar la noticia y dijo con voz hiriente:
—Si hubieras atrapado al asesino en lugar de revolearte entre las piernas de esa zorra, la vida de tu primo no correría peligro.
Joe pensó que su madre tenía razón, y clavó una dura mirada en _______________. Estaba en un dilema sobre qué hacer; tenía que ir a Topkapi, pero, enfermo Omar, no había quién se ocupara de su esposa. Sabía que _______________ no escaparía, pero su espíritu inquieto bien podría traerle problemas.
—¿Por qué me miras así? —exclamó _______________—. Yo no he hecho nada.
—Ve a Topkapi, hijo mío —terció Denise, comprendiendo su dilema—. Iré a visitar los bazares con Tynna y con ésta. No te preocupes, cuidaré que no cree problemas.
—¿Crear problemas? —repitió _______________, sintiéndose insultada.
Joe miró a su madre y asintió con la cabeza. Luego se volvió hacia su esposa y dijo:
—Obedece a mi madre en todo. ¿De acuerdo?
_______________ miró de reojo a su suegra, visiblemente disgustada, y luego fijó los ojos en su preocupado esposo.
—De acuerdo —asintió—. No te preocupes por mí.
Joe hizo un gesto con la cabeza y luego ordenó a Abdul:
—Coge una bolsa de monedas de mi alcoba. Visitar los bazares sin monedas que gastar es una pérdida de tiempo.
_______________ obsequió a su esposo con una sonrisa cautivadora. Nunca había tenido dinero propio. Empezó a pensar que tal vez era cierto que el príncipe le tenía cariño.
—Dame la bolsa, estará más segura en mi poder —dijo Denise al volver Abdul—. Seguro que ésta la pierde.
—Mi esposa llevará el oro ella misma y lo gastará en lo que quiera —replicó Joe, entregando la bolsa a _______________.
Un par de horas después, tres literas acortinadas, portadas por los esclavos de Denise y protegidas por ocho guardias a caballo, se detuvieron en una calle tranquila cerca de los bazares. Vestidas con yashmaks de muselina diáfana y capas de seda adornadas con borlas, Denise y Tynna bajaron de dos literas. _______________ salió de la tercera envuelta en un pesado feridye negro. No se le veían ni los ojos. En las manos sujetaba la bolsa de monedas de oro como si fuera la corona de Inglaterra.
Denise le había ordenado que llevara el feridye y se habían enzarzado en una discusión acalorada de la que había salido victoriosa Denise. Estaba mal visto que alguien pudiera mirar a los ojos a la esposa de su hijo. Además, el gran velo negro evitaría que _______________ alzara los ojos para mirar a los hombres. Al menos, si cometía ese error por ignorancia, nadie lo sabría.
—Me siento como un cadáver andante —se quejó _______________—. Todavía no entiendo por qué...
—La costumbre exige que lleves el feridye —le dijo Denise. Alá le concediera paciencia, estaba empezando a cansarse de las quejas de su insufrible nuera.
—Una costumbre tonta, en mi opinión —murmuró _______________.
—Nadie te la ha pedido —gruñó Denise, arrastrando las palabras con malicia.
_______________ se volvió para mirar a su suegra y ésta arqueó las cejas. Tynna se echó a reír. Oculta tras el velo, _______________ esbozó una sonrisa. Era el primer momento casi cordial que había transcurrido entre ellas.
—¿Y por qué Tynna y vos no lleváis este... este...?
—Feridye —la ayudó Tynna.
—Lo que sea.
—¿Vamos de compras? —preguntó Denise—. ¿O prefieres discutir?
—Está bien. Vamos de compras —cedió _______________.
Flanqueada por sus guardias, Denise se adelantó para indicar el camino. Avanzaron por la calle hacia los bazares cubiertos.
Era la primera vez que _______________ veía el mercado. Se detuvo en seco y respiró hondo ante la sorprendente imagen y la cacofonía de sonidos que la inundó. Cientos de personas atestaban la estrecha calle, parloteando sin cesar. Había muchas mujeres vestidas de negro o blanco, pero _______________ quedó deslumbrada por la diversidad de colores que, como un arco iris, se extendía ante ella. _______________ había pasado toda la vida en el castillo de Basildon y jamás había visto una multitud como aquélla. Le excitaba la perspectiva de adentrarse en esa marea humana, pero también le asustaba.
Denise se percató de que su nuera vacilaba; esbozó una sonrisa oculta por su yashmak y le hizo un gesto a Tynna para que caminara al otro lado de _______________. Por mucho que fuera su madre, Joe no le perdonaría nunca si extraviaba a su esposa.
Caminaban por la calle y parecía que la muchedumbre se apartaba para dejarles paso. Los vendedores y el populacho se volvían para mirarlas al reconocer la insignia imperial en las libreas de los guardias.
_______________, la astuta tigresa que se había emparejado con la Bestia del Sultán, se convirtió en la atracción principal del bazar. No podía eludir las múltiples miradas que le dirigían, y se sintió aliviada de llevar el feridye porque así nadie podía verle la cara.
—¿Por qué nos miran de esa manera? —le susurro a Denise.
—Sienten curiosidad por ti.
—¿Qué quieren saber de mí?
—Qué inocente eres —dijo Denise con tono afable.
—Instruidme.
—Tú eres la esposa extranjera de un príncipe, uno de los hombres más poderosos y temidos del Imperio —explicó Denise—. ¿Acaso el populacho en Inglaterra no se queda mirando a sus príncipes y princesas?
—Supongo que sí —replicó _______________— La verdad es que no lo sé.
—¿Cómo que no? —preguntó Tynna.
—Nunca he ido a Londres —confesó _______________—. Es ahí donde la reina tiene su corte.
—¿Es que no eres hija de noble? —preguntó Míhrimah.
—Sí, pero nunca abandoné las tierras de mi padre.
—Una sabia decisión la de tenerte apartada de la buena sociedad —observó Denise con sarcasmo.
—¿Qué queréis decir con eso? —gruñó _______________ alzando la voz.
Denise miró alrededor. Los oídos de cientos de personas se aguzaron para escuchar ese intercambio entre la madre de la bestia y su esposa.
—¿Qué quieres comprar primero? —preguntó Denise, cambiando de tema.
_______________ pensó un momento.
—Me gustaría una bolsa para guardar todo lo demás que compre.
Denise rió.
—No eres tan tonta como pareces.
—Vaya bruja...
—Recuerda dónde estamos, querida —advirtió Denise.
_______________ echó una ojeada al atento público y asintió con la cabeza. Cuando estuviera a solas con su suegra aclararía unas cuantas cosas.
Al acercarse a la casa, una doncella salió al paso de _______________ y dijo:
—Omar os ruega que lo libréis de sus responsabilidades. El pobre está agonizando en su lecho de muerte.
Arrancándose el velo de la cara, _______________ echó a correr hacia la pequeña alcoba del eunuco. Joe, Denise y Tynna la siguieron.
Omar yacía en su cama, gimiendo. Tenía los párpados hinchados, y la cara, el cuello y las manos llenos de horribles inflamaciones rojas.
—¡La peste! —exclamó Denise, apartando a su hija.
_______________ se acercó sin miedo al hombrecillo, y le estudió el rostro detenidamente. Luego dijo:
—Omar padece una urticaria, que no es ni contagiosa ni mortal.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Joe.
—Mi hermano sufre el mismo mal siempre que come moras.
Joe no estaba convencido y se volvió hacia el eunuco.
—¿Has comido moras?
—No; claras de huevo —gimoteó Omar con dramatismo.
Joe se volvió lentamente hacia su esposa. En el semblante se reflejaba su indignación.
—Te juro que no lo sabía... —murmuró _______________, retrocediendo ante su amenazante expresión.
—Te había advertido que no menospreciaras la bondad de Alá —dijo Joe, avanzando hacia ella.
_______________ lo esquivó, soltó una risilla aterrada y salió corriendo de la alcoba.
—¡Detente! —le ordenó Joe, pero ella lo ignoró. El príncipe se lanzó tras ella.
Cegada por su carrera, _______________ dobló una esquina y chocó de lleno contra Abdul. Se tambaleó hacia atrás y cayó al suelo bruscamente.
Joe, desesperado, se arrodilló junto a ella.
—¿Te has hecho daño?
—¿Por qué me topo siempre con este maldito imbécil? —se quejó _______________ mientras su esposo la ayudaba a levantarse.
—¿Qué significa «maldito imbécil»? —inquirió Joe.
—Ya te lo explicaré luego —gruñó ella.
Joe miró a su ayudante. Abdul iba acompañado de un mensajero imperial que entregó una misiva al príncipe.
Joe leyó el mensaje y levantó la vista. La Bestia del Sultán había vuelto.
—Se ha producido otro atentado contra la vida de Kevin —masculló.
Denise llegó justo a tiempo de escuchar la noticia y dijo con voz hiriente:
—Si hubieras atrapado al asesino en lugar de revolearte entre las piernas de esa zorra, la vida de tu primo no correría peligro.
Joe pensó que su madre tenía razón, y clavó una dura mirada en _______________. Estaba en un dilema sobre qué hacer; tenía que ir a Topkapi, pero, enfermo Omar, no había quién se ocupara de su esposa. Sabía que _______________ no escaparía, pero su espíritu inquieto bien podría traerle problemas.
—¿Por qué me miras así? —exclamó _______________—. Yo no he hecho nada.
—Ve a Topkapi, hijo mío —terció Denise, comprendiendo su dilema—. Iré a visitar los bazares con Tynna y con ésta. No te preocupes, cuidaré que no cree problemas.
—¿Crear problemas? —repitió _______________, sintiéndose insultada.
Joe miró a su madre y asintió con la cabeza. Luego se volvió hacia su esposa y dijo:
—Obedece a mi madre en todo. ¿De acuerdo?
_______________ miró de reojo a su suegra, visiblemente disgustada, y luego fijó los ojos en su preocupado esposo.
—De acuerdo —asintió—. No te preocupes por mí.
Joe hizo un gesto con la cabeza y luego ordenó a Abdul:
—Coge una bolsa de monedas de mi alcoba. Visitar los bazares sin monedas que gastar es una pérdida de tiempo.
_______________ obsequió a su esposo con una sonrisa cautivadora. Nunca había tenido dinero propio. Empezó a pensar que tal vez era cierto que el príncipe le tenía cariño.
—Dame la bolsa, estará más segura en mi poder —dijo Denise al volver Abdul—. Seguro que ésta la pierde.
—Mi esposa llevará el oro ella misma y lo gastará en lo que quiera —replicó Joe, entregando la bolsa a _______________.
Un par de horas después, tres literas acortinadas, portadas por los esclavos de Denise y protegidas por ocho guardias a caballo, se detuvieron en una calle tranquila cerca de los bazares. Vestidas con yashmaks de muselina diáfana y capas de seda adornadas con borlas, Denise y Tynna bajaron de dos literas. _______________ salió de la tercera envuelta en un pesado feridye negro. No se le veían ni los ojos. En las manos sujetaba la bolsa de monedas de oro como si fuera la corona de Inglaterra.
Denise le había ordenado que llevara el feridye y se habían enzarzado en una discusión acalorada de la que había salido victoriosa Denise. Estaba mal visto que alguien pudiera mirar a los ojos a la esposa de su hijo. Además, el gran velo negro evitaría que _______________ alzara los ojos para mirar a los hombres. Al menos, si cometía ese error por ignorancia, nadie lo sabría.
—Me siento como un cadáver andante —se quejó _______________—. Todavía no entiendo por qué...
—La costumbre exige que lleves el feridye —le dijo Denise. Alá le concediera paciencia, estaba empezando a cansarse de las quejas de su insufrible nuera.
—Una costumbre tonta, en mi opinión —murmuró _______________.
—Nadie te la ha pedido —gruñó Denise, arrastrando las palabras con malicia.
_______________ se volvió para mirar a su suegra y ésta arqueó las cejas. Tynna se echó a reír. Oculta tras el velo, _______________ esbozó una sonrisa. Era el primer momento casi cordial que había transcurrido entre ellas.
—¿Y por qué Tynna y vos no lleváis este... este...?
—Feridye —la ayudó Tynna.
—Lo que sea.
—¿Vamos de compras? —preguntó Denise—. ¿O prefieres discutir?
—Está bien. Vamos de compras —cedió _______________.
Flanqueada por sus guardias, Denise se adelantó para indicar el camino. Avanzaron por la calle hacia los bazares cubiertos.
Era la primera vez que _______________ veía el mercado. Se detuvo en seco y respiró hondo ante la sorprendente imagen y la cacofonía de sonidos que la inundó. Cientos de personas atestaban la estrecha calle, parloteando sin cesar. Había muchas mujeres vestidas de negro o blanco, pero _______________ quedó deslumbrada por la diversidad de colores que, como un arco iris, se extendía ante ella. _______________ había pasado toda la vida en el castillo de Basildon y jamás había visto una multitud como aquélla. Le excitaba la perspectiva de adentrarse en esa marea humana, pero también le asustaba.
Denise se percató de que su nuera vacilaba; esbozó una sonrisa oculta por su yashmak y le hizo un gesto a Tynna para que caminara al otro lado de _______________. Por mucho que fuera su madre, Joe no le perdonaría nunca si extraviaba a su esposa.
Caminaban por la calle y parecía que la muchedumbre se apartaba para dejarles paso. Los vendedores y el populacho se volvían para mirarlas al reconocer la insignia imperial en las libreas de los guardias.
_______________, la astuta tigresa que se había emparejado con la Bestia del Sultán, se convirtió en la atracción principal del bazar. No podía eludir las múltiples miradas que le dirigían, y se sintió aliviada de llevar el feridye porque así nadie podía verle la cara.
—¿Por qué nos miran de esa manera? —le susurro a Denise.
—Sienten curiosidad por ti.
—¿Qué quieren saber de mí?
—Qué inocente eres —dijo Denise con tono afable.
—Instruidme.
—Tú eres la esposa extranjera de un príncipe, uno de los hombres más poderosos y temidos del Imperio —explicó Denise—. ¿Acaso el populacho en Inglaterra no se queda mirando a sus príncipes y princesas?
—Supongo que sí —replicó _______________— La verdad es que no lo sé.
—¿Cómo que no? —preguntó Tynna.
—Nunca he ido a Londres —confesó _______________—. Es ahí donde la reina tiene su corte.
—¿Es que no eres hija de noble? —preguntó Míhrimah.
—Sí, pero nunca abandoné las tierras de mi padre.
—Una sabia decisión la de tenerte apartada de la buena sociedad —observó Denise con sarcasmo.
—¿Qué queréis decir con eso? —gruñó _______________ alzando la voz.
Denise miró alrededor. Los oídos de cientos de personas se aguzaron para escuchar ese intercambio entre la madre de la bestia y su esposa.
—¿Qué quieres comprar primero? —preguntó Denise, cambiando de tema.
_______________ pensó un momento.
—Me gustaría una bolsa para guardar todo lo demás que compre.
Denise rió.
—No eres tan tonta como pareces.
—Vaya bruja...
—Recuerda dónde estamos, querida —advirtió Denise.
_______________ echó una ojeada al atento público y asintió con la cabeza. Cuando estuviera a solas con su suegra aclararía unas cuantas cosas.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
aswwww me da tanta ternura Joe
Es tan dulce con ella
Ni se puede enojar con ella!
Siguela!!!
Es tan dulce con ella
Ni se puede enojar con ella!
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Listo, es mi novela favorita.
No me podía resistir a que no lo sea haha.
No sabes CUANTO te agradezco que subas los capitulos por nosotras :3
:hug:
No me podía resistir a que no lo sea haha.
No sabes CUANTO te agradezco que subas los capitulos por nosotras :3
:hug:
Augustinesg
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Su primera parada fue en el vendedor de bolsas. Bolsas de todos los tamaños y formas cubrían las paredes y la mesa del tenderete. Había bolsas de cuero, de tapicería, de lona y de cualquier tela imaginable.
_______________ señaló una de cuero negra, y el comerciante se la dio para que le echara un vistazo. Decidió que aquella bolsa le serviría pero ignoraba su valor, así que sacó un puñado de monedas de oro de la bolsa y las mostró en la palma de la mano.
—¿Cuántas quieres por la bolsa? —preguntó.
El vendedor alargó la mano para apoderarse de la pequeña fortuna, pero la mano de Denise fue más rápida y cubrió la palma de su nuera.
—Este trozo de piel negra no vale más de dos monedas de oro —afirmó Denise.
—¿Dos monedas? —objetó el vendedor—. Pero si es cuero de artesanía fina. Vale al menos diez.
—¿Diez? —exclamó Denise—. Eres un desvergonzado, viejo estafador...
—Diez monedas de oro y es toda una ganga —insistió el vendedor.
—Una ganga. ¡Y un cuerno! —murmuró Denise. Se volvió hacia _______________ y dijo—: Guárdate tus monedas, querida. Hay muchos artesanos en este mercado que venden más barato.
_______________ guardó las monedas en la bolsita. Las tres mujeres se volvieron y empezaron a alejarse.
—Esperad —las llamó el vendedor.
Denise se giró y clavó una mirada gélida en el hombre.
—Ofrezco un precio especial para la familia del príncipe Joe —dijo el vendedor.
Denise se mostró interesada. Seguida de _______________ y Tynna, regresó con el vendedor y el regateo empezó en serio. Al poco rato, _______________ había adquirido la bolsa por cuatro monedas de oro. También había cambiado de opinión acerca de su suegra. Al parecer, había cosas que podría aprender con Denise.
Después de pasear entre la muchedumbre un rato, decidieron descansar un momento en el puesto del vendedor de refrescos.
—Yo quiero agua de rosas —dijo Tynna.
—¿Qué te apetece? —le preguntó Denise a _______________.
—Nada.
—¿No tienes sed? —preguntó Tynna.
—Le tengo aversión a esa bebida —replicó _______________.
—¿Porqué?
—Cada vez que tomo agua de rosas, resulta que le han puesto una pócima.
Denise sonrió, tras el yashmak.
—Este vendedor es un hombre honrado y no haría eso...
—De todos modos no me apetece.
—Entonces te pediré una limonada.
—¿Qué es eso?
—Un refresco que se prepara con limones. Tiene un gusto agrio —explicó Denise.
—Verás cómo se te arrugan los labios —añadió Tynna.
—¿Puedo quitarme el velo para beber? —preguntó _______________.
—Sólo tienes que levantarlo un poco y llevarte el vaso a los labios por debajo —la instruyó Denise.
Cuando las tres se sintieron repuestas, dieron las gracias al vendedor, que rehusó las monedas que le ofrecieron, y se alejaron.
_______________ se fijó en una anciana que estaba sentada en un tenderete y se acercó.
—¿Qué vendes? —preguntó.
—Pócimas —respondió la mujer con un acento muy marcado—. Si dais esta pasta a vuestro esposo, comprobaréis que su herramienta no se fatiga nunca.
_______________ se volvió hacia su suegra con gesto sorprendido, y preguntó:
—¿Qué herramienta?
—Mi hijo no necesita una pócima para su potencia, jadis —le dijo Denise a la mujer, llevándose a su nuera del tenderete—. Vamos, querida.
—¿Que es jadis? —quiso saber _______________.
—Significa bruja —respondió Tynna.
_______________ echó una mirada por encima del hombro en dirección a la anciana, y se santiguó para protegerse.
Denise se abalanzó sobre ella y le advirtió:
—Nunca hagas eso en público.
Demasiado tarde. Entre la multitud mucha gente se fijaba en _______________, y susurraban entre sí. Corrió como un reguero de pólvora entre el rumor de que la Bestia del Sultán se había emparejado con una infiel cristiana.
La próxima parada fue ante el puesto de un vendedor de repostería. _______________ y Tynna, que no habían almorzado, se hartaron de pastelillos, incluido un postre excesivamente dulce llamado «labios de belleza». Denise las contemplaba con gesto de repugnancia.
—Madre, llévanos a ver a un orfebre —pidió Tynna, lamiéndose los dedos—. Podríamos enseñarle a _______________ las maravillosas joyas que tienen.
—Me gustaría verlas.
—¿No estáis cansadas? —preguntó Denise, con la esperanza de que quisieran regresar a casa.
—No —contestaron al unísono las muchachas.
Rodeada de sus guardias, Denise las alejó de la multitud hacia un callejón más tranquilo. Allí la mercancía se ofrecía en el interior de tiendas. Curiosearon en un par donde los vendedores parecían conocer a Denise. Luego entraron en otra tienda y _______________ se detuvo al ver una insólita joya con la forma de una extraña bestia. Iba unida a una gruesa cadena de oro. El camafeo era un fulgor de oro con zafiros y esmeraldas, iluminado por diamantes y dos ojos de rubíes.
—¿Qué es esto? —preguntó _______________ al orfebre.
—Un grifo.
—No entiendo.
—El grifo es un animal mitológico —explicó el orfebre—.Mirad. Tiene la cabeza, el pecho y las alas de un águila, pero el cuerpo, las patas traseras y la cola de un león.
«Una bestia mitológica —pensó _______________—. Como Joe.» Acercó la mano y lo tocó con la punta de los dedos.
—Lo quiero.
—Esta pieza es demasiado pesada, y desde luego más adecuada para un hombre —le aconsejó Denise—. Elige otra cosa.
—El grifo no es para mí—dijo _______________.
—Entonces ¿para quién es? —inquirió Denise.
—Es un regalo de boda para mi esposo.
Los presentes reaccionaron de forma inesperada para _______________. Tynna se echó a reír. El orfebre se la quedó mirando como si de pronto le hubiera salido otra cabeza. Denise sonrió ante la ignorancia de su nuera.
—El hombre compra regalos para granjearse los favores de su esposa —explicó Denise—. No al revés.
—Quiero ese grifo —insistió _______________ con obstinación—. Mi esposo ha dicho que puedo comprar lo que quiera. ¿No es así?
—Muy bien —dijo Denise, y le indicó al orfebre que envolviera el camafeo con la cadena.
En realidad el grifo costaba más de lo que _______________ llevaba, pero, temeroso de enemistarse con la familia imperial, el orfebre tomó las monedas de oro que _______________ le ofreció. Al coger la última moneda, el orfebre advirtió que _______________ se mostraba decepcionada por quedarse sin monedas.
_______________ señaló una de cuero negra, y el comerciante se la dio para que le echara un vistazo. Decidió que aquella bolsa le serviría pero ignoraba su valor, así que sacó un puñado de monedas de oro de la bolsa y las mostró en la palma de la mano.
—¿Cuántas quieres por la bolsa? —preguntó.
El vendedor alargó la mano para apoderarse de la pequeña fortuna, pero la mano de Denise fue más rápida y cubrió la palma de su nuera.
—Este trozo de piel negra no vale más de dos monedas de oro —afirmó Denise.
—¿Dos monedas? —objetó el vendedor—. Pero si es cuero de artesanía fina. Vale al menos diez.
—¿Diez? —exclamó Denise—. Eres un desvergonzado, viejo estafador...
—Diez monedas de oro y es toda una ganga —insistió el vendedor.
—Una ganga. ¡Y un cuerno! —murmuró Denise. Se volvió hacia _______________ y dijo—: Guárdate tus monedas, querida. Hay muchos artesanos en este mercado que venden más barato.
_______________ guardó las monedas en la bolsita. Las tres mujeres se volvieron y empezaron a alejarse.
—Esperad —las llamó el vendedor.
Denise se giró y clavó una mirada gélida en el hombre.
—Ofrezco un precio especial para la familia del príncipe Joe —dijo el vendedor.
Denise se mostró interesada. Seguida de _______________ y Tynna, regresó con el vendedor y el regateo empezó en serio. Al poco rato, _______________ había adquirido la bolsa por cuatro monedas de oro. También había cambiado de opinión acerca de su suegra. Al parecer, había cosas que podría aprender con Denise.
Después de pasear entre la muchedumbre un rato, decidieron descansar un momento en el puesto del vendedor de refrescos.
—Yo quiero agua de rosas —dijo Tynna.
—¿Qué te apetece? —le preguntó Denise a _______________.
—Nada.
—¿No tienes sed? —preguntó Tynna.
—Le tengo aversión a esa bebida —replicó _______________.
—¿Porqué?
—Cada vez que tomo agua de rosas, resulta que le han puesto una pócima.
Denise sonrió, tras el yashmak.
—Este vendedor es un hombre honrado y no haría eso...
—De todos modos no me apetece.
—Entonces te pediré una limonada.
—¿Qué es eso?
—Un refresco que se prepara con limones. Tiene un gusto agrio —explicó Denise.
—Verás cómo se te arrugan los labios —añadió Tynna.
—¿Puedo quitarme el velo para beber? —preguntó _______________.
—Sólo tienes que levantarlo un poco y llevarte el vaso a los labios por debajo —la instruyó Denise.
Cuando las tres se sintieron repuestas, dieron las gracias al vendedor, que rehusó las monedas que le ofrecieron, y se alejaron.
_______________ se fijó en una anciana que estaba sentada en un tenderete y se acercó.
—¿Qué vendes? —preguntó.
—Pócimas —respondió la mujer con un acento muy marcado—. Si dais esta pasta a vuestro esposo, comprobaréis que su herramienta no se fatiga nunca.
_______________ se volvió hacia su suegra con gesto sorprendido, y preguntó:
—¿Qué herramienta?
—Mi hijo no necesita una pócima para su potencia, jadis —le dijo Denise a la mujer, llevándose a su nuera del tenderete—. Vamos, querida.
—¿Que es jadis? —quiso saber _______________.
—Significa bruja —respondió Tynna.
_______________ echó una mirada por encima del hombro en dirección a la anciana, y se santiguó para protegerse.
Denise se abalanzó sobre ella y le advirtió:
—Nunca hagas eso en público.
Demasiado tarde. Entre la multitud mucha gente se fijaba en _______________, y susurraban entre sí. Corrió como un reguero de pólvora entre el rumor de que la Bestia del Sultán se había emparejado con una infiel cristiana.
La próxima parada fue ante el puesto de un vendedor de repostería. _______________ y Tynna, que no habían almorzado, se hartaron de pastelillos, incluido un postre excesivamente dulce llamado «labios de belleza». Denise las contemplaba con gesto de repugnancia.
—Madre, llévanos a ver a un orfebre —pidió Tynna, lamiéndose los dedos—. Podríamos enseñarle a _______________ las maravillosas joyas que tienen.
—Me gustaría verlas.
—¿No estáis cansadas? —preguntó Denise, con la esperanza de que quisieran regresar a casa.
—No —contestaron al unísono las muchachas.
Rodeada de sus guardias, Denise las alejó de la multitud hacia un callejón más tranquilo. Allí la mercancía se ofrecía en el interior de tiendas. Curiosearon en un par donde los vendedores parecían conocer a Denise. Luego entraron en otra tienda y _______________ se detuvo al ver una insólita joya con la forma de una extraña bestia. Iba unida a una gruesa cadena de oro. El camafeo era un fulgor de oro con zafiros y esmeraldas, iluminado por diamantes y dos ojos de rubíes.
—¿Qué es esto? —preguntó _______________ al orfebre.
—Un grifo.
—No entiendo.
—El grifo es un animal mitológico —explicó el orfebre—.Mirad. Tiene la cabeza, el pecho y las alas de un águila, pero el cuerpo, las patas traseras y la cola de un león.
«Una bestia mitológica —pensó _______________—. Como Joe.» Acercó la mano y lo tocó con la punta de los dedos.
—Lo quiero.
—Esta pieza es demasiado pesada, y desde luego más adecuada para un hombre —le aconsejó Denise—. Elige otra cosa.
—El grifo no es para mí—dijo _______________.
—Entonces ¿para quién es? —inquirió Denise.
—Es un regalo de boda para mi esposo.
Los presentes reaccionaron de forma inesperada para _______________. Tynna se echó a reír. El orfebre se la quedó mirando como si de pronto le hubiera salido otra cabeza. Denise sonrió ante la ignorancia de su nuera.
—El hombre compra regalos para granjearse los favores de su esposa —explicó Denise—. No al revés.
—Quiero ese grifo —insistió _______________ con obstinación—. Mi esposo ha dicho que puedo comprar lo que quiera. ¿No es así?
—Muy bien —dijo Denise, y le indicó al orfebre que envolviera el camafeo con la cadena.
En realidad el grifo costaba más de lo que _______________ llevaba, pero, temeroso de enemistarse con la familia imperial, el orfebre tomó las monedas de oro que _______________ le ofreció. Al coger la última moneda, el orfebre advirtió que _______________ se mostraba decepcionada por quedarse sin monedas.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
awww que lindo le compro un regalo a Joe
Que lindo se ven tan enamorados!
Siguela!!!
Que lindo se ven tan enamorados!
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Aww mi vida!!! Ella es tan dulce y obstinada! <3
Gracias!!!
Gracias!!!
Augustinesg
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
—Veamos... —murmuró el hombre, contando el dinero delante de ella. Cuando acabó le devolvió dos monedas y dijo—: Me habéis ofrecido demasiado.
— ¿Está seguro? —preguntó _______________, guardando el paquete con el grifo en la bolsa junto con las dos monedas.
El orfebre sonrió.
—Sí, princesa, estoy seguro.
Denise conocía el valor del camafeo pero se mordió la lengua. Si el hombre era tan estúpido como para timarse a sí mismo, así fuese.
—¿Podemos volver a casa ahora? —preguntó _______________—. Quiero darle mi regalo a Joe.
—Todavía te quedan dos monedas —comentó Denise—. ¿No te gustaría comprarte algo para ti? ¿Unos metros de seda, quizá?
—No; estas monedas las voy a guardar.
Tynna soltó una risilla.
—¿Para qué?
—Para nada —respondió _______________—. Nunca he tenido oro y quiero guardarlo como recuerdo.
—Lo que importa es lo que se compra con el oro —replicó Denise—. El oro en sí no significa nada.
—Sin embargo, guardaré mis monedas —dijo _______________.
Denise sacudió la cabeza en gesto de desaprobación. Si la hermosa y joven esposa despilfarraba todas sus monedas, el esposo rico y enamorado la obsequiaría con más. Así era el mundo. Desde luego, su joven nuera tenía muchas cosas que aprender; Denise no quería que a sus nietos se les contagiaran las extrañas ideas de aquella inglesa.
Mientras cruzaban el mercado, estalló un griterío repentino. Por la estrecha calle atestada de gente apareció cabalgando a gran velocidad un hombre enmascarado. La gente chillaba y corría despavorida para apartarse de su camino. Varios de los guardias de Denise se prestaron instintivamente a ayudar a los ancianos y niños.
Con el rabillo del ojo, _______________ advirtió otra figura enmascarada que emergía del grupo dispersado de los distraídos guardias. Con un objeto brillante en la mano se precipitó hacia Denise.
—¡No! —gritó _______________, empujando a Denise con fuerza para apartarla de su trayectoria y poniendo la mano para detener el golpe mortal. Y, en efecto, lo detuvo. Tan hondo se le clavó el puñal en la palma, que la punta le sobresalió por el otro lado de la mano.
El asesino frustrado se volvió para huir, pero uno de los guardias alzó la cimitarra y lo derribó.
—¡Estúpido! —chilló Denise— Los muertos no hablan. ¿Cómo vamos a saber quién lo envió?
Tynna tenía los ojos fijos en la mano ensangrentada de su cuñada y sollozaba aparatosamente. Denise le sacudió la histeria de una bofetada. Luego se arrodilló junto a su nuera para ofrecerle consuelo. _______________ yacía en la calle, aferrando su bolsa nueva. El puñal asomaba por el dorso de su mano derecha.
—No quiero morir... —gimió _______________, mirándola a través de una niebla de dolor.
—No morirás. —Denise le quitó el yashmak de la cara y lo usó para vendarle la mano herida— Baja los ojos hasta que lleguemos a casa.
En ese momento llegaron los esclavos de Denise portando las literas. Dos guardias levantaron a _______________ para dejarla en la litera de su señora y ésta subió atrás. Acuno a su nuera durante el breve trayecto hasta casa.
Joe y Abdul entraban a caballo en el patio en el momento que arribaba el séquito de Denise. Al escuchar las voces alteradas de los guardias, Joe saltó de su caballo y corrió hacia la litera de su madre.
Denise le contó lo ocurrido en el bazar mientras él le retiraba el velo a su esposa, que lo miró desvaída. Con el semblante atribulado, Joe la levantó en brazos para llevarla a su alcoba, donde la depositó cuidadosamente en la cama. ¿Qué debía hacer? ¿Sacarle el puñal enseguida, o esperar al médico?
Abrumada por el dolor, _______________ abrió los ojos y susurró:
—Me han apuñalado.
—Te recuperarás —le aseguró Joe, quitándole el yashmak de la mano. Por primera vez, _______________ se atrevió a mirarse la mano.
—Dios mío...—gimió al tiempo que se desvanecía.
—Bendito sea Alá, se ha desmayado—le dijo Joe a su madre—. Sujétale la mano con fuerza.
Denise lo hizo mientras Joe le extraía con cuidado el puñal. La sangre manaba de las dos heridas. Joe vendó la mano con un paño de lino blanco, pero enseguida apareció una mancha roja que se hacía más grande a cada instante que pasaba. ¿Dónde estaba ese maldito médico?
—Ella se interpuso ante el puñal que iba dirigido a mí —dijo Denise. Ahora que había pasado el peligro, la mujer dio rienda suelta al miedo que había reprimido y se echó a temblar.
Joe no dijo nada. Su esposa yacía inconsciente en sus brazos y él se maldecía por haber sido tan estúpido. Jamás debió permitir esa visita a los bazares. Fougere acechaba en algún rincón de Estambul.
La puerta de la alcoba se abrió de par en par y el médico entró corriendo. Limpió y suturó las dos heridas de _______________ y luego le vendó la mano.
—Las heridas de la princesa no ponen en peligro su vida —le aseguro el médico al príncipe—. Le quedarán unas cicatrices sin importancia.
Joe asintió y luego se marchó. Tenía que interrogar a los testigos y averiguar todo lo posible.
Antes de abandonar a su paciente, el médico se volvió hacia Denise y le entregó un paquete.
—Cuando despierte dadle este polvo analgésico.
Denise guardó una solitaria vigilia junto al lecho de su nuera. La pequeña salvaje le había salvado la vida, y era evidente que amaba a su hijo. Quizá en _______________ había algo más de lo que saltaba a la vista.
—¿Sobreviviré? —susurró _______________, abriendo los ojos justo cuando Denise empezaba a pensar que habían transcurrido demasiadas horas desde su desmayo.
—El médico ha suturado las heridas y te ha vendado la mano —le dijo Denise—. Te recuperarás y sólo te quedarán dos pequeñas cicatrices.
_______________ sintió una punzada en la mano e hizo una mueca de sufrimiento. Denise se fijó en el gesto, fue hacia la puerta y ordenó a un esclavo que trajera una copa de agua de rosas.
—¿Dónde está Joe? —preguntó _______________.
—Está intentando averiguar quién ha ordenado que me atacasen —respondió Denise—. Admiro tu coraje y te doy las gracias por haberme salvado la vida.
—Si me hubiera dado cuenta de que el asesino iba contra vos, no lo habría detenido —contestó _______________. Dios, ¡qué dolor sentía en la mano!
—Eso es mentira.
—Espero que esto no signifique que ahora os gusto más —dijo _______________.
—No, sólo significa que te soportaré mejor —replicó Denise.
_______________ le lanzó una mirada áspera y preguntó por Omar.
— ¿Está seguro? —preguntó _______________, guardando el paquete con el grifo en la bolsa junto con las dos monedas.
El orfebre sonrió.
—Sí, princesa, estoy seguro.
Denise conocía el valor del camafeo pero se mordió la lengua. Si el hombre era tan estúpido como para timarse a sí mismo, así fuese.
—¿Podemos volver a casa ahora? —preguntó _______________—. Quiero darle mi regalo a Joe.
—Todavía te quedan dos monedas —comentó Denise—. ¿No te gustaría comprarte algo para ti? ¿Unos metros de seda, quizá?
—No; estas monedas las voy a guardar.
Tynna soltó una risilla.
—¿Para qué?
—Para nada —respondió _______________—. Nunca he tenido oro y quiero guardarlo como recuerdo.
—Lo que importa es lo que se compra con el oro —replicó Denise—. El oro en sí no significa nada.
—Sin embargo, guardaré mis monedas —dijo _______________.
Denise sacudió la cabeza en gesto de desaprobación. Si la hermosa y joven esposa despilfarraba todas sus monedas, el esposo rico y enamorado la obsequiaría con más. Así era el mundo. Desde luego, su joven nuera tenía muchas cosas que aprender; Denise no quería que a sus nietos se les contagiaran las extrañas ideas de aquella inglesa.
Mientras cruzaban el mercado, estalló un griterío repentino. Por la estrecha calle atestada de gente apareció cabalgando a gran velocidad un hombre enmascarado. La gente chillaba y corría despavorida para apartarse de su camino. Varios de los guardias de Denise se prestaron instintivamente a ayudar a los ancianos y niños.
Con el rabillo del ojo, _______________ advirtió otra figura enmascarada que emergía del grupo dispersado de los distraídos guardias. Con un objeto brillante en la mano se precipitó hacia Denise.
—¡No! —gritó _______________, empujando a Denise con fuerza para apartarla de su trayectoria y poniendo la mano para detener el golpe mortal. Y, en efecto, lo detuvo. Tan hondo se le clavó el puñal en la palma, que la punta le sobresalió por el otro lado de la mano.
El asesino frustrado se volvió para huir, pero uno de los guardias alzó la cimitarra y lo derribó.
—¡Estúpido! —chilló Denise— Los muertos no hablan. ¿Cómo vamos a saber quién lo envió?
Tynna tenía los ojos fijos en la mano ensangrentada de su cuñada y sollozaba aparatosamente. Denise le sacudió la histeria de una bofetada. Luego se arrodilló junto a su nuera para ofrecerle consuelo. _______________ yacía en la calle, aferrando su bolsa nueva. El puñal asomaba por el dorso de su mano derecha.
—No quiero morir... —gimió _______________, mirándola a través de una niebla de dolor.
—No morirás. —Denise le quitó el yashmak de la cara y lo usó para vendarle la mano herida— Baja los ojos hasta que lleguemos a casa.
En ese momento llegaron los esclavos de Denise portando las literas. Dos guardias levantaron a _______________ para dejarla en la litera de su señora y ésta subió atrás. Acuno a su nuera durante el breve trayecto hasta casa.
Joe y Abdul entraban a caballo en el patio en el momento que arribaba el séquito de Denise. Al escuchar las voces alteradas de los guardias, Joe saltó de su caballo y corrió hacia la litera de su madre.
Denise le contó lo ocurrido en el bazar mientras él le retiraba el velo a su esposa, que lo miró desvaída. Con el semblante atribulado, Joe la levantó en brazos para llevarla a su alcoba, donde la depositó cuidadosamente en la cama. ¿Qué debía hacer? ¿Sacarle el puñal enseguida, o esperar al médico?
Abrumada por el dolor, _______________ abrió los ojos y susurró:
—Me han apuñalado.
—Te recuperarás —le aseguró Joe, quitándole el yashmak de la mano. Por primera vez, _______________ se atrevió a mirarse la mano.
—Dios mío...—gimió al tiempo que se desvanecía.
—Bendito sea Alá, se ha desmayado—le dijo Joe a su madre—. Sujétale la mano con fuerza.
Denise lo hizo mientras Joe le extraía con cuidado el puñal. La sangre manaba de las dos heridas. Joe vendó la mano con un paño de lino blanco, pero enseguida apareció una mancha roja que se hacía más grande a cada instante que pasaba. ¿Dónde estaba ese maldito médico?
—Ella se interpuso ante el puñal que iba dirigido a mí —dijo Denise. Ahora que había pasado el peligro, la mujer dio rienda suelta al miedo que había reprimido y se echó a temblar.
Joe no dijo nada. Su esposa yacía inconsciente en sus brazos y él se maldecía por haber sido tan estúpido. Jamás debió permitir esa visita a los bazares. Fougere acechaba en algún rincón de Estambul.
La puerta de la alcoba se abrió de par en par y el médico entró corriendo. Limpió y suturó las dos heridas de _______________ y luego le vendó la mano.
—Las heridas de la princesa no ponen en peligro su vida —le aseguro el médico al príncipe—. Le quedarán unas cicatrices sin importancia.
Joe asintió y luego se marchó. Tenía que interrogar a los testigos y averiguar todo lo posible.
Antes de abandonar a su paciente, el médico se volvió hacia Denise y le entregó un paquete.
—Cuando despierte dadle este polvo analgésico.
Denise guardó una solitaria vigilia junto al lecho de su nuera. La pequeña salvaje le había salvado la vida, y era evidente que amaba a su hijo. Quizá en _______________ había algo más de lo que saltaba a la vista.
—¿Sobreviviré? —susurró _______________, abriendo los ojos justo cuando Denise empezaba a pensar que habían transcurrido demasiadas horas desde su desmayo.
—El médico ha suturado las heridas y te ha vendado la mano —le dijo Denise—. Te recuperarás y sólo te quedarán dos pequeñas cicatrices.
_______________ sintió una punzada en la mano e hizo una mueca de sufrimiento. Denise se fijó en el gesto, fue hacia la puerta y ordenó a un esclavo que trajera una copa de agua de rosas.
—¿Dónde está Joe? —preguntó _______________.
—Está intentando averiguar quién ha ordenado que me atacasen —respondió Denise—. Admiro tu coraje y te doy las gracias por haberme salvado la vida.
—Si me hubiera dado cuenta de que el asesino iba contra vos, no lo habría detenido —contestó _______________. Dios, ¡qué dolor sentía en la mano!
—Eso es mentira.
—Espero que esto no signifique que ahora os gusto más —dijo _______________.
—No, sólo significa que te soportaré mejor —replicó Denise.
_______________ le lanzó una mirada áspera y preguntó por Omar.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
awwww me encantan las peleas de estas dos
si bien que se pueden caer bien
Joeeeee averigua quien fue!!!!!
sube otro capi porfis!!!!!!!!
si bien que se pueden caer bien
Joeeeee averigua quien fue!!!!!
sube otro capi porfis!!!!!!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
:O Viste cuando directamente no te lo esperas? ahahah
ME ENCANTA!!!!
MUCHAS GRACIAS!!!
ME ENCANTA!!!!
MUCHAS GRACIAS!!!
Augustinesg
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
siguela!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! :lloro:
aranzhitha
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