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Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
:O Oh... valla.
Tendrian que.. no sé.. matarlos?
Cortales la lengua seguro, por mentirosos -_-
Hhaha, de nada! vos sabes que nos encanta esta novela *_* <3
Tendrian que.. no sé.. matarlos?
Cortales la lengua seguro, por mentirosos -_-
Hhaha, de nada! vos sabes que nos encanta esta novela *_* <3
Augustinesg
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
—Has dicho que soy un cobarde —gimoteó.
—Cállate, Savon —le cortó el duque.
—Pero tú...
—Cualquier hombre que se oculte en un baúl de viaje no es un hombre de verdad —señaló el conde Orcioni.
—Métete en tus asuntos, vendedor de carne —le espetó Fougere.
El conde Orcioni se puso de pie y se abalanzó hacia Fougere.
—¡Caballeros, por favor! —gritó el duque.
—Discúlpame —murmuró Fougere, retrocediendo para evitar el enfrentamiento. Se quedó mirando el bote por la portilla—. Juro que lo mataré.
—¿Qué ha provocado esta enemistad con el príncipe? —preguntó el conde Orcioni.
—Yo maté a su hermana —respondió Fougere, mirando por la portilla.
—Por Dios, ¿por qué...?
—Hace varios años, Savon ordenó a su flota que atacaran un barco turco que navegaba en solitario —explicó el duque—. Su intención era apropiarse de la mercancía de valor. Por desgracia, el barco se hundió durante el abordaje.
—¿Cómo iba a saber yo que en el barco viajaba una princesa otomana? —exclamó Fougere, girándose súbitamente—. Después de eso, la verdad es que no podía llegar a Estambul a bordo de mi nave y disculparme por el error. Mientras respire esa bestia, padezco por mi seguridad.
—Olvídate del príncipe y la inglesa —le aconsejó el duque—. Vuelve a casa, a Beaulieu.
—Cuando llegue el momento propicio —juró Fougere—, utilizaré a esa puta para que sea ella quien conduzca a esa bestia hasta su muerte.
Cuando el bote llegó a la orilla, Abdul y Rashid saltaron a tierra y ayudaron a las dos mujeres. Siguiendo órdenes del príncipe, montaron sus caballos con una muchacha cada uno.
—¿Las convertirás en sirvientas de la casa de tu madre? —preguntó Nick.
—Estas dos parecen demasiado finas para eso —comentó Joe.
—¿Vas a fundar tu propio harén?
—Mi flor silvestre no lo aceptaría nunca.
—Entonces ¿las devolverás a Akbar?
Joe miró a su amigo con una sonrisa enigmática.
—Sígueme y verás.
Joe los condujo por las calles atestadas de Estambul en dirección a la casa de su madre. Cuando pasaron por la residencia del imán, hizo un gesto para que se detuvieran y se apeó del caballo.
—Traed a las mujeres —ordenó Joe.
Cuando las dos estuvieron frente a él, les quitó el velo. Debían de tener unos diecisiete años.
—¿Cómo os llamáis? —preguntó el príncipe.
—Yo soy Cyra —respondió la del lunar con la vista clavada en el suelo.
—Y yo soy Lana —dijo su hermana, también bajando la vista.
—Abdul, acompaña a Lana —ordeno Joe, poniéndoles el velo—. Rashid, tú acompaña a Cyra.
Sin mediar palabra, Joe se dirigió a la residencia del imán. Llamó a la puerta con fuertes golpes.
Pasaron varios minutos hasta que la puerta se abrió.
—La Bestia del Sultán... —balbuceó el sirviente del imán y retrocedió unos pasos.
Joe entró en la casa, seguido de los demás. Atraído por el alboroto, el imán apareció en el vestíbulo.
—Príncipe Joe, qué placer más inesperado —dijo el religioso—. ¿Qué os trae por aquí? —Al ver las dos mujeres con velo, el imán las contemplo un momento y luego se volvió hacia el príncipe—. ¿Queréis casaros de nuevo? —preguntó incrédulo.
—Una vez es más que suficiente. —Joe hizo un gesto hacia Abdul y Rashid, diciendo—: Son para ellos.
—¿Qué? —exclamaron al unísono Abdul y Rashid.
Nick se echó a reír y las jovencitas soltaron una risilla.
—Ya hace tiempo que tendríais que estar casados, y es mi deseo que os caséis —declaró Joe—. Puesto que son casi idénticas, estas hermanas se marchitarían si estuvieran separadas. Así, siempre que Nick venga a Estambul, una hermana puede visitar a la otra.
Joe miró a las hermanas.
—¿Verdad que eso os gustaría?
Las dos chicas asintieron con risitas.
—¿Juráis ser esposas obedientes?
Ellas asintieron.
Joe se volvió hacia los dos guerreros.
—Decidle al imán que queréis casaros inmediatamente.
—Sí quiero —dijeron Abdul y Rashid al unísono.
—Magnífico —dijo el imán, frotándose las manos—. Venid conmigo. Tenemos tiempo de preparar los documentos antes de las oraciones.
Los dos guerreros lo siguieron, pero Nick se quedó atrás.
—¿Dónde pasarán la noche de bodas? —preguntó al príncipe.
—En casa de Denise, quizá.
Nick sacudió la cabeza.
—Yo me ocuparé de que estén cómodamente instalados en mi casa y luego volveré a mi barco. Añoro a mi pajarillo y he decidido regresar a mi mansión por la mañana. A menos que me necesites en Estambul.
—Cuando descubra la madriguera de la comadreja, te enviaré un mensaje —avisó Joe—. ¿Quieres participar en su final?
Nick sonrió ampliamente.
—No hay nada que desee más.
Entretanto, _______________ había quedado bajo la incompetente supervisión de Omar. Estaba en su alcoba con la sola compañía del eunuco, con la esperanza de evitar a su suegra. Denise había tenido la misma idea y, con el fin de no ver a su nuera, decidió visitar a una amiga.
Hacia el mediodía, _______________ empezó a sentirse inquieta y aburrida. Necesitaba un largo paseo por el jardín. Sin decirle palabra al eunuco, se dirigió a la puerta del jardín. Omar se apresuró a seguirla. _______________ se dio la vuelta, exasperada, y le espetó:
—Te ruego que me dejes a solas un rato.
—¿A solas?
—Quiero unos momentos de intimidad.
—No conocéis el camino —repuso él.
—Es imposible perderse en un jardín cerrado —replicó ella.
Omar vaciló.
—Pues...
—Te juro que no pienso escaparme —prometió _______________, comprendiendo el motivo de su preocupación—. Sólo necesito estar a solas con mis pensamientos.
La expresión de Omar reflejaba incredulidad.
—Por favor, deja que dé un paseo por el jardín —suplicó _______________—. Sólo serán treinta minutos.
—Muy bien —aceptó a regañadientes Omar.
—Cállate, Savon —le cortó el duque.
—Pero tú...
—Cualquier hombre que se oculte en un baúl de viaje no es un hombre de verdad —señaló el conde Orcioni.
—Métete en tus asuntos, vendedor de carne —le espetó Fougere.
El conde Orcioni se puso de pie y se abalanzó hacia Fougere.
—¡Caballeros, por favor! —gritó el duque.
—Discúlpame —murmuró Fougere, retrocediendo para evitar el enfrentamiento. Se quedó mirando el bote por la portilla—. Juro que lo mataré.
—¿Qué ha provocado esta enemistad con el príncipe? —preguntó el conde Orcioni.
—Yo maté a su hermana —respondió Fougere, mirando por la portilla.
—Por Dios, ¿por qué...?
—Hace varios años, Savon ordenó a su flota que atacaran un barco turco que navegaba en solitario —explicó el duque—. Su intención era apropiarse de la mercancía de valor. Por desgracia, el barco se hundió durante el abordaje.
—¿Cómo iba a saber yo que en el barco viajaba una princesa otomana? —exclamó Fougere, girándose súbitamente—. Después de eso, la verdad es que no podía llegar a Estambul a bordo de mi nave y disculparme por el error. Mientras respire esa bestia, padezco por mi seguridad.
—Olvídate del príncipe y la inglesa —le aconsejó el duque—. Vuelve a casa, a Beaulieu.
—Cuando llegue el momento propicio —juró Fougere—, utilizaré a esa puta para que sea ella quien conduzca a esa bestia hasta su muerte.
Cuando el bote llegó a la orilla, Abdul y Rashid saltaron a tierra y ayudaron a las dos mujeres. Siguiendo órdenes del príncipe, montaron sus caballos con una muchacha cada uno.
—¿Las convertirás en sirvientas de la casa de tu madre? —preguntó Nick.
—Estas dos parecen demasiado finas para eso —comentó Joe.
—¿Vas a fundar tu propio harén?
—Mi flor silvestre no lo aceptaría nunca.
—Entonces ¿las devolverás a Akbar?
Joe miró a su amigo con una sonrisa enigmática.
—Sígueme y verás.
Joe los condujo por las calles atestadas de Estambul en dirección a la casa de su madre. Cuando pasaron por la residencia del imán, hizo un gesto para que se detuvieran y se apeó del caballo.
—Traed a las mujeres —ordenó Joe.
Cuando las dos estuvieron frente a él, les quitó el velo. Debían de tener unos diecisiete años.
—¿Cómo os llamáis? —preguntó el príncipe.
—Yo soy Cyra —respondió la del lunar con la vista clavada en el suelo.
—Y yo soy Lana —dijo su hermana, también bajando la vista.
—Abdul, acompaña a Lana —ordeno Joe, poniéndoles el velo—. Rashid, tú acompaña a Cyra.
Sin mediar palabra, Joe se dirigió a la residencia del imán. Llamó a la puerta con fuertes golpes.
Pasaron varios minutos hasta que la puerta se abrió.
—La Bestia del Sultán... —balbuceó el sirviente del imán y retrocedió unos pasos.
Joe entró en la casa, seguido de los demás. Atraído por el alboroto, el imán apareció en el vestíbulo.
—Príncipe Joe, qué placer más inesperado —dijo el religioso—. ¿Qué os trae por aquí? —Al ver las dos mujeres con velo, el imán las contemplo un momento y luego se volvió hacia el príncipe—. ¿Queréis casaros de nuevo? —preguntó incrédulo.
—Una vez es más que suficiente. —Joe hizo un gesto hacia Abdul y Rashid, diciendo—: Son para ellos.
—¿Qué? —exclamaron al unísono Abdul y Rashid.
Nick se echó a reír y las jovencitas soltaron una risilla.
—Ya hace tiempo que tendríais que estar casados, y es mi deseo que os caséis —declaró Joe—. Puesto que son casi idénticas, estas hermanas se marchitarían si estuvieran separadas. Así, siempre que Nick venga a Estambul, una hermana puede visitar a la otra.
Joe miró a las hermanas.
—¿Verdad que eso os gustaría?
Las dos chicas asintieron con risitas.
—¿Juráis ser esposas obedientes?
Ellas asintieron.
Joe se volvió hacia los dos guerreros.
—Decidle al imán que queréis casaros inmediatamente.
—Sí quiero —dijeron Abdul y Rashid al unísono.
—Magnífico —dijo el imán, frotándose las manos—. Venid conmigo. Tenemos tiempo de preparar los documentos antes de las oraciones.
Los dos guerreros lo siguieron, pero Nick se quedó atrás.
—¿Dónde pasarán la noche de bodas? —preguntó al príncipe.
—En casa de Denise, quizá.
Nick sacudió la cabeza.
—Yo me ocuparé de que estén cómodamente instalados en mi casa y luego volveré a mi barco. Añoro a mi pajarillo y he decidido regresar a mi mansión por la mañana. A menos que me necesites en Estambul.
—Cuando descubra la madriguera de la comadreja, te enviaré un mensaje —avisó Joe—. ¿Quieres participar en su final?
Nick sonrió ampliamente.
—No hay nada que desee más.
Entretanto, _______________ había quedado bajo la incompetente supervisión de Omar. Estaba en su alcoba con la sola compañía del eunuco, con la esperanza de evitar a su suegra. Denise había tenido la misma idea y, con el fin de no ver a su nuera, decidió visitar a una amiga.
Hacia el mediodía, _______________ empezó a sentirse inquieta y aburrida. Necesitaba un largo paseo por el jardín. Sin decirle palabra al eunuco, se dirigió a la puerta del jardín. Omar se apresuró a seguirla. _______________ se dio la vuelta, exasperada, y le espetó:
—Te ruego que me dejes a solas un rato.
—¿A solas?
—Quiero unos momentos de intimidad.
—No conocéis el camino —repuso él.
—Es imposible perderse en un jardín cerrado —replicó ella.
Omar vaciló.
—Pues...
—Te juro que no pienso escaparme —prometió _______________, comprendiendo el motivo de su preocupación—. Sólo necesito estar a solas con mis pensamientos.
La expresión de Omar reflejaba incredulidad.
—Por favor, deja que dé un paseo por el jardín —suplicó _______________—. Sólo serán treinta minutos.
—Muy bien —aceptó a regañadientes Omar.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
awww Joe anda haciendo de casamentero!!!
Me encanta!!! Lo amo
Siguela!!!
Sube mas!!!
Me encanta!!! Lo amo
Siguela!!!
Sube mas!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
_______________ hizo una pausa.
—A partir de mañana, me servirás dos yemas de huevo para desayunar. Sólo las yemas.
—¿Y qué haré con el resto de los huevos? —preguntó Omar.
—Tirar las cáscaras y comerte las claras.
—Como queráis.
_______________ miró al hombrecillo con una sonrisa y salió al exterior, donde hacía un maravilloso día de finales de otoño. El cielo era azul y ni una sola nube mancillaba su perfección. El aire estaba límpido y cristalino.
_______________ aspiró los aromas mezclados de una miríada de flores y echó a andar por uno de los senderos. Se detuvo al ver las ásteres en forma de estrella, cogió una y se la puso detrás de la oreja. Sí era cierto que esa flor ahuyentaba los malos espíritus, no tenía que preocuparse de encontrarse con su suegra.
Al ver el espejo de Venus y el dardo de Cupido, _______________ pensó en Joe y en cómo habían hecho el amor la noche anterior. El príncipe ejercía un extraño poder sobre ella. Sus besos hacían que se olvidara de sí misma y de todo lo que tanto quería. ¡Si pudiera convencerlo de que repitiera sus votos delante de un cura!
_______________ siguió por el sendero y divisó un banco de mármol junto a un frutal. Se sentó y, apoyando el mentón en las manos, caviló sobre cómo abordar el tema del sacerdote con su esposo.
—Hola —oyó una voz junto a ella.
_______________ levantó la vista, sobresaltada. Delante había una muchacha, un par de años menor que ella, de estatura mediana y esbelta, cabello castaño y ojos color almendra con motas doradas. Su sonrisa era amable y su voz, serena y apacible.
—¿Eres tú la mujer? —preguntó la joven.
—¿Qué mujer?
—La mujer con quien se ha casado mi hermano.
—¿Tú eres Tynna? —preguntó _______________.
—En efecto, soy Tynna.
—Pues yo soy la mujer de tu hermano. Me llamo _______________.
—Me alegro de conocerte.
—¿De verdad? —exclamó _______________, sorprendida.
—Me alegro mucho de conocerte. —Sonrió. Se sentó junto a _______________ y dijo—: Estábamos muy preocupados porque Joe no se decidía por una esposa... ¿Por qué llevas esa flor en el pelo?
—Para ahuyentar a los malos espíritus —contestó _______________—. ¿Por qué os preocupaba que Joe no se casara?
—Mi madre dice que su cicatriz desagrada a la gente, sobre todo a las mujeres.
—Mi esposo es un guerrero, y su cicatriz es una señal de coraje que le da carácter —dijo _______________—. No toleraré que nadie hable mal de él a causa de su cicatriz.
—Yo quiero a mi hermano —repuso Tynna.
_______________ sonrió.
—En ese caso, ¿quieres que seamos amigas?
Tynna le devolvió la sonrisa, y dijo:
—Cualquier mujer que ame a mi hermano ya es amiga mía.
«¿Amar?» _______________ abrió la boca para corregir a la muchacha, pero Tynna prosiguió.
—El color de tu cabello es como una puesta de sol ardiente, y tu rostro me recuerda a un ángel travieso. Eres muy hermosa. Ya veo por qué se ha casado contigo mi hermano.
—Salvo por mis pecas —bromeó _______________.
—¿Qué has dicho?
—Más vale que lo sepas: tengo pecas.
—Como motas de polvo de oro, tus pecas intensifican tu belleza exótica —dijo Tynna, halagándola.
_______________ sonrió.
—Vaya, nunca se me ocurrió que mis pecas fueran así
—¿De dónde vienes?
—De Inglaterra —respondió _______________, y por su tono parecía hablar del paraíso en la tierra—. Inglaterra es... quiero decir, era mi hogar y queda muy lejos, hacia el oeste.
—El sultán ha acordado mi matrimonio para el verano que viene —reveló Tynna—. Mi futuro esposo es un príncipe moscovita de la tierra de mi bisabuela.
—¿Qué es un príncipe moscovita?
—El príncipe Nelos es de Moscú, donde los inviernos son duros y fríos—contestó Tynna—. ¿Cómo es ser la esposa de un hombre?
—Olvídate de todo lo que te hayan contado —aconsejó _______________, sintiéndose sabia a pesar de sus limitados conocimientos—. Es la mujer quien hace al hombre, no al revés. Claro que no soy ninguna experta, pero te lo iré contando todo a medida que conozca la vida de casada. Por cierto, ¿qué fruta es ésta?
—Melocotones —dijo Tynna—. ¿No los has probado?
—No.
—Son maravillosamente jugosos y dulces.
—Creo que probaré uno —anunció _______________, levantándose—. ¿Quieres uno?
Tynna también se puso de pie.
—Tenemos algunos adentro.
—No hace falta que entremos —dijo _______________ con una sonrisa traviesa—. Mira lo que hago.
Ante la mirada atónita de su joven cuñada, _______________ se subió al melocotonero» alargó el brazo, tocó un melocotón y dijo:
—Es velloso.
—La fruta madura está más arriba —le indicó Tynna.
_______________ subió un poco más. Cogió un par de melocotones y los dejó caer en las manos de Tynna, que esperó a que ella bajara. _______________ miró hacia abajo y vaciló. El suelo parecía tan lejano... nunca le habían hecho gracia las alturas.
Una voz enfurecida que se acercaba a ellas por el sendero les sorprendió. _______________ se preguntó si subirse a los árboles también contravendría las reglas. Había tantas normas nuevas que recordar.
—Si quieres conservar tu miserable vida, dime dónde está. —La voz pertenecía a Joe.
—Me suplicó que le dejara dar un paseo a solas... —gimoteó Omar.
—¿La dejaste salir sin vigilancia?
—Me juró que...
—Si se ha ido, lo lamentarás, maldito eunuco.
Joe y Omar vieron a Tynna y se dirigieron hacia ella. La insólita estampa de su hermano preocupado por una mujer hizo que Tynna se echara a reír.
—¿Has visto a...? —empezó Joe.
—Estoy aquí —llamó _______________.
Joe se giró pero no vio a nadie.
—A partir de mañana, me servirás dos yemas de huevo para desayunar. Sólo las yemas.
—¿Y qué haré con el resto de los huevos? —preguntó Omar.
—Tirar las cáscaras y comerte las claras.
—Como queráis.
_______________ miró al hombrecillo con una sonrisa y salió al exterior, donde hacía un maravilloso día de finales de otoño. El cielo era azul y ni una sola nube mancillaba su perfección. El aire estaba límpido y cristalino.
_______________ aspiró los aromas mezclados de una miríada de flores y echó a andar por uno de los senderos. Se detuvo al ver las ásteres en forma de estrella, cogió una y se la puso detrás de la oreja. Sí era cierto que esa flor ahuyentaba los malos espíritus, no tenía que preocuparse de encontrarse con su suegra.
Al ver el espejo de Venus y el dardo de Cupido, _______________ pensó en Joe y en cómo habían hecho el amor la noche anterior. El príncipe ejercía un extraño poder sobre ella. Sus besos hacían que se olvidara de sí misma y de todo lo que tanto quería. ¡Si pudiera convencerlo de que repitiera sus votos delante de un cura!
_______________ siguió por el sendero y divisó un banco de mármol junto a un frutal. Se sentó y, apoyando el mentón en las manos, caviló sobre cómo abordar el tema del sacerdote con su esposo.
—Hola —oyó una voz junto a ella.
_______________ levantó la vista, sobresaltada. Delante había una muchacha, un par de años menor que ella, de estatura mediana y esbelta, cabello castaño y ojos color almendra con motas doradas. Su sonrisa era amable y su voz, serena y apacible.
—¿Eres tú la mujer? —preguntó la joven.
—¿Qué mujer?
—La mujer con quien se ha casado mi hermano.
—¿Tú eres Tynna? —preguntó _______________.
—En efecto, soy Tynna.
—Pues yo soy la mujer de tu hermano. Me llamo _______________.
—Me alegro de conocerte.
—¿De verdad? —exclamó _______________, sorprendida.
—Me alegro mucho de conocerte. —Sonrió. Se sentó junto a _______________ y dijo—: Estábamos muy preocupados porque Joe no se decidía por una esposa... ¿Por qué llevas esa flor en el pelo?
—Para ahuyentar a los malos espíritus —contestó _______________—. ¿Por qué os preocupaba que Joe no se casara?
—Mi madre dice que su cicatriz desagrada a la gente, sobre todo a las mujeres.
—Mi esposo es un guerrero, y su cicatriz es una señal de coraje que le da carácter —dijo _______________—. No toleraré que nadie hable mal de él a causa de su cicatriz.
—Yo quiero a mi hermano —repuso Tynna.
_______________ sonrió.
—En ese caso, ¿quieres que seamos amigas?
Tynna le devolvió la sonrisa, y dijo:
—Cualquier mujer que ame a mi hermano ya es amiga mía.
«¿Amar?» _______________ abrió la boca para corregir a la muchacha, pero Tynna prosiguió.
—El color de tu cabello es como una puesta de sol ardiente, y tu rostro me recuerda a un ángel travieso. Eres muy hermosa. Ya veo por qué se ha casado contigo mi hermano.
—Salvo por mis pecas —bromeó _______________.
—¿Qué has dicho?
—Más vale que lo sepas: tengo pecas.
—Como motas de polvo de oro, tus pecas intensifican tu belleza exótica —dijo Tynna, halagándola.
_______________ sonrió.
—Vaya, nunca se me ocurrió que mis pecas fueran así
—¿De dónde vienes?
—De Inglaterra —respondió _______________, y por su tono parecía hablar del paraíso en la tierra—. Inglaterra es... quiero decir, era mi hogar y queda muy lejos, hacia el oeste.
—El sultán ha acordado mi matrimonio para el verano que viene —reveló Tynna—. Mi futuro esposo es un príncipe moscovita de la tierra de mi bisabuela.
—¿Qué es un príncipe moscovita?
—El príncipe Nelos es de Moscú, donde los inviernos son duros y fríos—contestó Tynna—. ¿Cómo es ser la esposa de un hombre?
—Olvídate de todo lo que te hayan contado —aconsejó _______________, sintiéndose sabia a pesar de sus limitados conocimientos—. Es la mujer quien hace al hombre, no al revés. Claro que no soy ninguna experta, pero te lo iré contando todo a medida que conozca la vida de casada. Por cierto, ¿qué fruta es ésta?
—Melocotones —dijo Tynna—. ¿No los has probado?
—No.
—Son maravillosamente jugosos y dulces.
—Creo que probaré uno —anunció _______________, levantándose—. ¿Quieres uno?
Tynna también se puso de pie.
—Tenemos algunos adentro.
—No hace falta que entremos —dijo _______________ con una sonrisa traviesa—. Mira lo que hago.
Ante la mirada atónita de su joven cuñada, _______________ se subió al melocotonero» alargó el brazo, tocó un melocotón y dijo:
—Es velloso.
—La fruta madura está más arriba —le indicó Tynna.
_______________ subió un poco más. Cogió un par de melocotones y los dejó caer en las manos de Tynna, que esperó a que ella bajara. _______________ miró hacia abajo y vaciló. El suelo parecía tan lejano... nunca le habían hecho gracia las alturas.
Una voz enfurecida que se acercaba a ellas por el sendero les sorprendió. _______________ se preguntó si subirse a los árboles también contravendría las reglas. Había tantas normas nuevas que recordar.
—Si quieres conservar tu miserable vida, dime dónde está. —La voz pertenecía a Joe.
—Me suplicó que le dejara dar un paseo a solas... —gimoteó Omar.
—¿La dejaste salir sin vigilancia?
—Me juró que...
—Si se ha ido, lo lamentarás, maldito eunuco.
Joe y Omar vieron a Tynna y se dirigieron hacia ella. La insólita estampa de su hermano preocupado por una mujer hizo que Tynna se echara a reír.
—¿Has visto a...? —empezó Joe.
—Estoy aquí —llamó _______________.
Joe se giró pero no vio a nadie.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
awww Joe enojado me da ternura
La ama y ella a el aww
Siguela!!! Sube otroooo por favor!!!
La ama y ella a el aww
Siguela!!! Sube otroooo por favor!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
—¡Aquí arriba!
Joe miró.
—¿Qué haces?
—Cojo melocotones —dijo _______________.
—Baja de ahí.
—No.
—Primero claras de huevo y ahora melocotones —gruñó Joe.
—De nada sirve alterarse, mi señor —dijo _______________.
—¡He dicho que bajes! —exclamó Joe.
—Lo haría si pudiera —repuso _______________—, pero no puedo, o sea que no lo haré. ¿Comprendes?
Joe contó hasta diez y preguntó:
—¿Por qué no puedes bajar?
—Estoy atrapada.
—¿Por una rama?
—No, por el miedo —reconoció ella.
—Inshallah —murmuró Joe. Se sacó el puñal del cinturón y se lo entregó a Omar. Luego se subió al árbol hasta que estuvo dos ramas por debajo de ella.
_______________ lo obsequió con una sonrisa encantadora.
—Hola, mi señor. ¿Os apetece un melocotón?
—No —le espetó él.
—Lo digo sólo por cortesía.
—Olvídate de la cortesía —aconsejó Joe—. Pon el pie izquierdo aquí.
—Tengo miedo...
—Haz lo que te digo.
Joe la guió en el descenso, lento pero seguro, preparado para cogerla si resbalaba. Por fin, _______________ llegó a la rama más baja y Joe al suelo.
—Salta —le ordenó.
_______________ sacudió la cabeza.
—No te puedes pasar todo el día en este árbol —dijo Joe—. Yo te cogeré. Confía en mí.
_______________ cerró los ojos y saltó a los brazos que le tendía su esposo. El impacto derribó a Joe, que cayó hacia atrás con _______________ encima.
—¿Te has hecho daño? —preguntó él.
_______________ sacudió la cabeza.
—Gracias por rescatarme. Estoy bien.
Sin inhibirse ante los presentes, Joe rodó con _______________ por el suelo y la tumbó de espaldas. Apretó la nariz contra la de ella, y dijo:
—Así que mi intrépida flor silvestre alberga algún que otro miedo.
—Vergüenza debería daros —la riñó Omar—. Las mujeres turcas decentes no se suben a los árboles.
El príncipe se volvió hacia el eunuco y le ordenó:
—Cierra el pico. Omar.
Joe se volvió de nuevo hacia su esposa, que lo miraba sonriente. Sus labios estaban tan cerca, tan incitantes... Bajó la cabeza y le dio un tierno beso.
—Qué conmovedor —se burló la voz de una mujer—. La bestia y su compañera copulando por los suelos.
—¡Madre! —El grito de sorpresa procedía de Tynna.
Joe y _______________ levantaron la vista para mirar a Denise.
—Si vuestro hijo es una bestia —dijo _______________—, ¿vos qué sois entonces, exactamente?
—Cuida tus modales —gruñó Joe—. Las mujeres turcas decentes respetan a sus mayores, por muy quisquillosos que sean los ancianos.
_______________ soltó una risilla.
—No consigo apreciar el encanto de ver a un príncipe otomano revolcándose en el barro con su princesa —dijo Denise—. He llegado temprano a casa con la idea de que nos preparen una cena en familia para los cuatro. ¿Y ése es el insulto que recibo por mi amable atención?
Ignorando a su madre, Joe se levantó y ayudo a su mujer. Tardaron un momento en quitarse el polvo de la ropa.
_______________ se volvió hacia su suegra y exclamo:
—¡Estoy harta de comer cordero asado!
—¿Qué te apetecería, querida? —preguntó Denise, visiblemente irritada.
—Desde que salí de Inglaterra no he comido cerdo asado, y es un plato que tengo en gran estima.
Todos, salvo Joe, se quedaron atónitos. Se llevaron las manos a la boca, algunos sobresaltados y otros más bien asqueados.
—¿Por qué os sorprende tanto el cerdo asado? —preguntó _______________—. En esta tierra hay cerdos, ¿verdad?
—El Corán prohíbe comer cerdo —le dijo Joe.
—Yo no soy musulmana —objetó ella.
—Pero eres la esposa de un musulmán —le recordó el príncipe.
—¿Insinúas que nunca más podré comer cerdo?
—Lo estoy afirmando, no insinuando.
—Pues exijo cerdo.
—Deja de pronunciar esa palabra, o harás que a todos les vengan náuseas.
—¡Cerdo! —exclamó _______________ con una sonrisa—. Si no puedo comer cerdo, no comeré nada. Nunca más. —Tras esas palabras, se alejó con altanería por el sendero en dirección a su alcoba.
—¡Servimos cerdo sólo los viernes! —replicó Joe, levantando la voz—. Lástima que ese día vosotros los cristianos tenéis prohibido comer carne.
Al ver que su mujer aceleraba el paso, Joe soltó una carcajada. Conocía demasiado bien su insaciable apetito. Nunca dejaría de comer.
El buen humor de Joe provocó miradas sorprendidas en su madre y su hermana. No lo habían visto sonreír en años. Aquella inglesa lo había cambiado.
_______________ permaneció en su alcoba el resto de la tarde. Se dedicó a pasearse de un lado a otro como una tigresa enjaulada, y. Omar, que la contemplaba desde su almohadón, acabó por cansarse. En ocasiones _______________ se acercaba a la puerta del jardín y echaba una ojeada al mundo exterior.
«¿Qué hacen exactamente las mujeres de esta tierra para llenar las interminables horas del día?», se preguntó _______________. Ella estaba acostumbrada a ir y venir libremente.
Mientras fueran huéspedes de Denise, _______________ sabía que no tendría tareas de qué ocuparse. Pero ¿qué sucedería cuando regresaran al castillo de la Doncella? ¿Tendría responsabilidades en su nuevo hogar? _______________ esperaba que sí. ¿Acaso las mujeres de los harenes pasaban el día entero holgazaneando? Qué espantoso. _______________ sabía que no tardaría más de una semana en volverse loca si ésa era la vida que le aguardaba.
¿Y dónde estaba Joe? Hacía rato que esperaba su llegada para soltarle un merecido responso.
Joe miró.
—¿Qué haces?
—Cojo melocotones —dijo _______________.
—Baja de ahí.
—No.
—Primero claras de huevo y ahora melocotones —gruñó Joe.
—De nada sirve alterarse, mi señor —dijo _______________.
—¡He dicho que bajes! —exclamó Joe.
—Lo haría si pudiera —repuso _______________—, pero no puedo, o sea que no lo haré. ¿Comprendes?
Joe contó hasta diez y preguntó:
—¿Por qué no puedes bajar?
—Estoy atrapada.
—¿Por una rama?
—No, por el miedo —reconoció ella.
—Inshallah —murmuró Joe. Se sacó el puñal del cinturón y se lo entregó a Omar. Luego se subió al árbol hasta que estuvo dos ramas por debajo de ella.
_______________ lo obsequió con una sonrisa encantadora.
—Hola, mi señor. ¿Os apetece un melocotón?
—No —le espetó él.
—Lo digo sólo por cortesía.
—Olvídate de la cortesía —aconsejó Joe—. Pon el pie izquierdo aquí.
—Tengo miedo...
—Haz lo que te digo.
Joe la guió en el descenso, lento pero seguro, preparado para cogerla si resbalaba. Por fin, _______________ llegó a la rama más baja y Joe al suelo.
—Salta —le ordenó.
_______________ sacudió la cabeza.
—No te puedes pasar todo el día en este árbol —dijo Joe—. Yo te cogeré. Confía en mí.
_______________ cerró los ojos y saltó a los brazos que le tendía su esposo. El impacto derribó a Joe, que cayó hacia atrás con _______________ encima.
—¿Te has hecho daño? —preguntó él.
_______________ sacudió la cabeza.
—Gracias por rescatarme. Estoy bien.
Sin inhibirse ante los presentes, Joe rodó con _______________ por el suelo y la tumbó de espaldas. Apretó la nariz contra la de ella, y dijo:
—Así que mi intrépida flor silvestre alberga algún que otro miedo.
—Vergüenza debería daros —la riñó Omar—. Las mujeres turcas decentes no se suben a los árboles.
El príncipe se volvió hacia el eunuco y le ordenó:
—Cierra el pico. Omar.
Joe se volvió de nuevo hacia su esposa, que lo miraba sonriente. Sus labios estaban tan cerca, tan incitantes... Bajó la cabeza y le dio un tierno beso.
—Qué conmovedor —se burló la voz de una mujer—. La bestia y su compañera copulando por los suelos.
—¡Madre! —El grito de sorpresa procedía de Tynna.
Joe y _______________ levantaron la vista para mirar a Denise.
—Si vuestro hijo es una bestia —dijo _______________—, ¿vos qué sois entonces, exactamente?
—Cuida tus modales —gruñó Joe—. Las mujeres turcas decentes respetan a sus mayores, por muy quisquillosos que sean los ancianos.
_______________ soltó una risilla.
—No consigo apreciar el encanto de ver a un príncipe otomano revolcándose en el barro con su princesa —dijo Denise—. He llegado temprano a casa con la idea de que nos preparen una cena en familia para los cuatro. ¿Y ése es el insulto que recibo por mi amable atención?
Ignorando a su madre, Joe se levantó y ayudo a su mujer. Tardaron un momento en quitarse el polvo de la ropa.
_______________ se volvió hacia su suegra y exclamo:
—¡Estoy harta de comer cordero asado!
—¿Qué te apetecería, querida? —preguntó Denise, visiblemente irritada.
—Desde que salí de Inglaterra no he comido cerdo asado, y es un plato que tengo en gran estima.
Todos, salvo Joe, se quedaron atónitos. Se llevaron las manos a la boca, algunos sobresaltados y otros más bien asqueados.
—¿Por qué os sorprende tanto el cerdo asado? —preguntó _______________—. En esta tierra hay cerdos, ¿verdad?
—El Corán prohíbe comer cerdo —le dijo Joe.
—Yo no soy musulmana —objetó ella.
—Pero eres la esposa de un musulmán —le recordó el príncipe.
—¿Insinúas que nunca más podré comer cerdo?
—Lo estoy afirmando, no insinuando.
—Pues exijo cerdo.
—Deja de pronunciar esa palabra, o harás que a todos les vengan náuseas.
—¡Cerdo! —exclamó _______________ con una sonrisa—. Si no puedo comer cerdo, no comeré nada. Nunca más. —Tras esas palabras, se alejó con altanería por el sendero en dirección a su alcoba.
—¡Servimos cerdo sólo los viernes! —replicó Joe, levantando la voz—. Lástima que ese día vosotros los cristianos tenéis prohibido comer carne.
Al ver que su mujer aceleraba el paso, Joe soltó una carcajada. Conocía demasiado bien su insaciable apetito. Nunca dejaría de comer.
El buen humor de Joe provocó miradas sorprendidas en su madre y su hermana. No lo habían visto sonreír en años. Aquella inglesa lo había cambiado.
_______________ permaneció en su alcoba el resto de la tarde. Se dedicó a pasearse de un lado a otro como una tigresa enjaulada, y. Omar, que la contemplaba desde su almohadón, acabó por cansarse. En ocasiones _______________ se acercaba a la puerta del jardín y echaba una ojeada al mundo exterior.
«¿Qué hacen exactamente las mujeres de esta tierra para llenar las interminables horas del día?», se preguntó _______________. Ella estaba acostumbrada a ir y venir libremente.
Mientras fueran huéspedes de Denise, _______________ sabía que no tendría tareas de qué ocuparse. Pero ¿qué sucedería cuando regresaran al castillo de la Doncella? ¿Tendría responsabilidades en su nuevo hogar? _______________ esperaba que sí. ¿Acaso las mujeres de los harenes pasaban el día entero holgazaneando? Qué espantoso. _______________ sabía que no tardaría más de una semana en volverse loca si ésa era la vida que le aguardaba.
¿Y dónde estaba Joe? Hacía rato que esperaba su llegada para soltarle un merecido responso.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
awww me encanta Joe!!!!
Es tan dfghksdshgdj
Lo amo es tan lindo, tierno, awww
Siguela!!
Es tan dfghksdshgdj
Lo amo es tan lindo, tierno, awww
Siguela!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Hhahahhaah xD Me muero!!!
Me encanta!, Por Dios, me encanta!!
Me encanta!, Por Dios, me encanta!!
Augustinesg
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