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Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Me pregunto por qué me gusta tanto esta novela... haha
Muchas gracias por haber subido el capitulo!!
Muchas gracias por haber subido el capitulo!!
Augustinesg
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Reemprendieron el viaje. _______________ iba echando humo en silencio, pero no sabía por qué estaba tan molesta. ¿Era por la testarudez de aquel infiel, o porque ella sucumbía tan fácilmente a sus besos? Las enseñanzas religiosas de toda una vida le recordaban con insistencia que necesitaba la bendición de un sacerdote, pues de otro modo le esperaba un terrible castigo en el más allá. Pero ella lo amaba de verdad, y él estaba convencido de que su matrimonio era correcto y genuino. _______________ pensó que como virgen su vida había sido bastante más sencilla.
La tarde moría en sombras alargadas proyectadas por el sol de poniente. Las horas largas y tediosas a caballo fatigaron a _______________ y mitigaron la vehemencia de su indignación. Si Joe la quería lo bastante como para casarse con ella, se dijo, acabaría por dar su consentimiento a una ceremonia cristiana. El príncipe necesitaba tiempo para acostumbrarse a la idea de pronunciar sus votos delante de un cura. A _______________ poco le importaba si la ceremonia se celebraba a medianoche sin testigos. Mientras pudiera sentirse correcta y legítimamente casada, estaría satisfecha. Para ella sólo había un problema: cómo proceder para convencerlo. ¿Valerse de la lógica? No, el príncipe era un hombre absolutamente ilógico; de lo contrario, ¿por qué se habría casado con ella? ¿Lo convencería con palabras duras o dulces? Dulces, por supuesto. Pero tampoco estaba segura de que eso funcionará. El príncipe era un hombre condenadamente inflexible. Así pues, _______________ se sintió incapaz de tomar una determinación sobre la acción más aconsejable, y además estaba cansada de pensar y montar a caballo. Suspiró y se relajó contra el pecho de su esposo.
Joe decidió que su mujer necesitaba tiempo para acostumbrarse a su condición de esposa obediente. Si le daba tiempo acabaría por adaptarse y sentirse a gusto. Ella era salvaje y libre como el viento, diferente de cualquier mujer que él hubiera conocido, pero era necesario que obedeciera. ¿Cuál sería la mejor manera de facilitarle la difícil transición entre su antigua vida de consentida y su nueva vida de obediencia, sin dañarle el espíritu? Él no estaba dispuesto a malgastar su vida en discusiones. Su esposa era voluptuosa como Eva en el paraíso, y él tenía toda la intención de disfrutarla plenamente. Lo cierto es que _______________ ya había empezado a cambiar. Ya no reñía con él a la primera. «Sólo en ciertas ocasiones», musitó Joe para sí. Incluso había conseguido aprender su lengua, aunque conservaba un acento muy marcado. Era evidente que su flexibilidad en el trato con ella había servido para que las cosas fueran bien.
Por todo Estambul se habían propagado los rumores de que la Bestia del Sultán se había emparejado con una pagana salvaje de cabellos fogosos procedente de un lejano país de Occidente. Mientras el séquito del príncipe se abría paso por las bulliciosas calles de la ciudad, la multitud se paraba a contemplarlos sin disimulo. La mayoría dirigía su atención a la mujer cubierta de negro.
_______________ cabalgaba acurrucada contra el pecho de su esposo, sin darse cuenta de las cábalas que despertaba a su paso. Parecía más bien un gatito desvalido que la astuta tigresa que, al decir de los rumores, se había disfrazado de muchacho para huir del que ahora era su esposo.
Joe la sacudió suavemente.
—Princesa, hemos llegado.
_______________ abrió los ojos y miró alrededor. Joe se apeó para ayudarla a bajar de la montura. Uno de sus hombres se ocupó del caballo, y Abdul de la yegua. _______________ lo detuvo.
—Gracias por nuestra aventura, Placer infinito —susurró _______________ acariciando a su yegua.
Se volvió hacia Joe y preguntó:
—¿Puedo montarla de vez en cuando?
—Sí, cuando vayas acompañada.
—Ejem... —se oyó detrás de ellos.
Joe y _______________ se giraron. Era Omar. La joven se asustó al verle los ojos morados y la nariz vendada.
—Perdóname —se disculpó, tomándole la mano al hombrecillo—. No quise hacerte daño.
Omar asintió, aceptando sus disculpas en silencio. Luego se volvió hacia Joe y dijo:
—Bienvenido, mi príncipe. Denise os aguarda en su salón y ruega la visitéis antes de retiraros a vuestros aposentos.
—Mi madre no ha rogado en su vida, bribón —repuso Joe, mirando al eunuco con una ceja arqueada—. Si mientes perderás la lengua.
_______________ soltó una risilla.
—¿Qué te hace tanta gracia? —inquirió.
En los ojos de _______________ había un brillo alegre.
—Tú.
Joe la atrajo hacia sí, le apartó el velo y le plantó un beso en los labios. Luego volvió a ajustarle el velo y la riñó.
—En este país está terminantemente prohibido reír a costa de un esposo.
—Recuerda el castigo por mentir, mi señor —le advirtió ella—. Los esposos que carecen de lengua no pueden dar órdenes a sus mujeres.
—Esto te gustaría, ¿eh?
Al observar el aire juguetón con que se trataban, Omar recobró las esperanzas. Su señor había encontrado la manera de domar a aquella pagana y su fortuna estaría de nuevo asegurada. ¡Alabado fuese Alá!
Seguidos por el eunuco, Joe entró con _______________ de la mano. Sabía que había llegado el momento que más temía. Era imposible postergarlo.
—Ven a interrumpirnos dentro de treinta minutos —le instruyó Joe a Omar cuando estuvieron frente a la puerta del salón de su madre—. Tu señora necesita un baño y una cena ligera en nuestra alcoba.
Joe llamó a la puerta del salón y ambos esposos entraron. _______________ se quedó asombrada al ver a la madre de su marido.
Como una reina concediendo audiencia, Denise estaba sentada en un almohadón junto a una mesa, esperando que se acercaran. Su aspecto era intimidatorio.
Denise era una mujer atractiva de unos cuarenta y cinco años, y su actitud rezumaba arrogancia. Tenía el cabello castaño claro con hebras plateadas, y sus ojos eran avellanas. Los demás rasgos de su semblante eran iguales a los de su hijo.
«Así que ésta es la mujer que hablaba con tanto desprecio de su único hijo», pensó _______________. Un sentimiento protector se apoderó de ella conforme crecía en su interior una peligrosa hostilidad hacia aquella mujer.
Joe y _______________ se sentaron a la mesa frente a Denise.
—Madre, os presento a mi esposa —dijo Joe.
—¿Habla nuestra lengua? —le preguntó Denise a su hijo.
—Sí, la hablo —contestó _______________.
—_______________, ésta es mi madre, Denise —dijo Joe.
Sin una sonrisa de bienvenida ni una palabra cordial, Denise alargó el brazo por encima de la mesa e intentó apartar el velo del rostro de su nuera. Pero _______________ fue más rápida y apartó la mano de su suegra.
—No debéis tocarme sin permiso de mi esposo —dijo _______________ suavemente.
Sorprendida, Denise enmudeció, pues era la primera vez en su vida que alguien se atrevía a contrariarla. Era propio de la insensatez de su hijo haber elegido una mujer tan desfachatada. ¿Acaso aquella pequeña salvaje no sabía lo importante que era ella? Denise era la hermana del sultán, y como tal gozaba de un gran poder. Con sólo pronunciar una palabra, la vida de su nuera valdría menos que nada. Ella ostentaba el poder de hacer que esa insolente e irrespetuosa jovencita deseara la muerte.
Joe no entendía por qué le había preocupado que esas dos unieran sus fuerzas en contra suyo. Su esposa tenía demasiado carácter para someterse a la voluntad de su madre.
A pesar de las diferencias que tenía con su esposo, _______________ adoptó el papel de esposa afectuosa delante de su despreciable suegra. Al fin y al cabo, alguien tenía que ponerse de su parte. Si no lo hacía su propia esposa, ¿quién lo haría?
—Disculpa —dijo Denise, recuperando la compostura—, pero estoy ansiosa por conocer a mi nueva hija.
—Mi madre vive en Inglaterra —dijo _______________ dulcemente. Se volvió hacia Joe y preguntó—: Esposo, ¿puedo quitarme el velo?
La tarde moría en sombras alargadas proyectadas por el sol de poniente. Las horas largas y tediosas a caballo fatigaron a _______________ y mitigaron la vehemencia de su indignación. Si Joe la quería lo bastante como para casarse con ella, se dijo, acabaría por dar su consentimiento a una ceremonia cristiana. El príncipe necesitaba tiempo para acostumbrarse a la idea de pronunciar sus votos delante de un cura. A _______________ poco le importaba si la ceremonia se celebraba a medianoche sin testigos. Mientras pudiera sentirse correcta y legítimamente casada, estaría satisfecha. Para ella sólo había un problema: cómo proceder para convencerlo. ¿Valerse de la lógica? No, el príncipe era un hombre absolutamente ilógico; de lo contrario, ¿por qué se habría casado con ella? ¿Lo convencería con palabras duras o dulces? Dulces, por supuesto. Pero tampoco estaba segura de que eso funcionará. El príncipe era un hombre condenadamente inflexible. Así pues, _______________ se sintió incapaz de tomar una determinación sobre la acción más aconsejable, y además estaba cansada de pensar y montar a caballo. Suspiró y se relajó contra el pecho de su esposo.
Joe decidió que su mujer necesitaba tiempo para acostumbrarse a su condición de esposa obediente. Si le daba tiempo acabaría por adaptarse y sentirse a gusto. Ella era salvaje y libre como el viento, diferente de cualquier mujer que él hubiera conocido, pero era necesario que obedeciera. ¿Cuál sería la mejor manera de facilitarle la difícil transición entre su antigua vida de consentida y su nueva vida de obediencia, sin dañarle el espíritu? Él no estaba dispuesto a malgastar su vida en discusiones. Su esposa era voluptuosa como Eva en el paraíso, y él tenía toda la intención de disfrutarla plenamente. Lo cierto es que _______________ ya había empezado a cambiar. Ya no reñía con él a la primera. «Sólo en ciertas ocasiones», musitó Joe para sí. Incluso había conseguido aprender su lengua, aunque conservaba un acento muy marcado. Era evidente que su flexibilidad en el trato con ella había servido para que las cosas fueran bien.
Por todo Estambul se habían propagado los rumores de que la Bestia del Sultán se había emparejado con una pagana salvaje de cabellos fogosos procedente de un lejano país de Occidente. Mientras el séquito del príncipe se abría paso por las bulliciosas calles de la ciudad, la multitud se paraba a contemplarlos sin disimulo. La mayoría dirigía su atención a la mujer cubierta de negro.
_______________ cabalgaba acurrucada contra el pecho de su esposo, sin darse cuenta de las cábalas que despertaba a su paso. Parecía más bien un gatito desvalido que la astuta tigresa que, al decir de los rumores, se había disfrazado de muchacho para huir del que ahora era su esposo.
Joe la sacudió suavemente.
—Princesa, hemos llegado.
_______________ abrió los ojos y miró alrededor. Joe se apeó para ayudarla a bajar de la montura. Uno de sus hombres se ocupó del caballo, y Abdul de la yegua. _______________ lo detuvo.
—Gracias por nuestra aventura, Placer infinito —susurró _______________ acariciando a su yegua.
Se volvió hacia Joe y preguntó:
—¿Puedo montarla de vez en cuando?
—Sí, cuando vayas acompañada.
—Ejem... —se oyó detrás de ellos.
Joe y _______________ se giraron. Era Omar. La joven se asustó al verle los ojos morados y la nariz vendada.
—Perdóname —se disculpó, tomándole la mano al hombrecillo—. No quise hacerte daño.
Omar asintió, aceptando sus disculpas en silencio. Luego se volvió hacia Joe y dijo:
—Bienvenido, mi príncipe. Denise os aguarda en su salón y ruega la visitéis antes de retiraros a vuestros aposentos.
—Mi madre no ha rogado en su vida, bribón —repuso Joe, mirando al eunuco con una ceja arqueada—. Si mientes perderás la lengua.
_______________ soltó una risilla.
—¿Qué te hace tanta gracia? —inquirió.
En los ojos de _______________ había un brillo alegre.
—Tú.
Joe la atrajo hacia sí, le apartó el velo y le plantó un beso en los labios. Luego volvió a ajustarle el velo y la riñó.
—En este país está terminantemente prohibido reír a costa de un esposo.
—Recuerda el castigo por mentir, mi señor —le advirtió ella—. Los esposos que carecen de lengua no pueden dar órdenes a sus mujeres.
—Esto te gustaría, ¿eh?
Al observar el aire juguetón con que se trataban, Omar recobró las esperanzas. Su señor había encontrado la manera de domar a aquella pagana y su fortuna estaría de nuevo asegurada. ¡Alabado fuese Alá!
Seguidos por el eunuco, Joe entró con _______________ de la mano. Sabía que había llegado el momento que más temía. Era imposible postergarlo.
—Ven a interrumpirnos dentro de treinta minutos —le instruyó Joe a Omar cuando estuvieron frente a la puerta del salón de su madre—. Tu señora necesita un baño y una cena ligera en nuestra alcoba.
Joe llamó a la puerta del salón y ambos esposos entraron. _______________ se quedó asombrada al ver a la madre de su marido.
Como una reina concediendo audiencia, Denise estaba sentada en un almohadón junto a una mesa, esperando que se acercaran. Su aspecto era intimidatorio.
Denise era una mujer atractiva de unos cuarenta y cinco años, y su actitud rezumaba arrogancia. Tenía el cabello castaño claro con hebras plateadas, y sus ojos eran avellanas. Los demás rasgos de su semblante eran iguales a los de su hijo.
«Así que ésta es la mujer que hablaba con tanto desprecio de su único hijo», pensó _______________. Un sentimiento protector se apoderó de ella conforme crecía en su interior una peligrosa hostilidad hacia aquella mujer.
Joe y _______________ se sentaron a la mesa frente a Denise.
—Madre, os presento a mi esposa —dijo Joe.
—¿Habla nuestra lengua? —le preguntó Denise a su hijo.
—Sí, la hablo —contestó _______________.
—_______________, ésta es mi madre, Denise —dijo Joe.
Sin una sonrisa de bienvenida ni una palabra cordial, Denise alargó el brazo por encima de la mesa e intentó apartar el velo del rostro de su nuera. Pero _______________ fue más rápida y apartó la mano de su suegra.
—No debéis tocarme sin permiso de mi esposo —dijo _______________ suavemente.
Sorprendida, Denise enmudeció, pues era la primera vez en su vida que alguien se atrevía a contrariarla. Era propio de la insensatez de su hijo haber elegido una mujer tan desfachatada. ¿Acaso aquella pequeña salvaje no sabía lo importante que era ella? Denise era la hermana del sultán, y como tal gozaba de un gran poder. Con sólo pronunciar una palabra, la vida de su nuera valdría menos que nada. Ella ostentaba el poder de hacer que esa insolente e irrespetuosa jovencita deseara la muerte.
Joe no entendía por qué le había preocupado que esas dos unieran sus fuerzas en contra suyo. Su esposa tenía demasiado carácter para someterse a la voluntad de su madre.
A pesar de las diferencias que tenía con su esposo, _______________ adoptó el papel de esposa afectuosa delante de su despreciable suegra. Al fin y al cabo, alguien tenía que ponerse de su parte. Si no lo hacía su propia esposa, ¿quién lo haría?
—Disculpa —dijo Denise, recuperando la compostura—, pero estoy ansiosa por conocer a mi nueva hija.
—Mi madre vive en Inglaterra —dijo _______________ dulcemente. Se volvió hacia Joe y preguntó—: Esposo, ¿puedo quitarme el velo?
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Aww mi vida!!
Es tan linda esta novela!
Te agradezco haber elegido esta en especial para nosotras, y por supuesto subir los capitulos.
Es tan linda esta novela!
Te agradezco haber elegido esta en especial para nosotras, y por supuesto subir los capitulos.
Augustinesg
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Yo me meo, ¡El Omar como un mapache, Denise como un mandril en celo y el pobre Joe pensando en lo mal que podría acabar si ambas muejeres ajuntan fuerzas...! Un plato fuerte, eh (;
Síguela :D
Síguela :D
ItsBee♡
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Sorprendido por aquella docilidad hacia él, Joe se preguntó qué se traía entre manos su esposa, y decidió seguirle la corriente. Lo cierto es que merecía la pena la imagen insólita de su madre enmudecida por un tercero.
—Permíteme, mi flor silvestre —se ofreció Joe, quitándole el velo.
Denise clavó los ojos en _______________, que le devolvió la mirada con osadía. Ambas mujeres dedicaron aquellos primeros segundos a calibrarse mutuamente.
—Eres muy hermosa —dijo suavemente Denise—. Ahora entiendo por qué se ha casado contigo mi hijo.
_______________ sonrió cortésmente. Hizo un esfuerzo por sonrojarse y lo consiguió.
Denise comprendió que los halagos serían inútiles. Al parecer, la muchacha era tan inteligente como bella. Denise cogió una campanilla de la mesa y la hizo sonar.
Una doncella entró con tal presteza que _______________ se preguntó si habría estado escuchando tras la puerta. La joven dejó una bandeja sobre la mesa y salió en cuanto Denise le hizo un gesto.
En la bandeja había unos pastelillos redondos hechos con harina, nueces trituradas y miel. Unas tacitas de café turco acompañaban la repostería.
_______________ bebió un sorbo de café y sus ojos se abrieron de par en par, tan amargo era el brebaje. El vil sabor la atragantó y tuvo ganas de escupirlo.
Joe le dio unas palmadas suaves en la espalda.
—Hay que acostumbrarse a este veneno tan particular —dijo.
—¿Ve... veneno? —farfulló ella.
—Es sólo una forma de hablar, amor mío.
—Entiendo. —_______________ lo obsequió con una de sus sonrisas más luminosas.
«La bestia ha perdido su rugido», pensó Denise sorprendida, mientras observaba aquel revelador intercambio. ¿Acaso era un amor floreciente lo que traslucían los ojos de su nuera? No, era imposible. Ninguna mujer en su sano juicio podía amar a su hijo, aquella bestia marcada con una horrible cicatriz. ¿Acaso estaba loca?, se preguntó. Sí, decidió, la mujer de Occidente estaba loca. La mayoría de las jovencitas tenían suficiente cordura para sentirse intimidadas por la poderosa hija de Solimán y Khurrem, pero ésta no se dejaba intimidar por nadie.
Denise se dio cuenta de que había cometido un grave error de cálculo, y se reprendió. Se le había ocurrido utilizar el menosprecio de la joven hacia su hijo para que le sirviera de espía en su propia morada, pero la muchacha tenía voluntad propia. Una mujer que tuviera el coraje para vestirse de hombre y viajar sola sería imposible de controlar.
Joe y _______________ parecían una pareja enamorada. ¿Se mostrarían tan enamorados en su intimidad? ¿O acaso ese despliegue de afecto era sólo un ardid? Quizá habría alguna posibilidad de abrir una brecha entre ellos.
—Me sorprende que la hayas domado tan rápidamente —dijo Denise a su hijo.
—No soy un animal que pueda domarse —replicó _______________ con una dulce sonrisa—. Y tampoco soy una esclava sorda para que se hable de mí en mi presencia.
—Aprecio falta de respeto en ese desagradable tono de voz —masculló Denise.
—Disculpadme, pero estáis mal informada —declaró _______________—. Mi esposo y yo nos entendemos perfectamente, nos hemos entendido perfectamente desde nuestro primer encuentro, y siempre nos entenderemos perfectamente.
Joe se quedó pasmado. Era evidente que su esposa había olvidado el castigo por mentir.
—Entonces ¿por qué te escapaste? —repuso Denise.
—Oh, no fue más que un malentendido sin importancia —contestó _______________. Estaba cansada, y la presión de aquella entrevista le estaba dando dolor de cabeza.
Denise apretó los labios. Nadie le había hablado jamás de forma tan irrespetuosa.
Sonriendo para sus adentros, Joe mantuvo una expresión impasible. Sabía que debía corregir los modales de su esposa, pero decidió guardar silencio. Nunca había visto que nadie, hombre o mujer, se atreviera a enfrentarse con su madre.
—Me parece que has cometido un error en tu elección, hijo —observó Denise, mirando de soslayo a la víbora que estaba sentada junto a él—. Divórciate de ella enseguida. Yo me ocuparé de buscar los testigos.
—No lo haré —replicó Joe, y su expresión se ensombreció.
Denise probó otra estrategia:
—Lleva dos días viajando sola. Al menos pídele a un médico que verifique su virginidad.
Ahora le tocó a _______________ apretar los labios. El rostro se le tiño de una rabia apenas reprimida, y le costó controlar el impulso de saltar sobre aquella bruja.
Joe rodeó a su mujer con el brazo y la atrajo hacia sí, sintiéndola temblar de ira.
—Mi esposa era virgen —aseguró.
—No podrá visitar Topkapi hasta que aprenda modales —sentenció Denise, decidida a sembrar la discordia entre ellos—. ¿Quieres que la instruya yo para que sea una esposa decente?
—¿Dónde está Tynna? —preguntó Joe, cambiando de tema para evitar una batalla.
—Visitando a tu prima Shasha —respondió Denise—. Bendito sea Alá, la he enviado a pasar la noche en Topkapi. Los modales de ésta influirían negativamente en tu hermana, que es tan sensible. Por cierto, ¿has descubierto el paradero de la comadreja?
_______________ miró a Joe, que lanzó una mirada de reproche a su madre, advirtiéndole que no abordara ese tema. Al final, fue Nick quien salvó al príncipe de tener que responder.
La puerta se abrió de par en par y Nick entro a paso lento.
—Qué escena más conmovedora —comento, percatándose de las sombrías expresiones de los presentes, y se dejó caer sobre un almohadón—. Me enternece vuestra agradable reunión familiar.
_______________ hizo ademán de ponerse el velo, pero Joe la detuvo.
—Para nosotros, Nick es como de la familia —dijo—. Puedes dejarte la cara descubierta delante de él.
Nick sonrió e hizo un gesto con la cabeza hacia _______________.
—¿Cómo está mi prima? —preguntó _______________.
—April está bien y siempre insiste en que la traiga de visita a Estambul —dijo Nick. Luego, dirigiéndose a Joe, agregó—: Me debes veinticinco mil monedas de oro.
—¿De qué?
—Yo pagué a Akbar el dinero que le debías.
—¿Veinticinco mil monedas? —exclamó Joe.
Nick sonrió ampliamente y se encogió de hombros.
—Kevin adquirió diez vírgenes de la mejor calidad con la intención de dejarte en la miseria. Recuerda que lo invitaste a elegir lo que quisiera. —Se volvió hacia _______________ y añadió—: Le habéis costado una pequeña fortuna a vuestro esposo.
Confundida, _______________ miró a su esposo.
—¿Qué dice?
—Luego te lo explicaré —dijo Joe.
—Oro desperdiciado, en mi opinión —masculló Denise.
—Nadie os la ha pedido —murmuró _______________ en inglés.
—Permíteme, mi flor silvestre —se ofreció Joe, quitándole el velo.
Denise clavó los ojos en _______________, que le devolvió la mirada con osadía. Ambas mujeres dedicaron aquellos primeros segundos a calibrarse mutuamente.
—Eres muy hermosa —dijo suavemente Denise—. Ahora entiendo por qué se ha casado contigo mi hijo.
_______________ sonrió cortésmente. Hizo un esfuerzo por sonrojarse y lo consiguió.
Denise comprendió que los halagos serían inútiles. Al parecer, la muchacha era tan inteligente como bella. Denise cogió una campanilla de la mesa y la hizo sonar.
Una doncella entró con tal presteza que _______________ se preguntó si habría estado escuchando tras la puerta. La joven dejó una bandeja sobre la mesa y salió en cuanto Denise le hizo un gesto.
En la bandeja había unos pastelillos redondos hechos con harina, nueces trituradas y miel. Unas tacitas de café turco acompañaban la repostería.
_______________ bebió un sorbo de café y sus ojos se abrieron de par en par, tan amargo era el brebaje. El vil sabor la atragantó y tuvo ganas de escupirlo.
Joe le dio unas palmadas suaves en la espalda.
—Hay que acostumbrarse a este veneno tan particular —dijo.
—¿Ve... veneno? —farfulló ella.
—Es sólo una forma de hablar, amor mío.
—Entiendo. —_______________ lo obsequió con una de sus sonrisas más luminosas.
«La bestia ha perdido su rugido», pensó Denise sorprendida, mientras observaba aquel revelador intercambio. ¿Acaso era un amor floreciente lo que traslucían los ojos de su nuera? No, era imposible. Ninguna mujer en su sano juicio podía amar a su hijo, aquella bestia marcada con una horrible cicatriz. ¿Acaso estaba loca?, se preguntó. Sí, decidió, la mujer de Occidente estaba loca. La mayoría de las jovencitas tenían suficiente cordura para sentirse intimidadas por la poderosa hija de Solimán y Khurrem, pero ésta no se dejaba intimidar por nadie.
Denise se dio cuenta de que había cometido un grave error de cálculo, y se reprendió. Se le había ocurrido utilizar el menosprecio de la joven hacia su hijo para que le sirviera de espía en su propia morada, pero la muchacha tenía voluntad propia. Una mujer que tuviera el coraje para vestirse de hombre y viajar sola sería imposible de controlar.
Joe y _______________ parecían una pareja enamorada. ¿Se mostrarían tan enamorados en su intimidad? ¿O acaso ese despliegue de afecto era sólo un ardid? Quizá habría alguna posibilidad de abrir una brecha entre ellos.
—Me sorprende que la hayas domado tan rápidamente —dijo Denise a su hijo.
—No soy un animal que pueda domarse —replicó _______________ con una dulce sonrisa—. Y tampoco soy una esclava sorda para que se hable de mí en mi presencia.
—Aprecio falta de respeto en ese desagradable tono de voz —masculló Denise.
—Disculpadme, pero estáis mal informada —declaró _______________—. Mi esposo y yo nos entendemos perfectamente, nos hemos entendido perfectamente desde nuestro primer encuentro, y siempre nos entenderemos perfectamente.
Joe se quedó pasmado. Era evidente que su esposa había olvidado el castigo por mentir.
—Entonces ¿por qué te escapaste? —repuso Denise.
—Oh, no fue más que un malentendido sin importancia —contestó _______________. Estaba cansada, y la presión de aquella entrevista le estaba dando dolor de cabeza.
Denise apretó los labios. Nadie le había hablado jamás de forma tan irrespetuosa.
Sonriendo para sus adentros, Joe mantuvo una expresión impasible. Sabía que debía corregir los modales de su esposa, pero decidió guardar silencio. Nunca había visto que nadie, hombre o mujer, se atreviera a enfrentarse con su madre.
—Me parece que has cometido un error en tu elección, hijo —observó Denise, mirando de soslayo a la víbora que estaba sentada junto a él—. Divórciate de ella enseguida. Yo me ocuparé de buscar los testigos.
—No lo haré —replicó Joe, y su expresión se ensombreció.
Denise probó otra estrategia:
—Lleva dos días viajando sola. Al menos pídele a un médico que verifique su virginidad.
Ahora le tocó a _______________ apretar los labios. El rostro se le tiño de una rabia apenas reprimida, y le costó controlar el impulso de saltar sobre aquella bruja.
Joe rodeó a su mujer con el brazo y la atrajo hacia sí, sintiéndola temblar de ira.
—Mi esposa era virgen —aseguró.
—No podrá visitar Topkapi hasta que aprenda modales —sentenció Denise, decidida a sembrar la discordia entre ellos—. ¿Quieres que la instruya yo para que sea una esposa decente?
—¿Dónde está Tynna? —preguntó Joe, cambiando de tema para evitar una batalla.
—Visitando a tu prima Shasha —respondió Denise—. Bendito sea Alá, la he enviado a pasar la noche en Topkapi. Los modales de ésta influirían negativamente en tu hermana, que es tan sensible. Por cierto, ¿has descubierto el paradero de la comadreja?
_______________ miró a Joe, que lanzó una mirada de reproche a su madre, advirtiéndole que no abordara ese tema. Al final, fue Nick quien salvó al príncipe de tener que responder.
La puerta se abrió de par en par y Nick entro a paso lento.
—Qué escena más conmovedora —comento, percatándose de las sombrías expresiones de los presentes, y se dejó caer sobre un almohadón—. Me enternece vuestra agradable reunión familiar.
_______________ hizo ademán de ponerse el velo, pero Joe la detuvo.
—Para nosotros, Nick es como de la familia —dijo—. Puedes dejarte la cara descubierta delante de él.
Nick sonrió e hizo un gesto con la cabeza hacia _______________.
—¿Cómo está mi prima? —preguntó _______________.
—April está bien y siempre insiste en que la traiga de visita a Estambul —dijo Nick. Luego, dirigiéndose a Joe, agregó—: Me debes veinticinco mil monedas de oro.
—¿De qué?
—Yo pagué a Akbar el dinero que le debías.
—¿Veinticinco mil monedas? —exclamó Joe.
Nick sonrió ampliamente y se encogió de hombros.
—Kevin adquirió diez vírgenes de la mejor calidad con la intención de dejarte en la miseria. Recuerda que lo invitaste a elegir lo que quisiera. —Se volvió hacia _______________ y añadió—: Le habéis costado una pequeña fortuna a vuestro esposo.
Confundida, _______________ miró a su esposo.
—¿Qué dice?
—Luego te lo explicaré —dijo Joe.
—Oro desperdiciado, en mi opinión —masculló Denise.
—Nadie os la ha pedido —murmuró _______________ en inglés.
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
awww me encanta
Me da tanta risa las peleas de Denisse y la rayiz
Maldita tipa sisañoza!!
Siguela!!! Sube uno mas por favor!!!!
Me da tanta risa las peleas de Denisse y la rayiz
Maldita tipa sisañoza!!
Siguela!!! Sube uno mas por favor!!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Nick tuvo que esforzarse para reprimir una sonrisa. Al parecer, la afectuosa familia ya estaba al completo.
—¿Qué has dicho? —preguntó Joe, pensando que lo mejor sería corregir sus modales en ese momento.
_______________ lo miró y sonrió con todo el encanto de que era capaz.
—He dicho que me siento tan cansada.
—¡Miente! —exclamó Denise, aunque desconocía el inglés.
Alguien llamó suavemente a la puerta.
—Adelante —dijo Joe.
Era Omar.
—Siguiendo vuestras instrucciones, he venido a acompañar a mi señora a los baños.
—Ve con Omar —le dijo Joe a _______________—. Luego cenaré contigo.
En cuanto se cerró la puerta detrás de _______________, Denise dijo:
—Tiene mal genio y carece de buenos modales. Una compañera idónea para una bestia.
—Yo diría que posee algunas de vuestras cualidades más exquisitas —bromeó Nick.
A pesar de su mal humor, Denise sonrió y luego miró a su hijo.
—¿Cuándo la llevarás al castillo de la Doncella? —inquirió—. Espero que pronto.
—Pronto es un concepto relativo, madre —replicó Joe y, volviéndose hacia Nick, dijo—: Ha llegado la hora de matar a Fougere.
—Un poco tarde, en mi opinión —señaló Denise.
—Nadie os la ha pedido —le espetó Joe, irritado por su actitud despectiva.
Nick ahogó una carcajada. Por Alá, el esposo empezaba a sonar igual que su mujer.
—Ni siquiera sabes dónde se esconde la comadreja —dijo Denise.
—Por la mañana iremos a ver al duque de Sassan —prosiguió Joe—. ¿Su barco sigue en el muelle?
Nick asintió.
Joe se volvió hacia su madre.
—Tenéis que proteger a mi esposa hasta que Fougere esté muerto.
—¿Cobijar a esa víbora? —exclamó Denise.
—Cuidad de mi esposa, o me la llevaré al castillo de la Doncella y postergaré mi venganza contra Fougere —amenazó Joe. ¿En qué momento su esposa se había convertido en algo más importante para él que aquella venganza?
—Supongo que podré soportarla unos días —cedió Denise.
Mientras los tres discutían en el salón distintos métodos para deshacerse de Savon Fougere, _______________ seguía a Omar por un laberinto de pasillos hacia los baños. La casa de Denise era bastante moderna, todo lo contrario del antiguo castillo de la Doncella. Incluso los pasillos tenían mucha luz y aire gracias a las ventanas con parteluz que daban a un patio interior.
_______________ mantuvo la vista fija en la espalda del eunuco. El hombrecillo se conducía de manera demasiado formal y con fría cortesía. Era evidente que estaba ofendido, y eso hacía que _______________ se sintiera aún más culpable de haberle hecho daño.
Cuando entraron en los baños, dos muchachas se apresuraron a atenderles. Omar recordó la reticencia de su señora a bañarse en público y les ordenó:
—Podéis iros. Yo atenderé a la princesa.
—En tu cara se reflejan las huellas de su enojo —se mofó una de las mujeres, y la otra soltó una risilla—. Deja que te protejamos.
Omar se sonrojó, pero ¿qué podía decir? Todos sabían que era un incompetente.
—Os prohíbo hablar de manera tan despectiva con el sirviente más preciado y de mayor confianza del príncipe —dijo _______________ con voz arrogante, en defensa del eunuco.
Las dos mujeres palidecieron.
—Lo siento —dijo la primera, inclinando la cabeza.
—Más lo sentiréis si volvéis a cometer el mismo error—añadió _______________—, porque haré que os corten la lengua. ¿Entendido?
—Sí, princesa.
—Disculpaos ante Omar ahora mismo.
Las dos sirvientas se inclinaron con formalidad ante el eunuco.
—Perdónanos, Omar—dijo la primera.
—No pretendíamos ser irrespetuosas contigo —añadió la segunda.
Omar hinchó el pecho, dándose importancia.
—Acepto la disculpa, esclavas. Ahora marchaos y absteneos de estas tonterías.
Luego, una vez a solas. Omar dijo:
—Gracias por defenderme.
—Te lo mereces —dijo _______________—, y es lo menos que puedo hacer. Siento haberte causado problemas.
Omar asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa, la primera que le dirigía desde que llegara a casa de Mihrirnah. El eunuco trabajó en silencio, le quitó el vello con pasta de almendras y luego la condujo a una pequeña tina. Primero le lavó y enjuagó la melena cobriza y después el cuerpo. A continuación la acompañó a una piscina donde podría remojarse en agua caliente.
—Mi señora, me gustaría contaros lo que os cabe esperar de esta noche —dijo Omar, compadeciéndose de su inocencia.
—¿Esta noche? —repitió _______________, confundida.
—Vuestra noche de bodas.
—Eso fue anoche.
Omar suspiró y pensó que su cópula con el príncipe había suavizado su actitud, pero una idea inquietante le cruzó por la cabeza.
—¿Puedo preguntar quién os preparó para recibir al príncipe? —inquirió Omar, ayudándola a salir de la piscina y acompañándola a un banco de mármol en el otro extremo de la estancia.
—El príncipe hizo el papel de eunuco. Al menos durante unos minutos.
Omar rió, aliviado de comprobar que no había aparecido un rival, y eso reestableció su buen humor.
—¿Te duele? —preguntó de repente _______________.
—Un poco, sobre todo cuando estornudo.
—Nunca tuve intención de hacerte daño —se disculpó.
—Tumbaos en el banco, que os haré un masaje con bálsamo de áloe —dijo Omar.
_______________ se tendió sobre el vientre. Omar empezó a masajearle con el ungüento la espalda y los hombros para aliviarle de la tensión.
—Estáis tensa —observó.
—Es culpa de Denise —respondió ella.
—Una mujer desagradable, si alguna vez la hubo —comentó Omar.
—¿Más desagradable que yo?
—Ser desagradable no es uno de vuestros defectos —le aseguró—. Es sólo que no estáis acostumbrada a nuestra cultura.
—Tal vez —murmuró _______________. Y preguntó—: Nick ha dicho que yo he costado una fortuna a Joe. ¿Qué quiere decir con eso?
—¿Qué has dicho? —preguntó Joe, pensando que lo mejor sería corregir sus modales en ese momento.
_______________ lo miró y sonrió con todo el encanto de que era capaz.
—He dicho que me siento tan cansada.
—¡Miente! —exclamó Denise, aunque desconocía el inglés.
Alguien llamó suavemente a la puerta.
—Adelante —dijo Joe.
Era Omar.
—Siguiendo vuestras instrucciones, he venido a acompañar a mi señora a los baños.
—Ve con Omar —le dijo Joe a _______________—. Luego cenaré contigo.
En cuanto se cerró la puerta detrás de _______________, Denise dijo:
—Tiene mal genio y carece de buenos modales. Una compañera idónea para una bestia.
—Yo diría que posee algunas de vuestras cualidades más exquisitas —bromeó Nick.
A pesar de su mal humor, Denise sonrió y luego miró a su hijo.
—¿Cuándo la llevarás al castillo de la Doncella? —inquirió—. Espero que pronto.
—Pronto es un concepto relativo, madre —replicó Joe y, volviéndose hacia Nick, dijo—: Ha llegado la hora de matar a Fougere.
—Un poco tarde, en mi opinión —señaló Denise.
—Nadie os la ha pedido —le espetó Joe, irritado por su actitud despectiva.
Nick ahogó una carcajada. Por Alá, el esposo empezaba a sonar igual que su mujer.
—Ni siquiera sabes dónde se esconde la comadreja —dijo Denise.
—Por la mañana iremos a ver al duque de Sassan —prosiguió Joe—. ¿Su barco sigue en el muelle?
Nick asintió.
Joe se volvió hacia su madre.
—Tenéis que proteger a mi esposa hasta que Fougere esté muerto.
—¿Cobijar a esa víbora? —exclamó Denise.
—Cuidad de mi esposa, o me la llevaré al castillo de la Doncella y postergaré mi venganza contra Fougere —amenazó Joe. ¿En qué momento su esposa se había convertido en algo más importante para él que aquella venganza?
—Supongo que podré soportarla unos días —cedió Denise.
Mientras los tres discutían en el salón distintos métodos para deshacerse de Savon Fougere, _______________ seguía a Omar por un laberinto de pasillos hacia los baños. La casa de Denise era bastante moderna, todo lo contrario del antiguo castillo de la Doncella. Incluso los pasillos tenían mucha luz y aire gracias a las ventanas con parteluz que daban a un patio interior.
_______________ mantuvo la vista fija en la espalda del eunuco. El hombrecillo se conducía de manera demasiado formal y con fría cortesía. Era evidente que estaba ofendido, y eso hacía que _______________ se sintiera aún más culpable de haberle hecho daño.
Cuando entraron en los baños, dos muchachas se apresuraron a atenderles. Omar recordó la reticencia de su señora a bañarse en público y les ordenó:
—Podéis iros. Yo atenderé a la princesa.
—En tu cara se reflejan las huellas de su enojo —se mofó una de las mujeres, y la otra soltó una risilla—. Deja que te protejamos.
Omar se sonrojó, pero ¿qué podía decir? Todos sabían que era un incompetente.
—Os prohíbo hablar de manera tan despectiva con el sirviente más preciado y de mayor confianza del príncipe —dijo _______________ con voz arrogante, en defensa del eunuco.
Las dos mujeres palidecieron.
—Lo siento —dijo la primera, inclinando la cabeza.
—Más lo sentiréis si volvéis a cometer el mismo error—añadió _______________—, porque haré que os corten la lengua. ¿Entendido?
—Sí, princesa.
—Disculpaos ante Omar ahora mismo.
Las dos sirvientas se inclinaron con formalidad ante el eunuco.
—Perdónanos, Omar—dijo la primera.
—No pretendíamos ser irrespetuosas contigo —añadió la segunda.
Omar hinchó el pecho, dándose importancia.
—Acepto la disculpa, esclavas. Ahora marchaos y absteneos de estas tonterías.
Luego, una vez a solas. Omar dijo:
—Gracias por defenderme.
—Te lo mereces —dijo _______________—, y es lo menos que puedo hacer. Siento haberte causado problemas.
Omar asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa, la primera que le dirigía desde que llegara a casa de Mihrirnah. El eunuco trabajó en silencio, le quitó el vello con pasta de almendras y luego la condujo a una pequeña tina. Primero le lavó y enjuagó la melena cobriza y después el cuerpo. A continuación la acompañó a una piscina donde podría remojarse en agua caliente.
—Mi señora, me gustaría contaros lo que os cabe esperar de esta noche —dijo Omar, compadeciéndose de su inocencia.
—¿Esta noche? —repitió _______________, confundida.
—Vuestra noche de bodas.
—Eso fue anoche.
Omar suspiró y pensó que su cópula con el príncipe había suavizado su actitud, pero una idea inquietante le cruzó por la cabeza.
—¿Puedo preguntar quién os preparó para recibir al príncipe? —inquirió Omar, ayudándola a salir de la piscina y acompañándola a un banco de mármol en el otro extremo de la estancia.
—El príncipe hizo el papel de eunuco. Al menos durante unos minutos.
Omar rió, aliviado de comprobar que no había aparecido un rival, y eso reestableció su buen humor.
—¿Te duele? —preguntó de repente _______________.
—Un poco, sobre todo cuando estornudo.
—Nunca tuve intención de hacerte daño —se disculpó.
—Tumbaos en el banco, que os haré un masaje con bálsamo de áloe —dijo Omar.
_______________ se tendió sobre el vientre. Omar empezó a masajearle con el ungüento la espalda y los hombros para aliviarle de la tensión.
—Estáis tensa —observó.
—Es culpa de Denise —respondió ella.
—Una mujer desagradable, si alguna vez la hubo —comentó Omar.
—¿Más desagradable que yo?
—Ser desagradable no es uno de vuestros defectos —le aseguró—. Es sólo que no estáis acostumbrada a nuestra cultura.
—Tal vez —murmuró _______________. Y preguntó—: Nick ha dicho que yo he costado una fortuna a Joe. ¿Qué quiere decir con eso?
NiinnyJonas
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
jajaja se la aplico a Denisse y ella n en cuenta
Denisse es muy mala con Joe
Siguela!!!
Denisse es muy mala con Joe
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Síguela :)
Me meo con Omar aunque sea un traidor a sus pensamientos !
Me meo con Omar aunque sea un traidor a sus pensamientos !
ItsBee♡
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
Hhaha, significa que para tenerte tuvo que ceder parte de su patrimonio para permanecer con una esclava. Hhaha xD
Me encanta! Gracias por subir!!
Me encanta! Gracias por subir!!
Augustinesg
Re: Esclavizada - Joe Jonas & Tu [Terminada]
—El príncipe pagó una fortuna para quedarse con vos, y os aseguro que fue una escena realmente memorable —declaró Omar, regocijado—. Los huéspedes invitados a la subasta ofrecían sumas muy elevadas por vuestra belleza. A medida que subía la puja, el rostro del príncipe se iba ensombreciendo y se volvía más aterrador. Cuando os desmayasteis, mi señor saltó al estrado para cubriros con el yashmak y os levantó en brazos. Se encaró con los hombres ahí reunidos y les anunció que suspendía la subasta. Ellos se quejaron, pero él los invitó a todos a elegir otra mujer. A costa de su fortuna, claro está. El príncipe Joe os trajo hasta aquí, se ocupó de que estuvierais bien, luego acudió al imán y os convirtió en su princesa aquella misma noche.
—¿Por qué se molestó en casarse conmigo? —preguntó _______________—. Ya me había convertido en su esclava.
—El príncipe os adora —confeso Omar.
—No puedo creerme algo tan fantasioso —repuso _______________—. Necesito que me aconsejes sobre este asunto.
—Aconsejaros es uno de mis deberes —aseguro Omar.
—¿Cuál es la mejor manera de manejar al príncipe ? ¿Con palabras duras o dulces ?
—Con palabras dulces —contestó el eunuco sin vacilar. Entre sus deberes también estaba el de velar por la paz doméstica en casa del príncipe—. Daos la vuelta.
_______________ lo hizo y quedó de espaldas. Omar cogió un poco más de ungüento y empezó a masajearle los muslos, el vientre y los pechos. Era evidente que su señora se había adaptado a su nueva vida, aunque era probable que ella aún no se hubiera percatado de ello. Un mes atrás, su recato europeo le habría impedido dejar que él le hiciera un masaje tan íntimo.
—¿Conoces a algún sacerdote católico? —preguntó _______________.
—¿Sacerdote? —repitió Omar—. No; ¿por que?
—No importa —dijo _______________—. Cuéntame, ¿por qué han de ir con velo las mujeres?
—Está mal visto que las mujeres enseñen el rostro —dijo Omar, repitiendo las palabras de su esposo—, pues tentarían al hombre a codiciar la propiedad de otro.
—¿Qué propiedad?
—La esposa es propiedad del hombre —explico Omar—, Vos pertenecéis al príncipe. Sin su permiso ningún hombre puede posar los ojos en vuestro rostro. Vuestra belleza es únicamente para placer del príncipe.
—¿Y qué me dices que yo sea la propietaria de la belleza del príncipe? —repuso _______________.
—¿Creéis que el príncipe es hermoso? —preguntó Omar, sorprendido.
_______________ abrió los ojos y lo miró fijamente.
—¿Tú no?
—A pesar de su cicatriz, el príncipe Joe es bastante apuesto —convino él.
—Su cicatriz es hermosa y le da carácter —afirmó _______________.
Omar sonrió, contento de que ella sintiera afecto por el príncipe. Pronto su señora llevaría en el vientre la semilla imperial. Entonces su fortuna estaría asegurada.
Omar la ayudó a incorporarse y la vistió con un caftán limpio. En lugar de acompañarla de vuelta al salón de Denise, el eunuco la condujo a la alcoba de su esposo.
Para protegerlos del frío de la noche otoñal, el brasero de bronce ya estaba encendido, y en las paredes bailaban las sombras proyectadas por varias velas encendidas en la habitación.
En la mesa había platos con olivas, nueces, queso de cabra, tortas de pan, y una jarra de agua de rosas. A _______________ se le abrió el apetito de sólo ver la comida. Aparte del pastelillo, no había comido nada desde el desayuno.
—¿Este mísero banquete será nuestra cena? —preguntó.
—Traeré el plato caliente en cuanto llegue el príncipe —le dijo Omar.
—¿Te gustan las claras de huevo? —inquirió ella, lanzándole una sonrisa traviesa.
—¿Las claras de huevo? —Su pregunta lo confundió.
—Sí, ¿te las comes?
Antes de que Omar pudiera responder, se abrió la puerta de par en par y entró el príncipe, recién salido de los baños. Omar se encaminó a buscar la cena.
—Caminemos por el jardín hasta que llegue la cena —sugirió Joe.
_______________ aceptó su mano y se levantó de los almohadones. Cogidos de la mano, salieron al jardín iluminado por las antorchas y pasaron por los senderos. _______________ sintió frío con el aire de la noche y empezó a temblar. Joe la rodeó con el brazo y la apretó contra su cuerpo para darle calor.
_______________ aspiró hondo el aire perfumado y dijo:
—Los aromas de las flores se funden maravillosamente.
—Como nosotros —respondió él.
_______________ se sonrojó.—Te llevaré a dar un paseo por mi jardín cuando regresemos al castillo de la Doncella —prometió Joe—. Es aún más hermoso que éste porque yo soy el jardinero.
—Qué modesto eres —bromeó _______________.
Joe se encogió de hombros, se detuvo y señaló una flor lila y dorada en forma de estrella.
—El aster mantiene alejados a los malos espíritus, o eso creían los griegos de la Antigüedad.
—¿Qué es esto? —preguntó _______________, señalando un capullo de violeta que se mecía suavemente.
—Un espejo de Venus —respondió Joe—. Cuenta la leyenda que Venus poseía un espejo mágico que reflejaba belleza en todo aquel que se mirara. Un día se le extravió el espejo y lo encontró un pobre pastorcillo que se negó a devolverlo. Cupido se lo quiso arrebatar, pero el espejo se rompió. Y donde cayeron los fragmentos del espejo mágico creció esta flor.
—Qué hermosa leyenda —musitó _______________, encantada con la historia y con su esposo.
Joe señaló otra flor.
—Esta de color azul intenso es el cardo o compulsión de Cupido, y se emplea en filtros de amor.
_______________ sonrió.
Volvieron lentamente por el sendero hacia su alcoba. En la terraza junto a la puerta se detuvieron para admirar la belleza y aspirar la fragancia de aquella exótica noche.
—¿Por qué es tan desagradable tu madre? —preguntó _______________.
Joe sonrió.
—¿A qué viene esa pregunta?
—Por simple curiosidad.
—A pesar de su vida de opulencia, mi madre es una mujer infeliz. Denise es más astuta y ambiciosa que Selim, y habría sido sultán de haber nacido hombre. Pero detrás de ese velo ha llevado una vida llena de frustraciones.
—¿Crees que yo también llevaré una vida así?
—Tú, mi pequeña, eres tan distinta de mi madre como el día lo es de la noche —afirmó Joe—. Es evidente que no posees su insaciable sed de poder. Denise tiene el espíritu de un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer y, por lo que a mí respecta, carece de todo instinto maternal. Aparte de eso, la muerte se ha cobrado ya las vidas de su esposo, un hijo y una hija.
—¿Cómo murió tu padre?
—Ejecutado por orden del sultán.
Aquello turbó a _______________.
—¿Por qué se molestó en casarse conmigo? —preguntó _______________—. Ya me había convertido en su esclava.
—El príncipe os adora —confeso Omar.
—No puedo creerme algo tan fantasioso —repuso _______________—. Necesito que me aconsejes sobre este asunto.
—Aconsejaros es uno de mis deberes —aseguro Omar.
—¿Cuál es la mejor manera de manejar al príncipe ? ¿Con palabras duras o dulces ?
—Con palabras dulces —contestó el eunuco sin vacilar. Entre sus deberes también estaba el de velar por la paz doméstica en casa del príncipe—. Daos la vuelta.
_______________ lo hizo y quedó de espaldas. Omar cogió un poco más de ungüento y empezó a masajearle los muslos, el vientre y los pechos. Era evidente que su señora se había adaptado a su nueva vida, aunque era probable que ella aún no se hubiera percatado de ello. Un mes atrás, su recato europeo le habría impedido dejar que él le hiciera un masaje tan íntimo.
—¿Conoces a algún sacerdote católico? —preguntó _______________.
—¿Sacerdote? —repitió Omar—. No; ¿por que?
—No importa —dijo _______________—. Cuéntame, ¿por qué han de ir con velo las mujeres?
—Está mal visto que las mujeres enseñen el rostro —dijo Omar, repitiendo las palabras de su esposo—, pues tentarían al hombre a codiciar la propiedad de otro.
—¿Qué propiedad?
—La esposa es propiedad del hombre —explico Omar—, Vos pertenecéis al príncipe. Sin su permiso ningún hombre puede posar los ojos en vuestro rostro. Vuestra belleza es únicamente para placer del príncipe.
—¿Y qué me dices que yo sea la propietaria de la belleza del príncipe? —repuso _______________.
—¿Creéis que el príncipe es hermoso? —preguntó Omar, sorprendido.
_______________ abrió los ojos y lo miró fijamente.
—¿Tú no?
—A pesar de su cicatriz, el príncipe Joe es bastante apuesto —convino él.
—Su cicatriz es hermosa y le da carácter —afirmó _______________.
Omar sonrió, contento de que ella sintiera afecto por el príncipe. Pronto su señora llevaría en el vientre la semilla imperial. Entonces su fortuna estaría asegurada.
Omar la ayudó a incorporarse y la vistió con un caftán limpio. En lugar de acompañarla de vuelta al salón de Denise, el eunuco la condujo a la alcoba de su esposo.
Para protegerlos del frío de la noche otoñal, el brasero de bronce ya estaba encendido, y en las paredes bailaban las sombras proyectadas por varias velas encendidas en la habitación.
En la mesa había platos con olivas, nueces, queso de cabra, tortas de pan, y una jarra de agua de rosas. A _______________ se le abrió el apetito de sólo ver la comida. Aparte del pastelillo, no había comido nada desde el desayuno.
—¿Este mísero banquete será nuestra cena? —preguntó.
—Traeré el plato caliente en cuanto llegue el príncipe —le dijo Omar.
—¿Te gustan las claras de huevo? —inquirió ella, lanzándole una sonrisa traviesa.
—¿Las claras de huevo? —Su pregunta lo confundió.
—Sí, ¿te las comes?
Antes de que Omar pudiera responder, se abrió la puerta de par en par y entró el príncipe, recién salido de los baños. Omar se encaminó a buscar la cena.
—Caminemos por el jardín hasta que llegue la cena —sugirió Joe.
_______________ aceptó su mano y se levantó de los almohadones. Cogidos de la mano, salieron al jardín iluminado por las antorchas y pasaron por los senderos. _______________ sintió frío con el aire de la noche y empezó a temblar. Joe la rodeó con el brazo y la apretó contra su cuerpo para darle calor.
_______________ aspiró hondo el aire perfumado y dijo:
—Los aromas de las flores se funden maravillosamente.
—Como nosotros —respondió él.
_______________ se sonrojó.—Te llevaré a dar un paseo por mi jardín cuando regresemos al castillo de la Doncella —prometió Joe—. Es aún más hermoso que éste porque yo soy el jardinero.
—Qué modesto eres —bromeó _______________.
Joe se encogió de hombros, se detuvo y señaló una flor lila y dorada en forma de estrella.
—El aster mantiene alejados a los malos espíritus, o eso creían los griegos de la Antigüedad.
—¿Qué es esto? —preguntó _______________, señalando un capullo de violeta que se mecía suavemente.
—Un espejo de Venus —respondió Joe—. Cuenta la leyenda que Venus poseía un espejo mágico que reflejaba belleza en todo aquel que se mirara. Un día se le extravió el espejo y lo encontró un pobre pastorcillo que se negó a devolverlo. Cupido se lo quiso arrebatar, pero el espejo se rompió. Y donde cayeron los fragmentos del espejo mágico creció esta flor.
—Qué hermosa leyenda —musitó _______________, encantada con la historia y con su esposo.
Joe señaló otra flor.
—Esta de color azul intenso es el cardo o compulsión de Cupido, y se emplea en filtros de amor.
_______________ sonrió.
Volvieron lentamente por el sendero hacia su alcoba. En la terraza junto a la puerta se detuvieron para admirar la belleza y aspirar la fragancia de aquella exótica noche.
—¿Por qué es tan desagradable tu madre? —preguntó _______________.
Joe sonrió.
—¿A qué viene esa pregunta?
—Por simple curiosidad.
—A pesar de su vida de opulencia, mi madre es una mujer infeliz. Denise es más astuta y ambiciosa que Selim, y habría sido sultán de haber nacido hombre. Pero detrás de ese velo ha llevado una vida llena de frustraciones.
—¿Crees que yo también llevaré una vida así?
—Tú, mi pequeña, eres tan distinta de mi madre como el día lo es de la noche —afirmó Joe—. Es evidente que no posees su insaciable sed de poder. Denise tiene el espíritu de un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer y, por lo que a mí respecta, carece de todo instinto maternal. Aparte de eso, la muerte se ha cobrado ya las vidas de su esposo, un hijo y una hija.
—¿Cómo murió tu padre?
—Ejecutado por orden del sultán.
Aquello turbó a _______________.
NiinnyJonas
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